EL NACIMIENTO DE LA NATURALEZA

Es un ayer, es un hoy…o tal vez, un mañana cuando posiblemente Rogger se terminó

convirtiendo en aquello en lo que un día más odió, despreció, y hasta incluso, terminó por

casi olvidar; es un día claro, brillante, despejado tanto como para envidiar la restante semana,

un césped finamente cortado al raso de la comodidad, bosques frescos y pulcramente limpios.

Es tal significado de la hermosura, casi perfección de la vida misma, pero, así como hay una

oveja blanca hay una negra, es el caso de Rogger, un joven apasionado por la rebeldía, la

destrucción, la venganza y la putrefacción en su vida, es un claro ejemplo de la Muerte.

Rogger, en un lago cerca a su casa, oculta un acto de gran consecuencia y valor; conejos

pasan saltando, ardillas escalando, insectos siguiendo su ciclo. Todos y cada uno de ellos son

dura y severamente masacrados, sin piedad y ninguna gota de sentimiento por Rogger. Este

no percibía ni la brisa más fuerte pegando en su rostro, a diario destruía plantas, como jardines

de los vecinos. Un día Rogger decidió hacer algo inhumano, quemar todo un bosque, un claro

y hermoso bosque lleno de vida; ahí estaba Rogger, en medio de un gran y devastador

incendio, llenando sus pulmones del más negro ambiente.

Se oían sirenas, gritos, ramas cayendo y a la vez, un profundo y terrorífico silencio; aquel

significado del caos.

Como si fuera de película o un libro de fantasía, el mundo se detuvo y Rogger impactado,

petrificado ante tal situación observó. Llamas estáticas, nubes quietas, y un pequeño y leve

sonido de un acobardado corazón palpitante. Rogger se movió… Dio un paso hacia atrás y

como de un libro de viajes en el tiempo, viajó en él.

Rogger estaba ubicado en una especie de túnel, observaba cortantes y rápidas imágenes,

sentía que estaba en cada una de ellas; sumergido, sentía como si no tuviera final, estas

imágenes no temían decirle su historia. Rogger, sin palabras, dejaba pasarlas en estado de

shock, el tiempo pasaba, y cada vez más imágenes aparecían. Cada una contaba la historia

de un mundo diferente. La noción del tiempo ya no existía en Rogger. Cada vez menos

palabras en él. Rogger sentía algo, sentía miedo y tristeza, sentimientos algo particulares en

él.

Él, al haber visto y escuchado tantas historias de cómo terminó e inició un mundo y su

esfuerzo para ello, decidió platicar con sí mismo, recriminándose de cómo se comportaba, de

cómo no respetaba o incluso valoraba la VIDA, y mucho menos…a él. Es cuando las

imágenes dejaron de presentarse, y se desvanecieron; el lugar, tan blanco como la nieve, y

solo como un cerezo en medio de la nada, simplemente un vacío sin fin.

Rogger con la culpa y un sentimiento acompañándole: la soledad, decidió arrepentirse y de

repente un fuerte trueno sonó, le dio un dolor de cabeza y cayó al fino y suave suelo blanco.

No soñó ni durmió, simplemente sus ojos se cerraron, al abrirlos se levantó con dolor. Cuando

menos lo percató, sintió que sabe algo más, al sentir esto le entró un pequeño hormigueo en

su cuerpo y en medio de la nada ya no era él mismo; sabía a medias qué era lo que pasaba,

de seguido el blanco puro se desvaneció, y a través de él, una luz sé proyectó, a través la cual

se podía observar su mundo, donde su aventura eterna había empezado; llegó y detuvo el

fuego con una tormenta y fuertes vientos; lo hizo como si ya lo supiera, lo calmó todo.

Él ya no se llamaba Rogger, durante su aventura por tantos mundos encontraba una

semejanza, una palabra en común, se repetía demasiado en cada mundo, tenía gran
significado y valor; le gustó y la usó. Él sentía que estaba en todo el mundo al mismo tiempo,

con su personalidad él logro forjar un ser…

Con escasos sentimientos obraba sobre el mundo, odio, suavidad, desesperación, rencor, un

poco de felicidad, tristeza, soledad, amistad y venganza; una escasa oportunidad de contacto

con la existencia desencadenó lo nunca antes visto en ese mundo…

Ya se había creado al ser más poderoso del mundo… La Naturaleza.

MATEO MOLINA