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TEORÍA DE LA MEMORIA (LOUISE GLÜCK)

Hace mucho, mucho tiempo, antes de convertirme en una artista afligida, atormentada por el
deseo pero incapaz de establecer vínculos duraderos, era la gloriosa soberana que unificaba al
fin un país dividido: eso me dijo la adivina que me leyó la palma de la mano. Te esperan
grandes cosas por delante, o tal vez por detrás: es difícil decirlo a ciencia cierta. Y sin embargo,
agregó, ¿cuál es la diferencia? Ahora sos una nena de la mano de una adivina. Todo lo demás
son hipótesis y sueños.

EL HAYA DE COBRE (LOUISE GLÜCK)

1 ¿Por qué se enoja la tierra con el cielo?


Si hay una pregunta, ¿hay siempre una respuesta?

En la calle Dana, un haya de cobre.


Inmensa, como el árbol de mi infancia, pero con
una violencia que entonces no estaba preparada para ver.

De chica, yo era un dedo acusador,


después una explosión de oscuridad;
mi mamá no tenía lo que hacer conmigo.

Qué interesante, ¿no?


Que lo dijera así.

El haya de cobre encabritada como un animal.

Frustración, rabia, la tremenda herida en el orgullo


del amor despreciado: me acuerdo

de ese erguirse de la tierra al cielo. Me acuerdo


de que tenía dos padres:
una severa e invisible el otro. Pobre
padre en las nubes, que trabajaba
sólo el oro y la plata.

ALBORADA (LOUISE GLÜCK)

Hubo un verano
que volvió a repetirse muchas veces
hubo una flor abriéndose
que adoptó muchas formas diferentes

Carmesí de la monarda, oro apagado de las últimas rosas


Hubo un amor
Hubo un amor, hubo muchas noches

Olor de la celinda
Corredores de lilas y jazmines
Seguía soplando el viento

Hubo muchos inviernos pero cerré los ojos


El aire frío, blanco por las alas disueltas

2Hubo un jardín donde se derretía


celeste y blanca la nieve; no podía distinguir
mi soledad del amor:

Hubo un amor, que tuvo muchas voces


Hubo un amanecer, que algunas veces
miramos vos y yo

4Yo estuve acá


Yo estuve acá

Hubo un verano que volvió a repetirse sin cesar


hubo un amanecer
me hice vieja mirándolo

EL ÁRBOL DE MEMBRILLO (LOUISE GLÜCK)

5 El tiempo era, al final, nuestro único tema.


6Por suerte, vivíamos en un mundo con estaciones:
sentíamos que teníamos acceso a cierta variedad:
oscuridad, euforia, varios tipos de espera.

Supongo que, en rigor de verdad, nuestros intercambios


no se podían llamar conversaciones, porque se imponía
el acuerdo, la repetición.

Y aún así, sería un error pensar que no teníamos


idea de lo que le pasaba al otro y que no respondíamos
en profundidad al mundo, como sería un error pensar
que vivíamos vidas limitadas o vacías.

Teníamos gran riqueza.


Teníamos, de hecho, todo lo que veíamos
y si bien es verdad que no veíamos
ni demasiado lejos ni con mucho detalle,
lo que podíamos discernir lo absorbíamos
con un hambre que apenas se imaginan los jóvenes,
como si toda la experiencia se hubiese canalizado
en estas pocas percepciones.

Canalizado sin dejar recuerdo.


Porque para nosotros, el pasado era un referente perdido,
una imagen perdida, un relato perdido. ¿Qué contenía?
¿Había amor ahí? ¿Alguna vez
habrá habido un esfuerzo sostenido? ¿Y fama?
¿Habrá habido algo así alguna vez?

Al final, no hizo falta preguntar. Porque sentíamos


el pasado; estaba, de algún modo,
en esas cosas, el jardín de adelante y el de atrás
las impregnaba, dándole al arbolito de membrillo
un peso y un sentido casi insoportables.

Perdida por completo y a la vez extrañamente viva, la totalidad de nuestra existencia humana:
Sería un error pensar
que porque nunca salíamos del jardín
lo que sentíamos era reducido o parcial.
En su grandeza y su esplendor, el mundo
estaba al fin presente.

Y de eso conversábamos o hacíamos alusión


cuando se nos daba por hablar.
El tiempo. El árbol de membrillo.
Y vos, en tu inocencia, ¿qué sabés de este mundo?

TIEMPO (LOUISE GLÜCK)

Siempre tenía demasiado; después, demasiado poco.


Infancia: enfermedad.Al lado de la cama tenía una campanita:
del otro lado de la campanita, mi mamá.

Enfermedad, lluvia gris. Los perros dormían. Dormían conmigo,


a los pies de la cama, y parecía que entendían
la infancia: mejor seguir inconsciente.

La lluvia salpicaba tiras grises en la ventana.


Yo, sentada en la cama con mi libro, la campanita al lado mío.
Sin escuchar ninguna voz, me volví aprendiz de una voz.
Sin ver señal alguna del espíritu, decidí
vivir en el espíritu.
La lluvia iba y venía.
Mes tras mes, en el lapso de un día,
las cosas se volvían sueños, los sueños se volvían cosas.

Después yo me curé, la campanita volvió a la alacena.


Dejó de llover. Los perros esperaban en la puerta,
jadeando por salir.

Yo me curé, después me volví adulta.


Y pasó el tiempo: era como la lluvia,
tanto, tanto, como si fuera un peso imposible de mover.

Era una nena, medio dormida.


Estaba enferma: estaba protegida.
Y vivía en el mundo del espíritu,
el mundo de la lluvia gris,
de lo perdido, de lo recordado.

Y después de repente empezó a brillar el sol.


Y pasó el tiempo, a pesar de que casi no quedaba.
Y lo percibido se volvió lo recordado;
lo recordado, lo percibido.

El iris salvaje
Al final del sufrimiento me esperaba una puerta.
Escúchame bien: lo que llamas muerte lo recuerdo.
Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol temblando sobre la seca superficie.
Terrible sobrevivir como conciencia, sepultada en tierra oscura.
Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.
Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:
del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.
Amor bajo la luz de la luna
A veces un hombre o una mujer imponen su desesperación
a otra persona, a eso lo llaman
alternativamente desnudar el corazón, o desnudar el alma.
(Lo que significa que para entonces adquirieron una.)
Afuera, la tarde de verano, todo un mundo
arrojado a la luna: grupos de formas plateadas
que podrían ser árboles o edificios, el angosto jardín
donde el gato se esconde para revolcarse en el polvo,
la rosa, la coreopsis y, en la oscuridad, la cúpula dorada del capitolio
transformada en aleación de luz de luna,
forma sin detalle, el mito, el arquetipo, el alma
llena de ese fuego que en realidad es luz de luna,
,tomada de otra fuente, y brilla unos instantes, como brilla
la luna: piedra o no,
la luna sigue estando más que viva.

Semejanza final
La última vez que vi a mi padre ambos hicimos lo mismo.
El estaba parado en la puerta de su habitación,
esperando que yo acabase de hablar por teléfono.
Que él no estuviera pendiente a su reloj
era una señal de que quería conversar.
Conversar para nosotros siempre significó lo mismo.
El decía algunas palabras, yo decía unas de vuelta.
Y en eso consistía.
Casi terminaba agosto, hacía mucho calor, mucha humedad.
Al lado los trabajadores arrojaban gravilla fresca en la marquesina.
Mi padre y yo evitábamos estar solos;
No lográbamos conectarnos, hablar por hablar.
Era como si no existieran
otras posibilidades.
Así que esta era especial: cuando un hombre se esta muriendo,
hay de que hablar.
Debe haber sido temprano en la mañana. De un lado a otro de la calle
los aspersores empezaron a funcionar. El camión del jardinero
apareció al final de la cuadra
hasta que se detuvo para estacionarse.
Mi padre quería contarme cómo era eso de morirse.
Dijo que no estaba sufriendo.
Dijo que se había quedado esperando el dolor, aguardando, pero nunca vino.
Lo único que sentía era una especie de debilidad.
Le dije lo mucho que me alegraba, que me parecía que tenía suerte.
Algunos de los maridos se subían a sus carros para ir al trabajo.
No gente que conociéramos. Nuevas familias,
familias con niños pequeños.
Las amas de casa se paraban en la marquesina, gritando o haciendo ademanes.
Nos dijimos adiós como acostumbrábamos,
Sin abrazarnos, nada dramático.
Cuando el taxi vino, mis padres lo observaron desde la entrada,
Agarrados de las manos, mi mamá tirando besos como suele hacer,
ya que le molesta cuando una mano no se está usando.
Pero por primera vez, mi padre no sólo se quedó parado ahí.
Esta vez saludó.
Eso mismo hice yo en la puerta del taxi.
Como él, saludé para esconder el temblor de mi mano.

El jardín
No puedo hacerlo nuevamente,
difícilmente soportaría verlo;
//.
bajo la tenue lluvia del jardín
la joven pareja siembra
un surco de guisantes, como si
nadie lo hubiese hecho nunca:
los grandes problemas todavía
no han sido enfrentados ni resueltos.
//.
Ellos no pueden verse
en el polvo fresco aún, empezar
sin ninguna perspectiva,
con las colinas al fondo, verdes y pálidas, nubladas de flores.
//.
Ella desea detenerse;
él desea llegar hasta el fin,
permanecer en las cosas.
//.
Mírala a ella tocar su mejilla,
pedirle una tregua, los dedos
ateridos por la lluvia primaveral;
en el pasto tierno estrellan rojos azafranes.
//.
Aun aquí, aun en los comienzos del amor,
su mano al abandonar la cara
da una impresión de despedida,
//.
y ellos se creen
capaces de ignorar
esta tristeza. 
La mariposa
 Mira, una mariposa. ¿Pediste un deseo?
         Uno no pide deseos a las mariposas.
Tú hazlo. ¿Pediste uno?
      Sí.
Pues no cuenta.

Es cierto que falta belleza en el mundo.


Es cierto también que no soy la indicada para restituirla.
Tampoco hay candor, pero ahí puedo ser útil.
Estoy
trabajando, aunque me calle.
La insulsa
miseria del mundo
nos atenaza, un callejón
con hileras de árboles; somos
compañeros aquí, sin hablar,
cada uno con sus pensamientos
tras los árboles, las puertas
de hierro de las casas,
las persianas cerradas
en cuartos de algún modo vacíos, abandonados
como si fuera el deber
del artista crear
esperanza, pero ¿a partir de qué? ¿de qué?
La palabra misma
es falsa, un instrumento que refuta
la percepción. En el cruce
los adornos luminosos de las fiestas.
Fui joven aquí. Montaba
en el metro con mi librito
como para protegerme
de este mismo mundo:
no estás sola
decía el poema
en el túnel oscuro.

MALAHIERBA
Algo
llega al mundo sin ser bienvenido
y llama al desorden, al desorden.
Si tanto me odias
no te molestes en buscar
un nombre para mí: ¿necesitas
acaso un desdoro más
en tu lenguaje, otra
manera de culpar
a la tribu por todo?
Ambos lo sabemos,
si adoras a un dios, necesitas
sólo un enemigo.
Yo no soy el enemigo.
Sólo soy una treta para ignorar
lo que ves que sucede
aquí mismo en esta cama,
un pequeño paradigma
del fracaso. Una de tus preciosas flores
muere aquí casi a diario
y no podrás descansar
hasta enfrentarte a la causa, es decir,
a todo lo que queda,
a todo aquello que es más fuerte
que tu pasión personal.
No estaba escrito
permanecer para siempre en este mundo.
Pero por qué admitirlo, si puedes seguir
haciendo lo de siempre,
lamentándote y culpando,
las dos cosas a la vez.
No necesito que me alabes
para sobrevivir. Llegué aquí primero,
antes que tú, antes
de que sembraras un jardín.
y estaré aquí cuando el sol y la luna
se hayan ido, y el mar, y el campo extenso.
Y yo conformaré el campo.

NIEVE DE PRIMAVERA
Mira el cielo nocturno:
en mí poseo dos personas, dos clases de poder.
Estoy aquí contigo, en la ventana,
observando tu reacción. Ayer
la luna se alzó sobre la tierra mojada del jardín.
Hoy la tierra brilla igual que la luna,
como materia muerta, encostrada de luz.
Ahora puedes ya cerrar los ojos.
He escuchado tus llantos, también
los llantos anteriores a los tuyos,
y he sido sensible a sus demandas.
Te mostré lo que querías:
no la convicción sino el sometimiento
a la autoridad, que descansa en la violencia.
.............................................................................
(Traducción: Eduardo Chirinos)

Nieve de primavera

Mira el cielo nocturno:


en mí poseo dos personas, dos clases de poder.

Estoy aquí contigo, en la ventana,


observando tu reacción. Ayer
la luna se alzó sobre la tierra mojada del jardín.
Hoy la tierra brilla igual que la luna,
como materia muerta, encostrada de luz.

Ahora puedes ya cerrar los ojos.


He escuchado tus llantos, también
los llantos anteriores a los tuyos,
y he sido sensible a sus demandas.
Te mostré lo que querías:
no la convicción sino el sometimiento
a la autoridad, que descansa en la violencia.
De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos

La primera nieve
Como una niña, la tierra se va a dormir,
o al menos así dice el cuento.

Pero no estoy cansada, dice,


y la madre responde: Puede que tú no estés cansada pero yo sí.
Lo puedes ver en su rostro, todo el mundo puede.
Así que la nieve debe caer, el sueño debe venir.
Porque la madre está mortalmente harta de su vida
y necesita silencio.
(del libro ‘Una vida de pueblo’)

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