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El poder de rezar

La oración es una enorme fuente de poder, a la que se han


reconocido grandes logros y curaciones milagrosas. El hecho de
que las plegarias funciones refleja nuestra conexión con lo
Absoluto o que podemos hablar con Dios de una manera
productiva.
Esta comprobado que cuando un santo hindú se pone a meditar,
los ejercicios respiratorios que practica ejercen un efecto
fisiológico sobre su cuerpo. Con las oraciones ocurre lo mismo.
Numerosos experimentos parecen indicar que tienen un efecto
benéfico sobre la salud. Sin embargo, en el ámbito científico sigue reinando el escepticismo
en torno a este hecho, ya que no se ha encontrado aún una forma de rezar que funcione el cien
por cien de las veces, ni se puede predecir con exactitud en que casos sanará la plegaria. Al
psicólogo Lawrence LeShan, que estudió en profundidad la curación a distancia en sus
diversas fórmulas, le llamó la atención que, en el caso de la oración, fracasos y milagros iban
unidos con frecuencia. Según los estudios de LeShan, las oraciones no parecen no funcionar
más que en el veinte porciento de las veces.
Las trampas de Dios
En realidad, la razón más práctica para examinar el papel de la plegaria en las curaciones es
precisamente que algunas veces funciona. Y además, el hecho de que en ocasiones no lo haga
con todo el poder y previsibilidad requeridas tal vez refleje las deficiencias no de la oración,
sino de quienes la practican. Quizá los orantes no están en el estado anímico adecuado, no
tienen fe o no piden lo correcto. Tal y como escribió C. S. Lewis: "si Dios hubiese atendido
todas mis absurdas plegarias, ¿dónde estaría yo ahora?"
En vista de nuestras limitaciones, quizá el camino más sensato a seguir por un Ser Supremo
sea el de frenar los efectos de las plegarias o ignorarlas en su mayor parte. Así reduciría el
peligro que éstas podrían suponer si fueran utilizadas por seres imprudentes. Ello explicaría
que no exista una fórmula eficaz de rezar.
Pero no es sólo eso; si las plegarias funcionaran siempre nadie moriría. En este sentido cabe
citar a numerosos líderes espirituales que han fallecido víctimas de enfermedades dolorosas,
nada propias de seres elevados. Santa Bernadette, a quien se le apareció la Virgen en Lourdes,
murió de cáncer de huesos y tuberculosis a los 35 años; Krishnamurti, el célebre maestro
espiritual, a causa de cáncer de páncreas; Suzuki Roshi, divulgador del budismo Zen, de
cáncer de hígado; Ramana Maharshi, el santo más requerido de toda la India de cáncer de
estómago, y la lista podría ser más extensa.
Las explicaciones a estas disfunciones en personas tan espirituales son múltiples, pero sea
cual fuere la respuesta, su actitud nos lleva replantearnos una suposición muy extendida en la
Nueva Era: que la falta de salud y las enfermedades denotan carencia de equilibrio espiritual.
El argumento desde luego es falso pues si espiritualidad fuera sinónimo de salud ¿cómo
explicar, en la otra cara de la moneda, la existencia de esos pecadores con salud óptima?
Nadie tiene la culpa de estar enfermo: "Ni él pecó, ni lo hicieron sus padres, sino que esto es
para que se manifiesten las obras de Dios en él", así contestó Jesús cuando los discípulos le
preguntaron por un hombre que era ciego de nacimiento (Juan 9: 1-3). Tal vez en su respuesta
esté la razón última de porque la oración no puede resultar absolutamente eficaz el cien por
cien de los casos. Algunas dolencias tienen quizá un sentido cósmico, invisible a los mortales
y tan sólo conocido por la divinidad.
¿Adónde son enviadas las oraciones?
La nueva forma en que concebimos actualmente el Universo y la psique humana deja
obsoletas las creencias bíblicas sobre la existencia de un Dios que está "afuera" de nosotros y
recibe nuestros ruegos como si fuera un satélite de comunicaciones. Hoy intuimos que ese
Dios intermediario está íntimamente conectado con nuestra conciencia, por lo que el factor
divino de la plegaria es interior y no exterior. Precisamente por ello la oración no siempre
necesita ser pensada, puede ser inconsciente o tener lugar, incluso, en sueños.
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