La crítica de las sociedades capitalistas tardías por Herbert
Marcuse no está orientada por categorías económicas, sino que es crítica filosófica de la sociedad. Los criterios de esa crítica son categorías filosóficas, como razón, libertad e individualidad; la crítica recibe una fundamentación materialista gracias a la indicación de la discrepancia entre potencial técnico disponible y condiciones sociales y políticas restrictivas de la realización de ese potencial. Consecuentemente, las tendencias determinantes del desarrollo social no se infieren de las relaciones económicas, sino de relaciones políticas y tecnológicas. La crítica de la sociedad se convierte en crítica del carácter político de la "racionalidad tecnológica" dominante.
En la primera sección del One Dimensional Man, Marcuse
formula dos tesis que ponen en entredicho la validez de teoremas centrales de la economía política de Marx.
1. En la discusión de las consecuencias sociales de la
automatización del trabajo industrial se lee: "Ahora bien: la automatización parece alterar cualitativamente la relación entre trabajo muerto y trabajo vivo; tiende al punto en el cual la productividad se determina 'por las máquinas' y no por el rendimiento del trabajo individual. Además, la medición de ella se hace imposible". En otro lugar cita Marcuse el conocido paso del borrador del Capital en el que Marx anticipa los problemas económicos de una producción automatizada: en ella la riqueza social estará determinada menos por la cantidad de trabajo "que por el poder de los agentes puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo (...) del estadio de la ciencia y del progreso de la tecnología (...). El concepto marxiano del trabajo productivo como único agente creador de valor no permite analizar adecuadamente como fuerza productiva independiente la función económica del progreso científico y técnico organizado. Con ello la doctrina del valor- trabajo, destinada a organizar en una conexión consistente los mecanismos económicos y los movimientos sociales reales, deja de ser útil para la explicación de los procesos económico-sociales del capitalismo presente.
2. Tiene que ver con eso el hecho de que no se haya
confirmado el pronósico marxiano de la pauperización del proletariado; pero Marcuse se aferra a la concepción ortodoxa según la cual la revolución proletaria tiene como presupuesto necesario la miseria material. "Pauperización" significa la necesidad absoluta subjetiva y la necesidad objetiva absoluta de subvenir unas condiciones de existencia insoportables; en los comienzos de toda revolución aparece una necesidad subjetiva así, dirigida contra las instituciones sociales básicas" (One Dimensional Man). La productividad del aparato de producción existente, que ha aumentado hasta lo imprevisible, junto con una política de crecimiento económico forzada por el Estado, hacen que la pauperización de la clase obrera resulte inverosímil incluso en las grandes crisis. Las masas, "antes fermento de transformación social", son hoy cemento de la coherencia social. Sin duda hay en todas las sociedades capitalistas avanzadas un "sustrato de proscritos y extravagantes: minorías étnicas, hombres sin trabajo o incapaces de trabajar; pero en todas partes son claramente minoritarios; su oposición - en la medida en que se articula - no es hasta ahora más que una molesta perturbación de la maquinaria social".
Las dos tesis ponen en discusión las leyes históricas del
movimiento del capitalismo que, según Marx, han de acarrear su ruina inevitable: la tendencia a crisis y la lucha de clases cada vez más agudas. Es un hecho que desde el final de la segunda guerra mundial quedaron en suspenso las contradicciones económico-sociales manifiestas en el seno de las sociedades capitalistas. Marcuse describe éstas como "unificación o convergencia de contrarios"; fuerzas en otro tiempo antagónicas se funden en una unidad productiva, de tal modo que se hace improbable "una alteración cualitativa en un futuro previsible". Por eso Marcuse busca las causas determinantes de la actual figura de las sociedades capitalistas tardías y de sus tendencias evolutivas en otras dimensiones no económicas, en el conflicto entre los países capitalistas y los socialistas y en las fomas dominantes de "racionalidad teconológica".
La situación de conflicto y competencia con los países
socialistas actúa, según Marcuse, de factor estabilizador en el sistema del capitalismo tardío. Ya la mera existencia de un sistema social que reivindica la condición de heredero histórico del capitalismo y que se dispone a alcanzar la capacidad de rendimiento técnico-industrial de éste y a rebasarla, significa el reto global; los antagonismos internos, transformados en conflictos de política internacional, se convierten en potentes motores de la expansión económica y del progreso técnico. "Movilizada contra esa amenaza, la sociedad capitalista muestra una unidad interna y una coherencia que no se conocían en estadios anteriores de la civilización industrial. Esa coherencia tiene fundamentos muy materiales; la movilización contra el enemigo actúa como motor poderoso de la producción y de la ocupación, y mantiene así el alto nivel de vida". Por el conflicto entre los sistemas se explican los rasgos determinantes de las sociedades capitalistas tardías, ante todo el persistente crecimiento económico, estimulado por los gastos de armamento y de la exploración del espacio, el pleno empleo y el bienestar de las masas; consecuencias secundarias son la transformación de las instituciones parlamentarias en un management tecnocrático, el oculto y progresivo vaciamiento de las libertades democráticas bajo la presión conformista de la opinión pública, y la preformación del pensamiento y el comportamiento por la fijación sobre el "enemigo exterior". El sistema del capitalismo organizado no se puede sostener más que mediante la movilización del potencial técnico y económico disponible; el trabajo y el tiempo libre, la esfera pública y la esfera privada, el comportamiento individual y el colectivo están por igual sometidos a las exigencias de la estabilización del sistema.
El proceso de racionalización y movilización sociales
aceleradas por la competencia entre los sistemas procede sin excepción según el principio que Marcuse llama de la "racionalidad tecnológica": la organización de la sociedad y de su desarrollo según las exigencias de su dominio. "La sociedad industrial es, como universo tecnológico, un universo político - el último estadio de la realización de un específico proyecto histórico -, a saber, de la experiencia, la transformación y la organización de la naturaleza como mero material de dominio. Al desplegarse, el proyecto configura el entero universo del lenguaje y de la acción, de la cultura espiritual y la material. La cultura, la política y la economía se funden, en el medio de la técnica, en un sistema omnipresente (...) La racionaliad tecnológica se ha convertido en racionalidad política".
Racionalidad tecnológica quiere decir lógica del dominio.
Marcuse ha expuesto esta conexión interna en su ensayo "Industrialización y capitalismo", a propósito de la sociología de Max Weber.
La ciencia y la técnica, el capitalismo y la burocracia
actúan como instrumentos de control de dominio de la naturaleza y de los hombres. El conocimiento científico se encuentra bajo un "apriori tecnológico"; el control metódico de la experiencia y su formulación en hipótesis de leyes se orienta a la valorización práctica, a técnicas de acción según la Zweckrationalität. El capitalismo es una forma de administración racional de la economía, el cálculo capitalista está orientado por la rentabilidad, por la aplicación económicamente racional de los recursos existentes para conseguir un rendimiento máximo. La administración burocrática, la forma más racional de dominio, se propone la calculabilidad y el control del comportamiento humano de acuerdo con normas institucionales y vinculantes.