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MONICION DEL DOMINGO XIX TIEMPO ORDINARIO

MONICION DE ENTRADA

Bienvenidos hermanos, a esta celebración dominical en la que Dios nos


seguirá instruyendo con su Palabra. En Esta Santa Eucaristía demos gracias a
Dios por el don de la vida, y pidámosle que nos ayude a estar preparados para
recibirle el día de nuestro encuentro personal con Él. De pie y alegres
cantemos juntos el canto de entrada.

MONICION PRIMERA (Sabiduría 18, 6-9)

El libro de la Sabiduría parece haber sido redactado apenas 50 años antes del
nacimiento de Jesús. El pasaje de hoy se ubica en la tercera parte del libro (los
capítulos 16 al 19), en el que se presenta un conjunto de contrastes entre la
actitud de Dios con los egipcios y con los israelitas en el contexto del éxodo.
Atentos escuchemos

MONICION SEGUNDA (Hebreos 11, 1-2.8-19)

El capítulo 11 de la carta a los hebreos nos presenta el listado extenso de


personajes que actuaron movidos por la fe y cuyos nombres constan en la
historia veterotestamentaria de la salvación. Atentos escuchemos

MONICION EVANGELIO (San Lucas 12, 32-48)

El evangelio que proclamamos el domingo la semana pasada trataba de los


efectos devastadores de la riqueza, y advertía contra la codicia y la presunción
de que a través de las posesiones. Hoy, el énfasis, puesto en un contexto
escatológico, recae sobre la manera de actuar responsablemente. De pie
entonemos el canto del aleluya.

MONICION DE OFERTORIO

Señor, con el pan y el vino te presentamos nuestra vida. Haz de nosotros un


instrumento de tu amor, toma nuestro ser, ven y actúa en cada uno de
nosotros.”
MONICION A LA COMUNION

En la Eucaristía esta nuestra fuerza para conocer, amar y servir a Dios a través
de nuestro prójimo. Unidos por este amor acerquémonos a recibirle con
alegría.

MONICION DE DESPEDIDA

No olvidemos que Jesús esta en cada uno de nosotros, por eso debemos
dejarlo actuar y ser prójimo con todos. Vayamos a casa llenos de alegría a
poner en práctica lo que aquí hemos escuchado.

ORACIÓN PARA COMULGAR ESPIRITUALMENTE

Jesús mío, creo que Tú estás en el Santísimo Sacramento; te amo


sobre todas las cosas y deseo recibirte ahora dentro de mi alma; ya
que no te puedo recibir sacramentalmente, ven a lo menos
espiritualmente a mi corazón.

Señor, no soy digno ni merezco que entres en mi pobre morada, pero


di una sola palabra y mi alma será sana, salva y perdonada. El
Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, guarden mi alma para la vida eterna. Amén.

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