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Metáforas del cambio: terapia y proceso

Dora Fried Schnitman - Saúl I. Fuks

En el campo de la psicología, y en particular en la

psicoterapia, se ha perdido la ilusión ligada a la modernidad

de poder contar con una narrativa o tipo de discurso capaz de

proveer un guión unitario, un diseño homogéneo para los


variados espacios existenciales de la vida contemporánea. Sin

embargo, sí hay perspectivas emergentes que proponen integrar

la fragmentación, la pluralidad, las diferencias, la

multidimensionalidad, en diseños complejos.

Estos diseños complejos de las relaciones humanas y de

la subjetividad no encuentran su fundamento sólo en niveles

de análisis intra o interpersonales, sino que se apoyan en

redes intra-intersubjetivas con múltiples focos. La

comprensión/exploración de la resonancia entre significados y

dilemas idiosincráticos singulares, así como la manera en que

estos significados y dilemas se combinan para formar redes y


sistemas complejos, enriquece la perspectiva terapéutica. (1)

Este enfoque multidimensional, esta complejización de lo

lineal y lo unidireccional, se dirige hacia el diseño de

selves y relaciones, de prácticas y creencias complejas. Las

metáforas comunicacionales se diversifican, y la comunicación

es considerada como un espacio social articulado con

narrativas y prácticas no sólo dominantes sino también


alternativas.
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A su vez, este tipo de perspectiva conduce a modelos

terapéuticos que requieren un modo no secuencial de

pensamiento/acción -en múltiples dominios y narrativas

paralelos: convergentes y/o divergentes- y el abandono de

aquellas prácticas tradicionales que privilegian las

secuencias narrativas que presentan un argumento central.

(Fried Schnitman, D., 1989-b, 1991-a; Fried Schnitman, D. y

Fuks, S.I., 1992; Hoffman, L., 1992)

Metáforas para una ecología social <---> para una

semiosis social

Desde sus inicios, el enfoque sistémico en terapia

coevolucionó con otras disciplinas y tuvo un particular

interés tanto en la epistemología como en las implicaciones

pragmáticas de la implementación de sus modelos.

La historia de la terapia familiar puede ser entendida

como: 1) un lento proceso de legitimación de una práctica

clínica y científica; 2) la generación de un nuevo dominio de


estudio que incorpora la ecología de las relaciones humanas y

la familia; 3) el desarrollo de modelos destinados a entender

este dominio.

Los modelos comunicacionales y los modelos sistémico-

cibernéticos fueron un eje central de este desarrollo. La

unidad de estudio construida fueron las transacciones en

grupos humanos y su recursividad.


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La perspectiva sistémica, que en sus inicios se dedicó a

la conceptualización de patrones interaccionales y a la

estructura familiar, amplió en la década de los '80 estas

perspectivas abriendo la noción de frontera de los sistemas

para incluir la transversalidad de la significación, la

semiosis social y la generatividad comunicacional. (2)

Aunque las metáforas de la sistémica han ido cambiando,

se podría plantear su desarrollo como un proceso que


cuestionó los modelos lineales, disyuntivos, e interrogó las

ligazones, las articulaciones, la recursividad, la

organización, la complejidad de las prácticas y los marcos de

sentido.

La sistémica se centró así, progresivamente, en: 1) el

estudio de los contextos comunicacionales e interaccionales,

con énfasis en la pragmática; 2) el estudio de las relaciones

intercontextuales, que incluye una expansión de los modelos

ecológicos, de redes y multigeneracionales; 3) el estudio de

las construcciones narrativas por medio de modelos textuales,

metáforas narrativas, dialógicas e interpretativas; 4) un


acercamiento a diseños hipertextuales para la terapia

incorporando metáforas abiertas -multidimensionales e

intertextuales- en espacios sociales. (3)


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Dialógica: mantenimiento y transformación

Las primeras propuestas en terapia sistémica se

originaron en la necesidad de entender cómo una organizacion

social dada podía ser estabilizada y mantenida a través del

cambio continuo. Es decir, cómo los sistemas mantienen su

unidad sistémica y su identidad a través de procesos

dinámicos y complejos. Dado que los sistemas biológicos y


sociales sólo pueden ser transitoriamente estabilizados, fue

entonces necesario comprender tanto la autoorganización, la

autorregulación, como los cambios estructurales y la

capacidad de los sistemas para transformaciones espontáneas.

La dialéctica entre estabilidad y cambio, y la

construcción de modelos destinados a entender cómo las nuevas

formas se organizan, fue la preocupación central durante los

años '70. El papel de la desviación, la diversidad y las

fluctuaciones como fuentes potenciales de nuevas

transformaciones, trazó un arco entre la sistémica de los '70

y la de los '80. Así, el trabajo de Prigogine sobre sistemas


alejados del equilibrio y su noción de orden a través de

fluctuaciones fue incorporado para describir umbrales de

inestabilidad y el pasaje a nuevos regímenes dinámicos por

una ampliación de esas fluctuaciones. Crisis, inestabilidad,

cambio, novedad, esos ejes articuladores del pensamiento y la

práctica sistémica, tomaron la forma paradigmática de un

modelo evolutivo. (4)


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Así pues, los modelos para estudiar la familia se

complejizaron, proveyendo conceptos para comprender tanto el

mantenimiento dinámico como las transformaciones, la

generatividad de la comunicación y de los contextos sociales.

Perspectivas sistémicas a partir de los '80

¿Qué ha conformado las perspectivas sistémicas a partir


de los '80? Ante todo, las contribuciones de la cibernética

de segundo orden y de los sistemas observantes (Foerster, H.

von, 1984). Pero tambión los enfoques co-constructivistas y

construccionistas sociales, el refinamiento de los modelos

comunicacionales, la incorporación de la hermeneútica, la

narrativa y los paradigmas de los sistemas alejados del

equilibrio (caos y complejidad).

La preeminencia de los sistemas de construcción de

significación -personales, familiares, culturales,

científicos- junto a la importancia dada a los procesos de

segundo orden, a la construcción de estos sistemas de


creencias y a su relación con la coordinación social, han

dado lugar a modelos y terapias llamadas co-

constructivistas/construccionistas que conceden una

importancia creciente a los procesos organizadores de los

marcos de interpretación de narrativas y prácticas sociales.

Estas nuevas tendencias están caracterizadas por: a) la

emergencia o aparición de perspectivas multidimensionales y


complejas; b) la pluralidad; c) un aumento en la sensibilidad
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a la construcción social de la realidad; d) una revisión de

la noción de autoridad; e) el interés por la creatividad y

la emergencia de lo nuevo; f) la reflexividad.

Las familias y las comunidades dejan de ser vistas como

objeto de estudio o de tratamiento, como si existiesen

independientemente del observador, o bien como fuente de

problemas, y son abordadas ahora como un diseño social

flexible, compuesto por personas que comparten significados.


La noción de assemblage (ensamblaje) de focos de sentido

e interpretación, producto de la reflexividad social

comunicacional, rompe las fronteras de los sistemas y

organiza un entramado, una red que permite que líneas de

sentido se unan o se separen para ligarse a otras.

Esta perspectiva propone que las palabras y las acciones

no sólo derivan su significado del contexto en el que ocurren

sino que crean contextos. Redes preexistentes de significado

(contextual) crean un sentido de pertinencia. Actos y

episodios específicos tienen el poder potencial de

transformar pautas de relaciones sociales desde adentro:


crear sentido. La generatividad comunicacional se encuentra

en ellos. (Cronen, V.E., Johnson, K.M. y Lannamann, J.W.,

1982; Pearce, W.B. y Cronen, V.E., 1980)

Los modelos terapéuticos introducen la idea de

multivocalidad: son dialógicos y polifónicos. Aquello que se

construye no es homogéneo, ni es el resultado de una

conciencia singular, sino un campo de sentido formado por


múltiples interacciones, por múltiples voces. Las voces se
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ligan, son construidas y constructoras. Los focos, centros o

principios organizadores de la experiencia son temporarios,

re-centrables, provisionales, y dependen de la construcción

de actores sociales. No hay un centro único, dictado por un

modelo normativo acerca de la persona o la familia, un modelo

en relación al cual las desviaciones deberían ser corregidas,

sino centros locales que funcionan como principios

organizadores en momentos específicos. (5)


Esto no implica que las personas o familias puedan

funcionar sin centros de sentido que organicen la

subjetividad, el paradigma familiar o la cultura, sino que

estos centros son una función, un proceso, no una entidad a

priori, sino una entidad construida, sostenida y cuestionada

en la comunicación y la coordinación social.

Es asi como la organización de un proceso terapéutico

toma la forma de un diseño multicéntrico en el que la

construcción de metapuntos de vista (o puntos de vista

privilegiados que organicen narrativas y prácticas) jugará un

rol especial en los procesos de mantenimiento y cambio.


En un proceso terapéutico, esta perspectiva permite a

los actores/autores/participantes construir sus centros.

Quienes están creando la versión de ese proceso singular -

los consultantes y el terapeuta- se convierten en autores:

autoridad. Estos organizadores emergen en las prácticas

sociales y las conforman. (6)

La dislocación de un sistema, la "crisis", el


descentramiento de narrativas y prácticas, más allá de su
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locus privilegiado, de sus prácticas/culturas o contextos de

acción/interpretación de referencia, permite que emerja la

novedad (Fried Schnitman, D., 1986, 1989-a; Fried Schnitman,

D. y Fuks, S., 1993-a; Morin, E., 1976; Reiss, D., 1981).

De modelos de evolución cerrada a

modelos de evolución abierta o en constante cambio

En psicología hemos tenido la tendencia a pensar en

términos de una alternancia entre permanencia y cambio. Sin

embargo, la más reciente investigación cuestiona estas

nociones de self y de familia, y propone modelos abiertos de

transformación constante como resultado de intercambios

dialógicos.

Los diseños evolutivos contemporáneos nos hacen

reconsiderar la noción de historia. No privilegian sólo una

perspectiva centrada en regularidades, también priorizan

singularidades, fluctuaciones, alternativas, y la emergencia

compleja de lo nuevo. Se produce un pasaje: de la


preocupación por las constricciones de los puntos de partida

que caracterizan a los modelos deterministas se pasa a

síntesis parciales y a organizaciones temporarias que

corresponden a nuevas aperturas en el contexto de ciclos

evolutivos.

La "historia" se valoriza así en su pluralidad y

potencialidad para generar múltiples narrativas y contextos


de interpretación, sin retornar a la ilusión de una narrativa
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principal. La historia es vista entonces como el espacio para

la construcción de nuevos universos y para la deconstrucción

de otros. La terapia se nutre así de la generatividad social

y la exploración de esta multidimensionalidad de la

experiencia humana.

La terapia puede ser entendida a partir de esto como la

co-creación de contextos que hagan posible la expansión de

territorios afectivos, cognitivos y de acción. Esta expansión


intenta generar condiciones que permitan la emergencia de

realidades alternativas y su puesta en acto.

Modelos multidimensionales complejos

La noción de que el self y las familias son homogéneos y

globalmente estables o inestables admite ser complejizada:

diferentes dominios de atracción coexisten e interactúan en

sistemas. Estos atractores comprenden modos de interacción,

prácticas sociales, sistemas de significación y afectos que

pueden ser convergentes, alternativos o contradictorios.


Estas configuraciones emergen en diferentes circunstancias y

contextos.

La heterogeneidad de la familia y/o personas aparece

constantemente organizada por estos atractores que, aunque

diversos, están relativamente coordinados por metacontextos

de significación. Los sentimientos de identidad, o de

estabilidad, pertenencia y continuidad, nacen del relativo


mantenimiento de estas configuraciones. Sin embargo, siempre
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aparecen líneas alternativas o contradictorias, remanentes o

anticipatorias de nuevas modalidades de organización familiar

y/o personal que emergen de diferentes singularidades. Ellas

generan un descentramiento. (Fried Schnitman, D., 1989-a;

1989-b)

Hay una dialéctica entre la diversidad (construida desde

las diferencias) y las experiencias unificadoras (construidas

desde las regularidades como permanencia). Las familias y las


personas tienen múltiples posibilidades, aun cuando tengan

núcleos relativamente constantes; tienen límites y densidades

cambiantes a las que no es posible dar respuestas genéricas.

Este nuevo eje permite desplazar el interés hacia

secuencias que operan dentro de los diferentes dominios

comunicativos: las intersecciones, las líneas diversas, las

fracturas y tensiones entre planos de coherencia que no

pueden ser compatibilizados. Los dilemas, las paradojas y las

reorganizaciones dentro de estos dominios -y entre dominios-

llevan a reorganizaciones de contexto, redefiniciones y

nuevas síntesis.

Subjetividad/intersubjetividad, auto-ecoorganización

y eco-autoorganización

La experiencia humana y la comunicación crean focos de

significación convergentes y antinómicos, centrados y

descentrados.
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Colectivamente (como interlocutores los unos de los

otros) construimos, participamos en la creación de nuestros

mundos sociales: eventos y objetos en los que nos

encontramos. A su vez, nos centramos en diseños sociales a

los que llamamos subjetividad.

Ahora bien, la comprensión de la articulación entre

significados y dilemas idiosincráticos singulares, así como

la manera en que estos significados y dilemas se combinan


para formar redes, sistemas diversos y complejos, enriquece

la perspectiva terapéutica.

Participamos simultáneamente en dominios subjetivos e

intersubjetivos de coordinación social. La idea de autonomía,

de autoorganización, es paradojal, ya que la autoorganización

depende de una ecología para su organización, y la ecología

social es interdependiente de la co-organización de

subjetividades.

Los diseños complejos utilizados para referirse a las

relaciones humanas se alejan de soportes exclusivos en

niveles de análisis inter o intrapersonal para apoyarse en


modelos de redes y en múltiples focos.

Co-creamos contextos de significación y somos co-creados

por ellos. Participamos en y somos participados por contextos

sociales, afectados por nuestra condición de ser co-

participantes en su construcción.

La intersubjetividad es un contexto necesario para la

organizacion de la subjetividad, y viceversa. Sin embargo, la


relación es compleja: los diferentes aspectos pueden
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apoyarse, converger, diverger, subvertirse unos en otros. La

coordinación y la legitimización social contribuyen a la

construcción y validación del lugar del diseño y observación.

El self como proceso

Una perspectiva clínica de segundo orden está interesada

en la construcción/deconstrucción de los procesos


autorreferenciales que participan en la emergencia del sí

mismo, las relaciones culturales, las redes. Se apoya en la

alta capacidad humana de autoorganización en contexto, que

genera una cualidad llamada conciencia de sí mismo; un

concepto de segundo orden. La experiencia de la propia

experiencia involucra y sostiene recursivamente la noción de

uno mismo.

Este tipo de reflexión se aparta de una perspectiva

esencialista del sí mismo, de la identidad, y trae al centro

de interés para la terapia los procesos de construcción de

los sujetos que se construyen al construir prácticas,


conocimiento, cultura, dinámicas sociales.

Esta perspectiva clínica se focaliza en instancias

involucradas en la dinámica de los selves emergentes y

cambiantes tanto como en los problemas de segundo orden. Es

decir: en aquellas instancias en las cuales estas

construcciones de selves o realidades no pueden ser aplicadas

a sí mismas (deviniendo dilemáticas, descentradas,


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antinómicas), así como aquellas instancias en las que hay

cegueras de segundo orden.

La metáfora del self como proceso puede proyectar un

cambio cualitativo en la manera como pensamos la terapia.

Las metáforas de la terapia: self y mundos emergentes

Si nos orientamos hacia diseños de selves y relaciones,


de prácticas y creencias complejas, hay una dimensión de

búsqueda y creatividad que impregna las terapias. Esta

creatividad tiene implicaciones éticas y, quizás, hasta

políticas.

Las bifurcaciones en relación a perspectivas previas

implican generatividad, incertidumbre, opciones, elecciones y

responsabilidad. Un enfoque de esta naturaleza requiere

metáforas de la virtualidad, de aquello que puede ser, de lo

que no existe aún.

Así, la construcción/deconstrución de futuros posibles

surge en los intersticios de las bifurcaciones de los


procesos críticos. Las posibilidades cognitivas, afectivas y

de acción se actualizan cuando pueden ser incorporadas en

marcos generadores de sentido y nuevas prácticas. De la

deconstrucción/construcción, de la tensión entre lo expresado

y lo no expresado, entre lo actual y lo posible, de la

distinción de nuevas posibilidades emergen, en fin,

perspectivas inesperadas.
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Los procesos de formación del self y de "mundos

posibles" pueden volverse, así, el centro del proceso en la

terapia, articulados alrededor del interrogante: ¿cómo se

produce dicha emergencia?

Nuevos conceptos acerca del self y de las relaciones en

la terapia requieren la creación de nuevos contextos. Es

necesario explorar, producir o integrar nuevos dominios de

experiencia y de sentido en las descripciones y prácticas


precedentes. Ligar, también, a los participantes con la

construcción conjunta de estos mundos e incluir estos

dominios de experiencia creados en descripciones

lingüísticas; estas construcciones unen los dominios

emergentes con los anteriores. A través de puestas en acto se

construyen nuevas prácticas. En este proceso los sujetos

emergen incrementando sus posibilidades, en tanto son

construidos por la puesta en acto.

Este proceso restaura la "apropiación" de un lugar

activo: el lugar del sujeto en contexto, desde el cual se

puede operar sobre las propias circunstancias en la


disolución de problemas.

El énfasis en el proceso permite entender cada terapia -

cada caso- como un proceso local y singular, sin perder la

globalidad de la construcción de diseños y modelos. El

proceso terapéutico se caracteriza por una creciente

multilinealidad y por el énfasis en el entramado de sentidos.

Consultantes y terapeutas co-construyen la terapia y


devienen, así, productores de cualidades emergentes de selves
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y mundos posibles a la vez que construyen epistemología en

acto y "teoría" singular. Dicha apertura genera un contexto

de libertad para crear y percibir interconexiones. La

creación de nuevas regiones de experiencia oscila entre la

apertura y el despliegue de posibilidades.

Estos modelos se proponen como una alternativa a

configuraciones jerárquicas de la relación

consultantes/terapeutas que se apoyan en metáforas


hegemónicas de centralidad/periferia basadas en la autoridad

o en el saber del terapeuta; ahora estas descripciones

jerárquicas son reemplazadas por una alternancia entre

centralidad y periferia, y por la construcción de

significados compartidos. Se proponen diseños centrados en

relaciones laterales y en paralelo, en las cuales ambos -

clientes y terapeuta- tienen responsabilidad coparticipativa

en el proceso terapéutico.

El diálogo permite un descentramiento subjetivo. Cada

participante tiene la posibilidad, la capacidad y el poder de

construir aquello que es significativo para sí y participar


de la construcción de lo común, al tiempo que posibilita un

re-centramiento complejo en una coordinación social que pueda

incluir las diferencias.

Hacia una terapia multidimensional

A partir del acento puesto en la comprensión de los


sistemas humanos como generadores de significación, la
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terapia puede ser entendida como una práctica social que

ofrece a familias, parejas, personas o comunidades, una

oportunidad para involucrarse activamente en la construcción

y diseño de su propia realidad existencial. Allí emerge una

ecología de lo virtual, de lo posible. La capacidad de

cambiar las coordenadas, de proponer cualidades impensadas,

introduce una dimensión de creación al estado naciente en la

construcción de la terapia. Esto se hace con libertad y


responsabilidad, aunque no sin constricciones.

La terapia inaugura un contexto generativo. En él, las

sesiones son eventos en los que se exploran nuevas

posibilidades y nuevos modos de pensar, de actuar y de

sentir. Desde este punto de vista, la terapia puede ser

descripta como una unidad de tiempo-espacio virtual, como la

organización de un marco donde el terapeuta y la familia se

convierten en co-diseñadores en el acto de la conversación

terapéutica. En el decurso de esa conversación es donde se

articulan nuevos diseños existenciales posibles. (Fried

Schnitman, D., 1992; Fried Schnitman, D. y Fuks, S.I., 1993-


b; Fuks, S.I., 1992)

Las cualidades impensadas emergen, pues, en estos

procesos donde personas y familias, al construir sus

posibilides, se construyen a sí mismas. En la reflexión de

estas cualidades emergentes se abren opciones y elecciones.

La puesta en acto convierte las posibilidades en territorios

existenciales, en horizontes cuyo recorrido conducirá a


nuevos descubrimientos.
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La restauración del circuito recursivo: apropiación

existencial <---> intención <---> acción <---> reflexión,

cambia radicalmente la noción de terapia: no se trata ya de

corregir un déficit, sino de restaurar la posibilidad de

apropiación existencial, de ubicarse en el lugar de autor/es

de su/s propia/s vida/s en contexto, y de iniciar acciones

competentes frente a los dilemas problemáticos y frente a la

incertidumbre.

Realidad y realidades

Los grandes sistemas de creencias -científicas y

políticas- ligadas al proyecto de la modernidad se han

desmoronado en alguna bifurcación crítica. Esos sistemas

explicativos-descriptivos totalizadores permitían contar con

una visión de la historia, con un proyecto político, con un

"ideal" científico, con una ética y una estética. Ofrecían,

en suma, desde una explicación para comprender el cosmos

hasta un catálogo de las conductas sexuales o estéticas más


aceptables. Al derrumbarse arrastraron consigo los criterios

con los que construíamos nuestros mapas y diseños para

reconocer y modificar la realidad.

Estas "grandes verdades" ofrecían recetas para obtener

coherencia, en tanto se proponían como un modo de

construcción del self en concordancia con el "macroproyecto".

El desgajamiento de esos modelos explicativos polivalentes


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trajo aparejado el vacío de fórmulas para conseguir un self

"adecuado".

Es así como, sin que hayamos perdido la posibilidad de

coordinar socialmente nuestras acciones, se perdió la

adhesión a los grandes modelos.

Los proyectos relacionados con procesos de cambio -

sociales, culturales, o terapéuticos- conllevan una cierta


narrativa épica en la que el cambio aparece ligado a la idea

de progreso, y éste conectado a una concepción del

crecimiento y de la evolución. Conjuntamente con las grandes

propuestas, cayeron también las metáforas que

instrumentábamos para navegar por ese tipo de "realidades"

ligadas al cambio y las transformaciones.

En las metáforas preexistentes -acordes con las premisas

de la ciencia positiva- la perspectiva del observador estaba

ubicada fuera del campo de observación. Actualmente tenemos

que construirnos nuevas metáforas que nos habiliten para

reubicarnos como co-constructores de las realidades que


habitamos y que, a la vez, pretendemos modificar.

Cuando se trata de transitar situaciones predecibles y

conocidas, los modelos aprendidos e incorporados socialmente

funcionan con un alto grado de eficacia para ordenar la

"realidad" y las acciones que encajan con ella, permitiendo

así fluidez en la experiencia y transparencia en nuestras

relaciones con esa realidad. De este modo, los efectos de la


caída de los viejos paradigmas en nuestra práctica cotidiana
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no se hacen evidentes; continuamos viviendo, entonces, como

si contáramos con respuestas a todas las preguntas y la

realidad fuese algo que se puede conocer objetivamente.

En la ruptura de la coherencia entre nuestras teorías y

nuestro "encaje" con las realidades de las que somos parte es

donde se hace notable la insuficiencia de las fórmulas

aprendidas. En esas bifurcaciones es donde recreamos la

matriz para la creación de "mapas/territorios".


Mientras nos mantengamos en el terreno de lo conocido,

de la Realidad, podremos seguir valiéndonos de nuestras

grandes verdades que vuelven el mundo transparente y

controlable. Sabemos entonces qué ocurre, por qué ocurre, qué

hay que hacer (o evitar hacer) para modificar esto o aquello,

y por lo tanto disponemos de una clara identidad construida

para nosotros. Todo lo cual organiza la experiencia de un

mundo predecible y ordenado en el que nuestro lugar y el de

los otros es claro.

Sin embargo, como propone J. Bruner (1986), la sorpresa

es un fenómeno extraordinariamente útil porque nos permite


reflexionar acerca de lo que damos por supuesto, acerca de lo

obvio, lo evidente: "La sorpresa es una reacción ante la

transgresión de un supuesto".

Nuestra percepción es, en parte, un instrumento del

mundo que ha sido estructurado según nuestras expectativas.

Es así como en los procesos perceptivos complejos se tiende a

homologar cualquier cosa vista u oída a lo que está previsto


o anticipado.
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Esto conduciría a pensar que, en tanto naveguemos por lo

conocido, nuestro mundo no sólo deviene seguro sino también

inmutable; por el contrario, la sorpresa emerge como un mundo

desconocido que intersecta aquél en el que estábamos

existiendo.

Surge, aquí, el interrogante al que nos estamos

aproximando: ¿Qué derivaciones tiene, entonces, este proceso

de caída de los paradigmas de la modernidad en prácticas


sociales ligadas al cambio -como las de la psicoterapia y la

psicología comunitaria?

En principio, al desgajarse las certezas hemos ganado

nuevos y más ricos interrogantes. Las relaciones entre lo

singular y lo general, entre lo central y lo periférico, lo

personal y lo común, no son hoy meras especulaciones

filosóficas. Del tratamiento que le demos, de las reflexiones

que nos construyamos, dependerán nuestros contextos para la

acción y los diseños que co-creemos, obturando las sorpresas

o abriendo alternativas a mundos emergentes.

Las prácticas y las construcciones conceptuales han


perdido su lugar como polos de una lógica de disyunción; hoy

se han convertido en los ingredientes de una cartografía

articulada en la construcción de nuestros múltiples selves y

en los escenarios complejos de nuestro existir.

Desde nuestra práctica como docentes, como psicólogos

clínicos y como "artesanos de contextos" comunitarios,

existen hoy más interrogantes que certezas. La propuesta es


explorar las condiciones de posibilidad, de modo que los
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interrogantes de estos tiempos se vuelvan instrumentos para

la creatividad.

La planificación de acciones implica poner en juego las

visiones que se tengan acerca del cambio -y sus condiciones

de posibilidad-, de la "realidad", del tiempo, así como

también la concepción acerca del rol de quienes planifican

la construcción del "futuro deseado". (Fried Schnitman, D. y

Fuks, S., 1993-a)


Los modelos de acción -es decir, las descripciones de

los modos de operar en una "realidad"- hacen referencia a una

puesta en acto de estas perspectivas, permitiendo la

confrontación de los modelos construidos con los efectos

esperados. Poder reflexionar acerca de estos procesos

requiere contextos que conserven la rica complejidad de esta

dinámica. Pero, además, se hace necesario una forma de

habitar esos contextos que permita mantener abierta la

exploración hasta que la transformación sea posible. Este

posicionamiento posibilita la transformación del campo de

trabajo al mismo tiempo que se modifican los modelos


utilizados para pensarlo, pensarse y actuar.

Certezas e interrogantes

El encuentro entre personas o grupos posicionados desde

sus certezas genera campos de características singulares, ya

que los intercambios se organizan desde la discusión o la


negociación. En tales diseños disminuyen las posibilidades de
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emergencia de nuevas "realidades", ya que esto requiere la

apertura a las incertidumbres, dudas y desconocimientos.

Cuando el diálogo se instala, en cambio, a partir de los

interrogantes compartidos/construidos, el proceso de

exploración de los puntos de "sorpresa" se convierte, al

mismo tiempo, en un proceso deconstructivo/co-constructivo.

Ciertos interrogantes poseen la potencialidad de abrir

perspectivas diferentes acerca de temas que, por cotidianos,


parecen tener sólo una lectura posible. Sin embargo, la

condición de posibilidad para que se genere este

desplazamiento requiere que el contexto en el que tengan

lugar permita poner en juego las "certezas".

La reconsideración de los supuestos acerca del cambio,

de los procesos constructivos, de la irrupción de lo nuevo y

los procesos y condiciones en los que esto se vuelve

factible, abrió un campo de interrogantes:

¿Cómo surgen la creatividad y las nuevas alternativas en

situaciones aparentemente cerradas?

¿Cómo hacen las personas, familias o comunidades para


perfilar, en contextos críticos, aquellas opciones que

conducen a cambios de sí mismos y de sus posibilidades?

¿Qué tipos de conversaciones favorecen la emergencia de

alternativas?

Interrogantes de este orden pueden emerger cuando se

coloca el foco en la exploración de los procesos de cambio y

se redefine el rol profesional en términos de "promotores de


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la exploración de alternativas nuevas" o de "artesanos de

contextos y de contextos de contextos".

Y a partir de ese desplazamiento han surgido nuevas

preguntas:

- ¿Qué tipo de intersecciones entre profesionales y

consultantes, equipos y comunidades generan campos

de posibilidad para el diálogo, y cuáles las

inhiben?
- ¿Qué marcos de significación ofrecen mayores

posibilidades para generar un diálogo que se

enriquezca con y a partir de las diferencias?

- ¿Qué tipo de certezas obstaculizan el diálogo y qué

tipo de certidumbres son imprescindibles para la

acción?

- ¿Qué tipo de interrogantes abren las áreas

flexibles de las creencias a la posibilidad de

deconstrucción?

- ¿Qué tipos de diseños conversacionales o

institucionales abren o cierran alternativas?


- ¿Cómo mantener abiertos los procesos y, al mismo

tiempo, permitir que los diseños se estabilicen?


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NOTAS

(1) Ejemplos de estos diseños emergentes en terapia pueden

encontrarse en Andersen, T. (1992); Anderson, H. y

Goolishian, H. (1988, 1991, 1992); Chenail, R.J.

(1990/91-a, 1990/91-b); Goolishian, H. y Anderson, H.

(1987, 1990); Elkaïm, M. (1989); Fried Schnitman, D.

(1989-a, 1989-b); Fried Schnitman, D. y Fuks, S.I.


(1992, 1993-a, 1993-b); Fruggeri, L. (1992); Fuks, S.I.

(1992); Hoffman, L. (1992); Keeney, B. (1983, 1985);

Lax, W.D. (1992); Sluzki, C. (1992) y White, M. y

Epston, D. (1990). Cfr. también los restantes artículos

de la selección editada por McNamee, S. y Gergen, K.J.

(1992).

En comunicación y terapia familiar, cfr. Cronen, V.E.;

Johnson, K.M. y Lannamann, J.W. (1982).

Cfr. en psicología Bruner, J. (1990), en psicología

social Gergen, K.J. y Gergen, M.M. (1986) y Moscovici,

S. (1981, 1984-a, 1984-b, 1984-c).

(2) Perspectivas acerca de las transformaciones de modelos y

metáforas en terapia sistémica pueden encontrarse en

Anderson, H.; Goolishian, H.; Pullinam, G. y Winderman,

L. (1986); Anderson, H. y Goolishian, H. (1990); (Fried

Schnitman, D. (1983, 1986, 1987, 1991-b, 1991-c);

Hoffman, L. (1981, 1986, 1990, 1992): White, M. y


Epston, D. (1990).
25

En terapia sistémica y psicología comunitaria cfr. Fuks,

S.I. (1993)

(3) Las nociones de lo social y la subjetividad como

espacios comunicacionales están tratadas en Shotter, J.

(1985, 1989); Fried Schnitman, D. y Fuks, S.I. (1992);

Fried Schnitman, D. (1992).

(4) La dinámica estabilidad-cambio y el énfasis en diseños

evolutivos pueden encontrarse en Buckely, W. (1968);

Dell, P. (1982); Dell, P. y Goolishian, H. (1979);

Elkaïm, M. (1980-a, 1980-b, 1989); Elkaïm, M.;

Goldbeter, A. y Goldbeter, E. (1980); Fried Schnitman,

D. (1983 caps. 1 y 8, 1986, 1987, 1989-a); Hoffman, L.

(1971, 1980, 1981); Jantsch, E. (1980); Jantsch, E.

y Waddington, C.H. (1976), Keeney, B.P. (1983);

Prigogine, I. y Stengers, I. (1979); Reiss, D. (1981).

(5) Cabe mencionar que algunos articuladores de estas


transformaciones fueron: los conceptos de assemblage,

intersecciones y resonancias, propuestos por Elkaïm, M.

(1989); la perspectiva batesoniana de la noción de

"mente" en terapia presentada por Keeney, B.P. y Ross,

J. (1985); las contribuciones de Anderson, H. y

Goolishian, H. (1988) sobre sistemas humanos como

sistemas lingüísticos; los aportes de Andersen, T.


(1987, 1989, 1991) sobre la semiosis social de los
26

equipos reflexivos; las contribuciones originadas por el

Equipo de Milán y desarrollos posteriores acerca del

cuestionamiento circular (Cecchin, G. 1987; Penn, P.,

1982, 1985; Selvini, M. et al, 1980; Tomm, K., 1987,

1988); la noción de generatividad comunicacional (cfr.

Pearce, W.B. y Cronen, V.E., 1980; Cronen, V.E.;

Johnson, K.M. y Lannamann, J.W., 1982; Cronen, V.E.;

Pearce, W.B. y Tomm, R., 1989; Fried Schnitman, D.,


1991-b; Fried Schnitman, D. y Fuks, S.I., 1993-b;

Fruggeri, L., 1992; Hoffman, L., 1992); la multivocidad

propuesta por Hoffman, L. (1992); la incorporación de

modelos textuales y transformaciones narrativas

realizadas por autores como White y Epston (Epston, D.

et al, 1992; White, M. y Epston, D, 1990) o Sluzki, C.

(1992); la perspectiva centrada en las nociones de

complejidad, multiplicidad, selves emergentes y mundos

posibles propuesta por Fried Schnitman, D. y Fuks, S.I.

(Fried Schnitman, D., 1991-b, 1991-c, 1992; Fried

Schnitman, D. y Fuks, S.I., 1992, 1993-a, 1993-b; Fuks,


S.I. 1992, 1993).

(6) Es posible señalar una convergencia parcial hacia

metáforas hipertextuales entre perspectivas sistémicas,

teorías críticas y tecnologías. Cfr. Fried Schnitman, D.

(en preparación para 1994); Fried Schnitman, D. y Fuks,

S.I. (en preparación para 1994); Landow, G.P. (1992).


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