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Capítulo 1
Las fases de la migración temprana .......................................................25
En los comienzos del siglo xix...............................................................27
En tiempos de Rosas.............................................................................38
Más allá de los genoveses: profesionales y exiliados...............................48
Veinte años de expansión......................................................................54
El movimiento migratorio......................................................................55
Una “Australia italiana”........................................................................58
La inserción de los italianos..................................................................64
Imágenes y estereotipos de los italianos tempranos...............................70
El nacimiento conflictivo de una comunidad italiana (o varias)..............76
Capítulo 2
La gran transformación ..........................................................................95
El ciclo migratorio.................................................................................97
De la val padana a la pampa gringa.................................................... 109
La colonización rural........................................................................... 115
Los italianos en las ciudades............................................................... 126
La vida de la comunidad..................................................................... 132
Los católicos a la búsqueda de un liderazgo alternativo:
los salesianos..................................................................................... 142
La década del 80: imágenes, polémicas y proyectos............................. 148
Capítulo 3
Intermedio. Las instituciones de los italianos en la Argentina . ......... 165
Las asociaciones mutuales,................................................................. 168
La composición de las asociaciones mutuales..................................... 177
Servicios y funciones........................................................................... 182
Un punto de encuentro: los hospitales italianos.................................. 191
Espacios de sociabilidad: círculos, clubes........................................... 195
Las instituciones económicas.............................................................. 204
La Camera di Commercio Italiana....................................................... 218
Un breve balance................................................................................ 231
Capítulo 4
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) ............................................ 235
Del Mezzogiorno al Plata..................................................................... 240
El aluvión migratorio del Mezzogiorno................................................. 246
La renovada expansión de la pampa gringa y sus límites..................... 257
Una pampa italiana............................................................................ 262
Mundos urbanos entre dos siglos........................................................ 278
Otro mundo italiano: los industriales en la Argentina.......................... 283
La izquierda argentina, los italianos y el movimiento obrero................ 292
Intelectuales, científicos y profesionales para el Estado argentino....... 299
Los italianos, el Estado y la sociedad argentina................................... 303
Capítulo 5
Entre dos guerras (1914-1945) ............................................................. 317
Los italianos y la Gran Guerra............................................................ 318
El flujo migratorio italiano: renacimiento y derrumbe.......................... 328
La vida de los italianos y de sus instituciones..................................... 332
El fascismo y las comunidades italianas en la Argentina..................... 342
Fascistas, antifascistas, afascistas...................................................... 356
Un caso particular: los italianos de origen judío.................................. 365
Entre el ascenso y la integración: la experiencia de los años de
entreguerras....................................................................................... 372
Capítulo 6
De 1945 hasta el presente .................................................................... 381
Un nuevo ciclo migratorio................................................................... 383
Italia, la Argentina y las migraciones de la posguerra.......................... 392
Las migraciones se estancan, las relaciones económicas florecen........ 404
Los nuevos contextos y las comunidades italianas en la Argentina...... 416
Los avatares de la vida institucional.................................................... 421
La vida de los italianos en la Argentina de la segunda posguerra......... 435
Las imágenes de Italia y de los italianos en la Argentina de la
posguerra........................................................................................... 445
Eppur si muove... ............................................................................... 449
A mis padres,
a mi hermano Eduardo, in memoriam,
a mis sobrinos Edu y Lucía
Palabras preliminares
[ 19 ]
20 Fernando Devoto
Fernando Devoto
Acassuso, verano de 2006
Capítulo 1
[ 25 ]
26 Fernando Devoto
1. M. Belgrano, Autobiografía del general Don Manuel Belgrano que comprende desde sus
primeros años (1770) hasta la revolución del 25 de Mayo, en Biblioteca de Mayo, Buenos
Aires, 1960, vol. ii, p. 955.
2. Archivio Comunale di Varazze (acv), xiii, b. 407, f. 3.
28 Fernando Devoto
5. M. Marenco, L’emigrazione ligur nell’economia della Nazione, San Pier d’Arena, Don
Bosco, 1923, cap. v.
6. F. Devoto, “Liguri nell’America Australe: reti sociali, immagini, identità”, en A. Gibelli
y P. Rugafiori (a cura di), La Liguria. Storia d’Italia. Le regioni, Turín, Einaudi, 1994, pp.
654-656.
7. C. Kroeber, La navegación de los ríos en la historia argentina, Buenos Aires, Paidós,
1968, cap. v.
8. Archivio Comunale di Varazze, viii, b. 312-316.
Las fases de la migración temprana 31
esa área y Brasil, los genoveses disponían de varias ventajas. Una de ellas
era su instalación en las localidades portuarias sea a lo largo de los ríos
Uruguay y Paraná, sea en las ciudades de Montevideo y Buenos Aires, en
las del centro-sur de Brasil (Río de Janeiro y Santos) y aun en el Pacífico.
Lo atestiguan las tempranas colonias establecidas en Valparaíso y El Ca-
llao que iban a brindar una red de contactos interpersonales necesarios
para una actividad en esa escala. Otras ventajas estaban ligadas con su
experiencia náutica y en especial su pericia en la navegación en pequeños
navíos y en la construcción de éstos (en especial en los astilleros de Savo-
na y Varazze), lo que les permitiría la creación en las tierras platenses de
otro sistema de pequeños astilleros, primero para la reparación de naves
y luego para la fabricación. Esa transferencia de artesanos –y aun de pe-
queños capitales para desarrollarla– fue sin duda alentada por el hecho
de que en el momento en que las actividades en el Río de la Plata crecían,
en Liguria existía una situación de inmovilismo en determinados sectores
industriales (por ejemplo, la alimentación, el papel o la lana, que empero
era paralelo a un renacimiento del de la seda y del algodón) o artesanales y
aun comerciales, pese a la nueva tarifa más “liberista” de 1835 establecida
por el reino sardo. Esa situación favorecía la emigración no sólo hacia la
América meridional sino también hacia el Mar Negro.
En especial para el caso platense estaba en plena expansión una crisis
que afectaba a distintos sectores de la industria constructora de naves en
lugares como Chiavari o Varazze (aquí el número de pequeños astilleros
se redujo de 24 a 13 entre 1831 y 1936) ante el cambio de la tecnología
de construcción que implicó la sustitución de la madera por el hierro.14
Desde luego, como ocurrirá más tarde con otras actividades, en el área
platense la vieja capacidad tecnológica seguiría empleándose por bastante
tiempo, funcional como era a las necesidades de una economía local más
atrasada que la de la región de origen. Por otra parte, los progresos en la
actividad en el Río de la Plata no dejaron de generar en la misma Génova
un intenso movimiento especulativo, bien visible hacia mediados del siglo
xix, en la Bolsa, que promovía la reunión de pequeños capitales para fi-
nanciar emprendimientos vinculados con el área platense y que se sumaba
a la costumbre muy antigua, con raíces en la Edad Media, de invertir los
ahorros en pequeñas cuotas parte del cargamento de una nave. Desde
otro punto de vista, ese crecimiento de los intercambios entre Liguria y el
Río de la Plata favorecía que algunas personas que habían llegado como
tripulantes de navíos sardos decidieran en muchas ocasiones desertar y
permanecer aquí, impulsadas por los salarios elevados que se pagaban en
las actividades navales en comparación con los de Génova, que eran a su
vez bastante bajos en comparación con los de otros puertos europeos.15
14. G. Fazio, Varazze e il suo distretto, Génova, Tipografia della Gioventù, 1867, p. 69.
15. C. Belloc, Rapporto sul commercio sardo colla Confederazione Argentina e la banda
Las fases de la migración temprana 35
Orientale (Sud America), 10 de febrero de 1851, Archivio di Stato di Torino (ast); Consolati
Nazionali, Buenos Aires, ii (1835-1851).
16. Citado por J.C. Chiaramonte, “Notas...”, p. 56.
17. agn, Cédulas del Censo de la Ciudad de Buenos Aires de 1855, sección Barracas al
Norte.
36 Fernando Devoto
18. La historia familiar ha sido reconstruida sobre la base de las siguientes fuentes: agn,
Censo de 1855, Cédulas Censales, Barracas al Norte, acv; Registri di Nascita, 1806-1814,
xii, b. 383 y Registro della Popolazione locale secondo lo stato del 31/12/1837, xii, b.
363; Archivio Parrocchia Sant’Ambrogio (Varazze), Atti di nascita (1811-1837); agn, Censo
Nacional de 1869, Cédulas Censales, Buenos Aires, sección 20 (la Boca).
19. acv, xii-3-2, Provincia di Savona, Comune di Varazze, Censimento del 1848, fogli; agn,
Uruguay, Padrón de la ciudad de Montevideo, 1858, sección 1, manzanas 57 y 58 bis.
20. agn, Uruguay, Policía de Montevideo, Entrada de pasajeros, 1836-1837, libro 950.
Las fases de la migración temprana 37
21. G. Felloni, Popolazione e sviluppo economico della Liguria nel secolo xix, Turín, ilte,
1962, pp. 151-155.
38 Fernando Devoto
En tiempos de Rosas
22. Noticias estadísticas de la República Oriental del Uruguay compiladas y anotadas por
D. Andrés Lamas..., l. 148, f. 6.
Las fases de la migración temprana 39
23. L.V. Mansilla, Mis memorias (Infancia-adolescencia), Buenos Aires, Hachette, 1955.
24. Archivio di Stato di Torino (ast), Consolati di Marina, Buenos Aires (1844-1859), b.
540, rapporti del 29 aprile 1846 y del 29 giugno 1848.
40 Fernando Devoto
33. A. Dunoyer, “Rapporto di mare ed atti successivi per l’avaria sofferta dal Brigantino
sardo «La città di Milano»”, ast, Consolati di Marina, Buenos Aires (1844-1859), b. 540.
34. Picolet d’Hermilion al Intendente Generale della R. Marina, 25 de mayo de 1844,
en idem.
35. N. Cuneo, op. cit., p. 97.
36. B. Bosch, “Nota sobre navegación fluvial, 1843-1853”, Investigaciones y Ensayos,
Nº 19, 1975, pp. 335-336.
44 Fernando Devoto
40. “Copia di vendita della Goletta Minerva, 6/2/1844 y Copia della supplica del sig.
Giuseppe Causi perchè venni ammesso a far parte della Marina Mercantile di S.M. il
brick goletta Lusitano, 3/2/1844”, ambos en ast, Consolati di Marina, Buenos Aires
(1844-1859), b. 540.
41. Matrimonios de la Iglesia de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de Buenos
Aires, 1737-1865, Buenos Aires, Fuentes Históricas y Genealógicas Argentinas, 1988,
pp. 284-405.
Las fases de la migración temprana 47
42. W. Mac Cann, Viaje a caballo por las provincias argentinas, Buenos Aires, Solar-
Hachette, 1969, pp. 219 y 254.
43. L.B. Mackinnon, op. cit., p. 222.
44. D.F. Sarmiento, “Inmigración y colonización”, en Obras completas, Buenos Aires,
Luz de Día, 1951, vol. xxiii, p. 161, y B. Mitre a G.B. Cuneo, 24 de febrero de 1839, en
S. Candido, “Quattro lettere inedite di Bartolomeo Mitre a Italiani esuli in America: G.B.
Cuneo e Luigi Rossetti”, en aa.vv., Estudios sobre el mundo latinoamericano, Roma, Centro
di Studi Americanisti, 1981, pp. 136-137.
48 Fernando Devoto
45. E. Zuccarini, op. cit., pp. 72-75, y N. Cuneo, op. cit., pp. 47-59.
50 Fernando Devoto
Hubieran podido decir con Voltaire que allí donde está la libertad está la
patria. Así, para ellos, en estas nuevas tierras se reproducía el secular
conflicto entre el despotismo y la libertad que los había obligado a exiliarse.
Desde esa lectura Rosas y la Buenos Aires bajo su égida emblematizaban
el despotismo y Montevideo (la “nueva Troya” asediada por aquél) el refugio
de la libertad. De este modo, el flujo de exiliados se dirigió masivamente
hacia esta última ciudad enrolándose en los batallones de extranjeros que
la defendían. Más importante aún, allí anudarían lazos con los exiliados
argentinos en lo que se revelaría luego un vínculo sólido y perdurable. La
figura ciertamente más célebre de esta saga fue la de Giuseppe Garibaldi,
el “héroe de dos mundos”.50 Sin embargo, quizá más relevantes que los en
suma bastante modestos éxitos militares de aquel que fue sucesivamente
corsario marítimo en el Paraná y jefe de la Legión Italiana que se armó en
defensa de la ciudad, fue la presencia de algunos intelectuales de relieve
entre los exiliados, como el ya mencionado Giovanni Battista Cuneo. Este
genovés, seguidor y luego amigo de Mazzini, debió exiliarse después del
fracaso de la abortada revuelta en Génova de 1834 y llegó a Montevideo
a principios de 1837 tras un paso por Río de Janeiro. Allí se vinculó con
muchos de los exiliados argentinos, entre otros Miguel Cané y el joven
Bartolomé Mitre, con el cual compartió la prisión en alguno de los cambios
de situación política en la Banda Oriental. Esos lazos pueden verse tam-
bién en los vínculos intelectuales entre la Giovane Italia, de la que Cuneo
había creado una filial en Montevideo, y la Asociación de Mayo fundada en
Buenos Aires en 1838, poco antes de que sus formuladores optaran por
la vía del exilio.51 El mismo Cuneo proveyó, según parece, los reglamentos
e instrucciones para que la asociación argentina se hermanase con la
Giovane Italia en la entidad supranacional creada por Mazzini en 1834, la
Giovane Europa.52 Esos vínculos entre jóvenes intelectuales argentinos y
republicanos italianos en el Río de la Plata se cimentaban en muchos pla-
nos. El exilio compartido, una matriz ideológica similar y la lucha contra
Rosas eran algunos de ellos.
En la capital uruguaya Cuneo promovió muchas iniciativas, como el
periódico citado y una asociación que era un gabinete de lectura, y devino
secretario de la Legión Italiana dirigida por Garibaldi. Asimismo participará
en una iniciativa periodística de los unitarios rioplatenses: El Iniciador. Re-
tornado a Italia junto con aquél ante los sucesos de 1848, se convirtió en
50. En general para el movimiento de exiliados al Río de la Plata véase S. Candido, “La emi-
gración política italiana a la América Latina (1820-1870)”, Jahrbuch fur Geschichte von Staat,
Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, vol. xii, 1976, pp. 216-238, y “L’emigrazione
politica e di elite nelle Americhe (1810-1860)”, en F. Assante (a cura di), Il movimento
migratorio italiano dall’unità ai nostri giorni, Ginebra, Droz, 1978, pp. 113-150.
51. A. Mariani, El ideario mazziniano en el Río de la Plata, Universidad Nacional de La
Plata, 1985, pp. 38-70.
52. S. Candido, “Quattro lettere inedite...”, pp. 127-143.
Las fases de la migración temprana 53
53. G.B. Cuneo a Carlo (Lefebvre), 22 de junio de 1851, Archivio Civico Istituto Mazzi-
niano (acim), Génova, cartella 66.
54. Correspondencia del Dr. Manuel Herrera y Obes. Diplomacia de la defensa de Monte-
video, Buenos Aires, Est. Gráfico De Martino, 1915, t. iii, pp. 233-268.
54 Fernando Devoto
El movimiento migratorio
56. Véase L.L. Barberis, “Dal moto di Milano nel febbraio 1853 all’impresa di Sapri”, en
aa.vv., L’emigrazione politica in Genova e in Liguria dal 1848 al 1857, Modena, Editrice
Modenese, 1957, vol. iii, pp. 567-594.
56 Fernando Devoto
57. “Sull’emigrazione italiana alla Repubblica Argentina”, memoria del Conte Verasia di
Costigliole en Bollettino Consolare, vol. xii, parte 1, 1876, pp. 16-17.
58. “Statistica Generale del Regno d’Italia”, Censimento degli Italiani all’estero (1871),
Roma, Stamperia Reale, 1874.
59. Primer Censo de la República Argentina (1869), Buenos Aires, Imprenta del Porvenir,
1872.
Las fases de la migración temprana 57
60. M.E. Ferrari, Emigrazione e Colonie: il giornale genovese La Borsa (1865-1894), Gé-
nova, Bozzi, 1983, pp.186-194.
58 Fernando Devoto
61. Discurso del 31 de mayo de 1853, citado por F. Manzotti, La polemica sull’emigrazione
nell’Italia Unita, Città di Castello, Società Editrice Dante Alighieri, 1969, p. 27.
62. Véanse los incidentes en el viaje del vapor Arno y las declaraciones de ochenta y dos
Las fases de la migración temprana 59
observación que no sólo sugería las grandes ventajas del destino platense
sino que polemizaba con aquellos que algunos años antes habían propuesto
la necesidad de orientar la emigración hacia aquella región.
Quien mejor expresó esa ideología de las ventajas de las “colonias” co-
merciales pacíficas de italianos en el exterior –resultado espontáneo de la
libre emigración– para la prosperidad de Italia y para resolver la cuestión
de la superpoblación sería el abogado y economista nacido en Chiavari
Jacopo Virgilio. Su reflexión, que antecede bastante a la más célebre de
Luigi Einaudi, y que al igual que la de aquél se funda sobre todo en una
aproximación económica “liberista” acorde con la de Cavour ya aludida y
con las reflexiones de un destacado economista como Francesco Ferrara
para quien, en polémica con la tradición fisiocrática, la emigración era
la movilización de un capital (la fuerza de trabajo) hasta entonces inerte
y paralizado del que sólo podrían derivar ventajas para los individuos y
para la economía italiana. En ese contexto el argumento malthusiano de
la emigración como único mecanismo para resolver el problema de la po-
blación, también presente en él, adquiere un papel secundario. Con todo,
aunque Virgilio exaltaba de todos los modos posibles las ventajas de la libre
circulación de mercaderías y personas, también en ocasiones manifestó
sus simpatías hacia la colonización de conquista y, en este sentido, fue
bastante menos neto que Einaudi en la contraposición entre ese modelo
de expansión y el alternativo resultante del imperialismo de conquista
territorial en África. Esta ambigüedad aparece con otros acentos también
en otro economista genovés vinculado a Virgilio y a La Borsa, Girolamo
Boccardo, quien en 1864, si bien por un lado exaltaba los beneficios de las
colonias libres, no dejaba de señalar la necesidad de reforzar la presencia
del Estado peninsular en la América meridional, lo que significaba reforzar
la estación naval que había existido en el Plata, no sólo para proteger los
intereses de los connacionales sino también para ejercer cierta presión
sobre los gobiernos a fin de que se orientasen en dirección de “la civiliza-
ción y el progreso”. Estas ideas adquirirían en el mismo autor veinte años
más tarde tonos más amenazantes para las naciones sudamericanas y en
un artículo aparecido en el prestigioso neonato Giornale degli economisti
sugirió un auténtico protectorado o incluso una ocupación lisa y llana de
los territorios poblados por millares de italianos.68
Volviendo a Virgilio, éste estaba ligado al movimiento del Risorgimento,
en buena relación inicial tanto con los moderados piamonteses como con
los democráticos mazzinianos; en tanto economista, aunque no desprovisto
también de ambigüedades, estaba muy cerca de los “liberisti” puros con su
énfasis en las ventajas de la libertad de comercio y de la libertad de emi-
gración. A ésta dedicaría en 1868 una de sus obras influyentes que reunía
artículos publicados en La Borsa –que exhibían bien la asociación entre el
69. J. Virgilio, Delle migrazioni transatlantiche degli italiani ed in specie di quelle dei liguri
alle regioni del Plata, Génova, Tip. del Commercio, 1868.
70. M. Ferrari, Emigrazione e Colonie...
71. M.G. Cioli, “Il passaporto falso. Vagabondi, clandestini e renitenti in alcuni documenti
della Prefettura di Genova”, en aa.vv., La via delle Americhe, Génova, sagep, 1989, pp.
43-48.
72. A. Filipuzzi, Il dibattito sull’emigrazione, Florencia, Le Monnier, 1976.
Las fases de la migración temprana 63
73. Marchese de Cosentino, Uno sguardo alla emigrazione italiana ed estera, Roma,
Tipografia Fratelli Pallotta, 1873.
74. F. Manzotti, op. cit., pp. 15-17.
75. La Nazione Italiana, 29 de enero de 1869.
76. G. Rosoli, “Impegno missionario e assistenza religiosa agli emigranti nella visione e
64 Fernando Devoto
nell’opera di Don Bosco e dei salesiani”, en F. Traniello (a cura di), Don Bosco nella storia
della cultura popolare, Turín, sei, 1987.
77. G. Massé, “Reinterpretación del fenómeno inmigratorio y su incidencia en la confor-
mación sociodemográfica de la ciudad de Buenos Aires en el siglo xix”, tesis de maestría
en Demografía Social, Universidad Nacional de Luján, 1992.
Las fases de la migración temprana 65
con la imprecisión inevitable de estos cálculos que sólo sirven para dar un
orden de magnitud, en unos quinientos en Buenos Aires y señalaba que
entre sus ocupaciones principales estaba la venta callejera, entre otros
productos, de aceite de caballo y de candelas de grasa.79
Catorce años después, en 1869, tenemos otro punto de observación de
los italianos, ahora en toda la Argentina. Es el Primer Censo Nacional. Los
italianos eran 71.442 de los 1.877.490 habitantes, es decir, 3,8% de la
población. La relación entre hombres y mujeres sigue siendo elevada (268
de los primeros por cada 100 de las segundas), lo que muestra el peso de
una inmigración todavía predominantemente de hombres solos, aunque
en algunos lugares de inserción más antigua, como la ciudad de Buenos
Aires, ese porcentaje bajaba a 221 por cada 100 (tasa menor que la del
censo de 1855 que analizamos antes).
Los italianos constituían el grupo extranjero más numeroso por delante
de españoles (1,8% del total), franceses (1,7%) e ingleses (que incluyendo
a los irlandeses eran el 0,6%). Estaban concentrados en tres provincias
(Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos) que reunían en conjunto a 97% de
todos ellos. En realidad, sólo en la provincia de Buenos Aires residía 85%
de los italianos habitantes en la Argentina. Ello era el resultado del peso
de los peninsulares en la ciudad de Buenos Aires (59% del total) y en los
conglomerados vecinos de la villa, en especial Barracas al Sud, Quilmes y
San José de Flores (donde superaban en cada uno el millar) pero también
Belgrano, Morón, San Isidro, La Paz y San Martín (en conjunto, otro 9%
adicional). Esta distribución de los italianos es muy diferente de la de la
población en general ya que, por poner un solo ejemplo, en la ciudad de
Buenos Aires residía sólo el 10% del total de habitantes censados en toda
la Argentina.
Por supuesto que también los otros grupos de extranjeros europeos
estaban instalados sobre todo en las provincias del litoral y en especial en
Buenos Aires, pero sus porcentajes eran menores que los de los italianos
(allí vivía el 41% de los franceses y de los españoles). Aunque el censo no
permite establecer con precisión, más allá del caso de las capitales de
provincia, quiénes vivían en áreas urbanas y quiénes en áreas rurales es
evidente que los italianos eran el grupo más urbanizado, siguiendo de este
modo las pautas de inserción originarias. Al 59% de todos ellos que residía
en la ciudad de Buenos Aires hay que agregar un 3% adicional que vivía
en Rosario y un 1,5% sumando los que vivían en las ciudades de Paraná y
Corrientes. Si miramos la población por departamentos o distritos censales,
aquellos en los cuales la cifra de los italianos bordeaba o superaba el millar
de habitantes eran el del Salado en el norte de Santa Fe, donde estaban
las colonias de Esperanza y San Carlos, el de Chivilcoy en la provincia de
Buenos Aires (también de colonización temprana) y los de Gualeguaychú
79. Archivio Storico Ministero degli Affari Esteri (asmae), Serie Affari Politici, Rapporti
Consolari, Buenos Aires, 26 de enero de 1861.
Las fases de la migración temprana 67
82. B.M. Stoffel, Quién es quién en el proceso colonizador santafesino, Rafaela, Centro de
Estudios e Investigaciones Históricas, 2004.
Las fases de la migración temprana 69
¿Cómo eran vistos estos primeros inmigrantes como tales y más aún
como futuros pobladores de la Argentina por las elites argentinas, que por
su parte eran bastante provincianas y muy poco refinadas por entonces?
La primera observación es que esa imagen era por entonces bastante ambi-
gua. Si bien puede argumentarse que el tipo de trabajo predominante que
los peninsulares desempeñaban, la tasa de analfabetismo y los lugares de
residencia en los que ellos eran más emblemáticos contribuían a ello, es
necesario remarcar que los prejuicios no necesitan justificaciones. Proceden
de estereotipos y preconceptos ligados a los horizontes ideológicos, en el
caso de los intelectuales, y a los imaginarios sociales, en la mayoría de la
población. En este punto debería señalarse una vez más que el proyecto
de modernización que querían desarrollar los grupos dirigentes argentinos
posteriores a Caseros tenía su ejemplo paradigmático en una inmigración
deseable, que era la del norte de Europa. Como se ha señalado muchas
veces, esa predilección está expresada muy bien en un libro que conten-
drá el diseño más límpido del proceso que debía llevarse a cabo: Bases y
puntos de partida para la organización política de la República Argentina,
de Juan Bautista Alberdi.
El único modo de tener éxito allí donde las generaciones precedentes
de reformadores habían fracasado desde 1810 era, para Alberdi, producir
un cambio radical que sustituyese un tipo de sociedad por otra. Ello sólo
86. J.B. Alberdi, Bases y puntos de partida para la organización politica de la República
Argentina, Buenos Aires, Jackson, 1953.
87. J. Rosselli, “The Opera Business and the Italian Immigrant Community in Latin Ame-
rica, 1820-1930: the Example of Buenos Aires”, Past and Present, 1979, pp. 155-168.
88. La Nazione Italiana, 31 de agosto y 3 de septiembre de 1869.
72 Fernando Devoto
89. J.B. Alberdi, Recuerdos de viaje, Buenos Aires, Eudeba, 1962, pp. 23-26.
Las fases de la migración temprana 73
90. D.F. Sarmiento, Viajes. De Valparaíso a París, Buenos Aires, Hachette, 1955.
91. Citado por N. Cuneo, op. cit., p. 215.
92. “Stringete la mano per me al fratello, a Froncini a Cané...”, G. Mazzini a G. Pezzi,
17 de agosto de 1867, en L. Morabito, “Lettere inedite di Mazzini ai suoi amici genovesi
(1860-1871)”, en aa.vv., Mazzini e i repubblicani italiani, Turín, 1970, p. 283.
93. M.G. y E.T. Mulhall, Handbook of the River Plate, Buenos Aires, The Standard, 1969,
p. 16.
94. G. Wilcken, Informe sobre el estado actual de las colonias agrícolas en la República
Argentina, Buenos Aires, Imprenta Belgrano, 1873, pp. 311-312.
74 Fernando Devoto
95. “Memoria del comisario general de Inmigración de año 1885”, citado por O.L. Ensinck,
Historia de la inmigración..., p. 140.
96. Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores al Honorable Congreso Nacional en el
año 1878, Buenos Aires, Tip. La República, 1878, pp. 266-267.
97. G. Rosoli, “Impegno missionario...”, p. 292.
98. M. Malleifer al ministro de Asuntos Exteriores de Francia, marqués de Moustier, 14
de enero de 1868 y 14 de abril de 1868, ambos transcriptos en Revista Histórica, año L,
vol. xxvi, 1956, pp. 294 y 318.
99. Della Croce a Visconti Venosta, 8 de junio de 1870, asmae, Serie Política, Rapporti in
arrivo, Argentina, b. 1248.
Las fases de la migración temprana 75
100. El mismo cónsul italiano en Montevideo expresaba ese tipo de prejuicios al con-
siderar que los genoveses tenían una capacidad comercial y empresarial “indiscutibile-
mente superiore” a los de otras provincias italianas. Véase L. Petich, “Sull’emigrazione e
su quella specialmente degli italiani alla Repubblica Orientale dell’Uruguay”, Bollettino
Consolare, 1869, vol. v, p. 435.
101. Véase la polémica contra el artículo de Manso en La Nazione Italiana: “Fatti e non
parole”, 1 de mayo de 1869.
102. J.B. Alberdi, Vida de William Wheelright, Buenos Aires, Emecé, 2002.
76 Fernando Devoto
103. L. Incisa di Camerana, L’Argentina, gli italiani, l’Italia. Un altro destino, Tavernerio
(Como), spai, 1998, pp. 125-126.
Las fases de la migración temprana 77
108. F. Devoto, “Elementi per un’analisi delle ideologie e dei conflitti nella comunità
italiana d’Argentina (1860-1910)”, Storia Contemporanea, año xvii, Nº 2, abril 1986, pp.
279-291.
Las fases de la migración temprana 79
109. F. Della Peruta, Democrazia e socialismo nel Risorgimento, Roma, Editori Riuniti,
1977.
110. G. Dore, La democrazia italiana e l’emigrazione in America, Brescia, Morcelliana,
1964, pp. 113-114.
111. Citado por N. Cuneo, op. cit., p. 170.
80 Fernando Devoto
115. Sobre el tema véase aa.vv., L’associazionismo mazziniano. Atti dell’ incontro di studio
(Ostia, noviembre 1976), Roma, Edizione dell’Ateneo, 1982.
116. G. Mazzini, “Le classi artigiane”, en A. Rosselli, La letteratura italiana, storia e testi,
Nápoles, Ricciardi, 1964, vol. 69, t. i, p. 833.
117. Transcripta en E. Zuccarini, op. cit., p. 168.
82 Fernando Devoto
121. J.A. Wilde, Buenos Aires desde 70 años atrás, Buenos Aires, Eudeba, 1960.
84 Fernando Devoto
Cerruti y otro por los republicanos Filippo y Gaetano Pezzi en 1860; am-
bos contaron ecuánimemente con la presencia del entonces gobernador
de Buenos Aires Bartolomé Mitre.122 Sin embargo, derivaron pronto en
abiertos enfrentamientos que consumirían buena parte de las energías
de los grupos dirigentes italianos. Esa aceleración de los conflictos, que
coincidía con los comienzos de una nueva y definitiva fase de la unificación
italiana en 1859, se intensificaría hasta la conclusión de ésta en 1861 y
se prolongaría activamente hasta la brecha de Porta Pía en 1870. Dado
que el principal marco de referencia de los miembros más activos de la
colectividad italiana en Buenos Aires giraba en torno de lo que ocurría
en la península, era inevitable que los conflictos alrededor del proceso
unitario pautasen las etapas y el nivel de los enfrentamientos en la na-
ciente colectividad italiana en la Argentina. La historia de las vicisitudes
institucionales padecidas por Unione e Benevolenza puede ayudarnos a
comprender los términos del problema.
Al poco tiempo de su fundación comenzará a recibir los embates de los
eventos italianos y los efectos de las tensiones entre las autoridades di-
plomáticas y el grupo dirigente republicano. Ellas espejaban los conflictos
que existían en la península entre los proyectos alternativos de unidad
emblematizados en Cavour, la monarquía sabauda y la elite dirigente
piamontesa, por un lado, y Mazzini, Garibaldi y el Partito d’Azione repu-
blicano, por el otro. La suerte aparentemente oscilante de unos y otros, los
momentos de tensiones y aquellos de conciliación tenían inmediatamente
su reflejo en el Río de la Plata. Por ejemplo, en octubre de 1860, en medio
de la euforia suscitada por la exitosa expedición garibaldina al reino de las
Dos Sicilias, el habilísimo Marcello Cerruti se incorporaría como socio a
Unione e Benevolenza. Pocos meses después, conquistado el reino, cuando
se hicieron evidentes los conflictos entre los monárquicos piamonteses y
los republicanos y hasta qué punto los primeros habían usado a los segun-
dos para consolidar sus propios objetivos políticos –como pocos años más
tarde el mismo rey Vittorio Emanuele reconocería en una célebre carta a
Costantino Nigra–, el sentimiento de hostilidad antimonárquico alcanzaría
nuevas cumbres entre los grupos republicanos más radicalizados de Buenos
Aires.123 Efectivamente, la unidad de Italia se había realizado y era cierto que
Garibaldi podía compartir inicialmente los honores del éxito, pero también
lo era que los beneficios políticos eran disfrutados exclusivamente por el
grupo piamontés y que el Partito d’Azione había quedado vaciado de toda
perspectiva política que no fuese la subordinación en un rol marginal al
nuevo Estado o el enfrentamiento abierto con él.
125. Enrico Della Croce a Emilio Visconti Venosta, asmae, Serie Politica, Rapporti in
Arrivo, Argentina (1867-1873), b. 1248, Rapporto 1870 (Nº 91).
Las fases de la migración temprana 87
126. “Relazione del Console Generale a Rosario L. Chapperon al Ministro degli Affari
Esteri”, asmae, Serie Affari Politici, 10 de septiembre de 1865, b. 903.
127. L. Favero, “Las escuelas de las sociedades italianas en la Argentina (1866-1914)”,
en F. Devoto y G. Rosoli (eds.), La inmigración italiana en la Argentina, Buenos Aires,
Biblos, 1985, pp. 165-207.
88 Fernando Devoto
128. asmae, Serie Política, Rapporti del Consolato di Buenos Aires (1861-1868), b. 867,
Rapp. del 23 de marzo y 24 de noviembre de 1864
129. asmae, Serie Politica, Rapporti in arrivo, Argentina (1867-1873), b. 1248, Rapp. del
10 de agosto de 1967.
Las fases de la migración temprana 89
130. Acerca del ideario mazziniano, véanse los textos recogidos en A. Rosselli, La lettera-
tura italiana, storia e testi (y la Nota Introduttiva de F. Della Peruta). También el antiguo
libro de N. Rosselli, Mazzini e Bakunin, Turín, Einaudi, 1967.
131. S. Baily, “Las sociedades de ayuda mutua y el desarrollo de una comunidad italiana
en Buenos Aires, 1858-1918”, Desarrollo Económico, vol. 21, Nº 84, 1982.
90 Fernando Devoto
135. asmae, Serie Politica, Rapporti in arrivo, Argentina (1867-1873), b. 1248. Della Croce
a Visconti Venosta, Rapp. del abril de 1870 (Nº 72), 13 de junio de 1870 (s/n), noviembre
de 1870 (Nº 101), 12 de noviembre de 1870 (Nº 103), 6/1871 (Nº 134).
136. Della Croce a Visconti Venosta, Rapporti, abril de 1870 (Nº 72) y 13 de junio de
1870 (s/n), ambos en asmae, Serie Politica, Rapporti in arrivo, Argentina (1867-1873),
b. 1248.
Capítulo 2
La gran transformación
El ciclo migratorio
sufrían los instalados en el nuevo país sino también por las noticias que se
enviaban al lugar de origen y que afectaban el movimiento futuro, como se
reflejaba ya en las estadísticas del año sucesivo. En este sentido, un rol no
desdeñable tuvieron las revoluciones que se produjeron en Buenos Aires
en 1874 y 1880 como resultado de la elección del sucesor de Sarmiento y
de la federalización de la ciudad capital. En el primer caso, hubo italianos
que se enrolaron detrás del bando mitrista, derrotado en el enfrentamiento,
siguiendo la antigua alianza entre ambos grupos. Por otro lado, volvió a
aparecer en acción otra “legión italiana”, uno de cuyos propósitos era la
defensa de las vidas, propiedades y bienes de los peninsulares residentes
en Buenos Aires. La mayoría de los peninsulares, en cambio, se acercaron
a la legación solicitando protección ante los desmanes que inevitablemente
sucedían en esas situaciones. A su vez, el directorio del Banco de Italia y
Río de la Plata coincidió en sus deliberaciones en la posibilidad de solicitar
al ministro encargado de negocios peninsular el auxilio de la nave italiana
apostada en el Río de la Plata para la protección ante posibles desbordes
si las cosas empeoraban.2
En el caso de la revolución del 80, por su parte, de nuevo aparecieron
muchos italianos que se ofrecieron como voluntarios en el bando de Carlos
Tejedor (que era el de Mitre) y constituyeron otra “legión” que, según algunos
observadores, estaba compuesta por los desocupados que la crisis había
creado.3 En cambio, la actitud que preconizaban los notables de la comu-
nidad a través de la prensa italiana en Buenos Aires era ahora la contraria:
una neutralidad armada y vigilante en defensa de lo suyo a través de un
comité de autodefensa de los intereses italianos. Más allá de las simpatías
hacia el bando provincial se condenaba la guerra como perjudicial a los
intereses de los peninsulares, cualquiera fuese el bando vencedor.4 Mucho
habían cambiado las cosas en la dirigencia peninsular desde septiembre
de 1852. En el momento mayor de la revolución, ese comité reunió cinco
mil firmas dirigidas al comandante de la goleta Scilla estacionada en el
Plata para que interviniese con los medios de que disponía en defensa de
los intereses de los italianos en Buenos Aires.5 Actitud que, en función de
lo que veremos luego, no dejaba de ser peligrosa.
Más duradero era el impacto de las crisis económicas. Tras el ciclo de
prosperidad, alimentado por el crecimiento de las exportaciones de lana, los
precios de ésta comenzaron a caer en el mercado internacional y ello agravó
el recurrente déficit comercial de la Argentina posterior a Caseros, lo que
ponía serios límites a la capacidad de importar que era fundamental para
una economía que dependía de ella en casi todos los sectores. Ello a su vez
2. Archivo Banco de Italia y Río de la Plata, Libro de Actas Nº 1, acta del 25 de septiem-
bre de 1874.
3. “Legioni straniere”, La Patria, 17 de junio de 1880.
4. “L’Ora suprema” y “La difesa comune”, La Patria, 4 de junio de 1880.
5. “Spiegazioni”, La Patria, 26 de junio de 1880.
La gran transformación 99
dentro de las cartas–, las oficiales dan cuenta no de los números absolutos
pero sí de la tendencia. Una de las vías de éstas eran los giros hechos por
medio del Consulado italiano. Los despachados desde el de Buenos Aires,
que en 1873 llegaban a 3.550.000 liras, en los años siguientes no dejaron
de descender (2.940.000 en 1874 y 1875, 1.250.000 en 1876 y 770.000 en
1877). Esas cifras muestran la convergencia de dos procesos: la situación
económica y el tipo de cambio.8 Por supuesto que en ello influía también
que la mayoría de los inmigrantes estaban instalados en áreas urbanas
y que aquellos que se encontraban en zonas rurales destinaban por en-
tonces su producción al mercado interno. De haber sido productores para
la exportación y haber podido contratar el precio se hubieran beneficiado
con la devaluación.
Si muchos de los inmigrantes italianos habían ido a la Argentina es-
perando acumular ganancias y retornar más o menos rápidamente (y ello
es congruente con los datos de retorno del período que presentamos en el
capítulo anterior), la nueva situación les creaba un problema serio. El tipo
de empleo adventicio, predilecto de este tipo de migrantes, estaba en dis-
minución y los ahorros que podían llevar de retorno representaban mucho
menos en liras. La crisis afectaba también a aquellos que habían llegado
como parte de un proyecto de permanencia más prolongado para el cual,
sin embargo, las remesas eran fundamentales para mantener a los inte-
grantes de la familia que habían permanecido en el país de origen mientras
no pudieran viajar a reunirse con ellos. Estos últimos, sin embargo, tenían
otra vía posible para resolver la nueva situación que no fuese retornar
ellos mismos: traer al resto de la familia a la Argentina. Una parte de los
italianos parece haber actuado siguiendo esta segunda estrategia ya que si
el flujo migratorio peninsular cae, paralelamente se incrementa el número
de mujeres y de niños en términos relativos durante la segunda mitad de
la década de 1870. Aunque una parte de ese crecimiento pueda imputarse
a una inmigración de familias destinadas a la colonización agrícola, otra
ciertamente debe vincularse con esos procesos de reunificación.
De este modo la crisis contribuía, además de a reducir los ingresos de
los italianos, a favorecer ciertos cambios relativos de perfil de la emigra-
ción italiana a la Argentina. Menos hombres solos y más familias, menos
jornaleros temporarios y más agricultores y artesanos. Por supuesto que
éstas son las grandes líneas de un proceso que era más complejo y que
siempre vio el desarrollo paralelo de distintos tipos de migraciones. Por otra
parte, todo ello puede ponerse junto con los cambios en el peso relativo
de ciertas actividades en el nuevo país, como el ascenso de la agricultura
y la paulatina pérdida de peso de las actividades comerciales fluviales y
de la industria naval como elementos que ayuden a explicar los cambios
ocupacionales y regionales que tendrá la inmigración italiana a partir de
12. A. Brunialti, “La questione delle colonie”, citado por F. Manzotti, op. cit., p. 51.
104 Fernando Devoto
17. Sobre las estadísticas italianas, la forma en que eran construidas y los cambios a través
del tiempo, véase G. Rosoli y M.R. Ostuni, “Saggio di bibliografia statistica dell’emigrazione
italiana”, en G. Rosoli (a cura di), Un secolo di emigrazione italiana (1876-1976), Roma,
cser, 1978, pp. 273-341.
La gran transformación 107
18. Informes parciales de la Comisaría General de Inmigración sobre propuestas para la im-
portación oficial de inmigrantes, Buenos Aires, Imp. La Universidad, 1882, pp. 28-29.
108 Fernando Devoto
25. Compendio delle statistiche elettorali italiane dal 1848 al 1934, Roma, Istituto Centrale
di Statistica e Ministero per la Costituente, 1946, vol. 1, tabla iii.
26. G. Prato, Il Piemonte e gli effetti della guerra sulla vita economica e sociale, Bari,
Laterza, 1925, p. 26.
La gran transformación 111
27. V. Castronovo, Economia e società in Piemonte dall’Unità al 1914, Milán, Banca Com-
merciale Italiana, 1969, pp. 5-23.
28. aa.vv., Migrazioni attraverso le Alpi occidentali, Turín, Regione Piemonte, 1988,
passim.
29. B. Caizzi, “La tessitura serica a Como dall’Unità alla seconda guerra mondiale”, en
G. Mori (a cura di), L’industrializzazione in Italia (1861-1900), Bolonia, Il Mulino, 1977,
pp. 297-314, y V. Castronovo, L’industria cotoniera in Piemonte nel secolo xix, Turín,
ilte, 1964, pp. 65 ss.
112 Fernando Devoto
30. E. Sori, L’emigrazione italiana dall’unità alla seconda guerra mondiale, Bolonia, Il
Mulino, 1984, cap. iii.
31. E. Franzina, La grande emigrazione, Padua, Marsilio, 1976, pp. 33-50.
La gran transformación 113
32. G. Luzzatto, L’economia italiana dal 1861 al 1894, Turín, Einaudi, 1968, pp. 168 ss.
33. F. Lauricella, “Emigrazione italiana di massa in Argentina e ciclo agricolo (1876-
1896)”, en F. Assante (a cura di), Il movimento migratorio italiano dall’Unità nazionale ai
nostri giorni, Ginebra, Droz, 1978, pp. 349-383.
34. E. Ferri, Camera dei Deputati, Discussione, xxiii, Roma, 1909, 2833-2834. Repro-
ducido también en Bollettino dell’emigrazione, 1909, p. 30.
35. Ministero di Agricoltura, Industria e Commercio (maic), Direzione Generale della Sta-
tistica, Statistica dell’emigrazione italiana per gli anni 1884 e 1885, Roma, Tip. Camera
dei Deputati, 1886.
114 Fernando Devoto
36. Los cálculos de salarios e ingresos son siempre muy imprecisos dadas las disparidades
regionales. Aquí se indican algunas impresiones de los contemporáneos que han sido
extraídas de Archivio Centrale dello Stato (Italia) (acs), maic, 5° Versamento, b.n. 487.
37. S. Somogyi, “L’alimentazione nell’Italia Unita”, en Storia d’Italia, Turín, Einaudi,
1973, vol. v: I documenti, p. 844.
38. F. Ramella, “Famiglia, terra e salario in una comunità tessile dell’Ottocento”, en G.
Mori (a cura di), L’industrializzazione in Italia (1861-1900), Bolonia, Il Mulino, 1981, pp.
151-176.
La gran transformación 115
La colonización rural
39. A. Franceschini, L’emigrazione italiana nell’America del Sud, Roma, Forzani, 1908,
pp. 315-316.
116 Fernando Devoto
deuda de los colonos con la empresa (que por otra parte no era la original).
Muchos factores se combinaban para provocar esa situación de penuria
en las colonias tempranas. Uno de ellos era el tema de los indios que, por
ejemplo en 1872, asolaron una colonia como Cañada de Gómez llegando
incluso hasta las cercanías de Rosario; y todavía en 1877 producirían una
última gran incursión. A ello se sumaba el bandolerismo rural, que estaba
muy extendido en territorios donde la presencia del Estado era escasa y
muy poco confiable, cuando no cómplice de la actividad de los maleantes.
Así, por entonces, el Rémington era un instrumento que el colono debía
manejar con tanta habilidad como el arado.
Más aún, muchas veces las agresiones contra los colonos procedían de
las mismas autoridades, como el juez de paz o la policía. Un caso célebre
en ese sentido fue el del comisario y juez de paz de Cañada de Gómez,
Cirilo Peralta, cuya arbitrariedad contra los italianos (un serio incidente
tuvo lugar en 1875) aparece descripta en distintos informes consulares.
Los episodios de violencia no sólo denotaban simple abuso de poder sino
que encubrían otros tipos de exacciones, por ejemplo el precio que se les
pagaba a los colonos por el grano o el precio al que se les vendían alimentos.
El mismo Peralta era, además, matarife y actuaba como intermediario de
grandes terratenientes como los Correa.40 Aunque las autoridades italianas
constituían un factor de presión en favor de los italianos (más o menos
efectivo según la calidad del funcionario consular) y no faltó la ocasión en
que se ordenó a una nave de guerra instalada en el Plata subir hasta el
puerto de Rosario para ejercer una especie de disuasión del tipo diplomacia
de la cañonera, los colonos estaban demasiado lejos como para que ello
fuese efectivo, al menos en lo inmediato.
Más allá de la inseguridad, un factor de primer orden que ayuda a explicar
el poco éxito inicial de la mayoría de las colonias era el escaso conocimiento
que existía sobre los suelos (no sólo por parte de los colonos sino también
de los empresarios) y el costo del transporte de la producción hacia los
centros de consumo interno (que era por lo demás bastante débil en cuanto
a cereales, vista la dieta alimentaria de los criollos) y mucho más hacia los
internacionales (dado los altos fletes que persistían por entonces).
Por supuesto que en este terreno la experiencia previa de los colonos no
ayudaba mucho. Éstos estaban habituados a trabajar en forma intensiva41
sobre superficies pequeñas con otro tipo de suelos y aquí se encontraban
con superficies mucho más grandes que el trabajo familiar no podía explo-
tar con la misma eficacia y prontitud. A veces araban insuficientemente la
tierra y sembraban extensiones demasiado grandes para su capacidad de
cosechar. Además, era inevitable que prefiriesen sus métodos de trabajo (al
40. L. Petich a G.B. Cerruti, Rosario, 22 de agosto de 1876, asmae, Serie Affari Politici,
Argentina, b. 1249.
41. E. Gallo, Conflictos sociopolíticos en las colonias agrícolas de Santa Fe, Buenos Aires,
Instituto Di Tella, 1973.
La gran transformación 117
existían sólo siete en toda la región cerealera) y daban muy pocos servicios
religiosos por la ausencia de clero. Eran, aun años más tarde, en general
modestas y pequeñas para albergar a los colonos que llegaban a ellas desde
otros lugares para asistir a misa los domingos, como lo observó Edmondo
De Amicis en el caso de la colonia San Carlos.43 La iglesia (si la había) el
domingo y el almacén eran los lugares de la sociabilidad temprana.
Pese a todo siguió creciendo el número de colonias a fines de la década de
1860 y comienzos de la siguiente. Influyó en ello la demanda de productos
agrícolas (en especial de maíz) que suscitó el ejército en operaciones en la
guerra de Paraguay.44 Influyó también la fiebre especulativa que parecía
haberse apoderado de tantos empresarios, pese a que los resultados pre-
cedentes no habían sido buenos.
En Santa Fe se crearon numerosas nuevas colonias, las que seguían
algunos ejes. Por una parte, existía una continua expansión del centro
hacia el oeste, en el triángulo conformado por la ciudad de Santa Fe y las
villas de Esperanza y San Carlos, donde se establecieron varias colonias
(Franck, San Agustín), y otras al oeste (Cavour y más tarde Bella Italia y
Nueva Torino) o al sur de ellas (Gessler). Los nombres italianos con los
que se bautizaba a las colonias fundadas por empresarios que en su gran
mayoría no eran italianos (una de las pocas excepciones la constituye la
colonia Cavour creada por un peninsular, Giuseppe Lambruschini) marcan
ya que el público que se quería atraer era esencialmente del norte de Italia.
Por otra parte, un nuevo eje surgió en el sur hacia el oeste (la actual ruta 9)
resultado de las concesiones de tierras (una legua a la vera de cada lado de
la vía) hechas a la compañía que comenzó a construir en 1866 el ferrocarril
que uniría Rosario y Córdoba. Allí nacerían Cañada de Gómez en 1870,
Carcarañá y Roldán, y al sur de ellas y de ese eje, Candelaria.
Aunque algunas de las primeras fueron pobladas inicialmente por inmi-
grantes de otros grupos (como los suizos en Esperanza y en San Gerónimo) y
otras a la vez por colonos de distintas nacionalidades como suizos, alemanes
e italianos (piamonteses y lombardos), como San Carlos, en todas ellas crecía,
y más aún en las nuevas (que tendían a ser pobladas por personas que pro-
cedían de otras colonias) a medida que aumentaban su población, el grupo
más conspicuo de nuevos arribados, que eran piamonteses y lombardos.
Ello era independiente ya de la nacionalidad del empresario fundador, como
ocurre por ejemplo en Gessler, creada por un suizo del mismo nombre pero
poblada por piamonteses. Lo mismo sucedía en otro caso, el de Guillermo
Lehman, empresario de origen alemán que fundó numerosas colonias (entre
otras Nuevo Torino, Umberto i y Rafaela) y cuya predilección por colonos
piamonteses y lombardos era marcada. En otros casos esa presencia italiana
de los 106 distritos en los que estaba dividida la provincia y eran mayorita-
rios por sobre los otros grupos extranjeros en 91 de los 106. Esa situación
había cambiado el panorama inicial de distribución de los italianos en la
provincia. Si inicialmente en la fase genovesa, como vimos, los italianos
estaban sobre todo en las áreas urbanas (y ello se percibía todavía en el
censo de 1869), ahora, en el nuevo ciclo lombardo-piamontés, la mayoría se
concentraba en las zonas rurales aunque la población italiana, en especial
en Rosario, continuó creciendo rápidamente.
La vida en las zonas rurales, por otra parte, mejoró. En las colonias más
grandes existían ya hacia el fin del período considerado muchas institu-
ciones. Por ejemplo en Esperanza en 1888, según el relevamiento de un
campesino véneto llegado a ella, había municipio, correo, telégrafo, banco
nacional, iglesia, médico, farmacia, fábrica de cerveza y licores, molinos
a vapor, fundición y muchos otros negocios.55 También empezaron a apa-
recer en las colonias las sociedades de socorros mutuos, creadas por los
italianos. Hacia 1890 había ya una docena en la provincia de Santa Fe,
seis en la de Entre Ríos y tres en la de Córdoba.
El proceso de colonización no se limitó solamente a la provincia de Santa
Fe; también en las de Entre Ríos y Córdoba fue relevante. En Entre Ríos el
proceso había comenzado paralelamente al de Santa Fe con la fundación
de las colonias de San José en 1857, en tierras del presidente Urquiza, en
el sudeste de la provincia, y la de Villa Urquiza (algunos kilómetros al norte
de Paraná) en 1858, recuperando los restos de la colonia agrícola-militar de
Las Conchas. Si la primera fue poblada inicialmente por suizos, franceses,
alemanes y vascos, la segunda reunía un contingente muy mayoritario
suizo y otro minoritario de Saboya. Es decir que también aquí, como en
los primeros tiempos en Santa Fe, los italianos aparecían excluidos. Sin
embargo, sobre todo la más próspera, San José, muestra que ya a media-
dos de la década de 1870 los italianos (piamonteses) constituían 25% de
los colonos instalados en ella. En esa misma década ya aparecen como
el grupo ampliamente preponderante en algunas de la nuevas colonias
fundadas en 1875 como Caseros (creada por la viuda de Urquiza y en la
que los italianos eran el 60% de la población inicial) y Libertad (estableci-
da por el gobierno nacional del presidente Avellaneda, donde los vénetos
eran mayoritarios).56 La presencia italiana allí se vincula a la actuación
como agente de inmigración reclutador de colonos de aquel Paolo Stampa
sancionado por el gobierno italiano, antiguo combatiente republicano que
había sido cónsul argentino en Milán entre 1865 y 1873 y que luego, en
1879, sería designado inspector general de colonias por Avellaneda.57
En los veinte años que analiza este capítulo también la vida urbana
se transformó y el papel de los italianos en ella fue, como señalamos al
principio, omnipresente. Si los años 70 fueron de dificultades financieras
que repercutieron directamente sobre el nivel de la actividad económica, la
década del 80 signaría una transformación sin precedentes en la historia
argentina. Si bien en la imagen convencional esa expansión está ligada al
boom agropecuario, no es menos cierto que éste posibilitó una no menor ex-
pansión de las actividades urbanas. Esa situación excepcional daba muchas
posibilidades para el capital y el trabajo extranjero. Italia no tenía suficiente
del primero como para exportar pero sí abundancia del segundo.
En las ciudades había, en primer lugar, mucha obra pública. Un Estado
con numerosos recursos derivados de la expansión del sector externo de la
economía y con tendencia a gastar abundantemente en las presidencias de
Roca, y más aún en la de Juárez Celman, generaba mucho empleo directo o
indirecto a través de la construcción de la infraestructura urbana. Además,
ese mismo Estado generaba oportunidades más estables en su interior a
través del crecimiento del empleo público, en el que había inmigrantes
y, más aún, hijos de ellos. Baste recordar que el número de funcionarios
estatales pasaría de trece mil en 1877 a treinta y tres mil en 1890.60
En segundo lugar, en la construcción de la infraestructura también
debían tomarse en cuenta las iniciativas llevadas adelante por empresas
privadas en las zonas del interior. La construcción de los ferrocarriles era
un buen ejemplo de demanda de mano de obra y el trabajo italiano tuvo
allí un papel muy destacado, al igual que en Estados Unidos o Canadá.
Un viajero inglés que visitó el país en la segunda mitad de la década de
1870 observó ya entonces el amplio predominio de los italianos en esa
tarea, quienes trabajaban en cuadrillas de diecisiete personas dirigidas
por un connacional, es decir, un esquema semejante al bien conocido en
Norteamérica. El mismo observador señalaba algo que ya comentamos
para el mundo rural y es que los italianos eran duros trabajadores y muy
económicos, resistían todas las fatigas trabajando al sol con muy poca pro-
tección en sus cabezas desde el alba hasta el anochecer. Frugales, comían
velozmente un almuerzo (sopa o puchero) y bebían reiteradamente agua.
Con esa frugalidad y viviendo en tiendas eran capaces de ahorrar, según
el viajero, más de la mitad de la paga diaria.61
También había enormes oportunidades en el sector privado de las ciuda-
des, que iban desde la industria de la construcción de viviendas, en la que
los italianos eran muy dominantes, hasta la industria, el artesanado y el
gran y el pequeño comercio. Un país en el que la población crecía acelera-
60. O. Oszlak, La formación del Estado argentino, Buenos Aires, De Belgrano, 1982.
61. E. Clark, A Visit to South America, Londres, Dean and Sons, 1878, pp. 128-129.
La gran transformación 127
64. Censo Municipal de la ciudad de Buenos Aires, 1887, Buenos Aires, Cía. Sudamericana
de Billetes de Banco, 1889, t. ii.
La gran transformación 129
fueron en la mayor parte del período altos (y desde luego más altos que los
existentes en Italia); sin embargo, la posibilidad de ahorro estaba ligada,
como en el campo, al trabajo duro y a la limitación de los consumos, y el
ascenso social casi siempre a independizarse e intentar la aventura por
cuenta propia. Para los otros, los más, las vías del ascenso eran mucho
más lentas, pero en épocas de prosperidad, como los años 80, posibles.
Los periódicos italianos nos informan, a veces, de conflictos que involucra-
ban a trabajadores de esa nacionalidad. En general referían a trabajadores
adventicios más que al mundo de los pequeños talleres. Debe recordarse
que existía una gran masa de ellos que solían alternar distintos tipos de
tareas en áreas urbanas con otras en áreas rurales en tiempos de la cose-
cha. Sin embargo, otros conflictos afectaban también, en ocasiones, a los
trabajadores de los talleres y las fábricas de cierta dimensión. Por ejemplo,
en 1888 una primera gran ola de huelgas paralizó numerosos sectores de
la industria argentina, incluyendo la industria metalúrgica, tan dominada
por los italianos.71 De este modo, muchos empresarios peninsulares de
ese y de otros sectores fueron afectados. Dos de ellos, Giovanni Berisso
(por entonces propietario de una metalurgia naval) y Gaetano Dellachà
(industrial textil), reaccionaron ante la coyuntura creando una sociedad de
socorros mutuos. Era un modo a la vez de atenuar las causas del malestar
y de apelar a la solidaridad étnica como forma de amortiguar el conflicto.72
Por otra parte en esos años 80 surgen grupos anarquistas y socialistas
que tendrán un papel en la movilización de los obreros. Algunos de ellos
comenzaron a editar periódicos en italiano en los que denunciaban a las
elites económicas y a las prensas comunitarias.73
La vida de la comunidad
Las razones que orientaron hacia esa entente entre los grupos diri-
gentes que se proyectó, al menos parcialmente, sobre los italianos que se
encontraban articulados con ellos son varias. La primera es el cambio en
la situación política en la península con la definitiva unidad de Italia. La
toma de Roma por las tropas monárquicas, en septiembre de 1870, será
un acontecimiento de impacto profundo y perdurable sobre la vida de los
italianos en el Río de la Plata. Quizá baste con señalar que la fecha conme-
morativa de la “brecha de Porta Pia” (el lugar por donde se rompieron las
defensas pontificias), xx de septiembre, se convertiría en poco tiempo en
la fiesta más importante que celebrarán los peninsulares en la Argentina.
Aunque como el apelativo con que era recordada (“la pasqua degli italiani”)
era una celebración nacionalista y anticlerical, también conmemoraba una
victoria de la monarquía sabauda.
Inicialmente la toma de Roma generó desconcierto entre los sectores
republicanos de estricta observancia. Basilio Cittadini sugirió desde las
páginas de La Nazione Italiana que los romanos habrían hecho bien en ce-
rrar las puertas de la ciudad a las tropas saboyanas. Sin embargo, como lo
mostraban los intentos de acercamiento de la década precedente, existía un
significativo componente republicano orientado hacia posiciones más con-
ciliadoras. Un nuevo momento para ello fue un gran banquete en diciembre
de 1870 para conmemorar la anexión de Roma, en el cual participaron las
principales asociaciones de la colonia, incluidas la Nazionale Italiana y Unione
e Benevolenza junto con destacadas figuras locales y con las autoridades
diplomáticas italianas. Este tipo de iniciativas conjuntas también habían
tenido lugar en la década anterior, sólo que ahora perdurarían. En la fiesta,
los vivas al rey se confundieron con los vivas a Garibaldi, figura que más
que cualquier otra representaba la reconciliación de los republicanos y los
monárquicos. Los vítores a Mazzini, símbolo de la intransigencia, estarán en
cambio ausentes, tal vez porque, como el encargado de negocios observara
en un informe diplomático, él estaba presente. Los republicanos irreduc-
tibles quedaron así en la ocasión y por primera vez en franca minoría. Un
paseo por los alrededores de la ciudad organizado por la Sociedad Reduci
delle Patrie Battaglie (entidad que había nacido en 1860 y que agrupaba a
antiguos combatientes republicanos) y promovida por La Nazione Italiana
y su redactor jefe, Cittadini, reunió escasísimos adherentes, según informa
–no desinteresadamente– el encargado de negocios peninsular.74
En realidad, lo que la nueva situación quitaba a los republicanos era un
mito movilizador, la unidad inconclusa de Italia. Lograda ésta por el bando
contrario, el programa republicano era uno más entre aquellos operantes
en Italia. Debía confrontarse en el presente con sus propuestas políticas,
sociales y económicas. Aquí, sin embargo, era nuevamente evidente la
74. asmae, Serie Politica, Rapporti in arrivo Argentina (1867-1873), b. 1248, Rapp. 108,
14 de diciembre de 1870.
134 Fernando Devoto
75. En 1889 una publicación de los anarquistas italianos de Buenos Aires señalaba que
“il mazzinianesimo che va spengendosi, non sarebbe altro che il clericalismo sotto nuova
veste, sotto quella rosa”, xx Settembre, septiembre de 1889.
76. L’Operaio Italiano, “Ai nostri lettori”, 9 de agosto de 1876.
La gran transformación 135
furono gli italiani arrestati mentre ancora erano in possesso di vasi sacri e delle
reliquie empiamente rubate”.77 El informe de la legación italiana concluía
atribuyendo los incidentes a la Internacional y sugiriendo que la Argentina
no debía dejar entrar al país a aquellos perseguidos en Europa. Trascartón,
poco después el gobierno denunciaba, en noviembre de 1875, una cons-
piración subversiva que supuestamente planeaba saquear edificios y aun
asesinar a personas. Su jefe, Bokart, era un argentino que había estado
ligado al mitrismo (recuérdese que por entonces, luego de la derrota de la
revolución de 1874, el mitrismo estaba en la oposición y su jefe en prisión,
pero entre los nombres denunciados había de nuevo varios italianos).78
Un año después de los sucesos revolucionarios de París, que había
condenado con tanta vehemencia, moría en 1872 Giuseppe Mazzini. La
pérdida de su líder sería otro factor que impactaría negativamente sobre
la evolución posterior del Partido Republicano en Italia y en la Argentina.
Sin embargo, en virtud de lo antes dicho, es difícil no percibir que Porta
Pia, al dejar sin objetivos inmediatos a los republicanos por un lado, y la
Comuna y las agitaciones internacionalistas, al dañar tanto sus posibili-
dades de expansión en el seno de los sectores populares como el programa
de colaboración entre ellos y los sectores medios por el otro, había signado
de manera casi irreversible el destino de los republicanos consecuentes en
Italia y en la Argentina.
Por otra parte, en un plano puramente filosófico y pese a las continuas
y sostenidas evocaciones del nombre y el pensamiento de Mazzini (“le sante
dottrine dell’Apostolo”),79 al menos entre las elites italianas de la Argentina los
moldes conceptuales no derivaban ya del idealismo romántico del pensador
genovés. Como puede rastrearse en la prensa italiana de Buenos Aires, lo
que estaba expandiéndose era un férreo positivismo con crecientes notas
de darwinismo social, tan ajenos al ideario mazziniano. Como reconocía
un artículo en el diario La Patria, en tiempos del vapor y del telégrafo las
ideas místicas y religiosas (de una religiosidad laica, deísta, no católica
pero religiosa al fin) de Mazzini no prendían ya en las masas. Había, sin
embargo, dos terrenos en los que el pensamiento del intelectual genovés
perduraría o sería recuperado. Por un lado, las ideas educativas; por el
otro, sus ideales en relación con la familia y con la patria que servirían a
muchos (pero no entre los trabajadores, sus ideólogos y sus militantes)
para contraponer un programa positivo a la negatividad que se les empe-
zaba a atribuir, por ejemplo desde la prensa italiana, a los nuevos partidos
“subversivos”, “anárquicos”. Éstos, congregados detrás del “trapo rojo” y del
ejemplo de París, representaban para la prensa italiana un peligro al que
era bueno que la dirigencia argentina prestase atención.80 Ello no significa
81. Por ejemplo, todavía a principios del siglo xx la Società Ligure di M.S. de la Boca se
dedicaba a la venta y distribución de una obra de Mazzini, Opusculo dei doveri dell’Uomo;
véase S. Ligure di Mutuo Soccorso, Atti della C.D. (1904-1906), p. 156.
La gran transformación 137
86. asmae, Serie Politica, Rapporti in arrivo (1873-1879), b. 1249, Rapp. del 20 de abril
de 1876 y del 8 de junio de 1876.
87. L’Operaio Italiano, 1874.
140 Fernando Devoto
88. “Le condizioni del nostro operaio”, La Patria, 22 de febrero de 1879 (reproducido el
5 de marzo de 1879 “por pedido de muchos lectores”).
89. Véase todavía la defensa de las asociaciones (en ese caso de comerciantes) como el
nervio de una comunidad democrática en “La lega del piccolo commercio”, La Patria, 21
de febrero de 1879.
90. “Attacchi ingiusti e insistenza”, La Patria, 23 de enero de 1879, 26 de enero de 1879
y 5 de febrero de 1879. Sobre el mito del self-help, véase el elogio a Antonio Demarchi
en La Patria, 26-27 de marzo de 1879.
91. Véase por ejemplo una defensa de la libertad de comercio y la crítica a las juzgadas
elevadas tarifas aduaneras en “Dazio exorbitante”, L’Operaio Italiano, Nº 273, 1885, o
los intereses de determinados sectores “che contano meno di quelli del popolo”, La Patria,
20 de octubre de 1879.
La gran transformación 141
92. “La navigazione a vapore tra l’Italia e il Plata”, La Patria, 28 de febrero de 1879.
93. “E allora?”, La Patria, 13 de febrero de 1879.
94. La Patria Italiana, 2 de enero de 1882.
142 Fernando Devoto
98. “Ma è difficile trovare un prete buono in questi disgraziati paesi. La maggior parte di
tali preti son Napoletani, i quali son veri lupi, scandalosi, avari, simoniaci, in una parola
sono lupi, ed han tutti i vizi. Figurisi corrono tutta la mattina per cercare l’applicazione della
messa”, Don Baccino a Don Bosco, 16 de marzo de 1876, en J. Borrego, Giovanni Battista
Baccino. Biografía y epistolario, Oma, las, 1977, apéndice documental, p. 377.
99. E. De Amicis, Sull’Oceano, Milán, Mondadori, 2004.
100. Idem, p. 86.
144 Fernando Devoto
104. Don Bosco a Don Cagliero, 31 de octubre de 1876, en Epistolario, vol. iii (1876-
1880), lettera 1511.
105. Los miembros de las comisiones renunciaron en 1875 aduciendo falta de recursos
y desinterés del municipio, en especial hacia la escuela municipal. Nota del 28 de sep-
tiembre de 1875 en Archivo Histórico de la Ciudad de Buenos Aires (ahcba), Cultura,
1875, leg. 42.
106. “Censo de la Educación de la República Argentina”, 20 de diciembre de 1872, agn,
B-xii, Nº 1408, fs. 479-486.
107. F. Bodrato a Don Bosco, 19 de octubre de 1878, asc, 275.
146 Fernando Devoto
dible para la acción pastoral concreta, sí lo era para relacionarse con los
poderes públicos argentinos y con las elites locales, y en especial para ser
aceptados socialmente por éstas. Como observó perceptivamente monseñor
Cagliero a Don Bosco: “Per far fortuna in questi paesi bisogna possedere
l’idioma non solo mediocremente, ma bene; se no, si puzza di forasterume,
che les desagrada a los de aquí”.108
Inmediatamente luego de su instalación en la Boca y en otros lugares,
los salesianos comenzaron a organizar en torno de sus parroquias aquellas
actividades (oratorios, escuelas, asociaciones) que tanto los habían distin-
guido por su carácter innovador en Italia. A partir de una experiencia que
había ido madurando lentamente en el pensamiento y en la obra de Don
Bosco, aparecía como primordial la recuperación del mundo del trabajo
manual, de la educación destinada a valorizarlo, así como la incorporación
de formas asociativas que, aunque procedentes de ámbitos laicos, podían
ser instrumentadas también desde el catolicismo para combatirlo. Tal era
el caso, por ejemplo, del asociacionismo mutualista. En todo ello, y además
en los componentes organizativos y en el rol asignado a los colaboradores
laicos, estaba la modernidad salesiana, entendida como una respuesta a
los desafíos que para la Iglesia Católica presentaban las nuevas realidades
urbanas, industriales y obreras. En este sentido, la Boca podía proveer no
sólo un excelente ejemplo misional para templar vocaciones, sino también
un notable laboratorio, por su conformación étnica y por su estructura
ocupacional, para reproducir aquel conjunto de experiencias que había
llevado a cabo Don Bosco en los barrios populares de las ciudades del
Piamonte y la Liguria.109
Los salesianos se encontraron inicialmente en dificultades, pero no tan-
to por los obstáculos externos como por el poco personal disponible y los
muchos compromisos asumidos. No obstante ello, crearon inmediatamente
en la Boca un oratorio (destinado a recuperar el tiempo del ocio en una
perspectiva que combinase lo religioso con las potencialidades educativas del
juego y la valorización del aire libre) y una escuela. En este último caso no
era una típica escuela salesiana de artes y oficios (como las que se crearían
luego en Almagro y en otros lugares) sino una escuela común. A partir del
arribo en 1879 a la parroquia boquense del dinámico padre Stefano Bourlot,
las actividades de los salesianos se expandieron aun más con la creación
de un colegio de niñas (María Auxiliadora) en 1879, dos cofradías, una
Sociedad Católica de Socorros Mutuos (en 1884) e incluso, varios años más
tarde (en 1892), un semanario, Cristoforo Colombo, que llegaría a tirar tres
mil copias y lograría una cierta penetración en las zonas de colonización,
en especial después de que comenzó a imprimirse en Rosario.
108. Don Cagliero a Don Bosco, 5 de marzo de 1877, reproducida en A.M. González, Origen
de los misioneros salesianos, Guatemala, Instituto Tipográfico Salesiano, 1978, p. 226.
109. Sobre esas experiencias en Turín, véase L. Pazzaglia, Apprenchistto e istruzione degli
artigiani a Valdocco (1846-1886), en F. Traniello (a cura di), Don Bosco nella storia della
cultura popolare, Turín, sei, 1987, pp. 13-80.
La gran transformación 147
119. A. Boraschi, “Le scuole primarie italiane in Argentina”, en Comitato della Camera
Italiana di Commercio ed Arti, Gli italiani nella Repubblica Argentina all’Esposizione
Generale di Torino, Buenos Aires, Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, 1898,
pp. 219-222.
120. R. Gandolfo, “Inmigrantes y política. La revolución de 1890 y la campaña en favor de
la naturalización automática de los extranjeros”, Estudios Migratorios Latinoamericanos,
17, 1991, pp. 23-55.
La gran transformación 153
131. J. Newton y L. Sosa de Newton, Historia del Jockey Club de Buenos Aires, Buenos
Aires, LN, 1972, pp. 85-112, y F. Korn, “La gente distinguida”, en J.L. Romero y L.A. Romero
(dirs.), Buenos Aires. Historia de cuatro siglos, Buenos Aires, Abril, 1983, pp. 45-56.
132. L. Losada, op. cit., p. 58.
133. A. Argerich, ¿Inocentes o culpables?, Madrid, Hyspamérica, 1985.
La gran transformación 157
Intermedio.
Las instituciones de los italianos
en la Argentina
1. República Argentina, Tercer Censo Nacional, Buenos Aires, Rosso, 1916, t. x, y Repú-
blica Argentina, Censo General de la Ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, Compañía
Sudamericana de Billetes de Banco, 1905, pp. clxiv-clxv.
2. S. Baily, “The role of two newspapers in the assimilation of Italians in Buenos Aires and
San Pablo, 1893-1913”, International Migration Review, vol. 12, Nº 3, 1978, pp. 325-327.
Intermedio. Las instituciones de los italianos en la Argentina 167
3. S. Baily y F. Ramella (eds.), One family, two worlds. An Italian Family’s Correspon-
dence across the Atlantic, 1901-1922, New Brusnwick-Londres, Rutgers University
Press, 1988.
168 Fernando Devoto
4. G. Prato, “La tendenza associativa fra gli italiani all’estero nelle sue fasi più recenti”,
La Riforma Sociale, año xiii, vol. xvi, 1906, pp. 724-726.
Intermedio. Las instituciones de los italianos en la Argentina 169
5. Idem, p. 728.
6. G. Prato, “Le società di muto soccorso all’estero”, La Riforma sociale, año ix, vol. xii,
1902, pp. 858-859.
170 Fernando Devoto
quier caso, lo que estos ejemplos sugieren es que más allá de la concordia
visible en la alta dirigencia italiana en la Argentina y en las asociaciones
mayores, desde fines de la década de 1870 los enfrentamientos continuaron
por largo tiempo en las entidades más periféricas.
No siempre esas divisiones podían relacionarse claramente con las
disputas ideológicas, y los matices que pueden hallarse entre las nuevas
entidades escindidas de las antiguas no deben oscurecer el hecho de que
parece tratarse de rivalidades entre personas o grupos que arrastraban
tras de sí a sus respectivas clientelas, que a veces eran empleados o
trabajadores de los dirigentes de cada entidad. Así parece ocurrir en la
ciudad de Córdoba, en 1893, donde a causa de la expulsión de un socio
surgiría de la Unione e Benevolenza local una nueva entidad: Unione e
Fratellanza. Aunque puedan buscarse matices sociales o ideológicos entre
ambas entidades, las diferencias ya son mucho menos netas que en el
período precedente.9
Además de la paulatina propagación de nuevas asociaciones a medida
que tanto la inmigración como su distribución en el territorio argentino
aumentaban, visto en perspectiva el movimiento más importante fue el de
creación ya a partir de la década de 1880 de nuevas entidades de inmi-
grantes procedentes del sur. Ella está en la base de esa continua creación
de nuevas entidades, que en la sola Buenos Aires a las catorce existentes
en 1879 se agregarían veintiuna en los años 80 y otras treinta y cinco en
los 90.10 Aunque los datos no son comparables estrictamente ya que los
modos de relevamiento de las entidades son diferentes, las cifras provistas
por Ignazio Martignetti en una investigación realizada para la Camera di
Commercio Italiana, en 1906, enumeraba alrededor de trescientas enti-
dades, los de un censo realizado por las autoridades consulares italianas
de la Argentina en 1908 constataba la existencia de 320, mientras que el
Censo Nacional Argentino de 1914 incluía ya 463.11
Dado que el flujo meridional fue relativamente más tardío, en el momento
en que comenzaron a llegar en grandes números se encontraron con una
estructura asociativa ya existente en la que las posiciones de liderazgo
estaban en manos de los italianos del norte en una proporción mucho
mayor todavía que entre los asociados. Aunque algunas de las grandes y
antiguas asociaciones se abrieron a las ambiciones de los nuevos arribados,
en especial la Colonia Italiana, cuya dirigencia sería predominantemente
16. G. Pavoino y A. Bufardeci, Gli italiani nella Provincia di Entre Ríos, Paraná, Artes
Gráficas, 1914, p. 109.
17. “Società Italiane esistenti nella Provincia di Buenos Aires nel primo semestre del
1901”, Bollettino dell’emigrazione, 1902, pp. 74-79.
18. D. Benavides, “Historia de las sociedades italianas en La Plata, Berisso y Ensenada”,
Universidad Nacional de La Plata, 1980 (mimeo).
19. Así, la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Belgrano, que había visto crecer su
Intermedio. Las instituciones de los italianos en la Argentina 175
padrón societario de 726 miembros en 1890 a 2.607 en 1897 mantenía 2.826 en 1921.
Véase L. Prislei, “Inmigrantes y mutualismo. La Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de
Belgrano (1879-1910)”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, Nº 5, 1987, pp. 29-55.
20. R. Falcón, Los orígenes del movimiento obrero (1857-1899), Buenos Aires, Centro
Editor de América Latina, 1984.
21. H. Spalding, La clase trabajadora argentina, Buenos Aires, Galerna, 1970, Sección G.
22. República Argentina, Censo General de Población, Edificación, Comercio e Industrias de
la Ciudad de Buenos Aires levantado en los días 11 y 13 de septiembre de 1904, Buenos
Aires, Compañía General de Billetes de Banco, 1906, pp. 212-235.
176 Fernando Devoto
iniciativa, que reunió en un primer momento a casi todas las grandes asocia-
ciones de Buenos Aires incluyendo de Unione e Benevolenza a la Nazionale
Italiana, de la Unione Italiana al Plata a la Conte di Cavour, de la Italia Unita
a la Unione Operai Italiani, terminó unificando a sólo nueve de ellas. Una
vez más el faccionalismo y las disensiones de los grupos dirigentes habían
sido más fuertes. Así, en febrero de 1916 se unificaron en la Associazione
Italiana di Mutualità e Istruzione (aimi) la Unione e Benevolenza con la Conte
di Cavour, la Fratellanza Militare, la Giuseppe Garibaldi, la Patriottica, la
Italia al Plata, el Trionfo Ligure, la Unione Italiana al Plata y la Véneta.
Ciertamente existía entre las asociaciones italianas otra práctica común
que, si bien no resolvía el problema del fraccionamiento –y todo lo que ello
implicaba para el balance financiero de las entidades–, al menos atenuaba
sus efectos sobre los socios y sugería una voluntad común: el “consorellis-
mo”. Casi todos los estatutos de las entidades admitían en su seno como
miembros temporarios a aquellos socios de otras mutuales que hubiesen
cambiado de residencia. Algunas, no todas, incluían a las entidades con las
que existían acuerdos establecidas no sólo en la Argentina sino también en
Uruguay. Ello permitía gozar de los beneficios del socio por el tiempo que
durase la situación transitoria en un nuevo lugar aunque, dado que no se
establecían claros mecanismos de compensación entre las entidades, ésta
reposaba sobre la buena voluntad y sobre el hecho de que tal situación se
producía sólo en forma episódica u ocasional.
fuerza, en especial en la Campania en los años 80, todavía hacia 1885 exis-
tían más de ochocientas en el Piamonte, casi setecientas en la Lombardía,
cuatrocientas en la Campania y menos de cien en Basilicata.29 En segundo
lugar, dado que la inmigración de septentrionales fue más temprana que
la de meridionales, cuando éstos comenzaron a llegar en grandes números
las entidades existentes estaban dominadas por aquéllos y ello los orien-
taría a insertarse en nuevas entidades regionales creadas por los notables
procedentes del sur, por las mismas razones.
¿Cuál era el universo social de los integrantes de las asociaciones
mutuales? Éste es un tema que suscitó un excesivo interés por parte de
los historiadores a partir del artículo, por lo demás impecable metodoló-
gicamente, de Sam Baily. Los análisis de la composición social a partir de
los registros de socios de más de dos decenas de entidades han permitido
tener una imagen acabada de quienes las integraban. En las sociedades
de los grandes centros urbanos la mayoría de sus miembros, que eran
varones adultos, pertenecía a los sectores medio bajos –profesionales, em-
pleados, medianos y pequeños comerciantes– en una proporción de algo
menos de un tercio del total, y a los trabajadores manuales calificados y
semicalificados, dos tercios del total. En las entidades ubicadas en zonas
agrícolas o en la periferia de las ciudades, por supuesto crecía el número
de agricultores, quinteros y otras personas dedicadas a tareas agrícolas.30
Sin embargo, comparativamente, ésta era menor que la esperable ya que
el hecho mutualista involucraba sustancialmente a sectores urbanos. Así
puede percibirse entre los socios de dos entidades santafesinas: la Italiana
de San Cristóbal (donde eran apenas 6% del total de socios) o en la Mazzini
de Carlos Pellegrini, donde eran el 14% de los cincuenta y un fundadores.31
Era bastante pequeña, en casi todos los casos, la presencia de jornaleros
y otros trabajadores adventicios y no calificados (que oscilaban con varia-
ciones en torno del 10% del total).
Los análisis de estratificación socioocupacional son siempre de compleja
e incierta interpretación, entre otras cosas porque las personas desarro-
zzini e Bakunin; D. Ivone, Associazioni operaie, clero e borghesia nel Mezzogiorno tra
Ottocento e Novecento, Milán, Franco Angeli, 1979; R. Allio, Società di Mutuo Soccorso in
Piemonte, 1850-1880, Turín, Deputazione Subalpina de Storia Patria, 1980; E. Grendi,
“Il mutualismo a Sampierdarena (1851-1870)”, Movimento Operaio e Socialista, año x,
Nº 3-4, 1964, p. 326.
29. D. Marucco, “Lavoro e solidarietà popolare: forme, modelli, rapporti del mutuo
soccorso italiano”, en F. Devoto y E. Míguez (eds.), Asociacionismo, trabajo e identidad
étnica. Los italianos en América Latina en una perspectiva comparada, Buenos Aires,
cemla-cse-iehs, 1992, pp. 14-15.
neda. Véase Statuto. Regolamento della Società Italiana xx Settembre, Buenos Aires, Veglia,
1905, art. 79, y Statuto. Regolamento della Società Italiana di Mutuo Soccorso. Barracas
al Sud, Barracas, Imp. El Orden, 1888, art. 69. Restricciones a los hijos argentinos en
la Società Italiana di Mutuo Soccorso Roma Nostra de la ciudad de Santa Fe, art. 12 del
estatuto en Libro di Verbali delle Assemblee, i, 1897.
33. Véase por ejemplo Società Ligure di Mutuo Soccorso (la Boca), Verbali d’Assemblea
(1892-1912) y Società Italiana di Santa Fe, Libro de actas y asambleas.
Intermedio. Las instituciones de los italianos en la Argentina 181
edificio o una nueva sección dentro de él hasta la boda del soberano da-
ban lugar a aquellas fiestas en las que se exaltaba a la nación italiana. En
este sentido no es de ningún modo exagerado sostener que muchos de los
llegados desde la península sin una noción de pertenencia italiana, apenas
con una identidad “aldeana” o a lo sumo regional, se hicieron italianos aquí
participando voluntaria o involuntariamente de todas esas ceremonias. Y
aunque un inmigrante tuviese poca participación en la vida cotidiana de
las asociaciones, de todos modos los nombres de ellas, los retratos que
colgaban de las paredes, la bandera italiana y las de la entidad, en suma,
toda la escenografía, remitían a la “patria lontana”. Como lo definía un
viajero italiano de fin de siglo, Angelo Scalabrini, las asociaciones eran un
“baluarte precioso del patriotismo contra la fatal ley de la absorción”.35 El
líder socialista Jacinto Oddone, que como sus congéneres de partido no
las quería, las definía como “centros de patrioterismo llamados sociedades
de socorros mutos”.36
En cualquier caso, y antes de analizar las funciones y los servicios
brindados por las asociaciones, es conveniente recordar que su dimensión
social era una faceta muy importante en ellas. No sólo se trataba de las
numerosas fiestas, de las representaciones teatrales o musicales o de los
bailes para recaudar fondos para la entidad o para ayudas humanitarias,
sino del día a día. Las asociaciones eran un lugar de encuentro, en especial
en aquellas ubicadas en barrios de las ciudades o en los pequeños pue-
blos. Allí consumían una parte del tiempo libre los socios, conversando,
fumando, leyendo el diario, jugando a las cartas o a las bochas. En ellas se
construían opiniones y creencias compartidas. Es decir que las mutuales
tenían, además del propósito asistencial que las caracterizaba, otro social
que las hacía en ese plano semejantes a los círculos o clubes burgueses.
También allí en el ámbito de sus fiestas surgían los vínculos que llevarían
a muchos al matrimonio.
Servicios y funciones
37. Véase, por ejemplo, G. Gardenghi, “Manoale tecnico per le società di mutuo soccorso”,
Manoale Hoepli, Nº clxxiv, Milán, Hoepli, 1895.
38. Regolamento della Società Italiana di Mutuo Soccorso residente in Morón, 1879,
cap. 1, art. 2.
39. G. Prato, “La tendenza associativa...”.
40. Era el caso de la sociedad de Morón, que revocó esa disposición en 1885 ya que impedía
obtener subsidios del Ministero della Pubblica Istruzione italiano; véase Società Italiana di
Mutuo Soccorso di Morón, Libro de Actas y Asambleas (1867-1906), pp. 41 ss. y 160 ss.
41. Associazione Italiana di Mutualità e Istruzione, Statuto, Buenos Aires, Compañía
Gráfica Argentina, 1916, art. 15.
184 Fernando Devoto
42. Società Unione Operai Italiani (La Plata), Statuto e Regolamento, La Plata, La Popu-
lar, 1896, cap. i, art. 2, inciso c; Società xx Settembre (Buenos Aires), Statuto..., art. 21;
Società di Mutuo Soccorso Italia Unita, Statuto. Regolamento; Società di Mutuo Soccorso
Barracas al Sud, Statuto, art. 1, entre otras.
Intermedio. Las instituciones de los italianos en la Argentina 185
43. Por ejemplo, la xx Settembre de Buenos Aires no concedía ayuda ninguna a los que
padecían enfermedades venéreas, mientras que la Unione Operai Italiani de La Plata
otorgaba sólo médico y medicinas. Véanse Società Italiana xx Settembre, Statuto. Regola-
mento; Società di Mutuo Soccorso Unione Operai Italiani (La Plata), Statuto e Regolamento,
La Plata, La Popular, 1896, art. 21.
44. Società Italiana di Mutuo Soccorsi xx Settembre (San Cristobal, Santa Fe), Statuto
Sociale, art. 47.
45. Società Italiana xx Settembre (Buenos Aires), Statuto. Regolamento, art. 50.
186 Fernando Devoto
lugar para el velatorio (que podía ser la sede de la asociación), una carroza
fúnebre y dos carrozas de acompañamiento.46 Alternativamente, si la familia
del socio decidía contratar otros servicios ajenos a los convencionados, la
sociedad brindaba un subsidio pecuniario hasta un tope.
En muchas ocasiones, en especial pero no sólo en las entidades de los
pequeños centros urbanos del interior, proveían también de un espacio
en el cementerio. En una ciudad como Buenos Aires, donde todo era más
costoso y los socios muchos, la sepultura era concedida sólo por un corto
número de años. La Associazione Italiana de Mutualità e Istruzione (aimi),
que como vimos había agrupado varias entidades de Buenos Aires en torno
de Unione e Benevolenza, preveía cinco años de uso del lugar concedido y
además se comprometía a colocar una lápida de hierro sobre el túmulo.47
La adquisición por compra o por donación de un terreno en el cementerio
local donde erigir un panteón, en la medida en que las finanzas lo permi-
tiesen, era el segundo objetivo más importante de las entidades luego de
la sede social. Los socios tenían derecho a recibir sepultura en él, pagando
sus deudos una suma adicional, o gratuitamente si habían cumplido un
mínimo número de años como socios.48 La inauguración de éste o simple-
mente la colocación de la piedra fundamental constituía todo un evento que
suscitaba la presencia de la comisión directiva, de autoridades consulares
e incluso de destacados políticos locales. Así ocurrió, por ejemplo, en 1903
cuando la Unione e Benevolenza de Rosario lo inauguró en un acto al que
asistieron el cónsul italiano, el gobernador de la provincia, el jefe político
y el intendente de la ciudad, además de representantes de otras entidades
mutuales y de la prensa local.49 Finalmente, en algunos casos se contem-
plaba un subsidio (una caja de beneficencia) para sostener a los deudos si
la persona fallecida se encontraba en una situación de indigencia.
Tan importante como los aspectos prácticos eran aquellos simbólicos.
Las sociedades aseguraban que el miembro fallecido no sería enterrado en
soledad. Las entidades proveían una corona de flores y un emblema de la
misma para el ataúd y garantizaban la presencia de un número de socios
en el velatorio. Asimismo, una comisión de la entidad era designada para
acompañar el cuerpo hasta el cementerio, a veces junto con la bandera
de la asociación. Que la tarea no era siempre aceptada de buen grado por
los socios designados para hacerlo lo exhiben las sanciones contempladas
en los estatutos para aquellos que habiendo sido designados no concu-
50. Società Italiana di Mutuo Soccorso in Morón, Regolamento, s. iii.; Società Italiana di
Mutuo Soccorso xx Settembre (San Cristobal), Statuto Sociale, arts. 48 y 49.
51. J.M. Ramos Mejía, Las multitudes argentinas (1899), Buenos Aires, Rosso, 1934,
cap. v.
52. Citado por L. Prislei, “Informe sobre el estado actual de la investigación sobre socie-
dades de socorros mutuos de la Argentina”, Buenos Aires, mimeo, 1983, p. 3.
188 Fernando Devoto
italiana más rica de la ciudad.59 Por el contrario, antes que ella se encon-
traban, por capital social, las dos antiguas sociedades mutuales: Nazionale
Italiana y Unione e Benevolenza. Ello reflejaba que los intereses particu-
lares de los grupos dirigentes habían sido más fuertes. La gran expansión
del hospital se produciría recién en la primera década del siglo xx, luego
de la mudanza a la nueva sede y en coincidencia con el estancamiento de
las grandes sociedades mutuales. A partir de ahí será, muy ampliamente,
la institución más poderosa. Ya en 1904, según los datos del censo de la
ciudad, las entradas anuales del hospital eran 261 mil pesos, más de tres
veces las de las asociaciones mutuales más grandes. Para ese año, en
opinión del experto que realizó el informe sobre las instituciones de bene-
ficencia en el marco del censo, el Hospital Italiano era, “indudablemente,
el más importante y mejor montado” de los cinco hospitales creados por
las comunidades extranjeras en Buenos Aires.60
Otro modo de observar el éxito del hospital y su prestigio es la cantidad
de enfermos internados, que entre 1902 y 1908 sería de 20.160, una cifra
bastante mayor que la de todos aquellos internados en los veinticuatro
años precedentes.61 Ello se reflejaría también en la multiplicación de nuevas
iniciativas: edilicias –en 1913 se inaugura el policlínico donde funcionarán
los consultorios externos, sobre la calle llamada entonces Cangallo, y clíni-
cas–, en 1905 se inauguró la escuela de medicina y cirugía y poco después
se iniciaron las prácticas de cirugía de la cátedra correspondiente de la
Facultad de Medicina, cuyo titular era Nicolás Repetto, además uno de los
líderes del Partido Socialista Argentino. Para sostener exigencias y gastos
crecientes el hospital se fue abriendo paulatinamente más allá de los ámbitos
de la comunidad italiana. Por una parte, el número de médicos argentinos
creció en su plantel, y aunque una buena parte fuesen hijos de italianos,
ello no dejó de generar polémicas.62 Desde luego aquí la italianidad apare-
cía en contraste con la profesionalidad, ya que la calidad del hospital sólo
podía sostenerse si se buscaba reclutar a los mejores médicos disponibles
y no simplemente a los que eran italianos. Estos últimos, por otra parte,
no eran necesariamente los más calificados (o los mejor conectados) de la
profesión en Italia y ello los había llevado a emigrar buscando horizontes
que no encontraban en la patria de origen. Del mismo modo, el hospital
se fue abriendo a recibir pacientes de cualquier nacionalidad, aunque se
les cobrase a las sociedades de socorros mutuos una tarifa preferencial.63
Como ya señalamos para las asociaciones mutualistas, la apertura era la
64. N. Lanciotti, “Las estrategias del empresariado inmigrante frente a la expansión del
mercado inmobiliario, Rosario, 1870-1914”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, 55,
2004, pp. 463-488.
196 Fernando Devoto
67. Sobre ese mundo, véase A. Martellini, I candidati al milione. Circoli affaristici ed emi-
grazione d’elite in America Latina alla fine del xix secolo, Roma, Edizioni Lavoro, 2000.
68. aa.vv., Gli italiani nell’Argentina. Uomini d Opere, Buenos Aires, 1928.
198 Fernando Devoto
73. G. Bevione, Argentina 1910: balance y memoria, Buenos Aires, Leviatán, 1995, pp.
154-155 (la edición original en italiano se titula L’Argentina).
Intermedio. Las instituciones de los italianos en la Argentina 201
74. L. Cortese, Club Italiano. Cien años de historia, Buenos Aires, Lulimar, 1999, pp.
48-49.
202 Fernando Devoto
más grande de la ciudad, bastante más grande incluso que las antiguas
sociedades de socorros mutuos. Ello reflejaba también que los tiempos
habían cambiado y el eje pasaba del asistencialismo al ocio, al menos para
aquellos inmigrantes exitosos y sus descendientes, en esa década próspera
que fue, para las clases medias, la de los años 20.
La combinación de club deportivo y social orientado a las clases medias
–que no necesitaban una sociedad de socorros mutuos (o podían pagar la
inscripción a ambas) y que también estaban excluidos por el costo o por
propia decisión de un ámbito como el Circolo– tuvo otros ejemplos en Bue-
nos Aires. Uno de ellos fue el Tiro a Segno, otro el Club Canottieri Italiani.
El primero nació en 1895, en momentos de plena exaltación militarista en
Italia con el crecimiento de las hostilidades en la guerra colonial contra
Etiopía que terminaría en el desastre de Adua al año siguiente. Empero,
también eran años de expansión militarista en la Argentina, con el arma-
mentismo que acompañaba el aumento de tensiones con Chile, en cuyo
marco se había formado una legión de italianos voluntarios dispuestos a
enlistarse. Obtuvo así cierto apoyo del gobierno argentino, interesado en
la instrucción militar de los habitantes en la perspectiva de una guerra,
que la ayudó con la donación de armas y municiones. Desde luego que esa
institución no puede vincularse sólo a ello o a la idea del ciudadano-soldado
también en expansión, pues se trataba además de un deporte. Reflejaba
un clima más general ya que casi en paralelo surgieron otros clubes con el
mismo propósito, como la Sociedad Española de Tiro al Blanco que nació
en el mismo año, o la suiza.
El proyecto inicial fue formulado luego de los concursos de tiro al blan-
co organizados por la colectividad italiana en 1894. La iniciativa prosperó
rápidamente en aquel contexto y pronto, con la ayuda de algunos notables,
pudo adquirirse un terreno en Villa Devoto, donde fue construido el polígono
de tiro con galería y palco para los espectadores y un edificio para el depósi-
to de armas, la administración y el bufete.75 La entidad se abrió rápidamente
a socios de cualquier nacionalidad. Sus vaivenes futuros estuvieron bastante
marcados por las alzas y bajas de los climas bélicos, en especial en Italia
y en ocasión de la Gran Guerra europea; el número de sus integrantes se
expandió ulteriormente.
Canottieri nació hacia 1909 y en el mismo año llegó a los seiscien-
tos socios. Con la ayuda, entre otros, de uno de sus miembros, Mauro
Herlitzka (que era uno de los más importantes empresarios italianos del
sector eléctrico), pudo adquirir en 1919 un edificio en el Tigre al cual ad-
juntó más tarde otro en estilo veneciano. Nuevamente se reproduce aquí
el mismo modelo: una actividad deportiva originaria (y que en este caso
siguió siendo la principal) a la que se agregaron otras propias de un club
social: sala de lectura, de baile, restaurante. En la década del 20 contaba
75. A. Pereyra y F. Fernández Gómez (dirs.), Guía ilustrada de Buenos Aires para el viajero
en la República Argentina, Buenos Aires, 1900, pp. 274-275.
Intermedio. Las instituciones de los italianos en la Argentina 203
con dos mil socios (incluidas unas quinientas mujeres), en lo que hay que
ver también la importancia que había adquirido el Tigre como lugar de
esparcimiento de los fines de semana como parte de nuevos modos de uso
del tiempo libre en las sociedades urbanas. Por otra parte el remo, depor-
te de elite originariamente, fue otro de los ámbitos de las nuevas clases
medias ascendentes donde la estructura de clubes respondió largamente
a un criterio étnico, ya que también las otras colectividades crearon antes
o después instituciones similares.
Había también otras instituciones sociales y recreativas de distinto tipo,
desde asociaciones musicales o corales (Ocarinisti Italiani, 1889, y Circolo
Mandolinistico Italiano, 1894, ambas de Buenos Aires, o el Circolo Filodra-
mmatico de Rosario) hasta las múltiples asociaciones de veteranos de las
guerras de unificación o del primer conflicto mundial (Reduci de le Patrie
Battaglie y luego della Guerra Europea) o las distintas Dante Alighieri, que
a partir del ejemplo de la primera fundada en 1889 en Italia se difundieron
tempranamente en la Argentina, la primera en Buenos Aires en 1896 y
pronto otras en la provincia homónima (La Plata, Mar del Plata y Azul en
1898) y en Rosario.
En 1877 los italianos acomodados crearon asimismo una entidad de
beneficencia destinada a auxiliar a los compatriotas en estado de necesidad.
Llamada inicialmente Società di Beneficenza e Riabilitazione al lavoro degli
Italiani indigenti, a partir de 1903 pasó a denominarse Società di Patronato
Italiano e Rimpatrio per gli Immigrati Italiani. El Patronato tuvo una vida
azarosa debido a las dificultades financieras que requería una tarea de ese
tipo y pudo tener sede propia recién en 1930. Según los datos del censo de
Buenos Aires de 1904 tenía por entonces 113 miembros e ingresos bastan-
tes exiguos: alrededor de 20 mil pesos anuales (mientras el Hospital tenía
261 mil y la Nazionale Italiana, 81 mil). Mucho no se podía hacer con esos
recursos que trataban de mantener tareas en distintas direcciones.
La primera misión del Patronato fue sostener a los inmigrantes recién
llegados brindándoles alojamiento, alimentación y asesoramiento. Por su-
puesto, en tanto que esa tarea se superponía con la que llevaba a cabo el
Departamento de Inmigración, la sociedad se orientó prontamente a brindar
apoyo a los inmigrantes italianos en estado de indigencia, en momentos
posteriores de su experiencia en la Argentina, a través de vales de comida
y para dormir. También se comenzaron a financiar repatriaciones a Italia
de inmigrantes en estado de emergencia. Por último, el Patronato intentó
proveer a los inmigrantes de mecanismos de protección y asesoramiento
ante abusos cometidos por autoridades argentinas o ante fraudes, en es-
pecial en el manejo de las remesas.
Más allá de ellos había otras entidades que brindaban un servicio comu-
nitario, como los Bomberos Voluntarios, pero que también eran núcleos de
sociabilidad. Es el caso del de la Boca, donde nacieron en 1884 por iniciativa
de Tommaso Liberti y adquirieron pronto un papel relevante en la vida del
barrio (entre otras razones porque las construcciones en madera hacían
imprescindible la existencia de una entidad de esa naturaleza). En 1900
204 Fernando Devoto
tenía el control y que estaba dispuesto a abrirse allí donde las oportuni-
dades financieras fuesen mejores.80
El primer libro diario del banco registra la caja de accionistas, que
permite observar cómo queda la composición definitiva del banco más
allá de las propuestas esbozadas en la correspondencia y cuáles fueron
las sumas efectivamente integradas. Se integraron 13.671 acciones por
un capital de 269.420 pesos. El mayor accionista era la Banca di Genova
(4.000 acciones, es decir, 30% del total), seguido por el Banco di Sconti
e Depositi (2.000), el Banco Itálico (1.300), Demarchi Hnos., que era la
mayor firma local de origen “italiano” (1.000), Antonio Devoto (600), Achille
Maveroff y Serafino Pollinini (350 acciones cada uno), Nicola Schiaffino y
Luigi Tamini (300 cada uno) y Bartolomeo Viale y Paolo Marengo (250 cada
uno). Estaban también entre los primeros accionistas, con participaciones
a menudo simbólicas, otros de los más conocidos hombres de negocios
peninsulares de Buenos Aires como Geronimo Canale, Giovanni Fusoni,
Lorenzo Raggio, Giovanni Lavarello o Tommaso Ambrosetti. El total de
acciones en poder de comerciantes que operaban en la plaza de Buenos
Aires era de 6.371. Ello exhibe que la nueva creación era una entidad de
comerciantes más que de banqueros.81
Es interesante observar que entre ellos había, además de italianos e
hijos de italianos, también en un porcentaje minoritario accionistas de otras
nacionalidades como Wilcken, Smith, Von Ecken o Hale y Cía., y también
algunos argentinos ubicados estratégicamente, como Ángel Méndez, que
era entonces integrante del directorio del Banco de la Provincia de Buenos
Aires. No hay nada sorprendente en ello, pues el banco era una oportuni-
dad de negocios y aunque fuese simbólicamente muchos querían aparecer
en él o eran invitados a hacerlo. En este punto, las relaciones étnicas se
mezclaban con los vínculos puramente comerciales. De lo que se trataba
era para muchos de reforzar vínculos o solidaridades preexistentes que
estaban principalmente ligadas al origen, pero no al punto de hacerlas
exclusivas.
Lo que ocurría desde el punto de vista del capital sucedía también en
relación con los préstamos. El banco estableció rápidamente una clasificación
de las cuentas corrientes, a los efectos de las comisiones a cobrar por los
descuentos, otorgándoles la máxima categoría a las casas comerciales de
reconocida responsabilidad.82 Tratando de ir sobre seguro, el banco prefería
a éstos, independientemente de su nacionalidad. Observando el listado de
los primeros préstamos se advierte que los clientes que los reciben no son
italianos (Bracht, Samson, Jacobs, Riera, Mulhall, Jossilin, Wilck, Irigoyen,
80. Archivo Banco de Italia y Río de la Plata, Libro de Actas del Directorio, Nº 1, 26 de
septiembre de 1872.
81. Idem, Libro Diario Nº 1 (1872-1873), Caja de Accionistas, 19 de agosto de 1872.
82. Idem, Libro de Actas del Directorio, Nº 1, p. 41, 5 de agosto de 1872.
208 Fernando Devoto
Fragueiro, etc.).83 A ellos hay que agregar otro tipo de instituciones como el
Banco de San Juan, que recibirá un importante préstamo al año siguiente
a través de la mediación de Luis Otero, banquero cordobés, o el Banco del
Litoral de Paraná en Entre Ríos. Con esta provincia se establecerían re-
laciones de largo plazo, en especial a través de la mediación de Tommaso
Ambrosetti, que tenía intereses comerciales en ella. Con los años, a princi-
pios del siglo xx, caído el banco provincial en dificultades, será el Banco de
Italia el que se hará cargo de sus activos y pasivos, asumiendo el control de
las distintas sucursales, y representará financieramente a la provincia del
litoral. Relaciones privilegiadas existían, por otra parte, con los directivos
del poderoso Banco de la Provincia de Buenos Aires. Por ejemplo, durante
la crisis 1873-1876, el Banco de Italia prestó al Provincia 700 mil pesos
fuertes, el mayor préstamo realizado por la entidad.
En cuanto a los depósitos, como muestra el libro diario, la enorme ma-
yoría eran de apellidos italianos, y en ese punto el banco tenía éxito con
su propuesta. En ese sentido ya en el acta de directorio del 16 de julio de
1872, es decir pocos días antes de la apertura al público de la entidad,
Maveroff sostuvo, apoyado por Demarchi, que los cajeros tenían que ser
italianos o saber hablar italiano y que se opondría a que se nombrase a
cualquier empleado que tuviera que estar en contacto con el público y no
supiese esa lengua.84 Tal requisito podía chocar con la paralela necesidad
de nombrar personal idóneo, y en los hechos el primer cajero principal no
sería italiano aunque sí los restantes empleados. Sin embargo, en general
el banco se esforzó por cumplir con esa condición, indispensable para acer-
car a los peninsulares y convertir a la entidad en una institución familiar
a éstos. En este punto debería observarse que para muchos inmigrantes
ya entrar a una institución bancaria, con todos los elementos simbólicos
que contenía, podía ser algo ajeno a sus experiencias y aquella podía ser
vista como un lugar extraño o inaccesible. Ello explica por qué muchos
inmigrantes preferían y preferirían manejarse al margen de ese tipo de
entidades y confiar sus ahorros a un paisano o un amigo, e incluso utilizar
mecanismos muy inseguros para enviar sus remesas, como colocar en un
sobre billetes de liras italianas o incluso monedas de oro, recubiertas por
un pedazo de cartón, y mandarlas por correo. Para justificar lo abultado
de la carta, en el sobre se colocaban “fotografías”.85 El banco tuvo, sin em-
bargo, bastante éxito en capturar una parte relevante de esas remesas y ya
en 1874 el secretario de la Comisión de Inmigración, Guillermo Wilcken,
le solicitaba que informase sobre las pequeñas remesas de dinero que se
enviaban por su intermedio a Europa.86
oro buena parte de sus tenencias en papel (el curso forzoso fue adoptado
en 1876), de solicitar créditos externos en otras fuentes (tratativas se ini-
ciaron con Banco Italo Svizzero, con el Credito Mobiliare Italiano y con una
casa bancaria londinense), de no aceptar letras de tesorería del gobierno
nacional como valores en garantía y sí terrenos y tierras, de reducir los
préstamos riesgosos y de que su principal deudor era el poderoso Banco
Provincia, le permitió superar el vendaval, allí donde otros bancos nacidos
paralelamente, como el Mercantil, no pudieron lograrlo.92 Los depósitos en
el banco comenzaron a aumentar vertiginosamente desde agosto de 1877.93
Al año siguiente el banco, pleno de liquidez, realizaría un importante prés-
tamo, negociado por el gerente Serafino Pollinini y por el ministro Valentín
Balbín, al gobierno de la provincia de Buenos Aires. En un contexto de
rivalidades políticas y de grupos financieros, el Banco de Italia cultivó en
sus primeros tiempos relaciones estrechas, que luego sufrirían altibajos,
con la provincia y con su banco que no se darían con otros gobiernos, como
el nacional. En cualquier caso, en ocasión del nuevo enfrentamiento entre
la provincia de Buenos Aires y el gobierno nacional en 1880, el banco in-
tentó mantenerse neutral política y financieramente, pues era acreedor de
ambos. Más allá de ello, la estrategia del banco parece haber sido reducir
en la medida de lo posible, entonces y después, y más allá de alianzas o
de constricciones, su exposición con entidades públicas, prefiriendo tener
en su cartera documentos de comerciantes de la plaza.94 Por otra parte,
mantenía acuerdos fuertes con otras entidades como el Banco Carabassa
aunque casi nunca con el de Londres “por la conducta altanera e indelicada
que ha observado siempre para con nosotros”.95
Pasada la crisis, y en el contexto de la gran expansión que caracterizaría
la década de 1880, el banco inició una lenta política de consolidación (en
1881 tenía cuatro mil cuentas) y luego de crecimiento que se orientaba a la
inauguración de un edificio propio, al incremento del capital, a la apertura
de sucursales y a la recompra de las acciones en poder de los institutos
financieros italianos. La construcción del edificio en un terreno adyacente
al que se alquilaba en la calle de la Piedad se iniciaría en 1881 con la apro-
bación del proyecto y el comienzo de las obras.96 La apertura de sucursales
fue un tema largamente debatido desde el comienzo y las propuestas de
abrirlas en Montevideo, en Rosario y en Asunción del Paraguay fueron
rechazadas por la mayoría del directorio temerosa de comprometerse en
nuevas operaciones con un capital propio que consideraba exiguo, de los
92. Archivo Banco de Italia y Río de la Plata, 15 de junio de 1874, 12 de marzo de 1875,
16 de abril de 1875 y Libro Nº 2, 15 de septiembre de 1876.
93. Idem, Libro Nº 2, 24 de agosto de 1877.
94. Idem, Libro de Actas del Directorio, Nº 3 (1881-1884), 8 de enero de 1885.
95. Idem, 9 de agosto de 1878.
96. Idem, Libro de Actas del Directorio, Nº 3 (1881-1884), 7 de abril de 1881.
Intermedio. Las instituciones de los italianos en la Argentina 211
111. Banco de Italia y Río de la Plata, Libro de Actas del Directorio, Nº 5, 12 de abril de
1888.
112. M.I. Barbero, “Mercados, redes sociales y estrategias empresariales en los orígenes
de los grupos económicos. De la Compañía General de Fósforos al Grupo Fabril (1889-
1929)”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, 44, 2000, pp. 126-128.
Intermedio. Las instituciones de los italianos en la Argentina 215
El Nuevo Banco Italiano llevó desde sus comienzos una política de expan-
sión más agresiva que la de su predecesor. Al año siguiente de su creación
ya había abierto dos filiales en Rosario y La Plata. Empero, también fue
afectado por la crisis de 1890 y al año siguiente, en paralelo con el Banco
de Italia, debió cerrar sus puertas, en este caso durante cuatro meses. Al
igual que aquél, luego de la tormenta saldría también fortalecido y desa-
rrollaría una política de expansión que ahora se orientaría por canales más
alternativos que conflictivos con el Banco de Italia. La estrategia del Nuevo
Banco Italiano pareció orientarse a otorgar un relieve destacado al área
de Buenos Aires abriendo numerosas agencias en la ciudad y en el vecino
partido de Avellaneda más que continuando la expansión temprana hacia
otras ciudades del interior, como había hecho su oponente.
En cambio, la crisis de 1890 afectaría más gravemente a otro banco
nacido el año anterior, en plena fiebre especulativa y también intentando
aprovechar desde el nombre el prestigio de la entidad más vieja: el Banco
di Roma e Rio de la Plata.118 Aunque algunos nombres importantes de la
comunidad, como Giovanni Boeri o Andrea Seitun, estaban entre sus di-
rectivos fundadores, las secuelas de la debacle financiera lo obligarían a
cerrar sus puertas en 1893.
De este modo, dos instituciones emergieron fortalecidas y continuarían
su crecimiento en los años 90 y de ahí en más. Una tercera se agregaría a
ellas, el Banco Popular Italiano, del que participarían algunos conocidos
industriales italianos como los Luppi y los Merlini y que parece haber bus-
cado abrirse hacia los estratos medios de la comunidad, visto su carácter
cooperativo y las estrechas relaciones que algunos de sus directivos tenían
con la Unione e Benevolenza. Nacido en 1898, fue liquidado en 1926, y
sus activos y pasivos fueron adquiridos en ese momento por el Banco de
Italia.119 Sin embargo, en 1902, según los cálculos del cónsul Luigi Gioia,
el Banco de Italia y Río de la Plata era una entidad mucho más fuerte que
sus competidores. Mientras el Nuevo Banco Italiano tenía un capital de
6.500.000 liras y depósitos por 12 millones, el de Italia y Río de la Plata
poseía 25 millones de liras y depósitos por 70 millones.120 El Banco Popular,
de menores dimensiones dada su naturaleza cooperativa, poseía apenas
650 mil liras de capital. Ello explica, entre otras cosas, por qué sería el
Banco de Italia el que recibiría la autorización para ser el único corresponsal
oficial autorizado para el envío de las remesas.
Desde luego, también operaron en el país algunos bancos italianos aso-
ciados con los de otras partes de Europa como el Banco Francés e Italiano
118. P. Rugafiori, Perrone da casa Savoia all’Ansaldo, Turín, utet, 1993, p. 72.
119. J. Sergi, Historia de los italianos en la Argentina, Buenos Aires, Editora Ítalo-
Argentina, 1940, p. 362.
120. L. Gioia, “Le condizioni degli italiani in Buenos Aires, 1901”, Bollettino dell’emigrazione,
Nº 8, 1902, p. 61.
218 Fernando Devoto
para la América del Sur, fundado en 1910 con aporte de capital de la Banca
Commerciale Italiana, o el Banco Ítalo-Belga, creado en 1911 con aportes del
Crédito Italiano, pero su presencia en la experiencia cotidiana de los italianos
y de la comunidad italiana en la Argentina fue también menos relevante que
la del Banco de Italia o incluso que la del Nuevo Banco Italiano.
La historia sucesiva de los dos mayores bancos escapa al propósito de
este libro. Baste recordar que su expansión continuó luego de la Primera
Guerra Mundial aunque a la larga no pudieron sobrevivir a algunas de
las tantas crisis económicas que asolaron a la Argentina en los últimos
treinta años.
Así, no obstante el retraso del tejido económico italiano que hacía que
sus productos de exportación no agrícolas no fuesen competitivos en el
exterior, la preferencia de los inmigrantes por consumir los mismos pro-
ductos que en Italia (y ello se refería tanto al producto como a su naciona-
lidad) creaba inesperadas posibilidades para las exportaciones italianas,
independientemente de la calidad y el precio. Era así lógico que el gobierno
peninsular buscase impulsar la creación de entidades intermediarias que
a la vez que reforzaban los lazos de italianidad (tema de preocupación y
principal objeción contra los que defendían las llamadas “colonias libres”)
actuaran como intermediarios entre productores italianos, comerciantes en
ambas márgenes del océano y consumidores inmigrantes. Es decir, como
una institución que brindaba contactos y transmitía información.
Las primeras iniciativas surgirían en torno de 1870, en paralelo, entre
hombres de negocios italianos por una parte y en el seno de comisiones
consultivas en el ámbito del Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio,
por la otra. En 1869, en el congreso de las cámaras de comercio reunido
en Génova, el representante de la cámara de Varese propuso ya la creación
de instituciones comerciales para la tutela de los intereses italianos en las
estratégicas rutas de América del Sur y en las nuevas y prometedoras a
crearse con la apertura del canal de Suez. Cuatro años después Luigi Bodio,
comentando los resultados del primer censo de italianos en el extranjero,
observaba el dinamismo de las comunidades italianas en el Plata y su
diversificación profesional, que contrastaba con la que emergía de otros
lugares de inserción y sugería la necesidad de brindar algún tipo de apoyo
para fortalecer el carácter empresarial que percibía en ellas. Será a partir
de ese clima de ideas y del ejemplo de la cámara de comercio inglesa creada
en París que el ya mencionado Ellena, funcionario gubernamental, pre-
sentará en 1873 una propuesta de reacción de representantes comerciales
italianos en el exterior. Ésta tardará, sin embargo, todavía un decenio en
concretarse en parte porque la iniciativa encontrará una oposición muy
mayoritaria de los funcionarios consulares italianos en el exterior que ha-
bían sido consultados al respecto.123
Recién en 1883 el Consejo de Ministros italiano apoyará la propuesta de
la creación de cámaras italianas de comercio, como iniciativa privada, libres
y autogestionadas por sus miembros, comerciantes e industriales, aunque
colocadas bajo el auspicio y la tutela de las autoridades diplomáticas italia-
nas. Su objetivo era favorecer el incremento de los intercambios comerciales
con Italia y a la vez actuar como receptáculo y canal de transmisión de las
inquietudes de los inmigrantes destinadas a las autoridades diplomáticas y
a las cámaras de comercio existentes en Italia. No sería casual que, más allá
de las iniciativas precedentes, la idea tomara fuerza (siempre por impulso
de Ellena) en el momento en que era ministro de Agricultura Domenico
125. Sobre este tema y los debates que surgieron con la publicación del libro de Einaudi
(en especial las críticas de un economista de la Universidad de Lausana, Vittorio Racca),
véase A. Fernández, Un mercado étnico en el Plata. Emigración y exportaciones españolas
a la Argentina (1889-1935), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
2004, pp. 29-31.
222 Fernando Devoto
ver con el carácter de las cámaras que, más allá del reconocimiento oficial
que le concedía el gobierno italiano, eran entes privados desde el punto
de vista jurídico.
La cuarta era cultural-identitaria, pues se suponía que las cámaras
debían ser un punto de referencia y a la vez de agregación de las fuerzas
italianas existentes en el exterior. Para ello se organizaban desde cursos
de formación profesional hasta actos culturales.128 Este último punto era
de no poca importancia ya que ponía en contradicción una lógica muy
antigua de comunidad mercantil con la de comunidad étnica. Si en Italia
las cámaras de comercio podían admitir ilimitadamente socios extranjeros,
quienes tenían el derecho de elegir y ser elegidos en los más altos cargos,
en el exterior ello presentaba un problema. El modo que se encontró para
solucionarlo fue la admisión de éstos hasta un número limitado y con ca-
pacidades decisionales menores.
Una diferencia que puede apuntarse entre las distintas cámaras de
comercio es que en algunos lugares, señaladamente el Río de la Plata,
la iniciativa debió mucho más al impulso de las ricas comunidades de
comerciantes y empresarios allí existentes y bastante menos al activismo
del Estado italiano. Aunque en el caso de Buenos Aires la convocatoria a
la primera reunión (que se realizó en los salones del Circolo Italiano) pro-
vino del cónsul peninsular, quien asimismo ayudó de distintos modos a la
entidad en sus primeros pasos, pronto la cámara tomaría una dinámica
propia en la que las autoridades diplomáticas quedarían en un lugar más
bien ceremonial. Probablemente el hecho de que la iniciativa haya procedido
inicialmente de las autoridades diplomáticas se explica por las dimensio-
nes, la complejidad y la variedad del grupo empresarial italiano en Buenos
Aires (y las rivalidades que existían en su seno), que no tenían equivalente
en otras partes. Esa heterogeneidad entre distintos grupos económicos y
distintos intereses potenciales dificultaba seguramente el desarrollo de una
iniciativa espontánea que pudiese tener carácter unitario.
De todos modos, un protagonismo y un activismo mayor del Estado
peninsular en la promoción de cámaras de comercio tuvo lugar sucesiva-
mente a la creación de las primeras. Será en 1888, durante el gobierno
de Francesco Crispi, cuando la gravedad de la crisis agraria, el giro pro-
teccionista y la ruptura comercial con Francia, principal mercado de las
exportaciones italianas, llevarán a formular al menos en el papel líneas más
activas hacia las comunidades italianas en América como consumidores a
los que destinar la producción peninsular, lo que incentivará la creación
de nuevas cámaras.129
Más allá de las intenciones, la voluntad de centralización y coordina-
ción promovida por el gobierno italiano chocaba a menudo con dificulta-
des operativas y con el carácter de entes libres de las demasiado lejanas
130. Settanta anni di vita della Camera di Commercio Italiana nella Repubblica Argentina
(1884-1954), Buenos Aires, Netta Hnos., 1955, p. 14.
Intermedio. Las instituciones de los italianos en la Argentina 225
Un breve balance
por primera vez en número a los italianos, y ello se repetiría entre 1910
y 1913 (en 1911-1912 ayudada por el conflicto sanitario entre Italia y la
Argentina) y con el paralelo crecimiento de otros componentes como los
rusos y los procedentes del Imperio Otomano. Con relación a los retornos,
entre 1901 y 1913 alcanzaron al 49% de los desembarcados. Es decir, un
porcentaje más elevado que el de la década anterior (si excluimos 1891).
Asimismo, en esos mismos años aumentó el índice de masculinidad con
relación a los períodos precedentes (287 por cada 100 mujeres) y dismi-
nuyó el porcentaje de menores de doce años (15% del total).6 Es decir que
la tendencia esbozada en la década del 90 se acentuaba en el nuevo siglo.
La inmigración italiana era cada vez más de hombres adultos con tasas de
retorno también más elevadas. Lo mismo ocurría con los grupos ocupacio-
nales: cada vez más personas que declaraban ser jornaleros y artesanos,
y cada vez menos que indicaban ser campesinos.7
Por otra parte, seguía aumentando el componente meridional en el con-
junto de los italianos: si orillaba 45% de todos los arribados entre 1895 y
1900, a partir del nuevo siglo ese porcentaje fue aumentando lenta pero
sostenidamente en cada quinquenio sucesivo hasta alcanzar 54% entre
1910 y 1914. Por supuesto que el movimiento no era uniforme en todas las
regiones incluidas en las grandes áreas geográficas, y la disminución de la
emigración de la Italia del norte afectaba mucho más a regiones como la
Lombardía –y sobre todo la Liguria– que al Piamonte, que seguía teniendo
una presencia significativa en el flujo hacia la Argentina.
Vista la importancia adquirida por la emigración meridional en el
conjunto del flujo italiano a la Argentina, es tentador correlacionarlo con
las otras nuevas características de este flujo que antes señalamos. Sin
embargo, las cosas son tal vez más complejas. Desde luego que, como ve-
remos, un rasgo de la emigración meridional es su mayor expectativa de
retorno y por ende su menor componente familiar. Empero, como muestran
algunos ejemplos del Piamonte, también los rasgos de los originarios de
esa región que se trasladaban hacia la Argentina estaban cambiando. Un
análisis de largo plazo de la emigración de una comuna de la provincia de
Cuneo (Costigliole) muestra que entre los migrantes que se dirigían a la
Argentina aumentaba el número de jornaleros y disminuía relativamente
el de agricultores. Asimismo, los datos sobre los retornos a Italia que el
Commissariato dell’Emigra-zione publica desde 1905 exhiben que la tasa
del Piamonte en general era mayor que la media italiana y que la de mu-
chas regiones meridionales. El fenómeno de la inmigración golondrina, al
menos en parte, puede explicar ese hecho.
12. J. Zucchi, The Little Slaves of the Harp: Italian Child Street Musicians in Nineteenth-Cen-
tury. Paris, London, and New York, Montreal, McGill-Queen’s University Press, 1992.
13. A. De Clementi, op. cit., pp. 20-21.
14. F. Barbagallo, Lavoro ed esodo nel sud, 1861-1871, Nápoles, Guida, 1973, pp. 43-44.
244 Fernando Devoto
ca, Statistica dell’emigrazione italiana per gli anni 1884 e 1885, Roma, Tip. Camera dei
Deputati, 1886, pp. xli-xliii.
17. Idem, Roma, Tip. Bodoniana y Tip. Camera dei Deputati, 1882-1886.
18. S. Sonnino, op. cit., pp. 257-258.
246 Fernando Devoto
mación por medio de los pioneros emigrados, de los retornados (en espe-
cial de los que ejercitaban oficios ambulantes y volvían periódicamente
al “paese”), de los agentes de emigración que nutridamente crecían en el
Mezzogiorno y de la prensa local. En ese campo, un lugar importante de
intercambio de información eran las ferias y los mercados regionales así
como las procesiones o peregrinajes a los muchos santuarios dispersos en
el territorio y que tanta importancia tenían en las formas de religiosidad
meridional. Estos desplazamientos llevaban al campesino más allá de los
estrechos límites de la propia aldea, a lugares donde se conocía a otras
personas, donde lo religioso se mezclaba con mercados para intercambios
y con las dimensiones festivas, donde las informaciones acerca de lugares
maravillosos más allá del océano se transmitían cara a cara.23
Colocar el acento en los mecanismos de difusión de la información y en
la disponibilidad o no de medios para poder financiar la aventura ultra-
marina es seguramente la pista correcta. Las correlaciones entre situación
económica de las distintas regiones y provincias del Mezzogiorno y flujo
migratorio muestran que no hay ninguna correspondencia entre ellas. Se
emigra de algunas zonas pobres y no de otras. Más aún, de aquellas en
peores condiciones (por ejemplo, en la zona de los “sassi” en Matera) no hay
casi emigración. La relación más convincente es la que se ha establecido
entre tamaño de las propiedades en cada área y emigración. Es muy claro
que se emigra de las zonas donde predomina la pequeña y pequeñísima
propiedad y no el latifundio.24 Ello implica también otra correlación entre
altimetría y emigración. Así ocurría, por ejemplo, en Calabria o en Basi-
licata, donde el movimiento procedía de la zona montañosa o de colina y
no de las “marine”.
Emigraban a América mucho más los pequeños campesinos que los jor-
naleros. La razón ya ha sido señalada; ahí existían los medios para ayudar
a financiar la experiencia porque también en esas zonas estaban más ex-
tendidas las estructuras familiares complejas. Ello no remite sólo a la forma
de la familia (completa o incompleta por falta de algunos de sus miembros)
sino a la cohesión de ella y del grupo parental más amplio en el que estaba
inserta. A mayor cohesión, mayor centralidad en la red de relaciones de la
microsociedad y mayores posibilidades de sostener la experiencia migratoria.
Inversamente, una familia de jornaleros, sin bienes, sin arraigo territorial,
que era, en parte como resultado de ello, en general nuclear, ¿de dónde
podría obtener los recursos para emigrar? En algunos casos –por ejemplo,
las aludidas “marine” de Basilicata– ello sólo era posible cuando aparecía
alguien que subsidiaba el pasaje, como ocurrió en algunos años con el go-
bierno de São Paulo o, más tarde, contratistas de mano de obra.25 De este
modo, como ya hemos señalado en otras oportunidades, si la pobreza era
una condición para emigrar, la extrema pobreza era un impedimento.
Confrontando la experiencia de las primeras épocas desde el norte y
desde el sur de la península, emergen algunas diferencias visibles. La emi-
gración meridional es mucho más masculina que la septentrional. En ella
había menor número de familias y mayor porcentaje de hombres adultos
jóvenes que intentaban la experiencia junto con otros paisanos (nos lo
muestran las listas de embarque de las naves) pero no con el resto de su
familia.26 Eso no significa que la decisión fuese necesariamente individual;
por el contrario, para una buena parte, según la edad a la que iniciaban la
experiencia, la resolución había sido tomada en el seno del grupo familiar y
no por el mismo migrante. El jefe de la familia elegía a uno o varios de sus
miembros para que se dirigiesen al exterior y reuniesen allí los recursos
monetarios suficientes para integrar el balance de la economía familiar.
Empero, también de otro modo la estructura de la familia condicionaba la
decisión migratoria. El derecho de primogenitura, que era el fundamento
base para la subsistencia de la familia en el tiempo, al evitar la disgregación
ulterior de la pequeña propiedad que la articulaba en el espacio, obligaba a
menudo a los otros hijos a lanzarse a la aventura migratoria. Así, era bas-
tante común entre los que establecían una nueva familia que la emigración
tuviese lugar inmediatamente luego de celebrado el matrimonio.
La decisión de emigrar aparece a priori, como señalamos, como parte
de una vocación temporaria en personas orientadas a obtener el máximo
ahorro posible en el menor tiempo y luego retornar. Ello es así incluso en
aquellos que decidían por su propia cuenta emigrar, aquellos hombres
casados que dejaban atrás una familia con niños pequeños. Los pueblos
del sur veían aparecer así un personaje muy común, las llamadas “viudas
blancas”, es decir, la mujer casada que esperaba, a veces por varios años,
el retorno del marido. Esa espera prolongada estaba ligada, en ocasiones, a
la capacidad de ahorro del inmigrado en América, donde el costo de vida era
más alto, lo que lo obligaba a permanecer solo allí dejando a su familia en el
país de origen para poder hacer una diferencia significativa.27 En cualquier
caso, una muestra de que la expectativa de retorno era alta está dada, por
ejemplo, por el hecho de que la vía de financiación de la migración, cuando
era afrontada por el mismo migrante o su familia, era más a través de un
30. R. Gandolfo, “Dall’Alto Molise al centro di Buenos Aires: le donne agnonesi e la pri-
ma migrazione transatlantica (1870-1900)”, Annali. Istituto Alcide Cervi, 12, 1990, pp.
325-52.
31. M.C. Cacopardo, “Emigrantes hacia la Argentina desde una pequeña comuna meri-
dional italiana”, en M.C. Cacopardo y J.L. Moreno, La familia italiana y meridional en la
emigración a la Argentina, Nápoles, Edizioni Scientifiche Italiane, 1994, pp. 73-98.
32. C. Jarach, “Relazione”, en Inchiesta Parlamentare sulle Condizioni dei Contadini...,
Abruzzi e Molise, Roma. Tip. Bertero, 1909, vol. ii, t. i, p. 243.
252 Fernando Devoto
33. D. Baines, Emigration from Europe, 1815-1930, Londres, Macmillan, 1991 p. 32.
34. E. Sori, op. cit., pp. 221-222.
35. O. Bordiga, “Relazione”, en Inchiesta Parlamentare..., Campania, Roma, Tip. Bertero,
1909, vol. iv, pp. 257 y xxx
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) 253
Así, a ese aluvión migratorio del sur se sumaban nuevos grupos sociales
que antes estaban excluidos de la posibilidad de emigrar por la ausencia de
recursos. Empero, también se agregaban otros grupos en mejores condi-
ciones: Epicarmo Corbino, que describe el fenómeno, los llama “modestos
burgueses” que ahora veían amenazada su propia posición social por varias
razones. Primero, el aumento de los salarios disminuía sus beneficios pero,
más importante aún, la migración había producido cambios en el nivel de
vida y en los hábitos de consumo (y éstos eran centrales para sostener las
diferencias entre esa pequeña burguesía y los simples campesinos). La
necesidad de más recursos para mantener la distancia social frente a los
retornados impulsaba a muchos de ellos a intentar también la aventura
emigratoria.41
Estados Unidos fue, se dijo ya, el destino principal de ese aluvión mi-
gratorio de principios del siglo xx. La Argentina fue el segundo destino,
con una especialización provincial marcada. A las tradicionales zonas de
Calabria se sumaban ahora algunas provincias sicilianas, de la zona su-
doriental de la isla. Si del área de Palermo y Trápani más de 90% de los
emigrantes se dirigía hacia Estados Unidos en los diez años precedentes a
la Primera Guerra Mundial, de Catania 40% se orientaba a la Argentina y
50% al país del norte, mientras que de las vecinas Siracusa y Caltanissetta
25% iba hacia la Argentina y 65% a Estados Unidos. El caso de Catania
es quizá el más emblemático por tratarse de una zona con características
socioeconómicas bastante diferenciadas del resto de la isla (por ejemplo,
en ella estaba mucho más extendida la pequeña propiedad). Esa presencia
de una relativamente consistente emigración a la Argentina de ciertas pro-
vincias y no de otras se repite en el caso de Puglia. Aquí será la provincia
de Bari la única que dará contingentes de significación (algo superiores al
20% de la emigración total) hacia la Argentina.42
El recurso a la emigración por parte de los habitantes del sur fue la única
posibilidad de tratar de mejorar su condición social. Muchos cambios se
produjeron como consecuencia de ella: desde las costumbres alimentarias
a los hábitos sociales, desde la moral sexual hasta el nuevo papel de las
mujeres que debían desempeñar muchas tareas que antes realizaban los
hombres ahora ausentes, desde las formas de producción agraria en ciertas
zonas rurales (la aludida modernización tecnológica) hasta la disciplina
social (América desacostumbraba a admitir la secular preponderancia y
arbitrariedad de los señores), desde el vocabulario hasta la vestimenta. En
este último aspecto, en algunas zonas iban desapareciendo las antiguas
usanzas campesinas (como los pantalones cortos, las medias de lana has-
ta la rodilla y los “zampitti” o “cioce” de cuero o lana atados en la pierna)
41. E. Corbino, L’emigrazione in Augusta, Catania, Vincenzo Muglia, 1914, pp. 17-18.
42. M. Nascimbene, Italianos hacia América (1876-1978), Buenos Aires, Museo Roca,
1993, Apéndice.
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) 255
54. R. Cortés Conde, El progreso argentino, Buenos Aires, Sudamericana, 1979, p. 125.
55. E. Gallo, Colonos en armas. Las revoluciones radicales en la provincia de Santa Fe
(1893), Buenos Aires, Editorial del Instituto Di Tella, 1977.
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) 259
otro de 433) mientras que los cereales medidos en pesos moneda nacional
crecieron sólo 28% (de un índice 100 a otro de 128).57
Lo que estaba cambiando era, en primer lugar, la relación entre arren-
damiento (o mediería) y pequeña propiedad. Tomando los datos de 1914
se observa que, a diferencia de 1895, ahora 70% de los establecimientos
en la provincia de Buenos Aires, 64% en Santa Fe y 71% en Córdoba eran
trabajados por personas que no eran sus propietarios. Ese dominio abso-
luto como forma de explotación del arrendamiento y la mediería generaba
a su vez cambios en la proporción en que se distribuían los beneficios
entre propietarios, intermediarios y productores. Asimismo, a la hora de
las cuentas había que sumar a las compañías ferroviarias con sus tarifas
(objeto de permanente queja por parte de los voceros de los intereses de
los italianos) y la voracidad fiscal de los municipios y los gobiernos provin-
ciales que habían descubierto que poner distintos tipos de impuestos a la
agricultura cerealera era la mejor fuente de recursos del erario público.58
Por otra parte, en especial las compañías de tierras intermediarias –más
duras porque también eran más eficientes que los antiguos propietarios–,
parecen haber puesto condiciones más gravosas aún para los colonos, como
las que los obligaban a comprarles desde las bolsas en las que colocar lo
cosechado hasta alquilarles la maquinaria agrícola.59 Estas compañías,
junto con los otros intermediarios que eran los almaceneros –los únicos
que daban crédito en condiciones generalmente usurarias a los arrenda-
tarios puesto que los bancos no querían arriesgarse con ellos–, constituían
dos importantes fuentes de extracción de recursos de las ganancias de
los colonos. Además, la casi total ausencia entre los productores tanto de
cooperativas como de elevadores de granos donde almacenar la producción,
que podían haber sido construidos por las cooperativas de haber existido o
por el mismo Estado, hacían aun más vulnerable la posición de aquéllos.
Todo ello se enmarcaba en el contexto del carácter altamente especulativo
del proceso, de la demanda de tierras y del lento aproximarse del fin de la
frontera natural agropecuaria, con lo que la oferta iba creciendo cada vez
más lentamente.
Ese cuadro general más negativo no debe, sin embargo, oscurecer que
las situaciones regionales y locales tenían gran variabilidad. En Córdoba,
la fase abierta luego de 1895 fue más contradictoria ya que en 1896 se
sancionó una ley de protección de las colonias agrícolas que complemen-
taba las disposiciones anteriores y que, aunque incumplida en buena
parte, posibilitó la creación de nuevas colonias, en las que se mezclaban
sión, era sólo allí en el oeste donde resultaba todavía posible convertirse
en propietario. En otros casos se trataba de una auténtica fuga. El colono,
arruinado por una o varias malas cosechas, endeudado con el almacenero
del que había obtenido el crédito para sembrar y las vituallas que necesitaba
(que se anotaban en la famosa libreta) o que no podía cumplimentar con
el propietario las condiciones del contrato, optaba por reunir sus pocos
bártulos y desaparecer una noche en la carreta junto con su familia en
busca de nuevos horizontes.
La variabilidad de situaciones no dependía sólo del canon sino también
de otras cláusulas establecidas en los contratos. Una parte del resultado
futuro tenía relación con la capacidad de contratar del colono, lo que a su
vez se vinculaba con su experiencia previa.
Como observaba el director de Economía Rural de la provincia de Córdo-
ba, el ingeniero Juan Ludewig, en 1913, los colonos antiguos (inmigrantes
llegados más de una década antes) eran muy cuidadosos con los contratos
que firmaban y si lo que se les ofrecía no era satisfactorio preferían pasar a
otras actividades como el comercio rural. En cambio, los nuevos arribados
eran mucho menos atentos y solían firmar contratos con cánones o cláu-
sulas gravosas que por ello era difícil que les diesen beneficios.64
64. Informe del director Juan Ludewig al ministro de Hacienda, Colonias y Obras Públi-
cas, 17 de abril de 1913, publicado en La Voz del Interior y transcripto en Apéndice por
A. Arcondo, op. cit., pp. 157-164.
65. E. Gallo, Colonos en armas..., p. 39.
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) 263
66. C. Díaz Alejandro, Ensayos sobre la historia económica argentina, Buenos Aires,
Amorrortu, 1975, p. 156.
67. T. Halperín Donghi, “La integración de los inmigrantes italianos en la Argentina. Un
comentario”, en F. Devoto y G. Rosoli (comps.), La inmigración italiana…, p. 88.
264 Fernando Devoto
68. Lloyd’s Greater Britain Publishing Co., Twentieth Century Argentina Impressions. Its
History, Commerce, People, Industries and Resources, Londres, 1911 (agradezco a Carina
Frid la referencia).
69. T. Chiovenda, Le provincie interne dell’Argentina. Rapporto del Cav. Tito Chiovenda,
R. Console à Córdoba, Roma, Ministero d’Affari Esteri, 1914, p. 89.
70. A. Arcondo, op. cit., pp. 69-70.
71. A. Franceschini, op. cit., p. 332.
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) 265
72. L.M. Stoffel, Ripamonti. Un hito en la historia de los comerciantes de la pampa gringa,
Rafaela, Fondo Editorial Municipal, 1994, pp. 21-33.
73. A. Franceschini, op. cit., p. xxx.
74. U. Tomezzoli, op. cit., p. 101.
266 Fernando Devoto
los exorbitantes precios del almacenero. En este punto, sin embargo, las
cosas no dependían sólo de la voluntad de los colonos. Conspiraba contra
la creación de ese tipo de instituciones la alta movilidad espacial de éstos
que al carecer de arraigo en un lugar era difícil que se orientasen hacia
la creación de instituciones estables de ese tipo. Por otro lado, aunque
lentamente, las cosas irían cambiando en los años sucesivos, cuando por
iniciativa tanto de los párrocos italianos (a los que les eran familiares los
movimientos cooperativos “blancos” del norte de la península) como de los
socialistas argentinos surgirían en la década de 1910 los primeros instru-
mentos de ese tipo.80
Tomezzoli también destacaba las malas condiciones de las viviendas
de las familias, que si en las zonas de arrendamiento se vinculaban a la
falta de arraigo a la tierra que provocaba la brevedad de los contratos y
la permanente rotación de los colonos, allí donde eran propietarios sólo
podían relacionarse con las actitudes de los inmigrantes, que a menudo
no se construían una casa de material. Éstos vivían, según lo atestiguan
numerosos observadores de la época, en modestísimos ranchos con techo
de zinc (que había reemplazado a la paja como resultado de su uso para
combatir a las langostas como vallados que rodeaban los sembradíos) y piso
de tierra. Las viviendas casi carecían de toda ornamentación, de adecuada
ventilación y calefacción, y desde luego de servicios sanitarios. Como se-
ñalaba un sacerdote salesiano en 1912, los campesinos vivían en algo que
parecían cuevas donde en Italia no se pondría ni siquiera a animales.81 Le
hacía eco un terrateniente inglés, en 1914, que afirmaba que tales viviendas
parecían “en el mejor de los casos, una lata de sardinas más grande”.82
La situación de los colonos italianos no puede considerarse sin embargo
de manera uniforme y sin matices como tienden a hacerlo Tomezzoli y tan-
tos otros observadores contemporáneos. Existían demasiadas situaciones
diferentes según el tipo de contrato, la zona (y las condiciones climáticas
en cada año en ella) y aun dentro de una misma área según la ubicación
de la tierra (más cercana o más lejana del poblado y por ende de la esta-
ción ferroviaria). Por ejemplo, los informes de los párrocos italianos que
estaban instalados en muchos pequeños pueblos de la pampa gringa, como
párrocos o vicepárrocos (y más allá de cuestiones idiosincrásicas) muestran
esa diversidad de situaciones locales.83 Asimismo, a los efectos de explicar
los diferentes destinos, tenía una enorme importancia la composición de
la familia de los colonos con la cantidad de brazos para trabajar y la can-
86. Esa reiteración de los asados en los agasajos a delegaciones italianas la testimonia
un marinero de leva que estuvo un buen tiempo en puertos argentinos en 1898, como
tripulante de la nave de guerra Calabria. Véase G. La Scala, Diario di un marinaio di leva
(1897-1900), Turín, Paravia, 1999, pp. 176 y 194.
272 Fernando Devoto
98. G. Rosoli, “Il «conflitto sanitario» tra Italia e Argentina del 1911”, en F. Devoto y G.
Rosoli (a cura di), L’Italia nella società…, pp. 288-310.
99. P. Grela, El grito de Alcorta, Buenos Aires, Tierra Nuestra, 1997, p. 47.
276 Fernando Devoto
105. S. Baily, Immigrants in the Lands of Promise. Italians in Buenos Aires and New York
City, 1870 to 1914, Ithaca-Londres, Cornell University Press, 1999, pp. 110-112.
280 Fernando Devoto
106. N. S. Lanciotti, “La movilidad espacial de los inmigrantes en las ciudades portuarias
argentinas. El caso de Rosario, 1880-1914”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, 51,
2003, pp. 385-415.
107. S. Baily, Immigrants in the Lands..., pp. 117-120.
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) 281
llos”. En 1895, los italianos eran propietarios de 47% de esas casas, que
albergaban a 35% de las familias residentes en la ciudad. Nuevamente aquí
se percibe la diversidad social de los italianos en Buenos Aires, igualmente
presentes entre los propietarios de casas que entre los inquilinos.
Puesto que para los inmigrantes la propiedad no sólo era una ambición
sino también un sólido refugio para las inversiones, era bastante lógico que
aquellos que se encontraban en buena posición invirtiesen en la compra
o construcción de casas uni o plurifamiliares destinadas a ser alquiladas
a otras familias de inmigrantes, o en fracciones de tierras en las áreas
suburbanas reservadas para futuros loteos. Aunque el caso no ha sido
suficientemente estudiado, al menos para Rosario, muchas fortunas de
italianos se hicieron en el negocio inmobiliario urbano. Como allí no existían
los grandes caserones que en el centro de Buenos Aires serían destinados
a casas de alquiler de piezas, muchos peninsulares construyeron nuevas
con el objeto de destinarlas a ese fin, en especial en el área al oeste y el
noroeste de la ciudad. Algunos de ellos, que procedían del comercio mino-
rista, como Andrés Costa, figura relevante de la comunidad en Rosario ya
que fue presidente del hospital Garibaldi y del Circolo Italiano de la ciudad,
armarían un respetable capital por medio de estas inversiones inmobiliarias
y las rentas que obtenían por su alquiler.108
En cuanto a las ocupaciones de los italianos, los datos del censo de
1895 muestran que éstos estaban presentes sobre todo en el sector arte-
sanal e industrial, donde constituían el 34% de la población. Esa presencia
mayoritaria se daba tanto entre los propietarios (lo que el censo definía
como “industriales”, aunque allí había desde verdaderos industriales
hasta pequeños patrones de talleres) como entre los trabajadores. Esta-
ban presentes, asimismo, en menor proporción, en el comercio (18% de
todos los dedicados a ese rubro). Aunque ese porcentaje es menor que el
existente en el sector artesanal-industrial, era muy fuerte en los tres ma-
yores mercados de la ciudad, en el antiguo Mercado del Plata y sobre todo
en los creados por comerciantes peninsulares, el del Abasto y el Ciudad
de Buenos Aires, fundado por el chiavarese Davide Spinetto, que con los
años llevaría su nombre. Esa presencia prolonga el antiguo dominio de los
italianos en el sector frutihortícola ya desde mediados del siglo xix. Tam-
bién estaban presentes entre los ocupados en el sector transporte (8%) y
en el servicio doméstico (14,5%). Los jornaleros eran relativamente pocos
(11%) si se compara con otras realidades como la de Estados Unidos. Por
lo demás, había italianos en ocupaciones como las fuerzas armadas (5%),
la enseñanza (3%), las profesiones liberales (25%) e incluso entre los de-
finidos como “rentistas” (3%). Ese conjunto sugiere una comunidad muy
diversificada social y ocupacionalmente. Ese patrón de inserción múltiple
parece haberse mantenido en la década siguiente, aunque no disponemos
de datos censales que lo corroboren.
Si hay dos sectores en los que la presencia italiana fue masiva y do-
minante antes de la Primera Guerra Mundial fueron la agricultura y la
industria. Este último sector tuvo un desarrollo mucho más importante
110. Los datos para Buenos Aires proceden de S. Baily, “Marriage patterns and immi-
grant assimilation in Buenos Aires, 1882-1923”, Hispanic American Historical Review,
60, 1, 1980, pp. 32-48, y R. Seefeld, “La integración social de extranjeros según sus
pautas matrimoniales. ¿Pluralismo cultural o crisol de razas? (1860-1923)”, Estudios
Migratorios Latinoamericanos, 2, 1986, pp. 203-231. Para Rosario, en cambio, de C. Frid
de Silberstein, “Inmigración y selección matrimonial: el caso de los italianos en Rosario
(1870-1910)”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, 18, 1991, pp. 161-190.
284 Fernando Devoto
111. República Argentina, Tercer Censo Nacional, Buenos Aires, Rosso, 1917.
112. M. Barbero y S. Felder, “Industriales italianos y asociaciones empresarias en Ar-
gentina. El caso de la Unión Industrial Argentina (1887-1930)”, Estudios Migratorios
Latinoamericanos, 6-7, 1987, pp. 155-179.
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) 285
113. M.R. Ostuni, “Biellesi in America Latina”, en aa.vv., L’emigrazione biellese nel No-
vecento ii, Milán, Electa, 1988, pp. 208-218.
114. A. Fernández, “L’associazionismo italiano nella provincia di Mendoza”, en G. Rosoli,
Identità degli Italiani in Argentina. Reti sociali, famiglia, lavoro, Roma, Studium, 1993,
pp. 250-251.
115. G. Grippa, “L’industria argentina e gli italiani”, en Comitato della Camera Italiana
di Commercio ed Arti (a cura di), Gli italiani nella Repubblica Argentina all’Esposizione di
Torino, Buenos Aires, Compañía General de Fósforos, 1911, pp. 155-186.
116. Véase J.A. Borello, Soplando vida al metal. 100 años de la industria metalmecánica
mendocina, 1895-1995, Buenos Aires, ceur-uba, 1997, pp. 41-54, y E. Pérez Romagnoli,
“Inmigración europea y producción artesanal-industrial en Mendoza”, Les Cahiers alhim,
9, 2004.
286 Fernando Devoto
Argentina, ya desde fines del siglo xix aparecen también en el país oficinas
comerciales o representantes de industrias italianas. Uno de los primeros
había sido Enrico Dell’Acqua, creador de una sociedad de exportación, quien
luego se trasladó a la Argentina para instalar su fábrica textil y finalmente
también fue representante de un centenar de empresas textiles peninsu-
lares. Otros casos de esa presencia de intereses industriales italianos eran
las oficinas comerciales de aquellas empresas que abastecían de productos
italianos (por ejemplo, bebidas) al mercado constituido por los inmigrantes,
como Cinzano, Martini & Rossi o Fratelli Narice, que se habían instalado
hacia fines del siglo xix. Esa presencia se ligaba a lo que ya sostuvimos en
el capítulo anterior acerca del creciente intercambio comercial entre Italia
y la Argentina, ligado a la existencia de un mercado étnico de consumo de
productos italianos. Ello permitía a Italia, por un lado, mantenerse alter-
nativamente como cuarto o quinto país exportador a la Argentina y, por
otro, que el ritmo de crecimiento de sus exportaciones se mantuviese a la
par del norteamericano. Entre 1906 y 1910, el mercado argentino recibía
el 8% de todas las ventas italianas al exterior.120
Otra presencia más inesperada era la de empresas industriales no li-
gadas a ese mercado pero que podían aprovechar las ventajas de las redes
de vinculación que tenía la elite italiana con el mundo de los negocios y el
mundo de la política argentinos. Un temprano ejemplo de esa capacidad de
influencia y de mediación fue ese brasseur d’affaires que era Ferdinando
Maria Perrone, representante primero oficioso y luego oficial de la Ansaldo
de Génova, que gracias a los vínculos labrados con la elite política roquista
y al empleo de todo tipo de instrumentos de persuasión logró vender las
dos famosas naves de guerra italianas a la Argentina en 1896 (primera
exportación de aquella empresa). Operación, dicho sea de paso, que divi-
dió a la elite italiana de la Argentina generando una encarnizada batalla
periodística entre los defensores de Perrone y sus rivales, dirigidos por su
principal oponente, Basilio Cittadini. Mientras Perrone controlaba finan-
cieramente tanto el capital accionario como a los directores (endeudados
con él) de La Patria degli Italiani y de L’Operaio Italiano, Cittadini operaba
sobre todo desde su nueva creación periodística L’Italia del Plata. Detrás
de éste estaba por otra parte el interés en la operación de una industria
naval italiana rival de la Ansaldo que era la Orlando de Livorno (que lograría
vender dos naves a la Argentina sucesivamente).121
Menos polémicas fueron otras instalaciones de grupos industriales ita-
lianos, como Ercole Marelli, fabricante de motores y maquinaria eléctrica
que a principios del siglo xx había abierto una filial comercializadora en
Buenos Aires, o la Franco Tosi, también productora de motores eléctricos,
M.R. Ostuni (a cura di), Studi sull emigrazione. Un analisi comparata, Milán, Fondazione
Sella-Electa, 1991, pp. 300-309.
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) 293
128. S. Marotta, El movimiento sindical argentino, Buenos Aires, Lacio, 1960, i, p. 80.
129. M.R. Ostuni, “Inmigración política italiana y movimiento obrero argentino. Un estu-
dio a través de los documentos gubernamentales (1879-1902)”, en F. Devoto y G. Rosoli
(comps.), La inmigración italiana..., pp. 105-112.
130. Véase Argentina, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, expediente Nº
39, 1898.
294 Fernando Devoto
137. A. Spinetto, Ciudadanía conferida a los extranjeros, Buenos Aires, Tip. La Van-
guardia, 1917.
138. Véase, por ejemplo, La Patria degli Italiani, 23 de noviembre de 1902.
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) 297
144. S. Baily, “Italians and Organized Labour in the United States and Argentina: 1880-
1910”, en S. Tomasi y M. Engel (eds.), The Italian Experience in the Unites States, Nueva
York, Center for Migration Studies, 1970, pp. 120-121.
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) 299
152. Véase por ejemplo la carta de Zeballos a Cittadini, entonces en Europa, del 19 de
junio de 1907: “Mi querido amigo: recibí su afectuosa carta del 25 de mayo, algunos de
cuyos párrafos he leído al señor Presidente. [...] Esperamos verlo pronto por acá”; Museo
y Archivo Histórico E. Udaondo, Luján, Archivo Zeballos, Cajas 80, f. 264. Véase tam-
bién correspondencia de otros italianos, a comenzar por el mismo Perrone, con notables
argentinos en Archivio Storico Ansaldo, Fondo Perrone.
153. La Patria degli Italiani, 6 de diciembre de 1902.
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) 305
en torno de él parecen haber sido los más activos en ese sentido y esa
adhesión era correspondida por las instituciones peninsulares que, con
relación a las distintas familias del orden conservador, aparecieron por
entonces siempre más cerca del roquismo.
El xx de septiembre era el punto de fuerza de la visibilidad de la comuni-
dad en la Argentina. Era un día en el que las ciudades argentinas parecían
italianas, dada la profusión de banderas que engalanaban la ciudad, los
innumerables actos y fiestas que organizaban las entidades italianas. Par-
ticular relieve adquirió, por ejemplo, la de 1898 en el clima de tensión que
se vivía con Chile. El decidido apoyo que prestaron la dirigencia peninsular
y tantos anónimos italianos a la causa argentina, incluso a través de una
masiva inscripción como voluntarios en las distintas legiones militares
(incluida una italiana) que se iban conformando, creó un fuerte ambiente
de confraternidad. En ese contexto el xx de septiembre adquirió un efímero
carácter de fiesta nacional argentina. Hubo numerosos actos en distintas
ciudades, por ejemplo en Mendoza, donde fueron presididos por el gober-
nador Emilio Civit, o en Buenos Aires, donde la manifestación (de la plaza
11 de Septiembre al Hospital Italiano) –que fuentes periodísticas estimaban
en cincuenta mil personas– contó no sólo con la masiva presencia de las
sociedades italianas sino también de muchos jóvenes argentinos. En ese
día se colocó la piedra inaugural del monumento a Garibaldi en la plaza,
que a partir de entonces se llamará Italia.154
Por otra parte, y más allá de un momento que no iba a perdurar, la
imagen de los italianos en la elite dirigente argentina y en la opinión pú-
blica había mejorado significativamente. Los italianos (junto con los espa-
ñoles) se habían convertido en esos años anteriores a la Gran Guerra en
los inmigrantes preferidos. Las ideas que vimos expresadas en la opinión
de Juan Alsina al comenzar este capítulo comenzaron a ser patrimonio
común de casi todos los grupos dirigentes argentinos. En 1910, el mismo
Alsina volvía sobre el argumento en un libro que establecía una distinción
entre los distintos grupos migratorios. La preferencia se inclinaba hacia
los europeos. Entre éstos los italianos estaban entre los mejores, no sólo
por sus virtudes para el trabajo sino por su compatibilidad con la sociedad
argentina en tanto latinos y católicos. Ello los diferenciaba de aquellos a
los que llamaba “exóticos” que, por sus características culturales y a veces
también ocupacionales (por ejemplo los sirio-libaneses orientados hacia el
comercio ambulante y no hacia la agricultura), no eran una inmigración
deseable. A ellos agregaba a los asiáticos, una emigración nada aconsejable
que había que impedir.155 En realidad lo que estaba cambiando era, a la
159. J.A. García, “Cuadros y caracteres snobs”, en Obras completas, Buenos Aires, Za-
mora, 1955, t. ii, pp. 1055 ss.
160. La Patria degli Italiani, 4 de noviembre de 1902.
161. C. Smith, Al pueblo de mi patria, Buenos Aires, 1918, citado por D. Cantón, “Notas
sobre las Fuerzas Armadas argentinas”, en T. Di Tella y T. Halperín Donghi, Los frag-
mentos del poder, Buenos Aires, Jorge Álvarez, 1969, pp. 366-367.
308 Fernando Devoto
164. D. Cantón, El Parlamento argentino en épocas de cambio, 1890, 1916, 1946, Buenos
Aires, Editorial del Instituto Di Tella, 1966.
310 Fernando Devoto
169. “I figli degli italiani”, La Patria Italiana, 6 de febrero de 1889; J.S. Álvarez (Fray
Mocho), op. cit., pp. 131-133.
170. L. Incisa di Camerana, op. cit., pp. 356-357.
171. La Argentina, 19 y 22 de mayo de 1910.
De la crisis a la Gran Guerra (1890-1914) 313
sería en los años subsiguientes, con excepción de 1917.1 Todo ello sugiere
que además del efecto de la guerra, el brusco descenso de la inmigración
a la Argentina debe ponerse en relación con la evolución de la economía
del país. Esa situación de dificultad es visible en 1914, antes del inicio del
conflicto bélico, y se agrava como consecuencia de la guerra mundial. Ésta,
si bien creaba algunas posibilidades para la industria argentina al brindarle
la opción de sustituir productos importados que ya no podían comprarse
en Europa, por otra parte hacía dramáticamente evidente la ausencia de
insumos para muchos sectores que se encontraban así imposibilitados de
producir localmente los bienes alternativos. Además, también padecían las
exportaciones argentinas que verían un cambio relativo en su composición
ya que aumentaban las de carne (entre otras cosas enlatada para el con-
sumo por parte de los soldados en el frente militar), pero disminuían las
de cereales en cuya producción, como vimos, los italianos eran tan impor-
tantes. Lo que influía aquí era la caída en los precios por las abundantes
cosechas norteamericanas y el aumento de los costos por el significativo
crecimiento de los fletes en la ruta del Atlántico sur en relación con los
aplicados en las rutas del norte.
La situación descripta no busca minimizar el peso de la guerra sino
colocarla en un contexto más amplio. Es evidente que la contienda gene-
raba distintas situaciones que afectaban la inmigración y favorecían los
retornos. Para los campesinos, tan mayoritarios entre los inmigrantes, la
guerra era, desde luego, una catástrofe más. Obligados a servir en el frente,
debían dejar atrás a las familias y abandonar los cultivos de la tierra en
manos de ancianos, mujeres y niños.
1. I. Ferenczi y W. Wilcox, International Migrations, Nueva York, nber, 1929, i, pp. 465
y 496.
2. C. Douki, “Les emigrés face a la mobilisation militaire de l’Italie”, 14-18 Aujourd’hui,
Nº 5, 2002, pp. 159-180.
Entre dos guerras (1914-1945) 319
10. T.S. Di Tella, Torcuato Di Tella. Industria y política, Buenos Aires, Tesis-Norma, 1993,
pp. 24-34.
11. C. Scorza, Vittorio Valdani: un uomo, Buenos Aires, Editorial de Autores S.R.L., 1955,
pp. 59-69.
Entre dos guerras (1914-1945) 323
25. J.S. MacDonald y L.D. MacDonald, “Italian Migration to Australia. Manifest Functions
of Bureaucracy versus Latent Functions of Informal Networks”, Journal of Social History,
3, 1970, pp. 249-273.
26. G. Rosoli, Un secolo di emigrazione italiana…, p. 346.
330 Fernando Devoto
27. J.L. Moreno, “Las mujeres van al banco: remesas y familias de los migrantes meri-
dionales en la Argentina antes de la crisis de 1929-1930. El caso de Molfetta”, en M.C.
Cacopardo y J.L. Moreno, La familia italiana y meridional en la emigración a la Argentina,
Nápoles, Edizioni Scientifiche Italiane, 1994, pp. 99-144.
Entre dos guerras (1914-1945) 331
28. M. Ceva, “Strategies de famille et integration du travail: le cas des inmigrants italiens
vers la France et l’Argentine (1900-1950)”, ponencia presentada en el coloquio “Perspectives
comparées des migrations: France-Argentine”, Université Paris vii, mayo de 2002.
29. P. di Biasio, “Redes sociales primarias e integración. El Lazio en Santa Fe. Un grupo
de inmigración tardía”, en Congreso Argentino de Inmigración. iv Congreso de Historia
de los Pueblos de la Provincia de Santa Fe, Esperanza, 2005.
332 Fernando Devoto
las cosas mejoraron para la economía argentina ya desde 1933, los flujos
peninsulares no se recuperarían, manteniéndose en un nivel en torno de
los quince mil inmigrantes anuales ingresados y en saldos migratorios que
oscilaban entre tres mil y cinco mil según el año. Es decir, un nivel que se
podría llamar fisiológico y que en los hechos significaba el fin de un largo
ciclo migratorio. Con el ingreso de Italia en la Segunda Guerra Mundial la
inmigración y la emigración desde la Argentina cesaron casi totalmente,
y el saldo de los años comprendidos entre 1940 y 1945 fue prácticamente
de cero. De este modo, existió una brecha de casi quince años, entre 1932
y 1946, en la que la inmigración italiana dejó de alimentar a la sociedad
y la economía argentinas, pero también a las mismas comunidades ita-
lianas en el país con consecuencias muy importantes que analizaremos
más adelante.
Las razones de esa impasse migratoria nuevamente pueden ponerse en
relación con las medidas restrictivas que la Argentina fue estableciendo desde
1930 (aumento sustancial del costo del visado consular de los certificados
requeridos por el reglamento de 1923), 1932 (exigencia de un contrato de
trabajo por parte del inmigrante que desease ingresar) o el permiso de libre
desembarco implementado en 1938 que a la vez que aumentaba las trabas
burocráticas dejaba libre discrecionalidad a los funcionarios consulares y
de migraciones argentinos para autorizar quién podía ingresar y quién no.
Sin embargo, todo este tipo de disposiciones no estaban dirigidas hacia
los italianos (con la excepción no irrelevante de los judíos italianos y otros
exiliados que eligieron la Argentina como destino luego de las leyes raciales
sancionadas por Benito Mussolini en 1938). Por el contrario, los italianos
estaban entre los grupos claramente preferidos según los principios de su
compatibilidad para la asimilación que ya señalamos en el capítulo prece-
dente y según las ideas raciales cada vez más en boga en esos años.
Por otra parte, y más allá de ello, es evidente que las razones de la eco-
nomía eran en este y en otros casos más importantes que la política. Así
como en los primeros años del siglo xx la emigración italiana crecía acele-
radamente y también lo hacía la economía peninsular, ahora el proceso se
invertía en los dos sentidos. Ello sugiere que las épocas de crisis general
que afectan tanto a las áreas de origen como a las de destino desalientan
fuertemente los desplazamientos de personas sea porque éstas carecen
de la capacidad de ahorro para financiar la experiencia o porque no hay
un horizonte de expectativas en el nuevo destino o por ambas causas a
la vez. La crisis afecta así tanto la oferta como la demanda de fuerza de
trabajo migrante.
30. Ministero degli Affari Esteri, Censimento degli Italiani all’Estero alla metà dell’anno
1927, Roma, 1928, p. 287.
334 Fernando Devoto
31. L. Torresi, Historia de un emigrado en tierra argentina, Corridonia, taf, 1998, p. 15.
Entre dos guerras (1914-1945) 335
sión del vi Empréstito de Guerra el Banco de Italia recaudó casi 250 de los
825 millones obtenidos y el Nuevo Banco Italiano, 115. Paralelamente se
expandían casas bancarias italianas asociadas con otras de otras partes
de Europa. Eran el Banco Ítalo-Belga (integrado por capital del Crédito
Italiano y cuya primera sucursal en la Argentina es de 1914), el Banco
Francés e Italiano para la América del Sud (con aportes de capitales de
la Banca Commerciale Italiana) y la misma Banca Commerciale Italiana.
Esas tres entidades también fueron autorizadas a recoger los aportes del
empréstito, y lo más notable es que la primera fue la más exitosa (255 mi-
llones), superando al Banco de Italia, mientras que por su parte el Francés
e Italiano (180 millones) superó al Nuevo Banco Italiano.
Desde luego que ello no implica que estos nuevos bancos ocupasen un
lugar más preeminente en el sistema financiero argentino o que estuviesen
más extendidos entre los ahorristas. Si se mira la cuestión desde el punto
de vista de los depósitos, el mayor de ellos seguía siendo el Banco de Italia
y Río de la Plata, con depósitos por 187 millones de pesos moneda nacio-
nal (lo que lo colocaba en el tercer lugar dentro de los bancos privados), y
por detrás de él estaba el Nuevo Banco Italiano (115 millones), mientras
que mucho más lejos se encontraban el Francés e Italiano (64 millones) y
el Ítalo-Belga (43 millones).38 Esa diferencia entre las dimensiones de los
distintos bancos con intereses italianos y la suscripción del empréstito
sugiere que una parte importante de las grandes empresas italianas (o
de origen italiano) ahora podía estar canalizando ahorros e inversiones a
través de ellas, paralelamente a la creciente apertura de los dos bancos
históricos hacia el mercado argentino. Por ejemplo, el Banco de Italia no
sólo declaraba en su publicidad en los años 20 ser el único corresponsal
en la Argentina del Tesoro italiano y del Banco di Napoli (el tema de las
remesas) sino también actuar como agente financiero del gobierno de la
provincia de Entre Ríos. Mientras tanto el Banco Ítalo-Belga, cuya sede
central se encontraba en Amberes, también se presentaba como banquero
del gobierno italiano, agente del Crédito Italiano y corresponsal oficial del
Banco Nacional de Bélgica.
La presencia en la década de 1920 de los bancos ítalo-europeos en la
comisión directiva de la Camera di Commercio (que a la sazón contaba con
más de mil miembros y entre quienes ocupaban ahora un lugar preeminente
tanto empresarios argentinos como Luis Colombo, como empresas penin-
sulares instaladas ahora en el país, como la Pirelli Platense) es otro indicio
de los nuevos vínculos entre aquellos bancos cuyas casas matrices estaban
en Europa y los intereses de empresas y empresarios peninsulares en la
Argentina. Sugieren asimismo en cuán gran medida había una renovación
de la elite empresarial italiana en el país. La generación de los príncipes
mercantes einaudianos cedía su lugar a otra en la que adquirían un peso
creciente los managers contratados en Italia que vimos en el capítulo anterior,
41. Settanta anni di vita della Camera di Commercio Italiana nella Repubblica Argenti-
na..., p. 31.
Entre dos guerras (1914-1945) 341
42. M.I. Barbero, “Los obreros italianos de la Pirelli argentina, 1920-1930”, en F. Devoto
y E. Míguez (eds.), Asociacionismo, trabajo e identidad…, pp. 189-203.
43. Comitato della Collettività Italiana, op. cit., pp. 74-75.
342 Fernando Devoto
44. E. Gentile, “Emigración e italianidad en Argentina en los mitos de potencia del na-
cionalismo y del fascismo (1900-1930)”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, 2, 1986,
pp. 174-175.
45. G. Rosoli, “La Federazione «Italica Gens» e le migrazione italiana oltreoceano”, Il
Veltro, 1-2, 1990, p. 93.
46. P. Cannistraro y G. Rosoli, Emigrazione, Chiesa e Fascismo. Lo scioglimento dell’Opera
Bonomelli (1922-1928), Roma, Studium, 1979.
Entre dos guerras (1914-1945) 345
47. R. Newton, “Ducini, Prominenti, Antifascisti: Italian Fascism and the Italo-Argentine
Collectivity, 1922-1945”, The Americas, julio de 1994, p. 46.
346 Fernando Devoto
53. L. Incisa di Camerana, op. cit., pp. 398-400. La sustitución de Colli provocó “il pro-
fondo generale rammarico dell’intera collettività” y una nota de las instituciones italianas
en Buenos Aires solicitando a Mussolini la revisión de la medida. Véase Settanta anni
di vita..., p. 35.
Entre dos guerras (1914-1945) 349
54. “La crociera della nave «Italia»“, Annuario Italo Sudamericano…, pp. 611-614.
55. L. Incisa di Camerana, op. cit., p. 410.
56. E. Gentile, Emigración e italianidad, Milán, Teti, 1994, p.173.
57. P.R. Fanesi, “L’esilio antifascista e la comunità italiana in Argentina”, en V. Blengino,
E. Franzina y A. Pepe (a cura di), La riscoperta delle Americhe…, p. 120.
Entre dos guerras (1914-1945) 351
61. Véase la opinión de Torcuato Di Tella en carta a Filippo Turati, transcripta en T.S.
Di Tella, Torcuato Di Tella. Industria…, pp. 54-55.
Entre dos guerras (1914-1945) 353
67. E. Smolensky y V. Jarach, Tantas voces, una historia. Italianos judíos en la Argentina
(1938-1948), Buenos Aires, Temas, 1999.
68. I. Guerrini y M. Pluviano, “L’organizzazione del tempo libero nelle comunità italiane
in America Latina. L’Opera Nazionale Dopolavoro”, en V. Blengino, E. Franzina y A. Pepe,
La riscoperta delle Americhe..., p. 384.
69. Idem, pp. 386-387.
356 Fernando Devoto
del partido, aunque buena parte de él era de origen italiano, no estaba dis-
puesto a ir más allá de manifestaciones de solidaridad ante sus congéneres
y en contra de un enemigo común: el fascismo. Su preocupación principal,
como era lógico, estaba en la situación política argentina, en el fascismo o
supuesto fascismo argentino, no en la peninsular. Ello llevaría a los socia-
listas italianos exiliados, para los que el orden de prioridades era inverso, a
fundar secciones argentinas del Partido Socialista Italiano o a crear nuevas
instituciones en las cuales agruparse. Distintos centros llamados Giacomo
Matteotti (en homenaje al diputado socialista asesinado en 1924) surgirían
en diferentes lugares de la Argentina, desde Buenos Aires a Bahía Blanca
(el último publicaría incluso un periódico, Italia Libera).70 En varias de esas
nuevas instituciones volvían a reproducirse las tensiones y divisiones que
existían en Italia entre socialistas reformistas y maximalistas.
Los comunistas peninsulares, por su parte, se encontraban en el mo-
mento inicial en una situación mucho más favorable. La mayor flexibilidad
en ese plano del Partido Comunista argentino posibilitaría la existencia de
un grupo italiano estable dentro de él, que incluso mantiene una actividad
periodística específica (L’Ordine Nuovo).71 Esa situación era producto de que
el Partido Comunista Argentino era nuevo (había nacido en 1918), pequeño,
con buenas relaciones desde su fundación con el maximalismo socialista
italiano y con un grupo dirigente en el que había muchos peninsulares
recién llegados. Así ocurría, por ejemplo, con el que será por décadas su
líder histórico, Vittorio Codovilla. Asimismo surgían o se reforzaban nuevas
instituciones regionales italianas cercanas a los comunistas, como la Lega
Proletaria Friulana (llamada desde 1928 Unione Operaia Friulana) o la Liber
Piemont surgida en 1929.72 En cualquier caso, a lo largo del tiempo y pese
a la mayor cercanía de objetivos que existía entre dirigentes italianos y
argentinos, por la misma naturaleza del movimiento comunista, a la larga
el problema del orden de prioridades (la situación argentina o la situación
internacional) debía presentarse.
Otra área de acción de los nuevos exiliados eran las distintas corrientes
anarquistas presentes en la Argentina. Más allá de su visible declinación
en el seno del movimiento sindical argentino en los años 20, existía todavía
un vasto espacio anarquista donde dominaba un extendido sentimiento
antifascista. Algunos de los anarquistas llegados de Italia vendrían a refor-
zarlo, y se mostrarían mucho más activos y violentos que los argentinos.
Protagonizarían acciones de gran impacto contra organizaciones fascistas
70. M.L. Leiva, “Il movimento antifascista italiano in Argentina (1922-1945)”, en B. Bezza
(a cura di), Gli Italiani fuori d’Italia, p. 557.
71. P.R. Fanesi, “El antifascismo italiano en la Argentina”, Estudios Migratorios Latinoa-
mericanos, 12, 1989, pp. 322-323.
72. M. R. Ostuni, “Operai e Antifascismo a Buenos Aires: la società Liber Piemont”, en
F. Devoto y E. Míguez (eds.), Asociacionismo, trabajo..., pp. 303-309.
358 Fernando Devoto
creará un Centro de Estudios Italianos que debía reunir una gran biblio-
teca (en especial de materiales fascistas), dictar cursos y conferencias.77
La iniciativa, colocada en el cuadro más amplio de reforzar la presencia
del fascismo en las comunidades italianas y en la sociedad local (iba
acompañada de otras medidas como subsidios a periódicos nacionalistas
y filofascistas argentinos), buscaba competir y en el fondo sustituir como
punto de referencia al Instituto Argentino de Cultura Itálica, juzgado poco
italianizante y poco fascista.78 Asimismo, debe recordarse que las mayores
instituciones sociales peninsulares en la Argentina en los años 30 –que
si no estaban en manos fascistas lo estaban en las de aquellos que veían
en forma benevolente al régimen de Mussolini– también promovían algún
tipo de actividad cultural más congenial con el régimen que con la cultura
italiana de oposición.
Seguramente el momento de máximo consenso adquirido por el fas-
cismo, aquí como en otros lugares, debe ubicarse en la guerra de Etiopía.
No tanto en el inicio, aunque unos novecientos voluntarios se enrolaron
para combatir, sino en el final: cuando en mayo de 1936 se produjeron
sucesivamente la derrota del Negus, las sanciones impuestas a Italia por la
Liga de las Naciones (a las que la Argentina adherirá) y la proclamación del
imperio por Mussolini. Las cifras, discutibles como cualquiera de las que
provienen de una fuente favorable a los hechos que se describen, hablan
de unas cincuenta mil personas reunidas en la noche del 7 de mayo de
1936, tras la proclamación de la victoria, frente a la sede de la Embajada
de Italia. Por impresionante que fuese la manifestación, no dejaba de sus-
citar comentarios irónicos de las mismas fuentes diplomáticas italianas.
Según éstas, las grandes movilizaciones habían hecho eclosión tardíamente,
cuando la campaña culminaba con éxito, pero no antes.79
Como en otros temas, la respuesta a la penetración del fascismo en
las comunidades italianas de la Argentina debería requerir matizaciones
regionales. En algunos lugares, como Córdoba o Mendoza, parecen haber
sido más exitosos que en otros, como Rosario o Bahía Blanca. Asimismo, en
algunos pequeños pueblos lograron a menudo más éxitos que en las grandes
ciudades. La escritora Gladys Onega recuerda haber aprendido a cantar
de niña “Giovinezza”, en la Sociedad Italiana de Acebal, en la provincia de
Santa Fe, en una fiesta del xx de septiembre en los años 30. Sin embargo,
su relato muestra bien sea la imbricación de fiestas antiguas y rituales
recientes, sea un clima en el que esa canción adquiría un significado bien
diferente del que podía tener en Italia contemporáneamente. El hecho mismo
de que ella y su familia estuviesen ligadas a España y no a Italia, por sus
80. G. Onega, Cuando el tiempo era otro. Una historia de infancia en la pampa gringa,
Buenos Aires, Grijalbo, 1999, pp. 173-177.
81. Citado por E. Scarzanella, Italiani malagente..., pp. 143-144.
82. D. Fabiano, “I fasci italiani all’estero”, en B. Bezza (a cura di), Gli italiani fuori
d’Italia…, p. 234.
83. Citado por A. Albonico, “Immagine e destino delle comunità italiane in America La-
tina attraverso la stampa fascista degli anni 30”, en L’America Latina e l’Italia, Roma,
Bulzoni, 1984, p. 92.
84. R. Guariglia, Ricordi (1922-1946), Nápoles, Edizioni Scientifiche Italiane, 1950.
364 Fernando Devoto
88. R. De Felice, Storia degli ebrei italiani sotto il fascismo, Milán, Mondadori, 1977, pp.
311-324.
366 Fernando Devoto
otra parte, desde la unidad de Italia, los judíos se habían integrado muy
pronunciadamente, estaban en su mayor parte laicizados y se contaban
entre los mayores defensores del conjunto de mitos nacional-patrióticos
impuestos por el Risorgimento.
Ante el advenimiento del fascismo los italianos de origen judío tuvieron
actitudes diferentes, como los italianos en general. Los datos disponibles
sobre los inscriptos al Partito Nazionale Fascista muestran que los judíos
incluso representaban un porcentaje sobre el total del grupo superior al
porcentaje del conjunto de los italianos. Lo que sugiere que, en la medida
en que el fascismo había actuado como un canal para la promoción de
hombres nuevos en el seno de las elites estatales, ello había atraído a un
buen número de judíos. Desde luego ese hecho no debe hacer olvidar que
también entre las filas del antifascismo, en especial en algunos ambientes
como el de Turín, la presencia de intelectuales y profesionales de origen judío
había sido muy destacada (sobre todo en el grupo de Giustizia e Libertà) y
que muchos otros (de profesionales a empresarios, de profesores univer-
sitarios a managers de Estado) compartían las prevenciones que existían
en los ambientes refinados y cosmopolitas de matriz liberal y democrática
hacia el estilo rústico tanto como hacia la sustancia del régimen.
Las draconianas medidas adoptadas por el fascismo fueron morigeradas
en la práctica. Ello era el resultado, en primer lugar, de que más allá de
la campaña de casi toda la prensa, alineada rápidamente con el régimen
detrás de las nuevas teorías racistas, las disposiciones suscitaron hostilidad
en muchos ambientes de la sociedad italiana, fueran laicos o clericales.
El racismo y el antisemitismo eran absolutamente extraños a la cultura
italiana. Incluso entre los mismos fascistas las disposiciones no obtuvieron
un consenso unánime y muchos se inclinaron hacia una actitud definida
críticamente por el régimen como “pietista”. Más aún, algunos intelectuales
que habían estado muy cerca del gobierno como el futurista Filippo Tommaso
Marinetti se manifestaron absolutamente contrarios.89 Empero, la lenidad
de las prácticas también era el resultado de otros factores: de las amplias
distancias que existían en el régimen entre las normas y las prácticas, de
que éste estaba dispuesto a hacer distintos tipos de excepciones (varias
de las cuales estaban contempladas en las mismas leyes y alentaban las
acciones corruptas), y de las instrucciones reservadas dadas por algunos
jerarcas del régimen (incluido el mismo Mussolini).
Probablemente entre los fines últimos de unas disposiciones que apun-
taban más a discriminar o segregar antes que a perseguir (la persecución
comenzaría en 1943) estaba empujar a los afectados a emigrar de Italia.
Esa decisión fue la que tomaron muchos. En cualquier caso, para los judíos
italianos se presentaban tres vías: permanecer con las serias restricciones
que los afectaban, intentar quedar exceptuados de las mismas o emigrar.
90. E. Smolensky y V. Jarach, op. cit., p. 38. M. Sarfatti, Gli ebrei nell’Italia fascista.
Vicende, identità, persecuzione, Turín, Einaudi, 2000, pp. 154-164.
91. M.I. Barbero y F. Devoto, “Las políticas migratorias en la Argentina de entreguerras y
sus actores. Las actitudes de cónsules y diplomáticos ante los inmigrantes y refugiados
europeos”, Maj’shavot/Pensamientos, Nº 1-4, 2003, pp. 7-33.
92. L. Terracini, “Una inmigración muy particular: 1938, los universitarios italianos en
la Argentina”, Anuario del iehs, 4, 1989, pp. 335-360.
368 Fernando Devoto
mercado del libro con importantes colecciones, como la que dirigirá otro
italiano antifascista llegado a la Argentina muy joven, en 1934, y que será
el gran renovador de la sociología en la Argentina, Gino Germani, quien
promoverá allí la colección Ciencia y Sociedad.
El grupo dirigido por Civita será un lugar de trabajo y encuentro para ese
mundo de los intelectuales judío-italianos llegados desde 1938 y también
para el de los intelectuales italianos antifascistas agrupados en torno de
Italia Libera. Más allá de ellos y en especial con el advenimiento del golpe de
1943 y del peronismo tres años después, el grupo dio también cabida allí a
otros intelectuales dejados cesantes o marginados de la cultura oficial.102 En
ese sentido la editorial Abril, en sus primeros tiempos, aparecerá como un
espacio compartido por cultura italiana y cultura argentina, bajo la enseña
de un antifascismo de matriz laica y liberal-democrática. La influencia de
todo ello en la historia de la cultura argentina de los años 40 y primeros
50 difícilmente puede subestimarse.
puede concernir a cuántos eran los que habían ascendido desde posiciones
no calificadas hasta los sectores de obreros especializados y cuántos, en
cambio, habían llegado a ocupar posiciones en los nuevos sectores medios
y cuántos permanecían todavía desempeñando trabajos como jornaleros
urbanos y rurales, y acerca de cuán rápido se produjo el ascenso social de
los que lo lograron. De todos modos no hay discusión acerca de que ese
ascenso ocurrió en un número muy considerable de casos. Por otra parte, y
más allá de las ocupaciones, otro indicador del relativo éxito lo constituía la
propiedad de la vivienda. Presentamos ya también rasgos de ese proceso.
En el período de entreguerras los datos no son abundantes y a veces son
contradictorios. En general, existe consenso en afirmar que en la década de
1920 las clases medias, en especial las urbanas, crecieron y se consolidaron
y que ello ocurrió en una medida algo menor en la década de 1930. Los
estudios de caso de que se dispone para los italianos exhiben que muchos
de ellos se movían de trabajo en trabajo hasta que encontraban un lugar
para ellos satisfactorio, lo que significaba en general un empleo estable y
de cierta calificación. Es decir, el pasaje de jornaleros a obreros. Luego,
a partir del análisis del archivo de dos fábricas (Flandria y Alpargatas),
Mariela Ceva ha observado que la permanencia en el mismo lugar y en
posiciones laborales con apenas ligeros cambios ascendentes era común
en la mayoría de los casos. Un grupo más pequeño accedía con los años a
posiciones de capataces o jefes de sección. El proceso de avance hacia las
clases medias es menos conocido, y de lo que se dispone es de ejemplos y
de evidencias cualitativas más que otra cosa. La presencia de migrantes
internos en las ciudades y en los sectores obreros hacia el momento de la
guerra sugiere que son ellos los que han tomado el relevo de buena parte
de los obreros antes inmigrantes.105
El proceso de movilidad espacial siguió acompañando ese recorrido
desigual y los italianos continuaron desplazándose, por ejemplo en Buenos
Aires, hacia la periferia de la ciudad penetrando en lo que hoy sería el primer
cinturón del Gran Buenos Aires. Esos desplazamientos en muchos casos
siguieron líneas familiares y paisanas a través de cadenas secundarias,106
aunque desde luego ello implicaba también una dispersión mayor de los
italianos si se los considera en conjunto dentro de los espacios urbanos.
Esa dispersión no necesariamente implicaba por sí misma una mayor
integración en la sociedad argentina. Los lazos interpersonales son relati-
vamente independientes de las pautas residenciales. Sin embargo, éstas
iban acompañadas por la creación de nuevos espacios de sociabilidad. Ella
residía, en parte, en las numerosas nuevas instituciones que acompañaban
la creación de nuevos barrios y más allá de ellos en la proliferación de nuevos
107. L.A. Romero, “El Estado y las corporaciones”, en aa.vv., De las cofradías a las orga-
nizaciones de la sociedad civil. Historia de la iniciativa asociativa en Argentina, Buenos
Aires, Gadis, 2002, pp. 220-246.
108. R. Seefeld, op. cit., y G. Germani, op. cit., p. 215.
Entre dos guerras (1914-1945) 375
109. C. Frid de Silberstein, “Más allá del crisol: matrimonios, estrategias familiares y redes
sociales en dos generaciones de italianos y españoles (Rosario, 1895-1925)”, Estudios
Migratorios Latinoamericanos, 28, 1994, pp. 481 ss.
110. S. Maluendres, “De nuevo sobre las pautas matrimoniales de los migrantes y sus
hijos: piamonteses y leoneses en Trenel, Territorio Nacional de La Pampa (1911-1940)”,
Estudios Migratorios Latinoamericanos, 28, 1994, pp. 449 ss.
111. N. Marquiegui, El barrio de los italianos. Los ítalo-albaneses de Luján y los orígenes
de Santa Elena, Luján, Librería de Mayo, 1995, pp. 85-95.
112. C. Frid de Silberstein, “Más allá del crisol...”; S. Maluendres, op. cit.
376 Fernando Devoto
1. E. Rossi a Carlo Sforza, s/f, citado por F. Bertagna, La patria di riserva. L’emigrazione
fascista in Argentina, Roma, Donzelli, 2006, pp. 196-197.
[ 381 ]
382 Fernando Devoto
2. Citado por A. Bernasconi, “Le associazioni italiane nel secondo dopoguerra: nuove
funzioni per nuovi immigranti”, en G. Rosoli (a cura di), Identità degli italiani in Argen-
tina..., p. 325.
3. Idem, pp. 327-331.
De 1945 hasta el presente 383
10. P. Gerchunoff y L. Llach, op. cit.; C. Díaz Alejandro, Ensayos sobre la historia econó-
mica argentina, Buenos Aires, Amorrortu, 1975; R. Mallon y J.V. Sourrouille, La política
económica en una sociedad conflictiva, Buenos Aires, Amorrortu, 1975.
11. P. Gerchunoff y L.. Llach, op. cit., p. 470.
390 Fernando Devoto
14. C. Biernat, “La inmigración durante el primer peronismo: ideas, políticas y prácticas
administrativas (1945-1955)”, tesis de maestría, Universidad Nacional de Mar del Plata,
2004, pp. 54-64.
15. G. Rosoli (ed.), Un secolo..., Appendice Statistica.
392 Fernando Devoto
24. R. Ambasciata d’Italia presso la Santa Sede a la Direzione Generale Affari Politici,
Ministero degli Affari Esteri, Telespresso Nº 3536/177, 7 de diciembre de 1946, en asmae,
Affari Politico, Argentina, b. 3 (1946). Fascicolo 9. Emigrazione Italiana in Argentina,
posizione 89/1.
396 Fernando Devoto
compras de Italia en ese país así como para pagar parte de las deudas de
guerra a la nación gala.25 Pero hubo aun más, incluso, en las negociaciones
con Bélgica precedentes a aquellas con Francia: Italia había exigido como
contrapartida el envío de 250 kilos de carbón por día y por inmigrante y,
en aquellas posteriores con la Argentina, el envío de trigo.
El clima de la posguerra influía asimismo de otra manera. Aunque ya
desde mucho antes habían existido acuerdos entre naciones, poco a poco se
había generalizado la idea, en el concierto internacional, de que las migra-
ciones debían ser reguladas de algún modo por los Estados involucrados.
Ello orientará decididamente a la gran mayoría de los países a buscar firmar
acuerdos bilaterales. Ese creciente papel del Estado sobre las migraciones
internacionales era parte de un proceso más amplio de intervención en los
distintos aspectos de la vida económica y social de cada país. El Estado
social, en transición hacia el Estado de bienestar, parecía imponer la ne-
cesidad de tutelar los derechos de los ciudadanos más allá de las propias
fronteras y, en los países de recepción, seleccionar y a la vez delimitar los
derechos de los inmigrantes en relación con aquellos de que gozaban sus
ciudadanos. El control era así la contracara de la protección.
En ese contexto, los gobiernos italiano y argentino se orientaron a fir-
mar, con objetivos distintos, tratados con diversas naciones. Los italianos
rápidamente iniciarían negociaciones para firmar acuerdos especiales de
migración con distintos países en el cuadro de esas nuevas estrategias.
Pronto se iniciaron tratativas con Bélgica y Francia –países que, aunque
afectados también por la guerra, tenían una carencia estructural de mano
de obra dado su comportamiento demográfico y cuyos aparatos producti-
vos (en especial en Francia) habían sufrido menos las consecuencias del
conflicto– e inmediatamente después con la Argentina. Las iniciativas del
gobierno italiano también estaban condicionadas por el cuadro interna-
cional existente en la posguerra.
Pese a la voluntad de las personas de emigrar y del gobierno italiano
de impulsar a que lo hicieran, como vimos, las cosas no eran tan sencillas
en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial como lo habían sido
en los de principios de siglo. Ahora existían muchas trabas legales que se
habían ido construyendo en los años de entreguerras y además, en algunos
lugares, la situación no era mejor que en Italia.
¿Cuáles eran entonces las posibilidades existentes para canalizar flujos
migratorios italianos consistentes hacia el exterior? De los viejos destinos
dos aparecían por varias razones en un lugar privilegiado: Francia y la Ar-
gentina. En primer lugar por exclusión. El otro gran destino posible, Estados
Unidos, seguía bastante cerrado por sus restrictivas políticas migratorias,
por lo que los italianos arribados en esos primeros años posteriores a la
guerra serían poco numerosos. Australia, Canadá, Venezuela y Alemania no
estaban disponibles todavía y habrá que esperar algunos años para que la
reconstrucción bélica en un caso y el incremento de los lazos y de los flujos
de información en los otros los convirtiesen en destinos cuantitativamente
significativos. Ciertamente existía otro destino que sería el más relevante de
todos en esos años de la posguerra, Suiza, pero aquí, más allá del tope de
absorción posible de ese país, las condiciones de los italianos inmigrantes
eran y serían bastante más difíciles, entre otras cosas por las políticas de la
Confederación Helvética, tendientes a considerar a los inmigrantes apenas
como transitorios huéspedes a los que se les obstaculizaban las vías de la
integración y la incorporación plena a la nueva sociedad.
Todo ello nos lleva al segundo motivo de la preferencia por Francia y
la Argentina: la tradición. En estos dos países existían viejos flujos migra-
torios y densas comunidades de italianos bien instalados y políticas asi-
milacionistas comparables. Finalmente la preferencia a orientar los flujos
hacia esos dos destinos estaba ligada a que los gobiernos de la Argentina
y de Francia deseaban a los inmigrantes italianos antes que a aquellos
procedentes de otros orígenes. Es decir que existía hacia los italianos un
prejuicio positivo.26
Ante las dos alternativas, los gobiernos de coalición italianos posteriores
a la guerra estaban divididos, al igual que otras instituciones o los medios
periodísticos, acerca de a cuál de los dos destinos era preferible dirigir a los
emigrantes. La izquierda y los sindicatos preferían el destino francés, visto
como más compatible ideológicamente, ya que en el gobierno galo estaban
presentes socialistas y comunistas, al igual que en las organizaciones
sindicales. El mundo católico (y el Vaticano), la Democracia Cristiana y la
derecha en general preferían la Argentina peronista, vista como más católica
y conservadora, con sindicatos no clasistas y por ende menos “peligrosa” en
su influencia sobre los trabajadores emigrados.27 Esa polémica se proyectaba
en la prensa peninsular. Alternativamente aparecían comentarios hostiles
acerca de la situación de los inmigrantes italianos en Francia o acerca de
las sospechosas características del gobierno peronista y sus propósitos
de realizar selecciones étnicas o raciales. Aquellos que criticaban la emi-
gración en Francia defendían aquella hacia América Latina, en especial la
Argentina, y viceversa.28 En cualquier caso, más allá de esas discusiones, la
26. F. Devoto, “Las políticas migratorias de Francia y Argentina en el largo plazo”, Estu-
dios Migratorios Latinoamericanos, 53, 2004, pp. 121-154.
27. C. Biernat, “Migrantes, refugiados y fugitivos: las ambiguas políticas migratorias del
primer peronismo” (1946-1955)”, en “Les politiques publiques face au problème migratoire”,
Exils et migrations iberiques, Nº 7, ceric-Universidad de París; F. Devoto, “Inmigrantes,
refugiados, criminales en la vía italiana hacia la Argentina en la segunda posguerra”,
Ciclos, vol. x, Nº 19, 2000, pp. 151-176. Véase también, en especial sobre el interés del
Vaticano en América del Sur y la Argentina, Présidence du Conseil, S.D.E.C.E, Les problè-
mes généraux de l’émigration, 24 de diciembre de 1947 en Francia, cac 770623-0071.
28. Résumé des Propositions faites par les délégations françaises et italiennes en vue des
negotiations de Paris, 1948, en cac 770623-0071, y M. Georges Balay a M. le Ministre
398 Fernando Devoto
des Affaires Etrangères, 11 de abril de 1947, que transmite la sospecha de que algún
órgano de prensa (Nuovo Giornale d’Italia) había recibido incluso fondos de la delegación
argentina.
29. L. Capuzzi, op. cit., p. 61.
De 1945 hasta el presente 399
mercante nacional era una. Otra era promover a una empresa (Dodero) con
la que el gobierno tenía una estrecha alianza, de la que no estaba exento
un conjunto de favores de distinto tipo que ésta había hecho a los líderes
del partido gobernante.
La delegación italiana, por su parte, insistía en que la selección de los
migrantes se realizase en toda Italia, en que el transporte fuese realizado en
naves de cualquier bandera de las compañías autorizadas en la península
al transporte de emigrantes (pero detrás de ello se escondía el propósito de
que las empresas italianas tuviesen la mayor cuota, vistos los antecedentes
en el tráfico entre Italia y la Argentina) y finalmente insistía en el tema del
contrato de trabajo. Éste era un punto muy importante para el ministerio
respectivo y para los delegados sindicales en tanto parte de una orientación
general de la nueva Italia republicana, tanto que pronto lo establecería la
nueva Constitución italiana sancionada en 1948. La República, a la vez que
reconocía la libertad de emigración, asumía la tutela del trabajo italiano
en el exterior (art. 35). Así, la delegación italiana quería que el contrato
se firmase antes de la partida y que sus cláusulas garantizasen la mayor
cantidad de derechos a los migrantes italianos.30 La Argentina, por su
parte, no quería tomar compromisos de ese tipo que interferían sobre el
mundo laboral en su territorio y proponía dar simplemente informaciones
generales a los futuros migrantes acerca de las condiciones de trabajo, los
lugares y los salarios pero aspiraba a que el contrato respectivo se firmase
en la Argentina.
Las necesidades de ambos países –y aquí era relevante para Italia el tema
económico aludido acerca de lo cual presionaban los representantes del
Ministero degli Affari Esteri y para la Argentina establecer una política de
buena colaboración diplomática con aquel país, en vista entre otras cosas
de la hostilidad estadounidense–, aunadas a una presión en aumento de
la opinión pública y de los candidatos anotados en las listas para emigrar
y una cierta influencia de la Iglesia Católica en favor de un pronto acuerdo
destrabaron las negociaciones. Se firmó así un primer tratado entre las
delegaciones de Italia (integrada por representantes de los ministerios de
Relaciones Exteriores y de Trabajo y de la cgil) y la Argentina (la daie) en
febrero de 1947. Los créditos para la compra de trigo argentino se pusieron
en marcha y el exitoso viaje de Eva Perón a Italia, en junio de 1947, en el
que las muchas manifestaciones espontáneas de entusiasmo no fueron
opacadas por alguna contramanifestación impulsada en Roma por los
comunistas, rubricó las buenas relaciones entre ambos países.
El tratado firmado eludía los temas más conflictivos, dejándolos en tér-
minos imprecisos o para ser resueltos más adelante. Establecía reclutar
inmigrantes a partir de listas que se compilaban en las oficinas italianas de
acuerdo con las necesidades solicitadas por la Argentina. Los dos países se
32. A. Villecco y M.E. Curia de Villecco, “Los acerneses en Tucumán. Un caso de cadena
migratoria”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, 8, 1988, pp. 83-101.
402 Fernando Devoto
instalarse en la Argentina. Ello era posible por las facilidades que daba el
peronismo para ese tipo de iniciativas en el contexto de aquella aspiración
a reclutar dirigentes y técnicos para sus proyectos de desarrollo industrial.
Ya el acuerdo ítalo-argentino de 1947 preveía otorgar facilidades para la
emigración de cooperativas u otros núcleos de trabajadores. Asimismo, en
1948, en el marco de la crei se creó un organismo específico, la Comisión
Nacional de Radicación de Industrias (conri), que debía ocuparse de ese
tema otorgando distintos tipos de facilidades, desde los permisos para los
trabajadores reclutados en el marco de ese proyecto hasta las facilidades
aduaneras para la importación de maquinarias y equipos. Los italianos se
llevaron la parte del león en estos proyectos y ya en 1948 obtuvieron 59
de las 71 concesiones otorgadas y al año siguiente consiguieron ochenta
autorizaciones. Las empresas trasplantadas en este último año trajeron
veinticuatro mil trabajadores, equivalentes a alrededor del 25% de todos
los inmigrantes italianos llegados en 1949.35
El cuarto mecanismo, algo más tardío, consistía en los programas
migratorios promovidos por organismos internacionales que incluían di-
ferentes países y que volvían a exhibir esa voluntad de los gobiernos de
influir decididamente en la tutela y la regulación de los flujos migratorios.
El Comité Intergubernamental para las Migraciones Internacionales (cime)
es el mejor ejemplo de ello. Creado para tutelar pero también para aumentar
las migraciones europeas (incluidos refugiados y prófugos), trataba de ayu-
dar al transporte de los potenciales emigrantes que no reuniesen el dinero
suficiente para el viaje y brindar los servicios necesarios para su adecuada
inserción en los países de destino. La Argentina firmó un acuerdo con el
cime en 1953, cuyos objetivos principales eran asegurar la reunificación
de los inmigrados y sus familias y promover la migración de agricultores
hacia áreas de colonización específicamente preparadas para ello.36
Los resultados de las migraciones a través del cime fueron bastante me-
nores que las expectativas que se habían creado, aunque su peso relativo
fue aumentando a medida que descendía el interés de los italianos hacia
la Argentina como destino migratorio. En 1956 casi todos los inmigrantes
arribados lo hicieron a través del cime y en los tres años siguientes ese
porcentaje osciló en torno del 80% del total. Claro está que ese total había
descendido abruptamente. Las iniciativas realizadas a través del cime fueron
exitosas en el proceso de ayudar a los procesos de reunificación familiar
(la gran mayoría de los arribados por ese medio venían en esa condición),
pero no lo fueron en cuanto a promover un incremento de las migraciones
italianas ni en proponer nuevos emprendimientos agrícolas.
37. I.N. Roncelli, “L’emigrazione italiana verso l’America Latina nel secondo dopoguerra
(1945-1960)”, Studi e Ricerche di Geografia, x, 1987, pp. 101-102.
De 1945 hasta el presente 405
específicos entre los gobiernos que indicaban qué sectores serían privilegia-
dos. Dado que lo que casi todos los gobiernos buscaban era que la balanza
comercial fuese equilibrada, ello daba prioridad a algunas importaciones
por sobre otras (y los desequilibrios temporales tendían a compensarse con
créditos recíprocos). Esa situación orientaba a los sectores que obtenían
menos ventajas (o ninguna) a tener que elegir instalarse en el país en el
que quisiesen colocar sus productos. En ese sentido, el aumento de los
intercambios comerciales y de las inversiones directas eran dos caras de
la misma moneda.
Los intercambios entre Italia y la Argentina, signados tempranamente
por los acuerdos aludidos de 1947 y 1952, crecieron entre 1946 y 1954.
Reducidos a su mínima expresión entre 1939 y 1945, ahora retornaban a
los niveles de las décadas de 1910 y 1920. En el período 1946-1954 Italia
representó el 5,4% de todas las exportaciones y el 6,1% de todas las im-
portaciones. En la década siguiente (1955-1964), Italia fue el destino de
10,7% de todas las exportaciones argentinas y de allí procedió el 7,1% de
las importaciones. En valores absolutos (medidos en dólares) ese intercam-
bio creció casi tres veces entre 1955 y 1964. Luego tendió a estabilizarse
o a aumentar mucho más lentamente. Ese papel central de las relaciones
ítalo-argentinas es aun más relevante si se observa el movimiento comercial
de Italia con América Latina o de la Argentina con Europa. En el primer
caso, la Argentina es para Italia el origen de entre 21 y el 38% de sus ex-
portaciones y entre 34 y 53% de sus importaciones. En el segundo, Italia
ocupa el primer lugar tanto entre los países europeos exportadores como
entre los importadores a la Argentina en 1962-1963.38
El saldo de los intercambios comerciales entre los dos países fue, desde
1950, permanentemente favorable para la Argentina (con excepción de
1954).39 Sin embargo esa imagen debe complementarse analizando qué
tipo de cosas vendía Italia y qué tipo de cosas la Argentina. En ese inter-
cambio, las exportaciones de la Argentina a Italia eran productos de origen
agropecuario (trigo, maíz, carne, lana, cuero y aceites) y las que venían
desde la península eran, sobre todo, productos industriales (bienes de ca-
pital e insumos básicos, como máquinas y motores, productos químicos,
tubos metálicos, aluminio). En el primer caso, para el período 1955-1964,
alrededor de 90% eran productos de origen agropecuario en cuyo incre-
mento un peso importante lo desempeñaba el mejoramiento del nivel de
vida italiano que acompañaba el boom económico y que simplemente podía
emblematizarse en el aumento del consumo de carne, que pasara apenas
en cinco años (1959-1964) de 25 a 35 kilos por persona. En el caso de las
38. Comitato della Collettività Italiana per le Acoglienze..., op. cit., pp. 206-207 y 239-
240.
39. Camera di Commercio Italiana nella Repubblica Argentina, 1884-1984, Intercom,
año 7, Nº 73, 1984, p. 20.
406 Fernando Devoto
importaciones desde Italia el rubro máquinas (en especial para los sectores
metalúrgicos, siderúrgicos y mecánicos) para el equipamiento industrial
argentino ocupaba también alrededor de 60% del valor total. Aquí tenían
un peso decisivo las necesidades de las numerosas industrias italianas
instaladas en la Argentina que podían beneficiarse, entre otras cosas, de
los créditos concedidos por el gobierno peninsular para las exportaciones
de bienes de capital.
Desde luego que ello era el resultado también del modelo de desarrollo
que siguió Italia en la segunda posguerra y que la llevaría a convertirse
en un país plenamente industrial y en el que las grandes empresas ya no
lo eran sólo a escala nacional sino también internacional, y por ende sus
necesidades de expansión eran ahora perentorias. Lo que había sido re-
clamado tantas veces en el pasado, esa marcha conjunta del capital y del
trabajo italiano al exterior, no se realizaría nuevamente, aunque en este
caso fuese por la rápida declinación de las migraciones desde la península.
Sin embargo, el hecho de que existiese una fuerte comunidad peninsular
en el país que generaba muchos vínculos con los ambientes de los negocios
y de la política podía favorecer la inserción de las empresas peninsulares.
Como ya vimos en el caso de Pirelli, los contratos públicos podían ser un
gran incentivo para la instalación en el país y los grupos dirigentes italianos
ya instalados podían cumplir eficazmente un papel mediador. Asimismo,
esa comunidad peninsular era un potencial mercado de consumidores que
podían expresar (y expresarían) una tendencia a adquirir bienes italianos
por el hecho de ser italianos, hecho que pesó en esa opción estratégica
hacia la Argentina de tantas empresas y empresarios de Italia.
Las modalidades de inserción de las empresas italianas en la Argentina
fueron múltiples, pero en general fueron incentivadas por las políticas de
protección argentinas del aludido modelo de sustitución de importaciones
que favorecía largamente la producción en el país por sobre la importación
y por los acuerdos sectoriales con el Estado. Pongamos algunos ejemplos
de esos itinerarios. Fiat, como vimos, tenía desde 1923 una empresa de
comercialización de automóviles y camiones. En la segunda posguerra
(1949), las actividades de comercialización y asistencia técnica se ampliarán
al rubro tractores. Sin embargo, recién en 1954 mediante un acuerdo con
las Industrias Aeronáuticas y mecánicas del Estado (iame) (posterior a un
acuerdo de 1952 de asistencia técnica), la empresa instalará la primera
fábrica de producción de tractores en Ferreyra, provincia de Córdoba. La
producción se diversifica en los años siguientes. En 1955 se instala en la
misma provincia una fábrica de grandes motores diésel y al año siguiente
Fiat gana una licitación para la provisión de locomotoras para los Ferro-
carriles Argentinos. El contrato dará lugar a una nueva planta (Materfer)
para la producción de material ferroviario. La instalación de Fiat en la
Argentina se completará en 1959, cuando en el contexto de la amplia
apertura al capital extranjero que tuvo lugar durante la presidencia de
Arturo Frondizi (y uno de cuyos emblemas fue la industria automotriz) se
autorizará la instalación de una nueva planta en el Gran Buenos Aires para
De 1945 hasta el presente 407
40. Comitato della Collettività Italiana per la Accoglienze..., op. cit., pp. 110-112.
41. Idem, pp. 100-125.
408 Fernando Devoto
43. J.V. Sourrouille, “Apuntes sobre la historia reciente de la industria argentina”, Boletín
Informativo Techint, 217, 1980, pp. 1-41.
44. Guida per gli Italiani in Argentina, Buenos Aires, desa, 1951, pp. 80 y 94.
410 Fernando Devoto
45. L. Offeddu, La sfida del’acciaio. Vita di Agostino Rocca, Venecia, Marsilio, 1984.
De 1945 hasta el presente 411
46. C. Lussana, 1946: la prima frontiera. Dalla corrispondenza argentina di Agostino Rocca,
Bérgamo, Quaderni della Fondazione Dalmine, 1999, pp. 35-36
47. Idem, pp. 77-78.
412 Fernando Devoto
del régimen, debió haber enfriado cualquier entusiasmo posible. Por otra
parte, a medida que la Italia de la posguerra progresaba económicamente,
su Estado disponía de una mayor masa de recursos para una política ex-
terior que, si bien no era más eficiente, sí era más abarcadora.
En cualquier caso, las relaciones entre Italia y la Argentina pasarán
de ese momento inicial, en el que el mayor interés se encuentra del lado
argentino, a un momento posterior a la caída del peronismo en el que la
situación parece invertirse. Las desconfianzas mayores, durante el gobier-
no de la llamada Revolución Libertadora, proceden ahora de la Argentina.
Desconfianzas no sólo ni tanto hacia Italia sino hacia las empresas de ese
origen que tanto habían progresado en el decenio anterior. La normalización
vendrá con un nuevo tratado comercial entre ambos países en 1957. Será,
sin embargo, a comienzos de los años 60 cuando las dos partes encontrarán
más terrenos en común. La visita del presidente Arturo Frondizi (hijo de
italianos de Gubbio) a Italia en 1960 será intercambiada al año siguiente
por la del democristiano presidente de la República Italiana, Giovanni
Gronchi, a la Argentina.
A partir de aquí numerosos vínculos y tramas ligarían a Italia con la
Argentina, tanto en el plano económico como en el político. Otras visitas
jalonarían y a la vez simbolizarían ese nuevo contexto, por ejemplo la del
presidente italiano socialdemócrata Giuseppe Saragat en 1965. Ciertamente,
el interés hacia el exterior de Italia no presentaba líneas uniformes dentro
de las mismas coaliciones de centroizquierda que la gobernaban, y las
orientaciones hacia Europa, el Mediterráneo y América Latina requerían la
elección de prioridades, y la Argentina sólo episódicamente estuvo incluida
en ellas. Cuando lo estuvo, los móviles económicos fueron lo preponderante.
Por otro lado, debe señalarse que la errática e inestable política argentina
de las décadas sucesivas a la Segunda Guerra Mundial no favorecía el
establecimiento de relaciones en un plano de continuidad.
Del lado argentino, salvo el fugaz episodio de la Revolución Libertadora,
el interés hacia Italia fue mayor. Ello puede deberse quizá a los orígenes
italianos de los distintos presidentes constitucionales (Arturo Frondizi, José
María Guido, Arturo Illia) o a la simpatía difusa que existía hacia Italia en
la sociedad, la cultura y la política argentinas. Probablemente se debe más
que a ello a una lógica de largo plazo de la política exterior argentina, que
había buscado una línea independiente de Estados Unidos apoyándose en
países europeos. Dada la caída del poderío británico, que había cimentado
esa estrategia hasta la Segunda Guerra Mundial, era para la Argentina
necesario e inevitable buscar apoyo en otros países, e Italia ocupaba un
lugar privilegiado.
El resultado de todo ello fue un conjunto de gestos que signaron la polí-
tica exterior de ambos países en la posguerra. Muchos pueden registrarse,
desde los apoyos de la Argentina en 1947 en favor de la revisión del trata-
do de paz impuesto a Italia, en su aspiración de conservar sus territorios
coloniales africanos y en su voluntad de ser admitida en Naciones Unidas,
hasta la decisión política de la península de disociarse de las sanciones
De 1945 hasta el presente 419
63. M. Sabbadini, La Nonna dei Fogolârs pal Mont. Apuntes para una historia del asocia-
cionismo friulano en Argentina, Sociedad Friulana de Buenos Aires, 2002, pp. 44-45.
De 1945 hasta el presente 425
Desde luego que una política como la llevada adelante por Feditalia
no podía sostenerse en el tiempo, cualesquiera fuesen los esfuerzos del
peronismo para financiar estas y otras iniciativas. Aun para los mismos
fascistas la única opción realista era una paulatina reconciliación con el
Estado italiano y sus autoridades diplomáticas bajo la antigua y ya clásica
insignia de la “italianidad”. Es decir, de las comunes raíces patrióticas de
unos y otros. Una nueva fase del mito de Garibaldi, cuya fecha de muerte
coincidía con la fecha oficial de la creación de la República Italiana (2 de
junio), lo que permitía a todos por una razón o por otra festejarla, ayudaría
a crear espacios comunes.
La sustitución de Giusti por Giuseppe Spinelli, otro conocido fascista
que había sido incluso ministro de Trabajo de la República de Saló, mostró
que los antiguos fascistas siguieron por un buen tiempo dominando com-
pletamente Feditalia pero, a su vez, que estaban dispuestos a emplear tonos
más moderados hacia las autoridades diplomáticas y hacia las instituciones
italianas que iban acompañados de una más prudente distancia del pero-
nismo. Prudencia que tal vez no era ya suficiente visto que el peronismo
multiplicaba sus iniciativas hacia las comunidades extranjeras y en especial
hacia los italianos. En 1954 Perón tomó parte como orador central en el
congreso de Feditalia, donde invitaría a los italianos a incorporarse a las
organizaciones que había creado el movimiento peronista.71
El peronismo, a medida que avanzaba, en los años 50, en su proyecto
uniformador de la sociedad argentina incrementaba su actividad sobre las
comunidades extranjeras y sobre sus instituciones para integrarlas en un
movimiento que aspiraba a monopolizar la representación de la sociedad
toda. Debe aquí recordarse que ya en la discusión de la Constitución de 1949
el peronismo había intentado proponer medidas de imposición compulsiva
de la ciudadanía argentina a los extranjeros. Finalmente, en la sanción de
la misma Constitución, el tema quedó expresado en un tono menos drástico
y el artículo 20 establecía que los extranjeros podían solicitar su natura-
lización luego de dos años de residencia continua en el país y adquirirían
automáticamente la nacionalidad transcurridos cinco años continuados
de residencia “salvo expresa manifestación en contrario”.72 Sin embargo,
la fórmula contenía ya un principio nacionalizador fuerte puesto que la
nacionalidad no se solicitaba sino que era automáticamente establecida.
Podía suponerse que muchos inmigrantes iban a no hacer explícita oposi-
ción a ser nacionalizados por desinterés, por desinformación o por algún
tipo de presión gubernamental. En cualquier caso, en 1954 comenzaron
76. F. Bertagna, “Note sulla federazione mondiale della stampa italiana all’estero dai
prodromi al congresso costituente (1956-1971)”, Archivio Storico dell’emigrazione italiana,
1, 2005, pp. 15-38.
77. V. Blengino, Más allá del océano. Un proyecto de identidad: los inmigrantes italianos
en la Argentina, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1990, p. 146.
De 1945 hasta el presente 435
relación con la actividad de las mujeres, los datos reflejan una tendencia
de largo plazo, que ya señalamos en capítulos precedentes, por la cual en
las decisiones de los grupos familiares italianos primaba la idea (al menos
mientras fuera posible) de que la mujer debía estar en la casa dedicada a
las labores domésticas.
Los datos censales, de gran utilidad para brindarnos una imagen de
conjunto, nos dan, sin embargo, sólo una foto estática de la situación en
un momento dado. Son menos eficaces para analizar el problema de cuán
bien les fue a los italianos que eligieron como destino a la Argentina luego
de la Segunda Guerra Mundial. Algunas inferencias muy generales pueden
hacerse: el pasaje del trabajo rural al trabajo urbano industrial con niveles
de calificación puede ser considerado en sí mismo un progreso. Los datos
de nivel de escolarización de los italianos sugieren algunas perspectivas
complementarias. Si los peninsulares arribados luego de la guerra tenían
en 1960 niveles de escolarización secundaria y terciaria menores que la
población total, los jóvenes italianos (entre catorce y veintinueve años) te-
nían índices muy superiores (casi el doble) a los de los grupos peninsulares
de mayor edad, lo que señalaría el acceso a niveles mayores de educación
por parte de los italianos llegados pequeños a la Argentina.83
Los itinerarios sociales de los italianos fueron, con todo, inevitablemente
muy diferentes. Observamos ya que un número de ellos, los que poseían
un capital o recursos técnicos, lograron construir una buena posición, al
menos en los primeros treinta años. Los que no tenían ni uno ni otros tu-
vieron una suerte variada. La misma historia de la economía argentina en
la posguerra, más allá de las muchas oscilaciones, presenta dos períodos
claramente diferentes: el primero hasta 1974 y el segundo desde 1975 en
adelante. En el primero, aunque fuese de modo irregular, con continuos
avances y retrocesos, la economía creció y también lo hizo, aunque más
moderadamente que antes, el salario real, las tasas de ocupación fueron
elevadas y las posibilidades de progreso social razonables. En el área del
Gran Buenos Aires hacia 1960, lugar adonde se había dirigido la mayoría
de los italianos, casi 70% de las personas habitaba en viviendas de las
que eran propietarios. De ese modo, el sueño de la casa propia, que desde
el comienzo había dominado el imaginario de los inmigrantes, era una
posibilidad palpable para la mayoría. Asimismo, la educación pública, ese
gran motor de la movilidad argentina, seguía en aumento. En 1965, casi
cuatro de cada diez adolescentes de entre trece y diecisiete años asistía
en todo el país a un colegio secundario y algo menos de uno de cada diez
de los comprendidos entre dieciocho y veinticuatro años lo hacía a la en-
señanza superior o universitaria, lo que ya vimos se reflejaba en las cifras
de los italianos.84
Pero había más. Por poner dos ejemplos, que emblematizaron la década
del 60: el departamento en un lugar de veraneo y, para los obreros indus-
triales, el auto (el Fiat 600) eran algo a lo que era factible acceder. Luego de
1975, en cambio, mirados los datos macroeconómicos, la Argentina entró
en algo parecido a una gran depresión. La economía prácticamente no cre-
ció en los siguientes veinticinco años, el salario real promedio disminuyó
y en los mejores momentos estuvo un tercio por debajo del de 1974, la
desocupación aumentó (sobre todo en la década de 1990) y paralelamente
se incrementaron exponencialmente los índices de pobreza e indigencia.
Para el primero de los dos períodos, que es aquel en el que culmina
nuestro estudio, no disponemos de más datos globales desagregados para
los italianos que los ya presentados, pero nada autoriza a suponer que su
destino haya sido diferente, en términos generales, al de todos los argen-
tinos sino que estuvieron muy probablemente por encima de las medias
indicadas, ante todo porque esas tasas eran mayores al promedio del país
en las áreas urbanas del litoral que habían concentrado masivamente a
los italianos llegados luego de la guerra. En cualquier caso, en el contexto
de los treinta años posteriores a la guerra, hay que acentuar aun más
las prevenciones ya señaladas para épocas anteriores. Los itinerarios de
los inmigrantes fueron desiguales y diferenciados. Las posibilidades que
tuvieron tenían que ver con muchas cosas, una de ellas eran las redes
sociales en las que estaban insertos y el lugar, más o menos afortunado,
que habían logrado recortarse los pioneros. Alimentado el grupo inicial,
mayoritariamente a través de las cadenas migratorias, sus posibilidades
estuvieron en buena medida ligadas a las opciones de progreso que existían
dentro de sus vínculos familiares o paisanos.
Un magnífico estudio sobre dos grupos migrantes italianos en la ciudad
de Rosario nos da algunas pistas para explicar el tema.85 El trabajo analiza
comparativamente a dos grupos de meridionales que se instalaron en Ro-
sario luego de la segunda posguerra. Uno procedía en su gran mayoría de
Ginestra (y otros pocos del vecino Ripacandida), una comuna de población
de origen albanés de la Basilicata. El otro provenía del pueblo de Ripalimo-
sani, en la provincia de Campobasso en el Molise. Aunque el background
de los migrantes era semejante, en su gran mayoría procedían del estrato
de pequeños campesinos propietarios, pero su destino en la Argentina fue
muy diferente. La experiencia migratoria en sí ya tenía algunas diferencias.
Si bien ambos grupos habían venido a través de mecanismos informales
y no como parte de los migrantes oficialmente asistidos o “beneficiados”,
mientras las redes de amigos y parientes proveyeron en un caso informa-
ción y ayuda para resolver las trabas legales (por ejemplo, los contratos
de trabajo), en el caso de los procedentes de Ginestra la financiación de la
migración fue hecha por ellos mismos; en el de los ripeses fueron los pai-
sanos y parientes, ya instalados desde hacía tiempo en Rosario y bastante
exitosos, los que anticiparon en la mayoría de los casos el costo del pasaje.
Las diferencias mayores entre ambos grupos derivan, sin embargo, de la
situación posterior a la llegada a la Argentina.
Los migrantes de Ginestra, que poco apoyo adicional pudieron obte-
ner de sus vínculos con paisanos, entraron masivamente a trabajar en
la fábrica Acindar. Con gran esfuerzo (que a veces implicaba un segundo
trabajo en otra fundición) compraron lotes en la zona sur de la ciudad de
Rosario y comenzaron a edificar sus viviendas. En la tarea tuvieron un
papel importante los lazos de solidaridad entre los recién llegados que
los domingos solían cooperar entre sí, cada uno desde sus habilidades
específicas, para construir las viviendas de los otros. Aunque ascendieron
en la fábrica desde aprendices a obreros calificados y lograron convertir-
se rápidamente en propietarios de su vivienda en esa zona de Rosario (a
la que ellos mismos llamaban Ginestra en recuerdo del paese), luego su
movilidad social y espacial se detuvo. Siguieron como obreros y sus hijos,
cuyo elemento más distintivo es que muchos habían completado estudios
secundarios en escuelas técnicas, también continuaron siendo obreros y
viviendo mayoritariamente en el mismo barrio.
Los migrantes de Ripalimosani, en cambio, consiguieron más ayuda
de sus compaisanos que estaban en buena posición. Tenían muchas de
las panaderías de Rosario. Los nuevos arribados se incorporaron como
aprendices en la panadería y luego, en general con el apoyo crediticio de
algún paisano, ponían su propio establecimiento. Ascendieron rápidamente
hacia las clases medias de Rosario y los continuos cambios de domicilio
reflejaban adecuadamente esa movilidad social. Sus pautas de inserción
territorial fueron, por ende, dispersas, en oposición a la concentración de
los ginestrinos. Todos los hijos del grupo estudiado por Argiroffo y Etcharry
realizaron estudios primarios y secundarios y en algunos casos también
terciarios y universitarios. En síntesis, los procedentes de Ripalimosani
fueron más exitosos, se autonomizaron laboralmente y ascendieron más
allá de los avatares de la economía argentina. Los ginestrinos lo fueron
menos, permanecieron estables en el plano residencial y bastante inmóviles,
y siempre en relación de dependencia en el plano laboral.
La diferencia en el éxito relativo de ambos grupos no se encuentra en
las condiciones de la economía argentina, globalmente consideradas, sino
en las diferentes opciones que para uno y otro grupo brindaron las redes
sociales primarias de los inmigrantes.86 El grupo de ripeses podía apoyar-
se en compaisanos que habían llegado en épocas precedentes y estaban
86. Idem y también C. Etcharry, “Redes y movilidad social: éxito o fracaso. El caso de los
ripeses y ginestrales en Rosario (1945-1955)”, en M. Bjerg y H. Otero (comps.), Inmigración
y redes sociales en la Argentina moderna, Buenos Aires, cemla-iehs, 1995, pp. 61-66.
440 Fernando Devoto
87. H. Gans, Urban Villagers: Group and Class in the Life of Italian-Americans, Nueva
York, Free Press, 1962.
88. B. Argiroffo y C. Etcharry, op. cit., p. 362.
89. F. Weinberg y A. Eberle, “Los abruzeses en Bahía Blanca. Estudio de cadenas migrato-
rias”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, 8, 1988, pp. 103-123, y B. Favero, “Vénetos
y sicilianos en Mar del Plata: los inmigrantes italianos de posguerra y el desarrollo de
dos realidades barriales”, Altreitalie, 27, 2003, pp. 77-104.
De 1945 hasta el presente 441
de trabajo sino que financiaron el costo del pasaje. También, como en los
casos precedentes, la inserción ocupacional fue favorecida por los inmi-
grantes anteriores, aunque la antigüedad y la diversificación de éstos dio
como resultado modelos ocupacionales dispersos y no concentrados. En
ese contexto, es previsible que también aquí el éxito o el fracaso siguiesen
una pluralidad de itinerarios. El análisis de Martín Castro exhibe que un
objetivo importante de los marchigianos era la autonomización económica
y que éste fue alcanzado en 60% de los casos de su muestra en el sector
de la construcción.95
Los miembros de las distintas cadenas siguieron, en cambio, patrones
residenciales bastante concentrados en distintas zonas de la ciudad (Hos-
pital, Estación Nueva y Stella Maris) a lo largo de las líneas de inserción de
los migrantes precedentes. El caso de los grupos de Porto Recanati y San
Benedetto del Tronto, que en un número importante se dedicaron a las
actividades ligadas con la pesca, presenta un punto de particular interés.
Pese a esa inserción ocupacional, no se instalaron en el barrio del puerto
característico de los que se dedicaban a esa labor y donde se establecieron
en cambio los sicilianos. En lugar de ello, prefirieron insertarse en otro
espacio urbano más cerca del centro y más lejos de su lugar de trabajo.
Su sitio de inserción, la zona del hospital, estaba, sin embargo, también
apartado de los otros núcleos residenciales característicos de los marchi-
gianos en la ciudad.
Los ejemplos de los marchigianos también ilustran algo ya señalado para
los vénetos: el papel que tuvieron los bares en la articulación de la sociabi-
lidad (donde el agrupamiento seguía líneas paisanas más que regionales)
e incluso un club local no italiano (Urquiza). Como en los otros ejemplos,
se mantuvieron alejados de las viejas sociedades italianas de la ciudad y
posteriormente (en 1976) crearán la Unión Regional Marchigiana.96
Respecto del papel de las mujeres inmigrantes, todos los trabajos presen-
tan imágenes semejantes. El rol tradicional de mujer en la casa, dedicada
a ella y al cuidado de los hijos, era el ideal (al menos de los hombres) y lo
que se verificaba en la práctica en la mayoría de los casos. Desde luego eso
estaba condicionado por las posibilidades económicas del grupo familiar
y por el tipo de actividad. En aquellas por cuenta propia, por ejemplo el
comercio, o en algunos rubros como el textil, la presencia de la mujer en
el mundo laboral fue mayor. Por lo demás, para los casos de Rosario y Mar
del Plata se verifica en las entrevistas que eran ellas las que asistían con
mayor regularidad a los servicios religiosos. Ese papel, que reproducía el
de tantas mujeres de las familias migrantes de las oleadas precedentes,
muestra que, por diferentes que fuesen las personas procedentes de la
península italiana en la segunda posguerra, los modelos familiares habían
cambiado muy poco.
97. Anuario Estadístico de la ciudad de Rosario, tercera serie, vol. 18 y 19, 1952-1953
y 1954-1955, pp. 17 y 30.
De 1945 hasta el presente 445
también haber sido más fluida y rápida que en las oleadas anteriores. Los
hijos, una vez más, quizá en forma menos traumática o compulsiva, pero
quizá también más rápida, se hicieron plenamente argentinos.
98. M.E. Vázquez, “Vida y literatura”, en aa.vv., Los italianos en la Argentina…, pp.
58-63.
446 Fernando Devoto
99. Sobre Gramsci y la Argentina, véase J. Aricó, La cola del diablo. El itinerario de Gramsci
en América Latina, Buenos Aires, Puntosur, 1988.
De 1945 hasta el presente 447
En cierto modo, el cine construyó y divulgó mejor que ningún otro medio
estereotipos acerca de qué era la Italia de la posguerra. Expresó, asimismo,
una pluralidad de imágenes contradictorias, como forma y como conteni-
do, que proponían múltiples perspectivas de Italia. Todo comenzó con el
neorrealismo, rostro de un país pobre y sentimental, pero nunca vulgar, y
rescatado en la limpidez y nobleza de una estética cinematográfica símbolo
de una Italia nueva abierta al futuro. El neorrealismo, más exitoso fuera
de Italia que en la misma península, despertó numerosas críticas en el
elenco gobernante peninsular, reo de presentar una imagen negativa del
país en el exterior.100 Esa observación omitía, sin embargo, todo el efecto
positivo que en tanto productor de altas muestras culturales brindaba el
cine neorrealista.
A partir de aquel momento inicial los caminos del cine italiano se bifur-
can en muchos sentidos. Por un lado, parte hacia la búsqueda de nuevos
lenguajes cinematográficos, en la experimentación de las imágenes, en
las temáticas y en la forma de abordarla. El espléndido manierismo de
Federico Fellini y el intelectualismo estetizante de Michelangelo Antonioni
son dos buenas expresiones de ello. Por otro lado –y con bastante mayor
éxito de público–, la comedia a la italiana consiguió hacerse un lugar de
primer orden en el mercado cinematográfico local. Su éxito, que llevó
incluso a poco afortunadas coproducciones, permitió a la industria ita-
liana competir con éxito con la estadounidense e imponer su propio star
system (de Alberto Sordi a Vittorio Gassman) al lado de las estrellas de
Hollywood. Ciertamente la comedia a la italiana no dejó de recibir críticas
de todo tipo por parte de la cultura de elite peninsular.101 Sin embargo,
a veces parecía prescindir de las enormes diferencias de tono y de calidad
que existían entre muchas de ellas.
En cualquier caso, en cuanto a las imágenes de Italia que se proyectaban
en la Argentina, no dejaban de ser contradictorias. Por un lado, parecían
enfatizar, desde su tentación a la caricatura, rasgos de una Italia excesiva
y a menudo incluso vulgar. Por el otro, generaban una corriente de empatía
en el público argentino que parecía concluir que existían enormes simi-
litudes entre ambas sociedades. Para el espectador, la Italia del celuloide
era algo parecido a estar en casa.
Las imágenes que proveía esa usina que era la comedia a la italiana no
dejaban de proyectarse a otros terrenos como el teatro y la televisión. En
este plano, pocos expresaron mejor los tics de la comedia a la italiana en
el teleteatro como, en los años 60, Darío Vittori. Los medios visuales tenían
asimismo la competencia de otros espectáculos masivos. Nicola Paone reunía
multitudes en tiempos de la Argentina peronista (la Revolución Libertadora
lo prohibiría) emblematizando, en algunos de sus temas (“Uei paisano”) y
100. G.P. Brunetta, Cent’anni di cinema italiano, Bari, Laterza, 1995, pp. 61-63.
101. Véase por ejemplo la opinión de I. Calvino, “Autobiografia di uno spettatore”, en Il
cammino di San Giovanni, Milán, Mondadori, 1990.
448 Fernando Devoto
en su estilo, al inmigrante italiano. O quizá sería mejor decir que los argen-
tinos veían en ese cantor ítaloamericano (había nacido en Estados Unidos)
al arquetipo del inmigrante italiano. Luego de él, la televisión popularizaría
a otros cantantes, como Rita Pavone o Raffaella Carrà.
La pregunta subsecuente es ¿cómo influían todas esas heterogéneas
muestras de la cultura italiana en la percepción que no sólo de Italia sino
de los inmigrantes italianos se conformaba en la Argentina de la posguerra?
En conjunto quizá haya que ser menos optimista que lo afirmado prece-
dentemente. Las imágenes eran a la vez fragmentadas y contradictorias y
aquella imagen de Italia como espacio de una cultura de prestigio no llegó
a imponerse más allá de los círculos académicos e intelectuales. Es difícil
no admitir que si se toman en consideración horizontes de personas más
vastos, lo “típico” era la comedia a la italiana, y que a la hora de definir ese
elusivo término ‘italianidad’, al menos aplicado a la inmigración, los argen-
tinos no pensasen en Nicola Paone primero y en Darío Vittori después.
Ciertamente nada autoriza a pasar automáticamente de un conjunto
de estereotipos generados por la literatura, el cine o la televisión a otros
conformados en la vida cotidiana, a partir de las imágenes que las personas
construyen en la experiencia social concreta a partir de aquellos a quienes
conocen. La pregunta reformulada sería entonces: la suma de experiencias,
imágenes, percepciones, prejuicios, estereotipos, ¿en qué lugar colocaba a los
italianos en esa Argentina de los años 60? Por supuesto que la respuesta
tampoco es uniforme ya que hay que considerar a los diferentes grupos
sociales y es evidente que las imágenes eran enormemente favorables en
las clases medias, ellas mismas hijas en buena parte de esa inmigración.
En las clases altas y medias-altas parecían persistir, aunque atenuados,
los niveles de prejuicio que vimos en capítulos precedentes. La literatura
provee buenos ejemplos de ello. Un ejemplo son las observaciones puestas
por Borges en boca de sus personajes en muchos de sus cuentos, como
en el “El Aleph” (publicado en el libro homónimo en 1949), donde el na-
rrador observa la pronunciación de la “s” o la gestualidad de un personaje
atribuyéndolas irónicamente al origen italiano de sus antepasados, o en
“La Señora Mayor” (publicado en 1970) donde otro personaje, pese a su
apellido italiano, era “una persona de lo más ilustrada” o, finalmente, en
“El congreso” (publicado en 1975), donde el relator del cuento, de origen
italiano, dice que “ser de cepa italiana en Buenos Aires era aún desdoroso”.
El mismo tipo de imágenes emergen en la obra mayor de Ernesto Sábato
(él mismo descendiente de italianos meridionales), Sobre héroes y tumbas
(de 1962), en la que un personaje observa que una persona que se llame
De Ruggiero (la alusión es al filósofo amigo y colaborador de Croce) será
de todos modos vista como una especie de “verdulero”.102
102. Citado por V. Blengino, “L’Italia delle regioni nella cultura argentina. Ernesto Sá-
bato, Sopra eroi e... umili immigranti”, en V. Blengino, E. Franzina y A. Pepe, La risco-
perta delle Americhe..., pp. 526-546.
De 1945 hasta el presente 449
Eppur si muove...
103. J.J. Sebreli, Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, Buenos Aires, Siglo Veinte,
1965, ii; A. Jauretche, El medio pelo en la sociedad argentina, Buenos Aires, Peña Lillo,
1966.
450 Fernando Devoto
104. A. Schneider, Futures Lost. Nostalgia and Identity among Italian Immigrants in Ar-
gentina, Berna, Peter Lang, 2000, p. 263.
105. indec, Revista Informativa del Censo 2001, Nº 12, 2004, gráfico 5.
106. Consolato Generale d’Italia, Le associazione italiane delle circoscrizione consolare di
Buenos Aires, Buenos Aires, 2003.
De 1945 hasta el presente 451
los más una opción entre otras en el horizonte de imágenes dominadas por
la incertidumbre.108 La diferencia entre expectativa migratoria y migración
efectiva tiene que ver con otras condiciones cuya concreción puede o no
realizarse. El éxito mayor o menor de los pioneros, la posibilidad de un
trabajo concreto en Italia, el apoyo de parientes allí y sobre todo las per-
cepciones cambiantes y ciclotímicas acerca del futuro de la Argentina son
los factores que a la hora de iniciar cualquier experiencia migratoria tienen
el peso decisivo más allá de las dimensiones jurídicas.
Los datos provistos por el anagrafe consular, actualizados al 30 de sep-
tiembre de 2002, confirmaban la presencia de 590 mil personas inscriptas
en esos registros en toda la Argentina. Asimismo, cifras presentadas para
2004 estimaban que para entonces ya eran 650 mil las personas con pa-
saporte italiano en la Argentina, a las que pueden agregarse en el futuro
otros 200 mil con el trámite comenzado y aún no concluido.109
Basándonos entonces en cifras ciertas, en el momento actual, aproxima-
damente dos tercios de las personas con ciudadanía italiana en la Argentina
han nacido en este país y sólo un tercio en Italia. Es evidente que, vista la
tendencia a la adquisición de la doble ciudadanía y la estructura de edades
de aquellos nacidos en Italia, salvo una nueva oleada migratoria peninsu-
lar de significación en el futuro cercano –más allá de aquellos que encuentran
en la Argentina un destino en el marco de la internacionalización del mercado
de trabajo en segmentos de alta calificación o de los movimientos de jóvenes
guiados por lógicas diferentes– en pocos años los ciudadanos italianos en
la Argentina serán casi todos ellos argentinos de origen italiano.
La situación de las últimas décadas presenta entonces una diferencia
sustancial con las precedentes, que es la paulatina y pronto completa
argentinización de las comunidades italianas en el país. Es bien sabido,
asimismo, que una sustancial parte de las personas que piden el pasaporte
no son hijos de italianos sino nietos, bisnietos o tataranietos, y que en ese
proceso han entrado en la historia familiar de muchos de ellos una buena
cantidad de personas de otros orígenes nacionales. Para muchos, además,
Italia es algo ligado a recuerdos, hábitos y costumbres transmitidos en la
familia (y mezclados con otros de diferentes orígenes) y muy pocas veces
a la conservación de la lengua, al conocimiento de Italia o a una precisa
conciencia acerca de en qué consistiría su “italianidad”. Por otra parte,
también muchos han realizado una opción por la ciudadanía por razones
instrumentales: disponer de un pasaporte para tener una opción laboral en
la Unión Europea. En esos contextos, su definición como italianos, no en
un sentido jurídico sino cultural, debe ponerse entre paréntesis. Por ello,
108. C. Caltabiano, “Vivere in tempi di crisi: ritratti della gioventù italiana in Argentina”,
en C. Caltabiano y G. Gianturco (a cura di), Giovani oltre confine. I discendenti e gli epigoni
dell’emigrazione italiana nel mondo, Roma, Carocci Editore, 2005, pp. 145-167.
109. Relazione dei rappresentanti del cgie dell’Argentina all’Assamblea Plenaria, Buenos
Aires, julio de 2004.
De 1945 hasta el presente 453
111. M.L. Hansen, “The Third Generation in America”, Comentary, 14, 1952, pp. 492-
500.
112. F. Devoto, “Le migrazioni italiane...”. Véase también P. Kivisto y D. Blanck, American
Immigrants and their Generations: Studies and Commentaries on the Hansen Thesis after
Fifty Years, Urbana, University of Illinois Press, 1990.
De 1945 hasta el presente 455
Archivos
Publicaciones oficiales
[ 457 ]
458 Historia de los italianos en la Argentina
Publicaciones periódicas
Estatutos y reglamentos
Obras éditas
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