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JOACHIM BERMANN

RACIONALIDAD TECNOLOGICA Y ECONOMIA DEL


CAPITALISMO TARDIO

La crítica de las sociedades capitalistas tardías por Herbert


Marcuse no está orientada por categorías económicas, sino
que es crítica filosófica de la sociedad. Los criterios de esa
crítica son categorías filosóficas, como razón, libertad e
individualidad; la crítica recibe una fundamentación
materialista gracias a la indicación de la discrepancia entre
potencial técnico disponible y condiciones sociales y
políticas restrictivas de la realización de ese potencial.
Consecuentemente, las tendencias determinantes del
desarrollo social no se infieren de las relaciones
económicas, sino de relaciones políticas y tecnológicas. La
crítica de la sociedad se convierte en crítica del carácter
político de la "racionalidad tecnológica" dominante.

En la primera sección del One Dimensional Man, Marcuse


formula dos tesis que ponen en entredicho la validez de
teoremas centrales de la economía política de Marx.

1. En la discusión de las consecuencias sociales de la


automatización del trabajo industrial se lee: "Ahora bien:
la automatización parece alterar cualitativamente la
relación entre trabajo muerto y trabajo vivo; tiende al
punto en el cual la productividad se determina 'por las
máquinas' y no por el rendimiento del trabajo individual.
Además, la medición de ella se hace imposible". En otro
lugar cita Marcuse el conocido paso del borrador del
Capital en el que Marx anticipa los problemas económicos
de una producción automatizada: en ella la riqueza social
estará determinada menos por la cantidad de trabajo "que
por el poder de los agentes puestos en movimiento durante
el tiempo de trabajo (...) del estadio de la ciencia y del
progreso de la tecnología (...). El concepto marxiano del
trabajo productivo como único agente creador de valor no
permite analizar adecuadamente como fuerza productiva
independiente la función económica del progreso científico
y técnico organizado. Con ello la doctrina del valor-
trabajo, destinada a organizar en una conexión consistente
los mecanismos económicos y los movimientos sociales
reales, deja de ser útil para la explicación de los procesos
económico-sociales del capitalismo presente.

2. Tiene que ver con eso el hecho de que no se haya


confirmado el pronósico marxiano de la pauperización del
proletariado; pero Marcuse se aferra a la concepción
ortodoxa según la cual la revolución proletaria tiene como
presupuesto necesario la miseria material. "Pauperización"
significa la necesidad absoluta subjetiva y la necesidad
objetiva absoluta de subvenir unas condiciones de
existencia insoportables; en los comienzos de toda
revolución aparece una necesidad subjetiva así, dirigida
contra las instituciones sociales básicas" (One Dimensional
Man). La productividad del aparato de producción
existente, que ha aumentado hasta lo imprevisible, junto
con una política de crecimiento económico forzada por el
Estado, hacen que la pauperización de la clase obrera
resulte inverosímil incluso en las grandes crisis. Las
masas, "antes fermento de transformación social", son hoy
cemento de la coherencia social. Sin duda hay en todas las
sociedades capitalistas avanzadas un "sustrato de
proscritos y extravagantes: minorías étnicas, hombres sin
trabajo o incapaces de trabajar; pero en todas partes son
claramente minoritarios; su oposición - en la medida en
que se articula - no es hasta ahora más que una molesta
perturbación de la maquinaria social".

Las dos tesis ponen en discusión las leyes históricas del


movimiento del capitalismo que, según Marx, han de
acarrear su ruina inevitable: la tendencia a crisis y la lucha
de clases cada vez más agudas. Es un hecho que desde el
final de la segunda guerra mundial quedaron en suspenso
las contradicciones económico-sociales manifiestas en el
seno de las sociedades capitalistas. Marcuse describe éstas
como "unificación o convergencia de contrarios"; fuerzas
en otro tiempo antagónicas se funden en una unidad
productiva, de tal modo que se hace improbable "una
alteración cualitativa en un futuro previsible". Por eso
Marcuse busca las causas determinantes de la actual figura
de las sociedades capitalistas tardías y de sus tendencias
evolutivas en otras dimensiones no económicas, en el
conflicto entre los países capitalistas y los socialistas y en
las fomas dominantes de "racionalidad teconológica".

La situación de conflicto y competencia con los países


socialistas actúa, según Marcuse, de factor estabilizador en
el sistema del capitalismo tardío. Ya la mera existencia de
un sistema social que reivindica la condición de heredero
histórico del capitalismo y que se dispone a alcanzar la
capacidad de rendimiento técnico-industrial de éste y a
rebasarla, significa el reto global; los antagonismos
internos, transformados en conflictos de política
internacional, se convierten en potentes motores de la
expansión económica y del progreso técnico. "Movilizada
contra esa amenaza, la sociedad capitalista muestra una
unidad interna y una coherencia que no se conocían en
estadios anteriores de la civilización industrial. Esa
coherencia tiene fundamentos muy materiales; la
movilización contra el enemigo actúa como motor
poderoso de la producción y de la ocupación, y mantiene
así el alto nivel de vida". Por el conflicto entre los sistemas
se explican los rasgos determinantes de las sociedades
capitalistas tardías, ante todo el persistente crecimiento
económico, estimulado por los gastos de armamento y de
la exploración del espacio, el pleno empleo y el bienestar
de las masas; consecuencias secundarias son la
transformación de las instituciones parlamentarias en un
management tecnocrático, el oculto y progresivo
vaciamiento de las libertades democráticas bajo la presión
conformista de la opinión pública, y la preformación del
pensamiento y el comportamiento por la fijación sobre el
"enemigo exterior". El sistema del capitalismo organizado
no se puede sostener más que mediante la movilización del
potencial técnico y económico disponible; el trabajo y el
tiempo libre, la esfera pública y la esfera privada, el
comportamiento individual y el colectivo están por igual
sometidos a las exigencias de la estabilización del sistema.

El proceso de racionalización y movilización sociales


aceleradas por la competencia entre los sistemas procede
sin excepción según el principio que Marcuse llama de la
"racionalidad tecnológica": la organización de la sociedad
y de su desarrollo según las exigencias de su dominio. "La
sociedad industrial es, como universo tecnológico, un
universo político - el último estadio de la realización de un
específico proyecto histórico -, a saber, de la experiencia,
la transformación y la organización de la naturaleza como
mero material de dominio. Al desplegarse, el proyecto
configura el entero universo del lenguaje y de la acción, de
la cultura espiritual y la material. La cultura, la política y la
economía se funden, en el medio de la técnica, en un
sistema omnipresente (...) La racionaliad tecnológica se ha
convertido en racionalidad política".

Racionalidad tecnológica quiere decir lógica del dominio.


Marcuse ha expuesto esta conexión interna en su ensayo
"Industrialización y capitalismo", a propósito de la
sociología de Max Weber.

La ciencia y la técnica, el capitalismo y la burocracia


actúan como instrumentos de control de dominio de la
naturaleza y de los hombres. El conocimiento científico se
encuentra bajo un "apriori tecnológico"; el control
metódico de la experiencia y su formulación en hipótesis
de leyes se orienta a la valorización práctica, a técnicas de
acción según la Zweckrationalität. El capitalismo es una
forma de administración racional de la economía, el
cálculo capitalista está orientado por la rentabilidad, por la
aplicación económicamente racional de los recursos
existentes para conseguir un rendimiento máximo. La
administración burocrática, la forma más racional de
dominio, se propone la calculabilidad y el control del
comportamiento humano de acuerdo con normas
institucionales y vinculantes.

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