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Traducción por:

@JayBlackthorn @miyardswift @minyardhowell @minyardsickness @blxcktho

SINOPSIS

Los Foxes son un lío fracturado, pero su último desastre tal vez sea el milagro
que siempre necesitaron para acercarse como equipo. La única persona en su camino
es Andrew, y el único que puede romper sus barreras personales es Neil.

Excepto que Andrew no da nada gratis y Neil es terrible confiando el alguien


que no sea él mismo. Los dos no tienen mucho tiempo para llegar a un acuerdo en su
situación antes de que fuerzas externas comiencen a separarlos. Riko intenta destruir la
nueva—y frágil—vida de Neil, y los Foxes se convirtieron en daño colateral.

Los días de Neil están contados, pero él está aprendiendo de la manera más
difícil a luchar por lo que cree, y Neil cree en Andrew incluso si él no cree en sí
mismo.

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@JayBlackthorn @miyardswift @minyardhowell @minyardsickness


@blxcktho
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@JayBlackthorn @miyardswift @minyardhowell @minyardsickness @blxcktho

NOTA DE LOS TRADUCTORES.

Esta es una traducción sin fines de lucro.

Decidimos realizarla ya que no hay muchas traducciones de esta trilogía en


español y decidimos adjuntar también el contenido extra que la autora publicó en
Tumblr y una cuarta parte NO CANON para aquellos que estuvieran interesados en
leerla.

Esta trilogía no es muy conocida, pero creemos que merece más


reconocimiento, esperamos que la disfruten tanto como nosotros.

Estas portadas son cortesía de Jay. Su usuario de twitter es @silberkuste y su


usuario de Instagram es @silberkuste . Por favor, dénle follow y el reconocimiento
que merece.
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TRIGGER WARKINGS
(ADVERTENCIAS DE CONTENIDO
SENSIBLE)
Ésta trilogía posee elementos que pueden resultar chocantes para algunas
personas. Muchos pueden ser spoiler de cosas que sucederán en la trama así que si
consideran que les da igual eviten leerlos. De lo contrario, acá los enumeramos:

 Suicidio
 Tortura física (explícita)
 Violencia psicológica
 Uso de drogas
 Abuso sexual (semi-explícito)
 Uso de armas.

Esto no significa que estos temas sean recurrentes a lo largo de TODA la


trilogía pero pueden estar presentes en ciertas ocasiones o ser mencionados así que les
recomendamos leer con discreción.
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1
Afuera parecía Halloween, sólo que dos meses antes. La semana anterior, la
Universidad del estado de Palmetto estaba cubierta con serpentinas naranjas y blancas
para celebrar el comienzo de año. El fin de semana alguien había reemplazado todas
las cintas blancas por unas negras. Daba la impresión de que el campus estaba de luto.
Neil Josten creyó que parecía un tributo barato, pero quizá haya sido su cinismo
hablando.

Se perdonó a sí mismo por sentirse hastiado. A los dieciocho años, había visto
más personas muertas de las que podía contar. La muerte era desagradable, pero era un
dolor familiar y tolerable en su pecho. La inesperada sobredosis de Seth Gordon la
noche del sábado debería haber significado más para Neil ya que habían sido
compañeros de equipo y de cuarto por tres meses, pero Neil no sentía nada.
Mantenerse vivo era lo suficientemente difícil la mayoría de los días; no tenía tiempo
para que las tragedias de los demás lo retrasaran.

La música rock sonaba, temporalmente llenando el silencio del auto, pero se


desvaneció tan rápido como había llegado. Neil arrastró su mirada de las cintas y miró
hacia delante. Nicholas “Nicky” Hemmick dejó que su mano cayera del tablero con
una maldición en voz baja. En el asiento trasero a un lado de Neil, Aaron Minyard, el
primo de Nicky, empujó el asiento del piloto. Si había sido un castigo por pretender
que las cosas estaban bien o una silenciosa muestra de apoyo, Neil no estaba seguro.
La relación de los primos era un entretejido desastre que él no viviría lo suficiente
como para verlo desenredarse.

Nicky acercó su mano a la radio otra vez. Kevin Day estaba en el asiento del
copiloto, así que vio a Nicky moverse primero. Empujó su mano y dijo: —Está bien.
Déjalo.

—No quiero hacer esto —respondió Nicky, en una voz baja y miserable.

Nadie contestó, pero Neil creyó que todos estaban de acuerdo. Ninguno
esperaba la práctica de ese día, pero no podían tomarse mucho tiempo libre cuando la
temporada ya estaba en marcha. Al menos, el entrenador David Wymack los había
llamado a la corte la tarde del miércoles. Andrew Minyard, el hermano gemelo de
Aaron, tenía su sesión de terapia semanal los miércoles.
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Generalmente la actitud de Andrew no era un problema, pero la alegría de


Andrew no lo convertía en alguien para nada amigable. Un animado Andrew
enfrentándose a la muerte de su compañero menos favorito era una receta para el
desastre. El equipo debería haberse reunido la mañana del domingo para afligirse por
su pérdida, pero Andrew y Matt se metieron en una fea pelea.

Wymack separó al equipo forzadamente luego de eso. Los estudiantes de


segundo ciclo se mudaron con la enfermera del equipo, Abby Winfield, a y los primos
junto a Kevin se les prohibió ir a los dormitorios. Neil se habría quedado ahí, pero
Wymack no quería que estuviera en un dormitorio vacío que antes compartía con Matt
y Seth. En cambio, Neil pasó un par de noches durmiendo en el sofá de Wymack. Neil
creía que la preocupación de Wymack estaba fuera de lugar, pero sabía que discutir no
serviría.

Seth murió el sábado en la noche y fue cremado la tarde del lunes. Por lo que
Neil había oído, la madre de Seth firmó todo, pero no se presentó en el crematorio
para recoger las cenizas de su hijo. Allison Reynolds, la novia intermitente de Seth y
la distribuidora defensiva de los Foxes, se quedó con la urna. Neil no sabía si ella
planeaba enterrarla o quedársela en el dormitorio por el resto del año. No planeaba
preguntar. Aún no sabía qué pensar del rol que él podría haber jugado en la muerte de
Seth. Hasta que descifrara aquello, prefería evitar a Allison.

Allison no estaría en la práctica de hoy, pero los demás sí. Neil no había visto a
los de último año desde el domingo a la mañana, y sabía que la reunión sería dura.
Sólo quedaban dos días antes del segundo juego de la temporada, y tenían que
ensamblarse de alguna manera. Los Foxes nunca tuvieron buenas posibilidades a su
favor, pero lo que quedaba del año comenzaba a verse desolado. Ya eran el equipo
más pequeño de la Clase I de Exy de la NCAA. Ahora eran el equipo más pequeño
que se podía ser y todavía calificar para jugar. Habían perdido a su único estudiante de
último año, y lo que les quedaba de defensa en el equipo consistía en un campeón
nacional lesionado y un amateur.

El naranja destellaba al borde de su visión periférica. El estadio de Exy del


estado de Palmetto era difícil de perder, construido para sentar a sesenta y cinco mil
fans, y pintado con blanco y el naranja más chillón que la escuela pudo encontrar.
Huellas gigantes de Foxes marcaban cada una de las paredes exteriores. Los listones
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negros se extendían por todo el largo: cada poste de luz en el estacionamiento y cada
una de las veinticuatro entradas estaban cubiertas en cintas. La entrada cerrada de los
Foxes estaba cubierta en un silencioso tributo. Fotos de Seth con amigos y notas
escritas por profesores estaban pegadas a la puerta.

Nicky paró cerca de la acera, pero no apagó el motor. Neil salió del asiento
trasero y miró por encima del capó para contar las patrullas. La presencia de Kevin en
el equipo significaba que los Foxes necesitaban seguridad a tiempo completo, pero los
número se habían duplicado en el verano, luego de que el antiguo equipo de Kevin se
transfiriera al distrito del sudeste. Neil estaba acostumbrándose a ver policías en el
campus a donde sea que vaya, pero siempre odiaría verlos.

Nicky manejó lejos en cuanto Aaron y Kevin se bajaron. No tenía sentido que se
cambiara para la práctica ahora, ya que debía buscar a Andrew del Centro Médico
Reddin en media hora. Neil observó el auto salir del estacionamiento hacia el camino,
luego miró a sus compañeros.

No era ningún secreto que el grupo de cuatro de Andrew odiaba a Seth, pero
Aaron y Nicky eran lo suficientemente humanos para estar aturdidos por su abrupta
muerte. La reacción inicial de Kevin a las noticias fue descorazonada, pero había
estado intoxicado en aquel momento. Neil no sabía si había sentido algún
remordimiento luego de desembriagarse.

Neil sentía curiosidad sobre quién sería el primero en recurrir a la apatía, pero
no era lo suficientemente paciente. Cuando treinta segundos pasaron y ninguno se
movió, Neil se rindió y se movió hacia la entrada de los Foxes. Se suponía que el
código cambiaba cada un par de meses, pero con los Ravens en su distrito Wymack
ahora lo cambiaba cada semana. Esta semana eran los últimos cuatro dígitos del
número de Abby. Neil comenzaba a creer que sus compañeros tenían razón sobre la
invisible relación entre Wymack y Abby.

Se movieron hacia el vestuario. La puerta no estaba con llave y las luces dentro
estaban encendidas, pero el salón estaba vacío. Neil se fue a investigar mientras Aaron
y Kevin se acomodaban. Un pasillo conectaba el salón con el vestíbulo, la habitación
oficial que los Foxes utilizaban para hablar con la prensa antes y después de los
juegos. La puerta en el fondo del vestíbulo, que llevaba al estadio, todavía estaba con
llave. Neil caminó hasta el pasillo donde estaban los vestuarios y las oficinas. La
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oficina de Wymack estaba cerrada, pero si Neil escuchaba por un minuto, podría oír la
voz sorda de Wymack a través de la madera. Satisfecho de que no había nadie que no
debía estar ahí, Neil volvió con los demás.

Aaron y Kevin acomodaban los muebles cuando Neil entró. Neil los observó
mover las sillas y sofás en forma de V, y luego preguntó: —¿Qué están haciendo?

—Encontrando una nueva manera de acomodarnos —dijo Aaron—, a menos


que quieras mirar una silla vacía toda la temporada.

—Es el mismo número de cojines —contraatacó Neil.

—Cuatro personas apenas podían entrar en el sofá. Cinco está fuera de lugar.

—¿Cinco?

Kevin lo miró como si fuera estúpido. Neil se sentía dolorosamente


acostumbrado a esa mirada, pero aún luego de cuatro meses trabajando con Kevin,
seguía sin apreciarla.

—Si sabes tu lugar, ¿verdad? —Kevin preguntó.

Hasta la noche del sábado, Neil no había sido lo suficientemente estúpido como
para creer que tenía un lugar. Andrew prometió que podía cambiar eso, pero su
protección tenía precio. Andrew protegería a Neil de su pasado si Neil lo ayudaba a
mantener a Kevin en Palmetto. Sonaba fácil, pero Nicky le aseguró que no lo era. Neil
debía hacerlo desde dentro del disfuncional grupo de Andrew. No podría ocultar nada
más.

Neil observó el nuevo orden del salón otra vez, y entendió. Ese verano los
cuatro de Andrew se habían apretujado en un sofá. Ahora podían extenderse, tres en el
sofá y dos en las sillas de los costados. Los estudiantes de segundo ciclo tendrían el
sofá y la silla frente a ellos.

Neil se movió hacia la silla del final, ya que siempre tuvo la silla de afuera, pero
Aaron se sentó en ella primero. Neil dudó un segundo demasiado largo, y finalmente,
Aaron lo deletreó para él: —Vas en el sofá con Kevin y Andrew. Siéntate.

—No me gusta estar encerrado —dijo Neil—, y no quiero sentarme junto a tu


hermano.
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—Nicky lo soportó por un año —escupió Aaron—. Puedes lidiarlo.

—Ustedes son su familia —respondió Neil, como si eso significara algo para
ellos. Wymack sólo reclutaba atletas de familias rotas. En la Corte de los Foxes,
“familia” era una palabra de fantasía inventada para hacer los libros y las películas de
Hollywood más interesantes. Neil sabía que era una causa perdida incluso mientras lo
decía, así que tomó el asiento que Aaron le asignó.

Kevin se sentó luego de que Neil lo hizo, dejando un espacio entre ellos para
Andrew. Neil observó la habitación otra vez y se preguntó cómo se ajustarían los
estudiantes de segundo ciclo ante la nueva imagen. Su vista cayó en el enorme
calendario que colgaba sobre el televisor y se le formó un nudo en su estómago
mientras leía la lista. El viernes 13 de octubre era el día en que los últimos calificados
Foxes se enfrentarían antes los primeros calificados Ravens de la Universidad Edgar
Allan. Estaba destinado a ser un desastre.

La puerta de Wymack se abrió en el pasillo, pero medio segundo después su


teléfono comenzó a sonar. Wymack no se preocupó en cerrar la puerta otra vez antes
de contestar. Por lo que Neil podía oír, alguien estaba molestando a Wymack por la
acortada alineación de su equipo. La obvia irritación de Wymack volvía sus garantías
poco convincentes, pero Neil creía en cada palabra que él decía. A Wymack no le
importaba si tenía nueve Foxes o veinticinco. Él se quedaría junto a ellos hasta el
agridulce y sangriento final.

Wymack seguía hablando cuando la puerta del salón se abrió. La capitana


Danielle Wilds fue la primera en entrar en la habitación, pero su novio Matt Boyd y
mejor amiga Renee Walker estaban justo detrás de ella. Dieron un par de pasos dentro
del salón antes de detenerse.

Dan señaló a Neil, pero miró a Kevin.

—¿De qué se trata eso?

Aaron respondió: —Sabías de qué se trataba cuando lo llevamos el sábado en la


noche.

Wymack bajó su teléfono. Neil se preguntó si su argumento realmente había


terminado o si sólo había usado la llegada de los demás Foxes como excusa para
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terminar la llamada. Entró en el salón unos segundos después, y siguió con la mirada
el dedo de Neil. Miró desde Neil hasta Kevin, luego a Aaron, luego el salón con su
nuevo orden, y finalmente a Neil otra vez.

—La última vez que revisé, a Andrew no le gustabas —dijo Wymack.

—Aún no le gusto —respondió Neil, pero no se molestó en explicar.

—Interesante. —Wymack observó a Neil un momento más antes de girarse


hacia los estudiantes de segundo ciclo—. Siéntense, ¿está bien? Necesitamos hablar.

Wymack se inclinó hacia el centro de entretenimiento y esperó a que se


sentaran. Cruzó sus brazos sobre su pecho y estudió a todos los Foxes.

—Abby me escribió un discurso para leerles esta tarde. Sonaba lindo, tenía
muchas partes sobre coraje, pérdida y reunirse en un momento de necesidad. Lo rompí
y tiré en el cesto de basura a un lago de mi escritorio. No estoy aquí para ofrecerles
palabras lindas y palmadas en la espaldas. No estoy aquí para ser un hombre sobre el
cual llorar. Lleven eso a Abby o vayan hasta Reddin y hablen con Betsy. Mi trabajo es
ser su entrenador no importa qué, mantenerlos en movimiento y llevarlos a la corte ya
sea que estén preparados para estar ahí o no. Eso probablemente me vuelva el malo
aquí, pero todos debemos vivir con eso.

Wymack miró las sillas vacías frente a él. El equipo de Exy de Palmetto estaba
en su quinto año. Wymack construyó a los Foxes desde sus cimientos y eligió a Seth
en su primera línea de jugada. Entre los problemas personales de los jugadores, el
defectuoso contrato original que dejaba irse a los jugadores, y la opción de graduarse
en cuatro años en vez de cinco, Seth fue el único que llegó al quinto año con el equipo.
Seth había sido muchas cosas, sobre todo desagradable, pero definitivamente había
sido un luchador. Y ahora se había ido.

Wymack se aclaró la garganta y pasó una mano por su pelo corto.

—Miren. Pasó mucha mierda. La mierda va a seguir pasando. No necesitan


oírme decir que la vida no es justa. Están aquí porque saben que no lo es. A la vida no
le importa qué queremos de ella; depende de nosotros luchar por lo que queremos con
todo lo que tenemos. Seth quería que ganáramos. Creo que le debemos jugar.
Mostrémosle al mundo lo que tenemos. Hagamos de este nuestro año.
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—Hemos perdido demasiado, ¿no lo creen? —Dan preguntó a sus


compañeros—. Es momento de ganar.

Matt entrelazó sus dedos con los de ella y los apretó.

—Llevémoslo hasta la final.

—Las palabras no significan nada para mí —dijo Wymack—. Pruébenme en mi


corte que tienen lo que se necesita para llegar a campeonatos. Los quiero en la corte
con el equipo ligero en cinco minutos o los inscribiré a una maratón.

A la rara idea que Wymack tenía de charla le faltaba su inusual ira fingida, pero
sus palabras eran lo suficientemente familiares para poner al equipo en marcha. El
vestuario de hombres estaba silencioso mientras se vestían. Neil llevó sus cosas hasta
uno de los cubículos para cambiarse. Vidrios separaban los retretes de los cubículos
para bañarse, y Neil paró de camino a ellos para mirar su reflexión.

Neil tenía una relación amor-odio con su reflejo por necesidad. Era la viva
imagen del padre asesino del cual había huido ocho años atrás. Tinte para cabello y
lentes de contacto eran la manera más fácil de ocultar su rostro, pero mantenerlos
mientras vivía con los Foxes era exhaustivo. Revisaba sus raíces dos veces al día cada
día y dormía con su espalda hacia la habitación para poder sacarse los contactos de
noche. El estuche se mantenía en la funda de su almohada, y tenía un par de
emergencia en su billetera. Era difícil, pero lo había ayudado a mantenerse con vida y
a salvo. Neil no creía que siguiera siendo suficiente.

No se dio cuenta cuánto tiempo estuvo estancado hasta que Matt y Kevin fueron
a buscarlo. Vio sus reflejos mientras entraban por la puerta detrás de él, pero no se
giró.

—¿Hasta las finales? —Neil preguntó.

—Los milagros suceden —dijo Matt.

—No confíen en algo tan insubstancial como un milagro —dijo Kevin—. No


ganarás nada quedándote parado. Termina de cambiarte y ve a la corte.
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—Algún día quiero que busques “insensibilidad” en el diccionario —respondió


Matt, irritado—. Estoy seguro de que hará maravillas para tu ego ver tu imagen
impresa a un lado.

—No —interrumpió Neil, antes de que Kevin pudiera responder—, tiene razón.
Las chances de que el entrenador encuentre otro anotador cuando ya comenzó el año
son bajas. Hasta que se le ocurra algo, Kevin y yo somos lo único que tienen, y
ninguno de los dos somos lo suficientemente buenos.

—¿Oíste esto, Kevin? —dijo Matt—. Tu alumno dijo que eres incompetente.

—Su opinión no me importa —dijo Kevin.

No negó sus palabras, y Neil lo notó incluso aunque Matt no lo hizo. Kevin fue
criado como un anotador zurdo, pero Riko rompió su mano jugadora el diciembre
pasado en un ataque de celos. Kevin había estado intentando reaprender el juego
jugando diestro desde marzo, pero no estaba ni cerca de ser tan bueno como alguna
vez lo había sido. La opinión pública decía que era un genio por manejar el juego estos
días, pero Kevin sentía su caída en la desgracia de manera penetrante. No importaba
qué tan brutal Kevin fuera con el resto del equipo, era peor consigo mismo. Era la
única razón por la cual Neil soportaba su condescendencia.

Neil se alejó de los espejos y terminó de cambiarse. Dan y Renee esperaban a


los hombres en el salón, y todos fueron al estadio para el calentamiento. Luego de
cuarenta minutos de vueltas y carreras en intervalos, caminaron hasta el vestuario por
agua. Estaban estirándose en grupo cuando la puerta principal se abrió.

Neil observó a los estudiantes de segundo ciclo para juzgar sus reacciones
mientras Nicky y Andrew se les unían en el salón. Dan volvió a su estiramiento luego
de una rápida mirada en su dirección, y la expresión de Matt se endureció luego de
notar la mirada sonriente de Andrew. Sólo Renee sonrió, y su voz era tranquila, quizá
baja, cuando dijo ‘hola’.

—Hola Renee —Andrew respondió—. ¿Ya volverás a los dormitorios?

—Esta noche —dijo Renee—. Cargamos la camioneta de Matt esta mañana.

Andrew aceptó aquello sin argumento y desapareció dentro del vestidor para
cambiarse. Nicky vaciló un segundo, viéndose nervioso mientras enfrentaba a sus
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compañeros por primera vez en días. Dan lo observó otra vez, pero su mirada no se
veía alentadora.

—Hola —dijo Nicky, dudoso—. ¿Aguantando?

—Algo así —dijo Dan. No preguntó cómo estaba Nicky. Lo más probable era
que no le interesaba.

Nicky no dijo nada por un momento, hasta que: —¿Cómo está Allison?

—¿Te importa? —preguntó Matt.

—Matt —dijo Renee en una suave reprensión. A Nicky le respondió:—. Está


teniendo un difícil momento, como era de esperarse, pero nos aseguramos de que no
esté sola. No habla con Betsy, pero creo que lo hará pronto.

—Sí —Nicky concordó en apenas un suspiro.

Wymack esperó hasta estar seguro de que todos habían terminado y le hizo un
gesto a Nicky.

—Ustedes dos vayan a la corte y comiencen a dar vueltas. No pago la


electricidad de este lugar para que se queden parados cotilleando. El resto, terminen
aquí y vayan por un poco de agua. En cuanto Andrew y Nicky estén listos, se vestirán
para unas jugadas. Tenemos que… —Wymack paró de hablar por el sonido de su
celular sonando en el pasillo—. Estas sanguijuelas están volviéndome loco. Debí
haber invertido en una secretaria.

Nicky fue hasta el vestuario mientras Wymack buscaba su celular. Neil estaba
parado en el fondo del salón, cerca del pasillo, así que oyó a Wymack responder. A
pesar de su obvio enojo, aún sonaba civilizado.

—Entrenador Wymack, Universidad Estatal de Palmetto. ¿Repítelo? Un


momento. —Wymack salió al pasillo con el receptor portátil en su mano. Silenció el
altavoz con su dedo y abrió la puerta del vestuario de hombres con una patada—.
Andrew Joseph Minyard, ¿qué mierda has hecho esta vez?

—No fui yo, ¡fue el hombre de un brazo! —gritó Andrew desde donde no se lo
podía ver.
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—¡Ven aquí! —Wymack le gritó de vuelta mientras la puerta se cerraba.


Andrew apareció un par de segundos después, cambiado en su uniforme. Wymack
apuntó al teléfono y dijo:— La policía está al teléfono buscándote. Será mejor que
seas sincero conmigo antes de que consiga la versión completa de ellos.

—No fui yo. ¿Le preguntaste a mi doppelganger?

Wymack frunció el ceño hacia él, encendió el micrófono otra vez y puso el
teléfono en su oreja.

—¿Cuál es el problema, oficial… Higgins, dijo?

—Oh, —dijo Andrew, sorprendido— No, entrenador.

Wymack le hizo una seña para que se callara, pero Andrew le tomó la muñeca y
le quitó el teléfono. Wymack tomó el jersey de Andrew antes de que éste pudiera
correr. Andrew ni siquiera trató de liberarse, pero miró el teléfono en su mano como si
nunca hubiera visto aquella tecnología.

—No lo hagas esperar todo el día —dijo Wymack.

Andrew se giró, no lo suficiente para liberarse, pero sí para poder ver a su


hermano. Aaron paró a mitad de un estiramiento para observarlo. Andrew levantó los
brazos en un exagerado encogimiento de hombros y finalmente puso el teléfono en su
oreja.

—Cerdo Higgins, ¿eres tú? —Andrew preguntó—. Oh, sí lo eres. Sí, estoy
sorprendido. ¿Olvidaste que no me gustan las sorpresas? ¿Qué? No, no des vueltas. No
me perseguirías luego de todo este tiempo sólo para charlar, así que, ¿qué quieres? —
Andrew se quedó en silencio unos segundos para escuchar, luego dijo:— No. —Y
colgó.

El teléfono comenzó a sonar otra vez casi instantáneamente. Los Foxes estaban
mirando con curiosidad, olvidando sus estiramientos. Wymack no les ordenó que
volvieran a lo suyo, así que Matt se sentó en una de las bancas para observar la extraña
escena. Andrew tiró de su jersey hasta que Wymack lo soltó, y puso espacio entre
ellos tan rápido como pudo. Se apoyó contra la pared, tapó su oreja con la mano libre,
y atendió el teléfono.
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—¿Qué? No, no te colgué. No haría eso. Yo—no. Cállate.

Andrew colgó otra vez, pero Higgins era lo suficientemente persistente como
para llamar una tercera vez. Andrew lo dejó sonar cinco veces hasta que atendió con
un suspiro exagerado.

—Háblame —dijo Andrew, y esperó mientras Higgins explicaba.

Higgins habló por unos buenos dos minutos. Lo que sea que estaba diciendo no
podía ser bueno; la conversación estaba visiblemente haciendo desaparecer la manía
inducida por drogas de Andrew. Su sonrisa ya no estaba presente, y comenzó a mover
el pie a mitad de la historia de Higgins. Movió su mirada lejos de Aaron cuando el
último gramo de felicidad en su rostro desapareció, y en cambio, observó el techo.

—Vuelve —Andrew finalmente dijo—. ¿Quién se quejó? Oh, cerdo, no me des


vueltas. Sé dónde trabajas, ¿sabes? Sé con quién trabajas. Eso significa que hay un
niño en la casa de ella. No se supone que ella– ¿qué? No. No me preguntes eso. Dije
que no. Déjame en paz. Oye —dijo Andrew, un poco más fuerte, como si tratara de
callar los argumentos del oficial—, llámame otra vez y te mataré.

Colgó. Esa vez el teléfono se mantuvo en silencio. Andrew esperó para


asegurarse de que Higgins hubiera entendido, y luego cubrió sus ojos con su mano
antes de empezar a reír.

—¿Qué es lo gracioso? —dijo Nicky mientras se les unía—. ¿De qué me perdí?

—Oh, nada —dijo Andrew—. No te preocupes.

Wymack giró su mirada desde Andrew hasta Aaron, y luego volvió.

—¿Ahora qué hiciste?

Andrew extendió los dedos y miró a Wymack entre ellos.

—¿Qué te hace pensar que es mi culpa?

—Espero que esa haya sido una pregunta retórica —dijo Wymack, para nada
impresionado por el acto de inocencia de Andrew—. ¿Por qué te llama la policía de
Oakland?
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—El cerdo y yo tenemos historia —respondió Andrew—. Quería ponerse al


corriente.

—Miénteme a la cara otra vez y tendremos un problema.

—Es verdad en su mayoría —Andrew bajó la mano y tiró el teléfono por el


salón. Golpeó el suelo tan fuerte que la parte trasera se salió. El teléfono fue en una
dirección y la batería en otra—. Trabajó con la policía de Oakland en el programa
PAL. Creyó que podía salvar niños en peligro enseñándoles deportes después del
colegio. Alguien como tú, ¿no? Idealista hasta la médula.

—Dejaste Oakland hace tres años.

—Sí, sí, me siento halagado de que me recuerde, o algo así. —Andrew agitó la
mano en un vago gesto de ‘¿qué puedo hacer?’ y caminó hacia la puerta—. Los veré
mañana.

Wymack puso una mano en su camino.

—¿A dónde vas?

—Me voy. —Andrew señaló detrás de Wymack en dirección a la salida—. ¿No


dije que te vería mañana? Tal vez lo murmuré.

—Tenemos una práctica —dijo Dan—. Y un juego el viernes.

—Tienen a la Joan del Exy ahí. Arréglenselas sin mí.

—Deja la mierda, Andrew —dijo Wymack—. ¿Qué está pasando realmente?

Andrew puso una mano en su frente antes de toser dramáticamente.

—Creo que estoy contrayendo algo. Tos, tos. Será mejor que me vaya antes de
infectar a tu equipo. Son tan pocos. No puedes permitirte perder a uno más.

La impaciencia puso la boca de Kevin en una dura línea.

—Déjalo. No puedes irte.

Hubo un momento de silencio, y luego Andrew se giró con una grande, y


malvada, sonrisa en sus labios.
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—¿No puedo, Kevin? Te mostraré que no puedo hacer. Trata de ponerme en tu


corte hoy y me sacaré a mí mismo permanentemente. A la mierda tu práctica, tu
alineación y tu estúpido juego de mierda.

—Suficiente. No tenemos tiempo para tus rabietas.

Andrew giró y golpeó la pared con tanta fuerza que la piel de sus nudillos se
salió. Kevin dio un paso rápido delante, con la mano estirada como si pudiera detener
un segundo golpe de Andrew, pero Wymack estaba más cerca. Andrew no miró a
Kevin para reconocer la interferencia. Sólo cuando Kevin dio un paso atrás Andrew
trató de soltarse del agarre de Wymack.

—Tos, tos, entrenador —dijo Andrew—. Me iré ahora.

—Entrenador, déjelo ir —dijo Aaron—. Por favor.

Wymack miró con frustración entre ambos, pero Aaron miraba el suelo, y la
sonrisa de Andrew no explicaba nada. Finalmente bajó la mano y dijo: —Tú y yo
vamos a tener una larga charla luego, Andrew.

—Claro —dijo Andrew, una gran mentira. Se había ido un segundo después.

—En serio, —dijo Nicky una vez que la puerta se cerró con fuerza después de
Andrew— ¿qué me perdí?

—Dame respuestas ahora, Aaron —dijo Wymack.

—No lo sé —dijo Aaron.

—Y mi culo que no sabes.

—No lo sé —repitió Aaron, más alto—. No sé por qué Higgins llama. Llámalo
de nuevo o ve con Andrew si quieres respuestas. Fue el mentor de Andrew, no el mío.
Sólo vi al tipo una vez.

—Obviamente dejó una impresión si es que aún lo recuerdas.

—Oh, —dijo Nicky— ¿acaso él es…?

No terminó la frase, pero Aaron entendió lo que estaba preguntando.

—Sí, —dijo Aaron— él fue quien me dijo que tenía un hermano.


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La críptica observación de Aaron fue la única respuesta que le sacaron en la
práctica. Wymack dejó de preguntar al momento que las cosas se volvieron
personales. Neil esperaba que los estudiantes de segundo ciclo dijeran algo una vez
que Wymack quedó del otro lado de las paredes de la corte, pero aparentemente
compartían el tacto de Wymack. Le dieron miradas curiosas a Aaron y Nicky de vez
en cuando, pero ninguno pidió alguna explicación.

Sin Seth alrededor para comenzar peleas con Kevin y Nicky, Allison cerca para
alborotar a cualquiera cerca de ella o Andrew charlando en la portería, los ejercicios
estuvieron casi alarmantemente quietos. La práctica habría sido un completo
desperdicio de tiempo de no ser por Kevin y Dan. Kevin era demasiado determinado
para dejar que alguien lo distrajera cuando estaba en la corte, y Dan conocía su rol
como capitana. Los mantuvo en movimiento cuando paraban y comenzaban a hablar
en los momentos de incómodo silencio. Incluso así, Neil sintió que todos estuvieron
aliviados una vez que Wymack terminó la práctica.

Dejaron el estadio al mismo tiempo, pero el disgusto de Nicky por las leyes de
tráfico los llevó a la Fox Tower antes. Nicky encontró un espacio cerca del fondo del
estacionamiento de los atletas y fueron al dormitorio en grupo. A mitad de camino
notaron una figura esperándolos en la acera. Andrew estaba sentado con las piernas
cruzadas en el cordón de la acera, las manos en sus tobillos mientras los observaba
acercarse.

—No deberías estar afuera si estás contagiándote algo —dijo Kevin.

—Vaya preocupación. —Andrew sonrió por el tono frío de Kevin—. No llores,


Kevin. No es nada que una siesta y vitamina C no puedan arreglar.

Nicky se agachó en frente de Andrew.

—Hola. ¿Estás bien?

—Haces preguntas extrañas, Nicky.

—Estoy preocupado, eso es todo.

—Suena como que es tu problema. Oh, ahí están, finalmente.


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Neil miró atrás mientras Matt entraba al estacionamiento. Dio dos vueltas antes
de encontrar un lugar lo suficientemente grande para que su camioneta entrara.
Andrew golpeó la cara de Nicky en una silenciosa orden para que se quitara del
camino, así que Nicky se levantó y se movió a un costado. Andrew esperó hasta que
Dan, Matt y Renee estuvieran lo suficientemente cerca para oírlo antes de levantar la
mano en un saludo y hablar.

—¡Renee, llegaste! Bienvenida de nuevo. Estoy tomándote prestada. No te


molesta, ¿no? Sabía que no lo haría.

Renee asintió. —¿Necesito algo?

—Ya lo tengo. —Andrew se levantó y partió a través del estacionamiento.

Renee hizo una mueca y lo siguió. Lo alcanzó en un par de largos pasos y


caminó a su lado. Neil miró a Dan. Su boca estaba en una pequeña y dura línea, pero
no se veía sorprendida y no les dijo nada. Matt abrió la boca, luego captó la señal por
el silencio de Dan y decidió no decir nada. Nadie se movió hasta que Andrew y Renee
llegaron al final del estacionamiento, y luego Aaron se dio la vuelta abruptamente. En
vez de ir hacia adentro, comenzó a caminar por la acera alrededor de la Fox Tower que
iba hacia los dormitorios.

—Claro —dijo Matt al final—. ¿Alguna vez vamos a hablar de esto?

Nicky frotó sus brazos como si estuviera pasando un escalofrío, aunque hicieran
37 grados afuera, y sacudió su barbilla hacia la puerta.

—No sin un trago antes.

El equipo de Exy de la escuela tenía tres suites en el tercer piso. El grupo de


Andrew tenía el cuarto más cercano a las escaleras, las chicas estaban al medio, y Matt
y Neil estaban en la habitación del final que alguna vez habían compartido con Seth.
Dan entrelazó sus mano con la de Matt mientras se acercaban a la habitación y apretó
tan fuerte que sus nudillos se volvieron blancos. Matt no pareció reaccionar. Miró la
serie de llaves en su mano libre como si hubiera olvidado cuál era la que abría la
puerta.

—Era un idiota —dijo Matt en voz baja.


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—Lo sé —Dan respondió.

Matt respiró hondo y finalmente usó la llave. Abrió la puerta, y luego se movió
lejos de la entrada, apretando con fuerza la mano de Dan. La expresión severa de Dan
hizo que Neil intentara ojear dentro, pero no podía ver mucho con Matt delante. No
tuvo que esperar mucho; Dan reunió el coraje para moverse primero y empujó a Matt
dentro del cuarto con ella. Neil se paró un segundo en la entrada para mirar los
cambios.

No había estado en la habitación desde el domingo a la mañana, y sólo habían


parado lo suficiente para tomar un bolso antes de irse al departamento de Wymack. El
domingo, el cuarto se había visto igual que siempre. En los pocos días que habían
pasado, alguien había ido para llevarse las cosas de Seth. El tercer escritorio ya no
estaba ahí, al igual que la mesa de noche que Seth había convertido en estantes para
sus cosas de la universidad. Ahora había un demasiado obvio espacio vacío entre las
cosas de Neil y Matt.

Neil dejó a Matt y Dan observando el nuevo vacío y fue hacia la habitación. Su
cama y la de Matt seguían estando una sobre la otra, pero la de Seth había sido sacada
por los servicios de residentes. Los dos aparadores que antes habían estado escondidos
bajo la cama de Seth ahora estaban expuestos en la habitación, cubiertos por una capa
de polvo. Era como si Seth nunca hubiera estado ahí, como si no hubiera existido en
absoluto.

Neil se preguntó si él desaparecería tan fácilmente.

Dejó su bolso sobre el vestidor y volvió a la sala. Matt y Dan estaban


apretujados en el sofá. Matt observaba la pared donde había estado el escritorio de
Seth. Dan estudió el rostro de Neil, pero no dijo nada. Tal vez ella sabía que él no
necesitaba su consuelo, o tal vez no había nada para decir.

Kevin y Nicky no tardaron mucho en unírseles. Nicky llevó consigo ron y una
botella abierta de cola, así que Kevin tomó un par de vasos de las gabinetes de la
cocina. Nicky quitó su mirada del nuevo espacio vacío en la habitación con un obvio
esfuerzo. Puso las bebidas en la mesa ratonera luego de arrodillarse frente a Dan y
Matt. Kevin puso cinco vasos en la mesa y se sentó junto a Nicky.
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Neil tomó su vaso de la mesa antes de que Nicky pudiera servirle algo, y se
sentó al final de la mesa ratonera donde podía verlos a todos. Nicky sirvió los tragos,
los pasó, y levantó su vaso en un silencioso brindis. Nadie se le unió, pero él no
esperó. Tomó la mitad de su trago sin siquiera pensarlo. Lo rellenó con más ron y
volvió a mirar el espacio vacío donde estaba el escritorio de Seth.

—Así que… —comenzó, claramente incómodo—. Esto es, uhm…

Matt no le dio tiempo a terminar. La expresión en su rostro decía que no estaba


listo para hablar de Seth aún, especialmente no con Nicky. Captó la atención de Nicky
hacia otro tema y dijo: —¿Por qué Aaron no sabía que tenía un hermano?

Nicky hizo una mueca, pero Neil no supo qué le molestó más: la pregunta, o el
tono duro de Matt.

—Son gemelos —dijo Nicky. Esperó a que todos entendieron, miró a cada uno,
y luego frunció el ceño con incredulidad—. Piénsenlo un segundo, ¿sí? Imaginen que
son mi tía Tilda. ¿Cuán ansiosos estarían por decirle a Aaron que abandonaron a su
hermano luego del parto? Ella creía, o esperaba, que el secreto se quedaría enterrado
por siempre.

—Pero Aaron se enteró —dijo Neil.

Nicky le dio una media sonrisa.

—Sí, y es la razón por la cual creo en el destino. Aaron nació y fue criado en
San José. Aparentemente, la tía Tilda se aburrió de salir con hombres locales y
comenzó con las citas en línea. Cuando Aaron cumplió los 13, la tía Tilda comenzó a
salir con este nuevo tipo de Oakland. Su novio creyó que podían ir a un juego de los
Raiders, algo lindo y público y divertido, así que subieron a Aaron al auto y partieron.
Aaron dijo que estaba en un puesto de comida cuando este policía se le acercó,
llamándolo Andrew y hablándole como si se conocieran. Aaron creyó que estaba loco
o confundido, pero no le tomó mucho al policía darse cuenta de que algo estaba mal.

—Higgins —adivinó Matt.

—Sí. Tan pronto como Higgins descubrió que tenía al hermano equivocado,
hizo que Aaron lo llevara con la tía Tilda. Realmente, Higgins creyó que la tía Tilda
era una madre adoptiva, y que Aaron y Andrew de alguna manera se habían separado
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en el sistema. Higgins quiso reunirlos, así que Tilda le dio su número y se llevó a
Aaron a casa de nuevo. No sé por qué se molestó en hacerlo. Tal vez estaba demasiado
avergonzada para decir que no, o no quería explicarle a un policía lo que sucedía. De
cualquier manera, la madre adoptiva de Andrew la llamó al día siguiente para
organizar un encuentro, y Tilda se negó. Le dijo a los padres adoptivos que no quería
tener nada que ver con Andrew, no quería saber cómo él era o qué hacía, nada. Incluso
los hizo prometer que no volverían a contactarla.

Nicky terminó su segundo trago y mezcló un tercero.

—Pero Aaron sabía quién llamaba, y estaba demasiado emocionado para


esperar que su mamá colgada el teléfono antes de saber los detalles. Tan pronto como
ella contestó en la cocina, él corrió a la habitación de Tilda y escuchó todo desde el
teléfono allí. Así es como se enteró de la verdad. —Nicky miró su trago—. Dijo que
fue el peor día de su vida.

—Dios —soltó Matt—. No lo culpo. ¿Le dijo que la había oído?

—Oh, sí. Aaron contó que pelearon. Pero la tía Tilda no daría el brazo a torcer,
así que Aaron actuó a sus espaldas y llamó a la policía de Oakland. Contactó al
coordinador PAL y le dio su información para pasársela a Andrew. Dos semanas
después recibió una carta que básicamente decía ‘vete a la mierda’.

Matt se frotó las sienes.

—Sí, eso suena como Andrew.

—Algunas cosas nunca cambian —dijo Nicky.

—Así que, ¿cómo hizo Aaron para que Andrew cambiara de opinión? —
preguntó Dan.

Nicky la miró raro.

—No lo hizo.

—Espera —contestó Dan—, ¿cómo que no lo hizo?

—Me refiero a que no volvió a intentarlo. No sé quién le dijo a los padres


adoptivos de Andrew sobre Aaron, si fue Andrew o este tipo Phil, pero la madre
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adoptiva de Andrew le escribió una carta. Quería que Aaron tratara otra vez en
primavera, y dijo algo sobre las festividades siendo duras y con demasiados cambios
en la casa. Así que Aaron esperó, pero esperó demasiado. En marzo Andrew se fue a
la prisión juvenil, y Aaron comenzó a replantearse lo de su hermano. Dos meses
después la tía Tilda vendió su casa en San José y se mudó con Aaron a Columbia.

Dan se veía desconcertada.

—¿Entonces cuándo se conocieron?

—Papá se enteró de Andrew hace cinco años, así que… —Nicky contó con sus
dedos—. Cuatro años y medio, más o menos. Papá fue a California para entrevistar a
la familia adoptiva de Andrew y paró en la prisión juvenil. Un mes después, voló a
Aaron para que él y Andrew pudieran hablar, pero no cuento esa sesión supervisada de
media hora como su primer encuentro. Se conocieron realmente cuando Andrew
consiguió la libertad condicional anticipada un año después y papá convenció a Tilda
de llevarse a Andrew a casa. —Nicky toqueteó el vaso de su bebida por un segundo—.
Es raro cuando lo piensas, ¿verdad? Sólo se conocen hace como tres años.

—Eso es muy jodido —dijo Matt.

—Sí, y esa es la versión linda de la historia —respondió Nicky—. En fin, así es


como Aaron y Andrew conocieron a Higgins. No sé por qué está llamando a Andrew
ahora, pero no pienso preguntar. Veo la vida adoptiva de Andrew como algo fuera de
los límites. No toco el tema si él no lo hace primero.

—¿Eso está bien? —preguntó Dan—. No sonó como una llamada para
reconectar. ¿Y si alguien encontró algún crimen viejo que podría sacarlo de la corte?
Tal vez Phil llamaba para advertirle sobre alguna investigación.

—Andrew se ocupará —contestó Nicky.

—Eso no es reconfortante —dijo Dan, pero dejó el tema ahí.

De alguna manera, Kevin y Nicky terminaron cenando con ellos. Era la primera
vez desde que los estudiantes de segundo ciclo se habían mudado al campus en junio
que Neil veía a los del grupo de Andrew socializar con el resto del equipo. Neil lo
atribuyó a la falta de los gemelos. Había oído a Nicky quejarse con Aaron sobre cómo
los gemelos estaban aislados del resto, pero a Aaron no pareció importarle la molestia
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de Nicky. Ahora, sin Aaron para distraerlo o Andrew para moverlo fuera del camino,
Nicky era libre de hacer lo que quisiera.

Ordenaron delivery para no tener que salir otra vez, y Dan puso una película
para evitar conversaciones incómodas. La película terminó antes de que sus
compañeros volvieran, pero Nicky no iba a probar su suerte.

—Buenas noches —dijo, luego de ayudar a limpiar el desastre de la cena.

—Nos vemos en la mañana —se despidió Dan y cerró la puerta detrás de ambos
hombres. Cuanto se dio vuelta, le landó una mirada extraña a Matt—. Eso fue raro.

—Sí —asintió Matt—. ¿Cuántas chances hay de que pase otra vez?

—Matt —dijo Dan, pero lo pensó otra vez. Lanzó una mirada hacia la pared
donde había estado el escritorio de Seth, como si no estuviera segura de lo que iba a
decir—. ¿Qué significa esto para nuestra temporada?

Debido a que Wymack sólo reclutaba individuos con problemas, los Foxes
habían sido un equipo fracturado desde el día uno. Eran un equipo sin concepto de
trabajo en equipo, y determinaban su jerarquía por la fuerza. Pero cuando las prácticas
de verano empezaron, el 90% de sus conflictos en la corte comenzaban por Seth. Seth
siempre estaba listo para pelear con Kevin y los primos. No trabajaba con ninguno en
la corte y se negaba a negociar con ellos. Aquello constantemente forzaba a los Foxes
a elegir un bando.

La expresión de Matt era sorprendida, como si no estuviera seguro de que


deberían tener esa conversación tan pronto después de la muerte de Seth, pero
igualmente respondió.

—No te hagas ilusiones. No les importa Seth. No se reunirán detrás de él.

—Pero… —dijo Dan, porque tanto ella como Neil lo oyeron en el tono de Matt.

—Pero —continuó Matt, y miró a Neil—, finalmente tenemos una entrada.

Neil los miró a ambos antes de hablar.

—No entiendo.
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—Vimos esto pasar antes, con Kevin —explicó Matt—. Ellos te reclamaron.
Ahora te van a arrastrar por su agujero de conejos.

Dan puso sus manos en los hombros de Neil y lo miró intensamente.

—No te hundas tanto como para olvidarte de nosotros, ¿está bien? Pon un pie
adentro de su agujero y mantén otro afuera con nosotros. Serás la pieza que finalmente
nos una como equipo. No llegaremos a las finales sin ellos. Prométeme que lo
intentarás.

—No soy exactamente una fuerza unitaria —dijo Neil.

—Obviamente tienes algo que Andrew quiere —replicó Matt—. A donde


Andrew vaya, los otros irán. Sólo tienes que jalarlo más fuerte de lo que él te jala a ti.

Lo hacían sonar fácil, pero Neil sabía que no lo era.

—Lo intentaré.

—Bien —respondió Dan, apretando sus hombros antes de soltarlo—. Eso es


todo lo que pedimos.

Dan se sentó en el sofá y empujó a Matt con ella. Neil se sentó en su escritorio e
intentó adelantar un poco de su tarea. Apenas era la segunda semana de clases, y ya
estaba atrasado. Intentó leer sus notas de química, pero un par de párrafos más tarde
comenzó a perder concentración. Logró leer tres páginas más antes de rendirse y
empujar su libro en el escritorio.

—¿Neil? —preguntó Dan.

—¿Por qué la química es tan horrible? —respondió Neil, tomando su siguiente


tarea.

—Si lo averiguo serás el primero en saberlo —dijo Dan—. Puedes pedirle


ayuda a Aaron. Su mayor es ciencias biológicas.

Neil preferiría reprobar antes que pasar más tiempo con Aaron. Su tarea de
español fue más fácil de terminar, pero la de historia era demasiado aburrida como
para hacerla. Neil dejó aquel libro sobre el de química y se quedó mirando su tarea de
inglés. Se esforzó a medias en intentarlo, pero luego comenzó a revolver su mochila
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para buscar su libro de matemáticas. Mientras lo hacía, notó que Dan y Matt lo
miraban.

—¿Cuántas clases estás tomando? —preguntó Dan.

—Seis —dijo Neil.

—Estás bromeando —respondió ella—. ¿Por qué?

Neil la miró, y luego a Matt.

—Eso sugería el catálogo.

Dan hizo una mueca, pero fue Matt el que respondió.

—Ese programa es para gente graduándose en cuatro años. Tu contrato es de


cinco por una razón. Todo el mundo sabe que no puedes tomar un curso completo y
jugar en un equipo.

—Cuatro clases —soltó Dan, levantando cuatro dedos hacia Neil—. Eso es lo
que se necesita para ser considerado un estudiante de tiempo completo. Eso es lo que
quiero que tomes este semestre, ¿bien? Resuelve cuáles son las que harán tu vida más
difícil y deshazte de ellas. No le harás un favor a nadie agotándote tan temprano.

—¿Puedo dejar clases? —preguntó Neil, sorprendido.

—En tus primeras dos semanas, sí —dijo Matt—. ¿Dónde está tu programa?
Déjame verlo.

Neil revolvió un basurero hasta encontrarlo y lo pasó. Dan le hizo señas para
que se sentara en un lugar libre a su lado. Sostuvo el programa para que todos
pudieran verlo.

—¿Ves esto? —preguntó, señalando las clases de los lunes, miércoles y viernes
de Neil—. Estas no pueden quedarse. Si no te dejas tiempo para respirar, te vas a
quebrar. Cuando estaba en la secundaria tenía un trabajo de noche, iba al colegio, y era
capitana de mi equipo de Exy. Me hizo odiar toda mi vida. No quiero que pases lo
mismo. Matt dijo que Kevin y tú tienen prácticas nocturnas además de todo. Dime,
¿Cuándo duermes?

—En clase —admitió Neil.


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Dan le dio un golpe en la frente a Neil.

—Mal. Tienes que mantener un promedio.

—Dan tuvo varios años para perfeccionar ese discurso —soltó Matt—. Si la
Corte es tu propósito, nunca necesitarás estas clases. El colegio es sólo un medio para
un fin y una excusa para jugar Exy, así que no te mates por eso. Mira, traeré mi
computadora así podremos entrar en el portal escolar.

Neil miró su programa mientras Matt buscaba su computadora y pensó cuales


materias podía dejar. No era sobre las que le tomaran más tiempo, como Dan había
dicho, sino sobre las que no necesitaba en absoluto. Neil solo estaría en Palmetto por
un año, aunque no se los había dicho a sus compañeros. No importará cuál materia
dejara, la dejaría para siempre.

Eso hizo a historia y química sus primeras opciones, debido a que las odiaba.
Neil no era fan de sus clases de inglés ni discurso, pero aquellas lecciones podían
servirle cuando tuviera que huir. Necesitaba sus clases de español por supuesto, y
matemáticas se le hacía interesante.

Matt le pasó su computadora a Neil cuando se encendió, y Dan y él lo


observaron mientras entraba a su perfil en el portal escolar. Matt señalaba con su brazo
dónde debía entrar.

—¿Mejor? —preguntó Dan cuando el nuevo programa de Neil finalmente


cargó—. Mira. Tenías un descanso entre historia y discursos, ¿no? Ahora tienes dos
períodos libres. Puedes ver a un tutor en ese momento si quieres. Tienes una clase de
mañana los martes y jueves, así que tienes todo el tiempo hasta la hora de las prácticas
para dormir y hacer tarea. Funciona bastante bien, ¿no?

A Neil le interesaba más la parte de dormir que la de hacer tarea.

—Sí, gracias.

—No nos agradezcas, pero recuérdanos —dijo Dan—. Somos tus compañeros
de equipo. Estamos aquí para ayudarte con lo que sea que necesites, ya sea esto, el
juego o estrés en general. Todos pasamos experiencias distintas, pero acostumbramos
a necesitar ayudas. Solo que no estamos acostumbrados a recibirla. Pero nos tienes a
nosotros ahora.
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Neil no sabía cómo responder a aquello. No sabía qué era lo que le molestaba
más: que creía que ella realmente lo sentía, o que nunca podría aceptar aquella
propuesta sin importar qué. Los Foxes no podían lidiar con sus demonios. El único en
el que Neil confiaba con la verdad era Andrew, y eso era sólo porque estaba
desesperado.

Se salvó de responder cuando alguien golpeó la puerta. Neil comenzó a


levantarse, pero seguía con la computadora en su regazo, así que Matt lo volvió a
sentar. Neil creyó que sería uno de los otros atletas del pasillo que solía conocer a
Seth, pero era Renee quien esperaba en el pasillo. Matt se corrió para dejarla pasar.
Dan maldijo en voz baja a un lado de Neil. Neil oyó su voz, pero no supo distinguir lo
que dijo; estaba distraído por la nueva cojera de Renee.

—Desearía que no hicieras esto —le dijo Dan.

—Lo sé —respondió Renee.

Se acomodó en el lugar del sofá que Matt había abandonado mientras éste
revolvía la cocina. Volvió con una bolsa de hielo. Renee le sonrió mientras lo tomaba
y lo presionaba en los nudillos de su mano derecha. Movió sus labios en un gesto de
dolor, pero su expresión se mantuvo calmada mientras movía los dedos. Neil esperaba
que Dan y Matt ahogaran a Renee con preocupación, pero ninguno le preguntó si
estaba bien.

—Dime que esto no será un problema —dijo Dan.

Renee negó con la cabeza.

—No para nosotros. Lo que sea que sea, es personal. Volverá a la corte mañana.

Neil se preguntó en qué clase de universo paralelo había terminado. —Andrew


te golpeó.

—Un par de veces —dijo Renee—. Había olvidado cuán rápido es cuando está
medicado.

Neil miró desde la sonrisa de Renee, a su cabello con colores arcoíris, hasta el
colgante de cruz en su pecho. No lo entendía. Renee le advirtió que no sobreestimara
cuán buena era, pero todos los demás decían que ella era el alma gentil del equipo. No
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la había visto ser nada más que conciliadora desde que la conoció. Hasta ese
momento, la única parte cuestionable de ella era su amistad con Andrew.

—Renee y Andrew son compañeros de entrenamiento —dijo Matt.

No sonaba tan ridículo para ellos como lo hacía para Neil, pero además de
preguntarse qué hacía una buena chica cristiana peleando con el no-oficial sociópata
del equipo, Neil no sabía qué decir. Miró a Matt en busca de ayuda, pero éste sólo hizo
una mueca ante su confusión. Neil miró a Dan después, pero estaba demasiado
concentrada en la mano de Renee para darse cuenta. Finalmente, Renee levantó la
mirada y se apiadó de él.

—Nací otra vez, Neil. A Andrew no le interesa mi fe; le interesa quién fui antes.
Él y yo tenemos más en común de lo que tú crees. Por eso te hago sentir incómodo,
¿no?

Dan y Matt miraron con curiosidad a Neil. Aparentemente, no habían notado


cuánto se esforzaba Neil por no pasar tiempo a solas con Renee. Él los ignoró y dijo:

—Me haces sentir incómodo porque no tienes sentido. No te entiendo.

—Podrías preguntar —sugirió Renee.

—¿Es realmente así de fácil? —preguntó Neil.

—No me enorgullece mi pasado, pero no puedo sanar si lo oculto. Cuando creas


que estés listo para confiar en mí, déjame saberlo. No quiero que sea un problema
entre nosotros. Podemos tomar una taza de café y hablar de lo que quieras. Ahora
mismo, sin embargo… —Apoyó su mano sana en el apoyabrazos del sofá y se
levantó—. Lo único que quiero es una ducha caliente y mi cama. Estoy exhausta.

Dan entrelazó su brazo con el de Renee y miró a los chicos.

—Pueden pasar la noche en nuestro cuarto si quiere. Si creen que… —No


terminó de hablar, pero la mirada que le dio a la habitación dijo suficiente—. Tenemos
un futón que puedes usar, Neil.

—Dormiré aquí —respondió él—, pero tengo prácticas con Kevin, así que
deberías llevarte a Matt contigo.
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—¿Estás seguro? —preguntó Matt.

—Estoy seguro —dijo Neil—. Estaré bien.

Matt dudó, y luego le dio un beso a Dan.

—Esperaré con él hasta que Kevin venga. Nos vemos en un rato.

Las acompañó a la puerta y la cerró luego de que se fueran. Sin ellas, el cuarto
se sentía mil veces más grande, y el silencio se asentó entre Neil y Matt como una
piedra.

—Está atrasado —dijo Matt, en un intento incómodo por romper el hielo—. Tal
vez Andrew está demasiado enojado como para dejarlo venir.

—Tal vez.

Neil se sentó en su escritorio para esperar. Kevin generalmente buscaba a Neil a


las diez para sus prácticas nocturnas, pero Andrew se había ido por horas con Renee.
Ya habían pasado las once. Neil bostezó contra su mano mientras miraba el reloj. Se
preguntó si debía ir hasta su habitación y preguntarle a Kevin si cancelaban las
prácticas, y decidió hacerlo luego de media hora más. Siete minutos antes de ir, Kevin
se presentó en el cuarto de Neil y Matt.

—En algún momento debes dejarlo dormir —le dijo Matt, siguiéndolos por el
pasillo para ir hasta el cuarto de Dan.

—Dormirá cuando hayamos ganado las finales —respondió Kevin.

Andrew los esperaba en el auto como siempre. A pesar de cuán bruscas habían
sido las cosas entre Andrew y Kevin en la práctica de ese día, no parecía haber tensión
entre ellos. Andrew no dijo nada cuando Neil y Kevin se subieron al auto, y los llevó
hasta la corte en silencio. Tal vez su encuentro con Renee lo había dejado exhausto, o
tal vez no le importaba lo suficiente para sentir resentimiento. Neil no estaba seguro,
pero observó a Andrew ir hasta las gradas para esperarlos, y lo pensó.

—Ahora, Neil —dijo Kevin desde la puerta de la corte.

Neil empujó los pensamientos sobre Andrew al fondo de su cabeza y siguió a


Kevin dentro de la corte de los Foxes.
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3
La práctica del jueves fue más incómodo que la del miércoles. Habría sido fácil
culpar la reaparición de la medicación de Andrew en su arco el jueves a la tarde, pero
Andrew se había comportado bastante. No mencionó a Seth ni una sola vez y no tuvo
mucho para decirle a los estudiantes de segundo ciclo.

El problema fue lo que Dan y Matt habían notado la noche del miércoles: el
equipo podía ser mucho mejor sin Seth en la formación. Andrew, Aaron y Nicky
podían tener problemas personales fuera de la corte, pero trabajaban bien juntos en
ello. Matt podía participar en su grupo gracias a su talento y lo que sea que Andrew le
había hecho el año anterior. Dan los guiaba y los mantenía en movimiento desde su
lugar como distribuidora ofensiva. Kevin empujaba a Neil sin piedad en la línea de los
anotadores, pero Neil peleaba con uñas y dientes para mantenerse a ritmo. Renee
alisaba los bordes cada vez que empezaban a aparecer.

Por primera vez en la historia de los Foxes, el equipo era una fuerza unificada.
Dan y Matt podían verlo, pero Neil podía ver la culpa en sus rostros y oírla en sus
palabras cada vez que hablaban durante los descansos. No querían encontrar el lado
positivo de la muerte de Seth, y dudaban a la hora de explotarlo. Neil quería decirles
que la muerte no era razón para contenerse, pero veía interesante su humanidad. Sólo
esperaba que lo hubieran superado antes de su primer partido la noche del viernes.

Su segundo juego de la temporada era un juego fuera, por lo cual todos estaban
agradecidos. La ausencia de Seth era lo suficientemente notable en las prácticas; su
primer juego en casa sin él sería raro y confuso. Neil no creía que Allison estuviera
lista para eso aún.

Wymack los necesitaba en la corte a las 12:30 el viernes para estar en camino a
tiempo. Firmó para sacarlos de sus últimas clases de la mañana, pero Neil no pudo
salvarse de sus clases de español y matemáticas. Luego de cálculo, dejó su mochila en
su dormitorio y se encontró con sus compañeros. Dan los contó en el pasillo para
asegurarse de que estén todos, y luego los dividió en dos autos para conducir hasta el
estadio.
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Desde el viaje del sábado a Columbia, Neil había estado yendo al estadio con
los primos. Había más espacio en la camioneta de Matt que en el asiento trasero de
Andrew, pero Andrew le había dado una orden explícita: mantente a la vista de Kevin
y mantén a Kevin interesado en tu potencial. Neil se podría haber quejado en que no
ganaba nada sentándose en el asiento detrás de Kevin en un auto, excepto que ahora
Dan y Matt confiaban en él para unir al grupo. Tenían razón en que Andrew era la
clave de todo. Neil tenía que mantenerse en el lado bueno hasta descubrir la manera
correcta de hacer las cosas, así que se tragó su malestar e hizo lo que le dijeron.

Tuvo una nueva razón para estar incómodo cuando llegaron al estacionamiento
del estadio. Abby había estado fuera toda la semana cuidando a Allison, pero su auto
estaba ahí ahora. Eso significaba que Allison los estaba esperando en el vestidor.

El sábado a la mañana Neil insultó a Riko en televisión nacional. Kevin le


advirtió que Riko se vengaría el mismo día. Los Foxes deberían haberse quedado
juntos fuera de vista, pero Allison y Seth fueron a un bar con sus amigos. Neil vio a
Seth antes de que se separaran. Recordaba despedirse de los estudiantes de segundo
ciclo antes de seguir a Andrew a Columbia. Cuatro horas después, Seth estaba muerto.

Podría haber sido una trágica coincidencia en el momento conveniente. Podía


ser el trabajo de Riko. Lo último era absurdo, pero lo primero era posible. Allison
conocía los malos hábitos de Seth. Sabía que a Seth le gustaba mezclar bebidas con
sus pastillas prescriptas. Neil vio a Allison hurgar en los bolsillos de Seth buscando la
botella. Sus manos volvieron vacías, y ella besó la irritación de Seth. De alguna
manera él tuvo una sobredosis, y Andrew estaba convencido de que Riko estaba detrás
de eso.

Neil no había sido directamente responsable por una muerte en años, aunque
sabía que mucha gente había muerto en la lucha de su madre por mantenerlo a salvo.
Neil nunca quiso ser su padre, pero tampoco quería ser su padre. Eran dos tipos de
descorazonados y Neil, a pesar de todos sus problemas conectando con otras personas,
no quería ser un monstruo. Aunque por la manera en que la temporada estaba
empezando, tal vez era inevitable que se convirtiera en sus padres.

Neil necesitaba más tiempo para decidir qué teoría le parecía la más factible,
pero no importaba lo que él creyera. Si Allison había conectado los hilos y culpaba a
Neil por la muerte de Seth, no habría manera de lidiar con ella ese año. Neil tenía que
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arreglar las cosas con ella de alguna manera, pero no sabía por dónde empezar. Nunca
había sido bueno hablando con la gente. Alguien como Allison no habría sido su
primer acierto.

Allison Reynolds era una desconcertante elección para Palmetto State. Se veía
como una princesa de película, pero podía pelear con los mejores en la corte. Se
negaba a doblarse antes las expectativas que los demás tenían de ella, y podía ser
honesta hasta el punto de la crueldad. Podría haber heredado el imperio billonario de
sus padres, pero no había querido las restricciones que esa vida llevaba. Quería ser su
propia persona. Quería probarse a sí misma en la corte. Y por alguna razón ella quería
a Seth, a pesar de sus muchos defectos y su rudo cariño.

Neil esperaba que ella pudiera vivir sólo con dos de esos tres deseos.

Andrew debe haber sentido a Neil tensarse; estaban sentados hombro a hombro
en el asiento trasero de su cuarto. Siguió la mirada de Neil hasta el auto de Abby
mientras Nicky estacionaba en un lugar a unos metros de distancia.

—Lo logró —dijo—. Esto debería ser interesante.

Nicky sacó la llave de la ignición.

—Para ti, tal vez.

—Sí, para mí. —Andrew rió y salió del auto.

Aaron se movió más lentamente, así que Neil siguió a Andrew al asfalto. Dudó
con una mano en la puerta del auto y miró el autobús de los Foxes, estacionado unos
espacios lejos. Andrew lo observó con una sonrisa burlona en los labios. Neil estaba
evadiendo, y ambos lo sabían.

Molesto, cerró la puerta del auto y caminó hacia el estadio. Puso los dígitos de
Abby en el teclado de seguridad y oyó el pitido antes de abrir la puerta. Andrew estaba
de puntitas de pie mientras caminaba por el pasillo con Kevin detrás suyo, sin dudar,
así que Neil tampoco dudó. Se preparó para la posible reacción de Allison y entró en
el vestuario.
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Neil había visto a Allison en su mejor momento, bien vestida, con un maquillaje
perfecto y sus ondas. La había visto luego de salir de la corte, con la cara roja, sudada
y humana. Nunca la había visto así.

El cabello platinado de Allison estaba perfectamente peinado y todo lo que


vestía se veía elegante y costoso. A primera vista era como si nada hubiera cambiado,
pero no hacía más que mirarla por más de un segundo para notar que la pelea la había
abandonado. Estaba sentada con los dedos entrelazados y las manos juntas entre sus
rodillas, sus hombros hundidos y su expresión muerta. Sus ojos miraban al suelo,
aparentemente inconsciente de la llegada de sus cinco compañeros.

Andrew fue rápidamente hacia su lugar en el sofá como si no la hubiera notado


allí, pero Aaron y Kevin se congelaron al verla. Neil creyó que debía disculparse o
preguntarle si estaba bien, pero su voz murió en su garganta. Sorprendentemente, fue
Nicky el que encontró la fuerza para cruzar la habitación hasta ella. Se arrodilló frente
a ella, moviéndose en cámara lenta, como si creyera que ella se iría corriendo si la
asustaba, y la miró.

—Oye, —dijo Nicky, suavemente como si ambos no hubieran pasado todo el


verano insultándose en la corte— ¿hay algo que podamos hacer?

No respondió, pero lo oyó. Sus labios se volvieron blancos mientras los apretaba
con fuerza. Nicky se quedó en el mismo lugar, tratando de o darle un apoyo silencioso,
o esperarla. Fueron unos minutos antes de que Allison volviera a moverse, pero no
miró a Nicky. Su mirada gris se elevó infaliblemente al rostro de Neil.

Neil se quedó parado en silencio en la puerta y esperó por el enojo de Allison.


Nunca llegó. Los segundos pasaron, lentos y dolorosos, pero la expresión de Allison
no cambió. No se veía enojada como él creyó que estaría, o triste como él estaba
seguro que estaría. Ella sólo… estaba ahí. Estaba respirando, pero estaba sin vida, una
marioneta cuyas cuerdas habían sido cortadas.

Neil fue salvado por la llegada del resto del equipo. Tuvo que moverse para
evitar ser golpeado por la puerta. Dan y Renee fueron directamente hacia la silla de
Allison y tomaron lugares a cada lado de ella. Los brazos de Dan pasaron por los
hombros de Allison, de alguna manera viéndose más feroz que consoladora, y
murmuró algo en sus oídos. Allison se giró hacia Dan, ahogando las consolaciones que
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Dan tenía para ella, y Neil finalmente recordó cómo moverse. Nicky se levantó cuando
fue obvio que las chicas podían encargarse de Allison. El resto del equipo lentamente
se asentó en la habitación.

Todos habían llegado a tiempo, pero Wymack y Abby estaban sospechosamente


tardíos. Neil se preguntó si Wymack llegaba tarde a propósito. Su ausencia quitaba la
presión y la realidad de porqué estaban ahí. Estaba dándoles a los Foxes unos minutos
para ajustarse a la vuelta de Allison y su duelo. Les daba una chance de verla antes de
que Wymack llevara su atención hacia Exy otra vez.

También les mostraba a qué se enfrentarían esa noche. Allison estaba de vuelta,
pero parecía estar sosteniéndose por palillos. Neil no sabía si ella se sostendría lo
suficiente como para jugar. Si no podía, los iban a destrozar. La Universidad de
Belmonte era una de las escuelas más fuertes del distrito. No estaban tan alto en el
ranking como Breckenridge, pero serían casi igual de difíciles de enfrentar para los
Foxes ahora que no tenían a Seth. Si perdían a Allison también el juego terminaría
antes de empezar.

La puerta de la oficina de Wymack se abrió finalmente. Entró al salón y miró a


Allison.

—Adelántate, Allison. Nicky cargará tus cosas.

Nicky hizo una mueca hacia Wymack, pero fue inteligente y no protestó cuando
Allison podía oírlo. Allison se libró de los brazos de Dan y se fue del salón sin mirar
atrás. Nicky esperó a que la puerta se cerrara antes de hablar.

—En serio, ¿a quién se le ocurrió traerla? —preguntó—. No debería estar aquí.

—Le dimos la opción de decidir —respondió Wymack—. Ella quiso venir.

—Yo no le habría preguntado —dijo Nicky, dirigiendo una mirada preocupada


a la puerta—. La habría dejado atrás y me habría disculpado después. No está lista.

Andrew se rió.

—Cuánta fe, Nicky. No te preocupes. Jugará.

Era una muestra de apoyo de quien menos esperaban. Andrew sonrió ante la
sorpresa y sospecha en los rostros de sus compañeros. No se molestó en explicar de
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dónde venía su confianza, pero levantó sus brazos e hizo un gesto hacia los anotadores
a sus costados.

—De verdad, deberían preocuparse más por estos dos lunáticos.

—De eso quería hablarles —dijo Wymack, moviéndose para quedar en frente
del televisor—. Dan y yo pasamos la semana buscando la mejor manera de manejar la
línea de anotadores. Saben que no puedo conseguirnos un sustituto aún. Kevin ha
jugado mitades completas antes, pero no desde el otoño pasado. No creo que tú
siquiera lo hayas intentado —dijo, y asintió cuando Neil asintió con la cabeza—.
Ninguno de ustedes puede jugar un juego entero tal y como están ahora. Tendremos
que trabajarlos una semana a la vez. Mientras tanto, mezclaremos las cosas para
mantenernos a flore. —Wymack miró a Dan y Renee, quienes seguían en la silla de
Allison—. Nuestra solución no es linda, pero es lo mejor que podemos hacer con tan
poco tiempo, así que presten atención.

Su portapapeles estaba en la mesa del centro. Lo levantó, giró un par de páginas,


y comenzó a leer. —La línea de entrada para la primera mitad de hoy será esta:
Andrew, Matt, Nicky, Allison, Kevin, Neil. Los sustitutos de la primera mitad: Aaron
por Nicky, Dan por Kevin, Renee por Allison.

—Espera. —Nicky le dio una mirada confundida a Renee—. ¿Qué?

Wymack levantó una mano para callar a Nicky.

—La línea para la segunda mitad: Aaron, Nicky, Allison, Kevin, Dan. Matt
entrará por Nicky, Neil por Dan, y Renee por Allison otra vez. —Bajó los papeles y
levantó la mirada—. Díganme que lo entendieron porque no lo repetiré.

—¿Es una broma, entrenador? —preguntó Nicky—. Renee es una arquera.

—Dan es la única que puede entrar como anotadora —dijo Renee—, y Allison
estará yendo y viniendo por un tiempo. El entrenador y yo lo hablamos el martes, así
que he tenido tiempo para modificar nuestro equipamiento extra. Sé que no he jugado
defensa desde bachillerato, pero haré lo mejor que pueda.

—Por favor no lo tomes a mal, pero no eres tú quien me preocupa —respondió


Nicky—. Si tú vas a jugar distribuidora, ¿a quién tendremos en el arco en la segunda
mitad?
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Wymack miró a Andrew. Andrew miró sobre su hombro como buscando un


tercer arquero. No había uno, así que alzó una ceja hacia Wymack y pasó su pulgar
por su sonrisa.

—El entrenador saber que mi medicina no funciona así.

—Lo sé —dijo Wymack.

—¿Qué me estás diciendo que haga?

—No te estoy diciendo nada —respondió Wymack—. Teníamos un trato y no


voy a faltarlo. Estoy ofreciendo un intercambio, los mismos términos y condiciones
que el año pasado. Abby tomó la botella ayer y la puso en el botiquín de primero
auxilios. Es tuya apenas salgas de la corte. Todo lo que debes hacer es jugar. Cómo
juegues depende de ti.

—No estarán listos en una semana. ¿Cuánto crees que podrás mantener esto?

—Tanto como tú puedas —dijo Wymack—. Así que, ¿puedes mantenerte o no?

Andrew rió.

—Supongo que lo averiguaremos.

Wymack asintió.

—¿Alguien más tiene alguna pregunta?

Nicky era persistente. —Entrenador, está línea de jugada es demente.

—Sip. Buena suerte. —Wymack aplaudió para acallar cualquier otro


argumento—. Muévanse. Busquen su equipo y salgan de mi vestuario. Dan, Renee, si
pueden juntar las cosas de Allison háganlo para que Nicky las lleve al autobús. Matt,
ayúdame con la bolsa de raquetas. Encenderé el autobús en diez minutos. Si no están
ahí, no vendrán. Vayan, vayan, vayan.

Se separaron en los vestidores para buscar sus equipos. Sus bolsas de viaje los
esperaban en los bancos a un lado de sus casilleros. Neil tomó la suya y la giró en sus
manos, admirando el naranja chillón del bordado. Su nombre y número estaban de un
lado, y una huella de zorro en el otro. Olía a nuevo.
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Apenas había puesto el número de su casillero cuando oyó metal siendo


golpeado a un costado. Neil arrastró su atención hacia sus compañeros. Andrew abría
y cerraba su casillero sin razón aparente. Lo hizo sólo dos veces antes de que Kevin
parara la puerta para detenerlo. Andrew no peleó, pero tiró su equipo de su casillero
hacia el piso.

—¿Qué está pasando? —preguntó Kevin—. No puedes durar un juego completo


sin tu medicina.

Neil estaba aliviado de que alguien preguntara, porque tenía serias dudas acerca
de este plan. La abstinencia comenzaba tan pronto como Andrew se saltaba una dosis
y venía en tres partes: un quiebre psicológico y físico, violencia enfermiza, y antojos
locos. No sabía cuánto tardaba el tercero por aparecer, pero Matt dijo una vez que Neil
tenía suerte de no haberlo visto nunca.

La abstinencia no debía ser un problema, ya que Andrew estaba obligado a


mantenerse medicado por tres años como parte de su acuerdo de libertad, excepto que
Wymack dejaba que Andrew no tomara su dosis en noches de juegos. La corte estaba
siempre demasiado frenética y el equipo de Andrew era demasiado grueso para que
alguien notara cuando la sonrisa maníaca de Andrew se iba de su cara. Si él podía
tragarse el quiebre en la primera mitad, podía tomar sus píldoras en el receso y
recuperarse en las bancas por el resto del juego.

Andrew parecía tenerlo dominado. Neil ni siquiera había notado una diferencia
la semana anterior. Pero eso había sido una mitad, y ahora se suponía que Andrew
jugara un juego entero. La respuesta obvia era que Andrew jugara un juego medicado
quisiera o no, pero las cosas nunca eran fáciles con él.

—No, probablemente no. —Andrew sonaba demasiado alegre para alguien que
pasaría la mitad de su noche en malestar. Se arrodilló y comenzó a levantar el desastre
que había hecho con su armadura y uniforme—. Se nos ocurrirá algo.

—Ya lo ha hecho antes —dijo Matt.

—Sí, el octubre pasado. —Nicky no levantó la mirada de donde estaba


acomodando sus cosas dentro de la bolsa de viaje, pero sonreía mientras hablaba—.
Descubrimos que la ERC iba a sacarnos del ranking de Clase I si no dejábamos de
perder. El entrenador le pidió a Andrew un milagro, y Andrew nos lo dio. Hizo que el
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entrenador le dijera un número entre uno y cinco, y esa fue la cantidad de puntos que
dejó que el otro equipo metiera antes de cerrar el arco. Fue probablemente lo más
genial que alguna vez vi.

Si sus palabras buscaban hacer sentir mejor a Kevin sobre Andrew esta noche,
tuvieron el resultado opuesto. El rostro de Kevin estaba nublado.

—Así que lo intentarás —dijo Kevin con los dientes apretados—, porque el
entrenador te lo pidió.

Andrew cruzó los brazos alrededor de sus rodillas, movió su cabeza hacia atrás
y le sonrió a Kevin desde el piso.

—Cuidado, Kevin. Tus celos están notándose.

—Por ocho meses me has dicho que no. En ocho segundos le dijiste que sí. ¿Por
qué?

—Oh, eso es fácil. —Andrew metió lo último de su equipo dentro de su bolsa y


la cerró. Pasó la bolsa por sus hombros y se levantó, tan cerca de Kevin que casi lo
hizo tropezarse—. Es más divertido decirte que no. Eso es lo que querías, ¿no?
Querías que me divirtiera. Estoy haciéndolo. ¿Tú no?

Para alguien tan pequeño, Andrew hacía demasiado ruido cuando era empujado
a los casilleros. Andrew se rió mientras chocaba con el metal anaranjado. Neil no
sabía lo que lo sorprendía más: si la violencia de Kevin, o la mancha de sangre en su
camiseta. Neil ni siquiera había notado que Andrew había sacado un cuchillo, pero
estaba en su mano entre ambos. Kevin se alejó con una maldición.

—¡Dios, Andrew! —dijo Matt—. Kevin, ¿estás bien?

—Estoy bien. —Kevin puso una mano en su pecho como verificando si era
verdad lo que había dicho.

Neil estaba al final de los casilleros, así que no podía ver, pero la relativa falta
de sangre lo hizo creer que el corte era poco profundo. Era largo, pero no serio. Iba a
arder cuando Kevin se pusiera su pesado equipo arriba esa noche.

Andrew se alejó de los casilleros y se acercó a Kevin otra vez. Puso la punta del
cuchillo en el pecho de Kevin, sobre su corazón, y miró a Kevin a la cara. Kevin se
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veía más enojado que intimidado mientras le devolvía la mirada. Matt comenzó a
acercarse, quizá creyendo que debía separarlos antes de que fueran por el segundo
round. Kevin no movió la mirada de Andrew mientras le hacía señas de que no se
acercara. Matt no paró hasta que estuvo a una distancia relativamente corta de ellos.
Ahí esperó, quieto y tenso, a que uno hiciera un mal movimiento.

Luego de que se quedara quieto, Andrew habló.

—Kevin, Kevin. Tan predecible. Tan patético. ¿Qué dices sobre una propina?
Una recompensa por todo tu duro trabajo, o algo así. ¿Quieres? Empezarás a tener más
éxito cuando pidas por cosas que sí puedes tener.

—Puedo tener esto —respondió Kevin, su voz llena de frustración—. Sólo estás
siendo estúpido.

Andrew dio una vuelta a su alrededor y limpió su cuchillo en su brazo. Lo que


sea que Andrew vistiera, había un accesorio que nunca se quitaba: un par de brazaletes
negros que se extendían desde sus codos hasta sus muñecas. Eran más que nada una
broma, una manera de que los extraños distinguieran a los gemelos, pero Andrew los
tenía con otro propósito. Neil había descubierto en junio que Andrew escondía
estuches bajo la tela de algodón. Tan pronto como Andrew vio que la cuchilla estaba
limpia, el cuchillo desapareció de la vista de todos. Andrew se había ido por la puerta
unos segundos después.

—¿Estás bromeando? —Nicky sonaba exasperado mientras levantaba su


bolso—. Creí que habías abandonado esta pelea meses atrás. Nunca ganarás.

Kevin se movió hasta su casillero sin contestar y comenzó a juntar su bolso.


Nicky negó con la cabeza y fue hasta la puerta. Aaron no había parado de juntar sus
cosas para ver la corta pelea, así que fue detrás de Nicky. Neil miró a Kevin esperando
otra explosión, pero parecía estar pasando su enojo en silencio. Metía su equipo dentro
del bolso como si quisiera romperlo.

Lo único que le importaba a Kevin era el Exy. Había sido criado con ese deporte
y lo único que quería era pasar a cualquier otro anotador que enfrentara en la corte.
Empujaba a sus compañeros sin piedad y se demandaba el doble a sí mismo. Kevin no
podía soportar la incompetencia y no toleraría nada menos que el mayor esfuerzo de
parte de sus compañeros.
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Lo que más odiaba Kevin era la apatía profunda de Andrew. Andrew tenía una
de las mejor estadísticas de arquero en el sureste y eso era sin hacer un verdadero
esfuerzo. Kevin había pasado la mayor parte de su año intentando hacer cambiar de
opinión a Andrew. Quería que el Exy significara algo; quería que Andrew hiciera lo
mejor que pudiera tanto como un moribundo quería un último soplo de aire. Andrew
lo sabía, y se negaba a dárselo.

Neil entendía el enojo de Kevin. Había estado igual de frustrado aquel verano
cuando vio a Andrew jugar. Era imposible—debería ser imposible—que a alguien tan
talentoso le importara tan poco. Desafortunadamente, las píldoras de Andrew
arruinaban su capacidad de atención y lo mantenían demasiado drogado como para
que le importara la resolución de los juegos. Jugar mientras estaba en abstinencia
podía ser la mejor, excepto que Neil había tratado de hablar con un medio-sobrio
Andrew sobre Exy ese verano. Andrew había dicho que el Exy era demasiado aburrido
para valer la pena.

Una cosa era que los problemas psicológicos de Andrew y su medicina lo


hicieran incapaz de tratar, pero él acababa de venderle su juego a Wymack sin un
argumento. Neil no sabía lo que significaba, ni tampoco cómo sentirse al respecto.

Matt esperó hasta que Kevin se fuera por un minuto antes de mirar a Neil.

—Bueno, esta noche va a ser increíble.

—Creo que quisiste decir “terrible” —respondió Neil, cerrando su bolso.

Matt le dio una sonrisa a Neil antes de cerrar su casillero. Pasó a su lado
mientras iba a la puerta y puso una mano en el hombro de Neil.

—Intenta no pensar en eso hasta que lleguemos. No te harás ningún favor si te


estresas por cosas que no puedes solucionar en el viaje.

Neil asintió y dijo: —Matt, ayudaré al entrenador con las raquetas. Quiero
preguntarle algo.

—¿Estás seguro? —preguntó Matt—. Entonces ven, llevaré tu bolso al autobús.


Es incómodo llevar ambos.
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Neil le tendió el pesado bolso y fue hasta la puerta. Matt se fue hacia la
izquierda a la salida, mientras que Neil fue directo al salón. Wymack tenía el closet del
equipo abierto y ya había sacado las raquetas que colgaban. Los protectores estaban
abiertos para que Wymack pudiera verlos. Neil sabía que las raquetas estaban en buen
estado, ya que el mantenimiento era una de las cosas que los Foxes hacían antes de
irse después de cada práctica, pero Wymack las revisaba de todas maneras.

Wymack levantó la mirada a la llegada de Neil, pero no preguntó por qué había
ido él y no Matt. Neil no dijo nada, pero se estiró y tomó la cabeza de su raqueta.
Llevaría las dos que tenía por si acaso. Las raquetas estaban sólidamente construidas
para poner potencia detrás de sus lanzamientos y resistir todos los controles de palos
en la corte, pero incluso la raqueta más fuerte se rompería con suficiente abuso. Neil
no quería estar a siete horas de casa y no tener nada con qué jugar.

—Cuidado con tus dedos —dijo Wymack.

Neil se movió para que Wymack pudiera cerrar las protecciones. Los pestillos
de plástico hicieron clic rápidamente. Wymack sacudió un poco la rejilla para
asegurarse de que ninguna se abriera y le hizo un gesto a Neil para que tomara la
manija delantera. Neil lo hizo, pero no se movió todavía. Se quedó parado,
mentalmente pensando cuál era la mejor manera de frasear su pregunta. Creyó que
Wymack lo apuraría debido a que tenían un horario que respetar, pero lo esperó para
oírlo.

—No creí que Andrew tuviera un precio —dijo Neil—. No se ve como el tipo
de persona que puedes comprar.

—No lo es —respondió Wymack—. Si le pidiera hacerlo gratis, lo haría. La


única razón por la que está ganando algo es porque sé lo que le costará jugar para
nosotros esta noche.

—Pero, ¿por qué? —Neil preguntó—. ¿Por qué eres tan especial?

Wymack levantó una ceja.

—No lo soy.

—No lo entiendo.
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—Tal vez hayas notado cuánto dejo que este equipo se salga con la suya —dijo
Wymack—. Sé el tipo de personas que recluté, y sé que algunos necesitan un poco de
ayuda para mantenerse en forma. Mientras ninguno se lastime, nadie sea atrapado, y
nadie sea lo suficientemente estúpido para traerlo a mi corte, no me importa lo que
ustedes hagan en su tiempo libre. No es mi problema porque no quiero que sea mi
problema.

Wymack hablaba de las fiestas de polvo de galletas y el alcohol que Andrew le


daba a su grupo en Columbia. Neil no sabía qué lo sorprendía más: que Wymack
supiera en lo que se metía su línea de defensa, o que lo dejara pasar. La falta de acción
de Wymack no era aprobación, pero un hombre en su posición no debería condonar
esas cosas aun implícitamente. Alguien más pensaría que Wymack estaba siendo
irresponsable. Tal vez lo era, pero Neil sabía que no era tan simple.

Algunos decían que Wymack reclutaba atletas problemáticos por la publicidad.


Otros creían que era un idealista mal guiado. Encontrar problemáticos talentosos y
darles una oportunidad de cambiar sus vidas era lindo en teoría y un desastre en la
realidad. La verdad era que Wymack los elegía porque entendía de primera mano
cuánto necesitaban una segunda oportunidad. Miraba hacia otro lado porque sabía
cuánto algunos de ellos necesitaban un escape para sobrevivir.

—¿Andrew sabe que sabes? —preguntó Neil.

—Por supuesto que sabe.

Eso era interesante. Andrew sabía que Wymack podría tener una correa más
apretaba en él y elegía no hacerlo, así que cuando Wymack necesitaba que él lo
intentara, lo hacía. Neil lo pensó, y preguntó: —¿Es respeto o prudencia?

—Iremos con lo segundo —respondió Wymack—. A Andrew le gusto tanto


como le gustas tú.

No había ningún tono de acusación en su voz, pero aun así Neil hizo una mueca.

—Lo lamento.

—Laméntate mientras caminas. Vamos tarde.


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Arrastraron la bolsa de raquetas por el pasillo hasta la salida. Neil paró en el


salón lo suficiente para tomar su mochila y Wymack apagó las luces mientras se iban.
Esperaron afuera de la puerta lo suficiente para asegurarse de que la cerradura estaba
bien. Subir la bolsa al autobús fue incómodo, ya que tenían que subirla de costado. Por
suerte el estuche alrededor se aseguró de que las raquetas no se arrastraran en el piso
de metal. Wymack cerró las puertas del almacenamiento, siguió a Neil al autobús y
contó la cabezas desde el frente.

Todos los demás estaban acomodados. Abby estaba en la fila delantera, con Dan
y Matt detrás de ella. Allison y Renee estaban juntas en la tercera fila, eligiendo el
consuelo del acompañamiento por sobre el espacio para acomodarse en el autobús.
Debido a que los estudiantes de segundo ciclo estaban juntos, dejaban cuatro filas de
asientos entre ellos y el grupo de Andrew.

A diferencia de sus compañeros, el grupo de Andrew se sentaba uno por fila.


Andrew tenía la última fila con Kevin delante de él. Nicky se había sentado delante de
Kevin la última vez, pero ahora él y Aaron estaban una fila adelante, dejando una
vacía en el medio. Neil no tenía que preguntar para qué. Dejó su mochila en el tercer
asiento y se sentó. El cuero sonó mientras Nicky se daba vuelta y le sonreía a Neil
desde su asiento.

—Comenzaba a pensar que te habías perdido.

—No —respondió Neil—. Sólo quería asegurarme de algo.

Habiendo terminado de contar, Wymack se sentó en el asiento del conductor. El


autobús rugió a la vida y las puertas se cerraron. Unos minutos después estaban en
camino. Neil miró por la ventana hasta que el campus desapareció de su vista.
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4
El viaje hasta la Universidad de Belmonte fue relativamente tranquilo. Neil
había llevado tarea para pasar el tiempo, pero no tuvo suficiente para pasar un viaje de
seis horas. Por suerte, Nicky tenía la habilidad de hablar por horas si alguien lo dejaba
hacerlo, así que Neil tuvo a alguien para distraerlo por todo el tiempo que pasaron
viajando. Renee se les unió en algún punto para hablar de posibles jugadas y pedirles
consejos. Ya había hablado con Matt y Wymack, pero quería oír ideas de la otra mitad
de la línea de defensa.

Abby condujo más de la mitad del camino para que Wymack pudiera dormir.
Conducirían de vuelta luego del juego en vez de pagar por un hotel esa noche.
Wymack conduciría en la noche y con suerte no los haría caerse por un precipicio.
Podrían haber contratado a un conductor como la mayoría de las escuelas hacían, pero
Wymack era casi tan reacio a congeniar con forasteros como sus Foxes lo eran.
Aparentemente, prefería estar incómodo pero seguro que tener que confiar en un
extraño con su equipo fracturado.

Pararon por gas y para ir al baño, luego para una rápida cena, y cruzaron una
zona horaria en su camino a Nashville. El primer servicio era a las 7.30, pero el reloj
de Neil decía que habían llegado a las 7.45. No tenía sentido dejarse puesto el reloj por
solo una hora, así que se lo sacó y lo metió en su bolso.

Dejaron el autobús es un estacionamiento cerrado vigilado por un par de


desmotivados guardias de seguridad. Dos voluntarios esperaron a que los Foxes
bajaran sus bolsos antes de llevarlos hasta los vestidores del equipo. Neil fue hasta allí
y observó. El estadio de la Universidad de Belmonte era casi idéntico a la corte de los
Foxes en tamaño y construcción, pero era difícil para Neil ver las similitudes cuando
el público a su alrededor vestía verde. Buscó el naranja, pero no pudo encontrarlo en
ningún lado.

Luego de cuatro meses en la corte de los Foxes, Neil encontró el diseño de los
vestidores de Belmonte desorientador. Las habitaciones eran más largas para
acomodar equipos más grandes, pero se sentía más pequeño de alguna manera. Los
vestuarios estaban justo detrás de la puerta por donde habían entrado, y el baño por
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separado. Neil supuso que era más barato tener un baño unisex antes que instalar
inodoros en cada vestidor. Había una habitación que Abby podía usar si uno de sus
jugadores se lastimaba. La última y más grande habitación era para que los Foxes
pudieran discutir estrategias entre mitades y reunirse con la prensa luego del juego.

Uno de los voluntarios fue por la puerta trasera hacia el estadio para buscar a los
árbitros y avisar al entrenador Harrison de su llegada. El otro tachaba una lista de
reglas básicas con Abby y Wymack. Wymack debía esperar a los oficiales para
entregar los papeles y la lista, así que mandó a los Foxes a cambiarse.

Neil llevó su bolso hacia el baño y se encerró en un cubículo. Era un espacio


reducido e incómodo para cambiarse, pero tenía mucha práctica. Levantó su camiseta
sobre su cabeza y la dejó sobre la puerta para ponerse su equipo en el pecho. Tiró de
las correas para apretarlas, las giró para comprobar su movilidad y abrochó las hebillas
para bloquear su equipo en su lugar. Se ató las hombreras en la parte superior y las
enganchó en la placa del pecho. Neil tuvo que rebuscar hasta encontrar su jersey. Los
Foxes tenían dos uniformes: el de casa y el de fuera. El primero era naranja con letras
blancas y el segundo al revés. A Neil le gustaba más la versión blanca por era más
fácil para los ojos.

No necesitaba esconderse para ponerse el resto del uniforme, así que metió su
camiseta en su bolso y se movió hasta el vestidor de hombres. Apenas dio tres pasos
dentro cuando notó que tenía un serio problema. Una puerta abierta y estrecha era todo
lo que separaba los casilleros y los bancos de las duchas comunes. Incluso desde su
lugar, Neil pudo ver que no había puertas. Debería habérselo esperado, pero lo había
olvidado, arrullado por la complacencia debido al diseño de la corte de los Foxes. La
única razón por la cual los Foxes tenían puestos privados en el vestuario de hombres
era porque Wymack los había pedido específicamente.

Neil se las arregló para concentrarse en cambiarse. Primero debía sobrevivir el


juego, luego podía preocuparse por las duchas. Neil relajó el agarre en la correa de su
bolso y buscó un lugar para terminar de cambiarse. Sus compañeros casi habían
terminado, ya que no debían preocuparse por esconderse mientras se vestían, y se
pusieron en fila mientras se iban.

Neil desató sus cordones, se sacó las medias y cambió los jeans por sus
pantalones cortos de jersey. Tuvo que sentarse para ponerse las espinilleras y pateó un
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poco las piernas para asegurarse de que estaban cómodas. Calcetines hasta la rodilla
cubrieron a los guardias y se calzó los zapatos. Llevaba guantes interiores sin dedos y
abrochados por encima de los codos. Se abrochó los protectores de los brazos
alrededor de los antebrazos, pero no necesitaría sus guantes blindados hasta que
entrara a la cancha. Los metió en su casco para más tarde. Su protector de cuello era
poco más que una gargantilla naranja. Era incómodo, pero con suerte evitaría que una
bola errante le aplastara la tráquea. Un pañuelo naranja le quitó el pelo de la cara y lo
sujetó con fuerza en la espalda. Con eso, Neil estaba listo para partir.

Wymack estaba esperándolos en el salón principal. Neil fue el último en llegar,


pero como era delantero, fue puesto tercero en la línea. Estaban acomodados por
posiciones, pero Dan estaba el frente como su capitana y Renee estaba con Allison
como la distribuidora sustituta. Era extraño, pero Neil estaba más preocupado por su
lugar. Pararse detrás de Kevin significaba que tendría a Allison detrás de él. Neil no la
miró mientras cruzaba el salón, y ella no dijo nada cuando él se paró delante de ella.

—¿Cuánto crees que podrás mantener eso? —preguntó Andrew desde el final
de la línea.

Neil apretó los dientes debido a la burlona felicidad en su tono.

—¿Puedes quebrarte ya?

—Todo a su debido tiempo —prometió Andrew.

La corte de los Foxes tenía un camino abierto a la corte interior. Belmonte


estaba diseñado de distinta manera, y el pasillo que tomaron desde los vestidores hasta
la corte era un túnel. Neil no podía ver al público, pero podía oírlos. El resonante
rugido de las emocionadas voces ahogó el sonido de sus pasos mientras seguía a Dan y
Kevin hasta el estadio.

Los asientos del estadio estaban llenándose rápidamente con fans vestidos de
verde. Los guardias de seguridad y el personal uniformado estaban colocados
alrededor de la corte y en cada una de las escaleras que atravesaban las gradas. La
primera fila empezaba unos metros sobre el suelo y una barandilla mantenía a los fans
emocionados de interrumpir un juego. La barandilla no podía evitar que oyeran el
sonido, pero Neil dejó que los gritos e insultos no le afectaran.
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No vio a las Vixens, las animadores de los Foxes, o a su mascota Rocky Foxy.
La mascota de Belmonte, Tortuga, ya estaba dándolo todo. Saltaba de arriba abajo
para animar a los fanáticos. La enorme máscara que llevaba no dejó que viera la
llegada de los Foxes, pero varios estudiantes apuntaron y le gritaron advertencias. Fue
hacia su dirección tan bien como se podía en un traje tan ridículo. Paró a unos metros
de distancia de sus bancas para lanzarles un par de crudas señas. Nicky estaba feliz
devolviéndoselas hasta que Wymack lo golpeó en la cabeza. La mascota se fue
corriendo, triunfante, recibiendo aplausos de los estudiantes.

Andrew y Nicky habían llevado la bolsa de raquetas con ellos. Dan agarró un
extremo y lo colocó entre dos de los bancos. Se agachó para bloquear las ruedas, luego
se puso de pie y abrió las tapas en rápida sucesión. Kevin estuvo a su lado antes de que
ella terminara. Sacó una de sus raquetas, tocó las cuerdas como si se hubieran soltado
en el camino y se acercó a las paredes de la cancha. No miró a la multitud; todo lo que
le importaba estaba justo enfrente de él.

Neil tomó su raqueta y se paró a un lado de Kevin. Los Tortugas ya estaban


sentados en sus bancas del otro lado de la corte. Eran un equipo más pequeño que
Breckenridge, pero aun así eran el doble que los Foxes. Neil apretó los dedos sobre su
raqueta tan fuertemente que la oyó romperse.

—¿Algún consejo? —preguntó.

No creyó que recibiría una respuesta, pero Kevin lo miró.

—Te espera toda la primera mitad, así que debes controlar tu ritmo. No quiero
verte anotar en los primeros 20 minutos a menos que el gol esté justo delante de ti.
Pásala, no dispares. Mantén la pelota en movimiento. Cuando Dan venga por mí, ve
tan fuerte como puedas hasta el descanso. Tendrás el medio tiempo y los primero 20
minutos de la segunda mitad para descansar. Recupera tu aire, vuelve a la corte, y
dame todo lo que tengas. Si creo que estás retrasándote porque estás cansado te sacaré
de la corte yo mismo. Te quiero muerto a tus pies cuando el zumbido final suene.

—De acuerdo —respondió Neil. Sabía que era un tema sensible, pero no pudo
evitar preguntar—. ¿Crees que Andrew tomará su medicina para la segunda mitad?

—No —respondió, duro—. Tomó la última dosis hace media hora. Cree que va
a jugar hasta el final.
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Neil miró sobre su hombro a Andrew. La semana pasada, Dan había dicho que
Andrew programó su dosis perdida media hora antes de su servicio. Su energía
comenzó a irse en el calentamiento, y lo peor había comenzado a llegar cuando pisó la
corte. La baja duraba tal vez una hora y quince minutos antes de que Andrew
comenzara a enfermarse. Un juego tenía dos mitades de 45 minutos y un descanso de
quince minutos. Los penales y servicios añadían un par de minutos más al reloj. No
importaba que Andrew hubiera empujado su última dosis hasta el primer servicio; el
juego era demasiado largo para que él aguantara. Andrew debía saberlo, pero no se
veía preocupado. Todavía sentía la subida de su medicina y hablaba animadamente
con Renee a un costado.

—Vengan, Foxes —llamó Wymack.

El naranja se movió en su visión perimetral mientras Neil se giraba hacia


Wymack. Observó cómo las Vixens y Rocky entraban al estadio. La banca de las
animadoras estaba a unos metros de las tres bancas de los Foxes, pero Neil no podía
oír sus palabras sobre todo el ruido. Un par de estudiantes gritaron comentarios
inapropiados y lanzaron silbidos a las chicas. Las chicas lo ignoraron mientras
revisaban las faldas de las demás y su pelo. Debido a que se movían tanto, no fue
difícil para Neil ver a la única que estaba quieta. Movió su pompón en su mano
mientras miraba a los Foxes.

—¡Hola, Katelyn! —gritó Nicky con un entusiasmado saludo. Aaron le dio un


codazo, pero Katelyn sonrió brillantemente y saludó de vuelta. Nicky le dio una
sonrisa burlona a Neil mientras se paraba a su lado—. Katelyn es la novia de Aaron.

—No lo es —dijo Aaron—. Déjalo.

—Lo sería si la invitaras a salir —dijo Matt—. ¿Qué te detiene?

—Oh. —Andrew se dio un golpe en la frente como si se le acabara de ocurrir


una respuesta. Le dio a Matt una sonrisa malvada, pero respondió en alemán—. Tal
vez tiene miedo de que muera como la última mujer que amó.

Aaron le dio una mirada fría.

—Vete a la mierda.

—Dios, Andrew —se quejó Nicky.


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—Voy a adivinar que eso fue completamente inapropiado —dijo Matt, mirando
a los primos—. ¿Quiero saberlo?

—¿Crees que queremos decírtelo? —preguntó Andrew, esta vez en inglés.

—Guárdense eso —interrumpió Wymack—. La última vez que me fijé esto era
una reunión de equipo, no un círculo de chismes. Estaremos en la corte calentando en
diez minutos. Dan va a comenzar con un par de vueltas. Si alguno de ustedes siquiera
mira a los Tortugas cuando pasen sus bancas los dejaré ir a casa caminando desde
aquí. ¿Está bien? Ahora muévanse.

Dan marcó el ritmo con Matt a su lado. El resto de los Foxes los siguieron en
parejas. Neil creía que estaría sólo en la parte de atrás, y no le habría importado, pero
sólo habían recorrido una cuarta parte del patio interior cuando Andrew y Kevin se
movieron. Andrew se desvió hacia un lado el tiempo suficiente para que Neil lo
pasara. Kevin aceleró para ponerse junto a Neil. Neil miró a Andrew por encima del
hombro.

—Si te tropiezas con tus propios pies no te levantaré —dijo Kevin.

Neil miró adelante y decidió no preguntar.

Se sentía bien correr después de pasar la mitad del día en el autobús, pero Dan
los paró después de dos vueltas. Estiraron en las bancas hasta que los árbitros les
hicieron señas para que entraran a la corte. Se pusieron sus cascos y guantes, juntaron
sus raqueras, y pisaron la corte para quince minutos de ejercicios. Los capitanes se
quedaron detrás cuando todos fueron echados de la corte. Dan se encontró con el
capitán Tortuga en la mitad de la cancha para lanzar una moneda. Dan ganó el primer
servicio, así que los Tortugas eligieron comenzar en la cancha local.

El anunciador leyó las estadísticas de equipos cuando los capitanes dejaron las
cortes. Llamó por la línea de los Tortugas con un entusiasmo exagerado e introdujo a
los Foxes con un cortés desinterés. Neil estaba impresionado. El abrupto cambio en el
tono de voz fue un recordatorio para los Foxes: estaban lejos de casa y de su territorio
agradable.

Neil fue llamado segundo a la corte. Tuvo que pasar a los Tortugas para tomar
su lugar en la mitad de la corte, así que miró al que lo enfrentaría en el juego. Herrera
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medía unos quince centímetros más, así que tenía un mayor alcance. Neil debería
apoyarse en ser más rápido.

Neil se paró en la línea y miró al resto de su equipo unirse a él. Allison no miró
a nadie mientras se colocaba en el lugar de la distribuidora. Matt tocó su raqueta con
la suya mientras pasaba y se paró en el cuarto lugar en la línea recta. Neil estaba feliz
de tener a Matt de su lado de la corte, pero sabía lo que significaba. Matt era el Fox
más fuerte, y Neil era el más débil. Matt estaba ahí para limpiar su desastre.

Andrew fue el último en entrar a la corte. Llevó su masiva raqueta sobre sus
hombros mientras se dirigía al arco. Neil no podía ver bien su expresión a través de la
pesada rejilla de su casco. No se preocuparía por él hasta la segunda mitad, pero se
giró para observarlo caminar de todas maneras.

Esperaba que Andrew fuera directamente al arco, pero se detuvo cerca de


Allison. Neil estaba demasiado lejos para oír si le decía algo. Ni siquiera levantó un
dedo antes de continuar su camino. Allison no lo observó irse, pero se movió sobre sus
pies y levantó su raqueta en posición.

El árbitro principal le entregó a Allison la pelota. Un pitido de alerta sonó; un


minuto para que comenzara el juego. Los seis oficiales se dividieron y llenaron la
corte en lados opuestos. Las puertas detrás se cerraron, y Neil observó cómo se
extendían por los lados de la corte. Aún podía oír el rugido del público a través de las
rejillas, pero las paredes ayudaban a acallarlos. Neil se tensó, preparándose para
correr, y trató de contar los segundos en su cabeza. El pitido sonó y Neil lo oyó cantar
a través de cada nervio de su cuerpo.

Tortugas y Foxes rompieron formación al mismo tiempo, corriendo a través de


la corte los unos hacia los otros. El arquero Tortuga dejó salir un salvaje grito de
guerra y golpeó su raqueta contra el piso para apurar a sus compañeros. Neil esperó
por un pase que no llegó. Por un segundo, temió que Allison se haya cerrado a sí
misma y no pudiera moverse. Estaba a mitad de camino hacia Herrera cuando oyó el
distintivo ruido de una pelota aterrizando en la enorme raqueta de Andrew. Allison le
había hecho un pase de vuelta, y Andrew estrelló la pelota por la corte hacia los
delanteros.
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El juego empezó duro, y no se volvió más fácil. Neil trató de seguir los consejos
de Kevin, pero reprimirse era frustrante. No entendía cómo Dan y Allison podían
soportar ser distribuidoras y jugar de intermediarias todo el tiempo. A Neil le gustaba
sobrepasar a todos corriendo y pensando en la defensa. Le gustaba la adrenalina de un
gol perfecto. Le gustaba la presión y el triunfo. El resto de su vida era un desastre
escalofriante; Neil necesitaba el poder y el control de un juego feroz.

El único buen sentimiento del momento era darse cuenta de que sus lecciones
con Kevin habían hecho la diferencia. Desde junio, Neil pasaba cuatro noches por
semana practicando ejercicios de precisión de Kevin. Pasar la pelota no era lo que Neil
quería hacer en este juego, pero podía ver cuánto había progresado. Sus disparos eran
más fuertes y precisos, y le tomaba menos tiempo decidirse a dónde apuntar.

No tomó mucho para que Herrera notara que Neil no haría un gol, pero lo
atribuyó a la incompetencia. Hizo comentarios sarcásticos sobre la inexperiencia de
Neil y su falta de agallas. Neil quería empujar a Herrera al suelo y correr al arco para
probarle que estaba equivocado. Si fallaba, Herrera se lo recordaría el resto del juego.
Si anotaba, Kevin aprovecharía el descanso para reprenderlo. Era una situación de
perder o perder y el resto del juego no iba mucho mejor. Los Tortugas tenían la
delante tres a uno hasta que Kevin anotó a los 23 minutos.

Wymack usó la posesión para enviar a los sustitutos. Neil no estaba entre Kevin
y la puerta, pero Kevin pasó junto a él de todos modos al salir.

—Destrúyelo —le dijo.

Neil sintió que había esperado eso toda su vida. —Sí.

Kevin, Allison y Aaron se hicieron a un lado de la cancha para dejarle lugar a


sus compañeros. Nicky y Dan fueron primeros y trotaron hasta sus lugares. Renee le
dio un abrazo a Allison antes de tomar su lugar en la corte. Se veía extraña y pequeña
sin su equipo de arquera. Neil esperaba que supiera lo que estaba haciendo.

El entrenador Harrison tomó ventaja de la calma para rotar a sus Tortugas. No


reemplazó a ninguno de sus defensores, seguramente debido a que la defensa de los
Tortugas no había tenido que trabajar tanto, y puso a dos nuevos delanteros.
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Los árbitros cerraron las puertas detrás de ellos. Cuando todos dejaron de
moverse, el pitido volvió a sonar para reiniciar el juego. Renee estaba haciendo de
distribuidora, pero no apuntaba adelante. Se dio la vuelta y apuntó la pelota hacia
Andrew como Allison había hecho. Andrew la golpeó con un poderoso movimiento
que envió la pelota hacia la pared de la cancha local.

Neil y Dan corrieron por la corte persiguiéndola. La pelota golpeó la pared cerca
del techo, rebotó tocando el techo, y volvió a rebotar en un ángulo pronunciado con la
primera-cuarta línea. Los defensores que se habían adelantado para alejar a Dan y Neil
se volvieron tan rápido como pudieron. Herrera atrapó la pelota y la envió hacia
adelante.

Neil no trató de interceptarla. Estaba más interesado en mantener a Herrera lejos


de ese lado de la corte en la mitad de la línea. Se dio la vuelta para mirar la pelota,
pero se presionó a sí mismo contra Herrera. Cuando éste trato de moverse hacia la
izquierda o derecha hacia delante, Neil lo sintió y se movió con él. Neil no podía
mantenerse así por mucho tiempo, pero sólo necesitaba ganar tiempo para que sus
compañeros recuperaran posesión.

La defensa sabía qué hacer; Renee había sugerido esta jugada en el autobús. No
sabían cuál de los Tortugas tendría la pelota después de ese tipo de pase, pero sí sabían
que hacer si la tomaban. Matt fue el que ganó esa pelea. Enganchó su raqueta con la
del delantero y la giró con fuerza para que la soltara. Matt la tomó y la tiró con fuerza.
Ni siquiera se paró para mirar, confiando que Andrew la alcanzaría desde cualquier
ángulo-

Andrew golpeó la pelota hacia la izquierda, golpeándola contra la pared frente a


los bancos de los Foxes para que rebotara en la dirección general de Neil y Herrera.
Neil no esperó a que lo alcanzara. Corrió hacia ella en el segundo que vio el ángulo
del movimiento de Andrew.

Sabía que Herrera estaba justo detrás de él para taclearlo. Si quedaba aplastado
entre Herrera y la pared, perdería la pelota en la pelea. Neil atrapó la pelota desde la
pared, pero no trató de protegerla. En cambio, le dio a la culata de su raqueta un fuerte
golpe con un puño. Envió la pelota volando hacia arriba fuera de la red. Cayó de
rodillas en el mismo aliento.
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Casi no había sido lo suficientemente rápido. Herrera se aplastó contra él con


fuerza un segundo después, pero Neil no estaba donde él creía que estaría. Se tropezó
con el cuerpo de Neil y, sin Neil ahí para recibir el peor golpe por él, su casco golpeó
la pared. Neil se liberó del cuerpo de Herrera y maldijo por el repentino calor que
sintió en el hombro. Si no hubiera sido por su equipamiento, la rodilla de Herrera
podría haberle dislocado el brazo con el impacto.

Alguien rebotó en la pared cercana. Podría haber sido apoyo por los sustitutos,
pero lo más seguro era que había sido Kevin o Wymack, enfadados por una jugada tan
arriesgada. Neil se preocuparía por él después. Ahora mismo, todo lo que importaba
era la pelota, la cual rebotaba en el piso unos metros lejos.

Neil la tomó y corrió hacia el arco. No miró atrás por si Herrera se había
levantada, o para ver si el que marcaba a Dan la había dejado para acercarse a él. Sólo
miró al arquero y supo que iba a anotar. Puso toda su frustración en su movimiento. El
arquero lo intentó, pero falló. La pared se iluminó de rojo para confirmar el punto.

Dan gritó tan fuerte que se escuchó el eco en las paredes de la corte. Neil trotó
lentamente y dio un par de vueltas. Dan corrió hacia él y le dio un feroz y fuerte
abrazo. El pitido la cortó antes de que pudiera decir algo. Miraron lado a lado cómo el
entrenador Harrison enviaba a Herrera a las bancas. Debido a que Herrera podía estar
lesionado por aquel choque, Harrison tenía el derecho para sacarlo incluso aunque era
el servicio de los Foxes. Neil miró al nuevo defensor entrar a la corte, pero Dan le
llamó la atención de vuelta a ella.

—Eso fue perfecto —dijo, y le dio un apretón en el hombro. Neil no pudo evitar
contraerse del dolor. Dan puso un dedo en su rostro—. Pero no vuelvas a hacer nada
tan peligroso otra vez. No podemos reemplazarte. ¿Me oíste?

—Sí, Dan.

—Bien. Ahora mostrémosle a esos bastardos quiénes somos.

Era más fácil decirlo que hacerlo, pero pelearon con todo lo que tenían hasta el
medio tiempo. Cuando el reloj llegó a cero, habían cambiado el puntaje cuatro a
cuatro. Wymack condujo a su equipo fuera de la corte al caos de la multitud irritada.
Kevin no tenía nada para decirles, pero Aaron fue directo hasta Matt y Nicky para
revisarlos. Allison no estaba a la vista, pero Abby tampoco, así que Neil adivinó que
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se habían alejado del sonido juntas. Neil esperaba que Allison pudiera soportarlo un
poco más.

Wymack los mandó a los vestidores, pero se mantuvo detrás un minuto extra
para sonreírse a las cámaras y asegurar la bolsa de raquetas. Neil se había sacado sus
guantes y casco tan pronto como llegaron al túnel. Luego se quitó el protector del
cuello, necesitando un poco más de espacio para respirar. Apenas podía sentir sus
piernas. No podía sentir sus pies, pero supuso que estaban ahí abajo en alguna parte.
El hombro que se había lastimado en la primera mitad seguía palpitando gracias a los
bien dirigidos golpes de su nuevo defensor.

Los Foxes se desplegaron en un círculo suelto en el vestuario para deshacerse de


los equipos y estirarse. Los demás parecían apagados, pero sonaban animados.
Charlaron sobre su regreso, sonando cautelosamente esperanzados para la segunda
mitad. Dan y Matt incluso se estaban riendo de algo grosero que un delantero le había
dicho a Matt. Neil miró alrededor del círculo hacia ellos, absorbiendo su entusiasmo,
pero su atención se movió y se mantuvo en Andrew en poco tiempo.

Neil había visto a Andrew pasar por abstinencia antes, pero no así. Siempre
había sido tarde en la noche cuando el cansancio había llegado o en Columbia con las
drogas y el alcohol para calmarlo. Con esos telones encima, Neil no había podido
realmente apreciar la fase muerta por la que Andrew pasaba.

Todos le habían advertido que a Andrew no le importaba el Exy, pero una parte
de Neil se negaba a creerlo. Las piezas no cuadraban, especialmente cuando Andrew
voluntariamente dejaba sus eufóricas drogas para los juegos. La pelea con Kevin esa
mañana probaba que algo extraño sucedía. Pero Andrew se paraba como una piedra
silenciosa en medio de ellos, mirando a miles de millas de todo esto. Era un vacío que
la ruidosa alegría de sus compañeros de equipo no podía tocar.

—Detente.

No pretendía decirlo. Ni siquiera se dio cuenta de que había hablado hasta que
las conversaciones de sus compañeros se detuvieron. Dan y Matt lo miraron curiosos.
Renee miró entre él y Andrew, mientras que Aaron ni siquiera levantó la mirada.
Kevin lo adivinó más rápido que nadie, ya que sentía la misma ira nauseabunda hacia
la apatía de Andrew. La mirada que le dio a Andrew era acusatoria.
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Andrew le dio una mirada aburrida a Neil.

—No estoy haciendo nada.

“Exacto,” Neil quería decir, pero sabía que era un argumento sin sentido. No
tenía las palabras correctas para el sentimiento que carcomía su estómago y era su
culpa por ser tan ingenuo. Giró la cabeza, frustrado, y lo dejó ir.

Nicky abrió la boca, dudó mientras reconsideraba sus palabras, y luego le dio
una palmada al hombro de Neil, en consuelo o quizá ánimo. Dejó su mano ahí, pero
dirigió sus animadas palabras hacia el resto del equipo.

—Hey, estamos haciéndolo mucho mejor de lo que creí.

Wymack eligió ese momento para entrar y frunció el ceño ante las palabras de
Nicky.

—Esto es horrible. Este es el tipo de juego que no funciona para nosotros, y hoy
es el último día que voy a tolerarlo. Tienen que comenzar a crear brechas puntuales en
la primera mitad. Necesitarán ese cojín para cuando sean sus segundos alientos contra
su fresca línea.

—Tiene razón —dijo Dan—. Necesitamos ir más fuerte que antes. Nos
reprimimos porque estamos intentando ir a nuestro ritmo en una larga noche, pero
jugar a alcanzarlos es matador. Necesitamos ser más inteligentes y balancear esto de
alguna manera.

Wymack asintió y miró alrededor de la habitación.

—¿Andrew?

—Presente —respondió él.

Wymack interpretó esa inútil respuesta como lo que sea que él quería que sea, y
chasqueó los dados hacia su equipo.

—Vamos, estírense. —Se alejó unos pasos y llamó por el pasillo—. ¿Abby?

—Voy —dijo Abby desde algún lugar fuera de la vista, y se apareció cargando
dos jarras. Una tenía agua y la otra una bebida deportiva. Vertió un poco de cada una
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para los Foxes e hizo rondas para pasarlos. Se acercó a Neil al final y se quedó a su
lado, sintiendo su hombro por sobre el jersey—. ¿Cómo vas?

Neil vació dos vasos antes de responder.

—Estoy bien.

Nicky levantó el puño en triunfo.

—Gracias por ser tan predecible, Neil. Me hiciste ganar diez dólares con dos
palabras.

Matt levantó la mirada.

—¿Estás bromeando? ¿Quién apostó contra ti?

Nicky movió su pulgar hacia Kevin.

—Un idiota nace cada minuto.

Kevin se veía furioso, pero su furia iba dirigida a Neil.

—Eres un idiota. ¿Ves esto? —Levantó su mano izquierda hacia Neil. No podía
ver sus cicatrices desde el otro lado de la habitación, pero sabía a qué se refería
Kevin—. Las lesiones no son una broma. No son algo para pasar por alto. Si te
lastimas ahí afuera, haz algo. Lo tomas con calma, haces que el entrenador te saque, le
pides ayuda a Abby—no me importa. Si vuelves a decir “estoy bien” sobre tu salud
otra vez, te haré lamentar el día que naciste. ¿Está claro?

Neil abrió la boca, creyó que discutir no tenía sentido, y dijo:—Está claro.

—Te lo advertí —dijo Dan, nada simpática—. Creo que las amenazas de Kevin
son más efectivas.

Abby miró a Neil. —Preguntaré otra vez. ¿Estás bien?

—Estoy…—Era una respuesta automática; Neil se mordió la lengua cuando


Kevin dio un paso amenazador. Bufó enfadado y pensó una mejor respuesta—. Sólo
estoy adolorido. Mientras pueda mantener al marcador de mi lado derecho, estaré…
bien.

Matt rió ante su casi-fallo.


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—No veo a este experimento terminar bien, Neil.

—Algunas personas están hechas para ser estúpidas —dijo Wymack—. Ahora
dejen de ladrar y escuchen. Tenemos que hablar de mucho.

Wymack comenzó con los defensores y habló de muchas otras cosas, señalando
las oportunidades perdidas y destacando sus dispersos éxitos. Tenía una lista de la
línea de la segunda mitad, así que pasó la mitad del descanso hablando sobre sus
oponentes.

Los Foxes le dieron toda su atención, pero no pararon de moverse. Matt dejó de
estirar sólo para pasear por la longitud de la pared. Los otros se movieron, se estiraron
y trotaron en su lugar mientras Wymack hablaba. Abby recolectó los vasos vacíos, los
tiró a la basura y repartió otros llenos. Neil bebió tan rápido que apenas lo saboreó.
Comenzaba a recuperar el aliento, pero estaba aliviado de poder sentarse por la mayor
parte de la siguiente mitad. Quería estar completamente recargado antes de unirse a
Kevin en la corte.

Un pitido se oyó. Debían estar en la corte en un minuto, y Allison todavía no


aparecía. Abby asintió ante la mirada que Wymack le envió y salió a buscar a su
distribuidora perdida.

—Preparémonos para movernos —dijo Wymack.

Wymack los empujó a la línea y tomó sus papeles que habían quedado en el
piso. Neil miró por el pasillo donde Abby estaba parada fuera de la puerta del baño. Le
hizo una seña a Wymack para que se adelantara, así que Wymack abrió la puerta y
guió a los Foxes de vuelta al estadio.

Neil no necesitaría sus guantes o casco por un rato, por lo cual los dejó en la
banca y ayudó a Nicky a situar la bolsa de raquetas. Para cuando se había estirado,
Allison estaba saliendo. Estaba vestida lista para jugar y fue directo hacia su raqueta.
Neil trató de moverse de su camino sin ser demasiado obvio. Si ella lo notó, no dijo
nada. La mirada muerta en su rostro decía que había puesto toda su atención en una
sola tarea.
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Las líneas fueron llamadas a las puertas poco después. Neil se mantuvo cerca de
la banca con Matt y Renee mientras miraba a sus compañeros entrar a la corte. No
estaba listo para hablar sobre Allison con ninguno de ellos, así que se enfocó en el otro
jugador inestable del equipo.

—¿Por qué Andrew hace esto? —preguntó Neil, incapaz de quedarse quieto por
más tiempo—. Si no le importa el Exy, ¿cuál es el punto de pasar por esto cada
sábado?

—¿Querrías estar drogado como loco todos los días de tu vida? —cuestionó
Matt.

—Pasa todo el tiempo deprimiéndose y enfermándose —contestó Neil—. ¿Vale


la pena?

—Quizá lo hace —dijo Renee con una sonrisa—. Ya lo verás.

Los Tortugas sirvieron tan pronto como sonó el pitido, y la corte se convirtió en
un torbellino de movimiento. El distribuidor de Belmonte puso a la mitad en marcha
con un movimiento agresivo: disparó directamente al arco. Allison podría haberlo
detenido, pero casualmente se movió como si no valiera la pena perder su tiempo.
Andrew reaccionó con la misma calma y arrogancia y observó cómo la pelota fallaba
hacer un gol por unos centímetros. La reacción del público fue inmediata y ruidosa: no
dejarían que un equipo patético como los Foxes se burlara de ellos.

Andrew le dio un golpe a la pelota para que rebotara en el suelo y la golpeó en


cuanto estuvo en el aire otra vez enviándola por donde había venido. Allison la miró
pasar otra vez, dejó que el distribuidor la alcanzara, y luego se tiró contra él. Él no
perdió el equilibrio, pero perdió la pelota cuando se tambaleó, y Allison fue rápida
para robársela. La envió por la corte y corrió detrás de ella.

Los Foxes eran conocidos por su trabajo en equipo de pacotilla, así que la
mayoría de las personas olvidaban que eran un equipo de un colegio Clase I. Wymack
elegía a sus rotos jugadores de la misma piscina que cualquier otro entrenador de
Clase I: los mejores atletas que los bachilleratos tenían para ofrecer en el país. Si los
Foxes podían dejar sus diferencias y aprender a comprometerse de vez en cuando,
podían ser una fuerza formidable. Neil le había advertido a Riko eso en el show de
Kathy Ferdinand, y Dan creía que el equipo tenía una mejor oportunidad ahora que
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Seth estaba fuer. Neil observó a sus compañeros buscando signos de que Dan tenía
razón.

Debido a que estaba observando de cerca, podía verlo, pero sólo en flashes.
Nicky era el defensor más débil del equipo, pero Aaron sabía compensarlo. Allison y
Dan nunca habían jugado juntas de esa manera, pero habían sido amigas y compañeras
de cuarto por tres años. Dan estaba demasiado alejada para observar la corte como
siempre hacía, pero podía analizar las situaciones en una mirada y ajustar su jugada de
acuerdo a eso.

Neil quería sacar a Matt ahí afuera y ver qué diferencia hacía. Matt era su mejor
jugador. Podía unir al equipo en la corte con su presencia y controlar el juego con su
agresión sin complejos. Neil quería ir ahí él mismo y averiguar si de verdad merecía
jugar en Clase I. Quería ser parte de esta evolución. Quería sentir al equipo hacer clic
en una sincronía perfecta, incluso si sólo duraba un momento.

Para cuando Wymack lo dejó entrar a la corte, Neil estaba vibrando con
impaciencia y necesidad. Sabía que había chocado raquetas con Dan mientras pasaban
por la puerta, pero no lo había oído. Sólo oía el latido de su corazón a través de sus
venas.

El pitido sonó para hacerlos mover. Los Tortugas les dieron con todo lo que
tenían, pero los Foxes les devolvieron la misma ferocidad, cosa que el otro equipo no
esperaba. Estaban exhaustos, pero Matt recuperó la defensa a su alrededor y Neil tuvo
permiso de actuar de manera irregular en la ofensa. Neil era el menos experimentado
en el equipo, pero era el más rápido y el más desesperado. Cada minuto en la corte lo
llevaban un minuto más cerca a tener que despedirse del Exy para siempre. No quería
arrepentirse de ningún segundo.

Neil mantuvo sus ojos fuera del marcador, pero sabía que los Foxes habían
aumentado la diferencia por la reacción del público. Los Tortugas casi anotan unos
minutos después, pero Matt golpeó a su delantero contra la pared. Un segundo después
estaban peleando. Renee era la más cercana, así que corrió a separarlos. Matt levantó
sus manos hacia arriba y se retiró en cuanto notó que ella estaba ahí, pero el delantero
Tortuga estaba muy enojado como para que le importara. Fue hacia Matt de nuevo y
obtuvo un par de golpes. Matt peleó un poco con él y logró sacárselo de encima.
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Renee tomó entrada. Tomó la parte trasera del jersey del delantero y movió su
pie hacia detrás de su rodilla. Él cayó sobre sus rodillas y Renee puso todo su peso
sobre su cráneo para evitar que se volviera a levantar.

Los árbitros los separaron con palabras enojadas y gestos exagerados. A los tres
les dieron tarjetas amarillas por pelear. Neil creyó que era estúpido, ya que Renee
técnicamente no había golpeado a nadie, pero el público gritó en aprobación. Debido a
que el delantero había comenzado la pelea, les dieron la posesión de la pelota a los
Foxes cerca de donde la perdieron los Tortugas. Matt chocó raquetas con Renee
mientras volvían a sus lugares.

Kevin los puso en la delantera con un minuto faltante en el reloj. Los últimos
sesenta segundos fueron un desesperado intento de parte de los dos lados. Un punto de
parte de los Tortugas los pondría en tiempo extra, y ninguno de los Foxes tenía
suficiente energía para jugar otros quince minutos. Ocho segundos antes del final un
delantero Tortuga tomó la pelota. Aaron corrió detrás de él, pero estaba demasiado
exhausto para alcanzarlo. El delantero tomó diez pasos y se encontró en la línea de
falta para su tiro.

La decepción resonó en el pecho de Neil. El arco era muy grande y Andrew


muy pequeño; no había manera de que pudiera parar un tiro tan amplio. El delantero
apuntó al lugar más alejado de Andrew que pudo y disparó la pelota hacia la esquina
baja izquierda. Incluso si Andrew pudiera llegar ahí lo suficientemente rápido, la
pelota iba demasiado baja para que el moviera su enorme raqueta.

Excepto que Andrew estaba moviéndose antes de que el delantero hiciera su


tiro, como si ya supiera dónde apuntaría, y ni siquiera intentó cambiar de dirección. Se
tiró al suelo tan lejos como pudo y golpeó su raqueta entre la pelota y el arco tan
fuertemente que Neil oyó la madera romperse desde el otro lado de la cancha. Estaba
apenas lo suficientemente cerca; la pelota golpeó las tensas cuerdas de la raqueta y
rebotó lejos.

Andrew soltó la raqueta y fue por la pelota él mismo. El delantero también fue
por ella, pero perdió un precioso segundo esperando que su tiro fuera bueno. Un
segundo era suficiente para que Aaron lo alcanzara, y se chocara con él antes de que
pudiera levantar la pelota del suelo. Apenas evitaron colisionar con Andrew, pero
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Andrew ni siquiera levantó la mirada. Tomó la pelota en uno de sus guantes y la envió
al otro lado de la cancha, alejándola del arco.

El pitido final fue ensordecedor, pero el rugido campeón de Matt se oyó por
encima. Neil miró arriba, necesitando ver los números para creérselo. El alivio era casi
suficiente para tirarlo de sus pies, pero su fuerte adrenalina de victoria devolvió el aire
a sus pulmones. Miró por la cancha buscando a Kevin, pero Kevin estaba yendo hacia
el arco. Neil se giró un poco más para poder ver a Andrew otra vez, pero la vista
esperándolo le quitó un poco de emoción de encima.

Andrew estaba arrodillado apenas dentro del arco con la raqueta en su regazo.
Neil oyó la emocionada voz de Dan mientras los sustitutos entraban en la corte, pero
no esperó a que sus compañeros lo alcanzaran. Corrió detrás de Kevin y llegó al arco
justo después de él. Kevin no tenía que preguntar qué sucedía. Le había mentido a las
cámaras por años y sabía cómo comprarle tiempo a Andrew. Se arrodilló frente a él y
se acercó a la raqueta, añadiendo a la ilusión de que Andrew inspeccionaba su raqueta
buscando daños.

Andrew soltó una mano e hizo un gesto. Kevin hizo otro gesto como si
mantuvieran una conversación. El único sonido que hacían era el de intentar recuperar
el aliento entre dientes apretados mientras Andrew intentaba no enfermarse frente al
público. Kevin giró un poco la raqueta y clavó sus dedos enguantados en la cabeza. La
madera rota se partió bajo la presión, mostrando una grieta terrible hasta el mango.
Neil hizo una mueca al verlo y revisó el piso de la corte en busca de una sangría.

El resto del equipo llegó hasta ellos, llevando su celebración a sus delanteros y
formando una barricada alrededor de su arquero caído. Matt chocó hombros y cascos
emocionado y mostró sus dientes en una sonrisa desgarradora.

—¡Así es como lo hacemos! ¡Así es como lo hacemos, Foxes!

Andrew dejó su raqueta y se paró, pero estaba obviamente inestable. Neil


esperaba que se cayera, pero Nicky pasó un brazo sobre sus hombros y lo acercó a sí
mismo. Lo dejó ayudar a Andrew con su propio peso sin que fuera muy obvio lo que
hacía. Andrew se veía listo para decir algo sobre la ayuda que él no había pedido, pero
Nicky no le dio oportunidad para discutir. Levantó su puño y rugió.

—¡Eso fue increíble! ¡Vamos a ser los dueños de esta temporada!


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—Eso fue descuidado —dijo Kevin mientras se levantaba—. Apenas lo


tuvimos.

—Oh, cállate, cara de amargado —contestó Nicky—. Guarda tus quejas para el
viaje de vuelta y deja de arruinar nuestro momento de gloria.

—En serio. —Matt le dio una sacudida vigorosa al casco de Kevin—. ¿Te
mataría sonreír cuando nadie está pagándote para que lo hagas?

Matt no esperó por una respuesta y se giró hacia Allison mientras ella se les
unía. Ya estaba limpia y cambiada para la vuelta. Se cruzaron, golpeando palos y
ofreciendo un coro de '¡Buen juego!' que ninguno de los lados se creía completamente.
Los Foxes salieron de la corte lo más rápido que pudieron y atacaron Wymack.
Andrew se separó de la conmoción y se dirigió al vestuario.

Neil nunca había visto a Wymack sonreír así. Era una sonrisa pequeña pero
feroz, tan enojada como orgullosa.

—Así es cómo me gusta. Comparen pajillas y decidan quién me ayudará a lidiar


con la prensa. El resto de ustedes lleven sus olorosos traseros a las duchas.
Hablaremos más en el autobús.

—Renee y yo nos arreglaremos —dijo Dan mientras se movían hacia los


vestuarios—. Neil, puedes usar las duchas de mujeres mientras estamos ocupadas.

Neil la observó.

—¿Qué?

Dan le frunció el ceño, pero Matt fue el que explicó.

—No hay cubículos aquí.

Neil lo había notado, pero no creyó que sus compañeros lo harían. El hecho de
que lo hicieran, y que estaban haciendo algo al respecto, le quitó al aire. Trató de
responder, pero no sabía qué decir. Lo mejor que pudo soltar fue: —¿De verdad está
bien?

—Niño, estás matándome —dijo Nicky—. ¿Por qué siempre tienes esa
expresión de ciervo herido cuando alguien hace algo lindo por ti?
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—De verdad está bien —prometió Dan. Neil trató de agradecerle, pero ella lo
cortó con un ligero:—. No. Nada de eso. Sólo no te gastes toda el agua caliente.

Ella, Renee y Wymack se dejaron caer en las bancas del salón principal para
esperar a la prensa mientras los demás se iban a limpiarse. Neil tomó su bolso del baño
de hombres y lo llevó por el pasillo. El baño de mujeres era un poco más privado. No
tenía puertas, pero sí cubículos. Neil mantuvo su espalda mirando a la puerta y se dio
una ducha rápida. Se secó tan rápido que dejó manchas rojas en su piel, pero no quería
que Dan y Renee esperaran más por él. Se vistió con prendas sueltas, tomó sus cosas,
y se apresuró a salir.

Voces animadas desde el final del pasillo significaba que la prensa seguía ahí.
Neil se asomó por el pasillo, no para ver lo que pasaba sino para que Dan y Renee
supieran que ya había terminado. Wymack no estaba a la vista, así que Neil concluyó
que ya había dicho su parte. Renee miró hacia donde estaba y le dio una sonrisa.

Neil se fue antes de que alguien más lo viera. No había muchos lugares para
esconderse de la prensa, pero la puerta de la enfermería estaba unos centímetros
abierta. Neil la empujó con cuidado y miró adentro. Wymack estaba sentado en la
cama prístina con un paquete de cigarros en la mano. Neil tomó su asentimiento como
una invitación y entró. Se dio la vuelta para cerrar la puerta cuando vio a la silenciosa
compañía de Wymack.

Andrew estaba sentado con las piernas cruzadas en la esquina, en el piso. No se


había molestado en cambiarse aún, pero se había sacado el casco y los guantes. El
bolso de viaje de Abby estaba abierto a su lado. Su botella de medicina estaba abierta
cerca de sus piernas. Un par de pastillas estaban tiradas en el piso a su alrededor.
Andrew sostenía su premio por una noche de esfuerzo usando ambas manos con
fuerza: una botella de Johnnie Walker Blue. En más o menos diez minutos después de
salir de la corte ya había bebido la mitad del caro escocés. Neil no sabía cómo había
tenido fuerza en los dedos para sostener la botella.

—Abby y Allison ya están en el autobús —dijo Wymack—. Puedes unírteles o


esperar por los demás.
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Neil dejó la puerta un poco abierta para saber cuándo los reporteros se fueran y
tomó el taburete cercano a la puerta. Puso su bolso en el piso junto a sus pies, miró a
Andrew otra vez, y luego al entrenador.

—¿Por qué pagaste por los cubículos, entrenador?

Wymack se encogió de hombros.

—Quizá sabía que los necesitarías algún día.

Andrew sonrió alrededor de la boca de su botella.

—Neil es una tragedia andante.

—Tú eres una historia bastante patética también —dijo Wymack.

Andrew se rió. Fue débil, debido a que su medicina todavía no había hecho total
efecto, pero Neil supo por el sonido que Andrew estaría feliz antes de que dejaran el
estacionamiento.

—Supongo que sí, entrenador. Eso me recuerda. Me quedaré contigo este fin de
semana.

—No recuerdo invitarte —dijo Wymack, pero no sonó como un “no”.

—Kevin estará insoportable después de esta noche. —Andrew cerró la botella y


la dejó a un lado. Volvió a empacar las cosas de Abby con rápida eficiencia, movió el
bolso fuera de su camino, y se levantó—. Puedo apuñalarlo otra vez o puedo
quedarme contigo. La decisión es tuya.

Wymack se pinchó el puente de la nariz.

—Andrew, lo juro por Dios…

—Adiós, entrenador.

Andrew se movió hacia la puerta, pero Neil puso una mano en su camino.
Andrew obedientemente paró y le envió una mirada confusa. Neil bajó la mano y
habló.

—¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo sabías a dónde ir?


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—El entrenador dijo que Watts siempre apunta los penales a la esquina baja.
Con el juego dependiendo de él, debía hacer lo mismo.

Neil lo observó, perplejo y sin creérselo. Wymack mencionó eso en el medio


tiempo mientras le daba al equipo una descripción de la línea del segundo tiempo. Neil
no creyó que Andrew hubiera estado prestando atención al discurso de Wymack.
Cómo había recordado esa advertencia lo suficiente como para usarla en un momento
crítico, Neil no lo sabía.

—Pero… —dijo Neil, pero las palabras le fallaron. Andrew le dio una cegadora
sonrisa y se fue. Neil se giró frustrado hacia Wymack—. Creí que no le importaba.
Ellos dijeron que no le importaba, y finalmente comenzaba a creerles, pero no nos
habría salvado esta noche si no le importara. ¿No?

—Cuando lo descifres, házmelo saber —respondió Wymack.

La prensa se fue unos minutos después así que Neil fue al salón principal a
esperar a sus compañeros. Llegaron en pares dispersos con Dan y Renee últimas.
Cargar el autobús fue rápido. Salir del estacionamiento fue más difícil, incluso con
vehículos policiales intentando controlar el tráfico después del juego. El autobús de los
Foxes fue azotado con más de una lata de cerveza mientras dejaba el campus. Nicky
bajó la ventana para gritar insultos, pero Wymack lo amenazó y se calló. Se conformó
con hacerle señas obscenas a los estudiantes de Belmonte.

El viaje de vuelta se sintió la mitad de corto debido a la fuerte adrenalina de la


victoria inesperada. Allison se mantuvo lejos de la celebración sentándose en frente
con Abby. Los otros estudiantes de segundo grado se movieron a la mitad del autobús
para discutir el juego con el grupo de Andrew. Tan pronto como lo hicieron, Andrew
se fue al frente, más interesado en hablar con Wymack que hablar del juego de esa
noche. La crítica sin tacto de Kevin fue un contrapunto necesario pero desagradable
para el resumen emocionado de sus compañeros de equipo.

Mientras los escuchaba, Neil notó que estaba feliz. Era un sentimiento tan
inesperado y poco familiar que perdió el hilo de la conversación por un minuto. No
podía recordar la última vez que se había sentido tan incluido o seguro. Era lindo pero
peligroso. Alguien con un pasado como el suyo, cuya supervivencia dependía de los
secretos y las mentiras, no podía permitirse bajar la guardia. Pero mientras Nicky reía
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y se acercaba para hablar de uno de los puntos de Neil, Neil pensó que tal vez estaría
bien por una sola noche.
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Neil tenía medio cuarto de millón de dólares y direcciones hacia otro medio
millón escondidos en su dormitorio. Él y su madre habían salido a la carretera con
mucho más que eso, pero años huyendo habían acortado su reserva. Lo que quedaba
era considerado una pequeña fortuna para muchas personas y un triste futuro para
Neil. Sería estúpido conseguir un trabajo cuando no podía darle a los empleados su
número de seguridad social, y cada vez que se mudaba necesitaba un nuevo nombre,
un nuevo rostro, y un nuevo lugar para vivir. Los costos se acumulaban rápido.

Los disfraces eran baratos. Un nuevo corte de pelo, un nuevo color, lentes de
contacto y un acento eran suficiente para engañar a las personas. Neil usaba el acento
británico de su madre cuando estaba en ultramar y el acento americano de su padre
cuando estaba en Estados Unidos. Necesitaba una dirección, a veces un nuevo
lenguaje, y formas de llenar su tiempo para parecer una persona sin llamar demasiado
la atención. La suerte lo dejó asentarse en Millport, pero debía asumir que pagaría
renta en un futuro.

Algunos cambios llevaban los costos a un nivel completamente nuevo. Si Neil


sobrevivía este año, solo lo haría haciendo todo lo posible. Un simple cambio de
nombres y ciudades no podría salvarlo después de que se enfrentó a Riko Moriyama y
puso su rostro en las noticias. Necesitaba cortar todos los hilos que tenía, incluido los
Estados Unidos.

Conseguir un nuevo pasaporte no era fácil, pero al menos sabía por dónde
empezar. Su madre había nacido en un sindicato criminal británico, y él había
heredado una lista de desagradables contactos de ella. Debido a que la mayoría eran
europeos, estaban lejos del alcance de su padre. Neil no estaba enteramente seguro de
que lo ayudarían con la ausencia de su madre, pero esperaba que el nombre de ella
fuera suficiente para al menos suavizar el proceso. Los papeles que necesitaba eran
caso, pero eran los mejores trabajos del mercado. Tenía que considerar la rapidez con
la que cambiaba la tecnología.

Debido a que Neil podía adivinar cuánto dinero necesitaría en mayo, no quería
hacer compras innecesarias hasta entonces. Había sido estúpido con su dinero en esa
desastrosa fiesta de bienvenida en Columbia, así que quería aferrarse a lo que le
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quedaba. Sin embargo, sus compañeros de equipo tenían otras ideas, y así fue como
Neil terminó comprando ropa el martes.

Nadie le había dicho que no irían directamente a casa después de la práctica. Lo


habían metido en el auto y lo habían arrastrado hasta el centro comercial sin siquiera
haberlo hecho pasar. Este sábado era el banquete de otoño del distrito sureste y todos
sabían que Neil no tenía nada apropiado para ponerse. Era un evento menos formal
que el banquete de invierno de diciembre, pero aún requería algo más que jeans raídos
y camisetas gastadas.

—En algún punto deberás probarte algo —dijo Nicky.

—Podría simplemente no ir —dijo Neil.

—Cierra la boca. Irás —contestó Kevin, como si él mismo no estuviera


asustado. Todos los equipos surestes de Clase I atenderían el banquete, y eso incluía a
los Ravens de Edgar Allan. Kevin quería ver a sus ex compañeros incluso menos que
Neil—. Los otros equipos quieren verte.

—No me importa —dijo Neil—. El único lugar en el que me importan es en la


corte.

—No pierdas la cara, Neil. —Andrew estaba sistemáticamente sacando prendas


de sus perchas y tirándolas al piso. Envió una de las perchas hacia Nicky, quien se
agachó y la evitó justo a tiempo. Andrew sonrió ante su fallo y miró a Neil—. Te
reíste de Riko en el show de Kathy. Si no vas, dirá que estás muy asustado para
hacerle frente. Una pena, Neil.

Pero Neil tenía miedo, y Andrew lo sabía.

—Ten —dijo Aaron, pasándole a Neil un pedazo de papel—. Toma esto antes
de que me olvide.

Era una corta lista de nombres y números en una letra burbujeante. Nicky se
acercó a mirar e hizo un sonido desdeñoso. —¿En serio, Aaron?

—Dan me pidió conseguir una lista de Katelyn —dijo Aaron.

—¿Quiénes son estas personas? —preguntó Neil.


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—Son todas las Vixens solteras.

—Son todas mujeres —dijo Nicky—. Eso no nos ayuda.

—Nicky —comenzó Neil.

Nicky le sacó la lista de las manos y la arrugó.

—Tu ignorancia es entrañable, Neil. Tienes diecinueve, ¿y jamás has mirado las
tetas de Allison? No hay manera de que seas heterosexual. Tú y yo de verdad
necesitamos sentarnos y hablar de esto en algún momento.

—¿Saben qué? Terminé aquí. —Aaron levantó las manos y se dio la vuelta—.
Estaré en la parte de comida cuando terminen.

—Deja de ser una mala influencia —Kevin le dijo a Nicky—. Lo haré llegar a la
Corte. Será más fácil si se queda heterosexual. Tú sabes más que ninguno de nosotros
lo prejuiciosa que puede ser la gente. Imagina el impacto que tendría en su carrera.

—No tendremos esta conversación —dijo Neil.

Nicky puso las manos a cada lado de la cabeza de Neil como para protegerlo de
su argumento. No funcionó, ya que ni siquiera se acercó a las orejas de Neil.

—Tú te preocupas por la carrera de Neil. Yo me preocuparé por su felicidad


personal. Vamos, Kevin. Hasta tú tienes que admitir que esto es realmente raro.

Andrew levantó las manos.

—Noticias de última hora, Nicky: ¡Neil no es normal!

—Esto va más allá de lo subnormal.

—Estoy justo aquí —dijo Neil—, y puedo oírlos.

Nicky suspiró dramáticamente y lo dejó ir.

—Bien, bien. Lleva una animadora si quieres.

—No llevaré a nadie —respondió Neil—. Ni siquiera quiero ir a esta cosa.

—¿Sabes cuán patético es ir a un evento así sólo?


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—¿Tú llevarás a alguien? —preguntó Neil, sorprendido—. ¿Y Erik?

—Está en Alemania —dijo Nicky—. Sí, llevaré una cita, pero no saldré con el
tipo. Sólo quiero a alguien para ir y divertirme. ¿Conoces la diversión? ¿Esa cosa que
las personas tienen a veces? Ustedes dos son imposibles.

Neil miró a Andrew, pero fue Kevin quien respondió. —No es tu asunto.

—Tres —dijo Neil—. Allison.

Dos palabras mataron el buen humor de Nicky. Neil se negó a sentirse mal por
eso después de todo lo que Nicky acababa de decir sobre él, pero tampoco se sintió
reivindicado. Nicky murmuró en voz baja y se fue a mirar las camisas más allá del
pasillo. Neil volvió su atención a los pantalones que colgaban frente a él, pero no
podía concentrarse. Empujó un par de perchas sin prestar atención al tamaño o cortes y
miró a Kevin.

—¿Tú la llevarías?

Creyó que quizá estaría sorprendido por la pregunta debido a los dos hombres
mirándolo. Neil jugó con las perchas, pero no dejó de mirar a Kevin.

—Ella y Seth estaban emocionados por ir. Era todo de lo que hablaban cuando
almorzamos juntos. Ahora ella irá y él no estará ahí.

—Esa es una salida barata —agregó Andrew con una brillante y burlona
sonrisa—. ¿Llevas a alguien más para limpiar tu desastre? Oh, Neil. Hazlo mejor que
la vez anterior, ¿quieres? Eres aburrido cuando tienes la cola entre las patas.

—Vete a la mierda —respondió Neil—. Tu teoría es sólo eso: una teoría.


Cuando la pruebes…

—¿Qué? ¿Hará que milagrosamente puedas mirar a Allison a los ojos? —


Andrew fingió sorpresa—. Cuando la pruebe, pondrá una marca en la espalda de Seth
y un pincel en tus manos. Piénsalo otra vez, ¿sí?

Neil no tenía una respuesta para eso. Andrew le dio un par de segundos antes de
reírse y alejarse. Neil lo observó irse, y se preguntó a cuál de ellos odiaba más.
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—No la llevaré —dijo Kevin, porque alguien tenía que romper el silencio—.
Quizá hayas traído el enojo de Riko hacia la línea delantera, pero soy la razón por la
cuál está en el sur en primer lugar. Ninguno de nosotros tiene derecho a hablarle a
Allison ahora.

—Crees que Andrew tiene razón —dijo Neil.

—Sí —respondió Kevin.

—No matas gente por un juego.

—No es un juego desde donde vengo —dijo Kevin—. Sé que Riko estuvo
detrás de esto. Sé cómo son las personas como él. Siéntete afortunado de nunca
entender la manera en que piensan.

En cualquier otro momento, Neil habría estado aliviado de haber oído aquellas
palabras de Kevin. Significaba que Andrew no le había dicho la verdad sobre su
pasado y que Kevin no había reconocido a Neil. Por un segundo, se replanteó
corregirlo. Quería decirle a Kevin que había visto muchas cosas crueles, pero ninguna
había sido tan sin sentido. El padre de Neil tenía un sindicato fiel y leal. Pocas
personas habían sido lo suficientemente estúpidas como para insultar al Carnicero,
menos aún intentado cruzarlo. Cuando lo hicieron, el Carnicero los convirtió en un
ejemplo de lo que podía hacer. A ellos, no a sus vecinos o compañeros de trabajo.
Riko debería haber ido por Neil después de lo que dijo, no tomársela con Seth.

—Oigan —llamó Nicky desde el final de la isla. Neil estaba agradecido por la
distracción, pero Nicky se acercó lentamente—. No puedo soportar más pesimismo
por hoy. Necesitan parar de hablar de lo que sea que estén hablando antes de que
llegue ahí, ¿bien?

Kevin respondió dándose la vuelta en silencio. Nicky se veía sospechoso cuando


se situó a un lado de Neil. Neil miró al masivo bulto de ropa en sus manos, ninguna de
las cuales parecía apropiado para un banquete. No iba a preguntar, pero Nicky notó su
mirada y se hinchó con orgullo.

—Tengo buen gusto en ropa, ¿no? Si quieres probártelas puedes hacerlo, pero
no tienes porqué. Sé que te quedarán.

—¿Por qué me las probaría?


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—Oh, porque son tuyas —dijo Nicky, como si Neil ya debería saberlo, y siguió
antes de que Neil pudiera reaccionar—. ¿Sabías que el Entrenador ha querido que
arreglemos tu guardarropa desde, más o menos, junio? Nos amenazó con inscribirnos
a una maratón si no hacíamos algo al respecto. Un maldito maratón, Neil. Chicos
como yo no deberíamos correr tanto. Hazme un favor y no discutas.

—No hay nada malo con la ropa que tengo.

—¿Volvemos a la parte donde dije que no discutas? Lo recuerdo claramente ya


que pasó hace cinco segundos. —Nicky movió la ropa fuera del alcance de Neil
cuando éste intentó moverse como para sacársela—. Um, no. Me quedaré con esto.
Deberías estar buscando pantalones.

Neil contó silenciosamente hasta diez, pero no hizo mucho por su impaciencia.

—No compraré con ninguno de ustedes nunca más.

—Eso piensas. Hombre, empiezo a ver porqué Andrew te dejó aquí —dijo
Nicky—. Qué bueno que me ignoró cuando le dije que te llevara.

—¿Llevarme a dónde?

—Oh, ya sabes —dijo Nicky vagamente—. La tarea en cuestión, Neil. Mientras


más tardas, más tiempo estaremos aquí.

Neil empujó a Andrew, Allison y Riko fuera de su mente y se enfocó en


encontrar algo para vestir. Los pantalones eran fáciles de elegir, pero Nicky rechazó
las primeras varias camisas que Neil consideró. Finalmente, se dio por vencido y dejó
que Nicky escogiera algo por él. Fueron a la caja registradora juntos, pero Nicky se
negaba a soltar las prendas que Nel no quería. Golpeó las manos de Neil y se dio la
vuelta.

—¿Por qué pagarías por todo esto cuando ni siquiera lo querías en primer lugar?
Técnicamente la universidad lo paga, ya que el Entrenador lo costeará. Oye —dijo
Nicky, alejándose cuando Neil intentó quitarle las prendas nuevamente—, tócame otra
vez y te morderé. No creas que no lo haré. Lo haré, soy un mordedor. Pregúntale a
Erik.
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—Dejen de avergonzarnos. —Kevin los separó—. Nicky, ve a otra caja


registradora.

—Puedo comprar mis propias cosas —dijo Neil, una vez que Nicky se fue
brincando.

Kevin le dio una lenta mirada de la cabeza a los pies. Los jeans de Neil estaban
tan descoloridos que eran de un gris blanquecino, y los dobladillos de su camisa
estaban deshilachados y desabrochados. Esta no era la primera vez que alguien miraba
a Neil como si fuera basura de la calle, pero de Kevin, la condescendencia fue mil
veces más efectiva. El primer pico de calor en el estómago de Neil fue una vergüenza,
pero se negó a dejar que se apoderara de él. Sus razones para dejar pasar su
guardarropa eran válidas. Alguien como Kevin, que había crecido en el centro de
atención y había hecho una fortuna con su talento, nunca lo entendería.

—No te soporto —dijo.

—No me importa. —Kevin apuntó encima de la cabeza de Neil hacia la cajera


que esperaba—. Vamos.

Cuando terminaron, llevaron sus bolsas al centro comercial. Bajaron por el


siguiente conjunto de escaleras mecánicas y Nicky los condujo hasta la fuente
imponente que marcaba el centro del centro comercial. Andrew los estaba esperando
allí, sentado con las piernas cruzadas en la pared de mármol falso que rodeaba el agua.
No miró hacia arriba cuando se acercaron, demasiado ocupado tocando el teléfono en
sus manos. Nicky dejó caer las bolsas en el suelo frente a Andrew y se inclinó para ver
mejor.

—¿Qué es ese dinosaurio? —preguntó Nicky, consternado—. Nadie puso


dinero en un teléfono de tapa, Andrew. Arruinaste una muy buena apuesta.

Neil se preguntó si había algo en lo que sus compañeros no apostaban.

—Qué triste —dijo Andrew, con nada de simpatía.

—¿No podías buscarle un qwerty?


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—¿Para qué? —Andrew terminó con lo que hacía, cerró el teléfono y se lo tiró a
Neil. Atraparlo fue instintivo, pero Neil se congeló ante las siguientes palabras que
salieron de la boca de Andrew—. ¿A quién le escribirá Neil?

—Um, a mí, para empezar —respondió Nicky, como si fuera obvio.

—Qué. —Neil no tenía fuerzas para hacer una pregunta.

Desenroscó los dedos y miró fijamente el teléfono gris que descansaba en su


palma. No pensó que una pequeña cosa como esta debería doler tanto, pero el dolor
que lo atravesó lo dejó hecho pedazos. El rugido en sus oídos sonaba como el océano.
Por un momento, estuvo allá en la playa viendo cómo el fuego devoraba el auto.
Recordó cómo olía, la sal del agua y el hedor nauseabundo de la carne quemada. Aún
podía sentir la arena en sus dedos, caliente arriba donde brillaba el sol y frío en el
fondo donde había dejado los huesos de su madre.

Había guardado sus teléfonos para el final. Cada vez que se mudaban, obtenían
nuevos teléfonos móviles, de prepago que podían deshacerse quemándolos al primer
indicio de problemas. Había querido quedarse con el de ella. Quería algo real a lo que
aferrarse en su ausencia. Incluso entonces, sabía lo que era mejor. Los arrojó a las olas
antes de dejar la playa. Nunca había conseguido uno nuevo para él. Nunca había visto
un punto; Neil no tenía a nadie en el mundo a quien pudiera llamar.

—Neil.

El tono urgente en la voz de Nicky acalló el zumbido en las orejas de Neil.


Levantó la mirada a la cara de Nicky y se dio cuenta demasiado tarde que había estado
hablándole. Su expresión estaba apretada con preocupación.

Neil tragó saliva con fuerza e intentó recordar cómo respirar. Cerró los dedos
alrededor del teléfono para no tener que mirarlo y lo sostuvo hacia Nicky.

—No.

Nicky levantó las manos. En vez de verse como si estuviera protegiendo el


teléfono, parecía estar tratando de calmar a un animal asustado.

—Neil —dijo, hablando lenta y cuidadosamente—, necesitamos que te lo


quedes. Necesitamos una manera de contactarte este año.
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—Tienes esta forma de hacer que la gente quiera matarte —dijo Andrew.

Nicky pareció adolorido por la observación sin tacto, pero no quitó sus ojos de
Neil.

—¿Qué pasa si el Entrenador necesita hablando sobre algo, o las fans locas de
Riko causan problemas? El año pasado se volvió bastante loco cerca de fin de año, y
este año no está empezando bien. Es sólo por si acaso. Nos harás sentir mejor si
sabemos que podemos encontrarte.

—No puedo. —Fue demasiado furioso y demasiado honesto, pero Neil no pudo
evitarlo. Si no se deshacía del teléfono, se enfermaría—. Nicky, yo…

—Está bien, está bien —dijo Nicky, quitándole el teléfono de las manos—. Lo
resolveremos.

Neil pensó que se sentiría mejor cuando Nicky tuviera el teléfono, pero la
abrumadora sensación de pérdida aún le anudaba los pulmones. Tiró de su mano libre
y tomó las bolsas de ropa que Nicky había enganchado en su brazo. No tuvo que pedir
las llaves. Andrew los robó del bolsillo de Nicky y las ofreció.

Neil las agarró, pero Andrew se quedó un momento. Andrew se inclinó hacia
adelante y le sonrió a Neil.

—Hola, Neil. La honestidad se ve terrible en ti.

Neil le arrancó las llaves de las manos y se alejó con el sonido de la risa de
Andrew. No volvió a entrar, pero salieron a buscarlo poco después. Nadie mencionó el
teléfono celular y, aunque Nicky siguió lanzándole miradas de preocupación en el
espejo retrovisor, nadie habló con Neil en el viaje de regreso al campus.

El silencio no duraría, aunque Neil deseaba que lo hiciera. Salió del baño con la
mitad de su equipo para su práctica nocturna con Kevin y se encontró con que Kevin
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ya había salido del vestidor. Las amontonadas prendas en su banca decían que lo había
echado de allí antes de estar listo.

Andrew estaba sentado a horcajadas en el banco mientras esperaba a Neil, y


frente a él estaba el nuevo teléfono de Neil. Neil lo miró instintivamente y
rápidamente levantó la mirada hacia el rostro de Andrew. Andrew ya no sonreía. Se
había saltado la dosis de las nueve para poder empezar a relajarse para irse a la cama,
aunque normalmente salía con Kevin y Neil hasta la medianoche.

—Un hombre no puede tener tantos problemas —dijo Andrew.

—No necesito un teléfono.

—¿Quién necesita uno más que tú este año?

Andrew tomó su propio teléfono de su bolsillo y lo puso a un lado de el de Neil.


El suyo era negro, pero eran del mismo modelo. Abrió ambos y presionó un par de
botones. Unos segundos después el teléfono de Andrew comenzó a sonar. Neil
esperaba un tono de llamada genérico, pero un hombre comenzó a cantar. No sonaba
como algo que Andrew le asignaría a su teléfono hasta que escuchó la letra. Era una
canción sobre huir.

Neil cruzó la habitación y se sentó frente a Andrew en el banco. Cogió el


teléfono de Andrew y apretó el botón de rechazar con el pulgar.

—No eres gracioso.

—Tú tampoco lo eres. Te pusiste una soga alrededor del cuello y le entregaste el
cabo suelto a Riko —dijo Andrew—. Recuerdo claramente haber dicho que cuidaría tu
espalda. Dame una buena razón por la que me lo pondrías difícil.

—Sobreviví durante ocho años porque nadie pudo encontrarme —dijo Neil.

—No es por eso.

—¿Estamos haciendo lo de la honestidad de nuevo?

—¿Necesitamos hacerlo? —preguntó Andrew, tomando su teléfono de Neil—.


Empiezas tú.

Neil movió su teléfono en círculos en la banca, sin poder ni querer levantarlo.


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—Sabes, la mayoría de los padres le dan a sus hijos teléfono para poder saber
dónde están en el día. Yo tenía uno por la gente que trabajaba con mi padre. Mis
padres querían saber si podrían comunicarse conmigo si lo peor pasaba. “Sólo por si
acaso” —dijo Neil, repitiendo las palabras de Nicky—. Cuando hui, me quedé con el
teléfono. Vi a mis padres morir, pero seguía pensando que quizá estaba equivocado.
Quizá algún día me llamarían y dirían que había sido un acto. Dirían que podía ir a
casa y las cosas estarían bien. Pero la única vez que sonó, era un hombre demandando
que le devolviera su dinero. No he tenido un teléfono desde entonces. No debería tener
uno ahora. ¿A quién se supone que llamaré?

—A Nicky, al Entrenador, la línea suicida, no me importa.

—Estoy recordando por qué no me gustas.

—Me sorprende que lo olvidaras en primer lugar.

—Tal vez no lo hice. —Neil empujó el teléfono hacia Andrew—. Debe haber
una mejor manera.

—Podrías ocasionalmente tener agallas —sugirió Andrew—. Sé que es un


conceto difícil para alguien cuya reacción instintiva es huir al primer signo de
problemas, pero pruébalo alguna vez. Quizá hasta te guste.

—Lo que me gustaría sería atravesar tus dientes con este teléfono.

—¿Ves? Eso es más interesante.

—No estoy aquí para tu entretenimiento —dijo Neil.

—Pero, como siempre, eres lo suficientemente talentoso para hacer varias cosas.
Pregunta para ti, Neil. ¿Te parezco muerto? —Apuntó a su rostro, esperó a que Neil
respondiera, y no se sorprendió cuando éste no lo hizo—. Aquí.

Andrew le hizo señas a Neil para que se acercara como si quisiera mostrarle
algo en la pequeña pantalla de su teléfono. Abrió el teléfono con una mano y apretó
con fuerza un solo botón. Hubo un silencio, luego el zumbido distante del teléfono de
Andrew marcando. Entre ellos, el teléfono de Neil comenzó a sonar. Las palabras eran
diferentes al tono de llamada de Andrew, pero la voz era la misma. Neil sabía que era
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de la misma canción miserable. La letra dolía tanto como la de Andrew. Neil miró el
teléfono y dejó que sonara.

—Tu teléfono suena —dijo Andrew—. Deberías contestar.

Neil lo levantó con los dedos entumecidos y lo abrió. Se tomó un segundo para
mirar el nombre de Andrew en la pantalla antes de responder y llevárselo a la oreja.

—Tus padres están muertos, no estás bien, y nada estará bien —dijo Andrew—.
Estas no son noticias para ti. Pero desde ahora hasta mayo seguirán siendo Neil Josten
y yo todavía soy el hombre que dijo que te mantendría con vida. No me importa si
usas este teléfono mañana. No me importa si no lo usas nunca más. Pero te lo quedarás
porque un día quizá lo necesites. —Andrew colocó un dedo en la parte inferior de la
barbilla de Neil y lo forzó a levantar la cabeza hasta que estaban mirándose a los
ojos—. Ese día no huirás. Pensarás en lo que te prometí, y harás la llamada. Dime que
lo entiendes.

La voz de Neil lo había abandonado, pero se las arregló para asentir.

Andrew lo soltó y cerró su teléfono de golpe. Neil cerró el suyo con un clic
silencioso. Después de mirarlo por otro minuto interminable, se inclinó y lo puso en su
bolso. Andrew lo miró con ojos entrecerrados hasta que Neil se sentó erguido. Neil no
quería mirarlo cuando no estaba seguro de haber recuperado el control de su
expresión, pero no pudo evitarlo. Andrew lo consideró un minuto más, luego suspiró y
salió del espacio de Neil.

—Si terminaste de tener problemas, toma tu turno. Kevin debe estar ardiendo
esperándote.

Neil quiso preguntar por Kevin, pero los teléfonos le recordaron otro problema.
Podría molestar a Kevin por una mejor explicación de su trato con Andrew. La otra
pregunta era algo que sólo Andrew podía responder.

—¿Por qué te llamó la policía de Oakland?

—Justo al cuello. No eres tan sin carácter después de todo —dijo Andrew,
divertido—. El servicio de niños abrirá una investigación sobre uno de mis padres
adoptivos. El cerdo Higgins sabe que viví con ellos, así que me llamó queriendo un
testimonio.
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—Pero no lo ayudarás.

Andrew movió sus dedos quitándole importancia.

—Richard Spear es un hombre poco interesante pero relativamente inofensivo.


No hallarán nada para culparlo.

—¿Estás seguro? —preguntó Neil—. Tu reacción fue un poco extrema para un


malentendido.

—No me gusta esa palabra.

Neil dudó. —¿Extrema?

—Malentendido.

—Es una rara palabra para tenerle rencor.

—No tienes lugar para juzgar los problemas de los demás —dijo Andrew.

Andrew pasó la pierna por encima del banco y se puso de pie. Neil supuso que
eso significaba que la conversación había terminado. Tomó sus pantalones cortos de
entrenamiento cuando Andrew se fue. La puerta apenas se había cerrado detrás de
Andrew cuando se abrió de nuevo. Andrew tenía razón; Kevin parecía completamente
molesto por haber tenido que retrasar la práctica para ellos. Neil esperaba algún tipo
de reprimenda mordaz, pero los movimientos enojados de Kevin hablaban por él.

Terminaron de cambiarse lo más rápido que pudieron y resolvieron su estrés en


la corte. Andrew los estaba esperando cuando terminaron, luciendo medio dormido de
pie, y regresaron juntos al dormitorio. Neil se cambió para la cama en el baño, apartó
con un pie la ropa que había tirado y se sentó en el borde de la bañera. La luz del techo
destellaba en la superficie curva de su teléfono donde estaba ubicado en su palma.

Se sintió como una eternidad antes de que pudiera abrirlo. Se desplazó


lentamente por el menú y no se sorprendió del todo al ver que Andrew ya había
llenado su lista de contactos. Incluso había configurado un par de marcados rápidos.
Andrew fue primero, luego Kevin, luego Wymack. Neil no tenía idea de por qué el
psiquiatra del equipo estaba programado como contacto de emergencia. No tenía
intención de volver a hablar con Betsy Dobson. Neil borró su información.
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Cuando se actualizó su lista de contactos, Neil fue a su historial de llamadas. Un


nombre figuraba con dos marcas de tiempo al lado. No era el nombre de su madre,
pero tampoco el de su padre. Neil aprendería a vivir con eso un día a la vez.

El teléfono de Neil sonó a la mañana siguiente y sorprendió a cinco años de su


esperanza de vida. Neil estaba empacando sus cosas para salir de su clase de español
cuando escuchó el zumbido distintivo. Dejó caer su libro de texto de inmediato y sacó
su teléfono de las profundidades de su bolso, con la mente yendo a un millón de millas
por hora pensando en todo lo que podría ir mal.

Un mensaje parpadeaba en su bandeja de entrada. El corazón de Neil se


desaceleró un poco cuando vio el nombre de Nicky adjunto, porque Nicky era la
última persona que Neil pensaba que sería portadora de malas noticias. Abrió el
mensaje de todos modos y se encontró con una carita sonriente de dos caracteres
mirándolo. Neil esperó a ver si pasaba algo más, pero parecía ser eso.

La siguiente vez que su teléfono sonó, era Dan: “nicky dijo que tienes un
teléfono y/y”

“Sí” respondió Neil, y esperó que fuera suficiente.

Segundos después, Dan envió un “era hora crei que jamás conseguirías uno”

Neil consideró preguntarle cómo le iba en sus clases de inglés, pero optó por el
silencio.

Cuando Neil llegó al comedor de los atletas para almorzar, tenía veinte
mensajes. La mayoría eran de Nicky, comentarios inútiles sobre nada en particular.
Neil los leyó, pero no respondió a menos que Nicky estuviera haciendo una pregunta.
Dos eran de Matt, primero comprobando el rumor de que Neil tenía un teléfono y
luego quejándose de la apuesta que Andrew saboteó al conseguir un modelo tan
barato.
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“Ya nadie los usa. ¿Lo encontró en una casa de empeño?” Matt le envió un
mensaje a Neil.

Neil no sabía que pensar de eso. Los Foxes pasaban siete horas al día juntos en
las prácticas cada día y compartían habitación con los otros en la Fox Tower. Cómo es
que tenían más para decirse los unos a los otros era desconocido para él. Quería apagar
su mensajería de alguna manera o decirles que esa no era la razón por la cual tenía un
teléfono. Los teléfono eran para emergencias, no para hacerse comentarios sobre una
lectura aburrida. Neil se retractó porque sabía que estaba equivocado, pero aun así
saltó cada vez que su teléfono vibró.

Los demás no se dejaron intimidar por su silencio. Nicky lo acribilló durante


todo el día y la mayor parte del jueves. Finalmente, la paciencia de Neil se agotó lo
suficiente como para decir algo. Se sentó en las escaleras del pasillo donde tenía su
sesión de tutoría y mecanografió minuciosamente un mensaje.

“¿Qué sucede cuando gastas todos tus mensajes y luego los necesitas?”

La respuesta de Nicky fue casi inmediata. “???” Un par de segundos más tarde
regresó con algo más útil: “nuestro plan tiene txt ilimitado. no podemos usarlos.
aunque sí que lo intento, hombre :)”.

Neil suspiró y abandonó la pelea como una causa perdida.

Tenía setenta mensajes cuando subieron al autobús el viernes por la tarde. Esta
noche se enfrentaron a USC-Columbia. Columbia era el único otro equipo Exy Clase I
en el estado, por lo que las dos escuelas tenían una rivalidad ruidosa. Las
probabilidades eran buenas, a pesar de que los Fox estaban jugando con la misma
alineación loca que usaron la semana pasada.

Nicky quería conducir a Columbia por separado para poder ir a Eden's Twilight
después, pero Wymack puso el pie en el suelo. Sabía en qué tipo de cosas se metían en
el club y no quería arriesgarse tan cerca del banquete. Si alguno de los funcionarios
del banquete pensaba que por alguna razón Andrew había dejado de tomar las drogas,
podrían presionar para que se hicieran análisis de sangre. Wymack no quería que
apareciera polvo en los resultados. Andrew no luchó contra la decisión de Wymack,
pero Nicky estaba más que un poco gruñón al respecto.
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Nicky se giró en su asiento para hablar con Neil. A mitad de sus quejas sobre un
proyecto de clase actual, el teléfono de Neil sonó. Neil lo observó sin pensar. Era una
cara sonriente que Nicky le había enviado. Neil lo miró, sin entender.

—¿Ves? —dijo, sonando satisfecho—. Mucho mejor. Así es como un humano


normal se ve cuando miran su teléfono, Neil.

Neil lo observó.

—¿Esa es la razón por la que me has mensajeado sin parar?

—En parte —respondió Nicky—. Andrew me dijo que lo resolviera. Esa es la


forma más fácil que se me ocurrió.

—¿Resolver qué?

—Tú, por supuesto. Pregunta —dijo—. Si no te hubiera estado molestando,


¿hubieras tocado tu teléfono esta semana?

—Lo tengo para emergencias —respondió Neil—, así que no.

—Otra pregunta. ¿De verdad crees que lo habrías usado en una emergencia? No,
no realmente. No viste tu cara cuando Andrew te lo dio, Neil. Eso no era desinterés o
shock. Eso fue como, un colapso mental del tipo que no he visto en años. No sé por
qué, pero sé que no se te habría ocurrido llamarnos si algo fuera mal.

Neil sabía que tenía razón, pero dijo: —No sabes eso.

—No podía arriesgarme. No queríamos descubrir de la manera fea cuán jodido


está tu cableado mental.

—Llamé a Matt desde Columbia cuando necesité ayuda.

—Sí —dijo Nicky, poco impresionado—, eso oímos todos. Llamaste a Matt, le
cantaste tu canción “estoy bien” con rutina de baile, y luego hiciste autostop con
extraños hasta el campus. ¿Lo recuerdas? —Nicky esperó, pero Neil no podía
defenderse de aquella acusación—. De todas maneras, de nada. Te salvé de al menos
dos mil dólares en terapia intensiva.

Neil no creía que el hecho de que Nicky bajara la guardia fuera algo por lo que
estar agradecido, pero obedientemente dijo: —Gracias.
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—¿Ha dicho eso alguna vez como si no fuera una pregunta? —Nicky preguntó,
luciendo afligido—. Oh, bien. Tomaré mis victorias como sea. Enfócate primero en las
batallas y luego gana la guerra, ¿verdad? No sé cómo va la cita en realidad, pero sabes
a qué me refiero. Entonces, ¿dónde estaba yo?

No tardó en recordarlo. Charló a una milla por minuto sobre su próxima


presentación. Neil lo dejó entrar por un oído y salir por el otro. Su mente estaba más
en el teléfono todavía sentado en sus manos que en el tono de voz de Nicky. Cuando
Nicky finalmente se volvió para acosar a Aaron por algo, Neil abrió su teléfono. Pasó
de su bandeja de entrada llena a su historial de llamadas. No había cambiado; El
nombre de Andrew seguía siendo el único allí.

No tenía sentido.

Kevin afirmó que tenía algo que Andrew quería. Neil no sabía qué era, pero
tenía que ser algo grande si Andrew estaba dispuesto a desafiar a los Ravens y
solucionar todos los problemas de Neil. Neil tomó nota mentalmente de hablar con
Kevin al respecto este fin de semana, pero primero tenían que sobrevivir al banquete
de otoño.

Los pensamientos de ver a Riko al día siguiente fueron suficientes para amargar
su estado de ánimo. Neil enterró su teléfono en el fondo de la bolsa y trató de no
pensar en nada en absoluto.
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6
Una lotería en julio eligió a la Universidad de Blackwell como sede del banquete de
otoño. Fue un sorteo relativamente afortunado para los Foxes, ya que estaban a solo
cuatro horas de distancia, pero ninguno de ellos se sentía particularmente bien cuando
abordaron el autobús el sábado. Se detuvieron en la interestatal con trece personas a
bordo: el equipo de los Foxes, el personal de dos hombres y las citas de Aaron y
Nicky.

Nicky iba a traer a Jim de su clase de improvisación y Aaron finalmente se


animó a preguntarle a Katelyn. Neil no pensó mucho en eso, hasta que vio todo el
dinero cambiando de manos entre sus compañeros de equipo. Al parecer, Katelyn fue
el centro de dos apuestas entre los Foxes: si Aaron le preguntaría o no y cómo
reaccionaría Andrew. Esto último era lo que más interesaba a Neil. Andrew estaba
drogado, pero no escatimó ni una sola sonrisa ni un saludo para Katelyn. Andrew miró
a través de ella ya su alrededor como si ella ni siquiera estuviera allí.

Se suponía que el banquete sería un evento de dos días para justificar los costos
y el tiempo de viaje de los equipos adicionales, pero los Foxes tomaron un voto
unánime para irse el sábado por la noche. Seis horas dedicadas a socializar con
equipos que se habían burlado repetida y ruidosamente de ellos en las noticias era más
que suficiente. Según Dan, pocos atletas fueron lo suficientemente rudos como para
causar problemas en un evento sancionado por ERC, pero Neil no se tranquilizó. No le
preocupaban trece equipos ruidosos; estaba preocupado por un hombre horrible.

Neil trató de mantener la calma, pero Kevin comenzó a perder la suya la


primera vez que pasaron un letrero que indicaba el camino a Blackwell. Neil escuchó
sus respiraciones cortas y entrecortadas mientras Kevin luchaba valientemente contra
un ataque de pánico y no hizo nada por los nervios de Neil.

No era solo Riko a quien Kevin temía. En veinte minutos se enfrentaría a todo
su ex equipo. El entrenador de los Ravens, Tetsuji Moriyama, acogió a Kevin después
de la muerte de su madre. Había criado a Kevin para que fuera una estrella, pero nunca
dejó que Kevin olvidara que solo era una propiedad valiosa de Riko. Neil no sabía
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mucho más sobre él. La única vez que Kevin lo mencionó se había deslizado y lo
llamó “el maestro”. Neil no necesitó escuchar nada más después de eso.

Blackwell tardó en aparecer en la distancia, pero no tardó en divisar los dos


estadios. El fútbol y el estadio Exy estaban en lados opuestos del campus como sujeta
libros gigantes.

—Oye, oye —dijo Andrew, distrayendo a Neil de la vista—. Romperás algo si


sigues respirando así, Kevin.

Neil se volvió lo suficiente para mirar atrás. Andrew estaba de pie e inclinado
sobre el respaldo de Kevin, con los brazos cruzados sobre el cojín para poder mirar la
cabeza de Kevin. Kevin tenía una rodilla pegada a su pecho y su rostro escondido en el
pliegue de su brazo. Sus nudillos estaban blancos donde su mano estaba apretada en
un puño. Neil no creyó que fuera el autobús lo que estaba haciendo temblar a Kevin de
esa manera.

—Mírame —dijo Kevin—. Estará bien. Me crees, ¿no?

—Te creo —dijo Kevin, tranquilo, pero notablemente tenso.

—Mentiroso. —Andrew se tiró y se estiró hacia adelante para ver por la ventana
de Kevin.

No eran el primer equipo en llegar, pero un rápido conteo a los autobuses decía
que tampoco eran los últimos. La mirada de Neil fue inevitablemente hacia los tres
autobuses negros en el medio del estacionamiento. El único atisbo de color en ellos era
una mancha de color rojo oscuro alrededor de la silueta de un cuervo. Wymack
estacionó lo más lejos de los autobuses de Edgar Allan posible.

Wymack sacó la llave de la ignición, tomó el bolso de Abby y caminó por la


aísla hacia el final del autobús. —Abajo —dijo, y los estudiantes de segundo ciclo
obedientemente hicieron una fila mientras él pasaba. Aaron y Nicky esperaron a que
bajara antes de guiar a sus citas hacia el asfalto. Neil se quedó dónde estaba.

Wymack sacó una botella de vodka del bolso y la puso delante de Kevin.

—Tienes diez segundos para inhalar todo lo que puedas. Estoy contando el
tiempo. Vamos.
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Era alarmante cuánto podía un hombre tomar cuando necesitaba una ayuda
emocional. Wymack tuvo que quitar la botella de los dedos desesperados de Kevin.
Éste pasó una mano por su boca y miró por la ventana. No podía ver los autobuses de
los Ravens desde aquel ángulo, pero la expresión enferma en su rostro decía que no
necesitaba hacerlo. Wymack le dio una mirada significativa a Neil, y éste dejó de
molestar. Dejó a Kevin con sus poco ortodoxos cuidadores y se bajó del autobús.

Abby había dejado las puertas de almacenamiento abiertas para que pudieran
sacar sus prendas. Nicky ya tenía las de Neil en sus manos y se las tendió cuando se
acercó. Neil trató de no dejarle arrugas con su apretado agarre.

Andrew guió a Kevin y Wymack fuera del autobús. Wymack le dio a Abby su
bolso, esperó que Kevin y Andrew tuvieran su ropa, y cerró todas las puertas del
autobús. Los guardias de seguridad en la puerta los observaron acercarse con interés y
los tacharon de una lista. Madison usaría el vestuario de casa para cambiarse en ese
momento, así que los Foxes debían ir hasta el vestuario para visitantes.

Para cuando estuvieron vestidos, el alcohol ya había hecho efecto en Kevin. Se


veía mucho más estable mientras seguía a Andrew fuera del vestuario. A juzgar por las
miradas nerviosas que Nicky le enviaba a Kevin, no estaba convencido de que su
calma duraría. Neil tenía la misma confianza en las agallas de Kevin, pero debía
confiar en que Andrew sería suficiente.

Uno de los armarios de equipo en la sala principal tenía un cartel impreso con
‘PALMETTO STATE’ pegado a la puerta. Dejaron sus pertenencias personales ahí y
Wymack se guardó la llave. Hizo una rápida contada a las cabezas y le envió a Kevin
una mirada tranquilizadora. No dijo nada, pero miró a Andrew. Andrew sonrió en
respuesta. Wymack asintió y se giró hacia Neil.

—Tú —dijo—, trata de comportarte esta vez. No empieces alguna pelea con él
hoy.

—Sí, entrenador.

Wymack se veía escéptico, pero no discutió. —Vamos, entonces.

El estadio Blackwell estaba inquietantemente silencioso. Todos los que habían


llegado se encontraban en la corte. Gruesos tapetes acolchados cubrían el piso pulido
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para evitar que las patas de las mesas y las sillas rasparan la madera. Todas las luces
estaban encendidas, pero el marcador superior estaba oscuro. Neil pensó haber
escuchado música, pero no estaba seguro hasta que llegó al patio interior.

Catorce equipos significaron que había doscientos cincuenta atletas presentes,


luego otros noventa cuerpos en citas y personal. Neil nunca antes había visto a tanta
gente en una cancha de Exy. Todavía había mucho espacio para caminar entre las
mesas, pero Neil odiaba ver una corte remodelada como esta.

Wymack abrió la puerta de la corte y metió a sus Foxes dentro. Un pequeño


grupo de entrenadores los esperaban justo a un lado de la puerta. Uno tomó un
megáfono y anunció la llegada de los Foxes. Las conversaciones se acallaron
alrededor y las sillas chillaron mientras los atletas se giraban para mirar. Wymack
miró a Dan, movió su barbilla en un silencioso comando para seguir caminando, y se
fue para jugar a ser bueno con sus colegas. Abby se quedó atrás junto a él luego de una
pensativa mirada hacia Kevin.

Había una disposición de asientos en la cancha. Las sillas tenían pancartas de


papel en el respaldo con los colores de la escuela y las mascotas. Encontrar una línea
corta de sillas naranjas no requirió mucha atención. Descubrir a los Ravens fue más
fácil. Los dos equipos estaban sentados uno frente al otro en la misma mesa.

—Hijo de puta —dijo Dan, bajo, pero con suficiente enojo, por lo cual Neil no
tuvo problemas para captarlo. Sin embargo, debía darle el mérito. Dan ni siquiera
titubeó mientras caminaba hacia la mesa.

—Oh, qué cliché —dijo Andrew, casi encantado por este giro de los
acontecimientos—. Quizá sea divertido después de todo. Vamos, Kevin. No los
hagamos esperar.

Toda la sangre había abandonado el rostro de Kevin, pero él siguió de cerca de


Andrew.

A juzgar por el conteo de Neil, los Ravens no habían llevado citas. Tampoco
habían llevado ningún color. Todos los veintidós de ellos estaban vestidos de negro de
pies a cabeza. Los veintidós hombres usaban la misma camisa y saco, y las dos
mujeres usaban vestidos idénticos. Incluso se sentaban de la misma manera, todos con
sus codos derechos en la mesa, y las barbillas en sus manos. Otro equipo quizá se
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habría visto estúpido yendo tan lejos, pero de alguna manera los Ravens se veían
imponentes.

—Riko —dijo Dan, sentándose en la silla frente a él—. Dan Wilds.

Riko le ofreció la mano en el saludo más condescendiente que Neil había visto.
Mantuvo su brazo recto y su muñeca suelta, como un lord esperando que su súbdito
besara sus nudillos. Neil deseó que Dan lo ignorara, pero deslizó su mano hacia la de
él y le dio un apretón. Riko sonrió cuando ella lo soltó.

—Sé quién eres —dijo Riko—. ¿Quién aquí no? Eres la mujer que capitanea a
un equipo de Clase I. Lo cierto es que lo has hecho bien a pesar de tus desventajas.

—¿Qué desventajas?

—¿Realmente quieres que las mencione? —preguntó Riko—. Sólo es un evento


de dos días, Hennessey.

Neil no lo entendió, pero Matt sí, a juzgar por su feroz: —Cuidado, Riko.

Dan tocó el brazo de Matt para calmarlo y retiró su asiento. Los estudiantes de
segundo ciclo se sentaron a un lado de ella, con Allison cuidadosamente metida entre
Renee y Matt. El grupo de Andrew se extendió a su derecha en el mismo orden en el
que habían estado en el autobús. Neil estaba más cerca de Riko de lo que quería, pero
tener un par de cuerpos entre ellos era un poco reconfortante.

Desafortunadamente, Riko no fue el único problema. El hombre a la derecha de


Riko se puso de pie tan pronto como los Foxes se asentaron y caminó detrás de los
Ravens hasta que estuvo frente a Neil. Dos dedos en el hombro de la mujer la sacaron
de la silla y se trasladó al asiento recién vaciado. El extraño se sentó frente a Neil.
Mientras lo hacía, los Ravens cayeron de sus poses congeladas, pero lo hicieron solo
para recostarse como uno solo en sus sillas. La única que seguía sentada con la espalda
recta era Riko, y el nuevo compañero de cena de Neil se inclinaba hacia delante
mientras consideraba a Neil.

Neil no reconoció al hombre, pero no necesitaba preguntar. El ‘3’ negro tatuado


en su pómulo izquierdo significaban que no podía ser nadie más que Jean Moreau. Era
el defensor inicial de los Ravens y supuestamente un viejo amigo de Kevin. Esta
noche no había nada amistoso en su rostro.
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—Te ves familiar —dijo Jean en un acento inglés acentuado.

—Si viste el show de Kathy debiste verme ahí —respondió Neil.

—Oh, tienes razón. Eso debe ser. ¿Cuál era tu nombre? ¿Alex? ¿Stefan? ¿Chris?

Por un momento, Neil creyó que se había caído. Sintió cómo el mundo se
sacudía debajo de él y se llevaba su estómago consigo. Un segundo, o un minuto, o
una eternidad después, notó que no se había movido. Ni siquiera estaba respirando.

Dentro de ocho años huyendo Neil había pasado por dieciséis países y veintidós
nombres. Oír a Jean decir uno no significaría nada. Oír tres no era una coincidencia.
Era una amenaza. Andrew le había advertido a Neil que Riko desenterraría su rastro
sin importar cuán bien su madre y él lo habían ocultado. Neil temía que sucediera
eventualmente, pero había querido creer. A veces le tomaba años a su padre
alcanzarlos. Era imposible que Riko tuviera éxito en dos semanas.

Devolver el aire a sus pulmones fue lo más difícil que Neil alguna vez tuvo que
hacer. Fue un milagro que su respiración sonara tan calmada cuando sentía su garganta
cerrarse.

—Es Neil.

—¿Mmh? —Jean ladeó su cabeza a un lado como si eso lo ayudara a ver a Neil
mejor—. No te ves como un Neil.

—Culpa a mi madre —dijo Neil—. Ella me nombró.

—¿Cómo está ella, por cierto? —preguntó Riko.

Neil miró dentro de los oscuros ojos de Riko y sintió que estaba muriendo.
Quizá habría contestado si Dan no le hubiera ganado con un malhumorado: —No
antagonices a mi equipo, Riko. Este no es el lugar para eso.

—Estaba siendo educado —dijo Riko—. No me has visto como antagonista


aún.

Jean miró a Kevin.

—Hola Kevin.
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—Jean —respondió Kevin en voz baja-

La sonrisa de Jean era perezosa, pero la mirada en sus ojos era fría como el
hielo. Ninguno tenía más para decirle al otro, pero se miraron sin pestañear. Andrew
perdió el interés rápidamente y se inclinó hacia adelante.

—Jean —dijo—. Hey, Jean. Jean Valjean. Hey. Hey. Hola.

Jean resopló un poco molesto, pero miró a Andrew. Andrew le tendió la mano y
Jean fue lo suficientemente tonto como para tomarla. Los nudillos de Andrew se
pusieron blancos cuando aplastó su mano. Jean no pudo ocultar todo un
estremecimiento, y la mirada suave en su rostro dio paso a un ceño irritado. Andrew
sonrió más ampliamente al verlo.

—Soy Andrew. No nos habíamos conocido.

—Por lo cual estoy agradecido —dijo Jean—. Los Foxes como equipo son una
vergüenza a la Clase I de Exy, pero tu mera existencia es imperdonable. Un arquero al
que no le importa si le anotan no tiene derecho a tocar una raqueta. Deberías haberte
quedado en las bancas como el acto de publicidad que eres.

—Eso estuvo un poco fuera de lugar, ¿no crees? —dijo Renee.

La mujer que ahora estaba del lado derecho de rico dio una risotada.

—Si alguien así te reemplaza en el arco, debes ser terrible. No puedo esperar
para ver uno de sus juegos. Creo que será entretenido. Haríamos un juego de beber con
él, pero no queremos morir de envenenamiento por alcohol.

—Sí, sería una lástima —dijo Dan con sarcasmo.

—Es la primera vez que nuestros equipos se conocen —dijo Renee,


completamente imperturbable ante las palabras groseras de los otros—. ¿Tenemos que
empezar tan mal?

—¿Por qué no? Ustedes son malos en todo lo que hacen —contestó la mujer—.
¿Es honestamente divertido ser tan malos?

—Imagino que nos divertimos más que ustedes, sí —respondió Renee.


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Neil podía escuchar la sonrisa en su voz. No sabía cómo podía mantener un tono
tan agradable. Su miedo era una bola helada en la boca del estómago, pero escuchar la
burla de los Ravens le estaba haciendo un agujero. Mantener la boca cerrada y
quedarse al margen de la conversación estaba requiriendo más fuerza de voluntad de la
que pensaba. Cuanto más tiempo permanecía sentado en silencio, más difícil se volvía.
Neil deseó fugazmente haber heredado la paciencia de su madre en lugar del
temperamento de su padre.

—La diversión es para los niños —dijo Jean, apartando la mirada de Andrew.

Si iba a decir algo más, lo olvidó cuando miró bien a Renee. Andrew soltó la
mano de Jean mientras estaba distraído, pero Jean tardó un momento más en retirarla.
Riko apenas se movió, pero Neil estaba tan en sintonía con su presencia que no se lo
perdió. Jean tampoco, a juzgar por lo rápido que volvió a encontrar sus palabras.

—A este nivel se supone que es sobre habilidad, y a tu equipo le falta mucho.


No tienen derecho a jugar con nosotros.

—Entonces no deberían haberse transferido de distrito —dijo Matt—. Nadie los


quiere aquí.

—Ustedes tomaron algo que no les pertenece —dijo un Cuervo—. Ustedes se


trajeron la humillación de este año.

—No tomamos nada —se metió Dan—. Kevin quiere estar aquí.

El Cuervo en frente de Renee se rió.

—No me digas que crees eso. Kevin fue con ustedes porque alguien debía
enseñarse cómo se supone que se ve el Exy en una corte. Si se hubiera quedado como
entrenador asistente quizá aprendería a soportar sus fallas. Ahora que juega con
ustedes no hay manera de que dure toda la temporada. Conocemos a Kevin mejor de
lo que ustedes jamás lo harán. Sabemos cuánto debe molestarle la incompetencia de
ustedes.

—Nosotros también —dijo Aaron—. No es como si él fuera tímido con su


opinión.
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Kevin finalmente encontró su voz. —Saben cómo me siento, pero las palabras
por sí solas no arreglarán nada. Un equipo que necesita tanto trabajo requiere un
compromiso mayor que ese.

—No te quedarás —dijo Jean. Sonaba menos como una predicción y más como
una orden—. Deberías reconsiderar nuestra oferta antes de que la rescindamos
definitivamente, Kevin. Enfrenta los hechos. Tu mascota es y siempre será un peso
muerto. Es tiempo de—

—¿Qué? —Andrew miró a Kevin con los ojos muy abiertos—. ¿Tienes una
mascota y nunca nos lo dijiste? ¿Dónde lo guardas, Kevin?

Jean le lanzó una mirada molesta. —No me interrumpas, Doe.

El sonido que Nicky hizo al lado de Neil fue agudo y ofendido, pero Andrew
sonrió ante el extraño insulto de Jean.

—Oh, puntos por intentarlo, pero guarda el aliento. Aquí tienes un consejo, ¿de
acuerdo? No puedes cortar a alguien que ya está en la cuneta. Pierdes tu tiempo y el
mío.

—Suficiente. —Dan les chasqueó los dedos—. Déjenlo ya. Este es un evento de
distrito y tenemos veinte funcionarios disponibles. Estamos aquí para conocernos, no
para iniciar peleas. Si no pueden decir algo agradable, no digan nada en absoluto. Eso
se aplica a ambos equipos.

—¿Es por eso que tu nuevo hijo está tan callado? —Riko le hizo un gesto a
Neil— ¿No tiene nada “bueno” que decir?

—Déjalo en paz —dijo Matt.

—Estaba muy animado la última vez que nos vimos —dijo Riko—. ¿Quizás fue
solo un espectáculo para la multitud? Hola, te estoy hablando. ¿De verdad me vas a
ignorar?

Nicky clavó los dedos en el muslo de Neil debajo de la mesa, un recordatorio


silencioso y desesperado de mantener la boca cerrada. Neil dejó marcas de media luna
en el dorso de la mano de Nicky con sus uñas y contó hasta diez. Solo llegó a cuatro
antes de que Riko volviera a abrir la boca.
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—Qué cobarde —dijo Riko con exagerada decepción—. Como su madre.

Neil dejó de contar.

—¿Sabes? Lo entiendo. Ser criado como una superestrella debió haber sido
muy, muy difícil para ti. Siempre una comodidad, nunca un humano real, sin una sola
persona en tu familia que crea que vales algo fuera de la corte—sí, suena duro. Kevin
y yo hablamos de tus intricados e interminables traumas paternales todo el tiempo.

—Neil —dijo Kevin, en tono bajo y frenético.

Neil lo ignoró.

—Sé que no es tu culpa que estés mentalmente desequilibrado e infectado con


esos delirios de grandeza, y sé que eres físicamente incapaz de mantener una
conversación decente con alguien como un humano normal puede hacerlo, pero no
creo que ninguno de nosotros deba soportar con toda tu mierda. La lástima solo te da
un par de concesiones, y tú usaste las tuyas seis insultos atrás. Así que, por favor, por
favor, cierra la puta boca y déjanos en paz.

Las mandíbulas se abrieron a su alrededor; la simetría de los Ravens se rompió


mientras miraban a Neil con incredulidad. La expresión de Riko podría haber
congelado el infierno, pero Neil estaba demasiado enojado para estar asustado.
Tendría una crisis luego. Por ahora, lo que hizo fue inclinarse hacia adelante y mirar a
Dan, quien se sentaba con su cara escondida entre las manos.

—Dan, dije ‘por favor’. Intenté ser bueno.

—Matt —dijo Dan, casi ahogándose en su nombre—. Matt, ve por el


Entrenador. Ve por el Entrenador. Dios mío.

Matt se fue tan rápido como pudo.

—No puedes decir cosas así —dijo Jean.

Neil no lo habría mirado, excepto que Jean sonaba más horrorizado que
enojado. —Entonces no debería haberme pedido que me integrara a la conversación.
Estaba feliz de estar sentado sin decir nada.
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Jean se giró hacia Kevin y habló en un rápido y furioso francés. —¿Qué mierda
es esto?

—Su antagonismo es un defecto de personalidad con el que aprendemos a vivir


—dijo Kevin.

—Aprenden a vivir —repitió Jean, como si la idea lo ofendiera—. ¡No!


Deberías haber lidiado con él dos semanas atrás cuando se pasó de raya. Confiamos en
que lo disciplinarías. ¿Por qué aún no conoce su lugar?

—Neil no tiene lugar en los juegos de Riko —respondió Kevin—. Es un Fox.

—¡No es un Fox!

—Que gracioso —dijo Neil en francés. Jean no esperaba que Neil los
entendiera, y le dio una mirada confundida—. Estoy bastante seguro de que el contrato
que firmé decía Universidad Estatal de Palmetto.

—Un contrato no cambia los hechos —dijo Jean—. ¿Ya olvidaste quién te
compró?

—Comprarme —repitió Neil—. Nadie me compró.

Kevin frunció el ceño, perdido.

—Jean, ¿de qué estás hablando?

Jean parecía haber tragado una piedra.

—No lo saben. —Debía ser una acusación, pero no se sintió así. Jean los miró
incrédulo—. ¿Cómo pueden no saberlo? ¿Por qué otra razón lo habrías reclutado,
Kevin?

—Tiene potencial —dijo Kevin.

La risa de Jean sonó más que un poco histérica. —Dios los salve a los dos,
tontos inútiles. Nadie más puede. Cómo alguno de ustedes ha vivido tanto tiempo
cuando es tan miserablemente estúpido está más allá de mi capacidad de entender.

La voz de Wymack casi sobresaltó a Neil.

—¿Qué diablos está pasando aquí?


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Neil miró hacia arriba para ver a Wymack parado justo detrás de él. Matt volvió
a su silla, pero no volvió a sentarse. Jean ignoró a Wymack, pero se volvió en su silla
y dijo algo en una ráfaga de japonés. Fuera lo que fuese, borró por fin la mirada helada
del rostro de Riko. Riko envió una mirada intensa entre Neil y Kevin antes de
responder. Jean hizo un gesto de impotencia. Kevin miró de uno a otro antes de decir
algo en cauteloso japonés.

Wymack interrumpió antes de que Kevin pudiera terminar e hizo un gesto a sus
Foxes.

—En sus pies. Abby está hablando con los coordinadores del evento para
buscarles una nueva mesa.

Neil no necesitaba que se lo dijeran dos veces, pero no llegó muy lejos. Jean se
volvió hacia él antes de que Neil terminara de empujar su silla y le hiciera señas para
que escuchara. Su francés fue casi demasiado rápido para que Neil lo siguiera, pero
entendió más de lo que quería.

—Riko tendrá unos minutos de tu tiempo más tarde —dijo Jean—. Te sugiero
que hables con él si no quieres que todos sepan que eres el hijo del Carnicero.

Escuchar el nombre de su padre en voz alta fue una patada en el pecho. El ruido
que hizo Kevin a su lado fue peor. Neil reaccionó sin pensar, dando una palmada en el
pecho de Kevin y empujándolo tan lejos de la mesa como pudo. Kevin se tambaleó
hacia atrás tan rápido que casi se cae. Neil no lo miró, pero no pudo ignorar la ronca
negación de Kevin.

—Eso no es cierto.

—Cállate —dijo Neil, pero no sabía con cuál de ellos estaba hablando—. No
digas nada más.

—Vete corriendo —dijo Jean—. Es en lo que eres mejor, ¿no?

Wymack se quedó atrás para lidiar con Edgar Allan y los Foxes se fueron de allí
como si sus vidas dependieran de ello. Atrajeron muchas miradas curiosas mientras
cruzaban la habitación hacia Abby, pero los Foxes estaban demasiado ocupados
observando a Kevin y Neil como para devolverles algo. El entrenador de Abby y
Blackwell los acompañó a su nueva mesa. Habían cambiado de asiento con los
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entrenadores. Puso a los Foxes en las afueras del evento, pero Neil dudaba que a
alguno de ellos realmente le importara.

Se acomodaron en el mismo orden en el que habían estado en la última mesa,


pero Kevin se sentó de lado para mirar a Neil. Agarró la barbilla de Neil con un puño
de hierro y volvió la cara de Neil hacia él. Neil quería luchar contra eso, pero ya no
tenía sentido. Observó a Kevin, esperando que lo reconocieran. Sobre sus talones
estaba un miedo enfermizo. Neil apretó las manos bajo la mesa donde nadie podía ver
sus dedos temblar.

Kevin abrió la boca, pero Neil no quería escucharlo. No sabía lo que Kevin iba a
decir y, lo que es más importante, no sabía en qué idioma estaría. Neil habló primero
en un francés tranquilo pero tenso.

—No, Kevin. Aquí no. Tú y yo hablaremos mañana.

Kevin dudó.

—¿Andrew lo sabe?

—Sólo sabe partes —dijo Neil—. No sabe mi nombre.

—¿Sabe quién eres?

—Dije que no. —Neil sacó las manos de Kevin de su rostro—. No haremos esto
aquí.

Kevin lo miró un par de segundos más, luego se levantó de su silla tan rápido
como para casi llevarse la table con él. Abby estuvo a su lado en un segundo, su
mirada llena de preocupación. Kevin no podía formular palabras, pero le hizo un gesto
para que lo siguiera y fue hacia la puerta. Abby dio un paso detrás de él y luego dudó,
dividida.

—Ve, Abby, ve. —Andrew le hizo un gesto con ambas manos—. Tráelo de
nuevo cuando esté borracho. Nosotros tenemos a Neil. ¿Verdad, Neil?

Neil había usado todas sus palabras con Kevin, así que solo asintió. Abby se
apresuró a seguir a Kevin, pero miró al otro lado de la cancha hacia la mesa de los
Ravens. Neil la vio saludar y siguió el gesto a Wymack. Wymack se dirigía hacia los
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Foxes, su rostro era una nube de tormenta. Neil apretó los dedos con más fuerza y los
obligó a quedarse quietos.

—Neil —dijo Dan, tomando el asiento de Kevin entre él y Andrew—. ¿Estás


bien?

—¿Te parece que está bien?— Preguntó Andrew.

Dan le lanzó a Andrew una mirada lívida, pero su sonrisa decía que no estaba
impresionado por su ira. Andrew se agarró al borde de la mesa y se reclinó hasta que
su silla se balanceó sobre sus patas traseras. Le dio una vista sin obstáculos de Neil
detrás de Dan. Neil lo miró porque aún no confiaba en sí mismo para enfrentarse a
nadie más. Andrew se tapó la boca con la mano, pero no se molestó en bajar la voz.

—Te lo dije.

—Siéntate, Minyard —le espetó Wymack, acercándose a la nueva silla de Dan.


Andrew dio un suspiro exagerado y dejó caer su silla al suelo. Wymack se volvió
hacia Neil a continuación—. ¿Me dijiste o no que no ibas a iniciar una pelea?

Nicky habló al otro lado de Neil. —En defensa de Neil ...

—No te lo pregunté a ti —interrumpió Wymack—. Neil, habla conmigo.

En su cabeza, Neil ya estaba contando los pasos hacia la libertad. Su nueva


disposición de asientos los convirtió en la mesa más cercana a la puerta del patio.
Tendría que cruzar la cancha interior y pasar por el vestuario. La valla que rodeaba el
estadio estaba rodeada de alambre de púas para evitar el vandalismo y el robo, pero
podía dejar el camino por el que habían entrado. Era una confusión si los guardias lo
detendrían o no. Un joven vestido con ropa bonita que corría a una velocidad
vertiginosa lejos de un evento público era sospechoso.

Si tuviera una excusa para salir de aquí, como seguir a Kevin al vodka en el
autobús, podría conservar su energía hasta pasar a los guardias. Desde allí solo tenía
que buscar un taxi, porque el autostop no iba a ser lo suficientemente rápido esta vez.
Necesitaba regresar a Palmetto y sacar sus papeles de su caja fuerte. Necesitaba su
dinero y sus números. Tal vez finalmente había llegado el momento de llamar...
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La ruta de escape de Neil se detuvo en su cabeza. Se separó los dedos y se llevó


una mano al bolsillo. Podía sentir las duras líneas de su teléfono a través del algodón.

—Neil, si no puedes estar aquí, dilo —dijo Wymack—. Abby puede llevarte a
otro lugar hasta que sea hora de irse. Sal de aquí y toma un poco de aire fresco.

Fue la apertura perfecta, pero Neil no pudo soportarlo. Si lo hiciera, realmente


se iría y no volvería. Correr no era fácil, pero era más fácil que confiar en Andrew.
Entonces Neil recordó el peso de una llave en su palma, su metal empapado con el
calor corporal de otra persona. Recordó la promesa de Andrew de llevar a cabo este
año con él.

—No —dijo Neil, finalmente encontrando su voz—. Yo sabía que esto iba a
pasar. Simplemente no estaba listo para eso. Estoy bien.

—¿Qué puedo hacer? —preguntó Wymack.

Neil miró hacia arriba. La mirada cansada en el rostro de Wymack decía que la
sorpresa de Neil era muy evidente. Por un segundo, se sintió culpable, aunque no sabía
bien por qué. Aplastó el sentimiento tan rápido como le fue posible. Tenía demasiado
por lo cual preocuparse en ese momento y ya sentía demasiado como para lidiar con
algo tan extraño como la culpabilidad.

—No lo sé —respondió Neil.

—Cuando lo sepas, dímelo.

—Sí, Entrenador.

La llegada de otro equipo ayudó a distraerlos. Kevin regresó un rato después,


luciendo mucho mejor con una cantidad impía de vodka en su sistema. Cuando se
contabilizaron los catorce equipos, el entrenador de Blackwell pronunció un breve
discurso sobre la temporada. El personal del evento sacó la comida y los equipos
comieron con el sonido de risas dispersas. Lejos de las presiones de la noche de
juegos, les resultaba más fácil comportarse. Solo necesitaban evitar que surgieran
rivalidades y tensiones.

Trece de los entrenadores habían ocupado los asientos originales de los Foxes
con los Ravens. Los Ravens estaban atrapados socializando con la otra mitad. Fue más
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fácil de lo que Neil esperaba. Los entrenadores eran profesionales y por tanto más
reservados en sus opiniones personales. Dan y Kevin llevaron la mayor parte de la
conversación, Dan con un entusiasmo contagioso y Kevin con un buen carácter
borracho. Neil estaba contento por eso, ya que no quería hablar con nadie, pero de vez
en cuando un entrenador le dirigía una pregunta por la mesa.

Después de la cena, un equipo despejó la corte. Las patas de la mesa eran


plegables, por lo que las mesas estaban apiladas a lo largo de una de las paredes del
patio. Apilaron sillas hasta que su peso amenazó con derribarlas. Con el centro de la
corte despejada, había espacio para instalar un par de rompehielos. Neil se crispó
mientras los veía erigir una red de voleibol temporal donde solo se debería jugar a
Exy. Nadie más parecía tener problemas con eso; los equipos se desmoronaron y se
mezclaron mientras encontraban algo nuevo que hacer. Más abajo, un sistema estéreo
comenzó a hacer sonar lo que pasaba como música popular en estos días, y la mitad de
la corte se convirtió en una pista de baile improvisada.

—Adelante —les dijo Wymack a sus Foxes—. Diviértanse. O no lo hagan. No


me importa. Simplemente no más peleas, ¿me entienden?

La mayoría de los Foxes no necesitaban que se lo dijeran dos veces. Dan y Matt
se apresuraron a encontrar un equipo de voleibol. Aaron y Nicky tiraron de sus parejas
hacia la pista de baile. Allison estaba empezando a verse un poco inestable sobre sus
pies, así que Renee la acompañó fuera de la cancha para un breve descanso. Eso dejó a
Neil, Andrew y Kevin solos. Wymack los miró.

—¿Se perdieron eso y necesitan oírlo otra vez?

—Oh, Entrenador. —Andrew levantó sus brazos en un inevitable encogimiento


de hombros—. No te puedes imaginar cuánto estamos divirtiéndonos ahora mismo. Es
abrasador. Danos un minuto para recuperar el aliento antes de que nuestros corazones
exploten en nuestros pechos.

—Tienen treinta segundos.

Kevin esperó sólo otros veinte antes de partir con Andrew y Neil detrás de él.
Hizo un circuito lento por la corte, buscando a todos los equipos excepto a los Ravens.
No importaba lo que los atletas pensaran honestamente de los Foxes; Kevin podía
detener casi cualquier conversación cuando se acercaba. Kevin no hizo todo lo posible
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por ser educado, pero mantuvo la mayor parte de su condescendencia bajo control.
Neil terminó estrechando más manos de las que quería. Solo un par de personas
intentaron estrechar la mano de Andrew. Andrew los miró con una sonrisa hasta que
se rindieron.

No fue divertido, pero fue interesante, y con Kevin en la mezcla, algunos de los
atletas se emocionaron. Neil no se dio cuenta de cuánto tiempo habían pasado
hablando de juegos pasados y algunas de las mejores ligas profesionales hasta que se
volvió y vio a Allison en su visión periférica. Un vistazo a su reloj mostró que habían
estado haciendo rondas durante casi dos horas. El evento terminaría en una hora en
preparación para un largo día de mañana.

Neil volvió a mirar a Allison. Se quedó paralizada en el borde de la pista de


baile, con las manos flácidas a los lados y medio vuelta hacia la pista. Neil notó que no
estaba completamente congelada un segundo después, porque su cabeza se movía
mientras seguía el progreso de algo. Se volvió y escudriñó a la multitud en busca de lo
que hubiera captado su interés.

Le tomó sólo unos segundos darse cuenta de que venían los Ravens. Todo el
equipo estaba cruzando la cancha hacia Kevin, caminando en formación de V como
una bandada de pájaros hacia el sur.

—Andrew —dijo Neil.

—Oh, finalmente —dijo Andrew, parándose a un lado de Neil—. Kevin, mira.


Tenemos compañía.

—Discúlpenme —le dijo Kevin a los Jackals de Breckenridge con los que
hablaba.

Neil escuchó la tensión en su voz y esperó que los Jackals no lo hubieran hecho.
Kevin se movió al otro lado de Andrew. Neil hundió las manos en los bolsillos para
ocultar sus puños de nudillos blancos. Riko se detuvo más lejos de lo que Neil pensó
que haría, pero Neil lo entendió un momento después. El resto de los Ravens siguió
adelante, moviendo su V hasta que atraparon a los tres Foxes entre ellos. Neil miró las
caras en la fila y esperó a que alguien hiciera un movimiento.
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Venía del rincón menos esperado. Renee apareció de la nada al otro lado de
Kevin. Pasó un brazo por el de Kevin y le tendió la mano libre a Jean. —Jean, ¿no? Mi
nombre es Renee Walker. Realmente no tuvimos la oportunidad de hablar antes.

La confusión transformó la estoica máscara de Jean en algo más que un poco


incómodo, pero él aceptó su apretón de manos.

—Jean Moreau.

—Neil Josten —dijo alguien. Neil le confió Kevin a Renee y se dio la vuelta
para mirar al hombre que había hablado. Dos hombres y una mujer estaban a su lado
izquierdo. El hombre le ofreció una burla en vez de un saludo—. Somos los delanteros
de los Ravens. Queríamos que nos vieras para que supieras cómo realmente se ve una
línea de ofensa.

—¿De ofensa, u ofensiva? —Matt se colocó a un lado de Neil. La llegada de


Renee pudo haber sido una coincidencia, pero la de Matt no. Neil supuso que Allison
alertó a los estudiantes de segundo ciclo sobre la llegada de los Ravens—. Matt Boyd,
defensor de los Foxes. Soy el que va a destrozar su arco en octubre. Encantado de
conocerte. —Estiró su mano, pero no se sorprendió cuando nadie la tomó—. Supongo
que el placer es todo mío.

—Estamos seguros de que lo es —dijo el Cuervo delantero—, viendo cómo


estas saliendo con una prostituta.

—Stripper —corrigió Dan mientras se acercaba y pasaba un brazo por la cintura


de Matt. Sus tacones colgaban de sus dedos por sus delgadas correas y ella los movía
mientras hablaba—. Con suerte eres lo suficientemente inteligente como para conocer
la diferencia entre las dos profesiones. Si no, estoy seriamente preocupada por tu
posición académica.

Neil trató de no mirarla. Habría descartado el insulto del Cuervo como una
mentira absoluta si no fuera por la fácil respuesta de Dan. Demasiado tarde, recordó
que ella le había dicho que había trabajado por la noche durante la escuela secundaria
para llegar a fin de mes. Había asumido que ella era una vendedora nocturna en una
tienda de comestibles o tal vez una recepcionista en un motel. No parecía el tipo de
persona que toleraría ser objetivada. Neil no tenía el hábito de entrometerse en el
pasado de las personas, pero tenía que haber una historia interesante allí.
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—Hennessey, ¿verdad? —dijo uno de los delanteros—. Qué buen nombre para
un espíritu tan feroz.

—Nos decepcionó un poco que no te registraras como parte del entretenimiento


de esta noche —dijo uno de los otros—. Estábamos esperando el espectáculo.

La mirada que le dio fue muy lenta. Matt se estremeció violentamente cuando se
contuvo a la fuerza para no romper el cuello del hombre. Neil estaba asombrado por su
autocontrol hasta que vio los dedos de Dan clavándose en la cadera de Matt a modo de
advertencia. Dan no quería que nadie peleara sus batallas por ella. Se deslizó lejos de
Matt para entrar en el espacio personal de Cuervo. El delantero le sonrió a Matt por
encima del hombro, luego se inclinó hacia adelante y aspiró profundamente contra el
cuello de Dan.

Dan le subió los tacones de aguja entre las piernas con un puñetazo brutal. El
Cuervo retrocedió con un grito inhumano. Los compañeros de equipo a cada lado de él
hicieron una mueca y se encogieron. Se apresuraron a apartar la mirada de su colega
medio arrugado.

—Sí, Hennessey —dijo Dan, sonando más tranquila de lo que Neil pensó que
debería ante tal tratamiento—. Te trata bien si estás dispuesto a pagar y te matará a la
mañana siguiente si no eres lo suficientemente amable con ella. Lo siento, pero esta
botella tiene un nombre. Espero que lo sientas por un tiempo, imbécil.

No esperó una respuesta, se dio la vuelta y se apoyó en el costado de Matt. Neil


no sabía si el fuerte agarre de Dan era una disculpa por dejar a Matt fuera de eso o una
gratitud por dejar que ella lo manejara. De cualquier manera, su abrazo no hizo nada
para aliviar la rígida postura de los hombros de Matt.

Neil no pudo evitarlo. —¿Qué pasó con ser cortés, Dan?

Dan se rió.

—Haz lo que te digo, no lo que hago, novato.

—Kevin Day —dijo una voz atronadora, y todos los Ravens se volvieron para
mirar.
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Neil siguió sus miradas hacia el hombre que ahora estaba en el vértice de su
triángulo. El escalofrío que le recorrió la columna hizo que se le erizaran los pelos de
la nuca.

El entrenador Tetsuji Moriyama era indiscutiblemente el hombre más poderoso


de Exy, como debería ser, considerando que él y la madre de Kevin, Kayleigh Day,
fueron los dos que inventaron el deporte hace treinta años. Había elegido a Edgar
Allan para que fuera el hogar del primer estadio Exy de la NCAA y había estado
entrenando a los Ravens desde entonces. Fue el fundador del Comité de Reglas y
Regulaciones de Exy, consultor del comité internacional y propietario de dos equipos
profesionales. Él era una leyenda.

También era un demonio: el tío abusivo de Riko y el hermano menor del jefe
Moriyama de la yakuza.

—Maestro —dijo Kevin, su voz impregnada de miedo—. Ha pasado un tiempo.

Moriyama hizo un gesto a los Ravens, y finalmente rompieron la formación.


Rellenaron los huecos entre los Foxes, una pared de trajes negros y rostros fríos. Neil
perdió de vista a Matt y Dan cuando los delanteros lo sacaron del camino. Apenas se
dio cuenta, más concentrado en observar a Moriyama y Kevin. Moriyama extendió su
mano y Kevin, obedientemente, puso su mano izquierda en ella. Moriyama lo levantó
para inspeccionar las cicatrices blancas irregulares de Kevin.

—Carnicero —dijo una voz tranquila en francés.

Neil miró por encima del hombro. Jean había dado la vuelta al círculo en algún
momento y estaba a un corto espacio de distancia. Inclinó la cabeza en una orden y
Neil siguió su mirada para ver a Riko salir de la cancha. Neil no miró hacia atrás para
ver si alguno de sus compañeros de equipo notó su salida y mantuvo un paso informal
en su camino hacia la puerta. Entró al patio interior a tiempo para ver a Riko
desaparecer en el vestuario de la casa. Neil tomó aliento para endurecer sus nervios y
lo siguió.

Riko estaba revisando el vestuario en busca de compañía no deseada cuando


Neil entró. Neil esperó junto a la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho, a que
Riko terminara. Riko no tardó mucho y le hizo señas imperiosamente a Neil para que
se uniera a él en el salón. La habitación era casi lo suficientemente grande como para
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caber en todo el vestuario de los Fox y estaba llena de sofás a juego. Alfombras con la
mascota Liebre de Blackwell cubrieron los huecos vacíos en el piso y las fotos se
alinearon en las paredes. Riko consideró un par de fotografías antes de soltar un bufido
burlón.

Giró sobre sus talones para mirar a Neil, y se miraron al otro lado de la
habitación. Finalmente, Riko sonrió. Fue una expresión horrible, pero no tan mala
como las palabras que la siguieron.

—Nathaniel, ha pasado tanto tiempo.

El miedo de Neil era caliente y espeso en su pecho. Apenas podía respirar a su


alrededor. Rezó para que su expresión no lo delatara incluso cuando sabía que era
demasiado tarde. —Mi nombre es Neil.

—No me mientras de nuevo. No disfrutarás las consecuencias. —Riko le dio a


Neil un segundo para responder—. Imagina mi sorpresa cuando los resultados
llegaron. Tus huellas dactilares —elaboró, con una sonrisa burlona—. Kathy me dio tu
vaso como souvenir. Todo lo que me costó fue una sonrisa y un beso. Parece que ella
está creciendo para convertirse en un puma.

El estómago de Neil se hizo un nudo dentro de él. Había aceptado un vaso de


agua al comienzo del programa de entrevistas de Kathy Ferdinand y no había pensado
dos veces en dejarlo después. Había asumido que el equipo de Kathy se ocuparía de
ello. Su madre lo mataría a golpes si aún estuviera viva. Todo ese tiempo y dinero
gastado cubriendo sus huellas, destruido por una simple tanda de nervios.

—Explícame algo. —Riko cruzó la habitación con pasos lentos—. Jean dice que
Kevin no sabía quién eres. Después de ver la reacción de Kevin, me inclino a creerle.
Quizás pueda entender, ya que sé lo ciego que puede ser Kevin cuando se trata de Exy.
Incluso podría perdonarlo por protegerte de mí. Pero debes saber quién eres, así que
tengo mucha, mucha curiosidad por saber qué crees que estás haciendo.

—Sólo estoy tratando de sobrevivir —dijo Neil, apretando sus brazos con tanta
fuerza sobre su pecho que pensó que aplastaría sus propios pulmones—. Si hubiera
sabido que nuestras familias eran socios comerciales, no habría firmado el contrato.
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Riko se detuvo tan cerca de él que se estaban tocando, y necesitó todo lo que
Neil tenía en él para no inclinarse lejos. Neil no se había dado cuenta antes de que eran
casi de la misma altura. Los genes japoneses de Riko lo habían traicionado al igual
que la pequeña madre de Neil lo había traicionado. Riko podía ser bajo, pero irradiaba
poder y una malevolencia letal. Los cinco centímetros entre los delanteros parecían
veinte.

—Estás mintiendo —dijo Riko.

—No es así. —Neil odiaba el hilo de desesperación que se oía en su voz—. No


quiero causar problemas para tu familia. No quiero causar problemas para mí
tampoco. Sólo estaré aquí un año y luego me iré. Lo prometo.

—No quieres causarle problemas a mi familia —repitió Riko, como si oír las
palabras otra vez las haría más fácil de entender—. Ya le has costado a mi familia una
buena fortuna y ocho años de problemas.

—¿Cómo? —preguntó Neil—. El dinero que tomé es de mi padre.

—Si crees que jugar al idiota te salvará, estás tristemente equivocado.

—No estoy actuando —respondió Neil, finalmente cediendo y dando un paso


hacia atrás—. Mi madre dijo que era el dinero de mi padre. Nunca me habló sobre ti.
Si hubiera sabido que el dinero era tuyo—

—¡Nada que tu padre posee es realmente suyo! —espetó Riko.

Las palabras de Neil murieron en su garganta. Miró a Riko sin comprender.


Riko le devolvió la mirada, buscando engaño en su rostro. Lo que sea que encontró
solo sirvió para enfurecerlo aún más. Riko agarró a Neil por los hombros y lo golpeó
contra la pared. La cabeza de Neil golpeó lo suficientemente fuerte como para hacer
sonar los dientes.

—Me niego a creer que nunca te lo dijo. ¿Todo ese tiempo corriendo y nunca
me preguntaste por qué?

Neil le dio a Riko una mirada de incredulidad. —¿Has conocido a mi padre? No


tenía que preguntar.
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Una puerta se abrió de golpe en el pasillo y Matt llamó a Neil. Solo tenían unos
segundos antes de que los encontrara, pero eso fue tiempo suficiente para que Riko se
inclinara. Mantuvo la voz baja, pero llenó de veneno sus palabras.

—No huías de tu padre, Nathaniel. Estabas huyendo de su amo.

La idea de que alguien mantuviera al Carnicero atado era una locura.

—No tenía uno.

Riko empujó hacia atrás, dejando espacio entre ellos justo antes de que Matt
doblara la esquina. Matt dirigió una mirada furiosa a Riko mientras se movía junto a
Neil. —¿Que está pasando aquí?

Neil lo ignoró e insistió: —No tenía uno.

Riko señaló con un dedo su propio rostro y esperó. Neil le devolvió la mirada
mientras su cerebro se negaba a juntar las últimas piezas. Lo que Riko estaba
sugiriendo era imposible. El Carnicero era uno de los nombres más importantes de la
costa este. Hizo de Baltimore su hogar, pero su territorio se extendía desde DC hasta
las afueras de Newark. Tenía un sindicato ferozmente leal y una inclinación por las
ejecuciones grotescas. Nadie le decía al Carnicero qué hacer. Pero la reacción
indignada de Riko no parecía un acto y no tenía nada que ganar mintiéndole a Neil,
especialmente considerando lo fácil que Kevin podía aclarar las cosas.

Kevin iba a decir que sí a todo esto. Neil lo sabía y aún no estaba listo para
escuchar eso. Si los Moriyama realmente eran lo suficientemente poderosos como para
mantener a un hombre como el Carnicero bajo llave y Neil estaba tan lejos de su
cabeza, bien podría estar a dos metros bajo tierra.

—No te creo —dijo Neil, pero incluso él oyó el terror en su voz.

—La negación es más exasperante que la ignorancia —dijo Riko—. Hablarás


con Kevin en la próxima oportunidad disponible y harás que te explique esto en
pequeñas palabras que tu pequeña mente pueda entender. Aprende tu lugar. Nunca
volveré a tolerar este nivel de falta de respeto por tu parte. ¿Lo entiendes?

Neil ya estaba en su ataúd. Bien podría cerrarlo con clavos.

—Sí, entiendo que eres un completo idiota.


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Riko dio un paso adelante con expresión asesina, pero Matt puso un brazo entre
ellos.

—Deja a mi equipo en paz, Riko. Comienzas otra pelea aquí en el banquete y


nos aseguraremos de que el ERC los suspensa. Diviértete diciéndole a la prensa por
qué estás en la banca para un par de juegos.

Riko ni siquiera miró a Matt. Miró a Neil durante medio minuto mientras
controlaba su temperamento. El brillo violento nunca abandonó sus ojos, pero su voz
era tranquila y segura cuando habló.

—Más tarde vendrás a mí de rodillas, suplicando mi perdón. No puedo esperar


para negártelo.

Riko se volvió y se fue. Matt no dejó caer su brazo hasta que la puerta se cerró
de golpe detrás de Riko. Luego giró sobre Neil, con expresión tensa con partes iguales
de ira y preocupación.

—¿Neil?

Neil estaba helado y conmocionado hasta la médula, pero su voz se mantuvo


firme. Se metió las manos en los bolsillos en caso de que estuvieran temblando y
sostuvo su teléfono para salvar su vida.

—No creo que le guste mucho a Riko. ¿Debería estar decepcionado?

Matt miró hacia el cielo como si buscara paciencia. —El entrenador te va a


matar.

—Lo que él no sabe no me hará daño.

—Esto es serio —dijo Matt—. Riko se ha ensañado contigo.

—Él no solo me persigue —dijo Neil—. También trató de conseguir a Dan.

La mirada oscura en el rostro de Matt decía que no lo olvidaría pronto.

—Puede probar todo lo que quiera, pero sólo me cabreará a mí. Dan no se
avergüenza de las decisiones que tomó. Esto es diferente —dijo Matt, señalando a
Neil—. No sé qué te dijo Jean, pero Kevin tuvo que ponerse muy borracho para lidiar
con eso.
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—No es lo que dijo Jean lo que molestó a Kevin —mintió Neil—. Es lo que
dije. Le dije a Riko que Kevin y yo nos burlamos de él todo el tiempo y no dejé que
Kevin le explicara a Jean. Hablé por él y me negué a dejarlo salir de esto.
Básicamente, le he empeorado las cosas mil veces. Sin embargo, no lo lamento.

Matt se rió.

—Eres un trabajo, ¿lo sabías? Salgamos de aquí antes de que el Entrenador se


dé cuenta de que no estamos.

Regresaron al estadio para encontrar a su equipo. Los Ravens se habían


dispersado, probablemente aliviados de la interferencia que corrió tras el regreso de
Riko. Dan y Renee estaban parados con Kevin y Andrew cerca de una de las paredes.
Allison se les había unido en algún momento, pero Aaron y Nicky todavía estaban
perdidos en la pista de baile. Neil buscó a Wymack y lo encontró hablando con
Moriyama en medio del piso.

—Oh, Neil volvió —dijo Andrew—. No pensé que lo harías.

Neil sacó el puño del bolsillo y abrió los dedos. Andrew miró primero el
teléfono en la palma de Neil y luego a la cara de Neil. Neil no devolvió la mirada, pero
dijo en alemán: —Hice una llamada diferente esta vez.

Andrew se rió y se meció sobre sus pies. Su sonrisa era lo suficientemente


amplia como para que Neil pudiera verla en su visión periférica. Neil realmente no
esperaba que él cambiara de idioma, porque la conversación probablemente era más
entretenida para él cuando tenían audiencia, pero por ahora Andrew estaba dispuesto a
seguir el juego.

—Que interesante. Qué inesperado. ¿Te dolió un poco?

—No tanto como lo hará mi próxima conversación con Kevin.

—No esta noche. —Andrew hizo un gesto de despedida con la mano—. Te lo


daré mañana.

Neil guardó su teléfono y miró hacia arriba para ver a los estudiantes de
segundo ciclo mirándolos. Neil sabía que Matt hablaría con ellos más tarde y les
transmitiría su vaga explicación, por lo que no se sorprendió cuando ni Dan ni Renee
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le preguntaron qué estaba pasando. En cambio, Matt miró de Neil a Andrew y


preguntó: —¿Cuántos idiomas hablas exactamente?

—Un par —evadió Neil, y los distrajo preguntándole a Andrew—. ¿Quién es


Doe?

—Oh, ese soy yo —dijo Andrew—. No entré al sistema con un apellido, así que
me etiquetaron como Doe. Como John Doe. ¿Lo entienden? Ah, se creen inteligentes.
Cambié mi nombre cuando me adoptaron. ¿Sí? Nicky dijo que se los contó.

Nicky solo le habría confesado su indiscreción a Andrew si se sintiera culpable


por revelar tanto. Neil asumió que eso significaba que el tema era más delicado de lo
que un Andrew drogado podía dejar ver, por lo que respondió con un vago:

—Nos lo resumió.

Andrew sonrió y se encogió de hombros. Neil estaba feliz de dejarlo morir y


más feliz cuando sus compañeros de equipo no mencionaron a Riko nuevamente.
Finalmente llegó el momento de que se fueran. Wymack reunió a su equipo, esperó
mientras se cambiaban a ropa más cómoda y los puso en camino. Los demás se
quedaron dormidos a unas pocas millas, pero Neil pasó todo el viaje pensando en Riko
y su padre.
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7
Neil se despertó en el sofá de Wymack. Le tomó un momento recordar dónde
estaba, pero la vista le era tan familiar como la de su cama en el dormitorio. Wymack
había dejado a todos los demás en el estadio, pero atrapó a Neil antes de que pudiera
tomar un paseo con sus compañeros de equipo de regreso al dormitorio. No había
dicho nada anoche, tal vez demasiado cansado para exigir una explicación por el
fiasco de la noche anterior, pero había relegado a Neil a la sala de estar y se había ido
a dormir él mismo.

Neil desenredó la sábana prestada de sus piernas y se sentó. El reloj de la repisa


de la chimenea estaba escondido detrás de paquetes de cigarrillos arrugados, pero la
luz que se filtraba en la habitación a través de las persianas era lo suficientemente
brillante como para ser la madrugada. No estaba sorprendido de haber dormido tan
tarde, considerando a qué hora habían regresado al campus, pero aún no estaba listo
para enfrentar el día. Neil sabía que la negación era infantil, pero quería evitar a Kevin
el mayor tiempo posible.

Se deslizó del sofá y bostezó mientras arrugaba la sábana en una bola


desordenada. El suave chasquido de los platos dijo que Wymack estaba listo y
probablemente preparando café. Neil vaciló en el pasillo con la sábana abrazada contra
su pecho, tentado de escabullirse y evitar esta conversación por completo. Con un
suspiro se rindió a lo inevitable y se alejó de la puerta principal. Dejó la sábana en el
cesto justo dentro de la puerta del dormitorio de Wymack, se desvió hacia el baño para
refrescarse y se reunió con Wymack en la cocina.

Wymack no levantó la mirada de su periódico, pero apuntó la estufa. Una tapa


cubría un plato con huevos y papas calientes. Neil juntó su desayuno en un burrito y
se sentó en frente de Wymack. Estaba a punto de terminárselo cuando Wymack
terminó de leer el periódico y lo dejó a un lado. Neil no levantó la mirada de su plato
para devolverle el gesto a Wymack.

—¿Quieres decirme por qué tienes una manía con antagonizar a Riko? —
preguntó.

—Él empezó —murmuró Neil en su burrito.


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—Eso no significa que tengas que rebajarte a su nivel. ¿Estabas escuchando


cuando te dije qué clase de persona es, de qué tipo de familia viene?

—Sí, Entrenador.

—Dijiste eso anoche cuando dije que te comportaras —dijo Wymack—. Tu


monólogo de “si, Entrenador” no bastará. No me mientas más sobre mierdas
importantes.

—No puedo evitarlo —dijo Neil. Trató de masticar más lentamente, pero se
estaba quedando sin burrito para esconderse. Votó por desviar el tema—. ¿Cómo
soportas tener un equipo como el nuestro, Entrenador? ¿No es cansador lidiar con
nosotros y nuestros problemas día tras día?

Wymack vació su taza de café en una sentada. —Nope.

Neil se limitó a mirarlo y Wymack le devolvió la mirada. Neil se cansó primero


de la mirada fija y terminó su desayuno. Empezó a levantarse para recoger su plato,
pero Wymack se lo quitó. Wymack lo tiró al lavavajillas y se sirvió una segunda taza
de café. En lugar de regresar a la mesa, se volvió y se apoyó en el mostrador mientras
consideraba a Neil.

—Estoy empezando a pensar que te juzgué mal —dijo Wymack—.


Simplemente no sé cómo ni dónde. Sé que no estoy completamente equivocado, pero
aún no tienes sentido.

—Ahora suenas como Andrew.

—Eso es porque son sus palabras —dijo Wymack. Cuando Neil le frunció el
ceño, Wymack se encogió de hombros y se bebió un poco de café—. El primer día de
práctica les dije a todos que Edgar Allan habían transferido distritos, ¿recuerdas?
Andrew pasó esa noche aquí conmigo. Al principio pensé que estaba enojado con
Kevin por mentirle, pero estaba más preocupado por ti. En ese momento lo descarté,
pero probablemente debería haberlo escuchado.

—Andrew y yo estamos trabajando en nuestros problemas de confianza. Algo


así.
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—Dice que eres un mentiroso patológico —dijo Wymack—. Estoy empezando


a creerle.

—Me criaron para serlo —dijo Neil.

—Intenta decir la verdad al menos una vez —respondió Wymack—. Dime


porqué alguien que vino aquí temprano para huir de sus padres y que se encogía
cuando me movía creyendo que lo golpearía a la primera oportunidad cambió tanto y
terminó ofendiendo a alguien como Riko Moriyama. Creí que tendrías mejores
instintos de supervivencia.

Neil se encorvó un poco en su silla y jugueteó con el borde de la mesa. Wymack


merecía algún tipo de explicación, pero la única que Neil podía ofrecer era una que
esperaba evitar compartir.

—Riko tiene mi edad —dijo Neil, tratando de no ahogarse con sus palabras—.
Si supieras de lo que son capaces mis padres, entenderías por qué no confío en
hombres que tienen la edad suficiente para ser mi padre. Ya sé —Neil señaló su
cabeza—, que no me vas a hacer daño, pero es instintivo reaccionar. Lo siento.

—No pedí disculpas, sabelotodo.

—Sí, entrenador —dijo Neil automáticamente, luego hizo una mueca.

—Eres un verdadero trabajo, ¿lo sabías? —preguntó Wymack, acercándose a


reunirse con él en la mesa—. Tus padres deben ser otra cosa.

—También lo deben ser los tuyos si pasas tanto tiempo con nosotros —dijo
Neil.

—Lo eran —asintió Wymack.

—Oh —dijo Neil—. ¿Están ambos muertos?

Wymack pareció divertido por su falta de tacto. —Mi madre tuvo una
sobredosis hace casi diez años y mi padre perdió una pelea en la prisión el primer año
que comencé aquí en Palmetto State. No había hablado con ninguno de ellos desde que
dejé D.C…

El corazón de Neil se paró.


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—¿Creciste en D.C.?

—Interesante que esa sea la parte que te interesó.

Mentir era fácil, pero Neil nunca se había sentido tan culpable por ello.

—Nací en Alejandría. Mi madre trabajó en DC durante un tiempo. Creo que es


gracioso que ambos comenzamos allí y ahora estamos aquí. A veces el mundo se
siente tan grande, pero luego recuerdo lo pequeño que es.

—Grande o pequeño, recuerde que no estás solo —dijo Wymack—- Tienes a tu


equipo, pero eso es un arma de doble filo. Están ahí para ti en cualquier momento que
los necesites, y te sostendrán si quieres, pero tus acciones también tienen
consecuencias para todos ellos. Cuanto más te enfrentas a Riko, más difícil les haces
las cosas.

—Como con Seth —dijo Neil—. Lo sé.

Wymack lo miró fijamente durante un minuto interminable y luego dijo en voz


demasiado baja:

—¿Qué carajo me acabas de decir?

Neil se dio cuenta demasiado tarde de que Andrew no había compartido su


teoría con Wymack.

—Es un momento conveniente, ¿no? Insulté a Riko en la televisión y aplaudí el


pequeño tamaño de los Foxes, y esa misma noche Seth tuvo una sobredosis y me puso
en la línea de salida. Incluso Kevin cree que Riko lo orquestó.

—Incluso Kevin —repitió Wymack—. ¿Tengo siquiera que preguntar de quién


fue la idea? Mírame, Neil. ¿Estas escuchando? Seth tuvo muchos problemas y ninguna
buena solución. Siempre supimos que llegaría a la graduación en un ala y una oración.
En sus primeros cuatro años sufrió una sobredosis tres veces. Ya era hora de que lo
intentara de nuevo. No me importa lo que Andrew te haya dicho. No me importa lo
que Kevin piensa. Si—y ese es un gran “si”, Neil—si Riko realmente estuvo detrás de
esto de alguna manera, la culpa es suya. Él eligió tomárselas con Seth. Él cruzó la
línea. No tú. ¿Me oyes? No tú. Jamás te culpes por la muerte de Seth. Este es un
camino muy peligroso. Mantén tu mirada en tu propio camino y ve hacia adelante.
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—Sí, Entrenador.

Wymack no parecía convencido, pero no presionó. —Entonces, ¿tenemos que


hablar de lo de anoche?

—No, entrenador.

—Entonces vamos. Andrew dijo que te reunirías con ellos en el estadio esta
mañana. Te daré un aventón —Wymack vació el resto de su café de un trago y abrió el
camino para salir del apartamento.

Neil se sentó en silencio en el asiento del pasajero en el corto camino hacia el


estadio. El coche de Andrew y el coche patrulla habitual eran los únicos en el
aparcamiento. Wymack dejó a Neil cerca del bordillo. Wymack le hizo un gesto a Neil
antes de que pudiera cerrar la puerta y se inclinó sobre el asiento delantero para mirar
a Neil.

—Dile a Andrew que se guarde sus estupideces teorías.

—Sí, entrenador. —Neil empujó la puerta para cerrarla y no vio a Wymack


alejarse. Marcó el código de seguridad de esta semana en la entrada de los Foxes y fue
por el pasillo hasta el vestuario. Las luces estaban encendidas, pero todas las
habitaciones estaban vacías, por lo que continuó por la puerta trasera hacia el estadio.
Kevin estaba sentado en el medio de la cancha con el logo de la pata de zorro. No
estaba vestido para la práctica. Neil se preguntó cuánto tiempo había estado sentado
aquí esperando que Neil se despertara.

No tomó mucho tiempo encontrar a Andrew; estaba corriendo los escalones más
arriba en las gradas. Neil dejó caer su bolsa de viaje cerca de los bancos de los Foxes y
entró en la cancha para enfrentarse a Kevin.

Kevin estaba frente a él, pero no miró hacia arriba ni dijo nada cuando Neil se
acercó. Neil se sentó fuera de su alcance y buscó en el rostro de Kevin una verdad que
todavía no quería saber. Kevin no se veía más feliz con esta conversación inevitable, a
juzgar por el doloroso giro de su boca, y eso solo hizo que Neil se sintiera peor.

—¿Por qué Riko dijo que me compró? —preguntó Neil.


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Kevin se mantuvo en silencio por un rato tan largo que Neil creyó que quizá
todo esto sería un sueño, pero finalmente habló.

—No eres realmente él —dijo, tan lento que Neil apenas lo entendió—. Dime
que no eres realmente Nathaniel.

Neil trató de no sobresaltarse ante el sonido de su nombre real.

—No me llames así. No importa quién era antes. Soy Neil ahora.

—No es así de simple —dijo Kevin, más alto y consternado—. ¿Por qué estás
aquí?

—No tenía donde ir —dijo Neil—. Cuando llegaste a Arizona creí que era
porque me habías reconocido, pero no pareciste hacerlo. Creí que podía quedarme
hasta que lo hicieras.

—Creíste —dijo Kevin, su voz filosa con algo demasiado histérico para ser
desdén—. Eres un maldito idiota.

—Estaba desesperado —Neil respondió.

—No puedo creer que tu madre aceptara esto.

—Mi madre está muerta —dijo Neil. Kevin abrió la boca, pero Neil no quería
oírlo. Murió hace un año y la enterré en la costa oeste. No tengo nada ni a nadie más,
Kevin. Por eso firmé contigo. Supuse que las probabilidades de que me recordaras
eran pocas y aposté a que no sabias la verdad de mi familia.

—¿Cómo podríamos no recordarte? —preguntó Kevin.

Neil sacudió la cabeza.

—No sabía cuando vine aquí que los Moriyama y mi padre eran socios
comerciales.

—No eran socios. —Kevin sonaba casi tan ofendido como Riko.

—No lo sabía —repitió Neil—. Hasta que el entrenador me habló de los


Moriyama en mayo, no sabía nada sobre la familia de Riko. Después de eso pensé que
tal vez por eso nos conocimos hace tanto tiempo. Pensé que el padre de Riko y el mío
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estaban discutiendo territorios y fronteras. Pero anoche Riko dijo que mi padre
pertenece a los Moriyama. ¿Qué quiso decir con eso? ¿Por qué dijo que me compró?

—No me mientas —dijo Kevin—. Ya estamos en bastantes problemas.

Mi madre no me dijo por qué estábamos huyendo —dijo Neil—. Nunca le


pregunté por qué finalmente tuvo suficiente. Me alegré de irme. Nunca hablamos de
nada real después de eso. Siempre se trataba del clima o de nuestro idioma actual o de
la cultura local; la última vez que tuvo algo significativo para decirme fue cuando se
estaba muriendo. Incluso entonces no habló de mi padre. Ni una sola vez mencionó a
los Moriyama. Si lo hubiera hecho, no estaría aquí ahora mismo, ¿verdad? Entonces
dime la verdad.

Kevin lo miró fijamente durante un minuto interminable, luego se frotó con


fiereza la cara y murmuró algo en japonés ronco. Neil consideró extender la mano y
sacudirlo, pero Kevin dejó caer las manos en su regazo y se lo explicó.

—Tu padre era la mano derecha de Lord Kengo, el arma más confiable en el
arsenal de Lord Kengo. El territorio que tenía, lo mantuvo para los Moriyama. Él era
la fuerza que mantenía al imperio a raya y el nombre que sufriría la caída si el
gobierno alguna vez se daba cuenta. Su poder te convirtió en un cabo suelto. Nunca
podrías heredar su sindicato —dijo Kevin—. Lord Kengo escoge cuidadosamente a su
gente para reforzar su trono. El nepotismo fractura esa lealtad ascendente y lleva a las
familias a pensar primero en sus propios éxitos. Podría haberte matado para
simplificar las cosas, pero te dio la oportunidad de ganarte la vida. Tu madre te
inscribió en pequeñas ligas para que pudieras aprender Exy. El día que nos conociste
fue tu audición.

—Espera —dijo Neil—. Espera, ¿qué?

—Se suponía que serías como yo —dijo Kevin—. Fuiste un regalo, otro jugador
para que el maestro lo entrenara. Tuviste dos días para conquistarlo: un juego inicial
con nosotros para mostrar tu potencial y un segundo juego para demostrar que puedes
adaptarte e implementar sus instrucciones y críticas. Si después decidían que no valías
su tiempo, tu propio padre te ejecutaría.

Neil tragó saliva. —¿Cómo lo hice?


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—Tu madre no se arriesgaría al fracaso —dijo Kevin—. Nunca llegaste a la


segunda práctica. Ella desapareció contigo de la noche a la mañana.

El calor en el estómago de Neil podría haber sido náuseas o rabia, pero no sabía
con quién estaba enojado. Su madre había odiado su fascinación por Exy toda su vida.
Ella le había dicho una y otra vez que nunca volvería a tocar una raqueta, pero nunca
le dijo por qué. Él no podía entender por qué ella nunca les había explicado la
totalidad de la razón por la que huían.

—Me voy a enfermar —dijo Neil, poniéndose de pie.

Estaba a medio camino antes de que Kevin lo agarrara por la muñeca para
detenerlo. —Nathaniel, espera.

Neil se soltó con tanta fuerza que casi hizo que Kevin se cayera.

—¡No me llames así!

Retrocedió fuera del alcance de Kevin, pero Kevin se puso de pie como si fuera
a seguirlo. Neil extendió una mano para advertirle que se fuera. Sus pensamientos
giraban en mil direcciones mientras miraba a Kevin, un número y una reputación que
podrían haber sido suyos en otra vida. Si hubiera impresionado al entrenador
Moriyama, habría crecido en el castillo Evermore con Riko y Kevin. Llevaría el
tatuaje '3' que adornaba el rostro de Jean Moreau.

Neil quería odiar la forma en que resultaron las cosas. Por un momento lo hizo.
Había crecido siendo un asustado don nadie con nadie a su lado cuando podría haber
sido criado para ser un Cuervo y llegar a ser profesional. Neil amaba tanto el Exy que
tuvo que resentirse de que le robaran esa oportunidad. Pero todo lo que Neil tenía que
hacer era mirar a Kevin para saber que él también habría odiado esa vida. Habría
aprendido de los mejores y habría jugado para lo mejor, pero habría sido un desastre
enjaulado y abusado. Quizás había pasado ocho años corriendo por su vida, pero al
menos había sido libre.

Ahora finalmente había tocado el final de esa correa. Jean dijo anoche que Neil
nunca sería un Fox. Le advirtió a Kevin que le enseñara a Neil su lugar en la jerarquía
de los Moriyama y que lo disciplinara por hablar con tanta fuerza contra Riko. Riko
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todavía consideraba que Neil era una propiedad extraviada. Ahora que Neil sabía la
verdad, Riko esperaba que Neil inclinara la cabeza y se alineara.

—No lo haré —quiso decir Neil, pero lo que salió fue: —No puedo ser esto.

—Deberías correr.

—No puedo —dijo Neil de nuevo. Neil se dio cuenta de que le temblaban los
dedos y se pasó las manos por el pelo. No calmó los nervios que se estremecían sobre
cada centímetro de su piel—. Corrí durante ocho años, Kevin. Fue horrible incluso
cuando mi madre estaba viva. ¿A dónde iría ahora que estoy solo? Andrew cree que
estoy más seguro si me quedo.

—Dijiste que Andrew no lo sabe.

—Andrew cree que mi padre era un ardilla que robaba dinero del pago de su
jefe a los Moriyama. Le dije que mis padres fueron ejecutados por su traición y que
corrí con el dinero. Andrew quiere que use la infamia de los Foxes para mantenerme a
salvo. Si estamos en las noticias todas las semanas, es difícil que alguien se deshaga de
mí, o eso dice.

—La notoriedad no puede salvar a un riesgo de seguridad como tú —dijo


Kevin—. Sabes demasiado. Podrías destruir el territorio de tu padre hablando con las
personas equivocadas. Sabían que tu madre nunca traicionaría a su familia ante los
federales, pero tú eres un niño impredecible y asustado.

Kevin negó con la cabeza y siguió adelante cuando Neil comenzó a discutir. —
El amo quiere salvarte. Te firmará en la alineación de Raven en primavera. Mientras
guardes silencio y mantengas la cabeza baja, él no le dirá a la familia principal que te
ha encontrado.

—No soy un cuervo —dijo Neil—. Nunca lo seré.

—Entonces corre —insistió Kevin, bajo y frenético—. Es la única forma en que


sobrevivirás.

Neil cerró los ojos y trató de respirar. Los latidos de su corazón eran fuertes
como disparos en sus oídos, martilleando agujeros en su cerebro. Hundió las manos en
su camisa, tratando de sentir sus cicatrices a través del algodón. Cuando respiraba, olía
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a agua salada y sangre. Por un momento estuvo a tres mil millas de distancia,
tropezando solo y roto por la carretera hacia San Francisco. Los dedos de Neil dolían
por la necesidad de un cigarrillo. Le ardían las piernas por las ganas de correr.

Pero los pies de Neil se quedaron plantados y volvió a abrir los ojos.

—No.

—No seas estúpido.

—Correr no me salvará esta vez —dijo Neil—. Si los Moriyama realmente


creen que soy una amenaza enviarán gente detrás de mí. Mi madre y yo apenas
pudimos pasar a mi padre. ¿Cómo se supone que escaparé de su jefe?

—Al menos tendrías una oportunidad —dijo Kevin en voz baja.

—Una oportunidad de morir en algún lugar completamente solo —dijo Neil, y


Kevin giró la mirada. Neil metió las manos en los bolsillos, sintiendo sus llaves en uno
y su teléfono en el otro. Pasó los dedos por el llavero, trazando crestas con las yemas
de los dedos hasta que encontró la llave de la casa de Nicky en Columbia. Andrew se
la dio en agosto cuando prometió por primera vez proteger a Neil.

Neil miró la pata de zorro sobre la que estaban parados. Mientras hablaba, su
miedo se desvaneció y fue reemplazado por una triste calma.

—Si iba a correr, debería haberlo hecho en agosto. Andrew me dijo que era mi
última oportunidad de salir. Decidí quedarme. No estaba seguro de que fuera lo
bastante para interponerse entre mi padre y yo, pero quería esto demasiado como para
preocuparme por los riesgos. Quizás entonces no entendía completamente lo que
estaba en juego, pero esto no ha cambiado. —Neil se agachó y apretó las manos sobre
la pintura naranja—. No quiero correr. No quiero ser un cuervo. No quiero ser
Nathaniel. Quiero ser Neil Josten. Quiero ser un Fox. Quiero jugar contigo este año y
quiero que lleguemos a los campeonatos. Y en primavera, cuando los Moriyama
vengan a buscarme, haré lo que tanto temen. Iré al FBI y les contaré todo. Que me
maten. Para entonces será demasiado tarde.

Kevin guardó silencio durante un minuto interminable y luego dijo: —Deberías


ser profesional
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Fue apenas un susurro, pero cortó a Neil hasta los huesos. Fue un adiós
resentido al brillante futuro que Kevin había deseado para Neil. Kevin reclutó a Neil
porque creía en el potencial de Neil. Lo llevó a los Foxes con la intención de
convertirlo en un atleta estrella. A pesar de su actitud condescendiente y su rechazo de
los mejores esfuerzos de Neil, Kevin esperaba honestamente que Neil llegara a la
selección nacional después de la graduación. Ahora Kevin sabía que todo era en vano;
Neil estaría muerto en mayo.

—¿Aún me entrenarás?

Kevin se quedó callado otra vez, pero no por mucho.

—Todas las noches.

Neil tragó saliva contra el dolor hueco en su pecho. —Matt y Dan quieren que
lleguemos a la final. ¿Crees que tenemos alguna posibilidad?

—Tenemos la oportunidad de llegar a las semifinales si Nicky comienza a hacer


todo lo posible y Andrew coopera —dijo Kevin—. No podemos pasar de los Tres
Grandes.

USC, Penn State y Edgar Allan fueron considerados los 'Tres Grandes' del
NCAA Exy. Edgar Allan siempre quedó en primer lugar. USC y Penn State solían
robarse el segundo y tercer lugar, aunque constantemente se molestaban entre sí en la
clasificación. La única forma de llegar a la final era derrotar a uno de esos equipos en
semifinales.

—Supongo que tendrá que ser lo suficientemente bueno —dijo Neil.

Se puso de pie de nuevo y miró a su alrededor, primero a las líneas naranjas y


huellas de patas en la cancha, luego a través de las paredes hasta las gradas. Andrew
aparentemente había terminado las escaleras porque ahora estaba dando vueltas
alrededor del patio interior. Neil envidiaba la resistencia que le daba la medicina de
Andrew.

—Kevin, ¿qué quiere? —Preguntó Neil. Al darse cuenta de que Kevin no tenía
forma de seguir su línea de pensamiento, hizo un gesto en dirección a Andrew—.
Andrew no sabe quién soy, pero sabe que tengo un precio por mi cabeza. A pesar de
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eso, dijo que me protegería durante un año. No por mí, sino porque pensó que
entrenarme te distraería de las amenazas de los Ravens.

Neil miró a Kevin y dijo: —¿Qué es lo que quiere para estar dispuesto a
arriesgar tanto solo por mantenerte aquí?

—Le hice una promesa. —Kevin apartó la mirada del rostro de Neil para seguir
el progreso de Andrew—. Está esperando a ver si puedo cumplirla.

—No entiendo.

Kevin no dijo nada durante tanto tiempo que Neil casi se da por vencido
esperando una respuesta. Finalmente, explicó.

—Andrew con sus drogas es inútil, pero Andrew sin sus drogas es peor. Su
consejero de la escuela secundaria vio la diferencia entre su tercer y último año y juró
que esta medicina le salvó la vida. Un Andrew sobrio es... —Kevin pensó por un
momento, tratando de recordar sus palabras exactas, y torció los dedos hacia Neil
mientras citaba— destructivo y sin alegría. Andrew no tiene ningún propósito ni
ambición —dijo Kevin—. Fui la primera persona que miró a Andrew y le dijo que
valía algo. Cuando salga de estas drogas y no tenga nada más que lo detenga, le daré
algo para construir su vida alrededor.

—¿Estuvo de acuerdo con esto? —preguntó Neil—. Pero él está luchando


contigo en cada paso del camino. ¿Por qué?

—Cuando dije por primera vez que serías de la corte, ¿por qué estabas enojado
conmigo?"

—Porque sabía que nunca sucedería —dijo Neil—, pero lo quería de todos
modos.

Kevin no dijo nada. Neil esperó, luego se dio cuenta de que había respondido a
su propia pregunta. Neil se quedó en silencio durante un minuto. La incredulidad
luchó con la incomodidad, pero Neil no sabía de dónde venía esa inquietud. Se movió
sobre sus pies y cruzó sus brazos tan apretados sobre su pecho como pudo.
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—¿Y qué? —preguntó en voz baja—. ¿Crees que recuperará la sobriedad el


próximo verano y de repente se dará cuenta de que, después de todo, le gusta el Exy?
Pensé que no creías en los milagros.

—Andrew está loco, no es estúpido —dijo Kevin—. Incluso él se aburrirá


eventualmente de ser un fracaso. Cuando su medicina esté fuera de su sistema y
realmente pueda pensar por sí mismo de nuevo, me resultará más fácil comunicarme
con él.

Neil lo dudaba, pero dijo: —Buena suerte.

Le sorprendió que lo dijera en serio. Andrew era un infierno con quien lidiar la
mayor parte del tiempo, pero realmente estaba haciendo todo lo posible para mantener
a Neil y Kevin en Palmetto. Lo mínimo que podían darle a cambio era algo propio.
Neil no podía negar que lo amargaba que Andrew tendría el futuro que él no tendría,
pero lo aceptaría eventualmente.

—Deberíamos irnos —dijo Neil, porque no quería pensar más en el tema—. No


le digas a Andrew sobre nada de esto, Kevin.

—No puedo —respondió—. No respetará tu elección.

Neil se movió hacia la puerta, pero Kevin puso una mano en su hombro para
detenerlo. —Neil.

Había un mundo de arrepentimiento en ese nombre, pero era también una


promesa. Neil se reconstruyó pieza rota tras pieza rota y siguió a Kevin fuera de la
Corte de Los Foxes.

Por primera vez en la vida de Neil, no estaba pensando en el futuro. Dejó de


contar los días hasta el partido de los Ravens y redujo la cantidad de noticias que veía
y leía. Dedicó toda su energía a las prácticas, se mantuvo despierto durante la mayoría
de sus clases y hacía malabares con sus compañeros de equipo lo mejor que podía. Vio
al grupo de Andrew en el camino hacia y desde las prácticas y salía con Kevin y
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Andrew la mayoría de las noches, por lo que les dio sus atardeceres a los estudiantes
de segundo ciclo.

Sabía cosas sobre ellos que nunca se había molestado en aprender sobre nadie
más en toda su vida. El nombre de nacimiento de Renee era Natalie; su madre
adoptiva le cambió el nombre cuando sacó a Renee del sistema de crianza. Su madre
era la razón por la que ella y Dan estaban en Palmetto. Stephanie Walker era una
reportera que había entrevistado a Wymack con el motivo oculto de comercializarle a
Renee. Wymack voló a Dakota del Norte durante los campeonatos de primavera para
ver al equipo de Renee enfrentarse a sus mayores rivales. Dan resultó ser el capitán del
equipo rival, y Wymack quedó impresionado por su feroz actuación. Las firmó a
ambas ese mismo fin de semana.

—Fue bastante malo —admitió Dan cuando Renee le contó a Neil la historia—.
No podía creer que la entrenadora realmente esperara que nos lleváramos bien,
especialmente después de que su equipo expulsó al mío de los campeonatos en mi
último año.

—Se lo tomó muy personalmente —dijo Renee con una sonrisa cariñosa en su
rostro.

Neil intentó imaginar una época en la que no eran amigos y lo encontró difícil.
—Lo superaste eventualmente.

—No tuve elección —dijo Dan—. Los Foxes no querían chicas en la alineación,
y especialmente no querían una como capitana.

—Tuvimos que enfrentarnos a nuestros compañeros como una fuerza unida —


dijo Renee, señalándose a ella misma, y a Dan y Allison—. Era la única manera de
sobrevivir. Nuestra amistad fue un show que empezaba y terminaba en nuestra
habitación. Nos tomó la mayor parte del año darnos cuenta de que ya no era un acto.

—No lo supe hasta las vacaciones de verano —dijo Dan—, cuando estaba
hablando con las chicas sobre la temporada.

Por "las chicas", se refería a sus hermanas de escenario. Dan, también conocida
como Hennessey, había obtenido una identificación falsa en la escuela secundaria para
poder trabajar como stripper en una ciudad cercana. Las horas funcionaron bien en
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torno a sus clases y el horario de Exy, y le dio el dinero que necesitaba. Su tía estaba
desempleada y se quedó en casa con un recién nacido. Dan de alguna manera tenía que
apoyarlos a los tres. Dan dijo que dejó de hablar con su tía en el momento en que se
mudó, pero se mantuvo en contacto con sus ex compañeras de trabajo. Supuestamente
todos estaban esperando a que ella se convirtiera en una estrella de primera.

Así fue como Neil descubrió que Dan no quería convertirse en profesional
después de la universidad. Quería ser entrenadora y planeaba apoderarse de Corte de
Los Foxes cuando Wymack se retirara en el camino. Ella mantendría los estándares de
reclutamiento de Wymack en su ausencia. Matt estaba de todo corazón a favor de la
idea.

Matt fue una contramedida interesante para los antecedentes rudos de Dan: el
hijo rico y bien educado de un boxeador profesional y un cirujano plástico de alto
perfil. Sus padres se separaron hace años, en gran parte debido a la infidelidad
interminable de su padre, pero no se divorciaron oficialmente. Matt creció con su
padre, ya que la carrera de su madre significaba mucho tiempo en la carretera. Matt se
mordió las palabras cuando hablaba de su padre, pero podía seguir hablando de su
madre en profundidad. Ella era su ídola, y Neil encontró escuchar sus historias tan
interesante como doloroso. Cuando Matt habló sobre las vacaciones de verano en las
carreras de drag en las montañas, Neil recordó el sonido que hizo el cadáver de su
madre cuando intentó despegarlo de un asiento de vinilo.

Dos semanas después del banquete, Allison volvió a hablar con Neil. Neil
todavía no había descubierto cómo disculparse con ella, o si tenía que disculparse en
absoluto, cuando finalmente rompió el silencio. Neil estaba cenando en el centro con
los estudiantes de último año cuando Allison le dijo que pasara el kétchup. Casi lo
sobresaltó al dejar caer su hamburguesa y le entregó la botella lo más rápido que pudo.
Pasaron días antes de que tuviera algo más que decirle, pero su gélido silencio
comenzó a desvanecerse lentamente. Neil incluso la vio sonreír ante una de las bromas
de Matt. No había terminado de llorar, pero estaba aprendiendo a estar bien.

Neil deseaba tener algo que darles a cambio de su fácil amistad y confianza,
pero nada sobre él era lo suficientemente seguro para compartir. Nunca fisgonearon,
pero tardó semanas en darse cuenta de que no tenían que hacerlo. No pidieron
secretos; se conformaron con las migajas de pan verdades del día a día. Sabían que
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odiaba las verduras, pero amaba las frutas, que su color favorito era el gris y que no le
gustaban las películas ni la música alta. Eran cosas que Neil entendía solo en términos
de supervivencia, pero sus compañeros de equipo acumularon estas ideas como si
fueran oro.

Estaban reconstruyendo a Neil y construyendo una persona real en torno a todas


sus mentiras. Encontraron las partes de él que ningún disfraz podía cambiar. Nada de
lo que estaban aprendiendo cambiaría el resultado de este año o les diría quién era
realmente, pero de todos modos era aterrador. Afortunadamente, se acercaban los
exámenes parciales, por lo que Neil podría usar el estudio como una excusa para
alejarse lentamente de su alcance.

La biblioteca parecía un refugio seguro, ya que tenía cuatro pisos de altura y


doscientas filas para esconderse, pero Neil no era el único con exámenes. Estaba
saliendo del café de la biblioteca con una taza de cafeína que tanto necesitaba cuando
se topó con Aaron y Katelyn. Aaron se detuvo al ver a Neil, luciendo casi ofendido,
pero Katelyn sonrió a modo de saludo feliz.

—Neil, hola —dijo, ofreciéndole la mano—. No creo que nos hayan presentado.

Neil se pasó el café a la mano izquierda para poder darle un apretón rápido.

—No, pero te he visto en partidos. Eres Katelyn, ¿verdad? Estás en el equipo de


las Vixens.

Parecía complacida de que la reconocieran, pero Aaron aún parecía molesto.


Neil no lo culpó. Aaron y Katelyn siempre se buscaban en los juegos, pero Aaron
nunca se acercó a las porristas. Esta fue la primera vez que Neil los vio tan cerca el
uno del otro. Quizás Aaron finalmente estaba haciendo el movimiento que sus
compañeros estaban esperando. Ya estaban tomados de la mano, así que tenía que ir
bien.

Aaron notó la mirada hacia abajo de Neil, a juzgar por el tono frío en su
“Adiós”.

Katelyn se apoyó contra él en silenciosa amonestación, pero Neil pasó junto a


ellos sin discutir. No llegó muy lejos antes de que la curiosidad le hiciera mirar atrás.
Katelyn y Aaron no se dieron cuenta mientras estaban en la fila del café. Katelyn
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estaba acurrucada contra el costado de Aaron, unos centímetros más alta que él, pero
de alguna manera encajaba perfectamente contra él. Se veían sorprendentemente
cómodos juntos por lo cuidadosamente que se evitaban en los juegos. Neil esperaba
que sus primeros pasos fueran un poco más incómodos.

—¿El café es tan interesante?

Neil se preguntó si los Foxes le habían instalado en secreto un chip de rastreo y


se volvió hacia la voz de Nicky. Nicky estaba casi en la parte superior de las escaleras,
su mochila colgando de un codo y sus brazos cargados con revistas.

—En realidad no —dijo Neil, pero Nicky se detuvo a su lado y miró hacia el
interior del café. Neil se preparó para una reacción emocionada o una perorata triunfal
sobre todas las apuestas que acababa de ganar. No esperaba el asentimiento de
aprobación de Nicky.

—Es inteligente por su parte elegir la biblioteca como terreno de juego —dijo
Nicky. Apartó a Neil del café con una mano en el hombro—. Andrew dice que es
alérgico a los libros, por lo que no viene aquí a menos que Kevin lo obligue. Están a
salvo por otra semana al menos. ¿Hacernos un favor a todos y no mencionarlo?

—Pensé que no estaban juntos —dijo Neil, partiendo en busca de un lugar para
estudiar.

—No oficialmente, no. —Nicky lo siguió sin ser invitado—. Aaron es


demasiado listo para invitarla a salir y, por ahora, Katelyn está de acuerdo con esperar.
No sé si durará hasta la graduación, y sé que no es justo pedirle que lo haga, pero
espero que así sea. Están bien juntos, ¿verdad?

—No podría saberlo.

Neil encontró una mesa vacía y dejó sus cosas. Nicky rápidamente esparció sus
revistas en las tres cuartas partes de la mesa. Neil apartó a un par de su camino y se
sentó. Tenía medio miedo de no hacer nada con alguien tan hablador como Nicky,
pero Nicky estaba sorprendentemente concentrado en su propio proyecto. Lo que Neil
había asumido que era lectura de ocio resultó ser material de referencia para una de las
clases de marketing de Nicky. Trabajaron en silencio durante casi veinte minutos antes
de que Nicky finalmente hablara.
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—Andrew la odia, ¿sabes?

Neil tardó un momento en darse cuenta de qué estaba hablando Nicky. Su


cabeza estaba llena de números; estaba trabajando en un folleto de seis páginas de
ecuaciones matemáticas. Pero Nicky lo dijo como si hubiera estado pensando en
Aaron y Katelyn todo este tiempo. Neil casi no dijo nada, porque su reseña era más
importante que algo tan trivial como la quizás-relación de Aaron, pero era difícil
ignorar una línea de apertura como esa.

—¿Por qué? —preguntó Neil.

—Porque a Aaron le gusta —dijo Nicky, como si eso fuera obvio.

—La última vez que comprobé, a Andrew tampoco le gusta Aaron.

—Precisamente. —Nicky cerró la revista, miró muy obviamente por encima del
hombro para comprobar si había alguno de sus primos, luego se inclinó sobre la mesa
hacia Neil—. A Andrew no le gusta mucho la idea de la felicidad de Aaron, ¿ves?
Entonces, si a Aaron le gusta Katelyn, Andrew no quiere que él la tenga. Andrew
puede sonreír tremendamente brillante, pero es un maestro del rencor infantil.

—Eso no tiene sentido —dijo Neil.

—Es complicado —dijo Nicky, frotándose la nuca mientras se recostaba en su


silla—. Realmente no me metí en los detalles crudos la última vez porque esos no son
realmente asunto de Dan y Matt, pero ustedes son familia, así que puedo decirles. —
Volvió a mirar por encima del hombro—. Te dije que la tía Tilda entregó a Andrew,
¿verdad? Eso es solo la mitad. La verdad es que los puso a ambos en el sistema al
principio. Una semana después cambió de opinión.

—¿Ella podría hacer eso?

—El sistema permite el pánico y el arrepentimiento. —Nicky hizo una mueca—


. No tuvo que darle su nombre al empleado, pero tuvo que llevar las bandas grises de
identificación que marcaban qué niños eran suyos por si acaso. Siempre que regresara
lo suficientemente rápido, sí, podría recuperar a sus bebés. La tía Tilda se sintió
culpable por renunciar a sus hijos, pero no se sintió lo suficientemente mal como para
tomarlos a ambos. Solo podía manejar uno, o eso le dijo a papá cuando se enteró de
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Andrew. No sé cómo eligió por cuál volvió. ¿Fue en orden alfabético, Aaron antes que
Andrew, o metió la mano en el cajón y tomó la banda que tocó primero?

Nicky se quedó en silencio por un momento mientras pensaba en ello. Se pasó


una mano por la frente y continuó. —Cada uno tenía un cincuenta por ciento de
posibilidades de ser jodido. ¡Ja! —La sonrisa de Nicky carecía de humor—. Supongo
que a los dos les tocó el extremo más corto del palo. Andrew se fue a un hogar de
acogida y Aaron se convirtió en el recordatorio vivo de la culpa y el fracaso de la tía
Tilda. La tía Tilda se esforzó tanto como pudo para no tratar con Aaron en absoluto, al
menos hasta que Andrew volviera a aparecer. Ahí es cuando Aaron dice que ella
comenzó a enojarse en lugar de simplemente ser negligente.

—¿Saben que los entregó a los dos? —preguntó Neil.

—Cuando la madre adoptiva de Andrew llamó para organizar ese encuentro y


saludar, le preguntó a la tía Tilda cómo solo uno de ellos terminó en el sistema. La tía
Tilda se lo contó, y Aaron lo oyó en la línea de arriba. —Nicky hizo un gesto hacia
arriba como indicando el dormitorio de Tilda—. No sé por qué diablos le dijo la
familia de acogida de Andrew, pero sí, él lo sabe. Estoy pensando que por eso no
habló con Aaron cuando Aaron le escribió. Estaba, con razón, creo, cabreado.

—Pero no es culpa de Aaron —dijo Neil—. Fue decisión de su madre.

—Ese es Andrew para ti: tiene sentido desde nunca. —Nicky extendió las
manos en un gesto de impotencia—. Encontrar a Andrew de nuevo fue un punto de
inflexión para Aaron de las peores formas. La tía Tilda lo llevó a otro lugar del país,
comenzó a beber más que nunca y se volvió mano pesada con Aaron. Aaron se metió
en todo tipo de problemas en una especie de rebelión traumatizada. Él tomó drogas y
se metió en peleas en la escuela y, en general, se convirtió en un idiota. Mamá me
escribió sobre eso cuando estaba en Alemania porque estaba preocupada por él. Lo
único bueno que hizo Aaron en Carolina del Sur fue jugar a Exy, y solo lo aprendió
para que los juegos lo sacaran de la casa de la tía Tilda. Entonces papá se enteró de
Andrew y comenzó esta campaña de años para traer a Andrew a casa. Te lo dije la
última vez, ¿verdad? Desgastó a la tía Tilda hasta que ella accedió a acoger a Andrew,
luego habló con los tribunales y los Servicios para Niños y la última familia de crianza
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de Andrew. Conoció a Andrew, que aparentemente no estaba interesado en absoluto


en un regreso triunfal con su madre, y le presentó a Aaron a Andrew. Fue entonces
cuando las cosas empezaron a moverse. Andrew de repente se motivó. Comenzó a
comportarse y seguir la línea y fue puesto en libertad condicional anticipada
aproximadamente un año después.

—Andrew decidió que, después de todo, quería un hermano —dijo Neil—.


Entonces, ¿qué salió mal?

—La tía Tilda murió y Aaron culpa a Andrew.

—¿Andrew lo hizo?

Nicky le hizo un gesto para que se callara, sin importar que Nicky fuera el más
ruidoso de los dos.

—La noche en que murió la tía Tilda, ella y Aaron se pelearon. Así es como
mamá y papá finalmente descubrieron que la tía Tilda estaba golpeando a Aaron.
Apareció en su casa con moretones y cortes recientes. Papá llamó a tía Tilda para que
arreglara las cosas, pero ella no se quedó mucho tiempo. Ella tomó a Aaron y se fue.
No llegaron a casa. Ella se pasó al otro carril hacia el tráfico y no traía puesto su
cinturón de seguridad.

Nicky se movió en su asiento, luciendo un poco incómodo, y dijo: —No era


Aaron en el auto. Aaron sustituyó a Andrew en una sesión de estudio. Eso fue antes de
que Andrew tomara sus drogas, por lo que fue un acto bastante fácil de lograr para
Aaron. No sabía por qué Andrew le pidió que lo hiciera hasta que llamó la policía.
Todavía no sé qué pasó, si la tía Tilda entró en pánico cuando se dio cuenta de qué
hijo estaba con ella o si estaban peleando o si fue intencional, pero… No es que le
agradara a Aaron, pero era su madre, ¿sabes? Y Aaron nunca llegó a arreglar las cosas
con ella, nunca llegó a entender por qué estaba tan arruinada o por qué los arruinó
tanto. Aaron no puede aceptar que ella se haya ido. La extraña. No puede perdonar a
Andrew, y Andrew no comprende ni le importa cuánto le dolió a Aaron.
Estancamiento.

Neil pensó que entendía la situación de Aaron. Él y su madre tenían serios


problemas, consecuencia de sus antecedentes y su aterradora infancia. Al final, se
preguntó si era la supervivencia o el amor lo que los mantenía juntos tanto tiempo.
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Saber ahora que ella correría para protegerlo sesgó un poco su perspectiva, pero le
había desagradado violentamente durante la mitad de su vida. A pesar de eso, perderla
fue lo peor que le había pasado.

Neil no podía decir eso cuando sus compañeros de equipo pensaban que sus
padres estaban vivos y bien, por lo que se decidió por la conclusión más interesante de
la historia de Nicky. Habló lentamente, dándose tiempo para pensar y para borrar el
dolor de su voz.

—A Andrew le importaba. Eso es lo que salió mal.

Nicky lo miró parpadeando. —¿Qué?

—Andrew volvió a casa por Aaron, ¿verdad? No le habría llevado mucho


tiempo darse cuenta de que Aaron era un desastre. Andrew habría rastreado los
problemas de Aaron hasta su madre. Tal vez no la mató por renunciar a él. Quizás lo
hizo para proteger a Aaron.

Nicky parecía escéptico. —Ése es un “tal vez” realmente grande, Neil.

—¿Lo es? —preguntó Neil—. ¿Recuerdas cómo terminó Andrew tomando su


medicación?

—Sí —dijo Nicky, luego se quedó en silencio mientras pensaba en ello.

Nicky solía trabajar en Eden's Twilight en Columbia. Estaba de descanso una


noche cuando cuatro hombres decidieron que podían sacarle la homosexualidad a
golpes. Andrew intervino para proteger a Nicky, pero fue demasiado lejos. Una cosa
era unirse a la pelea y otra completamente distinta mantenerse así cuando los hombres
estaban inconscientes y sangrando en la acera. Andrew los habría matado si los gorilas
del club no se lo hubieran llevado. La prensa tuvo un día de campo con eso; Neil lo
leyó todo al respecto cuando estaba investigando a los Foxes.

—Ella lastimaba a Aaron, así que Andrew la detuvo —dijo Neil—. Aaron
debería haber estado agradecido, pero la lloró como si no le importara lo que les había
hecho. Él tomó su lado.

—¿De verdad lo crees?


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—Tiene sentido para mí —dijo Neil. Incluso podría explicar por qué Andrew
odiaba a Katelyn, aunque Neil no estaba seguro de qué interpretación seguir: que
Andrew no permitiría que otra chica se interpusiera entre ellos, o que todavía estaba
castigando a Aaron por elegir el lado equivocado hace tres años—. Supongo que
nunca han hablado de cómo murió.

—No desde que me mudé y me presenté el día del funeral de la tía Tilda —dijo
Nicky—. Ni siquiera hablan de pequeñas cosas. No veo que tengan una conversación
tardía de corazón a corazón sobre las intenciones de Andrew en el corto plazo.

Nicky apoyó el codo en la mesa y acunó su rostro en su mano. La derrota se


veía antinatural en su rostro y finalmente lo hizo parecer de su edad. Neil casi había
olvidado que Nicky era varios años mayor que sus primos. Él era un estudiante de
segundo año como ellos, pero era el segundo jugador de mayor edad en el equipo
después de Renee.

—La única razón por la que me quedé cuando el entrenador me ofreció un lugar
fue para poder arreglar esto —dijo Nicky—. Pensé que si tenía más tiempo podría
mostrarles a Aaron y Andrew cómo volver a ser hermanos. Y no me voy a rendir, ni
mucho menos, pero ya me he dado cuenta de que no puedo arreglarlo por mi cuenta.
Odio decirlo, pero me gustaría que Renee se diera prisa e hiciera su movimiento.

Neil no tenía idea de cómo la conversación había pasado del asesinato a Renee.
Repasó mentalmente los últimos segundos de su conversación, luego se rindió y
preguntó:

—¿Qué? Pensé que no te agradaba.

Nicky se incorporó de un salto como si Neil lo golpeara. —¿A quién no le gusta


Renee?

Neil casi se ofreció como un excelente ejemplo, pero no quería descarrilar más
la conversación. Modificó sus palabras para decir: —A nadie le gusta lo amigable que
es con Andrew.

—No quiero arrojar a mi propio primo debajo del autobús, pero todos saben que
él no es lo suficientemente bueno para ella. En un mundo perfecto, Renee se asentaría
con un buen chico cristiano que invertiría en sus proyectos de caridad y la amaría
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hasta la muerte. En este mundo, ella tiene los ojos puestos en Andrew. Intervendría
por ella, pero me estoy desesperando. Andrew necesita algo que lo distraiga de todos
sus problemas.

Neil pensó en su conversación con Kevin hace unas semanas.

—¿Y el Exy?

—Ahora suenas como Kevin. —Nicky se frotó las sienes como si estuviera
evitando un dolor de cabeza—. El Exy no es una opción aquí, ¿de acuerdo? Puedes
amar a Exy todo lo que quieras, pero nunca te amará de vuelta.

Neil debería dejarlo pasar, pero el desafío se resolvió antes de que pudiera
detenerlo.

—¿Y?

—Oh Dios mío. —Nicky parecía dividido entre el horror y la lástima—. ¿En
serio? Eso puede que sea lo más triste que he oído en mi vida.

Neil debería haber mantenido la boca cerrada.

—Necesito estudiar.

—No te atrevas. —Nicky tomó su folleto de matemáticas del escritorio y lo dejó


caer al suelo junto a su silla—. Escucha. Hay obsesión y disfunción. No puedes hacer
del Exy tu todo. Esto no durará para siempre, ¿de acuerdo? Brillarás intensamente,
luego te jubilarás, ¿y luego qué? ¿Pasarás el resto de tu vida solo en casa con todos tus
trofeos?

—Déjalo —dijo Neil.

Quizás Nicky escuchó la silenciosa advertencia en la voz de Neil, porque


suavizó su tono.

—No puedes ser solo esto, Neil. Esto no es suficiente para vivir. Podría llevarte
a Columbia en algún momento, solo nosotros dos, y pedirle a Roland que te presente a
alguien. Tiene muchos buenos amigos. A este punto, ni siquiera me importará si es
una chica mientras tú…

—¿Por qué no te gustan las chicas?


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Nicky pareció sorprendido por la interrupción, pero se recuperó rápidamente e


hizo una mueca. —Son tan suaves.

Neil pensó en los nudillos magullados de Renee, el espíritu feroz de Dan y


Allison manteniéndose firme en la corte una semana después de la muerte de Seth.
Pensó en su madre de pie inquebrantable ante la ira violenta de su padre y en sus
cuerpos dejando sin piedad a su paso. Se sintió obligado a decir: —Algunas de las
personas más fuertes que he conocido son mujeres.

—¿Qué? Oh, no —se apresuró a decir Nicky—. Me refiero a literalmente suave.


Demasiadas curvas, ¿ves? Siento que mis manos se deslizarían de inmediato.
Totalmente no es lo mío. Me gusta... —Dibujó un recuadro con los dedos mientras
buscaba palabras—. Erik. Erik es perfecto. Es un adicto total al aire libre, la escalada
en roca, el senderismo y el ciclismo de montaña, todas esas cosas horribles infestadas
de insectos. Pero, Dios mío, deberías ver lo que le hace a su cuerpo. Es así, todo
bordes duros. —Dibujó otra caja—. Es más fuerte que yo y eso me gusta. Siento que
podría apoyarme en él todo el día y no sudaría.

La sonrisa de Nicky fue lenta y complacida al pensar en su novio de larga


distancia. Era una expresión más reservada de lo que Neil solía ver en su rostro. Neil
se preguntó si Nicky era naturalmente ruidoso o si exageraba su naturaleza
extrovertida para equilibrar a sus primos hostiles.

"Gracioso", dijo Nicky. Ese no solía ser mi tipo. Ninguno de los otros por los
que me enamoré mientras crecía era algo así. Quizás por eso ninguno de ellos pudo
ayudarme.

Nicky puso las palmas de las manos sobre la mesa y las consideró. —Mis
padres están un poco locos, ¿sabes? Hay religiosos y hay religiosos súper psicóticos.
Renee y yo somos del tipo decente, creo. Vamos a diferentes iglesias y tenemos
algunas ideas diferentes, pero nos respetamos de todos modos. Entendemos que la
religión es solo una interpretación de la fe. Pero mis padres son del tipo loco en blanco
y negro. Es solo lo correcto y lo incorrecto con ellos: fuego del infierno y condenación
y juicio desde lo alto. Por alguna razón traté de hablar con ellos de todos modos —dijo
Nicky—. Mamá estaba bastante molesta. Se encerró en el dormitorio y lloró y oró
durante días. Papá tomó una ruta más directa y me envió al campamento gay cristiano.
Pasé un año aprendiendo que estaba infectado por una idea repugnante del diablo, que
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yo era una prueba viviente para todos los demás buenos cristianos del planeta.
Intentaron usar a Dios para avergonzarme y convertirme en heterosexual. No funcionó
—dijo—. Por un tiempo deseé que así fuera. Regresé a casa sintiéndome una
abominación y un fracaso. No podía enfrentar a mis padres así, así que mentí. Fingí
ser hetero durante el resto de la escuela secundaria. Incluso salí con un par de chicas.
Besé a un par de ellas, pero usé mi fe como excusa para no ir más allá de la primera
base. Sabía que tenía que mantenerlo todo junto hasta la graduación.

—Odiaba tanto mi vida —dijo Nicky—. No podría hacer eso, ¿sabes? No podría
vivir una mentira como esa día tras día. Me sentía atrapado. Algunos días pensé que
Dios me había abandonado; a veces pensaba que le había fallado. A mitad de mi tercer
año comencé a pensar en el suicidio. Entonces mi profesor de alemán me llevó aparte
y me habló de un programa de estudios en el extranjero. Ella me lo arreglaría todo,
dijo, si mis padres lo firmaban. Ella manejaría las admisiones y conseguiría una
familia anfitriona y todo. Sería caro, pero pensó que necesitaba un cambio de
escenario. Supongo que sabía que estaba tan cerca del límite

—No pensé que mamá y papá lo aceptarían, pero estaban tan orgullosos de mí
por mi supuesta recuperación que acordaron dejarme ir en mi último año. Solo tenía
que durar otro semestre y luego podría irme. Estaba tan desesperada por salir de allí
que ni siquiera presté atención cuando Aaron y la tía Tilda se mudaron a Columbia esa
primavera. Todo lo que me importaba era mantenerme unido hasta mayo. Ahora sé
que debería haberme esforzado más, pero no habría sido bueno para él como estaba.
Cuando el avión despegó de Columbia, estaba muerto de miedo —dijo Nicky—. Me
sentí muy aliviado de dejar a mis padres y a todos los que conocía, pero no sabía si
estar en Alemania cambiaría algo. Cuando aterricé, mi nuevo hermano anfitrión me
estaba esperando en Llegadas. Erik Klose —dijo, sonando como si lo estuviera
diciendo por primera vez—. Me enseñó a creer en mí mismo. Me mostró cómo
equilibrar mi fe y mi sexualidad, y volvió a hacerme sentir bien. Sé que suena
dramático, pero me salvó la vida.

Nicky giró las manos y entrelazó los dedos. La mirada que dirigió a Neil fue tan
tranquilizadora como preocupada e hizo que Neil quisiera alejarse. —De eso se trata el
amor, ¿ves? Es por eso que el Exy nunca será suficiente, ni para ti ni para Andrew ni
para nadie. No puede sostenerte, y no te hará una persona mejor o más fuerte.
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—Está bien.

A Nicky no le impresionó esa respuesta neutral.

—No soy el crayón más brillante de la caja, pero tampoco soy el más aburrido.
Ya me he dado cuenta de que tienes todos los problemas de confianza de un gato
callejero. Pero tarde o temprano tendrás que dejar entrar a alguien.

—¿Puedo estudiar ahora?

Nicky recogió el folleto de matemáticas de Neil del suelo, pero lo mantuvo


fuera de su alcance. —Es tu turno. ¿Por qué no te gustan las chicas?

—No me no gustan —dijo Neil, pero Nicky solo resopló con incredulidad.

Neil pensó en los fuertes puños de su madre sobre su piel y sus dedos anudando
su cabello. Ella le había dicho una y otra vez que las chicas eran peligrosas. Se meten
en la cabeza de un hombre, dijo. Se meten debajo de la piel de un hombre. Podrían
hacer que un hombre quisiera cambiar el mundo, empezando por él mismo. Lo
pondrían del revés y sacarían todos sus secretos. Podrían tener buenas intenciones,
pero al final los mataría a todos.

—Es complicado —dijo finalmente Neil—. Déjame trabajar ahora.

—¿Al menos prométeme que lo pensarás?

—Lo prometo —dijo Neil.

—Eres un mentiroso tan impenitente. —Nicky resopló y le entregó el trabajo de


Neil.

Neil miró su reloj, hizo una mueca cuando vio cuánto tiempo habían perdido, y
pasó a la ecuación que había dejado. Nicky refunfuñó un poco en voz baja mientras
reorganizaba sus propias notas, pero se calmó tan pronto como regresó al trabajo. Neil
apartó toda la conversación de la mente para poder concentrarse. En un par de minutos
se había olvidado por completo y, honestamente, esperaba que permaneciera olvidado.

Lo recordó en la práctica cuando vio a Andrew y Renee. Estaban parados juntos


cerca de la portería, y Andrew gesticulaba con entusiasmo mientras hablaban de una
cosa u otra. Neil los observó más de lo que pretendía y recordó las palabras de Nicky.
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No tenía sentido insistir en eso cuando sabía cómo terminaría el año, pero por
un momento Neil se preguntó. Pensó en la historia de Nicky y en cómo había
conocido a Erik justo a tiempo. Nicky estaba al final de su cuerda, pero Erik era lo
suficientemente fuerte como para sostenerlo. Solo había una persona en el mundo lo
suficientemente fuerte para todos los problemas de Neil, y ahora estaba muerta. Neil
no le desearía su lío a nadie más.

Excepto que ya había comenzado a compartir esa carga, aunque de mala gana.
Había dividido sus secretos entre Kevin y Andrew. Kevin reaccionó de la forma en
que Neil esperaba que todos lo hicieran ante la verdad: con una exigencia horrorizada
de que Neil se fuera inmediatamente. Andrew, sin embargo, asintió y le dijo a Neil
que se quedara. Se mantuvo firme cuando Neil le pidió asesinato y le dio la llave de su
casa.

Pero eso no contaba, porque Andrew era Andrew, y este era definitivamente el
último giro que necesitaba que tomaran sus pensamientos. Volvió a centrar su atención
en la tarea que tenía entre manos y juró no volver a escuchar a Nicky nunca más.
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8
Octubre llegó sin previo aviso. Neil sabía que su partido contra los Ravens se
acercaba rápido, pero aun así lo sorprendió cuando se dio cuenta de que ya había
pasado una semana en el mes. Solo faltaban seis días para el partido.

Si los Foxes estuvieran teniendo una temporada típica, el partido podría haber
atraído un poco menos la atención, incluso con Kevin en su línea. Este año, sin
embargo, registraron un récord de seis y uno sin precedentes. El único partido que
perdieron fue el primer partido contra Breckenridge. Habían ganado tres juegos por la
piel de los dientes, pero las victorias eran victorias sin importar cómo las obtuvieran.
Los Foxes se estaban uniendo y haciéndose más fuertes una semana a la vez. Nadie
esperaba que ganaran contra los Ravens, pero era obvio que iban a dar una pelea
espectacular.

La Corte de los Foxes no tenía suficientes asientos para acomodar a la multitud


que este juego seguramente atraería, por lo que la escuela vendió asientos con
descuento en el estadio de baloncesto y prometió transmitir el juego en vivo en los
televisores del marcador allí.

La Universidad Estatal de Palmetto pasó toda la segunda semana acicalándose y


preparándose para su día en el centro de atención. Los jardineros recortaron cada
centímetro cuadrado del extenso campus. Los equipos de limpieza vaciaron y
restregaron el estanque artificial frente a la biblioteca. Se invitó a los clubes de
estudiantes a diseñar y colgar pancartas donde pudieran caber. Rocky Foxy, la
mascota, caminaba por el campus durante horas todos los días y metía su enorme
cabeza en las aulas para que los estudiantes se excitaran. Las Vixens acamparon en el
anfiteatro para repartir tatuajes temporales y huellas de patas de espuma.

Había un evento cada noche antes del viernes. El coro y la banda de jazz de la
escuela tuvieron conciertos gratuitos en el césped del estadio el lunes. El setenta por
ciento del alumnado vistió de naranja para el Día Naranja del martes. El miércoles fue
el Día Blanco con mayor participación. El jueves fue el mitin, al que se les pidió que
asistieran los Fox. Varios miles de estudiantes se detuvieron para animar y divertirse.
Las cámaras de noticias estaban disponibles para televisar las festividades y recibir
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comentarios del pequeño equipo. Wymack mantuvo a Neil alejado del micrófono, sin
confiar en que Neil se portara bien.

El jueves fue cuando Dan finalmente comenzó a perder la calma. Este fue su
cuarto año como capitana del equipo. Había sido objeto de abuso verbal y odio
absoluto desde que comenzó. Ver a la gente finalmente reunirse detrás de ella y su
equipo la puso nerviosa. Mantuvo una cara valiente frente a las cámaras, pero pasó la
noche del jueves en la cama de Matt.

Cuanto más emocionados estaban los estudiantes, más incómodos se sentían los
Foxes, y la tensión en sus prácticas de esa semana era asfixiante. Estaban enfermos de
nervios el viernes. Andrew fue el único que no se vio afectado por completo. Rebotó
contra las paredes y acosó a sus compañeros de equipo sin cesar. Kevin, por otro lado,
no dijo una sola palabra en la práctica del viernes por la mañana.

El tráfico ese día estaba completamente fuera de control, sin importar cuánta
ayuda externa llamara la seguridad del campus. Wymack sacó a sus Foxes de sus
clases de la tarde y los llamó al estadio a las tres. No serviría hasta dentro de cuatro
horas, pero quería protegerlos de la locura que se desarrollaba en la universidad. Dan
encendió la televisión y cambió de canal hasta que encontró una película para ver.
Aaron y Matt fueron al vestíbulo para hacer su tarea en paz. Neil y Kevin fueron al
patio interior y se sentaron en el banco de los Fox en silencio.

A las cinco y media, Wymack les pidió comida suficiente para alimentar a un
pequeño ejército. Los Foxes se sentaron en círculo para comer, pero no hablaron. Solo
cuando tiraron su basura finalmente se miraron el uno al otro. Dan sacó la lista de los
Ravens y comenzó a repasarla, pero a estas alturas los Foxes sabían todos los nombres
y números de los Ravens de memoria. Habían estado estudiando la línea Cuervo
durante semanas, viendo juegos antiguos y memorizando estadísticas. Habían visto
grabaciones de juegos anteriores para tener una idea de cómo jugaban sus oponentes y
buscaban cualquier debilidad que pudieran aprovechar. Regresarían con las manos
vacías. La única grieta en la armadura de los Ravens fue la ausencia de Kevin.

Kevin intentó explicar la sincronía de los Ravens a principios de esta semana,


pero Neil casi deseaba poder olvidar esa historia. Los Ravens iban a la Universidad
Edgar Allan por una sola razón: para jugar al Exy. Se esperaba que todos los atletas
que el entrenador Moriyama aceptara firmaran con un equipo profesional al graduarse.
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La escuela era una preocupación secundaria para todos ellos. Todos estaban
matriculados en la misma licenciatura y tomaban sus clases juntos en grupos de tres o
cuatro. No se les permitía ir a ningún lado sin llevar al menos a un compañero de
equipo con ellos. Se suponía que no debían socializar con nadie fuera del equipo.

Ni siquiera vivían en los dormitorios de estudiantes, pero tampoco vivían donde


todos pensaban que vivían. Edgar Allan era una universidad más pequeña que
Palmetto State, con menos deportes y más programas artísticos. Una ventaja que
ofrecieron fue alojamiento basado en intereses en lugar de dormitorios generales. Las
hermandades de mujeres, las fraternidades y los clubes más grandes podrían solicitar
tener arreglos de vivienda especiales. El equipo de Exy tenía una casa propia, pero los
Ravens solo dormían allí cuando mantenían las apariencias.

Evermore no estaba en los terrenos de la escuela por una razón. Pertenecía a


Edgar Allan, pero también funcionaba como estadio de la selección nacional. Debido a
su doble propósito, Evermore se construyó con comodidades adicionales: torres para
celebridades y el ERC, salones para invitados de alto perfil y espaciosas habitaciones
para los equipos visitantes. Esos cuartos fueron construidos bajo tierra debajo del piso
de la corte, y eso era lo que los Ravens usaban como su dormitorio. Ahí fue donde
crecieron Riko y Kevin.

Si los Ravens no estaban en clase, se esperaba que estuvieran en Evermore.


Vivían y respiraban Exy en una escala que ningún otro equipo podría o haría. Su estilo
de vida intenso, integración forzada y castigos viciosos los colocan en una escala
completamente diferente a la de cualquiera de sus oponentes. Eran, en resumen, todo
lo contrario de todo lo que los Foxes sabían y entendían. El juego de esta noche
enfrentó a una colmena contra un grupo fracturado de rechazados.

A una hora del saque, los guardias del estadio abrieron las puertas y comenzaron
a dejar entrar a la gente. Neil pensó que podía sentir el estadio temblar bajo el peso de
decenas de miles de pies. Se vistió con el retumbar distante de voces emocionadas y se
reunió con su equipo en el vestíbulo. Wymack ya había sacado la caja de raquetas.
Kevin abrió las tapas de par en par y pasó los dedos por las redes.

—¿Puedes hacer esto, Kevin? —preguntó Abby, buscando en su rostro


cualquier señal de que estuviera bien—. ¿Puedes jugar?
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—Si estoy respirando, puedo jugar —dijo Kevin—. Este es mi juego también.

—Palabras para vivir y morir. —Wymack les indicó que lo alinearan—. Espero
una puntuación de dos dígitos de mi línea ofensiva. Kevin, conoces su defensa mejor
que nadie y no saben cómo enfrentarte con la mano derecha, así que arrástralos al
suelo. Neil, obtén al menos cinco puntos o te haré correr maratones todos los meses
hasta la graduación.

Neil lo miró fijamente. —¿Cinco puntos?

—Hiciste cuatro la semana pasada.

—No estábamos jugando contra Edgar Allan la semana pasada, entrenador —


dijo Neil.

—Irrelevante —dijo Wymack con un gesto de la mano—. Cinco puntos o


veintiséis millas. Haz los cálculos y decide cuál te hace más feliz.

No le dio a Neil la oportunidad de discutir, pero miró a Allison y Dan.

—Ustedes, señoras, dejan que la ofensa se ahogue si es necesario. No son de tu


incumbencia. Su enfoque esta noche es mantener a flote la línea de defensa. ¿Me
siguen? Sabemos que los Ravens son más rápidos, más grandes y mejores que
nosotros. Solo tenemos una oportunidad mientras podamos controlar su puntuación.
Defensa, alejen a los delanteros de la portería. Punto, fin de la historia. Andrew, por
una vez en tu miserable vida, juega como si quisieras que ganemos, ¿está bien?

Andrew pareció divertido por esa petición, lo cual Neil no encontró nada
tranquilizador. El timbre de advertencia sonó sobre sus cabezas, alertándolos de que
debían estar en el patio interior en un minuto. Neil no fue el único que comenzó
cuando se disparó y estaba más que un poco alarmado de que Kevin fuera uno de los
que saltó. Abby dirigió a Kevin una mirada atenta que Kevin se negó a devolver.
Wymack aplaudió a su equipo hasta que se alinearon.

—Hagamos esto —dijo—. Cuanto antes matemos a estos bastardos, antes


podremos emborracharnos en casa de Abby. Pasé toda la maldita mañana abasteciendo
su nevera.
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No fue exactamente un voto de confianza, pero hizo sonreír a la mayoría de los


compañeros de equipo de Neil y Nicky gritó un poco de alegría. No tenía sentido
pretender que no iban a ser completamente masacrados esta noche. Wymack les estaba
ofreciendo la oportunidad de beber ellos mismos para dormir para que no se quedaran
despiertos toda la noche cocinando con su fracaso. Neil supuso que era mejor que
nada, incluso si no le ayudaba en absoluto.

Wymack abrió la puerta. Dan le lanzó a su equipo una sonrisa con los labios
apretados por encima del hombro antes de llevarlos al estadio. Neil no pudo ver las
gradas hasta que estuvieron casi en el patio interior, pero el ruido que se estrelló sobre
él pareció dos veces más fuerte que nunca. El rugido se convirtió en gritos cuando los
Foxes finalmente aparecieron a la vista. Las Vixens agitaron sus pompones y saltaron
en un saludo extático. La banda de actuación de la escuela, Orange Notes, tocó la
canción de lucha de la escuela tan fuerte como pudo. De alguna manera, todavía
sonaba amortiguado por el resto del caos.

Neil miró hacia el mar naranja. Podía notar a los de afuera por las pinturas '1-2'
que llevaban en homenaje a Riko y Kevin. Los fans de los Ravens fueron incluso más
fáciles de encontrar. Habían venido todos de negro y ocupaban toda una sección
reservada directamente enfrente del banco de los Fox. Era como si un agujero negro se
hubiera tragado parte del estadio.

Con todo el ruido, Neil se perdió el anuncio que señaló la entrada de los Ravens,
pero no pudo perderse el repentino y pesado pulso de los tambores. La melodía le
pareció extrañamente familiar, pero tardó un segundo en ubicarla. Fue la música que
anunció la llegada de Riko al espectáculo de Kathy: la canción de lucha de Edgar
Allan. No era optimista y segura como cualquier otra canción que Neil solía oír en los
juegos. Era una melodía oscura y pesada, un mensaje intimidante de muerte y
dominación. Los Ravens se tomaban en serio su imagen. Neil supuso que tendrían
mucho asesoramiento intensivo en su futuro.

La reacción de la multitud fue violenta. Los estudiantes vestidos de Palmetto


corearon frases despectivas y gritaron abucheos de odio. La sección de Edgar Allan
lanzó un grito de batalla. Los fanáticos que habían viajado aquí solo para ver un buen
espectáculo vitorearon a los Ravens con tanta fuerza como lo hicieron con los Fox.
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Los equipos fueron enviados a vueltas de calentamiento, pero Wymack cedió la


corte interior al equipo Cuervo más grande. Los Foxes corrieron sus vueltas en la
propia corte, siguiendo las paredes de la corte y yendo en la dirección opuesta a sus
oponentes. Neil vio pasar a los Ravens como una interminable línea de negro y rojo en
su visión periférica, pero se negó a mirarlos. Mantuvo sus ojos en la camiseta naranja
y blanca que tenía enfrente.

Siguieron las vueltas con ejercicios, pero Moriyama solo envió a la mitad de su
equipo a la cancha. La defensa de Raven continuó corriendo vueltas mientras los siete
delanteros y los cinco distribuidores disparaban a portería. Incluso con solo
aproximadamente la mitad de su equipo en la cancha, superaban en número a los
Foxes por varios cuerpos.

Los árbitros los sacaron de la cancha mucho antes de que Neil estuviera listo
para jugar, dejando atrás solo a Dan y Riko. De alguna manera, los capitanes lograron
un apretón de manos civilizado en media cancha. El árbitro principal lanzó la moneda
y le indicó a Edgar Allan que comenzara el servicio. Se quedó donde estaba mientras
Dan y Riko abandonaban la cancha.

Moriyama y Wymack establecieron sus líneas de salida cerca de sus respectivas


puertas y esperaron. Los tres suplentes de los Foxes se fueron por la línea, rompiendo
raquetas con sus compañeros de equipo y ofreciendo sonrisas tensas y tensas.

—Para los Foxes, la alineación inicial de esta noche —dijo el locutor—.


Número dos, Kevin Day.

Cualquier otra cosa que pudiera haber dicho fue tragada por la multitud. Kevin
ignoró el rugido de éxtasis y entró en la cancha. Los nudillos de Neil estallaron cuando
apretó los dedos con más fuerza alrededor de su raqueta.

—Número diez, Neil Josten —dijo el locutor.

—Cinco puntos —dijo Wymack.

Neil suspiró y cruzó la puerta. Fue a su lugar en la línea de media cancha y se


volvió para ver cómo sus compañeros entraban a la cancha. Allison era la distribuidora
titular, y Nicky y Renee eran los defensores titulares de los Fox. Andrew fue el último
en el equipo y se acomodó en la portería.
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Neil no escuchó el nombre de Riko, pero escuchó a la multitud reaccionar. Riko


entró en la Corte de Los Foxes como si fuera el dueño del estadio. Sin embargo, en
lugar de ocupar su lugar, se detuvo al lado de Kevin. Se quitó el casco, pero los vítores
que resonaban en las paredes de la cancha ahogaron lo que estaba diciendo. Kevin se
desabrochó el casco y se lo enganchó entre los dedos mientras respondía. Riko no dijo
nada más, aparentemente contento de mirar fijamente a Kevin mientras el resto de los
Ravens entraban a la cancha.

Cuando el arquero cuervo estuvo en su lugar y los árbitros se movieron hacia las
puertas de la cancha para controlar a los equipos, Riko finalmente se movió. Neil
estaba seguro de que todos los Foxes se tensaron cuando Riko alcanzó a Kevin, pero
todo lo que Riko hizo fue pasar un brazo alrededor de los hombros de Kevin y darle un
abrazo corto.

La respuesta de la multitud fue extasiada y ensordecedora. Riko lo soltó después


de solo un segundo y caminó media cancha hasta su lugar. Kevin se quedó congelado
unos segundos más. El inconfundible choque de una raqueta contra la pared de la
cancha lo sacó de ella y Kevin se dio la vuelta para mirar a Andrew. Andrew golpeó
su raqueta contra la portería por segunda vez como advertencia. Kevin entendió la
indirecta y se puso el casco.

El árbitro principal esperó hasta que Kevin levantó su bastón en señal de


aprobación, luego caminó hacia el distribuidor de los Ravens y le entregó una pelota.
Salió de la cancha y los árbitros cerraron con cerrojo ambas puertas.

Neil cerró los ojos y respiró. Guardó todo lo que era, enterrando a su padre,
Nathaniel y los Moriyama en una caja fuerte mental para más tarde. No necesitaba ni
quería nada de eso en este momento. Todo lo que importaba era este juego: la raqueta
en sus manos, el gol de los Ravens y el reloj contando los segundos para sacar por
encima de la cabeza. No era Neil en este momento. No era nada ni nadie más que un
Fox, y tenía un juego que jugar.

El timbre sonó para comenzar el juego y Neil corrió por la cancha. Vio al
distribuidor de Raven sacar, pero no buscó la pelota hasta que alcanzó a Johnson, el
defensor. El distribuidor había servido a la pared de la cancha local. Allison fue la
única que se quedó quieta el tiempo suficiente para mirarlo, y lo enganchó en el
rebote. Le arrojó la pelota a Andrew, quien la golpeó hasta el final de la cancha. Neil y
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Kevin se abrieron paso más arriba en la cancha, corriendo a los defensores hacia la
pelota.

Kevin se enfrentó a Jean. Jean era el defensor más fuerte de los Ravens, pero
Neil estaba más preocupado por el efecto psicológico que podría tener sobre Kevin.

Jean era más alto que Kevin, no mucho, pero lo suficiente como para atrapar la
pelota primero. Kevin golpeó su palo para luchar contra él por la posesión. El fuerte
crujido resonó en las paredes mientras luchaban entre sí. Los Foxes y los Ravens
gritaron aliento desde la cancha. Kevin cambió de táctica y golpeó a Jean con un
hombro lo suficientemente fuerte como para hacerlo tropezar. La pelota finalmente se
soltó de la raqueta de Jean. Kevin no tuvo tiempo de apuntar con Jean en la cara, pero
de todos modos lanzó el balón al arco. Apenas había dejado su red cuando Jean lo
detuvo lo suficientemente fuerte como para derribarlo.

La pelota golpeó la pared y rebotó en dirección a Neil. Neil pasó por delante de
Johnson para atraparlo, y Johnson fue directo a su raqueta. Reprimió el palo de Neil
con tanta fuerza que lo sacudió hasta los codos y, en el mismo movimiento, se estrelló
contra Neil para alejarlo de la pelota. Neil tropezó en una búsqueda desesperada de
equilibrio. Johnson giró su bastón alrededor del de Neil en un movimiento rápido
como un rayo y dio una fuerte sacudida. Un rayo de dolor ardiente atravesó la muñeca
derecha de Neil. Soltó su raqueta instintivamente y Johnson salió corriendo tras la
pelota.

Neil le dio a su mano un fuerte apretón y lo persiguió. Johnson tenía una


pequeña ventaja, pero Neil era más rápido. Johnson atrapó la pelota y levantó su
raqueta para lanzarla, y Neil no trató de reducir la velocidad. Chocó contra Johnson lo
suficientemente fuerte como para derribarlos a ambos. Neil cayó al suelo y usó su
impulso para ponerse de pie. Ignoró la amenaza gruñona de Johnson a favor de
localizar la pelota. Se había quedado muy lejos de su objetivo previsto. Allison y su
distribuidor luchaban entre sí por ello. El distribuidor de los Ravens ganó y lanzó la
pelota por la cancha.

Neil casi la pierde de vista cuando se disparó entre los delanteros de los Ravens.
Fue a Riko, luego al distribuidor, luego al otro delantero, y de nuevo a Riko en el
momento exacto en que superó a Nicky. Riko se movió como un borrón y la portería
se iluminó en rojo. El timbre sonó para señalar el punto y la multitud gritó.
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Los Ravens regresaron a sus puntos de partida con gritos triunfantes. Los Foxes
reaccionaron más lentamente, y Neil no se movió hasta que vio a Andrew moverse.
Andrew estaba medio vuelto mientras miraba la pared roja detrás de él. Llevaban sólo
dos minutos de la primera mitad; nadie nunca había anotado en el arco de Andrew tan
rápidamente.

Andrew esperó hasta que el resplandor se desvaneció por completo antes de


volver a mirar hacia adelante. Neil esperaba que la pérdida lo motivara. Andrew
todavía estaba afectado por los restos de su medicina y no comenzaría a desvanecerse
hasta dentro de quince minutos más o menos. Probablemente pensó que era divertido
que le anotaran tan rápido, pero existía la mínima posibilidad de que se animara y
ahora viera a los Ravens como un desafío interesante.

—Vamos —gritó el distribuidor, y Neil se acercó obedientemente a la línea de


media cancha.

El timbre hizo que se movieran de nuevo, y los equipos chocaron entre sí una
vez más. Los Foxes estaban un poco conmovidos por haber sido anotados tan rápido.
Lucharon más duro, pero no fue suficiente. Cinco minutos después, Riko volvió a
marcar.

—Esto es humillante —dijo el otro delantero del Raven mientras pasaba por
delante de Neil hacia la mitad de la cancha—. No puedo creer que estemos perdiendo
el tiempo aquí.

Neil contempló lanzar su raqueta a la cabeza del hombre, pero no podía apartar
los ojos de Riko. Riko no regresaba a su lugar de partida, sino que se dirigía hacia
Andrew. Andrew se movió para encontrarse con él y se enfrentaron el uno al otro con
solo la línea de gol entre ellos. Andrew rechazó lo que le dijo Riko con un movimiento
descuidado de la mano, pero Riko no se fue. Los árbitros les dieron un par de
segundos para hablar y luego golpearon la puerta de la cancha a modo de advertencia.
Riko finalmente se dio la vuelta y se colocó en su lugar para la siguiente jugada.

Los Foxes empujaron hacia arriba lo más rápido y lejos que pudieron, pero los
Ravens los empujaron hacia atrás. Neil solo pudo ver cómo la pelota regresaba a la
línea ofensiva de los Ravens. Su estómago se hizo añicos mientras veía a los
delanteros pasarse la pelota unos a otros. Riko la agarró y disparó al arco. Los
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hombros de Neil se tensaron en preparación para otro punto perdido, pero Andrew
lanzó el balón lejos de su portería tan fuerte como pudo. Neil usó su intensa oleada de
alivio como combustible adicional para perseguir la pelota.

Los Ravens no volvieron a anotar hasta dentro de quince minutos, pero no fue
por falta de intentos. Eran mucho mejores que los Foxes que Neil no pudo evitar
sentirse humillado. Esto fue peor que la fuerza bruta de Breckenridge. Los Ravens
hacían que los Foxes parecieran niños torpes. Riko era simplemente demasiado rápido
para que Nicky pudiera competir con él. Podía atrapar y pasar con un simple
movimiento, y su puntería era tremendamente precisa sin importar lo rápido que se
moviera. La única razón por la que los Foxes no estaban siendo completamente
masacrados era porque Andrew tenía su objetivo, pero pronto comenzaría a pasar por
la abstinencia.

Después del tercer gol, los Ravens enviaron dos cambios: un delantero para
reemplazar al compañero de Riko y un nuevo distribuidor. Wymack aprovechó el
descanso para enviar a Matt y Aaron por Nicky y Renee. A pesar del marcador, Matt
sonreía cuando se detuvo en la primera y cuarta línea. Estaba listo para marcar a Riko
y parecía ansioso por una pelea. Neil estaba frustrado por cómo iba el juego, pero la
obvia emoción de Matt fue casi suficiente para hacerlo sonreír.

Matt era el Fox más fuerte y Aaron podía superar a Nicky cualquier día. Su
llegada a la cancha marcó una diferencia inmediata y los Foxes finalmente
comenzaron a mantenerse firmes. Los Ravens no esperaban eso, a juzgar por el giro
agresivo que tomó el juego. Neil no se sorprendió en absoluto de que las peleas
comenzaran con Riko y Matt.

Riko casi pasa a Matt para un tiro a puerta, pero Matt se torció en un
movimiento imposible y usó su cuerpo como un ariete. Chocaron con un estruendo tan
fuerte que Neil se encogió de dolor por la simpatía. Se olvidó de ellos un segundo
después cuando vio lo que estaba haciendo Andrew.

No estaba en contra de las reglas que los porteros abandonaran sus porterías,
pero era muy poco aconsejable teniendo en cuenta lo grandes que eran sus porterías y
la velocidad a la que se podía mover una pelota. Un portero solo lo arriesgaba en casos
extremos. Aparentemente, esta noche fue una de esas noches, porque Andrew se
estaba moviendo antes de que Matt y Riko llegaran al suelo. Aaron, el otro delantero,
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y ambos distribuidores corrían por la pelota, pero Andrew estaba más cerca y era más
rápido.

La raqueta de un portero era plana, destinada a desviar una pelota en lugar de


atraparla, por lo que Andrew no podía levantar la pelota. Sin embargo, sabía cómo
redirigirlo y le dio a la pelota un golpe corto y feroz. Primero golpeó el suelo, luego la
pared y rebotó alto. Andrew despejó todo el camino hasta sus delanteros con un fuerte
movimiento. Neil solo necesitó un segundo para darse cuenta de que Andrew se la
estaba enviando, y su corazón latía con salvaje triunfo.

Jean y Johnson habían empujado a Kevin y Neil hasta la mitad de la cancha.


Con tanto espacio abierto, Neil podía dejar atrás a cualquiera. No importaba que
comenzara con Johnson a sus espaldas o que Johnson fuera mejor que él. Neil tenía
mucho espacio para correr y era el jugador más rápido del juego. Estaba dos pasos por
delante de Johnson antes de pasar la cuarta línea lejana y había ampliado la brecha a
seis cuando atrapó la pelota.

Dejó un segundo para buscar a Kevin y uno más para calcular su tiro. En su
décimo paso disparó el balón a la pared de la portería visitante. Todas esas largas
noches aprendiendo ejercicios de Raven con Kevin tuvieron que dar sus frutos aquí. El
rebote perfecto no se trataba solo de llevar la pelota a la raqueta correcta; estaba
llegando en el ángulo correcto para que Kevin no tuviera que apuntar. Kevin solo tuvo
que volver a colocar la raqueta en el gancho y disparar de inmediato. Era el mismo
truco que los delanteros de los Ravens habían estado haciendo toda la noche, pero los
Ravens no estaban listos para verlo de Kevin y Neil. Jean y el portero pensaron que
tenían más tiempo para reaccionar, pero Kevin no estaba esperando. La portería de
Raven se iluminó en rojo cuando Kevin golpeó la pelota contra ella.

La reacción de las gradas fue tan salvaje que casi ahogó el grito emocionado de
Matt. Neil vio a los sumisos Foxes y a las Vixens celebrando en el borde de su visión,
pero no podía apartar los ojos de Kevin para mirarlos. Él y Kevin se encontraron en su
camino de regreso a la mitad de la cancha y golpearon sus palos juntos casi lo
suficientemente fuerte como para lastimar. La sonrisa de Kevin fue fugaz pero feroz.
No dijo nada, pero no tenía por qué hacerlo. Era la primera señal de aprobación que
Neil había recibido de él desde que se conocieron y Neil lo sintió como un impulso de
adrenalina.
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Finalmente cambiar al marcador revitalizó a todo el equipo. La próxima vez que


Riko disparó a puerta, Matt lo derribó. Un par de segundos más tarde estaban peleando
y el juego se detuvo cuando los árbitros corrieron para romperlo. Matt recibió una
tarjeta amarilla por lanzar el primer golpe, pero la mirada furiosa en su rostro dijo que
Riko comenzó la pelea. Neil no sabía qué dijo Riko para enfurecer a Matt, pero no
podía creer que Matt dejara que su temperamento se apoderara de él. Una falta le dio a
Riko un tiro penal. Los equipos se alinearon para ver cómo sucedía, y Andrew falló
por media pulgada.

La deportividad del juego murió con ese disparo. Neil perdió la cuenta de
cuántas veces alguien golpeó el suelo en los últimos veinte minutos de la mitad. Para
cuando Neil recibió un codazo en la cara en el minuto cuarenta y cuatro, todos los
jugadores en la cancha tenían una tarjeta amarilla y un Cuervo había sido expulsado
con una tarjeta roja.

El árbitro que cargó a Johnson llamó a Abby a la cancha cuando vio la sangre en
el rostro de Neil. Los cascos de Exy tenían escudos protectores para cubrir los ojos y
la nariz de los jugadores, pero Johnson se colocó debajo con un movimiento
ascendente. Los guantes de Neil eran demasiado voluminosos para hacer mucho más
que manchar el desorden, pero Abby trajo una gasa con ella. Su expresión tensa estaba
completamente en desacuerdo con el cuidado con que le limpiaba la cara. Este era su
quinto viaje a la cancha hasta ahora y no estaba contenta con lo violento que se estaba
volviendo el juego.

—Él podría haberte roto la nariz con un golpe como ese —dijo Abby mientras
se secaba la sangre del labio superior.

—Pero no lo hizo —dijo Neil—. ¿Puedo jugar ahora?'

—Los árbitros no te dejarán jugar si te sangra la cara —dijo Abby, sin prisas por
su evidente impaciencia. Ella curvó sus dedos alrededor de su barbilla e inclinó su
cabeza de una manera u otra. Neil sintió un hilo de sangre y lo olió. El amargo calor
era una quemadura familiar en su lengua. Abby no parecía convencida, así que Neil
volvió a olisquear. Finalmente suspiró y le dio una palmadita alentadora a su casco.

—Te veré de nuevo en un minuto —dijo, y siguió al árbitro fuera de la cancha.


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Todos los demás ya estaban preparados para el tiro penal de Neil, por lo que
Neil tomó su lugar y atrapó la pelota que le lanzó el distribuidor Cuervo. A Neil le
gustaban los penaltis porque eran puntos fáciles, pero como eran fáciles, por lo general
encontraba menos satisfacción en ellos. Contra los Ravens tomaría lo que pudiera
conseguir. Era solo él, el portero y un gol de gran tamaño. Solo se le permitieron dos
pasos para tomar impulso, pero Neil no los dio. Hizo una finta y disparó el balón
contra la esquina inferior de la portería. Matt golpeó su hombro lo suficientemente
fuerte como para hacer que la nariz de Neil sangrara nuevamente.

—Tal vez deberías aplastarte la cara un par de veces más si eso significa que
puedes anotar —dijo Matt.

—No soy un fanático de esa estrategia —respondió Neil.

Matt se rió y corrió hasta el primero y cuarto. El último minuto de la primera


parte terminó en un santiamén y los equipos abandonaron la cancha ante los gritos de
una multitud alborotada. Neil volvió a mirar el marcador mientras seguía a sus
compañeros de equipo al vestuario. Estaban parados en seis-tres, un comienzo
asombroso considerando a quién se enfrentaban, pero una puntuación imposible de
remontar.

La segunda mitad fue una caída hacia abajo. Los Foxes estaban en su segundo
aire contra una alineación completamente nueva y Andrew no pudo mantenerse firme
por mucho más tiempo. Neil supo que lo estaban perdiendo la primera vez que vio a
Andrew tropezar. Podría haber sido que Andrew simplemente se estaba moviendo
demasiado rápido en un esfuerzo por despejar la pelota, pero Neil lo conocía. Andrew
estaba perdiendo fuerza rápidamente. Era temprano para que se pusiera así de
enfermo, pero los Ravens estaban acelerando el proceso haciéndolo caer al suelo.

Neil deseó por un momento que Andrew hubiera tomado sus drogas esta noche.
Descartó ese pensamiento tan rápido como llegó. Andrew con sus drogas tendría más
energía, pero también sería infinitamente menos confiable. Andrew estaba pasando
por esto porque sabía que esta era la única forma en que realmente jugaría para ellos.
Neil estaba agradecido e irritado a partes iguales. Este último fue autodirigido; Neil no
era lo suficientemente bueno para hacer que ese sacrificio valiera la pena y odiaba
sentirse incompetente. No importa cuánto empujara, no podía hacer suficiente
diferencia.
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El juego terminó en trece-seis: la mayor cantidad de goles que alguien le había


quitado a Andrew y la peor brecha de puntos que los Foxes habían visto en tres años.
La reacción de decepción de las gradas era esperada y comprensible, pero Neil apenas
la escuchó a través del zumbido en sus oídos. El corazón de Neil latía tan
violentamente que estaba seguro de que tenía cardenales en los pulmones. Cada
aliento que lograba tomar le abría la garganta como un cuchillo. La única fuerza que le
quedaba la puso en sujetar su raqueta.

Neil quería cruzar la cancha hacia sus compañeros de equipo, pero no confiaba
en sí mismo para moverse. Kevin y él acababan de correr dos mitades completas
contra la defensa de los Ravens. Pensó que era un milagro que todavía estuviera de
pie. Sintió sus piernas solo en destellos. Un segundo estaban en llamas; al siguiente se
habían ido por completo. Neil miró a sus pies para asegurarse de que todavía estaban
allí y parpadeó para quitar las sombras de sus ojos.

El rugido fuera de la cancha se convirtió en gritos febriles lo suficientemente


agudos como para romper el agotamiento de Neil. Miró hacia arriba, preguntándose
qué se había perdido, y miró al otro lado de la cancha. Las manos de Andrew flotaban
vacías frente a él y su raqueta estaba en el suelo a sus pies. Mientras Neil miraba,
Andrew se inclinó para recoger su raqueta. O intentar hacerlo. Sólo la sostuvo unos
centímetros sobre el suelo antes de perderla de nuevo.

Le recordó a Neil su primera práctica juntos, cuando Neil casi se desploma los
brazos jugando contra Andrew. Miró el marcador. Los Ravens habían realizado ciento
cincuenta tiros a puerta increíbles; era increíble que Andrew solo hubiera fallado en
parar a trece de ellos. Miró hacia atrás mientras Andrew intentaba de nuevo tomar su
raqueta. A Andrew no le fue mejor esta vez, así que se rindió y se sentó pesadamente a
su lado.

Las puertas de la corte se abrieron y los suplentes entraron. Abby y Wymack


salieron a la puerta para ver a su equipo. Los suplentes se dirigían hacia la meta, como
se había convertido en una tradición desde que Andrew comenzó a jugar mitades
completas, por lo que Neil dio un par de pasos vacilantes en esa dirección. No llegó
muy lejos antes de que Kevin apareciera a su lado.

Kevin no dijo nada, pero apoyó la raqueta en un hombro y acompañó a Neil por
la corte. Fueron los últimos en llegar al grupo de los Foxes, pero sus compañeros de
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equipo les dejaron espacio fácilmente. Neil respondió a las cansadas sonrisas que se le
dirigieron con una exhausta. Kevin solo tenía ojos para Andrew cuando se agachó
frente al portero derribado.

—Entonces —dijo Kevin—, ¿te divertiste?'

Andrew estaba demasiado cansado para poner calor en sus palabras. —Eres
despreciable, Kevin Day. No sé por qué te mantengo cerca.

—Foxes —dijo Riko mientras los Ravens se acercaban a sus espaldas. Todos
los Foxes, excepto Kevin, se volvieron hacia él—. Admito que no sé qué hacer ahora.
No puedo agradecerles por el juego de la noche porque no puedo llamar a esta debacle
un juego. Pensé que sabía qué esperar cuando viniéramos aquí esta noche, pero
todavía me siento avergonzado por ti. Has caído muy bajo, Kevin. Deberías haberte
quedado abajo y habernos ahorrado la molestia de obligarte a volver a arrodillarte.

—Estoy satisfecho —dijo Kevin. Fue la última respuesta que cualquiera de los
Foxes esperaba de él. Se olvidaron de Riko a favor de mirar boquiabiertos a Kevin—.
No con su puntuación o actuación, sino con su espíritu. Yo tenía razón. Aquí hay más
que suficiente para trabajar.

—¿Cuántas pelotas te golpearon el casco? —preguntó un cuervo.

Kevin se limitó a sonreír, lento, seguro y complacido, y le ofreció una mano a


Andrew. Andrew lo miró, luego a Kevin y dejó que Kevin lo ayudara a levantarse.
Renee estaba lista cuando Kevin la soltó y rodeó a Andrew con sus brazos en un
abrazo feroz. Tenía que ser incómodo con toda la armadura que Andrew todavía
llevaba, pero le dio a Andrew un par de segundos para encontrar el equilibrio. Kevin
distrajo a los Ravens de la inestabilidad de Andrew enfrentándolos.

—Gracias por el juego de esta noche —dijo—. Los volveremos a ver en


semifinales. Será una revancha interesante, lo prometo.

Riko no esperaba esa tranquila confianza después de los horribles resultados de


esta noche.

—Un hombre no puede llevarte tan lejos —dijo, sonando dividido entre la
incredulidad y el disgusto—. Incluso tú no eres tan estúpido como para creer eso.
Deberías rendirte ahora.
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Era una amenaza, no un consejo amistoso, pero Kevin dijo: —Uno es suficiente
para empezar.

—Gracias por nada y buenas noches —dijo Dan—. Nos vamos de aquí.

Los Foxes salieron de la corte ante los gritos de una multitud todavía irritada.
Wymack estaba hablando con un par de periodistas, pero se excusó a su llegada.
Renee y Andrew no estaban esperando a que los alcanzara. Renee todavía tenía un
brazo alrededor del hombro de Andrew y lo impulsó hacia el vestuario tan rápido
como pudo sin ser obvio al respecto.

El resto de los Foxes se quedaron atrás, saludando a las cámaras y a la multitud.


Habían perdido, pero fueron animados por la evaluación de Kevin y el apoyo
incansable de sus fanáticos. Finalmente, Wymack los llevó a todos al vestuario. Renee
estaba esperando en el vestíbulo, pero Andrew no estaba a la vista. Neil asumió que
estaba vomitando en el baño.

Wymack cerró la puerta detrás de ellos, comprándoles un minuto o dos antes de


que la prensa llegara en busca de comentarios y los enfrentara.

—Cuando les dije en junio que se enfrentarían a Edgar Allan en su corte,


dijeron que no había forma de que pudieran hacerlo. Pero se enfrentaron a ellos esta
noche y no dejaron que los empujaran. Le quitaron seis puntos al primer equipo
clasificado de la nación. Deberían estar muy orgullosos de ustedes mismos en este
momento.

—¿Orgulloso de ese lío? —Aaron preguntó, cansado y molesto—. Fuimos


destruidos.

—Me alegro de que haya terminado —dijo Nicky—. Son aterradores.

—Estoy orgullosa —dijo Allison, ganándose una mirada de sorpresa de Nicky y


una media sonrisa de Wymack. Le dio una mueca condescendiente a Aaron, luciendo
más como ella misma que desde que Seth murió—. Esta es solo tu segunda temporada
con nosotros. No esperaría que entendieras lo que significa un juego como este.

Dan asintió.
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—Allison tiene razón. Perder duele, pero no es una pérdida total. El año pasado
no hubiéramos logrado ni un solo punto en su contra. Esto es lo más fuerte que hemos
sido, y solo podemos mejorar desde aquí. Kevin ya lo dijo: cuando nos enfrentemos a
los Ravens en semifinales los vamos a derribar un par de clavijas.

—Bien dicho —dijo Wymack—. ¿Kevin? ¿Neil?

—¿Veintiséis millas? —Neil adivinó.

—Tengo algo mejor en mente. A partir de la próxima semana, todos finalmente


regresaron a sus lugares adecuados. Si ustedes dos pueden correr un juego completo
contra Edgar Allan, están listos para enfrentar el resto de la temporada solos. Todos
los demás: gracias por su paciencia y cooperación mientras Kevin y Neil se adaptaban.
Renee especialmente, has sido una deportista genial este año. Bienvenida de nuevo a
la portería.

El salvaje grito de Dan ahogó la respuesta más modesta de Renee. Matt le dio a
Renee un abrazo triunfal, y Allison le dio una palmada en el hombro en una tranquila
pero feroz muestra de apoyo. Neil no estaba seguro de que él y Kevin no
decepcionarían a los demás en las próximas semanas, pero no podía apoyarse en sus
compañeros de equipo para siempre. Habían pasado la mitad de la temporada con una
alineación arruinada. Kevin y él habían estado jugando tramos más largos cada
semana en preparación para el juego de esta noche. Ahora era el momento de que
recuperaran la línea ofensiva y corrieran con ella.

—Repasaremos los detalles del juego de esta noche el lunes por la mañana —
dijo Wymack—. Reúnanse aquí en lugar de en el gimnasio. Dan y Kevin, están en
servicio de prensa. El resto de ustedes dejen de ladrar y lávense para que podamos
beber. Asegúrese de llevar todo lo importante a casa esta noche. Tengo un equipo de
limpieza que vendrá mañana para eliminar el hedor de Cuervo de nuestra cancha.
Vámonos de aquí y emborrachémonos.

Estaban agotados, doloridos y más que un poco decepcionados por su derrota,


pero los Foxes dejaron el estadio sintiéndose campeones.
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9
Los Foxes salieron de la casa de Abby antes del mediodía del día siguiente, pero
el grupo de Andrew no regresó al dormitorio. En su lugar, salieron a almorzar
temprano. Aaron, Nicky y Kevin tenían demasiada resaca para comer mucho y se
conformaron con llevar la comida por los platos. Andrew era ajeno y no simpatizaba
con su difícil situación. Para cuando se fueron, los tres parecían un poco más
tranquilos, así que Nicky los llevó a una tienda de fiestas a quince minutos del
campus.

Halloween cayó un martes este año, lo que significa que Eden's Twilight tenía
un evento el viernes anterior. Neil lo sabía solo porque Nicky había estado hablando
de eso sin parar durante más de una semana, pero en realidad no esperaba que fueran.
Por un lado, tuvieron un juego ese viernes. Por otro lado, eran demasiado mayores
para celebrar una festividad tan infantil. Andrew y Aaron cumplieron diecinueve
durante otro mes, Kevin veinte y Nicky veintitrés. Aparentemente, Neil sobreestimó
su nivel de madurez.

—Somos un poco mayores para los disfraces, ¿no te parece? —Neil preguntó
mientras salía del auto.

—Es de mala educación ir a una fiesta de Halloween sin disfraz, Neil —dijo
Nicky—. Además, los camareros dan una ronda gratis a cualquiera que venga
disfrazado.

—No bebo —dijo Neil.

—Entonces dame tu bebida, niño tacaño —dijo Nicky—. Sé que dijiste que
nunca volverías a comprar con nosotros, pero te estamos haciendo un gran favor al
arrastrarte. No confiarías en mí para elegir tu disfraz, ¿verdad? Probablemente te haría
una sirvienta francesa o algo así. Venga.

El frente de la tienda estaba repleto de decoraciones, desde paquetes de


telarañas hasta vasos de chupito con forma de calavera y adhesivos para ventanas
fantasma. Un cuervo animatrónicas batió sus alas y graznó a Neil mientras se
acercaba. Lo empujó hacia la parte posterior del estante y colocó un cráneo de espuma
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de poliestireno reluciente frente a él. Graznó una vez más por el manejo brusco, pero
el sonido fue amortiguado.

Neil pasó filas de pelucas, máscaras y un estante entero de pintura facial y


maquillaje llamativo. Toda la mitad trasera de la tienda estaba dedicada a los disfraces.
Los cinco hombres se esparcieron entre los estantes para registrar. Neil dudaba que
encontrara algo, pero tenía la curiosidad suficiente para mirar. No podía creer cuántas
opciones había, incluso si algunas de ellas rayaban en lo ridículo.

—La gente realmente no usa estos, ¿verdad? —Neil preguntó después de pasar
una caja de cereal y una esponja gigante. Nicky le lanzó una mirada curiosa, así que
Neil sacó el siguiente del estante. Era un cartón de leche con un recorte para la cara
del usuario y un atrevido “¿Me has visto?” impreso debajo de él.

—Oh, eso es perfecto, Neil —dijo Andrew. Neil le lanzó una mirada asesina.
Andrew se rió y levantó un disfraz jaspeado—. ¡Nicky! ¡Mira! Una vaca. Creo que
deberías ser esto.

—Tetas de vaca —dijo Nicky, señalando la ubre de goma con disgusto—. Al


menos déjame ser un toro. O Matt. Misma diferencia, ¿verdad? Dan tiene mucha
suerte.

—Voy a fingir que no te conozco —dijo Aaron.

—¿Qué más hay de nuevo? —Nicky preguntó alegremente.

—Date prisa y encuentra algo. No quiero pasarme todo el día comprando.

—¿Tienes que estar en algún lugar?

—Tengo un trabajo para el lunes.

—Hazlo mañana —dijo Nicky—. Se supone que los sábados son holgazanes.

—Esa actitud es la razón por la que tus notas son tan terribles —dijo Aaron.

Nicky murmuró en voz baja mientras volvía su atención a los disfraces. Kevin
sacó algo largo y oscuro del perchero más cercano a él y fue al frente para mirar las
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decoraciones. Andrew observó para asegurarse de que no se fuera muy lejos y luego
volvió a su búsqueda.

El teléfono de Neil zumbó en su bolsillo, y Neil lo sacó para encontrar un


mensaje de Dan: "¿dónde están?". Neil marcó el nombre de la tienda y Dan respondió
casi de inmediato: "importante, txt cuando vuelvan".

Neil cerró su teléfono, pero tardó en guardarlo. Preguntarse por Dan le hizo
pensar en el juego de anoche. Neil tenía una idea, pero ya podía adivinar cómo la
tomarían los demás. Sus posibilidades de ganar este argumento eran escasas o nulas,
pero Neil tenía que intentarlo. Se guardó el teléfono en el bolsillo y miró hacia arriba.
Andrew estaba quitando los disfraces de sus perchas y tirándolos al suelo.

—Deberíamos invitar a los demás a que nos acompañen —dijo Neil.

Nicky se volvió para mirar a Neil. —¿Qué?

—No —dijo Aaron—. No salimos con ellos.

—Los necesitamos —dijo Neil, sin apartar los ojos de Andrew. Andrew no
había disminuido la velocidad, pero Neil sabía que estaba escuchando—. El talento
por sí solo no nos llevará a semifinales. Si eso fuera suficiente, lo habrías logrado el
año pasado. Tienes que dejar de romper este equipo por la mitad.

—No tengo que hacer nada —dijo Andrew.

—No te estoy pidiendo que seas su amigo —dijo Neil—. Te estoy pidiendo que
cedas una pulgada.

—Dales una pulgada y se llevarán una milla —dijo Aaron.

—¿De verdad crees que son lo suficientemente fuertes como para tomar una
milla de Andrew? ¿Crees que los dejaría? —Neil negó con la cabeza cuando Aaron
comenzó a discutir de nuevo—. Kevin le dijo a Riko que los volveríamos a ver en
semifinales. Me gustaría que actuemos juntos antes de la revancha, ¿a ti no? No
podemos hacer eso hasta que nos respetemos y nos entendamos. Bien podríamos
empezar ahora, con esto.

—Dudo que estén de acuerdo incluso si los invitamos —dijo Nicky—. En cierto
modo quemamos ese puente el año pasado.
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—Te refieres a Matt —dijo Neil, mirando entre los tres. La mirada de Nicky se
apartó, por lo que Neil miró a Andrew de nuevo—. Abby lo mencionó mi primera
noche aquí. Ella no quería que me hicieras lo que le hiciste a él. Cuando el entrenador
te gritó después, dijiste que era diferente. Entonces, ¿qué pasó con Matt?

—Pregúntale a él —dijo Andrew.

—Te estoy preguntando a ti.

—Prefiero escuchar cómo lo cuenta —dijo Andrew. Se colgó un traje de preso a


rayas sobre un hombro y pasó junto a Neil en su camino hacia el frente de la tienda.
Cuando Neil empezó a discutir, Andrew le pasó un dedo por la barbilla y le obligó a
cerrar la boca de nuevo con un suave tirón de la mano—. Pregúntale y luego dile a los
entrometidos que vengan si se atreven.

Nicky se quedó boquiabierto. —Espera, ¿hablas en serio?

La sonrisa de Andrew fue amplia y compasiva. Continuó como si no hubiera


escuchado a Nicky.

—No hará una diferencia a largo plazo, pero descúbrelo por ti mismo.

Nicky y Aaron intercambiaron una mirada de desconcierto cuando Andrew se


fue. Nicky inclinó la cabeza en una pregunta silenciosa, como asegurándose de que no
se lo había imaginado. Aaron solo negó con la cabeza. Nicky se frotó la nuca, miró a
Andrew una vez más y volvió a su búsqueda. Neil tampoco sabía qué pensar del fácil
acuerdo de Andrew, pero no iba a cuestionarlo.

Los demás encontraron sus disfraces mucho antes de que Neil eligiera algo por
sí mismo. Nicky no tardó en darse cuenta de que Neil se estaba estancando. Apartó las
manos de Neil del estante con un profundo suspiro.

—No importa. Encontraré algo para ti.

—Me disfrazaré de estudiante universitario —dijo Neil.

—No —respondió Nicky y empujó un par de perchas—. Vas a ser un vaquero


zombie.

—Te lo estás inventando.


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—Shhhh. —Nicky sacó un disfraz del perchero y se lo puso sobre un brazo—.


A veces es absolutamente imposible soportarte. Podría prohibirte que vuelvas a
comprar con nosotros.

—Intenté prohibirme a mí mismo la última vez —dijo Neil—. Obviamente no


funcionó.

Trató de recuperar su disfraz en la caja registradora, pero Nicky le dio una


patada en la espinilla y lo tiró sobre la cinta transportadora con el de los demás. Aaron
arrojó un par de frascos de pintura facial y sangre falsa encima. Nicky dividió las
maletas entre él y Aaron cuando se dirigían al coche. Cuando Neil estuvo seguro de
que se dirigían de regreso al campus, le envió un mensaje de texto a Dan con una
advertencia de diez minutos.

Encontrar un lugar para estacionar en Fox Tower un sábado por la tarde fue
complicado. Terminaron en un estacionamiento en la calle a una corta distancia.
Subieron las escaleras hasta el tercer piso y Nicky agarró a Neil cuando Neil continuó
pasando por la habitación de los primos.

—¿A dónde vas? Tienes que probarte esto.

—Estoy hablando con Dan —dijo Neil—. Me envió un mensaje antes para decir
que algo estaba pasando.

—¿Usó puntuación? —preguntó Nicky.

—Estoy convencido de que nunca lo hace.

—Lo hace cuando está enojada —dijo Nicky—. Piensa que le da más énfasis a
sus palabras o algo así. ¿Lo hizo? —Esperó mientras Neil revisaba su teléfono, luego
tiró de la camisa de Neil nuevamente cuando Neil negó con la cabeza—. Bien,
entonces puede esperar. Venga. Esto solo tomará un par de minutos.

—Y esto también —dijo Neil, soltándose de Nicky y yendo a la puerta de al


lado.

Dan respondió a su llamada casi de inmediato. En lugar de invitarlo a entrar,


salió al pasillo con él y cerró la puerta casi completamente detrás de ella. Miró de Neil
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a Nicky, que estaba esperando como si pensara que Neil realmente no vendría
después, y luego a la puerta abierta de los primos.

—Cierra eso —dijo ella. Nicky frunció el ceño, pero hizo lo que le dijeron. Dan
esperó hasta que el pestillo hizo clic antes de volver a hablar—. Tenemos un visitante.
Vino hace un rato buscando a Andrew. Lo envié al café de la biblioteca a esperar y lo
llamé cuando Neil dijo que estabas en el camino de regreso. Me sorprende que aún no
haya regresado.

—¿Alguien importante? —preguntó Nicky.

—Si. —Dan vaciló cuando sonó el ascensor. Neil y Nicky se volvieron y vieron
a un extraño entrar en el pasillo. Neil se tensó. El extraño estaba vestido con jeans y
una camisa informal abotonada, pero tenía la arrogancia de un policía cuando se
acercó a ellos. Dan levantó la voz a modo de saludo y presentación—. Este es el
oficial Higgins del Departamento de Policía de Oakland.

—Wow. —Nicky levantó las manos como si pudiera apartar a Higgins—.


Espere. Oakland en California, ¿verdad? Estás fuera de tu jurisdicción.

La boca de Higgins se torció en una media sonrisa que no tranquilizó a ninguno


de ellos.

—No estoy aquí por asuntos oficiales. No todavía, de todos modos. Solo quiero
hablar con Andrew donde no pueda colgarme. Es importante. ¿Él está aquí?

Dan hizo un gesto a la puerta de al lado y se acercó a Neil. Nicky se movió


como si quisiera lanzarse entre Higgins y sus primos, pero dudó demasiado. Higgins
llamó con fuerza a la puerta y esperó. Neil no quería acercarse más a Higgins de lo
que ya estaba, pero no podía ver la puerta de Andrew lo suficientemente bien desde
allí. Mantuvo sus ojos en Higgins mientras avanzaba por el pasillo. Higgins miró hacia
atrás al movimiento, pero la puerta que se abría lo distrajo.

Como era de esperar, fue Andrew quien investigó el golpe autorizado. Solo
consiguió abrir la puerta hasta la mitad antes de darse cuenta de quién estaba parado
en el pasillo. Neil escuchó el pomo de la puerta crujir en advertencia cuando Andrew
lo giró más de lo que debía. Fue una revelación sorprendente considerando la amplia
sonrisa de Andrew y el tono alegre de su voz.
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—Oh, debo estar imaginando cosas. Cerdo Higgins, estás muy, muy lejos de
casa.

—Andrew —dijo Higgins—. Necesitamos hablar.

—Hablamos, ¿recuerdas? —Andrew dijo—. Te dije que no me molestaras.

—Dijiste que no te llamara —dijo Higgins—. Dame unos minutos, ¿por los
viejos tiempos? Vine hasta aquí para verte. ¿No me da eso algún tipo de
consideración?

Andrew negó con la cabeza con una risa.

—No viniste aquí por mí. Viniste a una cacería de brujas con la que ya dije que
no te ayudaría. Dame una buena razón para no cortarte el cuello, ¿quieres?

Dan siseó en voz baja, pero Higgins no pareció inmutarse por la amenaza.

—Estaba equivocado. Ahora lo sé. La investigación sobre él no arrojó nada.

—Te lo advertí —dijo Andrew, indiferente.

Higgins extendió una mano como si pensara que Andrew le cerraría la puerta en
la cara. —Estábamos mirando a la persona equivocada, ¿no? Creo que lo hice bien
esta vez, pero no puedo hacer nada sin un testigo quejándose. Los otros niños no
hablarán. Ellos no confían lo suficiente en mí. Eres todo lo que tengo.

Eso llamó la atención de Andrew.

—¿Niños? Niños, plural. Solo mencionaste uno la última vez, cerdo. ¿De
cuántos estás hablando? ¿Cuántos ha tenido?

—No te importaría el número a menos que realmente hubiera algo allí para que
yo lo encontrara —dijo Higgins, tranquilo y acusado—. Sólo sí o no, Andrew. Eso es
todo lo que quiero. Eso es todo lo que necesito ahora mismo. Te daré un nombre, tú
me dará una respuesta y te prometo que me iré.

—Lo prometes. —Andrew parecía muy entretenido con la idea—. Romperás


esa promesa dentro de una semana, cerdo. No finjas lo contrario. ¿Tengo que
acompañarte para asegurarme de que te vayas o.?.?
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—Drake —dijo Higgins.

Andrew se calló. Higgins estiró aún más la mano, preparándose para una
reacción violenta, y miró a Andrew mientras esperaba. Andrew guardó silencio, pero
no por mucho tiempo. Sus drogas no le dejarían quedarse quieto más de unos
segundos.

—¿Cuántos niños, cerdo?

—Seis después de ti —dijo Higgins.

Andrew empujó la puerta aún más y salió, casi empujando a Higgins a un lado
en su camino hacia las escaleras. Higgins lo siguió y la puerta de la escalera se cerró
de golpe tras ellos.

—Dijiste que esto no iba a ser un problema —dijo Dan.

Nicky le lanzó una mirada impotente. —Dije que, si era así, Andrew se
encargaría de ello.

—¿Esto lo está manejando? —preguntó Dan—. ¿Quién es Drake?

—Nunca he oído hablar de él —dijo Nicky. Ante la expresión de Dan,


insistió:—. Lo juro. Cruzo mi corazón y una aguja en mi ojo y todas esas otras cosas.
Quita la mirada de la muerte, ¿quieres?

Dan cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó contra la pared para esperar el
regreso de Andrew. Neil esperó con ella, demasiado curioso para marcharse todavía.
Nicky desapareció en su habitación, probablemente actualizando a Kevin y Aaron. Ni
Dan ni Neil hablaron mientras esperaban, y el silencio no hizo nada para aliviar el
evidente mal humor de Dan. Todavía estaba ceñuda cuando Andrew regresó un par de
minutos después.

—¿Una fiesta de bienvenida o la inquisición? Andrew se preguntó cuándo los


vio.

Dan se paró frente a su puerta antes de que pudiera desaparecer en su


habitación. Andrew se detuvo obedientemente frente a ella, pero le rodeó los brazos
con los dedos. Fue una advertencia clara: no dudaría en apartarla de su camino si no se
movía lo suficientemente rápido. Dan se tensó, pero se mantuvo firme.
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—¿Por qué te busca la policía?

Andrew inclinó su cuerpo hacia ella y le sonrió a la cara. —No estoy en


problemas, oh, capitán mi capitán. El cerdo es demasiado incompetente para defender
su caso sin ayuda externa. No intentes hacer de esto tu problema, ¿de acuerdo? No te
dejaré.

—No dejes que interfiera con mi equipo y no tendré que hacerlo. —Dan se hizo
a un lado y luego preguntó: —¿Necesitas a Renee?

—Oh, Dan —dijo Andrew, divertido y compasivo. Se detuvo en la puerta para


mirarla—. No necesito a nadie. Adiós.

Cerró la puerta y echó el cerrojo. Dan se quedó dónde estaba un momento más,
luego murmuró enojado en voz baja y se volvió hacia Neil.

—Ven.

Allison, Renee y Matt estaban sentados en círculo en la sala de estar de las niñas
y comían un bocadillo. Dan hizo un gesto hacia la cocina, una invitación silenciosa
para que Neil se sirviera de su refrigerador, y tomó su lugar al lado de Matt. Neil ya
había comido, así que se sentó entre Allison y Renee.

—¿Come te fue? —preguntó Matt.

—Higgins dijo algo sobre necesitar de Andrew como testigo —dijo Dan—. No
dijo por qué y Andrew todavía no me da una respuesta directa. Simplemente nos dijo
que nos mantuviéramos al margen o de lo contrario…

Dan no le preguntó a Neil, obviamente no esperaba que él supiera lo que estaba


pasando. Neil no conocía los detalles más finos, pero le había preguntado a Andrew
sobre la llamada telefónica de Higgins hace un par de semanas. El Servicio para Niños
abrió una investigación sobre uno de los ex padres adoptivos de Andrew. Andrew le
dijo a Neil que no encontrarían nada. No había dicho que había algo que encontrar si
tan solo hubieran mirado a la persona adecuada.

Neil no sabía quién era Drake para Andrew o qué había hecho, pero obviamente
Higgins se puso nervioso con ese nombre. Se preguntó si Andrew finalmente estaría
dispuesto a cooperar o si Higgins podría obligarlo a testificar. Tenía que ser un caso
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importante; Higgins debía estar desesperado si hubiera cruzado el país por su cuenta
para obtener una pista. Sin embargo, Neil no les dijo nada a los demás. Andrew no
había revelado ninguno de los secretos de Neil, por lo que Neil no renunciaría al suyo.

Lo mejor que pudo hacer fue cambiar de tema. —Antes de que me olvide,
Andrew dijo que podía invitarlos a la fiesta de Halloween en Eden's Twilight. Es el
veintisiete.

Matt dejó caer su sándwich en su plato con un chapoteo.

—Mierda.

—Andrew no socializa con nosotros —dijo Dan.

—Está haciendo una excepción —dijo Neil—. No cree que vayan, pero dice que
está bien si lo hacen. Sé que tenemos un partido esa noche, pero es un partido en casa,
así que deberíamos llegar a Columbia un poco después de las diez. ¿Vendrán?

Dan y Matt intercambiaron miradas de incredulidad, pero Renee dijo: —Iré.


¿Allison?

—¿Quieres que festejemos con los monstruos? —preguntó Allison. Renee solo
sonrió. Allison chasqueó sus uñas cuidadas mientras pensaba, luego levantó un
hombro en un encogimiento de hombros y picoteó su almuerzo—. Podría ser
interesante, supongo. La escena de la fiesta del campus se volvió aburrida hace dos
años. Dan, iremos.

—¿Cómo diablos convenciste a Andrew de esto? —preguntó Dan, mirando a


Neil.

—Le pregunté —dijo Neil.

—¿Y estuvo de acuerdo así? —Matt preguntó, escéptico.

—Él dio a entender que eras la parte más difícil de convencer —dijo Neil.

—Oh, ¿te contaron esa historia?

Matt no parecía preocupado, pero Neil dijo: —No. Andrew está más interesado
en cómo lo contarías, dijo. Pero no voy a preguntar. Eso no me concierne.
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—¿Por qué no? Eres el único aquí que no lo sabe, y sé que ya los has visto. No
es que sean sutiles.

Matt giró su brazo lo suficiente para mostrar sus cicatrices. Neil las había visto a
los pocos segundos de conocer a Matt por primera vez. Matt nunca trató de ocultarlas.
Eran cicatrices de una batalla que había peleado y ganado hace mucho tiempo. Neil no
dejó que su mirada se detuviera en ellas ahora, pero asintió levemente. Matt pasó una
mano por ellas y tomó su sándwich.

—A papá le gustaba divertirse con los otros ricos de Nueva York —dijo Matt—,
pero sus regalos de fiesta eran las drogas. Me dejó, incluso me animó, a probar lo que
quisiera para encajar. Cuando mamá se dio cuenta de lo que estaba pasando, se tomó
un tiempo libre del circuito para limpiarme. Pensamos que estaba bien hasta que
comencé aquí. Los jóvenes que teníamos en ese entonces estaban metidos en cosas
bastante pesadas, y me sentí tentado. La única forma de mantenerme sobrio era
escondiéndome de ellos.

—Acampando en nuestro sofá durante todo su primer año —explicó Allison.

Matt hizo una mueca, no avergonzado sino culpable. —Ya dije que lo sentía.

—Lo que sea —dijo Allison.

Matt rompió su sándwich en pedazos mientras continuaba.

—El año pasado los monstruos se unieron a nuestro equipo. Andrew tardó dos
semanas en darse cuenta de que algo no estaba bien conmigo y se encargó de arreglar
las cosas. Me invitaron a salir con ellos a Columbia. Cuando llegamos allí, Andrew me
dio speedballs.

El estómago de Neil tocó fondo. —¿Él hizo qué?

—No me obligó a tomarlos —se apresuró a decir Matt—. Simplemente los


ofreció, y yo estaba borracho, era estúpido y lo suficientemente desesperado como
para decir que sí.

—El entrenador debería haberlo echado del equipo.

—Debería haberlo hecho, excepto que Andrew lo aclaró primero con la madre
de Matt —dijo Dan, apretando un poco la mandíbula por la vieja ira—. Sabía que Matt
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se lo estaba pasando en grande aquí y quería que dejara el hábito para siempre.
Andrew prometió que podría ayudarlo, así que ella le dio su bendición. Voló durante
el verano para ayudar a Matt a superar la abstinencia y le pidió al entrenador que no
castigara a Andrew. Incluso se ofreció a pagarle al entrenador por el problema.

—Pero—

—No hay daño, no hay falta —dijo Allison descuidadamente. Cuando Neil la
miró, le hizo un gesto a Matt—. Realmente no puedes tener una opinión sobre esto
porque no estabas aquí entonces. No viste cómo era Matt. Fue patético. Ni siquiera
podía mirarnos a la cara. Míralo ahora. Los métodos del monstruo pudieron haber sido
un poco extremos, pero funcionaron.

—No estás realmente de acuerdo con esto —le dijo Neil a Matt—. ¿Y si
fracasaba? ¿Y si no te hubieras vuelto a levantar?

—Andrew había invertido demasiado en el éxito de Matt como para dejarlo


fracasar —dijo Renee, hablando lentamente como si estuviera eligiendo sus palabras
con mucho cuidado. Neil supuso que conocía las razones de Andrew mejor que nadie,
dada su amistad con él—. No sé si te han hablado de la historia de Aaron, pero
entiendes la de Andrew, ¿no? No tiene permitido luchar contra su adicción. Ver a Matt
luchar fue muy duro para ambos.

Su referencia a Aaron no tenía sentido al principio, pero luego Neil lo recordó.


En su segundo viaje a Eden's Twilight, le preguntó a Andrew por qué se molestaba
con el polvo de las galletas. Andrew dijo que habían adquirido el hábito por el bien de
Aaron. La otra semana, Nicky mencionó que Aaron usó las drogas de su madre,
aunque no había especificado en qué se había metido. Lo más probable es que el polvo
de galleta fuera un sustituto insignificante. Ver a Matt desmoronarse bajo la tentación
habría arruinado la propia sobriedad de Aaron.

Neil estaba empezando a repensar lo apático que era Andrew sobre la vida de
Aaron.

Matt malinterpretó el silencio de Neil.

—Llegas un año demasiado tarde para enojarte por mí, Neil. Confía en mí:
estoy bien. Estoy más que bien, de verdad. Pensé que la rehabilitación era mala la
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primera vez. La segunda vez casi me mata. Definitivamente acabó con cualquier
posibilidad de que volviera a ser tentado. Estoy limpio para siempre y me siento mejor
que nunca.

Neil necesitaba más tiempo para descubrir cómo sentirse al respecto, pero no
era su vida, así que solo dijo: —Es tu pelea.

Matt sonrió agradecido por la comprensión de Neil.

—Supongo que tendremos que comprar algunos disfraces esta semana si vamos
contigo. Esperamos mucho más y se llevarán todos los buenos. ¿Qué obtuvieron
ustedes, para que no dupliquemos nada?

—Preguntaré.

—¿No lo sabes? —preguntó Dan, desconcertada.

—Espero que Nicky esté bromeando —dijo Neil, poniéndose de pie—. Vuelvo
enseguida.

Resultó que Nicky no estaba bromeando, pero al menos un vaquero zombi era
mejor que un cartón de leche o una vaca

Tener nueve personas un viernes por la noche significaba que Andrew tenía que
hacer una reserva real en Sweetie's, sin importar que llegaran a las diez y media. Una
pequeña multitud de personas estaba esperando en el puesto de la anfitriona, pero la
cabina de la esquina en forma de L estaba marcada con un cartel de RESERVADO. El
stand estaba técnicamente destinado a ocho personas, no nueve disfrazadas, pero
ayudó que Aaron y Andrew fueran del tamaño de una pinta. Los Foxes se aplastaron
muslo con muslo y examinaron minuciosamente los menús.

Por lo general, el grupo de Andrew se conformaba con helado y polvo de


galletas, pero habían pasado seis horas desde que ninguno de ellos comió y tenían una
larga noche por delante. La cena fue también el rompehielos más seguro que se les
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ocurrió. Los Foxes nunca habían socializado en masa fuera de los eventos y prácticas
del equipo. No estaban realmente seguros de qué hacer entre ellos cuando el Exy no
estaba involucrado.

Aaron y Andrew no hicieron nada para facilitarle la noche a nadie. Aaron se


negó a hablar con ninguno de los estudiantes de segundo ciclo, incluso cuando uno de
ellos le dijo algo directamente, e irradiaba ira silenciosa desde su lugar entre Nicky y
Neil. Neil lo encontró igualmente irritante e interesante. Aaron no tenía un problema
serio con sus compañeros de equipo en la cancha, así que Neil no podía entender por
qué estaba tan en contra de esto.

Ahora que a Renee se le permitió volver a jugar como arquera, Andrew solo
tuvo que mantenerse sobrio durante la primera mitad. Se había tomado una pastilla
durante el entretiempo de esa noche y todavía estaba zumbando. Gastó la mayor parte
de esa considerable energía en su propio grupo o en Renee. Fue un poco más
cooperativo que su hermano en el sentido de que respondía a Dan o Matt si le
preguntaban algo, pero sus respuestas eran rápidas como el rayo, casi groseras y
siempre seguidas de una redirección a alguien más en la mesa.

Podría haber sido la cena más incómoda del mundo si no fuera por Nicky.
Nicky odiaba lo aislados que estaban los gemelos y estaba desesperado por hacerse
amigo del resto del equipo. Era como si hubiera desarrollado una repentina alergia al
silencio. Cada vez que la conversación comenzaba a ralentizarse, lanzaba otro tema
para salvarlo. Renee, Dan y Matt estaban felices de seguir el juego, pero Allison y
Kevin tardaron más en involucrarse. Neil prefirió mantenerse al margen para poder ver
la forma en que interactuaban, pero como esta era su idea, se sintió obligado a ayudar
a Nicky cuando pudiera.

Estaban comiendo en el postre cuando la euforia de Andrew comenzó a decaer


notablemente, y Neil no se perdió las miradas curiosas que los estudiantes de segundo
ciclo le dirigieron a Andrew. La retirada de Andrew no era algo nuevo, pero siempre
lo habían visto a través de la cortina de humo de un juego. Aquí no había cancha y
otro equipo para distraerlos de su lento choque. Allison predijo a principios de esta
semana que Andrew no pasaría la noche sin su medicamento, por lo que Neil pensó en
advertirles sobre el hábito de Andrew al polvo de galletas. Andrew aliviaría su
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abstinencia con alcohol y drogas; iba a ser más duro y frío de lo que los estudiantes de
segundo ciclo lo habían visto nunca.

Andrew reconoció su atención con una sonrisa maliciosa y un codo en el


costado de Kevin. Kevin se movió en su asiento lo suficiente como para meterse la
mano en el bolsillo. El traqueteo de las pastillas contra el plástico era tan suave que
Neil no lo habría notado si no fuera por la reacción de Andrew. La mirada que Andrew
le lanzó a la mano de Kevin fue tan intensa que Neil quiso apartarse de ella. Andrew
arrastró su mirada hacia el rostro de Kevin con obvio esfuerzo. La lenta sonrisa que
curvó sus labios dijo que se estaba liberando de su neblina drogada y no le hizo gracia
la silenciosa oferta de Kevin.

—No hagas que te haga daño —dijo Andrew—. No quiero sangre en mi helado.

Kevin solo se encogió de hombros y liberó su mano. Al otro lado de la mesa, los
estudiantes de segundo ciclo estaban en silencio. No sabían lo que se habían perdido,
pero habían escuchado la amenaza de Andrew. Nicky le lanzó a Kevin una mirada
acusatoria por hacer las cosas incómodas y distrajo a Matt preguntándole sobre una
película reciente.

Neil dejó que las palabras entraran por un oído y salieran por el otro. Acababa
de recordar una pregunta sobre la que había estado sentado durante meses. Sopesó sus
posibilidades de obtener una respuesta real con tanta gente presente, consideró
preguntar en alemán y decidió que no quería la respuesta a medias de Andrew. Kevin
se sentó entre Andrew y Neil, por lo que fue fácil para Neil llamar su atención. Le dio
un codazo a Kevin con la rodilla y le preguntó en un francés tranquilo: —¿Por qué
tienes sus drogas?

—Me quedo con ellas cuando él está ajustando su horario —respondió Kevin—.
Noches de juegos o noches como esta noche cuando él quiere entrar en abstinencia, es
mejor si alguien más se queda con la botella. Si tiene sus pastillas, las tomará. No
podrá ayudarse a sí mismo.

Kevin no hablaba más fuerte que Neil, pero los sonidos extranjeros llamaron la
atención de sus compañeros. Neil fingió no ver las miradas curiosas que Matt y Dan le
enviaron, pero volvió a su merienda. Kevin volvió a mirar a Andrew. Andrew se lo
perdió, ya que estaba sacando el teléfono del bolsillo.
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Nicky notó la distracción de Andrew y se quejó: —Ese no es el entrenador,


¿verdad? Ganamos esta noche. No tiene permitido acosarnos.

—¡Solo Bee! —dijo Andrew—. Bee siendo estúpida. Bee siendo, ja. Mira.

Andrew le arrojó a Nicky su teléfono. Nicky echó un vistazo a la pantalla, se rió


y se acercó a Aaron para mostrarle el teléfono a Neil. A Neil no le importaba la
psiquiatra del equipo, pero miró obedientemente la imagen que ella le había enviado.
Era una foto granulada de Betsy Dobson con un disfraz de abeja. Nicky esperó un
momento la reacción de Neil, se dio cuenta de que no iba a conseguir una y le
devolvió el teléfono de Andrew a través de Neil y Kevin. Andrew escribió una
respuesta tan pronto como la tuvo de nuevo en la mano.

—¿Ella con el entrenador? —preguntó Dan.

—El entrenador y Abby la invitaron —contestó Andrew sin levantar la vista.

—¿Por qué te está enviando mensajes? —preguntó Neil.

—Oh, ella hace eso a veces.

No parecía molesto por eso. Neil no entendió. Sabía que Andrew tenía sesiones
semanales obligatorias con ella, pero asumió que alguien como Andrew se resentiría
de recibir asesoramiento. —¿Por qué la dejas?

—No a todo el mundo no le gusta ella —dijo Renee con suavidad.

Dan pareció sorprendida. —¿Qué tienes contra Betsy?

—Ella es psiquiatra —dijo Neil—. Desconfío de ella por principio.

—Dale una oportunidad —dijo Matt—. Es buena gente.

—Es bastante ruda, quieres decir —dijo Nicky—. Estaba realmente preocupado
por ella cuando todos fuimos a nuestro primer encuentro y saludo. —Movió el pulgar
entre él y Aaron—. Andrew pasa por psiquiatras como si estuviera tratando de romper
un récord mundial que solo él conoce. Ella es su octava al menos.

—Decimotercera —dijo Andrew—. Se aseguró de preguntarme si era


supersticioso.
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—Un número loco —dijo Nicky—. Pero cuando Andrew salió de su oficina al
final de su primera sesión con ella, ella estaba pisándole los talones y completamente
imperturbable. Bastante impresionante, ¿verdad?

—No —dijo Neil.

Nicky suspiró. —Cómete tu helado, idiota.

Neil luchó contra la tentación de poner los ojos en blanco y tomó su helado.
Cuando se fueron, Andrew se llevó un montón de servilletas de la mesa. Neil no tuvo
que preguntar por qué. No sabía cuántos de los meseros de Sweetie’s vendían polvo de
galleta, pero esconder los paquetes entre servilletas adicionales era una manera fácil de
hacer las entregas. Andrew esperó a que Kevin se sentara primero en el asiento del
pasajero, luego dejó la pila de servilletas en su regazo para que Kevin las clasificara en
el camino hacia el club. Para cuando llegaron Eden’s Twilight, la sonrisa de Andrew
se había ido por la noche.

Eden's Twilight era un club nocturno de dos pisos cerca del corazón de
Columbia. Nicky había trabajado allí como camarero cuando los gemelos terminaron
la escuela secundaria, y Neil tenía la sensación de que Andrew había ayudado debajo
de la mesa. Habían dejado la ciudad para ir a la escuela, pero volvían tan a menudo
como la temporada lo permitía. La amistad de Nicky con el personal y las generosas
propinas de Andrew les dieron acceso instantáneo y descuentos ridículos en bebidas.

Los estudiantes de segundo ciclo llegaron en el auto de Allison. Cuando Nicky


se detuvo en la acera frente a Eden's Twilight, Allison estacionó en doble fila a su lado
para dejar salir a sus pasajeros. Andrew recogió pases de estacionamiento VIP del
portero de guardia. Kevin le entregó el suyo a Allison y le dio indicaciones rápidas
para el estacionamiento en caso de que se separara de Nicky en el tráfico. Ella asintió
entendiendo y se apartó.

El portero de guardia parecía un poco confundido por la cantidad de personas


que Andrew tenía con él, pero les indicó que pasaran sin preguntar. Andrew abrió un
segundo juego de puertas y los condujo al interior del club.

Las puertas los colocan en el estrado, una sección curva repleta de mesas y la
barra principal. Dos escaleras cortas conducían unos pocos metros hasta una pista de
baile abarrotada. A medio camino entre las puertas y la barra estaban las escaleras
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hasta el segundo piso. Neil aún no había subido allí, ya que el balcón estaba destinado
a fiestas privadas. Andrew podría haberlos conseguido fácilmente, pero su camarero
preferido, Roland, siempre trabajaba en el bar de la planta baja.

Tomó trabajo encontrar una mesa entre la multitud, y a la que encontraron solo
le quedaban dos taburetes. Andrew se encogió de hombros por considerarlo
intrascendente, ya que lo más probable era que la mayoría de los Foxes terminaran en
la pista de baile de todos modos. Dejó a la mayoría de sus compañeros de equipo para
proteger la mesa y arrastró a Neil a través de la multitud hacia el bar para su primera
ronda.

Roland tardó un par de minutos en llegar hasta ellos. Cualquiera que se


presentara al club disfrazado era recompensado con un tiro libre, por lo que Andrew
hizo un gesto por encima del hombro hacia la mesa. Roland miró a través de la
multitud hasta que los vio. Sus cejas se elevaron cuando vio tres caras desconocidas
con Kevin y Aaron.

—¿Todo adulto y haciendo amigos? —preguntó—Nunca pensé que vería el día.

—Te daré una propina doble si nunca vuelves a decir cosas tan estúpidas.

Roland sonrió, hizo otro recuento de las personas en la mesa, y comenzó a


preparar una bandeja para ellos. No preguntó qué querían; ya conocía los gustos de los
primos y fácilmente podría incluir un par de brebajes más populares del bar para los
estudiantes de segundo ciclo. Roland sabía que Nicky había desaparecido, pero no
sabía incluir sobre algo para Allison. Neil no dijo nada, pensando que Allison podría
tener su oportunidad, excepto que Roland no se detuvo en ocho tragos. Mezcló cerca
de veinte.

—¿Cuántos DD? —Preguntó Roland.

—Sólo dos —dijo Andrew.

Roland añadió dos latas de refresco a la bandeja y la deslizó sobre el mostrador


hacia Andrew. Neil abrió el camino de regreso entre la multitud y dejó espacio para
Andrew a medida que avanzaba. Andrew llevó las bebidas a la mesa sin derramar una
gota. Le pasó un refresco a Renee y le dejó el otro a Neil, pero nadie bebió hasta que
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Allison y Nicky los alcanzaron. Allison parecía vagamente impresionada por la


cantidad de bebidas que Andrew les había proporcionado.

Los Foxes casi no tardaron en vaciar la bandeja. Andrew limpió el desorden y


esta vez Renee lo siguió para ayudar. Dan los vio irse, luego habló para ser escuchado
por la música. —¿Estás seguro de que esto es seguro?

—¿Eh? —preguntó Nicky.

—Dejar que Andrew esté sobrio toda la noche —aclaró Dan—. Buena idea,
mala idea, ¿no vivirás para arrepentirte de esa idea?

Nicky parecía confundido por su ignorancia. —No está sobrio; nunca lo está. Lo
has visto pasar por la abstinencia en los juegos, sí, y nosotros —señaló con el pulgar
entre los cuatro restantes del grupo de Andrew—, a veces llegamos a aguantarlo como
lo está esta noche, pero Andrew no ha estado sobrio en años. Siempre tiene algo en su
sistema que lo estropea. Créame, sabría si estuviera limpio. Es, eh…

Nicky miró a Aaron mientras buscaba la palabra correcta, pero Aaron le


devolvió la mirada y se negó a ayudar. Nicky no se inmutó por su silencio y se
conformó con decir: —Es inconfundible. Verás el próximo verano si quieres o no.
Salió de su programa en mayo y debería terminar la rehabilitación para cuando
empecemos las prácticas de junio.

—Finalmente —dijo Kevin, sonando molesto.

—Por supuesto que estás esperando esto —dijo Nicky—. La curiosidad mató al
gato. Fox. Lo que sea. Solo espero que los últimos dos años de drogas y asesoramiento
intenso lo hayan suavizado un poco.

—Nueva regla de equipo. —Matt simuló golpear la mesa con un mazo—.


Nunca más pongas “Andrew” y “suave” en la misma—Oh Dios.

—¿Eso todavía cuenta como blasfemia? —preguntó Nicky, porque Dan y Matt
habían venido vestidos como un par de dioses griegos. Se volvió para seguir la mirada
de Matt hacia un asistente a la fiesta que pasaba. El hombre había venido vestido con
un guante de cocina amarillo neón. El rostro de Nicky se contorsionó con incredulidad
y consternación y se rió lo suficientemente fuerte que casi se cae—. Creo que uno
gana el gran premio, chicos. Nadie supera a ese en el medidor de locura.
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Probablemente tenía razón, pero eso no impidió que los Foxes estiraran el cuello
y buscaran otros disfraces extraños. Estaban en medio de un par de duras críticas
cuando Andrew y Renee regresaron. La llegada de más bebidas ralentizó la
conversación, pero fueron los paquetes de polvo de galleta que sacó Kevin los que la
descarrilaron por completo.

Matt, Renee y Neil se abstuvieron. Andrew dividió el resto, guardándose la


mayor parte para él, ya que su sistema podía tolerar más que el de cualquier otra
persona. Dan tomó solo un paquete y vertió la mitad en una bebida cerca del codo de
Allison. Nicky hizo la cuenta regresiva desde tres y ellos bebieron las bebidas con
polvo como grupo. Corrieron entre sí durante su tercera y cuarta ronda antes de
dirigirse a la pista de baile. Renee le prometió a Allison que se uniría a ellos tan pronto
como terminara su refresco y se quedó con Andrew, Neil y Kevin.

Andrew apiló las tazas vacías en su bandeja y se fue de nuevo. Esta vez no
necesitaba ayuda, ya que solo estaba obteniendo suficientes bebidas para él y Kevin,
pero Neil lo siguió. Tuvo que empujar a dos borrachos con máscaras de Carnaval
torcidas para llegar a la barra del bar y se apretujó en el pequeño espacio al lado de
Andrew. Andrew empujó su bandeja a través del mostrador para que Roland la
recuperara cuando tuviera un minuto y miró de reojo a Neil.

—Deja de esconderte. Esta fue tu idea; lidiar con las consecuencias.

—No es tan fácil —dijo Neil.

Explicar su malestar no fue más fácil. Andrew había prometido cuidar la


espalda de Neil hasta mayo, pero cuando hizo ese trato, dijo que la creciente
reputación de Neil podría mantenerlo a salvo por el resto de su carrera como Fox.
Andrew asumió que Neil podría graduarse de Palmetto siempre que jugara bien sus
cartas con Kevin. Neil aún no le había dicho que los planes habían cambiado, lo que
hacía más difícil decir por qué esta noche lo estaba haciendo infeliz. Finalmente,
recurrió a la verdad a medias que le había contado a Andrew ese verano.

—Nunca he estado en una posición en la que pudiera llegar a conocer gente. Sé


que tengo que dejarlos entrar si queremos pasar la temporada, pero sería más fácil si
fueran solo nombres y caras. ¿Cómo has estado tan desconectado durante tanto
tiempo?
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—No son lo suficientemente interesantes para mantener mi atención.

—Kevin lo es. Al parecer, también tu hermano. —Neil no se sorprendió cuando


Andrew no reconoció ninguna de las acusaciones. Él siguió adelante—. ¿Y Renee?

—¿Qué hay con ella?

—¿No es interesante?

—Es útil.

—¿Eso es todo?

—¿Esperabas una respuesta diferente?

—Quizá —dijo Neil, y vaciló cuando finalmente apareció Roland. Roland se


quedó solo el tiempo suficiente para recoger su bandeja antes de irse de nuevo. Neil
miró a Andrew y se preguntó por la sonrisa fría en el rostro de Andrew. Se estaba
burlando de él, pero aún no estaba muy seguro de por qué—. Casi todo el mundo está
esperando que suceda algo con ustedes dos. Incluso Nicky cree que es inevitable. Pero
Renee le prometió a Allison que nada saldría de eso. Allison se lo dijo a Seth. ¿Por
qué?

—¿Importa?

Neil se encogió de hombros incómodo.

—¿Si? ¿No? Debería ser... es... irrelevante, pero... —vaciló, pero Andrew no
dijo nada, sin querer ponérselo fácil. Neil no debería sorprenderse por la actitud de
Andrew, pero de todos modos estaba molesto—. Solo estoy tratando de entender.

—A veces eres lo suficientemente interesante como para mantenerte cerca.


Otras veces eres tan asombrosamente estúpido que apenas puedo soportar verte.

Neil le frunció el ceño. —Olvídalo. Le preguntaré a Renee.

—Primero tendrás que dejar de evitarla.

Neil no perdió el tiempo respondiendo eso. Roland les devolvió la bandeja un


par de minutos después y se dirigieron de nuevo a la mesa. El refresco de Renee estaba
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terminado, pero le haría compañía a Kevin hasta su regreso. Tan pronto como Andrew
se sentó, miró a Neil.

—¿No vienes?

—No —dijo Neil.

Ella asintió y se fue a buscar a los demás. Andrew y Kevin tenían las sillas, así
que Neil se quedó entre ellos en silencio. Los vio beber unas cuantas rondas más y
luego se dirigió solo a la barandilla que daba a la pista de baile. Las barras de metal
estaban pegajosas por el sudor o el licor derramado, pero cruzó los brazos sobre ellas y
miró hacia la masa que saltaba debajo.

Sería difícil identificar a sus compañeros de equipo en un buen día. Con las
luces parpadeando en lo alto y todos disfrazados, era imposible. Esa mancha de rojo
podría ser la capa la Caperucita Roja de Renee y la plata que seguía brillando como
una lentejuela era probablemente el uniforme de cadete espacial de Nicky, pero no
había forma de estar seguro. Tenía que confiar en que todos estaban allí, a salvo y
divirtiéndose. Estaba contento con mirar e imaginar.

Solo también, pero no había nada que pudiera hacer al respecto.


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10
Neil fue a buscar a Renee después de su clase de matemáticas el lunes. Había
tenido un par de meses para conocer la esencia de los horarios de sus compañeros de
equipo. No quería que ese tipo de conocimiento ocupara espacio en su cabeza, pero
pasaba demasiado tiempo con los Foxes como para no saber dónde estaban todos los
días. Sabía que el horario de Renee era como el suyo: tenía dos clases consecutivas,
luego un período libre antes de su próxima lección. El truco estaba en llegar a ella
antes de que se alejara demasiado de su salón de clases, pero afortunadamente Renee
estaba solo a un edificio de él. Esa proximidad era la razón por la que había sido
elegida para llevarlo de las matemáticas a la historia el día de su juego inaugural.

Bajó las escaleras hasta la acera lo más rápido que pudo, esquivando a los
estudiantes que no tenían ninguna prisa en particular por llegar a ningún lado y
evitando cuidadosamente a los que tenían tanta prisa como él. Cogió el borde de una
máquina expendedora para ayudarlo a dar la vuelta a la esquina del edificio y vio el
cabello característico de Renee a unos seis metros de distancia. Neil aplastó
profundamente sus reservas y su malestar y partió tras ella.

Renee miró cuando finalmente la alcanzó, y Neil no se perdió la forma en que


sus cejas se alzaron. —Neil, hola. Esto es raro.

—¿Estás ocupada? —preguntó Neil—. Me preguntaba si podríamos hablar un


par de minutos.

Renee se rió.

—Debería dejar de apostar contra Andrew cuando se trata de ti —dijo, y luego


explicó cuando Neil la miró con el ceño fruncido—. Me dijo que vendrías a verme,
pero no pensé que estuvieras listo todavía. Pero para responder a tu pregunta original:
no, no estoy tan ocupada. ¿Te importaría hablar mientras caminamos?

Neil no tenía otra clase por dos horas, así que la siguió en un paseo por el
campus. Entre el campus, Perimeter Road y el centro había un parque cubierto de
hierba conocido como Green. Si tenía un nombre oficial, Neil no lo había visto en
ningún folleto. Supuso que Renee quería tumbarse y tomar el sol como hacían muchos
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otros estudiantes, pero se abrió camino entre los coeditores adormilados hacia las
tiendas del centro.

—¿Andrew dijo por qué quería hablar contigo? —preguntó Neil cuando estaban
a la mitad del Green.

—Fue un poco vago en los detalles —dijo Renee.

—Te pregunté esto una vez y no respondiste realmente —dijo Neil—. Ahora,
¿puedes decirme por qué le gustas a Andrew?

—El año pasado, Andrew llevó a un par de nosotros a Eden’s Twilight uno a la
vez —explicó Renee—. Sabes porqué Andrew invitó a Matt. Invitó a Dan para saber
si era digna de seguir en la corte. Me invitó a mí porque, como tú, no se fiaba de esto.
—Señaló su rostro y dejó sus dedos caer en su colgante de cruz—. Quería la verdad,
así que se la di.

—Andrew descubrió que tenemos mucho en común. —Renee le dio una mirada
a Neil mientras se detenían en Perimeter Road—. Las únicas diferencias entre nosotros
son la suerte y la fe.

—Y la psicosis —completó Neil.

Renee sonrió.

—Quizá no. Soy una mala persona tratando mucho de ser una buena persona,
pero no estaría tratando en absoluto de no ser por las intervenciones en mi vida. Crecí
con mi madre y sus novios de mano pesada.

Parecía no molestarse por sus palabras y volvió una mirada tranquila al paso de
peatones mientras hablaba. —Tal vez haya sido inevitable que me metiera en
problemas. Empecé a trabajar como vigilante y corredor para una de las pandillas de
Detroit. Me tomó un par de años trabajar mi camino hacia un trabajo más duro. Hice
todo lo que me pidieron y no me importaba a quién lastimara. Afortunadamente para
mí, no era tan inteligente como pensaba. Cuando tenía quince años, la policía me
detuvo y mi abogado cambió mi testimonio por una sentencia reducida. Mis palabras
metieron en problemas a mucha gente, incluida mi madre. Mi abogado explicó mi vida
familiar para que el tribunal entendiera mi falta de modelos positivos. Sus hallazgos
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enviaron a mi madre y a su entonces amante a prisión por diversos cargos. Fueron


golpeados hasta la muerte por miembros enojados de la banda que ayudé a encerrar.

—Lo siento —dijo Neil, cuando en realidad estaba un poco celoso. Tanto ella
como Wymack perdieron a sus padres a causa de la violencia de la prisión, pero nadie
se había atrevido a atacar a su padre. Resolvería un mundo de problemas para Neil si
unos pocos reclusos pudieran desarrollar suficiente agresión y coraje.

—Yo no lo siento —dijo Renee, sacando a Neil de sus pensamientos. Renee


comenzó a cruzar la calle, pero Neil tardó un par de segundos en poder seguirla. Renee
le sonrió cuando lo alcanzó—. Sé que debería sentirlo, pero eso es algo en lo que
todavía estoy trabajando. Sé que fui directamente responsable de las circunstancias
que llevaron a sus asesinatos, pero para ser honesta, los odiaba. Además de eso, sin la
muerte de mi madre, nunca hubiera terminado aquí. Con mi madre muerta y mi padre
biológico fuera, los tribunales no tuvieron más remedio que dejarme en un hogar de
acogida después de mi año en un centro de menores —dijo Renee—. Hice la vida lo
más difícil que pude para mis familias de acogida y salté ocho hogares en dos años.
Stephanie Walker se enteró de mí por una de mis madres adoptivas en su reunión de la
escuela secundaria. Hizo una solicitud por mí, presionó hasta que fue aprobada y me
trasladó a Dakota del Norte tan pronto como se finalizó. Ella me dio un nuevo nombre,
una nueva fe y una nueva oportunidad en la vida.

Renee no había exagerado cuando dijo que ella y Andrew eran muy parecidos.
Tuvieron una educación violenta e inestable gracias a sus madres y pasaron tiempo
tanto en el sistema juvenil como en el sistema de crianza. Sus caminos se dividieron
irrevocablemente después de sus respectivas adopciones. Renee dejó que Stephanie la
convirtiera en un ser humano decente y expió su brutalidad pasada, mientras que
Andrew asesinó a su madre en la primera oportunidad que tuvo. Neil finalmente
entendió por qué Renee no le tenía miedo a Andrew.

—Entonces, ¿por qué tú y Andrew no funcionan? —preguntó Neil.

—Lo siento —dijo Renee—, ¿funcionar cómo?

—¿Por qué no lo has invitado a salir?

La expresión de su rostro decía que era la última pregunta que esperaba de él. Se
ganó tiempo invitando a Neil a entrar en la siguiente tienda. Neil entró primero, pero
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se hizo a un lado para que ella pudiera liderar el camino. La mirada que ella le dio al
pasar por allí fue evaluativa, pero pronto se dedicó a la tarea que tenía entre manos y
rebuscó entre las chucherías del estante más cercano.

—¿De qué se trata todo esto, si no le importa que se lo pregunte? —preguntó—.


Nunca pareciste interesado.

—No lo estoy —dijo Neil, pero eso no tenía sentido teniendo en cuenta que
había sido él quien lo había mencionado.

Neil buscó una buena manera de explicarlo. No quería decirle que había pasado
la noche del viernes pensando en morir. No había querido pensar en un futuro que no
tenía, así que se paró en la barandilla y pensó en sus compañeros de equipo. Fue un
ejercicio extraño, tan fascinante como incómodo. No estaba acostumbrado a
preocuparse por nadie más que por sí mismo y su madre, pero había intentado
imaginar la vida de los Foxes dentro de un año o dos. Se preguntó qué tipo de
delanteros reclutaría Kevin para reemplazarlo y cuántas consecuencias enfrentarían los
Fox después de que él se entregara al FBI.

Pero sobre todo pensaba en ellos como las personas con las que había pasado la
noche, las personas a las que estaba llegando a conocer casi en contra de su voluntad.
Nunca serían perfectos, pero estarían bien. Habían venido a la Corte de los Foxes
como un desastre fracturado, pero se arreglaban el uno al otro semestre a la vez.
Incluso Kevin iba a salir victorioso de esto. No se iba a desvanecer en la oscuridad
como Tetsuji y Riko pensaban que lo haría; montaría el resurgimiento de los Foxes
hasta la cima y reclamaría su lugar en el centro de atención.

El único además de Neil que no tenía salida era Andrew. Kevin y Nicky
pensaron que tenían la solución adecuada para el problema de Andrew, pero Neil ya
no estaba seguro de en cuál de ellos creía. Pero tampoco podía decirle eso a Renee,
porque no quería explicar por qué de repente era tan importante. No significaría nada
para ella cuando no supiera quién era y qué le había ofrecido Andrew.

—No importa —finalmente dijo.

Empezó a darse la vuelta, pero Renee dijo: —No soy del tipo de Andrew, Neil.
No hay nada entre nosotros.
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—Allison dijo eso —dijo Neil, buscando la verdad en el rostro de Renee—. Le


dijo a Seth que no se preocupara de que ustedes dos se reunieran. Pero los demás están
esperando que suceda algo. Tienes que saber cuántas veces han apostado por ti. Si
puedes decirme “no” tan fácilmente, ¿por qué no has aclarado a nadie todavía?

—Es complicado —dijo Renee—, y nos beneficiamos más del silencio. Allison
me creyó cuando dije que no me enamoraría de Andrew. Los demás dejaron de
escuchar cuando Andrew y yo empezamos a hablar más. Recompenso la confianza de
Allison en mí al apilar las probabilidades a su favor en cualquier apuesta sobre
nosotros. Ella y yo dividimos las ganancias. Dejé mis ganancias a un lado para nuestro
proyecto “Adopta una familia de Navidad”. Allison compra manicuras con las suyas.

—¿Cómo se beneficia Andrew? —preguntó Neil—. ¿Entretenimiento gratuito


viendo a todo el mundo adivinar?'

—Tranquilidad —dijo Renee después de un momento de consideración.

—No entiendo.

Renee vaciló de nuevo. Neil observó mientras rebuscaba en una colección de


carteras de cuero. Levantó una y lo giró de un lado a otro. —Andrew dijo que tendrías
preguntas para mí. Le pregunté qué quería que dijera si vinieras, pero dijo que no le
importaba y que no tenía tiempo para jugar al moderador. Si supiera que esto era de lo
que querías hablar, asumiré que sabía que esto surgiría.

Renee volvió a guardar la billetera, dejó que sus dedos se demoraran unos
segundos más mientras debatía, luego se volvió hacia Neil completamente.

—Cuando dije que no era del tipo de Andrew, lo decía en serio. No se trata de
mi apariencia o fe. Es que soy una mujer.

Neil escuchó sus palabras, pero tardó en entenderlas. Parpadeó confundido,


parpadeó de nuevo, y, cuando hizo clic, dijo un poco demasiado alto:

—Oh. Entonces Andrew y Kevin…

Renee se rió y agitó las manos.

—Oh, no. Conocerás a la novia de Kevin a finales de este año, estoy segura.
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—Estás mintiendo. —Neil la miró fijamente—. Kevin no tiene novia. Está bajo
demasiado escrutinio por parte de la prensa y sus fanáticos como para ocultar ese tipo
de cosas.

Renee revisó la tienda de una manera lenta y sencilla. A esta hora del día solo
había un cliente más, y estaba al otro lado de la tienda.

—No son oficiales y Kevin sabe que no debe ser indiscreto. ¿Te imaginas lo que
haría el entrenador Moriyama si una mujer distrajera a Kevin de su juego? Estoy
segura de que no te sorprendería que sea una jugadora clasificada en la cancha. Kevin
necesita a alguien que pueda seguirle el ritmo y desafiarlo. Afortunadamente, también
es una ex alumna de Raven, por lo que conoce las repercusiones de ser atrapada con
Kevin. Tal vez tengan más suerte después de que hayamos arreglado las cosas con los
Ravens este año.

—¿Thea? —preguntó Neil, sorprendido.

Renee sonrió por lo rápido que lo armó. —Impresionante.

No fue tan difícil de entender, incluso con su vaga explicación. Solo había dos
mujeres en la lista de la Corte. Uno era un comerciante de la USC. La otra, Theodora
Muldani, era una defensora de Edgar Allan. Su ascenso a la selección nacional hace
dos años llamó mucho la atención ya que era la única jugadora que había rechazado su
invitación inicial. Su razón oficial era que no quería que el horario de la Corte
interfiriera con su quinto año en la universidad. Nadie esperaba que la selección
nacional le diera una segunda oportunidad, pero el representante de la Corte la estaba
esperando en su último juego de campeonato.

Thea habría comenzado su quinto año con los Ravens cuando Kevin comenzó
su primer año, pero Kevin y Riko crecieron en Evermore alrededor de la línea Raven.
Kevin habría conocido a Thea durante toda su carrera de cinco años como Cuervo.
Neil se preguntó cuánto tardarían en enamorarse y qué pensaba Thea de la
transferencia de Kevin a los Foxes. Tenía más curiosidad por saber cómo Kevin
encontraba espacio en su corazón para otra persona cuando vivía y respiraba Exy.
Parecía imposible que un hombre pudiera dedicarse tanto a más de una cosa.

Quizás Nicky y Kevin tenían razón, entonces. Los pensamientos de Neil


volvieron a Andrew y dijo: —Nadie más conoce la sexualidad de Andrew.
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—Hasta donde yo sé, tú y yo somos los únicos —confirmó Renee—. Andrew


me lo dijo el año pasado cuando los demás empezaron a hablar de nosotros. No quería
que me sacara ninguna idea de sus chismes, dijo.

—Pero Aaron y Nicky… —protestó Neil—. Sé que solo lo conocen un par de


años, pero están con él todo el tiempo. ¿Cómo es posible que no lo hayan descubierto
aún?

—Supongo que la medicina de Andrew lo convierte en una lectura difícil


incluso para ellos —dijo Renee—. Más importante aún, Andrew no quiere que ellos
sepan. Él y Aaron aún no están listos para una conversación tan seria. Tienen
demasiados otros problemas que resolver primero. Y sabes tan bien como yo que
Nicky no puede guardar un secreto para salvar su vida.

“Aún”, había dicho Renee, lo que significaba que Andrew tenía la intención de
arreglar las cosas con su hermano en algún momento. Neil no sabía si era su
optimismo el que hablaba o si lo sabía cómo un hecho. No sabía de qué hablaban ella
y Andrew cuando se quedaban solos. Pensar que eran estrategias de Exy era ridículo.
Imaginarlos teniendo una conversación seria, tan serio como podría ser un Andrew
drogado, de todos modos, sobre la sexualidad de Andrew en el armario era igualmente
imposible.

—Entonces, ¿por qué puedo saberlo? —preguntó Neil.

—Quizá sabe que no lo usarás en su contra —dijo Renee.

Había una suave advertencia en sus palabras y Neil se erizó a pesar de sí mismo.
Las relaciones de sus compañeros de equipo eran interesantes de observar desde la
distancia, pero, por lo demás, eran intrascendentes. A Neil no le importaban las
sexualidades de sus compañeros de equipo porque no tenía nada que ver con su
supervivencia. La sexualidad de Andrew era sorprendente, pero ciertamente no era
munición para usar en su contra.

Le tomó un poco de trabajo mantener el tono fuera de su voz.

—Si no le importa si yo lo sé o no, podría habérmelo dicho él mismo en


Halloween cuando le pregunté por ti. No tenía que enviarme hasta aquí.
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—Quizá pensó que ya era hora de que tú y yo nos conociéramos un poco mejor.
—Renee estudió a Neil—. No soy la chica que alguna vez fui, pero la sombra de mi
antigua vida siempre existirá dentro de mí. Eso es lo que me ayuda a conectarme con
Andrew. Espero que me ayude a conectarme contigo.

—No conozco tu historia —continuó antes de que Neil pudiera reaccionar—. Si


le ha confiado algo a Andrew, no ha compartido los detalles conmigo y nunca lo hará.
Pero si eres tan parecido a nosotros como predijimos por primera vez, quizás algún día
también puedas venir a verme como un amigo. Todos estamos aquí porque tenemos
problemas, Neil. Eso no significa que todos nuestros problemas sean iguales. Dan y
Matt intentan comprender las cosas que he visto y hecho, pero nunca lo conseguirán
del todo. Andrew me entiende y yo a él. Es reconfortante saber que alguien más ha
estado donde antes estábamos. Si Andrew o yo podemos ayudarte, debes saber que
estamos aquí.

Neil no respondió eso; no pudo. Era demasiado para pensar y demasiado para
considerar. Quería preguntarle sobre el juicio y cómo fue dar testimonio. Necesitaba
saber cómo la protegían los tribunales y si valía la pena. Si iba al FBI en primavera
con pruebas para derribar a su padre, al menos le gustaría tener una idea de en qué se
estaba metiendo. Sin embargo, eso abriría demasiadas preguntas de las que quería
abordar hoy. No estaba dispuesto a confiar en ella ni siquiera con las medias verdades
que le había dicho a Andrew.

Renee no pareció sorprendida o decepcionada por su largo silencio. Ella le dio


un minuto para tomar una decisión, luego asintió y cambió de tema con una facilidad
que lo dejó aturdido.

—Quizá ahora que he saciado tu curiosidad puedas ayudarme. Necesito la


opinión de un chico sobre los regalos para Aaron y Andrew. Para su cumpleaños —
dijo ante la expresión en blanco en el rostro de Neil—. No lo celebraron el año pasado,
y Nicky dice que no lo han celebrado desde que se mudaron juntos, pero con suerte
este es diferente. Cumplen veinte el sábado. Eso es algo que vale la pena conmemorar,
¿no?

—Supongo que sí —dijo Neil.


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Su acuerdo a medias fue lo suficientemente bueno para Renee, y señaló el


estante frente a ella. —Estoy pensando en algo práctico que puedan usar. ¿Qué
piensas?

Les tomó dos tiendas y casi media hora de búsqueda antes de que Renee
finalmente encontrara lo que buscaba. En ese momento se estaba acercando
rápidamente a la próxima clase de Renee. Neil todavía tenía una hora para matar y
estaba a solo un par de minutos de la Fox Tower, por lo que se separó de Renee en
Perimeter Road. Cruzó el Green hacia el campus y Neil fue por el otro lado hacia el
dormitorio de los atletas. Su habitación estaba felizmente vacía. Neil dejó caer su
mochila al suelo, se tumbó boca abajo en el sofá de Matt y dejó que sus pensamientos
corrieran en círculos curiosos sobre todo lo que Renee le había dicho.

Para cuando volvió a levantarse para la clase, todavía no sabía qué pensar.

Los golpes frenéticos en la puerta de la habitación sorprendieron a Neil y Matt


de su almuerzo televisivo el sábado. Matt se apresuró a encontrar el control remoto
donde había caído entre los cojines, así que Neil dejó su plato a un lado y saltó para
abrir la puerta. Las chicas sabían que Matt mantenía la puerta abierta si él estaba en la
habitación, por lo que Neil esperaba encontrar a alguien perdido en su camino hacia la
habitación de otro equipo. En cambio, un Nicky de ojos desorbitados estaba esperando
en el pasillo.

—Oh, gracias a Dios —dijo Nicky, alcanzando a Neil con ambas manos—.
Ayuda.

Matt finalmente encontró el control remoto y detuvo la película. —¿Qué


demonios? ¿Estás bien?

—Estoy a dos segundos de estar muerto —dijo Nicky—. Mamá acaba de llamar
para desearles un feliz cumpleaños a Andrew y Aaron.

—¿Y eso es algo malo? —preguntó Matt.


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Nicky miró boquiabierto a Matt, pero la sorpresa rápidamente borró su


incredulidad. Se frotó la nuca con evidente malestar. Neil esperaba que él se riera. La
primera respuesta de los primos a los problemas personales fue cerrar filas contra los
estudiantes de último año. A Nicky podría no gustarle, pero lo había hecho una y otra
vez durante toda la temporada. Tomó desprevenidos a Neil y Matt cuando Nicky
respondió.

—Uh, sí —dijo Nicky—. Realmente no hablamos con mi familia, ¿sabes? Papá


no me ha dicho una palabra desde que descubrió que Erik es más que mi mejor amigo.
Mamá llama en Navidad para ver si he regresado a Dios y se desconecta cuando le
digo que no. No creo que Aaron les haya hablado desde el funeral de la tía Tilda, y
Andrew los evita como si fueran una enfermedad contagiosa. Él y papá no se llevaron
muy bien cuando se conocieron en la prisión juvenil.

—No podría haber ido tan mal —dijo Matt—. Quiero decir, tu padre apoyó su
liberación anticipada, ¿verdad?

—Sí, pero… —dijo Nicky, inquieto.

—¿Por qué llamó realmente? —preguntó Neil.

—Para invitarnos a casa por la cena de Día de Gracias.

—¿Y?

—¡Y le colgué! —La voz de Nicky flaqueó—. ¿Qué más se suponía que
hiciera? No podía decirle que no, ¿o sí?

—Se supone que le digas que sí —dijo Matt—. ¿Qué demonios, Nicky?

—No es tan fácil. —Nicky sonaba miserable—. La oferta es para Andrew y


Aaron también. Mamá lo dejó en claro. No hay forma de que Andrew acepte.

—No lo sabrás hasta que lo intentes —dijo Matt.

—No creo que entiendas cuánto Andrew odia a mis padres.

—¿Y qué se supone que haga yo? —preguntó Neil.

—Sé apoyo moral y respaldo —dijo Nicky—. Si voy a Andrew con esto, o se
reirá de mí o hará como que no me escucha. Pero te escucha a ti, ¿no? Quiero decir, lo
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convenciste de participar en una fiesta en equipo. Tal vez puedas convencerlo de una
cena familiar de alguna manera.

—No lo convencí de nada —señaló Neil—. Le dije que era lo más inteligente y
él estuvo de acuerdo. Esto es más complicado y no debería tener nada que decir.
Podría decirle que obviamente es importante para ti arreglar las cosas con tus padres,
pero tú y yo sabemos cómo reaccionará probablemente ante eso.

Nicky parecía abatido, pero se recuperó con un débil: —Crecí en esa casa, pero
papá no me ha dejado poner un pie en ella desde que salí del armario. Sé que piensan
que soy un pagano condenado a arder por la eternidad, y sé que debería renunciar a
ellos, pero no puedo. Quizás esta llamada signifique que están llegando. Tengo que
saber ¿Por favor, Neil? Quiero a mi mamá de vuelta. La extraño más de lo que crees.

Neil tragó saliva contra el nudo ardiente en su garganta. Esta no era su familia.
No era su problema. No era su madre. La madre de Neil fue enterrada con cenizas y
huesos en una playa de California. Ella se había ido para siempre. Neil nunca volvería
a escuchar su voz y nunca más recibiría otra llamada de ella. Ella nunca lo sentaría y
le explicaría por qué había corrido o se disculparía por ocultar su conexión con los
Moriyama. Ella nunca lo vería jugar con los Foxes en semifinales. Ella no estaría allí
cuando él dio su testimonio. Ella no estaría allí cuando muriera.

El dolor de Neil era un cuchillo que giraba en círculos en su estómago,


haciéndolo pedazos de adentro hacia afuera hasta que apenas podía respirar. Respiró
lentamente y contó los latidos de su corazón al exhalar. Nicky esperó, demasiado
desesperado para presionar aún más su suerte.

—Espera aquí —dijo finalmente Neil.

La expresión de Nicky fue un torbellino de sorpresa y esperanza. Neil no podía


soportar verlo y no quería la prematura gratitud de Nicky. Pasó junto a él, entró en el
pasillo y bajó dos puertas hasta la habitación de los primos. Nicky no había cerrado la
puerta de la suite detrás de él, así que Neil entró con un golpe superficial.

Aaron estaba esperando en uno de los sillones puf con un controlador en la


mano. A juzgar por la sangría en la otra silla y las imágenes fijas en la televisión, la
llamada telefónica de Nicky había interrumpido su juego. Kevin tenía un periódico
extendido sobre su escritorio mientras revisaba los puntajes de anoche en todo el país.
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Andrew estaba sentado en el escritorio más cercano a la ventana. Había quitado la


pantalla hace meses para poder fumar en el interior.

—¡Oh, Neil! —Andrew movió su cigarrillo hacia Neil a modo de saludo—.


Hola.

—¿Podemos hablar? —preguntó Neil.

—Hoy no es un buen día —dijo Andrew—. Intenta de nuevo mañana.

—No arruinaría tu fiesta de cumpleaños si no fuera importante.

Andrew sonrió.

—¿Sarcasmo de Neil? Tu repertorio de talentos está en constante expansión.

—Dos minutos —dijo Neil.

—Tan persistente.

Neil esperó a que Andrew tomara una decisión. Andrew tarareó alrededor de su
cigarrillo mientras pensaba. Le tomó casi un minuto antes de que la curiosidad se
impusiera a su pura necesidad de ser difícil. Andrew arrojó su cigarrillo por la
ventana, tiró de la ventana para cerrarla y saltó de su escritorio. Neil siguió a Andrew
al dormitorio de los primos y tiró de la puerta para cerrarla detrás de ellos. Andrew
solo continuó un par de pies dentro de la habitación antes de volverse hacia Neil.

—Tic, tac —dijo Andrew—. Tienes mi atención; ahora mantén mi interés.

—Llamó la madre de Nicky.

—Vaya, se acabó el tiempo.

Neil extendió el brazo cuando Andrew dio un paso adelante, pero no había
forma de que pudiera detener a Andrew si Andrew realmente quería irse. Neil había
visto cuánto presionaba Andrew cuando el equipo hacía pesas en el gimnasio. Más
importante que eso, había visto a Andrew prácticamente agarrar a Nicky por el cuello
y moverlo cuando estaba enojado. El gesto fue solo un espectáculo. Andrew lo sabía,
pero se detuvo de todos modos.
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—La madre de Nicky lo invitó a casa para el Día de Acción de Gracias —dijo
Neil.

—Dijo que sí —dijo Andrew, no realmente una pregunta—. Oh, Nicky,


optimista hasta el día de su muerte. Pensarías que ya lo sabría mejor, pero irá y
volverá boo-hoo-hoo. —Andrew simuló limpiarse las lágrimas—. Su amor tiene un
precio que no puede pagar. No entregará a Erik por ellos.

—No van detrás de Erik esta vez —dijo Neil—. Están haciendo trueques por ti.
Nicky no puede ir a menos que te lleve a ti y a Aaron con él.

—Problema resuelto. —La sonrisa de Andrew fue brillante—. Denegado.


Quizás Abby nos cocine un pavo. Lo hizo el año pasado. Es una cocinera decente,
pero no puede hornear para salvar su vida. Tendremos que traer un pastel helado de
nuevo.

Neil se negó a distraerse. —¿Por qué no vas?

—¿Por qué habría? Luther y yo no somos amigos.

—La última vez que lo comprobé, tampoco somos tus amigos —dijo Neil—.
Aún nos aguantas, así que ¿por qué no toleras a Luther? Nicky asume que tiene que
ver con la forma en que lo conociste, pero Luther fue quien te sacó de la cárcel y te
sacó a casa con tu madre, ¿no?

—Ella no era mi madre. —Andrew esperó un momento para asegurarse de que


Neil entendiera e hizo un gesto cortante con la mano—. ¿Cass, sin embargo, Cass?
Cass lo habría sido. Ella realmente quería serlo. Oh, no lo sabes. Aquí tienes una
historia, Neil. ¿Escuchas? Cass quería retenerme. Ella quería adoptarme. Andrew
Joseph Spear, dijo. Ella recogió todo el papeleo, pero no lo haría sin mi
consentimiento. Ella pensó que yo era lo suficientemente mayor para elegir.

—Spear —repitió Neil, sorprendido—. Como…

—Richard Spear —terminó Andrew por él—. Te lo conté todo sobre él, ¿no?
Mi último padre adoptivo.

—Lo mencionaste —dijo Neil lentamente, deteniéndose mientras trataba de


procesar esa bomba. Richard Spear fue el padre que Phil Higgins intentó investigar en
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agosto. Todo lo que Andrew dijo sobre él fue que no era interesante e inofensivo—.
¿Qué pasó para que fracasara la adopción? ¿Tu arresto?

—No, lo tienes al revés. Fui a la cárcel porque ella quería adoptarme. Pero ella
no se rindió conmigo. Ella pensó que una casa estable podría arreglarme, dijo. Su hijo
biológico quería unirse a la Infantería de Marina después de la escuela secundaria, así
que incluso se ofreció a reasignarme parte de sus fondos universitarios. Ella quería que
yo tuviera un futuro. Mi propia Stephanie Walker, en cierto modo.

Neil solo reconoció ese nombre porque acababa de hablar con Renee. Asintió
con la cabeza para mostrar que lo estaba siguiendo. Andrew se balanceó sobre la punta
de los pies y alcanzó a Neil. Neil hizo todo lo que pudo para no tensarse cuando las
manos de Andrew se envolvieron alrededor de su cuello. Andrew no se apretó lo
suficiente como para cortarle el aire, pero golpeó con los pulgares la garganta de Neil
al ritmo del pulso de Neil.

—Luther la habría dejado tenerme si fuera lo que quisiera. Sabía que la madre
de Aaron no quería tener nada que ver conmigo, pero quería arreglar las cosas
conmigo de alguna manera. Si Cass era “buena”, lucharía en su nombre para que se
aprobara la adopción. No podríamos tener eso, ¿verdad?

—¿Por qué no? —preguntó Neil, buscando en la expresión de Andrew—. ¿Qué


te hizo Cass?

Andrew pareció sorprendido. —Cass jamás me haría nada.

—¿Entonces qué fue mal?

—Esa es una historia diferente. Esta historia es sobre Cass y Luther, ¿no?
Luther dijo que podía enviarme de nuevo con Cass. Le di un secreto para asegurarme
de que no lo hiciera.

—Y él se lo dijo a alguien —adivinó Neil.

—No. —Andrew tamborileó con los dedos un poco más rápido, un ritmo
agitado completamente en desacuerdo con la sonrisa burlona en sus labios—. Eso es
demasiado fácil. Este tipo de secretos no se revelan a la ligera. Tú lo sabes.
Calculamos daños colaterales y rutas de escape. Planeamos y nos preparamos para la
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reacción y las consecuencias. Pero Luther no lo dijo. Eligió no creerme en absoluto. Y


eso es mil veces peor, ¿sabes?

—Eso depende del secreto —dijo Neil.

—Cierto. —Andrew soltó a Neil y se alejó—. Quizá te sorprenda, Neil, pero no


soy una persona muy confiada. Si le digo a un hombre que el cielo es azul y me dice
que estoy equivocado, no estoy dispuesto a darle una segunda oportunidad. No veo
ninguna razón para hacerlo.

—Entonces, ¿Luther no te creyó o dijo que estabas equivocado? —preguntó


Neil—. Hay una diferencia significativa entre los dos.

—Oh. —Andrew se volvió a medias para mirarlo de nuevo—. A veces olvido


que eres más astuto de lo que pareces.

Neil luchó con su memoria, sabiendo que la respuesta estaba fuera de su


alcance. Pensó en la visita de Higgins y los padres de Nicky, y luego Neil recordó
estar sentado frente a Andrew en un banco en el vestuario para preguntarle sobre la
primera llamada telefónica de Higgins. Había pensado que las palabras de despedida
de Andrew eran extrañas, pero no las había entendido en ese momento. No estaba
seguro de haber sacado las conclusiones correctas ahora, pero valía la pena intentarlo.

—Dijo que fue un malentendido.

La forma en que Andrew se quedó tan perfectamente quieto, aunque solo fuera
por un segundo, le dijo a Neil que tenía razón.

—Shh —dijo Andrew, suave como si estuviera tranquilizando a un animal


acorralado—. Shh, no digas eso. Odio el sonido de esa palabra. Te lo advertí una vez
para que supieras que no debes volver a usarlo. ¿Por qué te arriesgarías?

—Andrew —comenzó Neil.

—No.

Andrew no levantó la voz, pero no tuvo que hacerlo para que Neil escuchara la
advertencia en ella. Si Neil empujaba el asunto en la dirección equivocada, Andrew se
cerraría y esta conversación terminaría para siempre. Neil se agarró a los bordes,
buscando las palabras adecuadas que decir para que Andrew siguiera hablando. Quizás
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Andrew tenía razón y los padres de Nicky nunca lo aceptarían como era, pero Nicky
tenía que intentarlo.

—Eso fue hace cinco años. Quizás lo siente.

—Lo dices porque no conoces a Luther —dijo Andrew.

—¿Puedo?

Eso fue lo suficientemente inesperado como para llamar la atención de Andrew.


—¿Oh? ¿Qué? Neil, no sabrías qué hacer con un ministro temeroso de Dios. Apenas
puedes soportar estar cerca de Renee. No hay forma de que puedas aguantar una
reunión con Luther. Terminaría exorcizándote cuando estallaras.

—Podría ser entretenido —dijo Neil.

—Podría ser —admitió Andrew.

—Vamos todos —dijo Neil—. Aaron estará de acuerdo por el bien de Nicky y
Nicky podrá ver si sus padres se han acercado. No hay forma de que dejes a Kevin tan
lejos de tu vista, así que llévalo contigo. Te acompañaré para que puedas acosarme a
mí en lugar de a Luther. Imagínate lo incómodos que se sentirán los padres de Nicky si
tienen que lidiar con nosotros cinco.

—O podríamos quedarnos aquí.

—No es tan interesante —dijo Neil.

—Apelar a mi inexistente capacidad de atención es un truco barato —dijo


Andrew.

—¿Pero es efectivo?

—Ojalá lo fuera.

—¿Por favor?

—Odio esa palabra.

—¿Tu psiquiatra sabe que le guardas rencor a la mitad del idioma inglés? —
preguntó Neil, pero Andrew solo sonrió—. Sé que no puedes entender esto porque
nunca has tenido una familia real, pero Nicky tiene que darle otra oportunidad a sus
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padres. Si tienes suerte, esta cena será el punto de quiebre. Nicky se ilusiona pensando
que su madre ha vuelto. Si ella lo decepciona de nuevo, él podría estar dispuesto a
marcharse para siempre.

Andrew tarareó sin melodía mientras pensaba. Cuanto más permanecía en


silencio, más seguro estaba Neil de que había fallado. Finalmente, Andrew lo alcanzó
de nuevo. Esta vez metió los dedos en el cuello de la camisa de Neil en lugar de ir a
por su garganta.

—Una última oportunidad —dijo—. Eso es todo lo que le voy a dar a Nicky.
Pero no pasaré el Día de Acción de Gracias con ellos y no jugaré bien. Haz que Nicky
cambie la fecha y recibe tu invitación. ¿Bueno?

—Está bien —dijo Neil.

—Todos vamos a lamentar esto. —Andrew soltó a Neil con una sonrisa—.
Nicky sobre todo si su padre acaba muerto.

Neil vaciló, sabiendo que no debería preguntar, sabiendo que ya había pedido
demasiado. Al final, no pudo evitarlo. —¿De verdad mataste a la madre de Aaron?

—Fue un trágico accidente. ¿No leíste los informes policiales? —Andrew fingió
ser inocente, pero el tic en la comisura de la boca lo delató. Andrew abandonó la farsa
un par de segundos después y se rió—. Supongo que ella le pegó demasiadas veces. Le
advertí que no pusiera una mano sobre él, pero ella no me escuchó. Ella consiguió lo
que le venía. ¿Eso te asusta, Neil?

—Mis primeros recuerdos son de personas muriendo —dijo Neil—. No te tengo


miedo.

—Por eso eres tan interesante —dijo Andrew—. Qué agravante.

Parecía divertido, no molesto, así que Neil dijo: —Intentaré ser más aburrido en
el futuro.

—Qué considerado. —Andrew hizo un gesto entre sus caras—. Es un secreto


que se da a crédito, Neil. Recuérdalo, ¿de acuerdo? Te pediré algo más tarde.
Terminamos de hablar hoy, así que adiós. Envía pronto a mi cobarde primo.
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Andrew no lo siguió cuando Neil salió del dormitorio. Neil esperaba encontrar a
Nicky acechando en el pasillo esperando los resultados, pero Nicky había ido a la
habitación de Neil para esperar su regreso. Estaba sentado en el extremo más alejado
del sofá de Matt. Nicky sonrió cuando Neil entró, pero la expresión no llegó a sus
ojos. Parecía casi enfermo de nerviosa esperanza.

—Dos preguntas —dijo Neil, cruzando la habitación para pararse frente a


Nicky—. Si Kevin y yo prometemos mantenernos fuera del camino de su negocio
familiar, ¿podemos acompañarnos —No era la pregunta que esperaba Nicky. La
sorpresa y la confusión lo sacaron un poco del miedo. Neil esperó el incierto
asentimiento de Nicky antes de continuar—. Además, ¿crees que tu madre puede
cambiar la fecha? Andrew se niega a verlos en un feriado importante.

—Supongo que sí —dijo Nicky—. Tendría que volver a llamar a mamá y


preguntarle, pero... espera. ¿Andrew dijo que sí? No hablas en serio.

Neil miró de él a Matt y viceversa. —Eso es lo que querías, ¿no?

Nicky se puso de pie.

—Eso es lo que quería, pero realmente no pensé que lo conseguirías,


especialmente no en el primer intento. Solo sabía que eras mi mejor oportunidad para
lograr que Andrew escuchara. Eres increíble, ¿lo sabías? —Tiró de Neil en un abrazo
feroz antes de que Neil pensara en esquivarlo—. Oh, puede que seas lo mejor que les
puede pasar a los Foxes.

—Lo dudo.

—Yo no. —Nicky sonrió mientras soltaba a Neil—. ¿Cómo lo hiciste?

Neil eliminó cuidadosamente el noventa por ciento de la verdad y dijo: —


Pregunté.

—Sí claro. ¿Sabes qué me habría pasado si se lo preguntara? Violencia, Neil.


Violencia extrema e injustificada.

Neil se encogió de hombros. Nicky lo dejó pasar, tal vez demasiado feliz de
importarle cómo Neil se ganó a su primo. Sacó su teléfono de su bolsillo e hizo un
gesto hacia la puerta.
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—La llamaré de nuevo. Quizás podamos ir el próximo fin de semana. El


domingo, supongo, ya que estaremos en un autobús que regresa de Florida todo el
sábado. Más temprano que tarde, ¿verdad? No quiero arriesgarme a que Andrew
cambie de opinión.

—Buena suerte —dijo Neil.

La sonrisa de oreja a oreja de Nicky fue respuesta suficiente, y Nicky zarpó para
hacer la llamada. Neil vio que la puerta se cerraba detrás de él, luego envió una mirada
interrogativa a Matt. Matt lo estaba estudiando con una curiosa intensidad.

—¿Por qué eres tan especial? —preguntó Matt.

—No lo soy —dijo Neil, confundido.

—Andrew no cede terreno a nadie. ¿Por qué sigue diciéndote que sí?

—Está drogado —dijo Neil, haciendo girar un dedo cerca de su sien—. Piensa
que es gracioso.

Matt lo miró un poco más, luego sacudió la cabeza y se relajó contra el respaldo
del sofá nuevamente. Neil tomó el asiento que había dejado antes y Matt volvió a
encender la película. No estaban mucho más en eso cuando el teléfono de Neil vibró
con un mensaje de texto de Nicky. María había acordado la fecha y los invitados
adicionales. La mitad del mensaje eran caras sonrientes y signos de exclamación.

La satisfacción era un calor silencioso en el pecho de Neil, incómodo y


desconocido. Neil lo hizo a un lado, pero a su paso estaba el borde más frío de la
inquietud. Neil estaba contento por Nicky, pero no era estúpido. En realidad, solo iba
para poder vigilar a Andrew. Las drogas de Andrew lo mantenían feliz, pero no lo
volvían inofensivo. Si Luther se salía de la línea este fin de semana, Andrew podría
lastimarlo. Los tribunales encerrarían a Andrew y tirarían la llave, y la temporada de
los Foxes se detendría repentinamente. Neil no podía permitir que eso sucediera.

Solo esperaba ser lo suficientemente rápido si lo peor llegaba a lo peor.


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11
Kevin no estaba interesado en conocer a los padres de Nicky, pero era lo
suficientemente inteligente como para saber que no tenía nada que decir al respecto.
Kevin no podía soportar estar solo, en parte porque había crecido apegado al lado de
Riko y rodeado por los Ravens, y en parte porque estaba muerto de miedo de ser
atrapado sin protección. Por suerte para todos, Kevin dejó de criticar el viaje cuando
se dio cuenta de que podía sacar algo de él.

Cuando Neil comenzó a jugar Exy en Arizona, el entrenador Hernández le


prestó a Neil una de las raquetas adicionales de la escuela. Era un modelo básico,
profundidad neta media y con un marco ligero. Wymack le proporcionó a Neil dos
actualizaciones del mismo modelo cuando firmó con la Corte de los Foxes. Las
raquetas ligeras eran populares entre los delanteros y la mayoría de los jugadores
principiantes porque permitían una precisión más fácil. Si un delantero solo tenía una
fracción de segundo para disparar, quería una raqueta rápida en la que no tuviera que
pensar.

Kevin pensó que las raquetas ligeras eran una completa pérdida del tiempo de
Neil. Tan pronto como Neil pasó los trece ejercicios de los Ravens, Kevin empezó a
hablar de mover a Neil a una raqueta pesada. Los pesos pesados eran más populares
entre la defensa, ya que se trataba de fuerza y velocidad. Pocos jugadores ofensivos se
molestaban con ellas, ya sea porque no querían el peso extra cuando intentaban
superar a la defensa o no podían perfeccionar su puntería con un palo tan difícil de
manejar. Sin embargo, cuando se dominan, las raquetas pesadas pueden ser
devastadoras.

Kevin usó una raqueta pesada con los Ravens, pero cambió a una raqueta ligera
después de su lesión. Riko todavía usaba una. Neil estaba receloso de cambiar de
raqueta tan tarde en la temporada, ya que seguramente tendría un período de ajuste
serio, pero Kevin hizo oídos sordos a sus argumentos. Meses de prácticas nocturnas
implacables y la dura tutela de Kevin le dieron a Neil una precisión aterradora que le
habría llevado años aprender por su cuenta. Ahora que podía apuntar con una mirada
de gatillo, necesitaba una raqueta que pusiera fuerza detrás de sus tiros. Era hora de
agregar potencia a su velocidad, o eso dijo Kevin.
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El mejor lugar para encontrar raquetas en Carolina del Sur fue en Columbia en
Exites. Las tiendas de deportes más grandes de todo el estado tenían secciones para
equipo de Exy, pero Exites era la única tienda cien por ciento dedicada al deporte.
Manejaban todo, desde equipo hasta uniformes personalizados y coleccionables. Neil
había estado en su sitio web de vez en cuando, pero verlo en persona envió un
escalofrío por su columna vertebral. Era una tienda de cuatro pisos al otro lado de la
capital de Eden's Twilight, y el estacionamiento estaba cómodamente abarrotado. Neil
no estaba seguro de qué le gustaba más: la idea de todo lo que lo esperaba dentro de
esas paredes, o los muchos autos que demostraban la popularidad de Exy.

—Esto es estúpido —dijo Aaron por cuarta o quinta vez desde que dejaron el
campus—. Acabamos de arreglar la alineación. Ahora vas a volver a jodernos.

Kevin lo ignoró. Había discutido la primera vez que Aaron protestó, y no


desperdiciaría el aliento repitiéndose. Neil era más tolerante con la frustración de
Aaron gracias a sus propios nervios, pero sabía que no podía cambiar la opinión de
Kevin. Le había dado a Kevin el control de su juego y confiaba en que Kevin
aprovecharía al máximo su potencial. Si Kevin pensaba que podía manejar esto, Neil
no lo defraudaría. Podría significar trabajar el doble de duro que, hasta ahora, pero de
alguna manera cumpliría con las expectativas de Kevin.

—Esta es la mejor semana para cambiar —dijo Neil mientras seguía a Andrew
fuera del auto—. Nos enfrentamos a JD el viernes. Ustedes pueden ganarles sin mi
ayuda.

A medida que los Foxes subieron en la clasificación, la Universidad JD


Campbell cayó. Los Tornados de JD siempre se habían asentado cerca del final en el
distrito sureste, pero ahora tenían el papel poco envidiable de jugadores de último
lugar. Apenas habían ganado la mitad de sus juegos en lo que iba de temporada. Kevin
podía superarlos con una mano a la espalda. La única pregunta era si Andrew los
encontraría lo suficientemente interesantes como para proteger su gol. Lo más
probable es que se aburriera tanto con su actuación que ni siquiera lo intentaría.

JD era su último partido en noviembre, ya que el próximo fin de semana


saldrían para Acción de Gracias. Habría un juego más el primero de diciembre, y con
eso terminaría la temporada de otoño de los Foxes. Tendrían una semana libre para
estudiar para sus exámenes finales, una semana de exámenes que ninguno de ellos
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esperaba con ansias y un banquete de Navidad de Exy el 16 de diciembre. Pensar en


ello agrió un poco el buen humor de Neil. Se sentía como si acabara de conocer a
Wymack ayer. Ahora la temporada estaba a un parpadeo de haber terminado. Los
Foxes tenían garantizado un lugar en los campeonatos de primavera, por lo que habría
más juegos en enero, pero Neil no podía soportar pensar que casi había terminado.

Todavía no sabía dónde iba a pasar sus dos semanas de vacaciones de Navidad.
Apostaba a que los primos no irían a ninguna parte, ya que Kevin sería intolerable si lo
llevaran demasiado lejos de la Corte de los Foxes. Con suerte, Neil podría quedarse y
hacer algunas prácticas. Tendría que averiguar qué excusa darle al equipo para no irse
a casa.

Pasaron una caja registradora en su camino a través de la puerta principal hacia


las salidas, y el cajero de turno escupió su café cuando vio a Kevin. Neil se apartó del
rostro demasiado reconocible de Kevin y comenzó a mirar alrededor de la tienda. El
primer piso era principalmente ropa, con material de abanico ocupando la mitad
delantera y ropa deportiva en la parte trasera. Los carteles y las exhibiciones
mostraban a los atletas locales modelando uniformes producidos por la tienda.

Neil rebuscó en el equipo de los fanáticos de los equipos principales de Carolina


del Sur. Solo había dos escuelas de Clase I en el estado, Palmetto State y USC
Columbia, pero también había tres equipos de Clase II y el equipo de las ligas
mayores, los Dragones de Columbia. Las ligas mayores de Exy jugaron durante el
verano, ahorrando el otoño y la primavera para los equipos universitarios y
profesionales más populares. Neil vio sus partidos, pero no tenía favoritos. Guardaba
todo su amor por la NCAA y la Corte nacional.

—Vamos —dijo Nicky, empujando a Neil y señalando con la barbilla en


dirección a Kevin—. Va a tardar un rato.

Neil miró para ver a Kevin ahora hablando con un hombre mayor con una
etiqueta con su nombre. Iba vestido de manera más profesional que el cajero, por lo
que Neil supuso que era el gerente de turno. Neil miró a su alrededor en busca de las
cámaras de seguridad. Se preguntó si el cajero presionó un botón de pánico para
llamar al gerente al frente o si el hombre había visto la cara de Kevin en las pantallas
de su computadora en la parte de atrás. De cualquier manera, la respuesta rápida como
un rayo hizo que la piel de Neil se erizara. Asintió y siguió a Nicky hasta las escaleras.
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El segundo piso era principalmente de equipo: zapatos de salón, bolsas de


equipo y libros. Los estantes giratorios con llaveros, joyas y amuletos ayudaron a
dividir las secciones. Aaron y Nicky fueron a investigar los contenedores de ofertas,
pero Andrew llevó a Neil al siguiente tramo de escaleras.

—Deprisa —lo animó Andrew—. Terminemos con esto.

—¿Tan ansioso estás por llegar a casa de Nicky? —Neil preguntó mientras
continuaba hacia el tercer piso.

—No vamos a ir a la casa de Nicky —dijo Andrew, sacudiendo la cabeza ante la


ignorancia de Neil—. Ahora es la casa de sus padres, Neil. Nicky no tiene lugar allí.
No lo ha tenido en años. Pero cuanto antes terminemos de jugar por aquí, antes
podremos irnos a casa. Columbia es aburrida los domingos. Comprendes, por
supuesto.

—Como no me afectan las leyes azules, realmente no me importa —dijo Neil.

—Sin espíritu de equipo —se burló Andrew—. Pobre de mí. Oh, mira.

No tuvo que decírselo dos veces. Las paredes de todo el tercer piso estaban
revestidas de raquetas. Neil pasó suficiente tiempo buscando todo sobre Exy en
Internet para saber cuántos tipos diferentes de raquetas estaban disponibles. Verlos en
un sitio web y verlos en persona fueron experiencias completamente diferentes, y por
un momento Neil se quedó paralizado en lo alto de las escaleras.

A la izquierda de la escalera había un registro. La mujer que estaba allí estaba


enhebrando la red de una raqueta. Ella miró su llegada y los saludó. Andrew la
despidió sin mirar. Neil pensó que podría haber respondido, pero estaba demasiado
distraído por las raquetas como para prestar atención. El sonido de su voz lo hizo
moverse, y lentamente se abrió paso por la habitación.

Primero pasaron la sección de porteros. Andrew mantuvo la mirada hacia


adelante, pero extendió la mano a medida que avanzaban y pasó los dedos por las
raquetas. Neil no se lo perdió, pero no pensó que Andrew lo reconocería si comentaba.
Reprimió todas las preguntas que quería hacerle a Andrew sobre su apatía y su
próxima sobriedad. Sin embargo, la curiosidad ayudó a sacarlo un poco de su
aturdimiento y prestó más atención a las señales. Las raquetas se organizaron de la
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más pesada a la más ligera, con las raquetas pesadas justo después de la sección de
porteros.

Había quince opciones colgando de ganchos. La mayoría de ellas eran sencillas,


aunque los carteles mostraban los diseños y colores disponibles para cada modelo. Se
ordenaban por fabricante, luego por peso, longitud y profundidades de redes
disponibles. Las raquetas tenían unos pocos centímetros de margen para tener en
cuenta las diferentes alturas de los jugadores. Neil se quedó con las raquetas más
cortas disponibles. Tenía la culpa de ello a su madre: los Hatford nunca habían sido
tan altos. Supuso que debería estar agradecido de ser al menos más alto que Andrew y
Aaron.

Aun así, saber que necesitaba una raqueta corta no lo ayudó a reducir mucho sus
opciones. Cada raqueta que levantaba era un peso incómodo en sus manos, y Neil no
había jugado lo suficiente como para comprender realmente los beneficios de las
diferentes profundidades de la red. Sabía que los delanteros tendían a tener redes más
profundas para poder llevar el balón más lejos, mientras que los distribuidores y la
defensa tenían redes menos profundas para robar y pasar, pero las diferencias
incrementales eran un área gris de confusión. Neil recogió y dejó todas las raquetas
cortas que pudo, deteniéndose hasta que Kevin apareció para decirle qué hacer.

—No se sienten bien —dijo.

—Una lágrima por tu malestar —dijo Andrew, completamente indiferente.

—Y dijiste que no tengo espíritu de equipo —murmuró Neil.

—Nunca dije que yo lo tuviera. —Andrew sonrió y se encogió de hombros—.


Eres el tonto que le dio su juego. Recoge lo que siembras o quema el campo, la
elección es tuya. Sea más inteligente la próxima vez, ¿verdad?

—No soy el único —dijo Neil, dejando la última raqueta y mirando a Andrew—
. Me dijo por qué se quedó. Me dijo lo que te prometió. Entonces, ¿cómo eres
diferente a mí si también estás aquí por el Exy?

—Oh, Neil, es así. —Andrew se inclinó hacia adelante como si estuviera a


punto de transmitir un secreto e hizo un gesto entre ellos—. Él pide y tú le das... está
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bien, está bien, está bien. Pregunta y yo me niego, absolutamente no. Estoy esperando
que se rinda. Tiene que marcharse eventualmente.

—¿De verdad quieres que lo haga? ¿No se han alejado ya suficientes personas
debido a tu condición? No puede esperar a que vuelvas a estar sobrio, ¿de cuántas
personas puedes decir eso?

—Es una emoción muy egoísta —dijo Andrew—. Quiere algo. Él está para
ganar, o eso cree.

—Entonces, ¿qué pasa si tiene razón? ¿Qué sucede si te despiertas y te das


cuenta de que el Exy realmente es emocionante y que vale la pena? ¿Mentirás solo
para seguir negándolo o cederás y admitirás que ha ganado?

Andrew se rió. —Nunca te tomé por un soñador. A veces eres tan extraño.

—Vi la forma en que jugaste contra Edgar Allan —dijo Neil—. Por un
momento pareció que significaba algo para ti.

—Oh, Neil.

—Eso no es una respuesta.

—Esa no era una pregunta —dijo Andrew—. Fue una acusación equivocada.

—Aquí hay una pregunta real: ¿cómo has sobrevivido tanto tiempo cuando eres
tan violentamente autodestructivo?

Andrew inclinó la cabeza hacia un lado en una pregunta. Neil no sabía si


Andrew se estaba haciendo el estúpido para irritarlo o si Andrew realmente lo
ignoraba. De cualquier manera, era frustrante. Se preguntó por qué nadie más se había
dado cuenta, o si la gente lo notaba y simplemente no le importaba lo suficiente como
para decirlo. Ahora que Neil lo vio, sin embargo, no podía mirar más allá. Cada vez
que los Foxes mencionaban la inminente sobriedad de Andrew o el nombre de Andrew
aparecía en las reseñas sobre el desempeño del equipo en los juegos, la atención se
centraba en el peligro que representaba. La gente habló sobre su juicio y cómo los
salvó de Andrew. Nadie dijo qué estaban haciendo para salvar a Andrew de sí mismo.

—Me dijiste que Cass nunca te haría daño y te habría dado una buena
educación, pero saboteaste tu adopción. El oficial Higgins vino hasta aquí desde la
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costa oeste para arreglar algo de tu pasado, pero no lo ayudarás. Dejaste la prisión
juvenil y mataste a la madre de Aaron para protegerlo, pero en lugar de arreglar tu
relación con él, lo mantienes atado. No quieres que los padres de Nicky lo lastimen,
pero tampoco lo dejarás entrar en tu familia. Kevin prometió invertir en ti, pero ni lo
intentarás. ¿Así que, qué es? ¿Tienes miedo de tu propia felicidad o, sinceramente, te
gusta ser miserable todo el tiempo?

—Neil, mira —dijo Andrew, y señaló su propio rostro—. ¿Me veo miserable?'

Neil quería arrancar esa sonrisa de la cara de Andrew, pero la desagradable


respuesta de Andrew no fue del todo culpa suya. Neil estaba lidiando con la cortina de
humo de la medicación de Andrew. Ninguno de los dos podía cambiar eso, pero saber
por qué Andrew se estaba poniendo difícil no lo hizo menos frustrante de tratar. Todo
lo que Neil podía hacer era controlar su temperamento. Si Andrew se enfadaba con él,
la conversación había terminado. Eso era lo que Andrew quería, para que Neil no se lo
diera.

—Pareces drogado a una pulgada de tu muerte —dijo Neil—, y cuando no estás


medicado estás bebiendo y desempolvando. Cuando finalmente te quiten la medicina,
¿a quién vas a lastimar realmente?

Andrew se rió. —Estoy recordando por qué no me gustas.

—Me sorprende que lo hayas olvidado.

—No lo hice —dijo Andrew—. Me distraje por un momento. Le dije que fue un
error dejarte que te quedaras, pero ella no me creyó. Ahora mira. Oh, por una vez ni
siquiera quiero molestarme con el “te lo dije”. Arruinas toda mi diversión.

—¿Renee? —adivinó Neil.

—Bee.

La sangre de Neil se heló.

—¿Qué le dijiste sobre mí?

Andrew sonrió ante la expresión del rostro de Neil.


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—¡Confidencialidad médico-paciente, Neil! Pero no pongas una cara tan


aterradora. No le conté tu pequeña y triste historia. Solo hablamos de ti. Diferencia
crítica, ¿no? Le dije que causas más problemas de lo que vales. Ella estaba deseando
conocerte, pero no me dirá lo que piensa de ti. No puede. Pero sé que le gustas. Bee
tiene algo con las causas perdidas.

—No soy una causa perdida.

La negación fue automática y una pérdida de tiempo. Andrew puso su mano


sobre la boca de Neil para callarlo y dijo: —Mentiroso. Pero eso es lo que te hace
interesante. También es lo que te hace peligroso. Debería haberlo sabido. Quizás no
soy tan inteligente como pensaba. ¿Debería sentirme decepcionado o divertido?

La réplica perfecta quemó la lengua de Neil, pero se mantuvo callado en caso de


que Andrew no terminara de divagar. La respuesta estaba allí, fuera de su alcance, lo
suficientemente cerca como para que Neil pudiera sentirla, pero demasiado lejos para
que él la entendiera. Quizás Andrew también lo sintió, porque incluso en su neblina
drogada supo callarse. La sonrisa que le dedicó a Neil se burló de ambos ante ese casi
error. Se retiró por completo, dejando solo el recuerdo de los latidos de su corazón
contra la boca de Neil, y se alejó.

—Encontraré a Kevin. Es demasiado lento.

Neil lo vio irse, luego resopló de frustración y se volvió hacia las raquetas.

Andrew no regresó, pero Kevin apareció un minuto después. Echó un vistazo a


los carteles y bajó cinco palos para que Neil los probara.

—Hay una pista de práctica en el piso de arriba —dijo Kevin—. Vámonos.

El cajero tomó un balde de pelotas y una llave y los condujo a través de la


puerta detrás de la caja registradora. El cuarto piso estaba dividido en dos pequeñas
canchas de práctica y una pasarela estrecha. La mujer abrió una de las canchas, por lo
que Neil dejó las raquetas a un lado y se puso el equipo de repuesto que colgaba de los
ganchos de la pared. El chaleco con lastre proporcionado por Exites repasó su ropa y
le recordó un poco al chaleco de Kevlar que su madre le regaló en Europa. Hizo a un
lado esos pensamientos y se puso unos guantes y un casco. Kevin colocó las raquetas
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y pelotas dentro de la cancha mientras trabajaba, luego encerró a Neil solo para
practicar lanzadas.

Neil pensó que las raquetas eran difíciles de manejar con solo sostenerlas.
Disparar con ellas era peor. Las raquetas eran de cuatro a cinco veces más pesadas que
las que le dio Wymack. Se sentían diferentes en sus manos y se arrastraban en sus
pases. A pesar de eso, el sonido que hicieron las bolas cuando rebotaron en la pared
envió un oscuro sentimiento de poder a través de sus venas. Cada rebote fue un
pequeño boom. Neil solo podía imaginar cómo sonaría cuando pudiera poner
velocidad real detrás de sus lanzadas nuevamente. Sus disparos serían misiles
dirigidos a la portería, y dejaría a los porteros sobresaltados a su paso.

Pasó por las raquetas varias veces, dándose un par de rondas para ajustar y
luego averiguando cuál se sentía mejor. Todas eran incómodas por ahora, pero cuanto
más las usaba, más podía adivinar cuáles rechazar. Una era demasiado grande; nunca
se acostumbraría a sentirla. Dos fueron rechazadas después de la tercera ronda. No
podía decidir entre las dos últimas, así que se las llevó a Kevin. Kevin las inspeccionó
de la cabeza a las nalgas, girándolas de un lado a otro y observando la leve curva de
las cabezas.

Finalmente le mostró una al cajero. —Llevaremos este modelo.

Neil colgó el equipo, recogió pelotas y raquetas y esperó a que la chica cerrara
la cancha. Bajaron las escaleras y ella les hizo apilar las raquetas rechazadas en un
estante. Deslizó un formulario de pedido a través del mostrador hacia Neil.
Necesitaban pedir las raquetas en colores de Palmetto. Exites se encargaría de eso y
los entregaría. Neil pensó que era tan fácil como marcar una casilla y seguir adelante,
pero la marca que había obtenido ofrecía cuatro diseños diferentes. Neil vaciló, luego
marcó el más simple y completó la dirección de la Corte de los Foxes.

—¿Tiene alguno en stock hoy? —Kevin preguntó mientras Neil escribía—.


Necesitamos una raqueta de práctica sencilla de tamaño tres.

—Deberíamos —dijo. Escribió un par de comandos en su computadora, miró la


pantalla y desapareció en la sala de almacenamiento. Neil terminó antes de que ella
regresara. Ella escaneó la raqueta, luego escribió los números finalizados del
formulario de Neil. Neil finalmente pudo ver cuánto costaban sus raquetas y casi se
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atragantó con su siguiente aliento. Podría conseguir un billete a Inglaterra por la


misma cantidad.

—Eso no puede ser correcto —dijo en francés.

—Si quieres lo mejor, pagas por lo mejor —dijo Kevin, completamente


indiferente.

—Entonces no necesito tres —dijo Neil—. Dile que vuelva a dejar este.

—Las raquetas de colores tardarán una semana —dijo Kevin—. No tenemos


tanto tiempo que perder. Si el entrenador tiene un problema con el número, puede
hablarlo conmigo, pero ya debería saber lo caro que soy. Te llevaré a la cancha esta
noche para que puedas calentar antes de los entrenamientos de mañana.

Kevin entregó la tarjeta del equipo para pagar y firmó el recibo con un prolijo
garabato. La tarjeta y el recibo fueron a su billetera para archivarlos con Wymack más
tarde. La raqueta de práctica se la entregó a Neil. Saber lo que costaba lo hacía sentir
cien veces más pesado en las manos de Neil. Kevin asintió ante la alegre despedida del
cajero y condujo a Neil hacia las escaleras.

Encontraron a Aaron y Nicky en la planta baja. Andrew estaba fumando en la


acera afuera. Neil llevó su raqueta al asiento trasero del auto con él, no queriendo una
cosa tan cara en el maletero. Andrew había olvidado su discusión en el piso de arriba o
había restablecido su actitud de nuevo con su medicina, porque anudó sus dedos a
través de las cuerdas de la nueva raqueta de Neil y dio un curioso tirón. No dijo nada,
pero no tenía por qué hacerlo. Nicky acribilló a Kevin con una docena de preguntas
sobre la raqueta mientras los alejaba de Exites. Neil pensó que era una curiosidad
genuina al principio, pero el filo creciente de las palabras de Nicky fue todo nervios.

No estaban lejos de la antigua casa de Nicky. Los Hemmick vivían en una casa
de dos pisos en los suburbios del sur de Columbia. Neil miró más allá de Andrew por
la ventana mientras Nicky aparcaba junto a la acera. Desde fuera, la casa se veía
perfecta. El césped era de un verde vibrante y estaba bien recortado, los coches del
camino de entrada eran nuevos y estaban limpios, y la casa era de un azul pálido con
contraventanas oscuras. Parecía una casa ordinaria de clase media, lo que hizo que las
reacciones de los primos fueran aún más surrealistas. Ni siquiera Andrew tuvo nada
que decir cuando Nicky apagó el motor.
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Nicky tamborileó con los dedos en el volante. —Quizás esto fue un error.

—Oh, ahora lo dice —dijo Andrew, y salió del coche—. Demasiado tarde.

Neil dejó su raqueta a un lado y salió, pero Andrew pasó junto a él y enganchó
el palo tan pronto como Neil se apartó. Andrew le dio un giro experimental, juzgando
su peso, luego lo apoyó contra su hombro y se dirigió a los otros autos.

Nicky salió del coche como si estuviera en llamas. —Andrew, ¿qué estás
haciendo?

—Tiene un coche realmente brillante para un ministro —dijo Andrew—. Voy a


humillarlo.

Nicky corrió tras él y le quitó la raqueta de las manos. Andrew podría haberse
aferrado a él, pero aparentemente estaba más divertido por la mirada aterrorizada en el
rostro de Nicky. Se rió de la obvia angustia de Nicky e hizo un gesto exagerado para
que Nicky abriera el camino. Nicky le entregó la raqueta a Neil.

Neil y Kevin se quedaron atrás mientras cruzaban el patio. Aaron y Andrew


esperaban en la pasarela, uno al lado del otro por primera vez desde que Neil podía
recordar. Nicky se quedó en silencio y quieto en el porche durante casi un minuto
antes de tocar el timbre. Tan pronto como lo hizo, se retiró al borde del porche para
esperar. Andrew le dirigió a Neil una sonrisa por encima del hombro, y Neil solo negó
con la cabeza en respuesta.

Maria Hemmick abrió la puerta. Era más alta de lo que Neil esperaba, pero pudo
ver el parecido entre ella y Nicky en un instante. Nicky la culpó en broma cuando Neil
comentó por primera vez lo diferente que se veía él de sus primos. Andrew y Aaron
eran pálidos y de cabello claro, mientras que Nicky heredó la tez más oscura de su
madre mexicana. Tenía los ojos de su madre y la misma curva en su boca. Nicky
nunca había sonreído así, sin embargo, tan educado y pequeño que apenas era
acogedor.

—¿Por qué tocaste el timbre? —preguntó en lugar de saludar.

—Esta ya no es mi casa —le recordó Nicky.


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Ella frunció los labios, pero no discutió. Se hizo a un lado, por lo que salieron
del frío al vestíbulo delantero, mucho más cálido. María cerró la puerta detrás de ellos
y se volvió hacia sus invitados. Neil y Kevin eran ahora los más cercanos a ella. No
hubo reconocimiento en su mirada cuando los consideró, pero les saludó con la
cabeza.

—Deben ser Kevin y Neil —dijo—. Soy María.

Kevin puso una de sus sonrisas amigables con el público y dijo: —Es un placer
conocerla.

Luego miró a los gemelos, pero su mirada pasó completamente por encima de
Aaron. Ella le sonrió a Andrew y dijo: —Aaron, ha pasado mucho tiempo.

—Aarón —respondió Aarón.

María miró de la sonrisa de Andrew a la expresión cautelosa de Aaron y


viceversa.

—Oh, sí, por supuesto —dijo, pero sonaba insegura.

—Andrew ha estado tomando medicamentos durante casi tres años, mamá —


dijo Nicky, con un toque de impaciencia.

Andrew le aclaró las cosas con la sonrisa más brillante y hostil que le
permitieron sus drogas.

—Hola Maria. Qué gusto mucho volver a verte, estoy seguro. Muy interesante,
nos dejas entrar en tu casa y todo. Pensé que ibas a presentar una orden de restricción
en mi contra. ¿Qué pasó? ¿Perdiste los nervios?

—Andrew —suplicó Nicky con los dientes apretados.

Las mejillas de María se sonrojaron.

—Pueden dejar sus abrigos aquí. —Una puerta estrecha a su derecha era un
armario con una docena de perchas de repuesto. María los vio colgar sus abrigos y
luego les hizo señas para que la siguieran—. Justo por aquí.
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—¿Ni siquiera puedes distinguir a tus propios sobrinos? —comenzó Nicky, pero
el resto de la pregunta se olvidó cuando entraron en la cocina y vieron al padre de
Nicky.

Luther Hemmick era un hombre alto, delgado como un libertino, de rostro


severo. No le quedaba mucho pelo, pero mantenía una barba de pimiento muy corta y
prolija. Incluso al otro lado de la habitación, Neil podía ver la tensión en sus hombros.
Luther no esperaba esta reunión más que Nicky. Neil esperaba que Luther se sintiera
incómodo porque tenía la intención de relajar los viejos prejuicios.

María fue directamente a la estufa para revisar la cena, abandonando la


conversación lo más rápido que pudo. Luther no la miró, pero se tomó su tiempo para
inspeccionar a sus invitados. Su expresión no cambió al considerar a Neil y Kevin, y
no se demoró mucho en ellos.

A Neil no le pareció que fuera su imaginación la que vio cómo Luther miraba a
Andrew más tiempo que a su propio hijo. Le hizo preguntarse si Luther sospechaba
que Andrew estaba involucrado en la muerte de su hermana, y si alguna parte de él lo
culpaba de cualquier manera. Nicky dijo que la liberación de Andrew de la prisión
juvenil condujo a Tilda más profundamente a su depresión y drogas. Quizás Luther se
arrepintió de descubrir que Andrew existía.

Neil se distrajo mirando alrededor de la habitación, desde las pequeñas cruces y


citas bíblicas colgadas en las paredes hasta la cocina perfecta de catálogo. La mesa
cuadrada solo tenía dos sillas, pero la puerta trasera estaba abierta. La puerta
mosquitera estaba cerrada, pero Neil podía ver a través de ella hacia una terraza. Una
mesa más grande estaba allí atrás y ya estaba preparada para acomodarlos a todos.

—Nicky —dijo finalmente Luther—. Aarón, Andrew.

Nicky se había quedado mudo, pero Aaron dijo: —Hey, tío Luther.

Luther sonrió, pero fue rápido. Volvió a mirar a Neil y Kevin.

—Soy el padre de Nicky. Pueden llamarme Luther. Bienvenidos a mi casa.

—Gracias por invitarnos —dijo Kevin.


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—Puedes dejar eso aquí —dijo Luther mirando la raqueta de Neil. Esperó hasta
que Neil la apoyó contra la pared, luego señaló la puerta trasera—. Por favor, póngase
cómodos. La cena estará en un minuto.

Nicky los llevó al porche trasero. Estaba cerrado con medias paredes y una fina
malla. Había lámparas de calor en cada esquina. La malla dejaba escapar algo del
calor, pero también evitaba que entrara la mayor parte de la brisa de noviembre, por lo
que era más cómodo afuera que en la casa.

La mesa tenía ocho asientos, tres a cada lado y un asiento en cada extremo. A
juzgar por el pañuelo de encaje en un extremo, los Hemmick ocuparían los asientos de
los extremos y repartirían a sus invitados entre ellos. Nicky tomó un asiento del medio
a un lado, manteniendo una silla entre él y cualquiera de sus padres. Aaron se sentó
entre la silla de Nicky y Maria. Kevin y Neil pusieron a Andrew entre ellos en el otro
lado donde pudieran vigilarlo, Neil más cerca de Luther y Kevin de María.

Luther y María necesitaron tres viajes para traer toda la comida. Tan pronto
como se sentaron, inclinaron la cabeza. Neil no se dio cuenta de lo que estaba
sucediendo hasta que Luther comenzó a orar. Inclinó la cabeza un poco tarde y le
lanzó a Andrew una mirada de reojo. Andrew ni siquiera estaba fingiendo rezar,
incluso si a su otro lado Kevin estaba jugando cortésmente. Andrew tenía un brazo
enganchado alrededor del respaldo de su silla y tamborileaba con los dientes del
tenedor contra la mesa en espantoso contrapunto a las palabras de Luther.

Luther tenía que sentirse ofendido, pero tal vez había aprendido hace mucho
tiempo a no rogarle respeto a Andrew. Cuando terminó, se enderezó y comenzó a
servir comida del plato más cercano. Los demás lo tomaron como una señal, pero Neil
tuvo que esperar a que Andrew o Luther terminaran antes de que pudiera conseguir
comida. Luther notó su ociosidad y lo miró.

—¿Eres religioso?

—No —respondió Neil.

Luther le dio un minuto para dar más detalles, pero Neil le devolvió la mirada
en silencio. Finalmente, frunció el ceño con desaprobación y presionó: —¿Por qué no?

—Prefiero no meterme en eso —dijo Neil—. No quiero comenzar una pelea.


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—Esa es la primera vez —dijo Andrew riendo—. Por lo general, también eres
muy obstinado.

—No veo cómo una pregunta así se constituye en una pelea —le dijo Luther a
Neil.

—¿Es esa realmente la pregunta con la que quieres empezar, papá? —preguntó
Nicky—. ¿No quieres preguntar cómo hemos estado o cómo nos va en la escuela o
cómo va la temporada? Ayer tuvimos un juego en Florida. Ganamos, ¿sabes?

—Felicidades —dijo Luther automáticamente.

—Sí, suenas como si lo dijeras en serio —dijo Nicky, pero sonaba más triste
que molesto. Siguió un silencio incómodo, pero Nicky lo rompió con un poco
entusiasta: —¿Cuándo repintaste la cocina?

—Hace dos años —dijo María—. El contratista va a nuestra iglesia. Se ve bien,


¿no? —Esperó el silencioso acuerdo de Nicky, miró a Luther en busca de inspiración y
luego continuó—. Entonces, ¿qué estás estudiando, Nicholas?

Una pequeña parte de Neil había asumido que Nicky estaba exagerando lo
distanciada que estaba su familia, pero Nicky estaba en su segundo año y sus padres
aún no sabían en qué se estaba especializando. Neil no sabía si María estaba
preguntando ahora porque estaba interesada en volver a conocer a su hijo o si solo
estaba tratando de llenar el silencio. Esperaba que fuera lo primero; este último era
demasiado para su estómago. La madre de Neil pudo haber sido terrible y violenta en
ocasiones, pero le tenía una gran devoción. Eran dos mitades de un todo miserable,
coconspiradores inseparables.

—Marketing —dijo Nicky—. El primo de Erik trabaja para una empresa de


relaciones públicas en Stuttgart. Ella cree que puede meterme allí después de la
graduación si saco las notas correctas.

—¿Volverás a Alemania? —María le lanzó a su esposo una mirada de asombro.

La mandíbula de Nicky se tensó, pero miró a su madre a los ojos cuando dijo:—
Sí. La carrera de Erik está ahí. No le pediría que lo dejara solo para mí, y de todos
modos no querría que lo hiciera. Me encantaba vivir en Alemania. Es un lugar
asombroso. Deberían visitarnos alguna vez.
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—Nosotros —dijo María débilmente—. Todavía estás…

No pudo terminar, así que Nicky dijo: —Sí, todavía estamos juntos. Regresé
para cuidar de Andrew y Aaron, no porque las cosas se pusieran feas con Erik. Lo
amo, ¿de acuerdo? Siempre lo he hecho y siempre lo haré. ¿Cuándo vas a entender
eso?

—¿Cuándo aceptarás que está mal? —preguntó Luther—. La homosexualidad


es…

—Luther —dijo Andrew. Eso fue todo lo que dijo, pero Luther le lanzó una
mirada cautelosa.

—Lo amo —insistió Nicky—. ¿Eso no significa nada para ti? ¿Por qué no
puedes estar feliz por nosotros? ¿Por qué no puedes darle una oportunidad?

—No podemos tolerar el pecado —dijo María.

—No tienes que amar el pecado —dijo Nicky—, pero se supone que debes
perdonar y amar al pecador. ¿No es eso de lo que se trata la fe?

—La fe es seguir el credo de nuestro Señor —dijo Luther.

—Pero no puedo ser tan blanco y negro —dijo Nicky con lástima—. No lo haré.
¿Por qué nos llamaste aquí si vamos a tener la misma pelea de siempre?

Luther no se conmovió por la angustia de Nicky y habló con calma.

—Recientemente han salido a la luz cosas que nos hicieron cuestionar nuestra
situación actual. Nos hemos comprometido a reparar esta familia —miró a María,
quien asintió con feliz ánimo—, pero entendemos que será un camino largo y cuesta
arriba. Te trajimos aquí para que pudiéramos decidir juntos los primeros pasos.

—Ilumínanos —dijo Andrew, inclinándose hacia adelante sobre su plato como


si no pudiera esperar la respuesta—. Si el primer paso no es la tolerancia, ¿por dónde
empiezan un par de fanáticos a arreglar un lío como este?

Luther encontró la mirada de Andrew con una tranquila suya. —Reparando


errores pasados. Por eso estás aquí.
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—Oh, no —dijo Andrew—. Solo estoy aquí porque Neil se quejó hasta que
acepté acompañarlos. Déjame fuera de esto.

Luther frunció el ceño. Al otro lado de la mesa, María levantó una mano para
calmarlo y dijo: —Vamos a comer. Este tipo de conversación es demasiado difícil con
el estómago vacío. Comeremos e intentaremos nuevamente, y luego recompensaremos
nuestros esfuerzos con un postre. Hay pastel en el horno. De manzana, Nicholas. Solía
ser tu favorito.

Fue una oferta de paz exigua considerando las duras palabras que interrumpió,
pero Nicky estaba desesperado por cualquier rayo de esperanza. Asintió con la cabeza
y se metió en su cena. El silencio reinó sobre la mesa por un tiempo antes de que
Aaron finalmente lo rompiera. Preguntó sobre personas y lugares que Neil no
reconoció, probablemente personas que conocía cuando Tilda lo trasladó aquí por
primera vez hace ocho años. Era un tema neutral que era fácil de seguir para Luther y
María, y le dio a Nicky tiempo para calmarse.

Andrew se levantó hacia el final de la cena y entró. Luther empujó su silla hacia
atrás y lo siguió para hablar con Andrew en privado. Neil escuchó el zumbido de sus
voces a través de la puerta mosquitera, pero no pudo distinguir sus palabras. Aguzó
sus oídos, escuchando por sonidos de violencia. Pensó que debería jugar a ser árbitro,
pero su presencia mataría su conversación. Luther había dicho que quería expiar el
pasado. Si se estaba disculpando, Andrew necesitaba escucharlo, quisiera o no.

Énfasis en el no, decidió Neil, porque la voz de Andrew se hacía más fuerte.
Neil captó fragmentos de palabras, pero María comenzó a hablar en voz alta para tapar
el alboroto. Neil casi la hizo callar antes de darse cuenta de que estaba hablando con
Nicky sobre la temporada. Neil quería escuchar lo que Andrew estaba diciendo, pero
más que eso quería que Nicky arreglara las cosas con su madre. Se quedó callado y
mantuvo los ojos en la puerta trasera. Si Luther gritaba de dolor, lo oirían sin importar
lo ruidosos que fueran Nicky y María.

Luther regresó solo, luciendo desgastado y derrotado, pero por lo demás ileso.
Andrew no lo siguió. Luther volvió a tomar asiento y centró su atención en Aaron.
Neil esperó, contando segundos y luego minutos hasta que Andrew regresara. La
medicina de Andrew pronto calmaría su temperamento y devolvería su mal humor a la
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apatía. Neil esperaría, luego averiguaría qué necesitaba para pedirle a Andrew
respuestas sobre la conversación en esa cocina.

María entró para comprobar el pastel. Regresó luciendo complacida.-- Creo que
cinco minutos.

Andrew todavía no había regresado. Neil pensó por un segundo que Andrew
había tomado el coche y los había dejado, pero Neil nunca había visto a Andrew
conducir drogado. No podía; su medicina lo ponía demasiado inquieto e hiperactivo
para concentrarse en la carretera. Entonces Neil pensó en su raqueta en la cocina y en
el costoso auto de Luther en el camino de entrada.

Todos lo miraron cuando se puso de pie, así que Neil dijo: —Limpiaré la mesa-

—Kevin y yo te ayudaremos —dijo Aaron con una mirada significativa a


Nicky—. Eso les dará unos minutos para hablar sin nosotros.

Neil apiló platos lo más rápido que pudo sin romper nada. Kevin tenía una mano
libre para abrir la puerta, así que entró primero y Neil casi le pisó los talones en su
prisa por seguir. Primero buscó su raqueta y se sintió aliviado al encontrarla justo
donde la dejó. Inmediatamente después del alivio hubo confusión y alarma, porque
Andrew no estaba en la cocina.

—Neil —gritó Nicky mientras Aaron dejaba que la puerta se cerrara detrás de
él. Neil dejó su brazo lleno de platos en la mesa interior y abrió la puerta trasera—.
Andrew, eh... —Repensó lo que iba a decir y pasó al alemán—. Asegúrate de que
Andrew no esté rompiendo nada valioso, ¿verdad?

—Eso es de mala educación, Nicholas —dijo María—. Utiliza un idioma que


todos puedan entender.

—Encontraré a Andrew —prometió Neil en inglés.

—No hay necesidad de preocuparse —dijo María antes de que Neil pudiera
entrar de nuevo—. De hecho, creo que es prometedor que se haya ido tanto tiempo.
Volverá cuando haya terminado de hablar con Drake.

El corazón de Neil dio un vuelco. —¿Qué?


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—Esta cena no fue originalmente idea nuestra —dijo Luther—. Uno de los
antiguos hermanos adoptivos de Andrew vino a pedirnos ayuda. Se separaron en
términos hostiles hace años, y ha pasado tanto tiempo desde la última vez que
hablaron que teme que su relación se dañe irremediablemente. Nos hizo pensar en
nuestros propios problemas familiares y nos inspiró a extender la mano nuevamente.

La voz de Luther era un zumbido en la cabeza de Neil, superpuesta con las


insistentes súplicas de Higgins por la ayuda de Andrew. La investigación de Richard
Spear fue un callejón sin salida, dijo Higgins. Richard no era el hombre que Higgins
quería acusar. No era a él a quien los hijos adoptivos de los Spears tenían demasiado
miedo de implicar. Higgins tenía un nuevo sospechoso en mente, pero Andrew lo echó
de Carolina del Sur tan pronto como escuchó el nombre de Drake.

—Drake —dijo Neil—. ¿Era su apellido Spear? ¿Era el hijo de Richard y Cass?

Luther pareció vacilante. —¿Andrew te ha hablado de él?

Neil dejó que la puerta se cerrara de golpe detrás de él y cruzó corriendo la


cocina. Andrew se había ido un tiempo. O Drake estaba muerto o Andrew estaba en
serios problemas. Neil no sabía cuál era, pero no iba a este enfrentamiento con las
manos vacías. Era bueno para comenzar peleas, pero rara vez las ganaba. Eso no
significaba que no pudiera apilar las probabilidades a su favor. Agarró a Aaron como
respaldo porque Aaron estaba más cerca que Kevin y le arrebató su raqueta en el
camino hacia el pasillo.

—¿Qué demonios? —Aaron preguntó, pero Neil lo calmó con un violento


silbido.

Tuvo que soltar a Aaron en las escaleras porque no podía subir a Aaron detrás
de él y esperar que se callara. Casi esperaba que Aaron se fuera de nuevo ahora que
fue liberado, pero había despertado su curiosidad con su urgencia. Neil subió los
escalones alfombrados tan silenciosamente como pudo. Aaron estaba casi en silencio
detrás de él. Neil supuso que había pasado suficiente tiempo en esta casa para saber
qué escaleras crujían bajo el peso del cuerpo de un hombre.

Todas las puertas del segundo piso estaban abiertas excepto una, y Neil escuchó
el golpe distante de algo golpeando la pared. Probó la perilla, la encontró cerrada y
corrió hacia la puerta de al lado para ver de qué tipo de madera estaban hechas. Era un
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tablero de fibra recubierto de madera contrachapada con un interior hueco, bastante


fácil de atravesar.

Aaron tenía una mano levantada para golpear la puerta, así que Neil empujó su
raqueta hacia Aaron. Aaron lo agarró instintivamente. Neil se tomó medio segundo
para prepararse y clavó el talón del pie en la puerta tan cerca del pomo como pudo. La
madera se astilló alrededor de su zapato y su talón casi se atascó en los bordes
irregulares cuando lo soltó de un tirón.

—Dios, mierda... —Aaron se sobresaltó, pero Neil le dio a la puerta otra patada
salvaje.

Esta vez la puerta se abrió de golpe. Neil tropezó dentro. Necesitó dos pasos
para recuperar el equilibrio y mirar hacia la pelea en la que habían estallado.

Drake dijo algo. Neil no supo qué. Él recordaría las palabras más tarde, la
furiosa demanda de saber qué estaban haciendo irrumpiendo así. En ese momento, la
voz de Drake era solo un rugido en los oídos de Neil, o tal vez ese sonido era el
mundo de Neil derrumbándose a su alrededor. No lo sabía.

Solo tuvo un segundo para asimilarlo, pero ese segundo grabó los horribles
detalles en él de una manera que nunca olvidaría. Había sangre en el rostro de Drake
en líneas irregulares, heridas provocadas por uñas desesperadas. La gran longitud de
su cuerpo, tatuado y musculoso, mantenía a Andrew inmovilizado contra el colchón
solo con su peso. Un brazo en la parte posterior del cuello de Andrew forzó su rostro
hasta las orejas en una almohada salpicada de sangre. La otra mano de Drake estaba en
la cabecera, apretada con tanta fuerza alrededor de las muñecas de Andrew que los
dedos de Andrew eran fantasmalmente blancos y sin sangre. Neil vio demasiada
sangre y demasiada piel. Sabía lo que estaba viendo, sabía lo que esto significaba, pero
todavía no podía creerlo. Eso no le impidió saltar sobre Drake.

Aaron fue más rápido.

Pasó a toda velocidad junto a Neil casi lo suficientemente fuerte como para
derribarlo. Drake se veía como alguien que fácilmente podía enfrentarse a cualquiera
de ellos en una pelea, incluso con los pantalones alrededor de los tobillos, pero estaba
demasiado enredado en las sábanas para levantarse lo suficientemente rápido. Aaron
no estaba esperando a que lo averiguara. Levantó y dio la vuelta a la raqueta de Neil
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en un golpe con tanta fuerza y rapidez que el aire silbó a través de las tensas cuerdas.
La raqueta alcanzó a Drake en su sien, aplastando un ojo en su cuenca y enterrando
profundamente en su cráneo con un crujido húmedo.

La sangre de Drake se derramó desde Aaron hasta la pared y las cortinas se


cerraron herméticamente sobre la ventana cercana. Su cuerpo cayó del otro lado de la
cama, arrastrando las sábanas con él y golpeando el suelo con un ruido sordo. El
siguiente choque fue la raqueta de Neil resbalando de los dedos sin nervios de Aaron
al suelo. Neil no podía mirarlo, no podía mirar a Drake, no podía mirar a nada ni a
nadie más que a Andrew.

Andrew solo vestía su camisa mientras estaba boca abajo en el colchón. Estaba
cubierto de sangre y cien sombras que se oscurecerían hasta convertirse en terribles
moretones. Se aferró a la cabecera como si tuviera las manos pegadas a ella y se reía.
Estaba amortiguado a través de la almohada, pero Neil lo oyó; el sonido hizo que el
mundo entero se inclinara bajo sus pies. Quería taparse los oídos y taparlo, pero no
tenía tiempo. El ruido de pasos en algún lugar detrás de él dijo que Kevin estaba
corriendo escaleras arriba para investigar la conmoción.

Neil se lanzó hacia adelante y se subió al colchón al lado de Andrew. Se inclinó


sobre él, agarró el borde de las sábanas y dio un fuerte tirón para liberarlo del cadáver
de Drake. Neil tuvo la sábana ensangrentada sobre el cuerpo de Andrew antes de que
Kevin los alcanzara. Neil no supo cuánto vio Kevin. No podía mirar hacia atrás para
ver la reacción de Kevin, pero el ruido sordo dijo que Kevin retrocedió y retrocedió
hasta el marco de la puerta.

Un segundo después, Kevin se había ido de nuevo. Neil lo escuchó correr


escaleras abajo tan rápido que fue un milagro que no se cayera y rompiera algo. Neil
sabía que iba a atrapar a Nicky y Luther. Iba a llamar a la policía. Saber que los
médicos estarían aquí pronto ayudó a aliviar un poco el nudo en la garganta de Neil,
pero su interior aún se estaba desmoronando hasta convertirse en polvo.

—Oye —dijo Neil, o pensó que lo dijo. No reconoció su propia voz—. Andrew.
Andrew, ¿estás...?

No podía preguntarle a Andrew si estaba bien. No era tan cruel. Le rogaría a


Andrew que dejara de reír si podía, pero cada palabra que decía amenazaba con
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desencadenar su reflejo nauseoso. Todo lo que pudo hacer fue aguantar, con los dedos
enredados en la sábana que había puesto hasta los hombros de Andrew.

—Todo se quedó en silencio de repente —dijo Andrew, sonando sorprendido.


Finalmente soltó la cabecera y flexionó los dedos como si se estuviera recuperando de
un calambre. Plantó las manos contra el colchón y trató de incorporarse. A mitad de
camino se quedó quieto y empezó a reír de nuevo—. Oh, oh, esto es desagradable. No
soy un fanático de esto en absoluto.

Neil podía sentir a Andrew temblando a través de la sábana, pero el cuerpo y la


mente de Andrew estaban operando en dos longitudes de onda diferentes. La sonrisa
de Andrew fue amplia y salvaje mientras se burlaba de su propio dolor. Neil quería
decirle que se quedara quieto, pero Andrew finalmente se incorporó. La sábana
amenazaba con resbalarle de los hombros, así que Neil se la envolvió con más fuerza.
Andrew lo dejó hacerlo con una mirada de desconcierto en su rostro. La sangre estaba
manchada y medio seca en una línea desde la mejilla hasta la barbilla desde una herida
en la sien.

Andrew vio la mirada de Neil. —Creo que tuve una contusión. Eso, o este es un
nuevo efecto secundario de mi medicamento del que los médicos se olvidaron de
advertirme. Si vomito sobre ti es sólo a medias intencionalmente.

Neil pensó que él podría perder la batalla con su estómago primero.

El ruido estrangulado que hizo Aaron fue su mejor intento por pronunciar el
nombre de Andrew. Apenas era inteligible, pero fue suficiente. Andrew, que apenas
había reconocido la existencia de Aaron en todo el tiempo que Neil los conocía, miró
de inmediato a su hermano. Andrew sacó una mano de debajo de la sábana y curvó los
dedos en una demanda. Aaron trepó a la cama y alcanzó a Andrew. Andrew intentó
apartarse de su camino, pero fue demasiado para su estómago. Neil lo ayudó a
empujarlo hacia adelante cuando comenzó a ahogarse.

—Andrew —dijo Aaron, desesperado y asustado. Se aferró a Andrew como si


pensara que Andrew desaparecería si lo soltaba—. Andrew, yo no... él...

Andrew escupió un par de veces y se quedó sin aliento.


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—Silencio, silencio. Tranquilo. Mírame —dijo, pero le tomó un poco más de


tiempo antes de poder sentarse y mirar a Aaron de nuevo. Presionó una mano sobre la
camisa ensangrentada de Aaron—. Está en todas partes. ¿Qué hizo?

—No es mía —dijo Aaron—No es mía, es... Andrew, él...

Andrew tocó la sien de Aaron, donde él mismo resultó herido, como si esperara
encontrar una herida idéntica allí. —¿Te tocó?

—¿Qué hizo él…?

Andrew anudó sus dedos en el cabello de Aaron y tiró para callarlo—.


Respóndeme. Dije, ¿te tocó?

—No —dijo Aaron.

—Voy a matarlo —dijo Andrew.

—Ya está muerto —dijo Neil.

—Eso explica el silencio —dijo Andrew—, pero no me refería a él. Mira, ni


siquiera tenemos que ir a ningún lado. Él viene directamente a nosotros.

Se refería a Luther, se dio cuenta Neil. De nuevo se oyeron pasos en las


escaleras, demasiados pares para ser solo Kevin. Parecía que Kevin había traído a todo
un ejército con él, pero tal vez parte de esos golpes eran solo los latidos del corazón de
Neil en sus oídos. Neil miró por encima del hombro cuando Kevin y Nicky entraron
por la puerta.

Nicky solo necesitó un segundo para ver toda la sangre, y corrió hacia la cama
con un horrorizado: —Dios mío.

—No lo hagas —dijo Neil, extendiendo una mano para apartarlo.

Neil no sabía si Nicky lo escuchó o si simplemente se dio cuenta de que no


había espacio para que él entrara en la cama con ellos. Se detuvo tan cerca de la cama
como pudo y alcanzó el rostro de Andrew con ambas manos. Andrew intentó
inclinarse hacia atrás fuera de su alcance, pero tenía demasiadas náuseas e
inestabilidad para moverse lo suficientemente rápido. Nicky acunó el rostro de
Andrew entre sus manos.
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—Andrew, ¿qué pasó? —preguntó, frenético—. ¿Estás bien? Jesús, hay tanta
sangre. ¿Estás…?

—Nicky —dijo Andrew—, necesito hablar con tu padre. Tienes dos segundos
para salir del camino.

Cómo Andrew había visto la llegada de Luther con Nicky en su camino, Neil no
estaba seguro, pero Luther estaba parado congelado a solo un par de pies dentro de la
puerta del dormitorio. Nicky miró de Andrew a las sábanas destrozadas y al cuerpo
ensangrentado en el suelo. Cuando vio el estado en el que se encontraba Drake, su
expresión se arrugó. El ruido que hizo no sonaba humano. Neil lo sintió como veneno
en las venas, pero Andrew solo se rió.

—Uno —dijo Andrew.

—Nicky —dijo Neil—. Aléjate.

Nicky lo soltó y cayó de rodillas junto a la cama. Le dio a Andrew una vista sin
obstáculos de Luther por encima de su cabeza. Andrew ya sabía que Luther estaba allí,
pero fingió sorpresa al ver al otro hombre. La mirada que lavó eso un segundo después
fue casi encantada. Neil podría haberlo creído si no fuera por el feroz agarre que
Andrew todavía tenía sobre el cabello de su hermano.

—Oh, Luther —dijo Andrew—. Oh Dios. Lo hiciste. Me ahorras la molestia de


bajar a buscarte. Oye, mientras estés aquí, ¿quieres explicar qué está haciendo Drake
aquí? No puedo esperar a escucharlo. Espero que sea bueno.

—¿Qué diablos...? —comenzó Luther con voz ronca.

—Oh, no —lo interrumpió Andrew—. No. No preguntes qué. Tú sabes. Tú lo


sabes —dijo de nuevo, con calor. Andrew se inclinó hacia adelante tanto como se
atrevió. Comenzó a balancearse, pero Neil lo agarró del hombro para evitar que se
cayera—. Parece que tenía razón sobre él después de todo. ¿O todavía crees que todo
esto es un gran malentendido? Continúa, dime de nuevo que estoy demasiado
desequilibrado para comprender el afecto y el amor fraternales normales. Dime que
esto es natural.

Nicky se veía como si le hubieran dado un puñetazo. El estremecimiento de


Aaron fue de cuerpo entero. Al otro lado de la habitación, Kevin miraba a Andrew
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como si hubiera visto un fantasma. Andrew no se dio cuenta del efecto que sus
palabras tuvieron en cualquiera de ellos. Sonreía con feroz júbilo mientras miraba a
Luther hacia abajo.

—Oye, Luther —dijo Andrew—. Hablando de malentendidos, ¿me acuerdo de


esto mal o no me prometiste que hablarías con Cass? Me dijiste que no iba a acoger a
más niños después de mí, pero aparentemente ha tenido seis más desde que dejé la
prisión juvenil. Seis, Luther. No soy bueno en matemáticas, pero incluso yo sé que
seis es muchísimo más alto que cero. ¿Cuántos crees que había en su casa cuando
Drake estaba en casa entre despliegues?

—Ahora lo dejas entrar en tu casa —dijo Andrew—. Lo pusiste bajo el mismo


techo que tu hijo, que mi hermano. ¿Después de todo lo que hice para mantenerlos
alejados el uno del otro? —Andrew le dio al cabello de Aaron otro tirón feroz,
inadvertidamente tirando de Aaron más cerca de él, y finalmente lo soltó—. En cuanto
recupere el equilibrio, te haré pedazos, Luther. Esta es la única advertencia que
recibirás.

El rostro de Aaron estaba pálido de miedo y horror. —Esto ha sucedido antes.

Lo dijo en voz baja, como si temiera que las palabras lo hicieran real. Aaron
miró a Andrew como nunca antes lo había visto en su vida. Andrew no se molestó en
devolverle la mirada, por lo que Aaron finalmente dirigió su atención al rostro de
Luther.

—Esto ha sucedido antes y lo sabías. Sabías lo que había hecho y lo trajiste aquí
de todos modos.

—¿Es eso cierto? —preguntó Nicky, pero no podía apartar la mirada de Andrew
para mirar a su padre.

Luther abrió la boca y luego la volvió a cerrar con expresión sombría. Aaron
solo le dio un par de segundos para responder antes de estallar. —Sal de aquí —dijo, y
cuando Luther no se movió lo suficientemente rápido, gritó— ¡Fuera de aquí!

Andrew se rió cuando Luther se retiró de la habitación. La puerta estaba


demasiado rota para cerrarse por completo, pero Luther tiró de ella para colocarla en
su lugar lo mejor que pudo. Neil escuchó sirenas en la distancia. Andrew lo captó un
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segundo después y miró por encima del hombro. Pensó por un momento, luego se
encogió de hombros y soltó a Aaron. Se quitó los brazaletes de uno en uno y los dejó
caer en el regazo de Neil.

Dijo algo, pero Neil no lo escuchó. El tono pálido de la piel con cicatrices era
demasiado familiar y demasiado sorprendente para que él no reaccionara. Neil agarró
la muñeca de Andrew. Empezó a girar el brazo de Andrew, seguro de que había
imaginado cosas, pero Andrew apretó su mano libre sobre el antebrazo de Neil.

—Andrew —comenzó Neil.

—Para que quede claro, te mataré.

El enojo en su agarre estaba completamente en desacuerdo con la sonrisa


drogada en su rostro. Andrew no estaba fanfarroneando. Si Neil no lo soltaba lo
suficientemente rápido, Andrew le rompería el brazo. Neil aflojó su agarre, pero abrió
los dedos mientras lo hacía. Sintió la ligera caída y el bulto de la piel destruida bajo las
yemas de los dedos y sintió que se le encogía el estómago. Andrew arrancó la mano de
Neil de su brazo, pero lo hizo de una manera que mantuvo su antebrazo desnudo
volteado hacia sí mismo.

—Deshazte de esos —dijo Andrew—. A los cerdos no les gusta que gente como
yo lleve armas.

Neil no tenía bolsillos lo suficientemente profundos como para ocultar los


brazaletes desechados de Andrew, así que se inclinó y los colocó entre el somier y el
marco. Miró de Aaron a Nicky, pero ninguno de los dos había notado ese intercambio.
Aaron estaba mirando la puerta como si pensara que Luther podría volver. Nicky
estaba mirando el rostro de Andrew, pero su expresión cerrada decía que estaba a mil
millas de distancia de todo esto. Eran la familia de Andrew, pero eran tan ajenos como
todos los demás cuando se trataba de Andrew.

—Andrew —dijo Neil de nuevo.

—Haznos un favor —dijo Andrew—. No hablemos durante un rato.

Neil no podía hacer nada más que esperar a que llegaran la ambulancia y la
policía.
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12
La sala de emergencias del Hospital General de Richmond estaba abarrotada y llena de
resentimientos y enfermedades. Los asistentes en el mostrador intentaron regular el
desorden lo mejor que pudieron, pero había demasiada gente a la que atender y no
había suficientes médicos. Neil estaba demasiado lejos para escuchar las palabras de
los asistentes, pero podía escuchar su paciencia desgastada en el tono. Las protestas
estridentes y los argumentos de los posibles pacientes fueron más fáciles. Neil escuchó
porque necesitaba algo para distraerlo de sus pensamientos.

Las cosas habían ido de mal en peor cuando los mejores de Columbia se
presentaron en la casa de los Hemmick. Los primeros en responder y los paramédicos
llegaron casi al mismo tiempo, pero fueron seguidos por dos grupos más de oficiales.
Neil no sabía si no tenían nada mejor que hacer un domingo por la noche o si vendrían
tras el desliz del nombre de Kevin Day por la radio de la policía. Neil dudaba
seriamente que fueran necesarios seis policías para dictaminar que la muerte de Drake
era un caso justificado de autodefensa. Quería que tomaran declaraciones, observaran
los detalles obvios de la espantosa escena y estrecharan la mano de Aaron al salir. Sin
embargo, la última vez que Neil vio a Aaron, lo conducían por las escaleras esposado.
Poco después, la policía cargó a un Andrew divertido en la parte trasera de una
ambulancia y lo envió aquí.

Neil no sabía si esto era pura mala suerte de Fox, si había maldecido todo esto
con su sola presencia, o si la violación y el asesinato eran siempre así de complicados.
No lo sabía; apenas podía pensar más. El instinto le hizo dividir el grupo de la única
forma que pudo. Kevin quería ir al hospital a esperar el alta de Andrew, pero su rostro
era demasiado reconocible. Lo último que cualquiera de ellos quería esta noche era
llamar más la atención sobre sí mismos. Neil lo envió con Nicky a la estación para
atender a Aaron. Vino aquí solo en el momento en que la policía dejó de sacarle algo.
Llevaba aquí casi cuarenta minutos. Estaba tratando de no mirar el reloj, pero no podía
evitarlo. La multitud que lo rodeaba no cambiaba lo suficientemente rápido como para
ser una distracción adecuada.

El hombre que atravesó las puertas corredizas de vidrio dos minutos más tarde
lo era. Neil se puso de pie antes de darse cuenta de que se estaba moviendo. El
movimiento repentino llamó la atención de Wymack, y Wymack apuñaló con un dedo
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el suelo frente a él. Neil se abrió camino a través de la habitación llena de gente.
Wymack apenas esperó a que lo alcanzara antes de regresar al exterior. Neil se abrazó
con más fuerza a su abrigo y lo siguió.

Wymack lo condujo a una sección designada para fumadores a unos seis metros
por la acera. Neil miró la bolsa de plástico que colgaba de su codo, pero se olvidó de
preguntar cuando Wymack sacó un paquete de cigarrillos de su bolsillo. Neil extendió
su mano en silenciosa solicitud. Wymack le arqueó una ceja y dijo: —La última vez
que me fijé, no fumabas.

—No lo hago —dijo Neil.

Wymack le entregó el cigarrillo de todos modos y sacó otro para él. El viento
era lo suficientemente fuerte y les costó trabajo encender los cigarrillos. Neil dio una
larga calada para asegurarse de que el cigarrillo estaba realmente encendido, luego
ahuecó el palo brillante entre sus manos. El olor acre del humo, tenue como era en una
noche como esta, debería haber sido reconfortante. No lo fue.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Neil.

—Kevin me llamó —dijo Wymack—. Le traje a Andrew ropa limpia.

Neil hizo los cálculos en su cabeza, pero no cuadró. Kevin no había usado su
teléfono en el dormitorio y no se habían separado hace mucho tiempo para que
Wymack llegara desde Palmetto State. La única forma en que Wymack podría estar
parado aquí ahora era si Kevin lo llamaba la primera vez que bajó las escaleras para
buscar a Nicky. Conociendo a Kevin, Neil apostó que Wymack recibió la llamada
antes que el 911.

—Arrestaron a Aaron —dijo Neil.

—Lo sé —dijo Wymack.

—¿Por qué?

—Alguien murió en el otro extremo de su raqueta.

—No era suya —dijo Neil—. Era mía. La policía la tomó como prueba. ¿Me la
devolverán o tendré que conseguir una nueva?
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Wymack exhaló humo en el aire entre ellos. El viento rompió la nube en


pedazos tan rápido como se formó. Neil observó cómo Wymack lo observaba y luego
centró su atención en el cigarrillo. Le dio vueltas y vueltas entre los dedos. Todavía
tenía sangre seca debajo de las uñas. Por un momento pensó que era de su madre,
aferrándose obstinadamente a sus manos después de todos estos años. Sacudió
violentamente su cigarrillo, deshaciéndose de esos pensamientos con el primer montón
de ceniza.

—Neil —dijo Wymack.

Neil conocía ese tono demasiado bien. —Estoy bien.

—Dame esa respuesta de mierda una vez más y mira qué pasa —dijo
Wymack—. Pasé por la estación de camino aquí y obtuve un resumen censurado de
las cosas. La policía te ha etiquetado como testigo hostil, ¿sabes? Dijeron que no
hablarías con ellos, ni siquiera para darles tu nombre. Tuvieron que conseguirlo de
Kevin.

—Estoy bien —dijo Neil de nuevo—. Simplemente no me gusta hablar con la


policía.

—Entonces no hables con ellos —dijo Wymack—. Habla conmigo.

—¿Qué quieres que te diga?

—La verdad —dijo Wymack.

—No.

—¿Por qué no?

Neil negó con la cabeza. No sabía cómo explicar el miedo que le hacía un nudo
en el pecho. Algo como esto exigía total honestidad, y Neil había estado mintiendo
desde que tenía la edad suficiente para hablar. Ahora no sabía cómo decir la verdad. Si
lo intentaba, ¿seguiría siendo la verdad o envenenaría las palabras diciéndolas en voz
alta? ¿Sería instintivo torcerlo? No se arriesgaría. Andrew no se merecía eso.

—Entrenador, llame a Oakland —dijo Neil, porque necesitaba convertir las


preguntas de Wymack en un objetivo más seguro—. Higgins necesita saber qué pasó
esta noche. ¿Te acuerdas de él? —preguntó cuando Wymack frunció el ceño—. Nos
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llamó a principios de año cuando estaba investigando al padre de Drake. Sé que


cambió el enfoque a Drake el mes pasado, pero no sé si lo registró como sospechoso
oficial en el sistema. Si no lo hizo, la policía de aquí no sabrá notificárselo.

Wymack lo miró en silencio durante un minuto y luego sacó una tarjeta de su


billetera. Neil vio un escudo azul brillante impreso en el frente y supuso que era de
uno de los oficiales que manejaba este lío. No planeaba quedarse para esta llamada
telefónica, así que apagó su cigarrillo debajo de un zapato.

—Voy a volver adentro —dijo, y Wymack no lo detuvo.

Regresó a la sala de emergencias para encontrar su asiento ocupado. Sin


embargo, había espacio para estar de pie en una esquina, así que puso la espalda contra
la pared y volvió a centrar su atención en la recepción. Wymack apareció un par de
minutos después, habló brevemente con las agotadas mujeres del escritorio y les
entregó la bolsa de plástico. Uno desapareció en la parte de atrás con él, y Wymack
vino a esperar con Neil. No se dijeron nada más, pero esperaron a que liberaran a
Andrew.

Cuando Andrew finalmente atravesó las puertas traseras, Neil medio deseó que
lo hubieran dejado allí. Llevaba la ropa limpia que le había traído Wymack, pero ni
siquiera la sudadera con capucha podía ocultar el lío que Drake había hecho en su
rostro. Peor que las magulladuras y los cortes era la brillante sonrisa que aún lucía
Andrew. Neil lo vio y quiso vomitar.

Wymack se dispuso a interceptar a Andrew en su camino hacia la puerta, por lo


que Neil lo siguió. Andrew miró cuando se dio cuenta de que se acercaban y se rió. —
Entrenador, hola. No recuerdo haberte invitado a esta debacle.

—No lo hiciste —dijo Wymack.

—Kevin —supuso Andrew—. Un traidor hasta el final.

Parecía divertido, no molesto, e indicó a Wymack que le abriera el camino. Le


dedicó a Neil sólo una mínima mirada mientras seguían a Wymack hacia la noche. A
pesar de la multitud dentro, Wymack había conseguido un lugar decente para
estacionar justo a la vuelta de la esquina del edificio. Neil se contuvo cuando se
acercaron para que Andrew pudiera decidir la disposición de los asientos. Andrew
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abrió la puerta del pasajero, pero no entró. En cambio, tamborileó con los dedos en la
puerta y consideró su asiento como si fuera un gran misterio.

Neil no entendió la vacilación. Wymack lo hizo y dijo: —Hay más espacio para
estirarse en la parte de atrás.

—Oh, tienes razón —dijo Andrew, pero de todos modos se adelantó. Neil vio
cómo se le ponían los nudillos blancos en la puerta mientras se subía al coche, pero no
fue hasta que Andrew se rió y dijo “ay” que Neil comprendió cuánto dolor todavía
sentía Andrew.

Neil se sentó en el asiento trasero y se abrochó el cinturón de seguridad con


dedos entumecidos. Wymack cerró la puerta con tanta fuerza que hizo temblar todo el
coche y puso el motor en marcha. Sin embargo, no fue a ninguna parte y Neil medio se
preguntó si Wymack iba a interrogar a Andrew aquí mismo, en el estacionamiento.

En lugar de eso, Wymack le lanzó a Andrew una mirada impaciente y un: —En
cualquier momento.

—Bien, bien —dijo Andrew—. Seguridad primero.

Andrew tiró de su hebilla en su lugar y Wymack los puso en camino. Neil


esperaba que regresaran a la estación, pero pronto comenzó a reconocer las calles.
Wymack los llevaba a la casa de los primos. La idea de pasar la noche en Columbia
era repulsiva, pero Neil no tuvo la oportunidad de protestar. Ya había un coche
aparcado en el camino de entrada y Andrew lo reconoció, aunque Neil no lo hiciera.

—Hay una muy buena explicación para esto —dijo Andrew—. No puedo
esperar a escucharla.

—Sabes por qué está aquí.

—No, entrenador. Este no es asunto de ella.

—Ni siquiera empieces —dijo Wymack mientras se detuvo detrás del coche
desconocido—. Sé que, honestamente, no pensaste que podrías ocultarle esto por
mucho tiempo. Pero traerla esta noche no fue idea mía, así que no me mires así. No
sabía que Abby la había invitado hasta que estuvimos de viaje.

—Los odio a todos —dijo Andrew, con demasiada alegría, y salió del coche.
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Su llegada no había pasado desapercibida y la puerta principal se abrió antes de


que estuvieran a mitad de camino. Neil sólo tardó un segundo en reconocer a Betsy
Dobson en la puerta y se detuvo en el césped.

Andrew también se detuvo y abrió los brazos como si esperara un abrazo.

—¡Oh, Bee! Qué momento tan asombroso. Justo hablábamos de ti. Tengo otras
cosas que hacer ahora mismo, pero Neil dijo que te haría compañía en mi lugar. No te
importa, ¿verdad? No pensé que lo haría.

—Me importa —dijo Neil—. No tengo nada que decirle.

—Estoy seguro de que se te ocurrirá algo. —Andrew le sonrió por encima del
hombro a Neil—. Siempre lo haces, ¿verdad? No tiene que ser la verdad, sabes. Bee
no espera honestidad de ti. Le dije que no confiara en una sola palabra de lo que
dijiste. ¿O también has empezado a jugar al juego de los secretos con ella?

—Dije que no.

Andrew se volvió hacia él por completo y metió las manos en el bolsillo


delantero de gran tamaño de su sudadera.

—Lo malinterpretaste —dijo, asintiendo con complicidad—. No te lo estaba


preguntando, Neil. Ayudaste a crear este lío. Lo mínimo que puedes hacer es ayudar a
limpiarlo. ¿Dónde está tu sentido de la responsabilidad?

Un cuchillo no dolería tanto. Las palabras de Andrew dejaron sin aliento a Neil;
dio un paso atrás dando traspiés en un intento desesperado por mantener el equilibrio.
Quería decir que no era culpa suya, pero ambos sabían que lo era. Andrew no le había
hablado de Drake, pero había dicho que Luther había traicionado su confianza. En
lugar de escuchar eso, Neil se puso del lado del doloroso pesar de Nicky. No había
invitado a Drake a Carolina del Sur, pero había entregado a Andrew en sus brazos.

La culpa era una emoción relativamente nueva para Neil, algo que los Foxes le
estaban enseñando a través de una exposición prolongada a ellos. Hasta ese momento,
lo había sentido en incómodos y fugaces estallidos. Ahora era un calor feroz, que lo
consumía todo, lo que le hacía querer cortarse el estómago. No sabía si iba a vomitar o
gritar. Ninguno de los dos era aceptable, así que apretó los dientes con tanta fuerza
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como pudo. Mirar a Andrew a los ojos era casi imposible. Apartar la mirada sería
imperdonable.

Buscó el ácido en su pecho y encontró las únicas palabras que pudo: —¿Dónde
está el tuyo?

Andrew inclinó la cabeza hacia un lado, fingiendo confusión. Quizás no era un


acto. Quizás no entendía. Neil apenas reconoció su propia voz a través de la grava.
Tragó saliva contra su reflejo nauseoso debilitado. Cada respiro que tomó lo abrió en
su camino hacia abajo, pero su voz sonó firme cuando habló de nuevo.

—¿Por qué no le dijiste a Higgins?

—No habría funcionado —dijo Andrew alegremente—. El cerdo no estaba listo


para escucharlo en ese entonces. Él y Drake eran amigos. Se conocieron cuando Drake
pasó por el programa PAL y se llevaron bien de una forma u otra. Sabía que no me
creería, así que no perdí el tiempo intentándolo.

—Así que no hiciste nada —dijo Neil—. Casi pones un cuchillo entre las
costillas de Nicky cuando coqueteó conmigo, pero no moviste un dedo para proteger a
los otros hijos de Cass. Sabías lo que Drake les haría, pero no los protegiste.

—No se suponía que hubiera otros niños —dijo Andrew.

—Pero los hubo —le recordó Neil, frío, feroz y horrible.

Andrew se rió y sacó una mano de su bolsillo. Envolvió sus dedos alrededor de
la garganta de Neil, no lo suficientemente apretado para cortar el aire de Neil, pero lo
suficientemente cómodo para ser una advertencia. Neil vio a Wymack cambiar en su
visión periférica, pero confió en que el hombre se mantendría fuera de su camino.
Hasta que Andrew realmente lastimara a Neil Wymack, los dejaría luchar contra esto
en sus propios términos. Neil mantuvo los ojos fijos en el rostro de Andrew y bajó la
voz lo suficientemente bajo como para sacar a Wymack y Betsy de la conversación.

—Espero que ella haya valido la pena.

Andrew se inclinó hacia adelante y dijo: —Oh, Neil. Eres demasiado pesado
para pisar hielo así de delgado.
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—¿Así es como te quedaste callado? —Neil se acercó y agarró la muñeca de


Andrew. No podía sentir las cicatrices a través de la manga de algodón, pero no era
necesario. Sabía que estaban allí. Andrew sabía de lo que estaba hablando, a juzgar
por lo quieto que estaba. Su sonrisa ni siquiera parpadeó, pero Neil no se dejó
engañar—. ¿Hiciste esto para no decirle la verdad sobre su hijo?

—Tal vez lo hice.

—¿Qué estabas tratando de hacer, sobrevivir a él? —preguntó Neil—. Era un


estudiante de último año que se graduó con la intención de alistarse, ¿verdad? Todo lo
que tenías que hacer era aguantar hasta la graduación y luego ella te adoptaría.
Entonces, ¿qué salió mal?

Los dedos de Andrew se tensaron lentamente hasta que Neil ya no pudo


respirar. Se negó a deshacerse de Andrew. La opresión en su pecho comenzó como
una simple incomodidad, pero se extendió hasta que sintió que cada hueso de su pecho
se rompería bajo la presión. El control de Neil comenzó a desmoronarse, sin importar
cuán ferozmente se aferrara a él, y simplemente se movió para lanzar a Andrew hacia
atrás cuando Andrew finalmente aflojó su agarre.

En lugar de soltarlo, Andrew deslizó su mano alrededor del cuello de Neil y lo


atrajo hacia sí. Puso su boca en la oreja de Neil y bajó la voz, pero Neil no tuvo que
ver su cara para saber que Andrew seguía sonriendo. Podía oírlo.

—Drake aplazó su alistamiento —dijo Andrew—. Quería aprovechar al máximo


su último verano con su hermanito. Incluso le preguntó a Cass si podíamos invitar a
Aaron por un par de semanas para que pudiéramos conocernos. Cass me lo dejó a mí,
pero cuando ella no miraba, Drake intentaba convencerme. Quería llevarnos a los dos
al mismo lugar. Podía imaginar cómo seríamos juntos en la cama, dijo. Sería una
imagen perfecta.

Neil se estremeció. Había empujado porque necesitaba ver esa horrible sonrisa
romperse. Necesitaba saber si Andrew estaba gritando detrás de la euforia que sus
medicamentos alimentaban sus venas. Pero Andrew no lo estaba y Neil no podía vivir
con eso. La medicina de Andrew era demasiado fuerte o su psicosis demasiado
retorcida; de cualquier manera, esta noche no significó nada para él. Este fue un revés
que Andrew pudo eludir e ignorar.
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—Hablando del otro Minyard... —Andrew soltó a Neil y sonrió a Wymack.


Levantó la voz para que Wymack pudiera escuchar y preguntó: —Realmente lo hizo,
¿no? Probablemente lo más decisivo que haya logrado. ¿Dónde estaban esas bolas
cuando su madre lo golpeaba? Habría sido útil todos esos años. Alguien debería
felicitarlo.

—Aaron está bajo arresto —dijo Betsy—. ¿Por qué no entras para que podamos
hablar de ello?

Andrew la miró sorprendido. —¿Sigues aquí, Bee?

—Por unos momentos más —dijo Betsy—. La leche casi ha terminado de


calentarse. Recogí un poco en el camino para que pudiéramos tomar un poco de
chocolate. Traje todo el bote de chocolate negro con avellanas. Si comenzamos a
beberlo ahora, probablemente podríamos enfermarnos antes de la medianoche.

Neil no podía creerlo. El chocolate no era una solución; no haría nada de esto
más fácil de digerir. Excepto que un momento después, Andrew arrastró el brazo de
Neil para poder ver el reloj de Neil y dijo: —Piensas en todo, Bee. Pronto llegaremos.

Betsy asintió y entró. Cuando se fue, Andrew intentó de nuevo liberar su mano.
Neil se mantuvo firme. Andrew le dirigió una mirada demasiado divertida para
exasperarse.

—Mejor suerte la próxima vez, Neil —dijo—. Ya te lo advertí una vez, ¿no? No
siento nada.

—Ya no —dijo Neil, apenas en un susurro.

Las viejas cicatrices que recorrían las muñecas de Andrew eran una prueba de lo
lejos que tuvo que caer Andrew para llegar a este punto. Neil finalmente lo soltó y
dejó que su mano cayera inerte a su costado. Andrew se encogió de hombros
exageradamente y giró sobre sus talones. Neil lo vio desaparecer por la puerta. Se dio
cuenta, un segundo, un minuto o una hora después, de la mirada fija de Wymack sobre
él.

—Neil —dijo Wymack.

—Estoy bien —dijo Neil.


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Wymack no dijo nada de inmediato.

—Puedes estar bien adentro donde hace más calor.

Neil dio un paso adelante, o pretendía hacerlo. Lo siguiente que supo es que
estaba corriendo: no hacia la casa, sino lejos.

Todavía podía oler la sangre en su camisa, incluso a través de su abrigo. No


sabía si era su imaginación, pero el olor era tan denso y penetrante que casi podía
saborear su sabor metálico. Cada golpe de sus zapatos en el pavimento sonaba como
disparos. Parpadeó y vio Francia, vio Grecia, vio esa larga escala en el Líbano y el
corto viaje por Dubái. Recordó el retumbar de las olas del Océano Pacífico y los dedos
de su madre arañando el aire mientras luchaba por respirar por última vez.

La culpa, la pena y el dolor eran toxinas corrosivas en sus venas que lo


desgarraban de adentro hacia afuera. Las dejó, las hizo, porque esos recuerdos eran
horribles, pero eran cosas que tenían sentido. Esa dolorosa pérdida era todo lo que
sabía y entendía. Si los perdía de vista, todo lo que tenía era la crueldad desconocida
que había presenciado esta noche. Todavía no sabía cómo afrontar esto. No sabía
cómo dividirlo en algo que pudiera tolerar. Tal vez lo averiguara mañana. Quizás lo
llevaría consigo hasta que los Moriyama lo mataran. Neil no lo sabía. No quería
saberlo.

Corrió hasta que no pudo respirar, pero nunca dejó de doler.

Cuando regresó, la casa estaba en silencio y oscura. Neil no sabía cómo los
otros habían dividido los tres dormitorios y no quería ver a nadie más esta noche. Por
suerte, la sala de estar estaba desocupada. Apartó la mesa de café a un lado para tener
suficiente espacio para estirarse y, al no tener nada para cambiarse, solo se quitó los
zapatos antes de acurrucarse en el sofá. Estaba medio seguro de que sus pensamientos
lo mantendrían despierto toda la noche, pero el agotamiento lo arrastró en poco
tiempo.

El golpe de la puerta de un armario le advirtió que no estaba solo. Neil se


despertó sobresaltado e instintivamente buscó su bolsa de lona. Su agarre salvaje
volvió vacío, y su estómago tocó fondo en el segundo que tardó su mente en despertar.
Se sentó en el sofá y ordenó que los latidos de su corazón salieran de su frenético
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galope. Neil se frotó los ojos, cansado a pesar del estallido de adrenalina, y fue a
investigar el ruido.

La luz de la cocina estaba apagada, pero la tenue bombilla fluorescente sobre la


estufa estaba encendida. Wymack estaba preocupado por la cafetera. Si Wymack
estaba levantado, eran las cuatro y media de la mañana. Neil aprendió el horario
matutino de Wymack de la manera más difícil después de un mes en el sofá de
Wymack. Al parecer, la muerte no fue causa suficiente para sacudir la rutina.

Wymack terminó de preparar los molidos y puso el café a colar. Cuando se dio
la vuelta, vio a Neil en la puerta. Neil esperó a que dijera algo sobre cómo había salido
corriendo anoche, pero todo lo que Wymack dijo fue: —¿Dormiste algo?

Neil no sabía a qué hora había regresado, así que dijo: —Un par de horas, creo.

—Si puedes dormir más, hazlo —dijo Wymack—. Va a ser un día largo y
necesito que todos estén despiertos y coherentes antes de que llegue Waterhouse. —
Ante la mirada curiosa de Neil, Wymack explicó—. El abogado de Andrew.
Esperamos que acepte el caso de Aaron. Debería ser una victoria fácil para él.

—No deberían haberlo arrestado.

—Están haciendo su trabajo —dijo Wymack—. Un hombre murió anoche, y


hasta que tengan todo lo que necesitan, tienen que apresarlo. Tu testimonio podría
acelerar el proceso, ¿sabes? Además de Andrew y Aaron, eres el único que estaba en
esa habitación cuando Drake murió, y dado que Andrew tampoco habla...

—¿Ha confesado Luther?

—¿A qué?

—A prepararlo —dijo Neil, acalorado—. Puso a Drake en esa casa sabiendo lo


que Drake le había hecho a Andrew la última vez que estuvieron juntos. Si él y Aaron
dijeron la verdad y los oficiales tenían los ojos bien abiertos para ver cómo era esa
habitación, no necesitan nada más. Si están empantanando las cosas porque la historia
de Andrew les hace prejuiciosos, deberían dar el caso a personas más objetivas y dejar
de hacernos perder el tiempo.

—Neil.
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—¿Llamó a la policía de Oakland? —preguntó Neil.

—Ya no tengo su número —dijo Wymack—. Le pedí a los lugareños que los
llamaran. Intentaré ponerme en contacto con el oficial Higgins hoy para ver si ha
escuchado algo. Ahora deja de estancarte y vuelve a la cama.

—Estoy bien.

Salió antes de que pudiera detenerlo. Wymack no tuvo que decir nada. La
expresión de su rostro decía suficiente. Neil clavó la mirada en la cafetera y trató de no
moverse. Wymack se volvió después de lo que pareció un siglo y vertió lo poco que
había preparado en su taza. Lo cogió del mostrador y se dirigió hacia la puerta. Neil
retrocedió al pasillo para que Wymack pudiera pasar, pero Wymack se detuvo frente a
él.

—Neil —dijo Wymack—, entre tú y yo, no creo que nunca hayas estado bien.

Neil no tenía una respuesta para eso, pero no la necesitaba. Wymack continuó
su rutina saliendo a caminar a la fría mañana. Neil vio que la puerta principal se
cerraba detrás de él, luego volvió al sofá para esperar. Cuanto más tiempo permanecía
sentado allí, más sus pensamientos comenzaban a confundirse cuando el cansancio
volvía a aparecer. Finalmente, Neil se hundió de costado una vez más y se quedó
dormido. Se despertó brevemente cuando Wymack regresó, pero se hundió para
descansar un par de horas más.

La próxima vez que Neil se despertó, fue por unos pasos pesados en las
escaleras y la voz alegre de Andrew. Neil se perdió la primera mitad de la
conversación, pero dedujo del resto que Andrew estaba explicando la terrible situación
del desayuno en la casa. No esperaban quedarse en Columbia durante la noche, por lo
que los únicos alimentos que tenían eran la leche y el cacao en polvo que Betsy les
proporcionaba.

Neil rodó del sofá y se dirigió a la puerta. Andrew parecía tan conectado y listo
para el día como siempre. Llevaba un jersey de cuello alto negro que Neil no
reconoció, presumiblemente una camisa que no había empacado cuando se mudó al
dormitorio del campus. Las mangas le quedaban demasiado largas, le colgaban casi
hasta los nudillos y ocultaban fácilmente sus brazos llenos de cicatrices. Sin embargo,
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no podía ocultar el desorden multicolor que Drake había hecho en su rostro. Drake no
había ganado esa pelea fácilmente.

Neil no fue el único que se agitó ante el ruido que hacía Andrew. Los demás
fueron atraídos como polillas a una llama venenosa. Las habitaciones de los gemelos
estaban arriba, en extremos opuestos del pasillo. El dormitorio de Nicky estaba abajo,
pasando la escalera, la habitación en la que Neil había despertado en su primera noche
en Columbia. Esa puerta estaba abierta ahora, y Nicky y Kevin estaban en el umbral
con Betsy detrás de ellos. Betsy no parecía descansada, pero al menos parecía
tranquila. Nicky y Kevin parecía que la noche los había golpeado y dejado por
muertos.

Abby estaba tratando de mostrarse valiente mientras seguía a Andrew escaleras


abajo, pero Neil vio la tensión en su sonrisa. Andrew siguió parloteando como si no se
hubiera dado cuenta. Neil sabía que lo hacía; Las drogas de Andrew lo volvían
maníaco, no estúpido. Él disfrutaba haciendo que Abby se retorciera. Andrew perdió
el hilo de sus pensamientos cuando vio a Neil en la puerta y se detuvo al pie de las
escaleras para señalar.

—Oh, Neil ha vuelto. Pensamos que tal vez te habías perdido.

—Nunca me pierdo —dijo Neil.

—Y nunca te encuentras —añadió Andrew con un sabio asentimiento—. Todo


lo mejor, estoy seguro. Pero buen momento de cualquier manera. Esto resuelve todos
nuestros problemas. ¿Verdad, Bee? —Andrew miró por encima del hombro al final
del pasillo y le hizo un gesto con la mano en dirección. Suavemente apartó a Kevin y
Nicky a un lado para pasar. Andrew sonrió ante su aproximación y volvió a señalar a
Neil—. Sabe dónde dejamos el coche y tú sabes dónde está la tienda. Trata de
recogerle algo de ropa en el camino de regreso, ¿sí? Va a empezar a oler si lo dejamos
demasiado tiempo.

—¿Querías algo en particular para el desayuno? —preguntó Betsy.

—No hay solicitudes especiales —dijo Andrew—. Puedes preguntarle a los


fantasmas de allá atrás, pero no creo que tengan mucha opinión hoy. Quizás estás
perdiendo tu toque, Bee. Oh, pero aquí. Neil va a necesitar esto.
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Andrew se palpó los bolsillos, buscó y encontró lo que estaba buscando en el


tercer intento. Neil solo vio un destello antes de que Betsy lo tomara. Betsy solo dio
un paso en dirección a Neil antes de que Andrew agarrara su camisa para detenerla.

—Exites —dijo Andrew—. Kevin tiene la tarjeta.

Betsy volvió al pasillo para obtener la tarjeta de compra del equipo de Kevin.
Andrew le dio una palmada a Neil para llamar su atención. —No olvides mis
cuchillos, ¿de acuerdo? Los voy a querer. Adiós.

Andrew se tocó la sien magullada con dos dedos a modo de saludo y se dirigió a
la cocina. Betsy llegó hasta el lado de Neil antes de que Neil se diera cuenta de que se
había ofrecido como voluntario para hacer recados con ella. Empezó a protestar, pero
las palabras se le atascaron en la garganta. La acusación de Andrew a altas horas de la
noche sobre la mano de Neil en todo esto todavía era una herida nueva que Neil no
estaba listo para presionar. Neil lanzó una última mirada a Nicky y Kevin, luego se
volvió detrás de Betsy y la siguió hacia el frío.

Betsy tenía un GPS conectado a su parabrisas donde podía ver fácilmente la


pequeña pantalla. Tan pronto como el dispositivo captó el satélite apropiado, presionó
un par de botones y observó cómo se cargaban las instrucciones. Una sombría voz
británica le indicó que se dirigiera al este. Betsy bajó el volumen hasta que apenas se
oyó y salió del camino de entrada. Neil miró por la ventana y apuntó a ser invisible. La
artimaña no duró mucho.

—David me pidió que hablara contigo —dijo Betsy—. Sé que el escenario no es


exactamente convencional, pero debes saber que cualquier conversación que tengamos
hoy tendrá la misma privacidad y respeto que una visita formal a la oficina.

—¿De qué hay que hablar? —preguntó Neil—. Si yo fuera tú, estaría más
preocupado por Nicky. Vino aquí pensando que iba a arreglar a su familia, pero ahora
toda su familia se ha desmoronado.

—Tiene suerte de que un amigo como tú se preocupe por él.

—No soy su amigo —dijo Neil—. Soy su compañero de equipo.

—¿No eres su amigo o él no es el tuyo? —Betsy preguntó, y cuando Neil se


limitó a mirarla, explicó—. Son asuntos claramente diferentes y es posible tener uno
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sin el otro. Lo siento si estoy haciendo suposiciones, pero me parece que él te ve como
un amigo—. Cuando Neil no respondió de inmediato, ella dijo: —¿Qué pasa con el
resto del equipo? ¿Son ellos tus amigos?

—¿Para qué necesito amigos? —preguntó Neil—. Vine aquí a jugar. Eso es lo
que me pide el contrato del entrenador, así que eso es lo que voy a hacer. ¿Es esto
realmente de lo que quieres hablar?

—Quiero hablar de anoche, pero también quiero hablar de ti. Quiero asegurarme
de que tengas una red de apoyo que pueda ayudarte durante las próximas semanas. Si
no quieres hablar de lo último, podemos centrarnos en lo primero. ¿Me puedes decir
que es lo que paso?

—¿Cuántas veces quieres escuchar esa historia? —preguntó Neil—. Estoy


seguro de que la conseguiste de Nicky y Kevin. El entrenador probablemente te dijo lo
que dijo la policía. Quizás incluso obtuviste respuestas de Andrew. No tengo nada que
añadir.

—¿Podría al menos decirme por qué llevaste una raqueta a esa habitación?

—¿Posees un arma? —Neil preguntó, y cuando Betsy negó con la cabeza,


dijo:—. Imagina que lo haces. Una noche te despiertas porque escuchas a alguien
moverse en tu casa. Tienes derecho a enfrentarte a ellos y, sin saber si están armados o
no, eres lo suficientemente inteligente como para llevar tu arma contigo. Si te ataca y
tú disparas contra él, la policía lo llamará defensa propia justificada. No tengo un
arma, pero tenía una raqueta.

—Entiendo a lo que te refieres, pero nadie más sospechaba que Andrew estaba
en problemas —dijo Betsy. No era realmente una pregunta, así que Neil no respondió.
Cuando se detuvieron en el siguiente semáforo en rojo, Betsy consideró a Neil en
silencio. Sólo cuando el semáforo se volvió verde de nuevo continuó—. Hay una
delgada línea entre la autodefensa y el asesinato premeditado aquí, Neil. ¿Por qué
subiste la raqueta?

Finalmente, Neil dijo de mala gana: —Sabía quién era Drake.

—¿Cómo? ¿Andrew te habló de él?


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—Me contó partes de la historia, no lo suficiente —dijo Neil—. Sabía que la


policía de Oakland estaba investigando a los Spears y sabía que el hijo de Cass era un
infante de marina. No puedo enfrentar a un marine en una pelea justa. Por eso agarré
mi raqueta. —Neil miró por la ventana y deseó que la conversación ya hubiera
terminado—. Se la di a Aaron para poder derribar la puerta y no tuve tiempo de
quitársela.

—Irrumpiste en la habitación —dijo Betsy—. ¿Qué viste?

—Drake atacando a Andrew —dijo Neil. Era la verdad, pero se sintió como una
mentira cuando salió de su lengua. Tres palabras eran una descripción patética de lo
que había visto—. Estaba desequilibrado por patear la puerta, por lo que Aaron fue
más rápido que yo. Golpeó a Drake aquí mismo. —Tocó su cabeza donde su raqueta
había destrozado el cráneo de Drake—. Fue un golpe pesado, por lo que solo bastó
uno. Si Andrew te dio la tarjeta, eso significa que la policía se queda con mi raqueta,
¿no?

—¿Quieres que te la devuelvan? —preguntó Betsy.

—¿Tienes idea de cuánto cuesta? —preguntó Neil—. Sí, la quiero de vuelta.

—¿No le molestaría que se haya utilizado como arma homicida?

—No mató a nadie importante.

—Interesante —dijo Betsy, pero no dio más detalles hasta que llegó al
estacionamiento de una tienda por departamentos. Tan temprano en un día laboral, era
fácil conseguir un lugar cerca de la puerta. Sacó la llave del encendido, apagó su GPS
y miró a Neil—. Dejando a un lado los crímenes de Drake, tuvo un final violento a
solo unos metros de ti. Sería natural y completamente comprensible que sintieras
algún tipo de conmoción o dolor.

Lo más inteligente que podía hacer era mentir, pero cada vez que Neil
parpadeaba veía el agarre con los nudillos blancos de Andrew en la cabecera. Todavía
podía oír la risa de Andrew, amortiguada por la almohada. Si pudiera meter la mano
en el interior de su cabeza y arrancar el recuerdo, lo haría, pero no podía. Todo lo que
pudo hacer fue arremeter contra Betsy. Ella no era la psiquiatra que le había recetado a
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Andrew este medicamento hace dos años y medio, pero era la única lo suficientemente
cerca para golpear.

—No lo sé —dijo Neil rotundamente—. ¿Y sabes qué? Andrew tampoco.

Quería que ella se defendiera. Quería verla tratar de justificar algo de esto. El
temperamento de su padre se sentía caliente en sus venas, furioso por una salida. Sin
embargo, la única respuesta que obtuvo fue una calma: —¿Le preguntaste?

—¿Qué si le pregunté? —repitió, incrédulo—. Dijo que no podía sentir. Lo viste


sonriendo anoche. ¿Lo escuchaste...? —Neil dio un violento tirón de la mano,
deseando callarse antes de decir demasiado, y salió del auto. Cerró la puerta detrás de
él, pero, por supuesto, Betsy estaba saliendo por el otro lado. Neil intentó
interrumpirla con un:—. No hablaremos de esto.

—No puedes ahogarte con todo para siempre —dijo Betsy—. Necesitas una
salida, ya sea conmigo, con David o con tus compañeros.

—No necesito a nadie.

—¿Te gustaría que al menos uno de nosotros se pusiera en contacto con sus
padres?

—No —dijo Neil, y se encaminó hacia la puerta.

Betsy lo siguió, pero no presionó, y se dividieron por dentro. Neil era el único
que navegaba por los pasillos de ropa a esta hora del día, pero una anciana ya estaba
vigilando el vestuario. Hizo una pausa en la clasificación de las devoluciones el
tiempo suficiente para abrir uno de los puestos para Neil. Escuchó a que la cerradura
se cerrara detrás de él y luego se quitó el abrigo. Se quedó quieto con ambas manos en
la camisa cuando vio su reflejo.

La sangre de Drake parecía casi negra donde se había secado en salpicaduras en


su camisa. Neil pensó que era la sangre de Drake, de todos modos. Fácilmente podría
haber sido de Andrew. Por un momento olió a fresco: fuerte, picante y ácido.

Hace unos meses, Wymack los llamó para decirles que Seth había muerto de
una sobredosis. Neil le dijo a Andrew esa noche que no entendía el motivo del
suicidio. Andrew se encogió de hombros ante su interpretación. Ese despido casual
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enmascara una comprensión más profunda. Andrew dijo que el comportamiento


autodestructivo de Seth era la única salida de Seth. Neil no lo había entendido
entonces porque siempre tenía una salida. Siempre había una puerta trasera para
escabullirse, un autobús que tomar, un ferry para viajar. Podría ser espantoso y
aterrador, pero aún le daba pocas esperanzas de sobrevivir. No podía imaginar la vida
sin ese consuelo.

Neil giró una mano para ver su muñeca intacta. Su cuerpo tenía innumerables
cicatrices de su vida en la carrera, pero ninguna de ellas fue autoinfligida. Neil se pasó
las uñas desafiladas por el brazo, observó cómo las líneas de color rojo pálido
florecían en su piel y redirigió a la fuerza su atención de nuevo a la tarea que tenía
entre manos.

No tomó mucho tiempo encontrar un atuendo que le quedara bien. Encontrar a


Betsy resultó ser más difícil, y se mantuvo alejado de ella mientras ella terminaba de
recoger la compra. Su canasta estaba lo suficientemente llena. Neil sabía que estaba
comprando más de una comida. Casi le preguntó cuánto tiempo pensaba quedarse en
Columbia, pero no quería empezar otra conversación. Todavía tenía que lidiar con ella
para la siguiente etapa del viaje.

Sin embargo, Betsy no dijo nada cuando volvieron a subir al coche y los
llevaron a las salidas. Neil entró solo con la tarjeta del equipo y compró un nuevo palo
de práctica. El precio no fue más fácil de digerir hoy. Neil firmó el recibo, se metió la
copia en el bolsillo con una nota mental para disculparse con Wymack por ser tan caro
y llevó la raqueta al coche. Eso dejó solo una parada en su lista.

Después de la casa de su infancia en Baltimore, la casa de los Hemmick era el


último lugar del mundo que Neil quería estar. El coche de Andrew seguía aparcado
junto a la acera y Betsy se detuvo detrás. Le ofreció una llave a Neil, pero Neil no hizo
ningún movimiento para tomarla. Su cerebro conectó las piezas, pero se negó a aceptar
la imagen final. Andrew ni siquiera dejaba que Aaron y Kevin condujeran su coche.

—Tienes licencia, ¿no? Preguntó Betsy.

Neil tenía un par, pero ninguno tenía su nombre actual. —Si.

—¿Conoces el camino de regreso o seguirás?


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—Adelántate —dijo Neil, cogiendo por fin la llave—. Tengo que conseguir los
cuchillos de Andrew.

—Esperaré aquí —dijo Betsy.

Era la respuesta que Neil esperaba, si no la que quería, y no perdió el tiempo


discutiendo con ella. Cruzó el césped hasta la puerta principal y pulsó el timbre. Le
tomó tres intentos antes de que finalmente escuchara un movimiento al otro lado de la
puerta. María abrió la puerta lo suficiente para que Neil viera la mitad de su rostro.
Neil no sabía si la culpa la ponía a la defensiva o si esperaba algún tipo de represalia
violenta, pero no tenía la energía para lidiar con su obstáculo. Enganchó una mano
alrededor de la puerta para que ella no pudiera cerrarla sin romperle los dedos y metió
el zapato en la rendija lo más que pudo.

—Déjame entrar —dijo Neil—. Ayer dejamos algo aquí.

—Te lo conseguiré —dijo María—. Dime dónde encontrarlo.

—En la cama que le hiciste a tu propio sobrino —respondió Neil.

María se estremeció con tanta fuerza que casi tiró de la puerta para cerrarla.
Antes de que Neil tuviera que luchar para entrar, ella soltó el pomo y se apartó de su
camino. Se retiró fuera de su alcance y envolvió sus brazos alrededor de su cintura
como si pudiera apretarse a sí misma en la nada. Neil pasó junto a ella y subió las
escaleras. Luther no estaba a la vista. Neil esperaba estar tras las rejas en algún lugar.

Anoche había roto la puerta del dormitorio y la llegada de técnicos y


trabajadores de emergencia solo había empeorado el daño. La puerta estaba
entreabierta varios centímetros esta mañana, pero alguien había pensado en pegar una
manta al marco de la puerta como si fuera una cortina improvisada. Neil la tiró hacia
abajo para que Luther y María tuvieran que arreglarlo de nuevo y lo arrojó a un lado.
La puerta gimió cuando la abrió y encendió la luz.

Neil no era ajeno a la muerte y no le inquietaba ver sangre, pero un vistazo a la


cama arrugada le hizo detenerse. Las sábanas habían desaparecido, pero el colchón
estaba manchado de un rojo negruzco donde Drake había sangrado. La pintura y las
cortinas de las ventanas todavía estaban salpicadas en algunos lugares. Neil miró la
cabecera como si viera las huellas dactilares de Andrew grabadas en la madera y tragó
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saliva contra una náusea vertiginosa. Respiró por la boca mientras cruzaba la
habitación hacia la cama.

El colchón estaba torcido por todo el manejo brusco de la noche anterior, pero el
somier parecía intacto. Neil metió las manos debajo de él y lo levantó del marco. Las
bandas de Andrew estaban justo donde las dejó Neil, balanceándose sobre los listones
de madera. Los recogió y dejó caer el somier. Logró retroceder un paso y luego se
detuvo para volver a mirar el desastre. No estaba seguro de cuánto tiempo estuvo allí
mirando la sangre antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo. Tenía que irse
antes de que Betsy viniera a buscarlo. No quería que Betsy viera esto; no quería que
ella comenzara a hacer preguntas. Neil no tenía ninguna respuesta. Todo lo que tenía
era ira y arrepentimiento.

Bajó las escaleras lo más rápido que pudo sin tropezar. María no estaba en el
pasillo y Neil dejó la puerta principal abierta de par en par detrás de él. Pasó entre los
autos para que Betsy pudiera ver las bandas que llevaba y se dirigió a la puerta del
lado del conductor del auto de Andrew. Abrió la cerradura, se subió y cerró la puerta
detrás de él con más fuerza de lo debido. Sabía que Betsy estaba esperando que él
diera el primer paso, así que ajustó el asiento y los espejos lo más rápido que pudo.
Deslizó la llave en el encendido, pero su mano se agarró antes de que pudiera girarla.

Neil aprendió a conducir en Europa cuando tenía trece años, pero nunca antes
había conducido solo. Siempre habían sido él y su madre turnándose para pasar largas
noches en la carretera. Desde su muerte, había hecho autostop, caminado y se había
familiarizado bien con las locuras del transporte público estadounidense. Ahora aquí
estaba solo con la carretera extendida ante él y el volante crujiendo bajo sus dedos
apretados.

Respiró por la nariz y espiró por la boca, tratando de no oler la sangre y el agua
salada. Neil revisó los otros asientos como si esperara encontrar sangre en ellos y giró
la llave en el encendido casi lo suficientemente fuerte como para romperla.

Neil se apartó de la acera y encabezó el camino de regreso a la casa de Andrew.


Nunca antes había conducido en Columbia, y esta era solo la segunda vez que iba a la
casa de los Hemmick, pero había prestado atención durante el viaje. Todavía tenía que
pensar en ello, pero el tráfico de parachoques a parachoques le dio mucho tiempo para
resolverlo. Estaba agradecido por la distracción. Si estaba dando vueltas en su cabeza,
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no estaba pensando en colchones ensangrentados ni en la alegría inapropiada de


Andrew.

Un coche desconocido estaba aparcado detrás del de Wymack. Neil asumió que
era Waterhouse quien había comenzado temprano su día y su nuevo caso. Neil se
detuvo en el camino de entrada y dejó que Betsy se estacionara detrás de él. Betsy
parecía que podía hacerse cargo de la compra, así que Neil agarró sus propias cosas y
abrió la puerta. Primero revisó la sala de estar, la encontró vacía y continuó hasta la
cocina. Abby y Wymack estaban sentados a la mesa.

Neil le dio a Wymack el recibo y la tarjeta. —Puedo devolverte el dinero por


una de ellas.

—Parece que necesito tu dinero, ¿sabio? —preguntó Wymack.

El susurro de las bolsas de plástico anunció la llegada de Betsy. La habitación se


sentía mil veces más pequeña con los tres allí. Neil se alejó un par de pasos de la mesa
para darse un respiro y preguntó: —¿El abogado está aquí?

—Ambos lo están —dijo Wymack, y miró a Betsy—. ¿Te importaría explicar


eso?

Betsy asintió con la cabeza, pero preguntó: —¿Dónde están Nicky y Kevin?

—Nicky trató de abrazar a Andrew y casi lo estacan con un cuchillo de cocina


—dijo Wymack—. Kevin fue lo suficientemente inteligente como para sacarlo de
aquí. La última vez que vi a ninguno de ellos, estaban encerrados en el dormitorio de
Nicky.

—¿Está herido?

—David estaba allí, gracias a Dios —dijo Abby—. Si hubiera sido un segundo
más lento…

Betsy miró a Neil.

—¿Te importaría comprobar cómo están? Solo necesito un minuto con David y
Abby.
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Neil dejó su raqueta a un lado y fue al pasillo para cambiarse. Su ropa


ensangrentada se metió en la bolsa de plástico vacía y la enterró en el fondo de la
papelera del baño. Se veía limpio cuando miró su reflejo, pero aún se sentía sucio.
Neil revisó sus uñas en busca de sangre, luego se inclinó cerca del espejo y revisó sus
raíces. La última ronda de tinte aún aguantaba.

Tenía la mano en el pomo cuando escuchó el estallido de sorpresa de Abby. No


podía entender sus palabras desde esta distancia, pero entendía perfectamente la ira de
incredulidad. Puso un oído en la puerta, pero ella se apresuró a bajar la voz de nuevo.

Neil giró el pomo tan silenciosamente como pudo y abrió la puerta. Contuvo la
respiración, esperando a que la puerta crujiera y lo delatara, pero no llegó nada. Tan
pronto como pudo caber, se coló en el pasillo. La habitación de Nicky estaba lo
suficientemente cerca como para que Nicky y Kevin hubieran escuchado la
indignación de Abby, pero la puerta de Nicky permaneció cerrada. Tampoco había
ningún sonido en el piso de arriba. Neil dio unos pasos silenciosos hacia la cocina.

Era obvio que Abby estaba tratando de mantener la voz baja, pero su tono
estridente ayudó a que sus palabras se transmitieran.

—… Un tipo de trauma con otro no va a resolver nada. Solo empeorará las


cosas. Entiendo a qué te refieres, pero no es así.

—Esta es la única solución ética —dijo Betsy.

—No puedes...

—Puede —dijo Wymack, interrumpiendo a Abby. Abby hizo un ruido ahogado


como si no pudiera creer que Wymack se pusiera del lado de ella. La cocina se quedó
en silencio durante un tenso momento antes de que Wymack volviera a hablar—. Si
estás seguro de que esta es la mejor opción, no voy a detenerte. Confío en que harás lo
que sea correcto para mis chicos.

—Lo siento —dijo Betsy—. Sé lo que esto significa para tu temporada.

—Tú te preocupas por Andrew —dijo Wymack—. Yo me preocuparé por mi


temporada.
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—Andrew no estará de acuerdo con esto —dijo Abby, un último esfuerzo por
cambiar de opinión—. Ir significa dejar a Kevin atrás. No han tenido más que un
campus entre ellos desde que Andrew tomó a Kevin bajo su protección. No va a
cambiar las cosas ahora, especialmente con Riko en nuestro distrito.

—Andrew no tiene que estar de acuerdo —dijo Wymack—. Es la decisión de


Betsy.

Neil había escuchado suficiente. Entró en la puerta de la cocina. Betsy se había


sentado en la mesa. Abby y Wymack estaban tan concentrados en ella que no notaron
la llegada de Neil, pero Betsy estaba mirando hacia la puerta y miró hacia su entrada.
Ella no pareció para nada sorprendida de encontrarlo escuchándolos.

—¿Adónde lo llevas? —preguntó Neil.

Abby saltó y le lanzó una mirada culpable. —Neil, no te escuché entrar.

Neil la ignoró e insistió: —¿A dónde lo llevas?

—Hospital Easthaven —dijo Betsy—. Voy a sacar a Andrew de su medicina.

Neil sintió que el suelo se inclinaba bajo sus pies.

—¿Qué?

—No es oficial todavía —dijo Betsy—. Necesito que el señor Blackwell lo


apruebe. Fue el fiscal en el juicio de Andrew. Ahora está aquí con el Sr. Waterhouse
para evaluar la situación. Dudo mucho que impugne esto, por lo que deberíamos poder
enviar a Andrew a Easthaven esta tarde.

—Enviarlo como, encerrarlo —dijo Neil.

—Cuando el Dr. Ellerby y el Sr. Waterhouse redactaron el acuerdo original, lo


hicieron de una manera que obtendría la menor resistencia de la acusación. Uno de los
términos que acordó Andrew fue la supervisión de veinticuatro horas durante su
rehabilitación. Easthaven es uno de los mejores hospitales del estado. Estará en buenas
manos.

—¿Pero por cuánto tiempo?


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—En el aire —dijo Wymack—. Andrew estaba programado para rehabilitación


en mayo, por lo que estaría fuera de clases. Tomará tiempo sacar las drogas de su
sistema. Una vez que se le aclara la cabeza, el personal tiene que determinar el
siguiente paso en su tratamiento, ya sea asesoramiento continuo o algún nuevo tipo de
píldora feliz. Ten en cuenta la total incapacidad de Andrew para cooperar y estamos
ante unas cuatro o cinco semanas.

—Si lo recuperamos para Año Nuevo será un milagro —dijo Abby, con un
toque de su anterior frustración—. Lo estás obligando a pasar por la abstinencia y la
recuperación al mismo tiempo.

—Es ambos o ninguno —dijo Betsy—. Tú lo sabes.

—Hazlo —dijo Neil cuando Abby comenzó a discutir de nuevo.

Su orden sin aliento hizo que los tres lo miraran, pero Neil solo tenía ojos para
Betsy. Había querido lastimarla en el auto por reforzar las horribles reglas de la
medicina de Andrew. No se había defendido porque sabía que no era necesario. Ella
sabía, al igual que él, lo cruel que era mantener a Andrew drogado, y ya se había
acercado a las personas que podían ayudarlo.

La sonrisa de Betsy fue pequeña y aprobatoria.

—Prometo que lo intentaré. ¿Deséanos suerte? —Cogió una nueva barra de


chocolate del mostrador y llevó a Wymack y Abby al piso de arriba.

Neil realmente no creía en la suerte, pero los vio irse y esperó que existiera de
todos modos.
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13
La puerta del dormitorio de Nicky estaba abierta, así que Neil entró sin llamar. Nicky
y Kevin estaban en la cama de Andrew, pero no se hablaban. Kevin se sentaba rígido y
silencioso a los pies de la cama y Nicky estaba tendido de espaldas en el medio. Neil
miró de un rostro demacrado al otro, luego dejó la raqueta a un lado y cerró la puerta.
La mirada de Kevin fue inmediatamente a la raqueta. Nicky no se dio cuenta, estaba
demasiado ocupado mirando al techo.

Neil se sentó en la cama entre ellos. No tenía sentido preguntarle a Nicky si estaba
bien; cualquiera que tuviera ojos podía ver que no lo era. Lo mejor que se le ocurrió
fue un insustancial: —Hey.

—No deberíamos haber venido aquí —dijo Nicky, sonando tan miserable como
parecía—. Debería haber escuchado todas esas veces que Andrew me dijo que me
rindiera con ellos. Si lo hubiera hecho, no estaríamos aquí ahora mismo. Andrew no...
—Nicky cerró los ojos y respiró hondo e inestable—. ¿Qué he hecho?

—No hiciste nada —dijo Neil. Buscó palabras, pero las que encontró no eran
suyas. Eran de Wymack, compartidos con Neil para aliviar la culpa por la muerte de
Seth—. No sabías que esto iba a pasar. Ninguno de nosotros lo hacía. Si lo hubiéramos
sabido, no habríamos venido.

—Betsy dijo eso también, pero ¿realmente lo crees? —preguntó Nicky—.


¿Puedes? Sabíamos que Andrew no quería venir, pero lo hicimos de todos modos.
Debería haber confiado en él. Debería haber sabido que era algo grande si podía
guardar rencor debajo de todas esas drogas '.

—Esto es culpa de tu padre —dijo Neil—. Él tendió una trampa a Andrew.

—Con alcohol —dijo Nicky con una risa entrecortada—. Anoche me lo dijo a
mí y a la policía. Habló con Andrew sabiendo que iba a terminar en una discusión. Le
prometió a Andrew alcohol como ofrenda de paz. Fue idea de Drake, ¿sabes? Papá
solo tenía que decirle a Andrew que la botella estaba arriba, y que Drake y Andrew
tendrían toda la privacidad que necesitaban para “trabajar en sus problemas”. —Un
filo salvaje se deslizó en la voz de Nicky mientras se burlaba de las palabras de su
padre.
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—No había botella —adivinó Neil.

—La había. Drake golpeó a Andrew con ella. Hijo de puta. —La cara de Nicky
se arrugó y rodó sobre su costado para presentar a Neil de espaldas—. Necesito llamar
a Erik. No le he dicho todavía. No sé por dónde empezar.

—Te daremos espacio —dijo Neil, y se levantó de la cama.

Nicky no respondió, pero Neil no estaba esperando que lo hiciera. Regresó por
el pasillo a la cocina y se sorprendió un poco de que Kevin lo siguiera. Kevin se
agarró al respaldo de una silla de mesa y miró a lo lejos. Neil esperó a ver si decía algo
y luego se puso a buscar su desayuno.

Betsy compró suficientes alimentos para el desayuno y el almuerzo, nada más.


O se sentía optimista o realmente iban a estar de vuelta en el campus esta noche. Neil
esperaba que alguien hubiera pensado en llamar a la oficina del registrador sobre su
ausencia de clase. Wymack debió haber llamado también a los otros Foxes. Neil se
preguntó si Wymack les contó la historia completa o si simplemente canceló las
prácticas del día y prometió una explicación para más tarde. Matt sabía que habían
venido aquí para ver a los padres de Nicky, lo que significaba que las chicas lo sabían.
Probablemente pensaron que la racha violenta de Andrew lo había vencido en la
reunión.

—Lo investigamos —dijo Kevin al fin, con la voz cargada de una emoción
desconocida. No era dolor ni culpa—. Miramos antes de ofrecerle un lugar en la línea.
No vimos nada sobre esto. Nadie sabía.

—No quería que nadie lo hiciera —dijo Neil, descargando los alimentos para el
desayuno en el mostrador. En el mejor de los casos, era un cocinero aceptable, pero
afortunadamente Betsy había optado por alimentos básicos y reconfortantes: galletas,
tocino, huevos y dos bolsas de queso de gran tamaño. Incluso Neil podría manejar eso.

—Pero tú lo sabías.

—Sabía que la policía de Oakland estaba investigando —dijo Neil—. No sabía


por qué. Pero no tiene sentido que Drake venga aquí. Higgins estuvo aquí hace un
mes. ¿Por qué esperar tanto y por qué arriesgarse? La policía puede rastrear fácilmente
un billete de avión al otro lado del país.
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Kevin se limitó a negar con la cabeza, por lo que Neil volvió a desayunar. Solo
había terminado un par de tiras de tocino antes de que una puerta se abriera de golpe
en el piso de arriba. Neil se apresuró a mover el tocino de la sartén a unas toallas de
papel. Las pisadas ruidosas en las escaleras eran demasiado rápidas y ligeras para
pertenecer a cualquier miembro del personal, pero no estuvieron solos por mucho
tiempo. Parecía que Andrew estaba atrayendo a toda una multitud con él.

—Kevin —gritó Andrew desde algún lugar fuera de la vista.

Kevin casi derriba la silla en su prisa por responder. Neil miró desde la puerta
cuando Andrew se detuvo casi justo contra Kevin. Andrew palmeó a Kevin por
lesiones imaginarias y Kevin se quedó inmóvil hasta que terminó. Neil miró de ellos a
Betsy, quien se detuvo al pie de las escaleras. Wymack estaba en las escaleras con dos
desconocidos detrás de él y Abby estaba fuera de la vista. Neil supuso que ya no
quería ser parte de esto.

—Todavía en una pieza —dijo Andrew con un asentimiento satisfecho—. ¿Por


cuánto tiempo más, me pregunto? Es una mala idea, Bee. Lo sabes tan bien como yo.

—¿Qué pasa? —preguntó Kevin.

—Oh, no lo has escuchado aún. —Andrew le indicó a Kevin que se inclinara


más cerca, pero no bajó la voz—. Se acabó el tiempo, nos vamos. Ella se va a deshacer
de esto por nosotros. —Pasó un pulgar por su sonrisa maníaca y se rió—. ¡Alguien
debería advertir a los médicos de lo que les espera! Cerrarán la puerta y tirarán las
llaves cuando haya terminado con ellas.

—Deshacerse de esto —repitió Kevin, pero sólo le tomó un momento


comprenderlo. Miró a Betsy con asombro—. Es demasiado pronto. ¿Qué crees que
estás haciendo?

—Lo correcto —dijo Betsy.

Andrew se volvió hacia Betsy, encantado por la reacción de Kevin. —Mira esa
cara, Bee. Me quiere sobrio más que casi nadie, pero solo si es el momento adecuado.
Te lo advertí, ¿no? ¿Quién cuidará de Kevin si me voy? No puedo confiar en que
deambule por aquí solo, y el entrenador no puede estar con él todo el tiempo. Kevin es
una especie de trabajo a tiempo completo.
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—Nos encargaremos de eso —dijo Wymack.

—Oh, vamos, entrenador —dijo Andrew—. Tienes que hacerlo mejor que eso.
Inténtalo de nuevo; esperaré aquí mientras piensas en algo más convincente que decir.

—Yo lo vigilaré —dijo Neil.

Kevin se volvió para mirarlo y Andrew empujó a Kevin fuera del camino para
que pudiera ver mejor a Neil. Neil había asustado la sonrisa del rostro de Andrew con
eso, pero volvió en un santiamén.

—¿Tú? —preguntó Andrew. Eso fue todo lo que dijo, pero esa palabra era
suficiente.

Neil no respondió, contento de esperar a Andrew. No tomó mucho tiempo.


Andrew dio un par de pasos rápidos en su dirección y empujó a Neil tan fuerte como
pudo. Neil sabía que venía y trató de prepararse para ello, pero aún retrocedió un par
de pasos. Uno de los extraños empezó a hablar, probablemente intentando llamar a
Andrew al orden. Neil vio que Wymack se movía por el rabillo del ojo, tal vez
desechando la intervención como innecesaria, pero no se atrevió a apartar los ojos de
Andrew para comprobarlo. Cuando Andrew lo empujó de nuevo, Neil lo agarró por
los brazos y tiró de Andrew con él.

—Oh, Neil —dijo Andrew, y cambió al alemán—. Tú y yo sabemos que tienes


un terrible sentido del humor, así que esto no puede ser una broma. ¿Qué crees que
estás diciendo? ¿Qué estás tratando de hacer?

—Asumir la responsabilidad —dijo Neil en alemán.

—Por lo general, eres un buen mentiroso —dijo Andrew—, pero esta vez no
engañas a nadie. ¿Debo creer que te mantendrás firme si Riko te ataca? Tal vez vuelva
y ya no estarás aquí.

—Si me fuera a ir, lo habría hecho en el banquete cuando Riko me llamó por mi
nombre —dijo Neil—. No mentiré y diré que no lo pensé, pero decidí quedarme.
Confié en ti más de lo que le tenía miedo. Así que confía en mí ahora si puedes. No
voy a ninguna parte. Cuidaré de Kevin hasta que regreses.
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—Confiar en ti —Andrew pronunció cada palabra como nunca antes las había
escuchado. Se rió y apretó los dedos alrededor de la barbilla de Neil—. ¿Mientes,
mientes y mientes, y crees que te confiaré su vida?

—Entonces no confíes en “Neil” —dijo Neil—. Confía en mí.

—Oh, pero ¿quién eres tú? ¿Tienes un nombre?

—Si necesitas uno, llámame Abram.

—¿Debería creer eso?

—Me llamo como mi padre —dijo Neil—. Abram es mi segundo nombre; es el


nombre que usaba mi madre cuando intentaba protegerme de su trabajo. —Era el
nombre que usaba en sus prácticas de ligas menores para que el entrenador realmente
lo dejara jugar. Fue extraño escucharlo en voz alta cuando nadie había llamado a Neil
“Abram” en ocho años—. Pregúntale a Kevin si no me crees. Él lo sabría.

—Quizás lo haga.

Neil esperó, pero Andrew no lo soltó. Con tanta gente mirándolos, Neil no podía
levantarse la camisa. Hizo lo mejor que podía hacer y pasó una de las manos de
Andrew por debajo del dobladillo. Presionó la palma de Andrew contra la fea cicatriz
en su abdomen. Los ojos de Andrew se posaron en la camisa de Neil como si pudiera
ver la piel estropeada de Neil a través del algodón oscuro.

—¿Lo entiendes? —preguntó Neil—. Nada de lo que haga Riko me hará


dejarlo. Los dos estaremos aquí cuando regreses.

Los dedos de Andrew se movieron contra la piel de Neil. —Alguien me mintió.


Estas cicatrices se sienten un poco duras para un niño que huye.

—La historia que te conté era en su mayor parte cierta —dijo Neil—. Puede que
haya omitido algunos detalles críticos, pero sé que eso no te sorprende realmente. Si
sobrevivimos este año y todavía estás interesado, puedes preguntarme por ellos más
tarde. De todos modos, creo que es tu turno en nuestro juego de secretos.

Andrew se soltó y cruzó los brazos sobre el pecho. Tamborileó los dedos de una
mano en su bíceps mientras pensaba. Finalmente, se rió y se alejó. Volvió al lado de
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Kevin y le sonrió. En lugar de preguntar por el nombre de Neil, dijo en inglés: —


Tendrá que servir, ¿no?

Kevin parecía que se había tragado una piedra, pero Andrew no estaba
esperando su respuesta. —Bee, veré si Nicky todavía respira. Entonces podemos irnos,
¿verdad? Cuanto antes comencemos, antes podremos acabar con este lío.

—Podrías esperar a Aaron —dijo uno de los abogados. Neil supuso que eso
significaba que era Waterhouse, el abogado del gemelo—. Estoy en camino a buscarlo
ahora.

—No hay tiempo para eso —dijo Andrew—. Puede tomar un número y esperar.

Navegó por el pasillo hasta el dormitorio de Nicky. Betsy vio que la puerta se
cerraba detrás de él, luego le envió a Neil una mirada pensativa. Neil miró a Kevin
para que no la mirara a ella. Kevin miraba fijamente a Wymack como si esperara que
Wymack pusiera fin a esto. Wymack lo ignoró y despidió a los abogados.

—¿Aaron? —preguntó Neil cuando Wymack regresó solo.

—Waterhouse cree que puede liberar a Aaron hasta el juicio por su


reconocimiento —dijo Wymack—. La madre de Matt se ofreció a transferir dinero por
su fianza si era necesario. Waterhouse trató de reunirse con Aaron anoche y avisarle,
pero Aaron no quiso verlo. Con suerte, escuchar todo esto —señaló con la barbilla
como para indicar la próxima partida de Andrew—, lo hará moverse, pero ¿quién sabe
cuándo se trata de esos dos? Hablando de imbéciles impredecibles, ¿cuándo sucedió
eso?

—¿Cuándo paso qué? —preguntó Neil.

Wymack lo miró. —Olvídalo.

—No puedo creer que estés enviando a Andrew —dijo Kevin, un poco
bruscamente.

—Técnicamente no estoy haciéndolo yo —dijo Wymack—. Betsy lo está


haciendo. Y realmente no importa lo que creas, porque ya está resuelto.

—¿Y la temporada? —preguntó Kevin. —¿Y Riko?


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—¿Y Andrew? Intenta pensar en alguien y en otra cosa por un momento. -—


Wymack esperó un poco para asegurarse de que asimilara la acusación—. Sé que estás
asustado, pero él necesita esto, Kevin. No es bueno para ti hasta que arregle su mierda,
y no puede arreglar nada cuando está zumbando a cinco kilómetros del suelo. Tú lo
sabes.

Betsy esperó un momento para ver si Kevin hablaba y luego dijo: —No sé
cuánto tiempo llevará que Andrew se registre, David. Probablemente sea mejor si no
me esperan.

—Podríamos —dijo Wymack, pero Betsy se limitó a negar con la cabeza. Una
puerta que se abría al final del pasillo distrajo a Wymack y frunció el ceño cuando
Andrew regresó—. Cuando dijiste que ibas a ver si estaba sangrando, asumí que te
tomarías un tiempo para explicárselo.

—Sabes lo que dicen sobre la gente que asume, entrenador. —Andrew sonrió y
se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros—. No está sangrando, así que le
dije que volvería más tarde y que podríamos hablar de eso entonces. Es técnicamente
la verdad, ¿no? Deja que Neil se ocupe de las consecuencias si a Nicky no le gusta.
Bee, nos vamos.

Wymack les permitió llegar hasta la puerta antes de hablar.

—Andrew. No me dejes solo con estos idiotas por mucho tiempo. Me estoy
volviendo demasiado mayor para lidiar con su drama.

—Oh, tú y yo ambos—dijo Andrew.

Betsy cerró la puerta detrás de ellos. Neil apenas pudo distinguir el sonido de su
motor al arrancar, y luego se hizo el silencio. Andrew se había ido.

El silencio que descendió sobre la casa fue casi asfixiante, pero no duró mucho.
Wymack sacó los cigarrillos de su bolsillo y tomó un encendedor en su mano. Lo tenía
a medio camino de su boca antes de hacer una pausa y mirar a Neil. Cuando lo ofreció,
Neil no dudó en aceptarlo. Wymack le permitió usar el encendedor primero. Neil pasó
el cigarrillo de mano en mano, tratando de esparcir el fino rastro de humo lo mejor que
pudo.
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—Mira —dijo Wymack—. Sé que siempre les he dicho a todos que se ocuparan
de sus problemas personales con Betsy o Abby. He dicho que no me corresponde
meterme en nada fuera de la cancha. Espero que ya te hayas dado cuenta de que solo
estoy diciendo mierda. No soy muy bueno como hombro para llorar, pero tengo un par
de oídos que funcionan.

—No hay nada que decir —dijo Neil.

—Quizá no ahora mismo —dijo Wymack—, pero esa oferta no caduca.


Averigua qué necesitan ustedes dos para hacer frente a esto y avísanos. Mañana nos
sentaremos con todos para ver cómo proceder desde aquí, pero no tienes que esperar
hasta entonces para hablar. Dicho esto, tengo que hacer algunas llamadas. ¿Estás bien
aquí un rato?

Cuando Kevin no dijo nada, Neil dijo: —Sí, entrenador.

Wymack salió para hacer sus llamadas en el frío. Neil miró la expresión sombría
de Kevin y se debatió en comprobar cómo estaba Nicky. No tenía la energía para lidiar
con la reacción de Nicky, así que fue a la cocina. Dejó el cigarrillo en el borde del
mostrador y volvió a preparar el desayuno. Hizo algunas rondas más de tocino antes
de que Kevin se uniera a él y se sentara a la mesa.

—Riko nos va a destrozar —dijo Kevin.

—Tal vez —contestó Neil.

Nicky apareció cuando Neil estaba quitando las últimas tiras de la sartén. Los
miró, pero se fue sin decir una palabra. Neil lo escuchó moverse arriba y abajo del
pasillo y supuso que Nicky estaba buscando a Andrew. Sabía que tenía razón cuando
Nicky subió las escaleras. Volvió a bajar casi de inmediato con Abby no muy lejos
detrás de él. Se quedó en la puerta, con el teléfono todavía apretado en un puño como
si hubiera olvidado que lo llevaba, y miró de Kevin a Neil.

—¿Dónde está?

—Betsy lo confinó —dijo Abby—. Le van a sacar la medicina.

—Oh, gracias a Dios —dijo Nicky con voz entrecortada.


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La expresión del rostro de Abby decía que todavía no se sentía cómoda con este
plan, pero sabiamente guardó silencio. Nicky caminó penosamente por la habitación y
se hundió en una de las sillas vacías. Dejó caer su teléfono sobre la mesa y enterró su
rostro entre sus manos. Abby se deslizó en el asiento junto a él y pasó un brazo
alrededor de sus hombros. Nicky se inclinó contra ella, pero no dijo nada más. Abby
apoyó la mejilla en su cabello y miró a Neil por encima de la cabeza de Nicky. Neil se
volvió y abordó los huevos.

Wymack apareció un par de minutos más tarde, y los cinco se sentaron para el
desayuno más incómodo que Neil había sufrido. El teléfono de Wymack sonó al
menos treinta veces en el tiempo que tardó en terminar su comida. Wymack leyó cada
mensaje a medida que llegaba, pero no respondió a ninguno de ellos. Neil medio
esperaba que Abby dijera algo sobre el ruido, pero lo dejó pasar como si no se diera
cuenta.

Las horas entre el desayuno y la llegada de Aaron parecieron años, pero


finalmente apareció Waterhouse con Aaron a cuestas. Los dos se sentaron con
Wymack y Betsy para discutir los parámetros de la liberación de Aaron. Neil, Nicky y
Kevin escucharon fuera de la vista en el pasillo. Aaron era de ellos hasta el juicio, pero
estaba muy lejos de terminar. Waterhouse se mantendría en contacto con él y enviaría
cualquier documento que necesitara firmado, y Aaron tendría que alertar a Waterhouse
cada vez que abandonara el estado, pero aparte de eso, Waterhouse era optimista.

Cuando los sofás crujieron al final de la reunión, Nicky y Kevin se dispersaron.


Neil se quedó dónde estaba hasta que Wymack y Waterhouse pasaron, luego entró en
la puerta para mirar a Aaron. Abby estaba sentada en el sofá junto a Aaron, pero la
brecha entre sus cuerpos era reveladora. Aaron estaba inclinado hacia adelante con los
brazos cruzados sobre las rodillas y la mirada fija en el suelo.

—Aarón —habló Abby con cuidado, como si no estuviera segura de la reacción.

—Vete —dijo Aaron.

Abby se levantó y se fue. Se acercó a Neil como si quisiera dar vuelta a Neil
hacia el pasillo delante de ella, pero Neil evadió su mano inquisitiva y fue hacia
Aaron. Abby esperó, probablemente esperando que también echaran a Neil. Cuando
Aaron no dijo nada sobre la presencia de Neil, Neil miró a Abby. Sacudió la cabeza y
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los dejó en paz. Neil miró para asegurarse de que se había ido, luego se agachó para
ver mejor el rostro de Aaron.

—Ya se ha ido, ¿no? —dijo Aaron.

—Sí —dijo Neil—. Intentaron que se quedara, pero quería marcharse antes de
que tú volvieras. No quería hablar contigo.

—Hay un cambio de ritmo. —El tono burlón de Aaron cayó plano.

—¿Lo sientes en absoluto? —preguntó Neil—. Le quitaste a su familia.

Si las miradas pudieran matar, la que Aaron le disparó a Neil debería haberle
desollado la piel de los huesos. —Ese hombre no era su familia.

—Técnicamente, estaba a solo un par de firmas de ser el hermano legal de


Andrew. De todos modos, no me refería a él. Me refería a los padres de Drake, Cass y
Richard Spear —dijo Neil—. Iban a quedarse con Andrew. Drake era un
inconveniente con el que Andrew estaba dispuesto a vivir a cambio.

—Un inconveniente —repitió Aaron mientras se ponía de pie—. Debes estar


bromeando—

—Y ahora Drake está muerto —interrumpió Neil—. ¿Crees que Cass alguna
vez perdonará a Andrew? No importa lo que Drake le hizo. No podrá mirar a Andrew
sin saber que su hijo ha muerto por su culpa.

—No me importa. —Aaron dio un salvaje tirón de la mano—. No me importa si


Andrew nunca me vuelve a hablar. No me importa Cass o Drake ni nadie. Lo que hizo
Drake…no. Si pudiera resucitarlo y matarlo de nuevo, lo haría.

—Bien —dijo Neil en voz baja—. Así que ahora comprendes por qué Andrew
mató a tu madre.

No era en absoluto lo que esperaba Aaron. Estaba tan enojado que tomó un par
de segundos para que las palabras se registraran realmente, y luego retrocedió ante
Neil.

—¿Por qué él... qué? Eso no es lo mismo. Él no hizo eso por mí.
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—Me dijo que sí —respondió Neil—. Ni siquiera tuve que preguntarle. Él le


advirtió que dejara de golpearte y ella no lo hizo. No tuvo más remedio que deshacerse
de ella. Como anoche, ¿verdad? Drake estaba lastimando a Andrew, y lo hiciste
detenerse.

—Excepto que mentí —continuó Neil, poniéndose de pie—. A diferencia de ti,


no está enojado porque interferiste. Solo dije eso porque necesitaba que lo entendieras.

—No sabes nada —dijo Aaron.

—Sé que tienes un par de semanas para pensarlo —dijo Neil—. Cuando
Andrew vuelva sobrio, tendrás que hablar de esto. No llegarás a ningún lado si
comienzas con Drake, así que bien podrías comenzar con tu madre. Ahora salgamos
de esta ciudad.

No habían traído mucho con ellos, así que no había nada que empacar excepto
los escasos comestibles que quedaban. Neil esperó en el porche mientras Nicky
cerraba y comprobaba la puerta, luego dijo: —Puedo conducir si quieres sentarte atrás
con Aaron.

—Andrew no deja que… —empezó a decir Nicky, pero se detuvo, recordando


tardíamente que Andrew le había dado a Neil la llave del coche. Nicky todavía tenía
que pensar en ello, pero una mirada en la dirección de Aaron selló las cosas—. Si.
Gracias.

Neil tenía la llave del auto en su llavero cuando cruzó el patio. Abrió las puertas
para los demás y cargó su raqueta en el maletero. Wymack y Abby estaban de pie a
ambos lados del coche de Wymack, esperando a que los Foxes se acomodaran. Neil,
sin decir palabra, se sentó en el asiento del conductor y cerró la puerta. Esa era la señal
que necesitaban, aparentemente, porque Wymack y Abby subieron a su coche y
arrancaron el motor. Neil se alejó primero de la casa, y Nicky ofreció instrucciones
discretas desde el asiento trasero hasta que estuvieron en la interestatal. Luego se
quedó en silencio y nadie más habló.

Había solo una hora hasta el campus, pero fue uno de los viajes más largos de la
vida de Neil. Vio el coche de Wymack desaparecer por el espejo retrovisor fuera del
campus y continuó hacia Perimeter Road. Esperaba sentir algún tipo de alivio cuando
vio la Fox Tower en la distancia, pero el dormitorio estaba donde estaban los demás.
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Neil no creía tener la energía para lidiar con sus compañeros de equipo hoy. Estuvo
tentado de estacionarse y salir a correr, pero le había prometido a Andrew que se
quedaría con Kevin. Eso significaba seguir a Kevin y los primos adentro y arriba.

Wymack o Abby debieron haber llamado antes, porque los estudiantes de último
año estaban esperando en el pasillo cuando bajaron del ascensor en el tercer piso. Neil
se sorprendió un poco al verlos allí, considerando lo difícil que siempre habían sido las
cosas entre ellos y los gemelos, pero incluso Allison estaba presente. Parecía más
incómoda que rota, pero aun así era más de lo que esperaba. Al parecer, no fue el
único sorprendido con la guardia baja, porque cuando se detuvo para dejar que los
demás se adelantaran, ellos también se quedaron quietos.

Los dos grupos se miraron en silencio durante un minuto, ninguna de las


facciones estaba segura de cómo proceder, y luego Matt se hizo a un lado. Neil no se
había dado cuenta de que Katelyn estaba de pie con ellos, ya que había estado
cuidadosamente escondida detrás del cuerpo mucho más alto de Matt. Parecía tan
insegura como agonizante, como si no estuviera segura de su recepción. No debería
haberse preocupado, porque Aaron casi empuja a Nicky fuera de su camino cuando la
vio.

Tan pronto como se dirigió hacia ella, Katelyn corrió por el pasillo para
encontrarse con él. Ella lo abrazó y lo atrajo hacia sí. Aaron se aferró a ella como si
ella fuera lo único que lo mantuviera erguido y dejó que ella pusiera su rostro en su
hombro. Neil escuchó su voz, pero no lo que estaba diciendo. Estaba amortiguada
donde había presionado su rostro contra el cuello y la camisa de Aaron. Aaron no
respondió, pero Katelyn no lo soltó.

Renee fue la siguiente en el pasillo y le dio a Nicky un abrazo corto y fuerte. —


¿Cómo estás?

Nicky negó con la cabeza sin decir palabra. Renee pasó un brazo alrededor de
su cintura y se apoyó contra su costado para apoyarse. Luego miró a Kevin, pero
Kevin estaba mirando a Aaron y Katelyn. Ella lo dejó solo y miró a Neil. Su mirada
pasó rápidamente de su rostro a la raqueta que había sacado del coche. Por la forma en
que su mirada se detuvo, Neil sabía que Wymack les había dicho a los estudiantes de
último año lo que Aaron solía golpear en el cráneo de Drake.
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—Deberíamos salir del pasillo antes de que la gente empiece a ir a cenar —dijo
Neil para que no le dijera nada—. Nicky y Aaron no necesitan lidiar con una multitud
esta noche.

Renee asintió y guió a Nicky por el pasillo. Tocó el hombro de Katelyn en su


camino en una señal silenciosa para que la siguiera, pero no se detuvo a esperarlos.
Dan y Matt entraron en el baño de las niñas cuando se acercaron, pero Allison esperó
en el pasillo con las manos en las caderas. Estudió las caras de sus compañeros más
jóvenes cuando pasaban, pero no les dijo nada. Neil se detuvo en la puerta para ver
cómo estaba Aaron. Katelyn tiraba de él tras ella, así que Neil entró.

Allison fue la última en entrar y cerró la puerta detrás de ellos. Neil se paró a un
lado de la sala de estar para poder pasar y vio a todos acomodarse. La mesa de café
estaba cubierta de botellas de licor y vasos limpios. Dan sirvió bebidas y Matt las
repartió. Cuando Matt le tendió una a Nicky, Nicky agarró la muñeca de Matt en su
lugar.

—Gracias —dijo Nicky, tranquilo pero ferviente—. No sé por qué lo hicieron,


pero... gracias.

—Mamá dijo que todavía les debía algo —dijo Matt—. El entrenador no quiso
aceptar su dinero cuando se lo ofreció el año pasado, así que pensó que esto era igual
de bueno.

Si la madre de Matt pensaba que pagar la fianza de Aaron era una respuesta
adecuada a los primos que drogaron a Matt con speedballs, tenía que ser tan
disfuncional como los propios Foxes. Neil estaba agradecido por su apoyo financiero,
pero esperaba ociosamente no tener que conocerla nunca.

Neil fue el único que quedó en pie. Dan lo miró, pareció darse cuenta de que no
se apartaría de la puerta en el corto plazo y siguió adelante.

—Mira, sé que tenemos nuestras diferencias, y sé que no hemos tenido


exactamente el camino más fácil. Pero todos somos Foxes. Somos un equipo. Lo que
le pasa a uno de nosotros nos pasa a todos, y vamos a ayudarnos a superar esto. Si hay
algo que necesiten, háganoslo saber. Ya sea espacio, una bebida, un oído, lo que sea.
Estamos con ustedes al cien por cien.
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Si no fuera tan terrible, sería genial. Esto era lo que Dan y Matt habían estado
esperando durante todo el semestre: un catalizador para unir finalmente al equipo. Neil
quería estar orgulloso de ella por aprovechar el momento así, excepto que sonaba tan
sincera que él dudaba que se diera cuenta de lo que estaba haciendo.

—No sé si el entrenador te lo dijo, pero está en todas las noticias. —Matt miró
de Nicky a Aaron—. La gente nos ha estado preguntando al respecto.

—Buscando chismes —dijo Aaron, lleno de burla.

—Es la naturaleza humana —dijo Allison—. Bien podría darles lo que quieren.

—Vete a la mierda.

—Suficiente —dijo Dan, con una mirada de advertencia a Allison.

Era demasiado tarde, porque Aaron ya se estaba levantando. Dan parecía


dispuesta a protestar, excepto que Aaron todavía se aferraba a la mano de Katelyn.
Aaron podría no querer su ayuda, pero era lo suficientemente inteligente como para
saber que necesitaba a alguien ahora mismo. Los dos se fueron sin mirar atrás dos
veces, y Katelyn tiró de la puerta para cerrarla firmemente detrás de ellos. Neil cerró la
puerta tras ellos y volvió a la puerta de la sala. Nicky parecía casi enfermo del
estómago mientras miraba la bebida en sus manos. Kevin estaba mirando a la pared
del fondo como si tuviera todas las respuestas.

Renee se invitó a sí misma al espacio que Aaron acababa de abandonar y apoyó


el hombro contra el de Nick. —¿Quieres hablar acerca de ello?

—Pasé anoche hablando con Betsy y esta mañana hablando con Erik —dijo
Nicky—. No creo que pueda hablar más de eso ahora mismo. Pero... más tarde, tal
vez. Si.

—¿Kevin? —preguntó Dan.

—No debería haberse llevado a Andrew —dijo Kevin en voz baja.

Nicky le lanzó una mirada de horror. —Realmente no piensas eso.

—Siempre has sido el mayor crítico de sus drogas —dijo Dan—. ¿Qué cambió?
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—El momento —dijo Neil—. Quedan dos juegos esta temporada y estamos
bastante listos para los campeonatos de primavera. Si la ERC decide que Andrew ya
no forma parte de nuestra alineación, estamos por debajo de las regulaciones de
tamaño. Nos sacarán de la lista y nuestro año habrá terminado. Puedes apostar que
Riko será el primero del que tengamos noticias si eso sucede. Kevin tiene miedo.

—Al diablo con la temporada —dijo Nicky acaloradamente—. Lo siento, pero


Andrew es mi primo y lo llevaré a los campeonatos cualquier día. Si Betsy realmente
lo dejara con su medicamento después de lo que acaba de suceder, yo… —No pudo
terminar, pero dio un enfático tirón de la mano.

—Como si te sintieras diferente —le escupió Kevin a Neil.

Neil miró a Kevin con expresión pétrea. —Tal vez si te hubieras quedado un
momento más entenderías por qué ya no me importa. Cuando subiste las escaleras, ¿lo
oíste reír, Kevin? Estaba riéndose —dijo, ignorando la forma en que Nicky se
estremeció y la rápida mirada que Dan le lanzó a Matt—, antes de que Drake incluso
golpeara el suelo. Así que sí, incluso yo me rendiría esta temporada. Y después de
todo lo que ha hecho y de todos los riesgos que ha corrido por ti, será mejor que
sientas lo mismo.

—No es tan simple —comenzó Kevin.

—Entonces simplifícalo —intervino Neil.

Kevin se quedó callado. Un minuto después, comenzó a beber en serio. Los


demás se apresuraron a unirse a él. Renee y Neil vigilaron mientras sus compañeros de
equipo intentaban beber a ciegas durante las siguientes horas. Habían llevado la cena
al dormitorio a pesar de que ninguno de ellos tenía mucho apetito. El repartidor llamó
al teléfono de Renee cuando llegó a la recepción y Neil bajó con ella para recoger las
maletas. Había atletas entrando y saliendo en el vestíbulo, y Neil no se perdió la forma
en que las conversaciones murieron cuando vieron a los Foxes. Afortunadamente,
nadie fue tan estúpido como para molestarlos.

Renee esperó hasta que estuvieron en el ascensor nuevamente antes de


preguntar: —¿Y tú, Neil? ¿Estás bien?

—Estoy bien —contestó Neil, y Renee no presionó.


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La cena alivió un poco la borrachera de sus compañeros de equipo, pero no por


mucho tiempo. Neil vio cómo se desmayaban uno a la vez. Esperaba que las chicas se
retiraran a su dormitorio, pero sólo Allison se levantó y se fue. Dan se durmió
acurrucado contra Matt en el sofá, y Renee cabeceó en el suelo con Nicky y Kevin.
Neil escuchó su respiración uniforme, el último hombre en pie, y finalmente fue hacia
la puerta. Se sentó en una de las esquinas allí para poder tener una pared a su espalda y
seguir vigilando a todos. No era exactamente cómodo dormir con las rodillas pegadas
al pecho, pero enterró la cara entre los brazos y se obligó a dejar de pensar por la
noche.

Los entrenamientos matutinos generalmente comenzaban a las seis en el


gimnasio del campus para pesas y cardio, pero Wymack lo retrasó a las diez y llamó a
su equipo al estadio. Neil condujo porque Nicky estaba en mal estado. A pesar de las
pocas horas de descanso extra, la mayoría de los Foxes habían bebido lo suficiente
anoche y todavía se veían con los ojos nublados donde estaban sentados en el
vestuario. Aaron estaba notoriamente ausente, pero nadie se sorprendió y Wymack no
hizo ningún comentario. Neil no había visto a Aaron en la habitación de los primos esa
mañana y asumió que estaba escondido con Katelyn en alguna parte.

—Hablemos de la temporada —dijo Wymack, porque su trabajo era


mantenerlos en movimiento sin importar qué tragedia intentara hacerlos retroceder—.
Pasé la mayor parte de ayer hablando con los entrenadores de Clase I sobre nuestra
situación, comenzando con el entrenador Rhemann.

Neil reconoció vagamente el nombre, pero estaba demasiado cansado para


ubicarlo. La forma en que los demás se animaron le dijo que el hombre era importante.
Kevin, en particular, parecía sumamente interesado en escuchar lo que venía después.

—Tengo una conferencia telefónica con el ERC esta tarde para determinar
nuestro estado —dijo Wymack—. No sé en qué dirección van a ir. Andrew todavía
está inscrito como estudiante en Palmetto. Easthaven y la oficina del registro
acordaron esta mañana dejarlo terminar el semestre a distancia. Eso significa que
todavía tiene contrato con nosotros, así que estamos dentro de las reglas. Sin embargo,
esto es un poco más drástico que tenerlo en la banca por una lesión. Una lesión es
tratable y calculable. El tratamiento actual de Andrew no es tan blanco y negro. Pero
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—continuó Wymack—, Rhemann se ha puesto de nuestro lado. Se ofreció a hablar en


nuestro nombre si es necesario, y ha ayudado a comunicarse con los demás.

Neil finalmente reconoció el nombre. James Rhemann fue el entrenador en jefe


de los Troyanos de la USC, uno de los tres grandes de la NCAA Exy. USC no tenía el
historial impecable de Edgar Allan, pero los troyanos eran conocidos por su
deportividad. Habían ganado el premio Day Spirit durante siete años seguidos y aún
no habían recibido una sola tarjeta roja: una hazaña imposible considerando su larga
historia y su clasificación. Tenía sentido que Wymack acudiera a ellos en busca de
ayuda primero.

—A partir de esta mañana, la votación en los equipos de Clase I es casi unánime


—dijo Wymack—. Quieren que terminemos la temporada.

—Ellos... ¿qué? —Dan casi se atragantó con eso—. ¿Por qué? Nunca antes nos
habían apoyado.

—¿Importa? —preguntó Matt—. Si pelean contra la ERC por nosotros, lo


aceptaré.

—Tal vez se estén burlando de nosotros —dijo Allison—. Hemos derribado a


demasiados equipos en el sureste este año. Quieren que juguemos, así finalmente
fallamos. Quieren que nos vuelvan a poner en nuestro lugar. Son unos tontos. Todavía
tenemos a Renee, y eso es todo lo que necesitamos.

—No es una garantía —dijo Wymack, levantando una mano para calmarlos—.
La ERC tiene que escuchar, pero no tiene que aceptar. Solo quería que supieran que
todavía tenemos una oportunidad. Eso significa que tenemos que intentarlo hoy como
si las noticias ya fueran buenas, ¿entienden? Así que cámbiense y vayan a la corte.
Quiero una vuelta por cada vez que hayan dicho que la NCAA nunca los ha apoyado.

—Oh, Dios —dijo Nicky—. Estaremos corriendo todo el día.

—Será mejor que empieces, entonces —dijo Wymack—. Muévanse, gusanos.

A pesar de esa orden despreocupada, Wymack los detuvo después de que


hubieran corrido tres millas. Se estiraron en grupo, se pusieron su equipo y salieron a
la corte para practicar. Wymack presionó con fuerza hasta el mediodía, luego le dio el
control a Dan y fue a atender la llamada de la ERC. Saber que estaba arriba
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discutiendo por su derecho a terminar la temporada fue más que un poco distractor,
pero Dan los mantuvo en movimiento para que no pudieran pensar en eso.

Wymack estuvo ausente durante casi una hora. Golpeó la puerta de la cancha
cuando regresó, señalando una parada en la práctica. En lugar de esperar a que
abandonaran la corte, se unió a ellos. Los Foxes se quedaron paralizados, temerosos de
moverse, casi temerosos de respirar. La cara de póquer de Wymack no ayudó en nada.

Wymack se detuvo junto a Dan e hizo una seña a su equipo. Neil se unió al
grupo que lo rodeaba, con el estómago en los zapatos. Había querido decir lo que le
dijo a Kevin ayer. No quería que la temporada terminara prematuramente, y
definitivamente no quería perderse campeonatos, pero comprometer a Andrew era lo
correcto.

—Estén aquí mañana a las seis en punto —dijo Wymack—. Tenemos un partido
que ganar el viernes.

Dan gritó y saltó sobre él, y los otros Foxes se apresuraron a apilar. Neil apenas
podía distinguir el balbuceo de indignación de Wymack. Neil miró a Kevin, que se
estaba quedando atrás como si no lo creyera del todo. Kevin no tardó en notar la
atención y miró en dirección a Neil. Parecía que estaba a punto de decir algo, pero
Nicky se abalanzó sobre Neil y rompió su contacto visual. Neil se rindió con Kevin,
por el momento, y dejó que sus compañeros lo arrastraran a su celebración.
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14
El miércoles por la mañana, Aaron se presentó en la práctica. No le dijo una
palabra a nadie, ni siquiera a Wymack o Nicky, pero estaba allí. También estaba en el
dormitorio a tiempo para el viaje a la práctica de la tarde, así que Nicky hizo que Neil
condujera de nuevo. No ayudó en nada, ya que él y Aaron no se hablaban en el asiento
trasero, pero Nicky parecía esperarse ese hombro frío. Esa tarde fue cuando los
estudiantes de segundo ciclo finalmente se dieron cuenta de quién conducía el auto de
Andrew, y Matt se apresuró a preguntar al respecto.

—Nicky necesita más tiempo con Aaron —dijo Neil.

—Cuando Andrew se entere de que le has robado el coche… —empezó Matt,


pero dejó el resto de la amenaza sin decir nada.

—Andrew lo sabe —dijo Neil—. Me dejó su llave.

Matt lo miró sorprendido. Abrió la boca y luego la volvió a cerrar. Cuando Neil
le frunció el ceño, solo negó con la cabeza. Neil lo dejó ir. Esa noche le pidió a Matt
que le enseñara a pelear. Matt pareció sorprendido por la solicitud, pero estuvo de
acuerdo, y pasaron el resto de la noche averiguando cuándo podrían reunirse para
recibir lecciones. Las prácticas de Exy ocupaban la mayor parte de su tiempo libre y
Neil todavía tenía sesiones nocturnas con Kevin. Afortunadamente, sus horarios se
alineaban dos veces por semana entre clases. Matt prometió conseguirle un par de
guantes a Neil la próxima vez que saliera.

El jueves fue casi una repetición exacta del miércoles, excepto cuando fueron al
comedor para cenar, Katelyn se unió a ellos. Quizás Aaron le advirtió a Nicky antes de
tiempo, porque Nicky ni siquiera parpadeó cuando apareció con una bandeja. La
reacción de Kevin fue un poco más obvia, pero parecía más calculador que
desaprobador. Katelyn parecía nerviosa al principio, pero se calentó rápidamente y
charló casi sin parar durante la cena. Estaba tan entusiasmada con aparentemente todo
en el mundo que era un poco agotador escucharla, pero Aaron parecía tan vivo en su
presencia que Neil no podía culparla.

El viernes fue el juego. Debería haber sido una victoria fácil, pero la ausencia de
Andrew y la nueva raqueta de Neil inclinaron un poco las probabilidades a favor de
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JD. Los Foxes aún ganaron por un margen de seis puntos, aumentando su récord de la
temporada a once y dos, y Katelyn estaba esperando a Aaron cuando salió de la
cancha.

Tal vez su abrazo fue lo que inspiró a Dan, porque tan pronto como los Foxes
estuvieron en el vestíbulo, ella dijo: —Deberíamos celebrar.

Nicky ni siquiera lo dudó. —Sólo si hay bebidas de por medio.

El silencio que siguió fue revelador: Dan lo había dicho, pero ella no había
esperado honestamente que los primos la aceptaran. Afortunadamente para todos,
Renee se recuperó rápidamente.

—Tenemos un par de botellas en nuestra habitación. Creo que la mayoría están


medio vacías, pero debería haber suficiente para todos.

Aaron miró a Renee como si le hubiera crecido tres cabezas. —No socializamos
con ustedes.

—Lo harás esta noche —dijo Matt—. Dile a Katelyn que venga.

—Probablemente saldrá con sus amigos esta noche —dijo Aaron—. No


iremos…

—Las Vixens también pueden venir —dijo Dan. Cuando Allison le lanzó una
mirada de incredulidad, Dan solo se encogió de hombros—. ¿Qué? He estado aquí
durante cuatro años y probablemente solo conozca a cinco de ellos por su nombre. Eso
es un poco triste, considerando que nos han apoyado todo este tiempo. No sé si
podemos acomodar a todo el equipo en nuestra habitación, pero...

—Las salas de estudio del sótano son lo suficientemente grandes —sugirió


Renee cuando Dan se calló—. Dudo que haya alguien allí el viernes por la noche, así
que podemos hacer tanto ruido como queramos. Las invitarás, ¿verdad, Aaron?

—No —dijo Aaron, como si no pudiera creer que todavía estuvieran hablando
de eso.

—Está bien, en serio —dijo Matt—. ¿Qué tienes contra nosotros? Andrew, lo
entiendo. Tú, no puedo entenderlo. ¿Qué te hemos hecho alguna vez?
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—Además de pagar la fianza —añadió Nicky amablemente—. Aaron, iremos.

Aaron abrió la boca, la volvió a cerrar y miró a Nicky con enojo. —Le estarás
explicando esto a Andrew cuando vuelva.

—Oh, diablos, no —dijo Nicky, y señaló a Neil con el pulgar—. Eso le dejo a
él. Gracias por tomar uno para el equipo, Neil. Eres un verdadero amigo. —Nicky le
sonrió a Neil, pero su diversión no duró. Parecía confundido por lo que vio en el rostro
de Neil y dio marcha atrás con un:—. No te preocupes, enviaremos a Renee contigo
para que te refuerce. La última vez que comprobé que Andrew solo gana la mitad de
sus peleas, por lo que es posible que sobrevivas. Uh. ¿Neil?

Debería simplemente dejarlo ir, o al menos dejarlo para pensar en ello más
tarde, pero Neil no pudo resistirse.

—¿Lo somos? —preguntó, porque ¿no lo había dicho Betsy hace unos días? No
lo había entendido entonces y ni siquiera lo había intentado, demasiado enojado y
molesto por todo lo que estaba sucediendo. Esta noche casi significaba algo, aunque
Neil no lo sabía. Al darse cuenta de que Nicky no podía seguir su trenzado de
pensamientos, Neil se obligó a sí mismo a continuar—. ¿Amigos?

Fue como si una palabra le arrancara toda la alegría a Nicky, pero la mirada que
cruzó el rostro de Nicky a continuación fue demasiado rápida para que Neil la
descifrara. La sonrisa de Nicky volvió un segundo después, pero no llegó a sus ojos.
Neil podría haberse disculpado, excepto que Nicky extendió la mano y pasó una mano
enguantada por el cabello de Neil.

—Vas a ser la razón mi muerte —dijo Nicky—. Sí, niño. Somos amigos. Estás
atrapado con nosotros, te guste o no.

—Si eso está resuelto —dijo Wymack desde la puerta—, lleven el culo a las
duchas. Están goteando sudor por todo mi piso, apestan, y tengo mejores cosas que
hacer esta noche que verlos borrachos.

—Sí, entrenador.

Los Foxes se separaron para los vestuarios, pero Neil llevó la conversación con
él a la ducha. Se paró bajo el rocío y se miró las palmas hacia arriba. Se preguntó qué
significaba; se preguntó si podría significar algo para alguien como él. Tenía a Riko
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justo enfrente de él, el fantasma de su padre detrás de él, y seis meses antes de que
Nathaniel hiciera descansar a “Neil Josten” para siempre. Tener amigos no cambiaría
nada.

¿Pero realmente dolería?

No lo sabía. Solo había una forma de averiguarlo.

El Día de Acción de Gracias llegó y se fue. Matt fue a casa con su madre, Dan
fue a ver a sus hermanas de escenario y Allison fue con Renee. Los estudiantes de
último año le preguntaron a Neil solo una vez si se iba a casa para las vacaciones. No
le preguntaron por qué se quedaba y Neil no perdió el tiempo con una mentira. Pasó el
fin de semana de cinco días en la Fox Tower con Nicky, Kevin y Aaron. Pasaron la
mitad del tiempo en la cancha y la otra mitad holgazaneando en el dormitorio.

El Día de Acción de Gracias se pasó en la casa de Abby. Wymack apareció, por


supuesto, y pasaron la mañana tomando café y viendo el desfile por televisión. Tan
pronto como terminó, llegó el momento de ponerse a trabajar. Abby dividió las tareas
entre todos sus invitados y puso a Wymack a trabajar en la cocina con ella.

La cena estaba lista a media tarde. Cuando Nicky le preguntó a Neil cuál era su
plato favorito, Neil podría haber mentido y haber hecho referencia a cualquiera de los
alimentos estereotipados que sabía que estaban asociados con el Día de Acción de
Gracias. En cambio, practicó un poco de honestidad y admitió que nunca antes había
celebrado el Día de Acción de Gracias. Las vacaciones no eran una prioridad en su
familia. Nicky, por supuesto, reaccionó como si fuera la cosa más trágica que jamás
había escuchado.

Neil no entendió la apelación. Cuando Nicky vio su cara indiferente, habló.

—No se trata realmente de la comida. Se trata de familia. No necesariamente


con el que nacimos, sino con el que elegimos. Ésta —enfatizó Nicky, haciendo un
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gesto entre ellos—. Las personas en las que confiamos serán parte de nuestras vidas.
La gente que nos importa.

—Estoy tratando de comer aquí —dijo Wymack.

—El entrenador no tiene un hueso sentimental en su cuerpo —le dijo Nicky a


Neil—. No sé qué ve Abby en él. Debe ser realmente bueno en...

—Una palabra más y estás de turno para lavar los platos —dijo Abby, y Nicky
se calló sabiamente.

Al final, la limpieza fue un esfuerzo de grupo, ya que prácticamente habían


destruido la cocina de Abby en un intento de hacer todos los platos necesarios.
Después, se derrumbaron en cualquier lugar del salón. Neil pensó que no volvería a
comer durante al menos un mes, pero de alguna manera los demás tenían espacio para
el vino. Nicky, que nunca había visto a Neil beber alcohol voluntariamente, todavía
era lo suficientemente optimista como para ofrecerle a Neil su copa.

—¿Incluso en vacaciones? —preguntó cuando Neil se negó.

—Es menor de edad —dijo Abby.

—También lo son Aaron y Kevin, pero no los vas a detener —señaló Nicky.

—Tampoco los estoy animando —respondió.

Kevin había visto el intercambio donde estaba sentado frente al centro de


entretenimiento. Cuando Nicky suspiró y se calmó, Kevin habló en francés. —Yo te
vigilaré. Si quieres beber esta noche —agregó cuando Neil lo miró—. No dejaré que
digas algo de lo que te arrepientas.

—Estarás borracho dentro de una hora —dijo Neil—. Entonces, ¿quién me


detendrá?

Kevin le dio una mirada fría. —Dejaría de beber.

—Groseros —dijo Nicky, sentándose y mirando entre ellos—. ¿Que acabas de


decir? No puedo entenderte. No es justo.

—Piensa en eso la próxima vez que uses el alemán en mis prácticas —dijo
Wymack.
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—Eso es diferente —se quejó Nicky—. Solo veo esa expresión en el rostro de
Neil cuando alguien intenta hacer algo bueno por él, pero todos sabemos que Kevin es
tan malcriado como parece. ¿Qué dijiste, Kevin? ¿Necesito defender el honor de Neil
o qué?

Kevin no perdió el aliento respondiendo. Neil respondió, pero las palabras se


referían más a Kevin que a Nicky: —Estoy bien. Gracias de cualquier forma.

Kevin lo aceptó encogiéndose de hombros y volvió a beber. Nicky volvió a


mirar entre ellos, se dio cuenta de que no iba a obtener una explicación y se calmó con
un suspiro de burla. La habitación se hundió en un cómodo silencio. Cuando se fueron,
Neil casi tenía demasiado sueño para conducir, pero los llevó al dormitorio de una
pieza. Nicky trató de que Neil se quedara con ellos, ya que tenían una litera abierta en
su habitación y no quería que Neil estuviera solo en unas vacaciones, pero Neil
regresó a su habitación solo.

La habitación se sentía demasiado grande con solo él en ella. Pensó que su


perspectiva estaba sesgada después de pasar todo el día con tanta gente.
Afortunadamente, estaba demasiado cansado para pensar en ello. Se quedó dormido
casi tan pronto como su cabeza golpeó la almohada.

El lunes anunció la última semana de su temporada de Exy. Los Foxes


regresaron de sus vacaciones renovados y listos para terminar el año con una nota
triunfal. Aportaron una energía casi salvaje a las prácticas y se consumieron unos
contra otros. Neil esperaba que se separaran después y pasaran las tardes en grupos
separados. De alguna manera, todos terminaron en el comedor al mismo tiempo. Neil
no sabía quién lo había orquestado. Realmente no le importaba, porque a pesar de que
Aaron se resistió al ver a los estudiantes de segundo ciclo, no discutió.

El martes Katelyn los acompañó, y el miércoles fueron al centro juntos como un


grupo grande: los ocho Foxes restantes y cuatro de las Vixens. No había muchos
lugares en el área que pudieran acomodar a un grupo de ese tamaño, pero su
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restaurante local favorito ofrecía cabinas para seis personas al otro lado del pasillo.
Las porristas estaban dispuestas a dividirse en dos y dos, pero la disposición de los
asientos de los Foxes era más difícil de entender. La solución obvia fue seguir la
división habitual: estudiantes de último año en un puesto y el lote de los primos en
otro.

En cambio, Neil y Kevin terminaron con Allison y Renee, y Matt y Dan se


sentaron al otro lado del pasillo con Aaron y Nicky. No habría sido un problema,
excepto que de alguna manera una animadora terminó entre Kevin y Neil. Neil
reconoció a Marissa por la noche en que jugaron contra JD Campbell. No recordaba
mucho más de ella, excepto que era la compañera de cuarto de Katelyn, pero a juzgar
por la brillante sonrisa en su rostro, eso era lo suficientemente bueno para ella.

Neil lamentó haber hablado con ella casi de inmediato, porque lo acosó el resto
de la cena. Neil había crecido charlando con mil extraños en todo el mundo, pero hacía
mucho que no tenía práctica. Ahora pasaba todo su tiempo con los Foxes, y habían
superado esas conversaciones superficiales meses atrás. Si Marissa al menos hablara
de Exy, Neil podría soportarlo, pero rebotó entre todos los demás temas posibles del
mundo. Neil había tomado el asiento exterior en el banco, pero todavía se sentía
atrapado. Dejar el restaurante después de la cena fue un alivio tal que dejó a Neil un
poco mareado.

La zona comercial del centro era una calle larga que se bifurcaba en Perimeter
Road, cerca del Green. Las Vixens tenían que cruzar el Green de regreso a sus
dormitorios en el campus, mientras que los Foxes podían seguir la acera por Perimeter
hacia la Fox Tower. Se detuvieron en el paso de peatones para despedirse y Katelyn se
aseguró de darle a Aaron un beso de buenas noches. Neil no estaba interesado en
mirar, pero cuando se dio la vuelta encontró a Marissa en su camino nuevamente.

—Puedo darte mi número —dijo Marissa.

Neil no recordaba haberlo pedido en ningún momento esa noche.

—¿Para qué?

No era la respuesta que esperaba, a juzgar por la forma en que su sonrisa se


torció. Sin embargo, se apresuró a recuperarse y le puso una mano en el brazo. —Me
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gustaría conocerte mejor. Creo que podríamos divertirnos mucho juntos, solo nosotros
dos. Eres muy interesante, Neil.

Ella no fue la primera en decir eso, pero Neil se preguntó si la opinión de


Andrew sobre él cambiaría cuando dejara de tomar su medicación. Neil hizo a un lado
ese pensamiento perdido como irrelevante e inútil y se centró en Marissa.

—No te llamaría —dijo Neil—. Socializo con los Foxes o no socializo en


absoluto.

Ella lo miró fijamente durante un minuto interminable y luego dijo con una
indiferencia que él no creía en absoluto: —Si cambias de opinión, sabes dónde
encontrarme.

Fue a sacar a Katelyn de Aaron, y las Vixens cruzaron la calle hacia el campus.

—Duro, Neil —dijo Nicky—. Para alguien que suele ser tan callado, a veces
puedes ser un verdadero idiota. Hay una manera de decepcionar a las chicas con
suavidad, ¿sabes?

—¿Por qué? —preguntó Neil, pero Nicky solo lanzó un suspiro de lástima. Neil
metió las manos más profundamente en los bolsillos y miró a Dan—. ¿Las chicas
necesitan un tratamiento con guantes de niño? Pensé que eran más duras que eso.

La sonrisa de Dan fue de aprobación.

—La mayoría de nosotros lo somos. Sin embargo, algunas de nosotras somos


como chicos y tenemos egos delicados.

—Oye —protestó Matt.

—Si Marissa no está compitiendo para el banquete de Navidad, ¿puedo


intervenir? —preguntó Renee. Nicky la miró con la boca abierta, pero Renee no
reconoció su sorpresa. Respondió a la mirada interrogante de Neil con una bonita
sonrisa y explicó—. Parece que mi cita habitual no está disponible, pero prefiero no ir
sola. ¿Qué piensas?

Neil no había planeado traer a nadie, pero dijo: —Está bien.


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—Primero robas el auto de Andrew, luego le robas a su chica... —Matt deslizó


una mano enguantada en la de Dan y miró a Neil—. Oh, y has corrompido al resto de
los monstruos para que salgan con nosotros fuera de la práctica. Avísame si necesitas
refuerzos cuando tengas que explicarle todo esto.

—Gracias, pero puedo manejarlo —dijo Neil.

—Nos dimos cuenta —dijo Dan secamente, y tiró de Matt con ella por la acera.

El resto de los Foxes se acercaron a ellos. Caminaron rápido para combatir el


frío, pero todavía estaban medio congelados cuando regresaron a su dormitorio.
Fueron por caminos separados una vez que llegaron al tercer piso. Neil todavía tenía
un par de horas antes de que se suponía que debía encontrarse con Kevin para
practicar, así que se sentó en su escritorio con sus libros de texto. Matt tomó una
cerveza de su refrigerador y abordó su propio trabajo escolar.

—No puedo creer que esté casi terminado —dijo Matt después de un par de
minutos—. De alguna manera, siento que este ha sido el semestre más largo de la
historia, pero al mismo tiempo, no sé a dónde fue la caída. Es casi diciembre, ¿sabes?

—Sí —dijo Neil, dibujando círculos sobre su contorno. El viernes fue el primer
día de diciembre y el último juego de su temporada de otoño. Los Foxes irían a las
prácticas matutinas sólo la semana que viene, ya que Wymack quería que pasaran las
tardes estudiando. Neil y Kevin no habían hablado de eso, pero Neil asumió que
todavía tendrían sus prácticas nocturnas.

—Mierda, es casi Navidad —dijo Matt, sonando casi asombrado—. Sigo sin
saber qué voy a conseguir, Dan. Pero bueno, hablando de Navidad, ¿ya sabes qué
harás en la fecha? —La silla de Matt crujió cuando Matt se volvió para mirarlo—.
¿Vas a casa o irás con los monstruos?

—No lo he decidido —dijo Neil—. ¿Ir con ellos dónde?

—Si mal no recuerdo, el año pasado Erik voló desde Alemania y se festejaron
en Columbia —dijo Matt—. Eso fue antes de que Kevin estuviera aquí para
encadenarlos a la corte, y antes... bueno, antes de que sucediera todo esto. Supongo
que no querrán volver a ver a Columbia pronto. Puede ser que esté equivocado. Tú lo
sabrías mejor que yo.
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—No lo sé —dijo Neil—. No lo han mencionado.

—No lo pases aquí, ¿de acuerdo? —pidió Matt—. Si no tienes adónde ir, te
llevaré a casa conmigo. De todos modos, mamá ha querido conocer a los monstruos, y
su casa es lo suficientemente grande para todos ustedes. Sólo házmelo saber.

Neil necesitó un momento para procesar eso. —Gracias. Se los pasaré.

Matt asintió y volvió al trabajo. Neil volvió a su propia asignación, pero sus
pensamientos se habían descarrilado demasiado para que él los llamara. En su lugar,
dibujó patas de zorro por el borde de su papel hasta que Kevin fue a buscarlo.

Neil pensó en la oferta de Matt para el viaje completo al estadio, pero no lo


mencionó. Kevin no era la persona adecuada para empezar, aunque Neil pensó que
estaría de acuerdo si había una corte lo suficientemente cerca. Nicky sería la persona
más fácil de convencer, tal vez. Neil solo podía imaginar cómo reaccionaría Aaron,
pero como ninguno de ellos tenía familia, valdría la pena intentarlo. Neil estaba un
poco receloso de conocer a la madre de Matt, pero después del Día de Acción de
Gracias tenía curiosidad por ver cómo la gente normal pasaba las vacaciones.

Más bien, tan normales como podrían ser los Foxes.

—Concéntrate —dijo Kevin con impaciencia, así que Neil lo dejó todo a un
lado para más tarde.

El banquete de Navidad del distrito sureste se llevó a cabo en Breckenridge ese


año. Afortunadamente, estaba programado lo suficientemente tarde por la noche para
que los Foxes pudieran dormir después de la fiesta de fin de semestre de la noche
anterior, pero aun así significaban siete horas en el autobús. Con la temporada dos
semanas atrás y los exámenes finalmente fuera del camino, Neil no tenía nada en qué
pensar excepto en Riko y Andrew. Andrew se había ido desde hacía cinco semanas y
ninguno de ellos había sabido nada de él. Ni siquiera Betsy sabía cómo estaba él, ya
que lo había dejado al cuidado de Easthaven. Neil trató de no insistir en eso, pero era
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una tarea imposible, y sabía que los Foxes iban a oír sobre el tema esta noche. Riko,
sin duda, tendría algo terrible que decir.

Los Foxes fueron de los últimos en presentarse en la corte de Breckenridge.


Kevin había dormido la mayor parte del viaje, ya que había bebido tanto licor como
café esa mañana, pero se despertó a media hora del campus. Estuvo en silencio como
una tumba durante el resto del camino, pero Neil lo miró cuando se detuvieron en el
estadio de los Jackals. Kevin estaba mirando por la ventana a los otros autobuses, y su
violento estremecimiento dijo que había visto el viaje de los Ravens.

Wymack ahuyentó a sus Foxes y sus citas del autobús y lo cerró detrás de ellos.
Cuando se volvió de nuevo, chasqueó los dedos a Kevin para llamar su atención. —
Mírame.

Kevin arrastró su mirada en blanco hacia Wymack, y Wymack hizo un gesto


entre Neil y Matt.

—¿Ves a estos dos? Si miro en tu dirección esta noche y no estás a cinco pies de
al menos uno de ellos, no te dejaré jugar ni un maldito juego esta primavera.
¿Entiendes? Son tus escudos. Úsalos, úsalos a ellos. Úsame, si es necesario. Ahora
dame un “sí, entrenador”.

—Mm —dijo Kevin.

—No te preocupes —dijo Matt—. No puede hacer nada con tantos testigos.

—Llegó a Neil en el último banquete —intervino Allison.

Kevin miró a Neil. Neil encontró su mirada sin dudarlo y no dejó que sus
nervios se reflejaran en su rostro. Recogieron su ropa y siguieron a un guardia de
seguridad al interior. Neil se cambió en uno de los cubículos del baño y luego
consideró su reflejo. Los demás estaban fuera de la vista en la sala principal, por lo
que Neil se inclinó hacia el espejo. Deslizó un contacto fuera del camino por un
momento, necesitando ver el frío azul de sus ojos reales, y tomó fuerza en eso.

Le había dicho a Andrew que estaría con Kevin sin importar nada. No tenía la
intención de romper esa promesa. “Neil” podría ser un fugitivo que se asustaba
fácilmente, y “Nathaniel” era un joven perseguido, pero “Abram” era el que estaba
protegido y no tocado por el negocio sangriento de su padre. Neil se acordaría de
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todos los asesinatos que había visto y de cada noche interminable y desesperada, y se
enfrentaría a Riko sin pestañear. Era lo mínimo que podía hacer. Era todo lo que podía
hacer.

La cancha fue decorada para Navidad. Poinsettia seguía las paredes por todo el
camino, y un árbol enorme estaba en una esquina. Neil asumió que era falso, porque
no había forma de que pudieran haber atravesado la puerta con un árbol de ese tamaño
a menos que lo hubieran hecho pedazos. Las mantas pesadas debajo del estrado
aseguraron que no se rayaría el piso de la corte, y debajo se amontonaron pequeños
regalos. Neil se preguntó por un momento si también eran falsos o si eran regalos de
los Jackals entre ellos, prestados temporalmente como decoración.

Quien sea que organizó el mapa de asientos fue lo suficientemente inteligente


como para mantener a los Foxes y los Ravens alejados entre sí esta vez. Los Foxes se
sentaron frente a los Hornets de Wilkes-Meyers, y Neil terminó entre Renee y Kevin.
Los Foxes y los Hornets no se habían visto desde finales de septiembre. Neil medio
esperaba una agresión, ya que los Foxes habían ganado ese partido, pero con la
temporada pasada, los Hornets estaban relajados y alborotados.

Una vez que llegaron todos los equipos, Tetsuji Moriyama tocó un micrófono
inalámbrico para llamar su atención. Alguien cortó la alegre música navideña y Tetsuji
miró a los equipos reunidos con una expresión pétrea.

—La clasificación de la temporada se ha decidido —dijo sin preámbulos ni


inflexiones. Ya eran noticias viejas—los presentadores deportivos y los entrenadores
habían estado sumando puntos durante toda la temporada— pero todos se animaron
para escuchar—. Los siguientes cuatro equipos se han clasificado para representar al
distrito sureste en los juegos de campeonato de primavera. Los enumeraré en orden de
clasificación, del primero al cuarto. Edgar Allan, Palmetto State, Breckenridge,
Belmonte.

Pasó el micrófono a un entrenador más agradable que le ofreció felicitaciones


entusiastas y deseos de temporada. Uno de los Hornets no esperó a que terminara, sino
que se inclinó sobre la mesa y señaló a Kevin y Neil.

—¿Cómo diablos dos de ustedes vencieron a Breckenridge?

—No éramos solo dos de nosotros —dijo Neil.


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La mirada que ella le dio dijo que no estaba impresionada por esa modestia.
Neil se encogió de hombros y lo dejó pasar. Él entendió su escepticismo, pero
mantuvo sus palabras.

Debido a que Palmetto State y Breckenridge terminaron la temporada con el


mismo récord de doce-dos, el ERC usó su proporción de goles como desempate. Era el
mismo método que usaban en las semifinales, razón por la cual las semifinales de
primavera se consideraban una ronda de comodines. La proporción de puntos
ganados-perdidos de los Foxes fue simplemente mejor que la de los Jackals.

Una gran parte de eso podría acreditarse a su línea de defensa, desde sus
arqueros inflexibles hasta sus defensores agresivos, pero la proporción también
dependía en gran medida del desempeño de los delanteros. De alguna manera, Neil y
Kevin anotaron lo suficiente esta temporada para superar a los Jackals. Neil no sabía
cómo lo habían hecho, pero no le importaba. Los Jackals llegaron a Palmetto State en
agosto con toda la intención de lastimar tanto a Seth como a Kevin. Neil los había
odiado desde entonces.

Ponerse en segundo lugar significaba que no tenían que enfrentarse a los Jackals
de nuevo, afortunadamente. Hasta las semifinales, los juegos de primavera corrieron
en paréntesis e impares. Los equipos con rangos impares jugarían los viernes por la
noche y los pares jugarían los sábados.

Nicky habló justo en el momento justo. —Gracias a Dios no volvemos a jugar


con las probabilidades. De hecho, podríamos tener una oportunidad este año.

—Lo lograremos —dijo Dan—. Tenemos qué. Le debemos a los Ravens una
revancha.

Los Hornets intercambiaron miradas de lástima, pero no hicieron comentarios.


Los servicios de catering llenaron las mesas con comida y los equipos se concentraron.
La conversación durante la cena fue ruidosa y emocionada. Kevin se unía si la
conversación se volvía hacia el Exy, se mantenía al margen cuando no era así y seguía
enviando miradas furtivas a la mesa de los Ravens. Neil no habló a menos que le
hablaran y mantuvo la mayor parte de su atención en Kevin. Estaba a la mitad de la
cena cuando se dio cuenta de que aún no había hablado con Renee.

—Lo siento —dijo.


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Renee le lanzó una mirada curiosa. —¿Por qué?

—No estoy tratando de ignorarte.

—Está bien si lo haces —dijo Renee—. Kevin te necesita más que yo.

Neil asintió agradecido por su comprensión. Renee sonrió y entabló


conversación con los Hornets frente a ellos. Neil finalmente se permitió mirar a través
de la habitación a los Ravens, la primera vez que los había buscado desde que entraron
por primera vez en la cancha. Los Ravens estaban a la altura de sus trucos habituales,
al parecer: todos habían venido solos y con trajes negros a juego. Las mujeres llevaban
collares de granate idénticos y los hombres llevaban corbatas rojo sangre. Eso era lo
más festivo que llegarían a ser los Ravens, adivinó Neil.

La cena dio paso a los juegos para que pudieran digerir, y luego todas las mesas
menos una fueron retiradas de la cancha. Los proveedores regresaron cargados con
poncheras y vasos de plástico. La música fuerte reemplazó a los villancicos y la corte
se convirtió en una pista de baile. Los equipos se separaron para divertirse. Para la
mayoría de ellos, la temporada había terminado y, obviamente, querían salir a lo
grande.

Aaron y Katelyn fueron los primeros en desaparecer entre la multitud. Nicky


vaciló, pero había traído una cita y no sería muy útil si Riko provocaba problemas, así
que Neil descartó su preocupación. Cuando Nicky se fue, también lo hizo Allison, y
Allison arrastró a Renee con ella. Matt y Dan fueron los últimos en irse y se quedaron
en las afueras de la multitud, donde podían vigilar a Kevin y Neil. A Neil le divirtió su
racha protectora y se preguntó si harían lo mismo si Andrew todavía estuviera aquí.
De alguna manera lo dudaba.

Wymack no pasó esta vez para hacerlos socializar, por lo que Neil y Kevin se
mantuvieron alejados de la multitud. Kevin no estaba de humor para celebrar y Neil no
quería estar rodeado de tanta gente. No vería venir a Riko y sería demasiado fácil
perder de vista a Kevin. En lugar de eso, custodiaban la mesa de las bebidas y
amamantaban su ponche.

Pasó media hora antes de que Riko los alcanzara, pero se corrió como ambos
sabían que lo haría. Jean no se quedó atrás de él. Kevin se congeló con la taza en los
labios cuando vio a la pareja. Neil dio un paso adelante para ponerse entre Riko y
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Kevin. Riko sonrió ante esa bravuconería, pero no era una expresión feliz. Era más la
mirada de un niño psicótico que había encontrado un animal pequeño para torturar: un
cuarto satisfecho y tres cuartos hambriento.

—Tu falta de instintos de supervivencia es sumamente angustiante —dijo


Riko—. Quítate esa expresión de la cara antes de que la corte.

Neil no se había dado cuenta de que él también estaba sonriendo, una mirada
cruel que había heredado de su padre. Neil bajó su taza para que Riko pudiera verla
mejor.

—Me encantaría verte intentarlo. ¿Crees que le tengo miedo a tu cuchillo? Soy
el hijo del Carnicero.

—Van tres strikes. —Riko se pasó un dedo por la garganta y giró la cabeza en
contra de su gesto—. Estoy decepcionado de ti, Kevin. Le prometiste al maestro que te
encargarías de esto. Obviamente no lo has hecho, y tengo mucha curiosidad por saber
por qué.

—Lo intentó —dijo Neil—. No funcionó.

Riko presionó con el pulgar el pómulo de Neil, en el mismo lugar donde los tres
tenían sus tatuajes numerados. —Haznos un favor a todos y no vuelvas a hablar. Tu
insolencia ya te ha costado dos compañeros. Ni siquiera puedes imaginar lo que
vendrá después.

Escuchar a Riko confirmar que había orquestado la muerte de Seth hizo que
Neil se enfermara de ira. Andrew y Kevin lo habían dicho, pero Wymack lo había
descartado como paranoia. Neil no le había creído a Andrew porque no había querido
hacerlo, pero ese “qué pasa si…” lo había seguido durante todo el semestre.

Neil levantó su mano libre y mostró a Riko sus dedos firmes. —Estoy
temblando de miedo.

—Deberías estarlo —dijo Riko—. Crees que puedes desafiarme porque no soy
tu padre, pero estás olvidando un hecho muy importante: soy la familia a la que tu
padre temía. Y sí, Nathaniel, tenía mucho miedo.

Neil bajó la mano y se acercó.


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—No de ti —dijo con feroz énfasis—. No eres parte de esa familia, ¿recuerdas?
Eres el desechado.

Esperaba que golpeara, pero no se dio cuenta de lo profundo que cortaría.


Nunca había visto esa expresión en el rostro de Riko, pero sabía que había firmado su
sentencia de muerte.

—Jean —dijo Riko sin apartar la mirada de Neil—, llévate a Kevin y déjanos.

—Ve a ver a Matt —dijo Neil cuando Kevin vaciló.

—Ahora —insistió Riko.

Jean le dio a Riko un amplio espacio y agarró a Kevin del brazo. Neil vio cómo
Jean se llevaba a Kevin lo más rápido que podían sin llamar demasiado la atención.
Dan y Matt se dieron cuenta, por supuesto, y se movieron para interceptarlos. Jean se
quedó inmóvil al acercarse, pero se aferró a Kevin como si su vida dependiera de ello.
Matt se dirigió a Neil y Riko, pero Kevin le puso una mano en el hombro para
detenerlo. Cuando Matt se encogió de hombros bruscamente, Neil le hizo un gesto a
Matt para que se mantuviera alejado. La mirada en el rostro de Matt decía que no
aprobaba este plan en absoluto, pero mantuvo la distancia.

Neil devolvió su atención al rostro de Riko. —Creo que toqué un nervio.

Riko se movió como un rayo, golpeando la taza de la mano de Neil y agarrando


su muñeca. Le dio un giro brutal que envió cuchillos por el brazo de Neil. Neil se
atragantó con una maldición de dolor y agarró el brazo de Riko para detenerlo. No
podía apartar la mano de Riko, pero si Riko giraba su muñeca otros media pulgada,
rompería algo. Cada vez que Neil parpadeaba veía las cicatrices blancas en las manos
de Kevin. Fue todo lo que pudo hacer para respirar alrededor del pánico que latía en
sus pulmones. Luchó por mantener la calma en su rostro y se obligó a mirar de nuevo
a los ojos de Riko.

—No lo harías —dijo Neil—. No delante de toda esta gente.

—No me importa si ven —dijo Riko—. Un perro que muerde la mano de su


amo merece ser sacrificado. La ubicación y la audiencia son intrascendentes.

—No soy un perro. Soy un zorro.


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—No eres más que lo que te digo que seas.

—Hablamos de tus delirios.

—Te advertí que aprendieras tu lugar.

—Suéltame, rey.

—Soy el rey —asintió Riko— y vas a pasar la Navidad en mi castillo. Vienes a


Evermore para las vacaciones de invierno. No me empujes de nuevo —dijo Riko
cuando Neil abrió la boca para discutir—. Yo soy lo único que te mantiene con vida.

—No, no lo eres —dijo Neil.

Riko lo miró fijamente durante un minuto interminable, luego sonrió. El


estómago de Neil dio un vuelco al verlo; sabía lo que vendría antes de que Riko
abriera la boca, pero se negó a creerlo.

—Debes estar refiriéndose a ese portero. ¿Sabes a cuál me refiero, estoy seguro?
El miniatura con la actitud repugnante que cree que puede llevarse mis cosas. Eso me
recuerda que no lo he visto últimamente.

Riko miró por encima del hombro como si esperara que Andrew se
materializara de la nada. Soltó a Neil, pero Neil no podía respirar, y mucho menos
moverse para dejar espacio entre ellos. Dos compañeros de equipo, había dicho Riko.
La insolencia de Neil le había costado dos compañeros de equipo, pero Seth era solo
uno.

Riko se volvió hacia Neil y movió un dedo como si solo recordara. —Ah, pero
es cierto. Escuché que se lo llevaron. Algo sobre su hermano follándolo sin piedad,
¿no? Qué escandaloso. Qué traumatizante.

—No lo hagas —dijo Neil.

Riko lo ignoró.

—Drake era un hombre interesante, ¿no? Debo agradecer a la policía por


llevarme directamente hacia él. De lo contrario, no lo habría descubierto. ¿Lo sabías,
Nathaniel? Los abogados de Oakland son algunos de los más baratos para comprar.
Solo se necesitaron tres llamadas telefónicas para arreglar todo.
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—Tú engañaste a Andrew.

—Esa ni siquiera es la mejor parte. —Riko sonrió cuando Neil negó con la
cabeza y continuó—. ¿Sabías que también he comprado a uno de los médicos de
Easthaven? A menos que desee que estas pequeñas sesiones de terapia suyas se
conviertan en recreaciones terapéuticas, estarás en un avión a Virginia Occidental
mañana por la mañana. Jean le dará tu boleto a Kevin. ¿Me entiendes?

Neil no tenía palabras, así que respondió con el puño. No tenía mucho espacio
para balancearse, pero se las arregló y golpeó a Riko en su vulgar boca. Hizo que Riko
retrocediera un paso, lo que le dio a Neil un poco más de espacio, y Neil lo miró a
continuación. Se lanzó lejos de la mesa y se estrelló contra Riko, pero Riko ya se
estaba moviendo para encontrarse con él. Neil chocó contra la mesa con tanta fuerza
que la hizo resbalar detrás de él, y él y Riko cayeron al suelo. Neil golpeó y golpeó en
cualquier parte de Riko que pudo encontrar, solo consciente de los golpes viciosos de
Riko. Alguien estaba gritando acerca de una pelea, o tal vez era su sangre rugiendo en
sus oídos.

De repente, hubo manos sobre él que no eran de Riko, y los dos estaban siendo
separados. Neil se aferró con tanta fuerza como pudo; Riko también. Riko acercó a
Neil por última vez antes de que la multitud los separara el uno del otro, el tiempo
suficiente para que él dijera: —Le has costado algo que no quería perder.

Luego hubo demasiados cuerpos entre ellos. Neil reconoció a algunos de ellos:
Matt primero, luego Jean, luego un par de atletas cuyos rostros solo había visto a
través de los visores de los cascos. El cerebro de Neil puso nombres a los rostros
donde pudo y los descartó de manera sumaria por carecer de importancia. Ninguno de
ellos era Riko. Luchó contra la multitud lo mejor que pudo, tratando de abrirse paso y
poner sus manos sobre Riko nuevamente.

De alguna manera se acercó lo suficiente de nuevo para agarrar la manga de


Riko.

—Si siquiera piensas en tocarlo…

Wymack salió de la nada y tiró a Neil de Riko como si no pesara nada. El


espacio entre ellos se llenó de vagones y el bullicio emocionado se extinguió casi
instantáneamente. Por un momento, el único sonido fue la respiración entrecortada de
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Neil mientras miraba alrededor del cuerpo de Wymack a Riko. Toda la habitación
estaba temblando, o tal vez Neil estaba temblando lo suficientemente fuerte como para
hacer caer a toda la corte encima de ellos.

—¿Qué diablos está pasando aquí? —preguntó el entrenador de Breckenridge—


. Este es un banquete de Navidad. Si te perdiste el memo, eso es Navidad, como en
hacer feliz y buena voluntad al hombre. Quiero una maldita explicación para esto.

Ni Neil ni Riko respondieron; estaban demasiado ocupados mirándose el uno al


otro. Jean había vuelto a encontrar su lugar detrás de Riko y la expresión tensa de su
rostro era de cautelosa desaprobación. Neil quería un arma. Se conformaría con los
cuchillos de Andrew, pero esos estaban escondidos debajo de su almohada en
Palmetto State. Clavó los dedos en el brazo de Wymack con la suficiente fuerza como
para dejar moretones con seguridad y sonrió con tanta fuerza que le dolió.

—Sí —dijo, porque ¿qué más podía decir?—. Entiendo.

—Disculpa aceptada —dijo Riko.

Los entrenadores esperaron. Cuando no hubo nada más, uno de ellos barrió a la
multitud con una mirada cruel.

—La próxima persona que comience una pelea aquí será sancionada y se sentará
fuera de los próximos cinco juegos programados, primavera u otoño. ¿Ha quedado
claro? —Hubo un asentimiento a coro, y el entrenador lanzó una mirada molesta entre
Neil y Riko—. Ustedes dos permanezcan alejados el uno del otro el resto de la noche.
Wymack, sácalo de la corte hasta que se sienta cortés.

—Neil no estaba peleando consigo mismo —dijo Wymack, con acero en su


voz—. Si el entrenador Moriyama quiere el equipo Visitante, me quedo con el Hogar.

—Por supuesto —dijo Moriyama, sin parecer conmovido por el caos—. ¿Riko?

Partieron en una dirección, por lo que Wymack llevó a Neil en la otra. Neil
sabía que Abby y los Foxes los estaban siguiendo fuera de la corte, pero no podía
apartar los ojos de Riko para mirar a ninguno de ellos. Perdió de vista a Riko cuando
Wymack lo empujó a través de la puerta de la corte, pero no fue hasta que lo plantó en
uno de los bancos del hogar que Neil pudo mirarlo. Wymack hizo un gesto con la
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mano a Katelyn y a la cita de Nicky, Thomas, para que volvieran a la corte con un
impaciente movimiento de la mano, y luego se volvió hacia Neil de nuevo.

—¿Qué demonios fue eso?

—¿Entrenador?'

—No te atrevas a decirme “¿entrenador?”, maldito retardado.

—No, de verdad —dijo Nicky, mirando a Neil con los ojos muy abiertos—.
¿Qué pasó?'

—Neil golpeó a Riko —dijo Matt—. Fue hermoso.

—¿Qué? —Nicky chilló—. ¡No es justo! ¡Me lo perdí! Ve a hacerlo de nuevo.


O no —añadió rápidamente cuando Wymack le lanzó una mirada asesina—. No se
puede culpar a un chico por soñar, ¿verdad, entrenador?

—Cállate. —Wymack le devolvió la mirada a Neil—. Estoy esperando.

Neil sintió su muñeca y se estremeció ante el dolor persistente. Abby pasó junto
a Dan para llegar hasta él y se sentó al lado de Neil. Neil la dejó tomar su mano y miró
más allá de Wymack en la corte.

—Riko pagó a la acusación. —Las palabras salieron lentamente; eran tan


horribles que pensó que se pondría muy enfermo con solo escucharlos en voz alta otra
vez—. Por eso Drake se arriesgó a venir hasta aquí para ver a Andrew. Riko
conseguiría desestimar los cargos si Drake… —Apretó los dientes y negó con la
cabeza, incapaz de terminar.

No tuvo que decir nada más. La música seguía sonando, a todo volumen a través
de los altavoces, pero el silencio entre los Foxes era absoluto.

Aaron fue el primero en recuperar la voz. —Estás mintiendo.

Neil respiró hondo y miró a Kevin. En francés preguntó: —¿Lo tienes? ¿Mi
pasaje? —Kevin lo miró fijamente y a través de él, demasiado aturdido para entender
o responder—. Kevin, mírame.

—Voy a matarlo —dijo Nicky.


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—No —dijo Neil, con una ferocidad que causó que incluso Matt lo mirara con
recelo—. Primero tenemos que romperlo. Si el Exy es lo único que le importa, se lo
vamos a quitar. Primero destruimos su reputación, luego lo destruimos a él. No quiero
que perdamos ni un solo juego esta primavera. ¿Podemos hacer eso?

—Ni un maldito juego —dijo Dan con voz dura.

Neil miró a su alrededor, vio la rabia fría en sus rostros y se concentró en Kevin.
Lo intentó de nuevo en francés con un insistente.

—¿Tienes mi boleto?

—No vas a ir —dijo Kevin—. ¿Sabes lo que te hará?

—¿Sabes lo que le hará a Andrew si no voy? —respondió Neil—. No tengo


elección. Tengo que ir. Tienes que confiar en mí.

—Te romperá.

—Ojalá supiera cómo —dijo Neil—. Créeme. Prometo que volveré y, cuando lo
haga, traeré a Andrew conmigo. Va a estar bien. Entonces, ¿tienes mi pasaje o no?

Kevin apretó los labios en una línea dura y blanca y miró hacia otro lado. —Lo
tengo.

Cuando los delanteros se callaron, Dan miró a Wymack. —Vamos a casa,


entrenador.

El banquete estaba a horas de terminar, pero era demasiado peligroso quedarse


más tiempo. La próxima vez que uno de ellos viera a Riko, intentaría romperle el
cuello. Wymack confiaba más en el autocontrol de Renee, por lo que la envió en busca
de las citas faltantes. Tan pronto como Renee regresó con Katelyn y Thomas, los
Foxes se dirigieron al autobús. Redujeron la velocidad para tomar sus maletas del
vestuario, pero no lo suficiente para cambiarse. Wymack los tuvo en la carretera en
minutos.

El viaje de regreso a Palmetto fue silencioso. Regresaron en la oscuridad de la


noche, pero a pesar de la hora, ninguno de los Foxes pudo dormir. Wymack dejó las
citas primero y luego llevó a su equipo a Fox Tower. Subieron juntos en el ascensor.
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Kevin le pasó a Neil una hoja de papel doblada mientras salían al pasillo. Neil no tuvo
que abrirlo para saber que era la confirmación de su vuelo.

Matt trató de llevar a Neil al baño de las chicas para que finalmente pudieran
hablar sobre lo que pasó, pero Neil fue a la habitación de al lado. Se quitó los zapatos
a un lado y abrió la ventana. Intentó encender un cigarrillo, pero le temblaban
demasiado las manos. Terminó arrastrándose a la cama completamente vestido.
Comprobó la hora de salida para saber a qué hora poner la alarma, luego metió el
papel debajo de la almohada con las bandas de Andrew. Se tapó la cabeza con las
mantas para bloquear la entrada de la habitación y se obligó a dejar de pensar.

Cuando finalmente se durmió, soñó con muerte y la sangre.


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15
Neil se despertó con el sonido del movimiento en la otra habitación. A pesar de
la noche, los Foxes estaban despiertos a media mañana. Hoy era el día en que el
equipo se dividía para las vacaciones de invierno, y la mayoría de ellos tenían vuelos
lo suficientemente largos para dormir. Allison, Renee y Dan volaban juntas a
Bismarck a la hora del almuerzo y se separarían después de aterrizar. Dos horas
después de haber estado en el aire, el resto de los Foxes estarían en camino a
LaGuardia.

Neil había pasado la invitación de Matt durante la semana anterior a los


exámenes y dejó que Nicky hiciera la mayor parte del trabajo desde allí. Los planes
originales de Nicky de ir a Alemania en Navidad se descarrilaron cuando Andrew se
comprometió. No quería alejarse tanto de Aaron. Desafortunadamente, Erik no pudo
tomarse el tiempo suficiente para venir a Estados Unidos. Eso significaba que Matt era
la única oportunidad de Nicky para unas divertidas vacaciones.

Ninguno de los supuestos monstruos del equipo estaba seguro de por qué Matt
estaba siendo amable con ellos, pero Nicky estaba demasiado emocionado de pasar el
Año Nuevo en Times Square para que le importara. Wymack afirmó estar más feliz
que Nicky con el arreglo, ya que su ausencia significaba que finalmente podría tener
algo de paz y tranquilidad. Aaron tuvo que obtener el permiso de su abogado para salir
del estado, pero lo habían arreglado con bastante facilidad.

Cómo se suponía que Neil iba a decirles a cualquiera de ellos que sus planes
habían cambiado, no lo sabía. No había forma de que pudiera decirles la verdad.
Ninguno de ellos lo dejaría seguir adelante. Fue un pequeño milagro que Kevin
estuviera de acuerdo con esto. Kevin sabía más que ninguno de ellos de lo que Riko
era capaz, así que sabía lo que le esperaba a Neil en Virginia Occidental. Quizás
confiaba en que Neil se mantendría firme; lo más probable es que supiera lo que Riko
les haría a los Foxes si Neil se negaba. Neil no lo sabía y no le importaba mientras
Kevin mantuviera la boca cerrada.

Neil apartó las mantas y se sentó. Levantó su almohada para tomar su teléfono,
pero vaciló al ver los brazaletes de Andrew. La voz de Nicky en la otra habitación lo
sacó de sus pensamientos. Neil volvió a dejar caer la almohada y luego se dio cuenta
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de que tenía una salida. Agarró su teléfono, lo abrió y se lo puso en la oreja. Cuando
Nicky abrió la puerta del dormitorio sin llamar, Neil entabló una conversación sin
nadie.

—Sí, lo vi —dijo Neil, mirando a Nicky para reconocer su entrada.

Nicky tenía la boca abierta en un saludo, pero se quedó callado cuando se dio
cuenta de que Neil estaba al teléfono. En lugar de irse, Nicky se acomodó contra el
marco de la puerta para esperarlo. Neil había contado con la curiosidad de Nicky. En
los meses transcurridos desde que le entregaron este teléfono a Neil, nunca lo habían
visto hacer una llamada con él. Neil le indicó a Nicky que casi había terminado y se
volvió a medias.

—¿Qué esperabas? Esperaste mucho tiempo para averiguarlo. A estas alturas ya


he hecho otros planes. Yo... —Neil se interrumpió, escuchó un momento y siguió
adelante—. Pero, ¿por cuánto tiempo has sabido que vendría? Podrías haber dicho
algo. No lo sé. Dije que no lo sé. Tendría que… —Neil se pasó una mano por los ojos
como si toda la conversación fuera agotadora—. Bueno. Adiós.

Cerró el teléfono con un clic y lo dejó a un lado.

Por un minuto reinó el silencio. Entonces Nicky entró en el dormitorio y cerró la


puerta detrás de él. Neil se apoyó contra la pared mientras Nicky subía la mitad de la
escalera hasta su litera. Nicky cruzó los brazos sobre la almohada de Neil y miró a
Neil.

—¿Todo bien? —preguntó Nicky.

—Estoy bien.

Nicky solo lo miró. —Nos conocemos desde siempre. En algún momento


tendrás que dejar de mentirme a la cara. Eso no suena bien y no te ves bien. Entonces,
¿qué está pasando realmente?

—Mi tío va a volar a Arizona para Navidad —dijo Neil.

—¿Eso es bueno? ¿Malo?

—¿Ambos? —Neil se encogió de hombros contra la pared—. Es un buen tipo,


pero suele ser lo suficientemente inteligente como para evitar a mis padres. No lo he
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visto en años, y nunca viene de vacaciones. Algo debe estar sucediendo. No sé qué.
No sé si... —Neil se calló e hizo un gesto de impotencia—. Me prometí a mí mismo
que nunca volvería a casa, pero…

—Pero quieres volver a verlo —concluyó Nicky.

—No importa —dijo Neil—. Le dije a Andrew que me quedaría con Kevin.

—Pero Kevin va a estar con nosotros —dijo Nicky—, y nosotros estaremos con
Matt y la madre de Matt. Los cuatro podemos vigilarlo si necesita algo de tiempo con
su familia. ¿Necesitas dinero para un pasaje?

—Ya tengo uno —dijo Neil, y levantó su itinerario doblado—. Mamá me lo


envió por correo electrónico hace un par de días. Simplemente no quería lidiar con eso
antes del banquete.

—No tienes remedio —dijo Nicky—. Si quieres ir, vete. Has hecho más que
suficiente por nosotros este semestre, Neil. En algún momento tienes que pensar en ti
mismo. Mira —dijo cuando Neil negó con la cabeza—. Voy a ir a decírselo a los
demás y todos te dirán que te vayas a casa. Verás.

—Pero ... —dijo Neil, pero Nicky ya se había ido.

Neil se tragó el resto de su argumento. De todos modos, no era una pelea que
quisiera o necesitaba ganar. Por un momento se compadeció de Nicky por ser tan
crédulo, pero no se sintió satisfecho con lo que acababa de hacer. Desplegó el
itinerario y lo estudió con una sensación de hundimiento en el estómago. En dos horas
estaría en un vuelo a Charleston, West Virginia, y no tenía programado regresar hasta
la noche de Año Nuevo. Serían dos semanas a solas con los Ravens.

La puerta de la habitación se abrió de un golpe cuando Nicky regresó a su


habitación para consultar con Aaron y Kevin. Cuando Matt entró al dormitorio un par
de segundos después, Neil lo estaba esperando.

—¿Qué vamos a hacer contigo? —preguntó Matt.

—Lo siento —dijo Neil.

—¿Por qué? —Matt rechazó—. ¿Cuándo es tu vuelo?


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—A las once y diez, si me voy.

—Irás. Te llevaré al aeropuerto.

Neil le hizo una mueca, pero finalmente se levantó de la cama. No tenía hambre,
pero se obligó a comer avena instantánea y tostadas. Nicky regresó para decirles que
les había contado a todos los Foxes lo que estaba pasando. Al parecer, todos querían a
Neil en ese avión. Neil asintió y no dijo nada, y Nicky lo dejó en paz para que se
preparara.

Neil se duchó y sacó su bolsa de lona del cajón inferior de su tocador. Lo tenía a
medio empacar cuando se dio cuenta de que era demasiado pequeño. Durante ocho
años nunca había tenido más de lo que cabía en un equipaje de mano. En el último
medio año aquí, sus posesiones se habían duplicado. Incluso cuando su bolso estaba
lleno, había cosas en sus cajones. Neil se sintió confundido y animado a la vez, y se
llevó una mano a las camisas dobladas. Era una prueba de que iba a regresar, algo que
no había tenido desde que era niño.

El suave toque de un paso le advirtió que no estaba solo, y Neil miró a Kevin.

—¿Puedo darte algo para que te lo lleves? —preguntó Neil—. ¿Prometes


mantenerlo a salvo? No quiero dejarlo aquí, pero no puedo traerlo conmigo. —Cuando
Kevin asintió, Neil abrió la caja fuerte y sacó su carpeta. Necesitó todo lo que tenía
para entregárselo a Kevin. Incluso cuando Kevin se apoderó de él, Neil se aferró a un
extremo—. No lo abras.

—No quiero saber —dijo Kevin.

Neil lo soltó y Kevin se lo puso debajo del brazo. Neil cerró la caja fuerte y la
puso de nuevo donde pertenecía.

—Neil —dijo Kevin cuando Neil se puso de pie.

—Volveré —dijo Neil, más por él que por Kevin—. Me prometiste que
terminarías este año conmigo. Te estoy confiando eso.

Se colgó el bolso al hombro y pasó a Kevin fuera de la habitación. Matt estaba


desconectando todos sus dispositivos electrónicos cuando aparecieron los delanteros.

—¿Listo? —preguntó Matt.


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—Sí —mintió Neil.

Matt tomó sus llaves y se fueron. Primero pasaron por el cuarto de las chicas,
donde Neil fue sometido a abrazos y buenos deseos navideños. Aaron se conformó
con un asentimiento cuando se despidieron con los primos a continuación, pero Nicky
le dio a Neil un apretón que le hizo estallar los huesos.

—Empacaste tu cargador, ¿verdad? —preguntó Nicky—. Espero que me envíes


un mensaje de texto todos los días.

—Lo empaqué —dijo Neil, pero dudaba que Riko le permitiera usar su teléfono.

Dejó a Kevin con los demás para que terminaran de prepararse y siguió a Matt
hasta la camioneta. Había espacio a los pies de Neil para su bolso. Matt giró la llave en
el encendido y bajó la radio medio segundo demasiado tarde para salvar los tímpanos
de Neil. Neil trató de no sentirse mal cuando el campus desapareció detrás de ellos,
pero no lo logró.

—¿Cuándo es su vuelo de regreso? —preguntó Matt.

—Año Nuevo —dijo Neil—, pero podría volver antes, dependiendo de cómo
vayan las cosas-.

—Si vuelves lo suficientemente temprano, deberías unirte a nosotros —dijo


Matt—. Mamá puede cambiar tu pasaje.

—Gracias —dijo Neil—. Te lo haré saber.

Matt lo dejó en la acera del Aeropuerto Regional Upstate. Neil lo vio deslizarse
hacia el tráfico y luego se volvió para mirar hacia la entrada. Era vertiginoso estar aquí
de nuevo. Él y su madre nunca pasaron por el mismo aeropuerto dos veces. Apretó su
bolso con más fuerza y atravesó las puertas corredizas de vidrio.

El aeropuerto estaba ocupado este verano, pero tan cerca de la Navidad reinaba
el caos por dentro. Neil se dejó perder en el bullicio. No era más que otro rostro entre
la multitud, anónimo y sin importancia. Su aerolínea tenía check-in de autoservicio,
por lo que Neil escaneó el código de barras impreso en su itinerario. Su boleto y tarjeta
de embarque salieron por la ranura en la parte inferior, y Neil se dirigió al control de
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seguridad. Su bolso pasó por los escáneres antes que él. Neil se puso los zapatos en el
otro lado, agarró su bolso y se dirigió a la puerta.

La mayoría de los asientos estaban ocupados, por lo que Neil se paró contra un
pilar para esperar. Observó a la multitud para no ver el reloj parpadeando en su puerta.
Casi había esperado ver a más compañeros de clase aquí, pero tal vez se habían
marchado de la ciudad ayer. El aeropuerto era un mar de rostros desconocidos. Neil
estaba solo.

Había estado cerca de los Foxes durante tanto tiempo que había olvidado lo que
era tener un respiro. Debería haber estado agradecido por tener un par de momentos a
solas antes de que comenzara esta pesadilla, pero Neil se sintió indispuesto. Enterró su
mano en su bolsillo y envolvió sus dedos alrededor de su teléfono. Si lo abría, su
historial de llamadas seguiría mostrando solo un nombre, pero su cuadro de mensajes
estaba tan lleno que se vaciaba de forma semirregular. Pensó en leerlos en busca de
valor, pero no pudo obligarse a hacerlo.

La voz del encargado de la puerta en los altavoces del techo lo sacó de sus
pensamientos. —Pasajeros del vuelo 12 a Charleston, pronto comenzaremos a abordar.
Preséntese en la puerta D23 y espere a que lo llamen.

El asiento de Neil estaba justo detrás de la sección de clase ejecutiva. Tenía el


asiento junto a la ventana, para su disgusto, pero el espacio debajo del asiento frente a
él era lo suficientemente grande para su bolso. Empujó el petate en su lugar con sus
zapatos y trató de no sentirse atrapado por su compañero de asiento. Los asistentes se
apretujaron por los pasillos, tratando de que todos se acomodaran lo más rápido
posible.

Cuando todos finalmente se sentaron y los compartimentos superiores se


cerraron de golpe, los asistentes se lanzaron a una charla sobre la seguridad. Neil miró
hacia la puerta de salida de emergencia, pero no estaba tan tentado como pensó que
podría estar.

Enfrentar a Riko así iba en contra de todo lo que su madre le enseñó. Lo habían
criado para correr, para sacrificar todo y a todos para asegurar su propia supervivencia.
Su madre nunca le había dado un terreno sobre el que pararse. Tal vez por eso no
había sido lo suficientemente fuerte para salvarla al final. Un revoltijo de mentiras no
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tenía nada por lo que luchar. Pero Neil Josten era un Fox. Andrew lo llamó hogar;
Nicky lo llamó familia. Neil no iba a perder nada de eso. Si dos semanas con Riko era
el precio para mantener a salvo a su equipo, Neil lo pagaría.

De alguna manera esos pensamientos facilitaron el vuelo. Neil incluso logró


adormecerse en parte, pero se despertó cuando aterrizaron.

Jean lo estaba esperando en Llegadas. Observó el acercamiento de Neil con una


mirada fría en su rostro, y había un tono en su voz cuando dijo: —No deberías haber
venido aquí.

—Vamos —dijo Neil.

El viaje fue silencioso, pero la primera vista del Castillo Evermore hizo que la
sangre de Neil zumbara en reconocimiento. Evermore parecía más un monumento que
un estadio, y su trabajo de pintura negro azabache lo hacía aún más imponente. Su
tamaño era casi el doble que la Fox Tower. Neil dudaba que los Ravens pudieran
ocupar todos los asientos en cada juego, pero la Corte de Estados Unidos
probablemente se agotó a las pocas horas de publicar sus partidos. Neil solo podía
imaginar cómo sonaban las noches de juegos en el interior.

Jean se detuvo en una puerta y extendió la mano por la ventana para escribir un
código. La puerta se abrió con un chirrido silencioso y Jean entró en el
estacionamiento con barricadas. Una fila de coches ya estaba aparcada junto a la acera.
Neil deseó estar sorprendido de que todos fueran idénticos. Incluso las placas de
matrícula personalizadas estaban a solo un par de dígitos entre sí. Neil los miró
fijamente hasta que pensó que había descubierto la secuencia. El EA tenía que ser
Edgar Allan, y los números siguientes eran años de clase y números de camiseta.

—Esto no es un equipo —dijo Neil—. Es un culto.

—Sal —dijo Jean, y aparcó en el lugar abierto que sus compañeros de equipo le
dejaron.

Neil agarró su bolso y salió. Jean lo acompañó hasta la puerta e ingresó otra
contraseña numerada. La luz sobre el teclado parpadeó en verde, por lo que Jean abrió
la puerta. En lugar de entrar, miró a Neil.

—Echa un vistazo al cielo. No lo volverás a ver hasta que te marches.


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—Lo he visto —dijo Neil.

La sonrisa de Jean se burló de ese desafío y le hizo un gesto a Neil para que lo
precediera. La puerta se había abierto a una escalera que bajaba. Todo estaba pintado
de negro. La única luz y color era un tubo rojo de luz en el medio del techo. No era lo
suficientemente brillante. Cuando Jean cerró la puerta detrás de ellos, Neil casi
tropezó por las escaleras. Apoyó una mano en la pared para mantener el equilibrio y
redujo la velocidad. A su espalda, Jean no lo apresuró.

Contó los pasos, queriendo saber qué tan profundo iban, y llegó a veintiséis
antes de que las escaleras terminaran en otra puerta. Jean pasó junto a él para
introducir una tercera contraseña, y Neil entró en las habitaciones de los Ravens.

—Bienvenido al Nido —dijo Jean.

—Culto —dijo Neil de nuevo.

Jean ignoró eso y lo llevó de tour. Este espacio había sido construido
originalmente para albergar a los equipos visitantes, pero el entrenador Moriyama se
lo dio a sus Ravens. Si los Ravens no estaban en clase o en la cancha, se suponía que
debían estar aquí. A primera vista, no era una mala configuración. El Nido era
espacioso y estaba bien provisto. Neil pasó junto a dos cocinas de tamaño completo,
un salón completo con un bar y una mesa de billar, y tres salas con televisores. Un
largo pasillo conectaba las áreas sociales con una sala de pesas, y otro pasillo los
llevaba al dormitorio.

Un letrero en la pared indicaba que Black Hall estaba a la izquierda y Red Hall a
la derecha. Neil miró a ambos lados, pero honestamente no pudo distinguirlos. No
valía la pena preguntar, así que siguió a Jean hasta Black. Todas las puertas de las
habitaciones estaban abiertas, así que Neil se asomó al pasar. Los dormitorios eran
casi tan grandes como la suite que Neil compartía con Matt y cada uno estaba
equipado con solo dos camas.

El Nido tenía el potencial de ser todo lo que un atleta universitario podría


desear, excepto por los techos bajos y la decoración oscura. El color era fugaz y, por lo
general, solo aparecía en tonos rojos. Todo lo demás era negro, desde los muebles
hasta las sábanas y las toallas colocadas sobre las sillas del escritorio para que se
secasen. Las sombras estaban chupando el aire de la habitación y Neil de repente se
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dio cuenta del peso del estadio en lo alto. Neil no era claustrofóbico, pero pensó que
dos semanas aquí abajo podría cambiar eso.

—Aquí —dijo Jean, e indicó a Neil que lo siguiera hasta la última habitación—.
Aquí es donde te quedarás. Deberías estar en rojo con el resto de nosotros, pero el
maestro ha hecho una concesión especial. Sabe que necesitas la atención personal de
Riko.

—No compartiré habitación con ese psicópata.

—Ojalá tuvieras algo que decir al respecto.

—¿De quién es el lugar que estoy tomando? —preguntó Neil, porque ambos
lados de la habitación ya estaban decorados.

Jean se detuvo junto a una de las mesitas de noche y le hizo un gesto a Neil para
que se acercara. —Ven y mira.

Neil se acercó a él y se arrepintió casi de inmediato. Pegados en las paredes


había postales de ciudades lejanas, tanto extranjeras como nacionales. Debajo de cada
uno había trozos de papel. Los ahora familiares garabatos de Kevin enumeraban
fechas y explicaciones de los viajes. La mayoría de ellos eran juegos. Algunos
indicaron sesiones de fotos y entrevistas. Los libros se alineaban en los estantes
empotrados en la cabecera y Neil supo por hecho que eran de Kevin. Kevin se estaba
especializando en historia por razones que Neil no podía entender; estos títulos secos
eran el tipo de cosas que encontraría fascinantes.

A Neil le dio escalofríos ver su espacio conservado así. Era como si Kevin
hubiera salido a hacer un recado, no como si se hubiera transferido a otro equipo por
completo.

—Riko está en negación —dijo Neil—. Alguien debería decirle que Kevin no
va a volver.

—No sabes nada —dijo Jean—. Deja tus cosas y vámonos.

Jean no lo esperó, sino que se fue. Neil dejó caer su bolso sobre la cama de
Kevin, lanzó una mirada cautelosa hacia el lado de la habitación de Riko y alcanzó a
Jean al final del pasillo. Un tramo de escaleras los llevó a un piso hasta el vestuario de
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los Ravens. Jean no le dio tiempo a Neil para mirar a su alrededor, pero lo empujó a
través de una puerta trasera al patio interior. Salieron cerca de los bancos de hogar.

Era el domingo antes de Navidad y los Ravens estaban en la cancha en plena


marcha. Dos alineaciones jugaban una pelea bastante brutal mientras los nueve Ravens
restantes miraban. Las cabezas se volvieron cuando Jean se acercó a los nueve
acorazados, y los Ravens miraron a Neil más allá de Jean. Sus expresiones iban desde
el desinterés frío hasta la hostilidad abierta. Neil no esperaba una cálida bienvenida,
así que mantuvo su atención en la cancha.

No pasó mucho tiempo antes de que sonara un timbre y pusiera fin al partido. El
equipo de Riko ganó por un margen de tres puntos. Las dos alineaciones se reunieron
en media cancha para criticar las actuaciones de cada uno. Los submarinos se unieron
a ellos para compartir lo que habían notado desde el exterior. La reunión duró unos
buenos quince minutos, pero finalmente los Ravens tocaron palos y salieron de la
cancha.

Riko se quitó el casco mientras cruzaba la puerta del tribunal. —Luke, cierra el
marcador. Martin, enciende las luces. Tengo un invitado al que atender, así que
almuerza temprano. El maestro vendrá en breve para verificar el progreso, así que
tengan sus papeles listos para él. La práctica de la tarde comenzará a la hora habitual.

Los Ravens se movían como un río negro alrededor de Jean y Neil. Riko se
detuvo frente a Neil para considerarlo, pero lo despidió sumariamente a favor de Jean.
—Muéstrale sus cosas. Me ocuparé de él cuando me duche.

Jean inclinó la cabeza y sostuvo la puerta para Riko. Riko fue hacia un lado, por
lo que Jean y Neil fueron por el otro. Jean llevó a Neil al vestuario y abrió un casillero
de gran tamaño al final. Neil miró hacia adentro obedientemente. El casillero estaba
lleno de equipo Raven. No fue hasta que Jean le empujó la camiseta que Neil entendió,
porque el nombre estampado en la espalda era JOSTEN.

—Sólo estoy aquí por dos semanas —dijo Neil—. ¿Por qué hizo que la
estamparan?

—No te hagas el tonto —dijo Jean—. Kevin ya te habría dicho que te


traspasarás este verano.
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—Lo mencionó. Le dije que no lo haría. ¿No te lo pasó él? —Neil tiró la
camiseta a un lado.

Jean lo arrebató del aire antes de que golpeara el suelo y le lanzó una mirada
lívida. —Intenta que no nos maten a los dos el primer día, niño ignorante.

—¿Nos? —preguntó Neil.

—Escucha atentamente lo que voy a decirte —dijo Jean, volviéndole a arrojar la


camiseta. Neil se negó a aceptarlo, por lo que Jean lo agarró por el abrigo con la mano
libre y tiró de Neil hacia él—. Perdiste el derecho a ser un individuo cuando entraste
en el Nido. Las consecuencias de tus acciones ya no son solo tuyas. Los Ravens
operan en un sistema basado en parejas, lo que significa que desde ahora hasta que te
vayas, yo soy el único aliado que tienes.

—Mi éxito es tu éxito —dijo Jean—. Tu fracaso es mi fracaso. No debes ir a


ninguna parte a menos que yo esté contigo. Si rompes esta regla, nos molestaremos en
sufrir mucho por ello. ¿Lo entiendes? Quieren que fallemos. Quieren quitarme la
alineación inicial. No dejaré que pongas en peligro mi rango.

—Tengo una mala noticia para ti —dijo Neil—. No puedo superar a los
delanteros Ravens.

—No son ellos a quienes necesitas superar —dijo Jean—. Ya no eres delantero.
En primer lugar, nunca debiste haber sido uno. El maestro te está moviendo a la
defensa donde perteneces. Querrá saber por qué abandonaste tu puesto. Espero que
tengas una buena explicación para él.

—No fue idea mía —dijo Neil—. El entrenador Hernández tenía una línea de
defensa completa. Era ofensa o nada en absoluto, y solo quería jugar.

Neil le dijo a Hernández que nunca antes había tocado una raqueta porque no
podía darle a Hernández los nombres de sus entrenadores y equipos anteriores. Sin
embargo, cuando Neil fue reclutado para los Dingos de Millport, no fue su ausencia de
ocho años de Exy lo que lo hizo tan torpe en la cancha. Fue que Neil jugó ligas
menores como defensor. Había tenido que volver a aprender el juego desde cero. Al
principio, Neil lo odió, porque pensó que los delanteros eran perros de la gloria que
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buscaban el centro de atención. Sin embargo, a medida que Neil se sintió más cómodo
con la posición, se enamoró.

—Fue una mala idea —dijo Jean—. Ahora tienes que desaprender todos tus
malos hábitos. Ahora pruébate tu equipo para que sepamos que te queda.

—No delante de ti —dijo Neil.

—Esa modestia será lo primero que rompamos —dijo Jean—. No hay lugar
para la privacidad en el Nido.

—No puedo creer que aguantaste esto —dijo Neil—. Al menos Kevin corrió.
¿Cuál es tu excusa?

—Soy Moreau —dijo Jean, como si Neil estuviera siendo estúpido a


propósito—. Mi familia ha pertenecido a los Moriyama desde antes de que llegaran a
los Estados Unidos. No hay ningún otro lugar al que pueda ir, al igual que no hay otro
lugar para ti que aquí. Kevin no es como nosotros; es valioso, pero no es propiedad en
el mismo sentido. Se escapó porque tenía una familia a la que acudir.

—¿Andrew? —adivinó Neil.

—Dije familia, imbécil con problemas de audición —dijo Jean—. Su padre. Tu


entrenador.

Le tomó un momento asimilarlo. Cuando hizo clic, Neil se apartó de Jean en


estado de shock. —¿Qué?

Sabía, lógicamente, que Kevin tenía que tener un padre. Después de todo,
Kayleigh Day no había quedado embarazada sola. Pero nunca se había dado el nombre
del padre de Kevin, por mucho que la prensa la presionara. Si los rumores eran ciertos,
ese espacio estaba en blanco en el certificado de nacimiento de Kevin. Sin embargo,
había nombrado a Tetsuji padrino de su hijo, que fue como Kevin terminó en
Evermore después de la muerte de Kayleigh.

—Estás mintiendo —dijo Neil.

—¿Por qué si no iba a correr Kevin a un equipo tan terrible?

—Pero él nunca… Y el entrenador no ha…


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—Creo que sigue siendo demasiado cobarde para decir algo al respecto. —Jean
hizo un gesto burlón con la mano—. Si no me crees, búscalo tú mismo. La última vez
que vi la carta de su madre estaba metida dentro de uno de esos aburridos libros suyos.
Lo ha leído tantas veces que ya podría haber borrado las palabras de las páginas, pero
vale la pena intentarlo.

—Si lo sabía, ¿por qué se quedó? —Neil demandó—. Debería haber ido al
Entrenador cuando murió su madre".

—Nos enteramos hace sólo unos años —dijo Jean—. Encontramos la carta en la
casa del amo por pura casualidad. Kevin la robó, pero nunca tuvo la intención de
actuar sobre el descubrimiento. Sabía que ir significaba perder todo esto. No valió la
pena. —Jean hizo un gesto hacia el vestuario—. Una vez que perdió esto, por
supuesto, no había razón para quedarse.

—Están todos locos —dijo Neil.

—Dice el fugitivo que se unió a un equipo de Clase I —dijo Jean—. Dice el


hombre que vino aquí hoy cuando debería haber huido. No eres mejor que el resto de
nosotros. ¿Ahora te vas a probar tu equipo o voy a tener que forzarte a hacerlo?

Neil lo pensó y luego tomó la camiseta. Jean cruzó los brazos sobre el pecho y
retrocedió un par de pasos. Neil dio vuelta la camiseta en sus manos para mirar su
nombre. Las letras blancas estaban rodeadas por un tenue contorno rojo. El número
debajo no era suyo.

—¿Ni siquiera puedo quedarme con mis diez? —preguntó Neil.

—Los Ravens sin importancia usan dos dígitos —dijo Jean—. El círculo íntimo
de Riko no lo hace. Este número te queda mejor. ¿Sabías? En japonés, "cuatro" y
"muerte" suenan igual. Es apropiado que el hijo del Carnicero lleve este número.

Neil negó con la cabeza, pero dejó de discutir. Dejó caer la camiseta en su
casillero nuevamente, armó de valor sus nervios y desabrochó los botones de su
abrigo. Luego se quitó la cremallera y se quitó el abrigo. A continuación, se quitó la
camisa por la cabeza y fingió no darse cuenta de la mirada atenta que Jean rastrilló su
frente lleno de cicatrices. Neil se quitó los zapatos, los apartó de su camino con un pie
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y se quitó los jeans. Se puso el uniforme de Raven pieza por pieza tan rápido como
pudo. Le quedaba mejor de lo que esperaba, pero Neil se sintió asfixiado.

—Bien —dijo Jean—. Ahora devuélvelo. No lo necesitarás hasta la práctica de


la tarde.

Neil se lo quitó todo y lo volvió a guardar. Acababa de abrocharse el último


botón de su abrigo cuando se abrió la puerta. Neil estaba de espaldas, pero no se
perdió la forma en que Jean palideció. Miró hacia atrás para ver a Tetsuji y Riko en la
puerta. Tetsuji había traído un bastón adornado con él. Neil nunca lo había visto con
eso antes y esperaba que eso significara que Tetsuji estaba sufriendo algún tipo de
lesión o enfermedad.

Riko dejó que su tío entrara a la habitación primero y cerró la puerta detrás de
ellos. Neil se dedicó un momento a preguntarse quién instaló cerraduras en la puerta
de un vestuario, pero apartó ese pensamiento tan rápido como pudo. No podía
permitirse el lujo de distraerse al enfrentarse a este hombre.

Tetsuji cruzó la habitación para pararse frente a él.

—Nathaniel Wesninski —dijo, como si le faltasen todas las sílabas—.


Arrodíllate.

Neil escondió sus manos en sus bolsillos para poder apretarlos en puños. —No.

Creyó oír a Jean decir su nombre, pero fue apenas más fuerte que una bocanada
de aire. Neil no lo miró. No creía que fuera su imaginación que Riko dio medio paso
atrás para dejar más espacio entre él y su tío. Un hombre que podía mantener a raya
incluso a Riko no era un hombre al que desafiar tan descuidadamente, pero Neil no
tenía otra opción.

—Te arrodillarás —dijo Tetsuji.

Neil tenía la sensación de que iba a lamentar esto por el resto de su corta vida,
pero sonrió y habló.

—Oblígame.

Vio que se levantaba el bastón, pero fue demasiado rápido para esquivarlo. Lo
alcanzó en la cara a través de la mejilla y el costado de la boca. Neil tropezó por la
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fuerza del golpe y se estrelló contra los casilleros. No lo sintió; no podía sentir nada
más que el fuego devorando su cráneo. Un destello amargo en su lengua podría haber
sido sangre, pero la boca de Neil estaba demasiado entumecida para estar seguro.
Instintivamente, levantó una mano para revisar su cráneo en busca de fracturas, pero el
bastón de Tetsuji lo golpeó en las costillas a continuación. Luego su hombro y su
brazo, hasta que Neil no tuvo más remedio que levantarse y protegerse.

Tetsuji no dejó de golpearlo hasta que finalmente se desmayó.

La práctica de la tarde de los Ravens duraba cuatro horas, y Neil no estaba en


forma para nada de eso. Había estado inconsciente durante las dos horas que los
Ravens se tomaron para almorzar; sólo se despertó cuando Jean le echó una jarra de
agua helada en la cabeza. Neil estaba demasiado delirante y dolorido para cambiarse,
por lo que Jean tuvo ponerle a fuerza el equipo. Neil luchó, pero Jean clavó dedos
crueles en los nuevos moretones de Neil para detenerlo. Jean tuvo que llevar a Neil a
la corte. No fue hasta que Jean le puso una raqueta en las manos que Neil realmente se
dio cuenta de que sí, se esperaba que jugara.

Lo pusieron como defensor y Neil falló espectacularmente. No había jugado a la


defensiva en casi nueve años y estaba en muy mal estado para mantenerse al día con
Riko. Cada vez que Riko pasaba a su lado, golpeaba a Neil con su raqueta. La
armadura de Exy estaba destinada a proteger contra pelotas que se mueven
rápidamente y cheques corporales, no golpes maliciosos de raquetas pesadas. Una hora
después de la práctica, Neil estaba tropezando con sus propios pies.

Sin embargo, cada vez que Neil se caía, Jean estaba allí para levantarlo del
suelo. No tenía nada que decirle a Neil sobre su pobre desempeño, ni aliento ni
palabras duras. Quizás ya no tenía aliento para eso. Estaban juntos en esto, tal como
Jean le advirtió a Neil. Cada vez que el otro equipo marcaba, ambos eran castigados.

El resto de los Ravens no simpatizaba en absoluto, incluso con uno de los suyos.
Así trabajaba el equipo, y lo aceptaron sin cuestionarlo. Estos cinco años podían ser
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una terrible pesadilla, pero la fama mundial y los salarios de siete dígitos los esperaban
al otro lado de la etapa de graduación. Estarían listos para el resto de sus vidas. En lo
que respecta a los Ravens, era un intercambio que valía la pena.

Debido a su patética actuación, Jean y Neil tuvieron la tarea de cerrar la cancha


después. Eso significaba barrer y pulir el piso de la cancha, luego arreglar el desorden
que los Ravens hicieron en el vestuario. Para cuando finalmente pudieron ducharse,
Neil apenas podía moverse. Ni siquiera le importaba que las duchas de los Ravens no
tuvieran cubículos. Se arrodilló en el suelo de baldosas bajo el chorro de agua y dejó
que el calor aliviara un poco el dolor de su cuerpo destrozado. Neil flexionó sus dedos
hinchados para asegurarse de que funcionaban. Se movieron, pero él no pudo sentirlos.

—Deberías haber corrido —-dijo Jean, demasiado exhausto y dolorido para


seguir siendo odioso.

—Crecí con dolor —dijo Neil—. Dos semanas de esto no significarán nada.

—Tres —dijo Jean.

Neil lo miró. —Solo accedí a dos. Me marcho en Nochevieja.

Jean cerró los ojos e inclinó la cabeza aún más bajo el aerosol. —Eres un niño
ignorante. Este es el Nido de los Ravens. Seguimos nuestro tiempo, no el tuyo.
Trabajamos en jornadas de dieciséis horas. Verás.

Neil estaba demasiado cansado para lidiar con su dramatismo, así que se
concentró en lavarse la ropa. Se vistió con la ropa más holgada que había empacado y
siguió a Jean hasta la cocina. Apenas saboreó la comida que se llevó a la boca, pero
necesitaba su fuerza. Jean puso sus platos en el lavavajillas y llevó a Neil a Black Hall.

Riko los estaba esperando en su dormitorio. Neil no lo vio hasta que ya estuvo
adentro, y para entonces ya era demasiado tarde. Jean cerró la puerta detrás de él y se
apoyó contra ella. Neil consideró luchar contra él, pero no tenía la energía y no había
ningún lugar adonde ir. Se fue a la cama como si no le importara estar atrapado aquí
con ellos y se sentó en el borde del colchón. Miró los libros y pensó en la carta de
Kayleigh, pensó en Jean y Kevin soportando esto día tras día, año tras año.

Riko se levantó de la cama y Neil lo miró. Riko estaba sonriendo, y la mirada


hizo que Neil se sintiera mal del estómago. Su padre lo había mirado con odio y furia.
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Nunca se había visto así, como si la sangre de Neil fuera lo más destacado de su día.
El Carnicero era un asesino vicioso con un temperamento disparatado, pero
prosperaba con la muerte y el miedo, no con el dolor y la sumisión.

—Aléjate de mí —dijo Neil.

Riko sacó una navaja de su bolsillo y la abrió. —Creí que no tenías miedo de
mis cuchillos, Nathaniel. ¿Fue una mentira para hacerte sentir mejor?

Riko se sentó de lado en el colchón junto a Neil. Miró a Neil como si se


estuviera imaginando despellejándolo vivo y alimentándolo con las sobras
ensangrentadas. Su expresión decía que se estaba volviendo loco con la fantasía. Neil
no se inmutó cuando Riko puso la punta de la hoja en los labios de Neil, pero estuvo
cerca. Jean se acercó a ellos, pero Neil no se atrevió a apartar los ojos de Riko para
mirarlo.

—Me encantará hacerte daño —dijo Riko—, como me encantaba lastimar a


Kevin.

—Eres una persona seriamente jodida —dijo Neil.

Riko deslizó el cuchillo en la boca de Neil y empujó, lo suficientemente fuerte


como para romper la piel de la comisura de la boca de Neil, pero no lo suficientemente
profundo como para causar un daño real.

—Cállate y acuéstate —dijo Riko—. No tenemos mucho tiempo, y le prometí al


maestro que te tendría en la fila antes de la práctica nocturna-

—Te odio —dijo Neil alrededor de la hoja.

—Acuéstate —dijo Riko de nuevo—, y pon tus manos en la cabecera.

Neil se estiró sobre su espalda y extendió la mano por encima de su cabeza. Jean
tomó sus manos para guiarlas al lugar correcto. Neil sintió madera bajo las yemas de
sus dedos y la agarró. Jean lo soltó solo para cerrar el frío metal sobre sus muñecas.
Neil trató de mirar, pero el cuchillo en su boca no lo dejaba moverse. Sin embargo,
Riko sintió que se tensaba y retiró su espada. Neil miró hacia arriba y se arrepintió de
inmediato. Esposas de metal le sujetaron las manos a la cabecera. Tiró de sus brazos
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tan fuerte como pudo, casi despellejándose las muñecas por el esfuerzo, pero la
cabecera ni siquiera crujió.

—¿Quién es tu rey, Nathaniel? —preguntó Riko.

Neil le escupió en la cara.

Riko se congeló, luego lentamente se estiró para tocar la saliva en su mejilla. Se


miró los dedos resbaladizos por un momento, necesitando ver el lío para creerlo, y
luego agarró el rostro de Neil con una mano de hierro. Abrió la boca de Neil y escupió
en ella. Una mano sobre su boca evitó que volviera a toser. Jean se subió a la cama y
se sentó sobre sus piernas antes de que Neil pudiera darle un rodillazo a Riko en la
espalda. Riko presionó el cuchillo contra el pecho de Neil y deslizó el borde debajo de
su piel.

—Voy a hacer que esto sea tan terrible como sé hacerlo —le prometió Riko—.
Cuando sea demasiado para ti, no dudes en llorar.
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16
—Pasajeros del vuelo 227 a Las Vegas, preséntese en la puerta A19. El
embarque comenzará en un momento.

Neil no recordaba haberse quedado dormido, pero parpadeó adormilado y se


quedó mirando las luces fluorescentes del techo. El vidrio frío repiqueteó contra sus
hombros y cabello donde estaba sentado apoyado contra una ventana. Escuchó el
rugido sordo de un motor a reacción mientras se precipitaba por la pista. El vidrio se
detuvo antes de que el ruido se desvaneciera. Se frotó los ojos con las manos
enguantadas y se arrepintió de inmediato. Los guantes ocultaban sus vendas, pero no
hacían nada por el dolor. Hizo puños con las manos, siseando entre dientes por lo
mucho que le dolía. Satisfecho de que sus dedos estaban todos contados, dejó caer sus
manos enguantadas sobre su regazo.

—Pasajeros del vuelo 1522 a Atlanta, tengan en cuenta: ha habido un cambio de


puerta. Ahora abordaremos este vuelo desde la puerta A16. Repito: el vuelo 1522 a
Atlanta, Georgia, ahora abordará desde la puerta A16. Por favor, preséntese en su
nueva puerta de inmediato para una salida rápida.

El anuncio volvió a sonar un par de segundos después, esta vez en español. Por
un momento, Neil se quedó desconcertado al ver que no estaba en francés. Había
pasado tanto tiempo con Jean que había olvidado que existía cualquier otro idioma.
Jean tenía prohibido técnicamente usar francés, ya que Riko no podía entenderlo, pero
se lo había susurrado a Neil cuando Riko no estaba lo suficientemente cerca para
escucharlo. Jean se burlaría de él por su confusión actual, excepto que Jean no estaba
aquí. Neil miró el asiento junto al suyo y solo vio su bolso. Jean no estaba a la vista.

Estaba en un aeropuerto, por lo que Jean debe estar al otro lado del control de
seguridad. Neil tendría que regresar y decirle que había dormido durante el vuelo. Sin
embargo, cuando miró a su alrededor en busca de una señal de salidas, reconoció los
muebles de mal gusto del Aeropuerto Regional Upstate.

Upstate estaba en Carolina del Sur, pero Neil no recordaba haber dejado
Virginia Occidental. Ni siquiera recordaba haber dejado el castillo Evermore. Neil se
agarró a los reposabrazos de su silla para incorporarse y miró por encima del hombro.
Estaba oscuro afuera; había caído la noche y él ni siquiera se había dado cuenta. Culpó
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a su memoria poco cooperativa, luego lo dejó pasar. No importaba cómo había llegado
ahí mientras estuviera ahí.

Llegar ahí fue solo la mitad de la batalla. La otra mitad era ponerse de pie. Neil
contuvo la respiración mientras se levantaba laboriosamente de la silla. Por un
momento estuvo seguro de que las piernas le fallarían. De alguna manera aguantaron.
Le dolía apretar la mano alrededor de la correa de su bolsa de lona, pero de todos
modos se agarró. No podía sentir su peso contra su cadera. Necesitaba saber que
estaba allí con él.

Caminó penosamente hacia Llegadas. Debería haber sido un paseo corto, pero
se movía con la velocidad y la gracia de alguien seis veces mayor que él. Cada
centímetro de él se sentía como si hubiera pasado por una picadora de carne. Llegó
hasta el punto de reclamo de equipaje antes de darse cuenta de que no tenía adónde ir
ni forma de llegar allí. Neil miró estúpidamente las cintas transportadoras y luego
cojeó hasta la pared. Lo siguió hasta que encontró una salida. Sus manos gritaron de
dolor mientras rebuscaba en su bolsa de lona, pero finalmente encontró su teléfono.
Estaba muerto, por supuesto. Probablemente había muerto hacía, ¿cuánto? ¿dos, tres
semanas? Neil lo enchufó y esperó.

Cuando tuvo suficiente energía para encenderse, inmediatamente comenzó a


cargar todos los mensajes perdidos de sus vacaciones. Neil intentó hojear sus
contactos, pero las alertas seguían apareciendo para interrumpir su progreso. Se rindió
y vio pasar los nombres. Como era de esperar, la mayoría de los textos eran de Nicky.
Incluso surgieron los nombres de Aaron y Allison. El único nombre que faltaba era el
de Andrew.

Por fin su teléfono había descargado todo del servidor y Neil podía entrar en su
lista de contactos. Neil vio primero el nombre de Andrew, luego el de Kevin, y
finalmente pulsó el tercer número de marcación rápida que Andrew programó en su
teléfono.

Wymack respondió al cuarto timbre. —¿Tienes una buena razón para


molestarme durante las vacaciones?

—No sabía a quién más llamar —dijo Neil. Apenas reconoció su propia voz. La
última vez que había hablado había estado gritando; aparentemente sus cuerdas
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vocales aún no se habían recuperado. Neil presionó la frente contra la pared y trató de
respirar. No recordaba cuándo respirar no era una tarea.

—¿Neil? —Todas brusquedad abandonó la voz de Wymack; ese filo era toda
alarma—. ¿Estás bien?

Neil sonrió. Se sintió como si le desgarrara la cara.

—No. No, no lo estoy. Sé que es un poco repentino, pero ¿puedes venir a


buscarme? Estoy en el aeropuerto.

—Espera ahí mismo —dijo Wymack—. Voy en camino.

Neil asintió, sabiendo que Wymack no podía verlo, y colgó. No tenía fuerzas
para permanecer de pie, así que se arrodilló y puso un temporizador en su teléfono
durante quince minutos. Cuando se apagó, tiró del cargador de la pared y sacó su bolso
al exterior. Se sentó en la acera con los pies en la cuneta, ignorando la forma en que
los conductores furiosos le avisaban. Neil estaba tan distraído que no se dio cuenta de
que Wymack se había acercado a la acera un poco más abajo hasta que una mano
pesada le rodeó el brazo.

—Arriba —dijo Wymack. Nos vamos de aquí.

Neil retorció su mano en la manga de Wymack y dejó que lo levantara.


Wymack abrió la puerta del pasajero para él y vio como Neil subía. Cuando Neil
estuvo bien metido dentro, el entrenador cerró la puerta de golpe y se dirigió al lado
del conductor. Neil se armó de valor para las preguntas, pero Wymack no le dijo nada.
Neil vio desaparecer el aeropuerto, vio letreros borrosos fuera de la ventana y cerró los
ojos.

Cuando los abrió de nuevo, estaba de espaldas en el sofá de Wymack. Wymack


había arrastrado la silla de su escritorio a la sala de estar para vigilarlo. Una botella de
whisky estaba casi vacía en la mesa de café entre ellos. La tapa estaba puesta, pero
Neil aún podía olerlo. Neil se incorporó, haciendo una mueca durante todo el camino,
y devolvió la expresión cautelosa de Wymack con una propia.

—Lo siento.
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—Suena como Neil —dijo Wymack—, pero no se parece a él. Tomaré tu


explicación desde el principio y sin tonterías, gracias.

Neil lo miró sin comprender. La respuesta estaba ahí, fuera de su alcance, un


destello azul, pánico y cristales rotos. Neil arañó desesperadamente su memoria, pero
su cuerpo se prendió antes que su mente. Alzó la mano para tocarse el pelo y Neil lo
recordó. El miedo era ácido en sus venas, lo comía vivo de adentro hacia afuera, y
Neil se puso de pie.

—No —dijo, pero era demasiado tarde para cambiar las cosas.

Wymack se levantó cuando Neil tropezó hacia la puerta, pero no trató de


detenerlo. Neil abrió la puerta del baño y encendió la luz. El rostro que lo esperaba en
el espejo era lo suficientemente horrible como para sacarle la fuerza de las piernas.
Neil escarbó en el fregadero mientras caía de rodillas, pero no era lo suficientemente
fuerte para sostenerse.

Neil se había teñido el cabello de marrón de vez en cuando, pero nunca de este
tono, nunca cerca de este tono. Este era su color natural, y esos eran sus ojos reales, y
este era el rostro de su padre. Los vendajes y los moretones no eran suficientes para
disfrazar al hombre que había visto en el espejo. Neil pensó que vomitaría, pero estaba
demasiado débil para manejarlo.

—Respira —dijo Wymack.

Neil no se dio cuenta de que se había detenido hasta que el puño de Wymack en
la espalda le devolvió el aire a los pulmones. Arañó la puerta del armario y se
atragantó con la primera respiración que logró. Tuvo que apretar los dientes contra un
grito que no se atrevía a emitir. Era demasiado tarde para decirle a Wymack que no
mirara. Era demasiado tarde para que Wymack fingiera que no lo había visto.
Wymack no sabía a quién estaba mirando, pero eso no importaba.

El clic de un mechero lo hizo retroceder justo antes de que pasara por ese borde,
y Neil tomó el cigarrillo que Wymack le ofreció. Lo acunó cerca y respiró tan
profundo como pudo. Le dolía respirar, pero lo hizo de todos modos. Cada respiración
sucesiva tiraba con fuerza de sus puntos y los vendajes pegados a su piel. Presionó su
mano libre contra su abrigo, tratando de sentir la gasa a través de la lana gruesa.
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Finalmente inhaló tan profundamente que se atragantó. Tosió con tanta fuerza que
pensó que rompería algo, pero en el extremo de la tos se estaba riendo.

Sonaba retorcido y mal en este espacio sofocante, pero Neil no podía detenerse.
Se mordió la mano para amortiguar el sonido, pero no ayudó. La histeria estaba a un
parpadeo de tomar el control.

—Neil —dijo Wymack—. Necesito que me hables.

—Creo que me quité los puntos —dijo Neil—. Siento sangre.

—¿Dónde? —preguntó Wymack.

—¿En todas partes? —adivinó e intentó desabrocharse los botones de la


chaqueta con una mano.

Wymack apartó la mano de Neil del camino. Neil dejó que Wymack peleara con
los botones y la cremallera, pero ambos tuvieron que quitarle el abrigo. Neil atrapó la
yema del dedo de un guante con los dientes y tiró, solo para hacer una mueca de dolor
por la forma en que su mejilla punzaba. Wymack notó la expresión y se acercó a la
cara de Neil. Neil no se había dado cuenta de que tenía vendajes en la cara hasta que
Wymack le quitó la gasa y la cinta adhesiva.

Wymack se quedó tan quieto que Neil pensó que se había convertido en piedra.
—Neil, ¿qué carajo tienes en la cara?

Neil se quitó el guante y se tocó la piel con los dedos desnudos. No sintió nada,
así que se agarró al fregadero e intentó ponerse de pie. Wymack lo dejó intentarlo una
vez por su cuenta, luego se levantó y tiró a Neil para que se pusiera en pie. Neil no
estaba listo para volver a ver su reflejo. Estaba menos dispuesto a ver el '4' tatuado en
su pómulo izquierdo.

Wymack no esperaba su reacción violenta. Esa fue la única razón por la que
Neil logró echarlo del baño. Neil pasó junto a él y corrió hacia la cocina. Para cuando
Wymack lo alcanzó, ya había sacado un cuchillo del bloque de madera del mostrador.
Wymack le agarró la muñeca antes de que Neil pudiera llevarse el cuchillo a su propia
cara. Neil luchó como una bestia enjaulada, pero Wymack golpeó con la mano el
mostrador hasta que Neil perdió el control. Neil se apresuró a coger el cuchillo, pero
Wymack arrastró a Neil al suelo con él. Él rodeó a Neil con ambos brazos y lo sujetó
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con fuerza, y no había nada que Neil pudiera hacer más que agotarse tratando de
liberarse.

—Oye —le dijo Wymack al oído, agudo e insistente—. Oye. Todo está bien.

Nunca había estado bien. Se acercaba en parches fugaces, en momentos robados


con sus compañeros de equipo y en sus victorias de último segundo, pero siempre
había sido eclipsado por esta terrible verdad. Cada vez que Neil parpadeaba recordaba
un poco más de sus vacaciones de Navidad. Cada vez que se movía sentía las manos,
las espadas y el fuego de Riko en su piel. Dejaría que Riko lo destrozara una y otra vez
porque era la única forma de sobrevivir, porque doblarse debería haber evitado que se
rompiera, pero Neil no sabía si podría recuperarse una vez más. No era lo
suficientemente fuerte para esto. Nunca lo había sido. Su madre lo había retenido, pero
ahora se había ido.

—Neil —dijo Wymack.

Wymack lo llamaba Neil, incluso cuando se veía así, incluso con el rostro de su
padre y los ojos de su padre y el número de Moriyama en su rostro. Wymack lo
llamaba Neil, y más que nada en el mundo, Neil quería que fuera verdad. Dejó de
luchar por liberarse; las manos que habían estado tratando de arrancarle los brazos a
Wymack ahora se aferraban a su vida.

—Ayúdame —dijo con los dientes apretados.

—Déjame hacerlo —replicó Wymack, por lo que Neil cerró los ojos. Wymack
no dijo nada más hasta que la respiración dificultosa de Neil finalmente se suavizó—.
¿Qué diablos pasó? La última vez que supe algo, pasarías la Navidad con tu tío.

—Mentí —dijo Neil—. Andrew volverá con nosotros el martes, ¿de acuerdo? Si
Easthaven aún no ha llamado a Betsy para organizar su viaje, lo harán pronto.

—Llamaron ayer —dijo Wymack—. ¿Qué tiene que ver Andrew con esto?

—Todo lo que importa —dijo Neil.

—Eso no es una respuesta.

—Lo siento.
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—Cállate —dijo Wymack, por lo que Neil se calmó. Se sentaron en silencio


durante un par de minutos más antes de que Wymack dijera: —¿Puedo soltarte y
confiar en que te comportes, o vas a intentar cortarte la cara de nuevo? Quiero
comprobar tus puntos de sutura.

—Me portaré bien —dijo Neil.

—Perdóname si no confío en ti —dijo Wymack, pero lo soltó.

Volvieron a ponerse de pie. Wymack lo decía en serio cuando dijo que no


confiaba en Neil, porque llevó a Neil de regreso a la sala de estar y fuera de la vista de
los cuchillos. Wymack le hizo un gesto a Neil para que se quitara la camisa, pero Neil
no pudo moverse lo suficientemente bien como para quitársela. Wymack lo miró un
momento y luego se fue a buscar sus tijeras de cocina. Se las blandió a Neil en una
pregunta, y Neil asintió. Se mantuvo perfectamente quieto mientras Wymack le
cortaba la camisa.

Wymack no dijo nada sobre las cicatrices. No dijo nada sobre cuántos vendajes
había envuelto Neil alrededor de su pecho y abdomen o cuántos moretones mostraban
alrededor de la gasa. Simplemente revisó a Neil con un ojo clínico y hurgó en cada
línea de puntos de sutura en busca de debilidades. Neil se quedó quieto y en silencio y
lo dejó trabajar. Se había desgarrado los puntos de su costado, cerca de la cintura, pero
de todos modos esa herida estaba casi curada. Wymack empujó la piel de Neil para ver
si sangraba y regresó con los dedos limpios.

Wymack se quitó los vendajes cubiertos de sangre y los dejó sobre la mesa de
café. Inspeccionó los daños y luego se fue. Neil escuchó un cajón abrirse y cerrarse, y
el grifo se abrió durante un par de segundos. Wymack regresó con un paño húmedo y
un pequeño botiquín de primeros auxilios. Neil trató de quitarle la tela, pero no pudo
cerrar los dedos lo suficiente como para sujetarla. Wymack apartó la mano del camino
y limpió la sangre seca de la piel de Neil. Dolía, pero Neil apretó los dientes y se
quedó en silencio.

Le hizo pensar en largas noches en la carretera, en recuperar el aliento en casas


seguras por todo el mundo. Por un momento, Neil recordó cómo se sentían los dedos
de su madre en su piel. Recordó el mordisco de las agujas entrando y saliendo
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mientras ella volvía a juntar su cuerpo roto. El nuevo calor subiendo por su garganta
para pinchar sus ojos era dolor. Neil parpadeó lo más fuerte que pudo.

—Un día vamos a hablar de esto —dijo Wymack en voz baja.

—Después de las finales —dijo Neil sin mirarlo—. Después de que derrotamos
a los Ravens. Entonces te diré lo que quieras saber. Incluso te diré la verdad.

—Lo creeré cuando lo vea.

Wymack sacó las vendas sucias y la toallita fuera de la habitación. Neil se


hundió en el sofá y miró la botella de whisky de Wymack. El vaso vacío de Wymack
estaba a un lado. No necesitó mucho trabajar para llenarlo y menos para bebérselo. El
calor era familiar, al igual que el regusto áspero.

—Creí que no bebías —dijo Wymack desde la puerta.

—No lo hago —dijo Neil—, a menos que tenga que hacerlo. Usábamos alcohol
como anestésico porque no podíamos arriesgarnos a ir al hospital. —Las palabras le
quemaron los labios más que el whisky. Neil dejó el vaso y dejó que sus dedos se
demoraran en el borde. No la soltó hasta que estuvo seguro de que su mano no estaba
temblando, y luego trazó la más fea de sus cicatrices con su dedo índice—.
Demasiadas preguntas. Demasiado tiempo perdido. Era más seguro beber para
eliminar el dolor.

Apretó la mano y la bajó a su regazo. —¿Es eso suficiente, entrenador? Es una


verdad a crédito para darte hasta la primavera.

—Sí —dijo Wymack—. Es suficiente por ahora.

Wymack envolvió las heridas de Neil con vendas frescas y luego recuperó su
silla. El par se sentó en silencio, Wymack mirando a Neil y Neil estudiando sus
manos. Neil luchó con su memoria poco cooperativa, tratando de recordar su estadía
en Evermore. Cuando la pieza más importante encajó en su lugar, Neil finalmente
pudo respirar.

—No lo firmé —dijo Neil, levantando la vista de sus manos. Se llevó los dedos
a la cara. No podía sentir su tatuaje, pero había visto el de Kevin con tanta frecuencia
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que sabía exactamente dónde estaba—. Me dio un contrato, pero yo no lo firmaría. No


pudo obligarme. Esto no significa nada. Sigo siendo un Fox.

—Por supuesto que sí —dijo Wymack.

Neil asintió y miró el reloj. Faltaban cinco para la medianoche.

—¿Vamos a ver caer la pelota? Quiero pedir un deseo.

—Pides deseos a las estrellas fugaces —dijo Wymack—. El Año Nuevo es para
resoluciones.

—Eso también está bien —contestó Neil.

Wymack sacó su control remoto de debajo de un cojín del sofá y encendió la


televisión. El ruido y la música llenaron la habitación. Las cámaras recorrieron la
multitud mientras una banda actuaba en el escenario. Neil buscó entre la multitud los
rostros de sus compañeros de equipo, sabiendo que no los vería, pero necesitaba mirar
de todos modos.

Revisó su teléfono, encontró que la batería parpadeaba críticamente baja y abrió


su buzón de mensajes de todos modos. No los leyó. No tenía tiempo y la batería no
duraría lo suficiente. Sin embargo, tenía el poder suficiente para redactar un mensaje
grupal, por lo que les dio un simple “Feliz año nuevo” a los Foxes. Betsy les había
dicho que el teléfono de Andrew fue confiscado durante su estadía en Easthaven, pero
Neil agregó su número de todos modos y presionó ENVIAR.

La respuesta fue casi inmediata. Para cuando la cuenta regresiva de la


medianoche comenzó en la pantalla, cuando Neil miró hacia arriba y vio cómo la bola
destellante comenzaba a descender, ya había tenido noticias de todo su equipo, la
mayoría de ellos en mayúsculas y con signos de exclamación extraños. Los había
ignorado durante la Navidad, pero ahora parecían emocionados de saber de él. Él era
su familia. Ellos eran la suya. Ellos valían cada corte, moretón y grito.

Neil vio cómo la pelota tocaba fondo. Era enero. Era un año nuevo. Faltaban
dos días hasta la liberación de Andrew, once días hasta el primer partido de
campeonato y cuatro meses hasta la final.
Traducción por:

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Enfrentarse a los Foxes en la corte esa primavera sería el último error que Riko
cometería.

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