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LOS CRÍMENES DE LA CALLE MORGUE de Edgar Allan Poe

Un inglés al que le gusta el análisis y la inteligencia de aquellos que son capaces de


analizar, se hace amigo de un francés llamado Dupin y lo acoge en su casa de París,
donde ambos pasan el día leyendo y, cuando llega la tarde, pasean por la ciudad.
Una noche Dupin hace alarde de su inteligencia adivinando los pensamientos del inglés
y explicándole con pelos y señales las inducciones que ha tenido que hacer para saber
exactamente lo que el inglés estaba pensando en ese momento.
Poco después se produce un terrible crimen, la señora L’Espanaye y su hija aparecen
asesinadas en extrañas circunstancias. La madre está en la terraza totalmente
magullada y con el cuello rajado de oreja a oreja. La hija aparece muerta e incrustada
dentro de la chimenea. La policía es incapaz de entender qué ha podido pasar.
Descartan que se hayan asesinado entre ellas o que hay sido un suicidio por la escena
del crimen, pero no entienden qué ha podido pasar.
Entre los testimonios de los vecinos de la zona hay algunas similitudes y muchas
incongruencias. Hay un vecino español, otro italiano, otro holandés, etc. y cada uno
escuchó algo diferente. Todos coinciden en haber escuchado la voz de un francés que
decía ¡Oh, dios mío!, pero había otro individuo que hablaba de forma ininteligible y a
uno le parecía francés, a otro inglés, a otro ruso, a otro italiano y a otro español. No se
ponían de acuerdo.
Dupin y el inglés entran en la escena del crimen, porque Dupin solía ayudar a la policía,
y el francés empieza a hacer conjeturas. Cree saber lo que pasó. Se fija en la ventana y
se percata que los clavos salen y entran perfectamente al abrirla y cerrarla, por lo que
alguien podría haber entrado por la ventana y haber salido sin que se pudiera percibir
desde dentro.
Dupin y el inglés están en su casa y el francés le dice que pronto recibirán la visita de
una persona implicada en el crimen. Efectivamente, aparece un hombre. Dupin había
puesto un anuncio en el periódico diciendo que se había extraviado un orangután y
que si alguien era el dueño fuera a su dirección. Aquel hombre, según Dupin, no era
culpable, el culpable era el orangután. Dupin le pide al hombre que cuente lo sucedido.
El hombre es un marinero que había traído consigo a un orangután de uno de sus
viajes con la intención de venderlo. Pero el orangután era incontrolable y se le escapó
una noche, con tan mala suerte que se coló en casa de la señora L’Espanaye. El
marinero trepó siguiendo al mono, hasta llegar a la ventana y pudo ver que el mono,
en su locura, rajó el cuello de la mujer y la tiró por la ventana; acto seguido, mató a la
hija y la metió en la chimenea. Él gritó con desesperación. Pero al oír a los vecinos
huyó, al igual que el mono. Más tarde encontró al mono y lo vendió.
Dupin y el inglés acompañan al marinero a la policía para revelarlo todo y es cuando se
topan con un policía un poco orgulloso, que se lo agradece a Dupin entre dientes y le
pide que la próxima vez se meta en sus asuntos. Fin.

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