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opinología

Felipe Cussen

CUMSHOT.CL
Opinología es una recopilación de cartas
al director, reseñas, columnas, ensayos y
entrevistas en los que Felipe Cussen dis-
cute sobre el mágico mundo de la poe-
sía experimental, la sufrida existencia
de los poetas jóvenes, la importancia de
la televisión para las nuevas escrituras
y los valores permanentes de la patria.
Opinología es, también, una poética.
CHILE: PAÍS DE POETAS

“México, se dice, ha sido tierra de poetas. Y sí: ya desde el siglo XVII, Hernán
González de Eslava decía que ‘hay más poetas que estiércol’.” (Julio Hubard)

“España es tierra de poetas y siempre los hay a cientos, algunos muy buenos.”
(Rafael Gómez Pérez)

“En un país de poetas como es Colombia, cada vez es más difícil encontrar una voz
que se destaque entre toda esa maraña retórica y grandilocuente que heredamos
de los españoles.” (Fabio Martínez)

“Lituania podría ser llamada ‘tierra de poetas’: la creación poética casi siempre
ha sido más intensa y más original allí que la expresión en prosa.” (Biruté
Ciplijauskaité)

“Dicen que Nicaragua es un país de poetas, porque la poesía es el único refugio


frente a una historia de maldiciones y catástrofes, frente a unas condiciones de
vida difíciles.” (Javier Escudero)

“Portugal é um país de poetas, tal como nos ensina a história da Literatura.” (Paulo
Bravio)

“Dizer que o Brasil é um país de poetas é mais que uma tautologia.” (Aníbal Beça)

“Es fácil atreverse y repetir la conseja popular, talante de un espíritu cercado por
la primaria hipótesis del yo insustituible, ‘Guayana, tierra de poetas’.” (Abraham
Salloum Bitar)

“Why go to Ireland when you can get just as wet in Wales, as drunk in Doncaster
and as happy in Honolulu? Let me explain. It is irst of all a country of poets.”
(Alastair Sawday)

“Somalia, a country of poets and drought.” (Kenny Moore)

“Macedonia is now the country of poets. As it has always been.” (Mark O’Conor)

“L’Iran est un pays de poètes depuis toujours.” (Michele Levieux)

“Afghanistan is a country of poets.” (Peter Conners)

“China is a country of poets.” (Het Andere Oosten)

“Greece is a country of poets.” (Joseph P. Consoli)

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FLACO FAVOR

En su última columna (“Me pongo de pie”), Cristián Warnken lamenta la muerte


del poeta Gonzalo Rojas y nos invita a acompañarlo en su sufrimiento. No me
interesa comentar el fondo de su texto (es obvio que todos sus lectores echamos de
menos al autor fallecido), sino que quisiera referirme brevemente a los argumentos
esgrimidos en este texto, que aluden a una serie de lugares comunes que perpetúan
una idea particularmente reductiva de la poesía.

La primera alusión es la diicultad de practicar la poesía hoy (“éstos no son tiempos


propicios para la gratuidad en cualquiera de sus formas”). Si revisamos con un
poco de atención la historia de la literatura, ninguna época ha sido particularmente
propicia, desde que Platón expulsara a los poetas de la polis hasta que Adorno
dictaminara que no tenía sentido escribir poesía después de Auschwitz, y nada
de eso ha impedido que se siga escribiendo poesía. Por lo demás, este reclamo
exagerado siempre me recuerda a aquellos cantantes que tuvieron un éxito
subsidiado durante la dictadura, y que ahora se lamentan porque nadie “valora al
artista nacional”.

El siguiente argumento es más trillado: “Si un extranjero me preguntara qué es lo


que esencialmente deine a Chile, le diría sin dudar un segundo que nuestra poesía”.
Hace algunos años publiqué una recopilación de citas (“Chile: país de poetas”)
que buscaba desactivar ese cliché, pero me sigue preocupando esa pretensión
de establecer una relación tan básica entre la poesía y la identidad nacional.
Es cierto que algunos poetas han escritos obras con propósitos fundacionales
(podemos pensar en La Araucana y el Canto general), pero creo que a los únicos a
los que verdaderamente les ha importado esta identiicación es a los redactores
de discursos de directores de colegio, alcaldes y funcionarios, con ines muy poco
poéticos. Basta recordar que dicha idea se encuentra en la Política cultural del
gobierno de Chile (a cargo de la Asesoría Cultural de la Junta de Gobierno), donde se
plantea que “el primer objetivo a que debe apuntar una política cultural es a deinir
la esencia y el ‘deber ser’ nacionales”. En in, este orgullo chauvinista me parece
tan absurdo como cuando todos los chilenos nos sentimos responsables del éxito
estrictamente individual del Chino Ríos o de Tomás González, quienes lograron
sus triunfos deportivos a pesar de vivir en este país. Por otra parte, siempre que
se alude a los poetas como frutos espontáneos de esta tierra, pienso en una serie
de poetas que me interesan mucho más, y que difícilmente podrían arraigarse a
ningún suelo, como Paul Celan, de origen judío, que nació en Rumania, vivió en
Francia y escribió en alemán; ¡menos mal no ganó el Nobel, porque me imagino la
cantidad de países reclamándolo como suyo!

Luego de otras relexiones campesinas sobre la poesía, Warnken reincide en uno


de sus caballitos de batalla: “se ha matado a la poesía enseñándola mal, haciéndola
tediosa y críptica”. En este vago ataque (supongo que a los críticos y a la academia),

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juega con la idea de que la poesía (o la “buena” poesía) es transparente y que son los
intermediarios quienes obstruyen la transmisión de su mensaje. Quizás tendrá en
mente ejercicios como los de Dámaso Alonso, quien realizó una versión ordenada
y simpliicada de las Soledades de Góngora, cuyo aporte ilológico es indudable,
pero que las reduce a una sosa papilla. Y me encantaría saber cómo se podría
enseñar la obra de José Lezama Lima o Juan Luis Martínez obviando su carácter
críptico, pues su diicultad y su artiiciosidad son precisamente las estrategias que
escogieron para atraer la atención del lector.

El columnista prosigue con otra asocación que ni siquiera valdría la pena comentar:
“Si leyéramos más y mejor a nuestros poetas, seríamos un mejor país”. ¿De verdad
cree que seremos más bondadosos si leemos a Claudio Bertoni o Bruno Vidal?
También piensa que la lectura de poesía evitará que el lenguaje de los chilenos se
estanque en la degradación a la que ha llegado, en “[e]l garabateo desatado, [e]l
balbuceo vago e impreciso, [la] desintegración”. Me llama la atención, porque todos
sabemos que desde Nicanor Parra en adelante se ha escrito muy buena poesía a
partir de ese lenguaje coloquial. Pero aún más, considero que en la fragmentación
del lenguaje, en el balbuceo, se encuentran algunos de los mayores aciertos
expresivos de la lírica moderna (Samuel Beckett, por ejemplo), y, por supuesto, de
la tradición de la poesía mística, comenzando por San Juan de la Cruz, quien fue
quizás el principal maestro de Gonzalo Rojas.

Para inalizar, no considero acertado que se aproveche este caso particular para
manifestar la indignación respecto a la falta de atención que estarían sufriendo los
poetas. En sus últimas décadas de vida, Gonzalo Rojas recibió numerosos premios
y estímulos, tuvo mucha suerte editorial con la seguidilla de antologías que fue
publicando, su boina nos apareció hasta en la sopa, y contó con la admiración de
una gran cantidad de lectores. Me alegra profundamente que su obra, tan intensa
y compleja, tan orgullosa de sus balbuceos, haya sido estudiada y disfrutada por
tantas personas.

No me gusta que nuestros guardianes de la cultura y la tradición sigan reduciendo la


escritura de la poesía a una serie de vagas inspiraciones románticas y sentimientos
patrios, como si el in último de un poema fuera acabar impreso en una tarjeta o
un libro de autoayuda. No quiero esa falsa seguridad, esa falsa felicidad, esa falsa
magia. Ojalá ahora el señor Warnken nos haga el favor de quedarse sentado.

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CUANDO NICANOR PARRA GANÓ EL PREMIO
CERVANTES

1.
Cuando Nicanor Parra ganó el premio Cervantes fui el primer chileno en enterarme.
El día anterior le había asegurado a un par de amigos que jamás le darían a Parra
el Cervantes, porque pensaba que nunca podría ser valorado en el ámbito español,
tan conservador en sus gustos poéticos. Pero ese día en la mañana recibí un
sorpresivo llamado a mi casa de Rogelio Blanco, Director General del Libro en
España, contándome que habían escogido a Parra y preguntándome si tenía su
teléfono para que le avisaran. Uno de los jurados, profesor mío cuando estudié en
Barcelona, pensaba que yo podría tenerlo porque he trabajado en la Universidad
Diego Portales, de la que el antipoeta es “rostro”. Pero no lo tenía. Creo que al inal
él se enteró por la prensa.

2.
Cuando Nicanor Parra ganó el premio Cervantes, una amiga periodista me
preguntó si me gustaría escribir algo para he Clinic comentando la noticia. Le
dije que sí, pero para criticar la manera en que Nicanor Parra ha sido secuestrado
por he Clinic. No lo hice. Aunque compro puntualmente este periódico todos los
jueves, y me río con algunos de sus chistes, siempre me ha parecido detestable ese
aire a patota de colegio cuico que forman la mayoría de sus integrantes y, aún más,
su abajismo paternalista. Yo mismo soy un cuico abajista, pero pienso que a Parra
lo han rebajado al estatus de un viejo buena onda pero inofensivo, cuya máxima
provocación habría sido escribir poemas con garabatos. Alguien que los divierte,
y del que siempre podrán esperar un chiste. Creo que han caído en su trampa:
quizás lo más llamativo de Parra es precisamente su capacidad de traicionar una y
otra vez las expectativas que motiva. Algunos de sus mejores poemas son serios, o
incluso aburridos. Por otra parte, también me ha parecido un error que lo intenten
erigir como un genio único en la tierra, pues se descontextualiza su aporte en la
constante desestabilización de las formas poéticas, y se evita que la antipoesía
pueda considerarse como parte de una familia más grande en la que podrían caber,
por ejemplo, Joan Brossa, Bern Porter o John Cage.

3.
Cuando Nicanor Parra ganó el premio Cervantes, otro periodista me preguntó
si me gustaría que ganara el Nobel. Le dije que sí: no podría decir que no me
gustaría, porque creo que se lo merece. Pero la verdad es que preferiría que en
vez de él lo gane cualquier otro autor desconocido en Chile, y que de ese modo se
active la traducción, edición y crítica de escritores tan interesantes como Wislawa
Szymborska, J. M. Coetzee o Imre Kertész, que probablemente no se habrían leído

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en estos parajes si no hubieran sido premiados. Ahora mismo me encantaría que lo
ganara Adonis, por ejemplo. Pero acá nuestros periodistas culturales creen que si
el ganador del Nobel es un escritor que ellos desconocen se trata obviamente de un
invento de los suecos, y ni por un segundo se sientan a pensar que su abismante
desconocimiento de la literatura de otros países los ha privado de conocerlo. Juan
Manuel Vial, por ejemplo, se despachó tranquilamente la poesía de Tranströmer a
partir de algunos textos leídos a la rápida en internet para concluir que obviamente
era mucho mejor Parra. Ese comentario no le hace ningún favor a Parra. Sus
admiradores no necesitamos que gane el Nobel para seguir leyéndolo. Es más,
a veces pienso que hubiera sido fantástico que Gabriela Mistral y Pablo Neruda
no hubieran ganado el Nobel, para que nos hubiéramos dedicado a leer a poetas
mucho mejores, como Pedro Antonio González.

4.
Cuando Nicanor Parra ganó el premio Cervantes, un poeta extranjero me dijo: “Tal
vez el Cervantes a Parra haga a los escritores chilenos menos arrogantes”.

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OPINIÓN NERUDIANA

Neruda es un poeta que me interesa bastante poco, y de lo que le he leído la mayoría


me parece mediocre. La vida de los poetas en general me interesa bastante poco, y
más aún la de quien intentó autocanonizarse en vida haciendo gala de virtudes que
no me agradan particularmente, como ser comunista, romántico o guatón. Los
homenajes a los poetas me interesan bastante poco, en especial cuando muchos
de los discursos provienen de gente que ni siquiera se ha tomado el esfuerzo de
leerlos. No es que me interese poco, sino que derechamente me choca la actitud de
quienes, con tal de igurar en medio de las festividades, han sacado a relucir como
un mérito el haber sido amigos de Neruda; no creo que el mero hecho de ser amigo
de alguien, en especial si es alguien importante, tenga mayor gracia. Igualmente
me choca la autocomplacencia patriotera de estos eventos, en los que se promueve
la idea de que Chile es el único lugar del mundo en el que se ha escrito buena
poesía. Parece que bastara con que se escuchen un par de poemas de Neruda para
que el país sienta que ha cumplido con su “cuota” anual de poesía (como si fuera
una Teletón) y que para el resto del año no será necesario abrir un libro. Quizás
sería más honesto reconocer que el interés genuino por la poesía suele ser escaso,
lo que, a in de cuentas, tampoco es tan terrible: no puede imponerse el gusto por
la poesía, pues nadie ha obligado a los poetas que escriban.

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LIBROS DE LA DÉCADA

El panorama presentado por la selección de 20 libros de la década, en el suplemento


Reportajes, resulta desolador. No por los libros escogidos (de los cuales he leído
la mayoría, y cuyo valor me parece destacable) sino por la estrechísima visión de
la literatura que se desprende: parece ser que un texto sólo puede ser caliicado
como “libro” si pertenece al género narrativo (parece que no existe la poesía) y ha
sido publicado por una editorial española (quizás no haya otras editoriales en el
resto de Hispanoamérica). Este criterio ejempliica la autosatisfacción de nuestro
periodismo cultural, que se contenta con replicar los dictados de modas prestadas,
antes que investigar y proponer críticamente un campo de lecturas más diverso y
complejo.

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POESÍA INVISIBLE

Hace poco más de 50 años, exactamente el 4 de diciembre de 1956, se inauguró


la exposición de Arte Concreto en el Museu de Arte Moderna de São Paulo, que
signiicó el inicio de una difusión más masiva del trabajo que ya venían desarrollando
Augusto de Campos, Décio Pignatari, Haroldo de Campos y otros miembros del
grupo Noigandres. Las investigaciones emprendidas por este grupo cubrieron un
amplísimo espectro, desde formas más convencionales de poesía y traducción,
pasando por poesía visual, sonora y musicalizaciones, hasta el uso de medios
tecnológicos como el video, animaciones digitales, hologramas y rayos láser, en un
constante empeño por explotar al máximo las dimensiones “verbivocovisuales” de
la palabra. Este movimiento fue una de las tantas corrientes que tomaron fuerza en
las décadas del ‘60 y ‘70 (como el OuLiPo, el Writers Forum o la Language Poetry,
por mencionar apenas algunas), y que contribuyeron a renovar radicalmente
las formas de expresión poética con una vigencia que aún no se agota. Para
formarnos una idea de su importancia bastaría mencionar que la trayectoria de
los poetas concretos fue seguida con mucho interés por escritores y pensadores
de primera relevancia: Jacques Derrida, Umberto Eco, Marjorie Perlof, Octavio
Paz, Julio Cortázar, Severo Sarduy, Emir Rodríguez Monegal, Héctor Libertella,
Néstor Perlongher, Julio Ortega... Eduardo Milán, uno de los críticos que más han
insistido en su importancia, se reiere a la aparición de Noigandres como “una
iluminación de la poesía latinoamericana que dividió las aguas, quiérase o no,
del lenguaje creativo en dos: una poética del rigor, por un lado, y por el otro una
poética (auto)complaciente”.

¿Y cómo andamos por casa? Me temo que en este balance saldríamos bastante
para atrás, por lo menos si consideramos la casi nula recepción que estos autores
han tenido en nuestro país. Con mucha suerte se pueden encontrar en librerías
una selección de ensayos traducidos de Haroldo de Campos, y si uno pretende
buscar alguna obra de Augusto de Campos en la Biblioteca Nacional lo primero
que encontrará es una fotografía de Enrique Campos Menéndez con Augusto
Pinochet. Pero esto no es excusa suiciente: hoy en día quien tenga interés puede
pasarse largas horas frente al computador conociendo un porcentaje importante
de estas obras en internet.

No digo, obviamente, que la única posibilidad de escritura hoy sea la poesía


visual, ni mucho menos. No era ese tampoco el propósito del grupo Noigandres,
pues lo que pretendían, en la amplia variedad de su obra, es algo tan obvio como
hacerse cargo de los medios que se disponen al momento de escribir: “poesía
concreta: una responsabilidad integral frente al lenguaje”, decían en 1958. Esto,
que debería resultarnos obvio (¿se imaginan a un músico que fuera a tocar sin
saber armar ni ainar su instrumento?), es lo que parecen desconocer la mayoría
de los poetas de este país, más empeñados en ocupar el espacio de sus poemas
para vociferar sus gravísimas carencias en la vida (es decir, reclamar por la

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siempre insuiciente atención que les prestan) antes que dedicarse, en serio, a
investigar sus materiales de expresión. Lamentablemente, este país de poetas
pareciera ser un país de poetas que no considera necesario leer nada más que
sus propios poemas, y nos quedamos muy tranquilos y contentos en nuestro
desconocimiento de ésta y otras tradiciones igualmente importantes.

El panorama se agrava si nos referimos al pobre papel que la crítica académica


y periodística han jugado respecto a este tipo de obras. Supongo que uno de sus
aportes podría ser precisamente dar a conocer obras innovadoras y, más aún,
abrir los canales para una recepción adecuada por parte de los lectores, en especial
cuando se está recurriendo a dimensiones más complejas de lo que se entiende
por poesía. Pero no hay caso; salvo honrosas excepciones, nuestros críticos suman
al desinterés la ignorancia de creer que un poema visual no es más que una serie
de letras bonitas o dibujitos. Esta incomprensión también afecta, por supuesto,
a aquellos poetas chilenos que profundizaron radicalmente en estas búsquedas,
como Guillermo Deisler (inserto plenamente en la discusión internacional, pero
que recién a diez años de su muerte ha vuelto a merecer atención en nuestro
país), o incluso a poetas tan mediáticos como el propio Nicanor Parra. Hace
sólo unas semanas Ignacio Valente comentaba, respecto al primer tomo de sus
Obras completas: “Los Artefactos no necesitaban incluirse dos veces, una con los
facsímiles de sus ilustraciones gráicas -en más de 240 páginas-, y otra en las
35 páginas de sus solos textos. Para mi gusto bastaban estas últimas, pues las
imágenes visuales son extrínsecas a la escritura, y en nada la modiican como
poesía”. Repito: “las imágenes visuales son extrínsecas a la escritura y en nada la
modiican como poesía”. Si persistimos en esta miopía, la poesía visual, y quizás
otras valiosas formas de experimentación, seguirán siendo invisibles.

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BUUM!

“Hay una frase del tratadista Hubert Le Blanc de la que yo he hecho un poco mi
bandera particular, que viene a decir que los límites no están en la viola sino en los
intérpretes que se escudan en la viola para disculpar lo que ellos no son capaces de
hacer. Yo me tomé esta idea muy en serio, y llevo toda mi carrera sondeando cuáles
pueden ser los límites de un instrumento que no deja de sorprenderme”. Hace
un par de meses encontré esta declaración hecha por Vittorio Ghielmi, uno de
los principales intérpretes contemporáneos de la viola da gamba, quien citaba al
autor del célebre tratado “Défense de la basse de viole” (1740), publicado cuando
este noble instrumento parecía acercarse a su extinción. Leída desde el presente,
dicha relexión también me parece pertinente respecto al estado de la literatura:
mientras muchos pregonan la pérdida de valor social de los libros y critican la
escasa capacidad de comunicación del lenguaje, son pocos quienes asumen, más
allá de las quejas, la potencialidad que aún esconden las palabras. Son menos,
todavía, quienes se dedican a explorar en los territorios de riesgo, donde es posible
descubrir aquellos nuevos sonidos que aún no hemos escuchado.

Quizás parezca una tarea absurda, en esta época en que todo se calcula por su
funcionalidad e impacto inmediato, perder el tiempo calculando sílabas, probando
tipografías o ensayando distintos tipos de voz antes de pensar siquiera en entregar
un mensaje. Pero cualquiera que revise brevemente la historia de la literatura
podrá darse cuenta que muchos de sus momentos más brillantes y complejos
han surgido precisamente cuando la pregunta por los límites verbales ocupó el
centro de la atención. Así se percibe en los malabares poéticos y musicales de los
trovadores medievales, en la laberíntica sintaxis de Góngora, en las constelaciones
visuales de Mallarmé, y particularmente en la fusión de géneros que marcó las
experiencias vanguardistas y neovanguardistas del siglo XX. En nuestro propio
país, autores como Vicente Huidobro, Juan Emar, Violeta Parra, Nicanor Parra,
Enrique Lihn, Guillermo Deisler, Juan Luis Martínez, Raúl Zurita, Gonzalo Millán
o Roberto Bolaño representan la misma actitud: no consideraron el lenguaje
como un instrumento muerto, sino como un espacio de cruces y constante
puesta a prueba. Ellos también se caracterizaron por la constante vinculación con
el teatro, la pintura o la música, entendiendo que de ese modo podían ampliar
considerablemente su rango de posibilidades expresivas. Su ejemplo debe
obligarnos, hoy, a perderle el miedo y comprender de una manera más profunda el
caliicativo de literatura experimental.

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UNA NUEVA INOCENCIA

“no iaré ni de experiencia ni de ciencia”


San Juan de la Cruz

“Inocencia y no ciencia”
Octavio Paz

Tengo que escribir sobre los riesgos de escribir.

Para José Ángel Valente, “En la escritura hay siempre un factor de riesgo, se escribe
peligrosamente a riesgo de fracasar, y justamente ese riesgo es lo que merece la
pena”. Al decir eso, tiene en mente el placer del escritor que consigue llegar a
puerto, pero no necesariamente al puerto de lo que pensaba que quería decir en
un comienzo, sino el puerto desconocido de lo que ha terminado por decir: “sólo
sé lo que digo cuando ya está dicho”, dice Antonio Gamoneda.

Para Wallace Stevens, “All poetry is experimental poetry”. La poesía que no es


experimental, entonces, no es poesía. Pero la poesía tampoco es ciencia, al menos
no una ciencia racionalista y autosuiciente: aquí los resultados fallidos corroboran
que la impresión inicial era la fallida, no tanto el resultado.

Para John Barth, “he word ‘experiment’ is a perjorative term now. We tend to think
of experiments as being cold exercises in technique. My feeling about technique in
art is that it has about the same value as technique in lovemaking. hat is to say,
heartfelt ineptitude has it appeal and so does heartless skill: but what you want
is passionate virtuosity”. Para Steve McCafery, no estamos experimentando sino
con energías. ¿Qué corresponde hacer con ellas? “To align, realign and misalign
within the anarchy of language. To cultivate excess, return language to its somatic
base in order to deterritorialize the sign. Concentration on molecular lows rather
than the molar aggregates. Cuttings. Fissures. Decompositions (inventions).
Not intention so much as intensions. Plasticizacions. Non-functionalities.
Shattered sphericities. Marginalities. Somas. Nexi. Le poème c’est moi but as the
inscription of the person in a trascendental pronoun that utterly annihilates the
subject. Personal collapse into lux. Dilations. Positive disintegrations. Structures
abandoned, departed from or deconstructed and modiied into lows in accord with
the unique, unpredictable molecular relationships of audiences and performers.
Genetic codicities. A gift back to the body of those energy zones repressed, and
channelled as charter in the overcoded structure of grammar. To release by a de-
inscription those trapped forces of libido”.

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Estos son los materiales en juego, potencialmente peligrosos, potencialmente
explosivos. No se pueden manipular si uno no los conoce, pero la obligación es
manipularlos para descubrir usos que aún no se conocen.

Para Miguel Casado, la transgresión en poesía implica un discurso “que se vuelve


hacia sí mismo para perseguir una identidad, que fracasa en su empeño y debe
sostenerse en el ilo de ese imposible, que rehúsa las trampas de la información clara
y destapa su vacío, que para signiicar algo tiene que producir sentido múltiple que
ya no controla...”. Esta transgresión se produce en la medida que se conozcan bien
las condiciones de lo que se quiere rechazar, y cuáles son las ventajas de fracasar
respecto a ese modelo.

Para Aldo Pellegrini, es preciso digniicar el concepto de destrucción (distinto al


de aniquilación), pues “nos enfrenta con una nueva realidad del objeto, la carga de
un sentido que antes no tenía”. Pero esta destrucción no es gratuita: “Los objetos
se rompen o destruyen siguiendo leyes internas de la materia que los componen:
su destrucción revela el secreto de su estructura esencial. Al actuar sobre las cosas
el hombre utiliza un material prefabricado, y al destruir, se subordina a las leyes
secretas de ese material. En el objeto que se destruye se libera su virtualidad
material”. En su prólogo a la primera edición de Trilce, Antenor Orrego comenta
que “César Vallejo está destripando los muñecos de la retórica. Los ha destripado
ya”. Cuando un niño rompe un juguete lo hace para saber cómo funciona. Al
romperlo, descubre cómo funciona, pero ya no podrá volver a hacerlo funcionar
como antes. Tendrá que hacerlo funcionar de otra manera, o bien chillar hasta que
sus padres le regalen un juguete nuevo.

Para Johan Huizinga, “Poiesis es una función lúdica. Se desenvuelve en un campo


de juego del espíritu, en un mundo propio que el espíritu se crea. En él, las cosas
tienen otro aspecto que en la ‘vida corriente’ y están unidas por vínculos muy
distintos de los lógicos. Si se considera que lo serio es aquello que se expresa de
manera consecuente en las palabras de la vida alerta, entonces la poesía nunca
será algo serio”. Para Ernst Jandl, “el juego con el lenguaje es condición necesaria
para la poesía en general, para toda clase de poesía y en cualquier momento. Al
practicarlo, se le retira más o menos al lenguaje la función utilitaria que posee en
la vida cotidiana. Con sus componentes, las iguras de ese juego, es obligatorio o
admisible realizar determinadas jugadas y combinaciones, no usuales en la vida
diaria, sobre la base de reglas de juego poéticas”. Las posibilidades de este juego se
abren sólo en el reconocimiento de la autonomía de ese espacio, una autonomía
que no implica ensimismamiento, pero sí reglas distintas. La relación con la
realidad debe estar mediatizada por un pensamiento igurado, por la ironía o la
burla, pero no puede responderse de manera directa, porque signiicaría tomarla
demasiado en cuenta, ser literal. La mejor subversión es la sorpresa. Es por eso
que, en estos términos, el riesgo que se está corriendo sería estrictamente poético
y su fracaso no podría medirse con otros parámetros.

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Para Fernando Pessoa, “La gramática, deiniendo el uso, establece deiniciones
legítimas y falsas. Divide, por ejemplo, los verbos en transitivos e intransitivos;
sin embargo, el hombre que sabe bien decir tiene muchas veces que transformar
un verbo transitivo para fotograiar lo que siente, y no para, como el común
de los animales hombres, ver a oscuras. Si quiero decir que existo, diré ‘Soy’. Si
quiero decir que existo como alma separada, diré ‘Soy yo’. Pero si quiero decir que
existo como entidad que a sí misma se dirige y forma, que ejerce ante sí misma la
función divina de crearse, ¿cómo he de emplear el verbo ‘ser’ sino convirtiéndolo
súbitamente en transitivo? Y entonces, triunfalmente, antigramaticalmente
supremo, diré ‘Me soy’. Habré expresado una ilosofía en dos breves palabras. ¿No
es esto preferible a no decir nada en cuarenta frases? ¿Qué más puede exigirse
de la ilosofía y de la dicción? / Obedezca a la gramática quien no sabe pensar lo
que siente. Sírvase de ella quien sabe mandar en sus expresiones”. San Gregorio,
en el siglo VI, también descartaba las reglas convencionales en pos de un sentido
mayor: “Yo no me preocupo más que de las cosas útiles sin ocuparme del estilo,
ni del régimen de las preposiciones, ni de las desinencias, porque no es digno de
un cristiano sujetar las palabras de la Escritura a las reglas de la gramática”. Aunque
ya me quede poco de cristiano, debería proponerme cumplir esa obligación: no
permitir que las reglas de la gramática me impidan decir lo que deba decir.

Para Leonidas Lamborghini, “El momento que me interesa es cuando uno no sabe
bien lo que está haciendo y la obra se vuelve extraña”. Francis Picabia también
advertía: “No comprendéis lo que hacemos. Pues bien, queridos amigos, nosotros
lo entendemos menos aún…”. Autor y lector quedan igualados en la misma
incertidumbre, ninguno puede pretender saber más que el otro, a decir verdad,
ninguno puede pretender saber sino aquello que sólo se sabrá (se saboreará) en el
poema.

Sobran los excesos de seguridad en las escrituras actuales, y más aún sobra la
sobrerrelexión: los autores intentan advertirnos todo el tiempo de lo inteligentes
que son. Por eso preiero asumir este “acto de indeterminación radical” que se
basa en el reconocimiento de la naturaleza volátil de los materiales empleados y
la precariedad de nuestras capacidades. Por eso me gusta que las cosas nunca me
resulten como me las había propuesto.

Para mí, en deinitiva, el riesgo que vale la pena correr es escribir para perderse en
los límites últimos del lenguaje, el límite del exceso, el límite de la fragmentación,
el límite de la armonía, el límite de la fragilidad, el límite del silencio. Escribir para
dejar de saber y poder volver a aprender. Escribir para ganar una nueva inocencia.

¿Puedo irme ahora?

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CÓMO NO DECIR NADA

Hace algunos meses discutíamos con Martín Gubbins algunos de los poemas
que entonces escribía, basados en la formación de palabras a partir de las letras
contenidas en un vocablo mayor. El valor de estos juegos consistía, evidentemente,
en encontrar la mayor cantidad de términos, pero mientras los revisábamos
comenzamos a discutir hasta qué punto ese rendimiento era necesariamente la
medida de una mayor o menor efectividad expresiva. Implícitamente, también
estábamos pensando en una serie de prácticas experimentales cuyo énfasis está
puesto en el agotamiento de las posibilidades disponibles de un determinado
procedimiento o tecnología. Y entonces comencé a apuntar algunas preguntas que
quisiera plantear hoy: dentro de las innumerables experimentaciones poéticas
contemporáneas, ¿qué espacio cabe para un uso no deinitivo sino parcial de
esos hallazgos? ¿Qué ocurre si decidimos explotar una técnica vanguardista sólo
a medias, o en una dirección contraria a la que se supone que debería tener, o
detener la maquinaria cuando el experimento aún no se ha terminado? ¿Es posible
un titubeo, una retracción?

Eran preguntas retóricas, por cierto, pero no inocentes. Calzaban con una tendencia
latente en algunas obras que había preparado en años anteriores, y surgían ahora
como una justiicación tardía. Podían servir, por supuesto, de excusa para una
performance inmóvil. O para una sextina que realicé sin siquiera intentar mantener
las estrofas que contuvieran las 6 palabras-rima, sino escogiendo simplemente
seis versos-rima que se combinaban sin ningún esfuerzo. O un soneto que, en
realidad, era un texto en que cortaba pedazos de prosa incrustándoles las rimas
perfectas de un soneto de Lezama Lima. O un libro con sus páginas cortadas en
tres, pero en el que la sección inferior repetía siempre la misma frase, como un
ostinato, y así reducía la cantidad de combinaciones posibles. O el que, según creo,
es el primer poema-mascota virtual del mundo:

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Me siento incómodo con mi cuerpo arriba de un escenario y no sé improvisar.
No me creo capaz de escribir bien una sextina o un soneto. Una vez que me he
propuesto trabajar con una restricción, limito su aplicación porque pierdo el
impulso. Mi relación con todo tipo de técnica es ansiosa pero torpe. He perdido
mucho tiempo solucionando los aspectos visuales o gráicos de una presentación,
y aún más editando un poema sonoro, ocupando procesos muy engorrosos
que, probablemente, se solucionarían con una función del programa que aún
desconozco. Como no sé hacer animaciones, he tenido que suplirlas con lentas
sucesiones de diapositivas en powerpoint. Dudo que alguna vez pueda desarrollar
un software. A estas alturas de mi vida, ya he asumido que nunca podré hacer
un poema holográico, ni menos producir un conejo verde. Aunque tengo un
computador moderno y soisticado, no soy moderno ni soisticado.

No soy original, tampoco, en mis planteamientos. A pesar de los excesos de


optimismo y seriedad en las vanguardias y neovanguardias, también ha habido
espacios para la ironía y el descreimiento, o al menos la soltura y el juego. Hoy
mismo, en esta era de fetichización tecnológica, se rescatan ciertas estéticas del
error (como el “glitch” en la música electrónica) y retro (el movimiento “8 bit”
en el mismo campo), o el uso de herramientas sencillas con ines más banales o
deformadores (como el género “larf” en internet). Hace algunos días leía también
la propuesta pedagógica de de Kenneth Goldsmith, su “uncreative writing”,
sugiriendo como técnica básica el traslado de un contenido hacia distintos
contenedores, es decir, la escritura como simple copia. Todas estas tendencias
parecieran oponer su sencillez o intrascendencia a aquellos ímpetus cibernéticos
que Marjorie Perlof caricaturizaba en uno de sus ensayos: “As in any case of any
medium in its early stages, digital poetry today may seem to fetishize digital
presentation as something in itself remarkable, as if to say, ‘Look what the
computer can do!’”. Pero también podríamos revertir esa misma acusación en mi
contra: “Look what the computer can do wrong!” o “Look what the computer can’t
do!”.

Sería una estupidez, sin embargo, que esta acumulación de prevenciones y


falsas modestias impidieran mi acercamiento como lector a las producciones
basadas en técnicas que nunca llegaré a manejar plenamente; la oportunidad de
conocer y aprender de todo el rango de sus posibilidades es justamente una de
las principales motivaciones para encontrarme aquí hoy. Es evidente que el uso
del cuerpo, las matemáticas o la tecnología son capaces de marcar una expansión
insospechadamente fértil para la poesía, llevando a un uso casi ininito de todas
las posibilidades del lenguaje. Pero creo también que cada uno de nosotros debe
detenerse a evaluar las propias capacidades e intenciones. ¿Qué ocurre, por
ejemplo, si nos damos cuenta que, a pesar del entusiasmo, nuestros experimentos
no dan para una digna emulación, ni siquiera para una mala parodia? Como en
cualquier tipo de producción artística, considero ineludible una relexión profunda
sobre las características especíicas de cada herramienta, de cada soporte, por lo
que es preciso un conocimiento de esas posibilidades antes de tomar como opción
estética la subutilización. No es un primitivismo impostado, ni una negación de

17
la técnica, ni menos lojera, sino una conciencia crítica: si asumo que no soy capaz
de recorrer hasta el límite las posibilidades de la plenitud y exuberancia de los
procedimientos, renovándolos y cargando de sentido, debo girar para encontrar
los riesgos que se abren, también, en los usos parciales, los tiempos muertos, los
efectos fallidos, la ambigüedad y el malentendido. No se trata, entonces, de una
vuelta conservadora a los usos mesurados del lenguaje convencional; se trata de
encontrar, en la renuncia, la posibilidad de un descontrol que no es tan distinto al
desenfreno del optimista.

Es necesario, entonces, disolver la idea de vanguardia como una búsqueda en


una sola dirección: los límites no están sólo al frente, también están detrás, o
al interior de cada palabra. Y esos límites los podemos traspasar mediante un
uso excesivo de la sintaxis, la combinatoria o la explotación de su carga gráfica
o sonora pero también mediante su vaciamiento. Es esa dirección negativa la
que me ha interesado desarrollar, buscando una pérdida progresiva del sentido.
Una forma de hacerlo es la problematización irónica de los formatos, ya sean
clásicos o experimentales, en los ejemplos ya citados. La otra es el intento por
dejar los contenidos de mi mensaje en un plano cada vez más distante, por
ocupar las palabras para decir cada vez menos.

Hace años venía rumiando esta pretensión, pero sólo recientemente he llegado
a la convicción cierta de que no tengo nada verdaderamente importante que
decir al escribir poesía, que no tengo un mensaje particularmente atractivo
para el resto del mundo ni para nadie. Un artículo de Ian Wallace plantea
este problema como una marca del contexto contemporáneo: luego de siglos
en los que la cultura ha acumulado obras maestras que dicen muchas cosas,
“the ‘something to say’ given by literature is no longer needed, or rather, the
preservation and accumulation of ‘great works’ renders contemporary works
into pathetic clichés of greatness”. Ahora, entonces, “we have nothing to
say. hat this is true is indicated by the fact when literature does maintain
an attempt to say something of importance, it inevitably talks about its own
emptyness”. Y ésta es la experiencia de desprendimiento de la que otros poetas
contemporáneos también dan testimonio: al indagar en las posibilidades de la
retracción del lenguaje cabe la posibilidad de ir desapareciendo lentamente, no
sólo como sujeto, sino como conciencia y comprensión. Luis Cardoza y Aragón
lo explica inmejorablemente: “Yo escribo lo que no puedo decir. / Yo escribo lo
que no puedo callar. / Cuando dije algo y después no lo entiendo, lo dejo, tal
cosa quería decir. / Yo sólo quiero escribir lo que no entiendo”. Del mismo modo,
Ulises Carrión se sitúa en esta incertidumbre: “Yo no quiero ni puedo imponer
un contenido porque no sé qué quieren decir exactamente las palabras (¿y cómo
saber si el lector sabe?)”. Pero es allí, precisamente, donde, una vez perdida
la intencionalidad, surge la capacidad de provocar nuevas relaciones: “en mis
textos las palabras no cuentan porque signiican esto o aquello para mí o para
alguien más, sino porque, juntas, forman una estructura. Esta abstracción de
los contenidos particulares es, precisamente, la mejor (no la única pero sí la
mejor) posibilidad de contener su propia negación”.

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Es en ese punto donde creo que se reúnen estas relexiones: no sólo se trata de la
subutilización de los procedimientos, sino también la subutilización de las palabras.
Vaciar sus signiicados, inutilizarlos, y buscar allí la posibilidad de una liberación, de
una subversión. No ocuparlas para lo que sirven, sino para otros ines. Hacer como
que escribo, pero no escribir, hacer como que hablo, pero no hablar, hacer como que
digo, pero no decir.

La poesía es la mejor manera de quedarse callado.

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UNA PROPUESTA MODESTA

Los poetas experimentales de las últimas décadas, al igual que sus predecesores
vanguardistas, han criticado y parodiado continuamente el aura romántica y
suspirante que históricamente se asocia a la poesía. Rara vez, sin embargo, se han
hecho cargo de la nueva aura que ellos mismos han comenzado a desarrollar a
partir de una supuesta pureza en la manipulación seria y concienzuda de técnicas
muy especíicas y la aparente indiferencia respecto a una popularidad masiva de sus
propuestas. Pareciera que el rótulo de “poesía experimental” fuera un sello de calidad
incuestionable, lo que promueve la autoindulgencia e impide relexionar sobre
condiciones básicas para cualquier receptor que no sea otro poeta experimental.
Así ocurre cuando se nos somete a un poema sonoro o una performance cuyo
tiempo de exposición suele atentar contra muchas paciencias, en función de un
determinado “estado” al que se supone que hay que llegar, pero que muchos de
nosotros ni siquiera vislumbramos. También se observa una inconsistencia en
la invitación, como parte de una disolución de la jerarquía del autor, a un grado
mayor de participación de los receptores. En prácticas colectivas como las acciones
poéticas o happenings, suele crearse una liberación apenas ilusoria por parte
de un director de orquesta que no quisiera renunciar a sus atribuciones. No es
muy distinto a lo que ocurre con algunas obras digitales interactivas, donde el
exceso de órdenes y sobreexplicaciones apabullan al manipulador, subrayando la
asimetría entre el manejo tecnológico de quien diseña la obra respecto de quien la
hará funcionar.

Aunque deiendo de manera entusiasta y quizás demasiado optimista la actitud


de exploración en cualquier lenguaje artístico, la verdad es que, al menos en
mi experiencia de lector o auditor, me he aburrido con obras novedosas en un
porcentaje similar al que me he aburrido con obras convencionales. Pienso,
entonces, que también se hace necesario desmitiicar las labores de los propios
poetas experimentales, y borrar, de paso, esa impostada seriedad que sólo
esconde la imposibilidad de la ironía y autocrítica. Advierto que jamás he pensado
que las obras deban alterarse para satisfacer la pereza o simplismo de cualquier
tipo de público, pero también me parece excesivo refugiarse en esta aura a la que
me reiero para justiicar los caprichos de algunos poetas que llegan a este tipo
de prácticas pretendidamente innovadoras como una forma de trabajar menos y
de disfrazar con conceptos sus carencias. Como creo que el punto de partida de
cualquier escritura deben ser los materiales con que se trabajará, de momento
que una pieza considera a sus receptores como un elemento central del soporte
o su funcionamiento, no se puede eludir la relexión sobre sus expectativas,
grados de atención y disponibilidad. Es obvio que no es lo mismo leer de pie
sobre un escenario que recitar un poema por teléfono, así como no es lo mismo
esperar que un internauta perdido active una interfaz que interpelar a gritos a
los parroquianos de un bar. Sin esta conciencia, los intentos de interacción o
de provocación pueden terminar convirtiéndose sólo en fondos de pantalla o
música ambiental.

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Robo un planteamiento de Charles Bernstein: “Poetry should be at least as
interesting as, and a whole more unexpected than, television”. ¿Es posible hacer
un poema más impactante que la confesión inesperada de una estrella de cine?
¿O un poema más entretenido que un buen partido de fútbol? Lo veo muy difícil,
pero mientras tanto propongo que al menos habría que pensar en las reales
capacidades de resistencia de los auditores y considerar seriamente en recortar los
tiempos de las fascinantes performances que estamos imaginando a la mitad de lo
que habíamos presupuestado. Mairéad Byrne, en una divertidísima comparación
entre la poesía y el stand-up comedy, explicita este acuciante problema: mientras
que un buen comediante siempre acierta en el momento que debería terminar
su rutina, “poets don’t know how to end. hey’re always saying ‘Do I have time
for one more?’ Or ‘I’ll just read one, no two, well maybe three more.’ How about
none more? How about DON’T?? Stand-ups don’t say Do I have time for another
joke???”

No.

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CHAT CON ROBERTO CABRERA

Roberto: siempre me ha llamado la atención, en el ámbito de la poesía, el mérito que


tienen estos gestos desautomatizadores que caracterizan a ciertos movimientos o
tendencias que permiten renovar o reactualizar la actividad poética
en ese sentido, y asumiendo que la dupla música-poesía no es nueva, ¿desde dónde
se entiende o se disfruta el trabajo que hoy día estás exponiendo?

Yo: es interesante tomar como punto de partida la idea de los gestos


desautomatizadores, porque obviamente aluden a un estado del lenguaje en el que
se da por sentado que existen ciertas maneras (y no otras) de utilizar las palabras
y la sintaxis.
en ese sentido, me parece que lo que debería caracterizar a toda la poesía (y
cualquier arte en general) es precisamente ese cuestionamiento de los materiales.
ahora bien, lo de renovación o reactualización también puede ser relativo, porque
a veces la misma contemporaneidad va cristalizando una serie de clichés que
automatizan al lenguaje.
hoy mismo hay una gran cantidad de obras supuestamente experimentales que
parecen ser víctimas de eso
y al mismo tiempo, a veces las escapadas al pasado pueden ofrecer también otras
liberaciones.

Roberto: claro, y entonces se produce una cosa bien rara porque el discurso de lo
nuevo se calciica muy rápido

Yo: exacto. y hay muchos interesados en aprovecharse de esa novedad (haciendo


trampa y ocultando los referentes), como una manera de llamar la atención.

Roberto: ahora, en el panorama nacional, lo que tú haces tiene una clara (des)
ventaja: es de por sí, “raro”

Yo: bueno, y ése ha sido siempre un atado o un mal entendido.

Roberto: y con eso, claro que llamas la atención, pero al mismo tiempo, se produce
un charco de incomunicación bien interesante

Yo: claro, y eso siempre me ha dado lata.

Roberto: por qué?

Yo: de hecho, a propósito de lo que me preguntabas como mis expectativas de un


lector o espectador, mi pretensión sería que no vaya con ningún prejuicio, y que
no se deje engañar con los adjetivos de “experimental” u otros, porque a in de
cuentas son puras etiquetas

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sinceramente, yo no encuentro que un poema sonoro o un poema visual sean algo
radicalmente distinto de un poema escrito con rimas o una canción.

Roberto: claro, esa es otra palabra medio mentirosa, a in de cuentas mucho más
de lo que uno cree podria caliicarse como experimental

Yo: por supuesto; una sextina es mucho más artiiciosa que muchos poemas
supuestamente experimentales.
el problema es que muchos preieren mantener estas cuestiones en campos
separados, cuando me parece que lo interesante es cruzarlos, porque uno se va a
encontrar con sorpresas a ambos lados.
y por eso, de hecho, me ha gustado en algunas ocasiones mezclar cosas más
normales con otras más raras, para que se entienda que no son necesariamente
tan distintas.

Roberto: ahora, sin ánimo de hacer una historia de esto, pero sí considerando la
importancia de los referentes, ¿de dónde vienen estas (nuevas) formas?

Yo: la otra parte del asunto, de cómo intentar abrir la recepción, es que me ha
interesado tratar de difundir este tipo de cosas, y eso es lo que hemos hecho en
el foro de escritores (donde siempre dedicábamos un buen rato a la lectura y
conocer cosas de otros países) y luego lo que hicimos en la udp con el congreso “la
universidad desconocida” y la revista laboratorio.
la gran pelea en esos casos ha sido intentar que la poesía experimental no se vea
como algo marginal, sino como algo que podría ocupar perfectamente el centro del
canon; es más, creo que si uno la toma como eje (como hicieron, en cierto modo,
los poetas concretos brasileños con su obra crítica y sus traducciones) se puede
entender la literatura de una manera muy distinta y más fresca.
o por poner otro ejemplo, aunque sea bien cercano: mi tío antonio cussen está
desarrollando una investigación muy profunda para demostrar que la eneida está
construida básicamente como un poema concreto.

Roberto: es bien claro que esas formas poéticas, como las que mencionas, remecen
lo que consideramos habitualmente como poesía y en ese sentido, es interesante
pensar/imaginar/especular respecto del lector que pueden llegar a producir

Yo: bueno, y con eso volvemos a lo que me decías antes, sobre de dónde vienen
estas formas
todo esto ha estado siempre aquí; en el fondo, es bastante absurdo y redundante
el concepto de “poesía sonora”, por ej., porque todo el lenguaje es sonoro. ahora
bien, lo que ocurre es que hay una gran cantidad de poetas que escriben como si
las palabras fueran como unas especies de monedas cuyo valor uno no cuestiona,
y no le dan ningún énfasis.
por eso creo que pueden haber bastantes vínculos entre los que experimentan en
poesía sonora y, por ejemplo, poetas como juan cristóbal romero y rafael rubio,
que se manejan al dedillo con todas las reglas rítmicas y métricas.

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Roberto: bueh, el origen mismo del género respalda lo que dices: hablamos de
“lírica”

Yo: claro
por eso, creo que los que buscan estas divisiones inalmente pecan de ignorancia
histórica

Roberto: ahora, es bien notorio que lo desconcertante de la poesía sonora que


practicas es que justamente el ejercicio del código musical, por así decirlo, no sigue
los caminos esperables, no se trata de música de acompañamiento o melodías que
el espectador/lector pueda seguir con facilidad

Yo: y esto, obviamente, no quiere decir que a uno le vaya a gustar todo igual, o que
todo le parezca lo mismo, pero en el fondo, si uno está buscando poéticas que sean
bien jugadas, que expriman el lenguaje a fondo, las podrá encontrar en muchas
partes.

Roberto: pienso en una relación más bien dinámica y tensa, casi al modo en que
se vinculan las palabras y las imágenes en la literatura visual, es decir, sin una
jerarquía clara y radical

Yo: bueno, ahí lo primero que debo decir es que si bien hace varios años que he
intentado hacer algunas cosas sonoras, lo cierto es que ha sido muy esporádico y
torpe, y sólo desde hace un tiempo me lo estoy tomando más en serio y tratando
de ser más riguroso.
estoy muy lejos, pensando en nuestro medio, de lo que han venido haciendo de
manera muy regular y profunda martín bakero, martín gubbins, andrés anwandter,
kurt folch, gregorio fontén, anamaría briede, etc.
y además lo que ocurre es que he llegado con parte de la carga de mis estudios
musicales (que tienen que ver más con música renacentista y barroca que con
música contemporánea).
entonces lo que más me he esforzado por ir desarrollando los últimos meses ha
sido una mezcla entre mis precarios conocimientos de producción con programas
computacionales y lo que conozco de las tradiciones históricas de la poesía fonética
y sonora
enfocándome principalmente en el uso de samples vocales, loops y efectos en vivo.

Roberto: de afuera suena complejo vincular ámbitos tan distintos y distantes,


¿que has descubierto en el camino? ¿se puede desmentir esta sensación que acabo
de mencionar?

Yo: por una parte, en lo que he hecho de poesía sonora es cierto que no hay una
estructura tan ija como la de una obra musical más tradicional, y muchas veces
hay algunos elementos de improvisación, aunque estoy bastante lejos de apuestas
ininitamente más complejas y caóticas dentro de la poesía sonora o la música
contemporánea.

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es más, mi interés ahora es tratar de trabajar con algunos clichés de la poesía sonora
(cierto tipo de ruidos vocales, por ejemplo) pero con algunos procedimientos más
propios de la música electrónica.
por otra parte, en las obras que hemos realizado desde hace ya varios años con el
músico ricardo luna, si bien por varios momentos sus composiciones han estado
cercanas al lenguaje contemporáneo, últimamente buscamos un acercamiento
más pop.
creo, en realidad, que esa sería una de mis búsquedas, o de los ámbitos que
intento reunir: una combinación de la experimentación (procedimientos raros,
combinatoria, fragmentaciones, etc.) con el pop (es decir, poder seguir marcando
el ritmo con el pie, sentirse envuelto y apelado de manera directa)
si lo consigo, sería como ese disco de miranda!: “el milagro del pop”

Roberto: respecto de los recursos y procedimientos de la música electrónica, me


llamó la atención el hecho de que tu voz (física) se explicite como representación
de tu voz (lírica) y así, puedas deformarla, acelerarla, ralentizarla, agregarle eco,
repetirla decenas de veces y así en más
lo que me parece, deinitivamente, muy pop

Yo: claro, todo eso que puede parecer raro a primera vista, es muy fácil de hacer (a
nivel de principiante) con los efectos de los que se dispone en la música electrónica.
lo interesante en esa pieza (que se llama “la voz del poeta”), es que ahí me interesaba
ocuparla como una parodia de la postura típica de los poetas en las lecturas de
poesía. en vez de ese tono lloroso o sentimental, me gustaba ocupar un tono más
plano al leer el texto y después, al manipular los samples de ese mismo texto,
hacerlo pedazos, como si se metiera en una máquina de la que emerja un robot.
es, en el fondo, como un poema escrito por robocop.

Roberto: me acuerdo de esa frase que aparecía en el booklet del Dyamo, de soda
stereo “y la música, donde está? en los cables?

Yo: gran frase!


bueno, y ése es siempre otro de mis intereses también cuando hago estas lecturas
en vivo: romper con las típicas costumbres mamonas de las lecturas de poesía, con
ese ambiente entre
pasado a vino y bondadoso en que se dan
y en el que uno espera que el poeta nos explique el poema antes de leerlo, y que
cuente que venía de un carrete y miró la luna y no sé qué cosa.
o si no que nos cuente lo terrible que es su vida y que sufre mucho

Roberto: exacto y parafraseando, diríamos ¿dónde está la poesía? en esos


ambientes en los que todos somos amigos (not!) y en in?

Yo: al inal son maneras muy baratas de buscar la complicidad del lector
eso me parece chanta

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Roberto: muy de acuerdo, cuando lo realmente meritorio y jugado (y coherente
con lo conversado) es desaiar a ese lector, moverle el piso, desautomatizarlo

Yo: claro, pero no por dárselas de choro ni mucho menos, sino para proponer otro
tipo de relación.
de hecho creo que al inal casi todas las cuestiones que he hecho (ya sea en poesía
más típica o en estas cosas) siempre hay una misma dirección:
una especie de desorden que busca remover y desarmar al lector, y que pareciera
prometer que se viene la gran cosa
pero al inal mis inales son siempre vacíos, no hay nada.
es como tratar de embolinar la perdiz pero luego mandarse a cambiar, sin dejar
ningún mensaje, ninguna enseñanza, ojalá ni siquiera una emoción muy marcada.
hay algunas personas que me han dicho que eso no les gusta, como que prometo
mucho y quedan con gusto a poco
pero a mí me gusta, al inal es como obligarlos a quedarse en una especie de
descampado.
y lo hago porque a in de cuentas ése es el tipo de situación en la que me he
encontrado muchas veces leyendo algunos libros que me gustan, o cierta música.

Roberto: un descampado que se corresponde con frases/versos como “se cayó el


sistema”

Yo: me encantaría que alguien después de leerme o escucharme se quede


preguntando: ¿y para qué todo esto? para nada...
claro, incluso en esa pieza (que es una obra que hicimos con ricardo) se juega
mucho con el caos, los ruidos, la fragmentación de las palabras, en una progresión
lenta hacia un clímax muy caótico, pero al inal queda la pantalla en blanco y yo
sigo leyendo un texto pegado, que dice puras obviedades.
pero ese vaciamiento puede ser sugerente, al menos eso es lo que pretendíamos.

Roberto: y termina siendo así, al menos eso creo desde la posición del lector/
oyente

Yo: ojalá!

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RESPUESTAS A ERNESTO GONZÁLEZ BARNERT

¿Cómo llegaste a la poesía?

Hablar así supondría una especie de “estado” o una forma de vida particular, que,
si existe, no me interesa mucho. Tampoco le hallo gracia las mitologías privadas
de la formación de un escritor, que intentan dar la impresión de que se hubiera
nacido destinado para ello. En mi caso, cuando chico jamás se me hubiera ocurrido
que estudiaría literatura, pero eso fue lo que hice cuando salí del colegio, porque
quería combinar mis estudios de música con alguna carrera relacionada pero que
no me exigiera tanto tiempo. Recién ahí comenzó una dedicación más aplicada y
mantenida, pero nunca exclusiva. No considero que la poesía sea esencialmente
distinta o superior a la narrativa, el ensayo, o a las demás artes.

¿Qué ha signiicado para ti la Poesía?

Como te señalaba, la poesía es sólo uno de mis gustos, como también la música, o
los programas de farándula. De todos modos, la literatura ocupa parte importante
de mi tiempo laboral, pues hago clases, y también me gusta escribir críticas o hacer
entrevistas. Pero soy bastante disperso, y no podría pasarme el día entero leyendo
o hablando de poesía, lo encuentro una lata.

¿Para quién escribes?

Para mí.

¿Cuándo escribes necesitas algo a tu alrededor, alguna cosa, haces algo en particular,
etc?

No escribo cotidianamente, la verdad, aunque suelo tener febriles arranques de


creatividad cuando tengo otras cosas importantes que hacer, y escribir resulta
una perfecta excusa para sacar la vuelta. Sólo en algunas épocas que tengo menos
trabajo me he propuesto dedicar un pequeño tiempo ijo a escribir o corregir algún
proyecto más extenso, como autoimposición, y eso me funciona.

¿Cómo es tu proceso escritural? ¿Cómo trabajas hasta concretar un poema?

Algunos poemas o textos narrativos los trabajo de manera convencional. Otras cosas
las trabajo como collage, recolectando citas, frases hechas, haciendo búsquedas en
google, y luego juntando eso a ver qué pasa. A veces he trabajado con imágenes,

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o con programas de edición de sonido y video. Desde el año pasado también he
hecho algunas obras en conjunto con el compositor Ricardo Luna. Últimamente la
mayoría de las cosas que he hecho han dependido de circunstancias particulares
(un concierto, una lectura) y he tenido que hacerlas con un plazo y condiciones
especíicas, lo que me resulta motivante porque se acerca a las condiciones de
producción de otras artes. Lo que quisiera rescatar de todo esto, es que para mí se
trata siempre de procesos en los que prima la conciencia de que la poesía, aunque
tenga una carga emotiva, es una actividad en la que se manejan materiales y
técnicas para obtener un producto básicamente artiicial.

¿Qué poetas, escritores, artistas o experiencias han marcado tu cocina literaria y


también la propia vida?

No sé cuáles especíicamente, pero como ya te decía, lo que he buscado en los


últimos años es trabajar con procedimientos basados en restricciones especíicas
o en técnicas de otras artes, así como la experimentación hacia lo visual, lo
sonoro, etc. Para este efecto, obviamente ha sido relevante conocer las tradiciones
respectivas, y así evitar el riesgo de creer que uno acaba de descubrir la pólvora.
También he estado leyendo sobre mística, y me interesa mucho su relación con la
literatura, precisamente porque involucra una serie de problemas expresivos muy
radicales. Estos ejercicios en el campo creativo han ido muy ligados a lo que he
intentado investigar de manera crítica.

¿Cómo ves la poesía actual chilena? ¿Y de tu generación en ella?

El concepto de generación me parece muy pobre y estático, pues se basa en


privilegiar la homogeneidad y no las vertientes más inventivas. Lamento que
muchos (no sólo en el ámbito académico, sino particularmente en grupos de
poetas) lo ocupen, porque suele ser una perfecta excusa para encasillar a otros
autores y así no tener que leerlos.

Aunque antes me jactaba de no tener amigos poetas, con el tiempo también


me hecho amigo de algunos de mi edad, y he podido tener diálogos bastante
fructíferos, del mismo modo que los he tenido también con escritores o artistas
mayores o menores, de aquí o del extranjero, y con los que a veces tengo opiniones
completamente distintas. No me considero, entonces parte de una generación,
ni mucho menos. Aunque algo que sí me molesta es cuando se caliica de “poetas
académicos” o “conservadores” a algunos de los que escriben a partir de los ’90 y
que han demostrado ser bastante más arriesgados que muchos de sus acusadores,
quienes lucen orgullosos sus grados académicos, premios y bibliografías en las
solapas de los libros y que se nota que escriben con el libro de estudios culturales
en la mano.

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Respecto a esto último, observo que en la poesía chilena actual hay un excesivo
énfasis en el contenido de los mensajes y se deja de lado la investigación formal,
como si ésta llegara por añadidura. Pareciera entenderse que un buen poema sólo
consiste en hacer una declaración supuestamente chocante o rupturista, del tipo
“fíjense que soy choro, siento todo el dolor de la patria en mi ser”, “me llevo mal
con mis papás porque soy súper rebelde”, “soy bacán, porque soy marginal”, “me
cargan las universidades privadas”, “los cuicos son malas personas”, “soy gay y soy
cool”...

A un nivel exterior, creo que está todo muy inlado y me impresionan los decibeles
del vociferío en las discusiones, donde pareciera que para ganar hay que tirar la
pachotada, y se opina olímpicamente de otras propuestas sin siquiera conocerlas.
Se cree que la poesía chilena es lo único que importa, pero si tenemos en cuenta
que incluso aquí esto no le preocupa a casi nadie, es aún más penoso. Además,
tengo la impresión de que se carece casi por completo del sentido del humor
y que se asocia el ser poeta a una especie de seriedad y gravedad (de la que los
supuestamente “alternativos” también hacen mucha gala), como si los poetas
tuvieran una responsabilidad especial que a mi juicio no existe y nadie se las ha
pedido.

¿Qué signiica para ti el FDE?

Lo que me gusta del Foro es que ha resultado ser un buen espacio de diálogo con
escritores que ya antes había leído, y con otros que luego he conocido allí, de
distintas generaciones y con gustos bastante diversos. Me parece excelente que
la discusión se centre en los aspectos técnicos de la escritura, que se valoren las
posibilidades de experimentación y que haya una genuina curiosidad por lo que
ha ocurrido antes en estos campos o lo que se está haciendo en otros países. Echo
de menos, en ocasiones, una mayor autocrítica en lo que hacemos. Y en ningún
caso creo que el participar de este u otro tipo de reuniones garantiza nada sobre la
calidad de nuestros respectivos proyectos.

¿De tu obra si tuvieses que elegir un poema o fragmento... cuál?

No sé.

¿Qué libros nunca has podido terminar de leer?

Llevo más de un año intentando terminar El libro del desasosiego de Pessoa, pero
estoy seguro que lo conseguiré.

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¿Si no fueras poeta... qué serías?

Me carga el hecho de considerarse poeta, porque lo encuentro una siutiquería. No


considero, entonces, que “soy poeta”. Sí me siento muy contento haciendo clases
de literatura.

¿Qué poeta chileno no volverás a leer jamás?

Todavía me faltan varios para leer por primera vez.

¿Cuál es para ti el gran libro olvidado de la poesía chilena?

Me gusta mucho Llama viva de Venancio Lisboa.

¿Cuál fue el último libro de poesía chilena que leíste?

De los últimos que he leído, me han gustado especialmente Luis XIV de Paulo de
Jolly y Archivo Zonaglo de Gonzalo Millán.

¿Qué libro estás leyendo ahora?

Para mi tesis, acabo de leer Bronwyn de Juan Eduardo Cirlot. Para otra investigación,
he estado leyendo los artículos de Augusto de Campos sobre música. Para una
clase de mañana, estoy leyendo algunos sermones del Maestro Eckhart.

¿Qué piensas de los Premios literarios?

Que hay varios decentes, pero que su valor, evidentemente, es relativo: es la opinión
de algunos lectores. Si esos lectores merecen el respeto de uno, tanto mejor.

¿Quién te gustaría que recibiera el Premio Nacional de Literatura?

Claudio Bertoni.

¿Qué te parece este Chile ad portas del Bicentenario? ¿Su política cultural para con la
Poesía?

La verdad es que las conmemoraciones de fechas siempre me resultan muy


gratuitas. Sobre política cultural, si bien hay iniciativas que a pesar de las piias me
parecen valiosas, como el Fondart, hay otras que verdaderamente me deprimen.

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Hace unos días, por ejemplo, pasé por la Feria del Libro en la Plaza de Armas y se
me quitaron las ganas de leer.

¿Qué palabras le dirías a alguien que está comenzando en esto de la poesía, alguien que
ha decidido ser poeta?

Que vea televisión. Creo que el gran problema de los poetas es que generalmente
no ven televisión. Por eso se creen poetas.

¿Cuáles son los 10 libros que recomiendas leer?

Cualquiera.

¿Qué te escandaliza?

Más que escandalizarme, me parece de mal gusto que los poetas se quejen tanto:
primero, hay mucha gente que ni siquiera tiene la posibilidad de andar de ociosos y
dándoselas de lindos como ellos, y segundo, dentro de todas las artes, ésta es la más
barata y simple de practicar (no hay que invertir en instrumentos ni materiales,
ni depender del tiempo de otras personas o de plazos ijos). En general, no me
interesan las “sufridas” vidas de los poetas, ni menos sus ininitas paranoias.

Y por último ¿a qué le tienes miedo?

A la presentación que haga de mí Ernesto González Barnert en esta entrevista:


temo que diga “podría ser un buen poeta pero”...

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DECLARACIÓN PÚBLICA

Con motivo de la aparición de la antología Diecinueve (poetas chilenos de los 90)


compilada por Francisca Lange, en la cual tengo el honor de haber sido incluido,
han surgido numerosos comentarios respecto a la condición socioeconómica de
dichos poetas: “poesía burguesa para lectores burgueses”, es lo menos que se ha
escuchado.

Ése es el motivo por el que he decidido emitir la siguiente declaración pública:

- nací y crecí en el seno de una familia acomodada.

- estudié en un colegio privado, de orientación católica y militar.

- estudié en una universidad semiprivada de orientación católica.

- estudié posteriormente en el extranjero, en una universidad glamourosa.

- actualmente poseo un trabajo remunerado y estable, que me permite disponer


de tiempo libre para ejercer una serie de actividades favorables a mi desarrollo
espiritual, como el aeromodelismo, la ilatelia, el estarcido, la pintura de íconos
bizantinos, y, en los fugaces momentos de inspiración, la escritura de poemas.

32
EXCESO DE FE

Un joven poeta lárico me pide que le reiera mi participación en el encuentro de


poesía joven “Poquita Fe” realizado el año 2004. Comienzo por precisarle que,
cuando recibí por mail la invitación general a postular, me interesé debido a que la
convocatoria especiicaba un límite de 30 años, y yo estaba a punto de traspasar esa
barrera; sería, pues, mi última aparición pública como poeta joven. Advierto que,
en rigor, no había alcanzado a ser poeta joven, pues apenas publiqué mi primer
poemario seguí el consejo de Jorge González (“Por qué no se van”) y fui a estudiar
al extranjero, quedando excluido del ya efervescente panorama poético criollo. A
la vuelta, descubrí pasmado que a pesar de mis tiernas veintinueve primaveras, ya
existía una generación que reivindicaba para sí el apelativo de novísima, coninando
a sus recientes predecesores al mausoleo. De todos modos, apoyándome en la letra
chica de la convocatoria y premunido de una ingenuidad a toda prueba, creí que
podría tener cabida en esa jovial pandilla, y envié mi postulación. Tardes enteras
aguardé bajo la lluvia una respuesta que jamás llegó. Cuando se acercaba el inicio
del evento, y ya había perdido toda esperanza, unas gentiles alumnas portalianas
que formaban parte de la organización, solicitaron de manera extraordinaria
mi concurso en una de las mesas de lectura que se realizaría en nuestra escuela.
Sonrojado y honrado, no pude negarme.

El día del suceso de marras fue soleado y caluroso. Nada hacía presagiar lo que
ocurriría. Sentado en los pasillos del noble ediicio de Vergara 220, escuché
con atención y vivo espíritu latinoamericanista los poemas de los primeros
participantes. Me sorprendió la camaradería demostrada entre ellos, y el hecho
de que entre uno y otro poema salpicado de referencias a sus partes pudendas,
rememoraran los momentos de intimidad compartida: estos ínclitos varones
hacían ostentosa gala de su afección por el amor semejante, su predilección por la
tutela de la Venus Urania. Cuando llegó el turno de subir a recitar mis creaciones,
consideré justo sacar la voz por las minorías excluidas y me presenté de este modo:
“Buenas tardes. Mi nombre es Felipe Cussen y soy heterosexual”. Pensé que dicha
puntualización acarrearía al menos una paternal sonrisa de comprensión, mas de
inmediato se escuchó caer una pesada cortina de seriedad y silencio. Compungido,
saqué fuerzas de laqueza y decidí llevar adelante mi lectura a como diera lugar. En
momentos de desazón, discurrí en cosa de segundos, sólo nos cabe aferrarnos a
la poesía. Tragué saliva y, más convencido que nunca, leí mi modesta arte poética:

33
¿Qué es la poesía para mí?

Para mí la poesía es vida.


Para mí la poesía es lo máximo en mi vida.
Para mí la poesía es la propia percepción de la vida.
Para mí la poesía es vida, es alegría, es tristeza y todos esos sentimientos que
habitan en el ser humano.
Para mí la poesía es una forma de ordenar la vida ante los tropiezos.
Para mí la poesía es únicamente una manera de entender la vida, y no tiene nada
que ver con la profesionalidad, sino que se parece más a la satisfacción.

Para mí la poesía es un acto tan racional como la física y las matemáticas.


Para mí la poesía es una cuestión lúdica.
Para mí la poesía es como el ballet.
Para mí la poesía es como un organismo, es un organismo que no sabe exactamente
cuál es su in.
Para mí la poesía es el motor que mueve mi razón, y como tú, sé que poesía y razón
son incompatibles.

Para mí la poesía es como escribir un diario íntimo.


Para mí la poesía es una vía de escape.
Para mí la poesía es el modo que tengo de expresar mis sentimientos, de echar
fuera todo lo que llevo dentro, a veces incluso me sirve de terapia; me anima
escribir, de un modo u otro hace que me sienta mejor conmigo mismo.
Para mí la poesía es un ajuste de cuentas con el mundo, la manera de canalizar
obsesiones que a la larga podrían ser mis propios traumas.
Para mí la poesía es escrita para ser leída, preferiblemente en voz alta.
Para mí la poesía es esa mágica manifestación de lo supra, infra y humano, que
alcanza su máxima valía al encontrar eco en el gusto de alguna otra persona.

Y por último, para mí la poesía es un conjunto de todo lo anterior pero en mi


más humilde opinión pienso con mis palabras esto: la poesía es algo que te viene
en mente, no importa la estación del año, ni el lugar donde estés, ni con quién...
simplemente, viene. Viene y es una sensación de bienestar, de tomar un lápiz y
papel y escribir y dejar que la tinta de ese lápiz exprese lo que tienes en mente o
dentro de tu corazón en un escrito o en dulces palabras. Aunque a veces puede ser
cruel otras en cambio es dulce. Y como todo en esta vida hay que pulirlo...

Esto es lo que pienso yo.

34
LOS NÚMEROS

3 cosas que dice la gente cuando se entera que uno escribe poesía

1. ¡Qué bonito!
2. A mí me encanta la poesía, pero nunca leo poesía.
3. Yo también escribo poesía, o sea, no sé si es poesía, pero me encanta escribir.
¿Te puedo pasar mis poemas para que me los comentes?

1 cliché de los poetas antes de leer un poema

1. Se reieren a su poema como “este texto”.

1 cliché de los presentadores de libros de poesía

1. Terminan su intervención diciendo “eso”.

3 creencias de las editores independientes

1. Creen que no es necesario acusar recibo a los autores que envían sus manuscritos.
2. Creen que una impresión de mala calidad los hace independientes.
3. Creen que demorarse mucho en publicar los libros comprometidos los hace más
independientes.

5 malentendidos entre la poesía y la academia

1. Los poetas que dicen que no son académicos escriben textos críticos con palabras
más complicadas que los académicos.
2. Los poetas que dicen que no son académicos se mueren de ganas de ser criticados
por los académicos.
3. Los poetas que dicen que no son académicos se preocupan especialmente de
escribir sobre temas que están de moda en la academia para ser criticados por los
académicos.
4. Los académicos estudian la poesía de los poetas que dicen que no son académicos
sólo porque escriben de temas que les sirven para sus investigaciones académicas,
no por motivos críticos ni poéticos.
5. Los académicos creen que van a ser menos académicos si se hacen amigos de los
poetas no académicos.

35
1 queja repetida de los poetas chilenos

1. “Es que en Chile no hay crítica”.

1 diferencia entre los poetas y los narradores

1. Los poetas quisieran ser narradores, pero no viceversa.

3 características de los poetas no tan jóvenes

1. No leen a los poetas jóvenes.


2. Repiten los conceptos de “oicio”, “taller” y “corrección”.
3. Una profunda gravedad.

3 características los poetas jóvenes

1. No leen a los poetas no tan jóvenes.


2. Dicen que sus opiniones son subjetivas, pero tienen pretensiones totalizantes.
3. Creen que su poesía será alucinante si es que dicen “alucinante”.

1 característica en común de los poetas chilenos jóvenes y no tan jóvenes

1. La ausencia absoluta de glamour.

36
CUANDO GRANDE QUIERO SER UN POETA JOVEN

Cuando grande quiero ser un poeta joven.

Quiero tener estilo, y ponerme ropa entretenida.

Quiero organizar hartas lecturas y enviar cadenas de mails con lyers llamativos.

Quiero editar mis revistas, editar mis libros, editar los libros de mis amigos y los
libros de los amigos de mis amigos, que deben ser todos super buenos.

Quiero estudiar un doctorado, para decir que no soy un poeta académico.

Quiero ser marginal, para que me inviten a congresos de poetas marginales donde
pueda conocer a otros poetas marginales, y viajar en avión.

Quiero hablar de lo difícil que es ser joven, y más encima un poeta joven, y más
aún un poeta joven en Chile.

Ustedes no son capaces de imaginárselo.

37
CARTA A UN JOVEN POETA

“Ihr sagtet manchmal: Er versprincht...”


Rainer Maria Rilke

Al joven poeta que todos llevamos dentro.

- No titules tus poemas citando a otros autores.

- No ocupes epígrafes.

- No ocupes idiomas que tus lectores no van a entender.

- No te reieras a escritores alemanes.

- No dediques tus poemas a nadie.

- No comiences un poema con la palabra “No”.

- No hagas de tus poemas un simple listado de frases.

- No ocupes guiones.

- No abuses de la repetición.

- No des consejos

- No pidas consejos.

- No hagas caso.

- No hagas nada.

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CARTA ABIERTA A LOS PERIODISTAS CULTURALES
DE CHILE

Con todo el respeto que me merecen, les ruego, les imploro de rodillas, por el amor
de Dios, por Diosito Santo:

No escriban nunca más un reportaje sobre la Feria del Libro en Chile.


No escriban reportajes sobre las delegaciones chilenas en las Ferias del Libro de
otros países.
No escriban reportajes sobre las ofertas en las Ferias del Libro Usado.
No escriban reportajes sobre el impuesto al libro en Chile.
No pregunten por qué nadie lee en Chile.
No publiquen todos los años el mismo reportaje sobre la entrega del Premio
Nacional de Literatura.
No vuelvan a repetir que hay una ley no escrita que dice que un año el Premio
Nacional es para narrativa y el otro para poesía.
No vuelvan a repetir la misma lista con los escritores ilustres que nunca recibieron
el Premio Nacional.
No vuelvan a hacer la misma encuesta sobre los candidatos al Premio Nacional.
No vuelvan a referirse a las peleas entre Neruda, De Rokha y Huidobro.
No vuelvan a descaliicar a Huidobro y Juan Emar sólo porque eran hijitos de papá,
aunque hayan sido hijitos de papá.
No vuelvan a contar que Stella Díaz Varín le pegó un combo a Enrique Lafourcade.
No vuelvan a contar que Raúl Zurita se masturbó en público.
No escriban una nota cada vez que a Alberto Fuguet se le ocurre una idea para un
libro, o está preparando un libro, o publicó un libro, o quiere comentar el libro que
acaba de publicar porque se le ocurrió una idea para una película.
No olviden que todos los escritores chilenos son emo.
Cuando entrevisten a cualquier escritor chileno, tengan en cuenta que todos son
emo, y no es necesario mostrarlos más emo de lo que son.
Cuando entrevisten a una poeta mujer, no le pregunten qué signiica ser una poeta
mujer.
Cuando entrevisten a un poeta gay, no le pregunten qué signiica ser un poeta gay.
Cuando entrevisten a un poeta mapuche, no le pregunten qué signiica ser un
poeta mapuche.
Cuando entrevisten a un poeta chileno, no le pregunten qué signiica ser un poeta
chileno.
Cuando entrevisten a un poeta extranjero, si es que alguna vez entrevistan a un
poeta extranjero, no le pregunten si es que conoce a algún poeta chileno, porque
sólo conocen a Pablo Neruda.
Cuando por única vez en la vida tengan la oportunidad de entrevistar a un escritor
realmente bueno, no le pregunten si está a favor de las demandas estudiantiles o
de la legalización de la marihuana.
Si su entrevistado quiere hacer un juego de palabras con ética y estética, táchenlo.

39
Si a ustedes se les llega a ocurrir la brillante idea de hacer un juego de palabras con
ética y estética, también táchenlo.
Si es que alguna vez, producto de una rarísima conjunción astral, les toca escribir
sobre la historia de la poesía experimental en Chile, recuerden bien: Ronald Kay
no es lo único que hay.
Cuando escriban notas sobre un poeta que se murió, no le pregunten solamente a
Jaime Quezada y Floridor Pérez.
Mejor que no escriban notas sobre los poetas cuando se mueren, sino cuando
están vivos, pero si les cuesta tanto distinguir cuando un poeta está vivo o está
muerto, mejor que no escriban notas sobre poetas.
No escriban notas sobre el papá perdido de Bolaño, la mamá de Bolaño o la amante
de Bolaño.
No escriban notas sobre algún nuevo actor o cantante gringo que dice que le gusta
Bolaño.
No crean que las Obras completas de Parra se publicaron sólo porque se le ocurrió
a Bolaño.
No crean que Ignacio Echevarría es el único crítico español que vale la pena.
No le crean a los críticos cuando dicen que son críticos.
No le crean a los editores independientes cuando dicen que son independientes.
No le crean a los poetas experimentales cuando dicen que son experimentales.
No le crean a los poetas marginales cuando dicen que son marginales.
No le crean a los poetas jóvenes cuando dicen que son jóvenes.
No le crean a los agregados culturales cuando dicen que son culturales.
No le crean a los gestores culturales cuando dicen que son culturales.
No le crean a los periodistas culturales cuando dicen que son culturales.
Muchas gracias.

40
DIÁLOGO CON GUIDO ARROYO

Estimado Felipe Cussen, poeta chileno y heterosexual:

El nuevo editor de Cultura del “he Vergara Street Journal”, cuyo cargo ha tomado con
la seriedad de Bielsa -o sea promete y es mandón-, me encargó realizar un diálogo digital
contigo sobre poesía y Tele, o más bien sobre poetas fomes y la solución que tú propones
en cierta entrevista: deben ver más tele.
De más decir que acepté encantado.

Y bueno. La tele es importante, pero no tanto como el fútbol. Mirar cinco partidos a la
semana, preocuparse de las trasmigraciones de futbolistas de segunda línea hacia Arabia
Saudita o Israel (hay un tema sociológico en eso), es ininitamente más importante que
preocuparse por las nuevas tetas de la Marlén (ya está vieja para dársela de Pamela
Anderson) cuyos puntos se disparan. Si bien el atontamiento es el mismo, el fútbol les
permitiría a los poetas darse cuenta que nunca serán pasión de multitudes, es cosa de
ir a una lectura poética y el domingo al monumental para sacar las conclusiones y saber
qué es más entretenido. En cambio, si miran los cinco días de la semana programas tipo
SQP u otros, se podrían obsesionar con ser estrellas, anhelar ser famosos y allí todo se
va al carajo: se empobrece aún más el estado actual de esta tierra de poetas. Comienzan
a inventar shimishullas baratas, hacen eventos precariamente glamorosos, o se las dan
de humoristas sin hacer reír a nadie.

Que lean LUN es otra cosa, aunque mejor sería La Cuarta, el problema allí es que luego
copian el lenguaje y hacen sus poemas, se creen realistas atolondrados. Aunque quizá
eso sea mejor que dedicarse a hacer cuecas; últimamente varios burguesoides se las dan
de campestres, nada más miserable que un hueón creyéndose payador.

Bueno, amante del SQP y también del fútbol, qué me dices.

Joven Arroyo:

Gustoso recojo el guante para este diálogo. Y me encuentras de buen ánimo pues
acabo de disfrutar el excelente partido en que nuestro país ha derrotado a Austria,
conirmando mis expectativas sobre la seriedad del trabajo de Bielsa.

Pasando a lo que me comentas, creo que hay que distinguir dos planos: por un
lado, el que planteas, que alude a la utilidad que signiica para los poetas el tener
presente el poco interés que producen respecto a espectáculos más interesantes
como el fútbol. Desde esa perspectiva creo, sin embargo, que incluso el ver
programas de farándula también podría ser beneicioso para nuestros bardos, pues
les serviría para darse cuenta precisamente de lo aburridas que son sus querellas.
No vamos a comparar las torpes e infantiles diatribas de cualquiera de esos idiotas
que escriben en los blogs con la agudeza y sagacidad que demuestra, por ejemplo,
cualquiera de las respuestas de una Pamelita Díaz. No le llegan ni a los talones.

41
Pero creo, por otro lado, que este asunto amerita una respuesta más amplia,
y eso es lo que me interesa clariicar en el inicio de esta conversación. A mí no
me interesan los programas de farándula (entre otros productos televisivos)
para poder proyectar allí mis inquietudes culturales, tanto porque me parece
extremadamente elitista y paternalista, y, además, porque nadie me ha pedido
que me las dé de analista sociológico. Tampoco me interesan como una manera
de descansar de mis “profundísimas” relexiones artísticas. No, a mí me interesan
por la misma razón que a cualquier otra persona que los ve, simplemente porque
son entretenidos. Y desde esa posición me permito, al igual que cualquier otro,
juzgar si un opinólogo está informado o no, si una vedette argentina resulta ser
graciosa o no, si la mención publicitaria es aburrida o no, etc. Y para poder opinar
con mayor juicio, como en cualquier otro ámbito, hay que prepararse y mantener
la aición consistentemente. Por eso, me carga cuando un “intelectual” critica esos
programas sin verlos, o cuando otro trata de hacerse el interesante contando que
vio de pasada algún pedazo como placer culpable, pero en el fondo manteniendo
una actitud despectiva. Si es así, mejor que se queden callados.

Es recurrente ese comentario despectivo de los “intelectuales” sobre esos programas.


Realmente sería mejor que se quedaran callados. Cuando digo esto recuerdo a Aira -que
se cagó de la risa de los intelectuales chilenos con las dos “performances” satíricas que
hizo, una en nuestra querida UDP- diciendo que desconfía de aquel escritor que niega
conocer a la Pampita.

Quizá se deba a un tardío tic romántico o una paradigma del ideario ilustrado, pero la
negación a la cultura POP es un derrotero por el que muchos caen.

Siempre he creído que existe un troquel de identiicación en todo esto. Me explico: Que
la fruición por ver esos programas, o por mamarse incontables partidos de fútbol, o
presenciar -sobretodo en los viajes de bus- miserables películas joliwudenses donde la
niña fea se transforma en la reina del baile, se supedita a que inconscientemente uno
simula vivir esas vidas, ser parte de ellas o hacer lo que ellas hacen. Eso tendría cierta
similitud con lo que eran las antiguas novelas de folletín, esas por entrega que leía “el
pueblo” y que fueron los primeros best-sellers del precario y tan poco POP mundo de la
literatura. La señora Juana se identiicaba con la pobrecita niña a la que el mundo le era
desdichado, lloraba con y por ella.

Bueno, dejaré de escribir antes de elucubrar una latera -y seguramente más débil que los
hilos de las tetas de la Marlene- teoría sobre esos programas y la literatura.

Así que te lanzo una pregunta ¿De qué logras sacar más inferencias para tus creaciones
artísticamente deshuesadas, de la charla de un mexicano que habla de cómo escribir
cuentos, o de la impresionante conferencia de prensa de Mauricio Pinilla?

42
Efectivamente a mí también me parece interesante (no obligatorio, por supuesto)
que un escritor o artista se muestre atento a ámbitos fuera de los estrechos
márgenes de su disciplina. Ahora bien, dentro de lo que me comentas, creo que
también habría que diferenciar. Por un lado estaría el interés directo y legítimo
en, por ejemplo, que los pechos de Marlen se mantengan en su sitio (asunto que
a estas alturas resulta de seguridad nacional), y creo que eso es lo primero para
divertirse respecto a una noticia magazinesca de ese tipo. Y en un segundo plano
estaría la posibilidad de tomar algún elemento de eso para otros ines, ya sea para
reforzar un ideal romántico sobre la escritura (que no me interesa para nada) o
para un uso funcional dentro de una creación artística.

La actitud tampoco debería ser distinta ante una charla de un escritor serio:
primero hay que escuchar e intentar aceptar lo que se nos plantea, y sólo después
confrontarlo con nuestras propias ideas. Me temo que esto escasea precisamente
en nuestros intelectuales y nuestros escritores, que asisten más con la actitud de
“a ver qué me va a decir éste si yo ya me las sé todas”. O también se cae en recoger
sólo lo que nos pudiera servir directamente para nuestro trabajo, lo que al inal me
parece muy pobre: es casi andar como un vampiro esperando que otros (mucho
más talentosos que uno, por cierto) ofrezcan materiales para poder mejorar lo que
no somos capaces de hacer bien.

Volviendo a la farándula, como ya te comentaba, creo que es importante informarse


y conocer el ámbito antes de opinar o de tratar de incorporar esos elementos ya
sea para un análisis crítico o una obra artística. A veces tengo la impresión que
muchos de los enfoques académicos que supuestamente incorporan elementos de
la cultura pop resultan tremendamente poco empáticos con el tipo de variables
que están considerando; dicho de otro modo, si alguien quiere opinar, por
ejemplo, sobre la inluencia de las teleseries en una novela, debe saber de lo que
está hablando, conocer las teleseries, y no limitarse a aplicar así como así alguna
categoría que una profesora alemana habrá discurrido hace treinta años. Debe
existir el mismo rigor que en cualquier otro tipo de enfoques.

Finalmente, para responder la pregunta sobre la inluencia que algunos elementos


de la cultura popular hayan podido tener en mi trabajo, efectivamente ésta ha sido
un interés constante, con el in principal de poder abrir el ámbito de mis referentes
y no dedicarme sólo a comentar a Enrique Lihn. En mi primer libro escogí a James
Bond no porque quisiera hacer una alegoría sobre el estado del mundo ni mucho
menos, fue simplemente porque es un personaje que admiro, he visto varias veces
sus películas, y quería ver qué pasaba traspasando eso a un poema. Lo otro que he
hecho, más sostenidamente, es recoger citas de entrevistas a personajes famosos
y manipularlas fuera de su contexto, para ver qué desajustes se producen, qué
sobreentendidos, malentendidos y zonas vacías se abren. Naturalmente, esto
también se puede encontrar en otros ámbitos, pues las siúticas y autorreferentes
respuestas que dan los poetas en las entrevistas me parecen tan conmovedoras
como las respuestas de Pinilla.

43
No estoy tan de acuerdo con la rigurosidad del seguimiento que se debe realizar a la
cultura pop para poder utilizarla con ines (¿dudosos?) artísticos. Esto lo digo premunido
con el más precario argumento, el vivencial. Una vez a la semana al menos, me desayuno
-no más de veinte minutos- surfeando entre SQP (cuyo variopinto panel es muy similar
a ciertos grupúsculos de poetas jóvenes), Intrusos -copia de un programa argentino-,
otro asqueroso llamado Pollo en Conserva, y otro -que ahora también es de farándula-
que animan los fascistoides Lucho Jara y Eli de Caso y que es un “matinal”. Atrás quedó
el trencito que visitaba las regiones del buenos días a nadie o las notas sobre comida
alternativa. Ahora todo es la Salazar, la Coté López (que ha hecho decrecer el rendimiento
del mago Jiménez) y el preocupante tema de los implantes de la Marlen o el meloso y
odioso tono de Luly. De ella es a la que me referiré. Recuerdo como si fuera ayer cuando
apareció por primera vez en SQP. La impresión que dejaba era la de una descerebrada
repleta de silicona, cuya tesitura y gestos emulaban la de una adolescente que muchos
consideran -amos, pa que ponerme hipócrita- sexy, de pajeo como diría el gran Millán.
Bailaba, peleaba con Rominot -creo-, luego con la Dark Queen ex Red ighter Pamela
Jiles, etc. Pasaron los días de otoño y a medida que las hojas de los arrayanes inundaban
los parques oscuros de la capital, las webs se llenaban de fotos de Luly (hay más de ella
que de la Mistral), que también sacaba portadas en LUN. Pero luego apareció los rasgos
notorios de que ella pertenecía a otro mundo. Se pelió con su manager que era un hijo de
vecino cualquiera, además de padre de su hijo, inventó un secuestro y sufrió diatribas con
otras chiquitas igual que ella, pechugonas con sueños de aparecer en TV. Hace muy poco,
vi de pasada uno de estos programas que referían del ”OCASO” de “Luly love”. Lo que
trato de hacer ver con tanta perorata biográica es que existen cierta preconstrucciones
argumentales que le suceden a estos personajes, que si bien son personas de carne hueso
y plástico, se vuelven personajes cuando entran a los poderosos medios. Ejemplo de ello
es la ex-diva Marlen que recauchada y con los hilos bien puestos brindó un miserable
(no digo patético, porque me enseño que esa palabra la usaban los intelectuales para ser
pobremente sarcásticos) espectáculo y terminó joteando al horrible entrenador Perro
Verde (Juvenal Olmos). Es por ello que el vouyer hacia la farándula es medio precario,
a medias como casi todo en chilito, sabemos de antemano qué va a ocurrir al inal de la
historia, que cual novela rosa fragua un estrepitoso inal que sólo podría hacer llorar a
una viejita.

Bueno. El editor me ha dicho que comienze a cerrar o apagar éste diálogo.

Así que aparte de pedirte tu comentario de lo anterior, sobre todo de nuestra pobre
Marlen... Cómo se puede hacer que los poetas aprendan a ver tele, aunque quizá el
problema sea otro, me reiero a lo que comentamos el otro día en la lectura, la ausencia
total de interés hacia algo que quizá deinitivamente no debería importarle a nadie...

Se nota que tu interés por la farándula no es descuidado, al menos por el detalle


con que has seguido a nuestra querida Luli. Pero, sobre lo que me dices, ¿no es
mucho más farandulero y vacío todo el lío sobre los papeles de la Mistral, sobre
si el no sé cuánto era su hijo, sobre si era lesbiana, y etcétera etcétera, mientras
nos esforzamos denodadamente por no leerla? ¿Y no es vacío, también, dárselas
de intelectual abajista que dice “jo jo jo que simpático esto de la farándula”? Como

44
también es frívolo el que se preocupa de la literatura como una moda, simplemente
para tener un tema de conversación en un cocktail... y conste que no tengo nada
contra los cocktails, que me encantan, ni mucho menos contra la frivolidad; al
contrario, me parece una dimensión fundamental para todos, lo que sí me parece
mal son aquellos que la practican y la niegan. En deinitiva, evitemos arribismos y
abajismos, que a in de cuentas son un mismo snobismo.

Siguiendo con lo que me comentas, si bien dije que sería bueno que los poetas
vean tele, no soy nadie para que se tome en cuenta en mi opinión y al inal me
da lo mismo lo que haga cada uno, todos nos las arreglamos como podemos con
nuestros líos y punto. Lo mismo ocurre con fomentar la cultura, la lectura, etc. Si
me dedico a la literatura es porque me gusta, y en base a esto quisiera, obviamente,
que otra gente comparta esos gustos, ya sea en una conversación, una clase, o bien
de otro modo mediante un poema, por ejemplo. Pero si el otro no engancha, mala
suerte no más, será culpa mía porque soy aburrido, o lo que sea. Siempre parto de
la base que a nadie tiene por qué interesarle lo que opine, o lo que escriba. Y si llega
a ocurrir, bien. Alabado sea Dios.

45
CUESTIONARIO DE VADIM VIDAL

¿Es Chile un país de Poetas?

Me da lo mismo si Chile es o no un país de poetas. Preferiría cien veces que


fuéramos un país de buenos futbolistas.

¿Quién inventó eso?

Probablemente la misma persona que inventó que el himno o la bandera chilenas


eran las mejores del mundo.

¿Es cierto, como dice Warnken, que un poeta de segunda línea chileno es mejor que uno
de primera línea de otro país?

Creo que no tiene sentido hacer esos tipos de rankings. Es como cuando publican
que Chile es el país con mayor consumo de marraquetas, o que en Curicó se
consiguió el record Guinnes a la torta curicana más grande del mundo.

¿Por qué los poetas debieran ver más TV?

Para que se den cuenta que hay gente que sufre más que ellos, como Roxana Muñoz.

¿Qué hay de poético en la farándula chilena?

No me gusta ocupar el concepto de “poético” para cualquier cosa; me carga cuando


alguien, por ejemplo, dice que un paisaje es “poético”. Pero lo que sí me interesa
es que en algunos momentos de los programas de farándula, los reality shows o
los estelares, se producen cortocircuitos de sentido, donde emerge el vacío de una
manera que me parece comparable a la que ocurre en algunos poemas que me
gustan. Obviamente son efectos no buscados, pero esos chispazos me atraen.

¿Cuáles son tus programas favoritos?

Mis dos programas favoritos son “Primer Plano” y “S.Q.P.”, porque no ocultan
el orgullo de ser programas faranduleros. De “Primer Plano” me gusta el rigor y
dramatismo con que investigan, y de “S.Q.P.” admiro el humor, especialmente en
cada una de las intervenciones de Felipe Avello.

46
¿Qué te dicen tus pares por hablar de TV y farándula? ¿Y tus alumnos?

Con algunos colegas y alumnos tengo la suerte de poder conversar de televisión y


de literatura indistintamente, aunque creo que la mayoría de mis pares ven este
interés simplemente como algo chistoso pero irrelevante. Para mí, sin embargo, ver
televisión no es solamente un placer, sino también un desafío intelectual, que me
lleva a relexionar sobre problemas más amplios. Creo que una de las obligaciones
de cualquier académico es intentar abrir sus campos de interés, establecer nuevas
relaciones y ensayar otros puntos de vista, y en mi caso la televisión, o la música
pop, me permiten lexibilizar mis perspectivas. Hay que combatir las amenazas
de la sobreespecialización y la gravedad, para desarrollar investigaciones más
complejas y rigurosas.

Por otra parte, los círculos universitarios y culturales son sumamente


autorreferentes y cerrados, y muchas veces creemos que nuestras preocupaciones
afectan a mucha gente, cuando no es así. Me encanta cuando Felipe Avello parodia
los clichés de los críticos literarios, o cuando Tanza Varela critica a los artistas
porque “se las dan de tener mente diferente” y creen que “no tienen comparación
con el resto de seres que los rodean”. Hay que tomar en serio esas llamadas de
atención.

¿Por qué dices que Parra ha sido secuestrado por el Clinic?

En general no me gusta el “abajismo ondero” que predomina en he Clinic


y me parece que sus estrategias de provocación son más parecidas a las de un
adolescente tratando de enojar a sus papás. Sobre Parra, en particular, pienso que
las opiniones simpaticonas de Patricio Fernández tienden a simpliicar su obra,
y no creo que para combatir “la cultura pedantesca, de elegidos, de sabios” sea
necesario contar que tuvo un carrete muy entretenido en un bar de Madrid con
Patti Smith celebrando la entrega del Cervantes.

¿Qué es la poesía experimental, quién la practica en Chile? ¿Qué has hecho tú en poesía
experimental?

Desde mi perspectiva, la actitud experimental en poesía implica un continuo


cuestionamiento de los soportes y de las reglas, para buscar nuevos funcionamientos
del lenguaje, pero es un proceso después del cual uno tiene que evaluar si vale la
pena o no mostrar los resultados.

En Chile, muchos poetas bastante asegurados se han jactado de ser experimentales,


mientras que otros han producido obras muy provocadoras sin necesidad de
ostentarlo. Por ejemplo, Flor de enamorados, de Óscar Hahn, que es prácticamente
una pura transcripción de un cancionero renacentista, pone en juego la noción de
originalidad varios años antes de las nuevas tendencias de la poesía conceptual.

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En mi caso, siempre me ha interesado probar con distintas formas de escritura,
ya sea a partir de citas ajenas o de distintas formas de manipulación textual, o
en formatos como la poesía visual y el video. Últimamente me he enfocado en el
sonido, y con la ayuda de Ricardo Luna estoy preparando un disco de poesía sonora
trabajando con herramientas de la música electrónica. Ha sido muy motivante
trabajar con el lenguaje desde una dimensión básicamente material, sin siquiera
pensar si es poesía o no lo que estoy haciendo.

¿En qué consiste el disco que estás preparando?

El disco que estoy trabajando ahora, y que espero tener listo a comienzos del
próximo año, está construido exclusivamente a partir de samples de mi propia
voz, especíicamente distintos sonidos de consonantes. Primero grabé distintas
variaciones de esos sonidos, luegos los agrupé por familias, y corté y edité esos
sonidos. Posteriormente, con todos esos samples, armé distintos “instrumentos”
o “baterías”, con los que he empezado a componer los temas. Mi primera
inspiración vino del trabajo de poetas sonoros como Jörg Piringer, Jaap Blonk,
Dirk Huelstrunk y Anne-James Chaton, que también trabajan con samples
vocales, repitiéndolos con loops y a veces sumando efectos. Pero en mi caso me he
ido acercando un poco más (aunque bastante a las patadas) a la música electrónica,
y no sé inalmente cómo será clasiicado cuando lo termine. Ha sido un proceso
bien lento, porque he ido aprendiendo las distintas etapas gradualmente, pero ha
sido fundamental trabajar con Ricardo como profesor, pues analiza los materiales
desde una perspectiva distinta y mucho más compleja, y además es una especie de
maestro zen que pone a raya mis excesos de urgimiento y ansiedad.

En todo caso, esta metodología de trabajo es similar a la que he practicado en


otros soportes: como no se me ocurre de dónde partir ni qué decir, comienzo por
imponerme restricciones. Fue lo mismo que hice en mi novela Título, por ejemplo,
donde primero armé una especie de “plantilla” que iba rellenando en los distintos
capítulos. Me gusta crear esas matrices para producir repeticiones con pequeñas
variaciones, soy muy maniático en mis estructuras. Me gustaría escribir puras
cosas cuadradas.

¿Por qué escribes poemas si le das una valoración tan baja socialmente? ¿Por qué eres
poeta, qué valor tiene la poesía para ti?

Primero, no me deino como poeta. Cuando me preguntan a qué me dedico, contesto


que soy profesor. La mayor parte del tiempo la dedico a mis investigaciones, a mis
clases, a trabajar con tesistas y algunas reuniones. Sí he intentado vincular tareas
académicas a mis propios intereses creativos; es más, algunos de mis artículos o
cursos han surgido precisamente a partir de las ganas que tenía de investigar más
en poesía visual o poesía sonora, por ejemplo. Igual me puedo dejar tiempo para
ensayar en un par de proyectos, o para trabajar en estas cuestiones sonoras, pero

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la verdad es que en los últimos años prácticamente no he escrito “poemas”, sino
que he corregido y ordenado proyectos antiguos. Entre medio he hecho un par de
cosas puntuales para alguna lectura especíica, pero casi nada más. A veces hablo
con poetas que andan complicados porque llevan una semana sin escribir; yo llevo
años así y lo paso bastante bien. Me cuesta mucho, entonces, imaginarme como
poeta, porque no tengo tiempo ni menos ganas para siquiera pensarlo.

Segundo, si tuviera que deinirme, preferiría pensarme como escritor. Me carga el


aura de “poeta”, como si eso signiicara ser una persona hipersensible, y además,
mis intereses no están para nada circunscritos a la poesía, pues también me
interesa mucho la narrativa y otros soportes híbridos. Cuando lancé Título, me
preocupé de enfatizar que para mí era una novela, y mi sueño era que dejaran de
llamarme poeta, pero la mayoría de los lectores pensaron que era poesía, así es
que ahí me quedé. Quizás fue porque en esa época todavía escribía muy emo...
Ahora que he estado trabajando con sonido, lo veo como parte de lo mismo: hace
mucho tiempo que me interesaba desarrollar un tipo de poesía reiterativa, que
fuera muy fría, poco expresiva, y creo que eso se puede lograr mucho mejor desde
este soporte.

¿Qué valor en general le doy a la poesía o a las otras artes? Desde chico me fascina
la música, luego la literatura, el cine y las artes visuales, pero por más que busco,
me resulta imposible encontrarles una utilidad social, y por supuesto que no creo
que sirvan para convertirse en buena persona. Lo que sí puedo decir es que, al
menos para mí, un poema o una canción pueden provocar momentos puntuales
de mucha intensidad, de concentración, de complejidad. Y me gustan tanto esos
momentos, que me dedico a estudiarlos y discutirlos con otras personas para
tratar de desentrañar su funcionamiento y sus reverberancias. Es por lo mismo
que yo también escribo y trato de hacer sonidos: por puro gusto. Me encanta
probar estructuras, ver el tipo de relaciones y efectos que se pueden producir. A
veces tengo la misma sensación que cuando tenía 6 ó 7 años y pasaba horas y
horas jugando con Lego.

Ése es mi punto de partida. No siento, entonces, absolutamente ningún deber


ni responsabilidad como escritor. El hecho de que la poesía sea una actividad
marginal o poco valorada socialmente no lo veo como un problema, sino casi como
una bendición, pues me permite una libertad total: sé que a nadie le va a cambiar
la vida si me lee o me escucha. Obviamente sería muy feliz si a todo el mundo le
gustara lo que hago, si me ganara una beca para escribir, si me hiciera famoso y
más aún que me invitaran a la tele, pero si eso no ocurre, seguiré haciendo estas
mismas cuestiones. Es una actividad gozosamente autista.

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Ping Pong:

- Neruda: Cristián Barros.


- Mistral: Pisco.
- Bielsa: Dios.
- Borghi: Víctima.
- Premio nacional de literatura: Marcela Paz.
- Poetas jóvenes: Creen que es interesante ser poeta joven.

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EL FESTIVAL ES UN POEMA

Mis recientes reuniones con lo más granado de la joven poesía chilena amenazaban
con impedir un mayor compromiso analítico y relexivo con el presente Festival
de Viña. Debía retirarme subrepticiamente de intensas tertulias literarias para
poder escudriñar los detalles más relevantes del evento. Esta situación me llevó a
reconsiderar el rol de los intelectuales frente al festival: no podemos ni debemos
restarnos de esta gran iesta. Por eso, hoy he decidido poner mi aparato crítico al
servicio de Chile.

Son muchas las imágenes que cruzan mi mente: la ausencia del autoomitido Felo,
la irrelevante presencia del relamido Andrés Caniulef que nos hace extrañar a
Rayén Araya, la indeinición de un Peter Veneno que oculta a Yerko, su Mr. Hyde,
el diente caído de Raphael, el botón suelto en la camisa de Eduardo Fuentes... Y
también Felipe Camiroaga, un halcón incapaz de mostrar al mundo su conquista, y
Soledad Onetto, la periodista del tímido busto transparentado que pareciera estar
más preocupada de memorizar estadísticas y de conectarse por twitter que con su
público.

Todas estas imágenes remarcan un sello fantasmal, un carácter ambiguo e irreal


que, al mismo tiempo, se ve sazonado con la chispa de los programas satelitales
que desmenuzan lo que aquí ocurre con el fervor de exégetas cabalísticos. Mónica
Pérez y José Antonio Neme han aportado aire fresco al batallón de opinólogos,
en el que nuevamente han destacado Alejandra Reyes y Cristián Dazzarola, que
deconstruyen las virtudes del evento con su escepticismo radical. En la avanzada
de noteros también han sobresalido aquellos que se rebelan al establishment de
los canales oiciales: Pía Guzmán, Francisco Kaminski y Karol Dance, capaces de
borrar los límites entre entrevistador y entrevistado, aunque éste sea un guardia o
simplemente un fan.

Aquí y allá priman las reglas del carnaval: mientras campea el travestismo de los
personajes “cómicos”, la agraciada Jendelyn asiste a una coronación de fantasía y
Juan Carlos Valdivia reinventa una vez más el destape a la chilena, lamiendo el irme
glúteo de Andrea Dellacasa para que luego Claudia Conserva deienda de manera
conmovedora su condición de hombre de familia. Al inal, todos los periodistas,
matinales y vespertinos, se resfrían por creer que en Viña existe el verano, y caen
cegados, no por el pálido brillo de las estrellas invitadas a la Quinta, sino por los
focos estratégicamente mal ajustados.

Los menos avezados creerán que este recuento arrojará un balance negativo, pero
están errados. Lo que he resaltado son precisamente aquellas características que
los más importantes estudiosos han deinido como las fundamentales de la poesía:
la capacidad de evocación, la ambigüedad, la autorreferencia, la resigniicación de
sus elementos, la sorpresa. Un buen poema, como quería Huidobro, es la invención

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de un mundo nuevo, y sólo nos queda agradecer a todos quienes han participado
para crear este universo paralelo. Precisamente en estos días en que la propaganda
de una gaseosa predica que “necesitamos más poesía”, quisiera responder que el
Festival es un poema, nuestro mejor poema.

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APOLOGÍA DE PELOTÓN

“Dentro de poco no quedará realidad, sino puro reality”, sentenciaba hace algunos
días Cristián Warnken, en un apocalíptico alegato frente el avance imparable de ese
tipo de programas. Luego de leerlo, me preguntaba: ¿por qué habríamos de buscar
realidad en la televisión? ¿Son reales las noticias, los reportajes, los documentales?
¿Y son reales, acaso, las columnas de Cristián Warnken? ¿Es real Cristián Warnken?

Durante las últimas semanas, mi atención televisiva (que ocupa un alto porcentaje
de mi atención total sobre la realidad) se ha concentrado en “Pelotón”. Más allá del
enaltecimiento de mis siempre febles valores patrios, lo que más me ha conmovido
es el vaciamiento del molde formativo castrense, y la disolución de valores como
la rigurosidad, el compañerismo y el decoro. Los esfuerzos son ingidos, los
ejercicios, meras pantomimas. A cada momento me parece escuchar este verso de
Bruno Vidal, el más militar de nuestros poetas: “AQUÍ TODO ES LO CONTRARIO
A LA ACCIÓN”. Pues lo que se ha mostrado es la verdadera condición del soldado y
su obligación de ser un aprendiz de la inutilidad. ¿Hay algo más real que la espera,
el aburrimiento y la falsedad?

Para quienes valoramos la abstracción como la forma más sutil de expresión de


la realidad, resulta encomiable el esfuerzo de los productores por explotar hasta
las últimas consecuencias el espacio borroso y ambiguo que han creado. Ése es
el desierto que han debido transitar nuestros héroes, verdaderos “heraldos del
despojo”, como diría Hugo Mujica. Han sido valientes para aceptar el destino
impuesto, pues saben que están condenados, como pregona Juan Cristóbal
Foxley, a convertirse en “seres de luz”. No están solos: millones de televidentes los
acompañamos.

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CUÉNTAME UN CUENTITO

Mis amigos escritores creen que para ser serios tienen que escuchar a músicos
serios como Bob Dylan o Lou Reed. Yo también quisiera ser serio, pero no consigo
comprar la autenticidad de los sufridos rockeros. Preiero creer en quienes no
traican mensajes de autoayuda disfrazados de vivencias profundas, en quienes se
atreven a cantar aunque no tengan nada que decir.

El título del nuevo disco de Miranda!, Es imposible, podría leerse como una
poética: nada de lo que se cuenta es cierto, pero no importa; importa el falsete,
la cita recurrente y sobreexpuesta. Su barroquismo resulta tan subversivo como
proponía Sarduy: “Malgastar, dilapidar, derrochar lenguaje únicamente en función
de placer”. No hay otro fundamento que el capricho.

Al igual que los últimos madrigales de Monteverdi, cada canción aspira a


transformarse en una pequeña ópera. “Móntame un showcito” es el mejor ejemplo
de esta conciencia del artiicio, proyectando en el voyeurismo del amante nuestro
propio deseo de oír historias falsas. La única verdad es la sonrisa de Ale Sergi y su
promesa de una alegría sin culpas: “c’mon!”.

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BIELSA: ÉXTASIS Y SILENCIO

El impacto de Marcelo Bielsa ha desbordado los límites de nuestra plenitud vital,


pero ha incubado la perversión idolátrica de convertirlo en una igura susceptible de
ser comercializada, incluso prendiéndole velitas. Este error sólo puede combatirse
recurriendo a las lecciones de la mística y la teología apofática.

Durante meses, se ha intentado infructuosamente desentrañar los secretos de


su raciocinio y, peor aún, obtener enseñanzas replicables a otros ámbitos del
conocimiento. Pero la retórica de Bielsa, sobreexplicativa y a la vez insuiciente,
se resiste a ser comprendida dentro de los estrechos límites de la inteligencia
periodística o resumida en los PowerPoints de charlas gerenciales. Su descripción
del triunfo, con el laconismo propio de quien viene de vuelta, alcanza una
profundidad que sólo puede compararse con el éxtasis místico: “Hay una sensación
de efervescencia, una sensación de la adrenalina al tope que genera excitación
y felicidad. Pero son apenas cinco minutos y después hay un vacío enorme y
grandísimo. Y una soledad indescriptible”.

Si queremos participar de una experiencia de tal magnitud, debemos expulsar a


los falsos pregoneros y mercaderes, apagar las velas y abrazar el silencio. Nada de
lo que se diga de la grandeza de Bielsa será suiciente, pues, tal como dictaminó
Dionisio el Areopagita hace más de quince siglos, “no podemos hablar de ella ni
entenderla”.

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ME DUELE CHILE

Siempre hay motivos para sentir vergüenza de ser chileno. Recientemente se han
acumulado con particular frecuencia una serie de hechos deplorables: un premio
nacional de literatura entregado por gente que no sabe leer a una persona que no
sabe escribir, un incontinente presidente repartiendo sonriente los souvenirs de un
accidente laboral, una feria internacional del libro con nuestro país como invitado,
en la que tienen el descaro de cobrar entrada cuando lo que correspondería es que
paguen por asistir. Pero este 4 de noviembre, día de mi cumpleaños, el país se
encuentra al borde del abismo y está a punto de dar un paso adelante: una artera
conspiración de dueños de fundo pretende convertirse en los dueños de la pelota,
desbancando a Harold Mayne-Nicholls de la presidencia de la ANFP, y sacando del
camino a nuestro entrenador Marcelo Bielsa, la única luz de esperanza que había
guiado nuestro destinos este año. Si el entrenador rosarino nos deja, sobrevendrá
un descalabro institucional y el desplome de nuestros escasos valores: los jóvenes
ya no tendrán un modelo de rectitud moral, los trabajadores perderán la motivación
de emular su responsabilidad y constancia, y, lo que es aún más determinante, los
poetas de este país perderemos al más inspirado modelo de rigor lingüístico.

Por favor, señores dirigentes de la ANFP, no nos den otro motivo más para
avergonzarnos de ser chilenos.

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NOTA

La mayoría de los textos recopilados en este libro fueron publicados previamente en


diarios, revistas y sitios web. Los incluyo aquí con algunas correcciones y cambios menores.

“Chile: país de poetas” fue publicado en he Clinic, año 6, nº 129, el 27 de mayo de 2004,
irmado por “Felipe Cussen (poeta chileno)”.

“Flaco favor” fue publicado en el blog Tercera Cultura, el 29 de abril de 2011, como
respuesta a la columna “Me pongo de pie”, de Cristián Warnken, publicada el día anterior
en El Mercurio.

“Cuando Nicanor Parra ganó el premio Cervantes” fue escrito el 13 de mayo de 2012.

“Opinión nerudiana” fue publicado en el sitio web Plagio, el 23 de agosto de 2004, dentro
de una encuesta de José Antonio Silva sobre el centenario de Neruda titulada “Los jóvenes
poetas opinan”.

“Libros de la década” fue publicado en la sección “Cartas al Director” de La Tercera, el 30


de diciembre de 2009.

“Poesía invisible” fue publicado con el título “Arte Concreta Paulista, compilación de João
Bandeira” en el sitio web Sobre Libros, el 7 de enero de 2007.

“BUUM!” fue publicado en el sitio web de la Universidad Diego Portales, el 18 de agosto


de 2009, a propósito del congreso de literatura experimental La Universidad Desconocida,
realizado en esa Universidad. El título alude a un poema visual de Guillermo Deisler.

“Una nueva inocencia” fue publicado en el sitio web de la revista Sibila, el 3 de marzo de
2008, en respuesta al documento “Arte / Poesía como acto / de riesgo” de Alcir Pécora y
Régis Bonvicino.

“Cómo no decir nada” fue publicado en el sitio web Escáner Cultural el 5 de septiembre de
2008. Una primera versión fue leída el 30 de agosto de 2008 en el Encuentro Internacional
de Poesía Experimental “Amanda Berenguer”, realizado en el Centro MEC, Montevideo,
Uruguay. Los poemas de Martín Gubbins a los que me reiero son los de su serie Escalas,
publicados como libro el año 2011 por la editorial mexicana Mangos de Hacha. La
“performance inmóvil” a la que aludo es una performance que consiste sólo en un texto
leído, y que presenté antes de mi lectura en Montevideo. Los poemas míos que menciono
son algunos de los que Francisca Lange incluyó en su antología Diecinueve (Poetas chilenos
de los noventa) (Santiago: J. C. Sáez Editor, 2006) y mi libro Esto es la globalización:
(Santiago: Foro de Escritores, 2005).

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“Una propuesta modesta” fue publicado en el sitio web 7 de 7, el 31 de noviembre de 2009.

“Chat con Roberto Cabrera” fue realizado el 21 de marzo de 2012. El punto de partida fue
un diálogo previo en el marco de una lectura que él organizó en el Centro de Extensión de
la Universidad Católica del Maule, el 14 de julio de 2011.

“Respuestas a Ernesto González Barnert” fue publicado en el sitio web Escritores y poetas
en español, el 11 de mayo de 2007, dentro de su entrevista titulada “Felipe Cussen”.

“Declaración pública” fue escrito el 3 de diciembre de 2006, a propósito de una reseña de


homas Harris, y en su momento no fue publicado por temor a represalias. Luego apareció
como parte de “Autorretrato” en la revista electrónica Documentos Lingüísticos y Literarios
de la Universidad Austral de Chile, nº 30, 2008.

“Exceso de fe“ fue publicado en he Vergara Street Journal, nº 10, noviembre de 2006.

“Los números” fue escrito el 25 de marzo de 2012, tomando como modelo la sección
homónima de la revista Paula. No fue enviado a esa revista porque pensé que no les
interesaría publicarlo.

“Cuando grande quiero ser un poeta joven” fue escrito el 13 de septiembre de 2008.

“Carta a un joven poeta” fue escrito el 10 de septiembre de 2012.

“Carta abierta a los periodistas culturales de Chile” fue publicado el 14 de agosto de 2012
en paniko.cl.

“Diálogo con Guido Arroyo” fue realizado en septiembre de 2007 para he Vergara Street
Journal. Finalmente no fue publicado.

“Cuestionario de Vadim Vidal” fue realizado el 6 de septiembre de 2012. Algunas de estas


respuestas fueron incluidas en una nota periodística sobre el lanzamiento de Opinología,
en la revista Paula, el 29 de septiembre de 2012.

“El festival es un poema” fue publicado en Las Últimas Noticias, el 28 de febrero de 2010.

“Apología de Pelotón” fue publicado en Qué pasa, nº 2000, el 5 de agosto de 2009.

“Cuéntame un cuentito” fue publicado en Qué pasa, nº 2006, el 18 de septiembre de 2009.

“Bielsa: éxtasis y silencio” fue publicado en Qué pasa, nº 2010, el 16 de octubre de 2009.

“Me duele Chile” fue publicado en la sección “Cartas al director” de La Segunda, el 3 de


noviembre de 2010.

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OPINOLOGÍA
Felipe Cussen
Diseño de portada: Camila González Benöhr
ISBN: 978-956-351-333-2
©2012 Cumshot
CUMSHOT.CL

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