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El contrato es una de las más importantes instituciones del Derecho Civil Patrimonial.

Debido a
su uso extendido e intenso entre los actores del mercado, la contratación civil tiene un rol
estelar dentro de la disciplina jurídica, de tal manera que esta hoy sería inconcebible sin el
Derecho de los Contratos.

Y no podría ser de otra forma pues el contrato es el instrumento que no solo permite asegurar
o transferir derechos sino que también posibilita que los particulares delimiten su contenido.
Por ello, muchas discusiones judiciales se resuelven interpretando la voluntad de las partes
expresada en el contrato o, en todo caso, el comportamiento de estas antes, durante y
después de su celebración.

Otra de las principales razones del éxito del contrato es su adaptabilidad. El contrato ha sabido
mutar sus características para incorporar en sus dominios las nuevas expresiones negociales y
las condiciones contemporáneas del mercado. En efecto, el fenómeno de la contratación
masiva y el derecho del consumidor, así como el uso de las nuevas tecnologías de la
información, han terminado recepcionando al contrato y sus instituciones como fuente
ineludible de regulación.

Por esto la llamada crisis del contrato es solo una apariencia. Al contrario, el que el contrato
haya sabido adaptarse y extenderse a nuevas áreas revela una vitalidad singular. Pueden
existir ciertas expresiones o reglas que queden atrás, pero solo para dar paso a nuevas y
renovadas expresiones del Derecho de los Contratos, lo que permite que el fenómeno de la
contratación se integre completamente a las cada vez mayores y complejas exigencias del
mercado.

Pero si bien es cierto que el Derecho de los Contratos se ha adaptado a las nuevas formas de
contratación, también es cierto que estas necesitan de aquel para completar su regulación o
llenar los vacíos no previstos por las partes en el acuerdo o que no encuentran rápida y/o clara
solución utilizando los usos y costumbres negociales. Entonces, reglas como la buena fe de las
partes, el consentimiento, la fuerza vinculatoria del contrato, la conclusión del contrato a plazo
indeterminado, la resolución de los contratos de prestaciones recíprocas, la regulación de los
contratos típicos, entre muchas otras, son aplicadas directa o supletoriamente –aunque no sin
algunas particularidades–, para resolver los conflictos que puedan surgir en la contratación de
nuestros días.

Así, no es de extrañarse que no solo la contratación paritaria sino también la contemporánea,


en cualquiera de sus expresiones (masiva, de consumo, digital, etc.), recurra a las reglas
previstas en el Código Civil para hallar respuesta jurídica a las consecuencias del
incumplimiento de las obligaciones generadas por la celebración de un contrato.

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