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Lamas Binda. El - Tango - en - La - Sociedad - Portena - 1880 - 192
Lamas Binda. El - Tango - en - La - Sociedad - Portena - 1880 - 192
(1880-1920)
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Tomar el agua de más arriba, de suerte que escribamos por oídas lo que
otros saben de oídas, no me parece seguro, ni para fo rmar ideas, ni para
resolver con acierto.
Hay más trabajo en interpretar las interpretaciones que las cosas y más
libros sobre los libros que sobre tema. No hacemos más que glosarnos mu-
tuamente. Todo pulula de comen tarios, pero de autores, hay gran esc asez.
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I
PROPOSITOS, METODOLOGIA Y OBJETIVOS
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obras, las cuales el autor dice haber con sultado, sepa que está frente al
llamado aparato erudito. En ge neral, resulta destinado a impresionar al lec-
tor desprevenido, implicando obviedad: el historiador debe estar al día con
lo editado en la materia, saber hasta q ué punto se ha avanza do o esclare-
cido. Caso contrario, correría el riesgo de dar como novedad algo e scrito o
conocido.
A su vez cuando no halle constancias documentales al final de cada
capítulo, o ni siquiera datos mínimos a pié de página, ha de inferir ser un
libro confeccionado en base a otros, lo cual le quita valor científico; resulta
mera literatura.
El cuerpo documental, esto es el conjunto de documentos originales
cuya consulta haya permitido crear el trabajo, debe tener al menos el 85%
de citas y referencias no conocidas, para poder constituir un aporte. Así lo
disponen las corporaciones académicas, para evaluar tesis historiográficas
a ser consideradas por ellas. Pretender cumplir esta exigencia mediante la
mención genérica de algún o algunos archivos, no resultaría válida. Deben
darse los datos concretos de cada documento consultado, de manera de
permitir su verificación o reconsulta, por parte de quien desee o necesite
hacerlo.
Como una investigación no se realiza en días, sino déca das, se termi-
na sabiendo y conociendo quiénes se dedican a cada tema a fuerza de com-
partir muchas jornadas en diferentes reposi torios, llegando a acons ejarse
mutuamente vías de exploración. Hemos conocido personajes quienes nos
asombraban por las insólitas búsquedas que realizaban. Lamentabl emente,
en tantos años, no hemos encontrado más de cinco de ellos dedic ados al
estudio del tango, de los cuales tres han fallecido.
R. G. Collingwood, autor de "La idea en historia" con más de veinte
ediciones en castellano, dedicó un capítulo completo a los "historiadores de
tijera y engrudo". Si bien refería a colegas europeos y norteamericanos,
con el tango se da el caso menciona do.
Refiriéndonos a nuestro trabajo, no es obra de diletantes. Mozart se
indignaba contra ello s, pues al no tener ideas propias tomaban las ajenas.
Y si las tenían, por no saber qué hacer con ellas. Quizá el meollo de la
cuestión radica en desconocer las dificultades de estos temas, ignorancia
que los lleva a emprender tareas superiores a sus fuer zas. Es el primer
rasgo diferenciativo del presente trabajo.
Cada cual puede decir lo deseado. Como contrapartida, es válido co n-
siderar al autor en función de aquello que representa su obra, según el
grado de rigor científico utilizado. En tal sentido de be aceptar ser cataloga-
do desde historiador, hasta fa bulador o mitólogo, a la luz de la metod ología
universalmente pautada. Lo inadmisible, es arrogarse "represent ación"
quienes por los métodos elegidos en absoluto pueden tenerla. Reit eramos:
puede decirse o escribirse lo venido en ganas; la Constitución lo permite y
garantiza. Mas arrogarse el nivel de historiador o "re ferente" sin tener con-
diciones para serlo, no forma parte de los derechos ciudadanos. En materia
tango, la audacia o alegre in consciencia suelen suplir el con ocimiento.
Se miente, por desconocimiento o conveniencia. No siendo nuestro
caso, si llegase haber yerros sería simplemente por no haber llegado a la
verdad, a pesar del empeño. Las inexactitudes, de existir, provendrían del
documento consultado.
Hemos optado por un estilo narrativo llano, utilizando lenguaje ve r-
bal, casi coloquial. Consideramos fastidiosa la necesidad de recurrir al di c-
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cionario ante cada página leída; procuramos evitársela al lector. Preferimos
preocuparnos por la documentación y como la nuestra no es obra de fi c-
ción, en tal aporte deben asignarse méritos o falencias.
Fue concebida orgánicamente como un todo, investigando sus partes
de la manera más exhaustiva posible. Por ello hay íntima vinculación entre
la primera y última página, no siendo una mera acumulación miscelánica de
temas o datos.
Posee una peculariedad usual en ámbitos especializados: se estudia
un aspecto de la vida cotidiana, en este caso el tango, mediante análisis
del contexto global en el cu al transcurre. De allí que en el desarrollo de la
obra surgirán ligadas al tema central, connotaciones de carácter sociológ i-
co, teatral, litera rio, musical, biográfico, estético, testimonial, etc., revel a-
doras de la época.
Ellas podrían constituir un e studio en sí mismas, no reali zado expre-
samente, dadas las intenciones del trabajo y en benefi cio de su extensión.
No obstante, hemos incorporado los tópicos considerados imprescindibles
para la comprensión del suceso cul tural llamado tango. Con tal visi ón de
conjunto la historiografía moderna sustenta abocarse a estos f enómenos.
En nuestra obra no hemos confeccionado ninguna teoría; no las so s-
tenemos ni propugnamos. Las teorías no necesitan demostración; esa es la
ventaja por la cual suele recurrirse a ellas. Tampoco planteamos hipótesis;
si las hay en alguna parte del texto, es a modo de herramienta, nunca una
conclusión en sí misma. No podría serlo. Ni versa sobre musicología, si por
tal entendemos el es tudio científico de la teoría e historia musica l y menos
de musicografía, esto es, el arte de e scribir sobre música.
¿Qué es entonces el trabajo? Una demostración de los hechos, b a-
sada en una selección de documentos entre el cúmulo de los ha llados.
Dado tal carácter huelgan los adjetivos y el vocabu lario subjetivo, tales
como presunción, intuición, deducción, suposi ción, sospecha, certidumbre,
etc., utilizado por otros autores. Reiteramos: en historia debe demostra rse;
lo demás pertenece a otros géneros.
De allí que las argüidas "creencias" tangue ras, siendo actos de fe y
por lo tanto inverificables, no hayan sido motivo de análisis. Su carácter de
vivencias íntimas y particulares, impo sibilita analizarlas críticamente. Quien
dice "yo creo", se aparta del campo científico para entrar en otros, los cua-
les no son objeto de la obra. No verificamos creencias sino hechos plantea-
dos como históricos; en este terreno, sí confrontamos todo lo que sea ne-
cesario.
Veamos otra característica de la obra. Desde Kant, de manera inco n-
trovertible sabemos no haber c onocimiento sin crítica. Al acceder al estudio
del tango en la sociedad porteña, surgió haber en otros opinión tomada.
Entonces confrontar y verificar entre documentos y opiniones, fue el des a-
fío y eje del des arrollo.
Las manifestaciones de quienes hicier on como propios los dichos de
Héctor y Luis Bates en su "Historia de la orquesta típica" de 1937, decidi-
mos no considerarlas, reservando su cons tatación con los mentores orig ina-
les. Dicho libro se compone de dos partes. La "histórica" en sí, alcanza ndo
las primeras 70 páginas, será referida por nosotros cuando apuntamos "los
Bates dicen", etc., o genéricamente "los Bates". La segunda, co mpuesta
por biografías de músicos entrevistados quienes hablaron sobre su vida y
obra, será citada "como Fulano dijo a los Bates", etc.
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Repetimos, como las obras editadas tras los Bates lucen ha berse ins-
pirado en ellos, siendo teorías y especulaciones sobre el texto sin el menor
aporte documental, decidimos no citar a quienes presentaban más de lo
mismo. Utilizamos el e spacio para incorporar documentación ampliatoria,
arrojando luz al t ema.
La obra tiene citas corrientemente innecesarias. A pesar de ello dada
la intención en juego, las hemos considerado imprescin dibles, aún las o b-
viables por especialistas o lectores n o al corriente de lo tratado. Fueron
incluidas para rebatir las defor maciones, invenciones, fantasías, fabulaci o-
nes, tergiversaciones y aparente iluminación divina, de quienes nos prec e-
dieron abocándose al tema.
Por ello la única manera de restituir la verdad ha sido precisar de
dónde tomamos, o en base a qué fundamentamos, lo dicho, sostenido o
afirmado por nosotros. Por lo cual la mencionada profusión de citas no d e-
be tomarse como pedantería, sino material inevitable para sentar nuevas
bases de análisis, ante tanto macaneo circu lante. De allí haber document a-
do minuciosamente cada cuestión, procurando no hacer un tratado de citas
ni caer en el desprecia ble juego de exhibir sabiduría.
Los Bates se muestran como hombres ordinarios en su forma ción, sin
suficiente inteligencia para captar con firmeza fenóme nos básicos. Se af e-
rraron a un núcleo de ideas fijas o preconce bidas, como se verá en el d esa-
rrollo de nuestro trabajo. A pesar de tales falencias y carecer de la m enor
formación científico -historiográfica, hubieron de transformarse en r eferen-
tes obligados, por razones de antigüedad y no haberse nadie ocupado des-
de entonces, a pensar rigurosamente y verificar su discurso. Ya fue d icho:
en el país de los ciegos, el tuerto es rey.
No fue nuestra decisión elegirlos como referentes. Nos fueron i mpues-
tos en bloque, por quienes nos precedieron en refle xionar sobre la cues-
tión. Hubiéramos deseado que otros descubrie sen las fabulaciones de per-
sonajes tan poco meritorios. Como na die lo hizo, asumimos tal ta rea, no
disimulando esta situación a fin de no contribuir a la confusión e incr emen-
tar el marasmo de falsedades en el cual el estudio del período hab itualmen-
te se desarrolla.
En historia no caben las polémicas, contrincantes, amigos, maestros,
referentes, "haberlo dicho Fulano", "saber mucho", ni otros sustantivos,
adjetivos y frases sin consistencia. Hay que demostrar. No basta con pr e-
tender valorizar teorías o pareceres, enumerando la cantidad de confere n-
cias dadas, los centímetros de artículos periodíst icos publicados o incluso
obras editadas, que por su extensión puedan llamarse libros. Salvo cuenten
con respaldo documental y analítico; en resumen, tengan rango de traba jos
historiográficos.
Cualquier objeción debe realizarse con seriedad y prepara ción. Las
teorías de los Bates, pueden o no ser aceptadas, mas deben conocerse con
exactitud, ser citadas con escrúpulo y veri ficadas puntillosamente. Lo d e-
cimos por ser frecuente el empleo de sus teorías "de oído", "periodístic a-
mente", sin tenerse con ciencia qué implican ni habérselas analizado, util i-
zándolas como recurso literario. Los "interpretan" y hasta llegan a hacerles
decir cosas que no constan en su libro, "corrigiéndolos y aumen tándolos".
Todo porque sí, sin aportes document ales avalatorios.
Más fácil que encarar la búsqueda de novedosa información, resulta
"darles manija" a quienes se supone han clarificado el problema. Aunque
sospechen que quizá no sea veraz tal supuesta clarificación, repitiendo un
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referente previa y acordadamente "investid o" con tal carácter, problema
solucionado: cualquiera puede largarse a hablar, escribir o dar confere n-
cias. En suma, satisfacer la ambición íntimamente guardada de ser a su vez
un referente. No hay mayor gl oria...
En otra parte de la obra, decimos que pr opician a los Bates u otros, a
fin de escudar ignorancia. Es antiguo el re curso de utilizar referente int o-
cable, irremeditable. Las reli giones, de cualquier signo, lo consuman imp o-
niendo dogmas. Aunque el estudio del tango presupone asuntos histori o-
gráficos y no teológicos, curiosamente está invadido por autores quienes
parecen actuar bajo inspiración divina. ¿Y la pobre, maltrecha y olvidada
"verdad"? No interesa. Que otros se ocupen de ese voca blo, si quieren pe r-
der su tiempo.
Para nosotros cuen tan las opiniones, no los personajes, por famosos
que sean. De allí no haya alusiones personales, sino a sus obras. En hist o-
ria los autores no importan; sólo vale la verdad. Y así como nadie está
obligado a adherirse a nuestros pareceres, recíprocamente n o lo estamos a
los de otros, menos si son científicamente descalificables.
No hay receta para leer un libro; tampoco para escribirlo. Al respe cto,
nuestro trabajo está presentado fuera de la moda actual. Estamos c apaci-
tados para seguir tal corriente, mere ciendo explicarse el habernos apartado
de ella.
No hemos escrito un trabajo destinado al ámbito universita rio, aca-
démico o para profesionales de la historiografía, quienes podrán objetar la
forma, no el método científico de la investiga ción el cual le d a respaldo.
Quisimos hacernos entender, que se comprendan los fenómenos. Lo usual
en una obra destinada a espe cialistas, es citar los documentos extrayendo
de ellos lo sustan cial, dando la fuente y pasando a otra cosa. El historiador
profesional, ante duda o curiosidad queda en la pista de cómo conti nuar
pesquisando.
La investigación es una ciencia y un oficio a ser adquirido, por lo cual
no soñamos con un ejército de ansiosos lectores, invadiendo hemerotecas o
bibliotecas públicas. Nos bastaría que u nos pocos lo hagan; queda mucho
por descubrir y bienvenidos nuevos aportes.
Damos así por aclaradas de antemano, eventuales objeciones en
cuanto no ser profesional haber dado fragmentos o textos íntegros y luego
comentarlos. La discusión de minucias técn icas, es síntoma de infecundidad
y preocupaciones improductivas. Cen trar la polémica en ellas, o sentirse
"ofendido" por algún pare cer, es eludir demostrar las cuestiones de fondo.
"Patear la pelota afuera", en vez de disputarla dentro de la cancha. En e l
campo científico no se debate, reiteramos, se demuestra. Como nos ha p a-
sado y puede volver a ocurrir, lo dej amos advertido.
Para ayudar al lector a valorar la importancia de un tema, nos perm i-
tiremos hacerle notar aspectos salientes de alguna cita, el m otivo de haber
elegido el documento, dónde se halla algún error, etc. No es menosprecio
ni paternalismo.
Se puede leer el texto corrido, obviando la sección "Notas". Son co m-
plementarias, brindando información adicional del más variado tipo. Se la
incluye allí con el objeto de no romper la unidad narrativa o bien por incu r-
sionar en temas aledaños al central. Por su parte, la documentación inco r-
porada al texto for ma parte de la exposición. Hemos querido con lo ant e-
rior, hacer del lector sujeto protagónico, historiador en sí mismo.
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Tales "Notas" podrían tipificarse como "hiper -información", preferible
en última instancia a la habitual "hiper -escasez" de aporte documental.
Quizá puedan llamar la atención más por su abundancia que por su orig ina-
lidad; sería e l caso de quienes se hallen en poder de tal información sin
haberla dado a conocer, guardándose los "secretos" de época. Sirven no
sólo para comprender los personajes citados en el texto sino las caract erís-
ticas del período, cuya visión profundizan a trav és de datos puntuales o
panorámicos.
Nos hemos impuesto límites los cuales no permiten decirlo todo. La
selección temática, tal cual explicamos más arriba, re presenta las piedras
angulares sobre las cuales todos hacen girar sus teorías y por ello, le ded i-
camos especial atención. Esperamos no haber dejado en olvido nada ese n-
cial en las facetas e studiadas.
Incorporamos al texto seres anónimos, o bien anonimizados por el
tiempo. En su momento los testimonios del periodista, au tor, detenido poli-
cial o comisario, no sólo representan "opinión de época" sino la de "a l-
guien". Por ello, hemos transcripto datos o características aparentemente
superfluas. De este modo los fan tasmas se transforman en personas, ent i-
dades, con nombre, apellido, nacionalidad, edad, etc. Entender la historia
como algo vivo, no disertación filosófica, puede llevar a sospechar prop ósi-
tos o intenciones mal interpretadas. Nada de ello: alguien de carne y hueso
dejó su testimonio en determinada época; nosotros simple mente lo reco-
gemos.
Vale aclarar no somos biógrafos de nadie. Una buena biogra fía, por
necesidad se transforma en un mal libro de historia, al hacerla girar en
torno de una persona. Hemos salvado el escollo dando en "Notas" rasgos
biográficos de personajes notables, cuyo con ocimiento consideramos nec e-
sario para una acabada comprensión de algún tema en particular. Son casi
desconocidos por los diccionarios.
Tampoco nuestra tarea se halla inscripta en la nostalgia por el pas a-
do, tan usual al tratar el tema tango. Tal sentimie nto y menos aún aquél de
lo no vivido, rara vez facilitan la recons trucción y comprensión histór ica.
Por el contrario, desbaratan el ejercicio de la ciencia, apelando al cor azón
en vez de la razón.
Consideramos haber incorporado en cada capítulo enfoques novedo-
sos, asuntos y cuestiones no tratadas, así como aspectos del tema nunca
abordados. En historia no tiene sentido intentar convencer a nadie; no se
desenvuelve en el ámbito electivo sino demostrativo. Nuestra obligación es
decir la verdad, no imponer la. Se puede plantear "lo venido a ganas", a
condición de poder demostrarlo y ser verificable. Por ello nuestro trabajo
es un artículo científico, no panfleto o mercadería comercial. No contiene
odios ni amores, sino descripción, comprensión, demos tración y verifica-
ción.
Digamos ahora dos palabras sobre nosotros, los autores. Nos hemos
abocado a esta obra en forma tardía, por lo cual no es aventura juvenil. El
talento o el saber, no conciben ni maduran sin estudio largo, orientado,
profundo. Para ello s e requiere tiempo y éste, a nuestro parecer, ha tran s-
currido lo suficiente como para habilitarnos a escribir sobre el tema. S egu-
ramente existen procedimientos rápidos, más audaces que los nuestros,
lentos y precavidos. Es nuestra contrib ución al estudio de l tema.
8
II
ORIGEN DE LAS ACADEMIAS
Se han dado tantos sitios como originarios del tango, así como dónde
se habría conformado y desarrollado, que es convenien te esclarecer el t e-
ma desde el vamos.
Los lugares predilectos de tal milagro, están relacio nados a sendos
misterios: las academias, los piringundines y los prostí bulos. Todos los
problemas, se han resuelto haciendo simple referencia a tales lugares. De
allí que puntualizar y saber de cada uno es indispensable, para conocer
aquello sobre lo que nos ocupamos, hablamos o referimos.
Rozamos en este capítulo aspectos tratados por un serio investigador
como lo fue Jacobo de Diego (1). Por razones temáti cas y de amistad, coin-
cidimos con el tema, dejando establecido que ambos trabajos han abrevado
en fuentes distintas.
Resulta curioso pensar que referiremos familiar mente a cosas olvid a-
das por la memoria colectiva, interesantes sólo para presuntos "especi alis-
tas". Aunque tal familiaridad con tema, época y personajes pueda llevar a
tratarlos como si se fuese contemporáneo, hemos procurado evitarlo.
Después de los sucesos de mayo de 1810, hallamos el baile practic ado
en forma privada en salones sociales, en otros especí ficos para esa fu nción
y a su vez en sitios sin tal especifidad. Estos últimos son los que nos in-
teresan.
Dar respuesta a qué era una "academia de baile", cómo sur gieron, lo
que allí sucedía y quiénes concurrían, sólo es posible historiando su des a-
rrollo, hasta determinar sus características al surgir el tango y las posibil i-
dades concretas que en ellas hiciese su apar ición.
De Diego estableció haber en 1808 durante el sitio de Cádiz por los
franceses, casas de baile con tal nombre. En un sainete estrenado en 1889
y ambientado en Burgos hacia 1840 llamado "El baile de Luis Alonso", su
autor Javier de Burgos -vaya coincidencia, nacido en Cádiz - menciona un
lugar denominado "academia". Allí, en fantástica mescolanza de ricos y p o-
bres, jóvenes y viejos, al son de los saraos y el flamenco, en el salón de
baile los concurrentes hacían de "gu apos" y "cursis", mientras se dedicaban
al romance y asuntos con exos.
Nos detenemos en ello porque la obra obtuvo un éxito formi dable no
solamente en España, sino en nuestras tierras (2). Luego el término ac a-
demia debió ser voz conocida por los hispanoam ericanos, aplicable a este
tipo de locales a los cuales no se concu rría para aprender y también la dua-
lidad de su empleo, para designar los lugares propiamente de enseña nza.
Hasta la primera década de este siglo, no se registra como argentini smo.
En 1826 Guillermo Davi, norteamericano establecido en la ciudad,
ofrece enseñanza en una "escuela de baile" (3).
Al año siguiente Miguel Vaccani (h) comunica por tercera vez,
Complementariamente dice:
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"la academia se abrió el lunes 26 del corrien te a las 7 y
media de la noche y continuará a la misma hora por tres v e-
ces a la semana, en toda la próxima est ación."
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Cuyo, hoy Sarmiento, entre Esmeralda y Suipacha, era sitio tampoco
céntrico y perteneciente a una parroquia recientemente creada. Ampliando
la referencia, a pocos metros se hallaba el depósito de los carros basureros
y del cementerio. Sirva para destacar l o suburbano del lugar y tener ind i-
cios de quiénes asistían a esa casa, fuera del mencionado perímetro de
primer nivel impos itivo.
No olvidemos el aviso, destacando la tarifa a peso la entra da y doce
reales por pieza que se bailara; lo hallaremos como us ual en el futuro
cuando se hable simplemente de "academia". Esto no puede ser su "nac i-
miento", pues el texto debió ser com prensible por el lector; debía ser prác-
tica de vieja data, aunque no lo hayamos pod ido registrar.
Unos años después, detectamos lo sucedido en una "casa pública de
baile". Un oficial del Departamento de Policía le informa a Rosas el 12 de
mayo de 1846:
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No registramos nuevamente el vocablo academia hasta el 8 de enero
de 1855, al producirse según el parte, un hecho de sangre en la academia
de Hercole Zuquetti. Estaba frente a l a plaza Independen cia y en el suceso
fue herido un italiano por otro compatriota (15).
Un año después se presentó un oficio al Jefe de Policía. Lo hizo José
Gómez el 17 de enero, declarando domicilio en Tacuarí Nº 48, entre Vict o-
ria y Potosí. Su pedido fue respondido así:
12
"el individuo José María García, expresándose en términos
descomedidos y sacando un estoque, acometió al vigilante
Antonio Videira, hirién dolo con él en la cara viéndose en el
caso los vigilantes que acompañaban a Videira, de darle a l-
gunos palos y desarmarlo."
Las zonas de la ciudad de esa época con gran cantidad de prostíb ulos,
casas de baile y cafés, se pueden fijar en cuatro: La Boca, sector po rtua-
rio; la Plaza Lorea, mercado mayorista y minorista de productos del i nte-
rior; el Bajo, cuya faja se exten día hasta el Retiro, siendo la cuarta el sec-
tor comprendido entre las call es Córdoba y Corrientes, desde El Parque
hasta el Bajo. Había en otros puntos de la ciudad, pero en estas áreas el
número de tales casas era crec ido.
En la mencionada Academia de Pardos y Morenos, tenía sus huestes la
morena Carmen Gómez, quien regenteaba pupilas las cuales no se aju sta-
ban precisamente a las disposiciones reglamen tarias de las academias. En-
tre tales damas se encontraba Clotilde Lemos, señalando de ella el Com isa-
rio:
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"la pretensión de hacerme ofrecimientos, no de poca i m-
portancia, a fin que hiciera cerrar la academia de la mor e-
na."
14
fue conducido el italiano que produjo el motín, de que se
hace referencia en el parte anterior y que habiendo tenido
conocimiento de su remisión al Departa mento a las doce del
día siguiente, no pude averiguar e l nombre de dicho indiv i-
duo, pues sin duda fue puesto en libertad antes de esa hora
por no tener conocimiento el Departamento del motivo por
el cual fue co nducido." (20)
15
Esto es constante de acontecimientos que con fre cuencia
han tenido lugar en este distrito.
Perazo,creyéndose garanti do por este hecho, se refugió
detrás del mostrador donde expende sus bebidas y expuso
que no se dejaría llevar preso. Que bailarían en su casa esa
noche y la siguiente a despecho de la autoridad y que el l u-
nes le hiciera la com isaría los reclamos que quisi era.
Fue entonces que ocurrí a V.S. a pedir la orden de all a-
namiento del fuero del domicilio.
El individuo Maximiliano Perazo que despachaba bebidas
con Nani, detrás del mostrador de donde hice sacar éste,
salió al Café preten diendo violentamente impedir a los vigi-
lantes la captura de Nani, por lo que también lo hice co ndu-
cir a la comisaría y lo remití luego al Departamento junto
con los otros dos.
Creo oportuno manifestar a V.S. que Antonio Yani fue
multado por desorden con fecha 6 del mes ppdo. y según se
me ha dicho aquí, ha estado algunos meses en la cárcel por
un motivo igual al que han hecho anoche estos individuos."
(21)
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Notas.- ORIGEN DE LAS ACADEMIAS
2.- José Deleito y Piñuela, "Orig en y apogeo del género chico", Revista de
Occidente, Madrid, 1949, p. 374 ss.
17
19.- AGN X 34.1.2 L.294 F.78, 26-11-1858
18
Dn. Silvino Brest, que también estaba esa noche en la Academia,
dice: que él estaba en la Sala del baile y que el desorden tuvo l u-
gar en lo interior de la casa. Que sólo vio a un oficial con espada
en la mano, al cual oyó deci r que se la habían tomado, pero que la
había recuperado. Ese oficial se llama N. Conde y que ignora el
nombre.
Dn. Domingo González dice: que estando en la sala sintió el b aru-
llo que había fuera y que él se dejó estar de recelo que pudiera por
equivocación darle algún palo, que no sabe ni puede decir quién o
quiénes fueron los que hicieron el desorden, que en efecto fue muy
grande y escandaloso. Que lo único que vio fue a un of icial Conde,
con una espada en la mano, pero que este Sr. estaba muy quieto y
tranquilo, sin mete rse con nadie.
Dn. Pedro Miquilo dice: que él estaba igualmente en la Sala y que
lo que sintió el barullo, entró en las piezas interio res donde encon-
tró a Dn. Emilio Sosa, el cual le dijo que lo habían herido. Que en
efecto registrándole l a pierna le vio que estaba lastimado, i gno-
rando absolutamente quiénes hubie sen causado ese desorden,
pues que en aquel momento era de todo punto inadver iguable.
El Oficial Dn. José Ignacio Media dice: que él llegó en los m omen-
tos que tenía lugar el desord en pero que él se entró a una pi eza
interior y se acostó en una cama, de la que salió para marcha rse
con los serenos, porque así se lo ordenaron. Que absolutamente
puede decir nada sobre lo ocurrido, porque nada ha visto ni nada
sabe.
Don Emilio Sosa, al q ue se le tomó declaración en su casa, dice:
que entró al baile en los momentos del desorden y que encontra n-
do en el patio una gran porción de gente y viendo, que el Oficial
Britos, con espada en la mano, causando un gran alboroto amen a-
zaba con ella a todos indistintamente, se acercó a él con el ánimo
de contenerlo, pero que con el sable que tenía lo había herido. Se
retiró no sin hacer todos los esfuerzos posibles para contenerlo;
mas que viéndose herido y que por ningún motivo se contenía, se
retiró a una pieza en el interior de la casa. Dice al mismo tiempo,
que no sabe a qué atribuir el desorden, creyendo fuese efecto de
que se conocía había tomado algo más de lo regu lar.
El Oficial Dn. Alfredo Conde, que se halla enfermo en el Hospital y
en el que se tomó su declaración dice: que estan do en la Sala de
Baile sintió el barullo que había en el patio en el que había un gran
tumulto y grande alboroto, ignorando absolutamente su or igen.
Que viendo entre dicho tumulto al Oficial Britos que estaba con la
espada en la mano y conociendo ser la suya, la cual la h abía toma-
do de un rincón donde él la había puesto, se la quitó en el acto
amonestándolo para que se sosegase y no causase semejante es-
cándalo. Que no ha visto con armas más que a Britos y a un tal
Cernadas, que tenía un cuchillo; pero que ignora absolu tamente el
origen o causa de tal desorden, considerándolo solamente efecto
de la embriaguez en que estaba Britos.
El Oficial Dn. Alfredo Danel que se halla preso en el Cuar tel de
Artillería, dice: que ningún conocimiento tiene del suceso, pues
que él no ha estado en el baile, que seguramen te ha sido su he r-
mano Carlos.
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Dn. Carlos Danel, citado arriba por su hermano Alfredo dice: que
él pasaba casualmente por la casa de baile y que entran do en ella,
vio el desorden que en el había, atribuyéndolo al Oficial Britos y a
Felipe Cernadas, que eran los que más alborotaban y los únicos
que tenían armas, el primero armado a sable y el segundo de un
cuchillo o facón. Pero en el desorden que reinaba no puede saber
cuál fue el motivo ni la causa que a ello diese or igen.
El Oficial Britos del Pino, actualmente preso en el Departamento y
donde prestó declaración dice: que ignora quién o quiénes orig ina-
ron el desorden. Que él no ha tenido cuestión con nadie y que sólo
tenía la espada del Teniente Dn. Alfre do Conde, para sólo defen-
derse, en caso de verse atacado. Que saltó las paredes y s alió por
una casa de la vecindad, porque vio que otros hicieron lo mismo lo
que sintieron el pito de los Serenos. Que ignora igua lmente habe r
herido a Dn. Emilio Sosa, no recordando haberlo vi sto.
Después de practicadas todas estas indagaciones se ha prac ticado
todas las diligencias posibles para las capturas de Dn. Fel ipe Cer-
nada el que sin duda se ha evadido saliendo a la camp aña.
Se hizo igualmente reconocer al herido por el Sr. Médico de Pol i-
cía, adjuntando el certificado de dicho Señor.
Se remite al mismo tiempo el facón de Cernadas entregado por la
morena."
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III
DE LA ACADEMIA AL PERINGUNDIN
22
saliendo las mujeres y hombres del baile, de donde pasan al
café a tomar después cuando se concluye el baile todos los
concurrentes que serán doscientos, pasan como he dicho an-
tes al Café, a cenar donde se están a gritos y orgías hasta el
amanecer incomodando y fastidiando al vecinda rio que es de
puras casas de familia; como es natural de ese desorden re-
sultan infinidad de ebrios los cuales son coloc ados por el
dueño de casa en cuartos que están sobre el s alón de baile
donde se acuestan a dormir en los catres que allí existen
con su objeto, no sin antes dejar de gritar y vertir palabras
obscenas.
Después con tanta afluencia de gente salen y entran a c a-
da momento a la calle poniéndose a orinar en la vereda la
cual ponen en un estado que es i ntransitable por ella s.
Por todos estos motivos Señor Jefe, creo muy necesario
tomar una resolución que haga posi ble evitar los inmensos
abusos que se cometen en una casa de esa clase y de ese
modo se contentarán también al vecindario que vive en una
alarma continua con tener un vecino de esa clase. Sin e m-
bargo V.S. resolverá lo que estime más conv eniente." (2)
23
taba de sosiego , pero vaya a haberlo con la gente que allí
había reunida pues era necesario tener ocupados a los Al-
caldes, Tenientes y Vigilantes a fin de hacerlos callar, pero
con todo esto era impo sible sujetar una gente dese nfrenada
como aquella; y todavía en lugar d e cerrar su casa de nego-
cio, Elisondo después de concluir el baile como se lo tiene
ordenado el infrascripto, siguió expendiendo bebidas y tuvo
hasta después de la una de la noche una gran reunión de
gente adentro que daba gritos y profería las palabras más
indecentes que se pueden oir y que se sentían hasta la cua-
dra a donde el infrascripto se encontraba y le mandó d ecir
que cerrase la puerta y de spidiese a todo el mundo.
Todo esto que dejo expuesto al Señor jefe, no es cosa que
se me haya dicho por mis subalternos, sino que el infra s-
cripto lo ha presencia do y por lo tanto pido a V.S. se sirva
decirme si le ordeno que suspenda dicho baile por ser pe rju-
dicial a todo el vecindario y no sujetar se al Reglamento co-
mo lo prometió hace poco tiempo al ser aper cibido por igua-
les faltas según el parte que con fecha 25 de noviembre
ppdo. pasé a V.S. a ese respecto." (3)
24
sorprendido por una solicitud de Elisondo que creo que j a-
más V.S. habría admitido a no haber mediado la extraña cir-
cunstancia que el Señor Oficial 1º me ha explicado y esa es
la razón que tengo para pedir a V.S. lo que antes dejo di-
cho.
Creo Señor Jefe, hallará justo mi pedido y que así ta m-
bién será su resolución." (4)
25
el rango de Comisario, siendo sin embargo a fines y principio de si glo una
leyenda como policía, aún en vida.
Como queda establecido por la documentación aportada, no resulta
tan sencillo en esta segunda etapa, decir si una academia fue tal o cual c o-
sa. Medidas posteriores redujeron la actividad a bailes domingueros anexos
a un Café o cancha de bochas, tomando el nombre de ac ademias en el le n-
guaje llano. No se hallan inclui dos en este término los bailes clandestinos
dados en los cuartos interiores de Fondas y Cafés.
Frente a la Plaza Lorea, donde hoy se halla el monumento a Mariano
Moreno, sobre la calle Lorea de un lado y V ictoria del otro, se levantaba el
mercado homónimo. Los negocios ubicados sobre la primera, fueron con o-
cidos como "los corredores de Lorea" por formar recoba. Los más eran fo n-
dines, posadas, cafés con billares o canchas de bochas, etc., establec imien-
tos característicos en los centros abastecedores de productos de la campa-
ña, al igual que las plazas Once, Monserrat y Concepción. Como se pobla ba
la zona diariamente de carretas, proliferaban locales para consumo y diver-
sión de sus conductores.
Un aviso en un diario local, ejemplificativamente ofrecía en letras
destacadas:
La zona por largos años fue atracción durante los carnava les. Café y
restaurant mediante, había baile, como:
26
"Dicha cuestión tuvo lugar en el baile que existe bajo los
corredores de la Plaza Lorea, denominado peringundín." (15)
27
ron existiendo; seleccionamos uno a título de curiosidad e introductorio de
la década del '80, en cuanto a esta temática.
En un conve ntillo se había originado una situación con cierto empr e-
sario del negocio de la danza. Ambrosio Pompeyo pidió permiso varias v e-
ces a las autoridades sin conseguirlo, para dar bailes en uno de la calle Co-
rrientes al 400 donde vivían cuarenta familias o más de italianos. Al fin en-
contró la solución para dar bailes los sábados, domingos y feriados a un
peso la pieza. Ideó un rudimentario sistema de alarma, por si aparecía la
policía, consistente en un hilo extendido desde la puerta del alma cén con-
tiguo. En caso de necesidad un sujeto tiraba de él accio nando una campani-
lla, suspendiéndose el baile. En la jerga delic tiva, diríamos que utilizaban
un "campana".
Algo habrá fallado y el empresario ideó otra treta:
Aclaramos que por "el organito podía venderlo" debe enten derse dela-
tarlo y por "apoyar el ruido", atenuarlo. Típico caso de juego de oferta y
demanda: el organillero continuó recaudando y los bailarines gustosamente
permutaron calidad de sonido por abaratamiento del baile. Buen negocio
para todos a espaldas de las normativas, antecedente del actual recurso del
"vamos y vamos", como suelen pactarse estas violaci ones.
Hay dos cosas que hasta ahora no surgen con claridad: qué y cómo
se bailaba en los bailes populares. Quienes se han dedicado al tema del
tango y su o rigen, usualmente no se interesaron por lo popular sino lo
marginal, lo prohibido. En definitiva, aquello históricamente irrelevante
por no ser representativo del conjunto de la sociedad. Trataremos de c o-
rregir el enfoque, viendo a con tinuación el aspect o popular de los bailes.
28
Notas. DE LA ACADEMIA AL PERINGUNDIN
9.- AGN X 34.2.8 L.328 Folio entre 180 y 188; a modo de ejemplo damos
el caso datado:
"El Comisario que firma comunica a V.S. que anoche como a las
diez y media conduje al Departamento a los jó venes Bartolomé Mi-
tre, Benito Casal, Marcos Gomes, Domingo Sar miento, Domingo
Robusion y los oficiales Antonio Britos y Lonardo Britos por haber
ocasionado los desórdenes y e scándalos siguientes.
Primeramente vinieron por la calle de Reconquista y rompie ron
los vidrios del lupanar de Adelaida N. Nº 167 y de allí siguieron
hasta la calle de Mayo y entraron en el lupanar Nº 198 donde p i-
dieron cerveza y porque no se les despachó empezaron el desorden
apagando una lámpara que había en la sala y volteando una olla de
la comida que estaba en el patio en un brasero.
En vista de este desorden mandó el dueño del lupanar a la mujer
Sabina Rosales a llamar la Patrulla y entonces el oficial Antonio
Britos sacó la espada y con ella le tiró un palo al dueño de casa
huyendo en seguida todos para la calle en momentos que llegaba
Sabina Rosales con la Patrulla delante de la cual le tiraron algunos
palos a Sabina R osales.
29
A la intimación que se les hizo de hacer alto, contestaron algunos
con insultos y entre ellos Domingo Robusion que dijo que les había
de marcar bala.
No fue posible hacerles hacer alto por el Alcalde ni el ayudante de
sereno de la seccional pues siguieron por el bajo llevando el oficial
Antonio Britos la espada en la mano d esenvainada.
Mientras esto sucedí a recibí aviso del desorden y acudí inmedi a-
tamente al bajo donde atajé el grupo y a pesar de no querer e n-
tregar el oficial Antonio Britos y Lonardo Britos sus armas se las
quité no pudiendo hallar la hoja de una de las espadas que sin d u-
da la han tirado en el bajo donde protegidos por la oscuridad se
han escapado como cuatro.
El sábado de la última Pascua pasada a la noche estuvo el joven
Bartolo Mitre formando escándalo en el lupanar de Adelaida N. jun-
to con los oficiales Britos y otros pero no fue posible tomarlos en-
tonces por no saber si eran ellos como hoy se sabe.
Anoche han insultado a gritos a los serenos, al Alcalde y al que
firma del modo más escandaloso. Principalmente Domingo Rob u-
sion y los oficiales Britos, guardando más circunspec ción el joven
Mitre y Sarmiento.
Cuando estos jóvenes tienen por costumbre salir a formar desó r-
denes sin respetar autoridad, el que firma llama la atención de
V.S. para se digne dictar la medida que contenga esos avances que
son contra el o rden y moralidad.
Remito adjuntos una espada y la vaina de otras, un bastón con
daga y otro bastón sin ella, todo lo que les fue quitado a los jóv e-
nes mencionados.
Junio 7 de 1862
CAZON
"Sr. Jefe
Han satisfecho la multa y la parte que a cada uno le corres ponde
por el daño causado, los individuos Domingo Sarmiento, Benito Ca-
sal, Marcos Gomes y Lonardo Ribusion. Los oficiales Britos se nie-
gan a pagar lo que le corres ponde fundándose en su calidad de mi-
litares y no tener din ero."
Junio 8 de 1862
30
Buenos Aires,junio 7 de 1862
"Al Sr. Jefe del Depto. Gral. de Policía Don Cayetano María C azón
El Comisario que fi rma en virtud de la orden de
esta Jefatura del Sr. Oficial primero ha averi guado el valor de los
daños ocasionados anoche por los oficiales Lonardo y Antonio Br i-
tos y armas que con ellos conduje anoche al Departamento y r esul-
ta que en el lupanar calle de Mayo Nº 193 ha roto una lámpara y el
tubo de ella la cual vale 10 pesos m/c para componerla, el valor
del vidrio roto en el lupanar calle de Reconquista Nº 167 es de diez
pesos m/c.
El valor del daño que ocasionó el joven Mitre con otros en el l u-
panar de Adelaida N. el sábado de pascua pasada es de una tetera
y un botellón de agua de cristal cuyas dos piezas costaron ci ncuen-
ta y cinco pesos m/c."
31
da razón de aquellos, por cuya causa no he podido aplicar la m ulta
a los demás.
Adjunto remito a V.S. los ciento cincuenta pesos referidos."
16.- En los libros 372, 387, 401 y 419 se hallan registrados incidentes en
los mismos sitios con la denominación de aca demias, peringundines, pos a-
das, prostíbulos, café, etc, en unas cuarenta actu aciones policiales.
32
lando en dicha casa es necesario mandar un agente desconocido y
vestido de particular como lo hice.
El mencionado agente penetró sin que se le opusiera el más m í-
nimo obstáculo y se cercioró que bailaban de una manera que he
relatado, cobrando a cada individuo uno o dos pesos por cada pi e-
za de baile.
En cumplimiento de las instrucciones que llevaba se dio a conocer
con el dueño de casa Pompeyo y le dijo se presentara el día s i-
guiente a esta c omisaría. Pompeyo al verse descu bierto prorrumpió
en insultos contra él, llegando al extremo su acaloramiento de pe-
garle un golpe de puño en la cara, teniendo el Sgto. que defe nder-
se del ataque correspondiéndo le de la misma manera. Llamó auxi-
lio habiendo concurrido el Sgto. que estaba de servicio, etc.".
33
IV
MUSICOS, MUSICA, ACADEMIAS, CAFES
De los musicantes, los más curi osos son los arpistas calle jeros que
andaban portando su instrumento. El registro más antiguo anotado, se pro-
dujo cuando un parroquiano de almacén pidió a dos italianos tocasen y no
les pagó (5).
Nos llamó la atención hubiese mujeres arpistas, con su instrumento a
cuestas (6). No sabemos qué tipo de arpa sería; de los mismos sucesos se
evidencia era portable, indicativo de tamaño y peso reducidos, apropiado
incluso para mujeres.
Luego la hallamos a dúo con un violín (7) o combinada con otros in s-
trumentos; veamos:
34
En la década del '70 encontramos varios avisos ofreciendo conju ntos:
35
Se dan hasta tres distintas denominaciones a una misma cosa: los
bailes públicos. En esos sitios ocurrió según los Bates algo asombroso:
36
Y se baila solamente con dos, tres o cuatro mujeres que
están contratadas por el dueño para oficio de bailar inas.
Estas infelices bailan toda la noche y todas las noches, sin
descanso, pasan de los brazos de un b ailarín criollo que las
retuerce en una milonga, a los de un inglés que las s acude
secamente en un vals saltado, o los de un italiano que las
descoyunta con un peri ngundín.
La sala se llena de bailarines y como las mujeres son p o-
cas, los demás bailan homb re con hombre para aprovechar
la sonata que alguien ha pagado en un peso, que es su pr e-
cio.
Concluida la pieza, se oye una voz típica que grita: "¡L a-
ta!".
Esto quiere decir que la sonata siguiente es para él, se
acerca al organero, pide su pieza favorita y le dan una lata
para la pieza que exija en seguida, siempre que la pague se
entiende.
Y sigue el baile en una atmósfera cálida porque la sala es-
tá cerrada, el humo de los cigarros enturbia el aire y el ce-
pilleo de los pies que bailan en la tabla es el rui do domi-
nante.
Todos están callados, nadie habla, porque allí se baila por
bailar.
"¡Lata!" o "Moza acompáñeme en esta pieza", son las ún i-
cas palabras que allí se oyen.
La bailarina no puede rehusar, porque pierde su e mpleo.
En esas salas no hay sillas, pa ra no hacer público ocioso;
el que entra, tiene que bailar o salir." (27)
37
botín elástico perfectamente nuevo, camisa irreprochab le-
mente planchada, sombrero chambergo de alas levanta das
delante y detrás, melena larga, lustrosa, enaceitada; p añue-
lo de seda en el cuello de colores chillones; debajo del pa-
ñuelo una corbata de nudo elegantemente atada y saco cor-
to. -La ausencia de chal eco hará más fácil el reconoc imiento
del individuo -.
Segundo: una gran cantidad de mujeres de vestido cor-
to delante, largo detrás, de percal claro, muy limpio, plan-
chado con almidón cocido para que quede duro, en aguas
idem muy ruidosas; peinada en do s trenzas sueltas, pañuelo
de seda colorado atado al cuello, botín de taco alto, rosa en
el costado derecho de la cabeza, sobre el 'jopo'. -La ausen-
cia de tapado, mantilla o pañuelo de rebozo indica la calidad
del sujeto.-
¿A dónde van?
Acompáñeme el señor municipal, tómese de mi brazo,
que, aunque vamos a hacer una excursión que podría calif i-
carse de peligrosa, por esta vez no padec eremos nada.
El compadrito llega a una puerta débilmente iluminada, en
cuyos vidrios, pintados de extraños colores, se lee: "C afé y
posada".
Da vuelta el pestillo y penetra a una pieza grande, donde
hay un mostrador, varias mesas, banquitos y un armazón
con algunas botellas esparcidas aquí y allá -lo que hace no-
tar a primera vista que su propietario no hace pingües nego-
cios en ese ramo.-
Entremos también nosotros y tomemos algo para disfrutar
nuestra visita de inspección.
-Mozo!, un café!
-No hay señor; si quiere ginebra, hesperidina y Curaçao
tenemos, pero café no hacemos porque nadie toma.
-Tráiganos una horchata con hielo.
Después de un cuarto de hora el mozo vuelve con una
bandeja sucia, los vasos más y conte niendo dentro un líqu i-
do que hace dudar de su procedencia y c alidad.
No importa; nuestra misión no es beber sino obse rvar.
En cada una de las mesas hay un par de parejas e xacta-
mente iguales a las que he dibujado, a grandes rasgos, más
arriba.
En un rincón de la pieza, perdida entre las tinieblas, se ve
una especie de monstruo de forma indefinida y vaga, largo,
con ruedas: es un "armonium" -que nunca dio nota armón ica
por más que lo hayan destemplado los encargados de "hacer
bailar".-
El dueño de casa, inquieto porque la concu rrencia "no se
pronuncia" ase con mano hercú lea la manija del instrume n-
to, que a la primer vuelta lanza unos aullidos tales capaces
de despertar a un muerto.
El baile "se arma".
Manuela la orientala baila con "El Ruso"; el "Biundín" con
la parda "Refucilo", Antonio el cuarteador con Pepa la C ata-
38
lana, el negro Pedro con la china Mauricia y todos dan vuelta
al compás del desafinado instrumento.
De repente la música para y el dueño de casa, con voz de
trueno, grita:
- Lata!
Los bailarines sacan cada uno un peso y pagan la s onata.
Cada una de éstas no dura más que dos o tres m inutos.
El baile dura indefinidamente, hasta la una o las dos de la
mañana.
Muchas veces acontece que el "Biundín" tiene celos por su
parda Refucilo con otro ciudadano de la misma estofa y las
miradas iracundas se cruzan, los ánimos, secretamente, se
enardecen y a poco andar brillan en las manos de los antes
alegres danzantes enormes da gas y aquello se convierte en
un verdadero campo de Agramante.
Otras veces sucede que las mujeres tienen entre sí s ecre-
tos odios y, en medio de una sentimental habanera o i ncita-
dora milonga, se ve cruzar por el aire alguna que otra feroz
bofetada que term ina por un duelo a mojicones, en el que
toman parte los amartelados amadores de esas cánd idas
beldades.
La Policía interviene y muchas veces tiene que verse en el
caso de pedir auxilio para poder reprimir tamaño e scándalo.
¿Qué le parece al señor municipal , la visita que hemos
hecho? ¿Son dignos de la culta Buenos Aires estos escánd a-
los de todos los días, estas inmoralidades de todas las n o-
ches? ¿Cree acaso que éste es un hermoso "pendant" a las
costumbres morales y tranquilas de los demás moradores de
esta ciudad? ¿Le parece bonito que la Capital de la Repúbl i-
ca Argentina, la orgullosa metrópoli del Plata, ostente esos
focos de degradante corru pción?
- Basta, amigo "Severus"; haré que lo clausu ren!
- Alabado sea el Señor!
Hoy se necesita clausurar todos l os "peringundines" de
Buenos Aires.
Mañana, otra cosa." (29)
39
sico": referir exageradamente al delito, desconociendo la realidad de los
sucesos.
Asimismo al uso de la inveterada visión de época, se intro ducen como
calificativos conceptos de otro orden como "inmorali dad" y "degradante co-
rrupción", emparentados con las mentadas "lubricidades" y "bajezas" s egún
otros cronistas. Quitados de contexto o tomados aisladamente y leídos con
mentalidad actual, estos documentos podrían erróneamente inducir a teori-
zar sobre actividades y escándalos de orden sexual. Vemos no ser así; hoy
día en vez de llamar a tales personas "lúbr icos" o "inmorales", simplemente
diríamos "gente mal educada". El vocablo es un ins trumento vivo y por en-
de, cambiante; los diccionarios no llegan a implicar la connotación ideológi-
ca o conceptual de época, ex igiendo un examen histórico del uso a que re-
fiere.
Ayudaría a caer en el error la mención de la famosa "lata" con que se
pagaba el baile, idéntica denominación del medio empleado en los burd eles,
como "pase" entregado a la pupila para llevar a cabo la cópula. Ant erior-
mente, la palabra era de empleo usual en las confiterías de la época de Ro-
sas, como comprobante de servicio y pago entre el cajero y los mozos. "La-
tas" o "fichas" tenían vigencia todavía a mitad de nuestro siglo en alg unos
bares y confiterías capitalinas, no teniendo desde luego nada d e prostibula-
rio, como tampoco los actuales cospeles telefónicos o del subterr áneo.
Quizá una equívoca interpretación moderna de terminologías, haya
llevado a ligar manifestaciones de esparcimiento populares exclusivamente
con lo marginal y lupanario.
En cuanto al seudónimo del cronista, perteneció a Pablo Della Costa
(1855-1922); lo mantuvo cuando pasó al diario La Tribuna N acional.
La descripción de la vestimenta de las damas, la cual supo nemos moda
de esos años y propia de determinada clase soc ial, la hallamos reiterada en
otro documento. Narra el cronista una pelea sucedida en Charcas y Maipú,
entre dos "amigas del cuchillo y del cigarro". Una de ellas llevaba:
40
En cuanto al sonido, según ambas citas la "orquesta" se re duce a un
aparato mecánico presentado como práctica habitual; en consecuencia, es-
tos sitios de baile no habrían sido propicios pa ra crear género ni obra musi-
cal alguna. Salvo que en los prostí bulos se bailase y además hubiese, en
vez de este tipo de medios sonoros, orquestas "en vivo" componiendo te-
mas sobre la marcha, cosa no d emostrada.
El tamaño de los ambientes destinados al baile, puede llamar la ate n-
ción por lo reducidos, aún en caso de no ser clandestinos. Recordemos que
en la construcción se utilizaban vigas de made ra, obligando en general a
una dimensión de los locales no superior a los seis metros. Los pedidos de
habilitación solían ser rechaza dos por el escaso tamaño del salón y falta de
ventilación.
Entre las solicitudes ante la Municipalidad, anotamos el de P onciano
Rodríguez por la amplitud que ofrecía: 12 varas por 7 de superficie y 5 de
alto (31). Otros no llegaban ni a la mitad, como el ubicado en Rivadavia
1275, actual altura del 2700, es decir casi la campaña por entonces.
Referente a las dimensiones l os Bates no fueron inexactos, pues si m-
plemente nada dijeron. En cuanto a la descripción de los asistentes, dieron
el retrato siguiente:
41
vestían de paisanos cuando iban al campo, nadie en la ciudad dejaba de
sentir la necesidad de lucir ac orde con la vestimenta urbana. Sólo había
detalles como la gorra por el sombrero, la faja en vez del cinturón, etc. Pa-
ra aquellos llegados del interior sin posibilidad de adaptarse, se establ ecía
una frontera entre sus puntos de arribo y el resto de la ciu dad. Por ello en
general los carreteros no avanzaban sobre el centro, quedando circun scrip-
tos a las cercanías de las plazas de carretas. No hay documentación ava-
lando anduviesen por el casco urbano con sus ropajes originales, lo cual
habría dado tema para artículos costumbristas y éstos no surgen. Las dos
notas relativas a concurrentes de academias son concluyentes: si bien en
ambas la acción se desarrolla en extremos de la ciudad, la vestimenta es
propia de ella.
Veamos que dicen sucedía en las academias y en
Academias.
De estas casas de bailes públicos, hay tres en la local i-
dad.
La naturaleza del servicio que en ellas presta la Policía de
sección, merece consignarse en un capítulo especial.
Es un servicio que presta en calidad de extra ordinario, el
tercio de 6 a.m. a 2 p.m. como ya anteriormente lo he m ani-
festado.
Son 13 agentes que se distribuyen del modo siguiente,
comandados por su respectivo Ofi cial Inspector.
Dos vigilantes en la puerta de entrada de cada Academia,
para registrar escrupulos amente a todos los que penetran al
local del baile, con el objeto de impedir que ll even armas.
Un vigilante en el interior de la Academia para cuidar el
orden y moderación de los concurrentes y de las bail arinas.
El Oficial con el sargento recorren las tre s casas sin ce-
sar.
42
A cada baile concurren por lo regular más de ciento ci n-
cuenta personas.
Tiene que ser infatigable la atención de los Agentes, para
conservar el orden entre tal aglomeración de gente, en un
local reducido, entre individuos de carácter e i dioma hetero -
géneos y con personal esc asísimo.
Conviene aquí advertir que, si bien toda comunicación en-
tre el local de baile y el sitio destinado al expendio de bebi-
das es completamente interceptada durante las horas de los
bailes, ello no impide que los q ue así lo quieran, h agan sus
libaciones en esos momentos y a dos pasos del baile, pues
cada academia tiene al lado un café o boliche de bebidas y
no hay facultad para obligar a que permanezca cerrado du-
rante las horas de reu nión en las casas vecinas.
Y de ahí provienen las embriagueces y escánda los que su-
ceden en las noches de baile.
Estos terminan a las 12 p.m.
Pero el servicio no se retira hasta las 12 1/2, cuando ya
no quedan grupos ni individuos en los alred edores.
Los días de baile que son los festiv os, el Comisario o el
Auxiliar permanecen en la Oficina hasta la hora en que aquel
servicio concluye." (33)
43
imaginario popular se le ha impuesto la idea de representar ambos térm i-
nos lo mismo, ser sinónimos. Para ordenar las cosas, vayamos a un eje m-
plo concreto.
José Cueto, Comisa rio de la Seccional 5ª, envió al Asilo del Buen Pas-
tor a Enriqueta Calmeña, italiana de 15 años, sirvienta del café de L ibertad
270, de donde se había fugado. Le informa al Jefe:
Locales de este tipo, serían los referidos por los Bates cuando hablan
de "trinquetes" o peringundines, como
44
"Nada de guitarras" . Curiosa afirmación; ellos mismos se encargan de
dar un listado de guitarristas en tales años que fueron, según sus dichos,
intérpretes de tangos. Hemos datado su presencia callejera desde 186 5
acompañando acordeones. ¿Por qué no habrían de integrar las orquestas
que interpretaban tangos? Es de fácil aprendizaje, tenía gran popularidad
y aportaba una fundamental función rítmica. Si los demás instrumentos
enumerados en cambio tienen el papel de "cantar" la melodía, ¿quién ma r-
caba el ritmo?. Y su supuesta inclusión "casi simultáneamente con el ba n-
doneón", no hubiese sido porque este instrumento en particular la requiri e-
se. Igualmente necesitaban de su apoyo los otros, dada la ausencia del
piano, que precisamente tomó la faz rítmica al reemplazar a la guitarra.
En cuanto a quién se embolsaba el dinero de los bailarines, hemos
visto ser el dueño del local. Resulta lógico: aparte de proveerlo, contrataba
las bailarinas y corría con los riesgos deriv ados de la clandestinidad. Por
otra parte, ante las tarifas que hemos visto cobraban los músicos amb ulan-
tes, resultaba más barato al patrón utilizar un destartalado elemento me-
cánico que pagarles de su bolsillo; además, el aparato nunca se enfe rmaba,
emborrachaba ni faltaba. Y ni pensar que los bailarines estuvie sen dispues-
tos a oblar una suma al dueño por bailar y otra a los músicos por tocar.
En definitiva, en historia todo para los Bates resultó posible, menos
haber demostrado sus afirmaciones.
45
Notas.- MUSICA, MUSICOS, ACADEMIAS, CAFES.
46
273 páginas del volumen no se menciona en absoluto al tango. De la co m-
posición orquestal dice:
Fernando Resasco, "En las riberas del Plata", versión caste llana, Librería de
Fernando Fe, Madrid, 1891, T 1, pag. 396:
47
(en los barrios tenebrosos)"... entraba aturdido dentro la b a-
raunda estridente de los instrumentos de cobre que pare cían ra-
jar las paredes estremecidas y las puertas endebles con las
broncas resonancias."
16.- Antes de 1920, registramos las sig uientes grabaciones con acordeón,
específicamente de tangos:
48
Además, sin tener tangos registrado s, existen grabaciones de solo de aco r-
deón por Guido Deiro.
Sello VICTOR:
Nota: "marianina" era una canción muy popular hasta los inicios del siglo.
En cuanto a "peringundín', es el segundo registro que damos y lo enco n-
tramos bailado en un perin gundín.
49
“MUSICA PARA BAILE; se proporcion an músicos para orquestas y
banda para la ciudad y campaña en los días de carnaval. Dirigirse
calle Paraná 366”.
50
“MUSICOS JOVENES que quieran tomar parte en una orquesta pa-
ra después formarla se precisa; dirigirse Matheu 958 de 1 a 3 p.
m”.
19.- Entre las Bandas locales que grabaron numerosísimos discos de tango
tenemos las siguientes:
Sello ODEON:
Sello COLUMBIA:
- de Policía, 1910
- del 1º de Infantería, 1910
- Municipal, 1911/12
- del 5º de Infantería, 1913
- del Parque Japonés, 1914
Sello VICTOR:
Sello ATLANTA:
- Atlanta, 1913
- Municipal, 1913
Sello ERA:
- de Policía, 1910
51
20.- La Patria Argentina Nº 200, 19 -07-1879, "Borrachos cómicos".
27.- La Patria Argentina Nº 636, 27 -09-1880, p.1 c.4, "Gresca chist osa".
52
nicipales que en estas casas deben hacerse o bservar por la Policía
son muchas, e ingeniosísimos los medios de que se valen sus due-
ños para evadirlas y burlar la vigilancia pol icial.
Muy pocos son los que tienen un botón eléctrico en el mostrador
que anuncia al instante, en el interior de la casa, la presencia de
un agente cuando asoma a la puerta. Por ejemplo, dan en casi t o-
dos estos negocios, para atraer concurrencia, bailes que la Policía
prohibe.
Al efecto se valen de un órgano en u na pieza interior, el cual
cuando funciona se halla cubierto con un colchón para ahogar así
sus voces de manera que las notas del instrumento no se perciben
de la calle. Y cuando algún empleado de policía se presenta tocan
el botón eléctrico, que dice a u na campanilla colocada en el cuarto
de baile (o de juego) y cesa la danza, se apagan las luces y las pa-
rejas se precipitan en las habitaciones interiores. Una vez que se
retira el empleado sin conseguir sorprenderlos, vuelven a la pieza
y el baile o la jugada se prolonga toda la n oche.
Los dueños de tales negocios por el temor natural de ser denu n-
ciados o descubiertos por los mismos concurrentes, sus cómplices
en estas contravenciones, se ven obligados aún a su pesar, a ocul-
tar a la acción de la autoridad, todos los delitos que éstos c ometen
y a tolerarles sus desórdenes e inmoralidades de todo g énero.
Agréguese a éstas, 29 casas de tolerancia en cuyo interior deben
hacerse observar numerosas disposiciones Municipales y donde es
más marcada aún la tendencia a quebrantarlas por las prostitutas
y concurrentes; y a donde el agente de policía necesita mayor
fuerza de voluntad para no ceder en el cumplimiento fiel de sus
deberes a los atractivos permisivos que con tanta facilidad le brin-
dan.
El padrón de la Sec ción levantado a la ligera por la premura del
tiempo arroja la suma de 14.700 habitantes. A este número hay
que agregar un 30% por lo menos de exceso de población en los
días Sábados y Domingos y en vísperas y días de fiesta que afluye
de todos los puntos de la Ciudad atraídos por los bailes clandest i-
nos y academias, por las casas de tolerancia y los cafés, fondines,
etc., etc., que les presenta el aliciente de las mujeres que atie n-
den a los concurrentes, dando por consiguiente en esos días una
población de 19.000 y pico de almas, que la mayor parte frecuen -
tan las casas de trato, donde generalmente se exceden en las b e-
bidas alcohólicas y se arrojan a las calles en un estado de excit a-
ción que por causas insignificantes y muchas veces sin ellas, se
producen con singular frecuencia desórdenes y escándalos que ti e-
nen en un continuo movimiento el personal de servicio que se
compone de 21 agentes que corresponden a igual número de par a-
das, etc."
30.- La Pampa Nº 2.269, 20 -02-1881, p.2 c.1 "En la..."; otro registro, La
Pampa Nº 2.280, 01 -04-1881, p.1 c.8 "Ayer a las siete", d ice:
53
"llevando un vestido de percal blanco, mucho más corto de ad e-
lante que de atrás, llevaba la delantera luciendo unas medias pun-
zó y calzada con alpargatas". Peleó con otra en la esquina de C o-
rrientes y Lavalle por "cuestiones de ho mbres".
54
Carmen Medina, argentina, 20 años, soltera, bailarina, trigueña, no lee,
remitida al Departamento de Policía por heridas inferidas a Toribio Med ina.
55
V
DE REGLAMENTOS A ROMERIAS
56
Pero en el punto opuesto, en las academias de baile, es
decir en el último sitio a que se puede ir a buscar encantos,
es todo lo contrario lo que sucede.
El salón de baile aristocrático, es Lamartine cantando
amores a su pálida y melancólica Elo ísa.
La Academia de baile, es Emilio Zola, con todas sus de s-
vergüenzas, con todo su cinismo de hijo del placer." (1)
57
"Se considera bailes públicos para todos los efectos de la
presente reglamentación, aque llas reuniones que tengan l u-
gar en establecimientos o casas en que se den periódic a-
mente, por una o más veces, bailes con el objeto de luc ro,
ya se obtenga éste mediante el cobro de una entrada, ya
por el consumo de artículos de comercio que hagan los co n-
currentes, ya por el pago de un tanto la pieza de baile, ya
por suscripción entre individuos o ya por cual quier otra for-
ma de ganancia lícita".
58
Pocas veces hemos oído nada más malo y de peor gusto
que algunas habaneras con ribetes de milongas q ue pobla-
ban los ámbitos de la gale ría de Bellas Artes con sus mel o-
días de acade mias de baile. Siendo tan difícil aprender una
mala pieza como una buena no nos explicamos cuál es el
obligado motivo que nos hace reci bir estas cencerradas de
cornetín plañidero, que atacan los nervios y dan la peor idea
de nuestra cultura musical." (13)
59
"Bailes familiares" - Más que una academia de las genui-
namente criollas y menos que Mabille; ni tan modestos c omo
una reunión de conventi llo, con organito, ni tan prete nciosos
como tertulia de sociedad recreativa, se han inau gurado soi-
reés "familiares" en el Paseo de Julio entre C orrientes y La-
valle, administrando la casa "señoritas con quien bailar",
buenas bebidas a los precios de costumbre y "un cuerpo de
cincuenta bailarinas". Según esto, que se promete en los
avisos correspondientes, la cosa no es tan familiar como pa-
rece pero, no obstante, se trata de "bailes familiares"; así lo
asegura el empresario y hay que creerle. A las ocho comien-
za la danza y a media noche, cada cha ncho a su olivo, como
decía un procurador que solía quejarse de que para despa-
charle un asunto en los tribunales lo t enían de Orestes a Pí-
lades. En cuanto a la moral -por lo menos la moral "visible" -
será escrupulosamente observada, habiendo al efecto un re-
glamento claro y terminante que o rdena la observancia de
una conducta "onesta y ejem plar", so pena de expulsión del
mal educado. A mayor abund amiento, el artículo 3º del re-
glamento dice:..."El que venga con ideas contra rias a la ra-
zón, es mejor que se abstenga de venir". Debería decir "es
mejor que se vaya", desde que para ver el reglamento tiene
el público que entrar al b aile; pero es lo mismo: lo que in-
teresa es que haya reglamento. Es lo que pasa con la consti-
tución nacional: no cumplirla es cosa de poco más o menos;
lo interesante es que la teng amos. Para hablar las cosas cla-
ramente y que no se alegue igno rancia, hay e n el mismo re-
glamento un artículo que d ice: "El baile seguirá a la orden
del dueño de casa (que es el padre de la familia) y ninguno
se opondrá a la expulsión de la persona que a dicho señor
no le convenga que permane zca en el local de baile". Como
se ve, están todas las med idas tomadas de antemano y ase-
gurado el orden y la hone stidad sin hache. Para amenizar
estas fiestas, habrá orquesta de veinticuatro profesores. Por
poco más les resulta un co ncierto familiar." (15)
60
gio, al punto que intentó trasladarlas a Retiro, fra casando. Su duración va-
rió de dos a diecisiete días, según la época.
Hubo otras romerías, mas la conocida por antonomasia era la de R e-
coleta, llegando a contar algún domingo con 40.000 perso nas esparcidas
hasta los bosques de Palermo (16).
Veamos cómo s e desarrollaban:
Un aviso decía:
61
"Gran número de las carpas existentes en el bajo de la
Recoleta se han inutilizado comple tamente con la lluvia de
ayer. Cuéntase entre ellas las carpas de Orion, Libertad, Ge-
roglífico, Tía Juanita, Belcebú, Conciliación y otras." (23)
62
tica alrededor de una mesa donde sólo se servían b ebidas
espirituosas, etc." (25)
Clama que terminen esas orgías, que se las prohiba, etc. En el otro
extremo, La Familia hace una descripción idílica:
Las carpas,
Para La República,
Calcula el cronista que ese día hubo 10.000 personas. Como advert i-
mos, se ve y dice lo venido en ganas; parecen increíbles tan diversos te s-
timonios sobre los mismos hechos. Se podría pensar que La Pampa fuera el
diario clerical, siendo todo lo contrario, el "tonto" que no baila según los
otros.
63
A todo esto uno de los puest eros, Angel Mangriante, comunica que ha
comprado un novillo gordo a la Exposición Rural, para vender asado d uran-
te el día sábado y también una chancha blanca, según el aviso (30).
Al año siguiente, la comisión encargada de la dirección de la fiesta
renuncia en masa. El motivo fue no haber admitido la Municipalidad, que
las carpas estuviesen abiertas hasta las 10 de la noche, debiendo cerrarse
a la puesta del sol (31).
Se había sumado a La Pampa, propiedad de Paz, La Patria Argentina
de los hermanos Gutiér rez contra las fiestas, las cuales son llamadas "La
fiesta del puñal". Véase cómo las presen ta:
Aquí nos permitimos una digresión y aclaración. Eso de bai lar pericón
no podría ser; según José Podestá, fue quien lo salvó del olvido trayéndolo
desde el Uruguay varios años después... o no fue así, dejándolo el diario
como mentiroso.
Los rabiosos artículos de los Gutiérrez arguyeron hasta problemas im-
positivos (31), atacaron los cohetes (33) y plagiaron algunos argume ntos
iniciales de La Pampa, tal como estar de jarana mientras entierran f alleci-
dos (34).
En un artículo que medía exactamente 102 cm de largo, dedi can 14 de
ellos contra el arzobispo y el cura. Dentro del texto emplean 8 veces el vo-
cablo "orgía", 6 "inmoralidad", 4 "bacana les", 3 "barbarie", 2 "corru pción" y
1 "lúbrica", introduciendo este esclar ecedor párrafo:
Iniciadas las fiestas, hubo al fin un duelo mortal, lo cual vino a darle
la razón a siete años de prédica, tildándolas como orgía de sangre. Culpa
de tal hecho a que
64
joran ni aquí ni en parte alguna del mundo, con suprimir
fiestas populares o quitarles el carácter de espectáculos p ú-
blicos, a título de combatir la inmoralidad. Las Carpas no
están sólo en el bajo d e la Recoleta; las halla el transeúnte
desparramadas por toda la ciudad y amparadas por la aut o-
ridad, puesto que pagan patente." (37)
65
haciéndolas bailar a razón de un peso la pieza, se disgusta-
ron los orilleros Eduardo Barbosa y Máximo Gonz ález, que
armados de cuchillos se tomaron en pelea allí mi smo, resul-
tando ambos heridos." (41)
66
Notas. DE REGLAMENTOS A ROMERIAS
"Señor Jefe
En el interés de evitar en el distr ito a mi cargo reuniones, donde
por la composición de los concurrentes, los desórdenes son inev i-
tables por más que esta comisaría sea inexorable en la aplicación
de las penas en que los infractores incurren, ruego a V.S. quiera
autorizarme para clausurar l a academia de baile situada en la calle
Misiones Nº 17 donde continua mente se producen hechos que no
es posible prevenir. La mayor parte de los hechos criminales que
han ocurrido en esta sección deben su origen a disputas y desó r-
denes producidos en la ac ademia, viéndose el infrascripto en la ne-
cesidad de distraer parte del escaso personal a sus órdenes para
establecer una vigilancia continua sobre ese centro de desórdenes.
Debo también hacer presente que con fecha 30 de mayo de 1882
V.I. ordenó la clausu ra de la misma casa de baile que se había
convertido en un garito en el que fueron presos 13 jugadores, f u-
gando su dueño Antonio Siffredi. La casa de la calle Misiones Nº 17
es de inquilinato, con 19 piezas y es fácil de comprender señor que
con mayor razó n la tranquilidad del vecindario exige la pronta
clausura del estableci miento, donde sólo se reúne gente de mal v i-
vir, sobre la que es imprescindible la vigilancia de la Policía que
descuida así la seguridad de los habita ntes de la sección, concen -
trando su acción en un sólo punto.
Como lo dejo dicho, el 30 de mayo de 1882, fue clausurada la c a-
sa siendo su dueño Antonio Siffredi; su actual propietario Antonio
Cachafeiro tiene una licencia especial a su nombre con fecha (??)
de abril de 1882, es decir mes y ocho días antes de haber dejado
Siffredi, en la que aparece como propietario de la casa y esta l i-
cencia es por el año 1882, etc. Angel C. Texo"
67
8.- La Patria Argentina Nº 791, 01 -03-1881, p.1 c.4, "Víctima del Baile".
10.- El Diario, 16-04-1886, p.2 c.3, "La vida entre los bedui nos".
14.- Mundo Argentino Nº 63, 20 -03-1912, p.5 "Su majestad el tango", por
Nicasio Pajares.
68
llos sitios, generalmente solitarios el resto del año. Todas las eda-
des se confundían en aquel movimiento incesante y no era raro ob-
servar las groseras telas rozando con las sedas y multicolores cin-
tas que a manera de gallardetes ostentaban las innumerables mu-
chachas que se lucían por aquellos con tornos.
El día era muy propio de nuestra primavera, es decir vento so. Pe-
ro el follaje de las numerosas quintas y el verdor en que rep osaba
la vista, hasta dentro del recinto del cemente rio, el ondear de mi-
les de banderas, la música, el bullicio de los niños y bastaba la
alegría artificial de muchos concurrentes que se habían detenido
demasiado frescos, daban al conjunto una animación realzada por
el claro sol que iluminaba este paraje.
En las carpas, la escena era más característica y tenía un tinte
más local. Los que allí se solazaban parecían cuidarse muy poco de
los espectadores. Comían con más o menos pulcri tud, regando su
colación con sendos tragos. La cerveza sobre todo, se prodigó a
torrentes. Los muchachos hicieron un verdadero malón sobre ind i-
gestas tortas y frescas naranjas, mientras sus padres engullían
manjares más sólidos.
En nuestra rápida excursión vimos a un Convencional sentado con
mucho sosiego al lado de un gaucho que rascaba una gui tarra, y
que payaba una décima, que probablemente le había dedicado. La
caña bebida en cuclillas no fue escasa y algunos de esos grupos
albergado bajo los pabellones, echan do pelillos a la mar, y ro m-
piendo con todo respeto humano, acababan por improvisar bailes,
arrebatando la primera pareja y la primera Maritornes que enco n-
traban a mano.
En varios de los jardines o casinos de la calle Larga se gozaba de
mayor frescura o más agradables perfumes. Los desocupados o cu-
riosos servían allí con lentitud sus liba ciones a la sombra de los
naranjos y rodeados de flores.
Estos festejos duraron hasta muy tarde. Y por supuesto no falt a-
ron los fuegos, pretexto obligado para demorar largas horas a la
concurrencia. Ocurrieron, según se nos dice, desórdenes inevit a-
bles; pero este reverso de la medalla pertenece a los comisarios y
a los vigilantes, condenados a perpetuas rabietas en estos casos.
Pero el día fue genial y un alegre recuerdo de las antiguas y trad i-
cionales romerías a que eran tan aficionados nuestros antepasad os
en esta ilustre y heroica ciudad de la Santísima Trinidad de Bu enos
Aires."
69
28.- La Pampa Nº 1.632, 30 -10-1878, p.1 c.3 "La s fiestas de la Recoleta".
30.- La Libertad, 09-10-1878, p.2 c.2, "Las grandes fiestas de la Recol eta"
La Libertad, 24-10-1878, p.2 c.2, "Las fiestas de la Recole ta"; dice:
"se nos asegura que mañana tendrá lugar en la carpa La Frate rni-
dad un gran almuerzo a escote, al que asistirán numerosas pe rso-
nas de lo más distinguido de nuestra socie dad".
Según la visión de algunos cronistas de época, para ellos sin duda estos
personajes concurren tes no serían más que cuchilleros, compadritos y ma l-
vivientes de lujo, acompañados de bailari nas o prostitutas alquiladas, sin
perjuicio de ostentar unos y otras ilustres apellidos.
35.- La Pampa Nº 1.867, 20 -08-1879, p.1 c.1, "Un poco más de moral idad".
70
71
VI
LOS REGISTROS DE TANGO MAS ANTIGUOS VERIFICADOS
72
Era que iba a hacer uso de la pala bra alguno de los ilustres
comensales. Con la última frase del orador, rompía la banda
un "ondú" o un "tango" quebrado, de ésos que sólo los bra-
sileros saben ejecut ar y que son inter pretados por músicos
con tres cuartos de sangre afric ana". (3)
73
Contando con este dato, algún audaz que nunca falta, seguramente hubiese
ideado la teoría que la cuna del tango no fue Buenos Aires, sino San José
de Flores.
Una mirada más atenta demuestra al cronista escandalizado, siendo
problema particular, suyo. Lo llamativo si de ello habla mos, resulta no e s-
candalizarse la Policía y mucho menos el públi co, no surgiendo que tan s i-
quiera alguien compartiera su opinión .
Es tradicional en los militares cuidar su honor y el del uniforme en
salvaguarda de su carrera. Por ello sería inusual verse involucrados en un
evento social de repercusión pública, plagado de "escenas vergonzosas e
inmorales"; ni hubiesen bailado un t ango, si ello era cosa mal vista. Nótese
no haber empleado el despectivo "soldadesca", confirmativo de tratarse de
oficialidad, jefes, no cualquiera.
Aquello tan mentado de haber sido el tango en estos años propio y
exclusivo de prostitutas, rufianes y c ompadritos, no guarda relación con
este documento. Para algunos, mitología resulta más fascinante que hist o-
ria... La primera es cuestión de simple inventiva, permitiendo hablar de
personajes y hechos exóticos. La segunda, exige consultar papeles trabaj o-
sos de hallar, lo cual parece no ser tan placentero.
Si volvemos al cronista, debemos recordar que el periódico de M a-
nuel Láinez era una publicación aristocratizante, del sector burocrático
agro-ganadero, nada populista; un diario hecho a imagen y semejanz a de
Le Fígaro de París. Ello dice por sí, ser el tango un fenómeno comprensible
por este tipo de lectores y no sólo por las cl ases bajas.
No hemos encontrado otras referencias hasta una década después,
precisamente en este mismo diario, el cual dijimos e ra de gran peso de
opinión en la clase dirigente:
74
Obsérvese motivar confusiones, la costumbre de trans formar sustan-
tivos en adjetivos y viceversa. El cronista describe entre las cosas que "se
oyeron", tangos "con quebrada y vericue tos". Son evidentes atributos del
baile, no de su ejecución musical, por lo cual serían pasibles de "verse",
no "oírse". Los equívocos entre el género musical y su danza, son de vieja
data.
En el último año del siglo p asado, hemos hallado otras noticias. Una
de ellas recapitula lo sucedido en el más distin guido de los teatros capital i-
nos, visto con los ojos de alta clase industrial propios del periódico de Car-
los Pellegrini (1846 -1906):
75
de estas danzas deleznables, la nota enumera a los "American Boston" y la
"Tzigane Monte -Cristo", presentadas como "piezas de cierto corte y distin-
ción".
Como los diarios no se escriben por una sola persona sino por varias,
especializadas usualmente en un tema dado, otro redactor quien por la so l-
vencia de sus dichos parecer ser experto en compa rsas, nos entera:
76
practicantes de dicho establecimiento, que habían convert i-
do la vereda en salón de baile.
Un órgano ejecuta las mejores milongas y tango s de su
repertorio y los bailarines se deshacían en contorsiones y
"quebraduras" estorbando por completo el tránsito.
Este espectáculo, que hemos presenciado, es verdader a-
mente vergonzoso y ya que la direc ción del establecimiento
no se da cuenta de lo que allí pasa necesario es que la pren-
sa se lo advierta.
El hospital de Clínicas tiene ya su historia en los anales
de la "guaranguería" y se impone que, por la cultura de la
capital, se aplique a estas travesuras de tierra adentro un
correctivo especial". (8)
77
"Provistos de flautas, violines y guitarras y al son de un
ruidoso "tanguito criollo y compadrón", caminaban esta m a-
ñana en grupo por la calle Paso, media docena de individuos
alegres. Al llegar a la esquina de Corrientes, el vigilante M i-
guel Escudero, que se hallaba de facción, detuvo al grupo,
haciéndole saber la disposición policial que prohibe tocar
música después de las diez de la noche. Los del grupo h icie-
ron caso omiso de la ocurrencia del agente y como éste se
viera desobedecido pretendió conducirlos presos. Al ir a pro-
ceder, aquellos lo agredieron a golpes de puño, derr ibándolo
y arrebatándole el pito y el machete, poniéndose en fuga, no
sin antes haber intentado ultimar al agente. Este se puso en
persecución de lo s fugitivos y como no les diera alcance hizo
tres disparos al aire con el objeto de intim idarlos. A las de-
tonaciones cayeron los vigilantes como mo scas, consiguien-
do detener a uno sólo." (9)
78
"Largué la chata a su hora y me fui pa casa pa ponerme
high... Me arreglé lindo, saqué mi daga, me acomodé bien y
me fui silbando el tanguito que usted conoce:
Cuando se mueve la cama y se abalanza el colchón...."
(12)
79
madas a las de origen teatral conocidas, demuestran hallarse en desarrollo
algo, no pudiendo precisarse con este escaso material, exactamente qué
era.
Empleando como auxilio el m étodo que Marc Bloch sustentaba: "así
como el pasado ayuda a comprender el presente, el presente ayuda a co m-
prender el pasado", podremos sostener una hipótesis de las características
del género al cual llamaban "tango" y noso tros, reiteramos, no sabemos
totalmente qué era.
Utilizando como "futuro" el siglo XX en el cual la cuestión es más
sencilla, pues hay abundantes referencias ya sea en parti turas musicales o
grabaciones, si logramos determinar los carac teres en su inicio podremos
casi con certeza s aber las particula ridades imperantes en los últimos años
del siglo pasado, que distinguían al tango de los otros géneros con los cua-
les se codeaba.
80
Notas. LOS REGISTROS DE TANGO MAS ANTIGUOS VERIFICADOS.
1.- Tomás de Lara e Inés Leonilda Roncetti de Panti, "El tema del tango en
la literatura argentina", Ed. Culturales Argentinas, 2º ed. 1968. Véase la
antología documental cronológica.
81
VII
EL TANGO EN EL INICIO DE NUESTRO SIGLO
82
Días antes el cronista hacía hincapié en el mismo:
83
Como ejemplo, cuando el autor, director y actor Joaquín Montero (17)
estrenó una obra llamada "La cuarta de Mayo" , se dijo:
84
Como ejemplo de su difusión fuera del teatro, tenemos en 1902 el
primer tango cantado en disco. Se trató de "La bicicleta" de Angel Gregorio
Villoldo (1864-1919), grabado por una actriz de la escena nacional llamada
Eloísa Ceballos.
Necesariamente existe una cadena de intereses entre autor, empr esa-
rio y artista, si bien a través del disco sólo tenemos testimonio de su esla-
bón final, esto es, el producto terminado. Dicho concatenamiento de índole
comercial supone la aceptación del género, pues no se hubiese i nsistido en
grabar este tipo de música sin un volumen de ventas que lo ju stificara.
Los discos de estos años nos entregan fra gmentos de diálo gos, al
igual que canciones y tangos, cuyos títulos denotan su procedencia teatral,
transformándose en un formidable vehículo de difusión. El mismo texto,
diálogo o canción puede hallarse graba do en varias oportunidades por el
mismo artista en distintos sellos y a veces, para disimular tal repetición,
bajo diferentes títulos en las et iquetas.
Como consecuencia del auge de estos procesos, surge la necesidad de
diferenciar las grabaciones de temática nacional mediante la denominación
"discos criollos", facilitando su publi cidad y adquisición por parte de los in-
teresados.
En definitiva se establece como "criollo" las obras teatrales, diálo-
gos, versos, discos y todo cuanto contenga sello o con tenido local, es-
tando anexado a principio de s iglo con toda natu ralidad el tango como es-
pecie integrante del f enómeno.
La reacción contra esta inclusión dentro de la música consi derada na-
cional, sucederá pocos años después, como veremos luego en este trabajo.
El fuste de algunos opositores, ha prov ocado dar erróneamente más i mpor-
tancia a sus dichos que a la opinión de la pléyade de autores, cantores,
músicos, empresarios, público teatral y compradores de miles de discos y
partituras, quienes con su actitud demuestran haber aceptado sin reparos
el carácter de criollo o nacional para el tango, además de apreciar sus v a-
lores musicales. La realidad de los hechos, pasa por los gustos de la soci e-
dad en su conjunto y no por la visión que algunos "observadores", por más
títulos que poseyesen, hayan ignorante o tendenciosamente interpretado
como tal. Utilizando la posibilidad de publicar sus opiniones, denostaron
aquello no ajustado a su mero gusto o convicciones person ales.
Vicente Quesada (20) escribe por entonces un trabajo llamado "El
criollismo en la literatura argentina" , en el cual intentó hacer compendio de
lo discutido por tal; por primera vez fue tratado el tema de la literatura ín-
fima en verso, puesta de moda.
Esta publicación coincidió en época con la recolección hecha por Le h-
mann Nitsche (21), d e material con vista a su futura obra sobre literatura
de temas marginales.
Habíamos advertido que los Podestá y otros transitaban por un teatro
que ellos llamaron gauchesco y Quesada "semi -gaucho". Destacaba de este
género:
85
Es cierto y señalamos hacerlo una compañía española dirigida por
Montero, pues en el siglo pasado y principio del actual, to dos cantaban y
bailaban lo consignado en el libreto, fuese crio llo o español.
Quesada se extraña hubiesen entre el público e intérpretes, italianos
o hijos de ellos, quienes no habiendo nunca vivido en el campo, fueran pro-
tagonistas y espectadores de tales músicas y d anzas. Si el criterio fuese
válido, tomándolo en sentido inver so, no podrían gustar de las óperas quie-
nes no fuesen italianos. Un absurdo.
Quesada no comprendía totalmente el fenómeno y sus persona jes.
Acotemos que al referirse a un actor de origen urug uayo llamado José C o-
rrado, cuya especialidad eran las imitaciones y tenía por apodo "Stroface"
(23), al mencionarlo lo denomina José Corrado Stroface, haciendo pasar el
apodo a guisa de segundo apellido. Hay errores comprensibles al historiar
el pasado, no cuando se es co ntemporáneo.
La importancia asignable a Quesada, está dada por las con clusiones
que se sacaron de unos versos incluidos en el trabajo, soste niendo con su
contenido la teoría del origen prostibulario del tango. Los que suelen cita r-
se, habían sido publicados en forma de pequeño folleto. Tenían por título
"Los canfinfleros o Los aman tes del día" y su autor fue J. López Franco. D i-
cen así:
86
En cuanto a la supuesta c landestinidad de tal tipo de pro ducciones,
destaca en cambio el autor la "resonancia" pública lograda, concepto a bso-
lutamente contradictorio con el remanida, inexacta y habitualmente e m-
pleado para describir el tango y sus eventuales letras en estos años. Nóte-
se: dicha resonancia es "tal", al punto de formarse grupos en las aceras,
los cuales además de tararear tangos de moda, cantaban la estrofa "a voz
en cuello". ¿Puede haber algo más opuesto a lo marginal, clandestino o
prohibido, que aquello manifiesta do abiertamente, por varias personas a la
vez, en la vía pública y casi a los gritos?
Continúa el autor:
Y el otro le contesta:
87
Relaciona el autor con toda naturalidad este tipo de litera tura con lo
gauchesco (una vez más, no con lo prostibulario ). Prueba se extendía
el género fuera del ámbito ciudadano abarcan do lo rural, al puntualizar
como protagonista de los versos a "un gaucho" cantando "de contrapunto"
con otro, de llamativa profe sión canfinflera.
Se utiliza quizá para extrañeza y sobresalto de ciertos puristas, un
lenguaje supuestamente privativo de equ ívocos ambientes de Buenos Aires
para referir a lo gauchesco. De esta clase de actividades vemos particip a-
ban no sólo los consabidos compadritos tangueros, sino algunos represe n-
tantes de nuestras pampas. Y sin embargo Lugones, tan defensor de "lo
nuestro" y enemigo del tango, no dijo nada sobre estos ignominiosos ga u-
chos canfinfleros. No le habrá co nvenido.
Cuando las elucubraciones de Quesada estaban en prensa y antes de
publicarse, Rubén Darío (1867 -1916) se refirió a esta temática. Decía así
desde París:
88
Por ello, basar en esta obra la mencionada teoría sobre el ambiente
inicial del tango, es tan inconsistente como haber generalizado lo que sí se
explicita, ideando la de una zamba prostibularia o vidalita de lup anar.
Agotando de todos modos la pesquisa del vocablo tango, lo hallamos
una sola vez, como integrante del texto del ejemplo Nº 246, "La vida del
farrista". Damos el fragmento:
89
claro que el sexo y su folklore revestía mayor importancia que los roma nce-
ros de asesinatos, crueld ades, traiciones, etc.
Por último téngase presente que el ámbito abarcativo de un suceso,
para que pueda clasificarse como "folklórico", excede con creces la di-
mensión de un sitio específico . En consecuencia los textos eróticos r e-
copilados no eran privativos del burdel, confi namiento que por otra parte el
autor en ningún momento consi gna. Luego la pretendida relación "letra eró-
tica-burdel-tango", no tiene sustento.
Entre 1905 y 1909 hizo un relevamiento musical cantado el cual grabó
en cilindros, totalizando 178. Relativos a música criolla hubo 123, de los
cuales quedan audibles a ctualmente 83. Científicamente hizo una ficha de
cada grabación, material ac tualmente en el Museum fur Volkerkunde de
Berlín, existiendo copia en el Instituto Interamericano de Etnografía y Fo l-
klore de Caracas (30).
Revisemos las fichas. Señaló en sus no tas constituir el material "la
colección de cantos más o menos folklóricos" . Isabel Aretz las ordenó y pu-
blicó (31). Por los datos consignados y pese a ser "más o menos" folkl óri-
cas y cantadas por aficionados, inferimos conocer muchas de ellas por ha-
ber sido posteriormente editadas en discos comerciales a cargo de prof e-
sionales, merced a las notas del cole ctor.
Las clasificadas como "eróticas" suman 42, de las cuales 4 son ta n-
gos; de éstos uno es un solo de mandolín, dos resultan inaudibles y del
cuarto no da pistas. Vemos que si de un total de 42, sólo 4 eran musical i-
zadas por tangos, esta clase de poesías no era en absoluto excluyente
de ese género musical .
La meticulosidad y rigor del recopilador en cuanto a temáti ca y léxico,
reiteramos queda fuera d e dudas. Por ejemplo, al referir a la primera de la
serie de Eróticas:
Nº 73
Relaciones populares para el gato, etc.
("La concha le dijo al culo") diez cuartetas.
Nº Inv. LN73 pp280 -282
90
observaciones a una letra titulada "Aventuras y recuerdos de una atorra n-
ta".
De otra tipificada como "Letra obscena" apunta:
91
Notas. EL TANGO EN LOS INICIOS DE NUESTRO SIGLO
3.- El País Nº 496, 11-05-1901, p.6 c.2, "Apolo". Refiere a la obra "El
océano", arreglo hecho por Agustín Fontanella de un drama que no dete r-
minamos, estrenada por Podestá Hermanos.
5.- Las grabaciones fueron realizadas por Alfredo Gobbi y Sra. en sello Co-
lumbia T 3 y T 5, Homophon 7424; por Juan José Podestá en Víctor 63.887
y por Lea Conti con Totón Podestá en Odeón 41.285.
92
"Introducido por los actores Pablo Podestá y Lea Conti en una
guaranga zarzuelita criolla, que producía grandes entra das de bo-
letería en el Apolo (especialmente hasta 1904). Hoy no hay auto r-
zuelo del género que no intercale en sus piezas el vulgarísimo y
poco elegante baile de negros. Por esto están en un error los a uto-
res que culpan a Rosas de los gustos y aficciones de negros y mu-
latos del año 31 en ade lante; como ningún otro gobierno de estos
últimos años ha fomentado el ta ngo...".
13.- De Enrique García Velloso (1880 -1938) uno de los autores argentinos
de mayor cantidad de éxitos y más solicitado por los empresarios. Cultivó
todos los géneros y en c ada uno tuvo obras de repertorio. Fue crítico, pr o-
fesor del Colegio Nacional Buenos Aires y dentro del campo gremial, fund a-
dor de la Sociedad General de Autores. A su muerte se reunieron sus r e-
cuerdos teatrales publicados en vida, bajo el título "Memorias de un hom-
bre de teatro".
93
larga serie de obras que publicaba como artículos, a los que luego le daba
forma de libros.
22.- Roberto Lehmann Nitsche (seud. Víctor Borde) (1872 -1938) llegó a
la Argentina en 1897, incorporándose al Museo de La Plata. Era doctor en
medicina y ciencias naturales. Se especializó en antropología y luego en
arqueología sudamericana. Desde su arribo se dedicó además de sus act ivi-
dades para el Museo, a temas folklóricos con una met odología que aún me-
dio siglo después era infrecuente. Su biografía se halla en extensos e stu-
dios; citamos una por E. M. Danero y otra por Julián Cáceres Freire, que no
consignan su conver sión al nazismo, razón de su partida y muerte en Ale-
mania.
24.- José Corrado, (a) "Stroface", hacia fines de 1909 o principios de 1910
graba en discos ERA en esa peculi ar jerga, entremezclando palabras cast e-
llanas mal pronunciadas con vocablos italianos o dialectales a veces hisp a-
nizados. Desde el pasado siglo hubo otros especialistas en referirse así c o-
mo motivo de broma, llegando también al disco, como Angel Villoldo y el
sainetero Carlos Mauricio Pacheco. Damos algunos ejemplos de estos r egis-
tros, realizados por Corrado:
94
28.- Para algunos que se o cupan del tema y estudian estrategias acerca de
cómo dar moralinas, nos permitimos recomendar la lectura de libros muy
conocidos como:
"Poesía erótica del Siglo de Oro" de Pierre Alzieu, Robert James y Van Lis-
sorques, Ed. Crítica, Barcelona, 1983.”
para nombrar algunos que no sean de nuevo cuño, sino clási cos comenta-
dos por especialistas, condición que deberían reunir quienes hoy abordan el
tema con un enfoque fallido de antemano. Podríamos extendernos en pi ezas
que son rarezas; sería un exceso como bibli ografía sugerida.
29.- La Nación Nº 10.280, 29 -06-1902, p.4 c.6, Rubén Darío, "La canción
de la calle".
30.- Roberto Lehmann Nitsche, "Tex tos eróticos del Río de la Plata", Ed.
Librería Clásica, 1981, p.3
95
ycon el alma confusa,
para darle la marrusa,
si descubría el bacán.
96
algún balurdo de cien;
que se venía de cabeza,
al mirarme tan estaso,
yyo le daba el cambiaso,
sin estrilo y de chipé.
Si filiaba un cabalete,
en que una música había,
yque de mangos tenía,
alguna buena porción,
despacito y con cautela,
me ponía a tirar la lanza,
pues tenía la confianza,
de trabajar de mi flor.
Ya de todos conocido,
causa de tantas entradas,
ymi figura escrachada,
pensé en hacerme hombre d e bien;
más era tarde; el estaro
ya estaba recomendado,
yuna noche encurdelado,
en la Nueva me encontré.
36.- Juan de Nava, "El cantor oriental", colección de canciones por el p aya-
dor..., segunda serie, Tipografía de la Escuela de Artes y Oficios, 1886,
Montevideo. - "Colección de canciones del payador oriental", en la portada
"El payador oriental con las nuevas inspiraciones", novena serie, no trae
editor, 1898.
97
VIII
QUIENES BAILABAN EL TANGO A INICIO DE ESTE SIGLO
98
haber, por regla general nadie quiere sentirse totalmente fuera de a mbien-
te. No sólo por vocabulario y temas de conversación, sino por la vest imenta
y hasta el nivel económico de co nsumición en el buffet.
Señalamos en otro capítulo, haber decidido la empresa eliminar en
1900 los tangos del programa . Valdría de paso preguntarse desde cuá n-
do lo integrarían... El director de la orques ta-banda era Héctor Bellucci (1)
y lo siguió siendo durante varios bailes en est e siglo. Verificado, lo ten e-
mos hasta 1906; en 1907 fue Francisco Payá. No hemos pesquisado en par-
ticular su trayectoria, salvo encontrarlo siempre dirigiendo conjuntos de
bailes sociales de clase alta, al igual que a Ricardo Furlotti (2). Tenemos
algunos datos de Belluci anotados circunstancialmen te (3), llamándonos la
atención que en los bailes amenizados en el Opera, incluyera un repertorio
de tangos desde el siglo pasa do, lo cual comienza a relativizar las teorías
habituales.
En 1901 un cronista decía:
99
sin influir en ello la cantidad de pesos poseídos u óperas escuchadas. Lo
cual debería llevar a ser más benignos con los modales de las clases me-
nos pudientes.
A continuación da el siguiente diálogo:
Cualquier similitud con épocas actuales, corre por cuenta del lector.
Pasando a otro comentario:
100
"sólo nos resta decir que mucho llamó la atención el "c ake
walk", cuyos compases son muy iguales a los del tango". (9)
Este teatro no era una burbuja , teniendo las mismas caracte rísticas
de los demás. En cuanto a la moda del "cake walk" como baile, tendrá por
delante varios años de vida, muchos comentarios y algún editorial (10).
En 1904 no se anda con eufemismos y como comentario al anteúltimo
baile se despeja toda duda:
101
tas oportunidades, como la última protesta de ese comp a-
draje orillero, que va desapareciendo poco a poco; los que
lo bailan, se afanan por parecer compadres, sin conse guirlo,
agotando sus fuerzas en ridículos movimientos, que co nvier-
ten la danza en e stúpida caricatura.
No se oye una broma; uno que otro grito aisla do y gua-
rango, interrumpe la frialdad de la sala; una conocida "da n-
ceuse" graciosamente vestida de payaso, pretende bromear
con las elegantes de los palcos bajos, pero la glacial ind ife-
rencia de aquellas la contiene; uno que otro muchacho quie-
re parecer alegre, se lanza como un ariete sobre los e spec-
tadores y danzantes, tratando de ponerlos en confusión, y si
la orquesta se decide a hacer oir las alegres notas del "cake
walk" y alguna pare ja a danzarlo, por breves insta ntes se
siente un leve soplo de anim ación en la sala.
Y tangos y mazurcas se suceden sin interrupción, hasta
las tres de la mañana, en que toda aquella concurrencia se
retira bostezando, en dirección a los restaurantes vecino s,
tratando de obtener alguna compensación a las horas de
aburrimiento pasadas, atacando furiosamente a las "viandes
froides assorties" y el espumoso champagne, mientras el
payaso del cuento interroga: ¿C'est le carnaval a Buenos Ai-
res?". (13)
102
de la sala que por la atracción del ambiente. El teatro tiene
en estos días libre acceso y a fe que los que acuden a él no
son precisamente los familiares de sus noches blancas. Es
entendido que hablamos del elemento femenino, pues del
otro sexo, lo que no está en el campo o en las playas, no
deja de citarse para la broma, donde t antas veces lo hici e-
ron por sociabilidad artística o mu ndana.
Aquí cabe marcar la situación de cada uno de los sexos
representados. Desde luego adelanta mos que la más env i-
diable le corresponde a aquél cuyos ejemplares tienen m e-
nos vinculación con el medi o. ¿Será acaso que la novedad,
lo inesperado del acontecimiento, pone mayor recato, más
compostura en la conducta y en las maneras de aquellos que
sienten la presión emocionante de toda una era artística
transcurrida en el recinto?. Nada de eso; ninguno de los que
van allí en carnaval están para pensar en el arte lírico ni en
la epopeya teatral argentina: van a bailar de máscaras o con
máscaras, si baile se puede llamar a lo que pasa sobre el
entarimado de la platea.
La causa es otra y se acusa en lo poco que de verdadero
baile tiene el derroche de movimien to y bullicio de que se
hace gala, porque es bastante deshilado el cinturón de ba i-
larines que rodea a los mirones, cuyo receso rompe a cada
momento la frágil cohesión de aquél. Poco se baila y mal. El
tango está de moda y fuerza es que se mueva a su compás
todo el mundo, no importa si lo pretende quebrar un nativo
de Callao hacia el río o lo salta un gringo, como vulga rmente
se dice. El asunto es bailar tangos y más tangos, c omo si
fuera cosa fácil hacer lo, con una danza que tiene su carácter
distintivo de raza y no ha entrado por fortuna al cosmopoli-
tismo de los bailes de buen tono.
El tango es común a varios pueblos, pero el tango criollo
tiene su fisonomía característi ca y sólo la conocen quienes
han sentido su ritmo desde la cuna, arrorró orillero que les
ha impregnado el alma. Su vigor y rudeza plástica no se i m-
provisan, ni se simulan; es una cuestión de sentimiento que
no se cambia por el aprendizaje de contoneos ni de actitu -
des estudiadas a través de las cuales se ve lo artificial y lo
automático. Por más que se requinte el pajizo y baile de
soslayo, el bailarín de la Opera deja ver que gasta chale co
al abrirse el saco en la quebrada. Y ésta es prenda que no
cuadra.
En cambio, las compañeras tiene n por lo gene ral más si-
militud con tal danza. Basta ver la dulzura con que hamacan
la pollera y la reco gen apenas para no barrer con ella y ad i-
vinar enseguida de dónde proceden; el poder de expresión
de la figura humana proclama la cepa criolla genuiname nte
orillera de ciertos det alles.
Hay, pues, en la pareja una desarmonía tal, que hace i m-
posible la combinación de sus miembros. En el baile y esp e-
cialmente en el tango, es esencial una perfecta afinidad de
103
los actores, que acomoden sus movimientos de mane ra a
producir la impresión de que está bailando uno sólo.
Por tal causa -prescindiendo de los atractivos brillantes de
la sala, concurrencia y alegría - los bailes de la Opera en su
verdadera acepción son de una chatura lamentable. D ebían
abandonar el tang o a quienes tienen por dere cho de naci-
miento de sangre el poder bailarlo, o por lo menos no abu-
sar de él. Se puede llenar la noche, no sólo con otras dan-
zas, sino también con la alegría franca, el chiste oport uno y
vivo, que no deja de abundar en esas reu niones. Al César lo
que es del César y el tango al orill ero.
La reunión de anoche, no obstante ser la inicial, deja por
otra parte, una impresión general satisfactoria y es de n o-
tar, además de la corrección de conducta dominante, el
adorno apropiado y corr ecto de la sala, la riqueza y buen
gusto de la indumentaria femenina. Juego de serpentinas,
taponazos de champaña en los palcos y a otra cosa." (14)
104
la careta, muy incómoda por c ierto, con la tempe ratura algo
elevada de la sala." (15)
105
Nuevamente, se denota el codeo de damas distinguidas con el tango y
los vanos llamados de atención del test igo alertando so bre su "ritmo cana-
llescamente sensual" , a nadie parecieron impor tarle. Acotamos de paso, ser
el registro más antiguo hallado con tal term inología.
Mediante esta fraseología y retórica, se pretendía y preten de hoy día
"explicar" a travé s de calificativos. Eludir el debido análi sis demostrativo,
que el lector espera y merece, es herramienta común en la literatura ta n-
guera.
Y ni hablar de las "viñetas costumbristas" -o como se llamen- gusta-
das por los pseudohistoriadores. Ejemplifican do con una oración ficticia pe-
ro típica de tal modalidad, podría leerse algo así: "En aquellos tiempos, por
doquier se percibían en el aire las notas quejumbrosas de cadenciosos tan-
gos..." sin indicar cuándo eran esos "tiempos", qué debe entenderse musi-
calmente por "quejumbrosas", si el sonido provenía de aparatos mec ánicos
o de instrumentistas, en tal caso dónde estaban o quiénes eran, cuál ins-
trumento tocaban, si se trataba de un so lista, dúo, terceto u orquesta, ni
por supuesto cuáles eran esos tango s, sus autores y consum idores.
De estas vanas y nostálgicas frases -¿"poéticas"?-, carentes de co n-
tenido, suelen surgir libros de "historia" sobre la mate ria. Disculpe el lector
si en alguna medida lo hemos inducido a sacar conclusiones, faltando a lo
prometido al iniciar el capítu lo.
Historiográficamente se podrá objetar el procedimiento de dar exte n-
sos fragmentos como los citados, donde se plantean diversidad de asuntos
y cuestiones; estamos convencidos de lo hecho. Digamos en nuestro de s-
cargo, haber deseado encontrar tales testimonios documentales de época,
leyendo a otros autores dedi cados al tango de estos "primeros años". Y me-
jor aún que sus opiniones, aunque no las compartiésemos, al menos h ubie-
ran estado documentalmente re spaldadas.
Hay varias razones para determinar y explicar quiénes consu mían
tangos. El público dentro de la categoría social pudiente, motorizó un me r-
cado de implicancias determinantes para el des arrollo y difusión del gén e-
ro, como luego veremos. Dejamos esta blecido no ser las expuestas, las
únicas pruebas de tal co nsumición.
A la luz de lo citado, pierde consistencia el contumaz sostenimiento
de haber estado el tango marginado o rechazado por la gente decente, o al
menos no de avería. Caso contrario, cabría preguntarnos si hubo un co m-
plot a principio de siglo involucrando diarios, empre sarios, músicos, edit o-
res y público en general de todos los es tratos, para elaborar falsas pruebas
y engañar a la posteridad, ocultando que efectivamente estaba vedado.
Con la demostrac ión realizada y probada, se cumple una de las opci o-
nes planteadas como resultado del trabajo, al principio de este capítulo... y
no precisamente la que decidimos arriesgar como aut ores.
106
Notas.- QUIENES BAILABAN EL TANGO EN LOS INICIOS DE ESTE
SIGLO.
2.- Ricardo Furlotti (1860 -1910), violoncelista italiano arribó a Buenos Ai-
res en 1885 para dirigir las temporadas líricas del Opera y el Colón. Pr ofe-
sor de música en escuelas nacio - nales, fundó y dirigió la Asociación Beet-
hoven. Fue compositor de nota. Véase V. Gesualdo T.2 p.579 y D. P etrilla-
S. S. Miatello, ob. cit.
107
glas al dedillo, no solicitan jamás a una señorita reconocida por
"planchadora", por temor de no contar quién le ayude a llevar la
cruz en toda la noche", etc.
6.- El País Nº 776, 17 -02-1902, p.5 c.1, "Entierro del carnaval / Opera".
11.- El País Nº 1.506, 21 -02-1904, p.3 c.6, "En los teatros / Opera".
12.- El País Nº 1.507, 22 -02-1904, p.5 c.4, "En los teatros / Opera".
108
109
IX
LOS BAILES DE LOS SECTORE S MENOS PUDIENTES
Atraía saber que pasaba allí; por eso la misma página del diario d ice:
110
"ARGENTINO
Las mucamas, las cocineras, las sirvientas, las chinas, las
negras y los compadres más conocidos se habían dado cita
anoche en este teatro.
La entrada costaba un peso, es decir, al alcance del el emen-
to popular.
Se habían vendido más de 1.000 entra das para hombres,
dato suficiente para darse cuenta de la enorme concurrencia
que asistió a este teatro.
Reinaba allí verdadero entusiasmo, porque cada pareja
trataba de aprovechar bien el gasto efectuado." (4)
111
ción irreprochable, llena de firuletes y de garabatos, de c a-
denciosas contorsiones y de complicados zapateos. Un c aba-
llero francés , recién llegado, nos aseguraba que esa da nza
característica y difícil tendría gran éxito en los bailes p úbli-
cos de París.
Sería una nota completamente nueva. En los bailes par i-
sienses las danzas dejan nulo todo; en estos tangos se ad i-
vina todo y no se ve nada. La observación nos pareció acer-
tadísima". (7)
112
Existieron otros sitios de carácter eminentemente p opular que alcan-
zaron la mención periodística, sobre los cuales no vamos a deternernos sal-
vo para nombrarlos. Fueron el mencionado Frontón Buenos Aires (Có rdoba
1150), el teatro Marconi que siguió la tra dición del Doria, el Coliseo Argen-
tino (Charcas 1125 , a partir de 1906), el Buckingham Palace (desde 1906
situado frente a la plaza del Congreso), el Apolo (Corrientes 1388) y el Na-
cional (Corrientes 960), desde su inauguración en 1907.
La tendencia periodística ha sido brindar con el correr de los años,
menos información sobre estos lugares. De los innumera bles centros s ocia-
les o teatros fuera del centro, no existe crónica acerca qué se bailaba.
Los diarios fueron dando cada vez menos noticias de la vida cotidi ana,
asumiendo postura más aristocratizant e. En caso de novedades relat ivas a
los bailes donde concurrían los no pudien tes, un ejemplo del nuevo tono
irresponsable puede ser el siguiente, que entra en contradicción ev idente
con la descripción dada más arriba:
113
Ninguno de quienes se dedicaron a fabular sobre el origen y perm a-
nencia del tango dentro de los burdeles, menciona este gigantesco y cé ntri-
co lupanar danzante. A pesar que su actividad se desarrollaba abiert amente
y motivó comentarios periodísticos, lo desconocen, dedic ándose en cambio
a suponer sucesos en remotos prostíbulos de arrabal. Por darse a ctividades
ilícitas disimuladas como Café -Concert, vamos a extendernos s obre tal si-
tio.
En Maipú 326, estaban los tres edificios llamados sucesiva mente Ca-
sino. Calaza (11) sostiene que en 1885 se levantó una pequeña sala ded i-
cada a números de variedades y conciertos. En 1892 el ex actor Luis Forlet
(1825-1902) quien había sido empre sario del teatrillo Pasatiempo de Par a-
ná 315, pasó al de Maipú con el nombre de Folies Forlet . Su apellido era
sinónimo de reunión de gente alegre adinerada y de posibles entreveros
erótico-sentimentales, tal lo recogió la literatura "naturalista" de época.
Posteriormente lo cedió a otro ex -artista francés llamado N. Noliet
(12), quien lo explot a hasta 1902, traspasándolo a Juan y Carlos Seguín
cuyo verdadero apellido era Segal.
Arredondo (13) da una descripción y lo asemeja, o entremez cla, a ca-
fé concierto y burdel servido por mozos y camareras quienes entre serv icio
y servicio, establecían e ncuentros no justamente platónicos, entre un pú-
blico por demás bochinchero y juguetón. Julio Lucas Jaime confirma el
asunto:
114
nadora" indica la dualidad de tarea entre actuación escénica y compartir
copas con los asis tentes; sólo las figuras de cierta importancia no se hall a-
ban obligadas a esta activ idad.
La empresa por s u parte se ocupaba hasta de los detalles; vé ase:
"Para muchas personas los bailes del Casino son algo así
como el "non plus ultra" de la licencia y de la inmoralidad.
No es así, sin embargo. Ya n o ocurren allí aquellas escenas
que lo hacían célebre en otro tiempo; hoy día se baila como
en cualquiera otra sala, si bien es cierto que el elemento
115
femenino que concu rre es la representación genuina de t o-
das las naciones europeas y se conversa allí en todos los
idiomas conocidos. Claro está que de vez en cuando la sala
se anima por alguna escena que se desarrolla rápidamente
en medio de los aplausos del público, pero después renace
la calma y entonces se cuenta la resolución del jurado al
otorgar los premios destinados a los más vistosos disfraces,
resolución que tiene el privilegio de levantar siempre gra n-
des protestas.
Anoche la concurrencia fue numerosísima." (29)
116
guna para sustraerse a tan leonina y arbitraria exigencia,
etc." (31)
No se puede decir mucho más sobre los bailes del Casino, sin repetir-
se. Un último ejemplo:
Foppa le dedicó una columna donde poco dice de Carlos Seguín (35).
Entre las malandanzas recordamos haber invertido dinero en la primera o
117
segunda temporada del Colón, asunto que terminó en los tribunales. Fue
socio o empresario del Parque J aponés, cuyos juegos en desastroso estado
mecánico ponían en peligro la vida de quienes los usaban.
Luego del Opera, la sala considerada más importante por los diarios
durante el carnaval, era el teatro Politeama, sito en Corrientes 1490 e
inaugurado el 17 de julio de 1879. Por sus tablas pasaron Tamagno y la
Patti, Sara Bernhardt, la Duse y otras celebridades mundiales. Sus famosos
bailes dieron que hablar desde el siglo pasado; así lo remora el cr onista:
Insistiremos con la descripción del público, con dos refe rencias (luego
se verá porqué); una dice:
118
tas que alejado de la realidad redactaba. Lo "extraño" es haber sido p ubli-
cadas, lo cual hace regresar a una cuestión ideológ ica.
Damos la segunda descripción:
119
zurca y por el tango schottisch y siendo siempre el tango
criollo, que en sus compases y movimientos rítmicos traduce
las modalidades más c aracterísticas de la masa popular.
El vasto Politeama estaba atestado d e gente y el baile du-
ró hasta las primeras horas de la mañana." (41)
120
Notas.- LOS BAILES DE LOS SECTORES MENOS PUDIENTES
121
De este autor nunca pudim os saber nada. Por un robo que le efectuaron,
surge que fue abogado. De las 17 descripciones o capítulos que contiene la
obra, hemos verificado que 7 se publicaron en el diario La Prensa ese año y
1 en la Revista Buenos Aires.
14.- La Nación, 04-01-1895, p.5 c.5, Brocha Gorda (Julio Lucas Jaimes
(1845-1914)), "Teatros y fiestas".
16.- El País Nº 265, 22 -09-1900, Florencio Madero (1840 -1917) "El mae s-
tro Pablo Berrutti".
20.- Tito Livio Foppa (1884 -1960), "Diccionario teatral del Río de la Plata",
Argentores 1961, p. 827.
26.- El País Nº 2.465, 12 -10-1906, p.5 c.5, "La policía contra los te atros".
122
ción destinada a ser transmi tida al señor Larrony, ministro de
Francia, para rogarle use de su influencia acerca del Sr. Be rnheim,
socio forzoso del dicho Segal a fin de que si, por dificult ades finan-
cieras, lo obligan a dejar a Segal como comanditario del "Courrier
de la Plata", que lo invite por lo menos a hacerle retirar su nombre
de la manga del citado diario.
Pues, verdaderamente, señor Director, e s vergonzoso que una co-
lectividad como la nuestra tenga para dirigir su intelec tualidad un
señor sin nombre exacto y del cual la prostitu ción es el princ ipal y
también el único medio de existe ncia, etc."
123
Nótese la desigualdad de la vara para medir las conductas en estos bailes.
Si se trata de locales con público de baja clase social, se los da a entender
como maleducados y sin modales, cuando no maleantes y de avería. En
cambio, seme jantes comportamientos en gente de mejor clase o al menos
más adinerada, son vistos como propio s de grupos que inocen temente de-
rrochan alegría y animación, por más que como se narró en la cita, gritan,
corren, saltan y se atropellan. Es un clásico ejemplo del viejo truco del eu-
femismo en la crítica social.
Además, de la nota surge que en 1907 el tango era el baile favorito en
París y Londres . Y todavía faltaban seis años para que De Marchi hiciese
su famoso concurso para "blanquearlo"...
124
125
X
LAS MUJERES Y EL TANGO A PRINC IPIOS DE SIGLO
126
del antro que ella inocentemente reproduce allí. Se afana
por satisfacer el pedido ignorando que el quídam sol icitante
lo aprovecha acaso en la recordación de la última orgía, o
para reconstruir in mente los impúdicos movimie ntos de la
danza que bailó a su compás.
El tango ha corrompido el gusto del público y el gusto del
público ha corrompido la producción de los auto res. El redu-
cido núcleo de compositores argentinos, está de lleno entr e-
gado a la tarea de escribir... tangos qu e, con la atrevida y
casi siempre desgraciada compadrada de sus denominaci o-
nes, ocupan por completo los escaparates de los almacenes
de música.” (1)
pasando a dar consejos acerca de lo que deberían hacer los músi cos.
La última frase revela el estilo típico de la época, el cual solía arrojar
más calor que luz sobre un asunto, en base a ar dientes sentimientos nacio-
nalistas rayanos en el chauvinismo. Sin embargo el documento es un test i-
monio impecable y valioso en sí, denotando que la opinión general había
transformado la aceptación en una realidad, a pesar de los pareceres del
autor.
127
Quien lo escribió aparenta tener conciencia histórica, al pretender
comparar épocas; mas es incapaz de precisar las dife rencias, no sabe e x-
plicar la causa de su desagrado y sólo da como referente a su propio gu sto.
No surge el argumento final como fruto de meditación, sino de su part icular
punto de vista. La realidad se lo lleva por delante e imprecisamente habla
de un "no hace mucho tiempo"... lo cual no sabemos si era una s emana, un
año o una década antes.
Nos hemos detenido en este aficionado, para demostrar que una cosa
es brindar testimonio, y otra historiar. Resulta acabado ejemplo cómo pre-
tendían algunos periodistas ejercer historiogra fía en diarios; luego los pa-
deceremos en formato libro, a la par de poetas autoerigidos historiad ores.
Creen que para serlo alcanza con llenar unas páginas sin importar su con-
tenido o rigurosidad, bastando simplemente con referir al pasado. El simple
hecho de mirar para atrás, suponen opera el milagro calificante, les da el
"rango". Sería como si alguien por haber construido un gallinero en el fon-
do de su casa, se considerase arquitecto. Pero en materia tango, ven imos
viendo que todo es posible.
Por ser coincidente el año, podemos comparar los dichos de este hi s-
toriador involuntario con los pareceres de Julio Piquet (1861 -1944), quien
llegó a ser director de La Nación. Recordaba que estando en Río de Janeiro
en enero de 1907, cubriendo como corresponsal de l diario la presencia del
General Roca en aquella ciudad, los periodistas ofrecieron un banquete al
que concurrió lo más representativo del periodismo y la intelectualidad del
Brasil. El evento se desarrolló en el mismo lugar donde se halla ba un grupo
de argentinos de paso hacia París.
Una banda amenizaba el encuentro gastronómico. Cuando hacia su
final ejecutó una maxixa, un Coronel, decano de los periodis tas y reportero
del Jornal do Commercio, tomó a un compañero lanzándose a bailar la e n-
demoniada danza con el más juvenil y frenético de los entusiasmos. De
pronto, la sala comenzó a lle narse de damas y caballeros argentinos atra í-
dos por esa música, provenientes de un salón vecino.
128
Otro documento revelador del papel femenino frente al tango, es una
nota firmada por Goyo Cuello (Julio Castellanos, 1872 -1959) en la cual de-
tecta numerosos músicos de formación académica como compositores de
tangos. Entre ellos figuran a lgunos de los cuales no hallamos partituras,
discos o registro de sus obras, como Rafael Peacan del Sar (1864 -1924),
Edmundo Pallemerst (1867 -1945), Julián Aguirre (1864 -1924) y la señorita
Julieta M. Duparc. No es el caso de la señora Eloísa D'Hervil de Silva
(1842-1943), también mencionada y de quien sí pod emos hablar (3).
Ella es un caso representativo por varios motivos: haber sido comp o-
sitora de tangos a los sesenta años de edad, tener cuna noble pertenecie n-
do a familias de alta sociedad y poseer un marido de notoria actuación p ú-
blica, la hacen aparecer como referente más que aceptable para nosotros.
Quien la redescubrió fue Gesualdo (4), trazando rasgos biográficos.
No diremos que Arizaga (5) lo copia, sino simplemen te en esencia dice lo
mismo. Desechamos un tercero, demasiado parecido a Gesualdo en todo lo
dicho sobre el siglo pasado (6) y a una dama, quien sin fundamentos co m-
pone una nota biográfica, cuya única novedad es consignar la autoría del
tango "Che, no calotiés" (7).
No pensamos repetir a Gesualdo ni a nadie, salvo en esta oportun i-
dad, reiterando era hija del Barón de Saint Thomas, nacida en 1842 y
muerta en 1944 "a la edad de 104 años" (sic) (8). Dejamos a cargo del lec-
tor la justificación aritmética de esta asever ación.
Hemos tenido como premisa tratar de verificar los datos leídos en los
libros, revisando publicaciones. Hallamos haber fa llecido la dama el 22 de
junio de 1943. El aviso dice vivían sus hijos Mario y María Eloísa Silva
D'Hervil y Elaida Acevedo Barru ti de Silva D'Hervil; la casa mortuoria fue
en Coronel Díaz 1763, no apareciendo nota n ecrológica (9).
La Sra. Silva en su tango "La multa" indica el opus 116, lo cual d eno-
ta extensa producción. Gesualdo la pierde de vis ta en 1884 en lo ref erente
a su vida social o artística; en cuan to a su obra, pesquisa hasta una década
después. A partir de en tonces, la seguimos n osotros.
Como se estilaba en la época, se dio un concierto en el Colón para
recaudar fondos con destino a las víctimas de una epidemia. Aparece d o-
cumentado respecto a la Sra. Silva:
129
Las consecuencias de la revolución del 90 fueron otro moti vo para dar
un concierto de caridad, naturalmente organizado por su esposo, con de s-
tino a las víctimas. Actuaron ell a, su hijo Fe derico Silva y Furlotti (12).
En 1894 publicó un valse Boston y unos preludios para reci taciones,
siendo el editor Leo Miran de Callao 441, quién tuvo una pequeña crónica
periodística (13). También le reeditó un recitado sobre poesías de Gu ido
Spano (14).
Perdemos su rastro hasta 1898; la noticia dice así:
130
no en base a un puñado de anécdotas personales más o menos pint ores-
cas.
El intérprete capta aquello que tiene demanda y da a conocer su pr o-
puesta. Su enorme responsabilidad y virtud, es haber sido nada menos que
el vehículo a través del cual se expresó un hecho socio -musical abarcativo,
cuanto menos, de toda una gran ciudad. Y por lo que hemos visto, también
de un país.
131
Notas.- LAS MUJERES Y EL TANGO A PRINCIPIOS DE SIGLO
6.- Mario García Acevedo, "La música argentina", Ed. Culturales Argent i-
nas, 1961, p.45 y 47.
16.- Eugenio Gerardo López, "Garras", 1908, Revista "El teatro argentino"
Nº 51, 23-09-1921. En su cuadro primero, dicen dos pers onajes:
132
133
XI
PRIMERAS TEORIAS SOBRE EL ORIGEN DEL TANGO
134
Comienza la nota histo riando el tango (recordar lo comentado sobre
este autor en un capítulo precedente), diciendo:
No queda claro qué debe entende rse por "apenas ciudadano". Si bien
lleva implícito la noción de "reciente", resulta impreci so. Tampoco demues-
tra el carácter de antecedente para la milonga.
Sigue un párrafo ininteligible a simple lectura, cayéndose en la nec e-
sidad de darle una "interpr etación". Se desprendería que "el candombe
africano", quiso "bastardear las danzas campesi nas" aparentemente sin lo-
grarlo, por lo cual debe interpretarse haberlo hecho con el tango. Pretende
tranquilizar aclarando que:
135
"La memoria del tango se ha salvado debido a los Podestá
que la conservan".
136
Interesantes novedades se desprenden. La primera: de estar en pin i-
nos, como el tiempo corr e veloz, pocos párrafos más ade lante el tango p a-
sa a ser una "danza tradicional". La segunda: a pesar de su condición de
moribundo, estaría sin embargo por con quistar Francia.
Se podrá suponer ironía o burla de nuestra parte; no es así. Estos
comentarios son sólo un estricto ejercicio lógico sobre lo escrito. Hemos
invertido tanto espacio en intentar razonar la nota, por la simple razón de
ser una de las pocas habitualmente citadas. Tal vez por la falta de otras
fuentes documentales más difíciles de hal lar, es tomada necesariamente
como referencia seria y válida.
Esta serie de disparates, resultan constituir un resumen de lo narrado
al presente por quienes escribieron pretendiendo his toriar el tango a prin-
cipio de siglo. Si hubiesen explicitado la inc onsistencia del artículo, habrían
tenido necesidad de abrevar en otros escritos de más laborioso hallazgo, a
fin de basar en ellos la "historia" del género en aquella época.
Pero su ubicación, insistimos, exige más esfuerzo que la elemental
consulta de una colección de Caras y Caretas. Si es que fue consultada,
pues tal vez simplemente se echó mano a una fotocopia de la nota cedida
por alguien. No todos tienen la obligación de invertir cuantiosas horas de
sus vidas en tales empeños; como contrapartida, es ta elección acerca cómo
gastar el tiempo, debe ría inhibir intentos de "esclarecer" el pasado.
El historiador no puede exigirle al periodista asumir igua les rigores;
son dos ocupaciones diferentes. Aunque tanto uno co mo el otro, tienen c o-
mo común obligación manejar la cronología correc tamente, para no caer en
anacronismos ni absurdos.
El lector podrá observar que el autor del artículo evidencia no haber
concurrido a bailes de Carnaval en algún teatro, desco nociendo su repert o-
rio tanguero. Tampoco se d edicaba a leer diarios, los cuales daban extensa
cuenta de tales eventos y la pri macía del tango en lo musical. Sin embargo,
no tuvo empacho en escribir sobre el tema, llevándolo su ignorancia de los
hechos contemporáneos a teorizar sobre supuestas lubri cidades, ascenden-
cia plebeya y si genealógicamente, el tango era hijo, pr oducto o engendro.
Resumiendo los dichos del Sargento Pita, el tango sería originado por
la milonga y la habanera; en cuanto a una influen cia negra, como el p árrafo
está sujeto a interpretación, queda en duda.
Esto se repetirá con los Bates (2), quienes tres décadas después e n-
sayan una explicación empeorada de cómo la habanera llegó a estas ti e-
rras, traída por marineros cubanos. Si uno no dijo nada, éstos transitan el
absurdo.
No sólo omiten decir cuándo vinieron los marineros cubanos trayé ndo-
la. Para observarse el atentado al sentido común, recor demos haber sido
Cuba la última colonia española hasta 1898, teniendo gobierno propio r e-
cién en 1902. El vínculo con la isla lo establec ían por entonces los clippers
norteamericanos, los cuales traían azúcar, llevándose tasajo y cueros. C uba
no tuvo marina mercante ni militar hasta el presente siglo, por lo cual mal
podía haber en el anterior marineros cubanos importándonos danzas; tam-
poco explican, de haber sido así, cómo habrían hecho para difundirlas ni
porqué.
Tanto el autor de la nota como otros amantes de las "causalidades",
transitan quizá sin saberlo una suerte de determinismo, corriente filosóf i-
ca que no deja libertad alguna a na da. Los autores de "historia" del tango,
137
como en el artículo en análisis, no ofrecen ninguna prueba: simplemente lo
condenan a ser origina do por una serie de enunciaciones probables. Y como
"probables" podrían ser muchas cosas, surge quienes asignan como causa
al gaucho, o al compadrito, o a los negros, o a los inmigrantes eu ropeos, o
a otros géneros en boga, o a la prostitución y la mala vida, o al café con
orquesta, o al conventillo, o al arrabal, o a la fusión campo -ciudad... como
vemos demasiados "o" , tantos como sucesos probables se quieran
imaginar.
Por ello, no hay acuerdo en cuanto a fechas ni cuál fue la cadena cau-
sal. Tomando el caso a broma, podemos preguntarnos si no habrán confun-
dido "causalidad" con "casualidad" y ser sus elucubraciones -y el propio
tango- fruto de la última.
Continuando con otros documentos, del mismo 1903 fue un influyente
libro de Carlos Octavio Bunge (1875 -1918), abogado, catedrático en hist o-
ria y teórico sobre pedagogía, derecho y psicología. En el libro de marras,
"Nuestra América" con subtítulo "Ensayo de psicología social" , el autor ex-
plica la razón de todos nuestros males, siendo el hilo conductor de su di s-
curso el caudillismo y la demagogia proveniente de la educación española.
Lamenta haberse mestizado los espa ñoles con indios y negros, de lo cual
salió la población americana, conteniendo de cada uno lo peor. Entre ellos,
los argentinos.
Hubo de encontrarnos un cúmulo de carencias y deficiencias. Para
demostrar los niveles de degradación o depravación tenidos, recurre al
tango. Dice:
138
ría sajona anti-hispana en boga de intención im perialista. La otra, tiene
sentido ideológico: lo venido de ne gros e indios, es deleznable y propio de
razas inferiores.
El racismo en nuestra sociedad vemos ser de vieja data, mantenié n-
dose hasta hoy, cuando es común usar los términos "negros" o "negrada"
para los integrantes de las clases sociales bajas. Recordemos haber mat ado
Martín Fierro al negro sólo por serlo, esa fue la razón.
A Bunge lo siguió Juan Alvarez (1878 -1954), quien escribió sobre
nuestra música. Para valorar su grado de erudición, señale mos haber razo-
nado denotando gran agudeza:
139
Veamos ahora otro pilar documental tenido en gran estima. Nos ref e-
rimos al trabajo firmado con el seudónimo de Viejo Tan guero, pompos a-
mente denominado "El tango, su evolución y su his toria", subtitulado "His-
toria de tiempos pasados. Quiénes lo im plantaron" (8). Para el lector des-
prevenido que piense tratarse de una obra con la extensión necesaria para
desarrollar tal cúmu lo de tópicos, le aclaramos de an temano tratarse de un
reducido artículo periodístico. P asemos al análisis de su contenido.
En primer lugar, debe destacarse referir el autor al tango como
danza, si bien hay breves comentarios sobre su música. Incluso cuando
utiliza el término "ejecutante s", actualmente reservado a los instrume n-
tistas, menciona en realidad a los bailarines. En consecuencia el artículo
debería ser tomado no como un intento de historiar "al tango" como género
integral, sino a una danza con tal nombre. Y como veremos, ni siq uiera
eso.
Inicia el artículo calificando al tango como:
Sin embargo,
140
Nos entera el autor de varias cosas. La primera haber en Buenos A i-
res algún tipo de sistema monárquico con palacios y todo, habida cuenta de
la existencia de una "corte palaciega" adoptando la danza tanguera. En se-
gundo lugar, continuando con el aspecto político del tango, habría qui enes
por padecer de "republicanismo" eran ignorantes de su oscuro origen. Con
lo cual no se entiende -entre tantas cosas - porqué no sospechaban p udiera
ser aceptado. Finalmente parece jerarquizar las expresiones europeas por
sobre las autóctonas, pues las considera de "nobles estirpes" .
Por ello no debe extrañar que
Si bien hasta aquí el autor tampoco lo ha hecho, nos da una pista: tal
danza es "vieja". ¡Por fin lo sabemos a ciencia cier ta!. Pero habrá más:
141
tango, aunque sea con su más remoto antecesor -, trajeron como cons e-
cuencia
142
apellidos conocidos que ocupan altos puestos en la adm inis-
tración nacional y hasta diputados y militares que con el
amor propio de bailarines, di sputaban el honor del triunfo en
un entrevero, etc."
143
cioso: ¡Ferreteros eran aque llos, que tenían abierto su negocio... de no-
che!. Serían tiempos de pocas ventas necesitándose pro longar el horario de
atención al público... Nunca más cierto aquello que "del ridículo no se vuel -
ve".
Hasta aquí el autor evidencia referir al origen del baile. Luego de una
serie de comentarios, se aboca al aspecto musical, introduciéndonos un
fundamental personaje: nada menos que "El Ne gro Casimiro", quien
144
ramos resultar curioso echar mano a Viejo Tanguero para pretender fu nda-
mentar la valía del negro Ca simiro y no para algo mucho más importante -y
contradictorio con lo habi tualmente sostenido - respecto la vigencia del tan-
go en el centro de la ciudad. Posiblemente en tal contradicción, radica el
"olvido" del tema.
El resto del artículo contiene otras divagaciones que no vale la pena
comentar, pues con lo expuesto queda paten tizada su enjundia de "hist o-
riador".
Sin embargo merecen destacarse los auto elogios que el autor cree
merecer su "obra":
Gran valor documental ... persona culta e... ¡informada! ¡Qué vi-
sión minimizada de un fenómeno tan vasto y complejo como el tango! ¡C o-
mo si pudiese ser resumid o, aunque se intentase decir la verdad, en una
página de diario!.
Cuando revisamos los dichos del Sargento Pita o Viejo Tan guero, sur-
gen ser teorías, cuya antigüedad no hace a su verdad ni las legitima. Sus
puntos de apoyo con la realidad hemos visto se r falsos y desde el punto de
vista lógico, configurar un dislate. Como dijo el epistemólogo Karl Poper,
"nunca es posible determi nar la verdad absoluta de una teoría , pero sí su
falsedad".
Ante la lectura de los artículos con pretensiones historio gráficas
transcriptos, hoy día pueden surgir interrogantes: ¿Por qué nadie entró en
controversia? ¿Cuál es la explicación que ante disparates como los señal a-
dos, no haya habido respuesta?.
En primer lugar, las formaciones intelectuales de la época de las cr ó-
nicas y la actual, son diferentes. En segundo término no se trataba de un
tema de carácter político o religioso, en cuyo caso hubiese generado in s-
tantáneamente una réplica por afectar determinados intereses o creencias.
Finalmente la histo riografía no era aú n una ciencia, estando aunadas en el
criterio general la mitología con la propia historia. No era concebible en el
imaginario popular, salir a responder con documentación en mano sobre un
tema -el tango- que no era motivo de estudio, sino fuente de esparci mien-
to.
145
En el próximo capítulo, al analizar las actitudes y expre siones vertidas
por Lugones y Larreta, pueden surgir nuevamente estos interrogantes que
en este momento dejamos puestos de mani fiesto.
146
Notas.- PRIMERAS TEORIAS SOBRE EL ORIGEN DEL TANGO
147
¿Volverán a florecer los rojos claveles que castigaban la mejilla,
el pasito punteado y sandunguero y la quebrada que hacía barrer
el suelo con la oreja?
El compadrito criollo y el italiano acriollado de la Boca, eran los
famosos cultivadores del tango, pero ellos como éste han desap a-
recido de la escena con su indumentaria especial y hoy para rev i-
virlo habrá que reconstruir escenas de otros tiempos, contentá ndo-
se con grandes lineamientos y pasando por alto detalles inter esan-
tes y pintorescos".
148
XII
TEORIAS SOBRE EL ORIGEN DEL TANGO EN LA DECADA DE 191 0
A fines de la primera década del siglo, surgió una moda o manía que
se extendió por varios años: El Conferenciante. Traídos de cualquier lugar,
daban la charla, les pagaban y a otra cosa, que solía ser escribir un libro
sobre la Argentina.
El empresario del teatro Odeón fue especialista en munirse y prese n-
tar este nuevo tipo de entretenimiento. Arturo Cancela (1892 -1957) publicó
en 1943 una novela cómica, titulada "Historia funambulesca del profesor
Landormy". Desde varios años atrás ve nía adelantando capítulos en La N a-
ción, versando sobre estos per sonajes traídos para dar confere ncias.
La mayoría de ellos fueron transformados por el tiempo en anónimos,
no siendo frecuente tenerse idea acabada quiénes fueron Clemenceau o
Blasco Ibáñez; los recordamos como conferenciantes justamente en el
Odeón.
Un día al empresario se le ocurre que Leopoldo Lugones podría ser el
charlista de turno. Puso en venta un abono de cinco peroratas a 30 $, sí,
treinta pesos moneda nacional a razón de 6 $ por cada una de ellas . Estas
disertaciones siguieron en un todo la tradición, culminando en el libro "El
payador".
Constituyeron un acontecimiento social indescriptible. Vamos a ref e-
rirnos a la tercera de ellas, entre cuyas asistentes La Na ción da una nómina
de más de 160 damas, de apellidos consustan ciados con los de todas las
épocas desde la Revolución de Mayo y acordes con los 30 $ (1).
Disertando sobre "La poesía gaucha" se ocupa de la zamba, la firm e-
za, los aires, etc., los cuales resultan ser una maravilla, belleza, p oesía y
otros vacuos epítetos. Como era conveniente ha llar un oponente resalt ador,
para demostrar lo acertado de sus dichos m anifiesta:
149
"Hizo un paréntesis para atacar el tango, que llamó ch a-
bacano, grosero, antiartístico. Aconsejó también para la
educación artística del pueblo, además de la buena música y
la lectura de versos, el paseo por las campiñas". (3)
150
necedad, para sus actuales devotos. Pues repito que su éxi-
to proviene de ser en ella lo exótico el salvoco nducto de lo
indecente.
...El tango no es un baile naciona l, como tampoco la pros-
titución que lo engendra. No son, en efecto, criollas s ino por
excepción, las pensionistas de los burdeles donde ha nacido.
Aceptarlo como nuestro, porque así lo rotularon en París,
fuera caer en el servilis mo más despreciable. Pero es que
hasta la infamia de ese origen nos resulta disminuida. Ha-
blando, en efecto, M. Richepin sobre la procedencia del tan-
go y su transformación parisiense, decía que esta danza de
boyeros, de palafreneros, de gauchos, de semisalvajes, de
negros, se ha c onvertido en fina diversión sólo porque hubo
de afrancesarse. Así, pues, nosotros somos los pal afreneros,
los gauchos, los negros del tango; mientras su pretendida
estética, su gracia, su intención, su encanto, r esultan, natu-
ralmente, de París. He ahí el j uicio que merec emos al propio
Richepin.
Sólo que el tango, insisto en ello, se baila aquí como allá.
No hay tal gracia, tal encanto ni tal estética. Es la misma
obscenidad descarada y estúpida, la misma "música" afric a-
na, sin sentimiento, sin espíritu, si n otra determinación ni
expresión viables que el meneo más soez.
Así pues, no solamente es honesta y distinguida la pro s-
cripción de esa indecencia que nos atribuyen, sino patriótica
en grado muy apreciable. No puede el nombre argentino
servir de rótulo al lupanar. Porque, en el caso, no es digno
ni cierto." (4)
151
Un copetín - Juan Maglio Nº 7.019 04 -03-1913
Marejada - Roberto Firpo Nº 9.762 11 -12-1913
Conste haber solamente dado una nómina fácilmente identifi cable pa-
ra el lector, de temas en e l repertorio de las orquestas hasta muchos años
después.
Si avanzamos tan sólo un año, en 1914 con igual concepto podríamos
agregar:
152
Como se advierte Piquet hace mescolanza, no estudió el tema. En
cambio tiene no sólo olfato periodístico sino sentido común y criterio para
orientarse trazando hipótesis. Si bien parece incluir el malambo entre
"otras danzas africanas" , al menos a una eventual influencia antillana en el
tango la hace provenir del géne ro chico teatral como vehículo del tango e s-
pañol, no de mitológicos marineros cubanos. No hubo novedad teórica en
Carlos Vega, como vemos, sobre el origen del tango.
Cosa distinta resulta el embajador argentino en Francia, Enrique L a-
rreta, al ser entrevis tado en París por Paul Geneve. Respondió de este m o-
do a una pregunta el autor de "La gloria de Don Ramiro":
153
foras, adjetivos, denosta ciones, alabanzas y demás aparato ret órico no es
demostración, requisito ineludible en un intele ctual.
Lo más interesante del Sr. Larreta es haber evidentemente compart i-
do las extraordinarias experiencias prostibularias de Lu gones. Lamentable-
mente ambos omitieron informarnos a qué lupana res concurrían a esc uchar
y bailar tangos, llevándose el secreto a la tumba.
Este personaje, quizá por haber residido muchos años en el exterior,
tampoco habría visitado bailes teatrales de Carnaval a principio de siglo
(diez años antes) . Ni estaba al tanto del co pioso material -discográfico y
partituras- referente al tango acu mulado en este lapso, cuyo consumo pr e-
supone un nivel social y/o económico no exactamente propio de margin a-
les. Recordemos exigir la existencia d e discos, un aparato reproductor. A
su vez las partituras, poseer un costoso piano para ejec utarlas.
Reitera el error conceptual de endilgar al tango, eventuales excesos
cometidos por quienes frecuentaban ambientes muy particu lares. Una cosa
son las características y virtudes de un género musical y otra muy distinta,
el comportamiento o procedencia social de algunos bailarines . Tal era la
racional opinión de Richepin.
Contrastémoslo con Piquet quien ha demostrado ser, si no la contr a-
cara, a lo menos sens ato:
154
to de contacto de las zonas altas de la sociedad con la parte
maleante de las capas pop ulares.
Dígase lo que se quier a, el tango alcanzó gran difusión en
Buenos Aires, antes de que se conociera en París; discutié n-
dose si se le debía dar o no entrada en los salones, mucho
antes de que aquí lo bailaran princesas, según dijo Richepin
en la Academia." (8)
155
tro contenían, si hubiese sido el teatro un generador de gustos y no e spejo
de los imperantes en la soci edad.
El tercer factor mencionado como intermediario en la difu sión, no re-
siste el menor análisis: el justificado por puntos de contacto entre juventud
elegante y maleantes. Debería absurdamen te inferirse que esa juventud se
asociaba o vinculaba con delin cuentes para cometer tropelías o actos anti-
sociales. O que los malvivientes en el transcurso de sus correrías, termin a-
ban elevándose de clase.
El origen de esta postura, puede estar contenido en el antiguo pr o-
verbio árabe "los hijos lo son más del tiempo que de sus padres", indicat ivo
de obrar más acorde a los gustos y cos tumbres de su edad, que la de sus
mayores. Al respecto, la lite ratura universal contiene numerosos eje mplos
descalificativos hacia los jóvenes "actuales", señalándose no ser la j uven-
tud "como la nuestra". No recuerd an las similitudes o prefieren olvidar las, a
la edad de ser "señores serios"... o quizá no les interesó asumir su propia
época.
No hay razones para pensar que la juventud elegante de cual quier
tiempo, no haya seguido estas reglas y se condujese sin el m enor contacto
con la realidad de su momento. Al respecto, son ilustrativos los llamados
"tradicionalistas", jóvenes gustosos del gato, zamba, etc., cuando tenían
vigencia social esas danzas rústicas, al decir de Piquet. Al perderla tom aron
otras, "actuales", habidas y usuales. En el fondo, es el poder de ada ptación
y cambio propio de la juventud a una realidad distinta, cualquiera sea. La
propuesta de Lugones u otros del "regreso a lo que fue", entraña transfor-
mar la sociedad en un museo, vivir en el pasa do.
La muy extensa y razonada nota sobre el tango y Richepin, pretendió
poner paños fríos en la caldeada discusión. Las pala bras de Lugones o L a-
rreta eran un contrasentido evidente y una ofensa al intelecto, al confro n-
tarlas con la re alidad.
Detrás de los dichos de aquellos, es de advertir la existen cia de una
franja importante de la sociedad que aparte de no gus tarlo, estaba harta
de él: se vivía a puro tango hacía casi una década.
Por ello si bien "La viuda alegre" fue un éxito mundial, no puede de s-
cartarse entre las razones de su gran aceptación en nuestro país, el grado
de saturación al cual se había llegado con el tan go. Desde esta perspectiva
debería encararse la supervivencia de la zarzuela española, las compañías
de opereta, el éxito del cu plé, etc, trayendo un aire distinto a la sobre-
abundancia de tangos.
Lo llamativo de la cuestión, es haber caído las observacio nes de Pi-
quet en oídos sordos. Siguió considerándose el baile como sinónimo del g é-
nero musical, hasta la aparición de Carlos Veg a en la década del '20.
De entonces es la aparición del libro "Cosas de negros" de Vicente
Rossi. No sabemos a qué género pertenece y si pertenecie ra a alguno, no
es al de historia, por lo tanto huelga ocuparnos del mi smo.
Cuando Bunge, Lugones o Larret a hablaron genéricamente de "n e-
gros", no sabemos exactamente a qué referían, ni cuál era su saber sobre
eso; lo mismo con otros abocados al tema. Referirían al Africa, a lo traído
de allí, sin tener en cuenta que el supuestamente unificante color de piel,
varía según la región, etnia o tribu. Sobre la materia "Africa" de los siglos
pasados, tanto en lo particular como general, la bibliografía castellana aún
hoy día si no nula, es al menos muy escasa. Consideramos ser demasiados
156
quienes no tenemos de la cue stión conocimientos siquiera mínimos; pero
pareciera que escribir sobre ello resulta irr esistible...
Etnias, religiones, lenguas, cultura, tradición, creencias, formas e x-
presivas, fondo histórico, medio de vida, etc., muy diferentes entre sí y con
nosotros, debían tener los negros traídos como esclavos. Hay algo más im-
portante: no vinieron al unísono, ni permanecieron ligados por ninguna or-
ganización política o cultural que mantuviese esas particularidades, sie ndo
prácticamente dispersados a su llegada. Y en cuanto a su cantidad, cuando
más de ellos hubo fue durante los sucesos de Mayo, época muy anterior al
surgimiento del tango.
La década de 1920 se caracterizó por un movimiento intelec tual de-
nominado "revisionismo histórico", el cual tenía motiva ciones políticas,
siendo usada la historia como munición. Así los negros en los papeles, apa-
rentaron haber vivido en un Paraíso Terrenal durante los años de R osas.
Este movimiento llegó al teatro y con él los negros; el disparate llegó al
extremo de hacerles bailar en el escenario, sin que nadie supiese ento nces
ni hoy, cómo bailaban los negros en la época rosista.
Tirada la bola, comenzó a rodar y ser redituable. Se hicie ron cancio-
nes con temática involucrándolos, apareciendo luego como asunto de co n-
frontación de clases. Al respecto, Bernardo Kordon no dejó teorías sin acu-
mular. Por ejemplo, ser las cancio nes y bailes negros, una reacción de los
desposeídos frente a la explotación de los blancos. Un bla -bla y ninguna
prueba. González Lanuza abordó el tema desde el lado pintoresco.
Al tiempo de estas sesudas disquisiciones, los negros habían desap a-
recido hacía mucho, mucho tiempo. Lo contado por Bunge podría haber
ocurrido, lo mismo lo dicho por Kordon. El asunto es si realmente ocurrió.
Atreverse a estable cer analogías es una cosa, ser novedoso, otra. Ofrecer
pruebas es la cuestión.
El censo de 1887 daba 8.005 negros en la ciudad de los cuales 905
eran extranjeros, la mayoría brasileños y norteameri canos, sobre una p o-
blación total de 429.558 habitantes. E n suma, no alcanzaban ni al dos por
ciento. Dicho sea de paso, esperemos que alguien con estos datos sobre
negros foráneos, no aparezca con una teoría sobre la influencia del samba
y el jazz en nuestro tango.
Samuel Gache (1859 -1907) denotaba a fines del siglo pasado extin-
guirse no sólo en Buenos Aires, sino en el interior. Daba como ejemplo
Santa Fe con veinte (sí, 20) registrados y en Co rrientes, donde hubo un ba-
rrio completo de ellos llamado Camba -Cuá, no existían (cero negros).
La justificación dada por el autor, se basaba en diversos tipos de e n-
fermedades exterminantes. A título curioso, agregaba que los europeos y
en particular los italianos, gustaban de las mujeres negras, lo cual "ha
traído la refinación de la raza -sic-" (9). En el censo de la ciu dad de 1905,
ni siquiera fueron conta dos.
Un proceso de transculturización siempre es probable, mas debe d e-
mostrarse y eso nunca lo pudieron hacer quienes por uno u otro motivo se
ocuparon de los negros, lo cual indica la falta de seriedad de sus dichos. De
todos modos, insistimos en resaltar que en el período de gestación del tan-
go (década de 1880), los negros eran menos del 2 % de la población de
Buenos Aires. ¿Tan intensa y respetada era su cultura en general y m usical
en particular, para influenciar e n lo que el otro 98 % de la p oblación
adoptó finalmente como su música popular?. ¿O el mitológico e i nverificado
157
Negro Casimiro con su raquítico violín, se bastó solo para dejar tamaña im-
pronta?
Y si a alguien se le ocurre traer como probanza las composi ciones de
Zenón Rolón o Carlos Posadas, le recordamos su sólida formación académ i-
ca "blanca" en lo musical. Nada tenían que ver con los negros candomberos
e indigentes, dicho sin ánimo de ofensa, sino para marcar la habi tualmente
penosa condición socio -cultural, de los además escasos, pretendidos "i n-
fluenciadores" de nuestra mús ica ciudadana.
Carlos Vega se ocupó del tema y sacó la siguiente conclu sión:
Las razones de Vega, por supuesto no son ventiladas por los "negri s-
tas" enrolados en la transculturización, quienes en cambio dan amplia p u-
blicidad y referencia a Vicente Rossi y sus inveri ficables dichos, paradigmá-
ticos entre los defensores teóricos de la influencia negra.
Saque el lector sus propias conclusiones, sobre tales dife rendos.
158
Notas.- TEORIAS SOBRE EL ORIGEN DEL TANGO EN LA DECADA DE
1910
3.- La Nación Nº 15.066, 17 -05-1913 p.14 c.3, "Ateneo Hispano Argent ino".
9.- La Nación Nº 8.819, 13 -06-1898 p.7 c.2, Samuel Gache, "L a tubercu-
losis entre los negros y los indios".
159
160
XIII
EL MUNDO DE LA MUSICA Y LOS PESOS
161
gún estos testimonios a una ciudad poblada de melómanos insaciables. Me-
rece verificarse.
Consultamos nuestras respectivas colecciones particulares de part itu-
ras. Del cruzamiento entre ellas, las publicidades de sus contratapas y nú-
mero de grabaciones, puede establecerse para la primera década una can-
tidad de mil ediciones de tangos. Obsérve se, editados, no compuestos.
Debimos ensayar un parámetro evaluativo. En primera instan cia se
nos ocurrió utilizar la cantidad de población. Habiéndose duplicado re specto
las últimas décadas del siglo pasado, resulta ría esperable se vendiesen
también el doble de partituras de un tema dado. Eran usuales tirajes de
300 ejemplares durante el siglo anterior. Duplicándolo y utilizando n úmeros
redondos, establezcá moslo ahora en 500.
Proyectando esta cifra al millar de tangos editados, llega ríamos a una
base de 500.000 partituras para toda la primer déca da, valor sin relación
con lo referido a "La morocha" pues absorbería por sí la mitad. Algo no a n-
da bien.
Dado su éxito estimemos como venta de este tango durante la pr ime-
ra década, la cifra de 100.000 ejemplares, suponiendo quedasen 70.000 en
la ciudad y el resto haya sido destinado al inte rior o exterior del país. Re-
dondeando en un millón la población tendríamos 250.000 familias. L igando
este dato con las ventas su puestas de "La morocha", resultaría haber cada
3 y medio grupos familiares una partitura adquirida y por ende poseer ins-
trumento, con al menos un integrante sabiendo leer música y tocarlo.
De ello se desprende conocían no sólo teoría los intérpretes y comp o-
sitores de tango, sino algo más extraordin ario: era una ciudad eminent e-
mente musical. Como dijimos, una urbe de m elómanos.
A parecida conclusión se llega mediante las aparentemente escasas
500.000 partituras estimadas para la década. Considerando un promedio de
50.000 por año, de las cuales hubie sen quedado 35.000 en Buenos A ires,
daría un instrumento y ejecutante cada 7 familias, número igualmente ele-
vado. Ciertamente, era una ciudad donde se cultivaba la música.
Aparece otra cuestión. El prorrateo entre cantidad de parti turas ven-
didas y número de familias, ha presupuesto una relación lineal: en cada
año, una partitura fue adquirida por una familia. No siendo lógico que se
contentasen con ejecutar un único tango durante todo el año, resulta e spe-
rable comprasen partituras de otros. A la sorpresa respecto la cantidad de
instrumentos y músicos, se suma haber sido exigua la estimación de ejem-
plares.
Cabe ahora plantearse cómo este caudal impreso se hacía ac cesible al
consumidor, recomponiendo la faz industrial. Para enfrentar el desafío, es
útil recordar lo dicho por Sherlock Holmes al Dr. Watson, en la segunda
parte, capítulo 7, de "Estudio en escarlata" :
162
verificar -razonando hacia atrás - determinados sucesos narrados en La B i-
blia.
Lo primero fue saber cuántas casas vendían música impresa. En 1905
había 49, de las cuales 8 pertenecían a argentinos y 41 a extranjeros (4).
Las cifras inicialmente propuestas dan un promedio anual del orden de 700
partituras de tango por estable cimiento: una venta de 2 al día. Demasiado
poco, pensando que costaban centavos. Evidentemente, la cantidad de par-
tituras impresas debió ser muy superior a las 500.000 estimadas como ba-
se.
Confirmando el razonamiento, hacia el fin de la década tene mos un
aumento de estas casas; son casi el doble, sumando 79. Di scriminándolas,
16 eran de argentinos, 19 de italianos, 12 de es pañoles, 8 de alemanes, 6
de franceses y 14 de otras nacionalida des. Daban ocupación a 74 argent i-
nos y a 64 extranjeros, totali zando 138 personas (5).
Dijimos ser demasiado escasa la cantidad de 2 partituras vendidas
diariamente en cada establecimiento. Estimá ndola en 10, tendríamos para
las 79 casas de venta un total de 790 ejemplares diarios. Trasladando esta
cifra a todo el año, surgiría la asom brosa cantidad de 237.000, dando a su
vez 2.370.000 para la déca da. Habiendo considerado que el 30% de los
ejemplares fuesen al interior del país, sumando este porcentaje el número
final de partituras impresas entre 1900 -1909 sería ¡3.180.000! . Puede
considerarse razonable pues si bien no hubo 79 casas durante todo el d e-
cenio, la cantidad de tangos editados y plausi blemente sus tirajes ante el
éxito del género, se incrementaron con el transcur so de la década.
Tenemos algún dato más. En 1905 las fábricas de instrumentos mus i-
cales, acordeones, guitarras y mandolines, eran 13 estableci mientos (6).
En 1909 se reduj eron a 11 ocupando 102 personas, las cuales ganaban e n-
tre 75 y 150 $; los niños recibían una paga de 8 a 40 $ mensuales. Utiliz a-
ban 6 máquinas a vapor, 15 eléctricas y 6 a gas (7). Se advierte tratarse
de una industria y su correspon diente mercado.
Quienes se autodenominaban músicos argentinos eran 420, siendo 36
mujeres. Entre los 1.015 extranjeros con esta profesión sólo 48 son muj e-
res. El total arroja 1.435 músicos profesionales.
Los jerarquizados como directores de orquesta sumaban 27, de los
cuales 10 eran argentinos. Consideramos escasa esta cifra a no ser que
otros directores figurasen como instrumentistas, por no tener orquesta ba-
jo su batuta al momento del censo.
En cuanto a profesores de música, 545 son argentinos inclu yendo 362
mujeres; la mayor parte serían las clásicas profesoras de piano. Extranj e-
ros eran 962, contándose 392 mujeres.
Tenemos luego un total de casi 3.000 personas entre ejecutantes y
profesores (8). A la suma se pueden agregar 36 afinadores de ins -
trumentos, de los cuales 5 eran del país, además de 28 declarados ca ntan-
tes, 16 de ellos argentinos. No hemos hallado discrimina ción de copistas,
correctores, compositores, etc.
Los guarismos indican un 3 por mil de la población vinculada prof e-
sionalmente a la música. Podrían agre garse los instrumentis tas amateurs
de bandas y conjuntos domingueros, así como quienes se hallaban cursa n-
do estudios, con lo cual el número de personas vinculadas directamente a
la ejecución pública o privada de músi ca sería todavía mayor.
Como comprado res de partituras tendríamos aparte de los 3.000 pro-
fesionales, considerando en promedio 10 alumnos por pro fesor, 15.000 po-
163
tenciales adquirentes más. El segundo total esti mado de partituras para el
período aparece como razonable: 18.000 adquirentes de 10 partituras al
año cada uno, daría en 10 años 1.800.000 ejemplares vendidos, sólo en
Buenos Aires. Sumando el 30% asignado al interior, tendríamos un valor
del orden de 2.400.000 ejempl ares.
Finalizando con las cifras, los Anuarios de Estadística Na cional dicen
haber ingresado al país entre 1890 y 1909 unos 35.000 pianos. Calculando
que algo más de la mitad hubieran que dado en Buenos Aires daría un in s-
trumento cada 12 familias, re sultando el 2% de la población propietaria de
un piano. Los 20.000 pianos porteños presupondrían, a 10 partituras anua-
les de tango durante el primer decenio, 2.000.000 de ejemplares s olamente
por esta vía de adquisición.
Por haber sucedido durante lo que algu nos denominan su etapa de
música prohibida, son cantidades nada despr eciables...
Las cifras parecen fantásticas a nuestros ojos o costumbres actuales.
Sin embargo explican el número de profesores, la posi ble cantidad de sus
alumnos y el total de casas expendedoras de partituras. Diríamos hoy día,
justifican el "mercado" .
Complementando estos datos, consignemos que los editores de tango
entre 1900 y 1919 suman casi 180. De ellos, una docena son anteriores a
1905; llegando hasta 1910 la cifra se cuadruplica y extendiéndonos hasta
1919 podemos contabilizar los 180 menciona dos. A su vez localizamos 29
pie de imprentas litográficas en las dos primeras décadas del siglo, p udien-
do reconocer 7 como ante riores a 1905, otro tanto antes de 1910 y el resto
hasta 1919. Estas cifras surgen de nuestro archivo de partituras, desde ya
parcial e incompleto, por lo cual los números deben ser mayores.
Al tener una actividad características de industria y comer cio, prima
no sólo la competencia sino la calidad del producto. La música impresa no
escapó a estas reglas, debiendo en conse cuencia tener rango de profesio-
nales quienes componían y editaban tangos. La primera constancia peri o-
dística de su venta la halla mos a partir del 10 de febrero de 1903 (9),
siendo ingenuo supo ner haberse iniciado la actividad en tal fecha.
Los músicos antig uos decían haber compuesto tangos en el siglo p a-
sado, los cuales no editaban. En estas condiciones, a los efectos prácticos y
sociales no tienen importancia; podrían no haber existido. La manera de
socializar un género es permitiendo la reproducción masiva a través de par-
tituras, las cuales a su vez requieren canales de comercialización. R ecor-
demos hallarse la fonografía en su inicio; por ello la única manera de popu-
larizarse una composición, era mediante su reproducción ins trumental y de
allí la necesidad de música impresa.
La empresa Breyer publicitó en 1903 sus tangos editados, con vista a
los bailes de carnaval de ese año. Precisamente el autor de los temas
anunciados era Cayetano Grossi, director de orques ta. No resulta sorpre n-
dente que el empresario del teatro Argentino o Breyer hubieran recurrido a
él; la edición exigía estuviesen los tangos e scritos por un profesional.
Quien da referencias sobre Grossi es un sólo autor que conozcamos,
pudiendo seguirse su trayectoria a grandes rasgos en Gesualdo (10). Nació
en Mantua en 1860; estudió violoncello, con trapunto y composición en M i-
lán diplomándose en 1880, siendo nom brado primer violoncello en el teatro
La Scala. Tomó parte de giras orquestales por Italia y el extranjero, ll egan-
do en 1885 a Chile c omo director de ballets, actuando en el teatro M unici-
pal de Santiago y el Victoria de Valparaíso. Arribó a Buenos Aires al año
164
siguiente traído por el empresario del Politeama, Emilio Rai neri o Rajneri,
quien a su vez había sido violinista y director del teatro Colón (11).
Grossi se radicó entre nosotros desarrollando posteriormente labor
docente en Rosario, donde en 1906 estrenó el drama lírico "Sansone e Dali-
la". Tenemos registradas 102 obras suyas; los gé neros incluyen marchas,
melodías, elegías, gavo tas, serenatas, mazurcas, valses, polcas, romanzas,
furlanas, fox-trots, schottisch, pericón-gato, baladas, stornello, two -step
y... 21 tangos , varios de los cuales fueron grabados en su época (12).
Los bailes de carnaval del Argentino como en otros teat ros, eran muy
importantes para dejarlos en manos inexpertas y recor dando requerir ta n-
gos el público de este teatro, se concluye ha ber sido Grossi un especiali s-
ta. No siempre se mencionan los nombres de los directores de orquesta de
los bailes. En caso d e hacerse, era por tener una trayectoria profesional y
autoral jerarquizante del evento, como sucedía con Grossi quien dijimos es -
trenó seis tangos en los de 1903 (13).
Damos un ejemplo más. Los avisos parecían competir en quién poseía
más integrantes e n la banda-orquesta. En 1903 el Opera destacaba tener
40; otro tanto el Politeama; el Rivadavia modes tamente anunciaba 15. Lo
cual dice de profesionales, no analfa betos musicales, dedicados al tango;
sería impensable agrupacio nes tan numerosas sin sabe r sus integrantes
leer partituras u orquestaciones hechas por el director.
Los instrumentos predominantes eran de viento, de allí la denomin a-
ción banda-orquesta, condición necesaria para hacerse oir entre cientos de
concurrentes en tiempos previos a la a mplificación del sonido.
Resulta lógico que músicos relativamente dedicados al tango no ap a-
reciesen dirigiendo estos conjuntos. Se requería un elevado profesionali smo
en orquestación y si bien dijimos poseer los tan gueros populares alg unos
conocimientos musicales, obviamente no se hallaban al nivel de co mpeten-
tes directores de música clásica, lírica o ballet. Una cosa era hacer "funcio-
nar" un trío o cuarte to y otra una masa orquestal de 40 instrume ntistas;
cada uno en lo suyo.
Entre los músicos de tang o poseyendo tan elevadas condicio nes se
contaban Alfredo Bevilacqua y Rosendo Mendizábal, quienes en 1906 dir i-
gieron una orquesta de 20 integrantes en el teatro Marconi, con un repe r-
torio de 25 tangos. Eran conocedores de la teoría musical como el caso de
Carlos Posadas.
Los bailes del Colón en los carnavales de 1910 tuvieron igualmente
una banda-orquesta bajo la batuta de Alfonso Paolanto nio (1859-1939),
profesional subdirector de la Banda Municipal fundada ese año.
Debió esperarse hasta 1914 para apar ecer durante carnaval en un
teatro cercano al centro, nombres populares como Vicente Greco (1888 -
1924). Sucedió en el Nacional Norte, Santa Fe 1860, anun ciado como la
"gran orquesta Greco de bandoneones". La fotografía incluida en las m emo-
rias de Canaro s upuestamente amenizando esos bailes, presenta un r educi-
do sexteto con dos bandoneones, masa orquestal insuficiente para i mpo-
nerse y llenar con su sonido el ámbito de un teatro colmado. Debió su di-
rector sin duda reforzar la siendo en consecuencia la preten dida ilustración
fotográfica otro desliz histórico, habitu ales en tal libro.
Al año siguiente Augusto Berto (1889 -1953) lo hace en el Na cional,
Corrientes 1915, con su orquesta típica sin duda amplia da.
Resumiendo el mundo de la música es un pasatiem po, recreación, es-
parcimiento y muchas otras cosas, entre ellas un negocio o medio de vida
165
y una industria. No hay razón, en una temática donde se conjugan numer o-
sos intereses y reputaciones, referir a ella despreocupadamente mediante
exóticas e infundada s calificaciones, como la del remanido "analfabetismo"
musical de los invo lucrados. Pudo haberlos; es inevitable existan ineptos o
aventureros intentando cualquier actividad, mas por lo visto no es lí cito
generalizar el peyorativo concepto.
Convengamos haber realizado una inspección de cifras, la cual puede
ser relativizada según sean las diferentes premisas que rijan la búsqueda o
el aspecto a ilustrar. Quizá haya sido incompleta declarando francamente
no habérsenos ocurrido otro me dio y fuentes de c onsulta, más allá de las
ofrecidas.
Sin embargo, las consideramos suficientes para caracterizar una s o-
ciedad y en particular su vinculación con el tango, aspectos borrosos hasta
el presente. Los enfoques dados por los Bates & Co. dicen de otra relación,
refieren un amontonamiento de habitantes divi didos entre cultos e ign oran-
tes, desconocedores e ilustrados, analfabetos y sapientes. Ello no conf igura
una sociedad.
Tal dicotomía social propuesta y aceptada por muchos llevó a suponer
que para componer, ej ecutar, bailar y apreciar un tango, se debía ser lo
más bruto posible. La posición no sólo es increí ble sino teñida de ideologías
y por lo tanto no histórica, toman do como acepción de "historia" la narr a-
ción real de los hechos. Las cifras masivas no cond icen con lo habitua lmen-
te supuesto.
Le observamos al lector haber partido de datos éditos y verificables,
provocando discrepancias con lo remanido. La conse cuencia es haber qu e-
dado sin sustento teorías incomprobables, provenientes de alguien erigido
como autoridad sin presentar prueba alguna de sus aseveraciones. Nue s-
tras conclusiones basadas en cifras, deberán ser discutidas aportando otras
eventualmente contradictorias. Confrontar mediante el falso argumento de
"Lo dijo o escribió Fulano" no va más, por no ser científico.
Insistimos en destacar haber tenido la sociedad porteña va sos comu-
nicantes entre sus distintas clases. Siendo el tango mú sica popular lo ve-
mos consumir asimismo por las clases altas, sin perjuicio del gusto por la
lírica y sus mejore s figuras mundia les. Como contrapartida los sectores p o-
pulares proclives al tan go, contaban con el teatro Marconi, "El Colón del
Oeste", donde se representaban óperas a precios reducidos para una platea
de clase trabajadora. Por supuesto sin caer en extr emos; sería condenar a
géneros como la zarzuela y la opereta a la condición de ínfimos, si hubi e-
sen sido de consumo masivo y usual. Simplemente nos interesa demostrar
la inexistencia de gustos musicales exclu yentemente propios de las disti n-
tas clases. No surge cierto que las clases populares sólo gustaran del ta n-
go y las altas de la música "culta".
La primera década del presente siglo presenta la particula ridad de te-
ner cada sitio público, como animador o convocante, una agrupación m usi-
cal afín al lugar. Si en los grandes espacios lo eran las bandas -orquestas u
orfeones, se recurría a conjuntos más reducidos en ambientes íntimos como
restaurantes, confiterías y cafés. Semejante cantidad de formaciones musi-
cales no pudo nu trirse con ejecutantes sin la m enor sapiencia. Al ta ngo lo
hemos visto incorporado como música de moda, cualquiera fuese el lu gar, a
través de dichas formaciones.
Paradójicamente los Bates presentan un único ejemplo de músico con-
fesamente ignorante de los conocimientos teóricos; se tr ató de Campoa-
166
mor. Los otros no sólo confirman nuestros dichos, sino pretenden p onerse a
la altura de los genios musicales de todos los tiempos. Otra inco ngruencia
de tal libro en la cual no parece haberse reparado.
Podría ocurrir el excepcional fenómeno que un género sobre viva,
desarrolle y enriquezca, careciendo de intermediarios tan siquiera con ru-
dimentos profesionales. Podría ser... falta que quienes dicen así lo demue s-
tren con documentos, no jarabe de pi co... o teorías, como le dicen.
167
Notas.- EL MUNDO DE LA MUSICA Y LOS PESOS
13.-
168
Nótese que este autor culto y extranjero, no tenía reparos en utilizar
para titular sus tangos, vocablos y modism os los cuales algunos se emp e-
ñan en relacionar exclusivamente con lo marginal, lupanario, etc. Dirigía
orquestas de 40 instrumentistas en teatros céntricos, no orquestillas a mbu-
lantes o de academias y prostíbulos, si las hubo.
Por último queremos transcr ibir una información aparecida años antes r efe-
rida a Grossi. Habíamos dicho que se halló al frente de la orquesta del tea-
tro Politeama hasta 1902, año en que estrena en el mismo un tango con el
nombre del teatro. Vayamos al anuncio:
169
170
XIV
DOCUMENTOS SOBRE EL BAILE
"Ya que estoy para morder, voy a hablar de los bailes mo-
dernos. No soy enemigo del baile, es decir, del baile d ecoro-
so, porque hay muchas clases de bailes. No quiero r eferirme
a las polkas íntimas que hoy se bailan, ni a las h abaneras de
desmayo, bailes en que las pare jas se confunden o se iden-
tifican, ellas apoyando la cabeza en el hombro de su pareja,
él rozando su cara con la de ella. Y el brazo del bailarín, ro-
deando completamente la cintu ra de la cándida niña, estre-
chándola contra su pecho, ¿donde me lo dejan ustedes?
Resumamos. La mujer da hoy la mano a todo el mundo,
da su retrato a todo el que se lo pide, se deja abrazar en el
baile por todos, no le falta más que se deje besar. Y si sigue
el afán y la moda, ésto último llegará t ambién. Con tales
costumbres, con tales libertades, ¿qué derecho le queda al
marido?" (6)
Hemos hoy día perdido la clave para interpretar el signifi cado de pol-
cas "íntimas", habaneras "de desmayo" o qué entendían por muchas "cla-
ses" de bailes. Nótese qu e bailaban estrechadas por su pareja "cándidas
niñas" en 1870, no resultando privativo de muje res del bajo fondo o mal
vivir.
171
El tema baile ha sido ideal para escritores fracasados o hipócritas,
quienes llenan espacios sin decir concretamente nada. Ve amos:
Impreciso texto cuya única consecuencia puede ser esti mular la fan-
tasía, imaginando "lubricidades", "inmoralidades", "lasci via", etc. La pr ime-
ra impresión sería corresponder el fragmento a alguna pésima letra de tan-
go, o denostación referida a él. Avisados de pertenecer al siglo pasado, nos
corregiríamos pensando fuese una milonga. Nada de eso. Se trata de una
letrilla "satírica" de un Lugones o un Larreta de hace siglo y medio
(1852), referente a los bailes venidos allende los mares , como el
schottisch, la polca, la mazur ca, el "vals a vapor", etc., que e n confusa re-
dacción consigna Gesualdo.
Vamos a ordenarnos. El vals era anterior a la polca, arriba da vía París
en 1845; antes de 1852, debieron conocerse el schot tisch y la mazurca. La
habanera es de mediados de la década del '60, con dos introductores o di-
fusores, el salón y las compañías españolas de zarzuelas, a diferencia de
las anteriores que sólo fueron transmitidas por los salones. Como se ve,
ningún marinero venido de Cuba según los Bates.
La habanera sufrió curiosa mutación en su denominación. Per-
fectamente identificada como tal, comenzó a ser llamada tango "ameri-
cano", necesario para diferenciarla del tango "español". No comprendemos
tal cambio del nombre específico, dándosele otro ne cesitando un aditamen-
to para evitar confusiones. Asimismo t enemos registro de partituras bajo el
rubro de "tango" a secas, de sconociendo a qué música referían.
Al respecto es típico el caso de citar el "tango" titulado "Panchito". El
primero en hacerlo y datarlo de 1874 fue Gesualdo, preguntándonos qué
prueba existe de ser un tango tal cual hoy se entiende por ello y no, por
ejemplo, una habanera. La única con tribución que podemos hacer, que en
nada clarifica la cuestión, es haberlo hallado ofrecido en venta señalándose
como autor a Francisco Maino, en los clasi ficados de La Pampa Nº 494 del
04-06-1874. Con tal parafernalia de "sospechas" y "deducciones" basadas
en ambiguos vocablos , no podemos ir muy lejos. Pero si se ofrecía como
tango, para muchos es asunto concluido... y con toda soltura no dudarían
en asignarle parentesco con "La cumparsita" o "Malena". Los más audaces,
con "Adiós Nonino". Sólo unos pocos pensamos que la historia del tango
anterior a 1920 no es "pan co mido" y resta clarif icarla.
Retrocediendo una década, nuestras pesquisas de sucesos en la del
'60 son prácticamente nulas. Resulta dificultoso sumergir se en épocas no
consultadas habitualmente, con claves y fenómenos propios. Igual sucede
dentro de un mismo período al cambiar de fuente documental, específic a-
mente diarios. Lleva una semana apre nder a usarlos con eficiencia y ni qué
decir, si se cambia de archivo. Valga como explicación de las dudas surg i-
das y su falta de respuesta, careciendo de bibliografía específica orientat i-
va.
A fines de esta década, registramos haber:
172
"zapateos furiosos de los danzantes." (8)
173
Cesó la música, algunos bailarines pali decieron, pues de-
bía ser terrible lo que iba a seguir a aquél prólogo.
Efectivamente, enfurecida como una tigre al disparo del
arma de fuego, Carlota sacó del seno un puñal lujosamente
engastado y se fue como una tormenta sobre Cat alina.
Catalina no se conmovió, esperaba el ataque y éste no la
sorprendía; abandonó su compañero, instrumento de que se
valieron para chocarse, se agachó sobre el costado derecho
y se enderezó rápida, armada la pequeña mano de un largo
cuchillo que había sacado de la liga.
El choque fue descomunal; ambas bravas, listas y dese o-
sas de apuñalarse, se acometieron a puñaladas, puñaladas
que fueron por ambas partes evitadas, con una exactitud y
rapidez que e nvidiaría el paisano más quiebra, etc." (9)
174
delante de su rival, con un orgullo de lo más insoportable
del mundo.
Y cuando bailaba, la tomaba de la cintura de una cierta
manera que hubiera podido dar envidia al italiano Pratesi y
la hacía "rayar" por el salón y describir círculos y figuras
caprichosas al extremo, etc." (10)
175
tra él en las familias muy delicadas, que aca bará por des-
acreditarlo a los ojos de todo el mundo.
Nuestros abuelos sabían bailar con circunspec ción, con
decoro, con elegancia, respetando todos los derechos de las
jóvenes, que gozan como es natural, el privilegio del re spe-
to. Hoy los jóvenes, o no saben bailar de ningún modo -y
éstos son los mejores - o bailan, salvo excepciones, de un
modo que lastima los fueros de la honestidad femenina. Y
ésto consiste en que los jóvenes aprenden a bailar en sitios
públicos, como teatros y circos y llevan a los salones las
malas artes que han aprendido en las e scuelas." (14)
176
Hoy el doctor Zavalía y otros ca balleros de educación a r-
tística y de gusto, han tomado a su cargo controlarlo. El que
se tapa los ojos no lo creería como antes, encontrarse en un
bailable de la calle Chavango o de los alrede dores de la pla-
za 11 de Setiembre.
Dime lo que se toca y te dir é dónde estás, etc." (15)
177
No era un baile exclusivo de gentes de "medio pelo" ni se daba en un
sitio de las orillas. Sin embargo ac tuábase como si lo fuese, confirmando
bailarse en el suburbio de igual modo que en el centro . Se mezclaban
compadritos con "gente bien", no eran bailes de una sola clase social... y
estamos en 1887. Confirma ser verdadero tal relato lo expuesto por su
contendor intelectual en el artículo siguiente, llamándolo un "cuadro veri s-
ta".
Los moralistas cumplen un rol útil a la posteridad, al deslizar info rma-
ción mezclada con sus monsergas. Escritores posteriores, cuya ignora ncia
de las claves de época les impide s eparar el polvo de la paja, quedan en-
trampados en sus disquisiciones, fantasías y mentiras. El desconoc imiento
tiene sus ries gos.
Veamos qué responde el diario de Varela:
178
sopa", fácil forma de resolver la situación, calificada por el co lega como
"antisocial".
El remedio no hubiese pasado por la suspensión de los bailes sino
mediante evitar las causas de los desórdenes, tal el caso de la venta irre s-
tricta de bebidas alcohólicas, generadora de con ductas elípticamente me n-
cionadas como "vinosas".
Destaca el autor la existencia de similares modalidades bai lables
en Europa -modelo a seguir por entonces - y hallarse gene ralizadas entre
nosotros. Nueva prueba que no estaban los orille ros encerrados en una
burbuja. Sus prácticas danzantes y otros patrones de comportamie nto se
hallaban, como es sencillamente es perable, socializados, involucrando al
resto de la población.
Los escritos son de tono escandalizatorio justamente por la existencia
de vasos comunicantes: las demás clases bailaban idén ticas danzas que las
bajas y para colmo imitando posturas. Algu nos, no lo toleraron. Vaya a s a-
berse por qué se consideraban tan distintos e inmerecedores de tal cont a-
minación social.
La Razón insiste con un resumen de los viejos argumentos de La
Pampa, contestando el diario de V arela:
179
Pero hay un "mal entendu" de por medio. Si los niños de
15 a 16 años y niñas de 12 y 13 asisten a los bailes de má s-
caras, cúlpese de ello a los padres que las llevan, o a las
familias que les tolera n que concurran. Debe existir una
prohibición al respecto y si los padres la violan, toca a la
autoridad hacerla cu mplir.
Es esto mismo aplicable al uso de armas.
En cuanto a las personas mayores de edad o independiz a-
das por ley, entendemos que el colega n o querrá cometerlas
a una prohibición semejante. Suprimir lo malo, vicioso e i n-
correcto para dar al Estado la misión de velar por la moral
privada, equivale a crear el gobierno de la conciencia y e n-
tonces La Razón podía abogar por el régimen del confesi ona-
rio, que es el que dicen que mejor obra sobre el fuero in-
terno.
Pero el Estado no puede proceder así. Educa en la escuela
pública, moraliza cuando está llamado a velar sobre el po r-
venir de los hombres, pero luego llegados al libre albe drío,
puede decirse que los abandona a sí mismos.
"Las acciones privadas de los hombres que no ofendan la
moral, ni el orden público, están libradas a Dios y exentas
de la autoridad de los magistrados", dice nuestra Constit u-
ción. Así pues, la autoridad puede prohibir el quie bro, el
corte, el beberaje inmundo y las palabras obscenas, pero no
puede suprimir el baile mismo, porque no es acción que
ofenda ni la moral ni el orden público." (18)
180
Si bien Varela se caracte rizó por haber sido un "enfant te rrible", su
argumentación trasciende a supuestas audacias. Debe mos leer sus dichos
no como simple contracara de una clase so cial, sino como manifestación
que no toda la sociedad, sea de la clase que fuese, era homogénea en sus
opiniones.
La primera réplica de Varela, diciendo que en estas tierras las figuras
de la danza tienen sus similares en Europa, no fue desmentida por La R a-
zón resultando por omisión admitida.
El tema nos llevó a interrogar acerca la coreografía del schottisch bai-
lado en "La Verbena de la Paloma" , que tanto éxito tuviera al igual del or-
ganito que la interpretaba. Las crónicas del estreno no hacen referencia a
tal aspecto, diferenciándola de otras zarzuelas sólo por ser superior. La
cuestión quedó pen diente, hasta hallar pistas. Deleito y Piñuela, recuerda
bailarse "agarrándose al son del organito" (19). Igualmente en "Revista
Nacional", de Carlos Arniches y Celso Lucio con música de Brull, en 1899
"bailaban una polca agarrados" (20). Verificamos decía Gómez Carrillo en
1902:
"Cinematógrafo criollo.
El Pasatiempo es el cuadro del día, es una diversión que
termina en drama. Hagamos correr la cinta.
La calle de Paraná, aunque tiene luz eléctri ca, está de-
sierta; los que han ido a ese baile nocturno están adentro;
carruajes no se ven, pues raro es el que se permite sem e-
jante lujo.
La pared lisa, sin nada notable, corre en su línea rápida y
achatada; no se ven más que faroles. Adentro hay un salón
grande, amplio, bien aireado; es un teatro con sus palcos,
sin muro al costado izquierdo que da a un jardín lleno de
mesas y sillas, con un mostrador tras el cual hay un arm a-
zón lleno de botellas.
181
Los mozos de servicio cruzan corriendo con su falda bla n-
ca y flameante; llevan bandejas en la mano, con servicios
de ginebra, cerveza, cognac y demás excitantes venenosos,
ya que hoy todo se fabrica en el país.
El gran salón del teatro tie ne su platea cubierta por una
alfombra; alrededor hay una herradura de sillas. Allí hay
negras más criollas que Mandinga, inglesas más rubias que
Febo, alemanas de carne color de leche y chiruzas color pan
de senita.
Toda una confusión de mota y de hebras de oro.
¡Qué caras! ¡Qué trajes! ¡Qué baile! No se crea que esto
es crítica; se verá cómo halla mos en todo esto, hasta algo
de bello, aunque la afirmación parezca atrevida.
¿Quiénes son los concurrentes masculinos? Jóvenes casi
todos; hombres de bronce y casi niños de buena familia que
han llegado hasta allí.
Hay un punto de nivel en que se encuentran los que desde
abajo suben y los que desde arriba bajan.
Da lástima ver en tal medio una figura fina: niños casi,
que por su mirada inteligente y frente ampli a parecen una
promesa para las aulas.
Todo eso se revuelve y gira; se habla lunfardo como se
puede hablar francés o el genovés más criollo, pues la inf i-
nita travesura genovesa se ha filtrado en la travesura del
país.
La orquesta suena, las parejas se ponen de pie y se baila.
¿Qué se baila? Una habanera, una milonga, una polca, una
mazurca.
¿Cómo se baila? Este es el gran cuadro curio sísimo que
bien vale la pena de ser presencia do.
El baile criollo, purísimamente criollo, adelanta como todo
en este país hi droxigenado y los que hace poco han visto en
cualquier parte bailar con "corte y quiebre", no tienen idea
de lo que es la danza mode rna.
La base es el ritmo, la intención es el cari ño. Blando, fá-
cil, ondulante, lleno de sorpre sas en el síncope del mov i-
miento que acompaña al sincopado musical, cada bailarín,
cada pareja, es un cuadro vivo de actitudes ca mbiantes.
Se estrechan, se inclinan, se detienen, co rren, ondulan,
se estrechan y como un tirabu zón musical pasan, giran y se
dan vueltas en la columna s alomónica que puede llevarlos al
infierno.
Haciendo abstracción de lo que ese baile puede ser con
respecto a las costumbres, se ve en él algo admirable: la in-
terpretación del ritmo musical hecha y hasta superada por el
cuerpo en sus actitudes. Transportado ese cuadro a San Pe-
tersburgo o a París, tendría el mismo éxito que la danza de
la negrita del Excel sior, cuando la ejecutaba la Crotti en el
viejo Colón.
Las formas son nuevas en estos orilleros, como se llam a-
ban antes. La mayor parte de los pantalones e stán doblados
en su borde, como si hubiera barro en la alfombra en que
182
bailan, hay pañuelos en el pescuezo y las manos se usan o
no para tomar la compañ era.
En el primer caso, sus cuerpos están separa dos, a la mayor
distancia posible, las manos se oprimen con los brazos e sti-
rados y las figuras cadenciosas del baile se producen.
En el segundo caso, el hombre tiene los brazos cruzados
atrás, con las manos a la elevación de la cintura. La mujer
hace otro tanto y sólo las frentes se tocan; así siguen las
parejas, lo mismo que las otras que observan la posi ción
general del baile y entre aquel cuadro inmenso de carácter
típico, cada pareja tiene su modo.
Los ojos quieren bifurcar su rayo para seguir aquel e spec-
táculo fuertemente impresionante; todo ondula y sigu e con
una batuta superior a la del director de orquesta y que no es
otra que los cuerpos de aquellos bailarines e xtraños.
De tal círculo infernal, se pasa en cada reposo o intervalo
de pieza a pieza al café, que como hemos dicho es un ja r-
dín, se bebe y se sigue el baile.
Después, en la calle, resulta que un joven de antecede n-
tes que no son malos, da muerte a dos individuos y dos n o-
ches después, un menor de edad da muerte a un bombero.
¡Vamos bien así, con ese cuadro del natural que acab amos
de reflejar, de semejantes resul tados! A la inspección muni-
cipal y a la Poli cía les corresponde tomar alguna med ida al
respecto, ya que los diarios hacen la denuncia y los cadáve-
res la callan po rque van al cementerio.
Esperamos en cada baile, tal vez otra narración dr amáti-
ca."
183
De 1902 sabemos bailarse el tango criollo con zapateado, cortes y
quebradas (28). Dicho zapateo tuvo vigencia al menos hasta 1908, descr e-
yendo delimite este lapso los años de aparición y olvido. Un cronista decía
que el zapateo se rela cionaba con la categoría de los bailarines:
184
Sin un mínimo de cercanía corporal, resulta imposible bailar el tango;
es la postura básica, detec tada desde el siglo pasado (33). Esta relación
entre las figuras y el contacto corporal ne cesario para desarrollarlas, h abría
llevado a prohibir el baile con corte, no sólo del tango sino de otras danzas
a las cuales podía adaptarse.
Hemos hallado dos referencias, sólo dos en las muchas anota das, res-
pecto del corte como tal; con los reparos del caso, sirvan para intentar
comprender. La más antigua, decía:
185
"El baile, ha variado mucho, asimismo. Son in numerables
las figuras que se han introducido en él (cada bailarín de
nota, tiene las suyas), muchas de ellas, seguidas todavía
hoy y otras aban donadas, como las "corriditas" o el "ocho
oriental". El fox -trot que como vamos a ver enseguida, ha
influido mucho en la com posición de la orquesta, ha tenido
también gran influencia en las formas del baile, pues el "p a-
so arrastrado", por ejemplo, no es s ino paso de fox-trot. En
concreto, el progreso del baile en el tango, ha sido hasta
ahora un pro greso de unión de la pareja. Es fácil obser varlo:
de la primitiva separación respetable, en que el ho mbre era
casi exclusivamente el que hacía las figuras, se ha ido pa-
sando a un estrechamiento cada vez más marcado, en el que
las figuras se realizan simultáneamente por el ho mbre y la
mujer, como en la machicha. Por eso, a través de todas las
mudanzas, la "sen tada" ha permanecido intang ible: es el
movimiento propio de la fusión de la pareja, tal como si se
tratase de una sola persona.
En esta evolución del baile, hay que notar además, la
desaparición paulatina de la valla establecida entre el "tan-
go de familia" y el "tango con corte". En los comienzos, el
primero era de una absoluta insipidez, para ser bailado en
casa y en las sociedades recreati vas, donde los miembros de
comisión vigilaban de cerca a las parejas; el segundo, por el
contrario, era francamente escandaloso, a fuerza de junta r-
se las caras, de con toneos, de quebradas y sólo se bailaba
en las matinees y en los cabarets. Actualmente, animando
un poco más el primero y puliendo un tanto el segundo, se
ha llegado a un tipo común, algo más exage rado sin duda,
en los lugares libres, pero esencialmente el mismo en todas
partes. Hoy, ya no se hace distinción entre tango y tango
con corte; se habla del tango, simplemente." (35)
186
Notas.- DOCUMENTOS SOBRE EL BAILE.
7.- V. Gesualdo, ob. cit., T.2 p.797, tomado de El Nacional del 05 -11-
1852.
187
azotarla, pues Carlota "sin dueño" ha recibido en su vida más lon-
jazos que pasos cuenta desde que nació, lo que no es poco d ecir,
pues cuenta más o menos 38 o 40 años.
No por esto deja de concurrir a los bailes de organito de la Boca,
donde por cuatro reales la pieza, se retira con 10 o 12 pesos que
Don Manuel, el almacenero de la esquina de su casa, recibe en
cambio de sendas cuartas de caña con lim onada.
Esto es cuando Carlota no ha promovido un desorden y la Po licía
se ha apoderado de su pe rsona, haciéndola soportar el frío de las
noches de Julio en un húmedo calabozo, o cuando saca de la liga
de trapo un cuchillo y como Cebolleta, lo blandea en el aire, hasta
hacer víctima de su saña a alguno de los compadritos de la Boca.
Antes de anoche, al son de una destemplada gaita gallega, nue s-
tra ínclita Carlota bailaba un can -can, cuando se le antoja a Juan
Cáceres pisar el chalón que Carlotita arras traba.
-Ché, ¿por qué me has de pisar, pues? - preguntó la Cebolleta.
-Por qué te enojas, prenda?
-Porque no me has de volver a pisar.
-Que no?
-No.
Y Cáceres volvió a pisarla.
Carlota se arremangó la pollera y buscó su cuchillo en la liga.
En los brincos que había dado, el cuchillo había desapareci do; pe-
ro ésto no influyó en nuestra joven, pues tomó un bastón de tala
que estaba en un rincón y aplicó tal soberbio palo a Cáceres, que
cayó sin conocimiento, brotándole la sangre de la cabeza.
La Policía en conocimiento del hecho, la remitió a la casa en que
ha transcurrido ya tres cuartas partes de su vida, es decir al De-
partamento."
11.- Juan Pratesi es evocado por Bosch, en páginas 373 y sucesivas. Nos
informa que en 1865 p articipaba con su familia como coreógrafos de una
"compañía de variedades y entretenidas mescolanzas de prestidigitación,
magia y otras cosas diver tidas". Data su presentación en el mes de n o-
viembre, asunto no verif icado.
Hemos anotado lamentablemente si n precisar, quizá confiando en la m emo-
ria, haberse presentado el "señor y la señora Pra tesi, primeros bailar ines
cómicos" en el teatro Dorado du rante octubre y noviembre de 1872, actua-
ción no consignada por Bosch.
Tenemos con tales datos en claro ser Pra tesi viejo conocido por el público
porteño y haber nacido antes de 1850. Lo di cho ayudará a entender las s i-
guientes citas.
Un aviso decía: BAILE / Mr. Mme. Pratesi, calle Maipú 296, escuela de ba i-
le" (1). Al año siguiente, se halla en Tucumán 359, diciend o que aparte de
dar lecciones de baile, "se hacen todas clases de trajes de máscaras" (2).
Quien hacía los trajes de baile, debía ser el sastre que ocupaba el mismo
edificio, según la "Guía de Contribuyentes" de 1878. Sabemos que Pratesi
188
tenía de contertulios-alumnos a los "del barrio del alto e italianos de la B o-
ca. La música, valses, mazurcas y polcas, es por organito" (3).
Hemos hallado que "el conocido maestro de baile Sr. Pratesi, fue agredido
anoche al salir del teatro Casino, por Manuel Vergar a, quién quitándole el
bastón, le infirió una herida sobre la cabeza" (4).
Otros maestros de baile eran Pedro Riso, quien en 1865 tenía su escuela en
Rivadavia 350 (5), luego en Libertad 126 (6); más tarde en Cuyo 541 (7);
pasó a Cangallo 428 (8); año que mudó a Artes 196 (9) y... lo perdimos de
vista.
Otro maestro de baile fue Alberto de Giovanni. Sus avisos eran muy po m-
posos y latosos; para saber de ellos, véase: "ESCUELA DE BAILE/ Gran s a-
lón de lujo, Corrientes 408 entre Artes y Cerrito. - Se avisa a los señores
que deseen aprender en pocas lecciones, cualquier baile de sociedad de
moda, como cuadrilla francesa del país, lanzeros -sic-, vals, etc, a precios
módicos; se empieza a las 8 y media de la noche los días lunes, miércoles
y viernes. Se dan leccion es a las stas. en sus propias casas. Para mayor
satisfacción, he trabajado de primer bailarín y maestro de baile en los prin-
cipales teatros de esta capital, Montevideo y Europa." (10); muda su es-
cuela a "Artes 196 altos, escalera derecha, entre Cangallo y Cuyo" mante-
niendo el texto del aviso (11). No sabemos a ciencia cierta si hemos tras-
papelado las fichas y lo tenemos registrado en 1890. El aviso reitera
"ESCUELA DE BAILE, gran salón de lujo, Lima 222 entre Alsina y More no. El
que suscribe, primer baila rín y coreógrafo de los primeros teatros de Eur o-
pa, Montevideo y actualmente en esta capital...". Lo de "actualmente en
esta capital", presupon dría haber estado ausente. El resto del aviso anu n-
cia dar clases nocturnas y particulares, en colegios y a las s eñoritas en su
propia casa (12); se muda nuevamente, instalándose en Esmeralda 522,
reiterando lo anterior (13). El último registro que tenemos será en otra di-
rección, Esmeralda 562 (14).
Para tener idea más acabada, veamos el último caso, el de A. Consta nte,
quien se presentaba así: "ESCUELA DE BAILE / A los sres. que deseen
aprender en pocas lecciones cualquier baile de sociedad y de moda como
cuadrilla francesa, del país, lanceros, wals, etc. a precios módicos. Se e m-
pieza las 8 y media de la noche, días de fiesta de 2 a 5 de la tarde, part i-
culares a toda hora del día. Libertad 146, altos" (15). Comienzan las m u-
danzas; ese año se instala en Santiago del Estero 22, entre Victoria y R iva-
davia (16); luego a Cangallo 478 (17); al año siguiente a Cangallo 414 al-
tos, entre Cerrito y Artes (18). Lo hallamos en 1886 en Cangallo 414 y en
1890: "ESCUELA DE BAILE, CERRITO 184/ entre Cangallo y Piedad. Lecci o-
nes todas las noches empezando a las ocho y media y particulares de día.
Se dan lecciones en colegios; a las se ñoritas, en su propia casa" (19).
189
10.- La Pampa Nº 1.389, 01 -01-1878.
11.- La Patria Argentina Nº 658, 19 -10-1880.
12.- La Prensa, 19-07-1890, Avisos clasificados.
13.- La Nación Nº 6.651, 05 -06-1892.
14.- La Prensa, 01-08-1894.
15.- La Pampa Nº 1.955, 11 -01-1880.
16.- La Pampa Nº 2.123, 24 -08-1880.
17.- La Pampa Nº 2.242, 19 -01-1881.
18.- La Pampa Nº 2.504, 04 -01-1882.
19.- La Prensa, 13-06-1890.
Nótese el objeto central del discurso: había que prohibir estos bailes,
pues por su culpa los ricos se quedaban sin servicio domé stico.
"Hay ahora otra cuestión muy seria que es necesario que la m uni-
cipalidad la aborde seriamente, porque es germen de una c orrup-
ción de costumbres y de tendencias que cad a año toma mayor
cuerpo.
Nos referimos a los episodios inmorales y obscenos que en pr e-
sencia de la autoridad pública se ejercitan en los tea tros.
Allí van hombres casi desnudos a lucir su apetito desenfre nado de
mostrarse lo más desordenados posible.
Son jóvenes inexpertos, regularmente los que así proc eden.
Allí van a pronunciar discursos que se espantaría un hombre de la
clase más baja, de oírlos en la trastienda de una pulpería de los
suburbios.
Allí van cuatro o cinco mujeres a hacer alarde de la impu dicia y
de la indecencia más repugnantes, haciendo gala de alzarse las po-
lleras y acompañar a algunos desordenados en sus ademanes inde-
centes y en la desnudez que poco a poco van produciendo de su
190
persona, a medida que se embriagan con la música y el calo r del
salón y el entusiasmo por el baile.
(...)
La clase modesta y de juicio, no tiene ya locales a dónde conc u-
rrir en los días de carnaval, porque se han apoderado de los te a-
tros la mayoría de gentes de can -can indecente, que parece que
esperaran esas gra ndes reuniones públicas para hacer gala de la
inmoralidad y del crap ulismo más acentuados.
Esos espectáculos van produciendo cierta familiaridad con la i n-
decencia que engendra de parte del pueblo, que es de gravísimo
peligro.
Los empresarios de teatro no p ueden evitarlo, aunque saben que
pierden gran concurrencia de gentes decentes y de jui cio, porque
la municipalidad envía sus inspectores y a los agentes de Policía a
ser consentidores de esa indecencia."
15.- La Crónica Nº 302, 28 -07-1884, p.1 c.2, "Los bailes del Pr ogreso".
191
Sin haberlo datado en nuestras papeletas, tenemos muy presente haberse
representado innumerables veces en nuestros teatros y sido "c aballito de
batalla" de Lola Membrives. Allí había, según el libreto, un diál ogo quizá
cantado que en lo fundamental para nosotros decía:
23.- Carlos Vega, "La formación coreográfica argentina", Revista del Inst i-
tuto de Investigación Musicológica Nº1, 1977, Universidad Católica Arge nti-
na.
192
o que sus conocedores no le atribuyeran la importancia debida, no quita la
sospecha apuntada del error u omisión.
26.- Para tener idea del grado de seriedad con el cual se trata el tema p o-
pular, señalamos:
193
es imposible describir las contorsiones, cuerpeadas, desplantes y
taconeos a que da lugar el tango."
32.- Lucio V. Mansilla, "Una excursión a los indios ranqueles", Ed. Austral,
1943, p. 248
"-Me tenés que dar una lesión de baile, porque hase mucho tiem-
po que no muevo el cuerpo.
-Mirá: pal tango te afirmás sobre mi tetilla izquierda, aunque me
quemés el cuerpo con el fuego 'e tu pecho; echás la cabeza sobre
mi hombro como durmiéndote con mis promesas; estirás tu mano
derecha, pa engancharla con la mí a; te me entregás livianita como
canastita 'e flores pa que yo te acariseé y en cuanto de la guelta
pa la surda, ginetiás so bre mi rodilla y me hacés un juego 'e ruleta
al compás del tres por ocho, como dise el maestro Garsía. ¿Has
entendido?
-Si, y pal valse?
-Pal valse te tengo que dar cuerda como trompo 'e lata. Te me
arrimás sin intensión maliciosa. Te prendés como el mono en una
reja; te dejás venir como corriente mansa, pa que yo te levante en
194
un remolino caprichoso y damos toda la guelta sin solta rnos lo
mesmo que las ruedas 'e las rifas.
-Superior, entonses es lo mismo que antes?
-Lo mesmo, uno que otro corte nuevo. Aura los tangos son con
reculié y corridita 'e costao, juego 'e sintura pa bajo y un poco de
si me das o no me das esperansas, pero e n el fondo es lo mesmo:
balanseo dormilón y pasito peresoso. Una caidi ta maliciosa, juego
'e chiquisuela y agarrate pa no cairte".
35.- El Hogar Nº 627, 21 -10-1921, Luis Rodríguez Abella, "El tango arge n-
tino: sus comienzos y su evolución".
195
196
XV
ESCUELA DE TANGO
197
no encontrarlas a muchas de ellas nunc a más, dice haber terminado su ci-
clo al menos en la ciudad.
Cabe preguntarse qué relación porcentual del total de baila rinas, es el
número de las policialmente detectadas como tales. Si la proporción fu ese
1 detenida cada 10 existentes, daría unas mil de ellas. Luego si de sconta-
mos los menores de edad y ancianos, to mando distintos ítems como año y
población podrían llegar a ser el dos por mil de ella.
De todos modos, algún millar de bailarinas no conforma un género
musical o coreográfico, ni con tal can tidad se pudo haber enseñado a la
multitud de bailarines de tango. Hemos consignado que sólo los asistentes
a corsos carnavalescos, eran más de cien mil; si suma mos a éstos los co n-
currentes a bailes de teatros, asociaciones de colectividades, etc. y los
danzantes en fiestas particulares, la cifra de quienes en algún momento
fueron aprendices es enorme.
Por otra parte, cada peringundín o academia poseía un máximo de
cuatro o cinco bailarinas, por las razones vistas. Luego para satisfacer la
demanda de ense ñanza la ciudad debría haber estado llena de tales sitios,
mayoritariamente clandestinos, lo cual a su vez denotaría escandalosa
inacción policial. Está hipótesis no guarda relación con los documentos vo l-
cados en la obra.
He aquí el retrato dado por los " historiadores" del tango. Siendo i m-
pensable tal cantidad necesaria de locales, lo es igualmente el número de
bailarinas, lo cual hace aún más inconsistente haber sido el verdadero y
único medio de aprender. Queda entonces por explicar verazmente tal pr o-
ceso de aprendizaje.
Pesquisando por otro lado, tomemos los sitios donde se im partía en-
señanza remunerada. Los avisos publicitan siempre los cuatro o cinco pr o-
fesores conocidos, con sus nombres y apellidos; cada tanto, aparecen ofr e-
cimientos sin identifica r al responsable. Al cruzar datos con guías de la ciu-
dad o de recaudación im positiva, vuelven a aparecer los pocos sabidos.
Aunque hubiese habido diez veces más que los registrados, digamos 50
profesores, serían igualmente muy pocos a no ser que tuviesen miles de
alumnos cada uno. La realidad fue en cambio triste para ellos, de biendo
cambiar de domicilio a cada rato; los datos, no dan como floreciente la e n-
señanza rentada en el siglo pasado.
Por otra parte, estamos refiriendo a bailes de la clase popul ar, con
escasos recursos económicos. Surge preguntarse cuántos habrían tenido
medios para obtener lecciones pagas; muy pocos, sin duda.
Así las cosas, a no ser que se enseñase corte y quebrada en escuelas
públicas y privadas (desde ya un absurdo), llega mos a un aparente callejón
sin salida. Conclusión a la cual deberían haber arribado quienes se ocup a-
ron del tema, si poseyesen rudimentos pro fesionales de historiadores o tan
siquiera sentido común. Las respuestas dogmáticas a los interrogantes, no
son historia sino supuestas verdades reveladas, irreales en el tema bajo
tratamiento.
Surge de lo expuesto una sola explicación plausible para es te fenó-
meno de aprendizaje masivo del tango: se dio en los hoga res, entre fami-
liares, amigos y amigas. Es la únic a clase de "lo cales" cuya cantidad pos ibi-
litase enseñar a los cientos de miles de potenciales bailarines; en el ca mpo
comercial o profesional, habría sido impos ible.
Anexado a esta explicación, queda el interrogante de saber dónde a
su vez habría aprend ido el familiar o amigo que ofició de maestro. Si h u-
198
biese estado en algún momento vedado cierto tipo de baile, con vigencia
únicamente en lugares pecaminosos o de mala fama, gran par te de la po-
blación habría sido inmoral lo cual es insost enible.
Cae por su propio peso haberse partido de una premisa falsa, al pr e-
suponer rechazo. Por el contrario, la población mayoritariamente no ponía
reparos a tal coreografía, abundando por ello los lugares y oportunidades
para aprenderla.
Se nos pueden pedir pruebas. Un razonamiento en sí lo es, mas cabe
exigir más probanzas. Las vamos a dar. Para evitar confusiones, primero
debemos dilucidar una cuestión relativa a la mitología tanguera.
Apuntar que las expresiones artísticas están organizadas a partir del
sujeto receptor, no es una originalidad. Según la tabulación de registros de
centros de reunión y esparcimiento, la actividad básica de tales encuentros
oficiando de vaso comunicante entre la población, fue el baile. Alrededor de
él y sobre él, se dice de todo, sirv iendo como munición entre unos y otros.
Vamos a despejar que hubo de cierto en ésto.
Los Bates introducen una novedad que siguió generando teo rías, es
decir, munición ideológica. Contaron acerca una academia llamada La Red,
donde sólo se habría bailado entre hombres. A pesar de parecer disparat a-
do, nada raro en esos autores, intentamos su pesquisa sin hallarla. Nadie
tampoco lo hizo, no conociéndose una dirección verificable, con lo cual p o-
dríamos llegar al menos a saber si existió. En la zona encontramo s una,
donde por supuesto no se bailaba entre hombres, cosa prohibida: el vig i-
lante de custodia, hubiese llevado presos a todos ni bien lo intentasen.
Véase Nota Nº 35 del capítulo 4.
Tales cosas se dicen por desconocer cómo era y funcionaba una ac a-
demia, basándose ante dicho desconocimiento en lo narrado por los pers o-
najes de los Bates. Los de la primera parte del li bro, más que tangueros
parecieran ser candidatos al penal de Sie rra Chica, de Las Heras o a san a-
torios neurosiquiátricos. No son represen tativos del género ni del medio en
que se desarrollaba, según lo hemos d emostrado.
Esta referencia al baile masculino, es una constante. Un "doctor ta n-
guero" dijo: "al principio lo habitual era que el tango se bailara entre hom-
bres solamente". Como siempre, no se consigna cuándo era ese "pri ncipio",
ni porqué las cosas eran así; sólo él parece saberlo y nos lo tran smite dis-
plicentemente. A renglón seguido informa: "La Red, local éste de pésima
estofa, ubicado en la barranca de San Telmo, donde se bailaba n ada más
que entre hombres" . No nos interesa señalar que plagia a los Ba tes (1),
sino que narra como si hubiese sido frecuentador del lo cal, al cual s upone
tan conocido por todos sus lectores que ni da la dirección.
Nos preguntamos qué intención hubo tra s traer esta fábula a cuento.
Borges decía algo similar; por algo fue el autor de "Ficciones", valga el
juego de palabras. Se utilizaron argumentos "morales", descalificando la
formación de un género musical.
Por otra parte, la historia tanguera parecier a estar reservada a nove-
listas, periodistas o poetas, quienes realizan la lectura de los hechos. T o-
dos a diario nos enteramos de diversos suce sos, pero por ello, no somos
automáticamente historiadores. Se les debe hallar sentido, conexión, expl i-
carlos a través de una argumentación racional y documentación verificable,
para ejercer la historiografía.
Por ejemplo, observamos haberse tomado durante las Romerías de
1906 una foto de hombres bailando en pareja (2). En 1920, otra fotografía
199
muestra siete homb res con dos formando pareja, en pose de tango. Ep ígra-
fe del documento:
200
tinuas ridiculeces, que en ciertas ocasiones degeneran en
escándalos.
Los domingos y demás días festivos, D. Manolito, aco m-
pañado de algunos de sus admiradores, que no le van en za-
ga, llama a uno o dos organitos y en seguida él y sus com-
pañeros emprenden la tarea de molestar al vecindario, dan-
do música a la puerta de diversas casas y bailando en media
calle.
Otras veces D. Manolito hace poner monturas a algunos
bueyes y en compañía de su s dignos colegas, trepa sobre los
pacientes animales emprendiendo enseguida su solemne pa-
seo por las inmediaciones me ncionadas.
Sucede siempre que los paseantes se embriagan y c o-
mienzan a lanzar y ejecutar insolencias y de ahí resulta que
los honrados y pa cíficos vecinos, tienen que encerrarse para
no oir ni ver los actos inmorales que aquellos ll evan a cabo.
Como las ridiculeces de D. Manolito, no tienen gracia para
nadie, sino para él y sus compañe ros y como por lo general
esas ridiculeces se convierten en inmoralidades, llamamos la
atención de la autoridad policial sobre esos hechos, que tie-
nen ya harto molestado a aquel vecind ario." (5)
"Espectáculo gratis. -
Titeos Infantiles
En la calle de Santiago del Ester o y Belgrano, en los altos
de una de las cuatro esquinas, hay una fotografía, y allí de
tres noches a esta parte se hace uso de la iluminación fan -
tástica e instantánea exhibiendo figuras gro tescas las más
diversas.
Con tal plausible motivo se reúnen en l as tres esquinas
que dan frente a la aludida, numero sos grupos de tra nseún-
tes que gozan gratis con el espectáculo. A éstos se agregan
todos los pilletes del barrio, que, intermitent emente estallan
en ruidosas manifestaci ones.
Anoche la cosa asumió proporc iones colosales.
Los muchachuelos supusieron que el espectáculo sin m ú-
sica era demasiado seco y entonces resolvieron contratar
dos órganos con los cuales amenizaron el acto durante dos
horas.
Era tal la aglomeración que el vigilante, por intervalos,
tenía que acercarse a las aceras rogando a los transeúntes
tuvieran la bondad de despejarlas.
201
Los tenorios del barrio andan furiosos con éste motivo,
porque las sirvientas en vez de estarse en las puertas de
sus respectivas casas, se van a formar parte de los gr upos
que allí se reúnen, donde no les es posible obrar con entera
libertad, dado que están expuestos a las miradas indiscretas
de los que allí se aglomeran.
Se teme un conflicto entre las novias y los novios; la pol i-
cía está prevenida y los pille tes, sabedores de la cosa, se
han armado de pitos para contener los desbordes cons i-
guientes." (6)
202
"Algunos vecinos de la calle Victoria entre 24 de Novie m-
bre y Soria, se quejan de la vecindad que les ha caído enc i-
ma. Es una de milongas y habaneras con corte que ha ca m-
biado rápidamente la fisonomía del barrio. Los vecinos no se
quejan de las milongas mismas, sino del modo de bailarlas,
a ventana abierta y con mucha sustancia. Yo no he visto és-
to, pero tanto insisten los vecinos en la verdad de su queja
que la expongo por su cuenta. Si las cosas pasan c omo se
dice, nada más justo qu e hacer que no ultrapasen los límites
debidos." (8)
"Mala vecindad.
Vecinos y familias que habitan por el barrio de la calle P ara-
guay y Azcuénaga, nos piden llamemos la atención de la po-
licía, sobre el grupo de individuos que reunidos noche a no-
che en esa esquina provocan a todos los transeún tes, sean
señoras, niños o caballeros, con sus insolencias y d ichara-
chos de mal género, aparte que transforman en sala de baile
la vereda." (10)
203
Según el reco nocimiento médico, la herida de Albornoz es
grave." (11)
"Una nueva plaga que la policía debería perse guir sin des-
canso, hasta su completa extirpa ción, ha aparecido en la ca-
pital con caracte res alarmantes. Nos referimos a las acade-
mias de baile en las veredas, a las cuales concu rren nume-
rosas chicuelas, que son dirigidas en sus danzas por un par
de compadritos que hacen que por el aprendizaje p aguen las
chicas el órgano, que les proporciona la oportun idad de que-
brarse grotesca y repugnant emente.
Estas escenas, que dan idea acabada de la cultura de sus
directores, ha entrado en boga con tal fuerza, que ya aún en
los barrios más céntricos de la capital, pueden verse t odas
las noches. (...)
Hemos tenido ocasión de presenciar a noche, en una e x-
tensión de veinte cuadras, las cuales pertenecen a las Se c-
ciones 4ª, 6ª y 8ª tres academias, todas ellas con buen n ú-
mero de danzantes.
Si se exceptuaban los directores, todos sus concurrentes
eran chicuelos del barrio, que en vez de aprovec har el tie m-
po estudiando, etc." (13)
204
Poseemos testimonios de semejantes situaciones, teniendo al co nven-
tillo como escenario (14), sobre los cuales no v amos a abundar.
Podemos convenir las molestias causadas por bailes calleje ros; de allí
a culparlos de todos los males sociales, es demasia do:
205
iguales y contrarios; porque el golpeteo de las teclas o el
estridor de las murgas retozan en todos lo s pies, grandes y
diminutos, plebeyos o aristocráti cos, tersos o callosos.
Estos bailecitos callejeros con derivaciones domésticas,
son el aprendizaje predisponente a los de amplia rueda, que
en sociedades, cen tros recreativos, salones de distinción y
comedores cachupinescos, suelen ser tormento de ladrillos o
zapateado de alfombras, según la categoría de los bailar i-
nes, etc." (16)
206
Notas.- ESCUELA DE TANGO
3.- La Nación Nº 17.416, 28 -03-1920, p.8 c.3, 2ª sec., "Las regatas inte r-
nacionales a disputarse en Luján."
207
-No es permitido bailar en las veredas, respondió el vig ilante.
-Dígale al comisario que no sea zonzo.
Mientras esto ocurrió, el organista se había retirado, pero las pa-
rejas siguieron bailando y silbando una polka.
Nuevamente el vigilante les intimó que se retirasen y enton ces
dos de los danzantes, Juan Carlos Scisca y José Lezcano, lo agr e-
dieron a golpes de puño.
El vigilante tuvo que sacar el machete para imponerse a los agr e-
sores, consiguiendo de ese modo reducirlos a prisión conducié ndo-
los hasta la Comisaría 21."
"Se pone a las órdenes del juez correccional de turno a Juan Car-
los Scisca, argentino, 18 años, soltero, trigueño, pelo negro, barba
naciente, ojos negros, sin ocupación, sabe leer y escribir, domici-
liado en Paraguay 2547.
José Lezcano, argentino, 17 años, soltero, trigueño, pelo y ojos
negros, tipógrafo, sabe leer y escribir, domiciliado en Arenales
2693.
Anoche a las 8 los detenidos con dos sujetos más, estaban ba i-
lando en la vía pública calle Paraguay y Ecuador y como fueran vis-
tos por el vigilante Waldino Cabral Nº 2.492, les ordenó dejaran de
hacerlo y se retiró, pero no bien hubo caminado unos pasos t uvo
que regresar a reiterarles la orden a los detenidos porque i nsis-
tían, no así los otros dos, que acataron.
Volvió a reiterarse Cabral pero siendo que desobedecían abiert a-
mente la orden, dio un toque de pito para detenerlos en compañía
de otro agente y entretanto se dirigió a ellos intimándolos orden
de prisión. Scisca en tonces lo insultó y tomó una actitud agresiva
que obligó al agente Cabral a dar el toque de auxilio, porque ad e-
más quería alejarse y al querer impedirle que se retirara, se le
aproximó Lezcano que le dio un golpe de puño fugando en seguida,
pero había caminado apenas media cuadra, cuando se presentó el
vigilante Juan Mussi Nº 2.491 y lo detuvo, haciendo igual cosa el
agente Cabral con Scisca".
208
y en el cordón de la vereda, descalzos, arremangados, casi en r o-
pas menores, todos los pilluelos del barrio.
-"Tocá la Verbena ché."
-"Non posso perché no tenco lu cilindro."
El organista da vu eltas el manubrio y en una alocada carrera se
atropellan las notas de la polca "De Madrid a París."
El baile ha dado comienzo. Los pilluelos abandonan sus asientos,
las comadres se miran con los ojos muy alegres, mientras del
compacto grupo, surge una pare ja de jóvenes de lustrosa melena,
chambergo de ala rígida y una faja de color que se arrastra por el
suelo y siguen los endiablados giros de los bail arines.
-"Me caiga vivo... qué corte!".
-"Apuntate con la misma, ché!".
Y el baile sigue, sigue más alegre, más animado que nunca. Ba i-
lan todos los pilluelos, los habitantes todos del co nventillo.
Necesita concretarse esta denuncia que afecta nuestra cultu ra,
después de dar en tierra con la moral y las buenas costumbres.
Desde el Retiro hasta Los Corrales, de sde la Recoleta hasta Barr a-
cas, desde las siete de la noche hasta las doce, se asiste en esta
capital a la representación que condenamos.
La Policía está en el deber de poner coto a tan repugnante e spec-
táculo."
209
Militar y el Palacio de la Cancillería que albergaban un reducido nú cleo, o
los cientos de conventillos donde se apiñaban miles de almas?
Para colmo de hipocresía, peri odistas obsecuentes lanzaban campañas con-
tra sus habitantes, por enlodar la imagen de la Reina del Plata prete ndida
precisamente por quienes obliga ban a vivir de esa manera.
Endiablado no sería el modo de bailar, sino tan maquiavélica y canallesca
tergiversación de los hechos y sus causas. Por su parte los consumidores
del diario, contentos leyendo lo deseado. Así eran las cosas, utilizando el
tango como otra excusa, cada vez que lo crey eron oportuno.
Sirva como ejemplo de oportunidad, modo y lugar de apr endizaje, pues
incluso bailaban "todos los pilluelos" .
Más allá de la ideología, la nota transcripta permite otra lectura. En primer
término lo narrado sucede habitualmente en TODA la ciudad; no es asunto
fruto de la casualidad ni propio del prostíbulo . El baile tanguero es par-
te de las diversiones naturales , como apunta su detractor. Lo son del
pueblo y de la más variada edad, actividad y estado civil. Gustase o no,
formaba parte de la sociabilidad de los habi tantes de la ciudad , una
de las pocas acordes a su nivel de ingresos.
210
XVI
EL ESPECTACULO DE DE MARCHI
211
Para superar el desconcierto provocado por tal aceptación sin reparos
en el seno del modelo intelectual francés, debió hallarse una explicación
dejándolo a salvo. Se recurrió a una justifica ción falsa y pueril, la cual d e-
rivó posteriormente en mitología. Entonces dijeron: París consumió y nos
devolvió un tango civilizado, elegante, desprovisto de inmoralidades y l u-
bricidades, ade centado, aceptado por la alta sociedad, etc. En resumen un
tango digno de nuestra cultura y ahora sí, considerable algo típicamen te
argentino.
Hubo de "tragarse el sapo" para superar la descolo cación en que cier-
tos sectores habían quedado, ante la imprevista bendición parisina. R ecor-
demos de paso, no haber sido tampoco masiva la impugnación al tango en
las clases altas, según documentamos.
Complementariamente, fue necesario idear un evento de jerarquía s o-
cial para darle la bienvenida a quien, en realidad, era un viejo conocido.
Cayeron así los últimos bastiones, según esta teoría, merced a un espec-
táculo organizado por un execrable barón: Antonio De Marchi (1875 -1934).
Este personaje llegó de Italia en 1900, teniendo la agudeza de casarse con
la hija del General Roca, lo cual le brindó ingreso y salvoconducto a las al-
tas esferas. Sus contribuciones al progres o nacional, pasaron por ded icarse
al deporte, haber sido presidente de Dopolavoro -organismo que promo vía
el naciente régimen fascista - y algo que lo hizo particular mente famoso:
haber construido un palacio, hoy día Museo de Artes Dec orativas.
Lo importante de este edificio fue su último piso, llamado el Salón de
los Espejos, donde el barón organizaba orgías con to das las de la ley junto
a otros depravados y compinches. Estas anécdotas son conocidas por vi ejos
empleados del museo, estando vedada la vis ita del Salón.
A este sujeto de tal catadura moral nos lo han hecho pasar de los Ba-
tes en adelante, como ángel tutelar del tango, gracias al cual se dio un an-
tes y un después en su destino (1). Según ellos, sin De Marchi y su ba ile,
tal vez el tango seguiría estando prohibido... Así dicen los "interpret adores"
de los Bates y los seguidores de Tallón.
Presidió bajo el nombre de American Cirque Excelsior, una troupe de
ladies and gentlemen de la sociedad porteña, léase apellidos perpetuados
en el poder, de dicados a actividades cir censes y teatrales. Debutaron en el
teatro Coliseo el 13 de diciembre de 1911.
En 1913 decidieron organizar una competencia musical, patroci nado
por la Sociedad Sportiva Argentina de la cual eran miembros, dando a c o-
nocer en el mes de junio sus bases; concursaban los gé neros tango y cu-
plé. Las obras presentadas podían tener título propio, perdiéndolo por la
denominación American Cirque Excelsior en caso de obtener algunos de los
premios ofrecidos (3).
Días después La Nación pub licó un suelto irónico:
212
El estilete estaba clavado; no puede negarse ser un hallazgo burlón a
los organizadores. Veamos como sigue:
213
"La sensatez, el tino y el buen gusto esta rían, pues, aquí
en repudiar esa danza bastar da, que se condecora insole n-
temente con el título de "argentina" y que pretende expr e-
sar con sus gestos de burda lujuria los sent imientos estéti-
cos de todo un pueblo. ¿Por qué propender entonces a su
desarrollo? ¿Por qué prestigiarla con los estímulos de un
concurso organizado por una sociedad representativa de
nuestro país? Premiando y provocando sus manifestaciones,
la Sociedad S portiva Argentina ¿quiere hacer creer que de
veras es digno de ser elevada como un artículo artístico de
exportación -acaso el único- al extranjero, ese baile de fo n-
dín suburbano?."
214
Al otro día (8) La Nación dice del espectáculo haber sido pre cisamente
eso:
215
Inventaron este falso hito, ante la necesidad de dar un final a los
igualmente fantasiosos tiempos de rechazo y veda por parte de la clase al-
ta, sólo existentes imaginariamente. Diríamos en lenguaje coloquial a ctual:
para "zafar" de un "verso", se vie ron obligados a idear otro.
Los Bates retomaron algo usual en la década del '20, pesquisable en
diversas revistas: tendencia a asignarle al tango y/o sus notorios inté rpre-
tes, prestigio basado en la oca sional relación con algún personaje cél ebre,
gustador del género. Tal podría ser el caso de Augusto Berto y el Prí ncipe
de Gales, anécdota narrada reiter adamente por el primero. Igual v anagloria
es rastreable en las memorias de Canaro y De Caro. Esta postura, po dría
interpretarse como un antecedente contrario a las bajezas y analf abeticida-
des tangueras. No fue así, sino simple manifesta ción vanidosa, necesidad
de mostrarse importante, considerado, etc. Una manera propia de la época
para promocionarse, vender; hoy día lo llamamos "marketing".
En cuanto a los dichos de los viajeros profesionales, es propio de
ellos brindar frases de circunstancias para que dar bien en el lugar de tu rno.
De Buenos Aires resulta esperable dijesen tener las mujeres más bellas del
mundo y ser el tango, una música casi celestial. Estas opiniones aisl adas
son presentadas como he chos históricos de importancia, generadores del
desarrollo, vigencia y cambios en el tango. Pero el único protagonista cuya
opinión cuenta es la sociedad masivamente, porque sin ella no hay género.
De Marchi no fue un hito, ni el líder de su clase social, ni siquiera un
valiente como dicen los Bates. No i nteresa pues no socializó nada y que no
hubo tal audacia, lo hemos probado. Su gloria no excedería haber organ i-
zado un concurso más de tangos y cuplés, de los tantos habidos antes y
después.
En cuanto a hallarse el tango vedado entre la gente de cente, no resis-
te análisis (12). Otro buen ejemplo en tal sentido es el caso de Miguel
Tornquist, perteneciente a una familia aris tocrática de banqueros y fe rvien-
te tanguero, fallecido en 1908 (13).
Cuando los Bates dijeron haber tenido el concurso por fina lidad ple-
biscitar el tango ante la clase alta, no especificaron hallarse prohibido por
ella. Las teorizaciones sobre haberlo estado y su posterior redención, v inie-
ron luego: una cosa es lo interpre tado y otra lo realmente dicho por ellos.
Surge preguntarse de dónde sacaron tales afirmaciones y haber sido De
Marchi el "des prohibizador". Ve ámoslo.
Por un lado, en la década del '30 tanto la revista Sintonía como los
músicos entrevistados, en confusos relatos decían de algún rechazo al ta n-
go por ciertos medios so ciales. Los Bates los recogen y abonan tal sens a-
ción, a través de seleccionar he chos marginales rodeando el género. Mas
en rigor la teoría no es taba organizada aún; ni antes ni después de ellos
hay documentación avalatoria. Falta saber de dónde y cuándo apareció tal
especulación.
José Sebastián Tallón (1904 -1954) a su muerte dejó papeles y boc e-
tos, entre los cuales se hallaba "El tango en su etapa de música prohibida" ,
publicado por primera vez en enero de 1959. Es imposible determinar a qué
género pertenece este trabajo. Sabemos no ser obra histórica y por cron o-
logía, tampoco recuerdos biográ ficos, por referir a época en la cual el autor
no había nacido o era niño. El folleto desarrolla en sus páginas de modo
inorgánico historias consustanciadas con pe rsonajes del bajo fondo, así
como otros sucesos y dichos inverificables, teniendo como hilo exposi tor o
216
vínculo entre ellos, al tango. Su lectura evidencia codear se el anacronismo
con descripciones demasiado "inspiradas" en los Bates.
Insistimos que era un borrador, tal cual dice el prólogo. Este gran
poeta para niños no descolló ni se lo conoce como pro sista. Narrar sobre un
desalmado o una mujer caída, es propio de literatos principiantes: es evi-
dente que difícilmente la temática despierte interés, po r trillada y vulgar.
En este caso en particular tuvo repercusión, por hacer del tango un ingre-
diente en la vida de algunos ma rginados...
Cuando se publicó, prácticamente no existía bibliografía acerca la his-
toria del tango y por ello, sus dichos sazonad os de rufianes, prostitutas y
músicos tangueros se convirtieron en ma teria obligada de consulta y r efe-
rencia. Como sobre la materia no se realizaron investigaciones, se hizo una
coctelera imaginativa aunando (estamos tentados de decir adunando) los
Bates y Tallón, surgiendo la "indiscutible" verdad: el tango se hallaba
prohibido por la gente decente. Fue a partir de Tallón que se consolidó,
tomó forma, se implanto tal teoría, no habiéndola nadie expuesto orgán i-
camente antes. Le corresponde el "m érito".
217
Notas.- EL ESPECTACULO DE DE MARCHI
7.- Si alguien decide plagiar estas referencias, le sugerimos señ alar que si
bien los listados no mencionan caballeros, es obvia su presencia aunque
más no sea como custodios de las damas, tal se estilaba. No obstante, d e-
bieron ser mayoría, dadas las referencias anteriores relativas al apego de
los "muchachos bien" por el tango. Otro dato que no debería faltar: la e n-
trada al primer día costó 15 $; el segundo y tercero, 5 $.
218
cadas filigranas con sus botines de alto taco mujeril; no se vieron
parejas lánguidas o afiebradas y estuvo ausente, en fin, todo el
cuadro misérrimo y canallesco de nuestros barrios co smopolitas.
El espectáculo de anoche careció así de la crudeza origina ria; fue
una exhibición tranquila y mesurada que agradó al público, pero
que no llegó a conmoverlo. La esplendente sala asistió benévol a-
mente complacida a los paseos rítmicos de los ejecutantes, aun que
no pareció sentir en ningún momento el deseo de imitarlos. La r a-
zón de esta tibieza reside en que el tango es, por oposición a la
danza, una forma típ ica de baile.
La danza es una forma coreográfica plástica que traduce en act i-
tudes el sentimiento musi cal; el baile por el contrario, lo expresa
en un dinamismo que no se transmite a los espec tadores. La danza
es así un arte en cierta forma exterior, mientras que el baile es un
placer íntimo. Por esto decimos que el tango es la forma típica del
baile; del baile íntimo, tal vez demasiado íntimo.
Se explica de este modo que sólo los que lo bailan puedan sab o-
rear plenamente el placer que encierra. Para los espec tadores el
tango resulta sólo un idioma plástico de actitu des sospechosas,
como que ellas traduc en un exaltado sensua lismo. No es, pues, ex-
traña la frialdad que pudo observarse anoche en el público que
asistía al Palace Theatre. Según tenemos indicado ella no se debió
a deficiencias de ejecu ción.
Las parejas de artistas nacionales, de aficionados y de maestros
de baile se desempeñaron con discreción, señalando dentro del
conjunto una variedad de matices interpretativos que dio lugar a
los entendidos para hacer abundantes exége sis. La distancia que
debe regir entre los bailarines, el ángulo de flexi ón del caballero,
las "medias lunas" y las "corridas" fueron materia de interminables
discusiones.
Aunque en general la ejecución resultó correcta, se distin guieron
especialmente la Sra. Bozán, el Sr. Ducasse y el Sr. Herrera. Pero
los aplausos alcanzaron también para los Sres. Podestá, Ratti y
Serrano, así como para el payador Sr. Nava.
Ante una perspectiva bucólica, (el telón de fondo represen taba un
jardín), las parejas bailaron sucesivamente los seis tangos eleg i-
dos por el jurado y que debían ser some tidos al juicio del público.
Ninguno de ellos aporta gran novedad como concepción melódica.
Sobresalen, sin embargo, el que lleva el número 4 "L'Ecuyere" del
Sr. J. Nirvassed y "El Tony" del mismo autor. La pieza fuera de
concurso "American Cirque Excelsio r" del Sr. Poggi no carece as i-
mismo de cierto ritmo animado y pintoresco.
Se ejecutó además una marcha triunfal que su autor D. Arman do
Chimenti dirigió con brío y acierto.
Por último el Sr. Parravicini dio fin al espectáculo con un jocundo
y picante monó logo que recitó con su característica comicidad. A l-
gunas de las alusiones en éste contenidas resultaron demasiado
atrevidas. Se lo perdonó, sin embargo, el exceso en gracia a la ca-
ricatural alegría de su recitado y se lo aplaudió con insistencia. Pa-
se por esta vez..."
219
9.- "Danza" es la acción de bailar, sinónimo de "baile" según el diccion a-
rio.
El tango ganador fue grabado por la Orques ta del Palace Theatre, disco
Odeón 721, matriz desconocida, en 1913 y por la Orquesta Típica Biggeri,
sello Tagini, matriz 28.272, en 1914. A su vez hubo dos tangos titulados
"American Cirque Excelsior" que fueron grabados en sello Columbia por la
Orquesta Típica Pacho: uno del propio Maglio, matriz 57.206 disco TX 760 y
otro de Juan Carlos Spreaf ico, matriz 59.090 disco TX 857.
220
43.455 - 25-11-13 - Stocks y Stocks, productos y sustancias usados en
medicina, farmacia, higiene, etc. C lase 2. Marca EL TANGO.
43.456 - 25-11-13 - Stocks y Stocks, bebidas en general, no medicinales,
alcohólicas o no. Clase 23. Marca EL TANGO.
43.457 - 25-11-13 - Stocks y Stocks, sustancias alimenticias e ingredie n-
tes. Clase 12. Marca EL TANGO.
43.458 - 25-11-13 - Stocks y Stocks, tabacos, cigarros y cigarrillos, etc.
Clase 21. Marca EL TANGO
43.459 - 25-11-13 - Stocks y Stocks, mueblería, ebanistería, decoraciones,
etc. Clase 13. Marca EL TANGO.
44.324 - 07-02-14 - Macke y Wiel, aparatos y artículos de cal efacción, ven-
tilación, iluminación, relojería, etc. Clase 14. Marca TANGO.
45.278 - 07-05-14 - Vercinigte Gluhkumpe y Electricitala Aktiengsellschait,
lámparas eléctricas. Clase 20. Marca TANGO.
49.911 - 27-09-15 - Laurent Fréres, aceites. Clase 22. Marc a TANGO.
54.601 - 28-09-16 - Laurent Fréres, bebidas en general no medicinales, al-
cohólicas o no. Clase 23 Marca TANGO.
59.757 - 07-11-17 - Manuel F. Fernández, compuesto de cera para limpiar
y restaurar. Clase 14. Marca CERA TANGO.
13.- Como Vicente Ges ualdo no escribió nada sobre Miguel Tornquist
(1873-1908), se tiene la certeza no haber nada con alguna seriedad sobre
su vida o ser lo habido insustancial (1).
Un baile organizado por el teatro Nacional en 1884, denomi nado "El baile
de los niños", nos pe rmite notar en el lista do de los presentados un grupo
formado por Jorge M. Torn quist vestido de torero, Ernestina Tornquist de
Fausto, Isabel Tornquist de Navarra y a Miguel Tornquist vestido de Mo zart
(2). La publicación era decididamente aristocratiz ante, correspondiendo los
niños a papás y mamás dueños del país.
En 1895 los jóvenes García Velloso y Nirestein andaban en búsqueda de un
musicalizador para su obra. Recordará García Velloso: "Miguel Tornquist,
que también era un niño prodi gio, fue nuestro primer candidato. Pero no
sabía instrumentar y necesitaba seis meses, por lo menos, para hacernos
los cantables a piano seco" (3). Ese año Federico Guillermo Hartmann le
editaba a Tornquist su segundo vals Boston (4).
Manuel Láinez (1852 -1924) fue de to do: militar, senador, diputado, dipl o-
mático, funcionario público, etc. Entre sus actividades periodísticas, fundó
en 1881 El Diario, publica ción dirigida a la clase social alta. Incorporó la
modalidad de "Sociales", llegando a tener media página de aquell os diarios
sábana, algo así como tres completas tamaño tabloide actual. En la reda c-
ción, en realidad su verdadero hogar, tenía una sala especial donde se
reunían sus amigos, se hacía política, sociales, arte y lo venido a la cir-
cunstancia. Por ese salón, antes del estreno y posteriormente, pasaron fi-
guras rutilantes del arte europeo venidas a la ciudad. No era sólo un influ-
yente salón, sino el más aristo crático y el único con publicación propia.
Láinez tenía una relación paternal con Miguelito, de allí fu ese no sólo su
amigo sino el habitué quien enfrentaba el piano, haciendo agradable las ve-
ladas y dando a conocer sus obras a publi carse.
Para tener idea de la importancia de la sección "sociales" dadas por los dia-
rios, no se era nadie sin aparecer en ella s. Dicho ésto, consignamos anun-
ciarse en 1897 la recien te publicación de una polca de Miguelito Tornquist
221
(5). En este siglo tales noticias se hicieron más escasas en dicha sección,
incorporándose a otra específica (6).
Otro refugio donde caía Tornquist e ra la casa de Joaquín de Vedia (1877 -
1936), casi de la misma edad. Fue uno de los grandes del teatro, no h a-
biendo escrito nunca obra teatral alguna. Fue periodista, traductor, dipl o-
mático y fundamen talmente, director artístico. Era el verdadero consultor
de quienes deseaban convertirse en hombres de teatro y por decir un no m-
bre o dos, fue quien dio el espaldarazo a Flo rencio Sánchez o a Saldías y
quien transformó en hombre de teatro a Gregorio de Laferrer.
Cuenta García Velloso de las reuniones habidas en casa de De Vedia: "Mi-
guelito Tornquist, que a cualquier hora del día o de la noche, se sentaba al
piano como un enajenado, tradu ciendo la simpática incoherencia de su ca-
rácter, en una mescolanza estrepitosa de soleares, peteneras, sonatas na-
politanas, canciones francesas de moda, milongas y tangos" (7).
García Velloso fue hombre acostumbrado a observar los rasgos salientes de
la gente. Señala como vimos, la "incoherencia de su carácter". Ayuda a
comprender la poca simpatía tenida por La Nación, al punto d e no olvidarlo
en la necrológica:
222
Cuando Miguelito tomó posesión del piano "a richiesta generale",
alguien que le conocía me dijo en son de promesa: ahora va a oir
algo bueno.
Y yo que no me fío de ajenos entusias mos ni les llevo el apunte a
esos mozos bien, retobaos en su apellido, decidí permanecer ind i-
ferente hasta que se me demostrase lo co ntrario.
Quiero decir que me acerqué al lugar del suceso, con espíritu i n-
vestigador, para pispear a mis anchas, en busca de la clase de
aquella reputación confirmada por la expectativa del honorable
concurso. Y empecé a darme a partido, observando peculiaridades
notabilísimas que le daban un carácter propio. Miguelito no se sen-
taba como la gente: mantenía el pié izquierdo muy alejado de los
pedales. Esto era una garantía, porque ¡hay tanto aficionado que
ejecuta con las extremidades i nferiores!.
Noté que hería las teclas en dirección oblicua, de originalidad ex-
traordinaria... De modo que empecé a tenerle fe, porque su e xtra-
ña técnica revelaba a la legua su inasistencia constante a los con-
servatorios. Este es de los míos, pensé; de los que no han aguan-
tado el yugo de la disciplina docente ni han querido som eterse a
las amarguras de la enseñanza; toca porque se siente con dedos
para organista y no necesi ta que nadie le dicte la expresión de to-
do lo que siente. Quien desafía así, como este chico lo hace, las
vulgaridades de ritual y se permite el uso de procedimientos nunca
aprendidos, tiene que ser un t igre para el piano.
Cuando lo vi sacudir la melenita y atrope llar con un tango de esos
que se pasean por el teclado con boleto de libre circulación hasta
por las octavas más extremas, me convencí de que "Migu elito era
un tío, tocando" y mezclándome al entusiasmo gene ral, aplaudí
como un loco.
Consecuentes con esa glotonería artística común a todos los p ú-
blicos, le pedimos el bis; y Miguelito nos defraudó de la manera
más inesperada, porque si es cierto que repitió el tango, también
es verdad que lo desfiguró brillantemente, adornánd olo de retozo-
nes firuletes y de "pasaditas" armóni cas que daban robustez al
acompañamiento. Aquello fue el delirio.
Pude creer que se trataba de un alarde presuntuoso, para exhibir
la riqueza de sus recursos ejecutivos; pero se me dijo entonces, y
después lo he comprobado en muchas ocasiones, que Miguelito no
interpreta dos veces una música del mismo modo, por motivos
completamente ajenos a su propia vo luntad; es por abundancia de
inspiración, por exigencias mismas del mecanismo, cuyas dificu lta-
des salva en cada caso como Dios le ayuda. Porque como no s abe
leer más que en llave de sol, ni conoce signo alguno situado en los
suburbios del pentagrama, procede co mo lo que es: como un
"orecchiante" eximio que se da la vuelta a las mil maravillas, pero
ignorando siempre el modo como se han de desarrollar los acont e-
cimientos.
Por eso improvisa eternamente y con brillan tez encantadora, o b-
teniendo en las páginas más monótonas efectos y cambiantes que
las exornan con un lujo de armonías siempre diversificado y nu evo.
223
Inútil es decir que Miguelito hizo el gasto aquella tarde, con gran
delicia de los asistentes y mayor comodidad de los demás piani s-
tas, suavemente relegados a un plano de inacción y de s ilencio.
¿Quién era allí capaz de hacerse oir, des pués de aquel m uchacho
genial, que honrando su apellido de banquero nos deslumbró con la
opulencia de su repertorio, en repetidas emisiones de tangos, bos-
tons, gatos, aires españoles, trozos de ópera y multitud de j ugue-
tes, que fluían sonoros entre las aterciopeladas car icias de su
amorosa mano derecha y los zarpazos de león con que estremecía
su izquierda, los bordones de las notas graves?
Desde aquel día Tornquist, a quien han aplaudido y mimado Saint
Saens y Puccini, tiene un admirador más y de los más fervien tes;
que mira en él a uno de los genios musicales más interesantes de
este país, donde hay tanta alma artista cuyas palpita ciones consti-
tuyen la gala y el orgullo de una generación que mira al ideal".
Los restos del señor Tornquist se velarán esta noche en casa del
Dr. Urdinarrain, Montevideo 119.
Mañana a las 10 a.m. se verificará el acto del sepelio, en el c e-
menterio del Norte, diciéndose previamente una misa de cuerpo
presente en la iglesia del Pilar." (10)
224
7.- E. García Velloso, ob. cit., p.32
8.- La Nación Nº 12.480, 26 -08-1908, p.9 c.4, "Miguel Tornquist".
9.- El País Nº 3.138, 26 -08-1908, p.5 c.5, "Miguel Tornquist".
10.- El Diario, 26-08-1908, "Miguel Tornquist".
11.- V. O. Cutolo, ob. cit., T.4 p.272
12.- El Diario, 27-08-1908, "Miguel Tornquist".
13.- Papel y Tinta Nº 56, 03 -09-1908, "Miguel Tornquist".
14.- Caras y Caretas Nº 524, 17 -10-1908, Miguel J. Tornquist "A un violín
defectuoso".
225
XVII
TANGO PROSTIBULARIO
226
samente debido a su represión y control no sólo en los cafés, acad e-
mias o prostíbulos, sino en la propia vía públi ca.
Damos un ejemplo. En 1893 se dio un asado y baile en un prostíbulo
de La Boca entre sus parroquianos y pupilas, con motivo del cumpleaños de
la dueña. Terminaron todos multados y en la comisaría; a la policía no le
interesó el inocente motivo del festejo: estaba prohibido y listo.
Los teóricos entre otras falencias desconocen el tamaño de los lup a-
nares. Eran reducidos, viviendo en ellos las pupilas. No eran numerosas ni
ellas ni las habitaciones; de sobrar algún es pacio, se lo dedicaba a una
nueva mujer, no a lugar de recepción. Las actividades de tipo "social" el
cliente de la ciudad no nece sitaba realizarlas allí. Contaba para tal fin, con
cientos de cafés, canchas de bochas, sociedades recreativas, paseos, r ome-
rías, etc.
La confusión provendría de las características propias de los lupan a-
res de campaña. En tales lugares alejados de los cen tros poblados o ub i-
cados a extramuros de pequeños pueblos, ante las carencias habidas real i-
zaban junto con la actividad típ icamente prostibularia, otras propias de l u-
gar de reunión, baile, despacho de bebidas, etc. Las pupilas oficiaban tanto
de prostitutas como de "alternadoras", pudiendo incluso consumirse bebi -
das, charlar y bailar, sin necesariamente "pasar a los cuartos ". Panorama
como vemos totalmente distinto a la ciudad, donde eran locales exclusiv a-
mente de prostitución.
Son conocidas las andanzas de músicos tangueros hacia prin cipio de
siglo, recorriendo tales lugares del interior. Como vi mos haber razones pa-
ra bailarse en ellos danzas de moda y por qué no el tango, al referir sus
anécdotas personales los Bates erró neamente habrían supuesto poseer
también los de Buenos Aires ta les características. De allí la relación entre
lupanar porteño y origen de nuestra músi ca.
Reiteramos: en los de provincia sí podría bailarse, mas como el tango
se generó en Buenos Aires, por lo expuesto no pudo ser en sus prostíbulos.
Y si se insiste en haberse gestado en este tipo de locales, entonces nec esa-
riamente sería oriundo de la c ampaña y no de nuestra ciudad. Nuevo a b-
surdo.
En igual tren de ideas, para ser rentable y contar con un conjunto de
músicos, debería haber sitio para ellos y los baila rines además de numer o-
sas mujeres, para repartir entre supuestas actividades danzantes y la pro-
piamente prostibularia.
Resulta fundamental para dilucidar el problema, saber cuán numer o-
sas eran las pupilas. Entramos en aspectos más complejos, conocer si eran
del país o del exterior. No hallamos transgre siones al tema música en pros-
tíbulos nutridos con extranjeras. Tenían más pupilas que los integrados por
criollas, detectándose en La Boca uno récord con once mujeres. Los de ar-
gentinas no superaban en general las tres o cuatro pensi onistas.
Otro aspecto está vinculado con la obvia activida d específica de los
burdeles. Según las teorías en boga, parecería irse a ellos para comp o-
ner, ejecu tar y bailar tangos . Por el contrario, la rentabilidad de los l o-
cales se fundaba en el comercio sexual. De emplear masivamente su tie mpo
las pupilas bailando con eventuales clientes, éstos dejarían de serlo, trans-
formándose en invitados a un evento social. Resulta rían así los prost íbulos
sociedades recreativas sin fines de lu cro, donde se concurría a esc uchar
música y danzar. Reiteramos referir a burdeles de nuestra ciudad, no in-
227
teresándonos eventua les sucesos erótico -danzantes ocurridos fuera de ella,
en base a otras modalidades operativas.
Recordando se suele decir haber tangos prostibularios y sido analf a-
betos musicales quienes los componían y ejecuta ban, debemos concluir h a-
cerse en tales sitios la música sin cor cheas, semicorcheas, sostenidos ni
bemoles. Pero como no conoce mos ningún tango sin ellas estas notaciones
pasarían a ser pautas musicales lupanarias, subrepticiamente compartidas
por los géneros "serios". Otro absu rdo.
Tampoco queda aclarado cuándo y debido a qué el tango dejó de ser
música prostibularia, qué atributos tenía y perdió, cuál era la diferencia
musical entre antes y después, dónde se hallaba el sello identificatorio, lo
revelador como perteneciente a tales ambientes y haber dejado de serlo.
Nos admira sean capaces de establecer tales diferencias; como escribieron
sobre ello, evidentemente las identifican. Mas olvidaron expli cárnoslo.
Muñidos del libro de los Bates, revisamos lupa en mano lo dicho por
los inspiradores y fundamentadores del tango prostibu lario. Primera lect u-
ra: el texto es totalmente ambiguo, no dando la tesis como propia ni ajena.
Dejan sujeto a libre interpretación aspectos al parecer fundamentales del
tema, los cuales hubie se sido necesario aclarar. Véase lo curioso del caso:
hablan y teorizan no pudiendo dar precisiones respecto lo dicho, supuesto,
imaginado. Excelente tratado sobre fantasmas. Segunda lectura: ejemplif i-
cando, del siglo anterior dijeron:
228
ilustrativas según los Bates del génesis de la milonga, haber sido prese nta-
das por otros autor es como antecedente de letra tanguera . Ni unos ni
otros documentan sus afirmaciones en cuanto a géneros musicales. Damos
ambas por inválidas (2).
Recurren nuevamente a las academias, esta vez para nombrar alg u-
nas bailarinas. Mencionan a "La Tero" (3), " La Parda Flora", "La Barquin a-
zo" y "Antonia la Chata", las cuales
229
sobre los cuales dimos amplia explicación (véase capítulo 3). Resulta ll ama-
tivo dónde sitúa el asesor los lugares en los cuales se rendía "culto al tan-
go". De la media docena de citados, tres pertenece n a Palermo, lo cual pa-
rece incongruente: en plena zona de paseo aristocrático... ¡tan gos lu-
panarios!.
En el Parque Tres de Febrero de Palermo al ser inaugurado como tal,
se alentó mediante concesiones el establecimiento de sitios donde los p a-
seantes pudieran tomar un refrigerio o alimen to, siendo desde siempre lu-
gar concurrido por lo más selecto de la población. De allí la incongruencia
de ligar al tango con el bajo fondo y a la vez con parajes que, como v emos,
eran frecuentados por gente elegante.
El tema "Palermo" ha sido manoseado y por ello queremos agregar
algunas precisiones. Sin un prolijo estudio de la época y el lugar, ha de
ocurrir lo dicho por Becquer en la carta 4 de "Desde mi celda": "Leerán la
historia sin saberla explicar y ve rán moverse a nuestros héroes nacionales
con la estupefacción que los muchachos ven moverse una marioneta, sin
saber los resortes a que obedece" . La confusión y contradicciones sobre lo
ocurrido, se originan en desconocer las características de la zona y los bos-
ques de Palermo.
Había distintos cuarteles y depósitos de pólvora en ambas márgenes
del Maldonado, junto al cual se alzaban viviendas preca rias habitadas por
pescadores, chinas cuarteleras y familiares de soldados. Sobre la actual Av.
Santa Fe hasta el pue nte del arroyo, había numerosos cafés.
A su vez en el extremo del actual zoo lógico lindando con la Av. del L i-
bertador (entonces Av. Alvear), haciendo cruz con Acevedo se hallaban los
Cuartos de Adela, con sistentes en un café y conventillo donde hubo de ocu-
rrir de todo. En la década del '90 fue refaccionado, tomando el nombre de
Orión. Allí en 1898 Juan B. Paso mató de un balazo a Fernando Ra mallón al
hallarlo cenando con su ex amante Joaquina Marán, cor tesana si las hubo,
a quien Bergamino dedicó el t ango homónimo. El asunto causó revuelo por
ser dos niños bien los involucrados en el crimen.
Hubo otro almacén y conventillo, el de Piazza, si tuado en los fondos
del Cuartel de Artillería, donde los inciden tes con soldados y policías no e s-
caseaban. Tanto en él como en los Cuartos de Adela, hemos datado alg unos
típicos bailes de con ventillo.
Vemos pulular en la zona una población heterogénea, compo niendo el
cuadro humano chinas cuarteleras, soldados, vigilantes, niños bien, cort e-
sanas de toda clase, familias que se habían mu dado desde el centro, etc.
Estamos hablando de las orillas del Bosque de Palermo, rodeado por hue r-
tas, casas de familia, el mercado, la comisaría, numerosos cafés, los ci r-
cunstanciales pasajeros del tranvía que unía el centro con Belgrano... y los
inefables visitantes del propio bo sque.
Con relación al tango... únicamente hemos datado la muerte de A rge-
rich en El Kiosquito, debiendo esperar hasta 1904 para ha llar el segundo
registro. En ambos casos el tango no sólo había nacido, s ino lucía bigotes
(11). Los cafés y restaurants interio res del bosque diferían de los circu n-
dantes, al igual que la concurrencia. Lo expuesto surge de la document a-
ción consultada y no de lect uras de textos.
Algo debe quedar en claro frente a los Bates. No se los pue de consi-
derar como historiadores; nuestras enmiendas hablan en tal sentido. Ta m-
poco atribuirles haber afirmado el origen prosti bulario del tango. No lo d ije-
ron taxativamente y si lo sugirie ron, tal conclusión corrió por cuenta de
230
lectores y quienes escribieron "interpretándolos", haciéndoles decir lo no
dicho textualmente. A lo sumo los Bates brindaron datos inexactos, con los
cuales cada cual compuso la fábula deseada (véase capítulo anterior). No
se interesaron, comprendieron ni supieron e l fenómeno social abarcativo
del tango. Su asesor en la materia menos. Y si además hay iluminados c o-
nocedores de lo que "en realidad" quisieron decir, el equívoco es total.
Por ejemplo cuando hablan de academias afirmando "sirvieron de
refugio, etc.", el vocablo es impecable. "Refugio" no implica gestación
ni nacimiento; en ninguna parte de la obra le asignan tal sentido. No p o-
dría brindarse refugio a algo inexistente, es obvio; luego se originó en
otra parte.
Si en ellas se bailó el tango, en caso de ex istir según la época de la
cual hablemos, es lógico haberlo hecho como con cualquier otra danza de
moda. Lo increíble sería lo contrario, que no se bailase el repertorio de g é-
neros musicales del momento; si el tango lo integraba, habría sido un co n-
trasentido haberlo excluido.
Los adscriptos a los "orígenes" prostibularios, traen ejem plos o su-
puestas pruebas falsas. No leyeron imparcial o inteli gentemente a los B a-
tes. Una última probanza: suelen citar a María la Vasca, Laura, etc., sin re-
parar estar incluidas en lo que aquellos llamaron "segunda época", de
1900 a 1920, cuando el gé nero había asumido un rol masivo. A pesar de
ello, los fervientes seguidores relacionan dichas mujeres con el período he-
roico, de balbuceos, de gestación, nacimiento o lo que se les haya ocurrido.
No dominándose la cronología de los hechos, no tiene sentido discutir
lo dicho por quien tenga tal carencia; sería como hacer lo sobre reglas gra-
maticales con un analfabeto. Así sucede con la "historia" del ta ngo.
231
Notas.- TANGO PROSTIBULARIO
232
Pasaron algunos instantes, pero notando que Botaro h abía esca-
pado de los brazos de Figueroa, apresuró el paso dando voces de
auxilio.
Poco había andado cuando resbaló y cayó en tierra y se vio a lcan-
zada por su perseguidor, quien descargándole un golpe con el ar-
ma que esgrimía, le infirió la lesión que hace referencia.
Inmediatamente Botaro y sus compañeros fugaron en distintas di-
recciones, sin que los agentes que en seguida acudieron cons iguie-
ran aprehender a ninguno de ellos.
Filomena Castro, agrega que entre quienes acompañaban a B otaro
reconoció a Pedro N . (a) "El Ruso" soldado, desertor del B atallón
1º de Infantería de Línea, alto, delgado, blanco, bozo rubio, ojos
azules y el cual vestía pantalón claro, camiseta a cuadros c elestes
y blancos, sombrero chambergo color café y alpargatas, etc."
Citas en a Nota Nº 3. -
1.- Archivo Policía, Cia.10 L.6 F.243, 18 -02-1882. Habría un tercer sitio, si
los nombrados, como sospechamos, no fueran el mismo lugar. Véase la No-
ta Nº 10 en este mismo capítulo, de Tancredi.
2.- Archivo Policía Cia. 1 L.31 F.395, 16 -08-1879 y en F.444 del 27 -08-
1879. Otro registro Cia. 1 L.33 F.260, 15 -10-1880. En la Guía general de
1886, figura como tal.
3.- Archivo Policía Cia. 18 L.2 F.323, 14 -01-1883.
233
6.- Hemos recogido alguna información acerca de El Prado. Se inauguró en
1885 (1). Para tener idea de su capacidad, los albañiles en huelga realiz a-
ron allí una asamblea, parti cipando alrededor de 4.000 (2).
En 1887 se realiza la 2da. Exposición Italiana en El Prado Español. Desde
el 2 de octubre, desarrolla sus veladas danzantes, siendo su empresario
José García. Poseía "un espléndido salón y un escenario para banda" (3).
Ese año "la empresa del Prado acaba de ensanchar el salón, dándole 25
metros más de largo" (4).
Los avisos decían: "bailes populares, concierto vocal e instrumental, ba n-
durrias, guitarras y panderetas, aires nacionales, peteneras, malagueñas,
jotas. Confite ría: gran surtido en fiambres, empanadas a la criolla, vino del
Rivero, etc. Hay grandes comodidades para s eñoras y niños" (5).
"Los bailes populares y aires nacionales comenzarán a las 2 y media de la
tarde" (6). La entrada para los hombres era de 1$. El 1º de Mayo de 1890
los socialistas celebran allí el Día del Trabajador. En enero de 1892 se
transforma en el Nuevo Pasatiempo; en 1894 en Teatro de Verano, "cía.
cosmopolita de canto, baile, dúos, operetas, pantomima; función todas las
noches".
En 1899 la Dirección de Rentas pide la clausura por falta de pago de la pa-
tente respectiva (7).
Citas en Nota Nº 6.
1.- La Nación Nº 7.460, 27 -09-1894, p.3 c.6
2.- La Nación Nº 7.437, 15 -08-94, p.5 c.7, "Reunión de albañiles hue lguis-
tas".
3.- El Diario, 23-03-1888, p.2 c.1
4.- El Diario, 28-01-1888, p.2 c.3
5.- La Tribuna Nacional Nº 2.461, 09 -09-1888
6.- La Prensa, 14-09-1890
7.- La Nación Nº 9.068, 18 -02-1899, "Municipales".
7.- AGN, Sucesiones 6.356. De este legajo tomamos los datos que siguen.
Juan Hansen, Hamburgo 1847 - Buenos Aires 04-04-1892, casado con Ana
Anderson, Irlanda 1850 - Buenos Aires 25-10-1889, con siete hijos. Los de-
talles del inventario demuestran que el local era un restaurant, cervec ería
y confitería, muy importante y bien equipado. Las actividades las cont inuó
la sucesión hasta el remate, llevado a cabo los días 22 y 23 de abril de
1893. La intimación municipal lo denomina "Hotel Hansen"; los avisos del
remate, lo dan como "resta urant".
A fojas 111 se indica que la Mu nicipalidad arrendó el local a Enrique L a-
marque, corriendo la locación desde el 1º de abril de 1893.
Noticias periodísticas nos informan que el concesionario desde 1897 fue un
tal Sebastián Monich, quien hubo de abonar 650 $ mensuales de alquiler,
comprometiéndose a hacer mejoras por 10.000 $, las cuales quedarían en
beneficio de la Municipalidad (2).
El personaje, casi venciendo la concesión, aparece en un parte policial n o-
minado como Monsch en vez de Monich. Hay un evidente error, no desca r-
tando haya sido nuestro al decodificar el parte, cuyas caligrafías no suelen
ser ideales para el investigador.
Ahora vamos a encontrarnos con varias novedades: que el Han sen fue co-
nocido también por el apellido de su tercer conce sionario, identidad de a l-
gunos frecuentadores, grados militares, etc.:
234
"Ayer a las 3 a.m. el oficial inspector Alfredo Bouchez, que se e n-
contraba próximo al Café conocido como de Monsch, sito Av. Sa r-
miento y vías del Ferrocarril Central Argentino, ob servó gran
aglomeración de personas en di cho paraje y vió que los Sres. R o-
dolfo Castro Feijoó, domiciliado en Azcuéna ga 997 y Eduardo M.
Naón, Venezuela 945, que se hallaban sentados a una mesa aco m-
pañados de las mujeres Doralina Ro dríguez y Elena Campostegui
(?) que viven en Libertad 58, promo vieron un incidente con los
ocupantes de una mesa pró xima donde se hallaban el sargento del
9º de Caballería Car melo Gutiérrez, el soldado conscripto Gustavo
Van del Verg del 3º de Infantería y Dn. Fernando Martínez entre
otros.
Tanto Naón como Castro Fe ijoó, manifiestan que Gutiérrez y sus
acompañantes se reían de ellos y les tiraban pelotitas de papel, en
tanto éstos se excusan manifestando que sin causa alguna ellos
fueron provocados a pelear por Naón y Castro Feijoó.
Declararon a más de las personas n ombradas el dueño del Ca fé,
Dn. Baltasar Monsch y los mozos del mismo Próspero Da miano y
Pedro .... (ilegible), domiciliados éstos en Junín 362 y Diamante
983 respectivamente, sin que puedan conocer con exactitud las
causas y principio del incidente.
A Castro Feijoó lo he remitido al Departamento comunicado, ac u-
sado de atentado sin armas a la autoridad y en cuanto a Naón,
obló la multa correspondiente por el desorden promovi do" (3).
235
Acerca de actividades de orquestas, al cruzar información con la fecha de
nacimiento de quienes se les atribuye haber actuado, resultaría imposible.
Hemos dado como primicia la fecha de su desaparición. Ni este elemental
dato era conocido; por ello en los papeles pudo actuar cualquiera y cuando
fuese.
Citas en Nota Nº 7.
1.- Ver La Razón, 16-03-1912, "Desalojo del café Hansen".
2.- La Nación Nº 8.950, p.7, "Municipales - Parque 3 de Febrero".
3.- Archivo Policía Cia. 17 L .82 F. 38/39/40, 25 -02-1902.
Citas en Nota Nº 8
1.- Archivo Policial Cía.17 F.163, 09 -11-1881.
2.- La Nación, 23-09-1888, "Municipales".
3.- Archivo Policía, Cia.1 L.12 F.3 nota 249, 08 -03-1891.
4.- Archivo Policía, Cia.17 L.12 F.145 Nota 591, 11 -07-1891.
236
5.- La Argentina, 29-01-1908, "Pareja brava".
6.- Fray Mocho Nº 132, 06 -11-1914, "El tambo de Palermo".
Citas en Nota Nº 9.
1.- La Nación Nº 8.971, 12 -11-189, p.6 c.4, "El velódromo de U.V.A.".
2.- El País Nº 2.980, 18 -03-1908, p.3 c.6, "Establecimien tos clausurados"
237
los rasgos de carácter de la señora en diversos hechos; en uno de ellos,
golpea con violencia a una ramera (3).
Detectamos la presencia de Tancredi en la Academia de Solís y Estados
Unidos, conocida como La Alpargatería, pertene ciente a un tal Luis Casas,
siendo acometido en ella a puñaladas, por primera vez (4). Toma la Ac a-
demia en diciembre de 1870 y en 1872 era la única en la sección policial
18, según decía el Comisario (5). No sab emos hasta cuándo la mantuvo.
Tancredi da muestra de su genio; estropea malamente dos veces a una
prostituta, la cual curiosamente aparece en nuestros registros inicialmente
como bailarina. Vivía en el conventillo contiguo a la academia de Zanni.
A raíz de este hecho, el cual muestra la complicidad entre el médico policial
y el agresor, se lo identifica de 35 años, casado, italiano, dueño de casa de
baile en la Boca (6).
Otro sumariante lo describe así:
238
1.- AGN X 34.9.3 L.441 F.411, 22 -05-1869
2.- AGN X 34.11.2 L.469 F.182, 10 -02-1862
3.- AGN X 34.11.2 L.469 F.213, 13 -04-1870
4.- Archivo Policía, Cia.18 L.1 F.146, 29 -11-1870
5.- Archivo Policía, Cia.18 L.2 F.373, 10 -10-1872
6.- AGN X 34.11.2 L.469 F.322, 13 -12-1870
7.- AGN X 35.7.4 L.613 F.32, 18 -02-1874
8.- AGN X 35.7.4 L.613 F.145, 20-06-1874
9.- AGN X 35.7.4 L.613 F.249, 29 -12-1874
10.- Archivo Policía Cia.20 L.3 F.66, 04 -10-1875 y F.86, 27 -10-1875
11.- Archivo Policía Cía.20 L.3 F.250, 18 -08-1876
12.- Archivo Policía Cia.20 L.4 F.41, 22 -02-1877
13.- Archivo Policía Cia.20 L.4 F.100, 06 -02-1877
14.- Archivo Policía Cia.20 L.4 F.293, 02 -01-1880
15.- Archivo Policía Cia.18 L.8 F.43, 18 -04-1881
239
niño, da sus vueltas con la dama ajena en el improvisado salón al
aire libre. Y al d ibujar sus primeros matices en el cielo la aurora,
garabos, minas y aurigas en franca comunión emprenden la retir a-
da, dejando sobre las me sas de los cafetines un tendal de copas,
cuyo contenido re petidas veces vaciaron los concurrentes sin di s-
tinción de sexos y profesiones. A veces se deja firmada una ad i-
ción, boleta que el dueño no tiene el m enor inconveniente en acep -
tar, pues sabe que los muchachos "trabajan" y que para ellos la
"moneda" no es artículo de lujo.
Esta madrugada, uno de esos tantos bailon gos se transformó en
campo de Agramante, haciéndose necesaria la presencia de varios
agentes de la Comisaría 17a. para calmar a la alboro tada clientela.
Un tertuliano bastante "curdo" (vulgo em briagado), la empre ndió a
moquetes con una dama que habíase n egado a "valsar". I ntervino
el "garabo" de la trompada y éste a su vez propinóle al enfarolado
una buena dosis de trompadas. A partir de este segu ndo encuentro
la lucha se hizo general. Volaron mesas, copas, sif ones, sillas, etc.
Hubo desmayos, corridas, c hichones, pataleos y una que otra lige-
ra confusión.
Los agentes de la 17a. lograron arrestar a los sujetos Eva risto
Lanzoni (a) "Palomo" y Desiderio Wheil (a) "El Gamo" y cuatro mu-
jeres. En un calabozo de la comisaría respectiva han sido det eni-
dos hasta tanto satisfagan la multa. El resto de la comparsa l ogró
fugar. El dueño del café, una vez des alojada la casa, dedicóse a la
tarea de recoger del campo de batalla los despojos de la co ntien-
da. Quedaron ligas, carte ras, sombreros con plumas y sin pl umas,
abanicos, bastones, mechones de cabello, medio viso de seda y va-
rias corbatas voladoras, prendas todas que guarda el mes onero pa-
ra restituirlas a sus dueños".
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XVIII
DONDE ESCUCHAR TANGOS
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El mismo cilindro bien cuidado puede durar unos dos
años. Asimismo su precio de costo no baja de 60 a 80$. C a-
da uno puede tocar diez piezas; pero cada tres o cuatro m e-
ses hay que cambiar una que otra sonata, reemplazándola
por algún trozo de la última zarzuela en bo ga. Es de notar-
se, en efecto, que el piano mecáni co está por lo general al
corriente del movi miento musical y teatral.
Tan pronto como se sabe de alguna zarzuela aplaudida en
el teatro, el afinador compra la partitura. La toca toda e nte-
ra; elige en ella los aires capaces de agradar al público, los
más fáciles de grabarse en la memoria; selec ciona en dichos
aires aquellas frases más susceptibles de ser popul ares; con
el todo hace una especie de "pot -pourri", simplificando el
acompañamiento, dando a la fr ase sensacional mayor impor-
tancia que la que tiene en el texto original. Y todo ello lo
confía a los clavos del cilindro.
Los pianos mecánicos, en fin, pagan al fisco una patente
anual de 65 pesos, pues últimamen te ésta ha sido aument a-
da en 15 pesos.
Como se ve, constituye toda una industria." (1)
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La teoría de hallarse marginado el tango hasta el concurso organizado
por De Marchi, puso a ciertos músicos de entonces en extraña competencia
durante la década del '30, con relación a quién de ellos fue el primero en
conquistar el centro luego de 1910. A la fecha que los declarantes dijeron
haber superado la valla eran jóvenes inexpertos, siendo el centro reducto
de profesionalizados, de quienes tenían tras de sí lo no poseído por ellos:
oficio acreditado.
Parecen no tener idea de lo sucedido antes de su "conquista", al con-
fundir la historia con datos autobiográficos. Mucho antes de 1910 el tan-
go era un elemento fundamental sobre el cual se apoyaba el teatro n acional
y en los bailes de carnaval, lo vimos presente desde el siglo ant erior.
¿Dónde estaban los teatros donde ésto sucedía? Por supuesto en el cen-
tro. Y aún si hubiera nacido como irres ponsablemente se dice en las aca-
demias o peringundines, la mayor parte de tales locales también fu eron
céntricos o próx imos.
Quizá por conocer tales sucesos, su logro pretendió reducir se a intro-
ducir el tango en los cafés. Comienzan entonces las adjetiva ciones sobre
ellos: el café Tal, "verdadera catedral del tango", el café Cual, "verdadera
vanguardia de nuestro querido tango" y otros barbaris mos lingüísticos. En
su afán de adjetivar omitieron contar, des cribir, analizar el sitio, su públ i-
co, repertorio, etc.
Quedó consignado en páginas anteriores -ver Capítulo 10- lo dicho
por un cronista del momento, testigo de lo sucedido a su alre dedor, quien
daba como habitual en 1907 tocarse tangos en los ca fés. No resulta
cierto haberse necesitado ir a La Boca en tales años para disfrutar la ej e-
cución de tangos, por ser la única zona en la cual se los admitía, teoría t e-
nida por veraz en la mitología tan guera. El documento en principio la inv a-
lida y exige verificación.
Surge la necesidad de confirmar el aser to y aquí entra en escena el
inconveniente de la realidad: lo usual, lo cotidiano, lo que no llama la aten-
ción, no se documenta periodísticamente. No resulta esperable se oc upasen
los diarios en la sección socia les, informar que en determinado café podían
escucharse tangos, ni del estreno de algunos de ellos. Tampoco en la ac-
tualidad se dan tales noticias. Las referencias tienen carácter secu ndario,
al pasar, con motivo de algún suceso que mereciese ser periodíst icamente
destacado.
"Sucesos", "hechos" de tal naturaleza no pueden ser frecuentes, e s-
tando en una sociedad organizada con reglas y autoridades para hacerlas
cumplir. No es esperable un elevado número de situaciones policiales en
los cafés y menos con el tango o sus músicos como protagoni stas.
Resumiendo el tango estaba en los cafés y por no ser noti cia, se ob-
viaba su mención. De lo común no se suele hablar. Así como no se consi g-
naba qué tangos se ejecutaban ni por cuál or questa, tampoco se informaba
la marca comercial ni la calidad del café con sumido por los parr oquianos.
Alguien ofició de historiador. Refiriéndose al tema, decía:
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tes eran ya populares las orquestas de Firpo, P acho, Arolas,
el Tano Genaro y alguna otra, denominadas siempre el "ter-
ceto Firpo", el "terceto Pacho", etc., según el nombre de su
director, que comúnmente tocaba el piano.
No hay necesidad de decir que los cabarets se apresur a-
ron más aún a acoger al tango y a convertirlo en número
inexcusable de sus diversiones" (6).
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Al compás del tanguito de moda, en cierto salón oculto,
movíanse las tabas masculinas y femeninas, hasta que el
cansancio imponía una vuelta de aperitivo.
Parece que el propietario de tan original "bebestible", a
pesar de sus esfuerzos e innovaciones, fuese al bombo d e-
clarándose "forfait", etc.". (7)
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sin antecedentes, incorporar a su re pertorio tangos para ser gra bados. Su
ejecución debía ser habitual desde un impreciso "an tes", aceptándolo el
público; por eso fueron llevados al disco.
Queda demostrado que los cafés incorporaron tangos en el repertorio
de sus conjuntos, antes del mít ico 1910. No podemos pensar que el testigo
de 1907, haya puesto ejemplos falsos; los lectores hubiesen advertido el
absurdo. Tampoco pudo haber aparecido es pontáneamente en tal año. N e-
cesariamente antes de generalizarse debió comenzar a integrar los repe rto-
rios de a poco, insumiendo un cierto lapso hasta ser habitual.
Reconocemos hablar de un impreciso "tiempo atrás". Vayamos a él.
Nos han contado que Roncallo dirigía la orquesta del hotel El Americano,
situado en Carabelas y Cangallo. Era muy amigo de V illoldo, quien un día
de 1905 le llevó su tango "El Choclo". Como dicen estaba prohibida esta
música, Roncallo lo estrenó subrepticiamen te bajo el rótulo "danza amer i-
cana", teniendo rotundo éxito. De lo dicho se desprende que "El Choclo"
no era un tango , o el público un grupo de imbéciles, a quienes se lo h a-
brían hecho pasar por una zamba o vidalita sin que se diesen cue nta.
No sería posible, ni aunque como se dice vulgarmente tuviesen “un to scano
en la oreja”.
Existe documentación: un programa musical del sexteto dirigido por
Roncallo, fechado 7 de febrero de 1903 (9). En él se observan no uno sino
dos temas descriptos genéricamente como "Danza criolla", figurando en un
caso el director como autor y Villoldo en el otro. No sabemos si se trataba
de El Choclo ni cuál era el tango de Roncallo. Decimos haber sido tangos
por especializarse ambos autores en tal género, no siendo esperable pr odu-
jesen temas "folklóricos" o de tierra adentro. E insistimos: por entonces el
tango era considerado como una danza criolla, lo cual justificaría tal de-
nominación sin necesidad de otras impl icancias.
Y si de Roncallo hablamos, la casa Breyer publicitaba diariamente co-
mo novedad partituras, entre ellas tangos de este autor. Estando así el gé-
nero sin duda socializado, no resulta clara la razón de haberlos supue sta-
mente ocultado. Se puede argüir que Roncallo tenía cierta prevención con
el género, que ni la amistad con Villoldo le permitía traspasar frente al p ú-
blico y otras cosas por el estilo.
La realidad demuestra que e l prestigioso diario La Nación en su se c-
ción "Libros y música" del 18-07-1905 -precisamente el año de lo habi-
tualmente dicho sobre “El Choclo” -, anuncia la edición de su tango "El pu-
rrete" y el 29 de ese mes la de "El porteño". Queda demostrado que a las
conjeturas y macaneos se los lleva el viento, evidenciando así la libre y pu-
blicitada vinculación entre Roncallo y el tango.
Es usual referir a la anécdota en análisis, mas sin explici tar quién
ideó tal patraña. El "honor" le cupo al Sr. Francisco García Jiménez, nacido
en 1899 y quien publicó "Así nacieron los tangos" en 1965. En tal obra per-
geña una conversación entre Ron callo y Villoldo -sí, imagina un diál ogo-,
de lo cual surge el supuesto suceso tomado luego como... ¡verdad históri-
ca!. Realmente increíble. Hemos dicho que el diálogo ha sido imag inario,
pues García Jiménez tenía 6 años de edad en 1905, lo cual imposib ilita ha-
ya sido testigo presencial de la charla entre dos avezados y adultos tan-
gueros. Y aún el hipotético caso de que sí, no resulta suponible la haya
grabado para reproducirla textualmente 60 años después. Lamentabl emen-
te, en su libro olvida puntualizar si el "diálogo" fue anterior o posterior al
aviso de La Nación publicitando la edición de tangos de Roncallo...
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Lo anterior nos perm ite acotar específicamente sobre tales farsantes
y sus imitadores. La "escuela" en boga para tratar el tema tango se basa
en familiarizarnos con supuestos sucesos im portantes, revelados merced a
un falso pedantismo retórico inve rificable, coloreado con la hinchazón e nfá-
tica de metáforas y el estrépito de frases hechas y huecas, infautadas en
borbotones de palabras sonoras y "pinceladas" costumbristas... desde lu ego
manifestadas con la equívoca naturalidad propia del testigo contem -
poráneo. No necesitan investigar aburridos documentos. Por el contrario
"imaginan", "intuyen" o "vislumbran" el cómo, dónde y por qué de las
cosas... copiándose entre ellos.
De los desaguisados expuestos surge un inmutable y venerado esp é-
cimen: el "especialista" en tango , verdadero aparato regis trador que
funciona automáticamente accionado por aplausos y loas, despreocupánd o-
se por comprender ni entender lo que cree que "sabe". Y muchas veces, ni
siquiera supone haya algo que necesite ser comprendido o entendido. ¡Si la
historia del tango es muy fá cil y está esclarecida...! ¿Cómo que no? ¿Cómo
que es parte de un complejo fenómeno? ¿Qué fenómeno? ¿Y qué es un f e-
nómeno?... Así es difícil debatir o intercambiar conocimientos. García Jim é-
nez es un claro ejemplo de estos personajes: vivió "enseñando" más de
lo que sabía.
Fundamentaremos a continuación la interpretación de tangos en re s-
taurants, desde mucho antes de 1907. Nuestro propio cuenti to comienza
diciendo que a uno céntrico llegó una noche un cliente, quien "aún cuando
por su aspecto, estaría bien en cual quier fonda, es servido al dedillo" .
Queda claro no tratarse de un fondín de mala muerte, sino un restaurant de
cierta categoría. Se generó un desorden y al retornar la calma,
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corte, aquellos se fueron a las manos, camb iándose también
algunos bastonazos.
Las mujeres asustadas dieron gritos y se produjo tal a lbo-
roto, que tuvo que concurrir la policía a imponer el orden.
Fueron detenidas varias de las personas que tomaron par-
te del desorden". (11)
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La descripción y hábitos de los concurrentes, nos exime adivinar h acia
qué género orientarían sus preferencia s. Destacamos algo fundamental:
eran bailes familiares .
El texto se emparenta con la leyenda negra del tango y lo traemos ex
profeso para ventilarlo. Lo sorprendente no es su contenido, posible en t o-
dos sus dichos, sino la ausencia de comentarios editori ales en otros diarios,
de haber sido masivas estas situaciones. La falta de noticias en la sección
policiales no hace creíble la violencia descripta, cuando la página roja era
uno de los grandes atractivos incluso en los diarios llamados se rios.
No poder cruzar información nos hace tomarlo a título de inventario.
Un registro de un año después (14), tampoco permite generalizar sobre los
bailes sociales. Veremos luego en detalle uno de ellos. Si bien llevaba tal
nombre, lo que menos tenía era de "centro soc ial".
La Razón fue el primer diario de noticias no vinculado a ningún part i-
do político, candidatura o religión. Luego debía nu trirse de información g e-
neral, interesante para el público al cual iba dirigido, desprovista de aqu e-
llas connotaciones. Lo sor prendente de la nota incorporada y de otras es el
tono apocalíptico, propio del púlpito:
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Decididamente, el sedimento del mal tiene fuerza vital y a
poco que obre sobre cualquier agente instigador, surge a
flor de piel, mostrándos e en toda su amplitud.
La evocación es completa, salvo en algunos detalles. No
existe el "bastonero" pero sub siste el sistema de la "lata"
que da opción a bailar una pieza; al órgano de manubrio lo
reemplaza la "orquesta (¿por qué no se llamará murga?) t í-
pica" y todo lo demás, igual. Como antaño. El director de la
orquesta, en mangas de camisa; las mujeres sentadas en
bancos de madera, aline ados, contra el muro; el propie tario,
o regente, tras el mostrador despachan do "latas"; las pare-
des con churrigeres cas decoraciones; la baranda de madera
separando a los danzantes de los mirones y éstos ocupando
simples mesas baratas entregados a la bebida. Y mientras,
allá en el centro de la sala:
251
En otro aspecto surgen de este absurdo y delirante texto, similitudes
con ciertos conceptos paradigmáticos de posteriores letras de tango y sus
pretendidas exégesis psicoanalíticas, míti cas y esenciales: bailan "seria y
solemnemente" , "como los oficiantes de un rito ", "la danza trágica".
Cualquier lector mínima mente avezado en letrística y sesuda "filos ofía"
tanguera, notará la familiaridad de tales venerables frases arquetíp icas.
Véase qué uso tuvieron originalmente: descalificar al tango, sus or-
questas y bailarin es.
Unos años más tarde, se intentó historiar los sitios donde se bailó el
tango:
252
¿Cómo supuso el autor que era transportado? . Una cosa es llegar a un
baile portando una guitarra, un ban doneón o una flauta, pero un piano...
Continuando con ellos, las primeras orquestas habrían sido exclus i-
vamente de "mozos aficionados que tocaban de oído y en sus horas de
ocio". ¿Pretende informarnos de la ausencia de músicos profesionales ?
¿O que habiéndolos, en ningún caso integraron or questas con repert o-
rio de tangos ? Desde principio de siglo, ¿a qué se dedicaban Pacho,
Greco, Canaro, Firpo y tantos otros? ¿O sólo tocaban en el Colón o
aristocráticas mansiones, despreciando los bailes de patio, cafés y
fondines? Ellos mismos dejaron tes timonio de lo co ntrario.
Con la imprecisión habitual anoticia haberse convocado or questas pa-
ra amenizar lugares públicos, con un intemporal "no se tardó". Hemos do-
cumentado cuándo sucedió tal aparición y en qué lugare s.
Resulta llamativo no mencionar ninguna de las dos notas an teriores,
al Hansen. Cabe preguntarse si su fama no será por ha ber resultado eufó-
nico el vocablo a los letristas y de allí su mención c omo lugar de baile.
En cuanto a "pasar el platito" , habría confusión entre los conjuntos
callejeros del siglo pasado y los músicos instalados en los cafés, a quienes
contrataban; eran profesionales jornaliza dos. Si hay algo de cierto en
las memorias de Canaro, aportarían otra contradicción: si los músicos eran
atracción para la concu rrencia debían tener cierta estabilidad laboral, no
pudiendo estar sujetos a los avatares del óbolo voluntario. Por otra parte
los clientes no eran gente de recursos, debiendo pensar muy bien antes de
pagar los 10 centavos que val ía un café amenizado con o rquesta.
De los ejemplos dados y vistos, sacamos algunas conclusio nes. En
primer lugar, la necesidad de confrontar múltiples docu mentos entre sí. Por
caso, si sólo contásemos con el anterior, nuestro enfoque del origen de la
actuación y formación de orques tas hubiese sido erróneo. Ni hablar de
quienes no cuentan con documentación alguna: sólo les queda el viejo r e-
curso de "guitarrear".
Segundo, no haber ninguna razón particular para anunciarse la pr e-
sencia de alguna orquest a en las publicaciones; menos aún su repertorio.
Las eventuales menciones están sujetas a sucesos marginales, los cuales
así como su ambientación, no caracterizan un género musical. Todas las
sociedades tienen una cuota de mar ginalidad, no siendo el objet o de la
obra estudiar los motivos por los cuales algunos integrantes cayeron en tal
situación. Habiendo probado estar el tango sociabilizado, circunscribirlo a
elementos marginales es negar dicha realidad o pretender no haber tenido
aquellos contacto con el resto de la sociedad. Siempre hu bo argumentos de
corte político o ideológico para descalificar a ciertos sectores de la pobl a-
ción. Conocido el hecho, como regla al historiar no se debe tomar esta r e-
tórica intencionada como verdadera.
Sin embargo, se lo hace respecto del tango. Obsérvese: suponen que
los marginales sólo escuchaban tangos y eran sus únicos consumidores, es-
tando de moda para el resto de los porteños las mazurcas, polcas, schot-
tisch, valses, etc. Según este razonamiento caeríamos en el abs urdo de no
haber habido marginalidad hasta la llegada del tango o bien, como delin-
cuentes siempre existieron, tener el tango la antigüedad de la hum anidad.
Lo hemos dicho: cuando se afirma algo, al tiempo se niega otra c osa. De
allí el aconsejable silenci o, cuando no se domina lo tratado .
Una cosa son las consideraciones tendenciosas efectuadas contra
quienes lo hacían suyo y otra muy diferente que sean la historia del tango.
253
Para ser terminantes: en la cárcel, hay muchos presos católicos; concluir
por ello ser el catolicismo religión propia de delincuentes, no sólo es di spa-
rate sino canallada.
Los personajes entrevistados muchas décadas después de haber pr o-
tagonizado los sucesos, pusieron especial empeño en relatar haber vivido
sangrientos días en los lo cales donde actuaban. Le siguieron "luchas" y
"batallas", hasta "imponer" el tango y "con quistar" el centro de la ciudad,
"victoria" la cual se habría lo grado a partir de 1910. De sus declaraciones
resultaría no haber día sin muertos, trifulcas, escándal os al por mayor, de
los cuales estaban ellos perfectamente enterados. La policía y el periodi smo
habrían sido masivamente ineficientes o distraídos, pues regis traron una
ínfima parte.
Los Bates recogieron fielmente sus dichos. No diremos que sus co n-
sultados hayan sido mentirosos. A lo sumo hablaban de ellos, magnificando
su historia particular de imposible documentación, no la del género . Sin
ser gente preocupada por adquirir conciencia histórica, de escasa in struc-
ción los más, quizá dijeron lo creído con veniente para su promoción perso-
nal o artística. El producto final les dio ambivalencia entre víctimas y hé-
roes. Estaban rodeados de guapos y valientes, de asesinos y vengad ores,
exclusivos de los ambien tes que frecuentaban. Sin embargo al Jefe de Poli-
cía no lo mató un personaje conocido por ellos, de su círculo, admirador de
sus dones musicales, sino un ignoto anarquista. La bravura, arrebatos ase-
sinos y hasta diríamos la locura, no era privativa del tango como se nos
pretendió inculcar.
Tales narracione s de sucesos, los cuales no dejaron huellas doc umen-
tales ni son datados por sus relatores, no sólo resultan de sospechoso con-
tenido: al ser puestos a la luz de una veraz cronología, no cuajan. Té cni-
camente son anacronismos y por ende, falsos.
Finalmente, lo más penoso. Quienes pretenden ser "historia dores",
por incapacidad cognoscitiva de época no pudieron tamizar tales declar a-
ciones o peor aún, hicieron una libre lectura de ellas, transformando la his-
toria del tango en un juego de disla tes.
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Notas.- DONDE ESCUCHAR TANGOS
1.- La Nación Nº 8.065, 12 -05-1896, p.3 c.2, "Buenos Aires curi oso".
De Castelli no hallamos datos. De C. Catelli, sabemos ha llarse en 1886 en
Paraná 232; figuraba como afinador de pianos y en la misma dirección lo
registramos en 1907.
Salvi pudo tratarse de La Salvia. Hubo dos vinculados a los pianos en 1907.
Vicente (hijo), se hallaba instalado en Es tados Unidos 2213. La firma La
Salvia Hnos. la integraban Pascual y Miguel, dedicados a pianos y fabr ica-
ción de organitos. En 1886 los hallamos en Lorea 186, actual 420; luego en
Santa Fe 2080. Fueron además editores de música y entre ella, tangos.
A José Rinaldi y Hno. los hallamos en Ombú 760 en este siglo como afin a-
dores de pianos. Gesualdo dice que Miguel y José R inaldi eran oriundos de
Nápoles, arribando hacia 1880, co menzando a fabricar organitos en la d i-
rección dada por noso tros, posterior a 1889. Informa haber vendido el n e-
gocio en 1921. /V. Gesualdo, ob. cit. T.2 p.747, Guías de la época y arch ivo
propio de partituras./
Otro establecimiento era Turconi y Faranelli. Un aviso de cía: "Fabricantes
de pianos y órganos a cilindro. Especiali dad en pianos y aparatos autom áti-
cos relacionados a la músi ca. Afinaciones y composturas de pianos. Tr abajo
garantido a precios módicos. Rodríguez Peña 405" . /Gran Guía "La Nacio -
nal" de la República Argentina, 1907, Imprenta y Administra ción Cuyo
1348./
7.- La Razón, 05-06-1908, "El "Bar" de los tangos" / "Fuga del propiet a-
rio".
255
9.- Colección "Tango", fascículo Nº 13, p.195, 1980, Ed. Perfil
256
La agresión y homicidio.
Varios individuos formaban una patota; entre ellos estaba L. C.
Rafael Teodoro. Se pusieron de acuerdo para que uno invitara a la
compañera de Andrade a bailar y si se oponía, quitársela.
El pensamiento se puso en práctica en el momento y a Teodoro
fue el que le tocó en suerte la atropellada hacer.
Como era natural, Andrade se opuso a la solicitud y entonces lo
agredió a golpes de puño en compañía de varios am igos.
El atacado se defendió como pudo, pero al ver que Teodoro sac a-
ba un revólver para hacer f uego, desnudó el suyo e hizo dos di spa-
ros que dieron en el blanco. Uno de los proyectiles hirió en el pe-
cho y el otro en el corazón. Se desplomó y falleció en el acto.
El tumulto fue indescriptible y todos se vinieron encima, pero A n-
drade pudo salvarse apu ntando con el revólver a quien se arrim a-
ba, etc."
257
de la parte frontal que daba a los jardi nes, incorporándose al paseo. Su
propietario quedó con el sector hacia el sur (10).
No hallamos rastros de bailes en este jardín-recreo, ni referencia policial
alguna al respecto, lo cual no desauto riza pudiese haberlos por la noche; al
no haber escándalos, no quedó documentado. En general estos sitios tenían
diferentes actividades, según la hora.
258
259
XIX
ASUNTOS MARGINALES
260
Le piden esto, personas que están al tanto de lo que pasa
con la patota del Z Club, como se titulan ellos." (5)
Antes de emitir opinión, debemos saber algo más sobre estos bailes,
a lo menos llamativos:
261
Además el "simpático" Migoya tuvo el extraño val or de
querer medirse en lid violenta con una mujer indefensa, P e-
pa la Gallega, dueña de una "casa" de la calle San Juan, a la
cual acusa de haber, en complicidad con el inspec tor de la
parroquia de la Concepción don Eduardo Saavedra, sum inis-
trado los dato s sugerentes sobre su interesante persona a
nuestros colaboradores. El citado inspector de la Conce pción
ignorará quizás que Migoya lo anda arrastrando por el suelo,
por lo cual se lo significamos para que sepa a que atenerse
sobre la moralidad de su "cole ga".
¿Cómo es posible que el actual Inspector General, Don
Dimo González, funcionario recto y persona digna de aprecio
-según tenemos entendido - pueda tolerar por más tiempo la
permanencia en su empleo, de un funcionario tan inmoral e
indigno, que ignora l a ortografía hasta el extremo de escr i-
bir "arbitrario" con ¡h! (harbitrario) y también "hortografía",
que es socio fundador del Zeta Club que se especializa en la
organización de bailes de prostitutas, a los cuales concurren
todas las pupilas de los cland estinos de la ciudad?
Funcionarios públicos de esa laya deshonran a la adm inis-
tración comunal y justifican amplia mente la crítica más vio-
lenta que a ésta se pueda dirigir. Como ya tantas veces lo
hemos dicho, no podrían actuar con tanto descaro e i mpuni-
dad, "lunfardos" como Migoya y... tantos otros, si el ejemplo
nocivo no les viniera de arriba, de los miembros superiores
de la administración edilicia, que toleran entre las filas de
rectos funcionarios, a esos parásitos del escá ndalo, incapa-
ces de vivir co n el resultado del esfuerzo propio y que basan
su existencia de lujo y de continua pachorra, en el senti-
miento inexplicable que ellos pueden inspirar a inf elices mu-
jeres, de inteligencia obtusa y de escaso entend imiento,
como la infeliz Anita la Tuerta y l as demás que as eguran el
sustento de tan indigno individuo, a quien las ir onías de la
suerte han encargado de la vigilancia pública de los recintos
de escándalo y mala vida, en beneficio de la tranquil idad del
desgraciado vecindario.
¡En buenas manos está el pandero! (7)
262
Guidobono frecuentaba dicha casa, ha biéndose sostenido fue testigo de la
autoría de Rosendo Mendizá bal, puesta en duda por Ponzio, quien hubo de
atribuírsela muerto aquél.
María la Vasca dentro del tango resulta un ser eterno, míti co, habien-
do supuestamente protagonizado su casa sucesos fundamentales de la his-
toria tanguera. Casi parece que sin ella el tango tal vez se hubiese e xtin-
guido. Sus hazañas fueron referencia favorita de le tristas y fabuladores de
cualquier rango.
Detectamos más de una María con tal apodo. La cronológica mente an-
teúltima, fue noticia periodí stica (9). Por sus caracte rísticas no puede ser
identificada como la famosa. Posteriormente en el Registro de Apodos del
Archivo Policía, regístranse varias otras.
La dama en cuestión según determinó Jorge Larroca (10), se apell ida-
ba Rangola y había habitado en Carlos Calvo 2721. A par tir de entonces,
fue usual poner cara de entendido y saber el apellido de María.
Vamos a establecer dos cosas: quién era María la Vasca y cuándo
tuvo su famosa casa de Carlos Calvo 2721, debido que en ella se habría
estrenado según se afirma, el tango "El entrerria no" en 1898.
Los Bates, quienes vaya a saberse porqué, tuvieron el tino de dividir
su obra entre antes y después de 1900, la incluyeron entre los pers ona-
jes de este siglo . Los leyeron mal, dando erró neo ejemplo de ella como
partícipe del origen del tango. Si María a través de su conocida casa de
Carlos Calvo tuvo algo que ver con el inicio del tango, entonces podemos
datarlo: el género na ció a partir de 1904 o 1905. Demostramos no tener
estos disparates el menor asidero, según documentación aportada en c apí-
tulos anteriores. Históricamente quien primero hizo público su nombre de
forma verificable, fue Carlos Mauricio Pacheco en su obra "Los disfrazados"
(11).
Pasemos al fastidioso punto de vista policial. La h allamos registrada
por primera vez en 1899. Pagó una multa de 30 $ "por exhibirse", dándose
la filiación: francesa, de 32 años, soltera, prostituta, blanca, no lee, con 26
años de residencia en el país (12). Empezamos mal: resulta que la mít ica
vasca, en realidad era francesa ...
Como tenemos alguna experiencia en este tipo de búsquedas, la v a-
mos a transmitir. Que apareciese en la zona de la Comisaría 9ª, el confín
de la ciudad, no debería llamar la atención; si tenía 32 años, "profesiona l-
mente" estaba term inada, debiendo con tentarse con operar casi a extr amu-
ros. Sorprendente en cambio re sultó no haberla registrado anterio rmente;
es imposible que an tes no hubiera sido detenida. Caben tres posib ilidades:
nos distrajimos, se inició tarde o provenía de otro lado.
Al ordenar cronológicamente los registros observamos con ex trañeza
que a mayor edad, más céntricas eran sus actividades, siendo usual just a-
mente lo contrario. El mismo año detenida por exhibirse fue denunciada por
hurto, habitando en Cuyo 319. Tra s el hecho se muda inmediatamente a
Lavalle 1158 y luego a Tucumán 1085, quedando el asunto sin decisión
(13).
En 1902 hallamos noticias sorprendentes:
263
bado que no existieron los delitos denunciados, el juez r e-
suelve sobre seer definitivamente en la causa, con costas a
la acusadora." (15)
264
quilinas, por lo que se presentó a formular su acusación
contra dicho sujeto. Comisionado el Oficial de se rvicio, para
que procediera a la detención del acusado, no le fue posible
obtener su captura a causa de la manifiesta complicidad de
la Rangola, quien se rehusó, no sólo compa recer a esta ofi-
cina, sino a facilitar a la autoridad p enetrar en la casa.
Según los testigos Amalia Roldán y Rosa Vespa, cuando el
sujeto en cuestión escalando la pared pasó al prostíbulo, la
citada Rangola las apalabró para que no se denunciara el
hecho a la autoridad, pero ellas comprendiendo que se tr a-
taba de un delito, lo pusiero n en conocimiento de Blasco.
La filiación del acusado es la siguiente: al parecer esp a-
ñol, como de 35 años, bajo, grue so, vestía traje negro de
seda y sombrero chambergo al aro. El agente Semica no de-
tuvo a ese sujeto cuando penetró en la casa de Blas co, por
suponerlo uno de los inqu ilinos de la casa.
En virtud del presente sumario, se ha estable cido una
consigna en el prostíbulo de Estados Unidos 1945 a fin de
obtener la detención del acusado y de su cómplice María
Rangola, haciéndose necesario solicit ar la orden de allan a-
miento correspondiente, si así lo creye ra ud. conveniente.
Hago presente a Ud. que María Rangola se encuentra
también acusada de desacato en otro proceso, que se in s-
truye por separado." (24)
María no reconoce quién violó la casa; sólo sabe que se llama Enr i-
que, haberle entregado unos papeles y 20$. Da una falsa filiación del s uje-
to y Adela dijo no saber nada. En cuanto a sus propios datos la mentira es
elocuente: dice tener 33, la misma edad que en años anteriores (25).
El tal Enrique resultó ser José Vallini, español de 34 años con 6 de
residencia en el país, de profesión conductor de hornos en la calle Rivad a-
via. No sabemos qué era ser "conductor de hornos ". Los de la mencionada
calle, estaban establecidos desde la actual Boedo hacia el oeste, zona en la
cual había numerosos hornos de ladrillos (26).
Al dar la noticia un periódico señaló ser Vallini amante de María, i n-
formando haber la dama iniciado accion es judiciales contra el personal de
la Comisaría, por abuso de autoridad (27). Pocos días después el Comisario
informa haberse mudado María a Pozos 617 (28); al mes siguiente, a S a-
randí 330 (29).
El lector se preguntará las razones por las cuales operaba en esa zo-
na. La respuesta está dada en la existencia de los cuarteles de Pozos y Ga-
ray, donde se hallaba entre otros el 3er. Regimiento de Infantería y A rse-
nales.
265
En 1904 la perdimos de vista, con lo cual se haría más incierto con o-
cer cuándo nació el tan go y en particular "El entrerriano". Finalmente, c o-
mo todo en esta vida llega, nos enteramos:
Hemos hallado una partitura dedicada a ella. Se trata del tango "Ma-
ría la Vaska" -sic- cuyo registro de propiedad intelec tual lleva el Nº 11.245,
fechado el 17-06-1914. La dedicatoria de su autor Juan Carlos B azán, hace
inferible que las actividad es de la Rangola seguían teniendo v igencia por
entonces.
Lo sucedido después no lo sabemos, salvo la información brindada por
Jorge Larroca, siendo una oración fúnebre a la casa. El título superior de la
noticia decía: "Desaparece otra reliquia porteña" (33). ¡Linda reliquia,
lugar de prostitución de menores y hechos de sangre! ¡Cuánta igno-
rancia! ¡Cuánto repetir como lo ros a otros, quienes tampoco tienen n oción
de lo que dicen o es criben! Todo este palabrerío infundado, por quizá ha-
berse estrenado allí un tango...
Hemos pormenorizado sobre asuntos los cuales la mitología corriente,
dio carácter de piedras angulares para el género. Lo hicieron quienes no
saben distinguir el hecho histórico de la anécdota intrascendente ,
dando como dijimos a un grano de arena la importancia de una montaña. Si
"El entrerriano" se hubiese estrenado en un simple café a diez cuadras de
distancia de la tristemente "famosa" casa, ¿La Historia del género h ubiese
sido otra...? Desde ya, no.
266
Igualmente sucedió con la pobre María , digna de lástima, a quien nos
la han hecho pasar como heroína romántica. Y a sus "brillantes veladas"
por cuna del tango. Simplemente era un lugar más donde imperaba. Lo ex-
traordinario sería haberse bailado en tal sitio gavotas o minués, en vez de
tangos... ¡eso sí hubiese sido "histór ico"!.
267
Notas.- ASUNTOS MARGINALES.
10.- Jorge Larroca, "San Cristóbal el barrio olvidado", Ed. Free land, 1969,
p.145
268
17.- Archivo Policía, Cia. de Invest. Sec. Leyes Especiales, F.2 02 -08-
1902.
18.- Archivo Policía, Cia. de Invest. Sec. Leyes especiales, F. 304, 27 -09-
1902.
269
En presencia de testigos la Rangola dijo al sargento que no qu ería
recibir las citaciones para ella ni para las mujeres y que no concu-
rriría a la Comisaría.
En esa casa se ejerce la prostitución clandestina, se dan bailes
todas las noches y se expenden bebidas alcohólicas a los conc u-
rrentes. Estos detalles no sólo han sido plenamente probados por
los testigos Gerardo Blasco, Rosa Vespa, Amalia Roldán, que viven
en la casa contigua señalada con el Nº 1943, quienes han oído a l-
gazaras, risas y música que durante la noche tienen lugar en la ca-
sa de la Rangola, sino también por la declaración del menor A rnal-
do Bemas, como de 16 años, que estaba colocado de sirviente o
mozo de la casa en cues tión, que confirmó todos esos datos, es to
es que se bailaba, se expende bebida, etc."
270
271
XX
MAESTROS ZARZUELEROS Y OTROS COMPOSITORES DE TANGOS
ANTIGUOS
272
a).- Los maestros zarzueleros -la mayoría provenientes del siglo anterior - y
los de orquestas de teatros.
b).- Directores e instrumentistas de bandas.
c).- Directores y profesores de academias musicales.
d).- Compositores provenientes de la música popular u origen desconocido
por nosotros.
273
reiteradamente grabado, es inferible ser miembro de ella o al m enos gozar
de la amistad del director.
Este fenómeno de popularidad del género, hemos visto prove nía des-
de principio de siglo merced a los bailes de carnaval. La competencia entre
los teatros se daba en base a la cantidad de tangos en sus repertorios. Un o
ofrece quince, el otro veinte, aquél veinticinco... En algunos casos, hubo de
consignarse autoría (10).
Estos reputados maestros, de edad media o avanzada, fueron quienes
motorizaron el tango hasta poco antes de 1914. Con el au ge de las o rques-
tas típicas, se incorporaron a la ejecución y composición elementos de lla-
mativa juventud, casi muchachos (hoy sucede ésto con el rock y la ba ilan-
ta). Sus conocimientos musica les académicos les permitieron suplir la ca-
rencia de una amplia trayectoria profesional, logrando ajustadas inte rpre-
taciones. Profundizar estos análisis será motivo de otro trabajo.
A efectos de una mejor comprensión dejamos ex profeso para este
momento, tratar los maestros zarzueleros en detalle.
Con el advenimiento de la burguesía al poder , la música se transfo r-
mó en uno de los diez grandes negocios a la par del pe tróleo, cereales, s i-
derurgia, etc. Reiteramos: en estos dos últi mos siglos, la música es uno de
los diez más importantes negocios del mundo.
Quedan explicitados los inmensos re cursos intervinientes de manera
directa e indirecta. Luego cuando se habla de "música" no sólo se lo hace
de una manifestación estética, cultural, expresi va, sino de una necesidad y
un mercado y por consecuencia lucro. Este aspecto puede ser importante
herramienta, explicativa de otras c osas.
El tango es música consumida por alguien, creando un mercado y
consecuentemente competencia comercial. Debemos comprobar la existe n-
cia de tal mercado, para el cual los compositores creaban obras del género.
Caso contrario, estaríamos hablando de fantasmas ajenos a las reglas de
juego y no de personas.
Como no existe ningún tipo de música sin instrumentistas, veamos
qué dijeron los Bates de ellos cuando refirieron a perin gundines, Carpas de
la Recoleta, la Batería, e tc.:
274
la melodía, operándose el milagro de integrar se los demás a ella "sin vaci-
lación alguna" . Caben algunas pre guntas. ¿Lo podían hacer a pesar de
ser analfabetos musicales como estos mismos autores destacaron?.
Veamos:
275
dencia mediante la mitología, el inefable dúo apeló a tal recurso ideando
lugares marginales de escasa con currencia, dando difusos datos inverific a-
bles, alumbrando músicos analfabetos entre lo s cuales surgían espont á-
neamente maestros, etc. No previeron que de lugares, personajes y res u-
miendo, del fe nómeno en general relacionado al tango, se puede saber hoy
lo suficiente para revertir su postura. Lo demostr amos.
En todos los pueblos del mund o han habido aficionados musi cales
creadores de alguna melodía simple. Entre nosotros "El queco", "Soy el ru-
bio Pichinango", "Corre, corre que te agarra el chancho" , "Que polvo con
tanto viento", "Pobre mi madre querida" , "La zamba de Vargas" , "Cara su-
cia", etc., son los llamados bienes mostrencos. Ninguno de ellos confo r-
mó un género; por el contrario fueron integrados a varias formas m u-
sicales y entre ellas, al ta ngo.
Cuando se busca en la historia de la música cómo se gestó algún tipo
determinado, la respuesta es vaga. Si en algo hay acuerdo fue en haberse
dado de manera aleatoria, inorgánica, accidental, partiendo de propuestas
anónimas aceptadas que, tras sociabili zarse, se tradicionalizaron.
Justamente la vaguedad y con ella hechos conexos, desde h ace dos
siglos tiene al mundo tratando de explicar la Revolución Francesa. Si con el
tiempo transcurrido y la calidad de los historiadores abocados, no se ha lo-
grado una respuesta definitiva a tal fenómeno político, social y económ ico,
no debiera ser esper able que aficionados como los Bates la pudiesen haber
dado para un asunto complejo, como fue el tango.
Aclaramos no arrogarnos haber solucionado definitivamente el tema;
sólo aspiramos a clarificar en algo las cosas, transcri biendo parte de los
documentos hallados. Por ello la obra a pesar de la profusión documental
contenida, no incluye en su título la palabra "historia". Somos conscientes
lo que este vocablo implica.
Valga como consuelo que ni el cantejondo, ni el vals, ni el schottisch,
mazurca o lo venido a ejemplo, tienen pesquisados y determinados sus
inicios. En cada caso se consignan a lo sumo "influencias", indicativo de no
haber nacido los géneros en una probeta, sino en el seno de una sociedad.
Y si alguno hubiese sido creado por un genio in dividual, al sociabilizarse
pasaría a tener carácter de anónimo.
Sí podemos con alguna propiedad identificar lo entendido por tango, a
principio de este siglo. Lo podemos saber por proyección de años anteri o-
res. Cuando lo hallamos impreso en el disco, hab ía definido las formas que
venían de antes; sus características es taban estructuradas.
Para abundar en la afirmación recurrimos al teatro y las personas: si
en el teatro se incorporó el tango, fue por haber demanda y por ello inté r-
pretes y compositores. Revisémoslo.
El teatro poseyó, como hoy día, una faz comercial y otra cultural.
Como negocio debe tener la suficiente rentabilidad para solventar impue s-
tos, alquiler, músicos, actores, autores, tramo yistas, decoradores, bolet e-
ros, etc. Cuando en escena a parece un actor, tras él hay un batallón invis i-
ble de personas directa o indirectamente vinculadas. Sus jornales así como
el capital arriesgado por el empresario, dependen del éxito de la obra y de
la convocatoria de público. Cada teatro debe competir br indando novedades
atractivas acordes al gusto de época, intentando asegurar co ncurrentes.
Planteado el enfoque, aquello a representar y por quién, debió ser
tamizado por razones económicas, además de artísticas. Teniendo fines de
lucro las empresas teatr ales no resulta lógico oficiaran de Mecenas, prom o-
276
cionando alguna manifestación estética sólo por razones culturales. Sie m-
pre fue importante lograr el "éxito".
Luego si aparece el tango mezclado en tal contexto, atención. Su ll e-
gada a la maquinaria artíst ica-comercial-teatral en la década del '90,
debió cumplimentar todas las implicancias expuestas. No fue merced a la
inspiración, capricho o voluntad de promocionarlo de algún autor o empr e-
sario. Hemos visto haber sido otra la ra zón, nunca considerada que sepa-
mos: existir demanda, consumidores dispuestos a pagar por lo deseado.
Surgen aquí quienes nos deben atraer la atención y poca importancia
se les ha dado en la bibliografía sobre el tema. Nos referimos a los mae s-
tros zarzueleros. La denominación de vie ja data no se ajusta expresamente
a su papel, al desempeño social, a la función que les cupo y específic amen-
te, al rol como consolida dores del fenómeno musical llamado tango. Su
aporte debemos valo rarlo en cuanto definidores del género, sus divulg ado-
res en la faz compositiva y de dirección orquestal.
Algunas figuras dominan el panorama a partir del '90. Por distintas
razones resultan predominantes Eduardo García Lalanne (14), Antonio R ey-
noso (15), Enrique Cheli (16) y Francisco Payá (17). El panorama en abso-
luto se reduce a los nombrados; sería minimizar el movimiento y su i mpor-
tancia, no comprendiéndose entonces la razón por la cual se los da c omo
trascendentes.
No nos agrada dar listas de nombres, los cuales usualmente permiten
demostrar "sabiduría" de los expositores. Tales listados ocupan valioso e s-
pacio sin explicar nada, siendo su fatal destino ser olvidados por el lector
a medida que los recorre. No hallamos forma de salvar el escollo y por esta
vez vamos a alterar nuestra costumbre, sirviendo dob lemente para cuant i-
ficar el asunto y rescatar del olvido a precursores, ignorados por quienes
se ocuparon del tango o del teatro argentino.
Ellos son: José Rodas, Leopoldo Corretjer, Antonio Lozzi, José Bay a-
rri, Emilio Acevedo, Ricardo Perez Camino, Luis Metón, Andrés Abad Antón,
Juan Balaguer, Eugenio A. de Alarcón, Eduardo Manella, Eugenio Tulasne,
Antonio Podestá, Eduardo Torrens Boque, Francisco Rodríguez Maiquez, A l-
fredo Padovani, Angel Bertolini, Castro Calatayud, Manuel Coll, José Pad illa,
Basilio, Arturo y Antonio de Bassi, José Carrilero, Avelino Aguirre, Juan
Spreafico, Bernardino Terés, Antonio Coll, Carlos Pibernat, Fernando Alitta,
Jesús Ventura, Luis Reynoso, Ricardo Devalque, Vicente Abad y Vidal Abad,
entre quienes recordamos.
Los nombrados ejercieron la composición de tangos (¿Cómo era aque-
llo de ser TODOS los tangueros analfabetos musicales...?). Algunos no sa-
bemos de dónde vinieron ni cómo terminaron; de otros podríamos exte n-
dernos largas páginas. Por decisión no somos biógrafos de nadi e. Para ello
están supuestamente los diccionarios. Decimos supuestamente, pues re s-
pecto la mayoría de los nombr ados ni Gesualdo da noticias.
El listado es indicativo del nivel técnico-profesional de los autores
llegados a las partituras o al disco. La ne cesaria destreza exigida para
componer música teatral, va acompañada del saber o rquestal.
Otro dato el cual no asoma sin conocer detalles de los mencionados
maestros, es ser originarios de diversas nacionalida des, primando los e spa-
ñoles y luego italiano s. Complementariamen te podemos señalar tener dis-
tintas edades y provenir de formacio nes o tendencias musicales varias.
Cuestiones que demuestran ser intrascendentes: se integraron masiv amen-
te al tango, sin necesidad de renegar sus orígenes biográficos n i musicales.
277
Podemos arribar a varias conclusiones, pareciéndonos desta cable
cuan profundamente había penetrado el género entre los profesion a-
les de conocimientos académicos . Resulta inevitable relacionarlo con el
comentado analfabetismo musical, la proh ibición o veto que habría sufrido
el tango, su difusión ceñida a reducidos núcleos de marginales, prostitutas,
compadritos y rufianes. Sin olvidar otros pilares mitológicos, ligándolo con
el barro, arrabal, farolito, percal, cuchillo en la liga, melenas ac eitadas, tri-
fulcas, sangre, muerte, etc. No negamos que algunos personajes afectos al
tango hayan transitado por estos escenarios; de hecho fue un fenómeno
social masivo. Pero una cosa es ALGUNOS y otra TODOS.
278
Notas.- MAESTROS ZARZUELEROS Y OTROS COMPOSITORES DE
TANGOS ANTIGUOS.
Citas en Nota 2.
(1). Censo de la Ciudad 1855, Parroquia San Miguel, Cuartel 18, manzana
16, libreta 2.
(2).- AGN Sucesiones 6.985, Rosendo Mendizábal.
(3).- El País Nº 2.451, 28 -09-1906, p.4 c.1, "Royal".
(4).- La Nación Nº 14.679, 20 -04-1912, "El Ombú".
279
Fue autor de diversos géneros. Según Gesualdo compuso la mú sica de las
zarzuelas "Vida nueva" y "Los criollos". La partitura de su tango "Qué pim-
pollo", dice haber obtenido el primer premio del Concurso Sud Americano
Francalanci. En el Registro de la Propiedad Intelectual figuran otros cuatro
tangos, datados el 02 -03-1911.
Américo Romeo Fracassi (1880 -1936) nacido en Italia, llegó a la edad de 2
años. Murió en Goya, Corrientes, durante un ensayo del coro que dirigía en
esa ciudad, según la nota cronológica (2).
Residía en Buenos Aires y su presencia en Goya fue debida a dar allí un
concierto una de sus hijas. Sus restos fueron velados en la sede del Co n-
servatorio Fracassi, Callao 367, al cual pertenecía. Pianista, trompetista y
director de banda, catedrático en escuelas normales y provinciales, ejerció
la composición (3).
Le dedicó el tango "De ande yerba?...! Puro palo...!" a su amigo Alfredo
Bevilacqua; la obra lleva el opus 67. La contratapa de la partitura nos e n-
tera haber sido su primer composición "Bajo la enramada" , "célebre tango
con letra para recitado" el cual no registró; sí otros dos. Correspon den a la
primera y segunda décadas.
280
rector de orquesta (10). El 22 de junio se organiza una velada en su b ene-
ficio; se desprende del aviso actuar en la mason ería.
Para los carnavales de 1879 anima el Opera la orquesta bajo su dirección.
Decía un aviso: "Grandiosa tribuna suspendida en medio del salón, una
gran orquesta completa compuesta de los mejores profesores" (11). Actuó
en el Jardín Florida a beneficio de Enrique Bomon el 5 de abril y en el Al e-
gría.
A partir de entonces no registramos actuaciones, hasta publicar una co m-
posición para canto, violín y piano con letra de Grifoni (12).
En 1899 aparece una "mazurca democrática revolucionaria" para violín y
mandolín (13); en 1900 compone una romanza sobre texto de F. Grifoni ti-
tulada "Memorie Sante" y la mazurca "Delirio de amor" (14).
El año anterior a su muerte lo hallamos tomando exámenes, integrando la
mesa el violinista Rivara quien fuera director del Orfeón Español (15). Fue
en el conservatorio del diario La Prensa, cuya gratuidad convocaba legiones
de alumnos, pasándose un mes en su tarea examinadora.
Autor del tango "Los fanáticos del placer" , la contratapa de la partitura lis-
ta 80 composiciones suyas. N os entera haber sido argumentista y mus ica-
lizador de la zarzuela "El pronunciamiento de mayo" , así como compos itor
de otros géneros, fantasías e himnos. Sabemos de esta manera haber crea-
do la polca "La cuerda sensible" , a la sazón por su 15º edición, la m azurca
"La vanidosa" con 47 ediciones sudamericanas y ¡184 europeas!. Ante estos
éxitos obviamos detallar las pie zas con menos ediciones.
El listado incluye 7 tangos, varios grabados por su autor. Al frente de la
orquesta del teatro Colón grabó para el s ello Atlanta 12 temas, incluidos 2
tangos.
281
5.- Entre el cúmulo de nombres, es citado Joaquín Cortés López (1884 -
1948) por algún autor (1); otro le dedica un par de líneas y ni se entera
haber fallecido (2); no falta quien sólo recuerde haber sido "su producción
muy escasa" (3), sin considerar ser compositor de tangos muy exitosos en
los primeros años del siglo. Finalmente para alguien fue un nombre más
(4). Hemos referido a quienes escribieron obras de "m úsica argentina", de
"cien años de música argentina", "enci clopedia de la música argentina" y
otros pomposos títulos, de bochornosos co ntenidos.
El "honor" no sólo le cupo a Ernesto Drangosh, a J. J. Castro y ahora a Cor-
tés López en cuanto a sus reseñas biográficas, sino respecto a sus co mpo-
siciones. Han sido compo sitores de música genuinamente popular. De sta-
camos que utilizar motivos o formas populares no debe confundirse por
música de tal carácter. Por ello, las mazurcas de Chopin o las chaconas de
Bach, no eran música popular, bailable.
Desconocer hayan sido músicos populares los primeramente nombrados es
una cosa; no hacer mención a sabiendas, otra. En un caso sería ignorancia
y en el otro elitismo, negando la relación de tales compositores con lo po-
pular. O quizá hayan pensado no ser el tango músi ca argentina...
Todos citan el Trío op. 5 de Cortés López, sin otras refe rencias. Sin ser
nuestra especialidad tales formas musica les, hemos pesquisado haberse in-
corporado en 1920 en el concierto de l a Sociedad Nacional de Música (5),
la cual lo repitió dos años después (6), nuevamente en 1925 (7), trans -
mitiéndose por radio desde la Universidad de La Plata en un concierto or-
ganizado por dicha Sociedad (8).
Las obras registradas por Cortés López son 10 , de las cuales 7 fueron ta n-
gos. De ellos sabemos haberse grabado 4 y en el caso de "El negro", en
dos oportunidades (9).
Apuntamos otra curiosidad. En 1906 la célebre banda Sousa (USA) grabó
varios tangos, entre ellos dos de Cortés López, para el sello Ví ctor, ven-
diéndose muy bien en nuestra ciu dad. Tales grabaciones dicen de una dif u-
sión insospechada hoy día en aquellos tempranos años del siglo.
282
6.- El autor Alejandro R. Cánepa, es un caso testigo del rigor histórico de
quienes se han ocupado de música argentina. Como Gesualdo casi no dio
información sobre su persona y obra, no existe en los demás; no tuvieron a
quien copiarle. Dio dos datos. Uno, haber publicado hacia 1890 la polca
"Brisas del mar" (1); el otro está equiv ocado.
Hemos hallado el siguiente esbozo biográfico, dado en 1896:
7.- El segundo hijo de Juan José Castro P iñeiro (1864-1942), quien fuera
violoncellista de numerosas orquestas locales, se llamó igual que su padre
(1).
De Juan José Castro (1895 -1968), como de sus hermanos, hay numerosas
referencias sobre vida y obra (2). Nos ocuparemos de lagunas habidas en
su biografía.
283
Conviene recordar dos asuntos sabidos. Uno, haber iniciado sus estudios de
violín y piano con Manuel Posadas. El otro, indican quienes trataron su obra
existir en ella motivos de tango, sin haber sido compositor específico del
género. Los más "informados" se admiran de la existencia en fotocopia de
la edición del tango "Que' titeo!", dedicado a Carlos Posa das. La obra refe-
rida (3) bajo su título explicita "Tango Nº 1", lo cual hace presuponer otros
o al menos haber tenido intención de seguir pro duciéndolos.
Tales preguntas no pudieron hacérselas, considerando que creen haber "só-
lo" fotocopia de la carátula. Nos conforma no hayan deducido, como es ha-
bitual, alguna truculencia o reminis cencia prostibularia tal cual nos ti enen
acostumbrados quie nes especulan sobre títulos o ilustraciones de c arátulas.
Nos parece falta de interés histórico en general y del personaje en part icu-
lar, no haberse indagado si era o no el único tango, a qué época pert ene-
cía, si hubo de llegar al disco, etc. Sin practicar tales cuestionamientos,
tras la cita se sumergen en la investigación de la obra sinfónica. La cont i-
nuidad de redacción parecería indicar ser igualmente bailables ambos tipos
de música... Ni tan siquiera recuerdan haber contado Julio de Caro, quizá
para darse lustre, que Castro iba a esc uchar su orquesta (4).
"Qué titeo!" que sepamos es el único editado. Hay una situa ción curiosa. A
pesar de llevar el Nº 1, todo hace pensar no haber sido el primero en co m-
poner sino en editar. En efecto, Castro registró en m arzo de 1913 cuatro
tangos (5) y en ju lio de ese año "Qué titeo!" (6), lo cual eleva su produ c-
ción al menos a cinco tangos. Si agregamos que entre 1913 -1914 el con-
junto de Augusto Berto grabó otros dos (7), la cantidad se eleva a siete
temas tangueros.
Hace algún tiempo escuchamos grabado un recital dado por la pianista Teo-
dora Castro (8), quien interpretó "Qué titeo!". Seguramente para ej ecutarlo
alguien le facilitó la famosa fotocopia de su carát ula...
En su juventud un aviso nos informa haber sido "especialista en colocación
de cerdas y composturas de arcos para instru mentos de cuerda" (9), con
taller en Tucumán 1657, 2º piso.
Lo hemos hallado integrando en 1926 un conjunto de música ligera en la
Confitería París, Charcas y Libertad, junto a su hermano José María y "el
director de orquesta clásica Amicarelli" , quien no era otro que Francisco
Amicarelli. El conjunto daba audiciones radiales habiéndolo hallado en la
programación de ese año.
Al propio Castro lo encontramos como director al frente de la orqu esta "Re-
nacimiento" (10), donde intervienen su herma no y Amicarelli como in stru-
mentistas. Al año siguiente diri gió una orquesta de 25 músicos en el c ine
Palace Theatre, Corrientes 757, musicalizando los films exhibidos (11).
En la década del '20 vivía e n Directorio 3353, barrio apar tado. Aparente-
mente ni teléfono tenía. Allí recibía ocasio nales ofrecimientos para ejercer
la dirección orquestal, se gún se desprende del aviso en una guía de prof e-
sionales (12).
284
ser, 1956, segunda edición , pp. 101 ss.; Diego Abad de Santillán, "Gran
enciclopedia arge ntina", Ediar, 1956.
(3).- Editorial David Poggi e hijo, Carlos Pellegrini 418.
(4).- Julio De Caro, "El tango en mis recuerdos", Ed. Centurión, 1964, p.72
(5).- Registro Público de la Prop iedad Intelectual; registró los siguientes
tangos;
Nº 7.141.- El firulete. 19 -03-1913
Nº 7.142.- El floripón. 19 -03-1913
Nº 7.228.- El pentagrama. 31 -03-1913
Nº 7.229.- Don Manuel. 31 -03-1913
(6).- Registro Público de la Propiedad Intelectual:
Nº 8.245.- Qué titeo! 17 -07-1913
(7).- Quinteto Criollo Berto, discos Atlanta:
Nº 65588.- El pibe.
Nº 65589.- Un cimarrón.
(8).- LRA, F.M., el 27-04-1996 a las 12,30 hs.
(9).- Correo Musical Sudamericano Nº 131, 26 -07-1917.
(10).- La Nación Nº 20.587, 24 -05-1928, p.11 c.6, "Música".
(11).- La Nación Nº 20.671, 19 -03-1929, "Cartelera".
(12).- Guía General Orquestal, 1928, director H. Colom, p.4
8.- Alfredo Antonio Bevilacqua (1874 -1942) fue, que sepamos, el único en
haber tenido dos maestros de piano: Angel Ratti y Brunetti Amilcari. Con
tal referencia rastreamos quiénes po dían ser, sin hallar pista alguna. La
formación musical del alumno hace pensar de bían ser buenos profesores;
llamativo no localizarlos.
De la profesionalidad de Bevilacqua han quedado, ajeno a las 15 obras r e-
gistradas, algunas verificables constancias.
En 1905 dirigió la banda del sello discográfico Zonophone. En los carnav a-
les de 1906 junto a Mendizábal dirigieron la banda -orquesta de 20 músicos
del teatro Marconi, lo cual en su época, implica reconocimiento de capac i-
dad técnica y res ponsabilidad profesional.
Al frente de su rondalla imprimió seis tangos propios para el sello Atlanta,
a fin de 1912 o principio de 1913.
Le fueron dedicados varios tangos: Américo Fracassi "De ande yerba...Puro
palo!", Mendizábal "Tres Arroyos", Carlos Hernani Macchi "Anita", Epifanio
Scazziota "Vermouth" y Marcos Torres, "Copó la banca", según nuestros
archivos.
De su tango "Minguito" se dijo:
285
El título queda explicado en su prefacio: "este tratado, cuyo significado e n-
cara el estudio rítmico y progresivo del tango" , advirtiendo que "para estu-
diar el ritmo con resulta dos positivos es indispensable ser tempista" . Elípti-
camente refiere a los aficion ados, quienes comienzan a un determina do
"tempo", acelerándolo a medida que avanzan en la ejecu ción. Dedicó la
obra al Jockey Club señalando ser "fruto de largos años de estudio" . En la
contratapa listaba 18 obras de su aut oría.
Hacia el final de su vida , se dedicó al afinado de pianos.
9.- De los Posadas, Manuel (1863 -1916) y Carlos (1874 -1918) poco o nada
se sabe, salvo destacar haber sido negros. De Ma nuel Lucio debemos tomar
1863 como año más probable de su nacimiento, dado por Lappas (1).
Gesualdo no dice cuándo nació. Dio una fecha aproximada (2), asignándole
1860.
Se verifica haber estudiado Manuel Lucio en Bélgica, debido a tener regi s-
tro de su regreso y comentarios de una actua ción:
286
Gesualdo pesquisó haber publicado en enero de 1887 una mazurca (4).
Lo más probable es que haya desarrollado actividades como instrumentista
en fosos teatrales, debiendo ser reconocido por sus pares.
El 11 de setiembre de 1894 se formó en la ciudad la Sociedad Musical de
Mutua Protección. Figuraron entre otros Egidio Bolognini como secretario y
Manuel Posadas integrando los vocales. Las reivindicaciones planteadas re-
ferían a las condiciones de trabajo y los bajos salarios, llegando a la huelga
(5).
Posadas actuó como portavoz de sus colegas y prudentemente se negó a
hacer declaraciones públicas. La Nación apoyó a los músicos y los teatros
actuaban sólo con un piano, ante la falta de orquestas. Tras una seman a de
tratativas, se levantó la huelga el 16 de dicie mbre.
Obsérvese que por entonces casi no había negros en la ciu dad, existiendo
una actitud racista en la sociedad, no ex tinguida actualmente. Sin embargo
el portavoz de los huelguistas era de dicha raz a, lo cual indica el respeto
que gozaba entre sus pares.
Se ha destacado haber sido maestro de Juan José Castro; siendo su padre
violoncelista, haber elegido otro profesio nal para enseñar a su hijo, refue r-
za la jerarquía y capacidad asignada a Posadas.
Aparte de la obra localizada por Gesualdo no sabemos de otras. Precisamos
haber dirigido desde 1903 durante los car navales la banda -orquesta del
teatro Politeama, integrada por 40 músicos (6). Lo siguió haciendo hasta su
muerte.
El año consignado no debió ser el de su debut como director. Los empres a-
rios del teatro tenían un negocio firme y renta ble; no hubiesen intentado
con alguien sin experiencia previa, poniendo en peligro el éxito de los ba i-
les. En cuanto a su capacidad, obviamente la poseía; no cual quiera dirige
tamaña masa de instrume ntistas.
El hecho de haber ido a Europa en viaje de estudios indica haber perten eci-
do a una familia de ciertos recursos. El do micilio de ésta en 1878, era Sui-
pacha 457 (hoy 867) (7). Lo hallamos en 1886 instalado en Có rdoba 343
(hoy 1033), apare ciendo curiosamente como "profesor de piano" (8). En
1890, como "maestro de música" , se instaló en Libertad 1349 (9).
Fue un músico relacionado con el tango en virtud de haber dirigido por
años orquestas que los interpretaban. P or otro lado, que no se conozcan
partituras musicales de Manuel Po sadas, no significa no las haya habido.
Reiterando nuestra convicción de su capacidad, vale destacar haber sido
muy codiciado tener un empleo fijo en un foso orquestal. De allí abundasen
potenciales reemplazantes; su permanencia, revela poseer condiciones para
ello.
Su hermano Carlos trascendió mediante la composición de nu merosos tan-
gos, transformados en clásicos. No sabemos quién puso en danza el año
1874 como de su nacimiento. Es verosí mil, según verificamos indirect amen-
te. Lo veremos.
Hallamos habérsele instruido un sumario de prevención, por una lesión i n-
ferida a un tal José Delpredico. Consta en el parte policial:
287
Actualmente hay obsesión por conocer no sólo la fecha de na cimiento de
los personajes, sino hasta la hora si es posible. En el pasado se celebraba
el santo, el cual podía o no coincidir con el día natalicio. Por su parte la Po-
licía frecuentemente anotaba "dice tener X años", o bien "de como X años",
incluso "aparenta tener X años", hoy día asombrosas imprecisione s, norma-
les en su época.
Debe ser tenido en cuenta con relación a una solicitud de captura por Ci r-
cular Reservada:
288
(1).- A. Lappas, ob. cit. p.319
(2).- V. Gesualdo, ob. cit. T.2 p.452
(3).- La Tribuna Nacional Nº 569, 12 -09-1882, p.2 c.2, "El violinista Pos a-
das".
(4).- V. Gesualdo, Nº inventario 949, "Paulita", mazurca.
(5).- La Nación Nº 7.554, 07 -12-1894, p.3 c.1, "Músicos y empr esarios".
(6).- La Nación, febrero 1903 "Cartelera".
(7).- Guía General de la República Argentina, 1878, dirigida por Francisco
Ruiz.
(8).- Gran Guía de Buenos Aires, director Edelmiro Mayer, Ed. Hugo Kunz y
Cía, 1886.
(9).- Guía Postal de la Capital, registro de domicilios, Est. Tip. El Censor,
1890.
(10).- Archivo Policía, Cia.13 L.26 F.201, Diligencia 96, 15 -01-1890.
(11).- Archivo Policía, Cia.15 L.31 F.5 Nota 5, 31 -08-1894
(12).- Caras y Caretas Nº 542, 20 -02-1909, "Aviso".
(13).- La Nación Nº 12.991, 05 -02-1910, "Cartelera" .
(14).- Crítica, 13-02-1915, p.5, "Aviso".
(15).- Entre 1910 y 1916, en diversos sellos fueron grabados 20 tangos de
Carlos Posadas.
289
Ocurre ello con respecto a la primera obra de enj undia de EGL, cuando por
un lado dice haberse es trenado la ópera "La gitanilla" en 1890 (3), luego a
principio de 1887 (4) y finalmente el 7 de mayo de 1890 (5). Coin ciden en
este año sin dar la f echa, García Morillo, Schiuma, Foppa y la "Antología".
García Acevedo referenciando "La Gaceta Musical" del 2 de octubre de
1887, daría la impresión se estrenó a principio de ese año. Decimos "daría"
por ser ambiguo, obligando a "interpretar" si fue así. Lo cual califica el
trabajo de dicho señor.
La primera noticia que recogimos dice estarse ensayando la obra, rebaut i-
zando al autor como Eduardo T. García. Comple mentariamente nos informa
ser EGL subtesorero del Monte de Piedad, una casa de empeño; sabemos de
qué vivía. Se debían a él "algunas piezas para canto y piano que no h emos
tenido el gusto de oir, pero que se nos dice, han merecido favora ble acogi-
da" (6). Ello ocurrió en 1886.
Al año siguiente se informa "acaba de terminar" la obra, agregándose:
En 1888 publica "Lanceros porteños" (8) y por fin en 1890 se estrena "La
gitanilla" con la actriz-cantante Lola Millanes, quien en el pináculo de su
carrera hacía beber vientos a medio Buenos Aires masculino; tuvo buen s u-
ceso de público (9).
La crónica trata a la Millanes de "valiente artista" y esto merece explica rse.
No fue casual pudiese estrenarse la obra en 1890 ni que hubiese teatro na-
cional regularmente en escena o tratarse de "v alentías".
Habitualmente se menciona a los Podestá c omo iniciadores del teatro n a-
cional. Fueron símbolo del empresario exitoso y la corte de adulones con
pretensión de autores, los transforma ron en hito histórico. Ni las princip a-
les obras ni los autores más representativos, de mayor vuelo literario, fue-
ron descubiertos ni e strenados por dichos ex -cirqueros.
Se puede afirmar con fundamento no haber hasta 1885 público teatral de
clase media hacia abajo. El motivo fue la inexis tencia de teatros dedicados
a ellos; los que había como el Colón, Opera, Politeama, Liceo y Nacional,
dedicaban sus re presentaciones al sector pudiente. A partir de 1886, se in -
corporan el Doria y el San Martín; el Moulin Rouge al año siguiente; en
1890 el Onrubia; el Comedia en 1891; entre am bos El Pasatiempo, el A l-
hambra, el Argentin o y el Odeón, finalizando con la aparición del Mayo en
1893.
En breve lapso se triplicó la cantidad de teatros con la consiguiente d e-
manda de obras, incrementándose a su vez las posibilidades de estreno.
No debemos olvidar otro aspecto básico tal cual fu e la llegada del género
chico o teatro por horas, con repertorio po pular y bajo precio al alcance del
pueblo. Veámoslo en deta lle.
Quien lo hizo posible fue el empresario y maestro compositor Avelino Agu i-
rre (1841-1901). En 1885 trajo tres novedades: la primera compañía de
actores profesionales, a cuyo frente estaba Emilio Orejón (futuro empres a-
rio); la segunda, el gé nero chico; la tercera, precios accesibles. Estos el e-
290
mentos y el éxito, sumado a la posterior llegada de otros buenos actores
españoles radicados casi permanentemente en la ciu dad, hicieron posible el
fenómeno.
La respuesta del público a una concepción teatral popular, justificó la i n-
versión de capitales en la construcción de las salas mencionadas. Vemos
que la supuesta valentía del estreno de "La gitanilla", se relativiza por la
demanda exigida a través de los nuevos teatros. Se posibilitó la actividad
de autores como Onrubia, Sojo, Trejo, Argerich, Ocampo, Soria, Granada,
etc., anteriores y sin ninguna vinculación con los cirqueros Podest á. Los
autores mencionados dedicaron sus afanes a lo entonces entendido por
"teatro" y "nacional".
Más allá de los modismos eran genuinamente producciones tea trales. En
cuanto al "Moreira", el muy italiano Pablo Rafet to lo representó en su circo
a poco del estreno de la panto mima; contrariamente, eran asuntos circe n-
ses y no teatrales tales puestas en escena. Respecto al "criollismo" en el
teatro sería mejor referente de su iniciación López de Gomara, con su "Una
noche en el Loreto" , que lo hecho por los Podestá o Rafetto.
Para comprender las motivaciones de llevar algo a escena, los siglos nos
han legado la conversación entre el empresa rio teatral y el novel autor, uti-
lizada por Goethe como prólogo a su famoso "Mefistófeles": interesar al
público, tener éxito y como lograrlo, es la obsesión tenida por la gente de
teatro. Sin la seguridad de público capaz de apre ciar y demandar, nadie
arriesga genialidades, valentías, nacionalismos, criollismo o lo venido a
cuento. ¿Puede tener éxito?... se representa. ¿ Hay dudas?... el empresario
dirá: “señor autor, vaya con sus valentías y criollismos a otra parte; en mi
teatro no tiene cabida”.
En 1893 EGL hubo de estrenar una obra cuya resonancia de pú blico llegó a
nuestro siglo y alguna de sus escenas al di sco. Referimos a "De Palermo a
la Luna", representada por la compañía de Enrique Gil con argumento de
Juan de la Cruz Fe rrer (1868-1924). Algún crítico halló "alguna escena lar-
ga, que prudente el autor cortara" (10); La Nación confirmó la opinión
(11). Efectivame nte se realizó tal corte (12).
Por entonces La Nación tenía por crítico teatral a Enrique Frexas (1840 -
1905) considerado como maestro de tal especia lidad, escueto, cáustico y
perspicaz. Se ocupó del género chico cuando otros le daban la espalda, lo
cual le valió críticas. Veamos su respuesta:
291
La conciencia de hallarse ante un nuevo género en sus faces argumental y
musical, es llamativo hasta cierto punto. En ese mismo año de 1895 hay
atisbos de constituirse una socie dad de autores, "que tendrá por objeto
fomentar por todos los medios conducentes el teatro nacional" (14).
A los pocos días el presidente renuncia. Su argumento fue ser autor de
simples arreglos para teatro, no t ener título para la presidencia ni tiempo
para encargarse (15).
En noviembre se constituye otra sociedad, esta vez de auto res dramáticos
y compositores musicales, con los siguientes fines: a) La protección entre
los asociados; b) La regulari dad y corrección de los espectáculos teatrales;
c) La gestación de tratados y reglamentación de la propiedad literaria (16).
En esta sociedad EGL no sólo es adherente sino su tesorero, lo cual dice de
su representatividad. Las condiciones específicas a lo menos en el c ampo
teórico de un teatro nacional, quedan explicitadas por los propios autores y
compositores. Foppa ha recopilado otros intentos al res pecto (17). Cuando
entre quienes participaron de estas so ciedades demostrando interés por el
teatro argentino y su de fensa, buscamos los esforzados y heroicos Podestá,
no hallamos ninguno. No hay el menor indicio de haberles intere sado la
cuestión. Podría argumentarse ser actores, pertene cer a otro "gremio"; aún
así, de haber sido los fundadores del teatro nacional, n o podrían haber es-
tado ausentes. Quizá en lo que sí hayan sido pioneros fue en hacer fo rtuna
con el teatro, mientras otros lo foment aban.
Siguiendo las huellas de EGL, en 1897 el Centro Orfeón Argentino preparó
para el mes de febrero un pic -nic en los bo sques de Palermo en "honor de
la orquesta social" . Nótese, la orquesta debía existir de mucho antes. "La
fiesta va a ser completa, dirigida por su competente director Eduardo F.
García" (18). El mismo medio nos comunica haber estado a su cargo "el
cuadro filodramático" y ser 200 los socios (19).
Pasado el evento, hallamos la noticia:
292
gresar, además de los socios, toda persona presentada por ellos y los n iños
mayores de 8 años" (23). Se anotaron varios aficionados (24) y para las
fiestas de fin de año se inician los festejos con una sinfonía dirigida por
EGL (25).
Como director de orquesta era reconocido y su nombre no pasaba desape r-
cibido. Al hacerle un homenaje a un actor en el Orfeón Argentino, decía el
cronista: "... la orquesta dirigida por el conocido y aplaudido maestro E. F.
García, lo que basta para asegurar el éxito de la función" (25). En términos
parecidos se lo menciona cuando anima la fiesta del décimo aniversario de
la institución (27).
Otro hecho destacable del maestro, fue la publicación de “la obra didáctica
"Teoría de la música" por el conocido profe sor y compositor don Eduardo
García, edición Medina, Florida 119" en dos cuadernos (28).
Hemos detectado 17 obras teatrales a las cuales musicalizó el maestro du-
rante el siglo pasado; seguramente, han sido más (29). De este siglo indi-
vidualizamos 18, teniendo otras 16 semi -identificadas sin fecha de estr eno.
Se redondea el medio centenar, la mayoría estrenadas por compañías es-
pañolas según la usanza.
Hacia principio de 1914 regresó a Buenos Aires. Como direc tor de orquesta
había estado actuando durante seis años con secutivos en Brasil y otros paí-
ses sudamericanos (30).
Las cosas eran totalmente distintas. No era un desconocido ni le faltaron
relaciones de vieja data, pero los directores y autores exitosos eran otros .
Lo cierto es haberle perdido el rastro desde su lleg ada.
En 1920 lo encontramos fuera de temporada al frente de una orquesta en el
teatro San Martín, con intención de estrenar su obra "El amor de los amo-
res" (31). Nos consta solamente haber repuesto de s u autoría "La trilla",
estrenada el 23 de abril de 1904 en el Rivadavia por la compañía de Joa-
quín Montero.
Poco tiempo estuvo en el San Martín, pasando al Excelsior donde actuó los
meses de febrero y marzo de 1921, nuevamente fuera de temporada. Lo
hallamos en diciembre de 1922 como director de orquesta de una compañía
dirigida por Alberto E. Godel, con quien compuso "Myriam o el tango en Ma-
rruecos". La suponemos una adaptación o arreglo de su anterior "Myriam o
el capricho de una morena" , de 1895.
Volvemos a perderlo de vista reencontrándolo como director orquestal en el
teatro Variedades, sala barrial de Constitu ción (32), donde estrena una pa-
rodia de "Doña Francisquita" titulada "Doña Paquita", con libreto de A lberto
E. Godel. Decía el crítico de su mús ica:
293
Ese año actuó bastante en radio LOT acompañando en piano al tenor Muñoz
Alcalde; desde mayo a julio lo hace con la sra. Luisa V. de Kuhn y a fines
de agosto, con la soprano srta. Rezzonic o.
Sus últimos años los dedicó a la docencia. Nos parece opor tuno reproducir
la necrológica, por sintetizar sus valores y el criterio de un testigo de ép o-
ca:
Nótese que un testigo de época, sólo adjudica fama a los Po destá en tiem-
pos de sus pantomimas circenses. Corre por cuenta de otros asignar a l
"Juan Moreira" valor de origen del teatro nacional. Pensamos que "teatro"
es algo más que una representación en un circo.
294
- Raúl Blas Gallo, "Historia del sai nete nacional", Ed. Quetzal, 1958,
pp.208ss.
- "Antología Musical Argentina", sec. sainete arg., Fascículo 1, Comisión
Nac. de Cultura, 1945, dir. Anto nio Saldías, p.XXI
- José Antonio Saldías, "Inolvidable bohemia criolla", Ed. Freeland, 1968,
p.246, anteriormente publicado en la revista " Aquí está", durante el mes
de julio de 1946, a tres meses de la muerte de su autor, J. A. Saldías.
- Luis Ordaz, "El teatro en el Río de la Plata", Ed. Futuro, 1946, p.58 -61 y
64.
- Osvaldo Sosa Cordero, "Las variedad es en Buenos Aires 1900 -1925", Ed.
Corregidor, 1978, p.290.
- T. L. Foppa, ob. cit., p.323ss. y 943.
- R. Arizaga, ob. cit., p.152.
- R. García Morillo, ob. cit., p.141 -147 y 298.
- M. García Acevedo, "La música argentina", p.58
- A. Lappas, ob. cit., p. 206.
- O. Schiuma, ob. cit., pp.117ss.
- D. A. Santillán, ob. cit.
- V. Gesualdo, ob. cit., T.2 pp.12ss. - 501 a 504 y Nº orden asie ntos.
- Juan José García Velloso, "Memorias de un hombre e Teatro", Ed. Gu i-
llermo Kraft.
- Jorge Novati e Inés Cuello, "Pr imeras noticias y documentos", en Inst.
Nac. de Musicología Carlos Vega, 1980 y en "Antología del tango Riopl a-
tense" pp.16ss.
- Juan José Podestá, "Medio siglo de farándula", Río de la Plata, 1930,
p.108 -158, etc.
(2).- La Nación Nº 23.647, 28 -05-1937, "Eduardo García Lalanne".
(3).- V. Gesualdo, ob. cit. T.2, p.502.
(4).- idem p.1019, Nº 948.
(5).- idem p.1025, Nº 1.051.
(6).- Sud América Nº 681, 07 -07-1886, p.2 c.2, "La gitanilla".
(7).- La Tribuna Nacional Nº 1.933, 11 -03-1887, p.2 c.2, "Produc ción mu-
sical".
(8).- La Tribuna Nacional Nº 2.347, 17 -06-1888, p.2 c.6, "Música para
piano".
Idem Nº 2.462, 11 -09-1888, p.2 c.6, "Música".
(9).- La Argentina Nº 59, 10 -06-1890, "Onrubia":
"La zarzuela del Sr. Eduardo García, titulada "La gitani lla", letra y
música del mismo, obtuvo un buen éxito.
El libreto ha sido encontrado con no pocas deficien cias, pero la
música ha sido juzgada buena y llena de suave sencillez, unida a
una buena instrumentación, que prueba el concienzudo estudio del
autor argentino.
Los trozos más aplaudidos fueron los siguientes: el coro del pu e-
blo en el 1er. acto, el vals que sigue al dúo entre tiple seria y el
tenor.
El preludio del 2do. acto, que valió dos llamadas al autor; la aria
del barítono, el concertato del acto 3º y el glorioso brindis del pa-
je.
Grandes aplausos al final.
295
La impresión general fue óptima y nosotros nos feli citamos, tanto
más cuanto que vemos que el ejemplo del Sr. García será imitado,
no terminando la produc ción nacional con esta obra.
Un primer paso ya es algo y el éxito merecido del sr. García no
puede sino estimular a los jóvenes estudio sos para seguir una c a-
rrera que produce gloria... y pesos.
Esta noche, función de la Sta. Millanes, la hermosa gitanilla que
tanto ha contribuido al éxito de l Sr. García.
Auguramos a la valiente artista un lleno completo."
296
(29).- Las obras cuya autoría y fecha hemos verificado, son las si guientes:
- "La gitanilla", zarzuela en 3 actos, Cia. Lola Millanes, 06 -06-1890, en el
Onrubia.
- "Ensalada criolla", sainete en prólogo y 1 acto, argumento de Enrique De
María, 27-01-1890, Coliseo Gral. Lavalle, Cía. Podestá.
- "La nueva vía", o "El estad o del país", argumento de E. Rico, 21 -10-1890,
Goldoni o Rivadavia. La "milonga" corresponde al "Dúo de los compadres".
Contiene tres temas musicales cuyos núcleos fueron utilizados por Alberto
Williams y Julián Aguirre en sus "Aires criollos" Nº 3. El tem a había sido
utilizado en "Ensalada criolla". Igualmente se incluye el tema conocido por
"El queco", recogido y publicado por Ventura Lynch.
- "De Palermo a la Luna", zarzuela en 2 actos y 8 cuadros, argumento Juan
de la Cruz Ferrer, escenogra fía de Mayol y Eusebi, 28-08-1893, en el Zar-
zuela, Cía. Aranaz -Mesa-Mercedita. Enrique Gil hizo de compadrito. Se pr e-
sentó como "viaje cómico -lírico-fantástico".
- "Un guardia nacional", zarzuela en 1 acto y en verso, argumento Revilla,
08-11-1893, Zarzuela.
- "Los infortunios de Bruno", arreglo de "El rigor de las desdichas" de M a-
nuel G. Villaescusa, 19 -03-1895, Rivadavia, Cía. Orejón.
- "El león de San Marcos", opereta cómico -lírica en 1 acto y 2 cuadros, l i-
breto Juan de la Cruz Ferrer, 14 -05-1895, Rivadavia.
- "Myriam o El capricho de una morena", argumento Millán y Remigio Pérez
Pujato, 10-06-1895, Cía. Julio Ruiz, Comedia.
- "El álamo blanco", leyenda en verso, argumento Antonio Fernández Cu e-
vas, 17-06-1895, Cía. Julio Ruiz, Comedia.
- "El sargento Martín", zarzue la en 1 acto y 3 cua dros, en prosa y verso,
argumento Ezequiel Soria, 19 -06-1896, Cía. Julio Ruiz, Com edia.
- "La esmeralda o La corte de los milagros", tomada de "Nuestra Sra. de
París", drama lírico en 3 actos, 31 -03-1897, decorados Luis Piantini, Vict o-
ria. La crítica dijo haberse estrenado en la misma sala en 1890.
- "Instituto frenopático", sainete lírico, argumento E. García Velloso, 23 -
10-1897, Cía. Enrique Gil, Olimpo.
- "Los boqueños", sainete lírico, argumento E. De María, 23 -05-1898, Cía.
Podestá, Doria.
- "Gabino el mayoral", sainete cómico -lírico-dramático en 1 acto, arg umen-
to E. García Velloso, 16 -12-1898, Cía. Ventura de la Vega, Comedia.
- "Las vías diplomáticas", sainete cómico -lírico en 1 acto y 3 cuadros, a r-
gumento Ventura de la Vega, 11 -01-1899, Cía. Ventura de la Vega, Com e-
dia.
- "La fuga de Mazeppa", sainete en 1 acto, argumento E. García Velloso,
02-09-1899, Cía. Julio Ruiz y Félix Mesa, Rivadavia.
- "La florista", zarzuela, argumento Agustín Fontane lla, 15-05-1900, Cía.
de Zarzuelas, Comedia. Tuvo preponderancia en la Compañía, el actor M a-
nuel Caba.
297
(36).- La Nación Nº 23.647, 28 -05-1937, p.11 c.2, "Eduardo Ga rcía Lalan-
ne".
15.- Muchos son los puestos de acuerdo en que el vasco Antonio Reynoso
nació en 1869. En el prólogo de la "Antología Musical Argentina" hay una
biografía de la cual se responsabili za José Antonio Saldías, director de la
publicación. En ella se establece el datado más antiguo de su nacimiento y
haber sido Reynoso fuente de asombrosos sucesos. Se dice haber llegado a
nuestra ciudad en 1885 dejando cuatro hijos en Es paña, entre ellos Luis
igualmente violinista. Continúa el relato indicando h aber ocupado AR el
puesto de primer violín en el teatro Opera a los 19 años, etc.
Pensemos la cosa. Al llegar a Buenos Aires tendría según la cronología 16
años. Podría no ser extraordinario haber via jado a esa edad, pero tener ya
cuatro hijos...
El primer registro hallado del estreno de una obra atribuida a Luis es de
noviembre de 1898 en el Comedia. Su título "Ya se van los quintos, madre"
era apropiado a las precocidades del caso. Fue puesta en escena por la
compañía del actor Bo nifacio de Pinedo (1). No queda claro cuántos años
tendría el hijo, si el padre había nacido en 1869. Cosa notable: un padre de
sólo 29 años, cuyo hijo estrena una obra...
Restituyendo la sensatez y verosimilitud, Mariano Gonzalo Bosch sostiene
que Reynoso vino con la compa ñía de María Tubau. El debut se realizó en el
Teatro Nacional de la calle Florida en el año 1889. Se tiene como mejor
biografía la de José María Fontova (2), quien con suma prudencia no dice
cuándo nació Antonio ni sus hijos. En resumen no da cronolo gía de nada lo
cual la hace tan buena como las otras (3). No por ello lo dejan de citar
otros ocupados de Reynoso (4).
Antonio Reynoso fue con otros iniciador del género "zarzue lero criollo", lle-
vando tangos al escenario en el siglo pa sado al colaborar con lo s principa-
les argumentistas hasta su muerte.
No entendemos, no sabemos, no comprendemos, cómo se puede referir,
discurrir sobre los inicios del tango o el teatro nacional cuando no se sabe
acerca individuos quienes, si bien quizá no perfilaron o definieron sus for-
mas, fueron sin duda divulgadores masivos, compositores emblemáticos de
la época en virtud del significado y tra scendencia de las obras creadas.
Se suele hablar de la influencia del "tango zarzuelero" y los zarzuelistas en
el género. Cabe pregunta rse cómo lo adivinan, si al respecto no hay est u-
dios que sustenten la teoría. La respuesta sería tomarla como dogma de fe.
El secreto se halla justamente en el vocablo "teoría": una teoría no nec esi-
ta ser demostrada; en cambio sí una hipóte sis. No haremos ninguna de las
dos, sino poner al alcance del posible investigador o simple curioso la in-
formación re cogida dando pistas para ahondarla.
El primer registro cronológico dice haber sido reconocido en 1890 como di-
rector orquestal, al apuntarse del teatro en el cual actuaba:
298
Gomara, quien escribió el "capricho escénico" titulado "La muñeca", estre-
nado el 27 de octubre de 1893 en el Zarzuela por la compañía de Enrique
Gil (7).
A poco el 30-11-1893 la misma compañía le estrena "Nerón o El incendio de
Roma", con argumento de Adolfo Polero Escami lla (8).
El 15 de febrero de 1894 se estrena "El gran estereoscopo" , de Juan de la
Cruz Ferrer y Eustaquio Pellicer, quienes la presentan como "revista local"
en el Zarzuela (9).
Nos parece oportuno detenernos en ella para ver cómo debían ser aquellas
revistas. Constaba de "7 vistas y 8 cuadros en verso" los cuales eran: El
estereoscopo, Calle Florida, La protectora de animales, Mercado del Centro,
El estereoscopo otra vez y Skating Ring (10). El anuncio previo a su es-
treno decía ser la música de Reyno so, mientras que la crítica adjudicaba la
autoría a Pedro José Palau; n o pudimos verificar cuál información fue err ó-
nea. El crítico testimonia de los números cantados, ser "La estrella" en el
cuadro de la Dársena y el de los "Atorrantes" del tercero los de mayor s u-
ceso (11). Obsérvese que los cuadros eran 8 y dimos 6; las vi stas eran 7
no sabiendo qué entendían por tal y resultó imposible ubicarlas en el d esa-
rrollo de la obra.
En la representación actuaba Lola Millanes, la adorada del público... ma scu-
lino, Enrique Gil especialista en compadritos y Félix Mesa, el gordito de lo s
mayores excesos y ridicule ces impensables, sobre quien alguna vez h abla-
remos. Demás está señalar el éxito obtenido.
Y si de éxitos hablamos, la misma compañía estrenó la zar zuela bufa "Ote-
lo", con argumento de Polero Escamilla y Reynoso, el 14 de marzo de 1894.
La crítica en La Nación la realizó Bruno, cuando lo usual sería haberlo h e-
cho Frexas; lo remarcamos debido a plantearse debate sobre qué es "n a-
cional", por presentarse la obra como tal:
299
"Esa ópera grandiosa no hubiera pasado por alto, a lograr una
ejecución como la que ha tenido" (15).
300
-"Yo misma no me explico cómo he hecho ésto. Hace varios días
que sentía un malestar incomprensible, un deseo de llorar inexpli -
cable y el 12 por la noche, estando sola en mi habitación, me pr o-
puse quitarme la vida y para el efecto, tomé varias cajas de fósfo -
ros vaciando su contenido en un vaso de agua, bebiendo enseguid a
esa disolución, que una hora más tarde me produjo fuertes vómi -
tos".
También me dijo que cuando regresó su amante del teatro donde
trabaja, le dijo lo que había hecho, pero que no le dio importancia
creyendo que fuese una farsa de ella. Que al día siguie nte, como
continuaba mal, hizo llamar a un doctor Santero, a quien impuso
de lo ocurrido la noche antes y que este médico le recetó, diciendo
que no era nada lo que tenía y que curaría en 4 o 5 días.
Que no habiendo curado en el plazo señalado por el citad o médico,
lo mandó a buscar de nuevo, tres días después de la citada visi ta,
repitiendo el referido doctor, lo mismo que le había dicho en la an-
terior visita y recetándole los mismos remedios.
Que durante el tiempo que han vivido mari talmente con Reynoso ,
jamás ha tenido queja alguna de él y siempre ha reinado entre
ellos la mejor armonía" (27).
Sobre la dama, más conocida por Pepita Avellaneda, se cuen tan infinidad
de historias sin la menor documentación, dándola como cantante o amiga
de compositores de tangos a principio de siglo. Los dicentes evidencian
desconocer la información que hemos transcripto de un documento públ ico.
En los años 1895 y 1896 registramos un sólo antecedente de la labor co m-
positiva de Reynoso (28); necesariamente, debe haber más obras.
De 1897 son las más representativas, no solamente por la importancia de
con quienes colaboró o la repercusión de público, sino por la particularidad
de algunas de ellas ser de repertorio, habiendo llegado fragmentos al di sco.
Se inicia con "Los políticos" de Nemesio Trejo (29), siguiéndo le "A vuelo de
pájaro" con argumento de Enrique De María (30) y la famosa "Justicia crio-
lla" de Ezequiel Soria (31).
Frexas analizó esta última obra al detalle, diciendo de la música:
Volvieron a reunirse ese año los mismos actores y autores, con el "cuadro
lírico de costumbres campesinas" titulado "Ley suprema", el cual si bien
tuvo éxito fue me nor que el anterior. De la partitura se dijo: "Bastante
franqueza meló dica, en la que hay frases de efecto" (33).
301
Reynoso se hallaba vinculado en forma directa con la colec tividad española,
ejerciendo algunas veces la dirección or questal del Orfeón Espa ñol ameni-
zando las tertulias (34).
En 1899 colaboró con dos importantes autores, con quienes había antes
trabajado. Con Trejo compuso "Las aves negras" (35) y con Soria "El de-
ber" (36), zarzuelas ambas estrenadas por la compañía de Rogelio Juárez.
"El deber" originó una extensa e inusitada crítica, señalán dose de su mús i-
ca:
Fue prolífico durante este año. Vuelve a colaborar con Tr ejo en "La esquila"
(38), sainete el cual "en opinión general, es la obra más perfecta del sr.
Trejo" (39); con Manuel Argerich (1870 -1909) en el drama lírico en un acto
"Triste destino" (40), para el cual compuso una "música discreta" (41);
nuevamente con Trejo en "El embargo preventivo" (42), la cual transcurría
en un conventillo y resultó un poco larga, diciéndose:
En 1900 estrenó una revista musical con argumento del actor Manuel Caba,
integrante de la compañía. Se trató de "Cosas de la comedia" (44), de gran
éxito de público. La crítica tuvo opiniones divididas. "Mala, festejan tres o
cuatro chistes de color bastante subido" (45), para uno; según otr o, tenía
momentos "bonitos", "ingeniosamente armados" , cuadros "originales",
"amenidad" (46). Posteriormente le fue incorporado "un cuadro de escenas
criollas, debido a Enrique García Velloso" (47). Vemos que el necesario
cuadro criollo para garantizar el éxito, comienza a institucion alizarse.
Del mismo año fue "El himno", "apropósito escénico" de Nicolás Granada
(48) y una obra que se las trajo: "El cabo Díaz", zarzuela con argumento
de Manuel Bernarder, autor a quien no volvimos a encontrar (49). Los cu a-
dros de la obra se desarrollaban en Palermo y las Romerías españolas, s ati-
rizando los fraudes electorales y enalteciendo la confrater nidad hispano-
argentina (50). Fue bien recibida, haciendo al final de la presentación su
libretista el obligado discurso: "dirigió al público frases de gratitud, p idien-
do dispensarse algunas deficiencias debido a no poderse hacer ensayo ge-
neral de la obra, por efecto de no haber sido autorizada oportunamente su
representación ". La queja del autor obede ce a haberse anuncia do su es-
302
treno 18 días antes, siendo pos tergado sucesivamente. Finalmente la h ace
retirar de escena, "cansado que los censores sigan tachando su obra" (51).
Ese año se ofrece "El chiripá rojo" con argumento de García Velloso. Nos
parece necesario reproducir consideraciones previas al estreno:
303
mérito y condiciones de elaboración. Unicamente la señalamos por
creer que lo merece la tenden cia a que obedece, según queda d i-
cho, pues bueno es que ella persista para amplifica ción del círculo
"actualista" -llamémosle así- en que giran las producciones de Ne-
mesio Trejo, el hábil bocetista de costumbres, tipos y perspect ivas
populares del presente, que seguramente nos ofrecerá esta noche
en el Rivadavia con "Los devotos", otro de esos animados trasun-
tos escénicos de la realidad actual, que tan merecida boga le han
valido". (52)
Dos días después del estreno la crítica hac e algunos reparos, dejando a
salvo la música la cual es "impecable" (53).
La última obra de Reynoso al finalizar el siglo, fue su colaboración con L ó-
pez de Gomara en la zarzuela "La toga y el azadón" (54), destrozada por la
crítica (55).
Siguió estrenando -aún después de muerto (56) - y colaborando con autores
destacados y otros desconocidos, en un teatro donde se habían perfilado
los principales caracteres que tendría en las dos primeras décadas del a c-
tual siglo.
En los últimos años de su vida, alternó su actividad con conjuntos naci ona-
les y españoles.
En 1911 incursionó en el disco acompañando desde el piano al tenor Fra n-
cisco Piris, en grabaciones de sainetes propios y de otros; lo hizo para los
sellos Columbia y ERA.
Revisando las necrológicas advertimos ser preferible trans cribir las opinio-
nes de quienes supieron de él, como testi gos contemporáneos. La Nación
dijo:
"Desde muy joven había alcanzado gran ascen diente entre nue s-
tro público por sus felices producciones musicales. Era un temp e-
ramento de primer orden, que había asimilado los aires populares
criollos en una forma real mente artística, como lo denotan inac a-
bables duetos, danzas argentinas, coros y concer tantes de "Los po-
líticos", "Justicia crio lla", "Los disfrazados", "El chiripá rojo" y
"Don Quijano de la Pampa", para no nombrar más que aquellas
obras que se difundieron en ambas orillas del Plata.
En la época en que los autores nacionales escribían para las com-
pañías de zarzuela española, Reynoso constituía una garantía de
éxito. Rara es la obra en que colaboró que no tuviera un par de
números que a poco de ser ejecutados no llegaran a la popularidad
en alas del organillo c allejero o del disco fonográfico.
El autor de la partitura de más de 40 piezas de teatro que han
pasado casi todas de las cien representaciones y algunas, como
"Justicia criolla" y "Los disfrazados" que han figurado en los ca rte-
les de los teatros argentinos y uruguayos cerca de tres mil v eces.
"Justicia criolla" llegó a represen tase en España con un éxito calu-
roso para el mús ico" (57).
304
res de ese incipiente teatro regional rioplatense, en cuya ara tan-
tos desvelos, inquietudes y esperanzas se han inmolado y se inmo-
lan, en una lucha sorda y heroica contra la frialdad del medio am-
biente. La música popular, la que gime en las guitarras del s ubur-
bio, la que alegra la negrura de los barrios bajos en aires j ugueto-
nes, la que estalla en los bailes populares, no tuvo entre n osotros
traductor más espontáneo que éste a quien la muerte so rprende en
un lecho hospitalario, vencido por la miseria, dobla do por la vida,
"que es la losa de los sueños".
Que eso era Reynoso, un traductor. En sus inacabables excursi o-
nes de bohemio empeder nido, iba recogiendo aquí y allá con afán
de enamorado, los varios aires del anónimo cantar populachero,
para volcarlos luego en páginas rebosantes de frescur a e inspira-
ción, reflejo de este momento histó rico en que todas las razas del
mundo se fusionan en el b ullente crisol de nuestro cosmopolitismo.
Sus tangos, sus milongas, sus tristes, sus "pot -pourri" de zortzi-
cos, tarantelas y tonadas, son verdaderas acu arelas. Más de una
obra nacional encontró en el acertado número de Reynoso, el i m-
pulso para salvarse del inevitable fracaso. A pesar de todo -de su
ingenio, de su talento, de su laboriosi dad- no llegó nunca a pro s-
perar, acaso porque era demasiado artista y las alas molestan en
esta época de apres uramientos.
Sólo deja a los suyos un nombre que mañana será glorioso, junto
al de los precursores del arte regional americano. Si ese fue su
anhelo, duerma en paz; lo que ha logrado con exceso y nadie le
disputará su puesto bien ganado en el humilde panteón de los que,
en una hora "de trigo y de ladrillos", supieron tener presente que
no sólo de pan vive el hombre" (58).
305
inquietante desafinado de las polcas de organito, encontraba R ey-
noso en los largos paseos de observación, la inspiradora poesía
cuyos aspectos policromos deja para siempre grabados en la hi sto-
ria nacional.
A él que me hizo amar el alma d e los tipos y calles porteñas, en
reflejo virtual, en el cadencioso compás de los tangos populares,
etc." (59)
"Su tango, partiendo de las afón icas almas de los organitos c alle-
jeros, ponía un poco de fiesta en las calles suburbanas, distra -
yendo su aplastante monotonía. En las esqui nas, los bailarines i m-
provisados no seguían otros compases que los de él.
Dentro de los conventillos, el acordeón y la guitarra se compl e-
mentaban para interpretar lo, o bien a falta de éstos, un mozo si l-
bábalo y lo tarareaba una muchacha para que algunas parejas lo
siguieran silenciosas, atentas, acaso para no perder el acento de
sus notas" (60).
306
frido algunas alteraciones. En ella campea el ingenio y el bu en humor de su
autor Escamilla". "Su música está formada de retazos con algo original del
maestro Antonio Reynoso" /La Nación Nº 8.522, 17 -08-1897, p.5 c.5/
(9).- La Nación Nº 7.523, 10 -02-1894, p.5 c.2, "De fiesta en fie sta".
(10).- La Nación Nº 7.528 , 17-02-1894, p.4 c.7, "De fiesta en fie sta".
(11).- La Nación Nº 7.429, 07 -08-1894, p.8 c.1, "De fiesta en fiesta"'; r e-
gistra que la parodia se repuso el día anterior en el Rivadavia, diciendo ser
la música de Reynoso.
(12).- La Nación Nº 7.311, 10 -04-1894, p.5 c.2, "De fiesta en fie sta".
(13).- La Nación Nº 7.310, 09 -04-1894, "Cartelera"; esta obra se dio 27
veces consecutivas, récord para la época.
(14).- La Nación Nº 7.322, 21 -04-1894, p.5 c.7, "De fiesta en fie sta".
(15).- La Nación Nº 7.329, 28 -04-1894, p.5 c.3, "De fiesta en fie sta".
(16).- La Nación Nº 7.381, 20 -06-1894, p.8 c.3, "De fiesta en fiesta". "La
verbena" se estrenó en el Rivadavia el 20 -04-1894 con Juárez, la López y
la Perales. /La Nación Nº 7.324, 23 -04-1894, p.5 c.6/ La compañía del Zar-
zuela y la del Mayo, representaron igua lmente "La Verbena".
El 28-04-1894 se preparaba en el San Martín, para darse en italiano /La
Nación Nº 7.329, p.5 c.3/
A partir del 11 de mayo se agrega el cuarto teatro en darla simultáne amen-
te en la ciudad, caso único en el mundo. /La Nación Nº 7.427, 04 -08-1894,
p.5 c.5/
(17).- La Nación Nº 7.410, 19 -07-1894, p.7 c.4, "De fiesta en fie sta".
(18).- La Nación Nº 7.410, 19 -07-1894, p.7 c.4, "De fiesta en fie sta".
(19).- Puede consultarse:
- Papel y Tinta Nº 9, 10-10-1907, "El decano de los cómicos".
- Caras y Caretas Nº 547, 27 -03-1909, Rafael Barreda, "Un viejo actor o l-
vidado".
- La Nación Nº 12.879, 13 -10-1909, p.10 c.5, "Carmona".
- La Nación Nº 16.278, 14 -05-1917, p.5 c.5, "Aparecidos", (cuenta su vida
al cronista).
- La Nación Nº 16.797, 30 -07-1918, p.10 c.1, "Eduardo Carmona" (necr oló-
gica).
(20).- La Nación Nº 7.410, 19 -07-1894, p.6 c.7, "Apuntes".
La Prensa, 16-07-1894, p.5 c.6, "Teatros".
(21).- La Nación Nº 7.421, 30 -07-1894, "Escándalo en e l Ridavia"; La Pren-
sa 30-07-1894, p.6 c.4, "Teatros / El incidente del Rivad avia":
307
tes, con lo que el bochinche tuvo feliz término sin más conse -
cuencias que algún espectador detenido y algunas señ oras asusta-
das."
"Que sobre gustos nada hay escrito y que cada u no tiene los s u-
yos, son dos verdades como un templo, que tienen diaria demo s-
tración y que la tuvieron muy cumplida el domingo y anoche en el
Rivadavia.
O una parte del público se ha cansado ya del apropó sito de Trejo
"La Guardia Nacional", o ha tardado 20 días en apercibirse de lo
que no le gustaba y ha desahogado en dos noches, interrumpidas
por tres de éxito, el mal humor que de esos espectadores se ap o-
deró al darse cuenta que se habían equivocado aplaudiendo a r a-
biar un cuadro local.
¿Y cómo se desahogó anoche esa parte del público, que a decir
verdad, era más bien exigua?
Vivas al ejército de línea que nadie había atacado; muerte a los
gallegos por el delito de representar una obra de autor argentino;
papas, cebollas, huevos y otros comestibles que, arr ojados desde
las alturas, caían abundantemente sobre el escenario. Amén de a l-
guna silla por los aires, constituían las manifes taciones de los pro-
testantes, que durante largo tiempo se despacharon a gusto sin
que nadie los molest ara.
Los infelices actores, que maldito si se esperaban tamañas d e-
mostraciones de simpatía, recibieron los primeros proyectiles con
la sorpresa natural; pero no en vano todos ve stían uniformes.
Los aprestos militares debieron infundir valor hasta a las coristas
que, firmes en sus pu estos, echaron mano de las mismas legu m-
bres que caían sobre escena, intentando repeler heroicamente la
agresión.
Entre tanto el telón subía y bajaba a cada momento; San Juan
explicaba al público que su sólo deseo era agradarle; los pocos que
tomaban parte seguían in crescendo y nadie se entendió.
Al fin y al cabo llegó la policía, sacó del teatro a los que albor o-
taban y bien o mal continuó el espectá culo, que terminó por una
ovación a los artistas y especialmente a la sra. Perales, cuando
pronunció los últ imos versos de la obra, como nunca la han recibi -
do.
Condenar lo ocurrido no es necesario, después de haberlo relat a-
do. De todos modos y por más injustifi cadas que sean las prote s-
tas, la empresa con buen acuerdo ha resuelto r etirar la obra".
308
(25).- La Nación Nº 7.486 26-10-1894, "De fiesta en fiesta"; por la comp a-
ñía Eliseo San Juan ,siendo "muy aplaudida".
(26).- La Nación Nº 7.524, 10 -11-1894, "De fiesta en fies ta"; argumento
de Xavier Santero.
(27).- Archivo Policía, Cia.5 L.37 F.53 Nota 1.337, 19 -12-1894. El docu-
mento es por demás curioso, estando al tanto de las claves: el nombre a r-
tístico es un seudó nimo, el de Josefa Calatti. El empleado policial actuante
lo consignó, pues en la época era un dato irrelevante si el sujeto no poseía
antecedentes delict ivos.
(28).- La Prensa, 08-10-1895, "Teatros"; estrenada en el Odeón la zarzuela
"Sueños de oro", de la cual se destaca "cuya música es muy aplaudida,
participando de estos aplausos el maestro Reynoso".
(29).- La Nación Nº 8.401, 16 -04-1897, p.6 c.6; estreno en el R ivadavia
por la compañía de Enrique Gil.
(30).- La Nación Nº 8.447, 03 -06-1897, p.5 c.5; estreno en el Rivadavia
por la compañía de Rogelio Juárez. Hallamos descripción de este teatro:
El Diario, 07-08-1897, "Municipales / Inspección del teatro Rivad avia:
309
(42).- La Nación Nº 9.253, 25 -08-1899, "Cartelera"; estreno por la co m-
pañía de Julio Ruiz y Félix Mesa, en el Rivadavia.
(43).- La Nación Nº 9.254, 26 -08-1899, p.5 c.6
(44).- El País Nº 68, 07 -03-1900, p.6 c.4; estreno por la compañía Mariano
Galé en el Comedia.
(45).- El País Nº 69, 08-03-1900, p.6 c.3
(46).- La Nación Nº 9.448, 09-03-1900, p.5 c.6
(47).- La Nación Nº 9.457, 19 -03-1900, p.5 c.6
(48).- La Nación Nº 9.511, 14 -05-1900, "Cartelera"; estreno por la comp a-
ñía de José Palmada, en el Mayo.
(49).- La Nación Nº 9.520, 22 -05-1900, p.5 c.6; estreno en el C omedia.
(50).- La Nación Nº 9.521, 23 -05-1900, p.5 c.6
(51).- La Nación Nº 9.522, 24 -05-1900, p.5 c.6
(52).- La Nación Nº 9.543, 15 -06-1900, p.5 c.6
(53).- La Nación Nº 9.551, 23 -06-1900, p.5 c.6
(54).- La Nación Nº 9.574, 16 -07-1900, p.6 c.3; estreno por la compañía
de Rogelio Juárez.
(55).- El País Nº 200, 19 -07-1900, p.6 c.4
(56).- La Nación Nº 14.753, 04 -07-1912, p.14 c.7, "Argentino": "El pesao",
sainete lírico de Miguel Buranelli.
(57).- La Nación Nº 14.732, 13 -06-1912, p.12 c.7, "Antonio Reyn oso".
(58).- La Razón, 12-06-1912, p.9 c.3, "Antonio Reynoso".
(59).- La Razón, 13-06-1912, "Sepelio del maestro Reynoso / Discurso de
Carlos M. Pacheco".
(60).- Fray Mocho Nº 59, 13 -06-1913, Tito L. Foppa, "Antonio Reynoso en
el primer aniversario de su muerte".
310
No detectamos, o no anotamos, otras actividades seguramente habidas. A
principio de 1899 hallamos del Centro Unión de Pelotaris, lo siguiente:
Siguió ejerciendo tal función y en 1902 tenía en ese Centro bajo su dire c-
ción un coro de 200 voces y una orquesta de 85 músicos (8).
Hemos señalado en otra oportunidad la cantidad de este tipo de centros
habidos en el Buenos Aires finisecular y la can tidad de conjuntos music ales.
Aún así al transcribir las ci fras no nos dejan de asombrar, como si no las
conociéramos; claro está, no todos llegab an al volumen del mencion ado.
Desde 1902 Cheli fue director de la orquesta del teatro Apo lo, en la compa-
ñía de los Podestá. En 1901 había puesto mú sica a una zarzuela llamada "El
desertor" (9), cuyo estreno no localizamos.
Sucede con frecuencia al rastr ear obras y autores teatrales, ser dificultoso
determinar existencias o autorías; si no se trataba de una figura conocida,
solía indicarse por ejemplo "autor de esta localidad". Podría ser una e stra-
tagema empre sarial, al estilo de la puesta de moda en Eur opa hacia 1870,
no señalando en cartelera el nombre de los autores hasta no co mprobar si
la obra tenía éxito, preservándolos de un even tual descrédito. Por otra par-
te el llamado género chico, el teatro por horas, la zarzuela chica, la revis-
ta, el sainete y otros subgéneros del teatro hispano -argentino, no eran
bien vistos por el público culto y la mayoría de los críti cos, los cuales ha-
cían sus comentarios casi por obligación, siendo escuetos a veces en dem a-
sía.
La primera obra musicalizada por Cheli que l ocalizamos es trenada por los
Podestá en el Apolo, fue el "juguete cómico" titulado "En busca de papa"
(10), con argumento de Rodolfo Puga. Luego el "juguete lírico en 1 acto"
con argumento de Camilo Vidal "Hija natural", del cual se destacó ser la
música muy buena y bailarse el "tango de la salsa picante" (12). Destaca-
mos ser inusual estos comentarios elogiosos; lo normal era referir a la obra
de modo genérico.
Ese mismo año estrena su tercera obra con argumento de Enri que Buttaro
(1882-1904), titulada "Revista Nacional", un "boceto lírico -dramático en 1
acto y 4 cuadros" (13).
Los tangos de Cheli debían ser conocidos y populares a principio del siglo.
Señalamos haberse incluido en el aviso de los bailes de carnaval de 1904 a
darse en el Nacional, entre o tros, "tangos sui-generis" (??) de Villoldo, P o-
destá y Chelli -sic- (14).
Hemos localizado 30 obras de su indudable autoría, infirien do a lo menos
haber el doble o triple en cuanto a colabora ciones teatrales refiere. Part itu-
ras impresas localizamos 3, n o pudiendo tampoco haber sido su número tan
ínfimo; valga como justificación ser obras de principio de siglo y por en de
dificultoso su halla zgo.
311
La nota necrológica de La Nación, escueta y sencilla, es la mejor reseña de
su importancia autoral en el naci miento del género, que hayamos h allado:
312
tinto- como la miseria de Florencio Sánchez, como la miseria de
Enrique Buttaro, como la de Antonio R eynoso, como la de otros
que acaso también mueran así, mientras el producto de sus cre a-
ciones artísticas pasa a engrosar la herencia de los hijos de qui e-
nes no las produjeron, ni las producirán jamás..." (16)
17.- Francisco Payá (1879 -1929), o "El vasco Payá" como se lo conocía en
los medios que actuaba, sin lugar a dudas fue el co mpendio de gustos y
tendencias teatrales de las tres primeras décadas del siglo. Para tener idea
de lo dicho, señalemos tener identificadas 300 colaboraciones escénicas
suyas y otro medio centenar, de su casi segura autoría.
No hay esbozo biográfico propia mente dicho acerca su perso na; son dos, o
uno, el proveedor de datos sobre vida y obra (1) a quien han saqueado
hasta en sus errores. Pasando a ejemplificar, al decirse haber llegado a
nuestra ciudad a la edad de 15 años (o sea en 1895) y escrito un poema
313
sinfónico incaico, por no darse fuente de información la conclusión es o b-
via: plagio de la Antología Musical Argentina, única obra donde se da el da-
to. Resulta por otra parte una de las ocu rrencias de Saldías.
En general es citado entre un montón de nomb res, homogeneización que
impide valorar a Payá frente a buena parte de los nombrados (2). Alguno
da rasgos de su personalidad (3) y otros recuerdan simplemente haberle
puesto música a algún libreto (4). Sólo conocemos dos notas evocativas de
su figura (5) .
Su obra musical escénica se halló vinculada a la composición de tangos, al
punto de habérsele acusado de sólo componer tal género, siendo poco or i-
ginales. Del inventario de temas dado por Gesualdo hallamos dos mazu rcas,
la primera de 1892 y la otra de 18 93.
Cuando el Círculo Valenciano inauguró su nuevo local en 1892, dio una fies-
ta animada con comedias. En ella
314
La señora Membrive s se caracterizó durante su vida en con fundir sus re-
cuerdos o reavivar rencores. En 1924 dijo que la compañía mencionada la
dirigía Payá padre. Muerto Payá hijo, cambió su memoria del hecho:
"a los diez años era ya primera tiple infantil dirigida por el maes-
tro Payá. Pero una indisposición me impidió seguir trabaja ndo.
Continué mis estudios musicales en el conservatorio Williams y
cuatro años después, me presentaba en La Comedia, siempre como
primera tiple, etc" (13).
Lo cual es falso, menos en un pun to: fue descubierta por Payá. Veamos
dónde radica la falsedad. Cumplido el contrato en el Mayo y debido al éx ito,
pasaron al Apolo y de allí el 17 de abril al Zarzuela (14). Cambió el d irector
del elenco, desplazando a Payá y marchó la com pañía de viaje por América,
durante varios años (15).
El cambio de director, de Payá a Abad, probablemente se debió a la edad
del primero, incapacitado para hacer giras con menores, u otras razones
desconocidas por nosotros. Por otra parte Abad era maestro zarzuelero e x-
perimentado y curtido en las lides de giras.
En ese mismo 1897 compone Payá sobre argumento del libretis ta Zacarías
Ruiz de Albornoz, la zarzuela "La fonda del riojano" , que hallamos estren a-
da el 23 de octubre por la compa ñía de Enrique Gil, siendo la pri mera en
hacerlo profesiona les de fama (16). La siguiente con libreto de Rodolfo de
Puga y titulada "El sobrino", fue estrenada en el Comedia el 26 de julio de
1900 por la compañía de Rogelio Juárez.
Volvió a colaborar con Puga en el juguete cómico "Los ciclistas", cuyo es-
treno sucedió en el Victoria el 14 de mayo de 1902 a cargo de Ramón C e-
brián (17). Tal estreno fue debi do al éxito obtenido el 18 del mes anterior,
con la obra "El maestro de sable" en el Comedia por la compañía de Al ejan-
dro Palmada; la crónica contrariando la opinión del público, la destrozó
(18).
No continuaremos con la cronología de sus centenares de obras, pasando a
otras facetas de su actividad. Hubo un Francisco Payá nombrado "director
honorario" del Orfeón Argentino del Sur (19); t al distinción no presupone
juventud, por lo que debió tratarse del padre. Refuerza la pre sunción haber
sido su hijo director de la Salamanca Primiti va (20), mencionándose dos
días después sin aclarar tratarse del descendiente, haber integrado el con-
junto de 300 perso nas entre coro y orquesta, de la cual era su director
(21).
Ese año de 1902 se dio un baile en la Unión Española en ho nor de un Pa-
yá... ¿Padre o hijo?... no lo sabemos. Nos incli namos a pensar fuera el p a-
dre.
En 1902 se realizaron las prim eras grabaciones para discos, con intérpretes
locales. Payá imprimió 10 piezas como solis ta de piano e intervino como
cantante de fragmentos de zar zuela en otros. Desconocemos si volvió a
grabar durante el resto de su vida (22).
En 1904 lo hallamos como director del coro y orquesta del Orfeón Argent ino
del Sur (23), con lo cual se refuerza la presunción anterior. Durante los
carnavales actuó en el sa lón Operai Italiani, Sarmiento 1374, y en la Casa
Suiza de la calle Rodríguez Peña.
315
Los bailes de carnaval del Opera fueron dirigidos de manera ininterrumpida
por Alfredo Bellucci, hasta 1906. A partir de 1907 comienza a hacerlo Payá,
observando el cronista de El País:
El éxito del tango perduró, llegando al disco cuatro años después (26).
El 25 de noviembre de ese año la compañía estrenaba la zar zuela "El pu-
chero" con argumento de José Eneas Riu (1883 -1943), la primera de este
poeta. Fue un éxito de campani llas, destacando la crónica la inclusión de un
tango criollo,
En más de una oportunidad los críticos ma nifestaban disgusto por las obras
puestas a consideración, rescatando su música: "Merece señalarse el hecho
que sea ésta la que ha determina do la acogida favorable, que han merec ido
las presentadas" (28). Tal reconocimiento a la labor musical, por quien
destinaba diatribas contra autores y público, es sintomático de poseer cal i-
dad las obras de Payá.
Por esos años el "termómetro" para medir los negocios tea trales era la re-
caudación, aspecto en el cual descollaba Pa rravicini. No sólo encabezaba
las sumas anuales a gran distancia de los demás, sino consagraba autores,
actores y en general a quienes trabajaban con él.
No interesa aquí analizar su trascendencia artístico -actoral, mas hay un as-
pecto poco analizado: su formidable talento empresarial, el cual l e indicaba
claramente qué ne cesitaba, de quién rodearse. No fue casual entonces que
a partir de 1909 Payá formara parte de su ele nco.
Si con Rogelio Juárez, estando a cargo Payá de la batuta, resultaba difícil
saber cuáles obras son de su autoría, con Pa rravicini era casi imposible
(29).
Las obras más logradas de Payá fueron del período compartido con Parr avi-
cini, coincidente con el auge de la opereta, te niéndolo como mayor exp o-
nente en su tiempo y nuestra tierra. La de mayor éxito seguramente debió
316
ser "Lobo de mar", así como "Willy Wilkyns" , ambas con argumento del ac-
tor (30).
Para comprender mejor la época y al mismo Payá, nos parece conveniente
transcribir partes de uno de los poquísimos reportajes que le hicieron:
317
hay la misma diferencia que entre un nocturno de Chopin y un e s-
tilo cordobés, etc." (31)
318
Se asociaron Payá y Carlos Mauricio Pacheco organizando un a compañía
propia, para debutar en el Comedia a principio de agosto de 1916. A la s e-
mana debido a su fracaso, debieron emigrar al teatro Nuevo (34), diso l-
viéndose finalmente.
No fue su único intento de actuar como empresario. En enero de 1922 d e-
butó en el Majestic con una compañía de operetas y zarzuelas, actuando
hasta el 5 de abril. Allí estrenó una revista el 23 de febrero, con una curi o-
sidad: Samuel Lin ning, José Antonio Saldías, Rafael de Rosa e Isaac Mor a-
les compusieron el texto y Payá, José Gay, Jos é Carrilero, Jesús Ventura y
Castro Calatayud, la música.
Promediando la década anterior, un periodista describía a Payá de esta
forma:
319
recurrió a personal técnico y bailarinas del Co lón, uniéndose en sociedad
con González Castillo y Alberto Novión. A poco a este último lo reemplazó
José Mazarti. En la dirección musical Payá compartía la batuta con Manuel
Coll, experto y acreditado director de revistas, musicalizando entre ambos
las obras presentadas (39).
La necrológica dice haberse hallado muy enfermo en los últimos tramos de
su vida, hasta su desenlace (40).
320
Martín F. Lemos en reportaje realizado en Clarín Re vista Nº 8.104 del 08 -
08-68 a la Membrives, confirmó que la compañía infantil estaba dirigida por
Payá hijo.
(14).- La Nación Nº 8.399, 14-04-1897, p.5 c.5, "Teatros y fiestas" / Za r-
zuela".
(15).- La Nación Nº 9.030, 11 -01-1899, p.5 c.5, "La Aurora infa ntil":
321
Según averiguaciones practicadas por la Comisaría 4 ta. donde se
encuentra detenido el agresor, el incidente se produjo con motivo
de una crítica de Castellanos sobre la partitura de "La india", apa-
recida en un colega de la tarde".
El parte policial interno, sirve para verificar la edad, año de arribo a l a ciu-
dad, estado social y domicilio:
Archivo Policía, Cia.4 L.110 F.209, 16 -03-1910
322
XXI
DEL TANGO ZARZUELERO AL TANGO CANCION
323
Advierta el lector incoherencia en la postura de dar como antecedente
al tango zarzuelero, respecto del tango genéricamente considerado como
fenómeno musical, pero no del intocable tango -canción. Este es también
tango, pero "tan genuinamente tango", a l punto de no haber recibido tal
influencia reservada a los instru mentales. Con lo cual debería deducirse ser
los letristas los creadores, o mejor dicho ángeles tutelares, de nuestra m ú-
sica. Sin Contursi, quizá incluso Piazzolla hubiese compuesto tangos z ar-
zueleros... Acorde esta visión, la fortaleza de los poetas ante influencias
foráneas, su captación de la esencia propia e incon fundible del tango, lo
hizo perdurable y genuino. Según algunos, en manos de los torpes y pus i-
lánimes músicos... mejor no pens ar qué hubiese suce dido.
Todo estaría muy bien, si el tango perteneciese al campo de la lit era-
tura. Pero... ¡es un género musical! . Entonces lo impor tante, lo definito-
rio, su esencia, lo que lo hace ser tango y no otra cosa, es su música. Si
fue lo que fue, si es lo que es, ha sido por sus compositores, no sus au-
tores, poetas, letristas o como quiera llamárselos, quienes se limitaron a
enancar sus versos en algún motivo musical exitoso. A veces, estropeá ndo-
lo.
No se entiende la razón por la cual los l etristas son "autores" y los
músicos "compositores". Pareciera que éstos estuviesen subordinados a las
magistrales obras de los "autores", reduciéndose su creación a sonido de
fondo para destacar como en los films, las palabras, en este caso "poét i-
cas".
Dejando de lado estas digresiones, una rápida lectura del texto a can-
tarse en los primeros tangos canción, revela haber si do concebidos para ser
cantados por hombres. Sin embargo algunos fueron estrenados por muje-
res.
Esto merece explicarse. Habría algo d e ridículo en una actriz canta ndo
con sentimiento "Mi noche triste" o "Milonguita". E igualmente en el p úbli-
co, el cual brindaba su aplauso a tal cambio de roles. Nadie entre qui enes
vertieron miles de palabras sobre estos dos tangos, parece haber a dvertido
lo que hoy día lu ce como una flagrante incongruencia. Y si lo advi rtieron,
por carecer de respuesta callaron.
Ello se explica dentro de un contex to. Así como se menciona al tango
zarzuelero se habla sobre "tango cuplé" , asunto igualmente no explicado .
Parecería haber absurdas dudas acerca qué elemento estructura un género
musical: si su música o su letra. Al referir a zarzuelero o cuplé, parece i n-
dicarse existir un "género letrístico" . De ser así el tango se ría tal, gra-
cias a la mina que se espiantó, el farolito, la vie jita o el conventillo alu m-
brado a querosén. Y no por ejemplo a un acorde de séptima disminuida
magistralmente intercalado.
Como las preguntas pueden seguirse acumulando, para no perdernos
vamos a ceñirnos a lo datable y verificable. T omaremos como base doc u-
mental discos conteniendo material proveniente del género chico. Los
fragmentos reproducen solos, dúos y en pocos casos, tercetos o cuartetos,
con música de lo entendido por entonces como tango y otros ritmos de m o-
da.
Analizando los textos, surgen ser de circunstancias. No tenían temát i-
ca específica; no se reservaban los celos para las sardanas, el amor en los
valses o la tristeza para el schottisch. Por otra parte las diversas músicas
dijimos podían ser solos, dúos, etc., en funció n de las necesidades del li-
breto.
324
El lector se preguntará lo ocurrido con el tango y la res puesta es...
por supuesto, lo mismo. Se le aplicaron las pautas señaladas, circunscr i-
biéndoselo a los moldes de lo habido como moda. Lo di cho permite destacar
no haberse manifestado su originalidad en lo cantable, sino en lo musical
y coreográfico. Volvemos a remitir nos a lo sucedido en los bailes de car-
naval, sobre los cuales nos extendimos: a pesar de ser interpretados ins-
trumentalmente, la falta de letra no hiz o perder el interés del público por el
tango, ni confundirlo con otros ritmos. Lo importante eran sus a spectos
melódicos y rítmicos, a los cuales se podía aplicar de terminada co-
reografía.
Esta amalgama melódica-rítmica-coreográfica, era aquello recon o-
cido como "tango", su esencia; sucedía lo mismo en otros géneros. Y co n-
tinuó siéndolo, después de abundar las letras; constituirá siempre su n ú-
cleo fundamental.
Si tomamos a Villoldo, a quien la publicidad de la casa Tagini en 1912
le daba el pomposo título de "El papá del tango" , observando su obra a uto-
ral surge no haber sido precisamente espe cialista en tangos cantables. De
aquellos que lo eran, a varios les puso letra diferenciada, según se cantase
por hombre o mujer.
Fue uno de los artistas con mayor cantidad de registros fonográficos
realizados en la época como cantante, recitador e imitador, ocupando los
tangos una porción minoritaria. "El papá del tango" fue hijo de su tiempo,
no haciéndole ascos a imprimir temas sicalípticos o de varieté, como la fa-
mosa e insufrible "La pulga". Para tener idea de la temática de la canción,
aparentemente popularizada en el siglo pasado desde 1893 por la teutona
Augusta Berger, su texto era una excusa para buscar el insecto entre las
ropas, mientras se desnudaba ant e el público. No hemos verificado si al
cantarlo, Villoldo realizaba la misma operación que la Berger (1).
El género ínfimo, versión española del arte frívolo francés, se mezcló
con lo sicalíptico, siendo dificultoso determinar a cuál de ambos perten e-
cen muchas obras. Resulta curioso que estan do en boga, no se halla gr aba-
do ninguna con ritmo de tango. En cambio como canción criolla tenemos
"El pajarito" por Gobbi, con ritmo de milonga "Josefina" por el payador Hi-
ginio Cazón y en tiempo de habanera, "Amor platónico" por Arturo de Na-
va.
Las canciones sicalípticas, tenían la peculariedad de poder ser cant a-
das hasta por la más casta y pudorosa dama. Su texto era inobjetable de s-
de el punto de vista moral. Sería una contradic ción, pues sicalipsis era s i-
nónimo de pornografía, deshonestidad, sexualidad y mil cosas más. El s e-
creto radicaba en la doble in tención de las frases, reforzada en escena m e-
diante gestos y su gestivas mímicas ante lo cual enardecía el público. El c u-
plé, heredó tales formas y recu rsos (2).
Coincidió la declinación hacia 1906 del género sicalíptico en España y
Buenos Aires, con el surgimiento de una corista española. Se trató de Co n-
suelo Vello Cano (1884 -1915), quien actuaba en el Teatro de la Zarzuela de
Madrid. Al año siguiente comenzó a ser conocida como cupletista, adopta n-
do el nombre artístico de La Fornarina. A partir de ella, hubo de generarse
furor por el nuevo tipo de canción llamada cuplé (3).
No es propósito del trabajo determinar transculturalizacio nes, influen-
cias, copias, etc ., de la canción francesa por los hispanos. Ni la divu lgación
por ellos del cancionero en boga uni versal. Pero el lector recordará sobre el
espectáculo organizado por De Marchi, componerse de un concurso de tan-
325
gos y otro de cuplé . Fue uno de los tantos to rneos abarcativos de ambos
géneros, teniendo por entonces el cuplé varios años de antigüedad entre
nosotros. Consagrado en Madrid hacia 1907, al año siguiente hall amos aquí
el que sospechamos haya sido el primer concurso de ellos, reali zado en el
teatro Nacional (4).
Lo interesante de este movimiento musical fue incorporar a la ca n-
ción, temática basada en hechos cotidianos, aparte de un grado de inte n-
cionalidad no pocas veces rayano en chabacanería. Como ejemplo de dicho
tratamiento de sucesos del momento , rescatamos una "coplilla anónima",
tal cual refieren a ella los inven tores de teorías sobre el tango:
326
La recreación del pasado hoy día, hace lucir distorsionada aquella
realidad: se cantaba como dice Bosch, en suma, como lo hubiese hecho un
aficionado. Por el contrario, actualmente en operetas, zarzuelas y hasta
canciones populares lucen sus condiciones grandes figuras de la lírica.
Lo único imperdonable en aquellos artistas hubiese sido no entendé r-
seles el texto; sólo ello era exigible a rajatabla. Y aquí vemos otro rol i m-
portante del cuplé: además de buena dicción, co menzó a pedirse a la ca n-
cionista tener gusto, cantar bien. Las canciones eran pequeñas obras te a-
trales en las cuales la voz y la gracia en el decir, resultaban protagonistas.
Paralelamente cobró importancia el porte, la estampa del artista, como me-
dio de hacer creíble lo relatado en las letras.
Las cupletistas por las razones apuntadas fatalmente termi naron con
el canto en las obras teatrales, ante las demoledoras comparaciones. Ref e-
rimos desde ya, al género chico, exceptuando a la zarzuela grande y la
ópera.
Como ejemplo de tal necesidad de saber cantar tenemos a Corsini,
cuyo mérito para justificar su actuación radicaba en ello y no sus condici o-
nes de actor.
A la canción dramática se hubo de llegar en varios pasos, tras años
de aprendizaje. Las cancion es o cuplés intencionados iniciales, permitían
disimular en cierto grado falencias vocales, tras bellas formas femeninas.
La situación varió al hacerse sen timental en la etapa siguiente. Habían de
tenerse otras condicio nes, como una afinada sensibilidad interpretativa y
mejor voz aún, cualidades o catálogo de bondades no poseídas por cua l-
quiera.
La Goya fue una de quienes lograron cumplimentar los nuevos requ isi-
tos, al punto de ser la primera cupletista en grabar para el sello Víctor den-
tro la serie etiqueta roja, reservada para ar tistas mundialmente cons agra-
dos. Eran discos caros, de esmerada técnica. Allí, codeándose con Car uso
estaba La Goya, haciendo de cada canción un melodrama completo, au-
nando perfección vocal y te atral.
Cuando alguien pretende burlarse de un tango, lo apostrofa como
"cupletero" y por lo antes explicado, no había en su época nada más c uple-
tero en virtud del argumento cantado , que "Mi noche triste" por Gar-
del.
Gardel hubo de ser la versión masculina de la Meyer o la Goya y como
tal, los melodramas cantables se ajustaron a su sexo. Reunía como ellas y
en la misma época, las dos condiciones esen ciales: buena voz y capac i-
dad dramática. Los artistas siempre de bieron atenerse a las reglas y m o-
delos que el merc ado requiriese; cumplime ntadas, deviene el éxito.
Así como el cuplé exigía un determinado ambiente para situar la a c-
ción del texto, lo hubo de tener la canción local, reempla zándose el ritmo
foráneo por uno autóctono. Tratándose de Buenos Aires, qué mejor
vehículo musical que e l tango. Por eso el cuplé es inconfundiblemente
español y el tango, argentino.
Nótese haber superado el tango la capacidad identificatoria del cuplé.
Este es archimadrileño usualmente por su ambientación, la caracterización
de sus personajes, su gracejo. En menor grado se lo reconoce español por
su música; por ello son casi inexis tentes ejemplos sin texto: debe poseerlo
para disfrutar el géne ro. En cambio el tango, en caso de no sobrellevar el
peso de una letra, es igual y perfectamente reconocible como argen-
327
tino a través de su distintivo contenido musical . Lo es más allá de los
orígenes de los compositores o i ntegrantes de la orquesta.
Por ello una ardorosa exaltación de los versos adosados, se ría enten-
dible proviniendo de letristas o poetas cupleter os, pues son el punto fuerte
del género, su alma, su esencia. Totalmente exagerado, por no decir p eyo-
rativo, resulta de parte de autores de tango pretendiendo hacer primar su
literatura sobre las extra ordinarias y únicas cualidades musicales del mis-
mo.
De lo cual surge diferenciación trascendente. El cuplé, para serlo, d e-
be necesariamente narrar una "historia". El tango no re quiere más identif i-
cación que la musical, pudiendo compartir cualquier temática cantable.
Puede incluso ser sólo instrumental; el cuplé no lo admitiría, existe por la
letra.
Resulta tragicómico observar cómo la música llamada tango, no sie m-
pre es profeta en su tierra, siéndolo en cualquier parte del mundo. Sólo en
nuestro país algunos consideran sus letras lo importante, reservando para
las melodías, un rol de "ruido de fondo" sobre el cual descollan los versos.
Y el cantor.
Al escuchar discos de cuplés sabiendo a qué época pertene cen, resul-
ta admirable en quienes han tratado la aparición de Gardel y el llamado
tango-canción, no haber advertido la inocultable relación entre tal surg i-
miento y el c uplé dramático en bo ga.
Reiteramos la justificación de este aspecto. Ante su vigen cia y éxito
con temática literaria y musical española y dada la aparición de una c o-
rriente poética local, de la cual Pascual Contursi sería su principal ref eren-
te, resultó esperable -e inevitable- se adaptase a dicho contenido mús ica
igualmente local, es decir el tango. Abundando sobre coincidencias, los cu-
plés contenían giros idiomáticos propios del país de origen; igualmente hu -
bo de tenerlos su equivalente autóct ono, el tango -canción.
Tuvo una particularidad excluyente: poseyó "su" intérprete, antes de
existir el propio género. Nos referimos a las condicio nes vocales y dramát i-
cas de Gardel. Ambas fuero n notables y si le hubiese faltado cualquiera de
ellas, el tango -canción hubiese muerto antes de nacer. Es la razón de h aber
sido su máximo expo nente, hasta su muerte. Resulta llamativo haber inte-
grado espectáculos en los cuales participaba el cuplé dram ático, antes de la
aparición del tango ca nción.
Quienes se ocuparon de Gardel parecen no haber reparado en que sus
actuaciones se centraban en él, era espectáculo en sí mismo. Tampoco en
llevarse a cabo rodeado de cupletistas. Sería insultar su inteligenc ia artísti-
ca pensar no haya sacado provecho de a mbas situaciones.
Arriesgamos otra escuela donde pudo valorar y aprender Gar del, los
beneficios de amalgamar condiciones interpretativas y vocales: su afición
por asistir a representaciones de óperas, en ti empos de visitarnos las m a-
yores figuras de la lírica. No es conocido y hasta risible suponer haberlo
hecho las cupletistas, quienes adquirieron tales dotes en otro ámbito.
Transitados los primeros años, la novedad sin embargo no prosper a-
ba; faltaba la canción que impactase. Llegó con "Milonguita", inme-
diatamente incorporado -¡Oh, coincidencia! - al repertorio de la muy cuple-
tera Raquel Meller.
A las cupletistas se las dio en llamarlas "tonadilleras" y no sabemos a
ciencia cierta la causa. Podría debers e a la antigua acepción de "canción
328
breve y animada", o la más vulgar de "perso na que canta". Como sea llega-
ron a hartar, siendo motivo de san grientas burlas por el vespertino Crít ica.
En España el fenómeno fue importante, llegando a abrirse academias
de cupletistas. Cuando Manuel Jovés arribó a Buenos Ai res en 1911, entre
sus primeras actividades estuvo la creación de una academia local de ellas.
Igualmente hizo Manuel Moreno Mane lla venido con la famosa Paquita E s-
cribano, según recuerda Sosa Cordero (8).
El cuplé, dijimos, incorporó lo cotidiano como temática, continuando
la vigencia de la canción intencionada (9). Los tex tos eran argumentales
encerrando una historia.
Resulta oportuno hacer entrar en juego otra teoría en boga. Nos r efe-
rimos a la de haber tenido el tango canción y sus culto res, antecedente en
el canto de los payadores. En absoluto puede reconocérselos como i nfluen-
cia en el aspecto musical o temático, sin olvidar una fundamental d iferen-
cia: sus versos se improvisaban; los del tan go canción fueron previamente
elaborados, como los cupleteros.
Hay que ser cuidadosos sobre adjudicar valor de antecedente o i n-
fluencia a algo. Poseer los cantos payadoriles contenido ar gumental, nos
parece excesivo como única razón para considerar que p rovengan de ellos
las creaciones literarias del tango can ción, o la modalidad interpretativa de
sus cantores, caso Gardel. Pues si texto con contenido argumental es la ex-
cusa, también Aída lo tuvo, con lo cual caeríamos en el absurdo de haber
sido la ópera un género precursor del tango cantado. Retrocediendo en el
tiempo, esta pesquisa de "influencias" nos llevaría a considerar como ant e-
cedente a Homero.
El cuplé tuvo otro efecto particular y fue permitir a las cantantes o b-
viar la etapa obligada de ser primeramente coristas, como paso previo a
consagrarse estrellas de la canción. Adverti mos la incorporación masiva de
la mujer al mundo del espectáculo, caso no dado en el siglo anterior en el
país, hallando a través del cuplé un lugar destacado como canci onistas.
Hubo con este gé nero una divisoria de aguas. Reiteramos, antes las muj e-
res accedían al público a través del teatro; a partir del cuplé, directa mente
desde la canción (10). Revela cómo el mercado local se eu ropeizaba.
Las coincidencias al resp ecto se superponen: Gardel provenía del can-
to y no de las tablas, a diferencias de otros cantores contemporáneos. Su
antecesor de mayor éxito entre los dos siglos, Arturo Navas, era actor de
reparto, cantando habitualmente en tal carácter.
Ejemplo del anterior camino a transitar fue la renombrada Pepita Ave-
llaneda, dada habitualmente como si hubiese sido toda su vida canci onista.
En realidad vimos se inició como corista en oportunidad de relatar su inten-
to de envenenamiento -ver Nota Nº 15 del Capítulo 20 -, hallándola en una
etapa siguiente como bailarina:
329
Podemos dar otro ejemplo cuando se presentó en la compañía musical
de Samuel Arce en el Rivadavia, cuyo director era el ba rítono José Garrido:
330
en duda el supues to éxito obtenido por Gardel con este tango. En cambio
"Milonguita", se halla con cierta facilidad... pero fue grabado luego de casi
cuatro años de intentar la nueva vertiente. La acep tación no fue ni masiva
ni instantánea.
El único en demostrar expectativas fue Contursi, procediendo en co n-
secuencia (18). Cuando al reponerse la obra al año siguien te pretendió par-
ticipar en los ingresos, la respuesta fue encar gar un nuevo tema a otros
autores y el sainete... siguió teniendo el éxito del año anterior. Medítese si
el hecho y sus consecuen cias, no confirman nuestra aseveración. Los e m-
presarios por más torpes que fuesen, se habrían dado cuenta de lo impo r-
tante de “Mi noche triste” como parte del éxito de la obra, en caso de h a-
berlo sido. Por evitar compartir pingues ganancias, no habrían arries gado el
suceso de la temporada siguiente, representando el saine te sin el tango
que fuese "su razón de ser". Como no lo era, su cedió lo esperable : ¡chau
Contursi y a otra cosa!. Son hechos y no teoría.
Años después surgió un escándalo respecto a "Mi noche tris te". El re-
vuelo lo armó la revista Sintonía, involucrando música y letra (19) en un
plagio. Sostuvo serlo del bambuco cubano titu lado "Rosa", cuyo autor A ngel
Sánchez Carreño (1890 -1971) -más conocido como Príncipe Cubano - había
presentado en un concurso realizado en el Salón Magic de París en 1914,
obteniendo el primer premio (20). Con el correr de los días la cue stión se
fue decantando entre sucesivos dimes y diretes, quedando establ ecido es-
tar plagiada la música, no la letra. En un catálogo Víctor hallamos el disco
73.701, del año 1922: "Mi noche triste, danzón, arreglo de Alonso, orques-
ta Max Dolin". Lo consideramos sugestivo.
Resulta curioso que estas discusiones por eventuales pla gios, no invo-
lucrasen además al inefable Francisco Canaro, quien no tuvo empacho en
registrar un vals homónimo "sobre motivos del tango de Samuel Castriota"
-sic- (21).
En resumen la trascendencia de "Mi noche triste" habría sido la ad i-
ción de versos previamente compuestos como tales, a una mú sica de tango
registrada dos años antes, para colmo quizá plagia da de otro género mus i-
cal. Vemos estar rodeado el hito inicial del tango canción por confusos u
obscuros sucesos, apareciendo más como producto de oportunismo c o-
mercial, que intento de crea ción genuinamente artística.
Hemos señalado que el reemplazo de dicho tango en la obra teatral no
cambió la respuesta del público, con lo cual su éxito no se debía a lo can-
tado. Tampoco la pieza trascendió en demasía. La importancia asignada a
ella como espectáculo y al tango can ción estrenado, son elucubraciones he-
chas muy posteriormente. En su época si bien tuvo suceso dentro de un
contexto teatral y no cantable, no se la consideró mucho más que una de
las tantas obras semanalmente estrenadas; igualmente se pensó del hoy
día famoso tango, no causando conmoción desarrollarse una letra argu -
mental. Era tan común en los cuplés...
Confirma lo anterior los tangos cantad os llegados al disco hasta 1919;
fueron sólo dos: "Flor de fango" y "De vuelta al bulín". Durante 1920, la
cantidad crece a... cinco: "Ivette", "Muñe quita", "Carne de cab aret", "Pobre
paica" y el primer gran éxito: "Milonguita". Este suceso, será motivo de
otro trabajo en cu rso.
El gradual aumento en años posteriores resultó coincidente con la d e-
cadencia del cuplé. Mientras tuvo vigencia, a su sombra el tango cantado
avanzó muy lentamente. Cualquier coleccionista puede dar testimonio de la
331
dificultad en hallar discos de estos primeros tangos cantados: tuvieron e s-
casos tirajes por no haber sido dema ndados.
Los números indican no haber tenido el nuevo género impor tancia
asignable, al menos hasta después de 1920. Cuando en el mundo del e s-
pectáculo aparece una novedad resonante, inmediata mente se ofrecen s ími-
les; todos se apresuran a participar del éx ito asegurado por la alta d eman-
da. Reiteramos no existir indicios de haber sucedido tal fenómeno sino va-
rios años después. Una cosa son los anhelos literario s de quienes nec esitan
fabricar hitos, "bisagras en la historia", un "antes y después" y otra la
realidad según constatamos.
Cierto, "Mi noche triste" fue el primer intento grabado. Pe ro nada
más. Y decimos "grabado", pues como tango con letra "ar gumental" existe
a lo menos un ejemplo anterior (22).
Igualmente en el siglo pasado habrá habido algún tango inau gurando
el género. Aunque supiésemos cuál, su importancia sólo se reduciría a eso,
haber sido el primero. No poseyendo grado de so ciabilización, esto es ver-
dadera trascendencia, adjudicarle cau salidad con todo el desarrollo musical
posterior resultaría to talmente excesivo y arbitrario. Sería como suponer
que los actuales automóviles guardan relación con los primitivos y prec a-
rios carromatos a vapor del siglo pasado. En ultimísima instancia, co mpar-
ten la misma definición: vehículos que se mueven por sí mismos. De allí
concluir que un prototipo de Fórmula 1 "derive", "provenga" o sea una
"adaptación" de aquellos, siendo tantas las diferencias pa recería demasia-
do. Cada cosa en su lugar.
Como cada uno ve en los demás lo deseado ver, es conveniente rev i-
sar y clarificar la distorsionada imagen impuesta de "qué es" tango. Vimos
hubo una época en la cual el tango era danza lúbri ca, salvaje, negra, et c.
Trayendo cada tiempo su tipificación, se olvidó tal asociación y adoptó una
nueva, olvidando ser esencial mente un género musical.
En las últimas décadas, resulta irritante observar cómo se asigna
trascendencia o importancia a un tango, en virtud del c ontenido de su le-
tra. Se la elogia, estudia, desmenuza, se realizan verdaderos ejercicios de
exégesis e interpretaciones sociológicas y psicoanalíticas. Ha pasado a ser
EL TANGO, su alma, su razón de ser, su contenido, su mensaje, su... no
sabemos más qué .
Se nos ocurre arriesgar una explicación para tales afanes. Teniéndose
por las razones que fuesen necesidad de hablar o apa recer como "entend i-
do" en tango, surge un problema de lenguaje o herramienta. Todos sab e-
mos castellano; muy pocos, saben música. Luego la tarea de comentar, e x-
plicar, o analizar los intrincados pasajes de una partitura musical los s u-
pera, no están capacitados para ella. En cambio mediante la lengua esp a-
ñola, teorizar, dar cátedra y conferencias sobre "arcos de violines clavados
en corazones de gorriones", "vacíos imposibles de llenar", "brumas del
tiempo" o "grises del ayer" (¿por qué el ayer será gris y no ma rrón?),
cualquiera con ganas de divagar está en condiciones de hacerlo. En caso
de necesidad, se recurre a cualquier dicc ionario o se consulta alguno esp e-
cializado en lunfardo. No sería lo mismo para poder decir algo, tener que
echar mano a un tratado de teo ría musical...
¿Y los músicos y los bailarines? ¿El aspecto musical y dan zante? Se-
gún esta tendencia, meros subprod uctos secundarios; lo importante son las
letras. Reiteramos, para algunos, SON el tan go. Cambian las épocas, no las
equívocas o tendenciosas valora ciones.
332
Nótese la costumbre de referir a una orquesta, en función del cantor:
"me gusta Troilo con Fulano" , "a mí, Pugliese con Mengano", etc. Cuando
directamente no se invierten los términos, diciéndose "me gusta Fulano con
Troilo". Lo importante parece ser el cantor y por ende, la letra. En menor
grado interesan las virtudes de los bandoneonistas, pianistas o violinistas;
el cantor ES la orquesta, quien la identifica, el aparente motivo por el cual
se la aprecia, "siguiéndoselo" por todas aquellas en las cuales actuó; suc e-
de desde la década del '40 a hoy.
No tenemos nada, aunque haya parecido hasta aquí lo contrario, con-
tra las letras, letristas o cantores. Consideramos que una poesía bien con-
cebida, contribuye a realzar y hacer aún más agradable o exitoso un tango,
sobre todo si se adapta bien su mé trica a la música. Hay ejemplos de ello;
la cuestión es tener medida en los juicios. Por eso nos parece un absurdo,
o al menos un exceso, hacer primar lo accesorio o uno de los componentes
del género, sobre lo fundamental: el tango, parece mentira tener que re-
cordarlo nuevamente, es un g énero MUSICAL.
Se llega al colmo de decir que un letrista "escribió un tan go", cuan-
do a lo sumo hubo escrito una poesía y a veces algo ni tan siquiera clasifi-
cable así, aplicada a una música de tango. El vocablo "tango" en cuanto
creación, es privativo del compositor musical por definición: sin música no
hay género mus ical.
Valga como prueba la inscripción hecha por Pascual Contursi, par a-
digma de los "creadores de tangos", con fecha 19 -06-1917 bajo el Nº
16.893: se trató de un escrito presentado "a máquina", conteniendo una
"letra" titulada "Mal de ausencia" . ¿Qué importancia tiene? Haberse apli-
cado al tango "Lita" de Samuel Castrio ta, el cual había sido registrado el
20-08-1915 con Nº 13.151, pasando a llamarse "Mi noche triste". Las acti-
tudes de ambos con fiesan que del p roducto final de esta unión, el verd ade-
ro tango, esto es la música, lo compuso -¿mediante plagio?- Castriota.
Siendo honestos, debemos dejar a Contursi fuera de la discu sión,
pues reconoció haber registrado simplemente una letra, posiblemente e spe-
rando fuese algún día aplicable a una música de tango. Asignarle haber
compuesto mediante tales versos "UN TANGO", corre por cuenta de sus
muy posteriores exégetas, consti tuyendo un disparate. Ni el propio Co n-
tursi creyó haberlo h echo.
Apreciamos el bello contenido de muchas letras, llegando al gunas a
ser logradas pinceladas descriptivas. Aún así cabe pre guntarse porqué los
poetas, en vez de acoplar sus creaciones a música de tangos en forma ai s-
lada, no las publicaron sistemática mente como libros de poes ías. Siendo en
sí mismas tan valiosas, tan venerables, sin duda hubiesen tenido tales p u-
blicaciones el mismo o mayor éxito que las partituras. E igualmente h abrían
alcanzado la gloria sus autores. En el fondo, no se trataría de po sturas filo-
sóficas o principios... sino de regalías .
Aquí entran a jugar dos aspectos o consideraciones. Uno, los der e-
chos de autor: siendo registradas como parte de un tango muy difundido,
se recauda mucho más que mediante algún libro. El otro, sería la sospecha
que tal vez sin el respaldo de los verda deros creadores del género, esto es
los compositores musicales con sus obras y los instrumentistas con sus i n-
terpretaciones, las letras como entidades literarias, no hubiesen tenido la
importancia asignada.
Otra explicación es que tanto la historia como las notas, comentarios,
ensayos y reportajes relativos al tango, no los ha cen los músicos dedicados
333
a componer y tocar, sino periodistas, poetas... en suma literatos, mie mbros
de la otra parte "interesa da" en el negocio. Recuér dese haber dicho antes
ser el tango ade más de expresión cultural, estética, etc., parte del aparato
comercial que rodea la música. Luego cada cual defiende lo suyo; cabría
achacar a los músicos pecado de omisión, en cuanto histo riar el fenómeno
musical llamado tango desde su óptica profesio nal. Por algo Platón excluía
expresamente a los poetas en lo que él consideraba debía ser "La Repúbl i-
ca"...
Los letristas, gozan de otro privilegio adicional. A pesar de percibir
menor porcentaje que los compositore s, desde hace años al mencionar la
autoría de un tango, tanto en las etiquetas de los discos como en boca de
locutores y buena parte de los tan gófilos, se los consigna en primer tér-
mino. Así, los tangos re sultan ser de "Contursi y Castriota", "Cadícamo y
Cobián", "Manzi y Troilo", etc. Desconocemos el origen de esta sistemática
alteración de prioridades, la cual no puede deberse a casualidad o azar. Si
así fuera, probabilísticamente en la mitad de los casos sería invertido el or-
den de preeminencia. Inclu so llega a decirse de un músico, "haber cola-
borado" con un letrista. Evidentemente, para algunos la poesía es un arte
mucho más valioso que la músi ca.
Para comprender puntualmente la divisoria de aguas trazada, baste
señalar que los letristas de tango, c omediógrafos y perio distas son los refe-
rentes de temas historiográficos. Insistimos en no tener nada contra ellos
salvo ocuparse de asuntos para los cuales, a la luz de los resultados, par e-
cen no estar preparados.
Nuestros fundamentos tienen raíz de anti gua data. Por ejemplo el his-
toriador romano Publio Cornelio Tácito (57 -120), en su "Diálogo sobre los
oradores", termina su exposición de manera desopilante. Cuando M aterno
abrazado a Apro dice:
replica Mesala:
334
Notas.- DEL TANGO ZARZUELERO AL TANGO CANCION
1.- "La pulga" debió llegar a nosotros a través de España. Quién realizó la
traducción fue Eduardo Montesinos, más recordado como autor del cuplé
"La violetera". Damos su versión:
Refrán
II
III
(De pronto):
Ya está! La tengo entre mis manos!
Al fin la maté!
Angel Villoldo realizó sus grabación a inicios de 1910, para discos ERA m a-
triz 60.271 y Columbia T 207, matriz 55.378.
2.- Como ejemplo de cuplé sicalíptico, veamos uno del mencionado Mont e-
sinos, quien produjo en 1904 "El Bombero":
335
Una noche horrible,
que dormía en un hotel,
un rápido incendio surgió
y como mi suerte
siempre ha sido c ruel,
dormida me pilló.
Cuando era imposible de apagar
y estaba el fuego junto a mí,
un bombero al cabo pudo entrar
y muy decidido yo le vi.
II
336
5.- La letra de la canción decía así:
(Baila)
(Baila)
337
es esto solamente el tango -té.
338
(5).- La Epoca Nº 2.659, 25 -07-1923, p.9 c.5
(6).- La Nación Nº 18.627, 29 -07-1923, p.6 Sec.2, "Aviso".
Su fotografía y sobre ella manuscrito, dice: "Estoy encantada con los
productos Coty".
9.- La Bella Chelito, Consuelo Portella Audet (1886 -1959) era famosa
cuando no había cumplido 20 años de edad. Con la Fornarina y la Meller,
son las más representativas del género. La Chelito, jugaba con la frase e
intención más atrevida, haciendo siempre de ingenua, con leyenda de va m-
piresa. Fue una de las pocas grandes que no nos visitaron. Era famosa su
actuación buscando la comentada "pulga". En 1913 estrenó el cuplé "Un pa-
seo en auto", de Alvaro Retama y Ricardo Yust García, el cual d ecía:
Refrán
339
que la cosa se puso divina,
mas pronto el motor
me llenó de pavor.
Vaya un modo de echar gasolina!
Aquello era horrible, caballeros!
Se lo juro! Y tuve que decir:
Refrán
340
ta la comisaría, a los efectos de salir de testigos por el at ropello
cometido, pues encarecemos se haga constar que el mencion ado
biógrafo se tiene por norma tomar a golpes de puño a los co ncu-
rrentes, siendo su principal promotor en tal sentido, el individuo
De Angelo y también por culpa de quien se canta en su bió grafo,
según así consta de la denuncia que en la sección tercera a ese
particular se ha hecho ya ante riormente y también con motivo de
esta detención," etc.
13.- Realizó grabaciones para el sello Odeón, serie Fonotipía. Allí imprimió
2 temas dialogados con Angel Villoldo y can tando sola, otros 10. Volvió a
hacer para el sello Odeón local, luego Nacional, numerosas grab aciones.
14.- Linda Thelma, cuyo verdadero nombre fue Ermelinda Spinelli, se dice
nació en nuestra ciudad en 1884 debutando en la compañía de Jerónimo
Podestá en 1904, como dama joven. Quie nes tenemos alguna experiencia
en la materia hallamos incon gruentes los datos, según los cuales habría
iniciado sus ac tividades recién a los 20 años. O comenzó su carrera en otro
lado, o las fechas son erróneas, contrariando además las da das en la ne-
crológica luego trascripta.
Sabemos haber tenido una vida erótico -sentimental agitada. En este c arác-
ter estuvo relacionada con el empresario, paya dor, cirquero, actor, etc. Só-
crates Fígoli, por lo cual pudo haber iniciado su carrera artística con él.
En 1906 se hallaba incorporada a la compañía de Guillermo Battaglia, en el
teatro Nacional Norte. Entre 1908 y 1909 actuó con Parravicini en el A rgen-
tino.
Era muy popular, aunque inicialmente no la hallamos mencio nada en las
críticas teatrales. Lo decimos por haberse registrado su fotografía y la p a-
labra "THELMA", como marca de fáb rica de la firma Nicolaysen y Salvacen,
según acta Nº 23.726 del 24 de julio de 1908 para "sardinas clase 62".
Recién a partir de 1909 comienza a nombrársela en las cróni cas de teatros
(1), al subrayarse el éxito de algún cuadro (2) o ser la única en cono cer su
papel y el espíritu del mismo (3). Esta ignorancia era clásica en Parravicini
quien solía improvisar continuamente.
A principio de 1910 vuelve con Battaglia, dando el día de su función benéf i-
ca "su repertorio de canzonettas napolitanas y estilos cri ollos" (4). Durante
la temporada de ese año inte gró la compañía Vittone -Podestá, debutando el
26 de febrero como actriz de reparto.
En 1911 la hallamos en el Alcázar, Sarmiento 1157, con una compañía de
variedades y pochades dirigida por Vitulli y Pe pito Ruiz; las estrellas eran
ella y Ruiz. Actuó algunos años en ese local con algunas interrupciones,
como al debutar en el Parisina, Lavalle 845, en una compañía francesa de
revistas y operetas el 5 de noviembre de 1912. Se la presen taba como "es-
trella criolla".
En el Alcázar, que en 1913 tomó el nombre de Bijou, actuaron hasta el 25
de junio de ese año siendo reemplazados por una compañía de operetas,
dramas y comedias israelitas.
341
Resulta interesante consignar su debut en la compañía de zarzuelas de J osé
López Silva, autor entre otras obras de "La revoltosa", el 10 de setie mbre
de 1915. Fue en el teatro Mayo, presentándose como "la cancionera argen-
tina Srta. Linda Thelma, a quien aplaudió el público diversos estilos criollos
y milongas" (5).
El diario Crítica en su sección espectáculos, tenía por costumbre tomar a la
chacota algunas figuras del mundillo artístico. Thelma fue una de ellas for-
mulándole un cuestio nario sobre distintos temas. Lo publican y al final de
la nota se dijo: "Nota.- Los guiones y las faltas de ortogra fía, por cuenta
de la interesada" (6).
Rescatamos entre sus respuestas haberse iniciado en el mu sic-hall hacia
1909, en el llamado Teatro Roma, ubicado en la calle 25 de Mayo 462 e
inaugurado en 1900, siendo la con tinuación de un café c antante allí inst a-
lado. En dicho tea tro no se aceptaban textos decentes, ni damas que qu i-
siesen pasar por tales. Si lo comparamos con el Casino, éste era lo que el
Colón a un teatro de barrio.
Cuenta haber actuado en 1915 además en el Royal; era algo mejo r que el
Roma y casi a la altura del Casino, donde también actuaba. Relata giras por
el interior del país, a Montevideo donde obtuvo suceso y Europa. Se declara
adicta al alcohol y al éter. Sabemos por una nota de época ser pro pensa
asimismo a la morfina, la cual "usaba con éxito" (7).
Algunas calificaciones al referirse a ella, merecen apuntar se: "tonadillera
silvestre" (8), "la sin rival" (9), "una tonadillera vulgar a la altura de la
Zazá". Nos entera haber tenido éxito en Brasil (10).
A través del humor de Crítica puede inferirse cómo era la dama. Con mot i-
vo de haber perdido una perla valuada en 5.000 $, ponen en boca de The l-
ma lo siguiente: "¡Preferiría haberme perdido yo!" , a lo cual en tono zu m-
bón e intenciona do el periodista agrega: "Es inútil. Se trata de un anhelo
inalcanzable. Esas cosas no suceden dos v eces..." (11).
Veamos otro sangriento comentario con motivo de una actua ción en el Nue-
vo y el ser requerida por los empresarios tea trales: "Linda Thelma Sp inelli
ha resultado hoy, la artista de varietés más solicitada y eso a pesar de los
siglos que pasan por ella, que si fuera como María Luisa Labal, que só lo
tiene 15 abriles, otra cosa sería con guitarra" (12). Adviértase los "s iglos"
que pasaban por ella, en tiempos que hacía publicidad de cremas embelle-
cedoras del rostro (13).
En febrero de 1915 actuaba en el Apolo la Zazá junto a otros actores, a l-
ternándose con funciones de cine. A partir del 19 de ese mes se incorporó
la Thelma al programa, encabezando naturalmente el listado de quienes s e
presentaban.
Actuó durante esa década en diversos beneficios. Tal solici tud de participa-
ción resulta indicativa de popularidad, al punto de haber sido en una oc a-
sión parodiada nada menos que por Lola Membrives (14).
El teatro de revistas más exitoso era el Porteño, ubicado pared por medio
con el Opera. Por ello presentaba lo mejor del momento. Crítica publicó lo
siguiente: "Después de muchas vueltas firmó contrato con el Porteño, Li nda
Thelma. Debuta mañana y no nos equivocamos al asegurar que ha de gus-
tar grandemente. Lo único que le pedimos es que no le dé pelota al f únebre
compañero que le ha t ocado por desgracia en el programa" (15).
Sus mañas y desplantes de diva no eran novedad, llegando a hacer excluir
del elenco a novicias actrices simplemente po r ser bonitas (16). Estos at a-
ques de celos en una mujer que había pasado los 35 años, no le habían
342
granjeado el odio de sus compañeros de trabajo. Como probanza nos at e-
nemos a su designación como Secretaria de la Comisión Directiva de la S o-
ciedad Internacional de Artistas de V ariedades (17).
Es conocido su viaje a Nueva York en 1926, actuando con la orquesta de
Canaro.
Había comenzado su actividad discográfica para Odeón en 1908, habiendo
individualizado 14 temas, 5 como solista y los otros a dúo con Villo ldo, me-
nos uno, con un tal R. Sán chez. Entre 1922 y 1923 grabó 10 temas en el
sello Víctor.
Diferentes compositores le dedicaron obras. Verificamos haberlo hecho J. L.
Bondoni, Vicente Greco, Juan Canavesi, Manuel Jovés, Antonio Lozzi, O s-
mán Pérez Freire, Emilio Marchiano y Emilio Mazz uchelli.
Existe una versión oral sobre una etapa de su vida, durante la cual habría
residido en Perú y vivido una tumultuosa re lación amorosa. Hemos hallado
una información que desmenti ría los motivos de tan prolongado al ejamien-
to: "Después de una ausencia de más de cuatro años, durante cuyo lapso
actuó en diversas ciudades de Europa, ha regresado a Buenos Aires la can-
cionista Linda Thelma, una de las intérpretes destaca das de la mús ica típi-
ca criolla y que disfrutó entre nosotros de popularidad y nombradía por su
especialización en cultivar un repertorio de estilos y aires nacion ales" (18).
Estaba al final de su carrera artística. Empezó su calvario de giras por el
interior encabezando una compañía de come dias de la otrora famosa actriz
Herminia Mancini.
Es posible que esta gira la hubiese llevado al Perú y cono ciese allí al dict a-
dor Augusto Leguía (1864 -1932), teniendo los famosos amores con él. Se
infiere haya sido a partir de 1929, cuando fue reelecto. La sublevación del
Coronel Sánchez del Cerro en agosto de 1930 habría dado fin a tal relación,
deportándola (19).
Su última actuación en Buenos Aires registrada por nosotros fue en el e s-
pectáculo "Café Concierto 1900" , estrenado en el Cómico el 3 de agosto de
1934, cuyos autores fueron Ivo Pe lay y Asdrúbal Salinas.
La necrológica de La Nación hizo un buen racconto de su vida, dando a s-
pectos que hemos expresamente omitido. La nota testimonia la importancia
tenida por Thelma:
343
destá, actrices de la talla de Orfi lia Rico, Josefa Vieira, Anita y
Blanca Podestá y actores como Miguel López, Arturo Podes tá, Julio
Scarzella, Elías Alippi, Enrique Muiño, Esteban Gil Quesada, José J.
Podestá y tantos otros.
Un año antes del ingreso de Linda Thelma a la Comedia, se había
consagrado en esa sala el éxito grande de "M'hijo el dotor", con
que Sánchez ya comenzaba a deslumbrar los cenácu los artísticos
de Buenos Aires. Comenzó inter pretando un papel de menor cua n-
tía y la dama joven en cierne que se vislumbró en sus primeros es-
carceos escénicos, se afianzó enseguida, hasta interpretar una la-
bor de mayor responsabilidad.
Y así fue como piezas de la calidad de "Al campo" de Nicolás Gr a-
nada, "Cédulas de San Juan" de Sánchez y "El medallón" de Ez e-
quiel Soria, contaron con su concurso. Un par de años más tarde y
ya constituida en una reali dad del teatro argentino, pasó a trab ajar
al lado de Guillermo Battaglia, en el Nacional Norte. Luego con Ati-
lio Supparo, Elías Alip pi, Julio Scarcela y Arturo Mario, integró una
compañía que actuó en el i nterior de la República.
Pero su espíritu inquieto no se avenía con la disciplina del teatro
y fue así que un par de años antes de estallar la guerra europea,
Linda Thelma se propuso y lo consiguió amplia mente, llevar al vie-
jo mundo nuestro arte en la expresión inocente y cadenciosa del
folklore criollo. Se embarcó para España y su consagración fue de-
finitiva, como intérprete de la canción pampera y del tango, que ya
comenzaba a trasponer los límites de nuestra tierra.
Varios años actuó Linda Thelma en la Península y ello hizo que ya
su acción artística quedara concretada exclusivamente como inté r-
prete de la canción nacional. En 1926 y siguiendo la misma incl ina-
ción, acompañó como ca ncionista a la orquesta de Francisco C ana-
ro en el Mirador de Nueva York.
En ocasión de la visita que Mme. Rasimi reali zó a Buenos Aires,
volvió Linda Thelma a Europa para intervenir en un espectáculo,
que la directora de la revista francesa desarrolló des de el viejo
Moulin Rouge, presentándola en "La Revue de Printemps". Allí p udo
renovar la artista su arte de cancionista eficiente, con las m anifes-
taciones más populares del tango y la canción de ambiente campe-
ro, siendo ella la primera que se atrevió a aso marse a m edios ar-
tísticos extranjeros, para llevar la expre sión auténtica del cancio-
nero argentino.
Desde hace dos años, Linda Thelma estaba recluida en un est a-
blecimiento de salud de esta capital, atacada de un mal incurable
que ayer hizo crisis, contand o en la actualidad 55 años de edad"
(20).
344
(8).- Crítica, 30-01-1915, p.?? c.5
(9).- Crítica, 07-02-1915, p.5 c.1, "Apolo".
(10).- Crítica, 03-03-1915, p.5 c.1, "El festival de anoche".
(11).- Crítica, 20-05-1915, p.6 c.1, "Pequeñas observaciones".
(12).- Crítica, 20-01-1916, p.6 c.5, "Linda Thelma".
(13).- PBT Nº 680, 05-12-1917, "Aviso".
(14).- La Nación Nº 15.925, 23 -05-1916, p.12 c.2
(15).- Crítica, 10-06-1920, p.4 c.6, "Linda Thelma".
(16).- Crítica, 11-06-1922, "Mar de fondo en el Victoria".
(17).- Crítica, 03-02-1922, p.4 c.5, "SIAV".
(18).- La Nación Nº 20.697, 14 -04-1929, p.10 c.3, "Linda Telma -sic-
encabezará una compañía para el interior".
(19).- Sintonía Nº 6, 03-06-1933, "Pepita Avellaneda y Linda Thelma han
sido las precursoras del tango".
(20).- La Nación Nº 24.432, 24 -07-1939, p.19 c.3, "Ayer falleció en esta
capital la cancionista Linda Thelma".
345
Luego la perdimos en referencias periodísticas. Sabemos que entre 1904 y
1905 se hallaba en la ciudad, pues grabó discos pa ra el sello Zonófono. Más
tarde, en 1906 o 1907 también debió estar entre nosotros, pues lo h izo pa-
ra Odeón. En ambos casos grabó en castellano canciones criollas y tangos.
Tenía hermosa voz de soprano lírica, perfecta entonación y dúctil gracejo.
Si bien su fraseo es porteño, tiene "algo" indicativo de su vincul ación con
lo francés. La pronuncia ción de la doble erre, por ejemplo.
La grafía de su nombre y apellido, suele variar según las circunstancias en
que se la menciona. Sospechamos pueda haber sido u n seudónimo, de
quien consideramos la mejor can tante de tangos y temas criollos entre
quienes grabaron en la primera década del siglo.
Hallamos su debut en el Pabellón de las Rosas el 16 de fe brero de 1909,
como "Andhre Viviane, famosa cantante crio lla" (4). La actuación se pr o-
longó a lo menos hasta mediados de marzo, según nuestras notas. A los
dos días se agregó al espectáculo Dora Miramar, en calidad de "cantante
internacional"; la mitología dice haber sido por esa época cantante de ta n-
gos.
La pesquisamos por última vez muchos años después en ocasión de repr e-
sentarse el "Juan Moreira" , donde "ejecutaron núme ros criollos la cantora
Srta. Vivian, el payador -sic- Ignacio Corsini y las cancioneras criollas
Carmen Moreno y Er nestina Romero" (5).
16.- A Inés Berutti sólo la recordó en rápidos trazos Osvaldo Sosa Cordero,
en su trabajo sobre "Las Variedades". La hallamos como "canzonetista" en
1916 en el Esmeralda (1); en agosto en el Opera junto a Lola Membrives
(2); en septiembre en el Comedia como "tonadillera argentina" , junto a la
Membrives, la Zazá y Rogelio Juárez. En octubre vuelven al Ope ra despi-
diéndose el 15 de ese mes. En diciembre actuó en el San Martín junto al
dúo Gardel-Razzano, con quienes nuevamente compartió cartel en 1917 en
el Empire Theatre.
Advertimos que en el Empire actuaban sólo artistas de prime ra línea; vea-
mos el aviso de presentación:
GRAN ACONTECIMIENTO
REGIA PRESENTACION
346
la quiere, la mima y la aplaud e. (3)
" Inés Berutti, la celebrada tiple argentina, que realizó tantas y tan
aplaudidas temporadas de opereta en Buenos Aire s, ha resuelto
reanudar sus actividades escénicas. No se ha olvi dado, por cierto,
la labor artística de la notable intérprete de "El último vals" y de
"Teresina", obras estrenadas por ella con gran éxito en el Avenida,
pues Inés Berutti llevó, entre noso tros, un género que no es fácil a
brillantes expresiones, justamente elogiadas por la crítica en su
hora.
347
Se recordará también, que esta cantante argen tina actuó en Chile
y otros países americanos y que en España obtuvo, asimismo, un
éxito muy lisonjero, dando a conocer allí "La danza de las libél u-
las", de Franz Lehar.
Inés Berutti, retirada hace algunos años de la escena, volverá a
ella para cantar próximamen te en uno de nuestros principales tea-
tros, la ópera de Bizet "Carmen", que, con otras del reperto rio más
conocido, ha estudiado última mente. Rodeará a la expresiva artis-
ta, un conjunto de inté rpretes líricos." (7)
348
gresar cuando se convenció que en España no son más tolerantes
que aquí.
Los periódicos contaron prodigios de ella y barajaron cifras f abu-
losas, fruto de la fanta sía, respecto al dinero ganado por ella en su
jira. Todo eso está muy bien. Pero... ¿y artís ticamente qué? ¿Ha
progresado Inés? ¿Ha evolu cionado?
Creemos que hasta ahora no ha hecho más que dar un brinco del
cuplé a la opereta." (8)
349
17.- "Los dientes del perro" de José González Castillo y Alberto T. Weis-
bach, fue estrenada por la compañía Muiño -Alippi el 26-04-1918. Ese año
se dieron más de 400 representaciones. La primera edición de la obra la
realizó la revista Albora da, Año 2, Nº 14, n oviembre/1918.
350
XXII
HACIA DONDE GIRAN LOS DISCOS
351
biendo demanda de muchos de ellos, hubo de ejecutarse o cantarse el mo-
tivo tantas veces como cili ndros se vendiesen.
De allí que real difusión de un género, o intérprete en particular, h aya
venido fundamentalmente por medio de los discos. Los iniciales cilindros no
tuvieron peso ni trascendencia social, más allá de un selecto público con-
sumidor.
Las primeras grabaciones en discos de temática nacional, fueron h e-
chas en 1902. Salieron a la venta durante agosto de ese año, dando cuenta
los avisos haberse vendido 100 de algun o de ellos en un día. Aparecieron
bajo el sello Royal, licenciataria local de la Zonophone, registrándose cerca
de 350 placas de una sola faz para tal empresa. Entre dos y tres años de s-
pués se suman la Víctor y la Columbia; luego la Odeón y tantas otras.
Nuestra estimación es haberse grabado unos 1.000 discos de una faz
y 1.350 dobles (a partir de 1906), durante la primera dé cada. Para la s i-
guiente, la cantidad crece a 5.500 siendo todos de dos faces. La Primera
Guerra Mundial prácticamente paralizó la in dustria discográfica desapar e-
ciendo numerosos sellos, en espe cial aquellos que recurrían a Alemania pa-
ra el prensado o fabricación del propio disco.
En cuanto a tangos, hasta 1910 detectamos inicialmente 2 grabados
en Royal y otros 322 en diferentes eti quetas, estimando un total de 350.
Entre 1910 y 1920, hallamos 2.365, calculando hayan sido aproximad amen-
te 2.500.
La eventual diferencia entre nuestros registros y las cifras dadas c o-
mo estimadas, merece explicarse. No hay una discografía general editada .
Las utilizadas han sido compuestas por los auto res, clasificando tanto pla-
cas de nuestra propiedad como de otros coleccionistas, quienes generos a-
mente permitieron consultar su material acopiado. Como hay discos de casi
imposible hallazgo, surgen "huecos " en las ordenaciones correlativas, obl i-
gando a estimar las cantidades reales. La experiencia habida en el tema
permite asignarles razonable certeza.
La importancia discográfica del tango, puede advertirse a la luz de los
grabados entre 1902 y 1950: hemo s contabilizado 16.530, estimando un
total de 16.800. La cifra es semejante a las grabaciones de otros géneros,
refiriéndonos en ambos casos a lo sucedido en Buenos Aires. Lo grabado en
el exterior, no es mate ria de este trabajo.
Como el lector no necesa riamente es especialista y lo intro ducimos en
novedosa cuestión, sepa no haber nadie en texto ocupa do del tema, ni h a-
berse jamás dado cifras de grabaciones aunque fueren primarias o inco m-
pletas, pertenecientes a la época tratada. Tam poco para ellas se h an fijado
valores mínimos verificables, ni aún estimati vos. Sirva lo dicho para valorar
el grado de conocimiento habido en la materia, relativo al material di sco-
gráfico de un período tan rico en cambios, hallazgos y avances estéticos e
interpretativos, como fue el anterior a 1920.
Por razones comerciales, ante la respuesta de los comprado res algu-
nos discos tuvieron tirajes de sólo unos pocos centena res; de otros se pr o-
dujeron varios miles. Recordemos hubo un mercado secundario de compra -
venta tanto de placas como aparatos reproductores, lo cual amplió el un i-
verso de quienes accedían al sonido gr abado.
Para medir la importancia del negocio y del género, un in térprete fa-
moso como Pacho dijo haber ganado con los derechos de venta de sus di s-
cos, la suma de 70.000 $ entre 1912 y 1914. Por otra parte estimamos que
352
la casa Tagini invertía en gastos pu blicitarios anuales, tan sólo en el sem a-
nario Caras y Caretas, una cifra del orden de los 50.000 $.
Había mucho dinero en danza. Debemos sumar otros gastos e n con-
cepto de alquileres, despacho de aduana, impuestos, royalties a las casas
matrices, empleados, transportes varios, equipos técnicos de grabación,
cachet de los artistas, etc. Siendo tan importantes los gastos fijos, los t ira-
jes de venta no pudieron se r siempre mínimos; muchos discos debieron te-
ner y de hecho tuvieron, ventas de a m illares.
Las cifras anteriores no son más que eso, si no se las compara con
otras. Los discos se vendían al público a un mínimo de 2,50 $, llegando a
costar hasta 6 $, mie ntras el jornal medio rondaba entre 2 y 3 $ diarios.
Los valores en juego brindan res puesta acerca quiénes eran los posibles
compradores, a qué clase socio -económica pertenecían , al menos para
el mercado de discos nuevos en los pr imeros años de este siglo .
Estimando haber en la ciudad 250.000 familias y dado el por centaje
histórico de 20% integrando la clase media a alta, ten dríamos 50.000 h oga-
res susceptibles de adquirir un aparato repro ductor y grabaciones. Se re-
afirma la importancia del negocio fo nográfico.
A partir de 1910 es observable en la plaza mayor dispersión de pr e-
cios y su disminución, producto del surgimiento de una fuerte competencia
y aparición de líneas crediticias. Concluimos haberse ampliado el mercado,
logrando la mencionada compet encia abaratar los precios de aparatos r e-
productores, en especial aque llos provenientes de Alemania. Algunas firmas
llegaban a obse quiar un modelo económico, a condición de comprar una do-
cena de discos.
Como resultado, continuó creciendo la masa de con sumidores y "s o-
ciabilizadores" de diversos géneros, incluido el tango. Las innovaciones
técnicas introducidas mejoraron la calidad sonora incentivando las co m-
pras, llegando a mencionarse entre los ruidos molestos que inundaban la
ciudad los provenientes de reproducciones fonográficas. Los "cuadritos del
natural" o aguafuertes pu blicados en la época, sumados a editoriales y a r-
tículos contra la invasión sonora, nos enteran haber fonógrafos o gramóf o-
nos en tiendas, salones de lustrar, peluqu erías... e inclus o en los con-
ventillos.
El disco tuvo una consecuencia sociabilizante: homogeneizó gustos .
Existe la fantasiosa creencia de haber sido cada barrio una ínsula desvi ncu-
lada del resto de la ciudad, con habitantes de hábitos y gustos difere ntes.
Si algunas diferencias hubo, el disco las enrasó. Como ejemplo, entre 1912
y 1914 el conjunto de Pacho fue sinónimo de orquesta típica tangu era, no
sólo en Buenos Aires, sino en cuanto remoto lugar del interior lleg asen sus
discos.
Los cambios o nuevas tendencias mu sicales contenidas por las grab a-
ciones, repercutieron quizá de modo imperceptible en los individuos, qui e-
nes dirigían con naturalidad sus adquisiciones hacia ejemplos de progresos
artísticos, técnicos y estéticos. Los empresarios discográficos advertían
perfectamente tales noveda des; por ello obligados a no quedarse atrás y
evitar perder dinero, disputábanse contratar la avanzada artística de cada
momento. En suma a quié nes eran demandados, gustados, deseados.
Consideramos novedosos estos enfoques. Ayud an a brindar luz sobre
una parte de la vida cotidiana de nuestra sociedad y el tango. No suele ser
conocida la pléyade de agrupaciones de diver sa índole abocadas a grabar
353
tangos, emitiéndose sin embargo jui cios histórico -estéticos como si se su-
piese sobre el particular.
Quienes así obran, nunca nos dijeron por caso: "hasta 1914 las dive r-
sas Bandas grabaron 453 tangos, estimando hayan sido 480". Ni repr esen-
tar esta cantidad el 51% de la música grabada por ellas en tal período,
abarcando en total 884 tema s. Tampoco es común darse por enterados de
la participación de las Ronda llas, las cuales grabaron en igual lapso 418
tangos -43% del total de sus obras -, cuya real cifra debe rondar 450 co m-
posiciones tangueras.
Son porcentajes muy altos para desestimarl os o desconocerlos, cifras
demasiado elocuentes que ponen en duda las habitua les afirmaciones rela-
tivas a los primeros medios de difusión ma sivos del tango.
Hay, debe haberlo, correlato entre sucesos, donde uno reafirma al
otro. El disco indirectamen te justifica juicios sobre otras cuestiones. Decía
Bloch: "lo uno explica lo otro"; agrega mos nosotros: "lo uno confirma lo
otro".
Desconocer al disco como vehículo, obliga a cuestionar la ve racidad
de sentencias, dicterios y asertos, realizados bajo tales condiciones de
ignorancia. Lo hemos dicho; da más "lustre" asig nar tal logro a la esfo r-
zada labor de personajes "heroicos", cu yas huellas en la historia sólo los
dicentes parecen h aber detectado y valorado.
El disco, estimado lector, el disco. Ni la más popular y la boriosa or-
questa típica podía ofrecer actuando diariamente, la cantidad de interpr eta-
ciones que brindaban sus grabaciones. Sope semos imaginariamente el gra-
do de influencia social tenido por actuar en un café, ante un puñado de pa-
rroquianos, frente a docenas o cien tos de discos de esa misma orquesta,
reproduciéndose en ese mismo instante por toda la ciudad. Y si involucr a-
mos al resto del país, la co mparación es abrumadora.
Quisiéramos por último, hacer una síntesis reflexiva con los d atos
vertidos:
354
dar como implicancia, haber sido el público totalmente despistado, co m-
prando alegremente "gato por liebre". Un a bsurdo.
Nos han parecido las apuntadas, las aristas salientes que brinda un
simple disco como unidad y la fenomenal información contenida en el co n-
junto discográfico.
Llegados a este punto, debemos introducir una aclaración: cada a s-
pecto a desarrollar en materia discográfica, presupondría uno o varios c apí-
tulos de un libro. Por ello no nos hemos aden trado en tal campo en esta
obra. Preferimos no decir nada, antes que prese ntar una pretendida sínt e-
sis la cual lo sería en tal grado, a punto de resultar para el lector inco m-
prensible y sobre todo sin prov echo.
Desde ya que el disco es el documento por excelencia para anali-
zar el tango durante nuestro siglo. Por ello será objet o de tratamiento pre-
ferencial en otro trabajo. En cuanto al presente, desde su título se a dverti-
rá no haber engaños. Hemos enfocado el tango en su relación con la socie-
dad porteña, no habiendo prome tido en ningún caso una "historia" del gé-
nero, de la orquesta típica, de su estética o cuantos otros aspectos se pu-
blicitan desde las tapas de otros l ibros.
El lector ha comprobado haberse tratado cada tópico lo más puntill o-
samente posible, con extensión y referencias suficientes para comprender
lo expuesto y saber dónde, si se desea, ahondar aún más. Las "síntesis" no
son necesarias ni propias de historia dores. Las dejamos para los periodi s-
tas, pues resulta condición básica en tal profesión: cada centímetro de c o-
lumna de una "nota" es dinero, pues implica esp acio perdido para public i-
dad.
355
356
XXIII
TANGO Y POLITICA
357
gumentos "morales", los cuales en la época pareciera tenían más peso que
los fundados en razones de salud o higiene, se i ntentó prohibirlos en las
Fiestas de la Recoleta, Carnavales, bailes de a peso o donde fuese. A pesar
de tales eufemismos, supuestamente tendientes a preservar "el h onor y las
buenas costumbres", los intereses antes mencionados fueron clara e
inocentemente ejemplificados por un cronista: debían prohibirse, pues al
otro día el servicio doméstico no iba a tra bajar. Recordemos t emían algo
semejante los propietarios de co mercios, flotas de carros, i ndustrias, etc.
respecto sus emplea dos.
Otra lucha, más p olítica que ideológica, se desató utilizando las fie s-
tas de la Recoleta como excusa. Se dio entre católicos tradicionalistas ab o-
gando por su realización y liberales, también católicos, a quienes tales fies-
tas enfurecían por ser organizadas por la Iglesia. La munición utilizada en
tales disputas, fue el baile en general y particularmente el de un género
llamado tango, si nos aten emos a los Bates.
Deben advertirse estas pujas y qué medios o pretextos se utilizaban
para dirimirlas, para no inferir erróneamen te ser masivos los pedidos de
condena. ¿Quiénes querían prohibirlo? ¿Por qué, qué escondían tras tales
afanes? ¿Qué porcentaje del conjun to de la población eran? Usualmente
unos pocos pero con acceso a los medios periodísticos masivos, dada su
condición de dueños, cronistas, escritores valorados en su obra literaria o
simplemente personajes "respetables", erigidos en censores de aquello que
no cuajaba con sus ideas o gustos. Bajo pretexto de salvaguardar la moral
pública, hacían proselitismo partid ario.
Hubo razones, condiciones y estrategias de poder y clase, tanto e sta-
tales como municipales, particulares, comerciales, económicas, etc., en ba-
se a las cuales se evaluaban las solicitu des de permisos para llevar a c abo
actos, fiestas o... simples bailes.
Al leer lo publicado sobre el período aquí tratado, tanto por los me n-
tores originarios de tales enfoques como por sus quizá ingenuos seguid o-
res, se nos ocurre pensar han vuelto a Voltaire: hacen "filosofía de la hi s-
toria apócrifa". Es lícito interrogarse sobre las motivaciones ideológicas
movilizantes. De no tenerlas su obra no tendría pies ni cabeza, al no ser
tampoco monografías históricas.
Evidentemente hubo ideología en juego pues sostienen haber nacido
el tango en el prostíbulo, ser de origen negro, caracterizarse como música
de rufianes, prostitutas, marginales y otras lindezas. Si no tuvo tal conn o-
tación y dado que tampoco pudieron probar históricamente sus afirmaci o-
nes ¿Cuál es la intención de haberlas hecho? ¿Mera audacia? ¿Qué impl i-
cancias tiene n tales te orías?
Surge claramente haberse desarrollado una política en el tratamiento
de lo popular y el tango, en tópicos analizados anteriormente. Debemos
aclarar y ejemplificarlo.
Por "política" entendemos en nuestro trabajo dos conceptos. En pr i-
mer lugar la participación del Estado en actividades espe cíficamente pro-
pias, así como reglamentar y orientar otras fuera de su ámbito, tal el caso
de autorizar, reprimir o controlar bai les, música y fiestas populares. Exa c-
tamente como en otros campos lo hace con la educación, salud, economía,
etc.
Por otro lado política es la expresión de intereses de cla ses sociales,
la relación entre ellas y con los partidos políti cos. Emitir un juicio puede
tener implicancias políticas, como por ejemplo consustanciar lo s pobres con
358
la delincuencia, satanizar o santificar expresiones artísticas, comerciales o
sociales, etc. Viene a caso la xenófoba teoría del origen negro del tango,
en boca de Lugones y otros.
Una equívoca simplificación corriente es asignar homogenei dad de
opinión, gustos y en consecuencia accionar, a determinada clase social o
económica, partido político, corporación, etc. Suelen referir a ellos como si
actuasen en masa, acordada y uni formemente, sobre múltiples aspectos co-
tidianos y en part icular el tango.
Hemos pesquisado ciertas prevenciones, tanto en sectores aristocrát i-
cos como populares, en una y otra dirección. Así cuando se lo rechaza por
su difusión en extractos sociales bajos, resulta una actitud aristocratiza nte,
propia de minorías. Igua lmente al pretender justificar haberle hallado con-
diciones para admitirlo tal aristocracia, proviene tal aceptación de r azones
o juicios político -ideológicos.
La opinión estatal pude ser contraria, favorable o neutra respecto de
algo. Vimos y documentamo s tenerla opuesta frente a TODOS los bailes,
cualesquiera sean, provenientes de origen popu lar. Con el tiempo esa polí-
tica fue cambiante: la reglamentación es política y los considerandos o mo-
tivaciones, ideológicas; como tales, mutables.
Cuando se emite n juicios históricos debemos analizar sus dos comp o-
nentes, esto es lo histórico y el juicio en sí mismo. En primer lugar, dete r-
minar si el hecho supuestamente histórico po see carácter de tal; luego, la
intencionalidad y consecuencias del juicio u opinión.
Descontextualizar un suceso no es transitar por historiogra fía, sino
política e ideología. Por caso ocuparse de las prefe rencias musicales de los
delincuentes, circunscribiéndolas a tal ambiente desconociendo agradar
asimismo a gran parte de la pobla ción, es ejemplo más que signific ativo.
Una atenta lectura de los Bates denota que buscaron impresionar an-
tes que clarificar, sugerir en vez de explicar, hacer prevale cer la imagen al
razonamiento, especular con el presunto atracti vo u obsesiones del le ctor
con relación a lo prohibido, exótico o marginal. Distinguimos en ello dos
actitudes: la comercial y la ideológica. Cuando no hay ideas, talento o i n-
vestigación, estamos frente a literatura o propaganda, habiendo intenci o-
nalidad político-ideológica en tal selección de temas.
La única constante justificativa del rechazo, se fundaba en ser baja la
clase social que hacía suya el tango. Recordará el lector recomendarse a
ese estrato optar por pavanas y gavotas. Parecen olvidar haber tenido t ales
bailes orígenes tan plebeyos y populares como el tango. Paradójic amente,
al perder vigencia en tre las clases bajas fueron adoptados por las altas,
cometiéndose el absurdo al fin del ciclo de contraponerlos con una nueva
danza popular en boga. Dicho "absurdo" simple mente pasa a ser manifes -
tación de las intencionalidades comentadas.
Se tipifica a la música como, nupcial, fúnebre o prostibula ria, por ra-
zones ideológicas o circunstanciales. La discusión so bre la del tango debió
transcurrir en términos de si poseía b uena o mala calidad, correcta factura
técnica, motivos originales o remanidos, etc., no en base a conductas de
uno de los grupos so ciales que la adoptó. Reiteramos: la controversia a p e-
sar de referir a un género musical, curiosamente no se planteó en tér mi-
nos musicales , sino sociológicos, morales, éticos. En suma como hemos
dicho, ideológicos y en consecuencia, políticos.
Recordamos un debate desatado en Italia hacia fines de la década del
'20, acerca si una clase social hace música para sí o para las ot ras. Hubo
359
una tercera posición, postulando hacerse simplemente música, pudiendo
una clase determinada hacerla tempo rariamente suya. Si perdura, la ide nti-
ficación con esa clase pue de perderse masificándose.
Olvidaron indicar en qué basaron la tipificació n social del pericón, la
vidalita o cualquier tango. En suma, saber aquello que les hace pertenecer
y porqué, de manera distintiva a cierto sector. Como la pregunta es inco n-
testable, divagan, usando alguna letrilla adosada como excusa clas ifi-
catoria.
La apreciación ideológico -política en los Bates, está ligada a un pr e-
concepto acerca los fenómenos históricos, sacando conclu siones con tal ba-
se y no mediante ineludible investigación histó rica. Al abolir la distinción
entre verdad y mitología, produje ron una distorsión en la concepción y v a-
loración del fenómeno so cial y cultural. Por ejemplo asociaron al lumpen
con el tango, en un intento de hacer sospechoso todo lo popular.
Cuando destacábamos no ser tierra de nadie nuestra ciudad, por
constituir una soc iedad organizada en la cual los guapos, delincuentes y
criminales no hacían libremente de las suyas, dejamos para ahora algunas
observaciones a fin de no entorpecer el desarr ollo temático.
Obsérvese que los Bates y sucedáneos escarban en las zonas más o s-
curas del inconsciente colectivo, exaltando los instintos del crimen y la
destrucción, a costa de falsear el pasado. No hay apelaciones a los sent i-
mientos o la razón. Por el contrario hur gan en pasiones absurdas y contr a-
dictorias, hacen apología de la irra cionalidad. Recordemos lo narrado ace r-
ca el modo de pelear: salían del baile y se ataban con una faja, acuch i-
lleándose hasta caer uno muerto. Volvían a entrar y permanecían en el l o-
cal, sólo el tiempo suficiente para generar otro altercado y vuelta a emp e-
zar. Mientras tanto, los cadáveres se amontonaban en la calle... Sencill a-
mente fantástico. Plantear tal ilógica situa ción, denota una vez más suby a-
cer motivaciones o enfoques teñidos de ideología y política en el trat amien-
to del tema popular.
Los "interpretadores" de los Bates, podrán decirnos que así era el
ambiente del tango y a él se referían. Sería falso en dos aspectos . Pri-
mero, no plantean diferenciación tajante entre dis tintos lugares de reunión
y sus presuntas relaciones con el tango. Hacen inver osímiles homogeneiz a-
ciones, con lo cual fiestas multitudinarias como las de la Recoleta habrían
congregado masivamente delincuentes. En segundo lugar, hemos probado y
verificado no serlo precis amente quienes lo consumían, aunque dijesen es -
tar prohibido y ser marginal, intentando justificar el aserto. No hallamos
documentación avalatoria de tal teoría.
La mencionada exaltación de la irracionalidad queda patenti zada al
hacerse apología de la ignorancia y el analfabetismo , explicando así la
aparición y f ormación del género por vulgares ig norantes , teniendo
sus seguidores aparte de hábitos bestiales, igual nivel de instrucción. Con-
fróntese con lo que hemos dicho sobre maes tros zarzueleros, adqu irentes
de discos y aparatos reproductores o partituras, las cuales obviamente pre-
suponen la posesión de un piano. Nos dicen que los amantes del tango eran
todos brutos, orilleros, de es casos recursos y sin embargo los dueños de
editoriales musicales, se empeñaban en imprimir vanamente m illones de
partituras para e llos... ¿Qué tontos, no? ¡Cómo debían perder d inero!. Tal
estructura de ideas debe ser clasificada irracional o una vez más, ideol ógi-
ca.
360
Dentro de este esquema, resulta esperable la forma confusa en que
presentan el espécimen tanguero: por un lado endemon izan a los salvajes,
luego los angelizan elevándolos a la categoría de creadores, transforman a
los ignorantes en genios y a los analfa betos musicales, en "maestros del
arte". No es poco.
Como todo llega en la vida, también la redención para el tango. S egún
ellos lo rescató del bajo fondo un aristócrata ita liano, merced a un concur-
sito de tangos, salvando al género la presencia de gente adinerada. Dado el
éxito asignado a la misión salvadora, con seguridad al día s iguiente mismo,
los asistentes salieron vehementemente a pertrecharse de discos y partitu-
ras del recién descubierto tango. Artículos los cuales como afirman, hasta
entonces sólo adquirían prostitutas, rufianes, delincuen tes, marginales y
analfabetos musicales. ¡Por fin los miles de pianos de la urbe, comenzaron
a vibrar con notas de tangos, ha ciéndosele justicia...! Dígasenos si estas
ridículas conclusiones, no son dignas de los Bates y su habitual inte nciona-
lidad.
Mas allá de las motivaciones de dichos autores para decir lo que d ije-
ron, vale considerar otro aspecto: la selección de los hechos consider ados
"históricos". Al ingresarse en el fárrago de sucesos ocurridos en el p asado,
debe determinarse en mérito a im portancia y trascendencia, cuáles van a
ser elegidos para un trabajo de reconst rucción histórica. Es eleme ntal.
Haber tomado como hechos trascendentes un concurso más de tangos
entre los tantos habidos, el debut de algún músico en si tio inverificable, la
biografía mal hecha de alguien o el estreno de un determinado tango en
dudosa época y lugar, indica haber re ferido al árbol por no tenerse co n-
ciencia de existir un bosque . En efecto quisieron hacernos pasar unos
pocos árboles, para colmo mal tipificados, como si fuesen el verdadero
monte.
El historiador debe primero pesquisar y d e comprobarlo, interrogarse
acerca la intencionalidad de lo presentado por historia. La falacia, ajeno a
las motivaciones del dicente, tiene consecuencias ideológicas transformá n-
dose de hecho en obra política. Tal el libro de los Bates.
Haber sentido la necesidad de escribir nuestro trabajo, es un buen
indicador de la banalización previamente hecha del tango, como expresión
cultural de un pueblo. Con un planteo maniqueísta, nos dicen que toda
una clase opinaba sobre el tango tal cosa y toda otra lo contr ario, sin ma-
tices, sin grises, como si fueran com partimientos sociales estancos sin vi n-
culación alguna.
Hemos debido dedicar extensas páginas, a dilucidar aspectos tradi-
cionalmente tratados como determinantes o fundamentales para su
historia, que a la luz de los documentos, evidencian no haberlo sido . Los
grandes interrogantes han girado acerca de anécdotas menores, person a-
les, particulares, casi pueriles, sin haberse ocupado del fenómeno "grande"
que significó el tango. Faltó aná lisis del aspecto cultu ral, visión globalizan-
te. Como fuente de consulta, en vez de exhaustivas investigaciones d ocu-
mentales, utilizaron relatos de algún anciano "memorioso" . Luego el re-
sultado no podía ser otro, si hemos de ser clementes.
Blanco predilecto de frívolo tratamien to con reiterados ar gumentos
provenientes de principio de siglo, fue el baile del tango. La implantación
de la era victoriana a partir de 1839, mo vió a los estratos burgueses ingl e-
ses a codificar hipócritamente y con estilo aristocratizante las costumbre s.
Se fue ahogando to da manifestación de espontaneidad, especialmente e ntre
361
sexos opuestos, postura afincada también entre nosotros, surgiendo ada -
lides de la moral.
No todo era homogéneo aún dentro de la clase social afín a esta m o-
dalidad. Surgen como ejemplo los editoriales de Héctor Va rela, objetando
justamente extremos que se pretendían imponer. Le bastó con observar ob-
jetivamente la realidad. Por caso, las clases sociales elevadas, podían ate-
nerse a reglas de estricta separación de se xos e intimidad habitacional. A
las bajas, aunque hubiesen queri do, les resultaba imposible: piénsese en el
hacinamiento de los conventillos, con familias enteras compartiendo una
habitación.
Por su parte los centros sociales aristocráticos contaban con suf icien-
te número de salones, permitiendo separar hombres y mujeres. El patio
conventillero o la calle, transformados en si tios de reunión, congregaban
masiva e indistintamente. El espacio físico obra de regulador o condici onan-
te; sin él carece de senti do imponer reglas, cuyo cumplimiento pres uponga
poseerlo.
Con la aparición de una danza en la cual las parejas baila ban abraza-
das, irrumpió la supuesta inmoralidad de tal baile. Ob viamente el habitante
común de la ciudad no vio nada malo en ello, por las razones apu ntadas.
Mucho peor que bailar enlazados, era haberse criado hacinados y obse rvan-
do copular a sus padres, por más que éstos pudorosamente intentaran di-
simularlo.
Hipócritamente la clase con poder económico, donde revista ban los
propietarios de conventillos, criticó la danza. La criti caron, sí, no dejando
por ello de seguir construyendo edificios habitacionales impropios e indi g-
nos, cuya explotación les brinda ba suculentas ganancias, realimentando el
círculo vicioso. Profe rir moralinas danzantes estaba muy bien con respecto
a las consecuencias del problema, mas no sobre discutir las causas origina -
rias. Valía entonces como hoy, el vulgar dicho "con la guita no se jode".
Por no haberse analizado estos hechos, los repetidores de los Bates
ignoran no sólo estar "comprando" teorías inválidas, sino verse involu-
crados en disputas ideológicas llevadas a cabo hace casi un siglo. El
conjunto de argumentaciones de este tipo que hemos estado analizando,
empeoradas con atemporalidades e interpretaciones paternalist as, han pa-
sado como historia . Resulta preocupante que pareciera haberse renu ncia-
do a repensar teorías vetustas. De hecho ha sido así, por no haberse publi-
cado nada al respecto.
Por último veamos otro aspecto -de los tantos - del debate. Referimos
a la catalogación, advertencia, etc. respecto vocablos conteniendo un alto
voltaje político-ideológico.
En las trascripciones documentales, hemos visto aparecer muchas v e-
ces los términos "nacional" o "criollo". Ello esconde chauvinismo o xenof o-
bia mal reprimida y vamos a explicarlo some ramente. La nacionalidad es
una particularidad primaria de los individuos; de algún lado se debe ser. En
el afán de hallar "influencias", suele señalarse la cantidad de apellidos de
un cierto origen entre los compositores y músicos de tango. Lo importante
fue haberse incorporado a la sociedad como individuos, aplicando su saber
con carácter local, brindándolo al país que los cobijó sociabilizando así su
saber.
En última instancia a los efectos de esta obra, cuyo objeto es diluc i-
dar la relación entre tango y sociedad, no interesan eventuales influencias
existidas en cuanto nacionalidades, sino demostrar que en definitiva el pro-
362
ducto final fue masivamente aceptado y sociabilizado, pasando a ser el
tango sinónimo de cosa nacional e ide ntificatorio de la sociedad port eña.
En cuanto la música, "ser nacional" implica simplemente cuestión de
antigüedad, de tradicionalización y como su mayoría de edad para alcanzar
tal carácter no se rige por Códigos, el ca lificativo es al "más o m enos".
363
364
XXIV
POSTSCRIPTUM
365
actividades de algunos representativos podemos en alguna medida ace rcar-
nos a la verdad. Por otro lado, saber de alguien nuevo no altera pos ibles
conocimientos de otros.
Cualquier investig ación es un viaje a lo desconocido y como tal, pr o-
penso a sufrir avatares imprevisibles. A la hora de re dactar lo visto, de re-
ferir las experiencias como viajero, suele caerse en la cuenta no haber
prestado atención a determinados de talles, u olvidado to mar la necesaria
fotografía. Al momento de exponer, se a dvierten estas carencias.
Como los viajes, los trabajos investigativos dejan bosquejos o guías a
profundizar en sucesivas incursiones, dedicándosele más tiempo y esfuerzo
a situaciones reveladas como defectuosas. Asimilándonos a un viajero, h e-
mos confeccionado una guía turísti ca quizá básica, pero antes inexistente.
Como todas ellas necesariamente es incompleta, mas sirve como orient a-
ción; está en cada uno profun dizar lo deseado. De allí sería un ex ceso pe-
dírsenos una obra maestra de la historiografía, o nosotros pensar haberla
realizado.
En ciencia la tolerancia es nula a distorsiones, mendacida des o sim-
ples fantasías. En el plano humano no contempla amista des, amiguismos,
cofradías, compinches . La calumnia, agravios, ofensas, enojos y demás
elementos subjetivos, tampoco cuentan. La cuestión, el imperativo científ i-
co, se reduce a la prueba, veri ficación, constatación. Si tales elementos
contradicen teorías habituales muy difu ndidas, "mala suerte".
Leído el borrador por amigos, hallaron muchas rispideces propias del
apasionamiento volcado en su redacción, lo cual nos obligó a evaluar la
conveniencia de modificarla. Discu rriendo sobre ello, vino a nuestra m emo-
ria cierto pasaje en la obra de Aulo Gelio (125-175), que pasamos a r eferir.
Muchas veces cita Gelio a Marco Pacuvio (220 -130 A.C.), fun dador de
la tragedia latina. La edad y enfermedades lo habían apartado de Roma,
debiendo radicarse en Tarento por su clima be nigno. El joven poeta trágic o
L. Attio (170-87 A.C.) en su camino al Asia, se detuvo varios días en casa
de Pacuvio, quien le dio a leer su última tragedia recientemente escrita.
Attio objetó sus versos duros y ásperos, a lo cual el autor contestó ocurrir
con su obra lo mismo que con los frutos:
366
INDICE
XXIII.-Tango y política.......................................3 57
XXIV.- Postscriptum...........................................3 65
367