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El auge de Moscú[editar]
Durante el siglo XIV, los grandes príncipes de Moscovia empezaron a conquistar tierras
limítrofes para incrementar la población y la riqueza bajo su poder. Quien mejor puso en
práctica esta estrategia fue Iván III el Grande (1462-1505], quien estableció los cimientos
para un nuevo estado ruso. Contemporáneo de los Tudor y otros "nuevos monarcas" en la
Europa Occidental, Iván duplicó las tierras bajo su mandato y proclamó su soberanía
absoluta sobre todos los príncipes y nobles rusos. Tras negarse a pagar más tributos a los
mongoles, Iván emprendió una serie de ataques que abrieron el camino a la completa
derrota de la Horda de Oro, ahora dividida en diversos kanatos. También derrotó a
la República de Pskov y la República de Nóvgorod hasta entonces independientes.
Durante el reinado de Iván III, que había contraído matrimonio con Sofía Paleóloga,
comenzó a gestarse la idea de la Tercera Roma. Sofía era sobrina de Constantino XI, el
último Emperador bizantino e Iván podía reclamar ser el heredero del derrumbado Imperio
Romano de Oriente (Imperio bizantino). Iván compitió con su poderoso rival noroccidental
Lituania por el control de algunos de los principados semiindependientes que formaron la
Rus de Kiev en el Dniéper superior y las llanuras del río Donéts. El abandono de algunos
príncipes, las escaramuzas fronterizas y una larga e interminable guerra con Lituania que
acabaría en 1503 permitieron a Iván III extender al oeste sus dominios, que se triplicaron
durante todo su reinado.
La consolidación interna se complementó con la expansión del estado. Durante el siglo XV,
los gobernantes de Moscú consideraron todo el territorio ruso como su propiedad. Algunos
principados semiindependientes todavía reivindicaban ciertos territorios, pero Iván III forzó
a los menos poderosos a aceptar al gran príncipe de Moscovia y sus descendientes como
líderes indiscutidos con competencias sobre asuntos militares, judiciales y diplomáticos.
Gradualmente, el mandatario moscovita emergió como un líder poderoso y autocrático,
asumiendo el título de «Soberano de toda Rusia» (en ruso: Государь всея Руси, Gosudar
vseyá Rusí).
Durante el reinado de su hijo, Basilio III, Rusia sufría de las incursiones regulares de los
tártaros del Kanato de Crimea y los tártaros del Kanato de Kazán. Las invasiones más
peligrosas ocurrieron en 1517, 1521, 1537, 1538. La amenaza de las incursiones tártaras
no permitía al Principado de Moscú conquistar las regiones al sur con su suelo fértil. Las
decenas de miles de milicianos y los nobles protegieron los límites del sur que eran una
carga pesada para el estado y disminuían también su desarrollo económico y social.
Durante la disputa con Pskov en 1510, el monje Filoféi escribió una carta a Basilio III, hijo
de Iván III, en la que profetizaba que este reino se convertiría en la Tercera Roma,
cristalizando así el sentimiento ruso de herencia con respecto a los bizantinos.