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Leila Dumaresq, “Ensayo (travesti) sobre la escucha (cisgénero)”

Ensayo (travesti) sobre la escucha (cisgénero)*


Leila Dumaresq1

Resumen: En este ensayo presento el proceso de escucha en tanto fenómeno


social y epistémico, y profundizo la discusión acerca de la importancia y la
utilidad de la categoría “cisgénero” en el empoderamiento de la travestidad así
como de otras identidades de género subalternas.

Introducción

¿Para qué todos estos paréntesis en el título? Porque, entre todos los títulos posibles, este
es el que explicita con más elegancia2 las capacidades de lectura que esta autora espera de
sus lectores.
Como aprendimos en los manuales de gramática normativa, los paréntesis contienen
información adicional, es decir no esencial para entender la frase. Ahora bien, no podría
haber mejor adjetivación para la condición epistémica del par “travesti” y “cisgénero” que
“adicional, pero no esencial”. Se trata de un modo bastante gentil de decir que la condición
es reconocida, aunque sea marginal. Y tratándose de la academia, la gentileza pinta
cualquier concepto con los colores de la “neutralidad académica”.
¿Qué se puede esperar entonces de este contexto de lectura?
El título que parecería “natural” para nuestras mentes colonizadas por el saber
hegemónico, sería “Ensayo sobre la escucha clínica de las personas transgénero”, pero
escribo con un espejo frente a mí, porque si me olvido de quién está escribiendo, la
hegemonía comienza a escribir a través de mí, de modo que no tiene ningún sentido esa
persona transgénero en una posición pasiva ya desde el inicio. Entonces retiré esta parte.
Pero el título “Ensayo sobre la escucha clínica” sólo tendría algún valor si fuera continuado
por el nombre de una luminaria académica de la escucha clínica. Por su parte, el nombre
que le sigue a este título, nombra a una nadie dentro de la comunidad de especialistas.
Entonces también retiré la “clínica” de la escucha. Esperando que la escucha clínica todavía
tenga tanta correlación con el sentido social y epistémico de escucha cuanto con el aparato
normativo que confiere autoridad clínica a algunos individuos.
Como se trata del conocimiento adquirido por una filósofa travesti en relación con las
dificultades para dialogar con la población cisgénero (incluso con “especialistas” en
“identidades trans”), el título podría ser “Ensayo travesti sobre la escucha cisgénero”. Sin
embargo, también sabía que muchas personas leerían “Ensayo travesti sobre la escucha”
mientras que otras tantas todavía leerían “Ensayo sobre la escucha”. Aunque la última
forma no sea interesante en absoluto, la primera tiene la desventaja de significar “una
travesti más reclamando que no es oída”.
De hecho yo no encontré forma de remediar el problema del entendimiento con el título y
con todo lo que escribiré en estas páginas. Sin embargo, con los paréntesis explicité un
saber: aquel producido desde la mirada travesti hacia los clínicos responsables de
diagnosticarnos. Y aún si bien de forma críptica, afirmé que mi escritura conoce su lectura
así como nosotras, travestis, conocemos la clínica que nos “conoce”.

* Traducción de Moira Pérez, 2018. Título original: “Ensaio (travesti) sobre a escuta (cisgenera).” Periódicus, Revista de
estudos indisciplinares em gêneros e sexualidades, 5(1), maio-out. 2016. Disponible en:
www.portalseer.ufba.br/index.php/revistaperiodicus El uso de lenguaje generizado respeta el original.
1 Licenciada en Filosofía por la Unicamp. E-mail: contato@leila.dumaresq.nom.br
2 No una elegancia hegemónica de ensayo fotográfico, sino una elegancia travesti cotidiana, de caleidoscopio de
desvíos performativos de la norma, que constituyen la expresión de una subjetividad marginalizada.

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Leila Dumaresq, “Ensayo (travesti) sobre la escucha (cisgénero)”

Sé que se trata de un saber ampliamente desvalorizado y desestimulado, porque el


reconocimiento de este saber obstaculiza la construcción narrativa del profesional neutro
y ético, comprometido con su ciencia y que prescribirá cuidados clínicos y terapéuticos
solamente para el bien de la salud del paciente. Sin embargo, si por un lado hay situaciones
en las cuales esta narrativa es moralmente deseable, no se puede ignorar que hay también
una historia de control social de los cuerpos, que Goffman describió hace 60 años:

Las personas que atraen la atención de un psiquiatra normalmente antes


atraen la atención de sus conocidos legos. Aquello que los psiquiatras perciben
como enfermedad mental normalmente es visto primero por el público lego
como comportamiento ofensivo, comportamiento digno de escarnio, hostilidad
y otras sanciones sociales negativas. El objetivo de la psiquiatría fue siempre
interponer una alternativa técnica. El castigo es sustituido por la comprensión y
el tratamiento. La preocupación por el círculo social que fue ofendido es
sustituida por la preocupación por los intereses del ofensor. Yo me abstengo de
comentar aquí sobre cuán infeliz fue para muchos ofensores recibir esta buena
suerte médica. (Goffman 2011: 132)

No es necesario mucho esfuerzo para percibir que las personas que forman parte de la
población de travestis, transexuales y hombres trans están entre aquellas cuya infelicidad
Goffman “se abstuvo de comentar”.
En su tesis de doctorado, Larissa Pelúcio (2007) acuña las expresiones “SI(u)DAdanización”
y “SUSjetos del sida” para describir la relación de las travestis con el Estado. * Ambas
muestran que las travestis pasaron de ser blanco de políticas públicas por motivos
sanitarios (que apenas tocan tangencialmente el derecho a la vida) y que tales acciones
terminaron por “injertar” ciertos discursos y prácticas, moldeando la identificación de las
travestis entre sí y, consecuentemente, modificando la travestidad. Ella también explicita
que más allá de la preocupación por la salud de las travestis, el Estado también produjo
formas de internalizar la vigilancia de los individuos sobre sus propios cuerpos.
De esta manera, no es posible que una travesti entre a un consultorio en las mismas
condiciones que una persona cisgénero. Porque, más allá de los sufrimientos psíquicos que
la paciente traiga e independientemente de la postura individual del profesional que la
atiende, la relación ya está marcada por la violencia institucional, social y epistémica.
El profesional de la salud mental no tiene elección acerca de si participar o no de los
procesos de (re)ordenamiento social a los que la travesti se somete. El poder que ejerce
tiene origen en el pacto social fundante de su profesión. Quiera o no atender a la travesti,
por el sólo hecho de ejercer normalmente su profesión en personas cisgénero, ya está
adhiriendo a los protocolos de atención de las travestis, mujeres transexuales y hombres
trans, tanto como si los aplicara, porque la apariencia de normalidad sumada a la
ignorancia de los problemas contribuye enormemente al silenciamiento epistémico de los
pacientes y sus demandas.
Frente a la conciencia del problema, posicionarse delante de sus pares profesionales para
perfeccionar los procesos de atención, contribuir con el conocimiento clínico y terapéutico
es una salida política y moralmente válida. Todas las otras alternativas son de
conformismo u omisión.
El tiempo de los cambios políticos es lento y el de los cambios sociales es todavía más
lento. Es frustrante saber que las transformaciones sólo vendrán después de mucho
tiempo y que probablemente no habrá respuestas clínicas y terapéuticas para muchas de

*N. de la T.: “SIDAdanizaçao” y “SUSjeitos” en el original. El SUS es el Sistema Único de Salud (pública) de Brasil.

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las angustias de una paciente travesti. La “Ciencia” del profesional es fallida, pero la
paciente sigue necesitando ser escuchada.

¿Escucha?

Diferente de “oír”, “escuchar” presupone una actitud atenta y activa. Escuchar sólo puede
ser un acto de aprendizaje, un involucramiento con alguien capaz de referir al mundo y, por
tanto, conocerlo. Pero Goffman alerta que la comunicación con el paciente no alcanza, sino
que es preciso considerar a la sociedad como un todo y sus reglas sociales generales y
circunstanciales:

Quiero afirmar que la comunicación hablada ocurre, el habla ocurre, o se espera


que ocurra, solamente cuando aquellos presentes unos a otros se juntan en un
tipo especial de asociación ritualmente bien marcada, un tipo especial de
amontonamiento que podemos comenzar a pensar como un círculo
conversacional. Cuando ocurre algo impropio, como una gesticulación
amanerada, esto se vuelve digno de atención, y es registrado no porque se está
comunicando algo, sino porque se quiebran las reglas que tratan acerca de
cómo tenemos que comportarnos cuando estamos en la presencia de otros. La
comunicación verbal y no verbal es algo es algo filtrado a través de otra cosa.
Esta otra cosa son los padrones aprobados de modos y asociación o co-
participación en cuyos términos los individuos son obligados a regular sus
encuentros. Actuar de forma psicótica es, con mucha frecuencia, asociarse
incorrectamente con los otros en su presencia inmediata; esto comunica
alguna cosa, pero la infracción en primera instancia no es de comunicación,
sino de las reglas de co-unión.
Son estas reglas, y los modos de asociación resultantes, los modos
sancionados resultantes de encontrar y de separarse, que supuestamente
ofrecen un esquema naturalista en el que muchos supuestos síntomas
psicóticos pueden ser localizados y descriptos sistemáticamente. ¿Cuáles son,
entonces, las reglas de comportamiento apropiado en presencia de otras
personas? ¿Cuáles son las unidades de asociación, de encuentros, que estas
reglas posibilitan y que ofrecen el esquema en el que suceden todos los
eventos cara a cara, incluida la comunicación cara a cara? (Goffman 2011: 137-
138)

En esta descripción de Goffman de los procesos de “determinación” de una psicosis a partir


del comportamiento del paciente, se explicita el carácter socialmente construido del
diagnóstico. También muestra cómo los procesos de escucha y comunicación sociales son
indisociables de los procesos de escucha y comunicación clínicos.
Entonces, es necesario preguntar: ¿cómo escuchará un psicólogo que no es interpelado
socialmente como una travesti, a una persona que trae al consultorio una vida marcada por
la inadecuación social? ¿Cómo definir sufrimiento y salud en la psique travesti?
Por un lado, Goffman afirma que todo síntoma tiene una parte socialmente construida.
Afirma también que todo síntoma, dependiendo de la situación social (y de la narrativa de
aquel comportamiento) puede no implicar un diagnostico de enfermedad mental.
Por otro lado, en su libro Estigma (Goffman 1963), el autor presenta diversas
consideraciones sobre las personas que “cargan” estigmas en sus identidades sociales,
personales, de grupo. Tales estigmas son los preconceptos conocidos, incluida la
transfobia. A través de esa lectura, se puede percibir que el estigma trans es complejo, ya

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que el género parece estar imbricado en todas las categorías identitarias citadas más
arriba. El libro también muestra que un problema característico de las personas que cargan
con estigmas es encontrar estrategias para lidiar con las consecuencias de la exposición (o
posible exposición) de estos estigmas.
Volviendo al libro Ritual de interacción: ensayo sobre el comportamiento cara a cara
(Goffman 2011), en el primer capítulo, publicado originalmente en 1955, el autor describe el
papel central que nuestra cara tiene en las interacciones sociales. La cara es lo que
conecta a los individuos y sus comportamientos a las normas sociales, permitiendo que se
exprese adecuadamente y que sea inteligible.
Este recorte breve y específico de la descripción de la razón diagnóstica fue elegido por
explicitar tanto la relación entre la escucha social cotidiana y la escucha terapéutica.
También porque muestra cuán fácil es, en una situación de estigmatización, tomar
comportamientos o modos de hablar saludables como patológicos, así como es difícil
definir un concepto unívoco de “salud mental”, especialmente para las personas
estigmatizadas, ya que cuáles serían las oportunidades a ser aprovechadas y las acciones
efectivas contra la violencia y el miedo no es una cuestión tan nítida.

¿Cisgénero?

La palabra transgender (transgénero) surgió en los años 60 del siglo XX como alternativa
para el término transexual. Fue propuesta por teóricxs que comenzaban a diferenciar
identidad de género de orientación sexual. Todos estos términos fueron propuestos por
investigadores cisgénero para denominar lo que ellos consideraban un desvío
comportamental.*
En los años 90, la comunidad transgénero internacional comenzó a utilizar gradualmente
el término cisgender para designar a personas que no son transgénero. Mi texto “El
cisgénero existe” (Dumaresq 2014) aporta una discusión detallada de los sentidos
semánticos y políticos de cisgénero, incluyendo su uso en Brasil.
Entiendo que la palabra “cisgénero” es hoy un caso exitoso de ocupación epistémica, ya que
fue adoptada por distintas personas transgénero, travestis, mujeres transexuales y
hombres trans para designar a aquellos que no son tratados como transgéneros por la
sociedad. Si, desde el punto de vista teórico, vemos la palabra problematizada en tanto
acción de política identitaria, desde el punto de vista práctico, en las filas de atención del
SUS, las comisarías, los hospitales y los baños públicos, es muy fácil identificar qué
personas están siendo estigmatizadas como transgénero y cuáles no 3.
Su capacidad de incomodar a las personas cisgénero, particularmente a especialistas en
las áreas de las ciencias de la salud y humanas, fue instrumental para demostrar la
desigualdad epistémica y discursiva entre pacientes y terapeutas, estudiadxs y estudiosxs.
Porque, del mismo modo que la palabra transgénero marca a la persona como un objeto
observado y estudiado, para el cual hay un cuerpo de conocimiento descriptivo (producido
por personas cisgénero), así también la palabra cisgénero presupone una persona
transgénero que observa, escucha y conoce a aquellos considerados como “normales” por
la sociedad. Y, principalmente, la palabra cisgénero es optima para que las personas cis
entiendan que los rótulos, como transgénero, son como cheques en blanco para los
* N. de T.: la narración más avalada en la actualidad coloca, al contrario de lo que dice Dumaresq, la creación del
término “transgénero” en la comunidad trans misma. La palabra “transexual”, por su parte, sí fue acuñada desde la
psiquiatría desde una mirada patologizante.
3 Hay casos limítrofes de personas con expresión de género ambigua, neutra o fluida que, aunque sean cisgénero en la
mayoría de los contextos, pueden sufrir algunas violencias de género asociadas a las personas trans. Es necesario
comprender que las expresiones de género y las corporalidades involucran grandes desvíos del padrón y rupturas,
sirviendo para representar tendencias, pero son insuficientes para describir cada caso individual.

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Leila Dumaresq, “Ensayo (travesti) sobre la escucha (cisgénero)”

“especialistas” que acaban descontados de la cuenta de la imagen social y política de las


personas así rotuladas…

Episteme travesti y escucha cisgénero

Traje las definiciones de interacción social en Goffman porque es un autor que buscaba las
estructuras sociales en las interacciones sociales individuales y en pequeños grupos.
Porque aunque performemos nuestras identidades a través de variaciones y desvíos, la
sociedad está estructurada y reglamentada por el funcionamiento de sus instituciones
locales, regionales, nacionales e internacionales. 4 Esta articulación entre individuxs,
subversión e instituciones de poder no es extraña a los Estudios Queer. Aunque nadie logre
incorporar, sin desvíos o subversiones, los ideales de género (o el género ideal), ya sean
teóricxs Queer o publicistas, todxs logran reconocer y manipular estos constructos
socioculturales y comportamentales.5
Así, podemos definir la travestidad y las otras identidades trans como un conjunto amplio y
variado de comportamientos, acciones y afirmaciones de sí, que producen reacciones
sociales, lamentablemente, de estigmatización y marginalización. Los individuos crean su
identidad colectiva en su historia de alianzas, pactos y códigos de supervivencia y de
resistencia.
Distintxs autorxs ya intentaron responder a la pregunta “¿Qué es ser travesti?” y no
encontramos respuestas satisfactorias. Las travestis más experimentadas, cuando
escuchan esa pregunta, responden con movimientos de la cabeza y una sonrisa irónica.
Con el tiempo entendí que esa pregunta es prácticamente imposible de responder.
Entonces, en mi trayectoria personal de encuentros y desencuentros con travestis, terminé
llamándome travesti. Y finalmente entendí que una pregunta mucho más productiva es:
¿por qué una persona se identifica como travesti?
La travestidad -como cualquier categoría de género- es una identidad transversal.
Prácticamente omnipresente en los ambientes y en situaciones sociales,
consecuentemente, es una categoría importante para la autoidentificación y el
autoconocimiento.
Cisgénero, por su parte, es una categoría como blanco es para la raza, neurotípico es para
la neurodiversidad, o heterosexualidad lo es para la orientación sexual. Lo que no
representa un problema social para la persona, no lleva al individuo a identificarse con la
cuestión. Para los individuos en estas categorías, el problema no es que ellos sean
diferentes del otro, sino que el otro no es igual a ellos. Es esto lo que lleva a las personas a
querer substituir un humanismo genérico por las luchas específicas contra cada opresión.
Otra característica de cisgénero que yo apunto en “Ensayo de epistemología transgénero”
(Dumaresq: 2014), es que pertenecer al padrón y a la norma presupone que las fallas son
circunstanciales, mientras que para la persona anormal son los aciertos los que son
circunstanciales. Goffman dice algo similar en relación con los comportamientos
supuestamente psicóticos:

4 Vivimos en una era de refugiados de guerras y de intensos debates políticos sobre cómo lidiar con estas nuevas
identidades sociales y políticas que surgen. Estos hechos sociales y su relación con las acciones individuales son
innegables, así como lo son las estructuras políticas, económicas y sociales involucradas. Lo mismo puede decirse del
género: la tesis de Larissa Pelúcio (2007) también es un ejemplo de cómo las decisiones políticas de salud para la
epidemia del SIDA impactaron tanto en la ciudadanía como en las travestidades que tuvieron contacto con estas
políticas.
5 Las reglas y normas de comportamiento son parte siempre presente de nuestra comunicación social. Exactamente
como la comunicación oral o escrita, permiten infinitas formas de expresión. No necesitamos ni siquiera ser
conscientes de las reglas, aunque haya códigos más o menos formales dependiendo del grupo social.

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Leila Dumaresq, “Ensayo (travesti) sobre la escucha (cisgénero)”

Yo no conozco ningún desvío de conducta psicótico que no pueda encontrar en


la vida cotidiana en las conductas de las personas que no están
psicológicamente enfermas y no son consideradas como tales. Y en todos los
casos podemos encontrar una multitud de motivos diferentes para
involucrarse en el desvío de la conducta y una multitud de factores diferentes
que modificarán nuestra actitud frente a su realización. (Goffman 2011: 140)

O sea, comportamientos, hábitos (e incluso compulsiones) de personas cisgénero en lo que


tiene que ver con su género pueden ser leídas como algo común y corriente, mientras que
el mismo comportamiento en una persona no cisgénero será visto como narcisista o
pervertido, por ejemplo. Todo depende de las narrativas posibles y de la relación que la
persona tenga con las normas sociales vinculadas al género.
La experiencia muestra que sin entrenamiento para expandir su visión, cada persona
estará enfocada apenas en sus propias dificultades sociales y en las de las personas
cercanas a ella, ignorando las dificultades de las personas con las cuales no convive. Nos
acostumbramos mucho a escuchar historias de vida de segunda mano, y esto nos lleva a
creer que es más importante que el relato sea fidedigno (más allá de lo que esto signifique
en el contexto) que el proceso cognitivo de la persona que está sufriendo la acción.
Lamentablemente, muchas personas todavía creen que es un privilegio transformar algún
grupo social en su objeto de conocimiento. Sin embargo, para que de hecho se humanice
una persona es preciso permitirle no sólo que hable de sí misma, sino transformarla en un
sujeto epistemológico6, tal como se supone a sí mismo el agente de escucha.
El diagrama de la Figura 1 ilustra las funciones de predicación de un sujeto cognitivo pleno.
Tomo el término predicación de la filosofía, que es el acto y la capacidad de atribuir valores,
propiedades y categorías a un objeto de nuestro conocimiento. Los círculos representan al
sujeto epistémico y al objeto de conocimiento. La identidad es el conocimiento y el hablar
de sí en la forma de la autopredicación; por esto es una flecha que comienza y termina en el
propio sujeto, que también es objeto de su conocimiento. La predicación del otro es el acto
y la capacidad de producir conocimiento válido sobre algo o sobre otro.

Identidad
Auto-predicación

Sujeto objeto

predicación del otro

Figura 1: Funciones del sujeto epistémico

[el cuadro dice: Identidad – Autopredicación – sujeto epistémico – predicación del otro –
objeto epistémico . Figura 1: Funciones del Sujeto Epistémico]

Por su parte, la Figura 2 ilustra una situación de escucha jerarquizada, en la cual la


cisgeneridad no puede ser movilizada por el sujeto travesti para expresar una posición de

6 Considero equivalentes los términos sujeto epistemológico, sujeto de conocimiento y sujeto cognoscente.

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conocimiento válida acerca del otro. No es sólo una cuestión de poder enunciar la palabra
cisgénero, sino de realmente interpelar al otro con su conocimiento del mundo, que está
protegido por la normalidad. En esta situación parece que hay dos sujetos de conocimiento,
pero el hecho es que hay sólo un único objeto de conocimiento, porque se supone que lo
“normal” está lleno de sus facultades, no precisando ni siquiera ser enunciado, interpelado,
problematizado o descripto.
Todo el problema es la disfunción en la vida de la travesti, independientemente de dónde
sea colocada esta disfunción. Es muy común que el interlocutor cisgénero quiera atribuir
todos los problemas de la travesti a la sociedad, como si él mismo no tuviese relación con
cuestión alguna de transfobia omnipresente. Este es el tipo de silenciamiento
epistemológico y de objetificación que esa actitud produce, porque aunque esté permitido
que la travesti hable de sí misma, ella no tiene permiso para construir relaciones entre la
persona cisgénero y la sociedad problema. De este modo, el conocimiento que la persona
cis tiene de la situación está sobrevalorado, en tanto aún puede interpelar a la travesti
acerca de sus actitudes, ya que su mirada y su escucha son “normales”. Como hemos hecho
en internet, para explicitar que un sistema marginaliza a las travestis lo llamamos cistema.

Identidad problematizada /
Identificación con
el problema
< conocimiento supuestamente funcional <

Feedback jerarquizado:

TRANS dos sujetxs epistémicos NORMAL


un objeto epistémico

> conocimiento supuestamente disfuncional >

Identidad normal /
Externa al problema
Figura 2: Cistema de escucha vertical

La tercera figura ilustra una relación epistémica horizontal, en la cual los dos pueden ser
igualmente sujetos y objetos de conocimiento. Ahora sí: ambos pueden ser objeto de
conocimiento de sí mismos y ambos pueden, recíprocamente, predicar al otro. Aunque la
identidad de la travesti continúe estigmatizada, porque lo es. La travesti puede ejercer
control de la predicación que sufre, a través de la predicación que puede hacer sobre las
delimitaciones del propio diálogo a partir de las diferencias que ella ve en ambos.
La situación horizontal es más compleja y más rica porque no hay ejercicio directo de la
norma para “simplificar” (y silenciar) cuestiones que puedan surgir en ese contexto. Esto
valoriza la experiencia directa de la travesti no a través de la autoidentificación, sino a
través de sus alianzas identitarias con “iguales”, sus alianzas y estrategias de
supervivencia que probable y frecuentemente excluirán a la persona cisgénero.
La diferencia para la persona cisgénero es que ahora fue necesariamente empujada para
“abajo” y ya no puede escuchar sólo como parte de la solución, sino como un cuerpo
también marcado, cuya expresión de subjetividad será privilegiada como una presunción

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de inteligibilidad y racionalidad que la travesti no tiene, aunque se exprese del mismo


modo.
Identidad estigmatizada /
se reconoce la facticidad
de los problemas trans
< Predicar el transgénero <

Feedback mutuo:
hechos compartidos
TRANS dos sujetxs epistémicos CIS
dos objetos epistémicos

> Predicar el cisgénero >

Se toma nota de los privilegios


Se problematiza la realidad

Figura 3: Sistema de escucha horizontal

Lo que se gana en ese escenario es que, a través del reconocimiento de saberes, tendrán
oportunidad de constituir conocimientos de ambos para ambos en relación con las
diferencias que marcan a las personas, individuos y subjetividades para su
deshumanización, su marginalización y su exclusión. De este entendimiento (in)surgen
nuevas prácticas y tal vez la posibilidad de destruir las imposibilidades de escucha de las
travestis construidas a lo largo de la historia y, especialmente, por la terrible historia de las
enfermedades mentales a partir del siglo XIX.

Referencias
DUMARESQ, Leila. 7/11/2014. Ensaio de epistemologia transgênera. Disponível em:
http://transliteracao.com.br/leiladumaresq/2014/11/ensaio-de-epistemologia-
transgenera/. Acesso em 14/03/2016.
DUMARESQ, Leila. 15/12/2014. O cisgênero existe. Disponível em:
http://transliteracao.com.br/leiladumaresq/2014/12/o-cisgenero-existe/. Acesso em
14/03/2016.
GOFMAN, Erving. Ritual de interação: ensaios sobre o comportamento face a face; tradução
de Fábio Rodrigues Ribeiro da Silva. Petrópolis, RJ: Vozes, 2011.
GOFFMAN, Erving. Stigma: Notes on the Management of Spoiled Identity. London: Penguin,
1963.
PELÚCIO, Larissa. Nos nervos, na carne, na pele: uma etnografia sobre prostituição travesti
e o modelo preventivo de aids. 2007. 312 p. Tese (Doutorado) - Universidade Federal de São
Carlos, São Carlos, 2007.

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