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La voluntad
Referencias
LECCIÓN 1 de 2
La voluntad
Elementos y requisitos
Cuando hablamos del negocio jurídico, el cual conforma el abecé y piedra angular de nuestra materia, nos referimos a:
La voluntad sana, manifestada, que genera, modifica o extingue situaciones o relaciones jurídicas.
Cuando decimos voluntad sana, queremos decir sin vicios, y tendrá que contar además con todos sus elementos, tanto internos como externos. El Código Civil y Comercial nos
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define al acto voluntario en su artículo 260 y de allí se desprenden sus elementos.
Discernimiento.
Intención.
Libertad.
Manifestación de la voluntad.
La voluntad le permite al sujeto decidir, iniciar, continuar, desarrollar actividades de acuerdo con la dirección de su inteligencia, y, como dijimos, posee un proceso interno y
otro externo. Desde el punto de vista interno, no debe tener vicios, debe ser sana; próximamente, veremos que los vicios de la intención son el error y el dolo, y el vicio de la
libertad es la violencia, vista como la fuerza física irresistible (vis absoluta) y la violencia moral (vis compulsiva).
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El artículo 262 del Código Civil y Comercial de la Nación (CCCN) habla de la manifestación de la voluntad y sostiene que los actos (voluntarios) pueden exteriorizarse tanto en
forma oral como escrita, así como por signos inequívocos o por la ejecución de un hecho material.
Para poder dar respuesta a esta pregunta, vamos a analizar las distintas manifestaciones de la voluntad.
Los actos se exteriorizan por algún modo, que puede ser oral o por signos inequívocos (hechos materiales), como, por ejemplo, levantar la mano en una subasta o colocar la
mercadería sobre la cinta del supermercado. Debemos tener en cuenta la forma escrita como modo de manifestación de la voluntad en forma expresa, ya que es la más
segura a los fines de poder acreditarse y probarse. La forma oral, además de ser poco frecuente y menos consistente a nivel probatorio, conduce luego a la prueba
testimonial.
Esta clase de manifestación es justamente la que se da cuando se firma el acta de matrimonio. Este signo de manifestación (la firma) es el que exterioriza dicha voluntad. En cambio,
también la voluntad se podría exteriorizar en forma oral, por ejemplo, cuando Juan se casa en la iglesia y expresa el “sí, quiero”.
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Manifestación tácita de la voluntad, artículo 264 del CCCN
Se da mediante actos a través de los cuales se puede deducir con total certidumbre que existe voluntad en aquellos casos en que una manifestación en forma expresa no se
exige.
Es por ello que la manifestación tácita no tiene eficacia en aquellos casos en que la ley o la convención exigen
La expresión tácita surge de los comportamientos, como, por ejemplo, el pago, el cual es una confirmación tácita de que se está debiendo una prestación en dinero.
Este supuesto se puede observar en el caso que se usa como base cuando Juan decide iniciar la declaratoria de herederos y ninguno de sus hermanos se opone. Aquí no hay una
expresión de voluntad en forma expresa, sino que tácitamente todos los herederos están exponiendo su voluntad de realizar dicho acto.
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El valor del silencio, artículo 263 del CCCN
La regla general es que “el que calla nada dice”. Es decir que, en principio, el silencio no puede ser tomado como manifestación de voluntad, ya que la regla es que el silencio
no tiene consecuencias jurídicas. Esto, sin embargo, cuenta con ciertas excepciones.
En el Código Civil y Comercial se amplía el elenco de excepciones que le dan valor al silencio como expresión de voluntad. En el nuevo Código, se elimina la obligación de
explicarse por las relaciones de familia, ya que esta es una hipótesis referida a una declaración presumida (por lo que no se estaría manifestando por el silencio, sino que se
En cambio, se mantiene en el Código la excepción fundada en situaciones en donde exista la obligación de explicarse por la ley (por ejemplo, si en una absolución de
posiciones la persona guarda silencio, este será tomado en sentido afirmativo). Asimismo, se mantiene la excepción en el caso en que existiera una relación entre el silencio
actual y las declaraciones precedentes.
1 La primera es que el silencio tendrá efecto cuando las partes de antemano así lo hayan establecido en el contrato, pudiendo las partes de un contrato en ejercicio de la
libertad de contratación (lo que antes se denominaba “autonomía privada”) establecer que el silencio en determinada situación o circunstancia va a tomarse en sentido
afirmativo.
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La segunda excepción refiere al valor del silencio, es la de los usos y prácticas. Esta excepción se relaciona, sobre todo, con el ámbito del derecho del consumidor.
Consiste en hacer hincapié en la necesidad de que, en ciertos ámbitos como el del derecho del consumo, el silencio sea entendido en sentido afirmativo según los usos y prácticas habituales en el
lugar donde se da esa relación jurídica.
Para exponer un ejemplo de esta situación, imaginemos que al momento en que Juan compró el automóvil al irse a vivir solo se firmó un boleto de compraventa en el que se
dejó asentado que el comprador tenía 15 días para reclamar cualquier desperfecto técnico o estético que tuviera el bien. Si pasado ese plazo Juan mantuvo silencio, se
configuraría el primero de los supuestos expuestos ut supra referidos al valor que se le puede otorgar al silencio.
Así es cómo en el ejercicio profesional del escribano resulta de suma importancia captar la declaración de la voluntad de los
requirentes.
La etapa de calificación negocial consiste en la apreciación que debe hacer el notario respecto de la voluntad de las partes, junto con la valoración ética de sus pretensiones y la
posibilidad legal.
La calificación negocial es una obligación del notario, en donde él debe hacer toda esa apreciación, ya que justamente en el futuro debe asegurar que:
el acto fue voluntario, emanado de una voluntad sana, es decir, sin vicios; que las partes sabían lo que querían firmar; que tampoco hubo intención
fraudulenta ni de daño (dimensión axiológica de la calificación negocial); y que la que fue plasmada en el negocio es realmente la intención de las
partes (dimensión psicológica de la calificación negocial).
Dentro de lo que es la audiencia notarial, la primera faz que denominamos audiencia previa o de conocimiento, donde las partes expresan sus inquietudes al notario,
es el principal momento en el que el notario tiene la obligación de evaluar que la voluntad de las partes sea sana axiológica y psicológicamente, y adecuada al negocio que
quieren otorgar. Luego en la audiencia de otorgamiento debe observarse a los otorgantes en el momento de la exteriorización de su voluntad.
Como primera medida debería en la audiencia de conocimiento indagar acerca del requerimiento de las partes. Luego, debe analizar todo lo referido a la voluntad, que sea
libre, que no haya vicios. Asimismo, debe corroborar que todos comprendan aquello que están firmando y, en el caso particular de análisis, por ejemplo, todo lo referido al
poder que tiene el representante de la hermana de Juan.
de http://www.nuevocodigocivil.com/wp-content/uploads/2016/04/CNCiv.-sala-B-23-10-15-Valor-jur-%C2%A1dico-del-silencio.pdf
De acuerdo con lo leído en la res olución, el s ilencio ¿puede s er tomado c omo una manifes tac ión de voluntad?
Verdadero,porqueel hechodenoobjetar,signifcaqueestádeacuerdo.
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Falso,porqueaunhabiendosidonotifcado,nohaobjetadosuderechoapercibirlatotalidaddel producidodel remate.
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SU B MI T
El discernimiento: definición y caracterización
Al tratarse de un acto voluntario, siempre se debe poseer discernimiento, y esto es una de las primeras cuestiones que el notario debe corroborar. Como dijimos anteriormente, debe
indagar acerca del entendimiento por parte de los requirentes del acto que se va a llevar a cabo y de sus efectos.
La aptitud para poder razonar, entender y diferenciar lo que se quiere de lo que no se quiere,
pudiendo representarse y comprender las consecuencias de su proceder.
El discernimiento, a diferencia de los otros dos elementos de la voluntad, no tiene vicios. No existen vicios del
Respecto del inciso 2, algunos autores entienden que el fundamento de tal distinción radica en que el concepto de la ética y la moral que los padres le introducen al menor por su
educación es más fácil de aprender que los otros conceptos, por lo que lo “bueno o malo” lo aprenden primero que lo conveniente e inconveniente.
Los menores, artículo 24 del CCCN6
El Código Civil y Comercial, en su artículo 24, enumera a las personas incapaces de ejercicio, refiriendo en su inciso A a la persona por nacer y en su inciso B a la persona que no
cuenta con la edad y el grado de madurez suficientes. El Código armonizó sus normas a los tratados internacionales con jerarquía constitucional, como sucede con la Convención
Internacional de los Derechos del Niño.
El juez tiene la obligación de escuchar y tener en cuenta la opinión del menor con respecto a ciertas circunstancias, como, por ejemplo, en lo que atañe al cuidado de su propio
cuerpo.
El Código Civil y Comercial mantiene la denominación menor, en contra de la opinión de quienes lo consideran como un término peyorativo y que no resulta congruente con las
disposiciones de la Convención de los Derechos del Niño.
En consonancia, ahora se llamara niño el menor desde el nacimiento hasta los 13 años, y adolescente a aquel menor de edad comprendido entre los 13 y los 18 años. La
reforma constitucional del año 1994 fija un rango constitucional a los tratados internacionales y frente a las expresas previsiones de la Convención de los
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Derechos del Niño, la cual en el artículo 1 establece que “se entiende por niño todo ser humano menor de 18 años de edad…” . Por lo tanto, queda de manifiesto la influencia de esta
convención en las modificaciones. La figura del adolescente resulta toda una novedad en el Código unificado.
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Discernimiento para actos lícitos y para actos ilícitos, artículo 261 del CCCN
Como ya expresáramos anteriormente, el Código Civil y Comercial, en orden al discernimiento de los menores, adopta un criterio rígido, marcado por límites etarios.
Así se refleja en el artículo 261 en los incisos B y C, quedando establecido que:
La responsabilidad de los menores para los actos ilícitos se tiene a partir de los 10 años, y
para los actos lícitos, a partir de los 13 años.
En conclusión, desde el punto de vista notarial, esta reforma ha producido un gran cambio, lo que implica que, al momento de la realización de un acto notarial, es de suma
importancia que el notario constate la capacidad del requirente y de los intervinientes en el acto jurídico a llevar a cabo, tomando recaudos con respecto a todos aquellos a
los que le sea necesario completar la capacidad a los fines de llevar adelante en forma satisfactoria el acto requerido.
El acto involuntario no produce efectos jurídicos, debido a que son actos realizados con falta de discernimiento, ya sea por límite de edad o por privación de la razón. El
Código Civil y Comercial simplifica el tema, en cuanto al acto involuntario, que es el que carece de alguno de los elementos internos de la voluntad, y nos dice que entre ellos
están los actos de quien, al momento de practicarlo, está privado de razón. La privación de razón incluye tanto a las causas de pérdida permanente de razón como a la persona
declarada tal por incapacidad restringida o incapaz, y las pérdidas transitorias o accidentales del discernimiento. Como podemos ver, el Código mantiene el término
incapacidad, pero ha eliminado la denominación demente. Ahora, también se hace referencia a las personas con capacidad restringida.
Es por esto que el acto lícito realizado en tales circunstancias debe ser considerado acto involuntario.
El acto ilícito será considerado involuntario si la privación de la razón también tiene carácter involuntario. Por ejemplo: cuando la embriaguez o
pérdida de conciencia proviene de la negligencia del sujeto que ha bebido o consumido drogas en exceso, conociendo o debiendo conocer sus
efectos, el acto será considerado voluntario, en tanto que el acto será involuntario si la persona desconoce que la bebida ingerida posee ciertas
cualidades que afectan su salud, o bien la sustancia ha sido introducida por un tercero sin que tenga conocimiento de tal situación.
El elemento voluntario del acto genera un efecto que, al no existir el acto jurídico, tiene un problema de eficacia “estructural” (nulidad) y no produce efectos jurídicos.
Vicios de la intención
La intención, como elemento interno de la voluntad, puede ser viciada por error o por dolo.
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El Código Civil y Comercial agrupa varias normas del código anterior en un solo artículo, el 267 en donde enumera los supuestos de error esencial.
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Entre otras hipótesis de error como vicio, en el artículo 268 encontramos al error de cálculo, que no da lugar a la nulidad, sino a que se rectifique. También tenemos el error accidental,
el cual si bien el Código Civil y Comercial no lo define, podemos inferirlo a contrario sensu, ya que el error que no sea esencial será accidental, debido a que el error accidental recae sobre
circunstancias secundarias o accidentales (no esenciales) y en razón de ello no resulta de entidad suficiente para provocar la invalidez. Claro que queda a salvo la hipótesis en la que esa
cualidad accidental haya sido exigida expresamente como condición por la parte interesada.
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En el artículo 269 del Código tenemos una norma que antes no la teníamos: la que se refiere a la subsistencia del acto en materia de vicio de error, expresando la mencionada norma
que “la parte que incurre en error no puede solicitar la nulidad del acto, si la otra ofrece ejecutarlo con las modalidades y el contenido que aquélla entendió celebrar”.
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Finalmente, en el artículo 270 del Código, encontramos el error en la declaración. El Código Civil de Vélez Sarsfield no contenía una norma sobre el error en la declaración.
Dolo –
El dolo es el otro vicio del elemento interno intención. Tanto el error como el dolo ya no producen la anulabilidad, sino la nulidad del acto, como ya expresáramos anteriormente.
En cuanto al concepto y caracterización del dolo, podemos decir que consiste en todo engaño, astucia o maquinación destinado a inducir error para conseguir la ejecución de un acto, y el
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Código lo reúne en un solo artículo, el artículo 271.
Para que el dolo pueda causar la nulidad del acto, es preciso que sea grave, es decir, que tenga entidad suficiente como para inducir al engaño, por lo que ese dolo tiene que ser la causa
determinante de la acción, además de causar un perjuicio o un daño.
El dolo incidental no es determinante de la voluntad, ya que no vicia la raíz del acto por ser posterior a la estipulación contractual. Por lo tanto, no afecta la validez del acto, sino que tan solo
genera la responsabilidad del autor de responder por los daños causados.
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El Código Civil y Comercial en su artículo 275 establece la responsabilidad del autor del dolo, tanto esencial como incidental, de reparar el daño causado. Además, establece responsabilidad
solidaria para la parte que hubiese tenido conocimiento del dolo de tercero a tiempo de la celebración del acto.
Se puede pensar en un ejemplo de esto si en el caso de Juan, al comprar el automóvil, lo hace a una persona que dice ser su dueño, paga el precio y al ir a realizar la
transferencia se da con que hay un auto “mellizo”. Eso se debía a que quien se lo vendió modificó los números de chasis y motor “limando” estos en forma dolosa.
¿Qué s uc edería s i J uan s e hubiera c as ado c on s u novia porque el padre de ella lo hubiera amenazado? ¿H abría ac tuado
c on libertad?
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El artículo 19 de la Constitución Nacional dice que “nadie puede ser obligado a hacer lo que la ley no manda, ni privado de lo que
ella no prohíbe”.
La libertad es afectada por el vicio de violencia a través de la fuerza o intimidación. El Código Civil y Comercial incluye a la fuerza e intimidación, más “la
fuerza irresistible y las amenazas que generan un temor de sufrir un mal grave e inminente que no se puede contrarrestar o evitar en la persona o bienes de la parte o de un
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tercero”.
Cuando estamos en presencia de estos factores, el acto no se realiza y algunos autores entienden que no se pierde
VIOLENCIA MORAL
FUERZA FÍSICA IRRESISTIBLE
uerdo con nuestro libre albedrío, a nuestra voluntad, libertad de elección; aquí
Con respecto a la violencia moral, aquí al sujeto no se le permite obrar de ac el
sujeto externo va a incidir sobre esa libertad moral.
Cuando el daño es grave e inminente, produce un temor tal que no le permite a la persona actuar libremente y, por lo tanto, queda eximido de las consecuencias de los actos
ilícitos y, en este caso, se exime de culpabilidad por el presupuesto de la responsabilidad del ámbito subjetivo que es la imputabilidad.
De lo antes expuesto se deduce que, si Juan se hubiera casado amenazado, su libertad hubiera estado viciada, no hubiera sido un acto voluntario.
En este punto vuelve a cobrar especial importancia todo lo referido al rol del notario durante la calificación negocial, a su diligencia para analizar a los requirentes, sus
intenciones y sobre todo sus voluntades. Esto es muy importante al momento de realizar las tareas, ya que puede ser causal de responsabilidad por parte del notario.
“vigilar el estricto cumplimiento por parte de los escribanos de las disposiciones legales o reglamentarias que rigen el ejercicio de la profesión, procurar que sean
subsanadas sin escándalo las pequeñas e involuntarias omisiones o irregularidades.”
(p. 14)
La actividad del notario consiste esencialmente en aprehender la voluntad de las partes, encuadrarla en la norma aplicable y narrarla, dando así nacimiento al instrumento.
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Art. 260. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
2
Art. 262. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
Art. 264. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
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Art. 263. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
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Art. 261. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
6
Art. 24. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
7
Art. 1. Ley 23849. (1989). Convención de los Derechos del Niño. Asamblea General de las Naciones Unidas.
Recuperado de http://www.gob.gba.gov.ar/legislacion/legislacion/l-23849.html
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Art. 261. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
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Art. 267. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
10
Art. 268. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
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Art. 269. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
12
Art. 270. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
13
Art. 271. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
14
Art. 275. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
15
Art. 19. Ley 24430. (1994). Constitución de la Nación Argentina. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
16
Art. 276. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
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Referencias
Ley 23849. (1989). Convención de los Derechos del Niño. Asamblea General de las Naciones Unidas. Recuperado de http://www.gob.gba.gov.ar/legislacion/legislacion/l-23849.html
Ley 24430. (1994). Constitución de la Nación Argentina. Honorable Congreso de la Nación Argentina. Recuperado de http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/0-4999/804/norma.htm
Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina. Recuperado de
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/235000-239999/235975/norma.htm Negri, J. A. (1947). Historia del
notariado argentino. Buenos Aires, AR: El Ateneo.
Negri, J. A. (2009). Decálogo de la función de los colegios notariales. Revista Internacional del Notariado. Recuperado de http://escribanos.org.ar/rnotarial/wpcontent/uploads/2015/07/RNCba-
12-1966-03-Doctrina.pdf
Rivera, J. (1997). Instituciones de derecho civil. Parte general. Buenos Aires, AR: Abeledo Perrot.