apoya su voz en el dolor del mundo y nada pide ni siquiera palabras.
Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;
tiene la llave de la puerta. Al entrar siempre se detiene a mirarnos. Después abre su mano y nos entrega una flor o un guijarro, algo secreto, pero tan intenso que el corazón palpita demasiado veloz. Y despertamos.
1. “A veces me parece…”, de Roberto Juarroz
A veces me parece que estamos en el centro de la fiesta sin embargo en el centro de la fiesta no hay nadie.
En el centro de la fiesta está el vacío.
Pero en el centro del vacío
hay otra fiesta.
1. “Silencio”, de Pablo Neruda
Yo que crecí dentro de un árbol
tendría mucho que decir, pero aprendí tanto silencio que tengo mucho que callar y eso se conoce creciendo sin otro goce que crecer, sin más pasión que la substancia, sin más acción que la inocencia, y por dentro el tiempo dorado hasta que la altura lo llama para convertirlo en naranja.