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Armando Di Filippo, autor

El Desarrollo y la Integración de América Latina: Una Odisea


Inconclusa

Santiago: Ediciones de la Universidad Alberto Hurtado, 2021

Segundo Comentario de Howard Richards: La convivencia


sana comienza con la ética, sigue con la ética, y queda
siempre normada por la ética.

Re Paginas 31-48, partiendo con “Desarrollo, Capitalismo y


Ética Social”

El famoso economista Abba Lerner una vez me dijo:

“La ciencia económica es la ciencia de los valores, en la


medida en que los valores han sido cuantificados. La filosofía
es la ciencia de los valores en la medida en que los valores
no han sido cuantificados todavía.”

En las páginas aquí comentadas, Armando di Filippo


proyecta otra visión, desmintiendo la visión de Lerner. La
visión de di Filippo es una visión profundamente enraizada en
la ética. Es otra visión de lo que es, y de lo que puede ser, la
ciencia económica. En vez de proyectar el futuro de la
humanidad como un futuro en el cual la cuantificación y la
1
tecnificación superan las adivinanzas brutas, orientándose
con criterios exactos y certeros gracias al progreso de la
ciencia di Filippo propone, aunque sea con una voz suave y
medida, un futuro en el cual se recupera y perfecciona la
toma de decisiones políticas y económicas por la educada
deliberación que caracteriza las grandes civilizaciones del
mundo, y especialmente la tradición aristotélica del occidente.
No camina en el sendero proyectado por Abba Lerner.
Camina en el sendero de Amartya Sen, de Martha
Nussbaum, y de Alasdair MacIntyre, cuya norte no es la
perfección de la ciencia por la cuantificación de todos los
valores, sino la potenciación de las capacidades humanas y
la perfección de las virtudes.

El texto que sigue el título de estas páginas (31-40)


“Desarrollo, Capitalismo y Ética Social” muestra que este
título ordena las normas que organizan la convivencia al
revés de su orden histórica, y al revés de su orden lógica.
Primero y más fundamental es la ética social. El pensamiento
que ofrece en este comentario agrega que cuando científicos
como Francisco Varela y Humberto Maturana encuentran los
fundamentos de la ética ya en la biología de la evolución, y
hasta antes de la existencia de los seres humanos, e incluso
en el autopoesis de la vida unicelular, tienen la razón. Tuvo

2
razón también Emile Durkheim cuando escribió que ningún
grupo humano, por arcaico que sea, puede sobrevivir sin
organizar su convivencia con normas. Reconocen este hecho
fundamental también Marx y Engels, aunque sea en otra
forma: Escriben en La Ideología Alemana, que el hecho
primero que tiene que ser el punto de partida de las ciencias
sociales es la existencia de los seres humanos. Aquella
existencia, a su vez, ya presupone que el funcionamiento
físico de los medios que hacen posible la existencia de los
seres humanos ha sido organizado, v. gr. normado.

Cuando por fin llegó la época del capitalismo –hace


cuatro siglos, más o menos, dependiendo de cuál de sus
varias definiciones se adopta—más que la noventa cinco por
ciento de la historia humana ya había transcurrido.

“Desarrollo” llegó a ser la consigna de las políticas


públicas, y el norte de la brújula moral organizando las
energías humanas, recientemente, después del fin de la
segunda guerra mundial.

Alfred Marshall, en el primer capítulo de sus Principles


of Economics (primera edición 1893) observa que la ciencia
economía tardó en llegar a existir porque el objeto que
aquella ciencia estudia, a saber, la sociedad industrial

3
moderna, tardó en llegar a existir. Marshall anticipa que
algún día otro tipo de sociedad va a llegar a existir que va a
requerir otra ciencia para su comprensión y manejo, y no la
ciencia económica que, en su primer capítulo, él comienza a
enseñar en sus Principles. El futuro, así proyectado por
Marshall no es la utopía positivista sugerida por Lerner, en el
cual la filosofía deja de existir por ser inútil, por ser superado,
y los seres humanos expresan todo el pensamiento que es
necesario expresar en los bits y bytes de la programación de
las maquinas que piensan.

En esta serie de comentarios a Di Filippo, parto de la


base que el día anticipado por Marshall ya llegó. Estamos
frente a otra realidad. Es una realidad cuya fuerza aplastante
está en el calentamiento global y en general en la ecología.
Requiere otra ciencia, y más que ciencia lo que Paulo Freire
llamaba “acción cultural” --la concientización, la organización,
y la colaboración entre todos los sectores en pos del bien
general de todos, de cada quien, y de la Pacha Mama.

En las primeras páginas aquí comentadas, paginas Di


Filippo trata del origen del actual sistema mundial en los
países centrales, en Europa y en Norteamérica en el siglo
XVIII, y del origen de las ciencias económicas en los escritos

4
de Adam Smith. Anticipa un poco lo que va a detallar
después: el papel de América Latina y los países periféricos.

Ya en Smith nace la “noción” pero no la palabra, de lo


que dos siglos después va a ser el norte de las políticas
públicas –tanto socialistas como capitalistas—del siglo veinte,
a saber, el desarrollo. Se pretendió sacar los países
periféricos del “subdesarrollo” y conducirlos a la tierra
prometida del “desarrollo.”

Comento que, la noción de desarrollo, sin la palabra


“desarrollo” tiende a ser expresado en Smith con la palabra
“improvements” o sea mejoramientos. Los típicos
improvements nacen de inversiones para mejorar las tierras
agrícolas, mejorando el drenaje o el regadío. La inversión
mejora la productividad. Di Filippo destaca el concepto de
productividad. Dos siglos después el “subdesarrollo” atribuido
a la mayoría de la humanidad iba a ser diagnosticado como
un resultado de su baja productividad. El remedio recetado
fue la tecnología avanzada hecho posible por la inversión –
como ya en el siglo XVIII se consiguió más trigo de la misma
tierra y del mismo trabajo invirtiendo en mejoramientos.

La “productividad” se mide por la razón entre las horas


de trabajo requerido para producir y el valor en el mercado

5
del producto. Ambos son números. Así se cuantifica el
estudio de los valores.

Hay más. Lo que más sube la productividad es la


división del trabajo. El famoso ejemplo de Smith es la
fabricación moderna de clavos. Cada trabajador se dedica a
repetir una pequeña parte de la tarea, y el resultado es cien o
mil veces más clavos con los mismos insumos y una más
inteligente organización del trabajo. PERO, nota bene, Smith
destaca que la división del trabajo, a su vez, tiene su
prerrequisito: el ahorro. Sin el capitalista, cuyo ahorro previo
lo hace posible pagar (y así alimentar) a los trabajadores en
el largo intervalo entre el comienzo de la producción y la
eventual venta del producto, no hay producción moderna
posible.

Ya se perfila la ideología liberal que en el siglo veinte


Antonio Gramsci iba a llamar una hegemonía: los intereses
económicos de la clase inversionista se presentan como
idénticos a los intereses económicos de la sociedad entera: a
saber, conviene a todos diseñar las instituciones y las
políticas públicas para favorecer la rentabilidad de las
inversiones y la acumulación del capital. A esto se atribuye el
aumento la productividad, y con ella el aumento de la
prosperidad general.
6
Así la “noción” de desarrollo en sus comienzos en el
siglo XVIII fue una noción económica cuyo contenido definió
una nueva ciencia, la ciencia económica. Su tendencia fue
postergar la ética y reemplazar los viejos criterios éticos con
los nuevos criterios científicos. En la segunda mitad del siglo
XX y hoy en el siglo XXI cobran fuerza ideas que matizan los
criterios económicos. Regresan los criterios éticos, inclusos
los criterios aristotélicos, los criterios del buen vivir de los
pueblos originarios, y las nuevas éticas típicas del siglo XXI
provenientes del feminismo y de la conciencia ecológica.

Aceptemos con los debidos matices que, los


economistas del siglo XVIII, tanto los franceses como Smith y
otros autores británicos, en materia de ética se destacaron
principalmente por lo que NO creyeron. No creyeron en la
iglesia católica, ni en sus instituciones ni en sus enseñanzas,
ni tampoco en las versiones del protestantismo afines.1 No
creyeron la doctrina tomista del precio justo. No creyeron en
la justicia distributiva ni en su corolario la justicia conmutativa
(corolario en el sentido que la segunda corrige desviaciones
de la primera) de Aristóteles. No creyeron que la avaricia fue
un pecado mortal (El filósofo amigo de Smith, David Hume,
escribió un ensayo argumentando que la avaricia fue una
1
Andrés Monares, Oikonomía, Economía Moderna, Economías. Segunda edición. Santiago: ONG
Werquehue, 2020.
7
virtud 2). Lo que más destaca Di Filippo es que no
compartieron el criterio tradicional que el egoísmo es malo
mientras dedicarse al servicio de los demás es bueno.

En el siglo XIX, en cambio, con Jeremy Bentham (1748-


1832) el utilitarismo pretende fundamentar la ciencia
económica –o una ciencia económica debidamente reformada
—con sólidas bases éticas. (Di Filippo, paginas 40-41) Ya no
se trata de escoger entre criterios económicos y criterios
éticos. Los mismos criterios económicos son a la vez criterios
éticos. Las normas económicas y las normas éticas son las
mismas. Son aquellas que conducen al mayor bien del mayor
número.

Di Filippo no está de acuerdo. Cuando Di Filippo


defiende la “ética social” y a veces defiende simplemente “la
ética” y cuando él propone transformar la economía con
criterios éticos, no se refiere a una ética social utilitaria.

En mi primer comentario hice hincapié en la “libertad


metafísica” cuya fuente emblemática que se encuentra en las
doctrinas éticas y la jurisprudencia de Immanuel Kant, y en el
patriarcado simbolizado por el pater familias del antiguo ley
romana –promovido al estatus de normas eternas y

2
David Hume, Of Avarice (1741). Republicado en David Hume, Essays Moral Political and Literary.
Indianapolis: Liberty Fund, 1995. Páginas 565-573-
8
universales en la filosofía de Kant. La libertad metafísica está
establecida en las bases de las instituciones que nos
dominan, aunque ellas no han sido creadas por ningún ser
humano ahora viviente. La libertad metafísica de Kant vive
aún en nuestro inconsciente colectivo. Quizás perduran
sentimientos kantianos porque la libertad metafísica es parte
de la normatividad y de la mentalidad impuestas por la gran
transformación económica que fue la llegada de la
modernidad capitalista. Si es así, Kant no inventó nada.3 Kant
fue más bien el genio que supo articular en frases lapidarias
el nuevo sentido común europeo.

Su ensayo En Defensa de la Usura4 delata que la


libertad metafísica kantiana fue también parte de la
inconsciente colectivo de Jeremy Bentham. La usura era
prohibida, y en principio sigue siendo prohibida, por la ética
social cristiana y por la ética social islámica. En la temprana
modernidad Bentham la defendió. El criterio utilitario de
Bentham, según él mismo, es que se debe hacer lo que
maximiza el placer y minimiza el dolor del mayor número de
personas. En su teoría de la legislación, Bentham intenta
cuantificar este criterio. Lógicamente se sigue que, se debe
3
El mismo Kant escribe al comienzo de su Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres
(traducción publicado por Pedro Rosario, San Juan, Puerto Rico, 1921, original alemán 1795) que
su doctrina moral no inventa nada. Kant se dedica a defender el sentido común moral de los
cínicos que lo critican.
4c
1787.
9
limitar la libertad en los casos cuando establecer límites
(“prohibir el libertinaje”) conduce al mayor bien. Pero en su
defensa de la usura, no sale nada por el estilo. La prohibición
de la usura es un abuso porque es intolerable coartar la
libertad de las personas. Bentham intercala esta justificación
de la usura con otras que se refieren a placeres y dolores. Si
la persona jurídica Falabella y la persona natural Juan Pérez
se ponen de acuerdo que las compras financiadas con una
tarjeta de crédito se pagan con un veintidós por ciento anual
tasa de intereses, es intolerable que el estado o la iglesia
intervenga para bajar la tasa, y más intolerable aun bajarla a
cero. (En el medioevo la prohibición de usura fue absoluta,
tasa cero; hoy existen en algunos países leyes “contra la
usura” que fijan límites a las tasas.)

Al parecer, Bentham nunca separó en su propia mente


el criterio placer y el criterio libertad.

John Rawls aclara la lógica de la ética liberal en su


esmerada examinación de la filosofía moral de Kant.5 Una
lógica económica normal pesa en la balanza los costos y los
beneficios de distintas opciones. Pero el imperativo
categórico exige que ciertas opciones sean siempre
descartadas. Ni son pesadas en la balanza.
5
John Rawls, Lectures on the History of Moral Philosophy. Cambridge MA: Harvard University
Press, 2000. Especialmente paginas 217-234
10
Una sociedad liberal puede ser utilitario solamente
hasta cierto punto. ¿Por qué? Porque con todos sus
defectos, y sobre todo en las manos de utilitarios posteriores
más sofisticados que Bentham, como John Stuart Mill (1806-
1873) y A.C. Pigou, (1877-1959), el utilitarianismo implica
más flexibilidad en el diseño de las instituciones humanas que
el capitalismo conservador aguanta. Pigou sostuvo que el
traspaso de dinero de los más prósperos a los menos
prósperos aumenta, ceteris paribus, el total de bienestar de
una sociedad.6 Una libra esterlina en el bolsillo de un pobre
vale más que la misma libra esterlina en el bolsillo de un rico.
Cuando la medición de la felicidad y la medición de la miseria
de las personas --con miras a diseñar instituciones y políticas
para maximizar el primero y minimizar el segundo-- amenaza
con poner en peligro sus principios sagrados, la ética liberal
deja de ser utilitario. Gana el imperativo categórico y pierde
el mayor bien del mayor número.

Las páginas 41 a 48 parten con una breve discusión de


la filosofía económica de Karl Marx. Comienzan identificando
la fuente histórica de la teoría liberal de valor. A saber: “En
el caso de Locke [John Locke (1632-1704) el escritor que
formuló las doctrinas principales de los ganadores de la

6
A.C. Pigou, The Economics of Welfare. London: Macmillan, 1920.
11
revolución inglesa de 1688] este ordenamiento [vale decir, el
re-ordenamiento de las instituciones e ideas europeos que
constituyó la modernidad] consideraba a la propiedad privada
como un derecho natural cuyo origen y legitimidad debía
buscarse en el trabajo humano, y por esa vía, contribuía a la
elaboración de una teoría de los mercados en que los precios
se consideraban como una medida del trabajo contenido en
los bienes. Desde este punto de vista Locke es un
predecesor de las teorías de valor trabajo sostenidas por los
economistas clásicos [notablemente Smith y Ricardo] y por
Marx.” (de página 42)

Las palabras citadas de Di Filippo valen oro. Hacia


fines del siglo XIX los marginalistas (Menger, Jevons y
Walras) expulsaron de la economía ortodoxa no solamente el
valor trabajo, pero todos los criterios objetivos, e instalaron
teorías de valor subjetivo –de valor creado por el libre
albedrio expresado en las preferencias reveladas7 de los
consumidores soberanos. Pero retuvieron la identificación del
sueldo legitimo con la contribución al valor del producto del
trabajador, y por lo tanto retuvieron la idea que su trabajo es
su propiedad que el trabajador vende en el mercado. En este
sentido, hasta el día de hoy la filosofía de la propiedad de
7
La frase “revealed preference” fue aportado posteriormente en el siglo XX, por Paul Samuelson.
Paul Samuelson, Consumption Theory in Terms of Revealed Preference. Economica. Volumen 15,
Numero 60 (1948) pp. 243-253.
12
Locke sigue siendo el fundamento, por ejemplo, de la teoría
de los recursos humanos de Gary Becker, y en general de las
últimas novedades de la ciencia económica ortodoxa cuando
aquella ciencia es aplicada a la comprensión de los sueldos.

El estructuralismo latinoamericano nos va a ofrecer


otras opciones. Uno podría mencionar, además, una serie de
escuelas de pensamiento alternativo, con varios nombres,
que abren pistas hacia un sendero transitable hacia un futuro
solidaria y sustentable. Alguna combinación de ellas –alguna
“coalición de discursos” al decir de Catherine Odora Hoppers8
—promete ser nuestra esperanza. El próximo paso en el libro
aquí comentado destaca que el Marxismo ortodoxo, visto
como una especie de pensamiento ortodoxo de izquierda, no
promete ser nuestra esperanza. Al contrario, por no
cuestionar el concepto de propiedad de John Locke, sino al
contrario asumirlo, aparentemente en forma inconsciente, no
responde a la realidad de nuestra época. La realidad de
nuestra época es que la gran mayoría de la mano de obra de
los seres humanos vale muy poco en el mercado. Con el
avance de la tecnología, vale cada día menos. Por lo tanto,
reclamar que la apropiación de la plusvalía por el capitalista,
robando al trabajador de su legitima propiedad como dueño
8
Catherine Hoppers and Howard Richards, Rethinking Thinking. Pretoria: University of South
Africa, 2010. Estamos preparando una segunda edición.
13
de su propio trabajo, no es ninguna solución. Es cierto que
no es justo que los dueños de las propiedades muebles e
inmuebles gozan a menudo de enormes ingresos y de
enormes riquezas acumuladas, mientras los desposeídos, en
muchos casos – aproximadamente ocho cientos millones de
casos según las cifras más recientes del Banco Mundial—
pasan hambre. Pero esto es una cuestión de justicia, y la
justicia es un concepto ético. La tradición marxista ortodoxa,
sin duda con grandes méritos intelectuales y prácticos a
pesar de sus grandes defectos, lamentablemente pretende no
fundamentarse con normas éticas. Opta por fundamentarse
con ciencia. Pero es una ciencia cuyas premisas son ciertas
estructuras sociales construidos históricamente y
socialmente, partiendo al principio del primer capítulo del
primer tomo de El Capital con el simple intercambio de una
mercancía por otra. Ahora son globales, pero originalmente
eran europeas. Llegaron a ser dominantes en Europa por la
fuerza de las armas, notablemente en Inglaterra en la
revolución gloriosa de 1688 que impuso por la fuerza la
filosofía política de John Locke. Locke fue, además, notable
entre los inspiradores de la constitución estadounidense de
1789. Ahora, en 2022 y 2023, lo que menos conviene a
homo sapiens es que los trabajadores –en su mayoría, sin

14
considerar a los poseedores de conocimientos y destrezas
apetecidos por los mercados laborales—sean pagados lo que
vale su trabajo, pensando su trabajo como aquella mercancía
que los trabajadores venden.9 Su trabajo pensado como
mercancía a vender ya vale poco o nada. Más vale liberar la
mente de las cadenas lockeanas y pensar en vidas dignas
para todos financiadas por excedentes. (Un tema para
desarrollar en comentarios futuros, y ya desarrollado en otras
obras.10)

Además: “¿Dónde entran los seres humanos, y con


ellos la ética social, en estos procesos? [en los procesos
históricos representados por Marx en El Capital 11] En
ninguna parte.” (página 43)

Esta cita critica la tendencia en el marxismo de leer la


historia, como decía una vez Federico Engels, suponiendo
que Marx había descubierto las leyes de la historia como
Newton había descubierto las leyes de moción del universo

9
Cuando Marx en El Capital se refiere al trabajo como mercancía, habla con ironía. Marx
claramente percibe que, por las leyes burgueses, la fuerza de trabajo es una mercancía, pero que
la realidad es otra: no es, o por lo menos no debe ser, una mercancía. Sin embargo, representa
los procesos históricos como procesos impersonales, destinados a llegar a sus inevitables
destinos.
10
Howard Richards, with Gavin Andersson, Economic Theory and Community Development: why
putting community first is essential to our survival. Lake Oswego OR: World Dignity University
Press, 2022. Disponible en Amazon y otros sitios como Kindle ebook.
11
Este reparo parece no referir al Marx joven, al Marx humanista, al Marx quien, según los criterios
de Althusser y Balibar, todavía no fue marxista. Louis Althusser et Etienne Balibar, Pour Marx.
Paris: Maspero, 1969.
15
físico. Hoy en las aulas académicas es común encontrar a un
estudioso auto-identificado como “Marxista no determinista.”
No tendría sentido especificar que su versión no es
determinista, si no habrían existido históricamente fuertes
corrientes deterministas del Marxismo Efectivamente, como
observa Di Filippo, Marx mismo en su prefacio a la primera
edición de Capital sostiene que hasta el capitalista rico tiene
que conformarse con imperativos creados por relaciones
sociales que él no puede cambiar, pero –y en esto reside la
diferencia entre socialismo utópico y socialismo científico al
decir de Engels—el mismo capitalismo va a crear las
condiciones que determinarán su propia superación.

También esta misma cita invita una conversación en


torno al significado de la frase “ética social.” Si el
determinismo, Marxista o no, excluye la ética social, entonces
la versión de la ética que el autor recomienda a sus lectores,
tiene que ser una versión no-determinista de la ética.

A veces, y ahora parece ser una de aquellas veces,


conviene distinguir entre “moral” y “ética.” Por sus
etimologías son sinónimos. El primero viene del latín, el
segundo del griego. Ambas raíces significan “costumbres,”
“reglas de convivencia” o “normas.” Hoy a veces se dice “los
códigos del medio.”
16
Aristóteles y John Dewey, entre otros, nos dan buenas
razones para distinguir la moral de la “ética,” y por lo tanto
distinguir la “ética social.” Si sigamos la tradición africana que
trata el equivalente de “humano” en sus lenguajes indígenas
como un adjetivo que uno tiene que merecer por su conducta,
y no como un estatus que todos tenemos, y que todos
tenemos en grado igual, por el mero hecho de haber nacido,
podemos decir que por practicar una ética social uno llega a
ser “más humano.” Y que una sociedad que descarta la ética
social es una sociedad “menos humana.”

Ética es la deliberación racional, a fin de ordenar, mejor


practicar, y subir el nivel de la moral; y es el cultivo adrede de
las virtudes necesarias para el buen funcionamiento de las
instituciones sociales.12 Su paradigma, en el sentido que ha
dado Thomas Kuhn a la palabra “paradigma” es la Ética a
Nicómaco de Aristóteles. (ca.353 antes de Cristo)

John Dewey (1859-1952) nos da dos razones más por


destacar la ética social. Observa que nadie sabe a ciencia
cierta las razones por las cuales la moral vigente en un medio
dado es lo que es. Aquellas causas de la vigencia de ciertas
normas morales y no otras puedan incluir lo que una clase

12
Alasdair Mcintyre, Historia de la ética. Barcelona: Paidós, 2010. Aristóteles concibió otro libro
suyo, su Política, como la continuación de su obra sobre la ética. En la Política define un polis
como un grupo de personas que se acuerdan vivir juntos bajo un concepto común de la justicia.
17
dominante promueve para servir sus intereses, o puede
incluir normas favorecidas por las tendencias biológicas del
cuerpo humano, o pueden ser resultados de la deliberación
colectiva en el pasado, o pueden ser adaptaciones
funcionales para la sobrevivencia del grupo, o las enseñanzas
de una religión o de un líder carismático …este listado no
tiene fin. Siendo Dewey un filósofo comprometido con los
valores democráticas, en su filosofía de la educación (que fue
el tema de la tesis doctoral del joven sacerdote chileno
Alberto Hurtado, SJ) Dewey propone la enseñanza
transversal de la ética social, participativa y no dogmática,
según las oportunidades para examinar y mejorar la moral
que ofrezca cada asignatura.13

La segunda de las dos razones aludidas, planteadas por


Dewey ya en 190814, anticipa ciertos hallazgos de la biología
y la psicología actual. Hoy sabemos que el cuerpo humano es
el cuerpo de un animal social, destinado por su ADN a
convivir con otros. Un ser humano normal, naciendo y
creciendo en condiciones normales ya ha sido cableado para
asumir y defender las normas de su clan o tribu. Pero no es
cableado para comprender y defender los DDHH universales.
13
Ver las obras pedagógicas recientes de Alicia Cabezudo de la Universidad de Rosario,
Argentina, y de Magnus Haavelsrud de la Universidad Científica de Noruega, por ejemplo,
Haavelsrud, M. con Cabezudo A., El poder de la educación: aprendizajes para vivir en libertad.,
Oslo: Arena. 2010.
14
John Dewey and James Tufts, Ethics. New York: Henry Holt, 1908.
18
Los DDHH son productos de la ética. Las tendencias
cableadas en el cuerpo humano favorecen más una moral de
“nosotros” contra “ellos”. El racismo es un vicio típico de
nuestra especie, como las son también otras tentaciones
físicas. La paz, la justicia, y la sustentabilidad no van a llegar
a existir por los cableados instintos humanos, como los nidos
de los pájaros llegan a existir por los instintos cableados de
los pájaros. Si la cultura no enseña la ética, por la pura
biología humana no habrá ética.

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