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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

(Universidad del Perú, DECANA DE AMÉRICA)

Facultad de Letras y Ciencias Humanas

Escuela de Estudios Generales

Informe:

El Feminismo en el Perú como instrumentalización al Aparato Ideológico

heteropatriarcal a través de la figura de María Alvarado

AUTORA:

Lozano Heredia, Ximena Julissa

DOCENTE:

Bardales, Gregory

Lima- Perú

2022

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Introducción:

La condición de la mujer en el marco histórico-social ha significado una especie de


flegetonte sociocultural que posee sus arraigos más displásicos en torno a la
antracnosis epistémica que lejos de poseer algún carácter de iridiscencia que aporte
a la ecdisis gradual humana de desarrollo sin taras, en realidad solo acentúan, a
través de la cerrazón, la patente proselitista como única verdad, la inferioridad
orgánica y noética del género femenino. Tal anembrionada veleidad, me permitirá, a
través del siguiente informe, fraguar los entresijos del anatema que en un contexto
determinado de nuestra historia nacional, entabló un aparente bizantinismo feminista
que realmente se encontraba disfrazado de néfele direccionada hacia el
carcinógeno ritual del poder patriarcal, a través de la apofenia de una mujer llamada
María Jesús Alvarado que creyó que luchaba sin adikia alguna por la evolución
icárica de la estructura jurídica, civil y educativa para nuestro género, pero tal
apofenia hacía que su volición se hacía germinal únicamente para la aloada
omnímoda de supeditación y control del sarcoma dominante.

Contexto y antecedentes:

Aproximadamente desde la década de 1870, la saturnalia cultural limeña se vio


injertada de las teorías positivistas que fueron desarrolladas en Europa, sin
embargo, tales corolarios hallaron su iridiscencia después de la derrota de la Guerra
del Pacífico, debido a que se necesitaba con suma imperiosidad que el país luxe la
latreia de país vencida y a través de la xelenasia del orden social el país se
reconstruya entorno al horizonte de la modernización. Una de las principales
corrientes que influyeron en la nueva clarividencia de la vértebra social del Perú, fue
el positivismo comtiano, el evolucionismo spenceriano y por supuesto la seisacthéia
darwiniana, que acentuaba con severidad el seccionamiento jerarquizante. A través
del positivismo de Comte, se establecía la figuración de la mujer como una iilitia de
problemática social, pero que parte de la solución yacía en la prolongación
subordinante en el prion ideológico. AL nivel internacional, ya se habían ponderado
concesiones en el marco jurídico y civil en Europa, Estados Unidos y Australia, sin
embargo, la Euménide que escollaba cualquier pulsión de conversión social en torno
al tema, se parcializaba por la posibilidad de sufragio de una pangea humana que
había yacido en la hiperalgia de la pasividad holística. Es a finales de 1911, que la

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joven intelectual María Jesús Alvarado, en el intersticio de la República Aristocrática
y la insipiencia del primer gobierno de Leguía, que eclosionan los eutidemos que
admiten la igualdad de capacidades entre hombres y mujeres, y es a partir de
entonces que se ejercita la potestad institucional en torno a la apódosis jurídica de
las mujeres.

La teleología Ideológica de la Educación Femenina de María Alvarado:

María Alvarado poseía en su ideario, alelos direccionados hacia una concepción


evolucionista de la condición femenina en el ergástulo social, y enraiza tal fermión a
través de la repulsa hacia los arpegios matrimoniales concertados únicamente con
un propósito de raigambre pecuniario o emulsificado para la prosapia atizada por la
triquiñuela del poder, y, por el contrario, establecía que el flavonoide que instauraba
la dignificación y libertad “agatoclia” de la mujer, partía de su habilitación para decidir
sobre quién sería su futuro conyugue, deifniendo incluso los matrimonios
concertados como una especie de lenocinio. En este sentido, puedo escrutar que la
preocupación fundamental del protofeminismo de Alvarado estriba en la esquicia de
una mujer direccionada hacia la conjugación de un blastómero himeneo, de una
potenciación de la figura femenina como una proskinesis que solo haya su razón y
symploké de vida en la ablución de arquitecturar una cohesión de limerencia hacia la
facundia nupcial, lo cual, me atañe a abrir la hemostasia de la herida respecto a la
condición femenina en la historicidad peruana, que se encontraba pulsátil en el
contexto de funcionalidad de Alvarado, y es impronta de ucronía en la epífisis
nacional, en el cual los mecanismos de control nupcial responden al maniqueísmo
estatizado de la lionización o la sexualidad femenina como una institucionalidad en
la que yace la atelofobia del holismo servil que enjuga el dicasterio de la educación
únicamente teorizada para la procreación. En tal punto, la entalpía del crítico literario
marxista Terry Eagleton, halla su agudeza en aseverar que el carácter ideologizador
persigue la legitimación del poder de un grupo dominante, en consonancia de la anti-
isegoría, por lo que, en torno al ápice de la condición femenina, puedo desprender
que ese kerigma que María Alvarado atizaba en torno a la instrucción femenina
como citoquina para la agencia doctrinal que entraña la homeomería de la familia
como espejismo de un Caribdis estatal, posee el corión de traficar como única
facticidad la coerción del matrimonio,

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Ante ello, es extremadamente palpitante el cuestionamiento hacia la imagen
femenina elucidada como lipofrenica, que no puede hallar una eutrofia aisthésica en
su desarrollo y función social que no sea la prioridad reproductiva, lo cual, dentro del
pensamiento evolucionista de María Alvarado, me conlleva a interpelar el estupor
biologicista que procuraba el evolucionismo positivista de Alvarado, en el cual,
considero que la condición etológica y usiológica de la mujer se vislumbra como una
fragilidad raquídea que halla su fundamentalismo en aspectos hipofisarios o
paracrinos que entabla su mefítica partenogénesis en el señuelo pituitario de la
menarquía, por lo cual, me es vital reconocer el fragor enclítico de Althusser
respecto al portento ideológico, más que ser una falsa conciencia que agudiza la
enajenación, se trata de una teratogenia que encarna la construcción de un profundo
tuciorismo que se encuentra totalmente desvaído de cualquier atisbo de autopoiesis
juiciosa o crítica, dado que la ideología es la pulsión somestésica del individuo que
se cree consciente, pero que solo asienta y desconoce el mucílago entronizador que
persigue el interés de tal ataxia utilitarista.

Por otro lado, la principal contradicción del feminsimo de María Alvarado, yacía en
su fruición sociológica, ya que, al buscar la vindicación de la mujer en el marco
jurídico a través de la resolución eikásica en que la condición de subordinación de la
mujer no es un remilgo idiopático de la naturaleza, sino consecuencia de una
cadencia de distimias coaguladas por el formido que es el constructo social, y por lo
tanto parte del ejercicio de la ekklesía democratizadora consiste en brindar a la
mujer inserción igualitaria respecto a derechos civiles y jurídicos, pero que en
realidad esta panspermia de carácter isomérico, se encontraba subsumido en el
noema de la endergonía para una kénosis civil entregada a la concepción
evemerista de que estos beneplácitos propicien el desarrollo de la figura femenina al
son de la nolición apotropaica de cumplimiento de las demandas que la sociedad
peruana engrana desde el anteridio patriarcal, que consisten en la formación de una
mujer propugnadora y responsable de la educación de ciudadanos varones. Ello, a
mí parecer, amplifica la anafilaxia posibilitadora de una condición femenina que
como diría Nathalie Sarraute, solo es la osatura de la dispatía que defenestra la
condición humana en el trímero hambre, sexualidad y sociedad, como areópago de
un piruvato antropológico que atiza la sofrosina y corrección del sistema social a
partir de una hipovolemia de la voluntad, por metaforizarlo de alguna manera, en el

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cual la anfridomia en que Alvarado arraiga su sentido de la euritmia, enclaustra la
inflorescencia femenina dentro de lo que Simone de Beauvoir procuraba como la
inmanencia del ámnios que contenemos por ser quienes propician el puerperio de la
existencia del hombre, a partir de la erigone del sometimiento.

Ejes del feminismo de María Jesús Alvarado como pulsión de respuesta


ideologizada:

El primer eje del feminismo de Alvarado concierne a lo definido como El


renombramiento de la domesticidad, en el que se insta como principal telómero de la
condición femenina en torno a la construcción de una mujer capacitada para ejercer
la maternidad de manera conspicua, areteica, y parametrada para ceñirse a las
cármides de la moralidad doméstica, en el cual, consideraba como urgencia abisal
que la educación femenina involucre un espaldarazo curricular específico para
aspectos de la dimensión de la euplasia hogareña como puericultura, educación
física y economía doméstica. En este sentido, cabe el escrutinio respecto al corolario
de Althusser a través de la aseveración: “Designamos por Aparatos Ideológicos del
Estado cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo
la forma de instituciones distintas y especializadas” (Althusser, 1970), por el cual,
considero que el componente dianoico de Alvarado, encarna o que considero como
la górgona de instaurar en la consciencia sometida, una alexitimia raizal que
potencia como único echirindión apergaminado la resignación de convertirnos en las
propias hécates de nuestra ascesis condenada, en el cual la corteza félsica de un
androcentrismo sexista propalado por mujeres que poseen grado de instrucción
como el caso de Alvarado, instituye lo que Gramsci supo denominar como Aparato
ideológico del Estado, porque esta condición de convertir el gignoskein
autoconsciente de nuestra función en el marco social en un aurinomos autofagico en
contra de nosotras mismas, cabe con grana gudeza en lo que concierne a las AIE
escolares y los AIE familiares, y es bastante insular precisar que el entuerto
ideológico en el cual el activismo institucional en el que se desarrolló Alvarado
concernía a la estructuración nacional de un capitalismo y neoliberalismo oclocrático
propiciado por Leguía, por lo que, cabe exultar el entramado estratégico que la
tropología del poder injiere en estas hemoptisis sociales subordinantes,

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demostrando que Alvarado era solo la presa de los lestrigones de la clase dominante
conformada por la febrilidad androcea.

Por otra parte, cabe mencionar que el feminismo ideológico de Alvarado estaba
bastante influenciado por las postulaciones del higienismo de Spencer, y, por lo
tanto, existía un gran arraigo del darwinismo social catapultador de la propiciación de
una deontología socio-conductual en torno a lo que puedo denominar como un
acrisolamiento de la euploidía hacia los fagemidos de una heredabilidad física e
intelectual que asegure el filotimo virtuoso, puesto que, en palabras de la misma
Alvarado “las cualidades físicas e intelectivas de la madre se reproducen por la
herencia y por el ejemplo en el hijo” (Alvarado, 1920), lo cual, me conlleva a instar la
calcinante oquedad que el épiro epistémico que la precepción evolucionista instaba
a partir de la hipertimesia dicotómica que pretendía construir gnoseología a través
de un deísmo positivista, en el cual, la condición femenina se veía estercolada en
una apousía que priorizaba el paradigma burgués en que los hombres profieren
autonomía, hidalguía y libertad de cariz priapo, mientras que las mujeres cauterizan
su hipnagogia de pertenecerse solo a sí mismas para ser usufructadas por el
trofoblasto de la nubilidad.

En tal punto, considero preciso manifestar que la principal hamartía que imparte la
tal “stenochoría” civil de la condición de la mujer en torno a la sexualidad es la
religión católica, a través del dogmatismo inyectivo que desde aiones virreinales
hasta la actualidad, atiza la relevancia del “honor y racionalidad” hacia la figura
masculina, en el cual el catafatismo codificado a la respuesta del atavismo que se
encontraba signado por la pregnenolona soterológica, por llamarlo de alguna
manera, ya que los varones a través del simbolismo de la virilidad, representaban
una suerte de absolución catastemático, si lo definimos desde la óptica de Epicuro,
en el cual al relacionarlo con el órgano reproductivo masculino, al ser el que
establece la supeditación coital de su contraparte femenina, dentro de la teofanía
propugna la aloestesia femenina en torno a la “vergüenza pudorosa” que representa
la virginidad mariana como paradigma de la eusebeia significante de la mujer. Ello
desenvuelve mi interpelación a partir de las teorías epistemológicas que hallan su
aparente respaldo en el anacoluto argumentativo en torno a la filogenia de ese
accidente, ese symbebekos biológico y del ser que coloca en la condición mamífera
el factor inseminador, es decir, si pretendo realizar una auscultación antropológica

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en aspectos tan imprecantes como la estereotipia heteropatriarcal de la semiótica de
masas en nuestro país, en el cual se impone el machismo porque precisamente se
entabla la agencia de los roles de “pasividad” y “actividad” en el acto sexual, en el
cual se establece como una nigromancia inadmisible y señuelo de mofa y repulsa la
condición de amaneramiento o efeminamiento como ominosidad ignominiosa de la
virilidad o masculinidad que deberían caracterizar a un hombre, como si la
endósmosis que hace impune al género masculino los libera de algún tipo de
sometimiento, pero que casi nunca en un cósmido de razonabilidad se pueda
establecer como señuelo admisible a una virago o mujer con actitudes
masculinizadas o poliandría, ya que es una ploidía inaceptable para los agentes de
la falocracia que la mujer no solo posee la potestad de la pasividad y la
reproducción. Tal conjetura me permite controvertir la inflexión sexológica que
aborda esa anafiaxia social en torno a la precepción oréctica del ser humano para
hallar alguna especia de parámetro etológico, y, por lo tanto, también la atelectasia
eidética de la significación de feminidad, que funciona como carácter omni-histórico
de la agencia ideológica según Althusser.

Por otra parte, cabe mencionar el segundo eje del feminismo de María Alvarado, que
concierne a lo definido como el lapso De la igualdad conyugal a la ciudadanía
política, en el cual, Alvarado parte de la iteración incordia hacia la modernidad
capitalista en la que el servilismo latifundista persistía, que es parte de su estrategia
discursiva en su famosa conferencia de la Sociedad Geográfica (1910), en la cual
entabla un manifiesto respecto a la eunomia que significaría para el progreso de la
sociedad peruana sobre la isotimia de derechos para las mujeres, pero que contiene
en su trasfondo una melange completamente ceñida a lo que puedo elucidar como
evolución sin cromóforo revolucionario alguno, puesto que la discinesia en la que
yace su anfractuosa resolución en torno a la reforma educativa femenina que
enraiza en la fundación del Institutito “Moral y Trabajo” es la aparente eleuterifilia de
su activismo sociopolítico respecto a la mujer, pero sin infatuación articulada para no
“forzar” en países latinoamericanos una precoz demanda de la apostasía
esciomante que le otorga a la mujer el carácter teutónico para movilizar y hacer
frente al agón anafatico que merece todo portento de lucha social, por lo cual, me es
inexorable elucidar que esa coerción que involucra la siderosis ideológica, entraña
su disposición en que la ideología del sector minoritario o mayoritaria, en este caso

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el género femenino, halla su disgenesia en las clases que preconizan esta fricción
de clases, por lo que a mí respecta, ese es el principal antiktón que hace pulular la
adefagia sistémica. Alvarado fue ferviente anuente de la heterosis que significaba la
domesticación de la figura femenina dentro de un cariz cientificista, sin embargo,
Alvarado parcializó su prioridad axiológica en torno a la aceptación del medio de la
isocoria e igualdad de capacidades tanto cognitivas como profesionales entre
hombres y mujeres que se azoraba en la autoridad legislativa del hombre que
condenaba como inadmisible el sufragio femenino, y, curiosamente enfatizaba su
concentración en condiciones demográficas proletarias, lo cual, me resulta
escabrosamente deformado y contrariante debido al deimos que envolvía la igeia
social en el cual este desprendimiento conservador no sea metabolizada para la
búsqueda de la perspectiva femenina en torno a su oikeiosis autónoma, lo cual
demuestra que nuestra condición de mujer es katalektos de la jerarquización
patrimonialista de una dirimencia anankeica.

Repercusión y Trascendencia del Feminismo de María Alvarado en la


actualidad nacional:

A partir de aquí, considero que es preciso elucidar las vertientes que conciernen a
los feminismos que se encuentran latentes en nuestra posmodernidad como abraxas
de una solidez ideológica incrustada en el vitelo de las necesidades y dikayosine que
las mujeres siempre han gestado, pero a través de diversas erísticas. En ese
sentido, me es factible plantear las concepciones desde el feminismo de la igualdad,
y el feminismo de la diferencia, que ha construido una severa definición antípoda a
través de los movimientos e instituciones feministas en nuestro país y países de la
región latinoamericana. La vertiente del feminismo de la igualdad, entabla que el
concepto de género, masculino y femenino, obedecen a un armisticio contractual de
orden social, y que a partir de ello, se sintetiza el perjuicio a ese porcentaje
determinado del peciolo humano que somos las mujeres, que denosta el
determinismo socio idiosincrático que involucra la dinamia impositiva de los roles de
género, por lo cual, la eucariogénesis biologicista debería ser derrocada para poder
elucidar y reconocer que las diferencias de género son esa catéresis iatrogénica
producto del constructo social, desentrañando el determinismo fisiológico, dado que
asimilar como congénitas esas diferenciaciones asentaría el catabolismo opresor, en
lugar de elucidar la calidad de isotimia en la que nos encontramos frente a los

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hombres. En tal sentido, considero que este replanteamiento de la dokimasia
sociológica en torno a la potestad civil de las mujeres, pretende desarraigar el
arrianismo, por definirlo de alguna manera, de la condición femenina a través de la
afrenta hacia la amecania que la heteronimia kantiana tanto psico-límbica, meta-
conductual e incluso la estatización académica, laboral y socioeconómica ha
estamentado como “koinonía estructural” de la humanidad, puesto que la inversión
de los axiomas que involucran la adjudicación de una concesión homonoica a los
cosmidos de la feminidad solo cauteriza aún más la hendíadis escindida de la
sociedad aplicando de manera invertida la hematosis patriarcal en una pseudo-
matria.

Ante ello, considero que la repercusión del feminismo de María Alvarado en sintonía
con las demandas contemporáneas, si bien profería que la vitalidad cognoscitiva en
torno a capacidades de efectoras políticas y accionismo social era la misma entre
hombres y mujeres, lo cierto es que sus preceptos hallan la citocinesis
discriminatoria en torno al eclipsamiento totalitario de la función social de la brana
femenina que condensa la ataxia subyugante del carácter galaxaura de nuestra
circadianidad fisiológica, y ello se ajusta severamente al fundamentalismo como
émbolo que significa la propugnación de la psicología evolucionista, que
curiosamente se encuentra en la anopsia de la pseudociencia por representar como
apologética el epojé selectivo de la naturaleza que no vindican la complejidad
académica que involucra el estudio de los fenómenos sociales y etológicos del ser
humano respecto a la cadencia de género, en el cual si bien es parte del nous de la
conciencia vislumbrar la disimilitud neurofisiológica entre hombres y mujeres como
por ejemplo el adelgazamiento mielínico cortical que brinda cierta celeridad de
maduración de la organicidad de la mujer, no es una directriz que otorgue
rabdomancia a la litificación determinista.

Tal escrutinio me conlleva a la panoplia Foulcautiana, que a propósito posee su


cotiledón en la aseveración del miedo, como agramón de la aminergia que es lo que
él supo denominar como dendrita del poder en el trance de la nesciencia timorata,
en tal escala, me parece preciso traer a colasión a la autora contemporánea que
más injerencia posee de la teoría de Foucault, Judith Butler, que me permite refutar
los esquemas del feminismo hegemónico tanto de la vertiente de la igualdad y el de
la diferencia, en el cual, este último concede la diferenciación sexual como la

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liberación del sexo femenino, que me resulta que atisba la auxina inextrincable de lo
que Althusser manifestaba como la inextrincable inhalación del ser humano para
procrear un caudado mapa ideológico en cualquier dimensión de su hylé, y
considero que a partir de la apariencia del denuedo identitario de saberse “mujer” no
puede estribar el núcleo político del feminismo, puesto que cualquier impronta
cromátide que fundamente un ideal de lucha por la libertad refuerza la sésil
normatividad en la que concuerdo con la prioridad foulcaultniana del género como
una taxonomía que se encuentra arraigada por la convención cultural de
fortalecimiento de los vehículos relacionales del poder, lo cual responde a lo que el
feminismo de Alvarado valora sobre el haustorio de la mujer nacida para la
fecundación . Es así que la pronoia que le logro elucidar a la injerencia de Butler, a
mí parecer contempla el plexo de la condición de nuestra sexualidad en la
actualidad, en el cual, yace la repercusión de la instauración del feminismo de
Alvarado a través de la vigencia que este se ve atizado en la comalia plutónica de
movimientos hiper conservadores de nuestro país como Con mis Hijos no te metas,
que posee en su obnubilación hierofánica, la hormesis más arraigada de erinus en el
cual se coloca a la mujer en una especie de apoptosis inquisidora a través de las
infibulaciones psico-emocionales que normativizan la supremacía testosterónica
para la homología feminicida en colusión hacia el erinus de peruanas que nos
encontramos en una especie de purgatorio asfódalo, en el que este tipo de
movimientos que poseen su cadencia en el epiquerema retrógrado de la cristiandad,
demuestran que la sexualidad femenina lindada al zagreo de la satisfacción
masculina y el demiúrgico portento de formación de la familia como axón del
”crecimiento y honor de un país”, siempre fue portento de la aneuploidía que el Perú
engrana en torno al teratoma sexista. Es por ello, que a través del presente informe,
busco brindarle eufonía a la condición de hiperestesia femenina a través del
reconocimiento que involucra eunóias de nuestro eosforo integral en la corteza
socio-cultural, en el cual Lou Andreas Salomé estaría de acuerdo en la filocalia que
merece la espeleología de la sexualidad femenina en el cual podemos priorizar la
hiperhedonia luteinizante del placer antes que el paradigma reproductivo, se debe
demitificar la disartria que movimientos radicales que dicen defender la vida,
distorsionan nuestra voz.

Conclusión Reflexiva y sugerencia:

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A lo largo del informe, he procurado presentar el osteoblasto que vertebra la
interpelación hacia las anaideicas inconsecuencias ideológicas que los feminismos
en nuestro país han entramado, y a partir de ello, puedo discernir que, en el ámbito
relacionado a la estructura profesional, académico, y slarial, existe una
megalopsiquia que aún se encuentra entronizado por la acracia paternalista, en la
cual, en base a mi responsabilidad empírica, es inexorable reconocer que nos
encontramos a eonias de consolidar la lampetia que permita derruir el anamásico
tegumento de la ausencia de proliferación equitativa de oportunidades de desarrollo.
En este sentido, planteo como sugerencia construir un eucologio curricular en halos
universitarios, y planteo el desiderátum en torno a la educación superior, porque
debo dilucidar que la escatogenia en la que se encuentra subsumida la educación
escolar en nuestro país responde a la gliolisis impenetrable de una ametropía
ideológica tan raizal en los medios de poder, que considero, quizás sumida en la
nihilidad, que a partir de la pubescencia es recién que se puede deconstruir las
efigies doctrinales, y a través de la proteólisis educativa que se ve atañido por la
inserción de heurísticas académicas que vislumbren la vitalidad del conocimiento
tanto en hombres y mujeres, de la epiestía histórica de la lucha por la igualdad de
derechos, construyendo así el reconocimiento de esa kenopsia en la que aún nos
encontramos por la paralipsis que concerta la heredabilidad de idearios dogmáticos
y automatizados por no iniciar la conversión que solo la instrucción deontológica en
consonancia ataráxica con la preparación integral nos puede brindar para
desarraigar la precepción de que el átropo irresóluto no puede hallar cierta Anorquia,
sí, con O del destino sociocultural de nuestro país, por lo cual, considero que la
supremacía no debe alimentarse en la unilateralidad autárquica del género, y la
isegoría se hace dríade en la empatización de la condición del otro,
independientemente de su constitución biológica que es solo la apodypsia que nos
deja desvaídos del propósito de esta sempiterna lucha en la que nos sentimos
harpálices.

Referencias Bibliográficas:

Zegarra, Margarita. (2011). María Jesús Alvarado: la construcción de una intelectual

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feminista en Lima, 1878-1915. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Lima, Perú.

Zegarra, Margarita. (2014). María Jesús Alvarado y el Rol de las Mujeres en la

construcción de la Patria. Revista de Ciencias Sociales, N° 153. Lima, Perú.

Sánchez, Amanda. (2015). El poder foucaultiano y la mujer. Universidad de

Salamanca. España.

Escario, Pilar; Alberdi, Inés; López-Accotto, Ana Inés (1996). Lo personal es político.

El movimiento feminista en la transición. Instituto de la Mujer. Madrid.

De Miguel, Ana. (2016). Los feminismos a través de la historia. Capítulo II.


Feminismo

Moderno. Bogotá, Colombia.

Willis, Ellen. (2012). Feminismo radical y Radicalidad Feminista. (Primera edición).

Universidad de Minnesota.

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