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LA LEYENDA DE LA TORRE DE BABEL

La Torre de Babel (en hebreo, ‫ מגדל בבל‬Migdal Babel; y en griego antiguo Πύργος τῆς Βαβέλ, Pirgos
tēs Babel) es una significativa edificación mencionada en el Génesis, la cual fue construida por los
hombres en tiempos inmemoriales y que se suele asociar con el histórico zigurat Etemenanki de la
antigua ciudad de Babilonia.1

Este edificio, en cuya cúspide estaba la Esagila —templo dedicado a Marduk—, originalmente tenía
siete pisos y más de 90 metros de altura, según se ha creído hasta el momento, si bien un nuevo
estudio realizado por el historiador español Juan Luis Montero, de la Universidad de A Coruña,
sugiere que, en realidad, no habría superado los 60 metros, aunque pocos de sus restos permanecen
en la actualidad.

La Torre de Babel no solo es una edificación clave en la tradición judeocristiana, mencionada en el


Antiguo Testamento, sino que también pertenece al ideario universal y su historia ha trascendido
generaciones. Pero la leyenda de la torre reposa sobre una realidad, pues existía en efecto en
Babilonia una construcción de varios pisos y de origen desconocido, que fue ya restaurada en
tiempos de Nabopolasar (625-605 a. C.), fundador de la dinastía caldea.

Incluso esta construcción se llamaba Etemenanki, que puede ser interpretado #784323487 como
«la mansión de lo alto entre el cielo y la tierra», concordando con las principales interpretaciones
del capítulo 11 del Génesis que afirman sobre la construcción de la torre, que los hombres
pretendían alcanzar el «Cielo». Una inscripción que data del tiempo de Nabopolasar señala:
«Marduk [el gran dios de Babilonia] me ha ordenado colocar sólidamente las bases de la Etemenanki
hasta alcanzar el mundo subterráneo y hacer de este modo que su cúspide llegue hasta el cielo». En
otra inscripción, de los tiempos de Nabucodonosor II, se precisa que la decoración de la cúspide
estaba hecha de «ladrillos de esmalte azul brillante», es decir, adornada del color del cielo,
perfectamente adaptada para dar la impresión de que el edificio se perdía en el azul infinito.

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