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TÍTULO: El euro como mecanismo de aplicación del ajuste

salarial.

Autores: Javier Murillo Arroyo (javifax@hotmail.com) y Mario del Rosal Crespo


(mariodelrosalcrespo@yahoo.com) son Profesores de Economía de Bachillerato,
Doctorandos del Programa de Economía Internacional y Desarrollo de la
Universidad Complutense de Madrid y Profesores del Diploma del Diploma de
Formación Continua de la UCM “Análisis crítico del capitalismo (El método
marxista y su aplicación al estudio de la economía mundial actual)”. En la
elaboración de esta ponencia ha colaborado Xabier Arrizabalo Montoro, Profesor
de Economía de la UCM y del mencionado Diploma.

Palabras claves: Capitalismo, euro, Banco Central Europeo, salario, ajuste,


crisis, explotación.

Resumen: En este documento se pretende revelar cómo el euro se ha


configurado como un instrumento del capital para garantizar la aplicación del
ajuste salarial en Europa, haciendo un recorrido desde sus orígenes hasta la
actual fase de destrucción económica. El texto se abre con un análisis de la
trayectoria del proceso de integración monetaria, articulado en torno al estudio del
funcionamiento del BCE y los fundamentos teóricos del euro, en el que se ponen
de manifiesto sus principales contradicciones. A continuación, se analizan las
consecuencias de la implantación del euro hasta el estallido de la crisis,
especialmente en lo que se refiere a su impacto sobre las condiciones de
explotación del trabajo asalariado. Por último, se estudian los efectos del euro
desde el desencadenamiento de la crisis, revelando cómo los problemas de la
deuda soberana se han utilizado para intensificar aún más la explotación, aún
cuando todo ello ha supuesto la impugnación de los procedimientos democráticos.

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El euro como mecanismo de aplicación del ajuste salarial
Javier Murillo Arroyo y Mario del Rosal Crespo

Introducción
El verdadero programa del euro: ajuste en Europa por medio de la integración monetaria
Los efectos del euro hasta la crisis: aumento de la explotación y trasvase de plusvalía al
capital financiero
Los efectos del euro en la crisis: la deuda soberana como mecanismo para aumentar más la
explotación y trasvasar más plusvalía al capital financiero
Conclusiones y referencias bibliográficas

1. Introducción
La actual crisis económica está alcanzando en los países de la Unión Europea
una gravedad impensable hace tan sólo unos meses. El inaudito crecimiento del
paro, la degradación del empleo, la caída de los salarios, la recesión de la
producción, el colapso del crédito, las innumerables quiebras, la llamada crisis de
la deuda y la mutilación de los servicios públicos han hecho que los ciudadanos
europeos estemos asistiendo aterrados a un ataque de proporciones históricas
contra el modelo económico y social que ha caracterizado el continente en los
últimos sesenta años. La destrucción económica ha llevado, además, mediante la
imposición sin debate público de una batería de medidas de ajuste
extremadamente agresivas, a tal degeneración en la calidad de la democracia que
muchos temen por su futuro. Los ciudadanos empiezan a preguntarse si la
pertenencia al euro y la dependencia del Banco Central Europeo (BCE), lejos de
ser una garantía de salvación, no se habrán convertido en el mecanismo para el
expolio de Europa y en un obstáculo para la salida del caos.
Y, sin embargo, esta crisis ni es nueva ni tiene su origen profundo en los
problemas financieros de las hipotecas subprime en la banca estadounidense,
como los análisis superficiales suelen dar a entender. La situación actual es el
paroxismo de la grave crisis que sufre el capitalismo desde finales de los años
sesenta, una crisis que el sistema ha tratado de superar mediante la imposición
de un paradigma económico, social y político neoliberal de ajuste permanente 454
enfocado hacia la erosión del poder de la clase trabajadora con el fin de recuperar
unas tasas de ganancia en clara decadencia. En este proceso han tenido un
papel protagonista no sólo el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco
Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC), sino también la Unión
Europea, sobre todo, a partir de la aceleración hacia la integración monetaria.
En este trabajo, pretendemos hacer algunas aportaciones en el sentido de
demostrar cómo, en efecto, la existencia de la Unión Económica y Monetaria
(UEM) no sólo es un obstáculo irresoluble para salir de la actual crisis, sino que su
mismo origen y su propia naturaleza no tienen más objetivo que el
disciplinamiento de la clase trabajadora mediante la degradación del empleo, el
crecimiento del paro y la reducción de los salarios.
El texto se estructura en cuatro epígrafes. Tras la introducción, el apartado 2

454
Para un análisis detallado de este concepto y su aplicación en Europa, ver Arrizabalo
(1997). Para un estudio detallado de América Latina y los EE.UU., Álvarez et ál. (2009).

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analiza el proceso histórico de la integración europea, centrando el estudio en su
fase monetaria, para pasar después a explicar la naturaleza y el funcionamiento
de los dos cimientos de la UEM: el Banco Central Europeo y el euro. El estudio
del BCE se centra en la exigencia de independencia de esta institución, sus
fundamentos y sus consecuencias, entre las que destaca su vocación
antiinflacionaria. El análisis del euro, por su parte, se centra en las consecuencias
teóricas de la integración monetaria entre países con niveles dispares de salarios,
productividad e inflación, así como en el agravamiento de las desigualdades y la
pérdida de competitividad de la Europa del sur a raíz de la estrategia alemana de
contención salarial.
En el apartado 3, analizamos las consecuencias de la instauración del euro desde
su nacimiento hasta el estallido de la crisis para demostrar cómo, por un lado, no
ha logrado subvertir la tendencia mediocre de las tasas de ganancia en Europa y
cómo, por otro, ha supuesto un ataque continuo al trabajo por medio de la
reducción del salario relativo y la degradación de las condiciones de empleo en
todo el continente. Además, observamos cómo la instauración de la UEM ha
hecho que una proporción creciente de la plusvalía sea apropiada por el capital
financiero, agravando las contradicciones del sistema y potenciando la posibilidad
de las crisis.
En el apartado 4, estudiamos los efectos del euro desde el comienzo de la crisis a
mediados de 2007 hasta la actualidad, incidiendo tanto en el crecimiento del
capital ficticio y la especulación como, sobre todo, en el advenimiento del
problema de la deuda soberana como estrategia de aplicación del ajuste en los
países de la UE más allá de los límites de la democracia.
El documento se completa con un breve apartado de conclusiones y la
recopilación de la bibliografía de referencia.

2. El verdadero programa del euro: ajuste en Europa por medio


de la integración monetaria
La integración europea y su deriva monetaria
Para poder comprender cabalmente el verdadero sentido del euro y sus efectos
sobre las economías y las sociedades de los países de la UEM es imprescindible
entender las razones por las que el proceso de integración europea derivó, desde
una vocación inicial puramente comercial, hacia la más compleja y potente esfera
financiera, monetaria y cambiaria. De esta manera, veremos claramente cómo el
desarrollo específico que adopta el proceso europeo de integración queda
determinado por las crecientes dificultades de valorización a escala mundial y
responde a los intereses de aquellas fracciones del capital que mantienen una
posición hegemónica.
La teoría convencional sobre la que se asienta el paradigma de la integración
económica afirma que se trata de un proceso dinámico en constante desarrollo
que busca la ampliación de los mercados con el fin de mejorar la asignación de
recursos y una mayor competencia que aumente la tensión en la búsqueda de la
eficiencia. Todo ello, a través de varias fases sucesivas455: acuerdo preferencial

455
El texto considerado de referencia es el de Balassa (1961), si bien optamos por la
enumeración más matizada de Requeijo (2002: 38-39).

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(reducción de barreras arancelarias y no arancelarias entre los países
involucrados), zona de librecambio (eliminación completa de aranceles entre
dichos países), unión aduanera (establecimiento de un arancel común de todos
los países con respecto al exterior), mercado común (libertad de movimiento de
capitales y fuerza de trabajo, además de mercancías y servicios), mercado único
(eliminación de aduanas y de barreras técnicas y fiscales), unión económica
(política macroeconómica coordinada y políticas sectoriales comunes), unión
monetaria (moneda única mediantes tipos de cambio irrevocables y banco central
común) y unión económica plena (política económica única). Se entiende que
estas fases, teóricamente, deben ser alcanzadas sucesivamente y no puede
iniciarse una sin haber alcanzado la inmediatamente anterior.
Sin embargo, ni la práctica responde siempre a estas guías ni hay demostración
teórica alguna que indique que este orden sea el único posible. En el caso de la
Unión Europea, la instauración de una moneda única es, obviamente, una fase
avanzada del proceso que supone, en todo caso, la consecución previa de un
área sin barreras internas al movimiento de mercancías y capitales y con un único
arancel común, si bien no queda claro qué elementos de la unión económica
deberían estar en funcionamiento para su correcta implantación. ¿Es necesaria
una unión fiscal para ello? ¿Es compatible con la existencia de empréstitos
estatales independientes y a tipos de mercado? ¿Es posible la estabilidad de la
moneda común en países con diferenciales considerables de inflación?
¿Amenaza una divisa única en países con niveles salariales muy distintos los
mecanismos supuestamente mecánicos de convergencia? Demasiadas preguntas
para un experimento tan arriesgado como inédito en la Historia cuya génesis
conviene recordar mínimamente.
El proceso que lleva hasta el euro comienza en los años setenta con la abolición
del patrón dólar-oro establecido en Bretton Woods en 1944. La desaparición del
sistema, de facto con la suspensión de la convertibilidad por Nixon en agosto de
1971 y de iure con los Acuerdos de Jamaica de 1976, creó una situación de
perplejidad que condujo a algunas naciones a dejar simplemente flotar su moneda
y a otras a tratar de construir algún sistema de tipos con cierto control. En Europa
surgió la ambiciosa iniciativa del Plan Werner456 en 1970, aunque sin efecto real
alguno. En 1972 se puso en marcha un proyecto distinto con el objetivo de
establecer márgenes estrechos de fluctuación cambiaria entre las monedas
europeas a través de un anclaje flexible con el dólar457. Este proyecto, conocido
coloquialmente como la "serpiente en el túnel" sufriría una grave y creciente
inestabilidad debida a la debilidad del dólar y a la crisis económica mundial, lo que
hizo que, tras convertirse en 1973 en un sistema de flotación concertada directa
entre las monedas europeas458 ("serpiente fuera del túnel"), fuera paulatinamente
perdiendo miembros hasta su desaparición.
456
Este plan, auspiciado por Pierre Werner, Primer Ministro de Luxemburgo, pretendía la
implantación de una moneda única en la entonces Comunidad Europea de los seis en una década
mediante un proyecto en tres etapas que no incluía ningún Banco Central común.
457
El funcionamiento, basado en los efímeros Acuerdos del Smithsonian de diciembre de
1971, establecían unos márgenes de fluctuación de los tipos de cambio del ±2,25% de cada una
de las seis monedas implicadas con respecto al dólar, lo que implicaba un margen bilateral entre
cada una de ellas del ±4,5%.
458
Se eliminaron los márgenes con el dólar y se establecieron bilateralmente de forma
directa.

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El proceso toma un nuevo impulso en 1979 con la creación del Sistema Monetario
Europeo (SME), un acuerdo de tipos fijos ajustables basado en tres pilares: el
ECU (European Currency Unit), el Mecanismo de Tipos de Cambio (MTC) y las
facilidades crediticias. El ECU, que jamás llegó a ser una moneda real, era una
cesta de divisas nacionales construida artificialmente en la que a cada una se le
daba un peso determinado en función de la importancia de la economía del país
en cuestión. Su valor respecto a las monedas europeas y mundiales era la media
ponderada del tipo de cambio de las divisas que la componían. Mediante la
construcción de una parrilla de paridades de las monedas entre sí y de cada una
con el ECU, se estableció un mecanismo de cambios con unos límites de
fluctuación bilateral del ±2,5%459. Cualquier incumplimiento de estos límites
suponía la intervención del Banco Central afectado mediante la compraventa de
moneda nacional o divisas. Para posibilitar esta dinámica, se instauró un sistema
de facilidades crediticias institucionalizado en el Fondo Europeo de Cooperación
Monetaria.
El SME funcionó hasta que el programa de consecución de un mercado único
plasmado en el Acta Única de 1986 hizo necesario un paso más allá que hiciera
compatible la ansiada libertad de circulación de capitales con la estabilidad en los
tipos de cambio. Así, en 1989 se presentó el llamado Informe Delors en el que se
proponía un proceso en tres fases460 para alcanzar la unión monetaria: 1990-94,
1994-99 y 1999-2002.
En 1990 comenzó la primera etapa con la desregulación total de la circulación de
capitales desde el 1 de julio, y en 1992 se fijaron, a través del Tratado de la Unión
Europea o de Maastricht, los criterios de convergencia económica considerados
como necesarios461. La segunda fase empezó en 1994 y supuso la sustitución del
Fondo de Cooperación Económica por el Instituto Monetario Europeo (germen del
futuro Banco Central Europeo), además de la obligación de aproximarse al
cumplimiento de los criterios de convergencia. La tercera y definitiva fase
comenzó en 1999 con la fijación definitiva e irrevocable de los tipos de cambio de
las monedas nacionales respecto de la nueva divisa común, la consecuente
política monetaria única y la instauración del BCE y el Sistema Europeo de
Bancos Centrales en lugar del Instituto Monetario Europeo y los Bancos Centrales
Nacionales, además de la adopción contable y física de la nueva moneda462.

459
A excepción de la lira italiana, para la que se estableció una margen del ±6%.
460
BCE (2011).
461
Grosso modo, hay cinco requisitos macroeconómicos y dos relativos al Banco Central. Los
primeros son: una tasa de inflación que no supere en más del 1,5% la media de los tres países
miembros menos inflacionistas, un tipo de interés oficial del Banco Central que no supere en más
del 2% la media de esos mismos países; un déficit público máximo del 3% del PIB; una deuda
pública máxima del 60% del PIB; y el mantenimiento de la divisa nacional en el SME durante, al
menos, los dos años anteriores a la solicitud de ingreso en la UEM sin devaluaciones unilaterales
a lo largo de dicho periodo. Los dos relacionados con el funcionamiento de los Bancos Centrales
son la exigencia de independencia política y la prohibición de financiar el déficit público.
462
Este proceso de dio en tres fases: primero, implantación contable, aunque no física del
euro (del 1 de enero de 1999 al 31 de diciembre de 2001), etapa en la que cada moneda nacional
no era sino una fracción del euro; segundo, sustitución de las monedas y billetes nacionales por
los denominados en euros (del 1 de enero de 2001 al 28 de febrero de 2002); y, tercero,
desaparición definitiva de la moneda antigua y utilización exclusiva de dinero legal en euros (a
partir del 1 de marzo de 2002). Ver Fernández y Horcajada (2002).

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Conviene destacar que la adopción del euro no es una opción voluntaria para los
miembros de la Unión Europea, sino una medida obligatoria que algunos países
no han llegado a poner en marcha por no cumplir aún con los criterios de
convergencia y que otros han decidido ignorar mediante diversos mecanismos de
exclusión voluntaria463.
Este proceso histórico adolece de diversas asimetrías y sus bases no gozan, ni
mucho menos, de predicamento académico generalizado; pero si el problema del
euro fuera la falta de solvencia de sus fundamentos teóricos, no sería tan grave.
Simplemente, constituiría un elemento más (especialmente relevante, eso sí) de
la larga lista de acciones políticas ideológicamente sesgadas, descoordinadas y
faltas de legitimación social y de planificación a largo plazo que caracterizan al
capitalismo. Por ello, el verdadero problema no es sólo la inconsciencia de un
proyecto temerario impuesto a los ciudadanos europeos sin debate y a fuerza de
propaganda política, sino sus verdaderas intenciones. Para comprender estas
intenciones y dejar claras las razones por las que, en un momento determinado,
se hizo necesaria esta nueva etapa en el proceso de integración europea,
debemos recordar la verdadera naturaleza y los efectos de los dos grandes
pilares de la UEM: un Banco Central independiente del poder democrático y con
vocación monetarista y una moneda común a varios Estados con distintos grados
de desarrollo económico.
Papel teórico del Banco Central en la UEM: monetarismo e independencia
antidemocrática
En el capitalismo actual, lejos ya del patrón oro anterior a 1914 y del patrón dólar-
oro surgido tras la Segunda Guerra Mundial, no hay una mercancía que respalde
directamente la moneda fiduciaria. Esto ha llevado a las corrientes económicas
dominantes a afirmar que la teoría marxista del dinero, basada en la teoría del
valor, carece de fundamento, ya que la moneda se ha desmaterializado y sus
funciones se basan únicamente en su aceptación generalizada como medio de
intercambio464. Sobre la base de este proceso, la teoría cuantitativa 465 de la que

463
La obligatoriedad queda recogida en el artículo 119 del Tratado de Funcionamiento de la
Unión Europea. Los países que aún no cumplen los criterios de convergencia son Bulgaria,
República Checa, Polonia, Hungría, Rumanía, Lituania, Letonia y Suecia. En todos ellos se trata,
en teoría, de una cuestión de tiempo, ya que están en proceso de alcanzar los criterios de
convergencia. Sin embargo, el caso de Suecia es muy particular, ya que cumple sobradamente
todos los criterios excepto uno: la independencia política de su Banco Central. Y lo incumple ex
profeso como estrategia para no tener que adoptar la moneda única, ya que en el referéndum
celebrado en 2003, la mayor parte de la población sueca rechazó la entrada en la UEM. Para
hacer efectiva esta decisión, Suecia ha rehusado cambiar la legislación que regula el
funcionamiento de su Banco Central, cuya gestión se encuentra sometida a la autoridad del
Parlamento (Art. 13 del Instrumento de Gobierno y Ley 1988/1385 sobre el funcionamiento del
Riksbank). Distinta es la situación de Reino Unido y Dinamarca, ya que ambos exigieron cláusulas
de exclusión de la UEM para continuar formando parte de la Unión Europea, aunque con
mecanismos distintos. En Reino Unido fue el poder político quien decidió sobre esta cuestión y,
además, la libra esterlina está fuera del Mecanismo de Tipo de Cambio II (MTC II). Sin embargo,
en Dinamarca, se celebró un referéndum en 2000 en el que, a pesar de la campaña del gobierno
socialdemócrata por el sí, triunfó el rechazo a la moneda única. No obstante, la corona danesa sí
forma parte del MTC II.
464
Marx expone su teoría del dinero, sobre todo, en los libros primero (1867) y tercero (1894)
de El capital y en Contribución a la crítica de la economía política (1859), mientras que los
desarrollos más completos en la actualidad se pueden encontrar en la obra de Suzanne de
Brunhoff (1971 y 1973). Según esta teoría, las funciones del dinero son tres: 1) medida de valor y

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deriva la monetarista afirma el carácter neutral y exógeno del dinero y la
naturaleza puramente monetaria del fenómeno de la inflación, lo que conduce
automáticamente a considerar que el valor de la moneda depende únicamente de
la cantidad de dinero en circulación466, competencia directa de la institución oficial
encargada de su emisión: el Banco Central.
Esta concepción del dinero y su funcionamiento hace que el Banco Central se
constituya en un actor de enorme poder en la economía, ya que se le da el papel
de gestor de la moneda y de su valor. Y esto hace que su labor, lejos de ser un
asunto puramente técnico, como pretende la ortodoxia, se convierta, en realidad,
una cuestión política con enormes implicaciones sociales.
Por un lado, el Banco Central es cualquier cosa menos un organismo puramente
técnico o neutral. El enorme poder que otorga la capacidad de gestionar la
moneda permite influir sobre múltiples aspectos de la economía, por lo que
también son varios los objetivos que se pueden cubrir. Así, en sus orígenes, los
primeros Bancos Centrales, de capital privado, fueron creados con el único fin de
financiar a los Estados467, objetivo al que luego se añadieron, gradualmente, la
expansión del uso de la moneda fiduciaria oficial, la liberalización controlada de la
creación de bancos privados, la unificación de las distintas monedas nacionales
en un único sistema monetario, el monopolio en la emisión de moneda legal, la
intervención sobre las fluctuaciones del tipo de cambio, la inspección y capacidad
de sanción sobre el sistema bancario, y, finalmente, la gestión integral de la
política monetaria mediante el control de la oferta monetaria, los tipos de interés y
el coeficiente de caja.
La adición sucesiva de estas competencias al Banco Central le ha ido confiriendo
un poder económico de tal calibre a esta institución que, si bien suele comenzar
siendo siempre de capital privado y pretensiones modestas, acaba, antes o

patrón de precios; 2) medio de circulación; y 3) reserva de valor (que se desdoblaría a su vez en


otras tres: medio de atesoramiento, medio de pago crediticio y moneda universal). Ver Gill (1996:
153-166) o, más resumidamente, Katz (2010: 167-170).
465
Teoría esbozada ya en el s. XVI por el filósofo francés Jean Bodin, completada por David
Hume en el XVIII y continuada en los siglos XIX y XX por David Ricardo, Irving Fisher y, por
supuesto, Milton Friedman. Para un sencillo resumen, ver Sampedro (1976: 37-50).
466
La teoría marxista del dinero no está exenta de discusión acerca de esta cuestión.
Mientras los monetaristas afirman que, en todo caso, el nivel de precios depende de la cantidad de
dinero en circulación, Marx considera exactamente lo contrario, es decir, que son los precios los
que determinan la cantidad de dinero en circulación; concretamente, M=f(PQ/V) siendo M la masa
monetaria en circulación, P el nivel general de precios, Q el nivel general de transacciones y V la
velocidad de circulación del dinero. Pero eso ocurre cuando la moneda tiene un respaldo real
directo (dinero mercancía y dinero papel convertible), no cuando se transforma en puro dinero
fiduciario de curso forzoso, en cuyo caso, la concepción marxista da la falsa impresión de
contradecirse y hasta de aproximarse a la monetarista. El debate al respecto es complejo (ver la
Contribución a la crítica de la economía política de Marx, las obras mencionadas de Brunhoff o las
páginas 160-163 del libro citado de Gill).
467
El primer Banco Central del mundo fue el Riksbank sueco, creado en 1668. En el caso de
España, por ejemplo, el embrión de lo que sería el futuro Banco Central fue el Banco Nacional de
San Carlos, creado en 1782 con la misión de "apoyo financiero al Estado, facilitando la circulación
de los Vales Reales y convirtiéndolos en efectivo, proveer de víveres y vestuario a las Fuerzas
Armadas y atender los pagos de la Corona en el extranjero". Ver Banco de España (2002). A día
de hoy, todos los Estados con moneda propia cuentan con un Banco Central como entidad gestora
de la política monetaria.

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después, siendo nacionalizada, formando parte del aparato del Estado 468 y,
consecuentemente, siendo subordinada al poder ejecutivo y/o legislativo.
Obviamente, la naturaleza, objetivos y funcionamiento del Banco Central en estas
condiciones depende de la forma del Estado, del régimen político y de los poderes
que determinen su actuación.
Esta evolución del Banco Central desde el capital privado a la nacionalización y
de la independencia a la subsunción en el aparato del Estado experimenta un
punto de inflexión justamente a partir del final de la etapa de elevado crecimiento
y construcción del capitalismo intervenido que va desde el final de la Segunda
Guerra Mundial hasta finales de los sesenta. Es a partir de ese momento cuando
las nuevas políticas económicas de "ajuste permanente", ejemplificadas en su
máxima expresión por la llamada "revolución conservadora" de Reagan, Thatcher
y su TINA469, comienzan a poner en duda la validez de un Banco Central
dependiente del poder político y a plantear la necesidad de una mayor autonomía.
Este proceso cristaliza definitivamente a finales de los setenta, cuando la teoría
convencional al servicio del capital empieza la campaña de propaganda sobre las
supuestas bondades de la independencia del Banco Central.
La cuestión es compleja y, al mismo tiempo, obvia. Cuando se exige
"independencia" del Banco Central, ¿qué se está pidiendo? En primer lugar, su
total falta de responsabilidad ante los poderes públicos, lo que implica su absoluta
impunidad. Un Banco Central independiente no responde ante los ciudadanos ni a
través del Parlamento ni del Gobierno. Esta aberración antidemocrática se
defiende bajo la creencia de que, de este modo, se podrán aplicar criterios
técnicos en algo tan complejo como la gestión monetaria a más largo plazo sin el
inconveniente de tener que justificarse ni dar cuentas al público cada cierto
tiempo, lo que permite descargarlo de la presión de las elecciones o la tentación
del populismo. Es decir, la "liberación" del Banco Central de las "ataduras" de la
democracia.
De esta manera, el Estado pierde total y definitivamente su capacidad de decisión
sobre la política monetaria, uno de los brazos más poderosos de la política
económica. Y ello, con el pretendido objetivo de evitar que los Gobiernos, en su
afán por preservar el poder, lleven a cabo políticas monetarias sistemáticamente
expansivas y políticas fiscales crecientemente deficitarias con las que contentar al
electorado, sin atender a los desequilibrios que, según la teoría convencional,
producirían a largo plazo estas medidas. Es decir, se pretende acabar con las
políticas "populistas", que son las que podrían fomentar en mayor medida el
crecimiento y el empleo, para imponer políticas supuestamente "técnicas", cuyo
resultado no suele ser más que la recesión, el paro y la caída de los salarios.

468
En España, la culminación de esa integración en el aparato del Estado se produjo en el
tercer cuarto del siglo XX, desde la promulgación de la Ley de ordenación bancaria de 1946, y
pasando por la nacionalización en 1962, hasta la Ley de órganos rectores del Banco de España de
1980, que otorga un notable grado de autonomía respecto del Estado y el Gobierno tanto funcional
como orgánicamente.
469
"There Is No Alternative". Eslogan propagandístico usado, sobre todo, por Margaret
Thatcher como mantra de la concepción única del pensamiento económico y político conservador
y neoliberal. Se retrotrae hasta los autores liberales más radicales del siglo XIX (Herbert Spencer,
por ejemplo) y llega hasta los noventa con la pseudofilosofía del "fin de la Historia" de Francis
Fukuyama.

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Pero lo realmente relevante de esta obsesión pseudocientífica por la
independencia del Banco Central no es solamente la pérdida absoluta de
soberanía monetaria que sufren los ciudadanos, sino el giro radical en los
objetivos que busca esta institución como consecuencia directa del cambio de
poder en su seno, así como las prohibiciones expresas con las que trabaja. En
todos los ejemplos en los que el Banco Central alcanza su "independencia", su
objetivo único o, al menos, fundamental es el control estricto de la inflación. En el
caso concreto del BCE, tal hito es único e irrenunciable, algo que contrasta
vivamente con los objetivos de otros Bancos Centrales como la Reserva Federal
de los EE.UU.470 Concretamente, el BCE pretende mantener a medio plazo un
nivel inferior, aunque próximo, a una tasa de crecimiento interanual de los precios
del 2% según el Índice de Precios al Consumo Armonizado471.
Pero el control de la inflación no puede ser el único objetivo de un Banco Central
dentro del marco del capitalismo intervenido vigente desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial, ya que no cabe considerarlo como un fin en sí mismo ni siquiera
desde la función política de legitimación del sistema que tiene la intervención
masiva del Estado en la economía. Los medios para el apaciguamiento social y el
sostenimiento de un sistema intrínsecamente inestable como el capitalista ni han
sido ni pueden ser únicamente variables tan limitadas como la inflación, sino otras
con un efecto más directo y progresivo en la población como el crecimiento o el
empleo472.
Además, el control de la inflación no es tampoco un objetivo neutral, al menos, por
dos razones: no afecta a todos por igual y existen distintas formas de lograrlo.
Aunque no podemos entrar en detalles en un texto como éste473, lo cierto es que
una inflación reducida beneficia netamente a los acreedores, lo que significa que
es positiva para el capital financiero y la banca, pero no supone ningún beneficio
para los trabajadores si, para lograr contener la subida de precios, se estimula el
crecimiento del paro mediante políticas monetarias restrictivas que constriñen el
crecimiento económico y si, por supuesto, esto afecta negativamente a la masa
salarial por medio de la presión creciente de un ejército industrial de reserva en
aumento. Eso, por no añadir la política de rentas de contención de salarios que
suele acompañar a la política monetaria restrictiva del Banco Central en estos
casos.
470
“De conformidad con el apartado 1 del artículo 105 del Tratado, el objetivo primordial del
SEBC será mantener la estabilidad de precios. Sin perjuicio de dicho objetivo, el SEBC apoyará
las políticas económicas generales en la Comunidad con miras a contribuir a la consecución de los
objetivos de la Comunidad” (Art. 2 del Protocolo sobre los Estatutos del Sistema Europeo de
Bancos Centrales y del Banco Central Europeo, subrayado nuestro). También: "[...] supondrá una
moneda única, el euro, la definición y la aplicación de una política monetaria y de tipos de cambio
única cuyo objetivo primordial sea mantener la estabilidad de precios y, sin perjuicio de dicho
objetivo, el apoyo a la política económica general de la Unión, de conformidad con los principios
de una economía de mercado abierta y de libre competencia". (Art. 119.2 del Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea). Por su parte, la sección 2A de la Federal Reserve Act
indica, explícitamente, que el objetivo de la política monetaria será "máximo empleo, precios
estables y tipos de interés moderados a largo plazo". A este respecto, ver Federal Reserve System
(2005: 15).
471
Ver BCE (1998) y BCE (2003).
472
Stiglitz (2003).
473
Un buen trabajo introductorio sobre el problema de la inflación es el ya mencionado de
Sampedro (1976).

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Todo esto no es más que un elemento más del paradigma neoliberal y su
obsesión monetarista a partir de los años setenta. Del mismo modo que afirma la
necesidad indiscutible de excluir a la parte del Estado sometida al control
democrático de la gestión monetaria, también establece de forma dogmática la
prioridad de controlar la inflación en niveles bajos y atacar la supuesta causa
fundamental de la subida de precios: el crecimiento de los salarios. Con ello se
sacraliza como único método de lucha contra la inflación la contención salarial. De
esta forma, el Banco Central focalizará sus esfuerzos en erosionar los ingresos
del trabajo mediante políticas monetarias de crecimiento moderado de precios
que obligan a políticas fiscales, laborales y de rentas restrictivas, con el fin
declarado de luchar contra la llamada inflación de costes, pero con el resultado y
la intención última de incrementar la masa de plusvalía y la tasa de explotación de
la fuerza de trabajo.
Todo esto nos lleva a tres razonamientos y una primera conclusión:
1. La independencia política del Banco Central no es una necesidad técnica, sino
una opción política.
2. Esta opción política impone el control de la inflación como único objetivo de la
política monetaria.
3. Este objetivo se pretende lograr mediante una política monetaria restrictiva y
una política laboral y de rentas de contención salarial, estrategias que fomentan
una mayor plusvalía y tasa de explotación.
De todo ello, concluimos que, en última instancia, la independencia política de un
Banco Central, con vocación monetarista exclusivamente enfocada a la lucha
contra la inflación, tiene como objetivo el incremento de la masa de plusvalía y la
tasa de explotación por la vía de la contención salarial.
Papel teórico de la moneda única en la UEM: fin de la soberanía monetaria e
imposición de la deflación competitiva por vía salarial
El segundo pilar del proyecto de integración monetaria en la UE, junto con un
Banco Central de vocación monetarista y gestión independiente, es, obviamente,
la moneda común. Evidentemente, en el momento en el que un Estado abandona
su propia moneda y cede la gestión de la oferta de dinero a una institución
supranacional, está perdiendo completamente su soberanía monetaria y
cambiaria, es decir, su capacidad para decidir cómo y cuándo influir sobre la
cantidad y valor de su propia moneda. Con ello se renuncia, indirectamente, no
sólo a la intervención sobre los tipos de cambio de su propia divisa, sino a la
posibilidad de adaptar su competitividad exterior a la evolución de los costes
internos relativos por medio de la fluctuación del valor de su moneda.
Así, la combinación de una moneda común con unos niveles de precios,
productividades y salarios muy dispares entre los miembros de la UEM hace que
el resultado principal sea obvio: una carrera competitiva por vía de la deflación
interna.
En efecto, al establecer una unión monetaria, se está instaurando el equivalente a
un sistema de cambios fijos (como el patrón oro, por ejemplo), lo que hace que
cualquier cambio de precios relativos entre dos países de la UEM sólo pueda
corregirse mediante cambios en los niveles de costes internos. Así, si un país
tiene una inflación mayor que otro (caso de los países del sur en relación a los del
norte de Europa), no podrá esperar a que se deprecie su moneda o proceder a
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devaluarla para compensar la pérdida de competitividad, sino que se verá en la
obligación de tratar de reducir sus precios nacionales. Esta reducción podría
hacerse por dos vías alternativas: menores beneficios empresariales o menores
salarios. O, dicho de otra manera, se trataría de reducir el valor de los productos
nacionales en los mercados internacionales (c+v+pv) mediante dos fórmulas474:
menor plusvalía (pv) o menor valor de la fuerza de trabajo (v).
En términos puramente matemáticos, ambas opciones serian posibles. Sin
embargo, la realidad es bien distinta. A lo que conduce esta dinámica obligada de
reducción de costes no es a una menor masa de plusvalía, sino a un menor
salario, ya sea absoluto o relativo475. Esto permite mantener una inflación
reducida sin poner en peligro los niveles de rentabilidad necesarios para estimular
la acumulación. Y eso es así, sobre todo, por el mayor poder que el capital tiene
en el ámbito económico y político desde la década de los setenta debido al ataque
contra los sindicatos y la derechización de los partidos socialdemócratas en
Europa, todo ello de la mano de la generalización del paradigma neoliberal y de la
mundialización. Y también, por supuesto, por el sesgo monetarista del BCE, que
continúa considerando la inflación de costes y la de demanda como las
principales palancas de las subidas de precios.
Esta dinámica debería llevar a una contención salarial más acusada en los países
con tasas más altas de inflación y a una consiguiente mejora de su
competitividad. Pero aquí surgen dos brutales contradicciones. En primer lugar,
este razonamiento no tiene en cuenta las enormes diferencias de partida en los
niveles salariales y tasas de productividad de los distintos países de la zona euro,
de modo que, si realmente se produjera este proceso de convergencia de tasas
de inflación por vía de la contención salarial, el resultado sería un
empobrecimiento relativo creciente del trabajo en los países donde precisamente
parten de peores condiciones laborales. Esto significa, sencillamente, que el euro
impone la caída de los salarios en toda la UEM, pero lo hace aún en mayor
medida en los países donde los salarios son más bajos.
Pero hay una segunda contradicción de carácter empírico, aunque de gran
trascendencia política y social. Y es que esta dinámica competitiva teórica, ya de
por sí profundamente perjudicial para la clase trabajadora, no es posible en una
UEM en la que los salarios de Alemania, el país más competitivo de la UE y el
mayor exportador neto del continente, llevan más de una década estancados.
Cuando este país impone una política de lucha obsesiva contra la inflación con el
afán de mantener su competitividad exportadora a costa de los salarios de sus
trabajadores, el resultado es la imposibilidad absoluta de que los demás países
puedan siquiera intentar mejorar su posición relativa mediante la contención de
los suyos. No hay margen para ello.

474
La opción de reducir el monto de capital constante (c) no depende de la empresa o el país
en cuestión, sino, entre otras cosas, de la política de precios de los proveedores de bienes de
capital y, como tal, no podemos considerarla en este nivel de análisis.
475
Una reducción del salario absoluto significa, sencillamente, que disminuye el valor de la
fuerza de trabajo a través de la caída de los ingresos laborales en términos reales, lo que permite
un menor valor del producto final sin la necesidad de poner en cuestión la plusvalía. La reducción
del salario relativo (v/v+pv), por el contrario, no implica la caída de los ingresos reales del trabajo,
sino un aumento su cuantía proporcionalmente menor que el la de la plusvalía, lo que permite la
posibilidad de una evolución de las tasas de explotación y ganancia más acelerada que la de la
inflación.

Página 870 de 1374


Precisamente, esta es la causa por la que todos los países de la Europa del sur (y
no sólo ellos) han empeorado sistemáticamente su posición comercial con
respecto a Alemania desde la entrada en vigor del euro476 -con el aumento de las
necesidades de financiación externa que esto supone- y, lo que es peor, la razón
por la cual la UEM se encuentra en un callejón sin salida. Alemania, que lleva más
de diez años aplicando una evidente estrategia de “empobrecimiento del
vecino”477, exige al resto de países de la UEM una moderación salarial a su
imagen y semejanza que implica una degradación sin precedentes de las
condiciones de vida de la clase trabajadora en todo el continente.
Lo visto en este apartado se resume en dos razonamientos y una conclusión:
1. La adopción de una moneda única en un área con gran disparidad de niveles
de productividad, salarios e inflación conduce, necesariamente, a una carrera por
la competitividad por la vía de la contención salarial.
2. La política salarial restrictiva de Alemania desde el nacimiento del euro supone
una estrategia comercial de "empobrecimiento del vecino" que perjudica
enormemente a los países menos competitivos, aumentando su déficit comercial
e incrementando su necesidad de financiación exterior.
3. La combinación de ambos fenómenos explica el ataque inédito contra la clase
trabajadora en los países de la Europa del sur y, de forma derivada, sus
problemas de deuda pública y, sobre todo, privada.
La conclusión es evidente: la existencia del euro supone un ataque directo a los
salarios de la mano de su lógica interna de competitividad deflacionaria que se
agrava debido a la política restrictiva de rentas de Alemania.
El euro y el Banco Central Europeo como herramientas de aplicación del
ajuste
El programa de la UEM explicado hasta aquí pretende ser impuesto en todo el
mundo desde la década de los setenta con la intención de recuperar las tasas de
ganancia en claro declive desde finales de los sesenta. Los instrumentos para ello
pueden ser de ámbito nacional, pero su implantación encuentra una mayor
resistencia en la clase trabajadora ya que, de la mano del desarrollo a escala
estatal del capitalismo hasta ese momento, las herramientas del trabajo para
defenderse ante el capital se han formado también en ese mismo nivel. Por ello,
este programa de ajuste busca en los organismos internacionales y en los
procesos de integración económica el mecanismo idóneo para superar esta
resistencia. En el caso de los países periféricos, sobre todo de Latinoamérica, el
sudeste asiático y África, han sido el FMI y el Banco Mundial los encargados de
imponer brutalmente los programas de ajuste a través de los macropréstamos
condicionados en las décadas de los ochenta y noventa. Sin embargo, en los
países centrales y semiperiféricos de Europa no se ha sentido de forma directa
las draconianas imposiciones fondomonetariastas por el riesgo de que los
ataques especulativos pudieran poner en jaque a países de tal calibre económico
y por la resistencia que se podría esperar por parte de la clase trabajadora. Así, la
estrategia en Europa ha sido distinta ya que, en lugar de utilizar al FMI y al Banco
Mundial como agentes del ajuste, se ha utilizado un mecanismo interno que hace

476
Ver gráficas 6 y 7 en Weeks (2011).
477
Ver Lapavitsas et ál. (2010).

Página 871 de 1374


menos evidente la imposición: la Unión Económica y Monetaria.

3. Los efectos del euro hasta la crisis: aumento de la explotación


y trasvase de plusvalía al capital financiero
Crecimiento, productividad e inflación
Como hemos visto,el objetivo global pretendido con la adopción de la moneda
única ha sido el de superar las crecientes dificultades de revalorización a las que
el capital se enfrentaba como resultado de su propia lógica de funcionamiento.
Para reactivar el proceso de acumulación, las exigencias de rentabilidad
requerían una intensificación de las condiciones de explotación que permitiera al
capital apropiarse de una parte creciente del producto final.
Aparentemente, y aunque sólo de manera tenue, se consigue impulsar el proceso
de acumulación durante el periodo que transcurre desde los años posteriores a la
entrada en vigor del Tratado de la Unión Europea hasta que se desencadena la
crisis en 2008. Tras las dificultades sufridas durante los primeros años de la
década de los noventa, el ritmo de acumulación se recupera durante el periodo
1994-2007: la tasa media anual acumulativa (TMAA) alcanza el 3,11 % para la
Eurozona y el 3,61% para la UE27478. Esta relativa reactivación de la
acumulación capitalista permite a las economías europeas disfrutar de cierto
crecimiento de la actividad económica: en este caso, la TMAA del PIB durante el
mismo periodo asciende al 2,26% para la Eurozona y al 2,52% para la UE27. Y,
de manera acorde, reducir las tasa de paro: desde el 10,4% en 1995 hasta el
7,6% en 2007 en la Eurozona (en la UE27 la reducción es similar: desde el 10,3%
hasta el 7,2%). Sin embargo, estos datos quedan alejados del ritmo de avance del
producto final en la economía estadounidense. Tal es así, que, en términos de
ingresos totales medios, el diferencial positivo que presenta Estados Unidos
respecto a la Eurozona se acentúa durante el periodo: si en 1997 el PIB per cápita
estadounidense superaba en un 39% al de la Eurozona, en 2006 esta diferencia
aumentaba hasta el 41%479.
Sin embargo, las contradicciones de este proceso son evidentes. El tibio proceso
de crecimiento se sustenta sobre el incremento de la tasa de explotación de los
asalariados europeos. En primer lugar, un análisis más allá de la mera superficie
permite valorar que la reducción del desempleo del que disfruta la Eurozona se
erige sobre la generalización de la precariedad en las condiciones del empleo. El
proceso de desregulación al que se ha sometido a los mercados de fuerza de
trabajo europeos a lo largo del periodo propicia que las formas precarias de
contratación se conviertan en la norma. El empleo temporal, al igual que el
subempleo480, alcanza cotas inéditas hasta el momento. Por otra parte, la
sobrecualificación de la fuerza de trabajo en relación a los puestos de trabajo
ocupados de manera efectiva también refleja otra de las formas de despilfarro de
recursos. Todo ello ha permitido que el ejército de reserva no se haya reducido al
mismo ritmo que el número de desempleados, ya que el volumen de

478
Se aproxima el ritmo de acumulación a través de la evolución de la FBCF.
479
Todos los datos del párrafo han sido extraídos de AMECO.
480
Se ha de valorar que no todos los empleados a tiempo parcial, ni mucho menos, asumen
de manera voluntaria este tipo de contratos sino que una fracción significativa se acoge a esta
forma de contratación tras haber buscado de manera infructuosa empleos a jornada completa.

Página 872 de 1374


subempleados, que también lo nutren, y el de empleados temporales, con mayor
sensibilidad frente a las fluctuaciones del ritmo de acumulación, no ha parado de
crecer durante el periodo. Y, de este modo, ha mantenido su presión efectiva
sobre los salarios.
No obstante, la contradicción más flagrante se puede encontrar en el deterioro
sufrido por las rentas salariales. Aunque el salario real medio ha avanzado en el
conjunto de economías europeas481 lo ha hecho a un ritmo desacompasado
respecto a la trayectoria perfilada por los ingresos totales medios: en el caso de la
Eurozona, mientras que el crecimiento acumulado por la primera variable durante
el periodo 1995-2007 ha sido del 5,5%, el del PIB per cápita ha ascendido al 24
%482. Esta diferencia refleja que las rentas de la propiedad han sido las
principales beneficiarias del proceso de crecimiento del ingreso total,
consecuencia lógica de la estrategia de incremento de la tasa de plusvalía sobre
la que se ha erigido el modelo europeo. Además, debería valorarse que la
metodología oficial de cálculo no permite recoger de manera precisa la
aceleración del proceso inflacionario que supuso la entrada en vigor del euro. Los
estudios que analizan esta cuestión coinciden en señalar que, en mayor o menor
medida, se ha producido un aumento de precios desde la entrada en vigor del
euro en 1999, incluso antes de la circulación física de la moneda, no recogido por
las estadísticas oficiales483. Por todo ello, parece plausible valorar que la
evolución del poder adquisitivo de los salarios, obtenidos según la metodología
oficial de cálculo, queda sobrevalorada.
En todo caso, aunque se podría argumentar que la obsesión del BCE por
controlar la inflación como objetivo único de la política monetaria ha hecho que se
haya mantenido en el entorno del 2-2,5% durante el periodo para el conjunto de la
UEM, lo que podría considerarse un éxito desde su perspectiva limitada y
unilateral, la suposición teórica convencional que afirma que la moneda única
redundaría en una convergencia de las tasas de inflación no parece cierta, al
menos, para el caso de España. Como se aprecia en el Gráfico 1, el diferencial de
la inflación española respecto de la de la UEM hasta 2007 no ha mostrado una
tendencia a disminuir, sino, más bien, a consolidarse484. Esto niega uno de los
supuestos efectos teóricos del euro tal y como fueron planteados como
justificación para su puesta en marcha.
Gráfico 1. Inflación España-Eurozona (eje izdo.) y diferencial tasas (eje dcho.)

481
Con la notable excepción del caso español: en este caso, a pesar de disfrutar de uno de
los ritmos de crecimiento más intensos del entorno europeo, el salario real medio sufre un proceso
de erosión que lo sitúa en 2007 a niveles inferiores a los de 1995 (según datos de AMECO).
482
Fuente: AMECO.
483
En un ejemplo reciente para el caso español, la Organización de Consumidores y Usuarios
(OCU) afirma que "los precios en general se han disparado: la alimentación ha subido un 48%, la
vivienda, un 66% y el transporte entre un 45% y un 58%", mientras que "el índice de precios al
consumo (IPC) registró entre 2002 y 2011 una variación acumulada del 32%". En El País,
27/12/2011. El mismo presidente francés, Sarkozy, reconocía que “decir que la entrada en vigor
del euro no ha comportado un alza de precios es reírse del mundo”, El País, 31/8/2007.
484
Consolidación que aparentemente tiende hacia la media de dicho diferencial durante el
periodo 1999-2007, que es el del 1,1%. Aunque desde el comienzo de la crisis (estadísticamente,
2008) ambas tasas parecen haberse aproximado, esta convergencia responde, presumiblemente,
no a la acción del BCE, sino a la propia tendencia a la caída de los precios por la situación
económica.

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(Tasa de variación anual de diciembre)

4,5 1,8

4,0 1,6

3,5 1,4

3,0 1,2

2,5 1,0

2,0 0,8

1,5 0,6

1,0 0,4

0,5 0,2

0,0 0,0
1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007

Diferencial Esp-Euro Euro España

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Eurostat


Aunque en algún caso también han estado presentes los métodos absolutos de
aumento en la extracción de la plusvalía485, el mecanismo predominante ha sido
el relativo486. El progreso técnico, en sus diferentes formas, ha permitido el
avance de la productividad en Europa, aunque un análisis comparativo pone de
manifiesto que su alcance ha sido limitado. Su crecimiento se ha ralentizado
respecto a etapas anteriores: mientras que la TMAA de la productividad alcanzó el
2,42% durante el periodo 1973-1994, durante la siguiente década, de 1995 a
2005, avanzó a una TMAA del 1,1%. Y, tanto en Estados Unidos como en Japón,
avanzó de manera más sustanciosa, ascendiendo al 2,24% en ambos casos,
durante este mismo periodo487. Estos datos muestran que la senda de
crecimiento de las economías europeas ha mantenido un perfil relativo
tecnológicamente bajo. En todo caso, aunque de manera ralentizada, el desarrollo
de la productividad ha abierto ciertas posibilidades para el progreso material de la
sociedad. Sin embargo, el enfoque de clase mantenido revela que ha sido la clase
capitalista quien ha acaparado la mayor parte del avance material alcanzado.
Gráfico 2. Dinámica comparada salario real medio-productividad; TMAA 1995-2007

485
Como el mencionado caso español, a través de la caída del salario real.
486
Que consiste, básicamente, en reducir el valor de la fuerza de trabajo sin modificar su nivel
de consumo mediante el incremento de la productividad. Para una explicación detallada, ver Del
Rosal (2011).
487
Fuente: EU Klems.

Página 874 de 1374


2,5

1,5

0,5

0
UE27 Eurozona Germany Spain
-0,5

Productividad Salario real medio

Fuente: elaboración propia a partir de AMECO


El Gráfico 2 muestra que el incremento relativo de plusvalía durante el periodo es
generalizado en Europa. En todos los casos, el leve avance de la productividad
supera al experimentado, en promedio, por las rentas salariales. Se puede
apreciar cómo los salarios no han aprovechado, proporcionalmente, el avance
material que ha aportado el desarrollo de la productividad; de este modo, las
diferencias de clase han tendido a agudizarse. Esta dinámica refleja la estrategia
adoptada por Europa para mejorar su grado de competitividad mediante la
desvalorización de la fuerza de trabajo. A través de la moderación de las mejoras
salariales, mantenidas muy por debajo de los logros alcanzados en productividad,
se ha conseguido que los costes laborales unitarios, expresados en términos
reales, hayan persistido en una senda tendencial de descenso durante esta fase:
en la Eurozona han acumulado un descenso del 7,5%, cercana a la caída del
7,7% en la UE27; en España y Alemania también se vieron reducidos en un 8,3%
y 9,7%, respectivamente488.
Salario relativo
Pero el índice que permite apreciar de manera más acertada el incremento de la
tasa de plusvalía que ha implicado la adopción del euro es el salario relativo489.
Definido como la participación de los salarios en la renta total, este indicador ha
quedado sometido a una involución incontestable en las últimas décadas. Para el
conjunto de la Eurozona, el salario relativo ha caído desde el 50,4% en 1995
hasta el 47,3% del 2007; esta erosión también ha estado presente en el caso
español, cayendo, durante el mismo periodo, desde el 48,8% hasta el 47,8% -en
este caso, la caída se hace más evidente desde su incorporación a la UEM en
1999490. No obstante, para valorar de manera más rigurosa la dinámica de este
indicador, se ha de incorporar al análisis la proletarización de la población491, que
conforma la transformación más relevante que ha experimentado la estructura
social europea en las últimas décadas. La magnitud que alcanza la intensificación

488
Fuente: AMECO.
489
Para una explicación más detallada del salario relativo, Del Rosal (2011).
490
Fuente: Eurostat.
491
Definida como el incremento del peso relativo de los asalariados en la población activa.
Para una explicación más detallado de las causas que explican este proceso ver Murillo (2010).

Página 875 de 1374


de las condiciones de explotación solo puede ser comprendida si se valora que la
porción decreciente de la renta que ha tomado la forma de salarios se ha debido
repartir entre una fracción creciente de la población. Los asalariados han
incrementado su peso relativo en la población de la Eurozona desde un 75,3%
hasta un 78,8% durante el periodo 1995-2007492. Y, todo ello, sin considerar la
proliferación de los denominados ‘falsos autónomos’, asalariados reales que
mantienen el estatus formal de trabajadores independientes como consecuencia
de que sus empleadores quieren evitar las cotizaciones sociales vinculadas a la
relación salarial, así como la responsabilidad contractual y los costes del
despido493. Además, la creciente tasa de proletarización de la población, junto a
la mayor presencia de subempleados y temporales, ha mantenido vigoroso el
ejército de reserva europeo, lo que también ha sido funcional para el capital al
favorecer la moderación salarial.
Gráfico 3. Evolución salario relativo ajustado por la tasa de asalarización

62

61

60

59

58

57

56

55

54
1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007

UE27 Eurozona Germany Spain

Fuente: elaboración propia a partir de datos de AMECO


El Gráfico 3 refleja la evolución del indicador del salario relativo ajustado por la
creciente importancia de los asalariados en la población total. La tendencia
descendiente que mantiene durante todo el periodo confirma de manera
contundente la regresión sufrida por los salarios como resultado de la presión a la
que han quedado sometidos. El origen de la regresión salarial se encuentra en la
desvalorización de la fuerza de trabajo requerida por el capital para asegurar las
condiciones de rentabilidad. Los procesos de desregulación laboral han insuflado
tal nivel de precarización a las condiciones de contratación que, junto a la
contención del gasto público social, han sometido a los salarios a una senda de
contención. Además, la pérdida de la soberanía monetaria y cambiaria ha ejercido
una presión adicional, ya que, al renunciar al instrumento de la devaluación de la
moneda nacional para obtener mejoras competitivas, los gobiernos europeos se
han visto forzados a aplicar procesos de deflación interna, haciéndolos recaer

492
Fuente: AMECO.
493
Por ejemplo, en el caso español esta forma de contratación ha crecido de manera notable
como consecuencia del reconocimiento jurídico de la figura del ‘autónomo dependiente’.

Página 876 de 1374


sobre los salarios. Esta presión no es más que la traducción política del sentido
económico que tiene el euro, ya anunciado más arriba: disciplinamiento salarial,
tanto directo como indirecto.
Esa lucha por la mejora de la competitividad a través de la deflación interna
debería, en la práctica, verse confirmada por una ralentización de la evolución de
los salarios en los países menos competitivos (Europa del Sur) en comparación
con la de los más competitivos (Europa Central y del Norte), lo que llevaría a una
mayor inflación en estos últimos y a una convergencia de la competitividad. Eso
es lo que afirma la teoría convencional, que simplifica la realidad ignorando la
diferencia de niveles salariales y de estructuras productivas de ambos grupos de
países en su justificación del euro como estímulo de la eficiencia. Lo que en la
realidad ha pasado, muy al contrario, es que Alemania, como país más poderoso
en términos industriales y económicos, ha tensionado aún más su marcada
política de constricción de los salarios en su obsesión por sujetar la inflación,
fundamentalmente, a través de una devastadora precarización de las condiciones
de empleo, de tal magnitud que actualmente el subempleo y la precariedad afecta
a más de 7 millones de trabajadores alemanes (prácticamente, uno de cada
cuatro asalariados)494, mientras que los países del sur, obligados por las
mayores tasas de inflación y con unos niveles retributivos comparativamente
bajísimos, ha experimentado un ritmo mayor de crecimiento de los salarios. Esto
ha llevado la situación a una contradicción fatal que, con la llegada de la crisis, se
ha vuelto insostenible. Así, en la actualidad vemos cómo, a rebufo de la crisis,
Alemania, que ha experimentado un notable estancamiento de los salarios en los
últimos doce años y un aumento inédito de la desigualdad, exige moderación
retributiva a los países del sur a imitación de su propia política de rentas con el
argumento de que los salarios han aumentado mucho más rápidamente en este
periodo en dichos países (ver Gráfico 4).
Gráfico 4. Evolución de los salarios netos en Europa (tasas de variación anual):
Alemania y Europa del Sur (Italia, España, Portugal, Grecia)

14,00%

12,00%

10,00%

8,00%

6,00%

4,00%

2,00%

0,00%
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007

Alemania Europa del Sur

Fuente: elaboración propia a partir de Eurostat

494
Datos extraídos de La Vanguardia, “Alemania tiene 7,3 millones de trabajadores
precarios”, 13/12/2011. Ver también El Economista, "¿Qué esconde el "milagro" alemán? Menos
salarios y más desigualdad", 16/8/2010.

Página 877 de 1374


Capital financiero
Por otra parte, el marco general impuesto por el euro ha generado una
recomposición significativa de la estructura de propiedad del capital, favoreciendo
al capital financiero frente a aquella parte del capital industrial de tamaño reducido
y no conectado directamente a este otro. La contención a la que han quedado
sometidos los salarios favoreció la extracción de una masa mayor de plusvalor;
además, el capital financiero se ha posicionado en una situación dominante que le
ha permitido acaparar una porción creciente de la ganancia. La proletarización de
la población mencionada más arriba no es más que un reflejo, precisamente, de
este fenómeno: junto a los trabajadores autónomos, los capitales menos
competitivos han sido las principales víctimas del proceso de competencia
intercapitalista, engrosando de este modo la clase asalariada. La acumulación ha
generado una creciente concentración del capital y la centralización de los medios
de producción en manos de aquellos capitales individuales más competitivos,
siendo la expropiación de los segmentos más débiles, a través de su expulsión
del mercado, la otra cara de la moneda de este proceso. Toda esta dinámica se
ha agudizado desde la crisis, imperando una fuerte tendencia a la centralización
del capital: los primeros se hacen, al menos relativamente, cada vez más grandes
en relación a los otros. Además, al presentar un mayor grado de mecanización
pueden gozar de rentabilidades superiores al promedio y, de este modo, ofrecer
mayor resistencia ante la caída de la tasa general de ganancia.
Este ha sido el impacto del euro sobre las condiciones materiales de vida de los
asalariados europeos: ha exigido la subyugación de los salarios desde la firma del
Tratado de Maastricht, que preparó el camino para la adopción de la moneda
europea, de tal manera que el balance para los trabajadores europeos es
desolador. El intento de recuperación de las condiciones de rentabilidad ha
exigido una aguda involución de la situación material de los asalariados. Por una
parte, el salario se ha convertido en el verdadero eje sobre el que pivotar las
mejoras competitivas, con la presión adicional de la renuncia por parte de las
economías europeas a la política cambiaria. Asimismo, los requisitos de la
entrada al euro, en un primer momento, y los institucionalizados en el Pacto de
Estabilidad y Crecimiento, posteriormente, constriñeron la política fiscal de los
estados miembros de tal modo que el conjunto de elementos que conforman el
salario indirecto y diferido se vieron deteriorados. Además, los procesos de
desregulación a los que se ha sometido a los mercados europeos de fuerza de
trabajo han inoculado un creciente grado de precariedad que ha jugado a favor de
la moderación de las rentas salariales.

4. Los efectos del euro en la crisis: la deuda soberana como


mecanismo de aumento de la explotación y de trasvase de
plusvalía al capital financiero
Especulación y capital ficticio
¿Cuáles son los desencadenantes de la crisis actual? Las causas últimas pueden
encontrarse en las dificultades de revalorización a las que se enfrenta el capital,
de manera inexorable, como consecuencia de su propia lógica de funcionamiento.
La dinámica inherente al proceso de acumulación capitalista provoca dificultades
crecientes para mantener la tasa de ganancia, mantiene un carácter contradictorio
que no permite satisfacer los requerimientos de rentabilidad que exige el capital.

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Ante estas dificultades crecientes de valorización el capital opta por otras vías de
obtención de ganancia, generando así una expansión de la actividad financiera y
especulativa. Pero esta reorientación no acontece de manera circunstancial sino
que se deriva de la propia dinámica de acumulación:
“[la parte de la ganancia no consumida] sólo se transforma en capital dinerario cuando no resulta
inmediatamente utilizable para la ampliación de los negocios en la esfera de la producción (…) en
primera instancia se transforma en capital dinerario prestable y sirve para la ampliación de la
producción en otras esferas (…) Pero si esta nueva acumulación tropieza con dificultades en su
aplicación, si choca contra la falta de esferas de inversión, es decir si se opera una saturación de
los ramos de producción y una sobreoferta de capital en préstamo, esta plétora del capital
dinerario prestable no demuestra otra cosa que las limitaciones de la producción capitalista (…)
debe producirse constantemente en determinadas fases del ciclo una plétora de capital dinerario, y
esta plétora debe desarrollarse con el desarrollo del crédito. Por consiguiente, con ella debe
desenvolverse al mismo tiempo la necesidad de impulsar el proceso de producción más allá de
sus límites capitalistas: sobrecomercio, sobreproducción, sobrecrédito”495.
Asimismo, también como consecuencia del deterioro de la rentabilidad, se
configura una masa ingente de capital ficticio496 responsable de la generación de
burbujas financieras, que en el caso europeo se han plasmado en ámbitos como
el bursátil y el inmobiliario. La noción de burbuja expresa la desproporción
existente entre el aumento del precio de un activo y su valor real,
desencadenando así una situación insostenible condenada indefectiblemente a
estallar. La presunta ganancia vinculada a este tipo de capital es igualmente
ficticia ya que se ha sustentado sobre un proceso de revalorización sin sustrato
real, al no haber quedado cristalizado en forma de más plusvalor. De ahí que la
situación sea explosiva: las pretensiones de rentabilidad del capital se hacen
incompatibles con la masa total de plusvalor realmente existente.
El ejemplo de la exacerbada especulación inmobiliaria en España es patente.
Entre sus múltiples causas, destacan dos que tienen relación directa con el euro:
el afloramiento de grandes cantidades de dinero negro en efectivo y los reducidos
tipos de interés de mercado durante el periodo 2002-2006, por debajo de la
inflación. La primera razón, que no quedó limitada al período de cambio de
pesetas por euros, sino que continúa arrastrándose hasta hoy, queda evidenciada
en las pasmosas cantidades de billetes de 500 euros que circulan en España y
que han llegado a suponer, a finales de 2011, más del 70% de la oferta monetaria
de efectivo de todo el país497 y la cuarta parte de todos los billetes de esa
denominación en la UEM. La segunda razón se debió a la política de tipos de
interés bajos del BCE durante la crisis (moderada, en comparación con la actual)
que sufrió Europa desde 2001 y que no tuvo en cuenta la elevada tasa de
inflación en España498.
La (supuesta) crisis de la deuda pública como consecuencia, no como
causa
Por lo tanto, son los problemas de rentabilidad, derivados de una insuficiente

495
Marx (1894: 653-654). Y véase, en general, el capítulo XXXII “Capital dinerario y capital
real III (Conclusión)” (ibídem, 651-670).
496
Sobre el concepto de capital ficticio, ver Katz (2010 161-164).
497
Banco de España (2011).
498
La tasa de inflación media en España de 2000 a 2007 fue del 3,4%, mientras que en la
UEM se quedó en el 2,3%.

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plusvalía para valorizar el capital acumulado, los que subyacen a la situación
actual del capitalismo en Europa. Entonces, ¿qué papel juega la deuda pública en
la crisis?
La explosión de los niveles de deuda pública no es, ni mucho menos, la causa de
la crisis económica europea sino una de sus formas de expresión. Es decir, las
dificultades vinculadas a la deuda pública se manifiestan en la superficie de la
realidad social, reflejando las tensiones latentes que existen sobre las condiciones
de rentabilidad. ¿Cuál es el origen del proceso de endeudamiento público?
Obviamente, la propia ralentización económica ha impactado sobre el saldo de las
cuentas públicas, en forma de mayor nivel de gasto público (por prestaciones por
desempleo, etc.) y menores ingresos impositivos. Aunque su profundo deterioro
resulta incomprensible sin atender a las propias políticas implantadas desde la
Unión Europea.
En primer lugar, desde la entrada en vigor de la liberalización de capitales,
requerida para la conformación del mercado único que antecede al euro, se abre
un verdadero proceso de competencia en materia fiscal entre los estados
europeos articulado a través de las rebajas y exenciones impositivas al capital. De
este modo, los gobiernos han renunciado a una fuente importante de sus
ingresos en los últimos años. Asimismo, la abolición de raíz de la posibilidad de
especular con los tipos de cambio unida a la desregulación total del tráfico de
capitales dentro de la UEM desde 1992 ha hecho que, con toda probabilidad,
muchos grandes fondos hayan vuelto sus estrategias de rapiña contra los
empréstitos de los Estados. Pero, sin duda, es la enorme factura de los rescates
bancarios que ha asumido el Estado, a través de los que se ha socializado un
volumen importante de la deuda privada, la principal causa del estallido de los
problemas de la deuda soberana. Los niveles de endeudamiento público se
habían mantenido moderados hasta que se desencadena la crisis, momento a
partir del que aumentan; pero solo crecen de manera explosiva cuando se
adoptan los rescates bancarios499. Esta dinámica se ha retroalimentado ya que
el crecimiento de la deuda ha supuesto un mayor pago de intereses, partida a la
que se ha otorgado una prioridad absoluta, contribuyendo así a la generación de
un mayor volumen de deuda pública.
En resumen, el origen de la crisis de la deuda pública no es el consumo excesivo
de la mayor parte de la población en forma de un gasto social público
desmesurado; de hecho, los recortes en estas partidas del gasto público se
retrotraen a la aplicación de los Programas de Convergencia, vinculada al logro
de los requisitos de entrada a la moneda única500. Más bien, debe ser concebida
como el resultado de la batalla competitiva librada por los capitales para asegurar
su supervivencia, agudizada durante la crisis, así como de las políticas aplicadas
ante ella, entre las que destaca el papel de responsable subsidiario que el Estado
ha asumido frente la deuda privada.
499
En términos relativos, destaca el rescate bancario del gobierno irlandés, que inyecta
50.000 millones de euros para salvar su sistema financiero, lo que hace repuntar su déficit público
hasta el 32% del PIB.
500
De hecho, los países de la periferia europea, en los que las tensiones sobre la deuda
soberana están siendo más intensas, presentan unos niveles de gasto social público inferiores a
los de Alemania. (Weeks, 2011) .El caso de España es especialmente sangrante, con el índice de
gasto público más bajo de toda la Europa del Sur y una política social subdesarrollada (Ver
Navarro, 2006).

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La incapacidad que ha demostrado el BCE para adoptar medidas efectivas ante
tal situación es un reflejo de las limitaciones y fines reales con las que se diseña
esta institución. Desde su origen, sus intervenciones han quedado supeditadas al
control de la inflación, objetivo único y exclusivo que se reconoce en su tratado
constitutivo. Además, la regla de no bailout, que figura entre sus principios de
funcionamiento, le impide prestar dinero directamente a los Estados, mutilando
así la principal vía de intervención de la que dispone cualquier Banco Central.
Solo tras la presión del capital financiero, afectado desde un primer momento por
la crisis de EEUU, cambia el sentido de su política monetaria poniendo en
circulación grandes cantidades de liquidez -aunque no con el objetivo de aliviar a
las familias endeudadas sino con el de intentar garantizar la sostenibilidad de la
banca privada-, e incluso interviene en los mercados secundarios de deuda
adquiriendo títulos públicos.
Además, la aceleración del crecimiento de los niveles públicos de endeudamiento
ha configurado una coartada perfecta para imponer diferentes programas de
ajuste en los distintos estados europeos con la excusa de la necesidad de
"rescatar" a varios países con graves problemas de obtención de financiación en
los mercados privados. El triunvirato formado por el BCE, la UE y el FMI ha
diseñado programas de asistencia financiera multimillonarios501 levantados sobre
el principio de la condicionalidad, cuyo verdadero objetivo no ha sido el de
rescatar a los propios Estados o a sus ciudadanos sino el de garantizar la
devolución de la deuda al capital. Todo ello ha conformado una situación en la
que:
"Naciones formalmente soberanas e independientes se hallan a merced de inversionistas privados
que actúan respecto a las naciones como cualquier banquero actúa con respecto a un trabajador
excesivamente endeudado. Les exigen que malbaraten todo el patrimonio nacional, incluso
llegando a desmembrar al país, en primer lugar a la clase trabajadora. (…) La deuda es sólo un
arma en manos de los grandes bancos, de los fondos de pensiones, de los fondos especulativos,
para obligar a los gobiernos a rescatarlos después de las pérdidas considerables ocasionadas por
la crisis de las subprime, y a garantizar que los préstamos otorgados a los estados se paguen
íntegramente. Es un arma que las instituciones encargadas de hablar en nombre de los intereses
generales del capital (y no de los intereses particulares de tal o cual burguesía nacional) esgrimen
a su vez para obligar a efectuar los planes destructivos”502.
Aunque los programas de reformas exigidos a cambio de la asistencia financiera

501
Hasta hoy se han aprobado dos macrocréditos condicionados para Grecia, uno en mayo
de 2010 por valor de 110.000 millones de euros a tres años y otro en julio de 2011 por un total de
109.000 millones públicos (Eurogrupo y FMI) más 50.000 de aportaciones voluntarias de los
bancos privados. Además, ha sido objeto de múltiples degradaciones de su calificación crediticia y
numerosísimas huelgas de gran calado. Y aun así, en octubre de 2011 los 27 y el BCE decidieron
lo inevitable: una quita del 50% de la deuda contraída por el Estado griego con los bancos
privados a cambio de 30.000 millones de euros del erario público para su aceptación "voluntaria" y
recortes sociales aún más profundos.
Otro ejemplo paradigmático es el caso de Irlanda, que fue obligada a aceptar un
macrocrédito de 85.000 de euros en 2010. El economista Anthony Hilton afirma al respecto lo
siguiente: "Irlanda era un país perfectamente solvente hasta que el gobierno decidió salvar a los
bancos. No se ha eliminado ninguna porción de la deuda como parte del rescate, sino que el
problema financiero se resolvió con más deudas. El futuro luce mucho más gris para los
ciudadanos de Irlanda que para los de Islandia, que optó por dejar que los bancos se fueran a la
bancarrota" ("Cuando la bancarrota es mejor que el rescate", BBC Mundo, 7/12/2010).
Por su parte, a Portugal se le concedieron 78.000 millones en mayo de 2011.
502
Gluckstein y Cise (2011: 10 y 25).

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se han materializado a través de diferentes medidas, todos ellos mantienen un
fuerte carácter de clase al erigirse, fundamentalmente, sobre un ajuste de carácter
salarial. Las principales medidas adoptadas tienen un impacto significativo en el
conflicto distributivo a favor del capital: endurecimiento de las condiciones de
acceso a las pensiones públicas de jubilación y desempleo y reducción de su
cuantía, mermas en el salario y destrucción del empleo público, recortes en
sanidad y educación, privatizaciones, deterioro del salario mínimo, abaratamiento
del despido… Entre todas ellas no se encuentra ni una sola que perjudique a los
intereses del capital, sino que tienen como objetivo recrudecer las condiciones de
explotación, atacando directamente a ciertos derechos sociales503.
La destrucción económica que ha supuesto la crisis ha limitado el volumen de
plusvalía obtenido. De ahí que el objetivo de los paquetes de ajuste haya sido el
de transformar una parte proporcionalmente creciente del valor nuevo en forma de
plusvalor, incrementando para ello la tasa de explotación. El deterioro ha sido de
tal intensidad que, solamente en el periodo 2008-2010, el PIB per cápita de los
países de la Eurozona ha caído en un 3% y el de la UE27 en un 2,9%. En los
países más afectados por la crisis el azote ha sido mayor -en España la caída
alcanza el 4,8%- aunque no han quedado al margen de ella países como
Alemania, donde también se produce un retroceso del 1,2%504. Y, todo ello, con la
consiguiente destrucción de empleo: en estos años el número de desempleados
en la Eurozona se ha incrementado en un 25%, correspondiéndose más de la
mitad de este aumento con el ascenso del paro en España. Así, la tasa de
desempleo para este conjunto de países ha pasado del 7,6% hasta el 10,1% 505.
Por su parte, la masa salarial ha permanecido prácticamente estancada para el
conjunto de países de la Eurozona durante estos mismos años, con un leve
avance acumulado del 0,8%; mientras que en aquellos países donde la crisis ha
azotado con mayor dureza el retroceso ha sido significativo: en España, la masa
de salarios ha descendido en un 5%506.
Los acuerdos adoptados de manera colectiva mantienen el mismo sentido. El
Pacto Europlus firmado en marzo de 2011 mantiene como principal objetivo
estratégico fomentar la competitividad, de nuevo, a través de la moderación
salarial; para ello, se propone desvincular los salarios del crecimiento del nivel de
precios y ligar su evolución –la de los salarios nominales, no la de los reales- a la
productividad. De este modo, se institucionaliza el incremento relativo de la tasa
de plusvalía. La “Unión de estabilidad presupuestaria”507, acordada en Bruselas el
pasado 9 de Diciembre de 2011, profundiza en la misma línea al intensificar los
recortes presupuestarios mediante la penalización de los déficit. Esta reacción no
ha implicado ninguna reorientación respecto al marco establecido desde la
entrada en vigor del Acta Única Europea. Más bien, todo lo contrario, ya que se ha
optado por profundizar en las políticas aplicadas en las últimas décadas, con la
503
Es destacable que la mayor parte de los gobiernos que han adoptado estas reformas eran
de corte socialdemócrata. Incluso las propias direcciones de las organizaciones sindicales han
contribuido a que la clase asalariada haya soportado el ajuste, como en el caso de la reforma
española de las pensiones.
504
Fuente: AMECO.
505
Fuente: AMECO.
506
Fuente: Eurostat.
507
Consejo Europeo (2011).

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pretensión de aumentar la tasa de plusvalía y reducir, así, la distancia existente
entre la supuesta ganancia y la plusvalía realmente existente. Los recortes del
gasto público social y la privatización del, ya mermado, patrimonio estatal
responden a la estrategia de desvalorizar, aún más, la fuerza de trabajo y a la
apertura de nuevos espacios para la acumulación de capital. Las exigencias
planteadas a cambio de la asistencia financiera pretenden garantizar las
condiciones de rentabilidad del capital a través de la agudización de las
condiciones de explotación.
Asimismo, la condicionalidad exigida ha supuesto un ataque frontal a la soberanía
política y económica de los países afectados por los rescates, ya que las medidas
requeridas han afectado de lleno a aspectos centrales de su organización
económica y social. Y, en el caso griego, se ha derrocado a un gobierno salido de
las urnas para situar al frente del país, al margen de cualquier proceso
democrático, a un gobierno de supuestos tecnócratas508. De hecho, la
impugnación de los procedimientos democráticos no se ha limitado a los países
rescatados sino que se ha extendido al resto. El caso español es paradigmático:
el flamante Ministro de Economía (y ¡Competitividad!) reconoce que, de no haber
aplicado la subida del IRPF incluida en el paquete de medidas de diciembre de
2011, “nos la hubieran impuesto otros”509. Otros ejemplos recientes de la
injerencia política del euro en España lo conforman la carta que el anterior
presidente del BCE, institución constitutivamente antidemocrática, remite al
gobierno español para exigirle mayor contención salarial en agosto de 2011 o la
reforma de la Constitución perpetrada un mes después para otorgar prioridad
absoluta a la devolución de la deuda y el pago de los intereses derivados de ella,
así como para cercenar la posibilidad de recurrir al déficit público con el objetivo
de estimular la actividad económica510. En el caso italiano se ha ido más allá al
sustituir al gobierno electo por otro 'tecnócrata' presidido por Monti511, de nuevo al
margen de cualquier canal democrático y con la subordinación del propio
parlamento, que ha refrendado esta actuación. La situación económica actual ha

508
El desencadenante de esta alternancia se produce, precisamente, cuando el anterior
presidente Papandreu propone someter a referéndum el acuerdo de rescate europeo, lo que fue
calificado como una 'amenaza' por parte la UE.
509
El País, 2/1/2012. Asimismo, reconoce que “con recortes y subidas de impuestos nos
metemos cada vez más en contracción”, lo que implica el reconocimiento implícito de los intereses
que pretenden defenderse con la aplicación de esta medida.
510
Son especialmente significativos los siguientes apartados del nuevo artículo 135: "El
Estado y las Comunidades Autónomas no podrán incurrir en un déficit estructural que supere los
márgenes establecidos, en su caso, por la Unión Europea para sus Estados Miembros", así como
el último del apartado 3: "El volumen de deuda pública del conjunto de las Administraciones
Públicas en relación con el producto interior bruto del Estado no podrá superar el valor de
referencia establecido en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea".
511
Mario Monti, perteneciente a una reconocida familia de banqueros italianos, es un
economista de tendencia marcadamente conservadora y formación estrictamente ortodoxa. Entre
los activos que lo han situado en el trampolín de la presidencia sin elecciones previas están, no
sólo sus servicios en la UE (fue comisario europeo de mercado interior y de competencia por
designación de Berlusconi durante diez años), sino sus notorias conexiones con la elite financiera
y empresarial italiana (fue consejero en empresas como FIAT, Banca Commerciale Italiana o
Seguros Generali) y estadounidense (asesor de firmas como Goldman Sachs o Coca Cola). Puede
leerse una detallada y reveladora biografía suya en la web del Centro de Estudios y
Documentación Internacionales de Barcelona (CIDOB):
http://www.cidob.org/es/documentacion/biografias_lideres_politicos/europa/italia/mario_monti)

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dejado al descubierto el verdadero rostro del euro: cuando su objetivo de
incrementar la tasa de plusvalor se ha encontrado con dificultades no ha dudado
en derribarlas, aún cuando se haya tenido que asaltar directamente al marco
democrático europeo.
Además, la imposibilidad de que el BCE preste directamente a los Estados, ha
engendrado un mecanismo perverso de enriquecimiento para la banca privada. El
BCE ha inyectado un ingente flujo de liquidez al sector financiero, a un interés
reducido, para que lo canalizase hacia los propios Estados; y así lo ha hecho,
pero haciendo llegar los recursos con un sobrecoste significativo que ha agravado
aún más la ya delicada situación de las cuentas públicas. De este modo, se han
sucedido los ataques especulativos sobre los títulos de distintos estados
europeos, operaciones que han servido para incrementar los intereses
desembolsados por el Estado y de las que se ha beneficiado cierta fracción del
capital financiero. Asimismo, los intereses a los que se están cerrando los
programas de rescate financiero superan los niveles a los que el BCE está
concediendo recursos al capital, provocando así que el servicio de la deuda de los
Estados “rescatados” aumente de manera acelerada512 y contribuyendo, de este
modo, a la generación de una espiral de dependencia y empobrecimiento que
compromete, no solo a los ciudadanos actuales, sino también a las generaciones
futuras de estos países.
La aplicación de los ajustes exigidos como contraprestación al rescate financiero
está suponiendo un sacrificio desorbitado a la población europea y, además, no
está sirviendo para resolver los problemas de fondo. La quita parcial de la deuda
contraída por el Estado griego con el capital privado, fundamentalmente francés y
alemán, representa la manifestación de la ineficacia de las medidas adoptadas
desde mayo de 2010513. La incompetencia del BCE para resolver la situación
queda de manifiesto al comprobar que “[...] Estados Unidos, con los principales
indicadores peores que los del conjunto de la UE, y Japón, con una deuda pública
del 225% de su PIB, pueda emitir sus bonos a 10 años a intereses inferiores al
2% y algunas naciones de la zona euro deban pagarlos al 7%"514. Además,
tampoco han servido para evitar las sucesivas degradaciones de la calificación de
los títulos de deuda pública, que han afectado no solo a los estados periféricos
sino también las economías más potentes515. Conforme a todo ello, ante la
512
La propia troika calcula que el servicio de al deuda griego alcanzará el 10% de su PIB al
aceptar el rescate financiero y el paquete de medidas anejas.
513
La troika valoraba en junio de 2011 que si Grecia aceptaba el crédito ofrecido y aplicaba el
ajuste exigido su nivel de deuda pública se vería reducido desde un 200% a un 160%, y el déficit
público bajaría al 8% desde el 15% de partida. Con esta cuantificación se reconoce implícitamente
la incapacidad para resolver la situación, más si cabe considerando el monumental coste para la
población griega del ajuste exigido.
514
Fernández Toxo, Ignacio; Méndez, Cándido, Sommer, Michael et ál. (2011); “Por un nuevo
contrato social europeo”, El País, 7/12/2011. Sector Crítico de CCOO de Madrid (2011), “El sector
crítico frente a la crisis”, CrítiCCOOs, Madrid.
515
Sin duda, el caso más crítico es el de Grecia que, tras múltiples degradaciones de su
calificación por parte de todas las agencias, se encuentra desde el verano de 2011 en niveles de
impago inmediato (CCC). Pero en enero de 2012, Standard & Poor's también ha reducido la
calificación crediticia de Francia y Austria de AAA a AA+, mientras que Italia está en el nivel BBB+
y España, que ha caído dos escalones de una sola vez en enero, baja al nivel A. Los únicos
países de la UE con la máxima calificación en enero de 2012 son Alemania, Dinamarca, Finlandia,
Luxemburgo, Países Bajos, Reino Unido y Suecia.

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ausencia de mecanismos que permitan resolver los problemas de fondo que
motivan la recesión actual, la UE continúa en su huida hacia delante, miope y
cortoplacista, sin posibilidades de ofrecer una solución real bajo las reglas de
juego capitalistas.

5. Conclusiones
A lo largo del texto, hemos ido viendo la naturaleza, las causas y las
consecuencias de la integración monetaria europea desde su nacimiento hasta la
actualidad y hemos analizado algunas de sus inconsistencias teóricas y muchos
de sus efectos empíricos. Todo ello con el objetivo de comprobar si, como
planteábamos en la tesis original expuesta en la introducción, la UEM ha sido una
herramienta de ajuste neoliberal desde sus orígenes hasta convertirse, en la
actualidad, en uno de los mayores obstáculos que tiene Europa para superar la
crisis y poner en cuestión definitivamente las contradicciones del sistema
capitalista.
El resultado de este análisis no admite duda: el fin de la integración monetaria
europea no es otro que lanzar una nueva fase en la huida hacia adelante que el
capitalismo vuelve a protagonizar en su enésimo intento por paliar sus
contradicciones internas y sus crecientes problemas de supervivencia. Esto no es
otra cosa que aplicar los principios del ajuste fondomonetarista tal y como fue
impuesto en Latinoamérica, África y el sudeste de Asia en las décadas de los
ochenta y los noventa de la mano del FMI y el Banco Mundial.
Ante estas evidencias, este trabajo pretende ser una contribución a la creciente
necesidad de un análisis crítico de economía política que permita comprender la
situación de manera solvente. La relevancia y oportunidad de este análisis se
hace aún más patente al considerar cómo, incluso desde ciertas posiciones
heterodoxas, se niega la necesidad de impugnar la UEM (y mucho menos la UE)
como herramienta de disciplinamiento de la clase trabajadora. En nuestra opinión,
el llamado 'proceso de integración' en Europa, tal y como ha sido concebido, no
es más que un instrumento privilegiado para la aplicación de las políticas
neoliberales de ajuste que tanto daño hicieran en otras latitudes en décadas
pasadas y que tanto sufrimiento está causando y va a seguir causando entre los
ciudadanos de Europa. Un instrumento que debe ser denunciado y rechazado
firmemente como un atentado frontal a los enormes y costosísimos logros
laborales y sociales de la región del mundo donde más lejos han llegado la
conquistas de la democracia política y económica.

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