EL FUTURO Posted on enero 31, 2015 by El Radical Libre
De toda la vida de Dios, los creadores, músicos,
pintores y artistas en general lo han pasado muy malamente. Vida austera y bohemia en el mejor de los casos, cuando no servidumbre de librea y patada en el culo. De forma que hacer una sociedad, allá por el siglo XIX , para defender los derechos de los autores de unas obras que no se valoraban, o que eran explotadas por terceras personas sin talento, pues fue algo plausible y obligado.
Pero las cosas han cambiado mucho. Hoy en día
existe una ley que protege la propiedad intelectual e incluso dice que una obra pertenece a su autor con independencia de que éste la haya registrado o no a su nombre. Y, por supuesto, registrar una obra en la propiedad intelectual nada tiene que ver con ser socio de la SGAE.
Entonces, ¿para qué sirve la SGAE en la
actualidad? Pues para darle la vuelta al calcetín, para que corruptos, inútiles e incompetentes vivan a costa del esfuerzo de la gente de bien a pesar, en muchas ocasiones, de su total ausencia de talento. La SGAE se ha convertido en un lobby y en una red ma osa que ha logrado extender sus tentáculos por lugares inimaginables. Si compramos Cds vírgenes, estamos pagando a la SGAE, si un equipo de música, tres cuartos de lo mismo. Han metido cánones y tasas en los pendrives, en los discos duros, los cartuchos de tinta, los auriculares, altavoces, radios, televisores, teléfonos, monitores, mp3, tabletas, etc… Da igual que no escuchemos o veamos a autores españoles con esos soportes, que copiemos fotos de nuestros viajes, que seamos programadores, investigadores, productores, etc. Aquí se paga por si las moscas y fi eso es hacer presunción de culpabilidad si no ya legitimar la piratería, porque si estoy pagando por algo adquiero un derecho. Si para imprimir mi tesis le tengo que dar la propina al cansa almas de Victor Manuel y a la petarda de su mujer, quiero algo a cambio.
Pero, admitiendo que la piratería es una injusticia,
¿cómo hemos de combatirla? ¿Con más injusticia? ¿Extorsionando a los peluqueros o a la dueña de una cafetería?
En un bar, a la hora del café, el personal pone
deportes o, si quiere cultivar su intelecto, a Mari- LOL Montero. Sin embargo, estos pobres autónomos tienen que pagar la mordida a los inspectores de la SGAE no sea que el oligofrénico de Ramoncín aparezca en la tele por azar destrozando a Kurt Cobain. Así que el autor se ha erigido en clase dominante sobre un populacho a su servicio, justo al revés que en los tiempos de Bach, sólo que entre Bach y Teddy Bautista hay una leve y sutil diferencia. Pero es que, además, en el supuesto de que Miguel Ríos saliera por la caja tonta de una barbería cantando la Oda a la Alegría que, por otra parte, tomó prestada gratuitamente de Beethoven, se le estaría cobrando al barbero el impuesto revolucionario de los inspectores por una parte y la tasa del aparato de televisión por la otra, y, a su vez, la cadena habría pagado al cantante por la emisión de una canción que encima promocionaría su último disco recopilatorio.
La SGAE ha seguido la política del todo vale con
el beneplácito de sucesivos gobiernos, que se ve están muy en la onda los de la ceja y los de la casta, y no se les ha puesto ningún límite. Cuando los reinos de taifas era normal que los privilegiados cobraran los impuestos que quisieran al populacho, pero desde la Revolución Francesa a esta parte lo de recaudar impuestos ha sido cosa del Estado. Parece que todo vuelve, que todo es tendencia.
Una vez fue noticia que Bisbal dio un concierto
gratis recaudando fondos para salvar a un niño enfermo y la SGAE dijo que allí no cantaba ni Cristo si ellos no se llevaban su pellizco del 10%. Bueno, da asco, sí, pero al menos Bisbal es socio de la SGAE y autor de muchas de sus piezas. El problema es cuando esto lo hacen más allá de la legalidad. He visto a la SGAE llevarse su porcentaje hasta de conciertos bené cos para llevar dinero a Haití tras la catástrofe, y eso que hablo de unos conciertos de música coral de los siglos XVI y XVII, es decir de dominio público, organizados por asociaciones sin ánimo de lucro, ajenas por tanto a esta sociedad ma osa y extorsionista.
Incluso, al margen de sus denigrantes casos de
corrupción, de su falta de escrúpulos y de la impunidad con que nos siguen saqueando a diario, el verdadero problema es que le quieren poner puertas al campo tratando de retrasar un futuro insorteable. Se quieren mantener prácticas obsoletas, viejas estructuras, detener el curso natural del progreso mediante sanciones al consumidor, como hicieron en Francia con un pobre señor que se bajaba películas con el e-mule. ¿Qué hacemos, entonces? ¿Prohibimos las cámaras fi fi en los teléfonos móviles porque el celuloide está a punto de desaparecer? Las ventas de Kodak han caído un 96%. ¿Paramos el mundo? ¿Volvemos a arar con bueyes? ¿O son las industrias las que han de adaptarse a los nuevos tiempos?
La televisión digital ha sido la última gran estafa
nacional porque alguien ha echado el freno y porque en este país hay multitud de incompetentes. La televisión ya debería ser ver un programa cuando tú quieres y no tener que esperar a que llegue el martes por la noche y, Paqui, grábame la novela. Antaño una cadena pagaba por los derechos de emisión de una serie, una película o una canción, la emitía y los usuarios no tenían que pagar cánones. Seguimos pagando por separado el ADSL, la televisión por cable, el teléfono y los móviles a precios abusivos. Estamos en una sociedad de red donde la información vuela de una CPU a un Smartphone y donde los editores quieren seguir vendiendo discos a 30€ de los que el autor se lleva un porcentaje irrisorio. Menos mal que no quieren seguir editando en pizarra. Y el futuro será que las compañías, igual que ahora las cadenas emiten estrenos que la gente graba y cuelga en la red, ofrezcan paquetes enteros con ADSL, línea telefónica, series, música, películas que podrán verse o escucharse a la hora que uno quiera desde el teléfono, el monitor, la cadena o un reloj de pulsera. Si va todo en el lote, el contenido y la herramienta, la piratería sería un imposible. El problema es que hay gente anclada en el pasado que intenta por todos los medios retrasar la llegada del futuro… Y el futuro siempre acaba llegando.