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Otros no solo tuvieron que hacer lo arriba indicado, sino que sufrieron
todo tipo de ataques y humillaciones debido a una campaña
ampliamente difundida en las redes sociales y auspiciada por los
gobiernos de las tierras ratoniles donde estuvieron, en las cuales se
señalaba a los ratoncitos provenientes de la tierra del Gato Bigotón
como “miserables”, “delincuentes”, “prostitutas” y demás calificativos
denigrantes. Se les acusaba de quitarle el trabajo a los locales, y de
llevar todo tipo de prácticas delictivas e inmorales a los castos
habitantes de aquellas tierras. Esas campañas se propagaron rápido
por las redes sociales, canales de comunicación que no solo habían
servido para posicionar al Gato Bigotón como asesino y hambreador de
su pueblo ante la juventud de todo el planeta, sino que también habían
funcionado para que los ratoncitos emigrantes que huían de él fuesen
posicionados como “amenaza inusual y extraordinaria” ante las
poblaciones de las tierras hacia donde emigraban. Así, algunos en viaje
directo, y otros después de muchos maltratos y humillaciones en tierras
intermedias, la caravana de roedores arribaba por fin a las puertas del
Oasis del Sur.
Apenas fueron a hacer la primera recarga de saldo del nuevo chip del
celular, para comunicarse con familiares y panas e informarles de haber
“coronado”, cuando el costo del servicio telefónico, así como el de
Internet, fue una pedrada en el rostro de nuestros amiguitos. Días más
tarde, cuando los panas a cuyo apartamento llegaron “arrimados” los
del grupito que nos ocupa, les notificaron que debían empezar a buscar
su propia residencia, se organizaron para arrendar un pequeño
apartamento de 30 metros cuadrados en pleno centro de la ciudad, pero
resultó que el solo costo del alquiler se llevaría casi la mitad de los
ingresos mensuales que habían logrado conseguir entre los tres
ratoncitos. Entonces decidieron buscar residencia hacia la periferia,
donde vivían los de piel más oscura (nada que ver con las
urbanizaciones “al este del este” donde residían en la tierra del bigotón).
El costo de la renta bajó a solo un 25% de sus ingresos, pero tropezaron
de frente contra el costo del transporte diario en el tren subterráneo, el
cual se llevaba la mayor parte del ahorro que habían obtenido gracias
al apartamento más económico. En el Gran Oasis se aproximaba el
verano, y los ratoncitos quisieron usar parte de sus ya menguados
ahorros para adquirir un equipo de Aire Acondicionado, de los cuales
sus familias en su país de origen tenían mínimo 3 en cada casa, pero
los consejos de algunos vecinos, con el argumento de lo horriblemente
costoso del servicio eléctrico, los disuadió y desistieron, pensando en
un mejor destino para el dinero que poco a poco se agotaba.
Lo que realmente les impactó de manera radical fue saber algo que
ningún pana les había asomado jamás, a pesar de larguísimas
conversaciones por spike, llamadas y mensajes de wsp. Resulta que el
agua del chorro era terriblemente costosa, ya que estaba privatizada,
en manos de voraces empresas capitalistas. Era mucho para descubrir
en pocas semanas acerca del Oasis, pero nuestros roedores amigos
pensaban “este es el precio por vivir en el Gran Oasis del Sur, lo
importante es que ya vivimos aquí, y luego todo esto lo superaremos y
viviremos bien, como se ve en los comerciales oasilenos por TV
Satelital”
Luego vio como las malvadas ovejas asaltaban el manantial del Oasis
con grandes palanganas, tobos y pipotes de todos los tamaños para
apropiarse del agua que pertenecía a las empresas privadas, agua
adquirida con tanto esfuerzo por los pobres empresarios extranjeros que
habían obtenido la concesión por parte del gobierno de Puñetera. Luego
Omega oyó el estruendoso ruido de la ruptura de los cristales ante el
impacto de millares de piedras. La ovejas, casi todas ellas, tiraban
piedras y piedras de todos tamaños, formas y colores hacia el
cerramiento de vidrio que marcaba el perímetro; con rabia, con alegría,
con miedo, con placer algunas, pero no dejaban de apedrear la vidriera,
mientras se empezaba a notar como sus rostros se transfiguraban y
empezaban a transformarse gradualmente: pelo amarillo más corto con
manchas negras, garras con uñas retráctiles, ojos con pupila redonda,
no horizontal, grandes colmillos, poderosa musculatura. Si,
comenzaban a convertirse en jaguares; grandes jaguares amarillos con
hermosas manchas, cual mariposas negras en su pelaje.
En el clímax de su desesperación, nuestro atribulado héroe soltó un
grito agónico: ¡¿Coñoo: quien se ha llevado mi Oasis?! Exclamó a
toda voz, y el eco de su grito no pudo apagarlo ni siquiera el sonido de
los cristales rotos ni el rugido de las exovejas, transformadas ahora en
feroces jaguares dispuestos a todo.
En eso se oyó por los altavoces de un centro comercial cercano la
alocución del presidente:
“Estamos en guerra contra un enemigo muy poderoso. Entrego el
control del país a las fuerzas militares porque es lo que
corresponde, ya que estamos en una guerra:
- Y la culpa es de las Ovejas”, agregó.
Rodolfo Gómez.
Octubre de 2019