Está en la página 1de 8

Esa Diosa Que Todos Somos

Fernando baena vejarano

¿Por qué hay una presencia tan mayoritariamente femenina en toda clase de
cursillos y talleres de crecimiento personal, en toda clase de eventos
relacionados con temas de desarrollo espiritual alternativo?. Los pocos
barones que asisten a este tipo de actividades se sorprenden con frecuencia
de este hecho. Una respuesta inmediata que se le ocurre a todo el mundo
es que se trata de una manifestación del machismo: los barones creen
perder su masculinidad con todo aquello que signifique hacerse más
sensibles, más concientes de su propia interioridad, más comunicativos y
participativos. Para ser una primera respuesta, no está mal. ¿Pero cómo
es que llegó a forjarse la versión competitivista , individualista, a-sensible
de lo que significa ser un barón?. Y por qué les queda mucho más facil a
las mujeres integrar todas las nuevas opciones de vida que hoy se exploran
y que, como especie humana debemos adoptar ?

Podría decirse que está en la “naturaleza” de la mujer ser más sensitiva,


más relacional. Pero nada arregla responder que las cosas son así porque
son así. . Hubo un proceso histórico que hemos olvidado, en el que se
consolidó lo que por ser tan frecuente terminó por concebirse como
“naturaleza” de la mujer y del barón. Ese proceso debe transmutarse en la
medida en que impida la materialización de un mejor orden social y
espiritual futuro.

Sin duda, la integración de prácticas alternativas de cualificación de la


vida se nutre en buena medida de conocimientos arraizados en el pasado
remoto de culturas no occidentales. Y esto no es casual, como no lo es
que las principales investigadoras y promotoras sean mujeres, o que el
movimiento ecológico en Brasil sea una hermana gemela de la
organización feminista de dicho país. Las mujeres fueron el nucleo básico
de muchas culturas de la antiguedad remota y de sus cosmovisiones, antes
de la revancha masculina que los antropólogos identifican como el inicio
del patriarcado (gobierno de los barones). Dicho sea de paso, cierto tipo
de feminismo suele ignorar que con una mera igualdad de derechos y
oportunidades no se logra sino sobrevivir mejor en un mundo
masculinizado, no menos mecanizado ni menos darwinista .
Cuerpo, ecología y totalidad

Tres temas podrían resaltarse como muy comunes a la búsqueda de un


nuevo estado de conciencia planetario: el retorno al cuerpo, la
experiencia holística, no fragmentaria, de la realidad; y la relación
ecológica entre individuos, sociedades, y seres vivos e inorgánicos.
Estas tres són o fueron características propias de las sociedades no
occidentales en que la sensibilidad desarrollada principalmente por las
mujeres tienen o tuvieron lugar. La mujer tiene una particular manera de
relacionarse con su corporalidad, y sin duda la experiencia de la
maternidad la favorece más que al baròn (lo que no significa que para el
barón sea imposible) para comprender la unidad simbiótica existente entre
todos los seres del universo. En algunas fases históricas y en ciertas
culturas fué o es perfectamente común para todos, sin distinción de sexo,
tener tal percepción de la vida, ajustando a ella la conducta cotidiana.

Algunas escuelas describen la cultura occidental como aquella en que tuvo


lugar una diferenciación sin precedentes respecto de esa forma holística de
ver el mundo a la que se denomina, despectivamente, como
“cosmovisión mítica”. Según estas filosofías, la aparición de los
pensadores griegos significó un paso “adelante” en la “evolución” de la
humanidad, evolución que, de paso, imaginan que culmina con las
hamburguesas , los vuelos espaciales, y la “limpieza” técnológica de la
guerra del golfo pérsico. El sesgo de quienes así opinan (la mayor parte,
barones ilustres) es bien notorio, porque los avances científicos y el
comfort que innegablemente le debemos al racionalismo, no han venido
de la mano con una mayor comprensión sobre la manera de elevar y
armonizar el potencial mental humano.

Desde el interior de la investigación científica, sin embargo, muchos


autores, y entre ellos el Psiquiatra Junguiano Edward C Whitmont, han
propuesto que la sanación personal y social requiere, contra todo lo
previsto, no de un énfasis en un avance racional mayor, sino de un
retroceso hacia las estructuras profundas de la psique, sin el cual todo
avance racional no será más que una nueva apuesta a la injusticia y a la
guerra. Las zonas profundas de la mente, como las etapas más antiguas
de la humanidad, son axiológicamente femeninas. Y el retorno al
arquetipo de lo femenino más poderoso, el de la diosa madre adorada en
la prehistoria, es según Whitmont un paso crucial de la sanación. Estas
ideas han sido expuestas en su libro "El Retorno De La Diosa". La
sabiduría de nuestra mente arcaica, de la Diosa interna que todos somos,
que a todos nos susurra, es la que necesita ser escuchada.
Protectora y destructora

Uno podría imaginarse el arquetipo de la Diosa madre como algo semejante


al simbolismo de la Virgen María. Pero esta representa bondad pura,
ilimitada, asociada además a castidad absoluta. . En cambio, la Diosa
madre tiene un contenido ambivalente: no solo es la protectora dadivosa,
sino también la destructora terrible. Tiene dos rostros. La Diosa era virgen
y arpía al mismo tiempo; germen de la violencia aniquiladora de las fuerzas
de la naturaleza, pero a la vez fuente nutricia de las cosechas y
acompañante simbólica de la preñez de la mujer. La mujer tiene el poder
en la humanidad ginolátrica, pues posee la magia de dar la vida y de
perpetuar así la supervivencia de la especie. Por eso el compañero
masculino de la diosa -a veces su hijo, a veces su amante, a veces su hijo
y amante- es una figura subordinada, representada por un dios ciervo, un
dios-toro, o un dios-macho cabrío (- que es obviamente el dionisios de los
griegos- )

Whitmont afirma que la pareja que hacen la gran diosa con su hijo y
amante representa la androginia humana (la dimensión femenino-masculina
tanto de barones como de mujeres), así como la ciclicidad rítmica de los
ciclos de decadencia y crecimiento de los fenómenos naturales, la armonía
de los opuestos, lo que luego el taoismo chino llamará la armonía del
Ying y del Yang.

En su práctica como psicoanalista, Whitmont encontró que la negación de


esas estructuras arcaicas, y la represión temerosa de las mismas que
ejercen las ideologías imperantes en la cultura occidental, son el factor
más capaz de generar patologías individuales y colectivas. Por ejemplo,
una paciente suya, aquejada de una compulsión por matar a su hijo, no
pudo recuperarse sino hasta que se reconcilió con su propia diosa interna, a
través de experiencias oníricas. Su vida era hueca y se sentía apática y sin
fuerzas hasta que escuchó a su propia voz interior, esa voz femenina que
mora en lo profundo de barones y mujeres. En opinión de whitmont, la
agresividad manifiesta del mundo contemporaneo es, paradójicamente, el
resultado de la represión del rostro agresivo de la diosa. La psique arcaica
está programada para la supervivencia biológica mediante dos tipos de
estrategias: por un lado, conductas de amparo y protección de la prole y
del grupo. Por el otro lado, conductas de agresión a agentes amenazantes.
Y la Diosa madre , símbolo de la vida, es tanto lo uno como lo otro. Pero
la manera adecuada de tratar con la agresividad no es enfrentarla como a un
enemigo, al modo del maniqueismo moral, sino asumirla gentilmente,
haciéndola conciente, para reconvertirla en creatividad socialmente util.
La propuesta de Whitmont sobre lo que ha de hacerse con la agresividad
erótica y con el erotismo agresivo de la psique humana arcáica se resume
en una frase: más vale transmutar que reprimir. El amor que se requiere
para que surja un nuevo mundo, brotará -y esto es lo increible-, de una
transmutación alquímica de la agresividad arcaica.

Transmutar, no reprimir

Por eso Whitmont propone una recuperación de formas de actuación y de


percepción antiguas, propias de la etapa matriarcal, formas mágicas y
mitológicas que ya no son posibles ni deseables literalmente, pero que sí
pueden dar origen a nuevas formas de relación con nuestros impulsos
instintivos y emotivos. . La actual forma de relacionarnos con los
contenidos psíquicos arcáicos es represiva, y Sigmund Freud nunca
imaginó otro estilo posible. Estas fuerzas profundas son la raiz misma de
nuestra naturaleza biológica, y es obvio que no debemos entregarnos a su
magnético mandato (esta fué, probablemente, la génesis del nazismo y del
Rock satánico), pero que tampoco podemos desatenderla. Como un niño
malcriado, la pulsión agresiva hace rabietas cada vez que ignoran su
presencia. Lo adecuado cuando hierve el agua en la olla express no es
taponar con insistencia la válvula, sino mantener bien abiertos los canales
por los que se libera el vapor. La olla taponada termina necesariamente por
estallar, como lo hizo en las guerras mundiales. Y siempre, dentro de una
cultura racionalista, existirá la añoranza de una cosmovisión mágica, a la
que será mejor darle cauce para que no aflore en estilos de degradante
romanticismo o de burdo fanatismo. El cobre se oxida si no se le transmuta
en oro: por eso es necesaria la alquimia.

El racionalismo y el espiritualismo cometen el error de identificar al ser


humano exclusivamente con las estructuras psíquicas que son
evolutivamente más recientes. Cuando encuentran conductas reales nada
angelicales, se niegan a explicarlas, o le echan la culpa al demonio. El
biologicismo hace lo contrario, dando razón a Stalin y a Hitler. Es
urgente, por lo tanto, no sobrevalorar ni subestimar nuestra identidad
como especie.

La patología de nuestro mundo, según Whitmont, es una desintegración


de la cultura moderna respecto de las culturas antiguas -y no debe olvidarse
que los árboles de ramas más altas son los que desarrollan raices más
profundas-. Esta desintegración es semejante a la que probablemente
existe entre las zonas del cerebro evolutivamente más recientes (corteza
cerebral) y las más primitivas. El cerebro ha pasado por tres etapas de
desarrollo, y de las tres hay estructuras residuales mas o menos activas.
La zona más primitiva, a nivel biológico, es el "cerebro reptil", que se
ocupa básicamente de la adaptación y el instinto de supervivencia. Luego
viene el sistema límbico, relacionado con el afecto y el cuidado de la
prole, propio de los mamíferos. Y, en tercer lugar, están las areas neo-
corticales. Las tres zonas están activas: Carl Sagan , en su libro
"Cosmos", compara por eso al cerebro con una ciudad en la que conviven
medios de transporte muy primitivos y muy avanzados al mismo tiempo.
Tenemos "instinto" de territorialidad, como los reptiles; comunicamos
afecto y seguimos a líderes, como los mamíferos; y además somos
capaces de lenguaje articulado, capacidad de simbolización, y cultura.

Caldo de patologías

Resulta muy interesante saber que, cuando se practica meditación, se


pierde el predominio de la actividad neo-cortical, y se integran las
funciones neuronales de los tres niveles cerebrales. Las zonas “inferiores”
ya no se vén reprimidas por la zona “superior”. En la técnica “Meditación
Trascendental” se ha observado este fenómeno muy destacadamente, como
un estado de sincronía electroencefalográfico, que viene a equivaler a la
propuesta de Whitmont de una relación más armónica entre las tres esferas
de conciencia. Dice Whitmont que el problema humano consiste
precisamente en esa desintegrada y polémica convivencia de estratos
evolutivos arcaicos con estratos más nuevos. A nivel inconciente yacen
dormidas percepciones y arquetipos propios de la etapa matriarcal y de sus
formas mágicas y mitológicas, junto a estructuras aun más antiguas
relacionadas con conductas de agresividad y defensa. La ingenuidad del
racionalismo consiste en pretender que esos estratos antiguos pudieran y
debieran ser extirpados por una buena educación, o que ya no forman
parte de nosotros. El hecho de que sean inconcientes no significa que no
sean un tipo de conciencia efectiva , como lo muestran a diario los
noticieros. Pero lo más serio del asunto es que poseen una vida propia, y
que, aunque son fuerzas burdas, son fuerzas sagradas de las que se nutre la
auténtica espiritualidad. La Diosa quiere hacerse oir, quiere hacernos
saber que siempre ha estado viva. Y quiere hacerse parte de nuestro
mundo cotidiano, quiere estar presente en las exploraciones científicas y
en los avances del siglo veintiuno, para podernos guiar con su amor
comprehensivo. Así como un adulto que no sepa ser curioso y alegre como
un niño no es un verdadero adulto, una cultura mundial científica y
tecnológica que no sepa vincularse mágicamente con el universo no será
más que un caldo de patologías.

Tres cerebros, tres etapas


Whitmont opina que la integración de las tres zonas cerebrales es paralela a
la de tres etapas correspondientes de la historia de la humanidad en las que
esas capas cerebrales se han despertado. La primera se llama "Fase
Mágica". La conciencia se habría desarrollado a partir de una orientación
ginolátrica primitiva, matriarcal y mágica, orientada por el culto a la
diosa madre, para desenvolverse luego bajo una orientación androlátrica.
Por "ginolatría" entiende Whitmont la adoración de lo femenino como
conjunto de valores que se privilegian. ”Androlatría” significa lo contrario:
privilegiar las capacidades “masculinas” del ser humano. El período
ginolátrico podría abarcar desde el pasado nebuloso de la edad de piedra,
hasta la edad de bronce bien avanzada. Hacia el segundo milenio antes de
cristo ya probablemente la androlatría predomina en casi todas las
culturas, y es entonces cuando se inicia la edad del hierro. Las
divinidades masculinas sustituyen entonces al arquetipo de la gran diosa, y
luego a todos los destrona un Dios Padre.

Diríamos que durante la fase mágica la humanidad es psíquicamente más


femenina que masculina. La dimensión masculina no esta todavía
desarrollada y manifestada, pero ese proceso comienza con la edad del
hierro y la androlatría. Así como ser barón, en el proceso psicológico del
niño, requiere un enorme esfuerzo de ruptura con el regazo protector de
la madre , en la historia humana explorar la masculinidad requirió un
fuerte y cortante rechazo de las formas ginolátricas de ver el mundo. Junto
con ese rechazo vino la opresión a las mujeres, que seguramente fueron las
menos inclinadas a adoptar las conductas frías, individualistas, guerreras,
pero investigativas y arriesgadas que se necesitaban entonces.

La percepción casi que telepática, la conciencia casi que holográfica del


ser humano en esa época, no podía durar para siempre. El nivel de
razonamiento moral de la fase mágica, es , por ejemplo , deficiente.
Ciertamente resulta llamativo un modo de existencia mágico, pero chocan
con esa etapa de la conciencia mucos avances modernos que no convendría
derrumbar: los modelos democráticos, la ética cristiana del amor, el
respeto a la libertad personal, etc.

En la etapa mágica el odio y desprecio por otros grupos humanos se


considera valioso y necesario. Y, además, se trata de una etapa a-moral
(que no es lo mismo que "inmoral"), en que no existen normas jurídicas.
La actual civilización condena de hecho los reductos que afloran, en el
presente histórico, como expresiones brutales de la dinámica mágica
reprimida. Dice Whitmont que el racismo, el nazismo, la obediencia
ciega a un lider, las obsesiones paranoicas de grupos fanáticos, el
incesto, la magia "negra"; son ejemplos típicos de afloramiento de las
necesidades mágicas de la conciencia en individuos o grupos que no han
sabido integrar, transmutar , y sublimar el potencial renovador de la
energía arquetípica primitiva que mora en las raices psíquicas de nuestra
diosa interior.

Post- moralidad

Luego de la fase mágica, en la que la estructura cerebral dominante sería el


“cerebro reptil”, vendría una segunda etapa , llamada “fase mitológica”,
en la que suelen entrar los niños de hoy en día mas o menos a los tres años
de edad. En este período las fuerzas creativas y destructivas de la vida,
que eran adoradas por igual como cualidades de la diosa, comienzan a ya
no considerarse como igualmente valiosas, y terminan por considerarse
irreconciliables. Esas dos fuerzas estaban representadas por dos Dioses
griegos: Apolo y Dionisios. Apolo representa la luz, la vida, la
inmortalidad, el equilibrio armónico y la permanencia. Dioniso representa
la oscuridad, la destrucción, la muerte y la transitoriedad. Al principio
esta dualidad es una polaridad. Permanencia y transitoriedad, vida y
muerte son aún aspectos de un gran ciclo ininterrumpido. Hacia el final de
la era mitológica, la dualidad se convierte en dualismo. No hay ya
polaridades, los opuestos se excluyen mutuamente. Los sexos están
separados y se oponen. La luz, asociada al género masculino, se opone a
la oscuridad, asociada al género femenino ( y poco después San Agustín
escribiría sin reparos que la mujer es el diablo). Lo interior se opone a lo
exterior, la vida a la muerte. Se inicia así la era androlátrica. Dionisios,
asociado a dinámicas psíquicas femeninas, arcaicas, a las que el psicólogo
Carl Jung llama el "Anima" , quedará proscrito bajo el rótulo de lo
demoniaco -y no por casualidad són en su inmensa mayoría brujas y no
brujos los que serán quemados en la inquisición-.

En la fase mitológica la propia identidad se percibe por contraste con el


mundo natural, y es cuando comienza la pérdida del sentido de pertenencia
ecológico. La fase mitológica habría tenido su inicio en el Neolítico, su
florecimiento en la edad de bronce, y su final en la edad del hierro . Al
período que va desde el Neolítico hasta la edad del bronce le corresponde la
forma de ver el mundo que tiene un Niño desde los tres a los siete años.
De los siete a los doce años el niño pasa, después, de la edad del bronce a
la edad del hierro. Entonces comienza la tercera fase, la “fase Mental”,
que es esta que hasta ahora occidente comienza a trascender.
En la etapa mitológica aún todo es percibido como manifestación de lo
sagrado -incluido el trabajo-. Todos los actos cotidianos tienen una
connotación festiva y lúdica. No hay dias sagrados y de descanso, junto a
días profanos y de trabajo -como en la cultura Judeocristiana-. Tampoco
hay actividades "malas" y "pecaminosas" junto a actividades "buenas" y
"virtuosas" . Cuerpo y mente no se perciben ni se conciben como
diferentes o separados, ni "el cuerpo es la carcel del alma", . Por tanto,
aún no existe represión de la corporalidad , ni la sexualidad se mira como
"baja" o "inferior". La conciencia mágica es a-moral, la conciencia
mitológica es pre-moral, y la conciencia mental es moralista. La Nueva
era será post-moralista (que no equivale , ni remotamente, a "inmoral". ).

La “post - moralidad” significa un nuevo tipo de sociedad, un nuevo tipo


de relaciones de pareja, un nuevo modo de hacerle el amor a la tierra.
Pasar a la post-moralidad es riesgoso y aventurado, pero no hay otro
camino. Y la Diosa Madre, retornando transformada a nuestro mundo por
intermedio de, principalmente, mujeres sensibles, y, ojalá, por cada vez
más barones enamorados de la diosa, hará posible esa nueva era que
deseamos materializar.

También podría gustarte