Está en la página 1de 172

1

2
MODERADORA
Mir

TRADUCTORAS
AnaVelaM
3
Susanauribe
Mona
Mir
Grisy Taty

CORRECCIÓN Y REVISIÓN FINAL


Sareta

DISEÑO
Moreline
SINOPSIS 5 14 97

1 6 15 104

2 15 16 110

3 22 17 117

4 28 18 128

5 36 19 136 4
6 44 20 142

7 52 21 150

8 59 22 154

9 64 23 161

10 71 24 167

11 78 PRÓXIMO LIBRO 170

12 85 SOBRE LA AUTORA 171

13 91
Winston Constantine no es un príncipe azul...

Lo anhelo tanto que creo que voy a perder la cabeza. Está delante
de mí, pero es tan distante como mis sueños de alejarme de mis
hermanastros. Sigo jugando sus retorcidos juegos, y quiero permanecer
tan distante como él. Pero no puedo. Nunca he podido. Me he
enamorado de él. Sin remedio. Definitivamente. 5
Pero Winston no es un amante, es un negocio.
Una forma de pagar la universidad.
Un boleto de salida.
Nunca ha pretendido ser otra cosa que eso.
No puedo culparlo por haberme enamorado.
No puede haber un “felices para siempre” entre una
doncella y un príncipe, no importa lo que digan los
cuentos de hadas.
Winston
F
lash. Flash. Flash.
Estoy posando como un maldito modelo de Versace para
complacer a mi insufrible madre cuando preferiría estar jugando a
juegos sucios con ella.
Mi asistente.

6
Mi inútil criada.
Mi obediente y sucia chica que se excita con la misma mierda depravada que
yo.
Muy pronto.
Solo tengo que pasar por esta mierda primero.
Inclina la cabeza un poco hacia la derecha. No, un poco más a la izquierda.
Inclínate ligeramente hacia abajo. Mira fijamente a la cámara. Vuelve a fruncir el
ceño. Ahora cambia y danos una sonrisa.
Esta es más la escena de Perry. Pavoneándose como un gallo para que todos
lo admiren. Es una pérdida de tiempo acicalarse delante de una cámara cuando
podría estar haciendo algo más productivo. Un rápido vistazo al patio me dice que o
bien llega tarde o que ha elegido evitar este espectáculo de mierda. Ya me quejaré
luego por haberme abandonado.
Sonría, señor Constantine. He dicho sonrisa, no mueca. ¿Está usted enfermo,
señor?
Esto está durando eones. Mi madre se complace en mi descontento, por la
sonrisa que se dibuja en un lado de sus labios. En momentos como este, a pesar de
ser un hombre adulto, desearía que mi padre estuviera aquí para intervenir. Siempre
fue el más cálido de nuestros dos padres y parecía ser uno de los pocos que podía
descongelarla. Después de la primera media hora de consentir a mamá con
fotografías, me habría apartado para hacer “negocios”. Nos habríamos escondido
hasta que empezara la fiesta, abriendo una botella de coñac Louis XIII Black Pearl
de sesenta y cinco mil dólares mientras disfrutábamos de unos momentos de
felicidad silenciosa.
La amargura de haber perdido a mi padre asoma su fea cabeza. Mi columna
vertebral se pone rígida y mi ceño se frunce.
Esa es la mirada. Justo ahí. Golpe de dinero, señor. Tal vez estrechar los ojos
un poco. Demuestre que va en serio.
Mi teléfono suena en mi bolsillo. Tengo ganas de sacarlo y atender la llamada.
Las fotos que Ash me ha enviado de ella vestida de gala son impresionantes. Me dan
ganas de ensuciarla y arruinarla. Estaba a punto de decírselo también cuando me
arrastraron de vuelta a la sesión de fotos, donde me he sentido miserable desde
entonces. Saber que mi niña malcriada estaba esperando “cantidades interminables
de elogios” cuando todavía no he tenido la oportunidad de colmarla de ellos o incluso
de enviar dinero por las fotos, me sienta en la boca del estómago como un globo de
plomo. Si no fuera por mi necesidad de dar un buen espectáculo al público, ya habría
cerrado este circo. No conseguí que la empresa de mi padre creciera
exponencialmente desde su muerte por ser terco u obtuso. No, lo hice porque
conozco los juegos necesarios que hay que hacer. Aceptar la difusión de una revista
que muestra el poder que posee el nombre de Constantine con mi rostro sonriente y
mi costoso traje en la portada es solo uno de esos movimientos que hay que hacer
para mantenerse en la cima. A veces los que están por debajo de mí necesitan un
recordatorio de la fuerza que hay detrás del nombre dominante.
Cuando el fotógrafo se detiene a mirar los ajustes de su cámara, saco mi
teléfono del bolsillo. Tengo un mensaje perdido de ella y otro de Perry.
7
Ash: Winston, lo siento amor, pero no podré ir a la fiesta. Aunque
fue encantador utilizarte por tu dinero, ya no lo necesitaré. Mis
hermanos cuidarán de mí ahora.
Releo el texto tres veces más.
No es ella. Mi instinto me dice que no lo es.
Y aunque todavía no la he gratificado como ella ansía, no se lanzaría a una
respuesta tan dura.
La chica está prácticamente enamorada. Por fin le he dado la follada que tanto
pedía y he pasado la noche con ella. Significa que uno de esos mierdecillas trillizos
pensó que sería divertido hacerse pasar por ella. La irritación se extiende por mi
carne como una fiebre, escaldándome y mareándome. Si no hubiera invitado a todo
el clan Mannford al baile de cumpleaños, me preocuparía un poco que estuviera con
ellos. Pero, como la doctora Mannford es casi tan fiable como mi madre cuando se
trata de apariciones sociales, dejo de lado mi preocupación por ahora porque todos
llegarán pronto. Me abstengo de devolverle el mensaje por si uno de esos imbéciles
toma su teléfono. Después, leo el mensaje de Perry.
Perry: Ha surgido algo. He tenido que salir corriendo, pero volveré
en breve. Siempre te cubro la espalda, Winny.
Sus palabras me parecen extrañas, pero también encuentro una sensación de
alivio en ellas.
—Señor, ¿podría guardar su teléfono? Todavía nos quedan algunas tomas —
dice el fotógrafo en tono exasperado, distrayéndome de Perry.
—Lo siento —exclamo, clavando al hombre una dura mirada—. Por un
segundo, pensé que yo era Winston Constantine y que era el dueño de toda esta
maldita ciudad.
Retrocede ante mis duras palabras.
—Solo quería decir...
—Ya basta, cariño —aclara mi madre mientras se acerca a nosotros,
despidiendo al fotógrafo con un molesto movimiento de muñeca cargado de joyas
brillantes—. Ya hiciste suficientes fotos.
El fotógrafo asiente y procede a recoger con la cabeza inclinada. Mamá me
toma del codo y me señala un camino cubierto con una alfombra ornamentada
destinada a caminar durante la fiesta para no destruir el césped. Una vez que estamos
a salvo en la alfombra, nos dirigimos hacia la finca a paso tranquilo. Los invitados
llegarán en cualquier momento, pero se fotografiarán en la entrada y luego serán
conducidos a la sala del piano, donde disfrutarán de la música de un joven
concertista recién graduado en Julliard, de los aperitivos y del champán hasta que
llegue la hora de la cena. Todavía tenemos tiempo antes de que empiece el evento.
—Estás muy huraño esta tarde —dice Madre con indiferencia, aunque no se
me escapa el tono acusador—. ¿Tienes algo en mente?
Alguien. 8
Pero seguro como el infierno que no se lo voy a decir.
—El trabajo me tiene ocupado —gruño en su lugar.
Deja escapar un fuerte suspiro.
—Tu ética de trabajo es la de tu padre, rozando lo obsesivo. ¿Alguna vez te
paras a disfrutar del fruto de tu trabajo, amor?
La fruta prohibida.
Vaya, sí, madre.
—De vez en cuando. —Sonrío—. Tengo casi cuarenta años, no catorce. ¿Por
qué esa repentina preocupación?
—¿Una madre no puede preocuparse por su hijo pequeño?
El sarcasmo en su tono hace que mis labios se muevan con diversión.
—No con la que crecí. ¿Qué es lo que realmente te preocupa?
—Es Perry.
Nos detenemos y alzo una ceja para mirarla. Hoy se ha maquillado muy bien,
lo que la hace parecer tan joven como una de mis hermanas. Es una pena que no
vuelva a conocer el amor. A pesar de su fachada fría la mayoría de las veces, sé que
se le rompió el corazón cuando papá murió hace cinco años. La clase de ruptura de
la que nunca te recuperas.
Es una de las cosas que detesto de venir aquí.
Los recuerdos. Los sentimientos. El dolor.
Aunque el complejo de Constantine no es el típico hogar, era el mío. Crecí
amado y adorado por mis padres, especialmente mi padre. A medida que fueron
añadiendo hijos a la manada, y yo me convertí en el mayor de un orden jerárquico,
aprendí a endurecerme ante ciertos sentimientos. Perry todavía tiene mucho que
aprender, ya que es el Constantine que lleva sus emociones como un gran cartel de
neón intermitente para que todo el mundo lo vea. Incluso Keaton, el niño de nuestra
familia, ha tomado una página del libro de mamá y puede mantener su mierda bajo
control.
—En realidad lo está haciendo muy bien —admito—. No le digas que lo he
dicho.
Se ríe, rico y cálido y real.
—Oh, hijo, no es por el trabajo. Te juro que es lo único en lo que piensas.
Aunque le gusta hacerse la tímida, mamá está contenta de que haya tomado
las riendas sin problemas cuando murió papá. Soy el único capaz de sujetar la correa
de la megabestia viva, que respira y gruñe, que es nuestra casi ilimitada fortuna.
—Mantener este imperio es un trabajo a tiempo completo. —Dirijo mis ojos
hacia ella, sin perder el breve destello de dolor. Ambos sabemos por qué estoy
dirigiendo este imperio. Porque no puede. Y puede que mamá juegue a sus juegos
inocentes, pero todos sabemos quién es el verdadero titiritero detrás de nuestro
apellido. Solo que ella elige arruinar a la gente en silencio, mientras que yo prefiero
alardear de ello como si fuera un traje nuevo hecho a medida.
9
—Es su auto. —Deja escapar un suspiro frustrado—. Él es tan ingenuo que no
se da cuenta de que lo está haciendo.
—¿Haciendo qué?
—Poniendo a prueba mi paciencia.
Me muerdo una sonrisa. Perry no siempre es el niño de oro favorecido.
—Cuéntame, Madre. Sabes lo mucho que disfruto escuchando cada vez que te
decepciona.
Sus ojos brillan de alegría.
—A veces eres horrible. Igual que tu padre.
Mi padre era un hombre duro cuando lo requería. Siendo un Constantine, eso
era a menudo. Pero podía ser divertido a veces. Amaba a sus hijos, sin duda. Una
comparación con él no me molesta en absoluto.
—Me disculpo —digo con una sonrisa que dice absolutamente lo contrario—.
Continúa. Oigamos lo que hizo el revoltoso niño y cómo puedo arreglarlo.
Sus rasgos severos se suavizan y me arranca un cabello inexistente de la
solapa. El simple gesto es uno de los que mis hermanos nunca notan. Mamá es fría
la mayoría de los días y apenas cariñosa, pero tiene sus maneras. Simples. Claro que
nos colma de regalos y elogios exagerados —aunque prefiere a algunos de nosotros
por encima de otros—, pero a veces son las cosas pequeñas. Desde que tengo uso de
razón, nos alisa el cabello de la cabeza, nos quita las pelusas de la ropa o nos da
golpecitos en la nariz cuando se nos pide que sonriamos. Aunque ya no nos alisa el
cabello ni nos toca la nariz, sigue haciendo lo otro. Es un recordatorio de por qué mi
padre la quería. En algún lugar, en lo más profundo, se ablanda por su familia.
—¿Puedes hablar con él acerca de su vehículo?
La miro con el ceño fruncido.
—¿Tiene un auto nuevo?
—Lo está pagando Halcyon —me responde, con el labio curvado en una mueca
de disgusto—. Aunque aprecio que le des una mensualidad para el auto, ojalá
hubieras estado allí para ayudarle a elegir uno.
Me hace gracia que se haya molestado por un auto. No se sabe qué clase de
monstruosidad eligió mi hermano. Si nos basamos en su último auto —un Muscle
Car restaurado, para horror de mi madre—, lo que sea debe ser aún más detestable.
Nunca se lo diría, pero disfruto viendo cómo le palpita la vena de la frente cada vez
que su Ford Mustang Shelby GT350 entra en el recinto, con el ruidoso V-8
retumbando con suficiente potencia como para hacer sonar las ventanas.
—Su Mustang es uno de los mejores deportivos de menos de cien mil dólares
—me burlo, repitiendo las palabras de mi hermano—. De cero a sesenta en cuatro
punto dos segundos.
—No me lo recuerdes —refunfuña—. Incluso eso lo podía tolerar, porque no
era una molestia para los ojos. Su nuevo auto es horrible. Trata, si quieres, de que 10
reconsidere la compra. Si viene de mí, solo pareceré una madre entrometida.
Madre nunca quiere decepcionar al hijo favorito. Puede ser dura, abrasiva,
incluso cruel, pero cuando juega a los favoritos, va a por todas.
—Veré lo que puedo hacer —miento. No lo haré. Es un Constantine. Los
hombres Constantine de esta familia se toman en serio sus autos. Incluso papá tenía
sus deseos particulares cuando se trataba de sus vehículos, lo que es conveniente que
falleciera en su favorito. Puedo echarle mucha mierda a Perry sobre todo, desde su
peinado hasta su ropa, pasando por su falta de sentido de los negocios. Lo que no
voy a hacer es insultar su auto o decirle que a su madre no le gusta.
Keaton sale y yo lo tomo como una señal para desenredarme de mi madre. Mi
hermanito, que se parece mucho a nuestra madre, pero que tiene la constitución de
un edificio de ladrillos, me dedica una sonrisa de lobo. Le hago una señal con la
cabeza y le digo.
—¿Tienes un minuto para hablar de negocios, hermanito?
—Sinceramente, Winston —protesta Madre, aunque hay un toque de humor
en su tono—. Es tu cumpleaños. Dale un respiro.
Ambos sabemos que a ella le encantaría que convenciera a Keaton para que
siguiera mis pasos en lugar de cualquier idea grandiosa que tenga sobre jugar
profesionalmente al rugby. Siento una pizca de lástima por él, ya que recuerdo que
cuando tenía su edad estaba en mi último año de instituto deseaba algo más en la
vida que lo que estaba predestinado para mí. Pero, con la edad, aprendes que la
familia lo es todo, y que lo único que importa es cómo continúas ese legado.
—No hay descanso para los despiadados. Me pondré al día en un momento —
digo, tomando la delicada mano de mi madre y besando la parte superior de la
misma—. Discúlpame.
—Disfruta de tu cumpleaños, amor —dice Madre detrás de mí—. Guárdame
un baile para más tarde.
Sonrío mientras me acerco a Keaton. Es una pena que no sea mayor. Estoy
atrapado con Perry en la oficina, pero Keaton es el cerebrito. Tiene toda la onda de
deportista cabrón, desgraciadamente como los malditos trillizos, pero a diferencia
de esos imbéciles, la mente de Keaton es aguda y calculadora. No me cabe duda de
que se llevará el título de mejor alumno de Pembroke en su último año.
—¿Tienes sed? —Arqueo una ceja hacia él.
—Depende. ¿Qué vamos a beber?
Me agarro a su hombro y aprieto.
—El alijo de papá.
La petulancia que se desprende de él se desvanece cuando la vulnerabilidad
reluce en su mirada. Al igual que el resto de los Constantine, la pérdida de nuestro
padre le afectó mucho, probablemente más que a todos nosotros. Mientras que Perry

11
era un adolescente destrozado emocionalmente, Keaton pasó de ser un
preadolescente juguetón y feliz a uno formado de piedra. Impenetrable y duro. Con
eso me relaciono.
Entramos en la finca y nos deslizamos entre el bullicio de los camareros, que
se apresuran con frenesí para que la fiesta sea un éxito. Evito el sonido del piano que
suena en las cercanías y recorro una serie de pasillos hasta encontrar el estudio de
papá. Está cerrado a causa de los invitados, pero rápidamente lo abro con mi llave y
nos permite el acceso. Keaton cierra la puerta tras de sí y yo me dirijo al armario de
licores de papá, que sigue como siempre, gracias a mamá. Cada uno de sus hijos lo
ha asaltado, necesitando sentir esa cercanía con nuestro padre, y de vez en cuando,
ella repone el licor vaciado como si nunca se hubiera tocado.
Keaton toma asiento en uno de los enormes sillones de cuero mientras yo abro
el armario de caoba. Mis ojos se abren de par en par ante la nueva adición. Una
botella de oro de 24 quilates bañada en platino de Henri IV Dudognon Heritage
Cognac Grande Champagne con incrustaciones de diminutos cristales y una cinta
azul marino atada al cuello.
Madre.
La mayoría de las madres comprarían a su hijo una corbata por su trigésimo
séptimo cumpleaños.
La mía me sorprende con una botella de coñac de dos millones de dólares.
—Parece que celebramos de una manera que papá aprobaría —le digo a
Keaton, alzando la botella.
Sonríe y me hace un arrogante gesto con la cabeza.
—Si te ha regalado eso por tu cumpleaños y apenas le gustas, imagínate lo que
me regalará a mí.
Le doy la espalda y nos sirvo un vaso a cada uno. Se lo acerco y estudio a mi
hermano durante el trayecto. Tiene el comportamiento frío y distante que
corresponde a un Constantine, pero sé que arde por dentro. Sus ojos son reveladores,
y a menudo brillan con emociones que de otro modo mantiene bien ocultas.
—Echo de menos esto —admito mientras le paso su vaso y tomo asiento frente
a él.
—¿Pasar el rato con el Constantine más guapo?
—No, veo a ese tipo en el espejo cada día. Se vuelve bastante aburrido, si
somos sinceros. —Le sonrío—. Estoy hablando de papá. Esto era lo nuestro.
El músculo de su mandíbula hace un tic, y lo disimula llevándose el vaso a los
labios, inhalando el aroma, antes de dar un sorbo.
—Mmm.
Casi suelto una carcajada ante su respuesta infantil. A veces, tengo que
recordarme a mí mismo, que sigue siendo un niño. Un niño. En otoño, volverá a
Vermont y terminará su estancia en la Escuela Preparatoria Pembroke. Entonces se
convertirá en un hombre de verdad, siguiendo los pasos de todos los Constantine
varones que le han precedido —aparte del holgazán de Perry—, labrándose un
nombre poderoso. El rugby se convertirá probablemente en un sueño lejano, como
lo fue para mí. 12
—Él siempre le decía a mamá que teníamos asuntos importantes que discutir
entre hombres —digo, mis labios se levantan ante el cariñoso recuerdo—. Y nos
emborrachábamos al límite con su alijo. Luego, Madre nos amenazaba con la vida si
la avergonzábamos.
Cinco años.
Han pasado cinco largos años desde que tuve esos momentos con mi padre
que egoístamente daba por sentado.
—¿Vamos a hablar alguna vez del elefante en la habitación? —exige en un tono
malhumorado más propio de Perry.
Se me levanta la ceja.
—¿El hecho de que tu novia no está contigo?
—Vendrá más tarde. —Sus ojos se apartan de los míos como cuando era un
niño y ocultaba algo—. Estoy hablando de lo que te consume. Estás muy alterado. No
hacemos corazón a corazón, Win, así que escúpelo.
Lo estudio durante un rato, impresionado por su capacidad para olfatear mi
debilidad, lo cual es difícil para la mayoría de los hombres, no digamos para un
adolescente.
—¿Qué relación tienes con los trillizos Mannford?
Después de investigar un poco, descubrí que la doctora Mannford los metió
en Pembroke el segundo semestre de su tercer año.
—¿Los nuevos? —Keaton toma otro trago y se encoge de hombros—. Ellos se
quedan en su terreno y yo en el mío. No se meten conmigo.
—No eres un gánster, Keat. Explícate en términos de adulto civilizado.
Pone los ojos en blanco, recordándome de nuevo su edad.
—Quiero decir que no hablo con ellos si no es necesario. Pembroke tiene
menos que ver con la posición social y más con los círculos. Mi círculo es el del rugby
y el de ellos el del lacrosse. Esos círculos no suelen coincidir. Y no son bienvenidos
en el Club Hellfire.
Casi resoplo. La sola mención del Club Pembroke, que dominaba a todos los
demás, me trae recuerdos de las peleas del colegio. Pero tengo que centrarme en el
ahora.
—Tus círculos no suelen coincidir, ¿pero a veces lo hacen?
—Es así. Nosotros somos leones. Ellos son las hienas que se alimentan de
nuestras sobras. No hay asociación, solo reconocimiento. —Inclinándose hacia
delante, deja su vaso en la mesa entre nosotros—. ¿Por qué el repentino interés en
los Mannford?
—Son... —Me detengo y me rasco la mandíbula mientras reflexiono sobre
cómo expresar esto sin que le llegue a Madre—. Se están metiendo en mi círculo.
Están en mi territorio. Quiero saber cómo te afecta esto si los expulso del juego.

13
Sus ojos azules brillan con interés.
—Me divertiría mucho.
—Algo en lo que ambos podemos estar de acuerdo. —Doy un sorbo a mi
bebida, con la atención puesta en mi hermano pequeño—. ¿Podrías hacerme un
favor?
—Los favores te costarán.
Me río a carcajadas, porque me encanta este chico. Maldito Constantine hasta
la médula.
—Naturalmente —siseo—. Di tu precio.
Nuestra negociación hace que mis pensamientos vuelvan a Ash y a su
misterioso texto. Algo que pronto llegaré al fondo de la situación.
—Todo depende del favor. —Se encoge de hombros, pero sus ojos son astutos,
claramente interesados en nuestra negociación—. Te escucho.
—Por ahora, solo quiero información. No la mierda que puede conseguir
Ulrich fácilmente. Eso es de dominio público.
Ulrich, el investigador privado de mayor confianza de nuestra familia, es
quien ayudó a Madre a averiguar lo que hizo sobre mi ex, Meredith, y la información
sobre el “accidente” de papá que tiene a todos los putos Constantine cuestionando
su muerte.
—¿Entonces qué? —pregunta Keaton—. ¿Cómo a quién se están follando?
—De nuevo, conocimiento común. Imagino que, a cualquier cosa con falda. —
Doy vueltas al líquido en mi vaso, disfrutando de su embriagador aroma—. Quiero
saber qué les hace reaccionar. Necesito saber cómo detonarlos con solo pulsar un
botón.
Su ceja se levanta, la diversión contornea sus apuestos rasgos.
—A veces eres increíblemente cretino. —Los dos nos reímos, porque él
también lo es—. Bien —dice después de un momento—. Te conseguiré tu
información.
—¿Y qué obtienes, bebé Keat?
Se levanta y se acerca al armario de los licores, tomando la botella de la que
hemos estado bebiendo.
—Esto. Tu regalo de cumpleaños.
—Pequeña mierda —refunfuño por encima del hombro—. Bien. Trato hecho.
No le digo que mi verdadero regalo de cumpleaños será cuando Cinderelliott 1
se ponga de rodillas y se atragante con mi polla. Porque, si lo supiera, querría eso en
su lugar, especialmente cuando se dé cuenta de que Ash tiene su edad. Puede que
convenza a mamá de que está enamorado de la niña rica remilgada con la que está,
pero yo sé que no es así. Ella no es más que una herramienta para ser utilizada en su
agenda, sea lo que sea. Otra razón que añadir a la lista de por qué mi familia no puede
saber nada de esta chica.
Todos y cada uno de ellos tratarán de quitármela de alguna manera. 14
Excepto Perry.
Por primera vez en... siempre... el niño de oro también es mi favorito.

1 Cinderelliott: hace referencia a “Cinderella” que es la Cenicienta en español, haciendo un


juego de palabras con su apellido: Elliott.
Ash
P
uedo hacer esto.
No soy una damisela en apuros cualquiera.
Las mujeres que pueden enfrentarse a un Constantine y
mantenerse en pie no se desmayan a la primera señal de peligro. Y
aunque estoy temblando como una hoja y las lágrimas no dejan de correr por mis
mejillas, no dejaré que este ataque me detenga.
Llegaré a ese baile de cumpleaños, encontraré a mi príncipe oscuro y les 15
demostraré a esos trillizos retorcidos que se han metido con la chica equivocada.
Puede que me den un susto de muerte, pero mi fuego interior pide ser liberado para
poder verlos arder.
Mi mente se llena de pensamientos desenfrenados. La mayoría de ellos llenos
de venganza. Algunos de ellos aterrorizados y temerosos, especialmente cuando
pienso en Leo y en el resto de los Morelli. Pero los pensamientos que me hacen seguir
adelante son sobre él.
Winston Constantine.
Mi jodido príncipe azul.
Los juegos que tenemos son nuestros, y no dejaré que esos hermanastros
psicópatas míos o Leo Morelli me hagan sentir avergonzada por ellos. Win me
entiende de una manera que nadie más lo hace. Pero, aunque no me avergüence de
lo que ocurre entre nosotros, y estoy segura de que él tampoco, no puedo descartar
el hecho de que hay efectos en cadena que podrían perjudicarnos al final. Por eso no
puedo ser arrogante y suponer que él me va a rescatar de esta situación.
No, tengo que pensar como Winston.
Hay una manera de tener a los trillizos de vuelta. Estoy segura de que la
encontraré también. Me ven como una chica débil con la que pueden jugar y
controlar. Están jugando con fuego, aunque todavía no se den cuenta.
En cuanto a Morelli...
Eso va a tomar un poco más de trabajo.
Winston puede ayudarme con Scout y sus temibles sombras, pero Leo fue
bastante claro con sus amenazas. Ya se me ocurrirá algo. Una vez que haya
descansado y tenido tiempo para pensar.
Ahora mismo, tengo que prepararme para una fiesta.
Suena el timbre y me sobresalto. Me quito el resto del maquillaje
embadurnado de la cara antes de volver a tirar la toalla en el fregadero. El timbre
vuelve a sonar. Cuando llego a la puerta, me quedo sin aliento. Al otro lado está Perry
Constantine, deslumbrante en esmoquin.
Su expresión de preocupación se transforma en una de furia. Todos los planes
de ser valiente y vengativa se esfuman en ese momento. Rompo a llorar, agradecida
de tener a alguien de mi lado después de la horrible mierda que acabo de soportar.
—Joder, Ash —gruñe Perry, tirando de mí hacia él en un feroz abrazo—. ¿Qué
demonios te ha pasado?
Me aprieta con fuerza, manteniendo unidos todos los pedazos agrietados y
quebradizos de mí. Me permito unos cuantos sollozos desgarradores antes de volver
a reprimirlos. Me lamento y me trago la emoción. No hay tiempo para esto. Me
separo de su abrazo y me limpio los ojos con las palmas de las manos.
—Es una larga historia —digo entre dientes—. Ahora mismo, necesito tu
ayuda.
Me doy la vuelta y subo las escaleras para recoger mi bolsa. Sus pesadas 16
pisadas detrás de mí me reconfortan. En cuanto entramos en mi habitación, suelta
una serie de palabrotas.
—¿Qué coño ha pasado? —exige, señalando mi vestido estropeado en el
suelo—. No me vengas con la mierda de la larga historia. ¿Tus hermanos te hicieron
esto?
—Hermanastros —siseo, metiendo el contenido de mi mochila que habían
sacado antes y cerrando la cremallera—. Son unos imbéciles.
Perry niega, sus ojos azules brillan de ira.
—Esto va más allá del comportamiento de un imbécil. Esto es una locura. Es
una agresión. —Su rostro palidece—. Espera... ¿Ellos...?
—No —me apresuro a decir, enjugando otra lágrima—. Solo me han cortado
el vestido y han hecho lo posible por arruinarme.
Frunce el ceño y me lleva el pulgar al labio, rozando el corte que Scout me hizo
al besarme.
—Te han hecho daño.
—Scout hizo eso, pero no te preocupes, es lo peor.
Sus ojos me penetran mientras intenta leer más allá de la superficie. Por
supuesto que hay algo más. Puede que sea el Constantine simpático, pero sigue
siendo un Constantine capaz de oler la mierda a un kilómetro de distancia. Pero, a
diferencia de Winston, no exige respuestas ni hace todo lo posible por obtenerlas. Es
mejor que Perry haya venido a rescatarme en lugar de Winston. No se sabe lo que
Winston haría si me viera en un estado lamentable en el que no tuvo nada que ver.
¿Por qué?
Porque se preocupa.
¿Verdad?
Mi duda entra en guerra con la lógica.
Por mucho que quiera negarlo, sé que en el fondo lo hace. Para empezar, no
nos habríamos metido en este lío si no lo hiciera. Pero a menudo me pregunto si es
suficiente. ¿Podría alguien como Winston Constantine —intenso, guapo,
increíblemente exitoso— unirse a una mujer no solo de otra clase, sino de la mitad
de su edad? Me gustaría pensar que tenemos más en común de lo que parece en la
apariencia. Solo el tiempo lo dirá, supongo. El tiempo. ¿Cuánto tenemos? Alejo el
persistente recuerdo de sus palabras, de que solo soy su entretenimiento durante
este año, y que el año que viene será un yate o un auto.
—No puedes ir a la fiesta con ese aspecto —dice Perry, con una frustración
evidente en su tono—. Lo sabes, ¿verdad? —Suspira y saca su teléfono, haciendo que
un temblor de aprensión me recorra—. Espera. Ya sé lo que hay que hacer.
—¿A quién llamas?
—A los refuerzos.
Empieza a hablar por teléfono, ladrando órdenes de una forma que me
recuerda a su hermano mayor. Lo sigo fuera de la habitación y bajo las escaleras. Una
17
vez fuera, mis cejas se alzan al ver su auto. Termina la llamada, se guarda el teléfono
y se ríe.
—Un auto estupendo, ¿verdad?
Intento no hacer una mueca.
—Es tan... naranja.
—Es un Chevy Chevelle de 1969. Exterior e interior personalizados. Llantas
de 40 centímetros. Un motor 454 big-block. —Me muestra una sonrisa infantil—. Un
imán para las chicas.
Esa sonrisa suya es el imán de las chicas, no la bestia naranja brillante del
auto.
—Parece una calabaza —suelto, riendo.
—Una calabaza con rayas blancas de carreras y un interior de cuero blanco. —
Me hace un guiño mientras abre la puerta del lado del pasajero—. Tu carruaje al
baile, princesa. Sube o camina. Tú eliges.
Hago como que considero su ultimátum, golpeando mi barbilla con el dedo.
—Es una broma. —Rápidamente, lo abrazo de nuevo—. Gracias.
—Eres la chica de mi hermano. No hay nada que agradecerme.
La chica de su hermano.
Una chica puede desear, sin duda.

Me quedo boquiabierta mientras subimos por el camino de entrada a lo que


Perry llama “el complejo de Constantine”. Es más grande que cualquier mansión que
haya visto. Tal vez unas cuantas mansiones juntas. La gente se arremolina por todas
partes, vestida con elegantes vestidos y trajes de etiqueta, lo que me recuerda que
tengo que poner el culo en marcha y rápidamente.
—Voy a estacionar en el garaje. Nos escabulliremos por ahí —me asegura
Perry, mostrándome una sonrisa reconfortante.
Paso las palmas sudorosas por la tela de mis vaqueros. Le doy las gracias a
Perry. Es imposible que me plantee hacer esto sin su ayuda. Si soy Cenicienta, Perry
es definitivamente mi hada madrina, lo que significa que esta historia está completa
e irremediablemente jodida.
Perry entra en un garaje, el fuerte motor resuena en las paredes y me hace
temblar los huesos. Después de apagar el motor, salimos y entramos a toda prisa en
la casa principal. En lugar de dirigirse a los sonidos del piano y las voces, Perry me
guía por una serie de pasillos. Prácticamente corro para seguirle el ritmo. 18
—Por aquí está la habitación de Tinsley —dice, tomándome de la muñeca.
—¿Tinsley?
—Hermana pequeña. —Me muestra una sonrisa por encima del hombro—.
Los refuerzos.
Mi corazón da un pequeño aleteo al saber que los hermanos de Winston me
están ayudando. Me he sentido tan sola desde que papá empezó a salir con Manda y
más aún después de que se casaran. Al principio me hacía ilusión tener tres
hermanastros. Siendo hija única, siempre anhelé tener hermanos. Ver cómo los
Constantine se mantienen unidos, me calienta el corazón, especialmente ahora que
me siento parte de ello.
—Aquí —dice, entrando en un dormitorio que es más grande que todo el
primer piso de nuestra casa—. Ash, te presento a Tinsley. Tins, ella es la...
—Asistente de Winston —le digo—. Soy su asistente personal. Ash Elliott.
Tinsley, vestida con un pantalón corto de mezclilla blanco y una blusa sin
mangas amarilla pálida, se gira para mirar hacia mí. Sus ojos azules brillantes son
curiosos, aunque un poco aprensivos. Todos los niños de Constantine se parecen.
Perfectos, de cabello dorado, hermosos, que podrían ser fácilmente modelos o
celebridades. Tinsley, aunque parece más joven que Perry y que yo, es tan guapa
como el resto.
—¿Asistente personal? —Los labios de Tinsley se curvan en una sonrisa
divertida—. ¿Así es como la llama Winny?
Perry se ríe.
—Por ahora. ¿Tienes algo que ella pueda usar?
—¿No crees que deberíamos hacer algo con su rostro y su cabello primero? —
pregunta Tinsley, frunciendo el ceño—. Madre perderá la cabeza si la “asistente
personal” de Winston se presenta con un aspecto que no sea perfecto.
—Jac y Gus llegarán pronto. Ya le he mandado un mensaje a Keaton para que
los recoja y los traiga aquí. —Perry hace un gesto a su hermana pequeña—. ¿Por qué
no estás vestida?
Ella se encoge de hombros, con el labio inferior haciendo un ligero mohín.
—No me apetece.
—Madre no soportará que no te presentes, Tins —dice Perry, con voz firme—
. Tienes que vestirte.
Ella se salva de más mandoneos de hermano mayor cuando la puerta del
dormitorio se abre, atrayendo toda nuestra atención. Otro Constantine, mucho más
joven que Winston pero todavía una réplica sexy de él, entra a grandes zancadas, con
la arrogancia que le caracteriza. Su esmoquin le sienta bien, mostrando un cuerpo
musculoso y atlético. Mientras que Tinsley y Perry son cálidos, el recién llegado
parece mucho más frío.
—Keaton —saluda Perry—. ¿Dónde están Jac y Gus?
—Descargando su auto. —Los ojos de Keaton se posan en mí y los estrecha—.
Tú debes ser el caso de caridad.
19
Tinsley murmura algo en voz baja sobre que es un maleducado, y Perry aprieta
la mandíbula. A mí, sin embargo, no me intimida. En todo caso, es el que más me
recuerda a Winston. Y hay una familiaridad en su frialdad que me resulta
inmediatamente cálida.
—En carne y hueso —digo encogiéndome de hombros—. Winston quiere que
vaya a su fiesta. Alguien pensó que no debía ir y trató de impedírmelo. Pero todos
sabemos que Winston consigue lo que quiere sin importar el coste.
Keaton sonríe, y Perry pone los ojos en blanco mientras Tinsley disimula una
sonrisa.
—¡Estamos aquí! —canta una voz aguda—. Señorita Tinsley, está usted
encantadora. Denos quince minutos y estará lista para el... ¡oh, dulce bebé Jesús, no
me diga que esto es en lo que estamos trabajando nuestra magia!
Un hombre pequeño, de baja estatura, con el cabello rosado y un anillo en el
labio, me mira como si fuera una enfermedad que pudiera contraer. Justo detrás de
él, un tipo más corpulento y cargado de bolsas gruñe, también inseguro, mientras
me evalúa. A diferencia de este tipo, va vestido con una camiseta y unos vaqueros y
lleva el cabello negro desordenado en la cabeza.
—Gustavo —grita el hombrecillo, agitando una mano salvaje hacia mí—.
¡Disfruta de esta monstruosidad! Esto va a ser imposible. Quiero decir, ¡solo mira
toda esa mancha en su rostro! Ni siquiera me hagas hablar del espanto que es su
cabello.
Keaton se ríe y le da una palmada en la espalda a Perry.
—Quizá deberías pagarles el doble. Tiene razón. Es un desastre, hombre.
Perry se endereza y se acerca a mí.
—Cóbrame lo que haga falta, Jac, pero hazlo. No solo tiene que estar lista para
la fiesta, sino que tiene que ser la estrella de esta noche. Haz que se luzca.
Jac se burla.
—No me insultes. Sabes que mi hermano y yo somos los mejores. —Luego se
gira para mirarme con los ojos entrecerrados, señalando mi moño desordenado y
húmedo—. El cabello va a ser la parte más difícil. Tienes un montón de cabello, y
todavía está húmedo. Por suerte, he traído el cabello de emergencia.
—¿Qué coño es el cabello de emergencia? —pregunta Keaton, con sus
facciones más juveniles ahora que están contorsionadas en una expresión de horror.
—Pelucas, idiota —dice Perry, sacudiendo la cabeza—. Vamos, Keat, hablemos
mientras trabajan con las chicas.
—No voy a ir —dice Tinsley, enderezando su columna vertebral, su voz suave
pero inquebrantable—. Por favor, no me hagas ir.
Los tres hermanos parecen conversar sin palabras, cada uno de ellos
mirándose como si pudieran ver en la cabeza del otro.
—Puede llevar mi vestido, no pedirlo prestado. —Los ojos azules de Tinsley
brillan como si se hubiera convencido de la idea y ahora tuviera que convencer a sus 20
hermanos—. Jac trajo cabello de emergencia porque pensó que me estaba
preparando, lo que significa que Ash puede pasar por rubia. —Keaton frunce el ceño
y Perry niega—. Sí —dice Tinsley, con la voz más firme—. Nadie se dará cuenta. Ash
puede evitar a Madre, y ella pensará que estuve allí mientras Ash mantenga la
distancia.
—No —gruñe Perry—. Madre ya nos ha mandado un mensaje para avisar de
que se nos espera para hacer el brindis a medianoche. Tienes que estar allí.
Tinsley se desinfla, con el labio inferior sobresaliendo de forma simpática.
—Oh.
—Tal vez haya una manera. —Keaton se acerca a ella, su sobreprotección
agitándose en ondas mientras pasa un brazo musculoso sobre los delicados hombros
de su hermana—. Ash puede asistir a la fiesta, evitar a Madre y, antes de que llegue
la medianoche, las dos pueden cambiarse el vestido justo a tiempo para el brindis.
Una sonrisa esperanzadora adorna los labios de Tinsley.
—Eso podría funcionar —ofrezco, queriendo ayudar a dar a esta pobre
socialite la noche libre, ya que está claro que le agobia—. A las doce menos cuarto,
podríamos encontrarnos aquí.
Perry frunce el ceño mientras considera nuestro plan.
—Eso solo hará que la gente hable. Las dos no se parecen en nada.
—A la única que tenemos que convencer es a Madre —argumenta Keaton—.
¿A quién le importa el resto? Ellos hablan de todos modos. Diablos, es lo único que
hacen. Deja que hablen y dale un respiro a Tins.
La mirada de Perry revolotea sobre su hermana pequeña antes de soltar un
pesado suspiro.
—Bien, pero si la cagan, mamá se va a poner lívida.
Me encojo de miedo por la posibilidad de disgustar a su madre.
—No la vamos a cagar —le aseguro a Perry—. Lo prometo.
—Jac, Gus —grita Perry—. Hagan su magia y esperemos como el infierno que
funcione, porque si no, estamos todos jodidos.

21
Winston
O
dio a la gente.
Odio las fiestas.
Odio especialmente que me hagan desfilar como el hombre
del momento.
—Es tu cumpleaños —dice Nate, agarrando mi hombro y apretando—.

22
Relájate. Estás ahuyentando a todas las mujeres atractivas con esa cara de pocos
amigos.
Levantando una ceja, sonrío a mi amigo.
—Te das cuenta de que las mujeres a las que he espantado con mi mirada son
la novia de Keaton y su séquito.
Nate se encoge de hombros.
—Siguen siendo sexys.
—Y menores de edad.
Ante esto, se ríe.
—Si Ash estuviera allí con ellas, igual de joven, tu viejo culo estaría allí
tratando de arrastrarla al armario más cercano, que se jodan las leyes.
—Mmm.
—Es solo una fase, ¿verdad?
Mi ceja se arquea ante su pregunta.
—Por supuesto que lo es. Todas son una fase.
Eso es todo lo que Ash es. Eso es todo lo que puede ser.
—Claro.
—Tú, más que nadie, deberías saberlo. Estabas allí cuando... —Me detengo,
clavándole una dura mirada. Meredith me destruyó cuando era un maldito
adolescente. Nate estaba allí para recordarme quién soy y quién debo ser. Él sabe
que no puedo permitirme ponerme en esa situación nunca más.
—Solo estoy cuidando de ti, hombre. Siempre te cubro la espalda. —Ladea la
cabeza, frunciendo el ceño—. De todos modos, ¿dónde está Ash?
Mira a la multitud de personas que se arremolinan alrededor, charlando y
riendo mientras consumen su champán. Ella no está aquí. Tampoco están los
Mannford, por lo que veo. Lo sé porque llevo una hora buscándola y, en esa
búsqueda, tampoco los he encontrado a ellos. Demasiada gente, carajo.
—Estará aquí —murmuro—. Diablos, puede que ya esté aquí.
La idea me inquieta. Si esos cabrones tienen su teléfono, no puede ponerse en
contacto conmigo. Voy a encontrarlos y a retorcerles el cuello. Cuando veo la cara
sonriente de Perry al otro lado de la habitación, dejo que Nate babee por las
adolescentes mientras yo acecho a mi hermano. Por el camino, todas las personas
me desean un feliz cumpleaños. La fiesta apenas ha empezado y ya he terminado.
—Perry —grito cuando estoy cerca—. ¿Podemos hablar?
Se excusa y se cruza en mi camino. Su expresión es ilegible, lo cual es
sorprendente. Sea lo que sea lo que intenta ocultarme, ya lo descubriré. Le hago un
gesto para que me siga al exterior, lejos de la sofocante multitud. Una vez fuera,
esquivamos a algunas personas que ríen en grupo para situarnos cerca de una zona
de sombra en el patio.
—¿Qué está pasando? —exijo, clavándole una mirada firme. 23
Sus labios se fruncen mientras mira a su alrededor.
—Me he encargado de eso.
—¿De eso?
Se pasa la palma de la mano por el rostro, con un brillo de angustia en los ojos.
—No sé qué ha pasado.
—Lo que dices no tiene sentido.
—Ash —sisea.
—¿Qué pasa con Ash? —Mi voz es baja y mortal. Los vellos de la nuca se me
erizan. No es que esté asustado, sino más bien como un perro que está a punto de
atacar.
—Ella... —Sus rasgos se estrechan de angustia—. Ellos la hirieron.
La sangre que corre por mis venas se vuelve helada en un instante,
endureciéndome hasta la médula. El frío intenso que me recorre es el odio.
Por ellos.
No tiene que decirme quiénes porque ya lo sé.
Los mismos hijos de puta que le robaron el teléfono.
—¿Hacerle daño cómo? —exijo entre dientes apretados.
—No estoy seguro. Ella está siendo muy reservada al respecto.
—¿Dónde está ella?
—He dicho que me he encargado de ello... ¡Oye, Winny, alto!
Dejo a mi hermano mientras vuelvo a entrar en la casa, ganando impulso
como una avalancha con cada paso furioso en el camino. Acabo de entrar cuando
Perry me agarra del brazo y me detiene.
—Espera —me dice, y me agarra con más fuerza cuando intento quitármelo de
encima—. ¿Qué vas a hacer?
—Fueron sus hermanos, ¿verdad?
—Hermanastros —dice Perry—. Pero sí. Ella dijo que fueron ellos.
—¿Dónde está?
—Estará aquí pronto.
Nuestra conversación se interrumpe cuando se acercan tres psicópatas
vestidos de esmoquin. El líder, Scout, me muestra una sonrisa malvada. Una que
gotea triunfo y poder. El mierdecilla no sabe lo que ha empezado.
Una maldita guerra que no ganará.
—Constantine —se burla Scout—. Feliz cumpleaños.
—Niños —saludo, asegurándome de mirarlos por debajo de la nariz—. ¿Dónde
está su mamá?
Scout aprieta la mandíbula y estrecha la mirada. 24
—Mejor pregunta es, ¿dónde está la Puta Sucia de Winston?
Perry maldice, dando un paso al frente como si fuera a golpear a este chico.
Eso no va a pasar en mi guardia. A estos imbéciles les encantaría que un Constantine
perdiera el control. Le lanzo a Perry una mirada sombría que lo hace relajarse,
dejándome tomar la iniciativa. Una vez que me aseguro de que no está a punto de
arrancarle la cabeza a Scout, me acerco más al tipo, disfrutando de que lo supero en
altura, peso, ingenio y puto dinero. Ni siquiera tengo que recordarle que es menos
que yo. Él lo sabe. Puede sentirlo en el poder de mi mirada.
—Enséñale la foto, Sully —dice, sin retroceder.
Sully saca un teléfono y se lo entrega a su hermano. Mis nervios zumban,
porque sé que está a punto de mostrarme algo que me va a enojar. Su teléfono está
repleto de mierdas que hemos hecho. Este tipo me lo va a echar en cara,
probablemente intentará chantajearme. Conozco su tipo.
Hienas.
Como dijo Keaton, somos leones, y limpiaré los huesos de este cabrón. En
sentido figurado, aunque no me importaría verlo ensangrentado por mi puño. Pero
eso no es lo que les duele a los pequeños psicópatas malcriados. No les das una paliza.
No, les destrozas la vida y las pocas cosas que les importan. Ya sé que no voy a estar
satisfecho hasta que le haya arrancado todo lo que le importa.
—Olvidé mencionar —gruñe Scout—. que mi dulce hermana no vendrá a tu
fiesta de cumpleaños, Constantine. Ha tenido un inconveniente con el vestido.
Puedo intimidar a la mayoría de los hombres con una simple mirada, pero sus
palabras hacen que mi pecho se apriete dolorosamente.
—Tus burlas se están volviendo aburridas, muchachito. ¿Qué quieres?
—Advertirte. —Sus labios se tuercen en una sonrisa cruel que probablemente
asuste a sus compañeros, pero que solo sirve para enfurecerme.
Le arqueo una ceja.
—Soy un Constantine. No aceptamos bien las amenazas.
—Qué jodida lástima —gruñe, echándome el teléfono en el rostro—. Esto es
solo una muestra de lo que soy capaz. —Me doy cuenta de que no es su teléfono, pero
hay una foto de ella en él.
Ash.
Mi hermosa, destrozada y estropeada chica.
Pero no arruinada por mi mano.
No, esta mierda de persona que está frente a mí es la responsable. Está
desesperado por mi ira, tiene una jodida excitación por ello. Por mucho que quiera
romperle los huesos de la cara con el teléfono, controlo mi rabia explosiva,
conteniéndola con un encogimiento de hombros desinteresado.
—Puedes agredir a una mujer de la mitad de tu tamaño —le digo, con los ojos
clavados en él—. Veo muy claramente de lo que eres capaz.
Un camarero se detiene para ofrecer champán. Tomo dos copas y le doy una 25
a Perry. Mi hermano me observa como un halcón, conteniendo a duras penas su
propia ira, pero tomando una página de mi libro y manteniéndola bajo control.
Los trillizos psicópatas están a punto de explotar.
Supongo que están acostumbrados a salirse con la suya.
Pero yo no soy una niña pequeña ni su puta madre.
Soy un maldito Constantine.
Y siempre me salgo con la mía.
Ahora mismo, quiero verlos perder su mierda. Creen que han ganado, pero
solo me han atrapado con la guardia baja. Tan pronto como pueda, voy a poner patas
arriba todo su mundo. Demonios, destruiré a Manda mientras estoy en ello si tengo
que hacerlo solo para meterles en la cabeza que joder con la propiedad de
Constantine es un gran, gran no.
—Sabemos toda la mierda enferma que Ash y tú hacen juntos —gruñe Scout,
su rostro se pone carmesí mientras intenta pobremente irritarme—. También
sabemos que le pagas por ello.
Le sonrío y luego bajo rápidamente mi copa de champán antes de darle una
palmadita en el pecho.
—Vas a tener que hacerlo mejor que eso, Mannford. Unos vídeos de sexo sucio
no van a hacer caer al rey de esta ciudad. Inténtalo de nuevo, niño.
Esquivando al mocoso, me abro paso entre la multitud de gente, con la mente
en marcha. Claro, puede que no le muestre a Scout que me ha molestado, pero lo ha
hecho. Bajo el hervor de mi sangre hay un impulso innato de encontrar a Ash.
Estará aquí pronto.
Me encargaré de ello.
Con los dientes apretados, siseo a mi hermano.
—Empieza a hablar y rápido.
—Ya está aquí —me asegura Perry—. Jac y Gus la están preparando.
Como si tuviera un sexto sentido cuando se trata de Ash, mis ojos se mueven
entre la multitud, buscándola. Encuentro a Keaton entrando con Tinsley, pero Ash
no está con ellos.
Mi hermana, que siempre es la reina de todos los bailes, avanza con un vestido
azul que brilla y se mueve como el agua, como si estuviera atravesando olas cerúleas.
No es Tinsley.
La intensidad que emana de la rubia no es la de mi hermana pequeña. Es una
persona que conozco íntimamente. Barbilla levantada. Pies firmes. Ni un ápice de
vacilación mientras desfila del brazo de mi hermano pequeño fingiendo ser una
Constantine.
No sé cómo se las ha arreglado para pasar de ser una niña arruinada y
degradada en el suelo de su habitación a una princesa. Perry tiene algo que ver, y al 26
parecer Keaton y Tinsley también. No estoy seguro de lo que los jóvenes Constantine
están haciendo, pero por una vez, estoy agradecido de que parezcan unirse en mi
nombre.
Es porque lo saben.
Ash es mía, y esos triples cabrones se metieron con lo que es mío.
Mi juguete. Mi empleada. Mi inversión.
Si papá nos enseñó algo, es que la familia está por encima de todo, incluso del
dinero. Han elegido ayudarme sin saber la historia completa.
¿Cuál es la historia completa, Winston?
Por mucho que a Ash le gustaría estar en mi discurso interior para demostrar
de alguna manera que me he enamorado de ella, no es cierto. Ella es simplemente
algo que me pertenece, y soy demasiado engreído para permitir que otros niños
jueguen con lo que es mío. Eso es todo lo que es. Yo siendo territorial sobre algo en
lo que he invertido tiempo y pagado caro.
—La tienes hasta medianoche, hermano —dice Perry, apretando mi hombro.
—¿Qué pasa entonces? ¿Se convierte Cinderelliott en una calabaza?
Se ríe.
—No, es cuando mamá se convertirá en una reina malvada si descubre a una
impostora haciendo el papel de su hija.
Ahhh, el brindis.
—Déjame adivinar. Se supone que tengo que hacer de príncipe encantador
hasta entonces.
—No, Winny, naciste para hacer de villano. Y después de lo que esos cabrones
le hicieron, encantador es lo último que necesitamos de ti en este momento.

27
Ash
R
espira.
Que no cunda el pánico.
Me trago mi preocupación y miro a Keaton. Sus rasgos son
fríos e impasibles, pero está tenso. Al igual que Winston, me doy
cuenta de que Keaton lleva su falta de emoción como una armadura, pero si tuviera
que adivinar, en el fondo también tiene sentimientos. Era evidente que no estaba
seguro de dejar a Tinsley y acompañarme a mí en su lugar. Su ánimo era palpable y 28
lo que parecía empujar a Keaton hacia adelante. Es reconfortante sentir la conexión
entre sus hermanos.
—¿Y ahora qué? —pregunto, con la voz ligeramente temblorosa.
—Evitamos la sala del piano, ya que allí es donde mamá se habrá instalado
con sus amigos. —Se detiene bruscamente y me guía hacia la derecha—. Será mejor
que evitemos también a mis amigos.
Mi corazón palpita de nervios.
—Y a mi familia también.
Sus penetrantes ojos azules se encuentran con los míos y me estudia.
—¿Los trillizos Mannford te han hecho algo?
—Solo ser ellos mismos —murmuro—. Me sorprendieron. No volverá a
ocurrir.
Parece complacido por mi respuesta y me guía hacia la pista de baile. Me
recuerda a mi baile de graduación del instituto de hace unos meses. Tate era un
perfecto caballero. La vida se sentía segura con él.
Y no me gustó nunca.
Ignoro la vocecita interior que me recuerda que prefiero todo lo contrario. Mi
relación con Winston lo demuestra diez veces. Todo en él grita inseguridad y, sin
embargo, estoy enamorada de su perversidad. Me excita su seductora crueldad.
Un hombre de cabello y ojos oscuros me mira fijamente. Por un segundo,
titubeo, preocupada por si Leo Morelli ha aparecido en esta fiesta. El miedo se me
sube a la garganta y me hace marearme. Cuando aspiro una profunda bocanada de
aire, mi terror se disipa al darme cuenta de que el hombre no es un Morelli. Por
mucho que los Constantine odien a los Morelli, es imposible que Leo se deje ver por
aquí.
Él me dijo que no le dijera a Winston, pero ¿y si lo hiciera?
Win me protegería.
¿Verdad?
Podría mantenerme a salvo, tal vez, pero la avalancha que Leo traería a su
familia y a la mía sería más de lo que incluso un Constantine podría defender. Se me
eriza la piel ante la idea de que todas las personas que conozco se enteren de lo que
Winston y yo hacemos en nuestro tiempo libre.
Ya se me ocurrirá algo.
Tal vez pueda inventar algo para que Leo no me moleste hasta que encuentre
la manera de decírselo a Winston.
—Háblame de los trillizos —dice Keaton, acercando su gran palma a mi
cintura y estrechando mi mano en la suya, haciendo que todos los pensamientos
sobre los Morelli se desvanezcan mientras pienso en mis horribles hermanastros—.
Quiero saber a qué nos enfrentamos.
Nos conduce a un baile sin esfuerzo por su parte. Al principio tropiezo 29
mientras encontramos el ritmo, pero pronto nos movemos al compás de la melodía
clásica.
—Son unos imbéciles —murmuro, frunciendo el ceño—. Unos malcriados.
Sus labios se curvan en una sonrisa pecaminosa.
—También lo son los Constantine. Dime qué les gusta.
—Su madre. —Los chicos de mamá hasta la médula—. El lacrosse. Y sus autos.
Los ojos azules se iluminan con malicia.
—Gracias por la información... hermana. Pero ahora tengo que ir a explicarle
a mi novia por qué estoy bailando con una chica que no es mi hermana. Por su
expresión, sabe que no eres Tinsley. Buena suerte.
Antes de que pueda procesar su abandono, otro Constantine se abalanza sobre
mí. Perry. Su hermosa sonrisa me tranquiliza. Al igual que con Keaton, caemos
fácilmente en un ritmo que se siente practicado.
—Puede que engañes a los de fuera, pero cualquiera que conozca a Tinsley
sabe que no son las mismas. Puede que el cabello y la forma de vestir cumplan el
papel —dice Perry, levantando una mano para tirar de un mechón rubio—, pero son
tan diferentes como la noche y el día.
—¿Diferente en qué sentido?
Perry me estudia durante un rato.
—Tinsley es casi siempre buena.
—Yo soy buena —argumento, a lo que él sonríe.
—Claro que lo eres. —Me guiña un ojo y me sonrojo cuando las imágenes de
la última noche con Winston no son nada buenas—. Probablemente sea la más
simpática de los Constantine.
—No lo sé —argumento—. Tú eres mi favorito hasta ahora.
Se ríe.
—Creía que Winston era tu favorito.
—Winston es... algo. Favorito es una exageración.
Sus rasgos se arrugan.
—Sé lo que te hicieron los trillizos.
—¿Te lo han contado? —Me encuentro con su mirada, con un nudo en la
garganta.
—Vi una foto. —Un ceño fruncido transforma su rostro—. Si Winny no hubiera
estado allí, le habría arrancado la cabeza a ese cabrón.
—¿Foto? —balbuceo—. ¿Te han enseñado una foto?
—No te preocupes —me asegura—. No se saldrán con la suya.
El alivio me invade. No quiero que se salgan con la suya. Aunque eso
signifique que le deberé a Winston y a su familia, no me importa. Quiero que Scout 30
y sus hermanos sean castigados.
—Gracias —murmuro—. ¿Dónde está Winston?
—Codeándose. —Se ríe—. Su cosa favorita.
La idea de Winston codeándose es definitivamente de risa. Me lo imagino
atrapado en una conversación con las amigas de su madre, mirándolas con
desprecio. Me hace echarlo de menos. He tenido tanta prisa por llegar y estar lista
que no he tenido mucho tiempo para pensar en nada más.
—¿Me concedes este baile? —me dice una voz profunda.
Pero no es la voz.
La decepción me recorre mientras fuerzo una sonrisa para el amigo de
Winston, Nate. No me mira como si fuera una puta buscadora de oro, así que lo
considero una victoria.
Perry me hace un gesto con la cabeza, indicando que estaré bien con Nate, y
luego me entrega a él. Nate me sonríe mientras me pone la mano en la cintura.
—Una rubia ahora, ¿eh? —Arquea la ceja—. ¿Un nuevo juego pervertido al que
juegan el jefe y tú?
—Algo así —miento, mostrándole una sonrisa falsa—. ¿Dónde está Winston?
—Haciendo acto de presencia con su madre. —Sus ojos se dirigen a mi pecho,
deteniéndose en mi escote—. Sabes que su lealtad es ante todo con su familia,
¿verdad? Tus tontas ideas de convertirte en su esposa no son más que fantasías
infantiles. Winston nunca se conformará, y mucho menos con una criada.
¿Una criada?
Soy mucho más que eso.
—Por mucho que te preocupes por el futuro de Winston, diría que parece que
tienes un gran interés en él. —Le dedico una sonrisa de perra—. ¿Estamos
compitiendo por su amor? Porque, Nate, te puedo asegurar que no hay nada que no
le permita hacer a ese hombre si me lo pide.
Puede que Winston no se preocupe por mí como yo lo hago por él todavía,
pero que me parta un rayo si dejo que este imbécil me intimide.
Nate retrocede un paso y luego se detiene, frunciendo el ceño hacia mí.
—No durará. Eres algo que tiene su interés por el momento, pero pronto se
aburrirá de ti. Soy su mejor amigo. Esos no desaparecen cuando la erección lo hace.
Abro la boca para soltar algo ingenioso, sin duda, pero entonces los buitres se
lanzan en picado en cuanto Nate se aleja, dejándome sin palabras. Sin embargo, es
Scout quien se abalanza, mientras los otros dos se quedan como guardias
protegiendo a su rey.
—Suéltame —siseo, intentando quitarme la mano del agarre de Scout.
—Ni lo sueñes, hermanita —gruñe Scout, con sus fuertes dedos clavados en
mi cadera—. Vas a decirme cómo lo has logrado. La última vez que te vi, parecías una
mierda. Lo hicimos así.
31
Intento soltar mi mano de su agarre, pero él solo la aprieta, con la fuerza que
brilla en su mirada. Pero, a diferencia de lo que ocurría en casa cuando estaba a su
merced y sola, me enfrento al monstruo, agradecida de tener testigos.
—Tengo recursos —escupo—. Puede que me hayas despojado de mis
pertenencias, me hayas agredido y me hayas amenazado, pero no pensaste que me
daría la vuelta y lo aceptaría, ¿verdad?
—Quizá no fuimos lo suficientemente claros...
Sus palabras se cortan cuando sus ojos se estrechan detrás de mí. Apenas
habíamos estado bailando, pero ahora estamos completamente parados. Tan pronto
como un escalofrío recorre mi columna vertebral, sé por qué.
Winston.
Frío, dominante y arrogante.
Su frígida autoridad me calienta hasta los pies. Ansío volver a caer contra su
sólido pecho, permitiendo que me sostenga en sus brazos protectores. En lugar de
eso, aspiro con fuerza y espero a que termine el concurso de miradas entre Scout y
Winston.
—Salgan de aquí, mocosos —gruñe Winston—. Los adultos tienen que hablar.
Las fosas nasales de Scout se ensanchan, pero no me deja ir.
—Vete a la mierda.
Winston se acerca hasta que su pecho se aprieta contra mi espalda.
—No me hagas decirlo de nuevo, o te avergonzaré delante de todos los
presentes.
Sully agarra el hombro de Scout, pero se lo quita de encima, con la furia que
lo caracteriza. Me suelta y da un paso atrás.
—Hasta luego, hermanita —dice Scout, con la amenazante promesa de algo
más como una pesada y desagradable niebla a nuestro alrededor.
Los trillizos se alejan, desapareciendo entre la multitud. Una vez que es
seguro, me doy la vuelta para mirar a Winston. La foto de antes no hacía justicia a su
aspecto. El hombre puede llevar un traje, eso es seguro. ¿Pero un esmoquin? Es
delicioso y peligroso a la vez. Una mezcla entre príncipe y espía secreto. Un villano
con fachada de héroe.
Esta noche, en mi historia, es más héroe que villano. Ha ahuyentado a los
monstruos y me mira como si fuera la cosa más hermosa que ha visto. Claro, tiene el
ceño fruncido porque es el maldito Winston Constantine, pero la intensidad de sus
ojos azules helados es una mezcla de inquietud y lujuria. Hace falta todo lo que hay
en mí para no ponerme de puntillas y apretar mis labios contra los suyos.
—Tienes corazones en los ojos, Ash —dice con una ceja arqueada—. Los ojos
de corazón significan que quieres palabras bonitas, y sabes que te costarán.
Me desinflo un poco, recordando el hecho de que esos bastardos me robaron
todo el dinero. 32
—No me lo puedo permitir. No puedo pagar nada ahora.
La música cambia a algo familiar. Winston tiene un brillo diabólico en los ojos
justo antes de hacer algo que me avergüence por completo. Pero, en lugar de
sentirme aprensiva, me reconforta.
Pensaba que con mi antiguo novio Tate estaba a salvo.
Nunca estuve a salvo con Tate, por lo que fue fácil que los trillizos del mal le
espantaran.
Con Winston, lo siento. Su oscura promesa tácita protegiéndome de todos los
que nos rodean. Él quiere hacer que mis hermanastros paguen por lo que hicieron.
—Baila conmigo. —Me ofrece una mano—. Vamos.
Levantando la barbilla, me encuentro con su mirada penetrante sin aceptar
su mano.
—¿Cuánto?
Sus ojos se entrecierran y sus fosas nasales se ensanchan cuando baja la mano.
—Es mi cumpleaños. ¿No debería ser gratis?
—El sexo es gratis —le digo, devolviéndole sus propias palabras—. El resto
tiene un precio. —Me acerco y le doy una palmadita en el pecho—. Además, ya te he
comprado un regalo de cumpleaños.
Al oír esto, sonríe.
—¿Qué podría haberme regalado mi pequeña doncella?
—Ya lo verás. Pero primero, hagamos un trato. Quinientos por canción.
—Mil si tropiezas al menos una vez con tus propios pies.
—Sé cómo bailar el vals, Win —digo resoplando—. Será más difícil tropezar a
propósito.
—Nunca has bailado el vals conmigo, Cinderelliott. Acepta el trato o no lo
hagas.
—Tienes suerte de que necesite dinero —le respondo con sarcasmo.
Su sonrisa de villano lanza una llama a mi quebradizo corazón, prendiéndole
fuego.
—Efectivamente. Date prisa, Ash, la canción está a punto de terminar.
—Endúlzame la canción, y ya tienes un trato.
—Como tu cara de póker apesta, y sé que eres mejor para bailar de lo que te
estoy dando crédito, te pagaré dos mil dólares por canción si no te equivocas.
Extiendo la mano para estrecharla. Su mano envuelve la mía, ofreciéndome
su fuerza. La canción cambia a “Unchained Melody” de The Righteous Brothers. Él
no suelta mi mano, pero en cambio no pierde tiempo en atraerme hacia él. Como es
Winston y está esperando a que meta la pata, me lanzo al baile, recordando todas las
lecciones de baile de cuando era niña y adolescente. Nos deslizamos sin esfuerzo
entre la multitud, moviéndonos de un lado a otro hasta que creamos un amplio 33
espacio a nuestro alrededor lleno de asistentes a la fiesta que sonríen mientras ven
bailar al cumpleañero. Es un poco incómodo, pero me concentro en el hombre
extremadamente exitoso y perversamente guapo.
Su mirada es intensa mientras mantiene su atención centrada únicamente en
mí. Me hace girar y luego me trae de vuelta a él, sin que ninguno de los dos pierda el
ritmo. Jadeo cuando me inclina, preocupada por si se me resbala la peluca, pero
entonces me levanta de nuevo y todo está bien con mi cabello. Bailamos el vals por
el salón con facilidad. La canción termina de repente, pero él no me suelta.
—¿Otra vez? —pregunta, con el ceño fruncido.
—Otra vez.
Sus ojos se detienen en mi boca, y entonces empezamos a bailar algo diferente.
Por suerte, varias personas se han unido a nosotros en la pista de baile, incluyendo
a Keaton y su cita.
—Tendrás que pagarme en efectivo hasta que pueda conseguir un nuevo
teléfono —le digo—. El mío no sirve.
Un destello de furia oscurece sus ojos azules.
—¿Quieres que te lo recupere, princesa?
Pongo los ojos en blanco y me resisto a sonreír.
—Se supone que debes capturar a la princesa, villano, no intentar defender su
honor.
—Disculpa, Cinderelliott, tengo mis cuentos confundidos.
—Se lo llevaron todo, Win. —Mi labio inferior tiembla de nuevo—. Lo que le
hicieron a mi vestido... —Trago con fuerza, frenando mis lágrimas—. Fue horrible. —
El aterrador ceño de Leo Morelli aparece en mi mente, haciéndome estremecer.
Ojalá pudiera decirle a Win que hay más monstruos en mi mundo que los trillizos,
pero no puedo. Estoy demasiado asustada, demasiado preocupada de que Win... No,
no me dejaría de lado por ello. Mi corazón parece tropezar con la idea, con el miedo.
Me hace un gesto cortante con la cabeza.
—No quedará sin castigo. Ahora no es el momento. Cuando te sumerges en un
mar de tiburones, no debes sangrar. Ni siquiera una gota, porque la olerán a un
kilómetro de distancia.
Nada de lágrimas.
Ninguna debilidad.
Levanto la barbilla, forzando una sonrisa.
—¿Sabes que Perry tiene un auto naranja?
Ante esto, Winston se ríe. Un sonido tan hermoso y raro. Podría embotellarlo
y escucharlo siempre.
—¿Por eso Madre se puso histérica?
—Es... especial. —Le sonrío—. Pero le encanta. Amenazó con hacerme
caminar si no dejaba de burlarme. 34
Su expresión se vuelve seria.
—Hablando de eso, te debo un auto.
—Winston —me burlo—. No me debes un auto.
Es un amargo recordatorio de lo que es esto para él. Una transacción. Un
juego. Algo para pasar el tiempo. Para él, es una forma de gastar su interminable
suministro de dinero y encontrar entretenimiento. Para mí, se está convirtiendo en
mucho más. Sin embargo, a veces, cuando miro lo suficientemente profundo en sus
fríos ojos azules, encuentro un calor para mí que me da esperanza.
Tengo que creer que somos más.
Aunque tenga que creerlo por los dos.
—Te debo un auto. Te lo prometí anoche.—Se detiene al terminar la canción,
con los ojos clavados en mí—. Y tú me debes una mamada.
“Si me complaces en esta fiesta de cumpleaños, te recompensaré con mi polla
en tu bonita garganta”.
—¿Estás diciendo que te complazco? —me burlo, sonriéndole.
Sus labios se mueven.
—Ahora mismo eres demasiado pobre para mis cumplidos. De todas formas,
he subido el precio.
—Eres un idiota.
—Uno al que quieres adorar. —Me muestra una sonrisa lobuna—. Vamos.
Conozco un lugar donde obtendrás tu sucio deseo.

35
Winston
H
ace falta todo lo que hay en mí para no agarrar la muñeca de Ash
y arrastrarla entre los cientos de personas hasta tenerla sola en
algún rincón oscuro. En lugar de eso, le ofrezco mi codo —porque
soy un maldito caballero— y la guío lejos de la gente que baila
hacia la cocina. La gente sigue parándome y deseándome un feliz cumpleaños, para
mi disgusto. Ash se ríe en voz baja cada vez que suelto una maldición cuando otra
persona se abalanza sobre mí. Varios de ellos miran a Ash con curiosidad, mientras
que unos pocos la llaman por el nombre de mi hermana Tinsley. 36
Sin embargo, lo que estoy a punto de hacerle no es muy fraternal.
Cuando por fin llegamos a la cocina, la hago pasar por delante de los atareados
camareros. Algunos trabajadores nos miran confusos, pero nadie discute.
—¿A dónde vamos? —pregunta Ash mientras la arrastro por un pasillo
tranquilo.
—A un lugar privado.
Abro el almacén y la meto antes de cerrar la puerta tras nosotros. Sus ojos
color avellana se posan en mí y se lame los labios.
—¿Y ahora qué? —Su voz es baja y ronca, y sirve para ponerme la polla
dolorosamente dura.
—Ahora ponte de rodillas como una buena niña.
Su ceja descarada se levanta, pero empieza a obedecer. La detengo, agarrando
sus mechones rubios.
—No te parezcas a mi puta hermana. —Le quito la peluca y la tiro en la
estantería de al lado—. Ya está. De todos modos, te prefiero hecha un desastre.
En lugar de sentirse insultada, me pone sus famosos ojos de corazón,
sonriendo amplia y alegremente. La chica es jodidamente retorcida porque disfruta
de mi crueldad tanto como de mis elogios forzados.
—Te extrañé —dice, poniéndose de puntillas para darme un beso en los labios.
Agarrando ambos lados de su cabeza, con mis dedos clavados en su cabello
encrespado, la devoro con un beso reivindicativo, uno por el que me he estado
muriendo toda la noche. Mi dulce Cinderelliott sabe a Starburst de cereza y a
promesas pecaminosas. Toda la dulzura se desvanece cuando me tira del labio
inferior con los dientes, con sus ojos color avellana brillando con maldad.
—Mil dólares si me dejas que te lo eche en el rostro —digo con una sonrisa de
satisfacción—. Deja que te pinte las pestañas, guapa.
La chica, como era de esperar, se alegra de mis palabras.
—Cinco, y te dejaré hacer una foto.
—Sin duda pensé que te asustarían las fotografías desde que las anteriores
cayeron en malas manos —me burlo—. Sin embargo, parece que he creado un
monstruo indecente al que no le importan las consecuencias.
—Lo hiciste —se burla—. Además, realmente necesito el dinero, Win. Una
chica tiene que comer.
La agarro por los hombros y la guío para que se arrodille. Los kilómetros de
tela azul de su vestido nos rodean como si estuviéramos en una laguna azul de tul.
—Te daré de comer.
Pone los ojos en blanco.
—Hablas como un verdadero hombre.
Se me escapa una carcajada. 37
—No te comerás mi polla, niñita, sino que te atragantarás con ella. Una gran
diferencia. Quise decir que me ocuparé de ti. —Una pausa embarazosa llena el aire,
y me doy cuenta de que suena mucho más principesco y encantador de lo que
pretendo. Ella es mi activo. Mi juguete. Mía. Y necesito mantenerla alimentada y
segura si quiero que siga siendo así—. Ya sabes lo que quiero decir —refunfuño,
incapaz de evitar acariciar un cabello suelto lejos de sus ojos—. No te preocupes por
los autos, la comida, la ropa o la universidad. Mientras juguemos a nuestros juegos,
tendrás lo necesario.
Me baja la cremallera y busca mi polla dolorida. Una vez que la tiene fuera de
mi bóxer, la saca por el orificio. Se ve obsceno con ella en su elegante vestido de
rodillas con mi polla saliendo del agujero de la cremallera de mi pantalón, la punta
brillando con semen.
—He leído sobre esto —se burla, agarrando mi gorda polla con su pequeña
mano.
—¿Pollas enormes?
Se ríe y joder si mi pecho no se aprieta.
—No, tonto. Lo que somos.
—¿Perversos?
—Soy tu sugar baby 2.
Le sonrío, apretando más su cabello.
—Deja de hablar, Ash, y ahógate con mi polla. Sugar baby.
Sus fosas nasales se agrandan como si tuviera algo más que decir, pero
entonces uso la punta de mi polla para marcar mi necesidad a lo largo de sus jugosos
labios rosados que brillan. Ella saca la lengua porque está ávida de probarme.
Acaricio su cabeza antes de empujar mi polla más allá de sus labios, ansioso por
sentir su lengua en la parte inferior de mi eje.
—Ommm —murmura con un extraño sonido de satisfacción.
Flexiono las caderas, golpeando inmediatamente el fondo de su garganta.
Como era de esperar, tiene arcadas y se echa hacia atrás. Mis dedos se enroscan en
su cabello, mi única advertencia, antes de volver a presionar. Sus dientes rozan mi
carne sensible, pero la advertencia de dolor no es suficiente para contrarrestar la
necesidad que tengo de sentir el interior de su garganta mientras se contrae a mi
alrededor.
—Déjame entrar —gruño, deleitándome con el sonido ahogado que hace.
Sus ojos color avellana se encuentran con los míos mientras intenta relajar su
garganta para mí. Me gusta que me mire, así que la agarro del cabello y clavo la
mirada en la suya. Sin preámbulos, empujo mis caderas, maldiciendo cuando la
punta de mi polla se desliza por el fondo de su garganta. Las lágrimas se acumulan
en sus ojos bellamente maquillados, amenazando con caer y arruinar todo el duro 38
trabajo de Jac y Gus. Vuelvo a mover las caderas, profundizando.
—Eso es, jodida chica sucia —murmuro—. Tan malditamente buena para mí.
Las lágrimas corren por sus mejillas, arrastrando el rímel negro con ellas, lo
que solo sirve para hacerla mucho más hermosa. Vuelve a tener arcadas, su garganta
se contrae alrededor de mi polla de una forma que me hace ver las estrellas.
Le follo el rostro sin descanso, apartándome solo lo suficiente para permitirle
recuperar el aliento cada minuto. Justo cuando mis pelotas se tensan por la
necesidad de correrme, me retiro, tirando de mi polla mientras encuentro mi
liberación. Unas gruesas y calientes hileras de semen le pintan la frente y las mejillas,
y algunas gotean de sus pestañas.
Chica sucia, muy sucia.
—Qué asco, Win —refunfuña, arrugando la nariz—. No lo había pensado bien.
Es en momentos como estos, que por un breve segundo en el que se ve tan
jodidamente adorable, imagino muchos, muchos más momentos como este para
nosotros. Es hasta que mi mente se pone al día y me recuerda que ella es mi
entretenimiento, no mi futuro. Mi corazón ya tomó una mala decisión una vez, y casi
me costó la cordura. No importa lo perfecta que se vea con mi semen en su bonito
rostro, no es suficiente para derretir décadas de hielo en mi corazón.

2 Sugar baby: hace referencia a que es mantenida por él o a que tienen una relación
mutuamente beneficiosa.
—Codiciosa, Cinderelliott. Estabas demasiado desesperada por esos cinco mil
dólares. —Sonrío mientras saco mi teléfono del bolsillo—. Di whisky.
Me da un empujón y me saca la lengua, lo cual no hace más que divertirme y
enorgullecerme de nuestras sucias fotos. Una vez que tomo unas cuantas para
recordar este momento, guardo mi teléfono y le doy una palmadita en la cabeza.
—Buena chica.
La ayudo a ponerse en pie, y ella frunce el ceño, sus mejillas se vuelven de un
bonito tono rosado. Saco un pañuelo del bolsillo y me pongo a limpiarle el rostro y
la máscara de pestañas. Una vez que está limpia y he metido el paño sucio en el
bolsillo hasta que pueda tirarlo, le beso la frente. Sus delgados brazos me rodean por
el medio y apoya su mejilla en mi pecho. Mi corazón aún late con fuerza tras la épica
mamada. Me pregunto si ella puede sentir cómo mi corazón retumba por ella.
Jodido idiota.
Tu corazón palpita por todas partes porque tu viejo culo acaba de descargar
su carga en la cara de una adolescente. Adolescente legal, pero aún joven como la
mierda.
El pequeño suspiro de felicidad que se le escapa hace que mi corazón se
acelere una vez más, y no tiene nada que ver con la adrenalina.
Es ella.

39
Ella es la droga, la adicción, la necesidad palpitante.
Nunca he sido adicto a nada en mi vida, aparte del éxito. Este deseo
abrumador de consumir cada parte de Ash es casi demasiado. Me hace sentir débil.
Como si estuviera sosteniendo mis pelotas en su mano coqueta. Solo haría falta un
apretón para acabar conmigo.
Me pongo tenso, listo para agarrar sus brazos y sacarla de mi cuerpo, pero su
risita me hace hacer una pausa.
—¿Qué? —exclamo como si estuviera molesto, aunque también estoy
sonriendo.
—Solo me preguntaba cuánto tiempo podría tenerte prisionero en mis brazos
antes de que hicieras tu gran escapada.
—¿Estás jugando conmigo, pequeña?
Me mira, arqueando una ceja.
—Es lo que hacemos, Win. Jugamos.

—¿Qué pasa con tu hermana? —exige Madre, su voz baja y solo dirigida a mí—
. Me está evitando.
Vacío el resto de mi copa de champán, dejándola en una mesa cercana, antes
de mirar a mi madre.
—¿Elaine?
Los labios de mi madre se fruncen, su irritación traspasa su máscara chapada.
—Tinsley. ¿Qué te pasa a ti, por cierto? Te juro que cada uno de mis hijos se
está portando fatal esta noche, y parece que todos lo hacen como un esfuerzo
combinado para disgustarme.
—Te aseguro que nadie está tratando de disgustarte —le digo, sonriendo—.
Solo déjalos ser. Se están divirtiendo esta noche.
—¿Y tú?
—Inmensamente.
—En realidad te creo, Winston —dice, la sospecha oscureciendo sus ojos—. La
pregunta es, ¿por qué? ¿Qué tienes planeado?
—Nada de lo que tengas que preocuparte —le aseguro con una breve sonrisa—
. Si me disculpas, tengo que irme. —Así podré volver a localizar a Ash, arrancarla de
los brazos de Perry y bailar con ella sabiendo que le he pintado su precioso rostro
con mi semen no hace más que un par de horas—. Hay alguien a quien tengo que ver.
—En realidad —dice mamá, con sus largas uñas clavadas en mi bíceps por
encima de mi chaqueta de esmoquin—. Quédate, cariño. Tenemos que ponernos al
día.
40
El brillo depredador de la mirada de mi madre hace que se me pongan los
vellos de punta. Sé de quién se trata incluso antes de darme la vuelta porque
reconozco el perfume. Clavo a mi madre con una mirada acusadora. Su encantadora
sonrisa está en su sitio, pero no se me escapa el cálculo que hay detrás de sus
agradables rasgos, y no me afecta. Bueno, al menos no directamente.
Esto no es una traición.
Es un movimiento estratégico.
Me doy la vuelta y miro al equipo de fusilamiento con la expresión más fría
que puedo reunir.
Mi ex.
La que me arruinó cuando era blando, débil y jodidamente vulnerable.
Debería darle las gracias. Ella creó el hombre que soy hoy. Por ella, forjé hierro
alrededor de mi corazón, lo enterré bajo granito y lo sellé con un candado más grande
que la puta luna. Soy duro porque ella me hizo duro.
Y tampoco en el buen sentido.
Pero es por ella que me veo obligado a negarme ciertas cosas. Como Ash
Elliott. Claro, la tengo en todo el sentido de la palabra, pero no de la manera que me
gustaría. No la poseo toda, aún no. Porque no puedo. Nunca podré. La mujer que
tengo delante es una prueba de ello.
Meredith es la perfección impresionante de siempre: cabello rubio sedoso,
tetas pagadas, vestido de noche rojo ajustado que abraza su figura de reloj de arena.
No es que no la haya visto desde nuestra ruptura de la adolescencia. Nuestras
familias se mueven en los mismos círculos. Es solo que es difícil verla en nuestros
dominios. Como si ella perteneciera.
Ella nunca perteneció, y mis padres lo sabían.
—Meredith —saludo, mi tono es frío e indiferente—. Es un placer verte aquí.
Duncan Baldridge, su marido, al que disfruto mucho jodiendo con
regularidad, alarga la mano y estrecha la mía.
—Feliz cumpleaños, hombre. Nos sorprendió la invitación, pero no nos lo
perderíamos por nada del mundo.
Porque ¿quién no quiere festejar con los leones?
Están todos aquí. Las hienas como los Mannford y las serpientes como los
Baldridge. Estoy seguro de que al acecho, no muy lejos del recinto, las ratas Morelli
están salivando y deseando estar aquí también, engullendo cualquier migaja que
dejemos caer a nuestros pies.
Capto la sonrisa de Keaton desde cerca, con su millonaria novia colgada del
brazo, repleta de diamantes. A menudo me he preguntado por qué mi madre juega
con él a este juego. Posicionándolo con otra familia de éxito. Porque realmente falló
con Meredith y conmigo. Pensé que había hecho lo correcto saliendo con alguien de
nuestro círculo social, pero también me enamoré de ella. En nuestro mundo, es una 41
cosa o la otra en estos arreglos. Conveniencia o amor, pero nunca ambos. Madre
expuso con gusto a la perra traidora que era Meredith, salvándome de un horrible
error. Desde entonces no ha tratado de emparejarme con nadie ni de empujarme
hacia ninguna mujer. Cuando llegó Perry, también lo dejó en paz.
Pero Keaton...
Apartando la mirada de mi hermano, observo a mi madre, con la ceja
levantada en forma de pregunta. Madre se adelanta y rodea mi brazo mientras sonríe
a Meredith.
—Has estado trabajando, querida —ronronea mi madre—. Qué bien.
Meredith se regodea, asegurándose de rebotar ligeramente para que todos
veamos exactamente dónde se ha hecho el trabajo.
—Gracias, señora Constantine. Fue un regalo de cumpleaños de mi Duncan.
Duncan, el puto imbécil, hincha el pecho como si hubiera realizado la maldita
cirugía él mismo en lugar de darle la tarjeta AMEX negra.
—¿Tu médico acepta nuevos pacientes? —pregunta Madre, su tono educado
enmascarando sus verdaderas intenciones.
—Creo que le haría un hueco a un Constantine —se entusiasma Meredith—.
La doctora Mannford es amiga mía. Le hablaré bien de ti.
—¿La doctora Mannford? —Madre jadea—. Bueno, qué encantadora
coincidencia. Ella es una invitada aquí esta noche. Tal vez deberíamos dejar que los
chicos discutan lo que sea que hagan los chicos e ir a charlar con la talentosa doctora.
Meredith saca el labio inferior en un movimiento que una vez me hizo
prometer que haría cualquier cosa por ella.
—Promete que nos pondremos al día pronto, Winston. —Me muestra una
amplia sonrisa antes de inclinarse para darme un beso en la mejilla, con sus nuevas
tetas que dan de qué hablar empujando mi pecho—. Feliz cumpleaños.
Me abstengo de poner los ojos en blanco y mantengo una expresión fría.
Mientras se alejan, mis ojos se fijan en Ash desde el otro lado de la habitación. Tiene
las manos en las caderas y frunce el ceño tras Meredith.
Celosa.
Qué bonito.
Puedo trabajar con eso.
—Duncan —digo, girándome hacia el tipo de rostro rubicundo y calvicie
prematura que me molesta cada vez que lo miro—. He querido reunirme contigo.
—¿Oh?
—Me entristece decirlo, pero he cometido un error y he dejado ir el edificio
Baldridge.
Parpadea confundido. 42
—¿Mi edificio?
Es mío, hijo de puta.
—Cuando eres dueño de tantos como nosotros, a veces las cosas se pierden en
la rutina. —Lo miro con el ceño fruncido—. Espero que no estés enfadado.
Está más que enfadado.
Está volcánico.
Sus mejillas están más rojas que de costumbre y su grueso cuello está
manchado. Prácticamente puedo ver el vapor que sale de sus orejas.
—¿Cómo lo recuperamos? —gruñe.
Nosotros.
Maldito imbécil.
—Aquí es donde se pone terriblemente vergonzoso —digo, fingiendo una
mueca de dolor—. Lo vendí por error a un Morelli.
Su rostro palidece.
—¿Vendiste el edificio de mi familia a esa basura?
—Como he dicho, fue un error mío. —Levanto las palmas de las manos en un
gesto tranquilizador—. Pero, como sabes, nada es definitivo en este mundo. Si
quieres algo con suficiente fuerza, luchas por ello.
Mis ojos vuelven a ver los de Ash. Todavía está mirando con odio a la esposa
de Duncan.
—¿Cómo recuperamos mi edificio? —pregunta Duncan, tirando de su corbata
de lazo—. Quién sabe lo que harán los Morelli con los inquilinos de allí. Tenemos que
actuar.
Duncan olvida que él también es un inquilino, y que no importa quién
aparezca en la escritura, el edificio siempre será mío.
—¿Conoces bien los otros negocios de esa zona?
Endereza su columna vertebral.
—Bastante.
—Bien. —Le dedico una sonrisa conspiradora—. ¿Qué tal si nos alejamos y
hablamos de negocios?
Sus ojos se abren de par en par como si le hubiera ofrecido un huevo de oro.
No, cabrón, te estoy utilizando.
—Adelante, Constantine.

43
Ash
L
a mujer trabaja por la habitación como si perteneciera a ella. Como
si fuera una Constantine. Claro, parece pertenecer con su sedoso
cabello rubio y hermoso cuerpo, pero puedo ver a través de su
fachada. Al principio, me molestó la forma en la que miró a
Winston. Como si él le perteneciera. Pero luego, pude percibir el desprecio por parte
de él.
—Meredith Baldridge.
44
Las profundas palabras de Perry solo solidifican lo que vi en la mirada de
Winston. No solo disgusto sino arrepentimiento y traición. Ella es la que rompió su
corazón cuando él tenía uno. Verla cerca de él, tocarla, fue suficiente para quererme
hacer alardear el hecho de que ahora era mío, y no voy a desecharlo tan fácilmente
como ella lo hizo.
—Vamos —dice él—, bailemos.
Me arrastra a la pista de baile y rápidamente alejo mi irritación, cediendo ante
la sonrisa tonta de Perry. La verdad es que me gusta Perry. También Keaton y
Tinsley. Winston es un cactus picudo la mayor parte del tiempo y en verdad me gusta.
Los músculos de mi estómago se tensionan con la ansiedad. No solo mis medio
hermanos me están acosando, también tengo que encontrar la forma de lidiar con
Leo Morelli, porque él no solamente me está acosando. Leo está detrás de la sangre
Constantine, lo cual significa que Winston y sus hermanos se verían afectados.
No puedo dejar que eso pase.
No dejaré que eso pase de nuevo.
Incluso si eso me asusta hasta la mierda. Pensaré en algo. Tengo que hacerlo.
¡Ting! ¡Ting! ¡Ting! ¡Ting!
—Mierda —maldice Perry—. Es Mamá. Tiempo del brindis.
Una mirada al gran reloj de la pared y me doy cuenta que hemos bailado toda
la noche. Me alejo del agarre de Perry, agarrando un puñado de mi vestido y me abro
paso por la multitud dirigiéndose hacia su madre está a punto de dar su brindis. Por
el corredor, veo a Winston hablando con un hombre. Sus ojos se posan en los míos
un segundo antes de que empiece a caminar hacia mí. Sin detenerme para esperarlo,
me apresuro por el corredor, casi estrellándome contra alguien cuando sale del baño.
Por poco, me las arreglo para hacerme a un lado pero el movimiento me hace perder
mi balance. Tan pronto como la tira de mis tacones suena, me doy cuenta que los he
roto. Unos pasos más y me doy cuenta que se salen de mis pies. Rápidamente, me lo
quito, sin perder el paso. Dado que el otro tacón es alto, corro de forma rara por el
corredor y subo las escaleras. Cuando abro la habitación de Tinsley, ella está
esperando, su rostro y cabello perfecto para la fiesta.
—Lo siento —espeto—. Perdí la noción del tiempo.
Tinsley tira de su camisa y se quita los pantaloncillos mientras lucho con el
cierre de mi vestido. Me las arreglo para bajarlo y me salgo de él, no antes sin
tropezarme con la tela y caerme de culo.
—Cálmate —dice ella con una risa—. No sería la primera vez que llego tarde a
una fiesta. Respira, Ash.
—Rompí tu zapato —gruño, mostrándole mi zapato desnudo.
—Tengo otros —me asegura con un brillo en sus ojos azules—. ¿Al menos te
divertiste?
Mi mente inmediatamente viaja a la alacena donde Winston y yo nos
portamos muy mal. Carmesí lamiendo mi piel desnuda, calentando mis mejillas.
—Mucho. 45
—Bien. No te pierdas. —Desaparece en su enorme armario y unos segundos
después, aparece luciendo más alta al haberse puesto sus tacones—. Un placer
conocerte. —Con un saludo, sale de la habitación, dejándome sola.
Todavía estoy en el suelo en mi sujetador sin tirantes y bragas con un zapato
puesto, mi corazón latiendo contra mi pecho cuando escucho un suave clic.
Moviendo mi cabeza hacia la puerta, dejo salir un suspiro de alivio cuando veo a
Winston ahí en toda su gloria de villano. Él alza mi zapato.
—¿Perdiste algo, Cinderelliot?
—¿No tienes que brindar con mami?
Sus ojos se oscurecen cuando arrastra su mirada por mi cuerpo parcialmente
desnudo.
—¿Tuviste una caída?
—Te perdiste una caída épica. Una por la cual habrías pagado un buen dinero.
Tira el zapato a un lado mientras camina hacia mí. Mi piel se calienta por una
razón completamente diferente a la de mi caída previa. Él no es una cerilla en mi caja
dispuesto a una chica buena; es una bomba con una mecha corta, explotando
siempre que estoy cerca. Tengo que estirar mi espalda para ver su alta figura
mientras se para encima de mí, un hermoso dios dorado que ha posado su interés en
una mera mortal.
—Me gusta verte así —murmura, su voz profunda que penetra cada hueso.
—¿Buscabas a tu hermana? —le respondo.
Sus fosas se abren y me río porque disfruto molestarlo de vez en cuando. Se
agacha frente a mí, alzando su mano como si fuera a acunar mi mejilla. Me inclino
hacia su mano abierta y luego grito de sorpresa cuando arranca mi peluca. Poso mis
ojos en los suyos llenos de lujuria mientras él empieza a quitar fuertemente pinzas
de mi cabello, sacando mechones de mi cráneo. Aunque arde, me gusta su atención
completa mientras me transforma de alguien que se parece a su hermana en su
amante.
—¿Qué soy para ti? —pregunto, mordiéndome la esquina de mi boca,
buscando su mirada intensa.
—Mía.
El placer me atraviesa, juntándose en mi pelvis.
—¿Tu qué?
—No eres lo suficientemente rica para esas palabras, niña.
—Tengo un gran trabajo. Podría ganar el dinero bastante rápido.
Sonríe.
—¿Sí?
—Trabajo duro y he aprendido negociar con mi salario.
—¿Por qué simplemente no puedes aceptar que eres mía y eso es todo?
—Porque lo dices como si fuera uno de tus edificios. O tus autos. O tus relojes.
46
—Me estremezco cuando saca las pinzas cerca de mi cara—. Soy más que tu
propiedad, Win, y lo sabes.
Sus ojos azules se endurecen un poco. Es un golpe bajo, haciéndome sentir
ilusa. Estoy segura de que él no es de granito y hielo por completo. A veces hay
calidez. Unas veces es humano. Solo tengo que trabajar en sacar ese lado más.
—Necesitada —gruñe después de tirar la última pinza y pasar sus dedos por
mi cuero cabello, alborotando mi cabello—. Tan malditamente necesitada.
—La mayoría de las novias lo son.
—Tú no eres mi novia.
—Básicamente.
Resopla.
—Follamos y te pago para hacer cosas desagradables. Si eres mi novia, eso me
convierte en un idiota.
Aparentemente, estoy enamorada de uno.
—¿Desde cuándo te importa ser un idiota? —lo reto—. Dilo, di: “Ash Elliott es
mi novia”.
—No.
Le hago una mueca, poniendo mis ojos en blanco dramáticamente.
—Lo que sea. Estaba dispuesta a pagar por eso.
¿Habría algo entre nosotros si quitábamos el dinero que nos unía? No puedes
comprar la química. No puedes ponerle precio a una conversación ligera. Yo creo que
podemos. Algún día se lo probaré.
—No hiciste mucho dinero abajo.
—Iba a hacer un trueque.
Sus ojos se oscurecen.
—Pensaré en una oferta adecuada.
—Estaré lista.
Se pone de pie y a mí también. Dejo escapar un chillido cuando me lanza por
encima de su hombro como si no pesara nada, golpeando mi muslo desnudo.
—No tengo tiempo para este juego, pero estate tranquila, Cinderelliott,
continuará.
—¿A dónde vamos? —exijo tan pronto él abre la puerta de la habitación, mi
corazón congelándose en mi pecho.
—Sin importar cuánto me gustaría pasearte por la fiesta así, no creo que a
Madre le gustaría. Te voy a llevar a mi habitación en esta casa y me esperarás ahí
para empezar nuestras negociaciones pronto.
—Necesito mi maleta. —Me estremezco y señalo hacia la silla—. Ahí está.
Golpea mi trasero de nuevo porque es un maldito sádico y le gusta escucharme
47
gritar, y camina hacia él. Después de tomarlo, me saca de la habitación de Tinsley y
por el pasillo. Eventualmente llegamos a una habitación que definitivamente es de
Winston.
Paredes azul marino.
Piso de madera moderno y lujoso.
Muebles sobrios y decoración minimalista.
Es frío y masculino, pero de alguna forma me calienta porque su habitación
huele igual que él. Me tira a la cama y pone mi bolsa en el suelo.
—Regresaré —gruñe, su mirada pasando por mis pechos que casi se salen de
la copa de mi sujetador después de nuestro pequeño paseo.
—Te quiero lista para mí.
Se da la vuelta y comienza a ir hacia la puerta. Antes de que se vaya, grito,
deteniéndolo:
—Feliz cumpleaños, novio.
Su risa sale disparada de él, calentando mis entrañas. Me muestra el dedo del
medio y se va sin decir nada.
Sonrío como una condenada idiota.
Estoy demasiado enamorada de este hombre.
Mis pestañas se mueven cuando dedos acarician mis costillas. Abro los ojos
para encontrarme con un Winston sin camisa sentado junto a mí en la cama, su
cabeza sostenida en su brazo mientras me mira. Está inusualmente callado y parece
estar estudiándome, así que me tomo un momento para mirarlo. Su cabello dorado
oscuro no está peinado a la perfección, pero está mojado por una ducha reciente. Me
fijo en sus labios rellenos que usualmente están diciendo cosas crueles, pero se
sienten tan bien cuando están en mi carne. Alzando mi mano, paso mis dedos por su
boca. Suelta mis costillas para aferrarse a mi muñeca, anclándome en el lugar.
—¿Estás bien? —pregunto, frunciendo mi mirada.
Separa sus labios, succionando tres de mis dedos en su boca. Cuando muerde,
un poco dolorosamente, lo pateo con la rodilla en su muslo. Sus dientes me sueltan
y me dirige una sonrisa hermosamente malvada pero perversa, una que promete
tormenta.
—Estoy bien ahora. —Agarra mi muslo, acercándome. Luego, su pulgar repasa
las letras en marcador permanente que todavía están en mi estómago. Me
estremezco con su toque—. Cuéntame todo.
Mi sangre se hiela con sus palabras. Estoy asqueada y aterrorizada por la
48
forma que mis medio hermanos me trataron cuando destruyeron mi vestido, me
robaron y amenazaron. Luego, ver a Leo Morelli fue la cereza del pastel.
—Manda vio esto —digo, señalando hacia el lugar donde sigue acariciando mi
estómago—. Se enloqueció. Declaró que iba a destruir la familia. —Le alzo los
hombros—. Le doy asco.
Por la forma en que su mirada acalorada me mira, sé que él siente
exactamente lo opuesto.
—Luego, ella me dejó con ellos. —Trago las emociones, forzándome a no
llorar—. Mencionaron Harvard.
Los ojos de Winston se entrecierran.
—Los advertí. No hago advertencias que no sigo.
—Bueno, ellos me culpan. Dijeron que yo hice que lo hicieras.
Está tenso pero su toque es suave mientras acaricia mi estómago.
—¿Y luego qué?
—Robaron mi dinero. Me forzaron a abrir mi celular y entregar la contraseña
de mi computadora. —Las lágrimas amenazan con salir, pero las detengo—.
Tomaron todo el dinero de mi cuenta.
Winston está letalmente quieto, las únicas señales de emociones son el
constante movimiento de su mandíbula y la pulsación de las venas en sus cejas. Es
genial para parecer tranquilo y compuesto cuando por dentro está furioso. Por la
forma en la que sus ojos azules me penetran, prácticamente me quema su furia.
—Continúa —dice de forma cortante—. Dime qué más.
—Me sostuvieron, cortaron mi vestido y me tiraron en la ducha. —Una lágrima
sale, bajando por mi mejilla y sosteniéndose en mi mandíbula.
Alza su mano y limpia la lágrima, poniéndola en su pulgar antes de llevarla a
sus labios. Sigo su movimiento mientras él lame la humedad salada.
—¿Y luego?
Quiero contarle de Leo Morelli, pero él es diferente a mis matones medio
hermanos. Es peligroso. Es un Morelli y por lo que he aprendido, son como mafiosos
o algo así. Lo último que necesito es que descubra que le dije algo a Winston cuando
expresamente me dijo que no lo hiciera.
—No hay nada que decir. —Deslizo mi muslo por su cadera, poniéndolo en su
espalda mientras lo monto—. Ahora es tiempo de tu regalo de cumpleaños.
Sus inteligentes ojos inspeccionan cada parte de mí, buscando lo que no dije.
Él es el dueño de la ciudad por algo. Está en la cima porque es inteligente y nada se
le pasa. Solo necesito que deje de presionarme. Me las arreglaré. ¿Y quién sabe? Tal
vez Leo solo habla y no actúa. Lo que necesito descubrir primero es cómo está
relacionado con los Trillizos del Terror.

49
—Veamos lo que esta pobre empleada le compró a su jefe. —Él juega, sus
dedos agarrando mis muslos mientras me sostiene fuertemente.
—No lo compré —digo de manera engreída—. Lo hice.
Pone sus ojos en blanco, haciéndolo lucir mucho más joven que Keaton. Me
hace reír. Me estiro hacia la mesa de noche y tomo el sobre que está encima.
—Toma.
—Una tarjeta de regalo de Starbucks, que original.
Golpeo su pecho desnudo.
—No es una tarjeta de regalo, imbécil.
Sonríe mientras abre la tarjeta. Sus cejas se levantan en señal de pregunta
mientras saca un folleto artesanal.
—Cupones.
Le sonrío.
—Genial, ¿cierto?
Ignorándome, abre el folleto.
—Un cupón gratis para un masaje hecho por Ash. —Sus ojos me miran,
diversión flotando en ellos—. Podría ir al spa y hacerme un masaje por alguien más
cualificado.
—¿Lo harían desnudos? —lo tiento.
—Hmm —es todo lo que él dice mientras pasa a la siguiente página—. Cuento
para dormir por Ash. ¿Un cuento para dormir, huh? ¿La historia de un gran y
malvado lobo con su pene metido en el trasero de Ricitos de Oro?
Me río y lo golpeo de nuevo.
—Eres un idiota.
Pasa la página y niega.
—Un abrazo gratis. Te aseguro que nunca usaré este cupón.
Hago un puchero, ganándome una sonrisa por parte de él.
—Nunca lo sabes. No expiran así que estás bien.
—Pensaste en todo, ya veo —remarca, sus ojos en el folleto—. Un viaje a la
dulcería. Hmmm.
—Hay un lugar divertido donde puedes combinar y mezclar…
—No como dulces —interrumpe, mostrándome sus perfectos dientes blancos.
—Está bien, le compraremos a Perry. Iremos y pronto. Se me están acabando
los Starbust de fresa.
Voltea la página.
—Noche de películas en la cama de Winston.
—Suena divertido, ¿verdad?
—Todo suena a tortura, siendo honesto. 50
—Pero amas la tortura —discuto.
—Cuando soy el que está realizando la tortura. —Tira el folleto de cupones a
un lado y agarra mi cuello, arrastrándome a él—. Este es el regalo más ridículo que
he recibido.
—Con gusto —digo sonriendo.
Sus labios presionan los míos y me besa como si me estuviera agradeciendo
por el regalo más ridículo. Ya que estaba desnuda y esperándolo, no pasa mucho
tiempo para que baje su bóxer, liberando su pene listo y ansioso. Vorazmente, me
deslizo arriba y abajo por longitud, dejándolo sentir cuán excitada me pone. Su
lengua se dispara en mi boca y su agarre en mi trasero es casi doloroso. Arqueo mi
espalda, alineando mi entrada con la punta de su pene y luego flexiono mis caderas
para que se deslice dentro. Con un empujón duro, entra. Sus dedos van a dejar
moretones mientras me guía fuertemente para seguir su ritmo. Jadeo fuertemente
contra su boca, tratando de mantener su paso alocado.
—Oh, dios —gimo, meciéndome contra él, amando cuando me golpea en todos
lados—. Tan delicioso.
Pellizca mi pezón y lo gira hasta que gimo. Sus labios me devoran con hambre,
dándome besos en la mandíbula. Cuando llega a mi garganta, me succiona lo
suficientemente fuerte para hacerme jadear. Con cada empujón dentro de mí, gimo
más y me mareo por la necesidad de correrme. Pasando mis uñas por su pecho, me
complazco del siseo fuerte que se le escapa. Me muerde en la garganta lo
suficientemente duro para chillar.
Mía.
Siento la palabra siendo susurrada en mi piel más de lo que escucho. Es
suficiente para enviarme al abismo. Estrellas me rodean cuando siento el orgasmo
atravesarme, destruyéndome en cada terminación nerviosa. Él se corre con un
gruñido que enciende mi alma. El calor me inunda, reclamándome como suya, justo
como él dijo.
Colapso en su pecho sudoroso, respirando fuertemente.
—¿Cuánto para que te quedes así esta noche?
—Todo lo que ganaste esta noche.
Es en ese momento que me doy cuenta de que podemos lograrlo. Sin el dinero
si tenemos que hacerlo. Tendría que tener un trabajo de verdad y un apartamento,
pero podríamos tener esto. Podríamos mantener nuestros juegos y el fantástico sexo
y conversaciones tentadoras. Él es protector, preocupado y sintonizado con mis
necesidades.
No soy Meredith.
Me encargaré de su corazón, no lo romperé.
Simplemente tiene que dejarme entrar.
—Trato hecho. —Paso mi dedo por su hombro—. Feliz cumpleaños, Win. 51
—Definitivamente lo es, Cinderelliott.
Yo lo hago feliz.
El millonario que lo tiene todo encuentra diversión en mi compañía. Podría
decir que es un final de cuento de hadas, pero incluso yo sé que él no es un príncipe.
Winston
A
lgo pasa con mi madre.
Primero, la fiesta que ella insistió en hacer anoche. Luego,
invitando a Meredith, a quien odia con el fuego de mil soles. Ahora,
un pintoresco desayuno al aire libre con todos sus hijos. Puede que
sea una maestra titiritera, pero nadie mueve mis hilos, ni siquiera mi madre. Quiero
que deje de hablar y revele lo que sea que esté haciendo.
Y, tan pronto como mi hermano consentido se separe del lado de Madre, 52
hablaré y lo descubriré.
—Es por eso que Perry nunca se casará —murmura Keaton en voz baja—. A
veces es un marica.
Perry nos descubre mirándolo, y levanta estúpidamente la barbilla, sin
ralentizar su conversación con Madre.
—¿Quién dice que Perry quiere casarse? —le devuelvo a mi hermano pequeño.
—Le agradaría a mamá; por lo tanto, le agradaría. —Keaton me sonríe—. Oh,
descubrí algunas cosas sobre los trillizos.
Me inclino en mi asiento, interesado en lo que ha descubierto Keaton.
—Estoy escuchando.
—Se preocupan por tres cosas. —Vuelve a mirar a Perry—. Su mamá, sus autos
y el lacrosse.
—Hmm.
—¿Qué vas a hacer?
—Llevármelo todo y mírarlos llorar.
Keaton se ríe.
—Maldito bastardo.
—Dice mi protegido.
—No soy tu protegido. —Se encorva en su silla y comienza a enviar mensajes
de texto, terminando efectivamente nuestra conversación.
—Me gusta ella —dice una voz a mi izquierda.
Arqueando una ceja, le sonrío a Tinsley.
—Consigue tu propio asistente.
—Pero me gusta la tuya.
Una sonrisa tira de mis labios mientras ignoro al bebé de nuestra familia. Yo
era un hombre adulto cuando ella nació. Dado que ella es la preciosa princesa de la
familia Constantine y tengo la tarea de mantener a todos alimentados, no nos
cruzamos mucho más allá de nuestras comidas ocasionalmente requeridas con
nuestra madre y otras funciones. Sé que cuando sea el momento de que ella tenga
una cita, no tendré que alejar a nadie indigno porque Keaton lo manejará bien. Se
toma en serio su papel protector sobre ella. Envidio su cercanía.
¿Desde jodidamente cuándo, Winston?
Desde que Ash empezó a tocar mi corazón helado. La chica ha descubierto una
manera de meterse debajo de mi piel. No muchas personas pueden hacer lo que logró
en tan solo unas pocas semanas.
Ella me dio un maldito libro de cupones.
Estoy conteniendo una sonrisa cuando Madre me llama por mi nombre.
—¿Hmm? —Levanto la mirada, borrando la sonrisa de mi rostro—. ¿Me he 53
perdido de algo?
—Estábamos hablando de mi nuevo auto rudo —dice Perry, con una maldita
sonrisa tonta en su rostro.
Keaton resopla y Tinsley se ríe. Desde el otro lado de la mesa, Vivian sonríe e
incluso la perennemente drogada Elaine sonríe.
A Madre no le hace gracia.
—No —dice Madre con un profundo suspiro—. No lo estábamos. Le pregunté
a Perry por qué vendió el edificio Baldridge.
La mesa se queda en silencio, cada uno de mis hermanos tiene curiosidad por
mi respuesta. Solo Perry sabe por qué. Ahora me doy cuenta de que debe haber
estado tratando de distraerla de esta conversación, porque parece exasperado por
haber fallado.
—Negocios, Madre. Nada de qué preocuparse.
—Esa es una respuesta evasiva —dice entre dientes—. Elabora.
—Simplemente tenía ganas —gruño, inmovilizándola con una mirada—.
Déjalo estar.
Sus labios se aprietan mientras la ira brilla en sus ojos.
—No soy uno de tus empleados ni uno de tus hermanos, joven. Yo soy tu
madre. No vuelvas a faltarme el respeto de esa manera.
—Y te insto a que no faltes el respeto a mis decisiones comerciales, Madre.
Esta empresa no estaría en pleno crecimiento si no fuera por las decisiones que tomé.
Incluso si no los comprendes.
Naturalmente, mi respuesta no es lo suficientemente buena basada en su ceño
fruncido decepcionado. Es como si disfrutara tratar de hacerme un idiota frente a
mis hermanos, para recordarles a todos que ella es la reina de todo y que nosotros
somos simplemente sus hijos tontos.
Soy el puto dueño de esta ciudad, y ya es hora de que ella se dé cuenta.
—Ese era el único edificio propiedad de Constantine en esa cuadra —continúa
como sabía que lo haría—. Imagina mi sorpresa cuando Anthony me dijo que se lo
vendiste a Morelli. —A Anthony, mi abogado bocazas y viejo amigo de papá, le
machacarán el culo por delatar a mi madre.
Elaine casi derriba su vaso de agua.
—¿Vendiste nuestro edificio a Morelli? ¿Cúal?
Estudio brevemente a mi hermana, con curiosidad por saber por qué está tan
jodidamente interesada. Por lo general, no se molesta en levantar la vista de su
teléfono.
—No importa. Y en caso de que se hayan olvidado —digo arrastrando las
palabras, volviendo mi atención a Madre—, soy el director ejecutivo de Halcyon. Eso
requiere ciertos movimientos estratégicos. ¿No he demostrado que soy capaz de
cuidar de esta familia? —Ella ha visto los informes financieros. Ya conoce la 54
respuesta.
Las fosas nasales de Madre se ensanchan.
—Es una pregunta simple, hijo.
—Madre, basta —grita Perry, haciendo que todos se queden en silencio por la
conmoción por su arrebato—. Winston sabe lo que está haciendo. Solo confía en él.
Su exterior endurecido parece fracturado por haber sido puesto en su lugar
por el niño de oro. Frunce el ceño mientras se vuelve hacia Perry. Distraídamente,
ella quita un trozo de pelusa inexistente de su camisa arrugada. Mi madre es la
proverbial reina de hielo y, como una reina, elige sabiamente sus batallas.
—Tienes razón —le dice—. Winston sabe lo que está haciendo. Sin embargo,
esperaría que, si alguna vez se metía en problemas, vendría a mí. Yo tengo mis
maneras.
—¿Alguna de tus formas implicó invitar a mi exnovia? —pregunto con
frialdad—. Imagina mi sorpresa al ver a Meredith en mi fiesta de cumpleaños.
Madre sacude la cabeza y me hace un gesto desdeñoso con la mano .
—Honestamente, hijo, no es nada de lo que debas preocuparte. Te he cuidado
antes con respecto a esa mujer, y lo volvería a hacer.
La conversación vuelve a la abominación naranja de un auto de Perry. Keaton
se inclina hacia mí, riendo.
—Cinco dólares a que mamá tiene una flota de sicarios a su disposición.
—¿Quién crees que les paga? —le pregunto, arqueando una ceja.
—Touché. —Sus ojos se encuentran con los míos—. ¿Dónde está tu novia?
No mi novia. Solo es mía.
—Desnuda y agotada en mi cama. Y ella no es mi novia.
Mi hermano pequeño se ríe. Cabrón.

—Vístete —le grito a modo de saludo mientras entro en mi habitación en el


complejo de Constantine—. Tenemos recados que hacer hoy.
Ash hace una pausa en medio de un bocado de la tostada con mantequilla que
está comiendo, y arquea la ceja. Luego, muerde la comida, comiéndola
desordenadamente mientras pone los ojos en blanco. Después de tragar, dice:
—Buenos días a ti también.
—Puedes jugar juegos cuando te lo puedas permitir. Ahora mismo, has vuelto
a ser la pobre y desafortunada doncella que necesita que el rico la salve. Levántate,
vístete y vámonos.
Espero más discusión, pero todo lo que obtengo es el dedo medio antes de que
55
abandone el desayuno que le había enviado uno de los empleados de la cocina. Mi
mirada recorre la longitud de su cuerpo curvilíneo, posándose en su trasero mientras
rebota con cada paso. Estoy medio duro y con ganas de follarme a la chica atrevida,
pero hoy tenemos demasiado que hacer. Tendrá que esperar. Apoyado contra la
pared, empiezo a hojear algunas fotos en mi teléfono que ella me envió. Las sucias
hacen el trabajo de ponerme la polla completamente dura, pero son las malcriadas
las que hacen otra cosa.
Esa sonrisa de perra me hace sonreír.
—¿Planeando dominar el mundo allí? —pregunta Ash alrededor de su cepillo
de dientes desde la puerta del baño.
—Solo dominación sobre ti.
—Bicho raro. —Ella vuelve a desaparecer en el baño. Después de escupir y el
agua comienza a correr de nuevo, dice—: Tenemos que comprobar a Shrimp.
—Me he encargado de eso. Francis dice que el pájaro está bien.
Sale del baño vestida con un pantalón capri agujereado y una camiseta sin
mangas blanca que es transparente, revelando un sujetador negro debajo. Es casi
basura, pero por alguna razón, lo encuentro realmente y jodidamente sexy.
—Esto es todo lo que traje conmigo —dice, frunciendo el ceño mientras la
absorbo—. Podemos pasar por tu casa si es necesario y puedo cambiarme.
—Estará bien para los recados que tenemos que hacer. —Hago un gesto hacia
su cabello desordenado—. Haz algo al respecto.
Me mira con los ojos entrecerrados, pero no responde. En cambio, saca una
cinta para el cabello de su bolsillo y se alisa el cabello en una coleta alta. Sus ojos
color avellana caen hacia la forma en que mi polla se tensa en mi pantalón.
—Quizás deberías hacer algo al respecto.
—De eso nos ocuparemos más tarde —le aseguro—. Vámonos.
En diez minutos, caminamos a través de la extensa finca hacia los garajes. Una
vez dentro del garaje, me acerco a uno de mis autos que dejo en el recinto. Mi Bugatti
Chiron blanco perla. Anteriormente, había recuperado las llaves de la caja fuerte de
mi habitación, así que cuando nos acercamos, presiono el botón del mando que hace
que las puertas se abran.
—Los niños y sus juguetes caros —bromea, aunque puedo decir que está
impresionada.
—Eres uno de mis juguetes. —Le sonrío—. Mucho más barato que este.
Es un buen recordatorio para los dos.
Los Constantine se cansan de sus juguetes con bastante rapidez, si soy sincero.
Ella lo aprenderá pronto.
Mentiroso.
—He subido mi precio, Constantine. No te preocupes. Yo lo valgo. 56
Su deslumbrante sonrisa hace que mi pecho se apriete. Sin hacer caso de la
prisa que me inunda las venas, subo al Bugatti. Una vez que nos acomodamos y
abrochamos el cinturón, enciendo el motor. El auto vibra por su poder. Salgo del
garaje y luego salgo del camino de entrada, sin duda dejando marcas de
neumáticos por las que culparán a Perry. Ash está callada, contemplando en
silencio todas las vistas mientras regresamos a la ciudad.
—¿Qué tipo de autos tienen los trillizos? —pregunto, pasando a toda
velocidad por delante de una fila de conductores lentos.
—Audis negros a juego. Lindo, ¿eh?
—Adorable. —La miro—. ¿Su mami los compró?
—Sí.
—¿No eres parte de la familia? ¿Cómo es que no tienes un Audi a juego en
rosa?
—Porque no soy parte de esa familia. —Resopla—. Además, no quiero
deberle nada.
—¿Pero con mucho gusto me lo deberías?
—Es diferente contigo. Siento que estamos en pie de igualdad.
Me burlo de esto.
—Soy multimillonario, Ash. No estamos en pie de igualdad.
—Un multimillonario que, por el precio justo, gastará felizmente su dinero
en mí. Las condiciones adjuntas son las que están en mis términos. Con lo que
estoy de acuerdo. Con Manda, es el tipo de cuerdas para siempre. Odio deberle.
—Hmm.
—Por mucho que odies admitirlo, estamos igualados, Win.
Mientras el tráfico se detiene, me tomo mi tiempo para examinarla. Con la
luz del sol entrando y besando su piel dorada, es más que una visión. Real. A
diferencia de cualquier otra mujer que haya tenido a mi alcance antes. Su inocencia
es encantadora, pero es solo para mi beneficio. Debajo de esa fachada hay un
monstruo asqueroso como yo. Entonces, tal vez estemos igualados en lo que
respecta a nuestras inclinaciones sexuales.
—¿A dónde vamos? —pregunta cuando me detengo frente a un edificio.
—A conseguirte un teléfono nuevo. Quédate aquí.
Llamé con anticipación, así que tan pronto como entro a la tienda, el gerente
se encuentra conmigo con el iPhone más nuevo ya configurado y listo para usar.
Este está en mi plan. Después de programar mi número en él y enviarme un
mensaje de texto, salgo y me subo a mi vehículo.
—Toma —digo, lanzándole el teléfono—. Envíame una foto para que sepa
que funciona. —La chica atrevida hace una mueca estúpida de pato y luego mi
teléfono suena en mi bolsillo—. No voy a pagar por esa foto —le digo, sonriéndole—
. Lo cual me recuerda. Cambié tu contraseña de banca en línea y configuré Apple 57
Pay en este teléfono.
—Eres tan mandón.
—Creo que querías decir “gracias”.
Se inclina sobre la consola, agarra mi corbata y me acerca a ella.
—Gracias.
Dejo que la chica codiciosa me bese gratis, y luego me aparto para poder
dirigirnos a nuestro próximo destino. Mientras ella juega con el nuevo teléfono,
pienso en cómo voy a arruinar la vida de los trillizos. Ya he jodido Harvard para
ellos, pero no es suficiente. No le había estado bromeando a Keaton acerca de que
mi madre tenía sicarios y estoy considerando seriamente aprovechar uno.
Tenemos una lista meticulosa de los mejores asesinos que el dinero puede
comprar. Esos tres pequeños cabrones están contaminando el maldito planeta con
su presencia tóxica.
—Estás gruñendo —dice Ash, sacándome de mi pensamiento interno—.
Tengo una idea para hacerte sonreír, pero te va a costar.
—Quizás no quiero sonreír.
—Sigue el juego, Win, y te prometo que no te decepcionará.
Levanto una ceja.
—Morderé.
—Saca tu libro de cupones...
—Por el amor de Dios, Cinderelliott.
Pero, debido a que esta chica me tiene completamente envuelto en ella y
enredado en un jodido lío, saco el talonario de cupones del bolsillo de mi camisa y
se lo tiro.
—Ahora, intenta sacarte el palo del culo y disfruta esto —dice, dándome
palmaditas en el muslo—. Haré que valga la pena.

58
Ash
É
l nunca ha comido dulces.
¿Qué clase de infancia horrible tuvo que soportar mientras
crecía? Todavía estoy aturdida por su confesión cuando llegamos a
la tienda a la que mi padre y yo solíamos ir mucho después de que
mamá murió. Tiene sentido por qué no estaba tan interesado en el cupón de mi
tienda de dulces. Estoy mareada ante la perspectiva de poder demostrarle lo
divertida que puede ser una tienda de dulces.
59
—Necesito ganar unos cientos de dólares antes de entrar —le digo—. Dime
cómo.
Sus ojos azules son agudos mientras barre su mirada sobre mí.
—Fácil. Quítate el sujetador.
—Esta camiseta es transparente —argumento.
—No es mi culpa que hayas elegido esa camiseta. ¿Quieres ganar quinientos
dólares o no? —Saca la billetera de su pantalón y la abre, arqueando la ceja de esa
manera enloquecedora y desafiante que me hace hervir la sangre.
—Bien. Dame todo el dinero de tu billetera y también me desharé de mi braga.
Su mirada se oscurece.
—¿Aquí mismo? ¿Con gente caminando?
—Seré rápida.
Se ríe, saca el dinero de su billetera y me arroja todos los billetes. Llueven
sobre mi regazo, se deslizan entre el asiento y la consola y caen al suelo. Bastardo.
Me tomo mi tiempo recogiéndolos y contándolos. Mil ochocientos dólares. Vale la
pena. Guardo el dinero en mi bolso y luego me pongo a quitarme el sujetador. Una
vez que se ha ido y metido en mi mochila, desabrocho mi capri y deslizo la cremallera
hacia abajo.
—Oh —digo jadeando y fingiendo sorpresa—. ¿A dónde fueron? Debo haberlo
hecho ya. Culpa mía.
La conmoción que se registra en sus rasgos es breve, pero el orgullo me invade
al saber que lo puse allí, no importa cuán breve sea el tiempo.
—Ya veo cómo es —gruñe, su mano golpeando la mía—. Déjame tocarte aquí
mismo, y combinaré el efectivo que te acabo de dar con un depósito a tu Apple Pay.
—¿Mil ochocientos dólares para tocarme? —Dejo escapar una risa
entrecortada—. Me obligas. De acuerdo.
Sus dedos acarician la piel de la parte inferior de mi vientre antes de empujar
un dedo entre los labios de mi coño, deslizándose contra mi clítoris y haciéndome
sacudir.
—Estás mojada. La idea de caminar por una tienda de golosinas sin ropa
interior te moja el coño.
—Son las pequeñas cosas de la vida —murmuro, retorciéndome ante su toque
experto.
—Hmm.
Muerdo mi labio inferior, reprimiendo un gemido cuando su dedo se sumerge
dentro de mí. Lo folla dentro y fuera lentamente antes de untar mi excitación en mi
clítoris. Mi cuerpo está vivo, nervioso por la necesidad de venirse. Frota deliciosos
círculos alrededor de mi clítoris, acercándome más y más al borde. Justo cuando me
tenso, mi liberación lista para explotar, quita su mano dejándome colgando.

60
—Win —me quejo—. ¿Qué demonios?
Frota su dedo mojado por mi labio inferior y luego por el superior.
—¿Hmm?
—Te odio.
—Me encanta que lo hagas.
Inclinándose hacia adelante, me besa con fuerza, chupando mis labios para
poder saborearme en ellos. Gimo cuando me muerde el labio inferior y tira. Su beso
es profundo y absorbente. Estoy mareada y desorientada cuando se aleja.
—Arregla tu pantalón, niña. Tenemos que comprarle caramelos a tu malcriado
trasero.
Suspirando, abrocho mis vaqueros, meto la libreta de cupones de Win en su
bolsillo y luego agarro mi bolso antes de salir del Bugatti. Winston camina hacia mí
mientras las puertas de su vehículo se cierran, luciendo como un millón de dólares
con un traje nuevo y limpio. Por supuesto, su habitación en el complejo estaba
equipada con ropa y todo lo que pudiera necesitar. Tengo la sensación de que
dondequiera que vaya Win, siempre está preparado.
Agarro su mano, entrelazando mis dedos con los suyos. Él vacila, frunciendo
el ceño. Excepto conmigo. Está preparado para todo y para todos en este mundo,
pero no cuando se trata de mí. El hecho de que pueda sacudir al elegante y sereno
Winston Constantine es fortalecedor.
—Tomarse de la mano te costará —se queja, pero no me rechaza.
—Te compraré algunos dulces. No te preocupes.
Ignorando mi comentario de sabelotodo, abre la puerta de la tienda y me hace
entrar. Es exactamente como lo recuerdo, lleno de familias, estantes llenos de dulces
del piso al techo y una isla central gigante con máquinas de autoservicio de varios
dulces. Winston está rígido mientras me sigue adentro, claramente incómodo por
estar aquí.
—En primer lugar, tenemos que conseguir por lo que vinimos aquí —le digo,
dirigiéndome directamente a la máquina Starburst de cereza. Agarro una bolsa y la
sostengo debajo del pico, girando hasta llenarla con mi dulce favorito. Una vez que
lo ato, se lo doy para que lo sostenga—. ¿Qué tipo de dulces quieres?
—Te lo dije —se queja—, no como dulces.
—Es una lástima —le devuelvo—. Hoy vas a comer un poco. La pregunta es,
¿qué le gustará a Winston Constantine?
Me pone los ojos en blanco, pero continúa siguiéndome por toda la tienda. Me
aseguro de recopilar una variedad de mis favoritos para que los pruebe. Cuando lo
encuentro mirando a los ositos de goma con curiosidad, llamo a un vendedor.
—Disculpe —le digo a la joven—. ¿Puede tener una muestra?
Ella frunce el ceño.
—¿De ositos de goma?
—Él nunca ha tenido uno.
Un jadeo sale de sus labios.
61
—¿De verdad?
Nos ignora. Estúpido.
—Seriamente. Dale uno rojo. Sé con certeza que es un fanático de la cereza. —
Hago un gran espectáculo guiñándole un ojo, ganándome una sonrisa.
La chica, usando su mano enguantada, saca un par de rojos y me los entrega.
Tan pronto como ella se aleja, me acerco a Win, sonriéndole.
—Abre —bromeo.
Él se burla pero luego obedece. Empujo la goma en su boca, mirándolo
intensamente para ver su expresión. Lentamente, mastica, frunciendo el ceño con
fuerza. Después de que traga, le doy de comer el otro. Una vez que ese también se ha
ido, reboto sobre los dedos de mis pies, incapaz de quedarme quieta.
—¿Entonces?
—¿Entonces qué? —se queja.
—¿Qué piensas?
—Son masticables. Mucho trabajo para comer.
—No eres vago, Win. ¿Y el sabor?
—Sabe a ti. —Sus ojos azules se clavan en mí—. Están bien.
En idioma de Win, le encantó. ¡Ja! Lo sabía. Por suerte, en esta tienda de
golosinas, los ositos de goma se clasifican por sabor. Dejo un montón de rojos en la
bolsa y luego continúo por el camino. Una vez que he reunido toda la variedad que
se me ocurre, incluso algunas cosas viejas como granos de café cubiertos de chocolate
y caramelo de agua salada, nos dirigimos a la caja registradora. Va a sacar su billetera
y niego.
—Usa tu cupón —le digo, disfrutando de la forma en que sus mejillas se ponen
ligeramente rosadas ante la palabra cupón.
—¿Tiene un cupón, señor? —pregunta el cajero.
—No —grita—. Ella está siendo una mocosa.
Confundido, el cajero vuelve a cobrar en silencio. Busco en su bolsillo, hojeo
el cupón de la tienda de dulces y lo arranco antes de depositar su folleto en su bolsillo.
Observa mis movimientos con una mirada entrecerrada que hace que mi cuerpo
arda. Cuando sus ojos se posan en mis pechos, recuerdo que no llevo sujetador.
Afortunadamente, estaba demasiado ocupada aquí para que alguien lo notara.
El cajero me dice el total, terminando nuestra mirada silenciosa. Saco algo de
efectivo y pago todos los dulces. Una vez que me entrega el saco abultado, agarro la
mano de Win y lo saco afuera.
—¿Estás feliz? —se queja.
Me pongo de puntillas y lo beso con la lengua. Probar el oso gomoso de cereza
en su boca me hace sonreír.

62
—Mucho.
—Vamos entonces. Tenemos que ir a recoger tu auto.

Discutimos todo el camino hasta el concesionario Cadillac. Seriamente. Me va


a comprar un auto. O, según él, ya lo compró y solo necesita recogerlo.
—¿Por qué no puedes llevarme a todas partes? Ni siquiera soy tan buena
conductora y probablemente lo arruinaré.
—Para de quejarte. —Me lanza una sonrisa malvada—. No te preocupes, niña,
será el vehículo más seguro para ti. —Se detiene junto a un Cadillac Escalade negro
mejorado. Estoy agradecida de que no sea nada ridículo como un Lamborghini o un
Bugatti—. Vamos a probarlo —dice una vez que apaga el auto.
Salgo y lo sigo hasta la enorme bestia de un todoterreno. Parece más grande
que un Escalade normal. Un vendedor saluda a Win y le lanza las llaves. Me veo
obligada a entrar en el lado del conductor después de dejar mis maletas en el asiento
trasero, y Winston se sube al lado del pasajero.
—Esta cosa es enorme —me quejo—. Probablemente voy a hacer un barrido
lateral en cada auto que pase.
Se relaja en su asiento, imperturbable por mis amenazas.
—Es un vehículo blindado. Sobrevivirá.
—¿Qué?
—Para mantenerte a salvo.
—¿Un vehículo blindado como esos camiones que llevan dinero?
Se burla.
—No seas tonta. Este es mucho más caro que uno de esos. Más como el tipo
de vehículo blindado que transporta al presidente.
—Winston —me quejo—. ¿Por qué eres tan exagerado?
—Es mi dinero. Puedo gastarlo como quiera.
Trato de no derretirme ante el hecho de que me compró un vehículo blindado
para mantenerme a salvo. Asumiría que sus intenciones fueron honorables, excepto
que tiene un brillo diabólico en sus ojos azules.
—¿A dónde? —pregunto, resoplando.
—A mi casa para que puedas cambiarte a algo más apropiado. —Su sonrisa se
vuelve lobuna cuando mis mejillas arden—. Y luego comeremos un bocado.
—¿Y después?
—Saldremos para marcar otro elemento de mi lista.
—¿Por qué siento que estoy a punto de ser cómplice de un crimen?
Su risa profunda, gutural y supermalvada no ayuda a calmar mis miedos. 63
—No, Cinderelliott, lo tienes bastante al revés. Hoy soy tu cómplice.
No debería confiar en el diablo con un traje de tres piezas.
Desafortunadamente, lo hago.
—Más vale que valga la pena. —Le lanzo una mirada entrecerrada.
—Oh, lo valdrá. Ya verás.
Winston
S
u boca me vuelve loco.
Las cosas que puede hacer. Las palabras que se derraman. Las
sonrisas burlonas.
Nunca he tenido una mujer que me empuje hacia el acantilado
de la locura como lo hace Ash Elliott. En algún momento, me habría negado a ver a
una mujer como ella. Ahora, no puedo imaginarme viendo a nadie más que a ella. La
idea es alarmante y, francamente, vergonzosa. 64
Ella. Es. Mi. Juguete.
Sigue diciéndote eso, idiota.
Haciendo caso omiso de mi reprimenda interior que suena como si estuviera
en la voz de Perry, aparto la mirada de su boca, donde se había estado lamiendo los
labios después de un bocado del pastel de queso con chocolate que estaba comiendo.
Más temprano, pasamos por mi casa para que pudiera cambiarse y jugar con su
pájaro ruidoso. Luego, la llevé a uno de mis restaurantes favoritos de la ciudad.
Incluso cuando no se avergüenza por mi placer, todavía disfruto de su compañía.
Maldito idiota.
—Estás sombrío —dice Ash, sus ojos color avellana me taladran—. ¿Estás
bien?
—Estoy perfectamente bien —miento, sin mirarla a los ojos—. ¿Vas a hacerle
el amor a esa tarta de queso toda la noche o ya nos vamos a ir?
La mocosa da un bocado exagerado a su postre, gimiendo en voz alta para que
todos la escuchen. Mi polla se anima, disfrutando al máximo de su ronco sonido de
placer.
—¿Quieres ganar cincuenta mil dólares?
Casi se ahoga con su tarta de queso.
—¿Cincuenta?
—¿Sí o no, niña?
—Sí —dice sin dudarlo—. ¿Qué tipo de cosas jodidas estás pensando?
Admiro sus bonitos y regordetes labios por un momento.
—Cogí esto de casa. Quiero que te lo pongas. —Sacando su enjoyado tapón
anal de mi bolsillo, lo dejo sobre la mesa con un fuerte golpe.
Sus ojos se abren y lo arranca de la mesa.
—¿Como aquí? ¡No puedo hacer eso aquí!
Una risa oscura se me escapa.
—Por supuesto que no, niña sucia. Ve al baño y póntelo. Envíame una foto una
vez que esté listo.
—¿Eso es todo?
—No he terminado —digo, mi mirada bajando por su cremosa garganta hasta
su escote—. Mientras no estés, me trasladaré a una de esas cabinas del bar. Vuelve y
siéntate en mi regazo.
—Oh, Dios —gime, sus ojos se agrandan con aprensión—. ¿Y entonces?
Chica inteligente.
—Si me follas sin llamar la atención, obtendrás tu dinero.
—¿Aquí? ¿En el restaurante? ¿Estás loco? —exige, sus ojos color avellana
ardiendo por la sorpresa.
—Aquí no. En el bar. Y sí. Positivamente loco. —Por ti. 65
Estúpido, maldito idiota.
—¿Eso es todo? Por cincuenta de los grandes, me pongo el tapón anal y te follo
en secreto en el bar. —Cuando asentí, sus rasgos se volvieron malvados—. Daré diez
si usas uno de tus cupones más tarde y me dices cuánto me necesitas en tu vida
mientras vemos una película romántica.
Una carcajada sale de mí.
—No.
—¿Quince de descuento?
—No. Cincuenta. Sin cupones y sin palabras dulces.
—No hay trato. —La chica malcriada incluso cruza los brazos sobre su pecho
de una manera petulante para llevar a casa sus palabras.
—Bien, Cinderelliott. Cincuenta y usaré el estúpido cupón de la noche de cine
más tarde. Y te diré cuánto te necesito justo después.
—¿Pero?
—Pero puedo decirte cosas degradantes mientras follamos.
—Bien —resopla—. Y te llamaré papi.
Le pongo los ojos en blanco.
—Esa mierda no me molesta.
—¿Qué te molestaría? —Su ceja se arquea.
—Nada me molesta.
—No eres divertido.
Le muestro una sonrisa lobuna.
—Deja de hacer pucheros, mocosa, y ve al baño. Es decir, si tenemos un trato.
—Oh, tenemos un trato —dice mientras se levanta de la mesa—, papi.
Joder si la forma en que dijo eso no me puso tan duro como el granito.
—Haz buenas las fotos. De cerca. Quiero ver todo.
Sonríe, sin estar de acuerdo ni en desacuerdo. Mierda. La miro mientras
atraviesa el restaurante, captando la atención de todos los hijos de puta de este lugar.
Cuando se ha ido durante cinco minutos, suena mi teléfono.
Joder, esta chica.
Sabe exactamente lo que me gusta y es más valiente al mostrármelo. En un
momento parecía vacilante y disgustada por mis ideas, pero ahora parece
disfrutarlas. La imagen es de su coño desnudo y su culo adornado con una joya azul
brillante.
Estoy incómodamente duro en mi pantalón mientras le respondo.
Yo: Juega con tu clítoris, pero no te corras. Reúnete conmigo en el
bar en cinco minutos. 66
Ash: Tus deseos son órdenes, cariño.
Yo: Maldita mocosa.
Ash: Novia.
Yo: Cuatro minutos, niña.
Ash: Llámame novia y te enviaré una foto que te gustará.
Yo: Morderé, mi malcriada novia. Ahora muéstrame.
Envía una foto de dos de sus dedos dentro de su coño. Es suficiente para
tenerme ahogando un gemido de necesidad.
Yo: Tres minutos.
Tiro dinero sobre la mesa para pagar la cuenta antes de acercarme a una mesa
vacía en el bar. El barman se acerca y pido un cóctel para Ash y una cerveza para mí.
La siento antes de verla y me doy la vuelta a tiempo para verla caminar hacia mí con
una sonrisa de comemierda en su rostro.
Sabe que me vuelve loco.
La excita.
Debería estar molesto, pero me divierte su sonrisa tonta.
—¿Papi? ¿Eres tú? —grita, saludándome.
No puedo evitar reírme. Está podrida como el infierno.
—Ven a sentarte en el regazo de papá —digo, jugando—. Te extrañé.
Se mete en la cabina y se sienta en mi regazo, frotando mi erección con su
lindo trasero. Agarro sus muslos para calmar su ondulante cuerpo.
—Estás disfrutando esto demasiado —gruño, pasando mi palma por su muslo
desnudo—. Debería haber pagado menos.
—Ya es demasiado tarde —dice en tono triunfal—. Ya hiciste el trato.
Nadie nos está prestando atención. Lástima. Me encantaría avergonzarla por
ser tan engreída.
—Sácame la polla —digo en voz baja—, pero que no te atrapen.
El barman deja nuestras bebidas. Ash toma un sorbo del suyo y luego se
mueve para poder deslizar sigilosamente su mano debajo de ella para
desabrocharme el pantalón. Busca a tientas y lucha hasta que logra liberar mi polla.
Una vez que está fuera, se sienta en ella, frotándose contra mi longitud para que
pueda sentir lo excitada que está. El hecho de que todavía no lleve bragas me
enciende de la mejor manera posible.
—¿Solo vas a frotarla o te la vas a follar? ¿Hmm?
Se levanta un poco, inclina su cuerpo y luego se desliza sobre la punta de mi
polla. Lo suficientemente lento como para torturarnos a los dos. Un gemido se le
escapa mientras se sienta completamente sobre mi polla. Siempre está tan apretada

67
cuando tiene su tapón anal.
—Inclínate hacia atrás —gruño, deslizando mi mano debajo de su vestido para
poder tocar su clítoris—. Haz contacto visual con alguien.
Ella me maldice, haciéndome reír.
—Bien. Chico guapo a las diez en punto.
Cojo mi cerveza con la mano libre, sorbiendo, mientras yo también miro al
hijo de puta del traje sexy. Debe sentir nuestra atención porque sus ojos lujuriosos
encuentran a mi linda chica en un instante. Sus cejas se disparan y luego se disculpa
con el tipo que está frente a él.
—¿Crees que son homosexuales? —pregunto, pellizcando su clítoris.
—Nop. Él me desea.
—Hmm.
Ella se ríe, su coño apretándose a mi alrededor.
—Estás celoso, novio.
No estoy celoso y ciertamente no soy su novio, aunque apuesto a que ella
desearía que lo fuera. A veces me agota con sus tonterías infantiles. Pero supongo
que ese es el objetivo de un juguete: desgastar a una persona para que no se
obsesione con los aspectos más difíciles de su vida.
Ella me agota bien. Menos mal que me entretiene y hace buenas mamadas.
—Su polla probablemente esté dura —se burla.
—Estás cambiando el juego —le advierto—. Supongo que no quieres tus
cincuenta mil dólares.
—Los quiero. Tú eres quien cambió el juego. Se suponía que debíamos hacer
esto y no llamar la atención sobre nosotros mismos, y ahora quieres que haga
contacto visual con chicos sexys.
—Deja de llamarlos sexys. —A mi juguete le gusta cuando juego.
—Te dije que estabas celoso.
—Bien. Pon los ojos saltones con tu pequeño novio no gay de allí. ¿Pero
recuerdas la otra parte del trato?
—¿Cuando me dices cosas dulces y nos abrazamos?
—Antes de eso.
Soy un chico mimado al que también le gustan las cosas a su manera.
—Eres un idiota que quiere decir cosas crueles.
—Eso es todo. ¿Puedes controlarlo?
—Por cincuenta de los grandes, puedo manejar cualquier cosa.
Perezosamente froto su clítoris mientras inhalo su cabello que ella sacó de su
cola de caballo antes y alisó antes de la cena.
—Tu padre estaría mortificado si supiera que su preciosa princesita está
siendo follada en un bar con todos mirando. ¿Crees que tu verdadero papá te
llamaría puta? —Muerdo su oreja—. Eso es lo que eres, Cinderelliott. Una prostituta
68
bien pagada. Me follas porque estás muy desesperada por ir a la universidad. Nada
más que un caso de caridad. Pobre niña que intenta desesperadamente jugar juegos
perversos con un hombre que le dobla la edad. ¿Qué dijo tu madrastra? Eso es... le
disgusta. —Ella se retuerce y resopla, claramente odia mis palabras, pero un trato es
un trato. Como ella no está interrumpiendo nuestra negociación y perdiendo el
dinero, continúo—: ¿Tus hermanos se turnan para follarte? ¿Tomas los tres a la vez?
Apuesto a que es por eso que están tan jodidamente celosos. Han probado tu dulce
coño y lo quieren todo para ellos. Pero solo tienes hambre de una polla, ¿eh?
—Solo la tuya —gruñe.
—Debería pasarte a mis colegas y hermanos. Si el precio es correcto, creo que
harías cualquier cosa. El dinero es el truco mágico que te hace abrir las piernas.
¿Estoy en lo cierto?
—No. Solo te quiero a ti.
La recompenso con otro pellizco en su clítoris, retorciéndolo casi
dolorosamente para ella. Su coño aprieta mi polla hasta el punto en que sudo con la
necesidad de correrme.
—Apuesto a que dejarías que Keaton te follara mientras nuestra hermana
pequeña mira. ¿Es eso lo que quieres? ¿Mi hermano pequeño dentro de ti?
—No, idiota. —Respira—. Solo tú.
Esta chica delirante quiere cosas que yo no puedo darle.
Exclusividad. Mi completa atención. Una relación romántica que lleva a una
boda y bebés.
Aunque sabe que jugamos, creo que a menudo olvida el hecho más
importante: nada de eso es real. Nada de eso será real. Al menos no conmigo.
—¿Qué pasa con Perry? Probablemente te daría todas las dulces palabras del
mundo. Probablemente te trate como a la princesa que desearías ser. Pero eres solo
un fraude. Una sirvienta inútil que viste bonitos vestidos comprados por un hombre
rico y folla a sus órdenes.
—Te odio.
—No lo haces, porque tu coño está jodidamente mojado, Cinderelliott. Los
jugos que salen de tu cuerpo se parecen mucho a una niña pequeña enamorada de
alguien que no puede devolverle el amor.
El chico del traje atractivo ya no está tratando de mantener una conversación
con la persona frente a él. Su atención se concentra debajo de la mesa, lo que significa
que puede ver lo que estamos haciendo desde su posición.
—Veinte más si me dejas mostrarle lo que es mío. —Beso el costado de su
cuello—. ¿Hmm?
—No voy a evitar que me hagas más rica —murmura—. Hazlo.
Deslizo mi mano de su clítoris para agarrar su vestido y levantarlo. Los ojos

69
del tipo se salen de su cabeza y se lame los labios. Le dice algo al chico enfrente de él,
pero su atención nunca abandona el bonito coño de mi chica. Dejo que su espectáculo
termine bajando su vestido y encontrando su clítoris una vez más debajo de la tela.
El tipo llama a un camarero, escribe algo y se lo da. Unos segundos después, el
camarero se detiene en nuestra mesa.
—El tipo de allí le gustaría invitar a la dama a una copa —dice el camarero—.
Y pasarle esto a ella.
—Él no puede pagar lo que le gusta —le digo—. Vete.
El camarero se encoge de hombros y nos deja.
—Lee lo que tu novio tiene que decir. —La froto cada vez más rápido, amando
el suave jadeo que se le escapa—. Ahora, Ash.
Coge la tarjeta de visita y la da vuelta.
—Cuando hayas terminado con él por la noche, llámame. Puedo pagar el
doble, y disfrutarás mucho más follando con alguien más cercano a tu edad. —Ella
gime mientras se corre y luego me maldice—. Él cree que soy una prostituta, Win.
—Mi prostituta —digo con una risa oscura.
Su cuerpo se tensa ante mis palabras y la culpa se filtra a través de mí, aunque no
debería, ya que ambos sabemos lo que está en juego aquí.
—Novia —gruñe ella, apretando su coño como un puto tornillo de banco.
Pongo al chico del traje sexy una mirada de jódete, el niño mira cuando me
vengo en mi novia o juguete o puta pagada o lo que sea que me apetezca llamarla. El
caso es que le dejo saber que es mía.
Él mira hacia otro lado, finalmente entendiendo el mensaje.
—Pídele al camarero algunas servilletas, hermosa niña —le instruyo,
recostándome sobre la dulzura lo suficientemente espesa para que le salgan caries—
. Necesitas limpiar todo mi semen dentro de ti.
Es un movimiento incómodo, pero se las arregla para alejarse de mí una vez
que le indicó al camarero que le trajera algunas servilletas. Su cuerpo protege a
cualquiera de ver mi polla colgando de mi pantalón, medio dura y goteando. Como
la buena chica que es, me limpia y me devuelve la razón.
—¿Ahora qué? —pregunta, su voz temblorosa.
Saco mi teléfono y le envío setenta mil dólares. Luego, tomo una foto de la
tarjeta de presentación del chico y se la envío a Deborah con un mensaje de texto
diciéndole que averigüe todo lo que pueda sobre el chico.
—¿Lista, calabaza? —me burlo, usando el nombre de mascota más estúpido
que se me ocurre.
—Para cualquier cosa, papi.
La chica mala lo dice lo suficientemente alto como para que recibamos varias
miradas interesadas. Definitivamente conocí a mi igual con ella.
Le doy un apretón en el culo cuando nos vamos, asegurándome de mirar hacia
abajo, al chico del traje sexy y que pronto se arruinará financieramente al salir. Eso

70
le enseñará a ese hijo de puta a insinuar que esta chica es una puta, una a la que
realmente tendría acceso.
Solo un hombre puede llamarla con esos nombres inmundos.
Winston jodido Constantine.
Ash
N
o olvides decirle que es un buen pájaro —digo, mirando a Win en el
asiento del pasajero del Escalade—. Lo digo en serio.
Levanta la vista de su teléfono para burlarse de mí.
—No estoy hablando con ese pájaro.
—Pensará que no te agrada.
—No me agrada.
71
—Mentiroso.
—Es ruidoso y huele.
—Él no huele —gruño—. Retráctate.
—Quizás deberías llevarlo de vuelta a casa, donde pertenece.
Me tenso al pensar en Scout volviendo a poner sus garras malignas en mi
pájaro. Diablos, no. Ciertamente él habría lastimado a Shrimp para lastimarme.
Tengo suerte de haberlo sacado sano y salvo de ese infierno. Si tan solo pudiera salir
yo también.
Los trillizos no son la única cara de la perversa moneda que me molesta. Está
toda la situación de Morelli que se cierne sobre mí como una nube oscura y
amenazante. Cada día que pasa sin incidentes, me preocupa cuándo Leo volverá a
mostrar su rostro y exigirá respuestas, respuestas que no solo no tengo, sino que me
niego a dar.
—Bien, le diré al pájaro ruidoso que es precioso y hermoso y el mejor maldito
pájaro que jamás haya existido —dice arrastrando las palabras, con sarcasmo en su
tono—. ¿Contenta?
—Sí. Shrimp no sabe que son palabras falsas como yo. —Dejo escapar un
profundo suspiro—. Para que conste, no tengo muchas ganas de volver a casa.
Hago una mueca de dolor al admitir que no era mi intención escabullirme.
Se pone rígido.
—Dijiste que tu papá y Manda estarían allí.
Le había enviado un mensaje de texto a papá hoy temprano para registrarme.
Y aunque él dijo que ambos estarían en casa, no estaba exactamente ansiosa por
volver al lugar donde los Mellizos del Terror podrían llegar a mí tan fácilmente si
quisieran. Pero no iba a pedirle a Winston que se quedara en su casa. A pesar de la
diversión que tenemos, a sus ojos, este es solo un trabajo por el que me paga. No me
engaño pensando que se está enamorando de mí o algo tan loco como eso, aunque
deseo desesperadamente que así sea. Un día, se cansará de los juegos que jugamos y
pasará a otro tema dispuesto, o tal vez, finalmente se establezca y se case. Si lo obligo
a alojarme y entretenerme todas las horas del día, solo me aseguraré de que se aburra
y muy rápido también.
La idea de que él se mude con otra mujer me agita el estómago.
—Si no te sientes segura... —comienza, pero lo interrumpo con un movimiento
de cabeza.
—Está bien. Papá puede estar en el trasero de Manda, pero él me ama y no
dejaría que me lastimaran.
Me mira con el ceño fruncido como si no me creyera, pero es la verdad. Si
fuera inteligente, le confesaría a papá lo que esos monstruos me hicieron. Sin
embargo, la verdad es que moriría si él se pusiera del lado de Manda por alguna
razón. Ese sería un rechazo del que no podría regresar.
—Te conseguiré un apartamento —dice cortante Winston, sus palabras frías y
profesionales—. Hay muchos lugares amueblados cerca de la oficina.
72
—No. —Dejo escapar un gemido—. Está bien. Dije que papá me mantendrá a
salvo.
Chica tonta. ¿De verdad pensaste que te rogaría que te mudaras con él?
—No seas obtusa —gruñe—. Tiene más sentido y estarás a salvo.
—No quiero un apartamento de puta, ¿de acuerdo? Prefiero arriesgarme con
los monstruos.
Mi corazón retumba en mi pecho mientras espero a que él luche por mí.
Porque un verdadero novio haría eso. Alguien a quien le importara me pediría que
me quedara y no me enviaría con los lobos.
—Acelera —dice Winston una vez que giramos hacia mi camino.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Hazlo —dice cortante.
—Casi estamos allí. ¿No vamos a mi casa?
—¿Cómo te sentiste cuando te estaban violando? ¿Cortando la ropa de tu
cuerpo? ¿Robando el dinero que tanto te costó ganar? ¿Arruinándote? Hmm, ¿niña
bonita?
Sus palabras provocan una mezcla de furia violenta y el deseo de derretirme
ante su dulce apodo.
—Horrible. Los odio —siseo—. Son monstruos.
—Entonces destruye lo que aman. —Sus ojos azules destellan enloquecidos en
el vehículo a oscuras. ¿Qué aman ellos? Ya lo sé. Los tres Audis a juego, autos que
significan más para ellos que cualquier otro símbolo de estatus—. Este SUV puede
recibir el golpe —continúa Winston—. Los airbags no se van a salir. Está diseñado de
esa manera.
La comprensión me invade como gasolina en mi infierno interior de ira hacia
mis hermanastros. Envalentonada por sus palabras y por el hecho de que estoy a
salvo en este vehículo, presiono el acelerador.
—Fue un accidente —dice en voz baja y autoritaria—. Accidentalmente pisaste
el acelerador en lugar del freno. Lo sientes mucho.
Mi corazón se acelera en mi pecho cuando tres Audis iguales estacionados en
una fila en la calle aparecen a la vista. Cuando me acerco a ellos, me desvío en el
último minuto, chocando contra la parte trasera del tercero. Me arrojo hacia
adelante, el cinturón de seguridad me lastima el pecho mientras resuena el crujido
del metal. Los tres Audis empiezan a aullar sus alarmas. Me vuelvo para mirar a
Winston, mi boca se abre con sorpresa.
No puedo creer que acabo de hacer eso.
Santa mierda.
—Respáldalo ahora —instruye Winston, guiándome sobre qué hacer—. Buena
niña.
Estoy temblando hasta que su palma cubre mi muslo y aprieta. Saber que me 73
respalda hace maravillas para calmarme. Salimos de la camioneta para ver mi
trabajo.
Los tres autos están dañados. El auto que choqué es el peor, arrugado hasta el
punto de que probablemente deba ser totalizado. El del medio está intercalado entre
los otros dos. El Escalade tiene un faro roto y pintura raspada del parachoques, pero
ningún otro daño visible.
—¿Qué carajos? —ruge Scout mientras sale corriendo de la casa, con sus
hermanos psicóticos detrás de él.
Manda y papá vienen corriendo a continuación, al igual que algunos vecinos
para ver el gran alboroto. Enciendo el suministro de agua, rompiendo a llorar porque
ha hecho maravillas en el pasado para sacarme de los problemas con mi padre.
—Lo-lo siento mucho —digo ahogándome y aferrándome a la mano de
Winston—. Accidentalmente pisé el acelerador en lugar del freno.
—Jodiste nuestros autos —se queja Sully, señalando el vehículo del medio—.
El mío ni siquiera se podrá conducir.
Sparrow camina cerca del auto delantero, tirándose del cabello como si fuera
a llorar. Scout fulmina con la mirada al tercer auto que ha quedado destrozado y se
cruje el cuello.
—Basta, muchachos —espeta papá—. Esas cosas se pueden reemplazar. Ash
no se puede. ¿Estás bien, cariño? ¿Estás herida?
Winston me da un apretón en la mano cuando papá se me acerca. Lo suelto
para abrazar a mi papá, empapando su camisa con mis lágrimas. Me da una palmada
en la espalda y me asegura que todo va a estar bien y que ahora estoy a salvo. Se me
escapa un sollozo, pero esta vez es real.
Estará bien.
—¿Estoy a salvo?
—Este es un error costoso, Ash —corta Manda—. ¿Por qué estabas
conduciendo? No tienes auto.
Me aparto del abrazo de papá y vuelvo a tomar la mano de Winston. Es frío y
espinoso cuando quiere, pero ahora mismo, está jugando el papel de un novio
solidario. Definitivamente lo recompensaré más tarde por esto, pero ciertamente no
desde mi propio apartamento de puta. No, gracias.
—Winston me compró un auto —le digo, sonriéndole—. No creía que todos
mis viajes en Uber fueran seguros. —Hace una mueca ante la palabra Uber. Casi me
echo a reír—. Al menos mi auto parece estar bien —continúo—. Me habría sentido
fatal si hubiera destrozado mi auto nuevo.
—Lo único que importa es que estás a salvo —me asegura Winston,
poniéndolo en claro—. ¿Correcto?
Manda asiente como si le doliera. El asentimiento de papá es más
convincente. Por una fracción de segundo, veo al papá que amo y recuerdo. El que
me cuidó después de que mamá murió, haciendo todo lo posible por ser ambos 74
padres para mí. Me duele el corazón por lo que solíamos tener antes de que Manda
hundiera sus garras en él.
—No hay nada que podamos hacer hasta la mañana —dice papá, inflando el
pecho con aire de autoridad—. Llamaremos a un servicio de remolque mañana. Por
ahora, únase a nosotros para tomar una copa, señor Constantine, y hágame saber sus
intenciones con mi hija.
Los Trillizos del Terror fruncen el ceño en mi dirección y Manda frunce el
ceño. No están acostumbrados a que papá tome la iniciativa. Sin embargo, algo
acerca de ver a su hija con el hombre más rico de la ciudad lo hace entrar en modo
protector de papá oso. Como no soy una niña, no saco la lengua a los Mannford. Sin
embargo, se necesita cada gramo de autocontrol, porque soy mezquina.
—Ciertamente, señor Elliott —Winston asiente con un movimiento de
cabeza—. Creo que aceptaré esa oferta.
Todos vuelven entrar en la casa de piedra rojiza. Espero que los trillizos se
vayan a sus habitaciones para hacer pucheros y planear venganza. En cambio, se
ciernen cerca como buitres, listos para abalanzarse y recoger la carne de mis huesos.
Prácticamente están salivando por la oportunidad.
Winston se sienta en el sofá de dos plazas y me coloca junto a él. Su brazo
protector me envuelve, sosteniéndome cerca. Hace maravillas por mi corazón
errático. Saber que él me respalda contra esos monstruos significa muchísimo para
mí. Negociamos mucho en nuestra relación, pero esto parece ser algo gratis y natural
para él.
Entonces, ¿por qué no deja que suceda?
¿Por qué mantenerme a distancia ofreciéndome conseguirme un
apartamento?
Mientras papá saca una botella de vino, observo a Manda de cerca. Sus fosas
nasales se dilatan y sus ojos oscuros son de furia líquida. Pero ella no habla. Dado
que mi padre no está tratando de golpear el trasero de Winston, me pregunto si
incluso le contó a papá las palabras que descubrió en mi estómago. Manda no parece
del tipo que retenga información sin un propósito. La pregunta es, ¿cuál es su
propósito al no decírselo a papá? Creo que querría abrir más una brecha entre mi
padre y yo.
—Anoche asistimos a tu trigésimo séptimo —le dice papá a Winston,
entregándole una copa de vino tinto—. Te das cuenta de que tienes la edad suficiente
para ser su padre.
Los trillizos me miran con furia y Manda hace un sonido de disgusto en voz
baja. Winston simplemente se ríe. Bajo, oscuro y malvado.
—Me doy cuenta de esto, sí —dice Winston, su voz fría y dura—. Aunque, creo
que te equivocas. Ella es mi asistente y doncella.
Intento no estremecerme ante la realidad de sus palabras.
La palabra que estás buscando es puta, Win. Soy tu puta.

75
Papá se burla, sacudiendo la cabeza, señalando la forma en que Winston me
sostiene.
—Y yo no nací ayer, Constantine. Corta la mierda. Ambos sabemos que eres el
novio de Ash.
Lanzo una risa sorprendida y le echo un vistazo a Winston. La contracción de
su mandíbula me dice que está entretenido con mi diversión, pero no se lo deja saber
a nadie más.
—Si yo fuera el novio de Ash, ¿eso sería un problema? —desafía Winston—.
Ella ya no es una niña.
Papá se eriza y frunce el ceño.
—Acaba de cumplir dieciocho.
—Soy plenamente consciente de su edad, señor Elliott. —Winston bebe su
vino y luego asiente a Scout—. No habrá ninguna represalia por lo que pasó aquí esta
noche, ¿verdad?
Sus palabras toman a papá desprevenido. Papá me mira, ve mi expresión de
preocupación y luego mira a Scout, que está prácticamente morado de rabia. Se
endereza y niega con vehemencia.
—Por supuesto que no —gruñe papá, su mirada fija a Scout—. Los chicos
saben que fue un accidente.
—Asegúrate de que lo hagan —corta Winston—. Parece que intervienen donde
no los quieren cuando se trata de mi Ash.
Mi Ash.
Le doy a Winston los ojos de corazón como él los llama, porque en momentos
como estos la esperanza brilla a través de las grietas de su fachada helada,
contradiciendo todas sus frías palabras. No me mira, aunque puedo decir que quiere
hacerlo, pero está en un concurso de miradas con papá.
—No estoy seguro de a qué te refieres —dice papá, la ira entrelaza sus
palabras.
—Chicos, vayan a sus habitaciones —espeta Manda, su tono venenoso.
No me engaño pensando que ella está enojada con ellos. Lo veo por lo que es.
Para proteger a sus crías. Scout sostiene mi mirada por un momento, promesas
tácitas de represalias bailando entre nosotros, antes de irse tras sus hermanos.
—Como dije antes, los niños no están acostumbrados a tener una niña en la
casa... —Las palabras de Manda se cortan cuando Winston la interrumpe.
—Le arruinaron el vestido y se encargaron de que no pudiera ir a mi fiesta. —
Winston bebe un sorbo de vino—. Llamémoslo como es, doctora Mannford. Asalto.
Me congelo, ya no puedo mirar a mi papá. Los acontecimientos de ayer se me
vienen encima, haciéndome estremecer.
—Mencionaron que tenía un problema con su vestido, pero mis hijos no la
agredieron —dice Manda rápidamente—. Ash tiende a exagerar a veces. Díselo,
cariño.

76
—Winston —murmuro mientras miro a mi padre—. Está bien. Siempre que
me dejen en paz, está bien.
Los ojos de papá se entrecierran. Mentirle cuando era niña era algo que no
podía hacer. Siempre vio a través de eso. Como ahora. Ni siquiera tengo que decirle
lo que pasó, y él lo sabe. Su mandíbula se aprieta y luego apura su copa de vino.
—Bueno, entonces —dice Winston, poniéndose de pie—. Parece que todos lo
han resuelto. Ash, te veré por la mañana en la oficina. Me llevaré tu auto a casa y te
lo traeré al amanecer. —Se agacha y me da un beso en la frente antes de caminar
hacia la puerta principal.
—Déjame acompañarte. —Papá lo sigue por la puerta y la cierra detrás de
ellos.
El silencio llena el aire mientras espero a que Manda explote. Según la forma
en que late la vena de su frente, me imagino que será pronto.
—Llenar la cabeza de ese hombre con mentiras —sisea—. Para avergonzarnos
a nosotros. Esto no solo nos afectará a mí y a mis hijos, también afectará a tu padre.
La amenaza me tiene apretando los puños.
—No son mentiras. Los trillizos son crueles conmigo.
—Endurécete, Ash —dice Manda bruscamente—. Nunca lo lograrás en el
mundo de ese hombre si no lo haces.
¿Cómo se endurece uno contra las agresiones y las amenazas a su reputación?
Se engaña si piensa que voy a superar lo que Scout y sus hermanos me hicieron.
Romper sus autos se siente como una victoria, incluso si estoy un poco adolorida por
el impacto. Vale la pena.
—Me voy a la cama —digo mientras me pongo de pie.
Manda también se pone de pie y se acerca a mí, con una mueca de desprecio
en su rostro perfectamente maquillado.
—Si no puedes endurecerte lo suficiente para ganarte ese lugar junto a un
Constantine, otra mujer lo hará.
La miro con los ojos entrecerrados. Seguramente no se refiere a ella. Está
casada con mi papá.
—¿Estás preparada para ese trabajo?
Ella deja escapar un bufido burlón.
—No seas tonta, Ash, soy una mujer casada. —Me despide como si fuera
basura—. Es más adecuado para Meredith Baldridge.
—¿Quien también es una mujer casada? —le digo, recordando lo que había
aprendido anoche. La ira y los celos corren por mis venas como electricidad.
—Pero lo suficientemente joven como para poner fin a un matrimonio que no
está funcionando para buscar uno que lo haga.
Con esas palabras, me deja boquiabierta tras ella. Puede que no sea la mejor
pareja para Winston, pero me condenarán si dejo que alguien como Meredith
Baldridge vuelva a entrar en su vida y lo lastime de nuevo. 77
Winston pertenece a alguien que realmente se preocupa por él.
Él me pertenece a mí.
Es posible que tengamos nuestros juegos jodidos que jugamos, pero esto entre
nosotros sigue creciendo a un ritmo exponencial.
Pronto, no importa cuánto intente negar sus sentimientos por mí, no podrá
hacerlo.
No lo dejaré.
Puede tomar su apartamento de puta y metérselo por donde quiera.
Simplemente no soy su puta.
Solamente soy suya.
Winston
T
amborileo mis dedos sobre el escritorio, contemplando a mi
hermano mientras habla con alguien al teléfono. Mi mente está en
cualquier parte menos el trabajo. Mayormente, no puedo dejar de
pensar en la noche pasada. La forma en la que los idiotas
merodeaban la sala de estar, desesperados por tomar a Ash y destrozarla una vez
más. Podía ver la abrumadora sed oscura en sus ojos. Solo esperando a que me fuera
para poder abalanzarse. Pero, más tarde, la había comprobado y estaba encerrada a
salvo en su habitación. Me enloquecía que estuviera desprotegida en su propia casa 78
y no tener ningún control.
Mentiroso.
Tienes todo el control.
Todo lo que tienes que hacer es realizar una llamada.
La idea de demandarle a Ash quedarse conmigo todo el tiempo, no solo
cuando la necesitara, es tentadora. Me encantaría tenerla en la punta de mis dedos a
todas horas de cada día y noche. Anhelo devorar cada parte de ella.
Pero, ¿qué pasa cuando haya tenido suficiente?
El pensamiento agria mi estómago, haciendo que el café que Deborah me trajo
cuando entré se agite en mi estómago. Desafortunadamente, como con todo,
eventualmente me cansaré de lo que estamos haciendo. Será demasiado difícil
terminar las cosas limpiamente si se ha mudado conmigo.
Que es el porqué darle un apartamento sería ideal. La testaruda mocosa, sin
embargo, se niega a reconocer siquiera la idea. Sé que preferiría que la invitara a vivir
conmigo, pero eso no va a pasar. Fin de la historia.
Además, Madre echaría humo si supiera que dejé a mi terrible asistenta vivir
conmigo. Lo vería como debilidad, porque lo es, joder, y haría todo en su poder para
destrozar la vida de Ash. Justo como hizo con Meredith. Pero, con Meredith, merecía
ser expuesta como la bruja traicionera que era. Ash, sin embargo, no lo pasaría tan
bien si Madre pone sus garras en su vida, porque un montón de lo que encontraría
me involucra a mí y sería especialmente humillante para Ash y para mí.
Mi estómago gruñe de nuevo, y me doy cuenta que solo estoy hambriento.
Hurgo en la bolsa de mi computadora, sacando los osos de goma de cereza que Ash
me compró, metiendo uno en mi boca.
Perry se ríe, llama a Keaton imbécil, y luego sacude la cabeza. Nunca me ha
molestado que mis hermanos hablen entre sí como si realmente disfrutaran la
presencia del otro. Al ser el mayor, me he enorgullecido de no necesitar interactuar
con mis hermanos. Pensé que no me importaba, al menos. Algo sobre la forma en la
que Perry sonríe, feliz de estar hablando con nuestro hermano, no me sienta bien.
Siento que he perdido algo. Un dolor que se siente muy parecido a cuando perdimos
a papá se asienta en mis huesos, acomodándose allí.
—Suficiente parloteo —gruño, fulminando con la mirada a Perry.
Me muestra el dedo, ignorándome. Retengo una sonrisita, secretamente
complacido con las bolas que parece haber encontrado desde que empezó a trabajar
conmigo. Se necesita otro Constantine para ser efectivamente capaz de manejar al
Contanstine mayor.
Ash te maneja bastante bien.
Ese pensamiento me hace titubear. Mi mente regresa a la noche anterior
cuando su padre intentó echarme.
“Es demasiado débil para ti”. 79
“Ash es solo una niña”.
“Queremos que siga sus sueños y vaya a la universidad”.
Amablemente, de acuerdo, no tan amablemente, le dije que si fuera débil, no
se habría levantado luego de que esos hijos de puta arruinaran su vestido,
encontrado una forma de entrar a mi fiesta, y bailado toda la noche como si
perteneciera allí. Intentó no dejar que se mostrara, pero estaba impresionado de que
estuviera en la fiesta y no la viera. Los trillizos le dijeron que tuvo un problema de
vestuario y no asistiría a la fiesta, lo que se tomó en el sentido literal. Solo digamos
que luego de que revelara vagamente que sus hijastros son proles de Satanás, no
estaría confiando en ellos cuando se tratara de Ash. No es mucho, pero es mejor a
que lidie con la mierda de los trillizos sola. Al menos si Baron Elliott sabe lo
monstruosos que son los hijos de su esposa, especialmente con su propia hija, puede
de hecho actuar como el protector que piensa que es.
La verdad es que soy el único que puede proteger completamente a Ash.
Yo.
Con mi dinero, mis recursos, y mi maldita persistencia.
Buzz.
Hablando de persistencia…
Sonrío ante el correo en mi teléfono de Deborah. Puede haberme enojado en
lo que concierne a Perry y Ash, olvidar su lugar en esta compañía, pero recuerdo por
qué la mantengo cerca y le pago tan bien. Su habilidad para excavar información es
invaluable.
Wes R. Hightower.
Conocido de otra forma como el tipo no gay del traje sexy.
Treinta y uno. Asociado novato en la exitosa sociedad de inversión Hightower
Financial Group, que su padre, James Hightower, posee. Sería un movimiento
imbécil castigar a su padre por las acciones de su hijo, pero creo que he probado una
y otra vez que soy un imbécil. Le mando un mensaje a Harold pidiéndole mover todas
las inversiones que están con Hightower Financial Group. Luego, le pido a Deborah
que vea qué puede averiguar sobre su clientela. Una vez descubra a los grandes
inversores en Hightower Financial Group, puedo hacer algunas llamadas. Siempre
que menciono mover mis negocios o inversiones en algo, todos los demás hijos de
puta que quieren ser justo como yo hacen lo mismo. Sin preguntas. Hightower
Financial Group se desangrará por esta herida monetaria que sin duda le infligiré a
su compañía. Y cuando estén luchando para mantener sus puertas abierta, le enviaré
a Wes R. Hightower un ramo de costosas flores con una tarjeta que diga: No podías
permitírtela antes, y ciertamente no puedes ahora.
—Eres tan jodidamente malvado —dice Perry, como si estuviera en mi mente.
—¿Eh? —Distraídamente, lanzo otro adictivo oso de goma de cereza a mi boca,
levemente fastidiado de que Ash me hizo adicto a esta mierda. Para el desayuno,
nada menos.
—Ese rostro. —Se ríe—. Es malvado. Dime que vamos a joder a algunos
80
Mannford.
—Ash hizo un buen trabajo anoche por sí sola —revelo, sonriéndole.
—Eso me han dicho —dice Perry, sonriendo—. Keaton llamó para decirme que
escuchó a través de algunos amigos en común que los trillizos estaban furiosos
porque sus autos se destrozaron anoche. Bien por Ash. Luego de lo que le hicieron…
—Se detiene, sus facciones oscureciéndose y su sonrisa borrada del rostro—. Es lo
menos que se merecen. —Concuerdo con todo mi maldito corazón—. ¿Crees que
Madre sabe? —pregunta Perry con el ceño fruncido.
Lanzo otro oso de goma a mi boca, frunciendo el ceño mientras chupo.
—¿Que Ash hizo pedazos los autos de sus hermanastros?
—No, sabelotodo. La noche del sábado. Que la engañamos para que pensara
que Tinsley estuvo allí toda la noche en lugar de Ash.
—¿Por qué preguntas?
Deja salir un pesado suspiro.
—Porque me llamó ayer preguntándome quién era Ash Elliott y todo lo que
supiera de ella.
Maldición, aquí vamos.
—¿Y qué le dijiste? —Me inclino sobre mi escritorio, uniendo mis dedos.
—Solo que es una nueva empleada aquí y está asistiéndote con algunas cosas.
—Se estira, robando un puñado de osos de goma de mi bolsa—. No delaté que estaban
durmiendo.
Ignoro su deducción sobre mi vida sexual mientras disfruto de otro oso de
goma. De lo que sea que estén hechos, es mil veces más adictivo que la cafeína.
—¿Por qué está interesada en Ash? ¿Cómo demonios consiguió siquiera su
rastro?
—Es malditamente espeluznante así, Winny. Sabes que lo es. ¿Recuerdas esa
vez cuando choqué uno de los veleros de papá? Nadie estaba alrededor para
delatarme. No había ninguna cámara grabando cuando pasó. Me hundí en algunas
rocas y casi me ahogué, pero apenas salí de allí. Apenas había entrado a la casa antes
de que estuviera sobre mí demandando saber qué ocurrió. Mi punto es: sabe mierda
que no debería antes que nadie más. Siempre.
Es cierto.
Los tentáculos de mi madre son profundos y extensos en esta ciudad. Está
conectada con la gente rica y también tiene sus dedos metidos en el barro, solo para
saber sobre cualquier maldita persona que podría intentar amenazar el nombre
Constantine. Es parte de la razón por la que soy despiadado. Tengo la sangre de mi
madre corriendo como hielo a través de mis venas.
—Sabía sobre el edificio Baldridge —suelta Perry.
—Porque Anthony le dijo. 81
—Bueno, es irrelevante. Alguien le dijo sobre el velero. Alguien le dijo sobre
Ash.
—Hablando del edificio Baldridge —digo, cambiando la dirección de nuestra
conversación de las superhabilidades detectivescas de Madre a algo de importancia—
. Hablé con Duncan el sábado.
—Ese tipo es tan idiota.
—Concuerdo. Pero un idiota leal cuando se siente amenazado. —Me recuesto
en mi silla, pensando en la llamada que recibí temprano cuando atravesé la puerta a
las siete de la mañana—. Aparentemente, había avisos de desalojo pegados en cada
puerta, incluso en su oficina. Estaba enojado, por decir poco. Ahora, está sediento de
sangre.
—Morelli no perdió tiempo. —Perry se maravilla—. Me pregunto qué planean
hacer con ese edificio.
—No importa. No lo tendrán por mucho tiempo. Imagino que Leo pensó que
podía mostrarle a su hermano mayor lo bueno que es en Monopolio, reclamando la
última pieza del tablero para su imperio. Pero olvidó un detalle muy importante.
—¿Los Constantine poseen el tablero sobre el que está jugando?
Le lanzo a mi hermano una sonrisa siniestra.
—Precisamente. Aprendes rápido.
Se deleita ante mi cumplido, recordándome a Ash. Son casi la ocho y cincuenta
y todavía no está aquí. Debí haber negociado algo en cuanto a su tardanza. Una
nalgada por cada minuto tarde habría sido algo que esperar. Como está, solo estoy
molesto de que no esté aquí.
Esos cara de mierda podrían haberle dado problemas esta mañana y ni
siquiera lo habría sabido porque ya estoy en el trabajo.
Eso no pasaría si viviera contigo…
De nuevo, eso no sucederá. Nunca. Puedo mantenerla a salvo, pero eso no
significa que tenga que hacerlo bajo mi propio techo. No estoy destinado a tener un
compañero de cuarto, y ciertamente no voy a mudarla a mi cama. Le daría la idea
equivocada, y tanta diversión que tenemos y tanto como quiero protegerla de esos
lunáticos, mudarla a mi lugar la tendría pensando algo que no somos.
Es mi entretenimiento.
Un juguete sexy.
Una zorra costosa como la mierda, si estamos siendo honestos.
Puedo mantenerla a salvo y disponible para mí sin volcar mi vida entera para
hacerlo. Un apartamento cerca de mi lugar tendrá que funcionar. Excelente
seguridad y un portero. Alguna parte que permita mascotas para que pueda llevarse
a su maldita ave.

82
Tendrá que aceptarlo.
No le permitiré que no lo haga.
Con un rápido correo a Deborah, le pido que me asegure un apartamento para
uno de mis empleados junto con mis requerimientos y que esperaré un juego de
llaves a la mano al final del día. Cuando eso está arreglado y fuera del camino, le echo
un vistazo al reloj.
Todavía no está aquí.
Le mando un mensaje.
Yo: Tu tardanza me hace pensar que tus hermanastros te han
acosado de nuevo. ¿Debería enviar a un caballero blanco? Estoy
ocupado haciendo trabajo de villano, pero el Príncipe Perry podría ir a
tu rescate de nuevo.
Su insolente respuesta es inmediata.
Ash: Todo lo que escuché fue: “Ash, te extraño y estoy preocupado
por ti”.
Yo: Escuchaste mal.
Ash: Está bien, Win, los novios tienen permitido preocuparse por
sus novias. Y para responder a tu pregunta, novio, estoy bien. Me
escabullí de la casa sin incidentes, aunque papá estuvo superatento. No
estoy segura de qué le dijiste anoche, pero está actuando como el papá
que recuerdo antes de que Manda lo contaminara.
Yo: Bla, bla, bla… no me importa. No soy tu novio. ¿Por qué llegas
tarde?
Ash: Sí te importa, imbécil, incluso si no puedes admitirlo. Se
llama tráfico y todavía no soy buena en conducir a Matón. Encontrar
un puesto en el garaje también fue una pesadilla. Estoy agradecida por
mi auto blindado en este momento porque la monstruosidad naranja
junto a la que estacioné puede abollarme con la puerta cuando el
conductor vaya a irse.
Yo: Le estarías haciendo un favor a la raza humana si derribaras
el auto de Perry también. Solo lo digo. Además, ¿quién carajo nombra
a su auto?
Ash: Tu adorable novia lo hace.
Yo: Deja de escribir y trae tu trasero al trabajo, sirvienta.
Me responde un montón de emoticonos de dedos medios, haciéndome reír.
Perry bufa, alejando mi atención del teléfono hacia mi hermano.
—¿Qué? —demando.
—Tú. Es solo que nunca te he visto actuar así antes.
—¿Actuar cómo?
Sé que este imbécil no está a punto de decir lo que creo que hará. Que estoy
enamorado. El amor es la cosa más lejana de lo que Ash y yo tenemos. Había caído
víctima del amor una vez, y casi acabó conmigo. Meredith egoístamente tomó mi
83
confianza y la aplastó bajo sus Louboutin de talla seis. Aprendí un montón de ese
momento en mi vida, y no estoy buscando repetirlo nunca más. Ash puede tener
fantasías aniñadas sobre lo que es esto y lo que somos, y mi hermano puede ser igual
de ingenuo, pero no estaría donde estoy hoy si no aprendiera a endurecer mi corazón
contra todo y todos.
—Enamorado. —Bastardo predecible.
—Oh, vete a la puta mierda, Perry.
Lanza su cabeza hacia atrás, rompiendo en carcajadas.
—Tal vez no todavía, pero recuerda mis palabras, Ash será una Constantine
un día. Seré un tío genial. Le enseñaré a tus hijos a navegar y mierda.
—No le enseñarás a mis hijos a navegar y mierda —gruño, mis ojos
contrayéndose ante la idea de Perry enseñándole a alguien a navegar.
—Pero admites que la sobrina o sobrino hipotético de esta historia te
pertenece.
Le enseño el dedo, ignorando sus burlas.
—¿Lucirá como Ash o como tú? Espero que como Ash. Es linda. Tú eres
jodidamente feo.
Su burla no me saca de quicio como intenta hacer. En cambio, le envío a
Duncan Baldrigde un correo para conseguir los detalles de todo lo que pueda con
respecto a los negocios locales y la implicación de los Morelli. Cuando he enviado el
correo, echo a Perry.
—Ve a molestar a Nate. Tengo trabajo que hacer.
—Claro, papi —bromea—. Me pregunto qué colores querrá Ash para la boda.
Imbécil.
No lo recompenso con una respuesta verbal, solo un giro de mis ojos que lo
tiene carcajeándose todo el camino hasta la salida de mi oficina.
Alguien debería despedir su trasero holgazán.

84
Ash
E
stoy sonriendo cuando entro al vestíbulo del magnífico edificio.
Winston me extraña y está preocupado por mí. Eso no debería
regocijarme tanto como lo hace. No es como que no sepa que es
verdad. Me defendió ante Manda y papá. Me compró un jodido
auto. Me baña con regalos.
Trabajaste por esos, tonta.
No dejo que mis divagaciones internas me arrebaten mi buen humor. Esta 85
mañana había estado sorprendida de ver a papá tan atento. Fue como en los viejos
tiempos, antes de Manda y los Trillizos del Terror. De vuelta a cuando papá y yo
éramos tan cercanos como se puede. Su preocupación por mí era palpable y debió
haber sido lo suficientemente intimidante para que los trillizos no mostraran sus
rostros esta mañana.
Entré al elevador, sin prestarle atención a aquellos junto a mí. Alguien choca
conmigo desde atrás y agarra mi codo para estabilizarme. Pero no lo sueltan.
—Bájate en el piso dieciséis y ve al baño de mujeres. —La voz es baja y
profunda. Familiar.
Mi piel se eriza cuando me giro y encuentro la aterradora mirada de Leo
Morelli. El mismo hombre que ha estado atormentando mis sueños y me tiene
mirando sobre mi hombro desde la noche de la fiesta de cumpleaños de Winston.
Estoy asqueada de que alguna vez lo consideré atractivo. Es cierto, es un hombre
atractivo, pero la maldad corre en lo profundo de su sangre. Puedo verla en sus ojos
oscuros.
—¿Y si no lo hago? —desafío, mi voz un simple susurro.
—Lo harás.
La intimidante amenaza en sus palabras me hace obedecer. Casi tropiezo del
elevador en el piso dieciséis, que parece ser un piso residencial, haciendo una línea
directa a los baños. Estoy considerando mis opciones cuando Leo me sigue al
interior.
—En el cubículo —gruñe.
—¿Qué harás? —demando, extendiendo una palma como si pudiera evitar que
un hombre adulto se abalanzara sobre mí y tomara lo que quisiera.
—No eso. —Se ríe y apunta—. Tendremos una charla.
Tragándome mi miedo, entro en el cubículo de discapacitados. Entra
conmigo, cerrando la puerta de un empujón tras él y atrancándola. Contengo un
lloriqueo cuando me acorrala, obligándome a pegar la espalda contra la pared.
—No me toques. —Mi mirada de desdén se encuentra con la suya cuando
intento mostrarle que no tengo miedo. El temblor atravesándome me delata.
Juega con una hebra de mi cabello, ignorando mi orden.
—Pensé que renunció a ese edificio por ti. —Sus ojos se entrecierran mientras
me examina de cerca—. Sin embargo, por lo linda que eres, y claramente inocente,
no creo que fuera tan simple.
—Los negocios de Winston no son de mi incumbencia —respondo,
enderezando mi columna—. ¿Terminamos aquí?
—Terminamos cuando diga que terminamos —espeta, el músculo en su cuello
abultándose con su repentino ataque de furia—. Verás, creo que no está planeando
renunciar a ese edificio en absoluto. Fue demasiado fácil. Caí por eso porque estaba
enfocado en que eras lo que él quería. Pero luego de una cuidadosa reflexión, me di

86
cuenta que eres la distracción. El edificio es lo que ama. Por qué, no tengo una jodida
idea.
—La descifraste todo —digo inexpresivamente, fingiendo un aburrimiento del
que Winston estaría orgulloso.
Leo saca uno de los Starburst que me robó. Lentamente, lo abre y lo extiende
hacia mí.
—Lámelo.
—Jódete —gruño, empujando su figura inamovible.
Agarra mi mandíbula, haciéndome chillar.
—Lame.
Con las lágrimas amenazando, saco mi lengua. Hace un espectáculo
pervertido de frotar el caramelo por toda la punta de mi lengua antes de lanzar el
cuadrado rojo a su propia boca. Su mano suelta mi rostro y sonríe.
—Delicioso —dice, sus ojos oscuros destellando con intención maligna
mientras chupa el caramelo—. De vuelta a lo que estaba diciendo antes de que
empezaras a ser una perra. —Me estremezco cuando continúa—. Averigua por qué
está tan malditamente obsesionado con ese edificio. Ninguno de los miembros de su
familia o amigos trabajan. No tiene sentido.
—Tal vez solo le gusta joderte —arrojo de vuelta, porque parece como algo
muy Winston.
—Tal vez —coincide con un encogimiento de hombros, tragándose el
Starburst—. Independientemente, quiero saber qué tiene a su polla tan dura en lo
que respecta al edificio. Es como si estuviera esperando algo. Todo ello fue
demasiado fácil, y no me creo que lo vendió para protegerte. Solo no me lo creo.
Vaya, gracias, idiota.
—Entonces, ¿cuál es el asunto? —pregunto, levantando una ceja, canalizando
mis vibras internas de ¿Qué haría Winston?—. ¿Podías comprar el edificio si me
dejabas en paz?
—Parece demasiado fácil, ¿verdad?
—Parece que incumpliste tu parte del trato —le escupo—. Acosarme y
amenazarme no es dejarme en paz.
Ladra una carcajada sorprendida.
—Nada se te pasa, dulzura, ¿no es así? Lo que Winston no sabe no lo lastimará.
Pero, si le dices, te heriré. —Da un paso más cerca, sus ojos oscuros cayendo a mis
labios, la esencia de Starburst de cereza fuerte en su aliento—. Aunque te gusta un
poco de dolor, ¿verdad? Por los videos que he visto muchas, muchas veces, diría que
te gusta.
Mi piel se calienta por sus palabras, pero me niego a dejar que este hombre
me acobarde.
—Intentaré averiguar por qué ama tanto ese edificio. —Le diré lo que sea con
tal de largarme del baño y regresar a la seguridad.
—Intentar no es lo suficientemente bueno. Descúbrelo con seguridad. Usa tus
persuasivas habilidades femeninas. Es evidente que sostienes alguna clase de poder
87
sobre el gran Winston Constantine. Todo lo que estoy pidiendo de ti es que lo
empuñes. —Sonríe—. Para ayudar a un amigo.
—No eres mi amigo, cara de mierda.
—Si me consigues lo que necesitamos, podríamos serlo. Confía en mí, chica
linda, necesitas un amigo Morelli si planeas triunfar en este mundo.
—¿Entonces los trillizos Mannford son tus amigos? —demando,
inmovilizándolo con una mirada—. Puedo asegurarte, Morelli, no tengo deseos de
ser amiga de nadie con los que esos psicópatas se asocian.
Me mira fijamente por un instante y luego extiende su palma.
—Dame tu teléfono.
—Ya robaste el último —exclamo, lágrimas picando en mis ojos—. ¡Ni siquiera
he hecho nada con el nuevo todavía!
—Deja de hacer un berrinche —dice entre dientes—, y dame tu teléfono. Voy
a añadir un contacto, no a robarlo. Cuando llame, será mejor que contestes. No
querría tener que filtrar accidentalmente esas sucias fotos tuyas a la prensa.
La idea de que mis indiscreciones con Winston se vuelvan titulares para que
todos los vieran, hace que la bilis suba por mi garganta. Arruinaría todo. Su carrera,
nuestras relaciones con nuestras familias, mi futuro y universidad. Esta clase de cosa
es una mancha en tu reputación que no puedes borrar. Odio que Leo y sus secuaces
trillizos sean capaces de sostener tal poder sobre mí.
Saco mi teléfono de mi bolso, lo desbloqueo, y lo empujo contra su pecho. Su
risita oscura congela mi sangre mientras añade el contacto. Me lo regresa, y noto que
es mi antiguo número con el nombre: Respóndeme.
—¿Por qué estás trabajando con los trillizos? —demando cuando lanzo mi
teléfono de vuelta a mi bolso—. Dime.
Se mofa de mí.
—Los trillizos están trabajando para mí. No al revés. Tan pronto como aceptes
que los Morelli dirigen el espectáculo por aquí, mejor. Nada me encantaría más que
arrastrarte a mi mundo y mostrarte como luce realmente la oscuridad y el poder. No
me tientes, maldición.
Me estremezco por sus palabras. La sucia y retorcida intención está escrita
por todo su rostro. Solo he tenido ojos para un bastardo malvado. El resto se puede
ir a la mierda.
—¿Por qué? —A pesar de temblar de miedo, no retrocedo de mi necesidad de
respuestas.
—¿Por qué? —lanza de vuelta—. Te quieren, y yo quiero a Constantine. Parece
que ustedes dos son un paquete justo ahora.
Siento que hay más en ello, pero no revelará nada.
—¿Terminamos? —gruño, mirándolo con desdén.
—Descubre por qué quiere mi edificio, y responde mi llamada cuando llegue.
88
—Te escuché alto y claro la primera vez.
Me estudia el tiempo suficiente para tenerme encogiéndome bajo su dura
mirada, y entonces asiente.
—Hablamos pronto, chica linda.
Me apresuro fuera del cubículo y de baño tan rápidamente que casi tropiezo
con mis pies. Corriendo al ascensor, presiono el elevador, esperando que las puertas
se abran pronto.
—¿Ash?
Sacudo mi cabeza a la derecha, sorprendida de ver a Nate dando zancadas por
el pasillo hacia mí. Su expresión es de sospecha.
—¿Qué estás haciendo en mi piso? —demanda.
No puedo controlar el estremecimiento que se agita hasta mi columna.
—Yo, eh, accidentalmente me bajé en el piso equivocado.
Entrecierra sus ojos, mirando más allá de mí por el pasillo.
—¿Desde cuándo no sabes el piso en el que trabajas?
—Desde hoy —espeto en respuesta—. Jesús, Nate, no estaba prestando
atención. Ya déjame en paz.
Aprieta su mandíbula.
—¿Winston sabe que le estás sirviendo a más que solo a él?
—¿Qué demonios significa eso?
Puedo manejar a Nate pensando que me estoy follando a alguien más, porque
Winston sabe que eso no es cierto. Lo que me preocupa es que Nate descubra sobre
Leo Morelli. Hasta que pueda averiguar una forma de quitarme a Leo de encima, no
necesito a Nate entrometiéndose. Ya me odia. Si Nate descubriera que Leo me está
manipulando para conseguir información de Winston, no hay forma de decir qué
diría o haría para poner una brecha entre nosotros.
—Todos sabemos que no eres nada más que un juguete cazafortunas que
parece haber capturado la atención de mi mejor amigo por un ardiente minuto. Nada
más, Ash. Solo un servicio de pago.
Golpeo su arrogante rostro cuando las puertas del elevador se abren.
Irrumpiendo, intento ignorarlo mientras apuñalo el botón al piso correcto. Me sigue
al interior, frotando su mejilla.
—Puede que no vea las cosas claramente por el momento —dice Nate, su voz
baja—, pero te aseguro, me aseguraré de que lo haga antes de que todo esté dicho y
hecho. No te dejaré pasearte y joder todo porque Winston está enamorado de tu
joven coño. Te expondré por todo lo que eres y enviaré tu parasitario trasero a volar.
Estoy enferma y cansada de todos estos imbéciles amenazándome.
—¿Winston sabe que intentas perseguir a su joven coño cada vez que se da la
vuelta? —Sonrío cuando se sobresalta, ya que claramente golpeé un nervio—.
Mantente jodidamente alejado de mí, y nunca más me vuelvas a amenazar.
89
—¿O qué? —demanda—. ¿Me delatarás a tu sugar daddy?
—Eso es exactamente lo que haré.
Me agarra el brazo.
—Eres el sabor del mes. Soy su amigo desde la preparatoria.
—No calientas su cama en la noche como yo —siseo, arrancando mi brazo de
su agarre—, lo que significa que este joven coño tiene la delantera y tira de los hilos.
Furia arde en sus ojos. Soy salvada por la apertura de las puertas del elevador
en nuestro piso. Dejo a Nate atrás, y atravieso el vestíbulo de la oficina, haciendo una
línea directa a la puerta de Winston. Podría delatarlo como Nate sospechaba que lo
haría, pero no estoy a punto de hacer elegir a Winston entre un amigo de toda la vida
y yo. Además, no estoy segura de que podría enfrentarlo si no me escogía como tan
arrogantemente insinué que haría si lo obligaba. Al contrario de lo que Nate piensa,
no estoy intentando jugarle una mala pasada a Winston o conseguir su fortuna.
Claro, el dinero es agradable, pero estoy demasiado involucrada con Winston.
Basada en su feroz necesidad de protegerme y su maldita casi obsesión cuando se
trata de mí, me gustaría decir que siente lo mismo. Incluso sin el dinero para atarnos,
todavía estaríamos unidos por una innegable conexión entre nosotros.
Tengo que creer eso.
Una cosa es segura, sin embargo.
He tenido suficiente de imbéciles mandones por un día.
—Llegas tarde, Cinderlliott —gruñe Winston, haciéndome sonreír con alivio
cuando atravieso la puerta de su oficina.
Solo tengo espacio para un imbécil mandón. Los otros se pueden ir al infierno.
—Buenos días para ti también, novio.

90
Winston
—¿U
na palabra, grandote? —Nate desplaza su
mirada hacia Ash—. ¿A solas?
Sus cejas se fruncen, y un breve destello
de preocupación resplandece en sus ojos.
Rápidamente controla la expresión y me sonríe.
—Iré a revisar si Perry necesita algo de ayuda.
Le asiento a él y reviso el lindo trasero de Ash a medida que sale de mi oficina. 91
Nate cierra la puerta tras él, ocultándonos de oídos entrometidos.
Esto debería ser interesante.
—Déjame adivinar —dijo inexpresivamente—. ¿Estás aquí para decirme que
estoy demasiado cerca de ella y quieres proteger mi fortuna de sus pequeñas garras
codiciosas?
Su mandíbula se aprieta.
—Soy así de transparente, ¿eh?
—En efecto.
Suspira y toma asiento frente a mí, corriendo sus dedos a través de su cabello
engominado. Es un gesto que ha tenido desde que puedo recordar. Desde la
preparatoria cuando ambos jugábamos rugby. Si el puntaje estaba demasiado cerca
para la comodidad, correría sus dedos a través de su cabello mientras la
preocupación lo comía vivo.
La pregunta es, ¿por qué está dejando que mi vida lo preocupe de muerte?
—Escucha —murmura mientras me estudia—. No es quien crees que es.
Arqueo una ceja, esperando a que continúe.
—Tiene secretos.
—¿No los tenemos todos, Nate?
—Los suyos podrían impactarte negativamente. —Lanza una mano al aire—.
No me mires así, Win. He sido tu mejor amigo por una maldita eternidad. A veces,
tus ojos están tan enfocados en el premio, que olvidas echarle un vistazo al mundo a
tu alrededor.
—Me funciona bien, ¿no crees? —desafío, desplazando fríamente mis ojos
sobre mi oficina, indicando todas las cosas que he alcanzado—. Me has observado
conseguir el dinero para Halcyon de una forma en la que mi padre nunca pudo. Si
soy un hombre tan astuto y enfocado, ¿cómo es que piensas que dejaría a una
chiquilla arrastrarse a mi mundo sobre sus manos y rodillas y arruinarme todo?
—Sé que no eres estúpido. Solo me preocupo. Desde…
Se detiene, dejando el nombre de Meredith implícito, pero no menos
impactante. Es por ella, sin embargo, que sé mejor que dejar a mi polla y a mi corazón
tomar las decisiones. La mente Constantine es lo que mueve montañas por aquí.
—Hemos pasado por esto. Ash es un juguete. No estoy seguro por qué piensas
que hay más.
—Le compraste un auto, un ropero, y quién diablos sabe qué más, hombre. Y
entonces escucho a Deborah organizando para tener un apartamento arreglado para
un empleado, que tiene que ser ella porque seguro como el infierno que nunca me
compraste un apartamento. ¿Cuándo termina? El coño no puede ser tan bueno.
—El coño es fantástico, si debes saberlo.
—¿Lo suficiente para poner un anillo en su dedo? 92
—¿Qué pasa con ustedes y su obsesión con el matrimonio? No me casaré con
Ash. Hemos acabado con este tema.
—Lo siento —gruñe—. Me estoy sobrepasando, pero no sería tu mejor amigo
si no te cuidara. Me has ayudado en todas mis jodidas a través de los años.
Perdóname por querer estar allí para las tuyas.
Me río de él.
—Tengo el dinero y los medios para borrar mis meteduras de pata, pero
aprecio tu preocupación.
—Bueno, ahora que eso está aclarado, ¿quieres salir por tragos esta noche?
No realmente, pero a veces el deber llama.
—Ciertamente. Solo déjame aclararlo con mi novia primero. —Le sonrío
cuando sus ojos se ensanchan con sorpresa—. Oh, es cierto. No tengo. Tanto como a
Madre le encantaría casarme con una rica princesa europea o la heredera de una
fortuna que rivaliza la nuestra, no caeré.
Se inclina y me destella una sonrisa diabólica.
—Hablando de parejas financieramente compatibles, escuché que Layla
Reynard está en el mercado. Su esposo murió y heredó todo. Tu madre estaría tan
orgullosa. —Sus ojos brillan—. Sin mencionar que Layla nunca quedó embarazada
de Reynard, así que sus tetas y culo están jodidamente bien.
—Vas de defender mi honor contra una pobre adolescente a intentar
chulearme con alguien con la que fuimos a la preparatoria y probablemente todavía
está llorando la pérdida de su esposo. Nunca dejas de asombrarme, viejo amigo.
—Bien, tal vez yo me enrollaré con Layla, porque ambos sabemos que Reynard
probablemente era un terrible polvo. Probablemente está desesperada por una
buena polla, que yo podría proveer. Eso haría orgullosa a mami Constantine. —Me
guiña un ojo—. Pero tu mamá podría estar tan impresionada que también querrá una
buena polla…
—Termina esa oración y juro por Dios que te estrangularé con tu propia
corbata.
Se ríe, y sacudo mi cabeza hacia él. Siempre intentando provocarme. Imbécil.
—Aunque en serio, hombre. Layla no necesita tu dinero. Alguien como ella
encajaría en tu mundo. Demonios, probablemente estaría tan feliz con la seguridad
y el futuro que le darías que no le importaría tu amante en un apartamento de zorra.
Ash y Nate lo llaman apartamento de zorra.
Yo lo llamo proteger mi inversión.
—Tragos. Después del trabajo. Los dos. No intentes juntarme con nadie,
cretino. Ahora lárgate de mi oficina y, de hecho, gánate tu salario por aquí.
Satisfecho y luciendo mucho menos estresado por mí, se pone de pie y me da

93
un asentimiento.
—Haré que Deborah arregle un almuerzo a través del asistente de Layla. Para
que se pongan al día. Cuando estés nadando en más dinero en tu boda, puedes
agradecerme.
—Me gusta hacerlo y gastarlo, no nadar en él. Vete, antes de que contrate a
alguien diez veces más calificado que tú a mitad de precio.
Se ríe todo el camino fuera de mi oficina.
Tan pronto como se ha ido, Deborah se asoma para informarme que las llaves
del apartamento estarán listas en la tarde. Antes de que se vaya, tomo una decisión
impulsiva.
—Me gustaría que arreglaras un almuerzo para mí pronto —digo,
enderezando mi corbata y clavando mi mirada en ella—. Layla Reynard.
Su sonrisa se eleva en un lado.
—Ya estoy un paso adelante. Nate dijo que podría estar interesado en reunirse
con ella.
Bastardo entrometido.
—Interesado podría ser una exageración. Necesario es más apropiado. Eso es
todo.
Abandona mi oficina, y respiro para estabilizarme. Aunque me fastidia que
Nate husmee y piense que tiene voto sobre con quién follo, tiene razón. Ash es un
juguete. Nada más que una distracción de todo el trabajo duro que hago. Somos una
transacción. Le pago y ella actúa. Jodido fin. No hay espacio en mi vida para el amor
o el compromiso. Lo único de valor para mí es mi nombre y las pilas de interminables
billetes sobre las que nos sentamos por encima de todos en el cielo. Es desafortunado
que Ash entenderá eso un día, pero será inevitable. Tan inevitable como el día en el
que Madre me convenza de casarme con alguien de nuestro calibre para reforzar y
solidificar nuestra fortuna.
Como Constantine, el deber es requerido de mí.
Lo que pago a puerta cerrada es la recompensa que me doy por hacer mi parte
en esta familia.

—Esto es tuyo. —Entro en la oficina de Perry, donde Ash está plantada en una
silla junto a él, los dos viendo algo es su computadora—. De nada.
Perry contempla la llave sobre su escritorio, un ceño de confusión empañando
sus facciones. Ash, sin embargo, sabe exactamente qué es esto.
—Te dije que no quiero eso —dice entrecortadamente, su cuello manchándose
de rojo.
Su vergüenza es linda, y me encantaría explotarla si no estuviera molesto por
su testarudez. 94
—No importa lo que quieras. —Empujo la llave hacia ella, inclinándome sobre
el escritorio para fulminarla con la mirada—. La tomarás, y la usarás. Es tuya.
—¿La llave de tu condominio? —pregunta Perry, haciéndome dar un respingo.
—No —espeto—. Es para un apartamento. Su propio apartamento. Para que
no tenga que preocuparse de que esos cabrones se venguen porque jugara a los
carritos chocones con sus Audis y luego le dijera a su papi que son monstruos.
—Bien pensado —dice Perry con un asentimiento—. Esos idiotas…
—Es un apartamento de puta. —Su voz es estridente mientras tiembla con ira
que ahora está injustamente dirigida a Perry—. Pensé que al menos podría contar
contigo para respaldarme.
—Es mi hermano. ¿Por qué demonios te respaldaría? —La inmovilizo con una
mirada oscura—. Somos Constantine y eres…
—El personal. Sí, Win, has dejado eso abundantemente claro. —Se pone de
pie y pasa el escritorio, pero me pongo en su camino, sin permitirle hacer una rabieta
sola.
—Muévete, imbécil.
—¿Soy el imbécil —gruño—, por conseguirte un apartamento para mantenerte
a salvo? Estás siendo una mocosa, y lo sabes.
Cruza sus brazos sobre su pecho y me fulmina con la mirada, sus ojos avellana
resplandeciendo con desafío. Solo Ash jodida Elliott se pondría histérica por algo así.
La chica me dejaría lanzarle miles de dólares por hacer mierda sucia para mí o
comprarle un vehículo blindado, pero un lindo apartamento cerca de su trabajo es el
umbral de lo que la hace una zorra.
Increíble.
—¿Terminamos? —Sus fosas nasales se ensanchan—. Si es así, me gustaría
irme.
Perry se remueve en su asiento, claramente incómodo con nuestra acalorada
discusión. Sostengo la mirada de Ash por un largo minuto antes de darle un
asentimiento.
—No hemos terminado de discutir esto, Cinderelliott.
—Oh, Constantine, claro que sí. —Me empuja al pasar, su dulce esencia
arremolinándose a mi alrededor a su paso.
—¿Problemas en el paraíso? —pregunta Perry cuando se va.
—Está siendo irracional. —Recojo la llave del escritorio, girándola en mi
palma y preguntándome cómo algo tan insignificante podría enojarla tanto.
—No es por ser el maestro de lo obvio, pero eres el rey de la irracionabilidad.
Le disparo una mirada amenazante.
—Puede que sea tu hermano, pero todavía soy tu jefe. 95
—Y, sin embargo, no me compras un apartamento. —Se encoge de hombros—
. Todo lo que digo es que Ash es más que una empleada, y lo sabes. Es insultante
darle un apartamento.
—Estoy intentando mantenerla a salvo, maldición. ¡Viste lo que le hicieron! —
Le frunzo el ceño y tiro del nudo en mi corbata, necesitando más aire para mis
pulmones—. Lo harán de nuevo si tienen la oportunidad.
—Y dime, Winston, ¿cuál es el problema con la habitación que tiene en tu
casa?
—Es donde jugamos —espeto—. No donde vive.
—¿Entonces puedes follarla y comprarle mierda, pero no puede recibir allí su
correo? Eso tiene un montón de sentido. —Se recuesta en su silla, cruzando sus
brazos sobre el pecho—. No jodas esto.
—No hay nada que joder. Le pago para complacerme.
—Tal vez al principio. Pero ¿ahora? Eres un idiota si piensas que cualquiera
de los dos está cómodo quedándose en esos papeles. Vamos, hermano, no eres la
única persona inteligente por aquí. Puedo ver esto por lo que es. Es tu novia, ya sea
que quieras admitirlo o no. Básicamente le dijiste a dicha novia que quieres que deje
el lugar en el que ha estado pasando todo su tiempo para quedarse en un
apartamento por el que pagas.
—¿Y?
—En lenguaje femenino, prácticamente estás rompiendo con ella.
—No. Estamos. Saliendo. —Sacude su cabeza, gruñendo algo entre dientes—.
¿Qué fue eso? —demando, sonando extrañamente como papá en este momento.
—Dije: “Si dirigieras Halcyon como lo haces con tu vida amorosa, estaríamos
en la bancarrota”.
—Vete. A. La. Mierda.
—Como quieras. Arruina tu vida. ¿Qué me importa? —Rueda sus ojos—. En
serio, hombre, saca la cabeza de tu trasero.
Le lanzo las llaves.
—Eres su amigo. Cuando termine de estar enojada, llévala a cenar y luego
enséñale el apartamento.
—¿Y si se niega? ¿Quieres que la lleve a su casa?
—No seas ridículo —gruño—. Llévala a mi casa.
El cabrón sonríe, ganándose el dedo medio de mi parte.
—¿En dónde estarás, Winny? ¿En alguna parte convenciéndote de que no
estás enamorado?
—No voy a responder eso. Solo haz lo que digo, Perry.
—No hagas nada estúpido.
—Ese barco zarpó cuando te contraté, un maldito niño. 96
—También te amo, hermano.
—Jódete.
Ash
M
i teléfono vibra en mi bolso. Lo saco y lo miro con el ceño
fruncido, lista para darle a Winston un pedazo de mi mente.
Pero no es Win.
Mierda.
Acosador Idiota: ¿Encontraste algo?

97
Yo: Han pasado horas. ¿Qué demonios esperas que encuentre?
Acosador Idiota: Mira en sus correos hoy. Mira si hay algo de valor
allí.
Yo: Tiene cámaras en su oficina.
Acosador Idiota: Averigua algo.
Yo: ¡No puedo! Si me atrapa cumpliendo la voluntad de un Morelli,
¿crees que me mantendría cerca? Al contrario de lo que piensas, no soy
tan importante para él.
Soy su zorra.
Amargas lágrimas pinchan mis ojos. Le dije que no quería el estúpido
apartamento, y lo consiguió de todas formas. Está alejándome, y no hay nada que
pueda hacer al respecto.
Acosador Idiota: Sigue este enlace.
Terror llena el fondo de mi estómago. Es un video de Winston y yo. Sucio e
indecente. No se puede ver muy bien mi rostro, pero no hay forma de negar quién
está follando mi trasero. Alejo las lágrimas que amenazan y me trago el miedo
arañando mi garganta.
Yo: ¿Qué has hecho?
Acosador Idiota: Nada todavía. Este video está en borradores en una
cuenta porno. Todo lo que tengo que hacer es darle al botón de publicar
y luego darle a enviar en el correo a uno de los periodistas más
despiadados de la ciudad. Clic y clic. Así de fácil.
Yo: Estás pidiendo lo imposible.
Acosador Idiota: Que alguien se acerque a ese hijo de puta era
imposible y te las arreglaste con eso con tu coño adolescente de oro. Pon
a trabajar ese coño mágico y dame algo.
No hay manera en el infierno en el que husmee en las cosas de Win y le dé a
este imbécil información real. Mentiré. Ser honesta sobre lo que puedo darle no ha
funcionado hasta ahora.
Yo: Cuando esté distraído en una llamada, llevaré su teléfono al
baño y miraré los correos allí.
Acosador Idiota: Esperaré una respuesta más tarde.
Yo: Oh, no… mi teléfono se está muriendo. Adiós.
Apago el teléfono e intento no entrar en pánico. No publicará el video sin
conseguir información de mí primero. Tengo que creer eso.
—¿Seguirás haciendo pucheros por lo inevitable? —La profunda voz de Win
resuena desde la entrada de su oficina.
Casi dejo caer mi teléfono y lo lanzo a mi bolso, intentando y fallando en
mantener mis facciones neutras.
—No quiero hablar de esto.
Entra luciendo perfectamente apuesto y costoso, y aparentemente fuera del
alcance. Sus facciones se suavizan cuando está al alcance de la mano. Mis ojos de 98
cierran cuando acaricia gentilmente mi cabello en lo que podría ser malinterpretado
como un condescendiente gesto de degradación si no se sintiera tan reconfortante.
Como un gatito, me inclino hacia su toque y suspiro.
—Ahí está mi chica. —Suaves, dulces palabras de un rígido y a menudo cruel
hombre—. Tan linda cuando hace pucheros.
Saco mi lengua, ganándome una risita de él que me caliente y me alivia.
Seguro, estoy furiosa con Winston, pero luego de mi alterada conversación telefónica
con Leo, encuentro fuerza en su presencia.
—No quiero el apartamento. Quiero quedarme en tu casa esta noche.
—¿Lista para negociar? —Abro mis ojos y me encuentro con su mirada—.
Puedes quedarte esta noche bajo tres condiciones.
Mi ceja se arquea por sus palabras.
—No aceptaré…
Me silencia con un beso agresivo. Su agarre encuentra mi garganta mientras
lo profundiza. Cuando estoy mareada y anhelando más, se aparta ligeramente.
—Dejas que Perry te muestre el apartamento y mantienes la llave en tu cadena
para emergencias.
—¿Y?
—Chupas mi polla como si quisieras ser recompensada con otra noche en mi
casa. Hazlo bien, y podrías ganarte unas cuantas noches.
Determinada a ganar esta ronda, froto su polla sobre su pantalón.
—Trato. Pero déjame advertirte, Constantine, puede que chupe mi estancia
por el mes.
—Sabía que había una razón por la que te mantenía alrededor. —Sonríe y
mueve su palma para cubrir mis pechos—. Esa sucia boca tuya, Cinderelliott. Soy
bastante aficionado a ella.
Y justo así, creo que nos las hemos arreglado para desplazarnos de vuelta a
territorio familiar. Sigo enormemente fuera de mi elemento con él, pero todavía está
dejándome aferrarme con todas mis fuerzas.
—He investigado nuevas técnicas de mamadas, también. —Le sonrío de una
forma retorcida que lo hace fruncir el ceño—. Solo espera a que meta mi dedo en tu
trasero cuando te vengas. Pura magia.
—Si tu dedo va a cualquier parte cerca de mi trasero, estarás sacando las llaves
del nuevo apartamento del tuyo.
—Oooh, pervertido.
—Me iré ahora —gruñe—. Ve a molestar a Perry. Está esperando. Te veo más
tarde en casa.
No se encoge por su equivocación de palabras, y no me regodeo. Ahora no. No
cuando todo se siente tan frágil y efímero.
—Adiós, Win.
99

—No entiendo por qué tenemos que hacer esto —gruño, removiéndome
incómodamente en el asiento del pasajero y disparándole a Perry una mirada
molesta—. Podemos solo regresar a la casa de Winston.
—Si hiciéramos eso, nunca escucharía el fin de ello. —Se ríe, girando en un
garaje del edificio de apartamentos—. Además, no lastimará tener algún lugar al que
ir si te molesta.
—Siempre me molesta —respondo—. Pero esa es como nuestra cosa. Es lo que
me gusta de él.
Estaciona en un lugar abierto cerca de los elevadores y apaga su ruidoso auto.
Sus cejas están fruncidas mientras me estudia.
—Tus sentimientos están heridos.
—¿Tú crees?
Un pesado suspiro se le escapa cuando frota su pulgar a lo largo del cuero
sobre su volante.
—Está intentando hacer lo correcto, Ash.
—¿Al alejarme?
—Al darte tu espacio. Seguridad. Un lugar al que llamar hogar.
Amargas lágrimas pinchan mis ojos, y me entretengo en recoger las bolsas de
comida china para llevar que agarramos por el camino. Para el momento que salgo
de su espectáculo del horror naranja, la amenaza de llorar ha pasado. Alcanzamos el
elevador al mismo tiempo. Desliza un brazo sobre mis hombros y besa la cima de mi
cabeza.
Cuando descubrí que iba a tener tres hermanastros, esperaba esta clase de
relación. Alguien con quien pudiera contar y ser amigos. Alguien con quien hablar y
que me apoyara. Y cuando todo se sintiera como si estuviera desmoronándose,
alguien para abrazarme, para que lo pusiera todo junto de nuevo.
—Solo está entrando en pánico —dice Perry cuando las puertas se abren y
entramos—. Winston nunca ha sido… —Se detiene y se ríe—. Nunca he tenido a nadie
como tú antes.
—Este apartamento es en caso de que no quiera a alguien como yo tampoco.
—No —dice, presionando el botón para el piso doce—. Eso no es cierto. Te
quiere más de lo que alguna vez le permitirá admitir a su testarudo trasero. Es muy
parecido a nuestra madre. Cuando los sentimientos están involucrados, se
endurecen en hielo en un esfuerzo por protegerse. Pero la persona bajo toda esa
frialdad necesita amar probablemente más que cualquiera de nosotros.
Mi pecho duele por la forma en la que Perry habla de su familia. Porque tan 100
ricos e intocables que son los Constantine, realmente son humanos en el fondo.
Las puertas se abren, salvándonos de más conversación sobre Winston. No
estoy segura de qué esperaba de este apartamento de zorra, pero no esperaba algo
tan normal. La casa de Winston está por encima de costosa y nueva, pero este lugar
es más antiguo, restaurado en su apariencia original, y probablemente tiene décadas
y décadas de historias metidas en sus paredes. No se lo admitiré a nadie más que a
mí misma, pero puedo respirar un poco más fácil en este edificio que me recuerda
tanto al que viví con papá todos esos años luego de que mamá muriera.
Caminamos a la dependencia 1200, y le entrego a Perry las bolsas de comida
para poder sacar mi llavero. Luego de que Win y yo hiciéramos un trato, le quitó las
llaves a Perry y las puso en el llavero él mismo. Con manos temblorosas, desbloqueo
la puerta y la abro. Apenas entro, soy golpeada por la esencia de naranja y canela,
como si a alguien que vivió aquí antes le gustara cocinar.
—Esto es… pintoresco —dice Perry, analizando el pequeño apartamento con
un crítico ojo Constantine—. E inesperado.
El apartamento estudio está centrado alrededor de una cama doble debajo de
una amplia ventana con vistas a más edificios. Estantes se alinean en una pared, y
un escritorio está en la otra. Hay un sofá de dos plazas en una esquina de la
habitación y una mesa de café. Sin televisión. Dos bancas de bar yacen debajo de una
pequeña zona de bar que da a la cocina, lo suficientemente grande para una nevera,
horno y una cafetera. Hay dos puertas entre el sofá de dos plazas y un estante. La que
está abierta revela un baño oscuro.
Al menos mi apartamento de zorra es lindo.
Y silencioso.
Casi me puedo imaginar en el escritorio trabajando en mis asignaturas llegado
el otoño.
¿Porque Winston será una cosa del pasado y vivirás aquí a tiempo completo?
Aparto mi mirada del escritorio y lanzo mi bolso sobre el sofá. Mientras Perry
saca comida de las bolsas, hurgo en la abastecida cocina buscando platos y cubiertos.
Dentro del refrigerador, localizo un par de botellas de agua.
—No tienes que vivir aquí —dice Perry cuando nos acomodamos en la barra y
está amontonando arroz frito en su plato—. Puedo ir contigo y buscar un lugar que
te guste más, si quieres.
—Esto está bien.
—Vamos, Ash. Háblame. Estás demasiado callada.
Bajo mi tenedor y desplazo mis ojos hacia él. Incluso aunque es la versión más
joven y menos controlada de Winston, todavía es un Constantine. Apuesto y capaz.
Probablemente normal. Alguna chica sería afortunada de tener a Perry un día Si no
fuera adicta a la depravación, iría por alguien como él.
Desafortunadamente, los príncipes oscuros con fantasías jodidas son más lo
mío.
—¿Crees que si quitáramos todo el dinero y los regalos y el apartamento de 101
zorra —digo, haciendo una mueca en la última parte—, todavía lo lograríamos?
¿Crees que seguiría interesado en una pobre sirvienta de la mitad de su edad?
Perry se ríe, infantil y ruidoso.
—Ambos lo tienen tan mal por el otro.
—Eso no responde mi pregunta. —Lo codeo—. Hablo en serio.
—También yo. —Se encoge de hombros y me da una sonrisa suave—. Winston
se preocupa por ti. No por lo que puedes hacer por él. Cualquier idiota con dos ojos
puede ver eso. Demonios, es por eso que Leo Morelli intentó amenazarlo. —Me
estremezco ante la mención de Leo, pero Perry no parece notarlo—. Eres importante
para mi hermano. Solo porque se ha engañado para pensar de otra forma no lo hace
nada menos cierto.
—Las probabilidades están en nuestra contra —respondo—. No somos
compatibles. Solo pregúntale a Nate.
Las cejas de Perry se fruncen mientras me estudia en la manera penetrante
que Winston ha perfeccionado. Malditos estos Constantine y su habilidad para ver
justo dentro de mi cabeza.
—Nate es un idiota. Y, ¿crees que esta sería la primera vez que Winston tuvo
las probabilidades en su contra y no salió ganando? —Le da un apretón a mi
hombro—. Todos esperaban que fallara cuando papá murió. ¿Lo hizo? No, salió
alegre, no solo expandiendo Halcyon, sino asegurándose de que todas las personas
en esta ciudad supieran que estaba a cargo. Mi hermano ama un desafío y tú, mi
amiga, eres la mujer más desafiante que conozco.
A medida que terminamos nuestra comida, medito sobre sus palabras. Es solo
un apartamento. No tengo que quedarme aquí, pero admito que me da alivio tener
algún lugar al que ir si alguna vez lo necesito. Winston es un hombre complicado,
pero vale la pena conocerlo de adentro hacia afuera. Vale la pena pelear por él,
incluso si tengo que luchar con él.
No soy como esa princesa sucia Meredith o las otras aspirantes a Esposa
Stepford en esta ciudad.
Soy Ash Elliott.
Antiprincesa.
Amante del príncipe no tan encantador.
La chica que también ama un desafío.
Win y yo somos una pareja improbable nacida de perversión y libertinaje,
pero cuando nos desempolvas, brillamos bastante bien.
Perry termina su comida y empieza a limpiar. Sigo pensando en nuestra
conversación cuando mi teléfono vibra. Lo había vuelto a encender más temprano, y
no estoy sorprendida de encontrar un mensaje de Leo.
Acosador Idiota: ¿Y bien?
Yo: Hay un montón de correos sobre el edificio que compraste. 102
Mentiras.
Acosador Idiota: ¿Para quién? ¿Qué decían?
Yo: Alguna chica llamada Meredith.
Me iré al infierno por esa.
Acosador Idiota: ¿Intentarán recuperarlo?
Yo: Es Winston. ¿Tú que crees?
Estoy mintiendo entre dientes mientras intento sonar legítima. Leo es
calculador y aterrador. No estoy segura de que se lo vaya a tragar. Si pide pruebas,
mi suerte se va a la mierda.
Acosador Idiota: Te acabas de comprar otros días de anonimato.
Mantén el buen trabajo, soplona.
Quiero enviarle miles de emoticonos del dedo medio, pero me conformo con
tres.
—¿Winston? —pregunta Perry, haciéndome casi brincar—. Es el único por el
que sonríes tan malvadamente.
Empujo mi teléfono en mi bolso y sacudo mi cabeza.
—Solo un imbécil que piensa que me puede decir qué hacer. Extraño a Shrimp.
¿Ya estás listo para irte? El apartamento de zorra está asustándome.
Se ríe, y dejo salir un suspiro. He esquivado la primera bala Morelli. Solo
esperemos que pueda esquivar el resto.

103
Winston
J
odidas gracias que es viernes. Esta semana ha pasado en un borrón a
medida que he apagado un fuego tras otro. Es como si el mundo
estuviera provocándome. Afortunadamente, Ash es más que una cara
bonita. Bastante competente, también. Entre Perry y ella, igualan la
habilidad de cualquier asociado de nivel medio, lo que es sorprendente
considerando lo verde que están ambos. Los he tenido corriendo en un
millón de direcciones diferentes por mí. Perry triunfará solo con su apellido, pero me
reconforta saber que Ash planea ir a la universidad. Será exitosa un día, eso es 104
malditamente seguro. Luego de nuestra pelea por el apartamento a principios de la
semana, las cosas han vuelto a la forma que eran. Trabaja duro cada noche para
complacerme, y la recompenso al no enviarla lejos.
Soy tan imbécil.
Aunque Ash no parece estar quejándose.
Como si hubiera sido invocada con solo mis pensamientos, atraviesa mi
puerta, un papel en su mano.
—Perry me pidió que te diera esto. Es una lista de negocios en el radio de un
kilómetro del edificio Baldridge.
He estado demasiado ocupado para investigar mucho, y Duncan ha sido inútil
en conseguirme información. Pero, tanto como quiero explorar la lista, mi atención
está atascada sobre Ash. Hoy, luce sexy como el maldito pecado en un vestido de
corte clásico azul marino y lunares blancos que cubre todas sus curvas de una forma
exquisita. Es muy de 1950, pero joder si no creo que es la cosa más ardiente que he
visto nunca.
—Cierra la puerta —gruño—, pero no la bloquees.
Su ceja se levanta con sorpresa, pero no discute. En cambio, se gira, su vestido
silbando a su alrededor, y obedece. Recorro mi mirada por sus bien proporcionadas
pantorrillas, trasero y caderas, apreciando cada parte de su cuerpo. Cuando estamos
cerrados en la privacidad de mi oficina, tiro del nudo en mi corbata, aflojándolo para
poder respirar.
—Has estado demasiado ocupado para siquiera llevarme a almorzar esta
semana —dice mientras se pasea hacia mí y coloca el papel sobre mi escritorio—.
Estaba empezando a pensar que mi novio estaba perdiendo el interés.
Perdiendo el interés no.
Intentando usar mi cerebro en lugar de mi polla.
El almuerzo de ayer lo pasé con Layla Reynard. Lo que creí que sería una
buena oportunidad para mí de poner distancia entre Ash y yo, recordándome en lo
que debería estar interesado, resultó ser un tortuoso encuentro.
Layla estaba hermosa, justo como Nate afirmó. Rica, educada, un perfecto
trofeo.
Pero no era Ash.
Nada sobre ella encendió mi insana necesidad de poseer, adueñarme y
devorar.
En lugar de calmar mi agitada mente, solo la envió girando más allá en el caos.
Había regresado de ese almuerzo y follado a Ash tan duro sobre mi escritorio que
estoy bastante seguro que el edificio entero la escuchó desmoronarse con mi nombre
en sus labios.
—Tu novio no —murmuro, aunque no pongo mucha fuerza en mis palabras—
. Y pago demasiado como para no ver la inversión dar resultado.
Rueda sus ojos como si estuviera acostumbrada a mis provocaciones, pero
noto que la afecta de la forma equivocada basado en la forma en la que se encoge.
105
—Lo que sea.
—¿Te gusta trabajar aquí?
Una sonrisa genuina toca sus labios.
—Me gusta. Es emocionante. Demasiado que hacer. Soy más apta para
trabajar aquí que para desempolvar tu inmaculado condominio.
Además, se gana un cheque que más que paga por la renta de su apartamento
de “zorra”, como lo llama, en el que solo ha puesto el pie una vez.
—Seamos claros, solo pretendes desempolvar.
—Al menos aquí no tengo que pretender. —Ladea su cabeza hacia un lado,
estudiándome—. Puedo ver los engranajes girando en tu cabeza. Tienes un plan
nefasto. Uno que me involucra. Oh, Dios, espero que pague bien.
Le sonrío por su broma sabelotodo.
—Sabes que todo lo que hago lo pago bien. ¿Todavía planeas ir a la
universidad en el otoño?
Se tensa y frunce el ceño.
—Lo que pasa entre nosotros no cambia eso, Win. Tenía planes antes de
conocerte, y esos no desaparecerán de repente ahora que eres mi novio.
—No soy tu novio y alguien está un poco a la defensiva.
—Eres mi novio y no lo estoy. Solo no quiero que pienses que soy una
aprovechada, eso es todo. —Mueve su mirada a las ventanas detrás de mí, sin
encontrarse con mi mirada. Quien sea que esté llenándole la cabeza con disparates
tendrá su trasero masticado más tarde. Mi suposición es o Deborah o Nate, ya que
esos dos son los únicos que parecen tener un problema con Ash esta semana.
—No es aprovecharte cuando trabajas por ello, Cinderelliott. Ambos sabemos
que haces suficiente para tu propio apartamento, pero tu mimado trasero se niega a
vivir en él.
—Es demasiado pequeño para que Shrimp vuele alrededor. Además,
preferiría solo molestarte toda la noche. —Su cuerpo se relaja y arquea una ceja en
interrogación—. ¿Entonces, qué estamos haciendo hoy?
Me recuesto en mi silla, destellándole una sonrisa lobuna.
—Tú.
—Puf —replica—. Necesito más detalles antes de aceptar. ¿Por qué estoy
trabajando?
—¿Qué tal todo tu primer año de matrícula pagada en su totalidad?
Me mira boquiabierta.
—Winston, eso es demasiado. Es como…
—Justo setenta y cinco mil dólares. Sí, lo sé. Y no es demasiado. Ya verás.
—No andaré por la oficina desnuda. Deborah ya me odia lo suficiente. —Cruza 106
sus brazos sobre su pecho, retándome a discutir. Al menos sé quién ha estado
haciéndola sentir como la mierda. Algo con lo que lidiaré luego.
—Es como si ni siquiera me conocieras —bromeo—. Sabes que mi imaginación
es mucho más colorida que eso.
—Desafortunadamente.
Me rio entre dientes y le hago un gesto a su bolso reposando sobre el estante.
—Saca tu teléfono.
Brinca hacia su teléfono y lo saca.
—Puedes filmarlo del tuyo. No siempre tiene que ser del mío.
—¿Quién dijo nada de grabar? En serio eres una chica pervertida.
Ella pretende pintar labial con su dedo medio.
—Nombra tus términos, Constantine.
—Haré que Harold abra un fondo universitario para ti en la suma de setenta
y cinco mil que solo puede ser usado para matrícula y cualquier cosa relacionada con
tu educación. Nadie puede acceder a los fondos. No. No tu padre. No tu madrastra o
hermanastros. Demonios, ni siquiera tú. Al menos no sin prueba de hacia dónde está
yendo el dinero.
—¿No confías en que lo gaste en la universidad? —Dolor brilla en sus ojos
avellana.
—No confío en que no lo gastes todo en palabras dulces de mí. —Le sonrío—.
Solo me gusta la idea de que el dinero esté allí y sea intocable sin importar lo que
suceda. —Incertidumbre baila a través de sus facciones—. No te preocupes, chiquilla,
puedes pretender ser mi novia un poco más. No me he cansado de ti todavía.
Rueda sus ojos.
—Eres un imbécil.
—Creo que quisiste decir: “Eres un imbécil, novio”.
—No, no quiero llamarte así si lo quieres.
—Tal vez debería pagarte para que lo digas.
—Y entonces mi psicología inversa habrá ganado. —Bromea con una risa—.
Habré superado al gran Winston Constantine.
—Deseas que fuera así de fácil. —Le hago un gesto a su teléfono—. Haz
FaceTime con tu papá. Ten una pequeña charla. Déjale saber que tu jefe pagó tu
matrícula por el primer año.
—Suena demasiado fácil.
—Porque no he terminado.
Me mira con el ceño fruncido.
—Por supuesto que no.
—Haz la llamada sentada sobre mi escritorio. 107
—Bien, pero me debes la cena esta noche. Algún lugar romántico. —Me sonríe
de esa manera inocente pero aun así pervertida—. Novio.
Tontamente juego sus juegos porque siempre está dispuesta a ensuciarse con
mis propias fantasías. Pero, donde yo puedo acabar el buen sexo y charla fácil con el
chasquido de mis dedos, Ash seguirá mirándome con malditos corazones en sus ojos.
Es un error darle falsas esperanzas, pero no puedo parar. Es una adicción, una que
cuando termine de golpe, nos destruirá a ambos.
—Esa es otra completa negociación. Discutiremos la cena después. Justo
ahora, quiero tu braga en tu bolso y tu trasero desnudo sobre mi escritorio. —Palmeo
la suave superficie—. No tengo todo el día, mujer.
—Quiero carne bistec, y necesitamos pasar por la dulcería de nuevo —gruñe,
saliendo de su braga mientras oculta todas las partes buenas de mi placer visual
como si no fuera a estar extendida como un jodido festín de Acción de Gracias en
unos cuantos minutos—. Te quedaste sin osos de goma.
Mi boca se hace agua ante la mención de ellos. Ha creado un monstruo. Todos
mis dientes se pudrirán y caerán si sigo comiendo esa adictiva mierda gomosa.
Con una sonrisa victoriosa, se pasea hacia mí. Me voy hacia atrás para darle
espacio. Se sienta sobre el borde del escritorio, abriendo sus muslos y subiendo su
vestido para exponerse mientras acerco mi silla.
—Desliza tu trasero al borde —instruyo cuando acomoda sus tacones sobre los
brazos de mi silla.
—Siento que estoy en el ginecólogo.
—¿Tu ginecólogo te lame tu necesitado coño?
—Puaj. No seas enfermo, Win.
Le doy a su coño un golpe juguetón.
—Demasiado tarde. Ya estoy enfermo. Ahora ponlo al teléfono.
—¿Solo vas a mirarlo fijamente y admirarlo o vas a lamerlo?
—No voy a lamer nada hasta que pongas a tu papi al teléfono, chiquilla. Quiero
hacerte lloriquear y gemir mientras le dices que tu sugar daddy se ocupó de ti
cuando él no pudo.
—Eso es cruel.
—Casarse con esa bruja malvada con sus podridas mierdas y tratarte como si
no fueras lo más importante en su mundo fue cruel —espeto, un poco demasiado
malhumorado.
Sus cejas se frunces, todo el jugueteo desaparece.
—Justo cuando pienso que a mi novio no le importa, me dice algo súper
romántico.
—Ve a que te revisen la cabeza si es que encontraste algo sobre ese discurso
remotamente romántico.
—Hemos comprobado que no estoy muy bien de aquí arriba —replica—, pero
te culpo totalmente.
108
Le doy a su coño otro golpe que le hace fruncirme el ceño. Finalmente, le
marca a su padre. Tan pronto como empieza a charlar con él, corro mi lengua a lo
largo de su hendidura, regocijándome en el brusco siseo de aire que toma. Gime
cuando deslizo un dedo en su interior mientras que simultáneamente succiono su
pequeño clítoris. Su cuerpo está resbaladizo en el interior, apretándose alrededor de
mi dedo como si deseara que fuera mi polla. Froto su punto G, encantado cuando
lloriquea.
—¿Estás bien, cariño? —pregunta su papá, haciéndome sonreír contra su
coño.
—Genial. Solo un poco adolorida por mi carrera esta mañana.
Gran mentirosa. Lo único que corre es su boca.
Continúan hablando, pero no saca el tema de la matrícula. Me alejo, dándole
una mirada que demanda que avance la conversación. Hace una mueca, pero
lloriquea de nuevo cuando regreso a volverla loca.
—Yo, eh, quería decirte las eh, umm…
—¿Las qué? —pregunta su papá—. Cariño, ¿estás segura que estás bien?
—Sí —grita—. Estoy fabulosa. Muy feliz. —Jadea—. Es solo que estoy tan
emocionada porque Winston pagará p-por mi primer año de la universidad.
Silencio aparte de los sonidos mojados de mi boca sobre mi coño.
—Manda dijo que pagaría por tu matrícula. —Su voz está tensa y un poco
enojada—. No necesitamos que el señor Constantine intervenga.
—No me importa en absoluto —digo, y entonces pellizco su clítoris—. Es mi
placer.
—No me di cuenta que estaba escuchando —gruñe Baron—. Tal vez
deberíamos discutir esto después.
—No hay nada que discutir, papá. Win y yo hicimos un trato.
—¿Qué clase de trato? —demanda.
—Solo cosas del trabajo. —Tiembla, su trasero levantándose del escritorio,
buscando desesperadamente mi lengua—. Lo solucionamos todo.
Succiono su clítoris y luego me desprendo ruidosamente, sin perder nunca el
ritmo mientras manoseo su punto G.
—El dinero estará en una cuenta que no puede ser tocada. Por nadie.
Dejo que esas palabras se asienten, complacido de que lo he dejado sin
palabras. Mi enfoque está sobre el rostro de Ash, que se las arregla para mantener
impasible, aparte de triturar su labio inferior entre sus dientes. En el momento que
se viene, llora y aprieta sus ojos, su coño ordeñando mi dedo como si se fuera a venir
dentro de su necesitado agujero.
—No llores, cariño —dice Baron—. Sabes que lo siento por tu fondo
universitario. —Maldice y suspira—. Mira, tengo que regresar al trabajo.
Discutiremos esto después. Te amo.
109
—También te amo, papá. —Cuelga y me mira con el ceño fruncido—. ¿Feliz?
Deslizo mi dedo fuera de ella y le doy a su coño otro golpe.
—Increíblemente.
—Eres tan imbécil.
Tenemos una batalla de miradas mientras mi polla se endurece con la
necesidad de follar su insolente boca. Estoy a punto de sugerirlo cuando alguien toca.
—¿Qué? —espeto.
—Tiene un visitante importante. —Deborah llama a través de la puerta.
Ash se baja apresuradamente del escritorio y baja rápidamente su vestido
para cubrirse. Mis dedos siguen mojados y la oficina huele a su dulce coño.
—Que entre —digo, disfrutando del gruñido enojado de Ash.
Cuando la puerta se abre, la sangre que había estado haciendo palpitar a mi
polla se convierte en hielo.
Joder.
Ash
O
h, Dios mío.
Caroline Constantine. Una réplica dorada y más vieja del
hombre a mi lado. Su maldita madre. Imaginé un millón de
escenarios diferentes de cuando nos encontraríamos, todos
incluyéndome a mí dando una maravillosa primera impresión. Esto no. No entrando
después del acto perverso que ocurrió entre Winston y yo. Una madre sabe cosas. A
esta, apuesto que no se le escapa nada.
110
Me hace sentir sucia. Menos como una novia y más como una prostituta. Dejé
que me comiera a cambio de la matrícula universitaria. Estoy lista para huir a mi
apartamento de puta y esconderme para siempre si somos honestos.
Winston se aclara la garganta, aparentemente agitado por la intrusión. Si él
está nervioso, yo estoy completamente jodida. Normalmente se necesita mucho para
ponerlo nervioso.
La mirada gélida de Caroline me recorre, catalogando lentamente cada
detalle, desde mis mejillas sonrojadas hasta el teléfono en mi mano y la forma en que
me muevo torpemente sobre mis tacones. La habitación huele a sexo, lo que me hace
estremecer de horror.
—Madre —gruñe, encontrando su voz—. Esta es mi asistente, Ash Elliott.
Correcto. Asistente.
No novia.
Es un doloroso aguijón de la realidad.
—Sé quién es ella. —Caroline me hace un gesto despectivo con la mano—.
Necesito hablar con mi hijo. —Me da una sonrisa falsa como el infierno—. A solas.
Miro a Winston, pero él no me mira. Se ha quedado rígido. Demasiado para
salvarme de la reina malvada. Intento no debilitarme bajo su mirada de odio.
—Voy a ver si Perry necesita algo —tartamudeo mientras me doy la vuelta y
me dirijo a la puerta.
—Estoy segura de que Perry puede manejarse bien. —La advertencia en su voz
me hace alejarme de ella—. Quizás deberías… —Agita otra mano cuidada hacia mí—
. Refrescarte en el baño de mujeres.
Mis mejillas arden. Todo lo que puedo hacer es asentir antes de salir corriendo
de la oficina de Winston. Su secretaria, Deborah, me sonríe, claramente disfrutando
de mi vergüenza. En lugar de dejar que me vea agotada, hago lo que Caroline sugirió
y me refresco, y me pongo mi maldita braga.
La forma en que Caroline me había mirado todavía persigue mi mente. Como
si alguien como yo nunca fuera lo suficientemente buena para su hijo. A veces
desearía haber conocido a Winston dentro de cuatro años, después de la
universidad. Para tener mi propio valor. Ese dinero no sería el factor de conexión.
Que él me vería como una mujer exitosa con gustos de dormitorio similares.
Pero nunca habría tenido la oportunidad de conocerlo si las cosas no hubieran
sucedido de la forma en que lo hicieron.
Con un suspiro, me dirijo a la oficina de Perry, pasando apresuradamente por
delante de Nate para no tener otra confrontación con él como a principios de
semana. Deja de teclear en la computadora para sonreírme cuando entro.
—Hola, hermanita —saluda, sus ojos azules brillan con picardía.
Niego.
—No dejes que Winston escuche eso. O Nate para el caso. Él ya cree que estoy
tratando de que Winston me ponga un anillo. 111
Entre otras cosas. Como follar con alguien a espaldas de Winston.
Si solo esa fuera la peor de mis preocupaciones. Pero, además de todo, tengo
ese edificio, ardiente preocupación por lo que haré con Leo. No he sabido nada de él
en un par de días, desde que le di información falsa, lo que debería traer alivio, pero
solo trae inquietud. No pasará mucho tiempo antes de que me aborde de nuevo para
ver qué sé. He tenido la suerte de salir ilesa hasta ahora, sin embargo, no estoy segura
de que siempre sea así.
Los rasgos de Perry se vuelven serios.
—¿Nate te está echando mierda?
—Solo protege a su amigo. —Dejo escapar un fuerte suspiro—. Tenemos
problemas más grandes.
Además de Leo y Nate y los trillizos y todas las demás tonterías de mi mundo.
—¿Oh?
—Tu mamá… —Me detengo y me estremezco—. Digamos que la conocí por
primera vez y no me fue bien.
—¿Ella está aquí? —Se sienta en su silla, frunciendo el ceño—. ¿Por qué?
—No estoy segura, pero me echó de la oficina de Winston.
Suspira y se pellizca el puente de la nariz.
—Estará bien. A veces es demasiado… sobreprotectora. —Sus ojos azules
encuentran los míos—. Hablando de sobreprotectora, ¿los trillizos te han vuelto a
joder desde la noche de la fiesta? Pareces nerviosa esta semana.
Me alegra el corazón que Perry parezca preocuparse por mí y mi bienestar.
Cuando Winston intenta fingir que no, Perry deja en claro que le importa. Me alegro
de que nos hayamos hecho amigos. Desde que los trillizos se quedaron con todo lo
mío, es bueno tener a alguien con quien hablar, alguien que no esté interesado en
desnudarme.
—No —le digo encogiéndome de hombros—. Pero, en su mundo, eso da más
miedo. Si están callados, entonces están tramando algo. —Como con Leo. Por
supuesto, no menciono eso.
—Hmm —dice Perry, con una sonrisa malvada en su rostro que me recuerda
mucho a su malvado hermano mayor.
—Sabes, cuando Win hace eso, no está tramando nada bueno.
—Soy un Constantine, Ash. Nunca estamos tramando nada bueno.

Después de ayudar a Perry durante unas horas hasta las cinco, salgo de su 112
oficina para buscar a Winston. La puerta de su oficina todavía está cerrada. Me
muero por saber qué dijo su madre. Me acerco a su oficina y llamo.
Deborah finaliza una llamada y se aclara la garganta.
—El señor Constantine se ha ido por el día, señorita.
Señorita.
Como si fuera una visitante cualquiera.
Deborah sabe que para Winston soy mucho más que una simple visita y, sin
embargo, parece emocionarse al tratarme como si no fuera nada para él.
—Fue a cenar con su madre —revela, forzando una sonrisa falsa—. ¿Puedo
dejarle un mensaje?
Aprieto los dientes y niego.
—No, lo veré en su casa más tarde.
Es mentira, pero disfruto verla erizarse. La verdad es que no sé si Winston
planea verme más tarde. Nunca me cortó el contacto de esta manera o no me dio
algún tipo de itinerario. Me siento un poco abandonada, pero ciertamente no la dejo
ver eso.
Te dio un apartamento.
Mi sangre hierve con ese pensamiento, pero es otra dosis enfermiza de
realidad. ¿Estoy leyendo lo que tenemos más de lo que debería?
No.
Solo está siendo un idiota terco.
—Por supuesto —suelta—. Si me disculpa, tengo trabajo que hacer.
Recojo mis cosas y salgo cuando mi teléfono suena con un mensaje de texto
de Winston.
Win: Espérame en mi casa esta noche.
Yo: Puede que esté ocupada.
Win: No busques atención. Prometo colmarte de atenciones y
venir más tarde.
Puede ser tan asqueroso y, sin embargo, todavía sonrío como una idiota
enamorada.
Yo: En una escala del uno al diez, ¿cuánto me odia tu madre?
Win: No importa cómo se sienta, Ash.
Sus palabras son serias y algo dulces. Como necesitamos ligereza, le envío un
montón de emojis de ojos de corazón que me hacen ganar varios dedos medios.
Estamos bien.
Cualquier cosa que le haya dicho o le diga le resbalará, no afectará las cosas:
nosotros. Me siento aliviada porque, aunque este es un gran juego con mucho dinero
involucrado entre nosotros dos, es un juego que no he terminado de jugar. Un juego
en el que me he involucrado increíblemente. Un juego en el que quiero que los dos
113
ganemos.

—¿Cuándo volverá papá a casa? —le pregunto a Shrimp, pasando mi dedo por
la parte superior de su cabeza rosada—. Estamos aburridos, ¿eh?
Shrimp canta y agita sus alas. El pajarito más lindo de todos. Suspiro,
mirando la hora en mi teléfono. Llevo un par de horas esperando en casa de Winston
y todavía no está aquí.
Alguien llama a la puerta y sorprende a Shrimp. Vuela hacia la lámpara
artística de la sala de estar, chirriando como si lo hubiera asustado a propósito. Me
río mientras me paro y me dirijo a la puerta. Justo cuando miro por el agujero, veo a
Nate al otro lado sacando sus llaves para abrirla. La abro y le doy una sonrisa
maliciosa.
—No está aquí. Lo siento.
Él pone los ojos en blanco, caminando hacia el condominio de todos modos.
—Puedo esperar.
Suspirando profundamente, sin siquiera molestarme en ser cortés, cierro la
puerta y lo sigo. Como la última vez, se sienta como en casa y se sirve un trago. Pero
en lugar de dejarlo estar, me acerco a él, cruzo los brazos y lo miro.
—Si estás tratando de intimidarme, no funcionará —escupo.
Shrimp bate sus alas, pero por lo demás permanece en silencio. No le gusta
cuando me enfado.
—No estoy tratando de hacer nada —refunfuña Nate y luego apura su licor de
un trago—. Estoy esperando a Winston para discutir algunos asuntos con él.
—Entonces tendrás que lidiar conmigo por un tiempo. No estoy segura de
cuándo regresará.
Me mira fijamente con los ojos entrecerrados antes de dejar el vaso vacío en
una mesa pequeña.
—Me ocuparé de ti entonces. —Sus fosas nasales se ensanchan y luego hace
un gesto hacia arriba levantando la barbilla—. Necesito orinar. Tal vez deberías
servirnos una bebida a los dos.
Sin hacerle caso, aspiro una respiración que me calma tan pronto como
desaparece por las escaleras. Shrimp me gorjea, pero no vuelve a bajar.
—Lo sé, lo sé. Es un idiota —le digo a mi pájaro, que es un gran juez de
carácter—. Pero es el mejor amigo de Winston.
Poco tiempo después, regresa y se sirve otra copa. Me desplazo a por mi
teléfono, fingiendo que tengo una vida y soy absorbida por las redes sociales. En
114
realidad, miro a Nate por el rabillo del ojo mientras me mira.
—¿Cuándo te darás cuenta de que eres solo un juguete para Winston? —
pregunta, sorbiendo su licor—. Todos los niños ricos se cansan finalmente de sus
juguetes. Demonios, basándome en el hecho de que él está en otra parte y tú estás
aquí, entreteniéndome, diría que tal vez ya sucedió, pero eres demasiado ingenua
para verlo.
Le doy la espalda, sin recompensarlo con una respuesta. Se ríe y luego llama
a mi pajarito, aquí, pajarito, pajarito, como si fuera un cachorro. Shrimp bate
sus alas con fuerza, el equivalente a un pajarito que te jodan. Muerdo una
sonrisa. Nate mira su reloj y luego bebe el resto de su bebida.
—Por mucho que me encantaría pasar toda la noche esperando a Winston,
tengo una cita a la que ir. —Deja su vaso y pasa junto a mí—. Diría que nos vemos
pronto, pero no estoy seguro de que sea así. Demonios, puede que nunca te vuelva a
ver. Estoy seguro de que fuiste divertida mientras duró. —Hace una pausa para
dispararme una sonrisa triunfante—. Quizás deberías preguntarle cómo fue el
almuerzo con Layla ayer. Escuché que Caroline esperaba que él la invitara a salir. Ya
sabes, ya que no es una criada pobre, hambrienta de dinero y viene con su propia
fortuna.
¿Layla?
¿Almuerzo?
Mantengo mis facciones frías, pero el corazón me duele, rápido y
visceral. Winston nunca mencionó el almuerzo con nadie.
¿Por qué iba a hacerlo?
No es tu novio. Solo ha estado tratando de decirte esto desde el primer día,
idiota.
Oh. Dios. Mío.
Me estoy engañando seriamente a mí misma, ¿no?
Satisfecho con mi silencio, Nate se va sin una palabra más, la puerta se cierra
con un fuerte golpe tras él. Shrimp comienza a chillar como si quisiera quejarse por
tener una conversación con Nate. Para dejar de pensar en sus palabras y esperar a
Winston, me doy un largo baño. Sin embargo, las palabras de Nate continúan
cavando debajo de mi piel y se meten dentro de mis huesos.
Quizás esta cosa del almuerzo fue solo eso. Un almuerzo. Pero ¿y si no fuera
así? ¿Y si se está aburriendo de mí?
O peor aún, ¿cuando su madre y su mejor amigo finalmente lo convenzan de
que soy solo un juguete y él me deje ir para buscar una pareja más apropiada como
esta Layla?
Comenzamos esto como una negociación, yo complaciendo sus locuras por
dinero en efectivo, pero se convirtió en algo más profundo para mí. Claro,

115
bromeamos mucho acerca de que él es mi novio, pero una gran parte de mí desearía
que lo fuera. Aparte de su naturaleza anormal, Winston es una trampa. Es exitoso,
seguro de sí mismo, hermoso y protector. Me gusta él. Realmente me gusta
mucho. De alguna manera, creo que yo también le agrado mucho. Entonces, ¿por
qué todo se siente tan frágil y fugaz?
Porque lo es.
El apartamento fue el primer intento de mantenerlo a distancia. ¿Quién sabe
qué traerá su cena con su madre?
Al escuchar la puerta principal abriéndose, me seco y me pongo una bata.
Estoy doblando la esquina para ver a Winston entrando. Shrimp le canta una canción
feliz antes de lanzarse en picado y aterrizar en su hombro. Espero que lo
ahuyente. En cambio, lo acaricia suavemente con el pulgar y le habla en voz baja. Mi
corazón da un vuelco dentro de mi pecho, haciéndome darme cuenta de que Winston
Constantine es capaz de romperme si quiere. Ser tan vulnerable ante un hombre tan
poderoso es desconcertante.
—¿Cómo estuvo la cena con tu madre? —corto a modo de saludo, mi tono está
mezclado con dolor y acusación. De inmediato me odio por ser tan transparente.
Winston se vuelve para mirarme, sus facciones impasibles y frías. El único
indicio de su interés en mí es el leve ensanchamiento de sus fosas nasales y el
parpadeo acalorado en sus ojos azules mientras pasa su mirada sobre mis piernas
desnudas. Algo le llama la atención y frunce el ceño.
—¿Quién estuvo aquí? —pregunta, señalando el vaso vacío sobre la mesa.
Shrimp vuela hacia su jaula y comienza a picotear ruidosamente su comida.
—Tu mejor amigo —le digo un poco irritada. Su ceja se arquea y aclaro—:
Nate.
Por un momento, todo lo que hace Winston es mirarme. Me recuerda la forma
fría e insensible en que su madre me miró. Reprimo un escalofrío y en cambio
levanto la barbilla. Lo que sea que haya ocurrido entre su madre y él se lo ha llevado
a casa. Está claramente irritado y frustrado, endureciendo esas emociones con su
indiferencia que usa como una armadura de metal.
—¿Y qué quería mi mejor amigo?
Resoplo y me encojo de hombros.
—Para usar tus toallas calientes. Y para hacerme sentir como una mierda.
Sus ojos se entrecierran mientras me estudia. Todo lo que se puede escuchar
es el picoteo de Shrimp. Mi corazón retumba en mi pecho mientras me pregunto si
este será el momento en que me diga que me vaya. Que dejó que su madre le
susurrara al oído y le dijera que no soy lo suficientemente buena para su hijo mayor
Constantine. Que tal vez Nate tenía razón y quiere ver a esta otra mujer. El silencio
se prolonga entre nosotros, ninguno de los dos se mueve ni habla.
Estará bien.
Pase lo que pase, estará bien.
Ese primer año de matrícula lo obtuve de manera justa en su oficina hoy. Y si

116
hay algo que sé sobre Winston, es que siempre cumple con un trato. Por lo menos,
me divertí un poco y tengo la escuela resuelta por un tiempo.
Entonces, ¿por qué me duele el pecho?
Porque no quieres que esto termine. Porque no se trata solo de dinero para
ti.
—¿Cinderelliott? —Tira del nudo de su corbata—. ¿Cómo te gustaría ganar
algo de dinero?
La familiaridad de nuestro juego me inunda como un río.
Esto no ha terminado.
Ambos estamos demasiado metidos en esto como para alejarnos ahora.
Solo necesito convencerlo de que si le quitas todo el dinero, la matrícula y los
regalos, todavía valemos algo.
Tengo que hacerlo. Lo haré.
Winston
E
l aire está cargado de algo. Una mezcla de mi ira y el desafío de Ash.
Entré en mi apartamento, listo para enviarla a casa, para siempre,
pero tan pronto como la vi, todo cambió.
Otra vez.
Parece que tiene una forma de hacerme eso.

117
Mis pensamientos regresan a la cena con mamá, endureciendo mi corazón
hacia la mujer que tengo ante mí.

—¿De verdad la conoces? —pregunta Madre, su voz ligeramente


condescendiente, como si estuviera regañando a un niño por su inocente visión del
mundo.
—Sé lo suficiente.
—Suficiente. —Madre bebe un sorbo de vino y se toma su tiempo antes de
volver a hablar—. Eso es vago y me lleva a creer que no sabes nada en absoluto.
La irritación me quema las entrañas.
—Es mi doncella y asistente.
—Que vive contigo. —Sus ojos azules se estrechan, inmovilizándome—.
¿Cuándo me lo ibas a decir?
—Ella no vive conmigo —grito, la ira me invade—. Tiene su propio
apartamento.
—No es lo que dice Nate.
El silencio llena el aire mientras estudio a mi madre. Lo suficientemente
hermosa como para adornar las portadas de revistas o mostrarse en la pantalla
grande, pero lo suficientemente malvada como para destruir imperios solo con su
mirada gélida.
—No sabía que Nate y tú tenían conversaciones sobre mí a mis espaldas.
—Hay muchas cosas de las que no estás enterado, hijo. ¿Es porque dejas que
una niña te distraiga de tu lugar en esta familia?
Agarro mi copa y apuro el vino antes de dejarlo con un fuerte tintineo.
—Basta de juegos. ¿Qué deseas?
—¿Juegos? Tu futuro es todo menos un juego.
Froto la palma de mi mano sobre mi cara y dejo escapar un suspiro.
—Almorcé con Layla Reynard.
—Lo escuché.
—Supuse que estarías encantada. —Ladeo la cabeza hacia un lado—. Es
decir, a menos que tengas planes para mí y Meredith.
Sonríe.
—Oh, hijo, efectivamente tengo planes para Meredith.
Espero a que me dé más detalles, pero naturalmente, me deja colgado. Estoy
cansado de que se entrometa, así que la espero, comiendo mi filete sin decir una
palabra. Cuando termino, finalmente dice algo.
118
—¿Alguna vez le has preguntado a la niña Elliott cómo murió su madre?
—No, porque ella no es lo que crees que es para mí.
Sigue mintiéndote a ti mismo y a los demás, Winston.
—Hmm. —El camarero vuelve a llenar el vino y Madre vuelve a romper el
silencio—. Espero que tú, entre todas las personas, vea que cuando se junta con
personas debajo de ti, te arrastrarán hacia abajo en tu camino hacia arriba. —Ash
no es así, pero no voy a discutir el punto con ella—. En momentos como estos, veo
a ese joven de dieciocho años. Tan ingenuo con el mundo en el que vivimos. —Hace
una pausa para dejar que su insulto se hunda—. Te usará. Justo como lo intentó
Meredith. —Otro minuto de silencio—. Ella es solo un juguete, hijo, y tú eres
demasiado mayor para jugar con juguetes.
Sus palabras me golpean justo en el pecho. Sé que lo que dice tiene sentido,
pero escucharlo fuera de mi cabeza y de otro Constantine, no solo de Nate, lo tiene
pegado en mi cerebro. Ash necesita dinero. Lo tengo. Cambiamos sexo y juegos por
eso. El fin. No es más que eso; y nunca puede ser más que eso. Porque si de alguna
manera me permitiera pensar lo contrario, la matriarca de la familia Constantine
se abalanzaría sobre ella, con las garras descubiertas y haría pedazos a Ash.
Es mejor de esta forma.
Todo el sermón de Madre, aunque me había afectado durante la cena y me
había hecho entrar en razón en lo que respecta a Ash, se olvidaró en un abrir y cerrar
de ojos. En el segundo en que vi a Ash luciendo joven, hermosa y atrevida en nada
más que una bata, me olvidé de todo. Todo lo que quería hacer era arrancarle la ropa
y ponerla de rodillas.
Por mucho que quiera follarla por última vez, porque pronto tendrá que ser la
última, hay cosas más urgentes por descubrir. Como por qué Nate estaba pasando el
rato con Ash mientras yo no estaba aquí. Y cómo ella no se inmuta como si fuera algo
normal para ellos o que no me molestaría.
Ella te usará. Como lo intentó Meredith.
Las palabras de mi madre resuenan dentro de mi cabeza una y otra vez.
—Nombra tus términos —dice Ash, acercándose lentamente a mí como si
fuera un animal herido que pudiera morder.
Morderé bien.
Pero no estoy herido.
Yo soy el herido.
Paso mi lengua por mi labio inferior, mi boca se hace agua por saborearla. Ella 119
es tan adictiva como esos malditos ositos de goma rojos. Quiero devorarla. Una y
otra vez. Ella me enganchó como lo hizo con los ridículos dulces hechos de solo Dios
sabe qué. Si me quedo con ella, me hará daño a largo plazo. Como los malditos ositos
azucarados. Una maldita caries. Eso es todo lo que ella es para mí. Una mancha de
suciedad en mi mundo por lo demás prístino, excavando más y más profundamente
con cada momento que pasa. Si no hago algo al respecto pronto, ella tocará un
nervio.
Sonríe.
Joder, ella ya ha tocado un nervio.
Del tipo que guardo escondido y bien conservado.
Una ráfaga de placer, similar a cómo me afectan los dulces cuando como uno,
se desliza por mis venas, hacia el sur. Mi polla se pone rígida en mi pantalón, ansiosa
por jugar con mi sucia sirvienta.
Ella es solo un juguete, hijo, y tú eres demasiado mayor para jugar con
juguetes.
Una vez más, las palabras de mamá se burlan de mí.
Sin embargo, es un buen recordatorio. Si mi madre cree que su hijo mayor
está en peligro, de nuevo, por una mujer decidida a arruinarlo, hará lo que todas las
mamás osas hacen: sacar a la pobre Ash de mi vida hasta que no sea más que
jirones. A diferencia de Meredith, que tenía la protección de la familia y el antiguo
dinero de su familia, Ash no tiene nada. Caroline Constantine se deleitará con los
huesos de su vida y cuando termine, no quedará nada. Ash no se recuperaría ni
emocional ni económicamente de una guerra con Constantine.
Esa es otra razón por la que necesito terminar con las cosas.
Pronto.
Cuanto más me aferre a esta corriente seductora que fluye entre Ash y yo, más
riesgo corremos los dos. Corro el riesgo de olvidar que tengo un cerebro y utilizar
accidentalmente mi corazón, que ha demostrado ser poco fiable en el pasado. Ash
corre el riesgo de ahogarse en todo lo malvado y espantoso que soy.
Ella tiene su fondo de educación establecido, algo que hice que Harold
comenzara justo después de que mamá viniera a visitar la oficina esta tarde. Ash
puede ir a la escuela en otoño y nadie puede detenerla. Ni sus hermanastros ni su
madrastra. Ni su padre. Ni los Constantine.
Esta noche todo esto termina.
Tiene que terminar.
Ella puede no querer el “apartamento de puta”, como ella lo llama, pero es
más que necesario. La mantendrá a salvo de esos imbéciles y a mí a salvo de tomar
una decisión terrible… como retenerla.
—Win —murmura, sus cejas fruncidas—. Estás temblando.
Consigo calmar el ligero temblor de mis manos cerrándolas en puños.
Respirar su dulce aroma a cereza hace que mi mente se acelere en todas las cosas que
todavía quiero hacerle, todas las cosas que no podré hacer después de esta noche.
120
—Cinco de los grandes —digo, mi voz serena y gélida—. Por cada cruel insulto
que puedas soportar.
Si voy a devolverla al mundo, al menos no tendrá que depender de nadie más
que de sí misma. La enviaré con una cuenta bancaria abultada.
Ella se burla.
—Es como si me hubiera ganado la lotería. Ambos sabemos que puedo
manejar tu crueldad.
Está en la punta de mi lengua decirle que después de follar, puede empacar su
mierda, incluido su pájaro ruidoso, y marcharse. Pero luego ella se abalanza sobre
mí, sus pequeñas manos recorren mi pecho.
—Subiré la apuesta. —El suave ronroneo de su voz es como la vibración de la
música en un club de baile. Infecta todas mis moléculas con la música. Pulsa a través
de mí. Encuentra un camino dentro de mi mente y mi alma—. Costará diez mil
dólares por cada insulto.
—¿Sí? —digo levantando una ceja.
—Está aprendiendo, señor Constantine. —Sonríe—. Si me das un poco de
dolor físico a la vez. Quiero sentir el pinchazo de tu mano o tu cinturón o tus dientes
para que coincida con cómo se sienten tus palabras.
Joder, extrañaré esto. Su cuerpo, sus palabras, su capacidad para desafiarme.
—No puedes manejar ese nivel de… mí.
—Puedo manejarte en cualquier nivel, Win, y lo sabes. ¿Tenemos un trato o
no tenemos un trato?
Sus ojos color avellana se clavan en mí. Tan jodidamente hermosos. En otra
vida, podría ser alguien como Perry. Alguien a quien le importa un carajo su apellido
o su madre. Alguien que podría permitirse enamorarse de una chica como Ash
Elliott. Ser príncipe y casarse con una princesa. Tener una casa llena de niños de
carácter fuerte, pero sin duda hermosos. Vivir feliz para siempre. Todo el tinglado de
cuento de hadas.
Pero no soy el príncipe.
Ash es solo la sirvienta y no una princesa.
Soy el villano y mi historia no termina con un paseo en carruaje hacia el
atardecer.
Termina con una chica llorando, tomando su aroma a cereza Starburst y sus
jodidas inclinaciones que coinciden con la mía y su pájaro ruidoso fuera de mi
vida. Para bien. Porque esa es la única forma en que la criada consigue su final feliz.
—Un millón añadido si cuando terminemos de follar, te vas a casa con papá. —
La inmovilizo con una mirada firme—. Eso se encargará tanto de la escuela de
pregrado como de la de posgrado. Tómalo o déjalo, princesa sucia.

121
Sus fosas nasales se ensanchan y sus mejillas se sonrojan mientras espero a
que acepte los términos. Saca la lengua y se lame los labios, moviendo la cabeza con
vehemencia.
—No.
—Es un millón de dólares, Cinderelliott. La respuesta nunca es no cuando se
trata de un millón de dólares.
—No voy a ir a casa esta noche. —Levanta la barbilla y me inmoviliza con una
mirada firme—. No quiero tu millón de dólares así. Me lo quiero ganar. Una palabra
cruel e increíblemente cara a la vez.
Pobre chica. Piensa que me refiero solo a esta noche. Necesito que se vaya esta
noche y para siempre. Es la única forma.
—Haz lo que quieras —gruño, tirando del lazo de su bata—. ¿Cómo sabré
cuando has tenido suficiente?
—¿Como una palabra de seguridad? No necesito una.
—Tus lágrimas y tus ruegos no serán suficientes, porque ambos sabemos que
en secreto te gusta. ¿Cómo sabré que te he empujado más allá de lo que incluso tú te
sientes cómoda?
Sus cejas se levantan con sorpresa.
—¿Grandes planes en el dormitorio esta noche?
—Es el gran final. Debe salir con una explosión.
Nuestras miradas se encuentran, y sé el momento en que ella entiende que no
estoy hablando solo de esta noche, porque sus rasgos caen. Sus cejas se juntan y, por
un breve momento, creo que podría llorar. Pero, como es Ash y está llena de fuerza
y sorpresas, se traga su aparente tristeza y levanta la barbilla.
Da un paso atrás repentinamente, su bata se abre para revelarme su carne
desnuda. Me duele la polla y se esfuerza por llegar hasta ella. Tomo el nudo de mi
corbata, necesitando aire para respirar. Verla tan jodidamente tentadora es llamar a
la bestia dentro de mí. Quiero acercarme a ella, inmovilizarla y tomar hasta el último
pedacito de ella que pueda. Quiero saborear estos momentos porque pronto
desaparecerán.
—Lo sabrás —dice finalmente—. Sabrás cuando haya tenido suficiente, porque
me conoces. Confío en que cuando lo sepas, retrocederás.
Su confianza en mí me hace sentir como una mierda. Ash confía demasiado
en el mundo. Demasiada confianza en monstruos como yo. Es por eso que se
aprovechan de ella.
Entonces no la mandes a eso, idiota.
Odio que lo haga.
—Empecemos —gruño mientras me quito la chaqueta—. De rodillas, doncella.
Su descarada ceja se arquea de esa manera maliciosa que amo tanto, pero
sabiamente mantiene la boca cerrada. Me quito la corbata mientras ella permite que
la bata se le caiga de los hombros y se acumule a sus pies. Luego, con gracia cae de 122
rodillas, sus tetas rebotan con el movimiento. Verla de rodillas, desnuda y dispuesta
en mi sala de estar es casi demasiado para soportar. Es demasiado perfecta. Una
pareja sexual perfecta para mí. Es una lástima que todo lo demás sobre ella no encaje
en mi mundo.
Desabrocho mis botones, disfrutando la forma en que sus orbes color avellana
se oscurecen con lujuria. Está tan obsesionada conmigo como yo con ella. Es una
combinación letal, porque ninguno de los dos parece lo suficientemente fuerte como
para mantener a raya al otro. Cada uno de nosotros sigue cayendo en la misma
trampa depravada.
Una vez que me he quitado la camisa, me acerco a ella. Mi erección, apenas
contenida en mi pantalón, está en su bonita cara.
—Las chicas sucias deben estar en el suelo. —Le golpeo ligeramente la
mejilla—. ¿Verdad?
—Diez mil dólares.
Sonrío ante su respuesta.
—Caro.
—Tienes el dinero.
Retorciendo mis dedos en su cabello, tiro de su cabeza hacia atrás.
—No lo vales.
—Veinte mil dólares. Dinero fácil, Constantine.
Mi corazón galopa en mi pecho. Todavía hay mucho que quiero hacer con ella,
pero nuestro tiempo se acabó. Después de esta noche, necesito recuperar mi
concentración. Se acabó el tiempo de juego.
—Creo que a los de tu clase los llaman buscadores de oro. —Deslizo mi mano
hacia su garganta, haciéndola ponerse de pie—. ¿Estoy en lo cierto?
Una mezcla de desafío y lujuria arde en sus ojos.
—Treinta.
—Quítame el pantalón, puta. —Aprieto su cuello, disfrutando de la forma en
que su rostro se vuelve púrpura rápidamente.
—Cuarenta —dice con voz áspera y tantea mi cinturón, desabrochándolo a
ciegas mientras sus ojos están fijos en los míos.
Gimo cuando su palma se desliza dentro de mi pantalón, frotando contra mi
polla palpitante.
—Una chica necesitada con problemas paternos es todo lo que eres. —Muerdo
su labio inferior lo suficientemente fuerte como para quejarse.
—Cincuenta. —Su voz es un mero susurro debido al implacable agarre que
tengo en su cuello.
Tan pronto como suelto su garganta, se pone manos a la obra de despojarme
de mi ropa. Le permito que me quite el pantalón y el bóxer. Zapatos y
calcetines. Cuando estoy desnudo, la punta de mi polla gotea con presemen, la agarro
por el culo y la atraigo hacia mí.
123
—Puta ansiosa, ¿eh?
—Sesenta.
Una risa oscura se me escapa.
—Podríamos hacerte millonaria al final de la velada. Bien
jugado, Cinderelliott.
Se jacta de mis elogios.
Esta. Maldita. Niña.
Para terminar con su regodeo, la arrojo sobre mi hombro, golpeando su
trasero lo suficientemente fuerte como para que grite.
—La mocosa más necesitada que he conocido.
—¡Setenta! —grita, devolviéndome el golpe en el culo.
Lucho contra una sonrisa estúpida mientras entro en su habitación. No se
supone que el sexo sea así. No se supone que sea así… divertido.
—Abre las piernas y muéstrame por qué estoy pagando de más —le ordeno,
arrojándola sobre la cama.
—Ochenta.
Golpeo su muslo.
—Ochenta ahora.
Su cabello oscuro está salvaje a su alrededor, y sus labios rosados y carnosos
están separados. Podría pasar horas devorando a esta mujer. Cada parte de ella es
una pieza que quiero consumir y vivir hasta el día de mi muerte. No la entiendo, ni
cómo se mete dentro de mí como lo hace, pero es su superpoder, eso es seguro.
—Hazme el amor así —murmura—. Donde pueda ver tu cara malvada todo el
tiempo.
Un reto.
Quiere que muerda.
Ser su héroe y salvar el día.
Me temo que la maldita niña nunca aprenderá.
La agarro por las caderas y la giro.
—No.
Chilla cuando le golpeo el trasero, siguiéndolo de otro insulto. Me abalanzo
sobre ella, mordiendo su hombro y cuello, susurrando palabras más crueles. Ash
lloriquea cada número creciente hasta el total.
Cien mil.
Dos.
Tres.
Cuatro. 124
Cinco.
El tiempo pasa demasiado rápido. Estoy dentro de ella, ya habiendo sumado
medio millón de dólares. Me la follo duro y dolorosamente, empujando su cara
contra el colchón para no tener que mirarla. Porque si veo su cara, retrocederé. Lo
repensaré todo. La pondré en mis brazos y me aferraré a algo que no debería.
Sus sollozos solo me alimentan.
—¿Demasiado, Cinderelliott?
—Nunca contigo.
Envuelvo mi mano alrededor de su garganta, apretándola, mientras le
recuerdo que soy el hombre más poderoso de la ciudad, y ella no es más que una
empleada. Inútil e insignificante.
Sin embargo, todo es un puto juego.
Mi polla piensa que es la mejor maldita cosa que jamás haya encontrado.
Me duele el corazón por alguna maldita razón.
Mi mente no se calla la boca, lanzando un millón de formas diferentes en las
que podría encajar en el complicado mundo de Constantine.
Los insultos no llegan y mi embestida se ralentiza. Anhelo darle la vuelta para
poder mirar sus intensos ojos color avellana. Adorar su cuerpo durante horas y
horas. Pasar una noche entera obsesionado solo con sus labios regordetes. En
cambio, le muerdo el hombro y la llamo juguete para usar y desechar mientras me
meto en su cuerpo apretado y necesitado.
El silencio llena el aire. Todo lo que se puede escuchar es el canto de su pájaro
en la sala y nuestros fuertes jadeos. Mi polla sigue latiendo a pesar de que he
descargado mi liberación en ella. No estoy seguro de si llegó al clímax o no. El latido
de mi corazón es tan fuerte y doloroso que se siente como si estuviera tratando de
salir de mi pecho. La cacofonía de pensamientos que se agolpan en mi cabeza me
está dando un maldito dolor de cabeza.
He gastado ochocientos mil dólares por este asqueroso polvo.
Caro, pero merece la pena.
—¿Cuánto? —murmura.
—Setecientos noventa mil.
—No. —Intenta girar la cabeza para mirarme, pero no puede—. ¿Cuánto para
que pases la noche conmigo? Necesito…
Deslizándome fuera de su cuerpo, me bajo de la cama, incapaz de mirarla
mientras rueda sobre su espalda.
—Un millón.
—Win —gime, sollozando mientras se acerca a mí—. Toma setecientos
noventa mil.
—Puede que seas la ganga por aquí —le digo en tono cruel—, pero sigo siendo 125
un puto Constantine. No hay descuentos para los pobres.
Se forman lágrimas frescas en sus ojos y su labio inferior se tiembla.
—Eres un idiota.
Me río, pero es hueco y odioso.
—Dime algo que aún no sepamos. Buenas noches, Ash. Vete. Usa el
apartamento de “puta” hasta que encuentres uno por tu cuenta.
Sus sollozos resuenan detrás de mí, persiguiéndome como malditos
fantasmas. Salgo de su habitación y subo las escaleras, ansioso por borrar la
evidencia de mi maldad. Esto es lo que soy. Malvado monstruo de mierda. Ash Elliott
necesita correr muy, muy lejos de gente como yo. Lo que mi madre no puede lograr
al destruirla, lo haré yo. Mientras que mi madre destrozará su vida, yo seré quien
cortará a Ash pieza por pieza y prenderé fuego a su mundo hasta que ella no sea más
que eso… ceniza.
La ducha fría en la que me encuentro parece un castigo apropiado. Me golpea
implacablemente con pinchazos helados, recordándome que merezco sentir el
dolor. Tal vez mi corazón no pueda sentirse como antes, pero todavía merezco sufrir
en lo que a Ash respecta. Todavía anhelo sentir dolor por lo que le he hecho a ella, lo
que le haré. En este momento, está llorando por un hombre que nunca podrá
amarla. Rezando a Dios para que de alguna manera cambie por ella. Encontrar una
manera de amarla, adorarla y conservarla.
No puedo.
Pero mi mente estúpida repite la mirada desconsolada en su rostro cuando la
dejé en la cama, desnuda y goteando con mi semen. Todo lo que quería era una noche
en mis brazos. Sentirse segura y cuidada. Amada.
Cerrando la ducha y saco una toalla del estante. Toallas calientes, mi
culo. Resoplo mientras me seco, sin que mi mente deje de ir a cien kilómetros por
segundo. Me cepillo los dientes y me peino el cabello, negándome a mirar mi reflejo.
A veces no quiero ver al villano mirándome.
A veces desearía, por una vez, ser el príncipe.
Mis ojos, por su propia cuenta, se elevan hacia el espejo. La oscuridad y el
vacío me devuelven la mirada. No hay príncipes aquí. Solo un rey sucio y jodido que
rompió lo único bueno en su mundo.
Me pongo una sudadera, intentando como el infierno ignorar los gemidos de
abajo. Mi corazón late dentro de mi pecho mientras camino por mi habitación. Con
un suspiro frustrado, entro en mi enorme armario. Todas mis chaquetas de traje y
pantalones cuelgan en perfecto orden, excepto uno. Me acerco a él y lo enderezo,
luego accedo a mi caja fuerte de pared. Después de introducir el código, paso por alto
los montones de dinero y me dirijo directamente la tonta libreta de cupones. Al
abrirlo, encuentro el cupón que necesito y lo arranco.
El hombre que baja corriendo las escaleras como si su vida dependiera de ello
no es Winston Constantine. Es un chico débil que está preocupado por una chica, su
chica. Dejo al villano en la puerta de su habitación que ahora está oscura y me deslizo
debajo de las sábanas. Empujo el cupón en la palma de su mano, enrollando la mía
126
alrededor de la de ella, obligándola a arrugarlo en su puño. Su cuerpo está rígido
mientras inhalo su cabello y acaricio su cuello.
—Cupón de abrazos —murmuro—. Dijiste que nunca caducan.
Su cuerpo se relaja y una pequeña risa llorosa se le escapa.
—Nunca.
—La próxima vez negocia mejor, Ash —digo con un profundo suspiro,
apretándola contra mí—. Por favor. Necesito que lo hagas. —Porque no puedo
dejarte ir. Todavía no.
Asiente.
—¿La próxima vez?
Estaba seguro de que esta noche sería la última vez, pero mi estúpido culo es
adicto a ella. Al igual que yo a los estúpidos ositos de goma.
—Sí, la próxima vez. No he terminado contigo. Aún no eres millonaria. Mis
inversiones siempre dan sus frutos.
—Soy más que una inversión —me dice, con la voz temblorosa, aunque trata
de ser valiente—. Soy solo tuya.
No discuto con eso.
Mañana, puedo castigarme por ser débil.
Ahora mismo, soy su príncipe. Suyo. Quizás solo por unas horas, las cuales
estaremos durmiendo. Sin embargo, es lo que seré.
—¿Quién es Layla?
Su pregunta es una fría lluvia de realidad que me empapa.
—Nadie importante. —Es la verdad, y sé que ella lo escucha en mi tono—.
Nadie como tú.
—Bien —murmura antes de que su respiración se vuelva suave y rítmica con
el sueño.
Sin embargo, no me duermo.
Porque si llego a ser un príncipe, incluso en la oscuridad por unas pocas horas,
quiero ser consciente de ello. Quiero estar presente. Con avidez aprovecho cada
segundo.

127
Ash
M
e despierto con el olor a tocino y mi estómago gruñe. Francis
entra corriendo con una bandeja de comida, dejándola en la
mesita de noche antes de salir corriendo. Winston ya no está en
la cama, aunque su olor masculino y jabonoso aún permanece
en el aire. Me siento y coloco la bandeja en mi regazo. Es entonces cuando noto que
mi teléfono está situado a mi lado en la almohada en la que él dormía.
Después de engullir algunos bocados de huevos y tocino, agarro mi teléfono
para comprobar si hay mensajes perdidos.
128
Win: Reunión de negocios de emergencia en París. Me llevo a
Perry conmigo. Debería ser una reunión rápida, pero debe realizarse
en persona. Regresaré el lunes por la noche a más tardar. También te
he enviado un correo electrónico con los detalles de tu fondo de
educación. No dejes que nadie entre en mi casa mientras estoy fuera a
menos que su apellido sea Constantine.
Típico de Winston. Todo negocios. No menciona la noche emotiva que
tuvimos.
Me duele el corazón al recordarlo. Había estado muy frío cuando llegó a
casa. Distante y casi cruel. Pero pensé, como siempre, que podría volverlo loco y
llevarlo a mis brazos a un lugar donde nos encontremos en el medio en un terreno
parejo.
Él no lo permitiría.
Sus paredes eran altas y estaban hechas de acero. Sé que su madre jugó un
papel en eso. Aun así, no pude evitar la forma en que mi corazón dolía físicamente
cuando me negó su ternura. Claro, debería haberlo negociado desde el principio,
pero no lo hice. Pensé, esperaba, que se ablandaría por mí. En cambio, me dejó
sollozando.
Pero volvió.
Limpio y ofreciendo un cupón de abrazos.
Winston Constantine es un hueso duro de roer, pero no me rendiré con él. Su
madre podría pensar que estoy por debajo de él o que lo estoy usando, pero se
equivoca. Él y yo coincidimos de formas que no puedo explicar. Simplemente
coincidimos. Y con cada día que pasa, descubro más y más sobre él que quiero
conocer y proteger.
Puede que esté dispuesto a renunciar a mí porque soy una amenaza para su
corazón frío, pero no lo dejaré sin luchar.
Yo: Ya te extraño.
Su respuesta es inmediata. Cinco emojis de ojos seguidos.
Win: Necesitada.
Mi corazón se aprieta en mi pecho. Esto se siente bien. Nuestras bromas
juguetonas. Bromas y burlas. Anoche fue un error. Un contratiempo. Continuaremos
así.
Yo: ¿Me traerás un recuerdo?
Win: No.
Yo: Por favor.
Win: Definitivamente no ahora.
Yo: No me hagas suplicarle a tu hermano.
Win: Bien, Cinderelliott, te traeré una postal. ¿Feliz?
Yo: Lo estoy ahora.
129
Le envío un montón de emojis de ojos de corazón para volverlo loco. No
responde, así que termino el desayuno y luego me meto en la ducha. Una vez que
estoy limpia y lista para el día, reviso si hay otros mensajes. Veo que depositó el
dinero que gané anoche y me envió un selfie de Perry y él en lo que parece un jet
privado. Perry está sonriendo y Winston está frunciendo el ceño, pero ambos de
alguna manera se parecen.
Le envío quinientos a través de Apple Pay por el selfie y luego sugiero que le
enviaré más si quiere desnudarse para las próximas fotos. Darle una probada de su
propia medicina. Mi texto me hace ganar varios emojis del dedo medio que me hacen
reír. Sin embargo, el siguiente texto que llega no es Win.
Papá: ¿Cena a las cinco? Estoy haciendo tu plato favorito.
Yo: ¿Solo nosotros dos?
Papá: Cena familiar. Sé que las cosas han sido difíciles
últimamente contigo y tus hermanastros. Creo que es culpa mía y de
Manda. Deberíamos fomentar una relación sana entre nuestros
hijos. Tal como está, creo que los chicos se sienten amenazados por
ti. Solo quiero arreglarlo para que todos podamos ser felices.
Maldigo mientras releo su texto. Yo no quiero tener una cena con los
monstruos y su malvada madre.
Yo: Me agredieron, papá.
Los puntos se mueven y se detienen varias veces antes de que finalmente
responda.
Papá: Lo sé, cariño, y lo siento mucho. También les caí duro por
eso. Los amenacé casi hasta la muerte. Causó una ruptura entre Manda
y yo. Es cierto que estaba dispuesto a matarlos. Saben que están sobre
hielo fino.
Una sonrisa tira de mis labios cuando imagino a papá retándolos.
Yo: Bien, pero tan pronto como termine la cena, volveré a casa de
Winston.
O mi apartamento. Porque tengo uno de esos ahora. Un lugar seguro al que ir
si todo se va al infierno. Nunca se lo admitiré a Winston, pero estoy un poco
agradecida de tenerlo, incluso si nunca voy allí. El solo hecho de que pudiera si
quisiera es suficiente.
Papá: Te extraño, pero sé que estás creciendo. Un día parpadearé
y te casarás y tendrás tu propia familia. Probablemente con ese
Constantine, ya que es tan inflexible en consentirte cada vez que tiene
la oportunidad.
¿Qué más quisiera yo? Se necesitará muchísimo convencimiento para que
Winston esté en la misma página que mi novio. Puedo ver a través de sus burlas. No
soy realmente suya, no como quiero ser.
Yo: Él es mi empleador. No empieces a planificar una boda 130
todavía.
Papá: Él es más que eso y todos lo sabemos. Ten cuidado con él,
cariño. Un hombre como él podría destruir el corazón de una chica
como tú.
Demasiado tarde.
Mi corazón está en las manos de Winston, y él será el último en decidir lo que
le suceda.
Yo: Nos vemos a las cinco.

Entro en la casa de piedra rojiza, con mi armadura puesta y mi actitud de


perra. Los trillizos querrán que me acobarde, pero me niego a dejar que me vean
asustada. Papá y Manda estarán aquí para que no hagan nada. Si esto le hubiera
pasado a Winston, seguro que no se escondería de ellos. Los enfrentaría de frente y
los miraría a los ojos.
Se lo devolveré en algún momento.
—Aquí, cariño, dice papá desde la cocina.
Sigo mi olfato hasta donde está parado en la estufa, revolviendo su salsa
Alfredo casera. Me recuerda a cuando era niña y mamá estaba parada a su lado,
bromeando sobre la única comida que podía preparar. Me reiría y le diría que él
también podía hacer gofres congelados, lo que, mirando hacia atrás, no ayudó en su
caso.
Dios, la extraño.
Abrazo a papá por detrás, apoyando la mejilla en su sólida espalda. No es una
bestia de poder como Winston, pero es firme y sólido, poderoso por derecho
propio. Hay algo que decir sobre la fuerza de un padre. Saber que regañó a los
trillizos me relaja.
—Huele bien. Pero, ¿puede ser tan bueno como tus gofres congelados? —
bromeo, sonriendo cuando él se ríe.
—No hay comparación con mis gofres congelados. ¿Por qué no tomas las cosas
para hacer una ensalada?
Lo dejo para ocuparme de sacar los ingredientes. Por un momento, casi puedo
fingir que solo estamos nosotros dos en nuestro antiguo apartamento. Algún tiempo
después de mamá y antes de Manda. Cuando éramos el mundo entero del otro. Silba
una melodía familiar mientras yo corto tomates para la ensalada.
—Huele delicioso —dice Manda, entrando a la cocina y enfriándola varios
grados—. Hola, Ash.
Le saludo con el cuchillo en la mano, sin encontrarme con su mirada dura. Los 131
sonidos descuidados de sus besos matan cualquier momento feliz que haya
disfrutado unos segundos antes.
—¿Se unirán los chicos a nosotros? —pregunta papá, su voz baja y tensa.
—Sí. Tal como lo comentamos. Esta cena es importante. —Suspira y luego me
da una palmada en la espalda—. Todo saldrá bien, ¿verdad, cariño?
Me estremezco ante el “cariño”, pero logro asentir. Papá parece empeñado en
hacer las cosas bien en esta familia, así que no discutiré. Dudo que papá o Manda
puedan convencer a los Trillizos del Terror de que dejen de ser psicópatas, pero
supongo que vale la pena intentarlo.
—Hola, hermana —retumba una voz profunda. Girándome, miro al recién
llegado. Sully. El más agradable de los tres, pero no mucho. Su ceja oscura se levanta
al ver el cuchillo en mi mano—. No me apuñales. —Sonríe, juguetón y encantador,
como si él y sus hermanos no me hubieran cortado el vestido de mi cuerpo y me
hubieran robado a ciegas.
Manda me frunce el ceño con desaprobación. Papá hincha el pecho y aprieta
el hombro de Sully con tanta fuerza que hace que se estremezca.
—¿Quieres que lo agarre para que puedas vengarte? —pregunta papá, su
sonrisa un poco malvada.
Manda jadea y muero de risa al ver los ojos muy abiertos de Sully. Finjo
pensar en ello por un segundo y luego niego.
—Quizás más tarde. Después del postre —digo antes de volver a la ensalada.
Manda y Sully conversan sobre los autos nuevos que van a tener, ya que los
suyos fueron destruidos el fin de semana pasado. Personalmente creo que deberían
tener Uber en todas partes, pero nadie me pide mi opinión. Sparrow se une a
nosotros y, como Sully, finge ser un hermanastro estelar. Ambos se turnan para
burlarse de papá sobre su equipo de fútbol favorito, los Patriots, y cómo nunca
llegarán a la Super Bowl. Ayudo a papá poniendo la mesa, y Manda lo ayuda trayendo
la comida. Luego nos sirve vino a todos. El asiento vacío de Scout me hace relajarme
aún más.
Durante la cena, Sully y Sparrow encienden el encanto. Unas cuantas veces,
casi me convencen de que han dejado de ser idiotas. Casi. Nunca bajaré la guardia
por completo con esos tres, especialmente con Scout. Afortunadamente, según los
chicos, se iba a encontrar con un amigo para no poder estar en la cena. Es casi
agradable cuando me desconecto de Manda y sus chicos, disfrutando de mi tiempo
con papá. Solo estoy ayudando a papá a limpiar la cocina cuando Manda recibe una
llamada.
—¿Qué? —Se lleva una mano al pecho, parpadeando con fuerza en estado de
conmoción—. ¿Se llevaron algo? —Una pausa—. Oh, no. —Otra pausa—. Estaremos
allí mismo.
—¿Qué pasa? —exige papá.
—El edificio Baldridge —dice Manda frunciendo el ceño—. Allanaron varias
oficinas, incluida la mía. Han desvalijado los archivos. Necesito ir y hablar con la
policía. 132
Mi corazón tartamudea ante la mención del edificio Baldridge. De todas las
veces que escuché a Manda hablar sobre su oficina, ni una sola vez la recuerdo
diciendo el nombre del edificio. Me pregunto si Winston sabe que tiene su oficina
allí. Sin embargo, ciertamente tiene sentido en cuanto a cómo conocería a Meredith,
ya que es el nombre de su esposo en el edificio.
—Vete —le murmuro a papá—. Ella te necesita. Terminaré de limpiar y luego
saldré yo misma.
Papá mira a Sully y Sparrow con el ceño fruncido.
—¿Puedo confiar en que ustedes dos se comportarán?
Ambos asienten antes de abrazar a Manda.
—¿Necesitas ayuda para limpiar? —pregunta Sully.
Me encojo de hombros y luego abrazo a papá.
—Envíame un mensaje de texto más tarde y cuéntame cómo te fue.
Me besa en la frente y luego se van. Sully y Sparrow no se abalanzan sobre mí
como esperaba. Doy gracias por haber decidido dejar mi teléfono y mi bolso en casa
de Winston. No había manera de que me arriesgara a que me robaran mis cosas otra
vez. Llevé suficiente dinero en efectivo en caso de emergencia, pero está guardado
en la guantera del Escalade junto con mi licencia de conducir. Mis llaves también
están dentro de la camioneta, porque puedo acceder al vehículo a través de un panel
táctil en la puerta. Esta vez estaba preparada. Con los Trillizos del Terror, siempre
hay que ir un paso por delante.
Sparrow sale de la cocina y Sully sigue ayudándome a limpiar. No hablamos
ni nos miramos. Estoy limpiando los fogones cuando se cierra la puerta principal. Mi
cabeza se gira para mirar a Sully, que sonríe.
Y esa es mi señal para irme.
Dejo caer el trapo en el mostrador y salgo de la cocina sin siquiera
despedirme. Por suerte, no encuentro a nadie en el camino. Abro la puerta principal,
pero una mano fuerte la golpea y la cierra de golpe.
Dando vueltas con el corazón en la garganta, me encuentro con la mirada
enojada de Scout.
Mierda.
Levantando la barbilla, me encuentro con su mirada oscura.
—Déjame en paz.
—No puedo, hermana —gruñe—. Me tomé muchas molestias para traerte aquí
sola.
Entrecierro los ojos.
—¿Le robaste a tu propia madre?
Su risa es baja y sin humor.
—Arruiné un poco su oficina, pero no robé nada. No soy un monstruo. —
133
Levanta la mano para jugar con un mechón de mi cabello.
Lo golpeo.
—No me toques.
—Ohh —se burla Scout—, es lindo que pienses que tienes algo que decir.
Antes de que pueda intentar escapar, se abalanza sobre mí. Con demasiada
facilidad, Scout usa su fuerza contra mí, dominándome antes de que respire. Dejo
escapar un chillido por debajo de su palma mientras me lleva escaleras arriba. Mi
corazón se acelera dentro de mi pecho mientras me pregunto cómo demonios saldré
de aquí.
Pateo, tratando de encontrar apoyo en cualquier cosa, pero acabo golpeando
el aire. Scout pasa por alto mi habitación y me lleva directamente a la suya. Un
gruñido aterrorizado trepa por mi garganta para encontrar a Sully y Sparrow dentro
esperando.
Scout me arroja a la cama, y me pongo de rodillas, mirando la puerta detrás
de él.
—Papá volverá pronto —le advierto, mi voz temblando de miedo—. Te matará
si me tocas.
—No se va a enterar —vocifera Scout—, porque voy a enviar tus sucios vídeos
sexuales a cada uno en su lista de clientes. —Su sonrisa es siniestra—. Deja su
computadora desbloqueada todo el tiempo. Todo lo que necesité una vez fue
descargar lo que necesitaba en una unidad Usb.
—¿Y? —siseo—. ¿Crees que me inclinaré y lo aceptaré porque me amenazas?
Sparrow resopla.
—No tienes elección.
—Vete a la mierda —escupo—. Le prometiste a papá que no me harías daño.
—Sully y yo lo hicimos. —Asiente—. Pero nadie dijo nada sobre Scout.
Me lanzo de la cama en un intento de llegar a la puerta, pero Scout es más
rápido. Su cuerpo me golpea contra la cama antes de empezar a tocarme. Sé que está
buscando mi teléfono, pero no lo encontrará. Tan pronto como se da cuenta de que
no tengo nada sobre mí, sus rasgos se endurecen. Como si se apagara un interruptor,
comienza a tirar de mi camiseta.
—Si me tocas, les diré que me forzaste. —Me ahogo—. Irás a la cárcel.
Scout se burla de mí.
—¿Y a quién creerán? ¿Tres chicos solo siendo chicos, teniendo sexo con una
chica que encuentran atractiva? ¿O una prostituta que se folla a viejos ricos por
dinero?
—Dijiste que solo íbamos a... —comienza Sully, pero Scout lo interrumpe
gritando su nombre.
—Ayúdame a quitarle la ropa —ordena Scout. 134
Grito y me retuerzo mientras los tres trabajan juntos. Logro patear a Sparrow
en la nariz y a Sully en las pelotas, pero al final me desnudan y me sujetan. Los
sollozos que se me escapan suenan más como jadeos desesperados. Como un pez en
las orillas de un río que se retuerce bajo la garra de un tigre.
Scout saca un Sharpie 3 y comienza a escribir en mi estómago. Donde una vez
decía la sucia puta de Winston, ahora dice la hermana puta de Scout. Se ríen
mientras se turnan para escribirme cosas groseras. Pero, aparte de las palabras, no
me han violado de manera que pudieran enviarlos a la cárcel.
—Envíale un mensaje de texto a su novio —le ordena Scout a Sully—. Dile lo
que queremos. A cambio, la dejaremos ir.
Miro a Scout con desprecio mientras Sully me toma fotos. Luego, sus dedos
vuelan sobre las teclas mientras sin duda envía sus demandas a Winston. Pasan
varios minutos sin respuesta.
—Está en una reunión, idiota —le siseo a Scout, con lágrimas cayendo por mis
sienes.
El tiempo se prolonga mientras esperamos.

3 Sharpie: rotulador de tinta permanente.


—Envíale un mensaje de texto y dile que tiene cinco minutos para responder
o de lo contrario me follaré a su linda puta. —Scout me sonríe como el maldito diablo,
deteniendo mi corazón en el proceso—. Y luego le enviaremos un video.
—Por favor, no hagas esto —le ruego.
Pasan cinco largos minutos con los chicos riendo y yo suplicando entre
lágrimas. Finalmente, Sully dice:
—Él respondió.
—¿Qué dijo? —exige Scout.
Sully frunce el ceño.
—No negocia con terroristas.
—Maldito imbécil —ruge Scout, lanzándose hacia mí.
Dejo escapar un grito que hiela la sangre cuando Scout comienza a
desabrocharse el pantalón. Capto la mirada de Sully con los ojos abiertos y le suplico
que me salve. Sparrow maldice y camina junto a la cama.
—Amigo, dijimos que la asustabas, no esto —le dice Sully a Scout.
—Cállate la boca —le responde Scout—. Constantine quiere jugar a la puta
gallina, entonces jugaremos a la puta gallina. Tan pronto como su polla está en su
mano, cierro los ojos. No puedo hacer esto. No puedo estar mentalmente presente
para esto.
Pero, en lugar de que él me viole, escucho música dulce en mis oídos. 135
Sirenas de la policía.
Scout se apresura a vestirse y me doy cuenta de que estoy a salvo. Winston
llamó a la policía. Desde el otro lado del mundo me salvó.
Los golpes en la puerta principal me hacen respirar con alivio.
Gracias a Dios.
Winston
E
nojado ni siquiera empieza a describir cómo me siento en este
momento.
Enfurecido. Enfadado. Lleno de rabia. A punto de una fusión
nuclear.
Estoy a punto de explotar con la necesidad de asesinar a esos malditos
animales. Especialmente a Scout. Debería estar haciendo control de daños en la
enorme cuenta que acabamos de perder, pero en lugar de eso, no puedo dejar de 136
pensar en ella.
¿Está a salvo?
¿La han herido?
¿Por qué coño estaba ella allí?
—Keaton acaba de enviarme un mensaje —dice Perry a mi lado en el avión—.
Tinsley y él están en tu casa ahora con Ash.
Han pasado catorce horas desde que recibí el mensaje con la foto de mi chica
de nuevo en las garras de esos hijos de puta junto con la exigencia de que volvieran
a Harvard. En lugar de seguir sus juegos, ya que estaba en la maldita Francia, llamé
inmediatamente a la policía. No podía arriesgarme. Conseguiré que esos imbéciles
vuelvan de una forma que duele, pero en ese momento, lo único en lo que podía
pensar era en asegurarme de que ella estaba a salvo.
Dejé la reunión que se había prolongado hasta altas horas de la noche en la
que había millones en juego para dar la vuelta y volar de vuelta a Nueva York.
Esperaba que Perry me dijera que era una maldita mala idea porque es una de
nuestras cuentas más grandes, y en la que él había estado trabajando, pero él estaba
tan ansioso como yo por volver a la ciudad.
En el vuelo de vuelta, no pegué ojo. Lo único que podía hacer era mirar la foto
que me habían enviado por mensaje. Releer la amenaza una y otra vez.
No basta con que los hayan detenido.
Su rica mami les pagó la fianza en cuanto pudo.
Este incidente no es más que un golpe para ellos.
Para mí, es más que un problema. Es una bomba que explotó sobre mí y todo
lo que creía saber. Luché con lo que sea que Ash y yo seamos, pero en ese momento,
al verla en sus manos, perdí la maldita cabeza.
Ella es mía.
No de ellos ni de su padre ni de nadie.
Mía.
Todo lo que mi madre intentó meterme en la cabeza durante la cena hace un
par de noches se ha olvidado hace mucho tiempo. Claramente soy un idiota cuando
se trata de Ash Elliott, y no puedo encontrar que me importe.
La azafata nos avisa de que podemos salir del avión en unos minutos más.
Nuestro auto está esperando. Dentro de una hora estaré en casa con Ash de vuelta
en mis brazos. Estoy tan tenso que siento que podría estallar en cualquier momento.
Sé que no me calmaré hasta que vea con mis propios ojos que está a salvo.
—Manda debería haberlos dejado pudrirse en la cárcel —se queja Perry a mi
lado—. Por lo que dice Keaton, su padre está enojado.
—¿Enojado? —escupo, volviéndome para mirar a mi hermano—. Estoy
enojado de que la haya dejado sola con esos malditos monstruos.
—Eso es básicamente lo que le dijo a su papá. Que si él no podía mantenerla a 137
salvo, nosotros, los Constantine, podríamos.
—¿Nosotros?
Perry se encoge de hombros.
—Ash también nos gusta. ¿Crees que Keaton iba a dejar que se quedara allí
donde viven esos idiotas?
Me agrada tener a mis hermanos de mi lado. Puede que no siempre estemos
de acuerdo, pero cuando alguien jode con los nuestros, nos solidarizamos. Y como
Ash es mía, mis hermanos y mi hermana menor me respaldan.
Hago una llamada a Ulrich, nuestro investigador privado, mientras
esperamos para bajar del avión.
—Al habla Ulrich —dice con voz ronca, su voz maltratada de toda una vida
fumando sin parar.
—Quiero todo lo que puedas descubrir sobre Manda Mannford. Todo.
Su risa se convierte en una tos de fumador.
—¿También quieres saber con qué marca de papel higiénico se limpia el culo?
—Todo —reitero—. No quiero que nada se quede fuera.
—En ello, jefe.
Puede que haya mostrado debilidad al llamar a la policía por esas serpientes,
pero fue una solución temporal a mi problema. Solo estoy comenzando con mi
represalia. Se sentirán violados como ella se sintió violada cuando les folle la vida
con tanta fuerza que no tengan más remedio que convertirse en mis perras
complacientes.
La alternativa para ellos es la puta tumba.

Entro en mi condominio, dejo mi bolso justo en la puerta y entro en la sala de


estar. Ash está sentada al lado de Tinsley, acurrucada en una manta, su pájaro
acunado en sus manos. Tan pronto como me mira a los ojos, la feroz fachada que de
alguna manera había formado se desmorona y revela a la chica triste y rota. Me dejo
caer al otro lado de ella, agarro sus caderas y la arrastro a mi regazo.
—Estoy aquí, cariño —digo, besando la parte superior de su cabeza—. Estás a
salvo ahora.
¿Cariño?
Ignoro ese “cariño”, pero sé que Ash lo escuchó porque comienza a llorar,
aferrándose a mi pecho. Shrimp gorjea fuerte y se desliza por la parte delantera de
mi chaqueta hasta mi hombro como si quisiera chismosear sobre los trillizos justo
en mi maldita oreja. 138
Lo sé, pájaro. Joder, lo sé.
Las cejas de Keaton están en la línea de su cabello mientras me ve sostener a
Ash. Tiene que saber a estas alturas que Ash es más que una empleada. Ella es mucho
más. Solo porque estoy en negación o no pueda articularlo no cambia ese hecho. Mi
hermano inteligente ciertamente no se pierde nada.
—Madre no debe saber de esto —le digo a Perry mientras se deja caer al lado
de Keaton.
—¿Que estás enamorado? —se burla, sonriéndome.
Ash deja escapar una risa llorosa y luego me sonríe.
—¿Qué es eso? ¿Qué estás enamoraaado?
Pongo los ojos en blanco por la forma en que pronuncia la palabra, lo que hace
que Tinsley se eche a reír. A pesar de que estos imbéciles se burlan de mí, estoy feliz
de que Ash no esté completamente arruinada por los trillizos Mannford.
—Lujuria, Cinderelliott. Estoy en la lujuria. ¿Feliz?
Se ríe y besa mis labios.
—Mucho.
Shrimp canta y bate sus alas. Luego se pone a picotearme la cabeza detrás de
la oreja. Al maldito pájaro le gusta buscar bichos en mi cabello. Ash dice que es su
forma de cuidarme. Creo que es jodidamente extraño.
—Nunca pensé que llegaría el día en que Winston dejara que un pájaro le
picoteara la cabeza —dice Perry con gran diversión—. Esto es muy gracioso.
Le muestro el dedo medio y luego quito el pájaro de mi hombro. Después de
acariciar su cabecita, le digo que me deje en paz. Shrimp canta y luego aletea todo el
camino hasta mi candelabro, también conocido como su maldito patio de recreo.
—Hablo en serio —le vuelvo a decir a Perry—. Madre se entromete demasiado.
Puedo manejar mi propia mierda.
—¿Qué estás manejando exactamente? —pregunta Ash, frunciendo el ceño.
—A esos bastardos.
—¿Cómo? —Sus ojos color avellana brillan con furia. No hacia mí. A ellos.
Quiere hacerles pagar. Bueno, eso nos convierte en dos.
—De formas que dolerán. En formas en las que su mamá no pueda comprar
su salida.
—¿Quiero saber? —pregunta.
—Probablemente será mejor que no lo hagas. Negación plausible.
Además, Ash no tiene cara de póquer. No necesito que se meta en problemas
porque usa sus pensamientos para que todos los vean.
—¿Dónde se encuentra tu padre en todo esto? —Paso mi dedo a lo largo de su
brazo, disfrutando de la forma en que se estremece, olvidándome por completo de
que tenemos una audiencia de bebés Constantine hasta que Keaton se ríe. 139
—Papá está furioso —dice con un suspiro—. Dijo que si Manda elige el lado de
los trillizos en esto, se verá obligado a elegir el mío. —Apoya su cabeza en mi
hombro—. Odio que lo hayan puesto en esta posición.
No le recuerdo que él mismo llegó allí en primer lugar persiguiendo a la
maldita mujer.
—Hmm —es todo lo que digo.
—Ese es el hmm que significa que la gente va a sufrir —revela Perry con
demasiado regocijo.
—Púdrete.
—Por lo general, es a mí a quien castiga —dice Ash—. Ya es hora de que me
dejara formar parte del equipo Constantine.
—No estás en el equipo —murmuro.
—Un poco —argumenta, a lo que Tinsley se ríe.
—Eres como el chico murciélago. Pero con tetas.
Me golpea.
—Más bien la mascota.
—¿Desde cuándo la mascota de Constantine se convirtió en una pobre
doncella que busca cumplidos?
—Desde ahora. —Ash me sonríe—. O podría ser la animadora.
Una sonrisa lobuna divide mi rostro.
—Estoy de acuerdo con eso.
—Estoy seguro de que tengo algunos uniformes de porristas en el asiento
trasero de mi auto —ofrece Perry, moviendo las cejas como si fuera la mierda.
Keaton suelta una carcajada.
—Eso te hace parecer un pervertido.
—Yo soy un pervertido.
Ash y yo nos reímos. Los únicos verdaderos pervertidos en esta habitación
somos nosotros dos. Los pequeños Constantine son solo aspirantes a pervertidos.
—Está bien, idiotas —gruño, poniéndome de pie con Ash todavía en mis
brazos—. Vayan a casa con su mami. Tengo que recuperar el sueño que tanto
necesito.
—Ella también es tu mami, idiota —repite Perry.
Lo ignoro y llevo a Ash a la habitación, cerrando la puerta de una patada detrás
de nosotros. Me saca la lengua cuando la dejo caer sin ceremonias en la
cama. Mientras se esconde debajo de las sábanas, me quito el traje hasta el bóxer y
la sigo hasta la cama.
—¿Dónde está mi maldito cupón? —pregunto, llevándola a mi pecho para
poder inhalar su cabello.
—¿El cupón de abrazos que ya usaste? 140
—Ese es el indicado.
—No puedes volver a usarlo. No es así como funcionan los cupones.
Beso su cuello.
—Entonces, ¿cuánto cuesta esto que estamos haciendo?
Deja escapar un suspiro.
—Es gratis. Considéralo una donación para el niño necesitado.
—Malcriada.
—Te gusta cuando soy malcriada.
En efecto, me gusta.
El apartamento se vuelve silencioso, lo que significa que mis hermanos se
fueron. Incluso Shrimp está callado. Mis ojos se cierran mientras el sueño se apodera
de mí. Estoy cansado como la mierda y con jetlag. Es tarde por la mañana, pero bien
pueden ser las dos de la madrugada por lo exhausto que estoy.
—¿Win?
—¿Hmm?
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por ser tú.
—Eres sentimental cuando estás triste —comento, mi voz llena de sueño.
—Ya no estoy triste. —Un instante de silencio y luego vuelve a hablar—.
Buenas noches, Constantine.
—Es de día, Cinderelliott.
—Sigue siendo bueno.
—Hmm. Eso es una exageración.
—Está bien ahora —corrige.
No puedo discutir con eso.

141
Ash
D
ejo el teléfono abajo, todavía sonriendo por el último mensaje de
Winston, para recogerme el cabello en una coleta. Hemos estado
bromeando entre sus reuniones de esta mañana. Por lo visto, ha
ocurrido algo importante con uno de sus clientes en París, y desde
entonces ha estado controlando los daños. Mientras que yo estaba agotada esta
mañana después del infernal fin de semana que he tenido, Win tenía la cara fresca y
estaba listo para trabajar el lunes por la mañana. Yo había intentado encontrar la
motivación para ir a trabajar, pero él la cerró y me dijo que me tomara el día libre. 142
Mi teléfono sigue vibrando con mensajes. Una vez que mi cabello está
arreglado, vuelvo a agarrarlo para ver qué más tiene que decir el chico sucio.
Me decepciono al ver el mensaje de papá.
Papá: Ven a casa, cariño. Manda y los chicos no están aquí. Ya es
seguro.
Ha habido una variación u otra de esto desde que arrestaron a los trillizos el
sábado por la noche. Entiendo que papá esté preocupado por mí, pero no siento que
haya hecho todo lo posible para protegerme de ellos. Bajó la guardia y ellos se
abalanzaron sobre mí.
Yo: Ahora tengo mi propio apartamento. Allí estoy segura.
Aunque nunca lo use, al menos lo tengo. Además, papá tiene que saber que no
voy a volver allí, y desde luego no necesito que me proteja. Me protegeré yo misma.
Suena mi teléfono, pero no reconozco el número. Lo ignoro y me dirijo al salón
para ver cómo está Shrimp. Entre los barrotes de su jaula hay una postal con una
foto de la Torre Eiffel. En el reverso, con los elegantes adornos de Winston, pone:
Cena esta noche, novia. —W.
No es una pregunta. Solo una típica demanda de Winston. Pero también dulce
y romántica… para él. Me río, sosteniéndolo contra mi pecho y luego suspiro feliz. No
estoy segura de qué será de nosotros, pero no veo que termine pronto. Este fin de
semana solo pareció solidificar nuestro vínculo.
Mi teléfono suena de nuevo. Lo contesto por si es Winston. No mucha gente
tiene este nuevo número.
—¿Hola?
—¿Señorita Elliott? —dice una mujer en un tono seco.
—¿Sí?
—Soy Caroline Constantine. —Hace una pausa para dejar que el nombre se
entienda, y vaya si se hunde, tocando fondo en mi estómago—. Encuéntrame en el
Carmichael's Day Spa dentro de una hora.
Me quedo callada mientras me pregunto cómo demonios ha conseguido mi
número. Es más, ¿cómo sabe que no estoy en el trabajo y que ni siquiera puedo ir al
spa? Estoy bastante segura de que Winston no buscó a su madre para contarle todo
esto. De hecho, parecía bastante firme en ocultarle las cosas.
—Yo, uh —comienzo, pero ella me interrumpe con un suspiro agudo que me
recuerda a su hijo mayor.
—Enviaré un auto por ti.
Bip-bip-bip.
Ella me colgó. Qué bien. Al menos sé de dónde sacó Winston su personalidad
ganadora. Respiro profundamente para calmarme y estabilizarme. Si puedo manejar
a Win, puedo manejar a su madre. Me niego a dejar que ella me intimide.
Rápidamente, le envío un mensaje de texto.
143
Yo: Me han convocado a un día de spa con tu madre. ¿Debería
tener miedo?
Win: Mucho.
Yo: Ja. En serio. Estoy enloqueciendo.
Win: Estoy seguro de que lo resolverás.
Yo: Vaya, gracias. ¡Envíame a los lobos sin forma de defenderme!
Win: Solo un lobo.
Yo: ¿Qué pasa si ella me dice que me aleje de ti?
Win: ¿Desde cuándo escuchas a alguien?
Yo: Quiero causar una buena impresión.
Win: Eres tan anticuada, Cinderelliott. Linda.
Yo: Estás siendo condescendiente conmigo.
Win: Dile que eres mi novia. Estoy seguro de que quedará genial.
Yo: Te odio.
Win: Eso no es algo muy agradable para decirle a tu novio.
Yo: No eres mi novio.
Win: Bien. Ahora estás preparada para mamá.
Le envío un millón de emojis de ojos rodando. Él responde con un emoji de
palito de pan. Estúpido.

Carmichael's Day Spa es uno de los lugares más elegantes en los que he estado.
En lugar de un típico spa —con un ambiente orgánico—, este grita dinero con sus
lámparas de araña de alta gama y sus muebles ornamentados. Usando un pantalón
corto, mis chanclas y una camiseta de la Universidad de Columbia que me regaló
papá cuando me aceptaron, me siento increíblemente fuera de lugar. Me muerdo la
uña mientras espero a que llegue Caroline. Espero que me deje plantada y pueda
volver a casa de Winston.
Se abre la puerta del spa y mis esperanzas se desvanecen.
Entra Caroline Constantine con un elegante conjunto de color pastel y un aire
de autoridad que se mezcla con su caro aroma floral. Se sube las gafas de sol de gran
tamaño por encima de la cabeza, revelando sus penetrantes ojos azules.
—Señorita Elliott —saluda, con una sonrisa falsa dibujada en su rostro—.
Gracias por reunirse conmigo.
Como si tuviera otra opción, señora. 144
Me pongo de pie y me acerco torpemente a ella.
—No hay problema.
Su mirada recorre mi atuendo y sus fosas nasales se agitan.
—Darlene —dice—. Estamos listas.
Darlene, una mujer con un moño severo y un maquillaje perfecto, corre hacia
nosotras.
—Vengan por aquí, señoras. Tenemos su habitación lista.
Sigo a las mujeres, intentando y sin conseguir calmar mis nervios. No estoy
segura de por qué diablos esta mujer quiere tener un día de spa conmigo, pero algo
me dice que pronto lo descubriré. Su comportamiento frío no me da mucha confianza
en que será un día de chicas divertido. Darlene nos acompaña a una habitación con
dos sillones mullidos y armarios al lado de cada uno.
—Encontrarán sus batas y zapatillas aquí —dice Darlene, señalando uno de
los armarios—. Cindy vendrá con unos refrescos después de que se hayan puesto
cómodas. Padre y Evan están preparando la sala de masajes para ustedes.
Me deja a solas con Caroline. La mujer me da la espalda y comienza a
desvestirse. Como no me importa nada ver a esta mujer desnuda, me desvisto
rápidamente y me pongo la bata. Una vez que me pongo las zapatillas y guardo mis
cosas, me siento en una de las cómodas sillas. Tan pronto como se sienta, una mujer
que debe ser Cindy, entra en la habitación con una bandeja. Nos entrega a cada una
una copa de champán y coloca una tabla de queso y fruta entre nosotras en una mesa
pequeña. Luego, ella se va, una vez más dejándome en un incómodo silencio con la
madre de Win.
—Este lugar es encantador —murmuro, sin saber siquiera de qué hablar.
—Sin duda. —Me sonríe y bebe un sorbo de champán.
Me recuerda mucho a Win en este momento, reprimo una sonrisa.
—¿Algo gracioso? —Sus ojos azules son duros y penetrantes. Sí,
definitivamente como Win.
—Solo me recuerda a él, eso es todo. —Mi sonrisa se libera—. Sus gestos son
muy parecidos.
Sus rasgos se suavizan casi imperceptiblemente. Pero, como soy buena
leyendo a Winston, me doy cuenta del pequeño cambio en ella. Punto uno para mí.
Parece que ama hablar de sus hijos. Bien, lo de “ama” puede ser una exageración. No
estoy segura de que los Constantine amen nada más que su apellido.
—¿Qué estás haciendo con mi hijo? —Toda la calidez se ha evaporado cuando
sus frías palabras me producen un escalofrío.
—Es mi novio —suelto, y luego me estremezco.
Esta vez, ella controla mejor sus emociones. No se inmuta ni se mueve.
—¿Novio? —Se le escapa un fuerte suspiro—. Oh, chica tonta.
Se me eriza la piel ante su tono condescendiente.
—Creí que buscabas tu propia agenda personal, pero veo que no es eso en
145
absoluto, ¿verdad? —No espera a que responda—. Realmente te gusta mi hijo.
Realmente crees que es tu novio.
Enderezo la columna vertebral, clavándole una dura mirada.
—No tengo una agenda...
—¿Además de que Winston te pague la educación? —Su esculpida ceja se
arquea.
La vergüenza me quema, pero me niego a acobardarme.
—Eso fue idea de Winston, no mía. —En serio, ¿cómo es que esta señora lo
sabe todo?
—Winston parece tener muchas “ideas” en lo que a ti se refiere.
—Qué puedo decir, soy inspiradora —digo con tono de irritación.
—Hmm.
Vaya, ya estamos con los hmms.
—Él también hace eso, ya sabe —murmuro—. Perry dice que cuando
decodificas los hmms, en realidad significan que estás a punto de hacer sufrir a
alguien.
Sus ojos se iluminan ante la mención de Perry, la diversión destella
brevemente en su expresión.
—¿Lo hizo ahora?
—Creo que está en algo. Incluso Keaton hace el hmm cuando está enojado. —
Sonrío a pesar de estar en la guarida del dragón con su fuego corriendo por mi
cuello—. Sin embargo, no he oído a Tinsley hacerlo. Parece que es la más agradable.
—¿Más agradable que Perry?
Lo tengo, señora. Amas a tus hijos. Encontré tu talón de Aquiles.
—Es como tirar una moneda —estoy de acuerdo—. Perry me rescató la noche
de la fiesta de Win.
—¿Estuviste allí? —Ella sabe. A pesar de preguntar, lo sabe. Puedo verlo en su
mirada inteligente.
—Tinsley me prestó su vestido. —Me encojo de hombros—. Y una peluca.
—Ya veo. —Bebe su champán como si estuviera sumida en sus
pensamientos—. ¿Qué hace una pobre criada confraternizando con mis hijos?
Winston es su madre renovada. Jesús.
—Les dije que soy del equipo Constantine. Win dijo que podría ser el chico
murciélago. Perry cree que tiene un traje de animadora que me puede prestar. Pero
creo que soy la mascota.
Parpadea con fuerza mientras me estudia.
—¿Han hablado de esto? ¿Con todo detalle?
—Son gente estupenda —le digo, encontrándome con su mirada—. Win, Perry,
146
Keaton, Tinsley. Sus hijos menores han acudido en mi ayuda dos veces. ¿Y
Winston? —No puedo evitar sonreír como una adolescente tonta y enamorada—. Es
un príncipe azul normal. Excepto cuando está siendo un completo idiota.
Sonríe pero lo esconde con la palma de su mano.
—¿Disculpa?
—Ambas sabemos que puede serlo —devuelvo, desafiándola a discutir—. Pero
es una de sus cualidades más entrañables.
Nuestra conversación se interrumpe cuando Darlene nos busca para llevarnos
a la sala de masajes. Caroline y yo no continuamos con público. Hago lo posible por
relajarme, pero es difícil cuando la madre de tu nuevo novio, que ya te odia, está
medio desnuda a tu lado. Después de los masajes, vamos a las salas de sauna
individuales y, una vez que hemos sudado todas nuestras toxinas, nos llevan a las
duchas privadas. Una vez limpia y sintiéndome como gelatina, Darlene reaparece
para mostrarme la zona del salón donde Caroline ya está sentada.
—Winston me ha dicho que te va a llevar a cenar esta noche —dice Caroline,
sin apartar los ojos de su reflejo en el espejo.
—Lo hará —admito—. ¿Ha hablado con él?
—En este momento. —Dirige su mirada hacia mí—. Después de maquillarte,
me ha pedido que te deje en una tienda de vestidos no muy lejos de aquí.
Quiero matarlo. Una cosa es que juguemos juntos a nuestros jueguecitos
pervertidos, pero ahora su madre sabe que lo dejo vestirme a veces. Me arde la piel
de vergüenza, pero le sonrío en señal de reconocimiento.
Pasamos el siguiente par de horas recortando, peinando y arreglando nuestro
cabello. Luego, los estilistas nos maquillan. Es extraño tener un día de spa con esta
mujer, pero no ha sido horrible si soy sincera conmigo misma.
—Es una pena que Maggie haya muerto —dice Caroline una vez que salimos
del edificio—. Era tan joven.
Me detengo en seco, girando la cabeza hacia ella.
—¿Conocía a mi madre?
Su expresión es ilegible mientras se acerca.
—Lo sé todo, señorita Elliott.
—¿Pero la conocía? —Mi voz se tambalea y las lágrimas amenazan—. ¿Era su
amiga?
—No, a ella no —admite, sus ojos azules agudos mientras me evalúan—.
Aunque conocía a Barb personalmente.
Le frunzo el ceño.
—¿Quién es Barb?
Seguimos mirándonos la una a la otra, ella buscando algo en mi mirada y yo
tratando de averiguar de qué está hablando. 147
—Hmm —murmura, quitando un trozo de pelusa de mi camisa—. ¿No eras
cercana a tu abuela?
Oh… esa Barb. Barbara Huffington. La madre de mi mamá.
—Nunca la conocí. Falleció cuando yo era pequeña.
—Ya veo. —Hace una pausa como si quisiera decir más, pero al final se muerde
la lengua—. Bueno, es un mundo pequeño, ¿no? Vamos a dejarte.
—Olvidamos pagar —le recuerdo, señalando hacia el spa.
—No seas tonta. —Me hace entrar en el auto. Me acomodo en el asiento y trato
de no moverme mientras ella me escruta. El conductor arranca sin previo aviso,
haciendo que mi estómago se hunda. Tan pronto como reconozco el área en la que
estamos, toco la mampara de vidrio.
—¿Sí, señorita? —pregunta el conductor.
—¿Podemos parar en la tienda de dulces de la siguiente cuadra?
—Por supuesto.
Me doy la vuelta para descubrir los labios de Caroline presionados juntos en
una línea sombría. Haciendo caso omiso de su evidente molestia, salgo del auto tan
pronto como se detiene, prometiendo volver enseguida. Una vez dentro, consigo más
ositos de goma rojos para Winston, ya que se ha encariñado mucho con ellos. Agarro
algunas cosas más y estoy mirando cuando suena mi teléfono.
—¿Hola?
—Ash Elliott. Encantado de escuchar tu voz de nuevo.
La sangre sale de mi cara.
—Leo.
—¿Me extrañaste?
La cajera me devuelve el cambio y me alejo corriendo de ella hacia una esquina
de la tienda, con las bolsas enrolladas en el brazo.
—¿Qué quieres? —siseo en el teléfono.
—Lo mismo que la última vez. Más información.
—Que no tengo.
—Pasaste el día con Caroline Constantine. No me mientas.
Mi piel se estremece al pensar en él mirándome en este momento. Sabiendo
exactamente lo que estoy haciendo y con quién estoy. Maldito acosador.
—No somos exactamente amigas —espeto—. Esto es ridículo, sabes. No tengo
lo que quieres y no puedo conseguirlo.
Se ríe.
—Lo conseguirás o todos en esta maldita ciudad sabrán lo manchado que está
el gran Winston Constantine. Un bastardo sucio en el dormitorio que se divierte
profanando a las niñas. 148
—No soy una niña.
—¿Qué pasó en París?
Jesús. Este maldito tipo.
—No lo sé —gruño, perdiendo la paciencia—. ¡No sé nada!
—Descúbrelo. Necesito saber qué está tramando Winston.
—¿O si no?
—Lo arruinaré a él y a toda la familia. Y de paso derribaré la tuya. Recuerda,
un clic. Eso es todo lo que hará falta antes de que el mundo entero vea al gran
Winston Constantine destrozando tu bonito culo.
La bilis sube por mi garganta ante la imagen de ese video en todos los
televisores del mundo.
—Tus amenazas están envejeciendo. —Mi falsa valentía se hace evidente
cuando mi voz tiembla.
—Son promesas, cariño, y siempre las cumplo. Consígueme más información.
Me cuelga.
Bastardo.
Estoy nerviosa y estresada cuando llego al auto. Tan pronto como me siento,
saco una bolsa de ositos de goma rojos y se la entrego a Caroline.
—¿Qué es esto? —Su labio se encrespa como si se sintiera insultada.
—Win los adora. Se le han acabado, así que agarré un poco más. Me arriesgué
a que a ti también te gustarán. —Me encojo de hombros y sonrío—. Es un
agradecimiento por el día de hoy.
Parpadea con fuerza varias veces antes de guardar la bolsa en su bolso.
—Hmm.
No puedo evitar reírme porque, de nuevo, me recuerda a Winston cuando
hace eso.
Sus ojos azules se suavizan, y la diversión baila brevemente en ellos antes de
mirar por la ventana, su máscara de bruja malvada vuelve a su lugar.
—Es posible que puedas tentar a mi hijo con dulces, pero debes darte cuenta
de que nunca se casará contigo, nunca te tendrá como nada más que un juguete con
el que juega cuando se aburre. —Trago saliva. Eso escaló rápidamente—. Amo a mi
hijo, pero te lo digo no solo por su bien, sino por el tuyo. —Me inmoviliza con una
mirada estrecha—. Cualquier propósito que tengas sobre él, déjalo. Hazlo ahora
antes de profundizar aún más. Ya te has metido en un lío. —Con eso, se vuelve hacia
la ventana, con su rostro de hermoso perfil mientras trato de controlar mis
emociones. Toda la ligereza que pensé que había creado se ha ido, y me doy cuenta
de que Caroline tiene muchas capas, algunas cálidas, muchas frías y todas son un
misterio.
Viajamos en silencio y le envío un mensaje de texto a Winston para hacerle 149
saber que sobreviví. También necesito sentir su fuerza después de lidiar con Leo.
Yo: Estoy viva para contarlo…
Win: Sorprendente.
Yo: Será mejor que me lleves a algún lugar bueno para cenar, ya
que acabo de sacrificarme por el equipo.
Win: El equipo, ¿eh?
Yo: El equipo Constantine.
Win: Estaba pensando en comida italiana para cenar. ¿Te apetece
un palito de pan, Cinderelliott?
Yo: Eres un idiota.
Win: Es como si estuvieras sorprendida.
Esta vez, en una inversión de roles, me envía emojis de ojos de corazón a los
que respondo con los del dedo medio.
Winston Constantine es un imbécil, pero es el imbécil del que me estoy
enamorando.
Winston
¿Q
ué está haciendo mi madre?
Ella no es agradable sin ninguna razón. No lleva a la
gente a días de spa. Está tramando algo. Eventualmente,
descubriré qué es. Solo estoy agradecido de que Ash
pareciera haber salido ilesa.
Mi teléfono suena por un mensaje de texto entrante.
Xavier: Tenemos lo que pediste. 150
El triunfo me recorre las venas y casi tiro la silla de mi escritorio en mi prisa
por levantarme. Tomo mi bolso y cierro mi oficina.
—¿Se va temprano, señor Constantine? —pregunta Deborah, con una
expresión curiosa en el rostro.
—Tengo asuntos de los que ocuparme.
Camino directamente a la oficina de Perry, pero está vacía. Lo encuentro
sentado en la oficina de Nate, mirando un cuaderno que descansa sobre su rodilla
mientras Nate teclea en la computadora.
—Perry, es hora de irse —grito.
Casi tira su cuaderno al suelo y se levanta rápidamente. Nate frunce el ceño, y
su mirada se lanza entre nosotros.
—¿Reunión importante? —pregunta Nate.
—Algo así. —Sonrío—. Mantén el fuerte.
Nate frunce el ceño, pero no me quedo a dar explicaciones. Perry toma su
bolso, cierra la puerta de su oficina y luego nos dirigimos al estacionamiento.
—Conduciré yo —ofrece, riendo cuando hago una mueca—. ¿Qué? Conduzco
muy bien.
—No es cómo conduces. Es lo que conduces.
Silba, indiferente a mis insultos mientras subimos a su abominación naranja.
El motor es ruidoso, resuena en las paredes del estacionamiento, sonando como si
hubiera veinte autos tuneados en una fila, no solo el suyo. Cuando sale de su espacio
en el estacionamiento y arranca, ganando velocidad rápidamente, un escalofrío
recorre mi espalda. Este auto puede ser feo como la mierda, pero se mueve como una
bestia. Pone un poco de rock clásico de los setenta mientras conducimos hacia
nuestro destino. Casi pongo los ojos en blanco ante lo jodidamente cursi que puede
ser a veces. “Cherry Bomb” de The Runaways resuena a través de los altavoces, y
este idiota canta, golpeando el volante como si fuera el baterista de la maldita banda.
Hago todo lo posible por ignorar a mi hermano, mi mente se dispersa en cien
direcciones diferentes.
“Barracuda” de Heart viene a continuación, y Perry me sonríe. Su entusiasmo
es contagioso. Le devuelvo la sonrisa. Hablamos de este momento con gran detalle
en el viaje de avión de regreso de París. No estaba seguro de cuánto tiempo
tendríamos que esperar, pero mis hombres son bastante buenos haciendo lo que se
les dice, especialmente cuando les das un gran bono si pueden cumplir más
temprano que tarde.
Perry se dispara por la carretera, entrando y saliendo del tráfico, haciendo que
el corazón me truene en el pecho. Él destroza barcos por el amor de Dios. No confío
en su conducción, especialmente en un automóvil como un Chevelle del 69 con más
potencia bajo el capó de la que un barco podría soñar. Afortunadamente, en lugar de
matarnos, enciende su luz intermitente como un buen chico y lanza su vehículo al
estacionamiento de un edificio que poseemos. 151
Canta en voz alta cuando suena “Just What I Needed” de The Cars. Tengo que
aferrarme al tablero para evitar volar por todos lados mientras él conduce girando
una y otra vez, llevándonos más arriba en el estacionamiento hasta el nivel superior.
Dado que el edificio está siendo renovado, no hay autos. Pero cuando llegamos al
último nivel, un SUV Mercedes negro espera estacionado junto a un Porsche
Cayenne blanco.
Apaga el motor, terminando afortunadamente su desagradable canto. Salimos
y caminamos hacia la camioneta donde Xavier y Todd están esperando. Ambos están
vestidos con camisetas negras, vaqueros negros y botas negras. Son ex Navy Seals y
unos hijos de puta mezquinos. Y están en mi nómina. Naturalmente. Solo lo mejor
para los Constantine.
—¿Tienes lo que pedí? —Levanto una ceja a Xavier.
—Es insultante que incluso tengas que preguntar. —Xavier se ríe y hace un
gesto hacia el otro lado del SUV.
Perry y yo caminamos para descubrir que Xavier y Todd cumplieron. Tres
veces, de hecho. Ver a los tres pequeños hijos de puta en carne y hueso, después de
lo que le hicieron y trataron de hacerle a Ash, hace que la ira explote dentro de mí.
Quiero darle una paliza a cada uno.
Pero así es como haría la mierda un Morelli.
Soy un Constantine. Tenemos clase.
—Ohh, mira lo que tenemos aquí —me burlo, poniéndome en cuclillas frente
a uno de los trillizos que está atado y mirándome—. El cabecilla. Scout.
Mientras los otros dos chicos están aterrorizados, Scout está enojado. Si las
miradas pudieran matar, no tengo ninguna duda de que este psicópata me acabaría.
—¿Sabes por qué estás aquí? —Toco su frente, disfrutando de su gruñido—.
Oh, es cierto. No puedes hablar con cinta adhesiva en la boca.
Perry se ríe detrás de mí.
—Parece que tendrás que escuchar, entonces —le digo al idiota—. Deberías
haberte mantenido lejos cuando te lo dije.
Sus ojos me queman, pero se ponen más vidriosos con cada minuto que pasa.
Basándome en cómo los otros dos chicos ya no están luchando, estimo que me estoy
quedando sin tiempo para hacer entender mi punto.
—Es así —explico, sacudiendo la cabeza como si Scout fuera un niño travieso
que necesita ser regañado—. La jodiste. Magníficamente. Entonces, pensaste que
podrías vencerme. A un maldito Constantine. Como una pequeña perra, esperaste
hasta que me fuera antes de abalanzarte sobre mi novia. —Interiormente pongo los
ojos en blanco ante la idea de Ash acicalándose con el comentario de mi novia—. Le
hiciste daño. Heriste lo que es mío.
Scout cierra los ojos y le doy un golpe en la frente para llamar su atención de
nuevo.
—Las drogas son malas, Mannford. Seguramente lo sabías dado que tu madre 152
es doctora y todo eso. —Arqueo una ceja hacia él—. ¿Cuánta oxicodona tomaste?
—Suficiente —me asegura Xavier—. El hijo de puta trató de morderme, pero
al final se tomó la medicina como un buen chico.
—Harvard se ha acabado —digo entre dientes, golpeando a Scout de nuevo en
la cabeza—. Tu débil intento de obligarme a corregir tu error fue una maldita pérdida
de aliento. Tus autos se han acabado gracias a tu hermanita sexy. Y ahora la
capacidad de tu mami para ganar dinero también se ha acabado.
Los ojos de Scout se abren a pesar de la neblina causada por las drogas en la
que se encuentra.
—Está siendo demandada por negligencia. —Niego como si sintiera pena por
ella. No lo hago—. Por varias personas.
Perry se ríe. Ulrich, en su esfuerzo por descubrir todo lo que pudo sobre
Manda Mannford, pudo encontrar algunas personas a las que se les pagó por cirugías
fallidas. Todo lo que se necesitó fue una llamada de mi abogado, el gran Anthony
Lambruski, ofreciéndose a representarlos de forma gratuita y rápidamente
acordaron que su recompensa no era suficiente para la terrible atención médica que
recibieron.
—Pero espera, hay más —digo en un tono que imita al presentador de un
programa de juegos—. Tengo una cosa más que quitarte. —Poniéndome de pie, miro
a los trillizos, pedazos de mierda, que pensaron que podrían ir a la guerra conmigo y
ganar. Pensaron mal—. Lacrosse.
Doy un paso atrás y le hago un gesto a Todd. Se precipita hacia Sparrow,
levanta el pie y le da un pisotón en la rodilla. Sparrow grita desde detrás de la cinta,
las lágrimas brotan de sus ojos. Sully gime cuando Todd se acerca a él. Sin previo
aviso, hace lo mismo con Sully. Ambos sollozan como niños. Finalmente, Todd le
entrega el mismo destino a Scout, asegurándose de romper ambas rodillas. Sus
aullidos de dolor son música para mis oídos.
—Recuerda lo que soy capaz de hacer —le escupo a Scout—. Y esto solo araña
la superficie de lo que puedo hacerte. Soy el rey de esta ciudad y ustedes no son más
que parásitos que se alimentan del fondo.
Asiento a Xavier. Todd y él empujan a Sparrow y Sully al asiento trasero del
Porsche de su madre. Luego, Xavier regresa por Scout. Lo empuja hacia el asiento
del pasajero y luego cierra la puerta antes de subirse al asiento del conductor. Xavier
me saluda con burla antes de partir. Todd se sube a la camioneta y lo sigue.
Tan pronto como se van, Perry niega y se estremece.
—¿Escuchaste los estallidos? Eso fue jodidamente enfermo, hombre.
—Bien merecido —le recuerdo—. Vamos. No queremos perdernos el
espectáculo.
Me sigue hasta el mirador del estacionamiento que tiene vista a la calle de
abajo. Esperamos pacientemente durante varios minutos. El Porsche blanco vuela
hacia la calle, chillando al girar bruscamente. Acelera y luego la puerta se abre, y un
ex Navy Seal se lanza con una habilidad impresionante. El choque posterior es fuerte.
153
Xavier se pone de pie de un salto, cuchillo en mano, y se dirige directamente
al vehículo. Él mete la mano, corta las restricciones en las manos de Scout y le quita
la cinta adhesiva de la boca. Luego, lo arrastra al asiento del conductor. Todd se
detiene en la camioneta y rápidamente libera a Sully y a Sparrow. Cierran las puertas
y luego suben a la camioneta, desapareciendo por la siguiente calle. Todo sucede en
el transcurso de un minuto. Momentos después, se escuchan las sirenas cuando un
auto de policía llega al lugar.
Su mamá tendrá dificultades para limpiar ese desastre.
Ash
W
in: ¿Qué estás haciendo?
Yo: ¿Esperando por ti?
Win: ¿Desnuda?
Yo: Estoy en un probador así que...
Win: ¿Quieres ganar algo de dinero?
Yo: Siempre. 154
Win: Estaré allí pronto. Será más divertido en persona.
—¿Todo bien ahí? —pregunta la vendedora, su voz es brillante y esperanzada.
—Todavía probándome cosas.
Lanzo mi teléfono de vuelta a mi bolso para poder ponerme otro vestido.
Todas las opciones que la mujer continúa trayéndome son demasiado elegantes. Me
había sentido como una idiota al entrar con un pantalón corto, una camiseta y
chanclas. La mujer que me saludó apenas podía fingir una sonrisa. Sin embargo,
cuando se dio cuenta que estaba aquí para la cita de Constantine, su sonrisa se volvió
genuina muy rápido.
—¿Tiene algo…? —Me detengo frunciendo el ceño ante mi reflejo—. ¿Más
sexy?
Este vestido parece algo que usaría una anciana, no una mujer a punto de ir a
cenar con un multimillonario. Es de color amarillo brillante con margaritas
bordadas, por el amor de Dios.
—El señor Constantine llamó antes y me pidió que localizara nuestros vestidos
más recatados. Lo siento si hubo un problema de comunicación.
Vaya.
Winston hizo esto a propósito.
Vergüenza gratis. Ni siquiera me pagaban por ello. Hijo de puta.
—Ningún problema de comunicación —me quejo—. Él es el que compra.
Una risa profunda resuena desde el otro lado de la puerta. Se me ponen los
vellos de punta ante la expectativa de ver el rostro que acompaña a esa voz. Su golpe
en la puerta es agudo y exigente.
—Déjame entrar, pequeña.
—¿Papi? ¿Eres tú?
Él resopla, agitando su dedo medio sobre la parte superior de la puerta.
—Abre, Cinderelliott.
Con una sonrisa estúpida en mi rostro, desbloqueo la puerta. La abre, y sus
ojos azules muertos de hambre me devoran con un barrido hambriento sobre mi
cuerpo. Con la forma en que sus fosas nasales se dilatan, diría que es un fanático de
los vestidos de abuela.
—Muy conservador —observa, con una sonrisa juguetona tirando de sus
labios.
—Estoy pensando en llevarlo a nuestra boda.
Pone los ojos en blanco.
—Sobre mi cadáver.
—¿La boda o el vestido?
Me río cuando me ignora y sale del probador. Unos minutos más tarde,
regresa con algo que apruebo. Corto, ajustado, negro y sexy.
155
—Mejor. —Le quito el vestido y me pongo de puntillas, esperando un beso—.
¿Me extrañaste?
—¿Quién eras tú?
—Tu prometida.
Sus ojos azules se oscurecen, pero no hace ningún movimiento para besarme.
Dejo escapar un bufido. Antes de que pueda alejarme, me agarra la garganta,
acercándome más. Nuestros labios se encuentran en un beso ardiente. El gemido de
necesidad que se le escapa hace maravillas con mi ego. Quizás debería ponerme el
vestido de abuela. Demasiado pronto, me libera. Engancho el vestido nuevo en la
percha y luego le doy la espalda a Win para que pueda desabrocharme esta pesadilla
amarilla.
—Hmm. —Su sonrisa es lobuna mientras envuelve sus brazos alrededor de mi
cintura—. Pensé que habías dicho que querías ganar algo de dinero.
Me encuentro con su mirada malvada en el espejo.
—¿Involucra este horrible vestido?
—Déjame follarte con él puesto.
Gimiendo, trato de alejarme, pero él no me suelta.
—No eres lo suficientemente rico —le respondo con descaro.
Ante esto, se ríe, rico y delicioso.
—Qué graciosa.
—Lo digo en serio. Tendrás que obtener un préstamo para que eso suceda.
—Nombra tu precio, novia.
—No va a pasar.
—Nombra. Tu. Precio.
—Un bazillion de dólares y un yate.
—Bazillion no es un número real.
—Bien, solo un yate.
—No. —Desliza sus manos sobre mis pechos, apretándolos—. ¿Qué tal si tres
años más de matrícula universitaria se vierten en tu fondo universitario?
—¿Por follarme con este vestido terrible?
—Y dejarme tomar fotos, por supuesto. —Sonríe—. Tómalo o déjalo.
—Bien, pero puedo usar el vestido sexy para cenar.
—Lo permitiré.
Pongo los ojos en blanco.
—Y tienes que llamarme bebé mientras follamos.
—Eres desagradable.
—Estás enojado porque he mejorado mi juego de negociación. 156
—¿Enojado? No. ¿Impresionado? Aún no.
—Idiota.
—Inclínate y déjame ver tu trasero, Cinderelliott. Pago buen dinero por él.
Le muestro el dedo medio, me alejo y luego me inclino dramáticamente,
moviendo mi trasero hacia él. Sus ojos azules bailan de alegría antes de golpearme el
trasero. Luego, empuja hacia arriba el material rígido y amarillo para revelar mi
braga negra. Lentamente, la arrastra por mis muslos, dejándola caer hasta mis
tobillos.
—¿No tienes miedo de que escuchen? —pregunto, mi voz baja y ronca por la
necesidad.
Sus dedos se deslizan a lo largo de la raja de mi culo y luego provocan mi coño.
—No le tengo miedo a nada —murmura—. Además, se están tomando un
descanso de quince minutos.
—¿Les dijiste que solo necesitamos tres?
¡Plaf!
Grito y luego le frunzo el ceño en el espejo.
—Eres una bocona —gruñe, cayendo de rodillas detrás de mí—. Menos mal
que me gusta tu boca.
Y mierda, yo sí que amo su boca. Gimo cuando su lengua me lame desde atrás.
No es tímido ni delicado. El hombre es desordenado y hambriento, lamiendo,
chupando y mordiendo cualquier carne que pueda alcanzar. Usa sus manos para
separar mis mejillas de una manera obscena que me hace jadear. Su lengua me lame
en el lugar más perverso y, a pesar de que mi piel se pone roja en el espejo, me
encanta. Es sucio y está mal, pero vaya si se siente bien. Ver a este poderoso
multimillonario de rodillas detrás de mí es adictivo: un espectáculo que nunca me
cansaré de ver.
—Tu culo es adorable. —Muerde mi nalga—. Bebé.
—Te odio —gruño—. Siempre tienes que arruinarlo.
Su risa es caliente y me hace cosquillas en los muslos. Gimo cuando empuja
su lengua dentro de mi coño, aparentemente ansioso por saborear cada centímetro
de mí. Mis piernas tiemblan y se doblan cuanto más me acerca al orgasmo. Todo lo
que se necesita es una dura succión de mi clítoris, y estoy viendo las estrellas,
rogándole que me dé más.
—Manos en el espejo, bebé. —Se pone de pie y vuelve a golpearme el trasero—
. Déjame empujar tu cara contra él mientras te follo, y te compraré tu maldito yate.
Asiento, porque ¿quién no quiere un yate?
Sus dedos se retuercen en mi cabello y tira, girando mi cabeza para que mi
mejilla descanse sobre la superficie fría. El sonido de su cinturón desabrochándose
y luego la cremallera bajando me hace temblar. Se las arregla para desvestirse lo
suficiente como para sacar su polla y golpearla contra mi trasero. No puedo ver mi
157
reflejo, gracias a Dios por eso, ya que este vestido da miedo de mirar, pero imagino
que está disfrutando verme a su merced. El gemido que se le escapa cuando empuja
dentro de mí con una estocada es empoderador.
Vuelvo loco a este hombre.
Yo.
Nadie más.
Solo yo.
—Ummm —balbuceo, incapaz de formar palabras o pensamientos completos.
Él ladra una risa áspera, su empujón es duro y casi doloroso. Todo lo que
puedo hacer es aguantar mientras él acepta todo lo que tengo para ofrecer. Desde
este ángulo y por la forma contundente con la que me folla, pierdo todo el control
con un grito de su nombre. Mientras me estremezco de placer, me suelta de un tirón.
Su corrida caliente salpica mi trasero, reclamándome como suya.
—Oh, no —ruge mientras desabrocha mi vestido—. Supongo que tendré que
usar este hermoso vestido para limpiar el desastre que hice, bebé.
Escucho la señal reveladora de que se están tomando fotos desde su teléfono,
lo que provoca una emoción que me atraviesa. Luego tira de la tela hacia abajo y la
usa para limpiar el semen. Una vez que está satisfecho, me lo quita antes de volver a
colocar mi braga en su lugar.
—Podrías ir así —ofrece, sus grandes palmas recorriendo mis costillas
desnudas—. No me importaría.
—A ti ni a la mitad de Nueva York. —Me estiro para agarrar el bonito vestido
negro—. ¿Cómo debo llamar a mi yate, prometido?
—Oh, por el amor de Dios. ¿También vas a nombrar a un barco?
—Poner nombre a los barcos existe —argumento—. ¿Qué tal: La sugar baby
de Win?
—¿Qué tal no?
Me río mientras me pongo el vestido. Me cierra la cremallera. Sus ojos se
entrecierran mientras observa mi apariencia. Como soy una mocosa, doy vueltas
para que él pueda admirarlo todo.
—También un no —gruñe, alcanzando la cremallera.
Sabe que me veo bien con este vestido y el chico mimado no quiere que nadie
mire lo que es suyo.
—Qué pena. —Aparto su mano de un golpe—. A mí me encanta. Estoy usando
este.
Me da un apretón en el culo.
—Date prisa y busca unos zapatos que combinen antes que cambie de opinión.
—¿Te preocupa que todos los hombres con los que nos encontremos vayan a
intentar robarte a tu novia? —me burlo, sonriéndole con malicia. 158
—No eres mi novia. Y no.
—¿Tan seguro estás?
—No nos olvidemos del último hombre que lo intentó.
Le frunzo el ceño.
—¿Qué? ¿Qué hiciste?
—¿Recuerdas a ese idiota del bar que te dio su número?
—¿El chico guapo del traje?
Su mandíbula se aprieta.
—Wes. Está desempleado ahora.
—Eres malvado, Winston Constantine.
—Dime algo que no sepa, mocosa.
Mi mente da vueltas cuando encuentro un par de zapatos y Winston paga la
cuenta. Winston hace un gran trabajo fingiendo que no le importa, pero lo hace. Él
sí que lo hace. Me dan ganas de cantárselo solo para verlo negarlo. Estoy sonriendo
cuando llegamos a su auto.
No es su auto.
Es el auto de Perry.
—No —me quejo—. No me hagas montar en él.
—No tienes elección, Cinderelliott. Entra.
—¿Dónde está Perry?
—Se fue a casa en un Uber.
—No. —Jadeo, fulminándolo con la mirada.
—No —admite con una sonrisa—. No le permitiría entrar en una de esas
trampas mortales infestadas de enfermedades. Mi madre regresó en su auto para
buscarlo. Lo recogeré mañana.
Subo al feo auto tuneado naranja y espero a que se me una. Una vez dentro,
no enciende el vehículo, solo se gira para mirarme, con la intensidad ardiendo en sus
ojos.
—¿Qué?
—Me encargué de eso.
—¿Te encargaste de qué?
—Los trillizos.
—Oh. —Me estremezco ante la mención de su nombre—. ¿Cómo?
—Digamos que obtuvieron exactamente lo que se merecen.
Antes que pueda arrancar el auto, me subo a la consola y me siento a
horcajadas sobre su regazo. Mis dedos juguetean con los vellos de su nuca mientras
mi boca encuentra la suya. Nos besamos con una urgencia que no habíamos tenido
hasta ahora en nuestra extraña relación. Vierto mi agradecimiento en el beso. Él lo
159
devuelve con votos de protegerme pase lo que pase. Ninguno de los dos tiene que
hablar, pero lo sé.
Se preocupa por mí.
Soy más que una empleada o un juguete.
Soy suya.
—Win —le susurro contra los labios—. Te a…
—No. —Muerde mi labio inferior, silenciándome—. No lo haces.
—Sí.
—No, Cinderelliott, no lo haces. Tienes un enamoramiento. Estás agradecida.
Pero eso no.
—No soy una niña. —Lo miro con el ceño fruncido.
—Tu licencia de conducir demuestra lo contrario.
—Tengo dieciocho, idiota.
—Dieciocho. Todavía eres una adolescente.
—¡Una adolescente a la que tu viejo culo le está pagando por follar!
—Exactamente. —Agarra mis caderas y casi me arroja de vuelta a mi asiento—
. Tenemos un acuerdo. Me complaces y te pago.
—Quizás ya no me gusten esos términos.
—No puedes renegociar un trato mejor —responde bruscamente, lleno de
ira—. Tu universidad está pagada. Te di un auto. Un maldito yate. Un apartamento
de puta. Tu cuenta bancaria está cargada. Cuido a tu maldito pájaro y te empleo en
mi empresa. ¿Qué más quieres de mí?
Trago la bola de emoción que ahora se asienta en mi garganta.
—Todo.
—Chica codiciosa.
Enciende el ruidoso motor, terminando efectivamente la conversación. Me
abrocho el cinturón y cruzo los brazos sobre el pecho, tratando de no llorar. No tengo
un enamoramiento. Es más que eso y él lo sabe. Ciertamente, tampoco siento que las
cosas sean unilaterales.
Winston Constantine está en negación.
Algún día tendrá que enfrentarse a los hechos.
Se está enamorando de mí y no hay nada que pueda hacer al respecto.

160
Winston
E
stá loca.
No hay manera que ella me ame. No puede. Este es nuestro
juego. Nuestra puta diversión. No amor. El amor no puede existir
en el mundo de Constantine. Eso se demostró en el funeral de papá.
El amor que existe es más un vínculo por apellido, una lealtad a la sangre.
Ash olvida que ella no es la verdadera Cenicienta, y definitivamente yo no soy
su Príncipe Azul. 161
Es una maldita criada.
Soy el director ejecutivo de una empresa de miles de millones de dólares.
Aburrido, pero tan jodidamente rico que puedo pagar por el servicio más perverso.
Todo a lo cual ella se inscribe con gusto mientras el dinero llegue.
Esto es una transacción.
Entonces, ¿por qué diablos te esfuerzas tanto en autoconvencerte, idiota?
Ignoro la discusión en mi cabeza. Por mucho que a mi estúpido corazón le
guste la idea de mantener a Ash en mi mundo como algo más que una sexy
compañera de juegos, no puedo. Es un lastre. Un maldito riesgo. Los Morelli ya saben
que ella es algo para mí. Es por eso que nunca podremos ser más.
Mi piel se estremece con una mezcla de furia y confusión. Estoy enojado
porque ella intentó decir esas palabras tan descuidadamente.
Amor.
Ridículo.
No está enamorada de mí. La chica ha tenido tanto como un novio serio. No
hay forma de que ella pueda siquiera comenzar a comprender qué es el amor real.
¿Y tú puedes, Constantine?
El único amor del que he sido testigo es el de mis padres. Papá adoraba a
nuestra madre. La mimaba con regalos, atención y elogios. La protegía a toda costa.
La defendía si alguien se oponía a ella. La apoyaba en todos sus intentos. Él le daba
todo lo que ella pudiera querer o necesitar y mucho más.
No tenemos eso.
Mentiroso.
Me arriesgo a mirar a Ash. Todavía está haciendo pucheros con los brazos
cruzados sobre el pecho. Por supuesto, se ve lo suficientemente bien como para
comer con su diminuto vestido negro. Sea cual fuere el champú que le hayan aplicado
en el salón es para morirse. Anhelo tirarla de nuevo a mi regazo, enterrar mi nariz
en sus sedosos cabellos e inhalar su aroma. Es más adictiva que esos malditos ositos
de goma rojos.
Su teléfono suena en su bolso. Ella busca en él y lo saca para responder.
—Hola, papá…
Las palabras se le escapan de la garganta ante cualquier cosa que él le haya
dicho. Su palma va a su boca, cubriéndola como si estuviera sorprendida por lo que
él tiene que decir. Asiente a pesar de que él no puede verla.
—Está bien —susurra—. Yo también te amo.
Tan pronto como cuelga, mueve la cabeza en mi dirección.
—Win, ¿qué hiciste?
—Con respecto a…
—No seas tonto. —Golpea mi brazo—. Los trillizos. 162
—Dije que me encargué de eso.
—No te explicaste. —Resopla.
—Te lastimaron —gruño, sonando más como mi padre de lo que me gustaría
admitir—. Y tenían que pagar por eso.
—No sé cómo lograste esto, pero papá dijo que Scout estaba en grandes
problemas por conducir bajo los efectos del alcohol. Todos sufrieron lesiones
similares en las rodillas por el accidente.
—No jugarán lacrosse. —Me río, oscuro y cruel—. Ni Harvard. Ni lacrosse. Ni
autos. Ni mami que los salve.
Hace una mueca.
—¿Le hiciste algo a Manda?
—Manda se lo hizo sola. Todo lo que hice fue exponerlo. Tendrá que responder
por algunas cirugías que salieron mal. La mantendrá ocupada y sangrando dinero
mientras sus hijos se sientan en la puta cárcel por un tiempo.
—¿Hiciste todo esto por mí?
Dejo escapar un bufido burlón.
—No leas entre líneas, Cinderelliott.
—Demasiado tarde. —Su voz adquiere un tono burlón que hace que mi polla
se ponga muy, muy dura—. No puedes negarlo, Win. Me aaaaaamas.
—Oh, vete a la mierda, Ash.
Se ríe y, maldita sea, yo también me río. Después de buscar en su bolso, saca
una bolsa de la tienda de dulces. Tan pronto como la abre y el auto se llena de un olor
familiar, gimo.
—Te compré un regalo, novio.
—He terminado con esas cosas.
—Mentiroso. Abre.
Molesto, pero sin poder negarlo realmente, separo los labios. Empuja un osito
de goma en mi boca, y sus dedos exploran, solo suplicando quedar atrapados entre
mis dientes. Muerdo, dándole lo que quiere. Cuando estoy seguro de que le he dejado
una hendidura en su carne, le suelto los dedos y los chupo mientras los aparta. El
osito de goma permanece en mi lengua mezclado con su sabor único.
—También le compré a Caroline algunos de estos, ya que los amas tanto. —Se
mete uno de los ositos de goma en la boca. Anhelo detenerme en el siguiente
semáforo, estrellar mis labios contra los de ella y robárselo de la lengua.
—¿Le compraste dulces a mi madre?
—Como agradecimiento. Por el día de spa.
—Estoy bastante seguro de que estaba destinado a ser un día de amenazar a
la criada para apartarla de su niño rico, pero lo que sea, Ash. Ves las cosas por lo que
no son.
163
Agita su dedo medio frente a mi cara, y siento la necesidad de morderlo.
—Claro, puede haber comenzado de esa manera, pero le terminé gustando.
Tengo esa forma de ser.
—No me digas —me quejo—. Es difícil deshacerse de ti una vez que clavas tus
garras.
Ignorándome, continúa:
—Además, la comprendo.
—Esto debe ser bueno. Por favor. Dime cómo comprendes a mi madre.
Nosotros solo lo hemos intentado durante toda nuestra vida.
—Entonces debería ser obvio para ti. —Me da de comer otro osito de goma
delicioso como la mierda—. Ella es como uno de esos osos enloquecidos en el bosque.
Aterradora e imponente. Con los cabellos siempre de punta y las garras al
descubierto.
—Estoy seguro que le encantaría esta comparación. Quizás deberías incluirla
en la conversación la próxima vez que la veas.
—Porque está protegiendo a sus crías —continúa con un suspiro—. Da miedo
porque tiene que hacerlo. Ustedes, Constantine, pueden ser osos terroríficos...
—Keaton dice que somos leones —interrumpo.
—Lo que sea. Bestias grandes y aterradoras. Probablemente las más altas de
la cadena alimenticia, ¿no?
—Probablemente no. Definitivamente.
—Tu arrogancia me está sofocando. ¿Podemos abrir una ventana? —dice ella
impasible y luego niega como si estuviera molesta—. Pero eso no significa que no
eres cazado, Win. Todo el mundo quiere atraparte. Como los Morelli o esa estúpida
Meredith.
O quien sea que mató a papá.
Aprieto los dientes y asiento.
—¿Y? Nunca tienen éxito.
Lo tuvieron con papá.
—No significa que nunca lo harán. Independientemente, debido a esto,
Caroline tiene que estar siempre lista para defenderlos a todos. Protegerlos a toda
costa.
—¿Y cómo te ayudó esto con mi madre ya que lo tienes todo resuelto?
—Hice todo lo posible para transmitirle que no soy una amenaza para sus
hijos, especialmente para ti. Que soy una aliada. —Me da de comer otro osito de
goma—. Equipo Constantine hasta el final.
—Hmm.
—Sí, hmm.
—No te hagas ilusiones —le digo—. Es posible que mi madre haya sido
sorprendida con la guardia baja. —Ciertamente yo lo estaba—. Pero ella recuperará 164
la orientación y volverá balanceándose. Espero que estés lista para que te despellejen
viva.
—Eso sucedió en el momento en que me senté en tu escritorio y dejé que me
hicieras cosas sucias —responde—. No tengo nada que ocultar. —Pero el ligero
cambio en sus ojos color avellana dice lo contrario.
Mis pensamientos se desplazan a principios de esta noche después de que
Perry y yo tratamos con los trillizos. Nate me envió un mensaje con una advertencia,
insinuando que teníamos un topo dentro de nuestras filas. Me dijo que si alguna vez
sacaba mi cabeza de mi trasero y revisaba el registro de llamadas en su teléfono, tal
vez me daría cuenta de esto. En este punto, sus esfuerzos por poner una brecha entre
Ash y yo me irritan. Sin embargo, ver el destello de inquietud en la mirada de Ash
me hace prestar más atención, haciendo que una semilla de duda quede plantada y
crezca profundamente en mi estómago.
—Para que conste, no hice nada sucio ese primer día —digo, sacudiendo
ligeramente la cabeza para aclararla—. Simplemente pasé un tiempo cercano y
personal conociendo un poco sobre mi inversión antes de ir con todo.
—¿Con todo? —Me sonríe—. Sabía que estabas enamorado.
—Vete al infierno, Cinderelliott.
—He estado allí. Iba de copiloto junto a tu miserable trasero. Tengo la
camiseta.
Acelero el motor, pasando por delante de varios autos antes de entrar en un
estacionamiento. El motor resuena como un jet despegando dentro del garaje. Hay
un espacio abierto cerca de las puertas del edificio donde está el restaurante y me
coloco rápidamente. Una vez que estaciono, salgo, inhalando los gases de escape
persistentes del bólido naranja de Perry. Ash sale del auto y se arregla el vestido corto
antes de tirar de la correa de su bolso sobre su hombro.
Maldita sea, es hermosa.
El vestido hace que sus piernas largas parezcan aún más largas. Esta noche
brillan por los aceites que le pusieron en el spa. Mi boca se hace agua con ganas de
pasar mi lengua por el interior de su muslo y saborearla de nuevo.
Puede que no tengamos amor como ella dice, pero tenemos una muy buena
asociación en este momento. Conozco los buenos negocios y las buenas inversiones.
Ash era un riesgo, pero venía con una gran recompensa. Esta cosa entre nosotros es
ardiente y entretenida. Es suficiente para mí, así que tiene que ser suficiente para
ella.
—¿Tienes reserva? —pregunta cuando llegamos a la puerta y entramos al
concurrido restaurante.
Pongo una palma en la parte baja de su espalda.
—Llamé con antelación y hablé con el propietario.
—Por supuesto que sí. —Me lanza una sonrisa tonta que me calienta la sangre.
—¿Has estado aquí antes? —pregunto, inclinándome para inhalar su dulce 165
champú.
—No. Nunca.
—Se llama Edge. Es un asador de cinco estrellas. Probablemente las vacas
todavía mugían esta mañana, es así de fresco.
—Qué asco.
Me río y me encojo de hombros.
—No dirás eso una vez que hayas probado el filete.
La anfitriona nos saluda. Una vez que murmuro mi nombre, sus ojos se abren
y se escabulle. Momentos después, nos recibe un hombre corpulento con una barba
tiesa. Debe ser Ed Stevens, el propietario.
—Señor Constantine —exclama, estrechando mi mano—. Muy emocionado de
tenerle en Edge esta noche. Venga por aquí.
Nos sienta en una mesa que da a la puerta en medio del restaurante. De
acuerdo a lo pedido. Le doy un asentimiento y guío a Ash a su asiento. Una vez que
saco la silla y se sienta, tomo asiento a su lado.
—Mira, él sabe cómo ser un caballero —me murmura, dándome una sonrisa
maliciosa—. ¿Quién lo diría?
Discretamente le muestro el dedo medio rascándome la barba con él.
—Quiero que disfrutes esta noche, Cinderelliott. —Me ha costado mucho
dinero.
Se estira y aprieta mi muslo debajo de la mesa.
—Incluso cuando me vuelves loca, me divierto contigo. —Sonríe con
suficiencia—. Novio.
Mocosa.
El restaurante está lleno, pero, por supuesto, encontraron la manera de
complacer a un Constantine. El dinero habla. En mi caso, es muy hablador y
cualquiera está dispuesto a escuchar.
—¿Estás segura de que nunca has estado aquí antes? —Ladeo mi cabeza a un
lado mientras la estudio, deteniendo mi mirada en sus labios regordetes.
—No. No todos somos elegantes como tú —bromea.
—Este es el edificio Baldridge. Donde trabaja tu madrastra. —O trabajaba si
tengo algo que decir al respecto.
—De ninguna manera —sisea, sus ojos color avellana cada vez más grandes y
redondos—. ¿Este edificio es el de tanto alboroto?
Le doy un asentimiento corto.
—¿Nunca visitaste a Manda?
—No. —Sus fosas nasales se ensanchan con disgusto—. No lo hice.
La noche transcurre sin problemas. Nuestros aperitivos son sabrosos y
166
deliciosos. El vino sigue fluyendo. Y el bistec es todo lo que esperaba. No es de
extrañar que Leo Morelli quisiera este edificio y planeara desalojar a todos los
inquilinos excepto a Edge Steakhouse.
Estoy observando a Ash gemir por el pastel de chocolate cuando de repente
las ratas entran al edificio. No ratas reales. Morelli. Ash hace un sonido ahogado al
ver al séquito.
Oh, Dios… cena y espectáculo.
Ash
O
h, Dios mío.
Él está aquí. Ese bastardo está aquí.
El pavor se acumula en la boca de mi estómago, agriando
todo lo que acabo de comer. Con una mano temblorosa, dejo caer
el tenedor con estrépito. No puedo mirarlo, pero siento la dura mirada de Leo
clavándose en mí.
Quiere conocer los secretos de Constantine que no solo no tengo, sino que no 167
se los daría de todos modos. Pero la idea de que explote nuestra vida sexual al mundo
me revuelve el estómago.
Papá estaría disgustado.
Caroline estaría horrorizada.
Tiemblo mientras me pregunto cómo diablos voy a salir de este lío. Winston
no sabe que Leo me ha estado acosando. Si lo hiciera…
¿Qué haría?
Una cosa es segura, ciertamente no se daría la vuelta y lo aceptaría.
Contra mi propia voluntad, mis ojos se elevan para seguir a Leo. Está sentado
en una mesa cerca de la puerta principal, sus ojos oscuros clavados en mí. Su
atención se centra en su teléfono, y luego el mío zumba desde el interior de mi bolso.
Es él.
Estoy tentada de ignorarlo, pero algo me dice que no es una buena idea para
mí.
Me apresuro a buscar mi teléfono. Lo último que necesito o quiero es que Leo
venga aquí.
Imbécil Acosador: ¿Por qué está Constantine en MI edificio?
Excelente. Aquí vamos.
Yo: Lo extraña.
Imbécil Acosador: No jodas conmigo, cariño.
Yo: ¡No sé por qué, aparte del hecho de que le gusta el bistec de
aquí!
Aparece una imagen y es una de las muchas explícitas que Winston me ha
tomado. Mi cara arde de vergüenza y mi estómago se retuerce casi dolorosamente.
Yo: Eres un cerdo.
Imbécil Acosador: Solo te recuerdo que tengo todas las cartas. Una
vez más, ¿por qué está Constantine en MI edificio?
—Todos nos están mirando —retumba Winston, su tono es bajo y mortal—. La
pregunta es, ¿por qué Leo está tan obsesionado contigo?
Dejo escapar un gemido de impotencia, clavándome en la mirada azul helada
de Winston.
—No lo sé.
Mentirosa.
—Ya veo. —Entrecierra los ojos y aprieta la mandíbula—. Parece que mi madre
y Nate lo saben. Parece que el puto Leo Morelli lo sabe. No pienses ni por un segundo
que creo que tú no lo sabes. Aparentemente, soy el único maldito idiota que no lo
sabe.
—Por favor, vámonos. —Mi susurro apenas llega a él. Las lágrimas rebosan y
cometo el error de mirar hacia abajo a mi teléfono. Más imágenes sucias. 168
—Quiero la verdad. ¿A quién le escribes?
Las lágrimas se derraman y le lanzo a Winston una mirada devastada.
—Win…
—Responde una pregunta. Sí o no. —El aire crepita con tensión mientras
Winston me pela capa por capa con solo una mirada. Siempre ha sido bueno
metiéndose en mi cabeza. Con Winston, no sé si alguna vez tuve la oportunidad de
dejarlo fuera—. ¿Leo Morelli te está enviando mensajes?
—Win, por favor.
—Responde la maldita pregunta.
Me seco las lágrimas de una mejilla con la palma de la mano. Mirando hacia
abajo, encuentro varias amenazas de texto y más imágenes. Leo asume que le dije a
Winston, lo que significa que he roto mi parte del acuerdo. Él enviará estas fotos y
videos a todos los medios de comunicación y estaciones de televisión.
Voy a vomitar.
—Lo siento mucho. —Me ahogo—. Puedo explicarlo.
—¿Cuánto tiempo me has estado ocultando esto? —exige, su voz es apenas
audible—. ¿Cuánto tiempo has estado hablando con esa rata a mis espaldas sobre
quién diablos sabe qué?
Sollozo mientras admito el inevitable:
—Desde tu fiesta de cumpleaños.
Sus helados ojos azules se endurecen cuando la traición de lo que he hecho se
vuelve clara en su mente.
No es el Príncipe Azul.
Él es el rey de todo.
Un maestro manipulador. Un titiritero tirando de todos los hilos. Un
diseñador de un juego complicado.
Malvado. Implacable. Un poco loco.
Y le he hecho daño de la peor manera posible.

169
The Glass Slipper (Cinderella #3)
Traicionar al hombre más poderoso de
Nueva York nunca fue algo que imaginé cuando
comencé a jugar con Winston Constantine. Pero
él está involucrado en juegos mucho más
peligrosos que el nuestro, y sus enemigos buscan
sangre.
Winston tiene mi corazón, los Morelli
tienen fotos incriminatorias y yo me quedo sin
nada más que tres hermanastros que quieren
lastimarme y un futuro en duda. Sabía que 170
Winston no sería mi Príncipe Azul, pero eso no
impidió que me enamorara de él.
Después de todo, los zapatos me
quedaban bien y me permití creer que estaría
bailando con Winston para siempre.
Hasta que sale a la luz demasiada verdad.
Hasta que me doy cuenta de que, en lugar
de gobernar el tablero, yo solo era un peón.
Al final, solo tengo una pregunta. Cuando
termine su juego conmigo, ¿podré fingir que el
zapato de cristal no encajaba perfectamente?
K. Webster

171

K. Webster es la autora más vendida de USA Today con más de setenta y


cinco libros románticos en muchos géneros diferentes, incluyendo romance
contemporáneo, romance histórico, romance paranormal, romance oscuro,
suspense romántico, romance tabú y romance erótico. Cuando no pasa tiempo con
su hilarante y guapo esposo y sus dos adorables hijos, está activa en las redes
sociales conectándose con sus lectores.
Sus otras pasiones, además de la escritura, incluyen la lectura y el diseño
gráfico. Siempre puedes encontrar a K. frente a su computadora persiguiendo su
próxima idea y entrando en acción. Espera con ansias el día en que verá uno de
sus títulos en la gran pantalla.
172

También podría gustarte