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Había una vez un pequeño pueblo llamado Sant Jordi, ubicado en la región de Cataluña

en los años 1940. Era un lugar tranquilo y apacible, con calles de piedra y casas de
adobe. Los habitantes de este pueblo eran muy trabajadores y se dedicaban
principalmente a la agricultura.

En ese pueblo vivía una niña llamada Maria, quien era la hija menor de una familia
campesina. A pesar de su corta edad, Maria ayudaba a sus padres en el campo y era muy
responsable. Un día, mientras estaba en el bosque recogiendo setas, descubrió una
pequeña cueva que nunca había visto antes.

Maria se acercó a la entrada de la cueva y notó que había un objeto brillante en el


interior. Al acercarse más, descubrió que era un anillo dorado con una piedra verde
incrustada. Sin pensarlo dos veces, se lo puso en el dedo.

A partir de ese momento, Maria comenzó a tener sueños extraños y visiones de cosas
que iban a suceder. Al principio, no sabía qué hacer con su poder, pero luego se dio
cuenta de que podía usarlo para ayudar a la gente de su pueblo.

Un día, Maria tuvo una visión de un incendio en la plaza del pueblo. Ella corrió hacia
allí y encontró una casa en llamas. Sin dudarlo, se acercó a la casa y sacó a una anciana
que estaba atrapada en el interior.

La noticia se extendió rápidamente por el pueblo, y todos comenzaron a llamar a Maria


"la niña de los sueños". La gente del pueblo comenzó a confiar en ella y a pedirle ayuda
cuando necesitaban predecir el futuro o enfrentar situaciones difíciles.

Con el tiempo, Maria se convirtió en una figura respetada y querida en el pueblo de Sant
Jordi. A pesar de su poder, nunca se consideró a sí misma superior a los demás, sino que
siempre trabajó duro y ayudó a los demás de manera humilde y generosa.

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