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Una historia de la música colonial hispanoamericana (by Leonardo J.


Waisman) – El oído pensante, vol. 8, núm. 2 (Buenos Aires, 2020), pp. 207-
217.

Article  in  El Oído Pensante · August 2020


DOI: 10.34096/oidopensante.v8n2.8222

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Javier Marin Lopez


Universidad de Jaén
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ISSN 2250-7116
RESEÑA / RESENHA / REVIEW el oído pensante 8.2 (agosto, 2020 - enero, 2021): [207-217]
doi: 10.34096/oidopensante.v8n2.8222
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Una historia de la música colonial


hispanoamericana
Waisman, L. J. (2019). Buenos Aires: Gourmet Musical Ediciones. 480 páginas.

" Javier Marín-López


Universidad de Jaén, Jaén, España
marin@ujaen.es

La entrada del siglo XXI ha planteado a los estu- conocido en el campo de los estudios de la músi-
diosos de la música colonial algunos retos que, ca colonial por sus trabajos sobre las misiones
lejos de ser exclusivos de este campo de cono- jesuíticas, culmina con esta obra un proyecto de
cimiento, afectan al conjunto de las Ciencias largo alcance cuyos orígenes se remontan a sus
Humanas y Sociales. De un lado, la acelerada primeras publicaciones sobre el tema, hace casi
fragmentación y atomización de conocimien- tres décadas (Waisman, 1991). Según declara, su
tos, en parte consecuencia de la creciente espe- propósito es ofrecer un “esbozo de la vida musi-
cialización de la investigación y el número cada cal en la América hispana entre los reinos de Feli-
vez mayor de fuentes, publicaciones y enfoques; pe II (que accedió al trono en 1558) y Carlos IV
esta circunstancia, unida a la existencia de (que abdicó en 1808)” (p. 11); para ello toma por
incomprensibles vacíos, acaba por conformar válido el concepto de música colonial, que iden-
un cuadro confuso, disperso y segmentado de tifica con el conjunto de prácticas y repertorios
la realidad que queremos estudiar. De otro, la musicales de raíz europea (ya sean académicos o
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crítica radical de paradigmas epistemológicos y populares), cultivados por peninsulares, criollos,


formas totalizadoras y lineales de escritura his- indios, negros y sus subsiguientes cruces (exclu-
tórica que, además de instrumentalizar metodo- yendo las músicas consideradas étnicas), en un
logías, ocultan el carácter particular y sesgado de contexto de clara asimetría de poderes, como se
sus métodos, aunque lo hagan por medio de un nos recuerda con la cita al semiólogo Walter Mig-
lenguaje y unas categorías supuestamente uni- nolo. La ambición intelectual de la empresa y la
versales y neutras. ¿Cómo encarar la compleja amplitud geográfica y cronológica del objeto de
narración de los “grandes procesos” de la música estudio, unido a la falta de monografías previas
colonial hispanoamericana ante un inabarcable que pudieran servir como modelo, evidencia la
manantial de estudios –algunos de muy difícil relevancia histórica de la tarea brillantemente
acceso–, amenazadoras zonas ignotas y la “crisis” emprendida por Waisman, quien nos brinda la
terminal de paradigmas en la historia? ¿Cómo primera gran síntesis crítica en castellano sobre
hacerlo en un contexto global post-neo colonial? la música colonial hispanoamericana, publicada
en forma de libro.1
Estos han sido algunos de los enormes desafíos
que ha tenido que afrontar Leonardo J. Waisman
para la redacción de Una historia de la música
colonial hispanoamericana, bienvenida y espe- 1
El libro divulgativo del músico, director coral y periodista Rami-
ro Albino (2016), basado en la concatenación de citas tomadas de
rada monografía publicada por la editorial diversos autores (entre ellos el propio Waisman), no se ubica en
Gourmet Musical Ediciones en 2019. Su autor, el campo de la investigación propiamente musicológica.
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Tras la necesaria Introducción, la obra se estruc- mayor de ellas derive de la necesidad de inte-
tura en tres bloques o partes, que se dedican grar en un único relato distintos tipos de músi-
grosso modo a los siglos XVI (capítulos 1-4), ca cultivada en diferentes territorios y épocas a
XVII (capítulos 5-8) y XVIII (capítulos 9-13). cargo de disímiles grupos sociales y étnicos con
Cierran el volumen dos apéndices: el primero, divergentes respuestas y activos en cambiantes
de 93 páginas, ofrece biografías de 210 compo- contextos socio-políticos. Lejos de convertir
sitores activos en Hispanoamérica entre 1550 y esta heterogeneidad en una traba metodológi-
1808, preparadas por Luciana Giron Sheridan y ca, el autor adopta conscientemente un modelo
Lucas Reccitelli, miembros del Grupo de Musico- narrativo multifocal que, pese a una narrativa
logía histórica de Córdoba;2 el segundo, mucho subyacente de corte cronológico, descompone el
más breve (poco más de dos páginas), presen- relato en una trama de varias corrientes interco-
ta definiciones cortas de algunos instrumentos nectadas. Ello permite a Waisman liberarse de un
musicales utilizados durante el periodo. Sirve de tratamiento totalizador y absoluto, y seleccionar
colofón un completo (e imprescindible en obras los argumentos y protagonistas de cada capítu-
de esta naturaleza) índice de nombres, institu- lo, sorteando tácticamente los grandes vacíos
ciones, géneros y otros términos musicales. Los existentes para concentrarse en los materiales
bloques primero y tercero son versiones revisa- a los que ha tenido acceso. En coherencia con esa
das y actualizadas de textos escritos por el autor estrategia, el resultado es una historia descentra-
en 2000 y 2009, publicados años después en el lizada y plural, con diversos focos y encuadres,
marco de proyectos editoriales españoles (Wais- que se aproxima de manera creíble y bastante
man, 2004a y 2014). El bloque central, dedicado personal a una realidad compleja y ecléctica,
al siglo XVII, fue escrito posteriormente ad hoc imposible de reducir a una única narrativa.4
con el propósito de completar la obra y contiene
amplias secciones dedicadas al análisis estilístico Cada una de las tres partes muestra una estructu-
del repertorio que están ausentes en los otros ra similar: una introducción histórica (capítulos
dos bloques, aunque el conjunto nunca pierde 1, 5 y 9) que presenta sintéticamente las coor-
de vista el peculiar contexto histórico, social y denadas en las que se desenvuelve la práctica
cultural de los virreinatos indianos.3 musical asociada a la “república de indios”, es
decir, parroquias, doctrinas rurales y reducciones
Los tres bloques mencionados abordan y resuel- (capítulos 3, 6 y 10), por un lado, y la “república de
ven satisfactoriamente problemáticas de todo españoles” (capítulos 2, 7 y 11) con su contingen-
tipo, tanto teóricas como prácticas. Quizá la te de instituciones blancas, por otro; se dedican
secciones diferenciadas a la vida musical de otros
2
ámbitos urbanos en los bloques primero y tercero
Sobre la conformación de este grupo de investigadores en la Uni-
versidad Nacional de Córdoba bajo el liderazgo del mismo Wais- (capítulos 4, 12 y 13), en tanto que el segundo
man, véase Restiffo (2019). Varios miembros del Grupo también incluye un amplio capítulo analítico (capítulo 8).
colaboraron en un volumen de este investigador inmediatamente
La extensión de los capítulos es bastante desigual:
anterior al aquí reseñado (Waisman, 2015).
3 las 72 páginas del citado capítulo 8 contrastan
La articulación de textos originalmente independientes, escritos
en diversos momentos y con distintos criterios, genera peque- con las 8, 10 y 13 páginas de los capítulos 4, 12
ñas disfunciones al integrarse en una única narrativa; sobre esta
cuestión y las divergencias de los bloques 1 y 3 con respecto a las
versiones anteriormente publicadas, véase Pérez González (2019, 4
El propio autor justifica in extenso su enfoque teórico en Wais-
pp. 139-141). man (2017).
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y 13, respectivamente, lo que genera un fuerte simbólica y “apropiación resistente” (p. 87), por
desequilibrio que es consecuencia parcial del momentos sutil y por momentos violento, como
menor conocimiento sobre prácticas musicales demuestra el movimiento del taki onqoy.
profanas. La aproximación adoptada por el autor
en la construcción de su relato permite y hasta El segundo bloque, el más extenso, se dedica al
invita a lecturas no secuenciales, aunque la orga- siglo XVII, visto tradicionalmente como una etapa
nización de la narrativa es clara: los proyectos ins- de transición y sin personalidad propia que ahora
titucionales de peninsulares y criollos de un lado, es rehabilitada y considerada como una “verdade-
y las diversas resistencias a su implantación por ra edad de oro de la polifonía del Nuevo Mundo”
parte de los naturales y castas de otro, en medio (p. 139). Waisman invierte aquí el orden de los
de un proceso no lineal ni homogéneo, con múl- elementos, poniendo en primer lugar el capítulo
tiples bifurcaciones, fases inmóviles y vueltas al dedicado a la “república de indios”; ello quizá con
pasado, sujeto a una amplia y variada casuística la idea de conceder mayor centralidad narrativa
de coyunturas locales. a los naturales y sus capillas musicales semi-
profesionales, como ya hizo Geoffrey Baker en su
El primer bloque, que cubre la segunda mitad estudio sobre el Cusco colonial (Baker, 2008; rese-
del siglo XVI, ofrece una sinopsis del lento y ñado, entre otros, en Marín-López, 2009). Pese a
fascinante proceso de aculturación reflejado lo fragmentario y localizado de las evidencias dis-
en la diversificada vida musical americana y ponibles, resulta loable el esfuerzo por bosquejar
relata algunas de las numerosas situaciones procesos y tendencias de más largo alcance. La
de conflicto y rechazo por las que atravesó el miríada de músicas catequísticas, civiles y milita-
proyecto utópico ideado por los europeos. La res de los pueblos de indios y las reducciones de
práctica musical más prestigiosa era la asocia- frontera (en ocasiones con un estilo musical muy
da a las catedrales, aunque su implantación en distinto al europeo), tenía su contrapartida en la
los Reinos de Indias fue a costa de una radical sostenida actividad desplegada por la población
transformación del modelo peninsular: la fuer- blanca en capillas catedralicias, conventuales y
te injerencia de autoridades eclesiásticas en monacales, aunque los límites en estos ámbitos se
asuntos musicales, traducida en un predominio veían continuamente transgredidos. La imposibi-
de los nombramientos directos y una ausencia lidad de ofrecer un panorama abarcador (se han
casi estructural de oposiciones; la presencia perdido, por ejemplo, todas las grandes bibliote-
constante de músicos no ordenados y casados cas misionales del siglo XVII) lleva a Waisman a
(incluso en los puestos de mayor responsabili- concentrarse en un género mainstream para la
dad); la tendencia general a una menor movi- música colonial como el villancico, ofreciendo un
lidad (debido a las grandes distancias) y a un estudio estilístico monográfico que se articula en
marcado localismo; y la contratación ocasional tres momentos: el repertorio del primer cuarto
de ministriles indios, en los últimos peldaños del del siglo XVII de Gaspar Fernández, representante
escalafón catedralicio. Entre líneas emerge una del villancico como canción; los ciclos de Navidad
interacción constante entre las distintas esferas de Juan Gutiérrez de Padilla, con quien se pro-
de la práctica musical y una revalorización del duce una cristalización de modelos a mediados
papel de los naturales, negros y mestizos como del siglo; y la producción de Tomás de Torrejón y
agentes activos de la cultura colonial y verdade- Juan de Araujo, quienes reelaboran y ampliaron
ros protagonistas de un proceso de negociación los modelos heredados.
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El tercer bloque se configura en torno a la idea no menor en el caso de la música colonial, en la


de modernización de la vida cultural y artística que diversos condicionantes lastran cualquier
gracias a la llegada de las nuevas tendencias ita- intento de síntesis interpretativa: la enorme
lianas y francesas, matizando en alguna medida extensión y la marcada fragmentación geográ-
el protagonismo de las instituciones eclesiásti- fica del espacio hispanoamericano, en el que
cas. Se ofrece aquí una valiosa caracterización de cada país, región o archivo constituye una his-
la vida musical en las reducciones americanas, toria aislada y autocontenida; el fuerte peso de la
el perfil general del repertorio italo-germano ideología nacionalista en la escritura de las pri-
predominante y su pervivencia –y consiguien- meras historias de la música de cada país, lo que
te transformación y re-semantización– duran- complica el establecimiento de relaciones entre
te largos periodos de tiempo. En el caso de las territorios estancos; y la dificultad misma no ya
ciudades de españoles, se delinean las prácticas de acceder sino simplemente de estar al día del
musicales formales e informales, religiosas y pro- creciente número de publicaciones sobre música
fanas, compartidas por determinados núcleos colonial, lo que convierte el rastreo bibliográ-
urbanos, así como sus marcadas especificidades fico, como sentenciara lapidariamente Gerardo
(se afirma que en algunas catedrales de provin- V. Huseby en un “penoso proceso detectivesco,
cia, como la de Córdoba del Tucumán, directa- cuyos frutos son necesariamente incompletos y
mente no había servicios con “canto de órgano”, se hayan en gran medida sujetos al azar” (1993,
p. 272). En paralelo, se ofrece una síntesis de las p. 60).5
principales personalidades y corrientes musica-
les, desde el estilo híbrido hispano-italiano de las Otro aspecto destacable de esta Historia es el
primeras décadas de la centuria a la recepción cuidadoso equilibrio y la integración continen-
del estilo galante años después. En este contex- tal de casos provenientes de los virreinatos de
to, se dedican relevadoras páginas al criollismo, Nueva España y del Perú, las dos demarcaciones
que Waisman vincula con el surgimiento de una político-administrativas de la América española
identidad local y que se traduce, a nivel compo- durante gran parte del periodo estudiado. Para
sitivo, en un control consciente de las novedades ello, el autor se apoya en un amplio elenco de
recibidas y sus formas de integración en la tradi- fuentes primarias y secundarias que somete a
ción hispana por parte de algunos compositores. crítica hermenéutica. Algunas de ellas han sido
Pese a ello, no puede hablarse, en el caso de la poco transitadas por la musicología, lo que le
América colonial, de escuelas o tendencias espe- permite –por ejemplo– sentar las bases para una
cíficamente americanas (pp. 174-175). futura historia económica de la música catedra-
licia basándose en el historiador Enrique Dussel
Son muchos los aspectos positivos que emanan (pp. 136-142, pp. 150-151), dar voz a la historia
tras la lectura de esta particular obra. Uno de
los más obvios e inmediatos es la preciosa labor 5
Las palabras de Huseby no han perdido su vigencia en la actual
de síntesis de abundantes y excepcionalmente era de Internet. Huseby fue el editor general de la Bibliografía
Musicológica Latinoamericana, un proyecto conjunto de la Aso-
dispersas investigaciones previas, cuya utilidad
ciación Argentina de Musicología y la Revista Musical Chilena del
relativa no siempre es evidente y que aquí queda que se publicaron dos volúmenes en tres números monográficos
redimensionada al integrarse en una red de sig- de la Revista Musical Chilena (177 [enero-junio 1992], 178 [julio-
diciembre 1993] y 181 [enero-junio 1994]). Un proyecto paralelo
nificados y ponerse en relación con otros ele- en el tiempo, específicamente centrado en el ámbito colonial, fue
mentos. Esto constituye en sí mismo un aporte liderado por Cetrangolo y Giuliani, 1992.
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musical de los indios, superando la tradicional Entre las contribuciones más originales y valio-
visión hispanocéntrica (capítulos 3, 6 y 10) o sas está la importancia concedida al análisis
plantear la primera gran síntesis sobre el criollis- del repertorio, una asignatura pendiente de la
mo musical a escala continental (pp. 289-306).6 musicología colonial y un aspecto que separa el
No estamos ante una mera acumulación de libro de Waisman de síntesis previas realizadas
datos: la información aparece inteligentemente en inglés como el capítulo de Robert Stevenson
seleccionada, organizada, jerarquizada y reduci- para The Cambridge History of Latin Ameri-
da a principios explicativos claros y precisos, con ca (Stevenson, 1984); el primer borrador, aún
un ágil estilo de escritura y una prosa amable que inédito y nunca completado, que Samuel Claro-
cautiva y atrapa al lector. Las unidades de infor- Valdés presentó en 1985 para el proyecto Music
mación se yuxtaponen, enlazan y complementan, in the Life of Man: A World History liderado por
como teselas de un mosaico, hasta ofrecer un Barry S. Brook, posteriormente redenominado
cuadro de conjunto en el que, inevitablemente, se The Universe of Music: A History (Claro-Valdés,
producen algunas asimetrías territoriales, ya sea 1985);9 o la más reciente pero problemática
por la escasa evidencia disponible para los perio- contribución de Daniel Mendoza de Arce (2001;
dos más tempranos en determinadas regiones reseñada, entre otros, en Restiffo, 2010). Aun-
(como el Caribe insular), o por las dificultades de que los ejemplos musicales se concentran fun-
acceso a estudios y ediciones particulares; sirvan damentalmente en el capítulo 8 (acaso el de
como ejemplo de esto último trabajos anteriores mayor contribución original), otros muchos
en torno a la Real Audiencia de Quito7 o la publi- capítulos contienen brillantes discusiones esti-
cación de partituras procedentes de las actuales lísticas y comentarios valorativos personalizados
repúblicas de Colombia, Venezuela, Guatemala y de diversos compositores. Si bien las ediciones
Bolivia,8 por mencionar algunos casos selectos. estaban ahí, era necesario analizarlas, interpre-
tarlas y articularlas metódicamente a la luz de
los recursos musicales en boga, la teoría coeva y
6
Algunos recursos para hispanizar el estilo italiano, así como los cambiantes sistemas modales y tonales, que
ejemplos de piezas con textura “hueca” de 2-3 voces agudas y el autor conoce y maneja con soltura (pp. 180-
acompañamiento de bajones, similares a las encontradas en Su-
184). Las aproximaciones a las chanzonetas y
cre, también están presentes en compositores peninsulares como
José Martínez de Arce o Juan Francés de Iribarren. ¿Hasta qué villancicos de Gaspar Fernández y Juan Gutié-
punto el empleo de bajones obligados en diálogo con un grupo rrez de Padilla resultan particularmente lúcidas
reducido de voces refleja un americanismo o constituye una sim-
y marcan un hito en el estudio de estos maestros,
ple evolución estilística de los “coros de ministriles”, típicos del
villancico hispano del siglo XVII, que mantuvieron su vigencia
hasta finales del siglo XVIII, en particular en géneros como las la- 9
El fallecimiento de Samuel Claro-Valdés en 1994 hizo que Male-
mentaciones y los versos de Miserere?
na Kuss, la directora ejecutiva del proyecto desde 1996, encargase
7
Cf. Harrison (1973); Cazorla (2000) y Godoy Aguirre (2004). a Stevenson la contribución dedicada al periodo colonial, que fue
8
Véase Bermúdez (1988) y Restrepo (1996) para Colombia; la completada en 1999; se trata de una versión notablemente revi-
mítica edición de Plaza (1942-43) –considerada la primera edi- sada y expandida de su texto de 1984 (Stevenson, 1984), ahora
ción monumental de música colonial– para Venezuela; y Lehnhoff titulada “Music in the American Viceroyalties” y ya con ejemplos
(1990), que incluye transcripciones de diecisiete obras del guate- musicales (Stevenson, 2020). Este trabajo estaba destinado a
malteco Rafael Castellanos no incluidas en la traducción española publicarse en Music in Latin America and the Caribbean: An En-
de 1994. Resulta sorprendente no encontrar referenciada ningu- cyclopedic History, editado por Malena Kuss, y del cual se impri-
na de las numerosas ediciones de Piotr Nawrot publicadas por la mieron los dos primeros volúmenes en 2004 y 2007. El ensayo
Cooperación Española en Bolivia, la Editorial Verbo Divino y el panorámico de Stevenson será dado a conocer en breve, en edi-
Fondo Editorial APAC, y que Waisman cita en otros trabajos de ción electrónica, en el tercer volumen de esa serie. Agradezco esta
su autoría. información a Malena Kuss.
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haciendo aflorar su gran variedad y sofisticación hasta contradictorio, sobre todo cuando se pone
de recursos técnicos y configuraciones formales. en diálogo con publicaciones previas del autor.
Así, aunque él mismo había insistido en la necesi-
La sólida formación internacional de Waisman dad de revisar el uso de los conceptos de “autor”
en repertorios “centrales” le proporciona un y “obra” al hablar de música colonial (Waisman,
amplio e informado marco de referencia.10 No 1998) y había subrayado los problemas asocia-
sorprende, por ello, que en su caracterización de dos a la escritura de biografías (Waisman, 2009),
determinados maestros coloniales recurra a Gia- los sujetos principales del relato son convencio-
como Carissimi y la música italiana de mediados nales maestros de capilla activos en las Indias y
del siglo XVII (pp. 221, 226, 235) o al intermez- sus creaciones vocales polifónicas, relegando los
zo italiano de principios del siguiente (p. 238), repertorios no escritos, la música instrumental
o a que, en el trabajo compositivo por módulos o el omnipresente y anónimo canto llano a una
o bloques constructivos yuxtapuestos caracte- posición bastante marginal.11 El hecho de intro-
rístico del villancico en la segunda mitad del ducir un apéndice con entradas biográficas de
Seiscientos, establezca relaciones con géneros orientación enciclopédica y los criterios mis-
europeos tan distintos como el madrigal del siglo mos de selección son sumamente reveladores
XVI o la sinfonía del siglo XVIII (pp. 215-220). del rol central concedido al binomio autor-
Pero lo más significativo es que en el patrón de obra: incluye “solo músicos compositores […]
análisis desplegado se deja a un lado la perma- cuya música se conserve” (p. 330); además, se
nente preocupación por modelos absolutos de aplican con cierta laxitud y contienen algunas
calidad artística y la obsesiva comparación con fallas, omisiones e inconsistencias, como el
tipos ideales europeos; muy al contrario, Wais- propio Waisman reconoce en su presentación
man se muestra partidario de comprender la (p. 330).12 El uso de la terminología histórico-
música colonial en sus propios términos, carac-
terísticas y condicionantes, como reflejo de una 11
Sobre estos temas no había demasiados estudios antes de mar-
zo de 2014, cuando se cerró la redacción del volumen, pero en el
complejidad de estrategias técnicas y negociacio-
caso del canto llano se disponía de la visión de conjunto ofrecida
nes estéticas entre modelos cosmopolitas y usos por Stevenson (1968, pp. 172-199), que estimuló la realización de
locales que conviven en un universo cambiante, estudios monográficos sobre impresos y manuscritos específicos
(Housty, 1970; Duncan, 1975; Madsen, 1984).
lleno de contrastes y fértil en sincretismos.
12
A modo de ejemplo: se ubica el fallecimiento de fray Cristóbal
de Ajuria en México y no en Chile (p. 333); se indica que Francisco
La tesis central de Waisman es escribir una his- de Vidales fue maestro de capilla en la Catedral de México entre
toria descentralizada y alternativa de la música 1648 y 1654, años en los que el maestro titular era su tío Fabián
Pérez Ximeno (p. 417); se afirma que Antonio Durán de la Mota
colonial. Sin embargo, los ejes epistemológicos (p. 360), Andrés Flores (p. 365), Eustaquio Franco Reboyo (p.
presentes y ausentes acaban por configurar un 367), Pablo Grandon (p. 370) y Estanislao Leyseca (p. 380) tienen
obras conservadas en el denominado “Cancionero mariano de
relato en cierto modo canónico, tradicional y
Charcas”, que no constituye ninguna fuente histórica, sino una re-
copilación de letras cantadas en Charcas dedicadas a María publi-
10
Waisman realizó su tesis sobre el madrigal renacentista italiano cada modernamente (2009) por Andrés Eichman. Por otro lado,
(Waisman, 1988) y es autor de varias ediciones sobre ópera bufa varios compositores con obra conservada anterior a 1808 quedan
del siglo XVIII publicadas por el Instituto Complutense de Cien- fuera del nomenclátor, como Melchor Tapia Zegarra (ca. 1755-ca.
cias Musicales. Adicionalmente, ha dirigido conjuntos de música 1818) o José Francisco Delgado (1771-1829), activos en Lima y
antigua como Musica Segreta (con el que grabó 2 CDs de música Ciudad de México, respectivamente, y objeto de sendas tesis doc-
colonial en 1992 y 1994), Vox Antiqva y Compagnia Scaramella, torales en la década de 1970 (Eyzaguirre, 1973; Nichols, 1975); sí
entre otros, lo que le permite tener un conocimiento práctico del se incluye, en cambio, a compositores de cronología incluso más
repertorio. tardía como José Antonio Picassarri (1769-1843) o Manuel Ro-
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estilística europea también está presente y sirve mismo rubro, el de “Figuras”, del que no se ofrece
para rotular capítulos como el 7 (“la floración un índice (tampoco se hace de los más de trein-
del barroco musical”), aunque el mismo autor ta ejemplos musicales). Además, considerando
había advertido en otros textos lo peliagudo de la riqueza y la originalidad de la iconografía
su aplicación al medio musical americano (Wais- musical colonial, el aparato gráfico del volumen
man, 2016, p. 67). Por último, el papel crucial de resulta bastante limitado, pues se reduce a dos
los intérpretes y las prácticas de ejecución, así mapas modernos de la América española (p. 26
como su significado para los oyentes del periodo y p. 245), dos láminas de la archicitada crónica
colonial, son aspectos mencionados de pasada de Felipe Guamán Poma de Ayala (p. 66 y p. 78)
(pp. 83-85); quizá hubieran merecido un trata- y un facsímil icónico del Hanacpachap (p. 169).
miento más extenso que sirviera de contrapeso Una revisión final más cuidada hubiera permi-
al modelo centralizado autor-obra, sobre todo tido corregir pequeños detalles formales, como
considerando la reconocida relevancia del tán- vacilaciones en la capitalización de determina-
dem intérpretes-audiencias para “definir una das palabras como “compañía” (en referencia a
identidad propia de la música colonial hispano- los jesuitas, p. 75), la ausencia de comillas de
americana” (Waisman, 2004b, p. 122). cierre en casi todas las referencias bibliográficas
abreviadas que figuran en nota al pie, algunos
Desde una perspectiva puramente editorial, hay errores en la escritura de nombres (Stephen
aspectos susceptibles de mejora, algunos de los en lugar de Steven, p. 287 y p. 450; Barroeta en
cuales probablemente no son responsabilidad lugar de Barroeto, p. 297, p. 308 y p. 318) y la
del autor. Una obra de este tipo, llamada a tener falta de algunas tildes, incluida la que se deslizó
un amplio uso en universidades y conservato- en la primera palabra del resumen en la contra-
rios de todo el mundo, hubiera merecido una cubierta, entre otros aspectos.
impresión de mayor calidad, nitidez y detalle (las
carencias se hacen particularmente evidentes Quizá la principal (y única) reserva a la logra-
en los pentagramas de los ejemplos musicales, da empresa de Waisman se relaciona con los
convertidos en líneas de puntos, al menos en el estrictos límites cronológicos impuestos al rela-
ejemplar utilizado para esta reseña). Elemen- to (1550-1808), consecuencia de las fronteras
tos editoriales tan dispares como las figuras, las marcadas por los proyectos editoriales que inte-
gráficas y las tablas quedan agrupados bajo un graron en origen los bloques 1 y 3 (explicitadas
y justificadas por el autor en la introducción),
pero que a la postre llevan a dejar fuera los fasci-
bles (1780-1837). La nómina de misioneros músicos tampoco es
exhaustiva, quizá porque no pueda serlo: se menciona a Pedro de nantes periodos extremos de la historia colonial,
Gante, Luis Berger o Anton Sepp, pero se omite a otros relevantes aquellos en los que se configura y descompone
como Juan Vaseo [Vaisseau]. En algún caso puntual, el apéndice
la organización político-social de las Indias Occi-
1 corrige y precisa detalles con respecto a lo indicado en los ca-
pítulos. Es el caso de Pedro Bermúdez, quien no fue maestro de dentales. Por un lado, se omite toda la primera
capilla “en la Catedral de Antequera (actual Oaxaca)” (p. 51) sino mitad del siglo XVI, que incluye los primeros
en la Colegiata de Antequera (Andalucía), y cuyo “fugaz y miste-
contactos euro-americanos y la posterior “con-
rioso paso” (p. 52) por Guatemala queda esclarecido en el apéndi-
ce (p. 343). Finalmente, el Miguel Osorio [Ossorio] que Perdomo quista”, momento a partir del cual se establecen
ubicó en Bogotá en el siglo XVIII, y del que se “desconoce toda las bases de la cultura colonial; se echa en falta,
información biográfica” (p. 392), probablemente se corresponda
con el maestro de capilla del mismo nombre, activo de la Colegia-
pues, una discusión crítica de la función del soni-
ta del Salvador de Sevilla entre 1668 y 1678. do y la danza durante el denominado “encuentro
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de culturas”, una valoración de la terminología y parte una serie de actores en la distancia aquí
las referencias musicales recreadas por los pri- no considerados: los compositores europeos
meros cronistas (sin duda reflejo de modos de que no viajaron a América, cuyos repertorios –
escucha europeos) y un repaso a los fundaciona- ampliamente conocidos e imitados– ocuparon
les proyectos de implantación de la cultura musi- una posición central en la praxis musical de los
cal hispana en las esferas religiosa y secular.13 virreinatos.

Por otro lado, quedan fuera de la narración las Los comentarios anteriores no han de empañar,
primeras décadas del siglo XIX, una época de en modo alguno, las excepcionales aportaciones
profundas transformaciones y llena de para- que confluyen en esta inspiradora Una historia
dojas, caracterizada por una fuerte pervivencia de la música colonial hispanoamericana, que
de discursos y prácticas coloniales en torno a es –como acertadamente refleja el título– una
la música. El abrupto corte en 1808, justificado de tantas posibles, y que cumple de sobra con
como una decisión “meramente de conveniencia” las altas expectativas que genera. Como toda
(p. 14), podría resultar cuestionable al menos buena obra, estimula el pensamiento, abre múl-
por dos motivos: mutila la historia colonial de tiples relaciones entre conceptos y establece
territorios tan representativos como la Alta nuevas líneas de trabajo que merecen estudios
California española o las Capitanías Generales en profundidad. Con las restricciones pero tam-
de Cuba y Puerto Rico (con gobierno colonial bién con el potencial de un manual de síntesis
hasta 1898), y deja en penumbra a la última adaptado a los marcos teóricos actuales, esta
generación de compositores coloniales del con- contribución de Leonardo J. Waisman (que sería
tinente, formados en el tercio final del siglo XVIII bueno traducir al inglés y hacerla acompañar de
y activos durante las primeras décadas del siglo una sucinta discografía o lista de reproducción
XIX (con las guerras de independencia hispano- e, idealmente, una antología de obras) hará más
americanas como telón de fondo). Los amplios visible la música colonial en el paisaje musi-
catálogos de estos maestros locales, a la vez cos- cológico internacional y facilitará la incorpo-
mopolitas y patriotas, tienen mucho que apor- ración de todo un continente a los desarrollos
tar al conocimiento de las prácticas musicales divergentes y las trayectorias multilineales de
en las primeras décadas de vida republicana.14 la historia global.
La necesidad de que futuras síntesis amplíen el
marco cronológico resulta, pues, determinante
para hacer un seguimiento de los usos, desusos, Bibliografía
interacciones y transformaciones de la tradición
musical colonial, de la que también formaron » Albino, R. (2016). Música colonial
hispanoamericana. Mendoza: el autor.
13
La existencia del estudio en inglés de Gary Tomlinson, The Sin- » Baker, G. (2008). Imposing Harmony: Music
ging of the New World: Indigenous Voice in the Era of European
and Society in Colonial Cuzco. Durham: Duke
Contact (2007), por sofisticado que sea, no parece un motivo jus-
tificado para no tratar ese periodo, sobre todo considerando la University Press.
vocación de libro de texto de la obra de Waisman. » Bermúdez, E. (Ed.). (1988). Antología de música
religiosa, siglos XVI-XVIII. Archivo Capitular,
14
El hecho de compartir un marco temporal y unos factores his-
tóricos y sociales comunes lleva a José Manuel Izquierdo König
(2018) a agrupar a estos compositores en una misma generación
Catedral de Bogotá. Bogotá: Presidencia de la
que apropiadamente denomina “perdida”. República de Colombia.
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Javier Marín-López

" Biografía / Biografia / Biography intercambio euroamericanos (Madrid: Instituto


Complutense de Ciencias Musicales, 2018) y El
Javier Marín-López villancico en la encrucijada: nuevas perspectivas
Doctor y Magíster en Musicología por la Univer- en torno a un género literario-musical (siglos XV-
sidad de Granada y Profesor Titular de Música XIX) (Kassel: Reichenberger, 2019; coed. Esther
en la Universidad de Jaén (España). Ha estudiado Borrego). En la actualidad es director de la Revis-
diversos aspectos de la cultura musical latinoa- ta de Musicología, coordinador de la Comisión
mericana y española durante los siglos XVI al de Trabajo “Música y Estudios Americanos”
XIX, con particular énfasis en sus procesos de (MUSAM) de la Sociedad Española de Musico-
intercambio transatlántico en el más amplio con- logía y dirige el Festival de Música Antigua de
texto europeo. Entre sus publicaciones recientes Úbeda y Baeza (FeMAUB). Además, es miembro
se cuentan artículos y reseñas en prestigiosas del equipo de investigación de la plataforma
revistas internacionales y la edición de los digital Books of Hispanic Polyphony IMF-CSIC,
libros Músicas coloniales a debate. Procesos de https://hispanicpolyphony.eu

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