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La casa de la abuela

Después de meses de su partida,

regreso a la casa de la abuela.

Ese lugar que abrazó mi infancia

entre arboles de zapote, olor a café recién colado

y el cacarear de las gallinas,

me es ahora tan desconocido.

Ya no tiene ese color a sepia,

que se me figuraba un hogar de antaño.

Cada rincón, cada espacio de lo que un día llame mi casita,

se torna frio.

Me hace falta el abrazo, la mirada de esa viejita,

Y sus historias, como extraño esas charras.

¿Quién me contara ahora historias,

que me ayuden a vivir con los monstros bajo mi cama?

Cierro los ojos e intento recordarla,

Me dicen que las personas no se van del todo,

si las llevamos en nuestros recuerdos.

No esta, me invade una angustia porque mi egoísmo quiere verla,

Ahí sentada en su viejo reposet, viendo la novela de las 8.

La casa aquí sigue, pero la abuela ya no está.

Tal vez, los muertos seamos nosotros,

Porque intentar caminar sin un ser amago, se vuelve agonía.

La casa de la abuela, ¿ahora que es, si ya no está ella?

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