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William Wilson, de Edgar Allan Poe.

El papel del doble en la neurosis obsesiva.

Joaquina Prados Gómez


Médico del Trabajo, estudiante de Filosofía en la UNED y alumna del
Centro Psicoanalítico de Madrid.
27 de agosto de 2010.

satsuma890@hotmail.com

Introducción
Abordaré en este pequeño trabajo de la mano de E.A. Poe, el papel
del doble en la neurosis obsesiva. El Doppelgänger, figura que
atraviesa la literatura de todas las lenguas, especialmente en el
romanticismo, es el protagonista de este cuento, William Wilson, y
será también ese doble malvado, avasallador, juez y censor que
atormenta e impide al neurótico, dejándolo completamente expuesto
y debilitado.

En Poe: Estudio Crítico, Davidson (1960) dirá que “Todo crimen es el


rompimiento del orden aparente de las cosas…y es por consiguiente,
como descubrir por un momento lo ideal, la naturaleza de las cosas”.
Para Poe, la literatura y el arte deberán ser representantes de una
realidad que está más allá de una primera fútil visión. Del mismo
modo, también el psicoanalista como el poeta, pondrá su empeño en
buscar más allá de lo palpable hasta encontrar, a través de la
palabra, esa verdad última que nos mueve desde el inconsciente a
ser quienes somos.

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Una de las razones por las cuales el psicoanálisis resulta fascinante,


es por lo que en sí mismo tiene de aventura, de viaje a lo
desconocido. Quien emprende esta empresa se adentra en las
profundidades de lo humano, comisuras insondables del alma, origen
de nuestros sufrimientos y motores inconscientes de nuestros actos.

Es por esto que para ilustrar el caso que hoy nos ocupa, la neurosis
obsesiva, he elegido un breve cuento de Edgar Allan Poe. Publicado
en 1840, narra la historia de un hombre, William Wilson, que acosado
por su doble, huye e intenta zafarse sin éxito de ése "otro" que
aparece siempre, inevitablemente, como su sombra. Vencido al fin,
impotente y enajenado por la ira, le clava la espada de la
desesperación y es, en ese momento, cuando se da cuenta que en
realidad se ha matado a sí mismo. Las últimas palabras de su
oponente caerán sobre él como una maldición : "Has vencido y me
entrego. Pero a partir de ahora tú también estás muerto... muerto
para el mundo, para el cielo y para la esperanza. ¡En mí existías... y
observa esta imagen, que es la tuya, porque al matarme te has
asesinado tú mismo!

¿Dónde quedó entonces el deseo del obsesivo, dónde su vida no


vivida? Construye el neurótico, débil, incapaz, con sus rituales y sus
dudas, una guarida donde esconderse de sí mismo. Se refugia en el
fondo de una caverna oscura que no le protege, acosado como está
por el miedo y la culpa. Se hunde así, el sujeto, en un verdadero
infierno del que no logra liberarse y se convierte en un testigo
alienado de su propio yo. “El obsesivo es un actor que desempeña su
papel y cumple cierto número de actos como si estuviera muerto. “
dirá Lacan. No parece sin embargo William un obsesivo al uso, o al
menos no nos lo describe Poe como tal, pero Freud dirá que hay
neurosis obsesivas sin ninguna conciencia de culpa, y sobre nuestro
personaje cuando menos, pesa desde un principio una conciencia de
fatalidad y duda, atribuyendo a causas misteriosas y ocultas la
responsabilidad de sus actos.

Será una de las tareas del psicoanálisis buscar el camino recorrido


hasta llegar a ese “devenir otro”, averiguar por qué y cómo, un ser
humano se pierde en su desarrollo psíquico y se queda ahí, fijado en
un punto del mismo, un lugar infantil al que regresa de forma
inconsciente en busca de protección y que sin embargo no le calma,
no le arropa, por el contrario, desencadena toda una cascada de
sintomatología, intentos fallidos de solución de lo traumático. Y es en
este sentido que comienza William a hablarnos de su infancia y de
una cierta predisposición de carácter,y con la nostalgia del paraíso
perdido, nos describe minuciosamente y cargado de afecto, los
amados paisajes de su niñez en un pueblo de Inglaterra y los
recuerdos primeros de la escuela, recuerdos, que como bien intuye,
tendrán gran relevancia en lo venidero : "Esos detalles, triviales y
hasta ridículos en sí mismos, asumen en mi imaginación una extraña
importancia por estar relacionados con una época y un lugar en
donde reconozco la presencia de las primeras ambiguas admoniciones
del destino (…)"

Aparece también aquí la identificación con la figura paterna, que dará


lugar a la formación del Superyo, en este caso encarnada en el
director de la escuela, quien representa el Ideal del yo, pero que al
mismo tiempo produce agresividad por lo que tiene de renuncia y
normativo respecto al orden social.:"El director de la escuela era
también el pastor de la iglesia. ¡Con qué profunda sorpresa y
perplejidad lo contemplaba yo desde nuestros bancos lejanos, cuando
con paso solemne y lento subía al púlpito! Ese hombre reverente, de
semblante tan modestamente benigno, de vestiduras tan brillosas y
clericalmente ondulantes, de peluca minuciosamente empolvada,
rígida y enorme... ¿podía ser el mismo que poco antes, con rostro
amargo y ropa manchada de rapé, administraba, férula en mano, las
leyes draconianas de la escuela? ¡Oh, gigantesca Paradoja,
demasiado monstruosa para tener solución!"

Es en ese ambiente lúgubre y estricto donde pasa sus primeros años


y donde vive sus primeras experiencias, pero también, donde
comienza a sentirse diferente, engrandecido por efecto del
narcisismo, dando lugar a una potencia imaginaria del yo respecto a
la realidad, considerando así su entusiasmo y su naturaleza muy
superior a la de sus compañeros, a la de todos…excepto uno "un
alumno que sin ser pariente mío, llevaba mi mismo nombre".

Aquí comienza efectivamente la neurosis, es en ese momento cuando


William crea un otro, un doble con quien compite, y que conoce hasta
el más oscuro de sus deseos.Es por eso que no sólo le molesta y le
irrita, sino que a la vez le teme, pues le reconoce su superioridad
frente a un yo cada vez más expuesto, más debilitado. En esa lucha,
el miedo dará lugar a la aparición del tormento, de la angustia, una
angustia de castración por temor a la pérdida del falo, complemento
de esa imagen de potencia.

En esa rivalidad constante con su contrario gemelo, a William le


surgen sentimientos opuestos, por un lado se siente constantemente
juzgado, lo que le genera odio, pero a su vez, no puede dejar de
sentir en lo más profundo, cierto afán de beneficiosa protección por
parte de Wilson. Acorralado así entre los resortes de su deseo y ese
otro que le juzga y le vigila, atormentado y temeroso ante el castigo,
se escabulle sigilosamente, y se mantiene a distancia optando,
aparentemente, por el facilismo. Así, William abandona la escuela y
nos confiesa “El vórtice de locura irreflexiva en el que inmediata y
temerariamente me sumergí, barrió con todo (…) dejando en mi
recuerdo tan sólo las cosas más triviales de mi vida anterior”.

Pareciera que se hubiera inventado un nuevo personaje, William será


ahora un impostor libertino, pero esa fantasía, que tiene que ver con
la imagen narcisista, con una hinchazón del yo por efecto del ello, no
durará mucho. Lo reprimido regresa, siempre regresa, y esta vez
llama a su puerta una noche de orgía y alcohol, le señala con el dedo
y le advierte "-¡William Wilson!". Queda entonces William, borracho
y tambaleante como estaba, violentamente conmovido, y aparecen
de inmediato los reproches y racionalizaciones, las preguntas, que le
invaden sin descanso, sin embargo,no encontrará en ese tormento
ninguna respuesta satisfactoria e intentará ignorarlo y continuar con
su vida, vida de vicio, dice, de despilfarro, engaños y juego sin
conseguirlo, constantemente se ve acosado por su presencia y
siempre es descubierto "Huía en vano. Mi maldito destino me
persiguió exultante y me demostró, sin lugar a dudas, que su
misterioso dominio acababa de empezar”.

Así podemos ver cómo en la neurosis obsesiva el trabajo de represión


desemboca en una pugna estéril e interminable y el sujeto se
defiende buscando una vía de escape, la cual resulta siempre
infructuosa. Según cita Lacan, se trataría de un juego viviente,
incluyendo todas sus características ilusorias, que consiste en
mostrarse invulnerable. Pero en realidad, el obsesivo es sólo un
espectador y no sabe qué lugar ocupa. Todo lo que hace lo hace a
título de coartada. William trata de esconderse, y sostenerse, en la
bebida, compañera que le engaña y engrandece en un ilusorio
instante “ la terrible influencia que ésta ejercía sobre mi
temperamento hereditario me llevó a impacientarme cada vez más
(…), empecé a sentirme inspirado por una ardiente esperanza, que
con el tiempo fomentó en mis más secretos pensamientos la firme y
desesperada resolución de no seguir tolerando esa esclavitud."

Es en esta resolución final donde aparece la representación de la


muerte en su dimensión simbólica, imaginaria y real. William no
encuentra otra salida y curiosamente, el desenlace ocurre en un baile
de máscaras, -ya nadie sabe quién es quién- justo en el momento en
el que él intenta llegar, a través de la multitud, hasta la joven
muchacha con quien se había citado, en el momento en que se
enfrenta a su deseo "En ese momento sentí que una mano liviana se
apoyaba sobre mi hombro y volví a escuchar ese inolvidable, bajo y
maldito susurro junto a mi oído.

En un absoluto frenesí de furia me volví de inmediato contra aquél


que así me interrumpía y lo aferré por el cuello con violencia.(…)-
¡Miserable! -grité ¡No permitiré... no permitiré que me persigas hasta
la muerte!(…)En pocos segundos lo acorralé contra la pared, y allí,
teniéndolo en mi poder, le hundí repetidas veces la espada en el
pecho. (…) Y cuando avancé hacia él, en el colmo del espanto,
cubierta de sangre y pálida la cara, mi propia imagen vino
tambaleándose hacia mí."

Accede así William a un destino mortal, pero ¿estará condenado para


siempre, es que no tendrá otra salida que vagar como un fantasma,
culpable y abatido, en un mundo que no le pertenece? Demasiado
grande este castigo para un hombre, tan pequeños y débiles somos.
Será así nuestro propósito, caminar a su lado y tratar de devolverle el
deseo y con él la vida a este hombre demediado y abatido, difícil y
ardua tarea ésta, confiemos que no resulte imposible.

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