Está en la página 1de 31

Universidad de Guayaquil

Facultad de Ciencias Administrativas

ASPECTOS REGIONALES DE NEGOCIOS

Econ. Guillermo Peña Cabrera,MAE


UNIDAD # 2
INTEGRACIÓN Y PRODUCCIÓN
REGIONAL
El estado de situación de la integración en
América Latina
En la región de América Latina los regionalismos poseen una
trayectoria similar a la experiencia europea, es decir irrumpieron
con fuerza luego de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, las trayectorias a ambos lados del océano han sido
diferentes. De tal modo que América Latina se constituye en una
región claramente identificable en el sistema internacional, así
como los regionalismos que se gestaron en diferentes etapas en
consonancia con el contexto nacional e internacional, pero
también en base a los modelos de desarrollo que se fueron
implementando.
Antes de avanzar en este punto conviene decir qué se entiende
por región y qué se denota cuando se emplea el concepto de
regionalismo.
De acuerdo con Fawcett, se puede definir una región “como unidades o
zonas, basadas en grupos, Estados o territorios, cuyos miembros exhiben algún
patrón identificable de comportamiento”.
Esto significa que existe en el espacio regional características que le son
inherentes en términos geográficos, históricos, culturales, políticos y
económicos como así también por normas, valores y prácticas compartidas.
Mientras, que el regionalismo se refiere a “una política, un proyecto por el
cual los Estados y actores no estatales cooperan y coordinan una estrategia
al interior de una determinada región”. Ello significa que existe un proyecto
estratégicamente pensando con el fin de plasmarlo en la realidad, en donde
la interacción llamada cooperación es un medio para avanzar hacia otra
forma de interacción que se denomina integración.
Así, el regionalismo se desarrolla como un proceso de creación específico de
un espacio común, y supone como objetivo poner en contacto economías
relativamente homogéneas y de nivel de desarrollo relativo comparable en la
trayectoria de acoplamiento progresivo de las estructuras socio-económicas;
la convergencia política, a fin de crear instituciones comunes que permitan
seguir, cuando sea necesario, una política coordinada en los ámbitos
monetarios, financieros, industriales, comerciales, etc..
La integración –como se mencionó ut supra- es un proceso complejo
que requiere ser pensado como un proyecto estratégico en un
camino largo en el que existen convergencias y divergencias entre los
actores involucrados.
Esto permite entender por qué los regionalismos se van modificando o
ajustando en consonancia con cada momento histórico en
Latinoamérica.
Por tal motivo, cuando se alude al estado de situación de la
integración en Latinoamérica, las opiniones entre los diferentes
referentes académicos y especialistas son coincidentes en mostrar el
fracaso, la fragmentación o la pérdida de rumbo que han adoptado
algunos de los procesos de IER. Situación que condujo a que “la
integración se haya” convertido en una espesa sopa de letras y en un
cúmulo de subprocesos, regionales y subregionales, que incluso se
contradicen entre sí”.
Todos conviviendo a la vez, atravesando ciclos de stop and go, pero
con un denominador común, no alcanzaron los objetivos propuestos.
En este sentido, la IER en América Latina está atravesada por la configuración de
tres ciclos o momentos que la han marcado.

El primero de ellos se denomina Viejo Regionalismo o Regionalismo Cerrado y


coincidió con la irrupción de los procesos de IER en Latinoamérica. El mismo se
desarrolló bajo la influencia del pensamiento económico de la CEPAL y de la
mirada que se tenía en torno a la economía nacional e internacional durante la
década del 50.
Para ese entonces, América Latina era una región pero sin regionalismos, es decir,
sin proyectos estratégicos que revirtieran la condición de atraso y subdesarrollo
que atravesaban los países. A lo que se sumaba los condicionantes exógenos
producto de la Guerra Fría en el sistema internacional.
El concepto que resumía esta situación era la heterogeneidad estructural, la que
junto a una enorme dependencia del sector externo y un débil desarrollo
industrial, imposibilitaba recuperar el deterioro de los términos de intercambio que
producía el sistema importador-exportador. Los países de la región se habían
incorporado tardíamente a una economía mundial dominada por los sectores
Industriales más innovadores de los países centrales”.
El diagnóstico –en pos de la IER- era con el fin de subsanar las
condiciones objetivas que se manifestaban en la escasa oferta
exportadora de los países, la insuficiente estructura productiva, la no
complementariedad, la ausencia de mecanismos institucionales, el
apego a las actividades económicas del sector primario (rural y
minería), las condiciones sociales de pobreza, marginalidad y
ausencia de una movilidad social ascendente en la estructura social.
Por tal motivo, el regionalismo de los procesos de IER en América
Latina constituyeron el intento de los países latinoamericanos de
extender regionalmente sus políticas nacionales de (industrialización)
por sustitución de importaciones y de reducir, en la medida de lo
posible, la dependencia extrarregional del subcontinente.
Claramente, la IER pasaba por la configuración de un espacio
económicamente ampliado desconectándose de los vaivenes de la
economía internacional, lo que le valió el adjetivo de “cerrado”.
Impulsó la reducción y/o eliminación de barreras al comercio y a la
inversión entre los países pactantes, y la elevación de la protección
arancelaria y no arancelaria contra terceros países.
El motor de la integración recaía exclusivamente en los Estados que
debían tener una estrategia de planificación e intervención regional,
prescindiendo del sector privado, incluso de la IED en donde existían
marcos reguladores estrictos. E influenciados por la experiencia
europea, apostaban a una integración institucional más de carácter
supranacional como meta futura.
En ese contexto signado por el Viejo Regionalismo se crearon:

- La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALAC) en 1960


planteó como nivel de integración establecer una ZLC en el plazo de 12
años, con la eliminación de las barreras arancelarias y paraarancelarias
mediante la negociación de listas nacionales y comunes.
- El Mercado Común Centroamericano en 1960 planteó como nivel de
integración constituir un MC previa consolidación de una UA con un AEC
para los países miembros.
- El Pacto Andino se creó en 1969 con el objetivo de establecer una
comunidad económica (MC), con la eliminación de las barreras
arancelarias y paraarancelarias, el establecimiento de un AEC, la
armonización de políticas económicas y sociales y la implementación de
un programa de industrialización por sustitución de importaciones
regional.
- La Comunidad del Caribe (CARICOM) se creó en 1973 con el objetivo
de establecer una integración económica (MC) con la remoción de las
barreras arancelarias y para-arancelarias, un AEC y la coordinación de
políticas exteriores entre los socios.
Durante los primeros años se produjeron avances en torno a los objetivos
propuestos bajo el Viejo regionalismo –en lo que hace al aumento del
comercio, desgravación arancelaria- sin embargo, el optimismo inicial dio
paso al escepticismo y con él al fracaso de los procesos de IER
latinoamericanos.
Entre las causas más notorias se pueden mencionar: las crisis recurrentes
del sector externo de los países, la no complementariedad económica
de los socios, la incompatibilidad de alcanzar una integración regional y
mantener un modelo de desarrollo que ponderara la protección del
mercado nacional, sumada a la inestabilidad política e institucional de los
países que obstaculizaron el espíritu integrador por cuestiones
geopolíticas e hipótesis de conflictos.

La crisis económica en la que se sumergió América Latina en los ochenta


coadyuvó al fracaso de la IER, en donde los países no lograron cooperar
mancomunadamente para revertir los efectos que se extendieron a lo
largo de la denominada “década perdida”.
El segundo ciclo de IER se lo denomina Regionalismo Abierto. El mismo
hace irrupción en un contexto de cambios sistémicos –el fin de la Guerra
Fría en 1989 y la aparición de la globalización económica del sistema
capitalista- y de cambios regionales signados por gobiernos
democráticos que emprendieron un proceso de ajuste estructural para
revertir los años de crisis que atravesaron los países.
Para ese entonces, la ola neoliberal en la región –y que se expresó en la
aplicación del denominado Consenso de Washington- tuvo como
correlato un cambio en el pensamiento cepalino.

El regionalismo abierto fue definido como un proceso de creciente


interdependencia económica a nivel regional, impulsado tanto por
acuerdos preferenciales de integración como por otras políticas en un
contexto de apertura y desreglamentación, con el objeto de aumentar la
competitividad de los países de la región y de constituir, en lo posible un
cimiento para una economía internacional más abierta y transparente.
Así, en los países de la región se fueron creando las condiciones de
apertura económica, -la cual fue variando según el ritmo e intensidad de
las medidas política aplicadas en cada país- y de integración económica
regional, bajo los esquemas de integración existentes que dejaban de ser
bloques proteccionistas -stumbling blocks- o en los nuevos surgidos
durante la década de los noventa, orientados a la inserción en la
economía internacional globalizada. Sin más, una de las diferencias entre
los procesos de integración durante los sesenta y los noventa ha sido no
sólo a apertura entre países socios en la construcción de un bloque -
building blocks- sino también hacia terceros países e instancias
multilaterales, fortaleciendo el poder negociador regional a nivel
internacional, conducentes a ganar mayor competitividad y eficiencia
económica dentro de los esquemas de integración.
Así se asumía a la globalización como un proceso en donde se
desenvuelven los países en sus vinculaciones bilaterales, multilaterales y
regionales deviniendo la IER en un proyecto estratégico
En otras palabras, la integración regional era pensada en términos de
proyecto estratégico para ganar competitividad intra-bloque y luego
insertarse en la economía internacional globalizada.
En consecuencia, impulsaba la eliminación de las barreras al
comercio y a la inversión, de manera profunda y acelerada. No se
discriminaban sectores de la liberalización y se promovían medidas de
convergencia macroeconómica, de tratamiento de asimetrías y de
promoción de transformaciones productivas para mejora de la
competitividad internacional.
Si bien el acento estaba puesto en la dimensión económica, las
agendas eran amplias para lograr la coordinación de las políticas
exteriores y una sola voz en los foros internacionales.
El regionalismo abierto buscaba estar en consonancia con el espíritu –
neoliberal- de época de generar mejores condiciones de
desenvolvimiento del mercado, dejando al Estado el rol en los
procesos de IER de aplicación y dirección de los compromisos
asumidos. Como así también la dirección del proceso económico al
incluir a los sectores empresariales privados y la radicación sin
discriminación de la IED en el nuevo mercado ampliado.

Desde el punto de vista institucional, la integración se pensó con


carácter intergubernamental buscando la mayor flexibilidad a la hora
de adoptar decisiones y de implementarlas. Esa flexibilidad también
debía exteriorizarse en el plano extra bloque, impulsando la
cooperación con otros actores externos privilegiando una vinculación
Norte-Sur.
En ese contexto signado por el Regionalismo Abierto se relanzaron los
procesos de IER creados en la década de los 60’ y se crearon otros. Entre
los que se relanzaron se encuentran:.

- El Pacto Andino pasó a denominarse Comunidad Andina (CAN) en los


1990, con el objetivo de establecer una UA y de dotar de una mayor
institucionalidad al bloque.
- El Mercado Común Centroamericano rediseñó sus objetivos para
consolidar el MC como paso previo a la UEyM. Así, en 1992 se constituyó
el Sistema de Integración Centroamericano (SICA) con un organigrama
institucional más complejo.
- El CARICOM en 1989 buscó relanzar la integración y los objetivos no
cumplidos para el establecimiento de un MC con la eliminación de las
barreras comerciales, la fijación de un AEC y libre circulación de los
factores.
Entre los que se crearon, se destaca el MERCOSUR en 1991 cuyo
objetivo primigenio fue constituir un MC, sin embargo, en el transcurso
de la década el proceso ingresó en una crisis producto de las
asimetrías de los socios, la situación económica adversa, la no
aplicación de sus disposiciones y por no haber podido completar la
ZLC ni establecer un AEC en el marco de la UA.

Con el ingreso al siglo XXI se evidenció una desazón generalizada


para con los procesos de IER en Latinoamérica. Ninguno de ellos logró
alcanzar el objetivo propuesto en lo que se considera un nuevo
cambio de época, crítico a la perfomance alcanzada, al contenido
estrictamente comercial de los mismos y a la impronta neoliberal y sus
consecuencias económicas y sociales.
En este sentido, a partir del siglo XXI, y con el “giro a la
izquierda” que comenzó a atravesar la región en varios de
sus gobiernos, se inició un tercer ciclo en los procesos de
IER bajo el denominado Regionalismo Posliberal. De
acuerdo con Sanahuja, el momento actual podría ser
caracterizado como un período de transición, sin modelos
claros, un mayor grado de politización de las agendas y,
como consecuencia, más dificultades para generar
consensos.
UNIDAD # 2
INTEGRACIÓN Y PRODUCCIÓN
REGIONAL
El contexto internacional en el que hizo irrupción el Regionalismo Posliberal
estuvo marcado por la supremacía hegemónica de la administración
norteamericana de George W. Bush y la pretensión de imponer un Orden
Unipolar.
Los gobiernos latinoamericanos fueron críticos, muchos de ellos apelando al
anti-imperialismo y a la crítica por imponer políticas neoliberales en el mundo
desde una perspectiva con fuerte contenido ideológico. Así, este nuevo
regionalismo nació con una impronta marcadamente política en la agenda,
en detrimento de las cuestiones económicas y comerciales que
caracterizaban al Regionalismo Abierto.

En este sentido, no impulsa desarrollo tradicional por etapas de la integración


y expresa un “retorno de la política” especialmente en lo que hace al
desarrollo, poniendo énfasis en los déficits que aún posee la región:
infraestructura, asimetrías regionales, articulación de mercados, soberanía
sobre los recursos naturales, reducción de la pobreza y la desigualdad. Sin
embargo, coexiste con esquemas tradicionales de integración (CAN y
MERCOSUR) sumado a la firma de acuerdos comerciales Norte-Sur y
estrategias radiales hub and spoke de inserción internacional.
La agenda se presenta como renovada para abarcar temas de paz y seguridad,
gestión de crisis y coordinación de las políticas exteriores (énfasis en la
cooperación y concertación). Por tal motivo, “las nuevas formas de concertación
directa entre gobiernos latinoamericanos, o de diplomacia multilateral a alto nivel,
tienden más bien a facilitar el manejo colectivo de ciertos problemas
internacionales de importancia crítica para la región, o para determinados grupos
de países en un momento dado y tienen a la cooperación política como
elemento esencial de sustento.

Tiene una visión crítica del modelo de Estado propuesto por la narrativa neoliberal
y del proceso de globalización, por ende, impulsa el retorno de un Estado fuerte y
eficiente promotor del desarrollo, junto a una mayor participación de los actores
no estatales y la búsqueda de una mayor legitimación social. Así, la “integración
regional, en parte, se redefine como estrategia al servicio de ese desarrollista»[. . . ]
en términos de soberanía nacional, y/o como instrumento para apuntalar la
gobernabilidad interna de los países partícipes” (Cienfuegos-Sanahuja: 2010; 96).
Ello implica abandonar la concepción que se tenía en los noventa de que la
integración era un una herramienta para gestionar la globalización y la
gobernanza internacional.
Desde una perspectiva de la integración institucional, no propone ni fomenta diseños
institucionales supranacionales de gobierno, como consecuencia del retorno a la región del
discurso y de las políticas nacionalistas. En consecuencia, se manifiesta una preferencia por
los mecanismos intergubernamentales.

En ese contexto signado por el regionalismo Posliberal se crearon instancias de concertación


y cooperación política que de manera tangencial mencionan la IER:

- La Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) – Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP)
nació en el 2004, y plantea la generación de un espacio basado en el principio de la
solidaridad, la reciprocidad y la transferencia de tecnologías en el intercambio de bienes y
servicios.
- La Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) se creó en el 2008 y sus objetivos son:
diálogo político, interconexión física y energética, integración financiera, defensa, defensa
de la democracia y de la voluntad de los pueblos de constituir sus propios gobiernos.
- La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se constituyó en el 2010 –
absorbiendo al Grupo de concertación Río- como expresión de la unidad histórica, política y
cultural de las naciones latinoamericanas y del Caribe, por lo que se sustenta en los principios
de flexibilidad y de participación voluntaria en las iniciativas acordadas como eje de
funcionamiento del bloque, de modo de propender a la unidad en la diversidad.
Niveles de Interacción Estatal en los regionalismos del siglo XXI.
El Regionalismo Posliberal es el tercer ciclo de regionalismo que
atraviesa Latinoamérica, en donde coexisten claramente procesos de
IER con esquemas de concertación y cooperación renovadas, lo cual
demostraría un cierto consenso o voluntad entre los Estados.
Sin embargo, ello no ha coadyuvado a que se avance en la solución
de los problemas que todo proceso de integración posee.

En los últimos años, la sintonía ideológica en varios de los gobiernos


tampoco ha sido sinónimo de buenas relaciones entre los países o
una alternativa para sortear las fricciones que se arrastran. Por tal
motivo, los discursos son grandilocuentes en pos de la IER pero los
avances son escasos.
Los ciclos de Regionalismos en Latinoamérica.
Los ciclos de Regionalismos en Latinoamérica.
Los ciclos de Regionalismos en Latinoamérica.
Los ciclos de Regionalismos en Latinoamérica.
Los ciclos de Regionalismos en Latinoamérica.
Los ciclos de Regionalismos en Latinoamérica.
La razón de ser del trilema conceptual planteado en este capítulo ha sido en
función de analizar el estado de situación de los procesos de IER en
Latinoamérica. Desde hace unos años, el diagnóstico acerca de los mismos
arroja como resultado que se viene atravesando por una parálisis.
No se han alcanzado los objetivos económicos planteados, pero tampoco se
ha avanzado en esa dirección. Por el contrario, las divergencias subsisten
entre los protagonistas pero en un nuevo contexto posliberal, lo cual genera
una paradoja.
El consenso en torno a la incorporación de la dimensión política y social -que
estaba ausente en los procesos creados en los noventa- no redundó en la
búsqueda de mecanismos para avanzar en la integración pese al renovado
diálogo político y de cooperación. En la región conviven los procesos creados
bajo el Regionalismo Abierto junto al Regionalismo Posliberal generando un
mapa complejo del estado de la integración, la cual es adjetivada –como
hemisférica, regional, subregional, de los pueblos etc.- siendo ello una
muestra de la fragmentación de lo que se debería integrar.
En tal sentido, se produce una cacofonía que tiende a producir confusión
sobre los tipos de interacciones estatales. Si bien es bienvenido el diálogo
político de alto nivel y la cooperación en áreas -de seguridad, infraestructura,
desarrollo, pobreza- antes no comprendidas -y que están presentes en el
marco de UNASUR, ALBA, y CELAC- las mismas no constituyen procesos de IER
en el sentido estricto.

En otras palabras, la integración es un camino complejo con ventajas y


desventajas, pero por sobre todas las cosas, debe ser pensada como un
proyecto estratégico de inserción y desarrollo para los países. Para que ello
resulte, deben confluir también en ese camino la concertación y la
cooperación, es decir, la dimensión política y la dimensión económica en la
búsqueda de un interés compartido que permita salir de la parálisis para
aprovechar las potencialidades.

También podría gustarte