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SOBRE LA SOBERANÍA

Luisa Fernanda Sánchez Mejía

Bataille: Teoría del erotismo

10/02/2023
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Los textos producidos por Donatien Alphonse François de Sade (1740 — 1814) más
conocido como el Marqués de Sade, durante su reclusión en Vincennes y más tarde en la
Bastilla, constituyen un cuerpo de trabajo que llama la atención de un gran número autores en
tanto se presentan al público como realizaciones artificiales de las fantasías sexuales, no de
solo un hombre, sino de muchas personas, quienes apremiadas por las prohibiciones
impuestas por sus dirigentes, la moral y sus religiones, se dejaron cautivar por sus
perturbadoras ensoñaciones.

Mi intención en este ensayo es detenerme en algunos aspectos que considera Bataille


sobre la soberanía, así como las particularidades que conforman al hombre soberano de Sade,
y finalmente, lo que implica su negación del otro. Estos puntos serán desarrollados a lo largo
del trabajo usando como guía el capítulo Lo que entiendo por soberanía del libro La parte
maldita y el estudio II del libro El erotismo, El hombre soberano de Sade, ambos escritos por
George Bataille.

¿Qué entiende Bataille por soberanía?


El concepto de soberanía ofrecido por el autor nos da a entender que su planteamiento
no se relaciona directamente con el poder, ni únicamente con los privilegios de un reducido
número de personas; cualquiera puede ser un hombre soberano al liberarse de la
preocupación por el futuro para permitirse vivir el presente. Bataille explica que ese interés
venidero, que tanto nos importuna, está mediado por el trabajo, el cual es una labor que exige
el gasto de energía en acciones únicamente productivas, así durante este tiempo se le prohíbe
al hombre la realización de otro tipo de actividades placenteras o gasto improductivo. Con
ello, se le exige al trabajador pensar en términos de utilidad, de acumulación y de gasto para
el mañana que es precisamente lo que le esclaviza.

No nos es difícil entender este planteamiento ofrecido por Bataille, en especial porque
hoy en día tenemos un afán por la producción y el consumo que nos llevan a vivir y ser parte
de sistemas descomunales cuyo último interés es el bienestar humano (a pesar de que
precisamente bajo esta premisa es que logran entrar al mercado). Parece bastante lógico
querer desentenderse de este modo de vida y apartarse del mundo para poder darle un sentido
diferente a nuestra existencia. Sin embargo, en la mayoría de casos, nos resulta inútil este
intento al observar las obligaciones que tenemos y nos impiden lograrlo. Quizá un espacio
para la reflexión tal como la necesitamos solo sea conseguida por una mente que ignore esas
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problemáticas de la cotidianidad y que se pueda dar el lujo de la contemplación. Aun así, creo
que no es precisamente la necesidad por pagar deudas las que obstaculizan esta actividad
contemplativa. Quizá el soberano sea diferente al hombre común en cuanto siente la urgencia
y sabe cómo distanciarse de la multitud sin ser preciso para ello aislarse en una cueva. No es
requisito abandonar todos sus bienes para emprender un viaje en soledad; es posible
experimentar la soberanía en las situaciones más sencillas del día. Detenerse y disfrutar de la
vista del campo, comprar un libro solo porque le place, cerrar los ojos y sentir la música que
más le agrade. La posibilidad de darse este “lujo” está en todos lados, pero muy a nuestro
pesar, solo a unos cuantos les alcanza el empuje para conseguirlo.

Estos pequeños actos de “rebelión” que en pocas oportunidades tiene la suerte de


abandonar la mente del hombre y lograr la motilidad, siguen perteneciendo al orden de lo
oculto y tal vez la clave para vislumbrar un poco de esa liberación de la cual se encuentra tan
desentendido sea precisamente al hacerle frente a lo desconocido; ser capaz de mantener la
calma frente a sucesos como la muerte, cuya presencia se alivianará en la medida que sea
desconocida como tal, esto es, verle solo como un fin; no que sea desconocida, sino que sea
encarada.

Es la NADA aquella angustia que habita en hombre, pero cuando este busca una
salida de ella se vuelve temeroso y cobarde. Gasta su energía repeliéndola sin reflexionar en
lo inevitable que es en su vida y en la de todo hombre. ¿Pero cómo es posible encarar la
NADA? El arte podría servirle como herramienta para lograrlo y el artista es quien construye
desde su interior una manera de trascender o enfrentar la muerte. Pensemos en una pieza de
poesía cuyo tema principal es el duelo por una pérdida; podríamos verlo como una ruta de su
autor para afrontar un suceso tan horrible, que se ve desde afuera como un imposible a pesar
de que efectivamente ya pasó. ¿Cómo vivió este acontecimiento? ¿Qué significó para él?
¿Qué hizo para salir de ese estado nostálgico que encierra a quien experimenta? La respuesta
las podemos encontrar en sus versos.

Escribir es una manera de diálogo consigo mismo que no solo busca dar cuenta de los
hechos para la posteridad, para la venta y el enriquecimiento; también puede llevar a la
NADA, es decir, su realización no tiene un fin particular. No es necesario que sea para nadie
más salvo para sí mismo. La escritura se presta como herramienta para esclarecer el
pensamiento y dar una perspectiva de acción que tenga como prioridad volver a habitarnos,
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en lugar de tan solo ocupar un espacio vació en el mundo. Sin embargo, hemos sido
bombardeados por una sociedad que nos ha segado para que consideremos este afán por el
porvenir y la inmediatez de los resultados como el ideal de vida; nos hace creer que poseer
comodidades y lujo es la realización del hombre. Nos convence que, de alguna forma, este
modo de vida tan rápido y caótico nos dará un sentido. El presente se pasa por alto y la única
oportunidad que contamos para apreciar el valor de nuestra vida es ignorada.

Tanto en el erotismo como en la poesía (y otras actividades) es posible experimentar


el no-saber que implica la ruptura normal de la cadena del pensamiento que configura el
entendimiento de la realidad. Abandonarse en el presente al éxtasis y la voluptuosidad libera
al soberano de la insistencia de razón por calcular consecuencias. Este no-saber, que se ve
estrechamente ligado a la NADA, la cual Bataille se refiere como una experiencia otorgada
por lo incognoscible del instante en que se vive, será parte fundamental del hombre soberano,
quien abogará a favor del ser y su existencia en el hoy.

Pero Sade va un paso más allá de esa idea de desbordar la energía enteramente en el
presente, dándole a sus personajes la libertad de situar sus caprichos por encima del bienestar
del otro. Es un ser que niega a quien en un principio tuvo que contemplarse como un ser
semejante a sí mismo, de lo contrario no tendría a nadie a quien negar. Se es dependiente de
la existencia de ese otro para llevar a cabo acciones que cruzan la línea de lo que moralmente
se ve como lo bueno y malo. Esa violencia contra el cuerpo es por sí misma objeto de goce en
la mente de quien toma la posición de poder. Y es la manera de entender la muerte lo que le
lleva maltratar vorazmente a otro cuerpo en el calor del acto sexual.

Cuando la percepción de la vida ficticia del soberano de Sade queda reducida


meramente a actos precipitados y perversos, la muerte se contempla como una actividad
como cualquier otra que completa el acto carnal y abre la posibilidad del vacío de la NADA.
El milagro negativo al que se refiere Bataille que es perpetrado por los personajes de Sade,
consiste en llevar a cabo prácticas contrarias al deseo de un bien para el otro, que será
cosificado, y que le resulten fascinantes a quien le tiraniza. Observar cómo eso que no puede
ser posible que suceda, ocurre frente a sus ojos. Al Asesinar hay un encuentro con lo
inesperado donde esa espera que tanto sofoca al soberano negativo se consume con la
presencia de la muerte, y así, se da la liberación de la servidumbre hacia la vida. Cuando
tortura el soberano de Sade le propicia al otro un vistazo al umbral de la muerte, casi como un
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acto de “consideración” por esa otra persona atrapada en la burbuja de esclavitud. Pero, por
otro lado, lo hace simplemente por sentir el desfallecimiento del otro en sus brazos. Ese no-
saber que se cimienta al “no esperar algo más allá de” incitan al crimen (un suceso externo)
en beneficio de su placer (urgencia interna). Son estos actos de perversidad una forma de
aventajar al hombre común en el juego del coqueteo con la muerte y lo que continue o no
después de ese suceso, será el alimento para el sadismo.

Pero, ¿podemos hablar de erotismo en estos términos? Si se ve a la otra persona como


un objeto del que se desea obtener placer y del que su bienestar no le es concerniente a quien
le abusa, ¿cómo podría pensarse en una ruptura de la discontinuidad como la plantea
Bataille? El erotismo implica dejar brotar todo lo que constituye al ser incluyendo a la
violencia, pero en el acto sexual perpetrado por el soberano de Sade, hay una subyugación de
este sobre un par (reducido a cosa) y así, esta actividad no es más que una cacería tan efímera
como vulgar.
A mi parecer esa búsqueda de satisfacción y libertinaje infatigable se convierte en un arma de
doble filo para el soberano de Sade, porque cabe la posibilidad de que ese estilo de vida “sin
reglas” termine siendo su cárcel. Cuando niega el valor de los demás, se niega a sí mismo al
aislarse y cortar los lazos tan fundamentales para un ser vivo: vivir en sociedad. Donde yace
su gloria se esconderá también su pena al dejar de convivir con el otro, se deshumaniza en
cierta manera; pero esta decisión precisamente es la que le da la posición de soberano bajo la
luz de Sade.

Ahora bien, ¿por qué resulta tan atractiva la idea de eludir las leyes y correr el riesgo
de ser reprendido por las autoridades? ¿Vale la pena hacerlo? Podríamos pensar que no en un
primer momento; nadie quiere arriesgar su vida de esa manera. Sin embargo, ¿qué pasa si
hemos sido reprimidos durante toda nuestra existencia? Este fue el caso de un gran número
de personas a quienes la producción literaria de Sade, les incitó a pretender este tipo de
conductas, aunque fuese tan solo en su imaginación. En la Francia del siglo XVIII, la
monarquía tenía bajo su control a la burguesía, los artesanos y campesinos, quienes sus vidas
eran restringidas por orden real. Durante mucho tiempo solo la nobleza y el clero, fueron
quienes pudieron darse el lujo de transgredir la ley debido a que esta se erigía por voto y
recursos de ellos.
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En un país como el nuestro no ha de sorprendernos este tipo de actividades corruptas.


Así, cuando se conforman organizaciones delictivas desde las mismas entidades de justicia,
no existe fuerza alguna que pueda controlarlas porque tienen en sus bolsillos a la ley. Ellos
tienen claro cómo huir de ella o cuánto costaría su silencio. Con todo, ya no es solo el
privilegio de los gobernantes; los artistas también se han posicionado socialmente a una
altura que es imperturbable de cualquier restricción. Ahora no son nuestros líderes quienes se
visten exuberantemente y se dan a la tarea de crear fanatismos y controversias para llamar la
atención y darse una posición de importancia; son las celebridades quienes proporcionan
entretenimiento y liberación de la rutina al asalariado que no se puede permitir hacer ni decir
todo lo que estas hacen. Aplaudimos su descaro y defendemos sus barbaridades porque muy
en el fondo es nuestro deseo poder estar al margen de lo permitido, llegar a ser como ellos.
Vemos en sus discursos y actos un reflejo de aquello que es contenido y disimulando en
público. No obstante, considero que durante los últimos años se le ha permitido al hombre
llegar a expresarse de una forma tan desvergonzada que se ha cruzado la línea de la
obscenidad. Son los entes impersonales quienes controlan los mercados y buscan el consumo
de productos de forma masiva, aunque esto implique la degradación, en la mayoría de veces,
de la mujer perpetrado por ella misma. Es un discurso con doble intensión y una víctima que
es su propio victimario.

Aquellos vencedores de guerras y los nobles eran quienes tenían acceso a las
jovencitas que desearan, en la Francia de 1700. Pero, aun así, ¿estaban en realidad dispuestos
los ciudadanos del común a hacerse los de la vista gorda e ignorar lo que sucedía puertas
adentro? ¿Qué quedaba para ellos? ¿Su imaginación? Posiblemente la pornografía fuera el
arma satírica usada por quienes se burlaron de sus reyes y de la iglesia. Los periódicos eran
cargados de fantasías que las clases más bajas no podían permitirse. Y es por ello que fue la
herramienta de Sade para “eximirse” de su encierro hasta alcanzar los límites de la razón, de
la consideración por el otro y su valor como ser humano. Al estas fantasías alcanzar el mundo
real, se difuminaba una barrera muy delgada entre el ocio y el delito. Se daba un paso del
“qué pasaría si…” al daño irreversible de la integridad de una persona con el fin de alimentar
los deseos de su perpetrador. De esta manera, no se cometerían actos temporales de violación
que justifiquen con su presencia a la prohibición, como suele pasar; de lo contrario, llegaría al
tope de la cosificación con la negación del otro.
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¿Qué sigue después de esa negación?

El filósofo Friedrich Nietzsche describió a finales del siglo XIX una escalofriante
imagen de la sociedad actual. En ella, los hombres pierden la capacidad de valorar el mundo
que les rodea, desencadenando una sensación de vacío frente al sentido de la vida. El
nihilismo es la pérdida de los valores que han alimentado el espíritu del hombre desde las
cavernas hasta nuestros días en referencia a la naturaleza, los animales y el ser humano. Algo
similar a esta inestabilidad desencadenada por la ruptura de los valores posee a los habitantes,
de manera temporal, en las islas Sándwich y Fidji en las que, al morir el rey o la figura de
poder, se desata un caos en toda la población al sentir tan cercana la muerte, y es que si hasta
el monarca no se libra de ella, ninguna persona estará exenta de su aliento. La duración de
este desorden lo dicta la descomposición del cuerpo, para más adelante alguien ocupar el
lugar del rey; pero en la vida espiritual de quien ha perdido el sentido de sacralidad, no le será
tan fácil sustituirle con otro objeto/persona.

Esta caída o enfrentamiento con la NADA está acompañada por la destrucción de los
pilares fundamentales que sostienen y justifican la existencia del hombre, pilares que, como
hemos observado en Sade, son desconocidos en su totalidad por el soberano, y al hacerlo, no
le queda más remedio que dejarse llevar por su sentimiento de vacío, ¿o es posible que sea
capaz de detenerse? Y si es así ¿cómo lograrlo?

Para quien “nada tiene valor”, “nada importa” y “todo da lo mismo”, no encontrará en
su camino más que un profundo sentimiento de desolación. No tendrá herramientas para
enfrentar un mundo atemorizante y sin duda peligroso porque no hallará dentro de sí mismo
las razones para buscarlas. Atacar al otro será su pasatiempo, destruir le hará feliz y mientras
más repita estas acciones y se deje llenar por las sensaciones de gratificación, más difícil se le
hará retroceder y volver a concebir a los demás como parte de un todo que existe como
unidad la cual se transforma cada cierto tiempo, pero nunca se disocia completamente.

¿Es concebible una solución para el nihilismo? La respuesta, si es que se puede


considerar tal cosa, dependerá de cada persona que lo experimente y de su estado de
conciencia de ella. Quizá si logra apartarse de las personas y encontrar un poco de paz en
medio de la soledad, le será posible reflexionar sobre su estado mental actual, considerar qué
pudo haber disparado tal forma de pensar y ahuyentar paulatinamente esa sensación que le
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aqueja y le imposibilita encontrar la sacralidad de la vida. Por ello es que me inclino a el arte
y principalmente la escritura como herramienta para balancear el deseo destructivo que
desborda a el nihilista, al darle la posibilidad de explorar escenarios totalmente fuera de ley y
moral sin realizarlos en la vida real tal como lo hizo Sade al criticar a su sociedad feudal y al
mismo tiempo, ofrecer un consuelo literario a sus deseos. Y es que como lo expone Bataille
el estudio II, es crucial permitirse un poco de ese exceso que huye de la razón y que
inevitablemente habla de nosotros aun cuando parezca demasiado arriesgado para nuestro
tiempo. Al negar la expresión de lo que habita en nosotros, por ejemplo, los sentimientos de
violencia nos sobrepasan y terminarán explotando contra quienes menos merecen recibir esa
descarga. Sin embargo, al darnos la posibilidad de regular su expresión nos podremos hacer
más dueños de nosotros mismos y dominar nuestra bestia interior.

No obstante, pude que esta sea una salida muy ingenua, tal vez demasiado
esperanzadora para el nihilismo debido a que es posible que ni siquiera se busque una salida o
alguna “cura” para el ello, sobre todo si nos vemos cegados a causa del desconocimiento de
esta. Es quizá la soberanía de la que habla Bataille en Lo que entiendo por soberanía, parte
del antídoto para los enfermos de espíritu que han cruzado el umbral marcado por Sade y
propulsado por la decadencia de la época moderna, que he expuesto anteriormente. De esta
forma, considero que es el cultivo del ser al fundirse con las bellas artes, un instrumento con
el cual tenemos la posibilidad de descubrirnos nuevamente, de ver un poco de luz en el
mundo y darle un sentido sagrado a este. La contemplación del mundo en medio de la
brevedad del hoy quizá le regrese al nihilista un espacio para detectar aquello que hierve en
su interior y le consume obligándolo a desentenderse de la continuidad que le constituye y le
humaniza.

Por otro lado, esa moral de Sade de que Maurice Blanchot habla en la página 174 de
El erotismo, tiene a la soledad absoluta como elemento fundamental para la soberanía, esto
indica que necesita de su soledad para constituirse como tal, necesita la locura del aislamiento
para vivir de la forma en que desea. Y en este punto es necesario señalar las dos caras de la
misma moneda de la soberanía: soledad para la reflexión y posible salida de la enfermedad, y
la soledad como ambiente propicio para el cultivo de la misma enfermedad: nihilismo.

Finalmente considero, primero, que no hay salida al sufrimiento que nos vemos
forzados a sentir desde el descarado acto de nacer. Por tal motivo, es obligación del hombre
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aprender a lidiar con él para no victimizarse por sus circunstancias o buscar culpables en
todos lados para desquitarse con su vida. Segundo que el daño propiciado por el sádico no
escapa el placer del instante y no va más allá de su crimen, esto implica que puede entregar
su propia vida sin dudarlo y sin trascendencia en su dolor; solo habrá agonía instantánea.
Finalmente, que hay otras maneras de expresar nuestra violencia con la ayuda de formas
artísticas que impidan infringir dolor sobre las otras personas. Este último punto requiere que
no nos detengamos a razonar, simplemente debe haber una descarga de energía. Con ello nos
conoceremos mejor a nosotros mismos, lo cual es una tarea que quizá no podamos completar
en toda nuestra vida, pero insisto en que es fundamental para todo hombre inquietarse por
ahondar en su entendimiento, porque con ello sabrá cómo y cuándo alejarse del grupo para
redireccionar su vida e impedir que la sociedad imprima en él un mayor desprecio por la
existencia y el regalo de dejarse arrastrar por su corriente.

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