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Causales biblicas de divorcio

¿Qué dice la Biblia sobre el divorcio y la separación?

Jehová espera que los casados cumplan con los votos que hicieron el día de la boda. Cuando unió a
la primera pareja, dijo: “El hombre [...] tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser
una sola carne”. Siglos después, Jesucristo citó esas mismas palabras y añadió: “Por lo tanto, lo
que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre” (Génesis 2:24; Mateo 19:3-6). Como
vemos, Jehová y Jesús consideran que el matrimonio es una unión para toda la vida, una unión
que solo termina cuando muere uno de los cónyuges (1 Corintios 7:39). Dado que se trata de una
institución sagrada, no deberíamos tomar a la ligera la idea  de disolverla. De hecho, Jehová odia
los divorcios que se realizan sin base bíblica (Malaquías 2:15, 16).

Según la Biblia, ¿qué motivo válido hay para divorciarse? Pues bien, Jehová ha indicado que
detesta la inmoralidad sexual (Génesis 39:9; 2 Samuel 11:26, 27; Salmo 51:4). Tanto la aborrece,
que permite el divorcio cuando hay fornicación. (En el capítulo 9, párrafo 7, se explica qué abarca
la fornicación.) En realidad, a quien Dios ha concedido el derecho de decidir si permanecerá
casado o se divorciará es al cónyuge inocente (Mateo 19:9). Por tanto, si este decide disolver el
matrimonio, no estará haciendo nada que Jehová odia. Ahora bien, ningún miembro de la
congregación debe animarlo a dar ese paso. De hecho, teniendo presentes determinadas
circunstancias, el cónyuge inocente tal vez opte por permanecer con su pareja, particularmente si
observa verdadero arrepentimiento. En todo caso, es él —que tiene el derecho bíblico a
divorciarse— quien debe decidir y asumir las consecuencias (Gálatas 6:5).

Por otro lado, existen situaciones extremas en las que un cristiano o cristiana opta por separarse, o
incluso divorciarse, pese a que su pareja no ha cometido fornicación. Cuando esto sucede, la Biblia
establece que quien decida irse “permanezca sin casarse, o, si no, que se reconcilie” (1 Corintios
7:11). De modo que, en tales casos, el cristiano no queda libre para comenzar a relacionarse con
otra persona con miras a volver a casarse (Mateo 5:32). Veamos ahora varias situaciones
excepcionales que han llevado a algunos a separarse.

Negativa a mantener a la familia. Hay esposos que no cubren las necesidades básicas de su


familia, pero no porque no puedan, sino porque no quieren; y, como resultado, la someten a
graves privaciones. ¿Qué dice la Biblia sobre ellos? “Si alguno no provee para los [...] miembros de
su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe.” (1 Timoteo 5:8.) En caso de que un
marido así rehúse cambiar, la esposa tendrá que determinar si la separación legal es  un paso
necesario para velar por el bienestar de sus hijos y el suyo propio. Ahora bien, siempre que se
acuse a un cristiano de este tipo de negligencia, los ancianos de la congregación investigarán el
asunto a fondo, ya que constituye un motivo por el que podría ser expulsado.

Maltrato físico muy grave. Hay quienes se vuelven tan agresivos que ponen en peligro la salud, o
incluso la vida, de su pareja. Si el cónyuge maltratador es cristiano, los ancianos deben analizar el
caso, pues los arrebatos de cólera y la conducta violenta son motivos de expulsión (Gálatas 5:19-
21).
Peligros muy graves para la vida espiritual. Hay cónyuges que intentan impedir por todos los
medios que su pareja sirva a Jehová o que incluso tratan de obligarla a violar de algún modo los
mandatos bíblicos. En tales casos, el cónyuge cristiano tendrá que determinar si la única manera
de “obedecer a Dios [...] más bien que a los hombres” es obteniendo la separación (Hechos 5:29).

Conviene destacar que en casos tan extremos como los anteriores no debe animarse al cónyuge
inocente ni a separarse de su pareja ni a permanecer con ella. Aunque los ancianos y otros
hermanos maduros pueden brindar apoyo y dar consejos bíblicos, deben reconocer que, en
definitiva, el único que conoce lo que pasa entre marido y mujer es Jehová. Si una cristiana (o un
cristiano) exagerara la gravedad de sus problemas matrimoniales para justificar su separación,
no estaría honrando ni a la institución matrimonial ni al propio Dios. Además, Jehová sabe si
alguien está recurriendo a maquinaciones astutas, sin importar lo bien tramadas que estén.
En efecto, “todas las cosas están desnudas y abiertamente expuestas a los ojos de aquel a quien
tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13). Ahora bien, si existe una situación sumamente peligrosa
y, como último recurso, el cristiano decide separarse, nadie debería criticarlo. En último término,
“todos estaremos de pie ante el tribunal de Dios” (Romanos 14:10-12).

“¡Quiero el divorcio!”

La casa está muy deteriorada, es obvio que no se le ha dado mantenimiento. A lo largo de los
años, los embates de muchas tormentas han debilitado su estructura, y parece estar a punto de
derrumbarse.

MUCHOS matrimonios de la actualidad se encuentran en condiciones semejantes. Si usted está


casado, ¿ha sentido alguna vez que su relación va por ese mismo camino? En caso afirmativo,
recuerde que toda pareja pasa por dificultades. De hecho, la Biblia admite francamente que “los
que se casan tendrán problemas” (1 Corintios 7:28, La Nueva Biblia Latinoamérica, 1981).

La veracidad de esas palabras se ve corroborada por la conclusión a la que llegó un equipo de


investigadores: “En nuestra sociedad, el matrimonio es la empresa más arriesgada emprendida
rutinariamente por el mayor número de personas. Lo que empieza como una relación muy feliz y
prometedora puede convertirse en el empeño más frustrante y doloroso de la vida de una
persona”.

Y en su caso, ¿cómo va su matrimonio? ¿Se ve afectado por uno o más de los siguientes
problemas?

 Discusiones constantes

 Palabras hirientes

 Infidelidad

 Resentimiento
Si cree que su relación se ha debilitado y el matrimonio está a punto de derrumbarse, ¿qué
debería hacer? ¿Es necesario recurrir al divorcio?

“EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA”

En algunos países, la tasa de divorcios se ha disparado. Veamos el caso de Estados Unidos, donde
por muchos años casi nadie recurría al divorcio. A partir de 1960, “la tasa aumentó a pasos
agigantados”, dice Barbara Dafoe Whitehead en su libro The Divorce Culture (La cultura del
divorcio). Luego añade: “En unos diez años se duplicó. Y siguió creciendo hasta principios de la
década de 1980, cuando se estabilizó. Para entonces, Estados Unidos tenía la tasa de divorcios
más elevada de todas las sociedades occidentales modernas. Como consecuencia de ese
pronunciado y continuo aumento, en menos de tres décadas, el divorcio dejó de ser algo
desconocido y se convirtió en el pan nuestro de cada día”.

¿Pueden salvar su matrimonio?

Los propietarios reconocen que su casa está en malas condiciones, pero han decidido restaurarla.

SI USTED y su pareja quieren rehacer su matrimonio, ¿por dónde pueden empezar? He aquí
algunas sugerencias.

1 Tomen una determinación.

Lleguen a un acuerdo. Comprométanse a restaurar la paz en el hogar. Anoten los cambios que
piensan hacer. Si ambos se esfuerzan por cumplir con lo pactado, salvar el matrimonio será una
labor de equipo (Eclesiastés 4:9, 10).

2 Identifiquen el problema.

¿Por qué se deterioró su matrimonio? Escriban brevemente lo que hace falta en su relación o lo
que desearían que cambiara (Efesios 4:22-24). Tenga presente que lo que usted y su
cónyuge anoten quizás no sea lo mismo.

3 Fíjense una meta.

¿Cómo querrían que estuviera su matrimonio de aquí a seis meses? ¿Qué mejoras concretas les
gustaría ver? Pongan su respuesta por escrito. Al tener una idea clara de lo que se necesita en el
matrimonio, les será más fácil alcanzar su meta (1 Corintios 9:26).

 4 Apliquen los consejos de la Biblia.

Una vez que hayan identificado el problema y establecido los cambios que les gustaría hacer,
vayan a la Palabra de Dios en busca de consejo. Sus principios son eternos y muy prácticos (Isaías
48:17; 2 Timoteo 3:17). Por ejemplo, la Biblia nos anima a perdonarnos unos a otros cuando dice:
“Es hermosura de su parte pasar por alto la transgresión” (Proverbios 19:11; Efesios 4:32).
Aunque al principio les parezca que no logran mucho, no se den por vencidos. El libro The Case for
Marriage presenta los animadores resultados de cierto estudio diciendo: “Por sorprendente que
parezca, el 86% de los matrimonios desdichados que deciden permanecer juntos descubren que
cinco años después su relación es más feliz”. Hasta las parejas que se autocalificaron de muy
infelices notaron una considerable mejoría.

Puede que ustedes también vean una mejoría en su relación. Los editores de esta revista —los
testigos de Jehová— han encontrado en la Biblia una serie de principios prácticos para los casados.
Muchos matrimonios se llevan mejor cuando son bondadosos, compasivos y se perdonan
liberalmente. No pocas parejas han visto el valor de que la mujer manifieste un “espíritu quieto y
apacible” y que el hombre “no se encoleric[e] amargamente” con su esposa (1 Pedro
3:4; Colosenses 3:19).

Estos principios bíblicos funcionan porque quien instituyó el matrimonio fue precisamente el autor
de la Biblia, Jehová Dios. ¿Por qué no solicitan a los testigos de Jehová que les enseñen más
detalles sobre cómo la Palabra de Dios puede ayudarles a mejorar su matrimonio? *

^ Para ayudar a las familias, los testigos de Jehová han publicado un libro de 192 páginas
titulado El secreto de la felicidad familiar. Si desea más información, escriba a los editores de esta
revista a la dirección que corresponda de las que aparecen en la página 5.
“Huyan de la fornicación”

“Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo [...] en cuanto a fornicación, inmundicia,


apetito sexual, deseo perjudicial y codicia, que es idolatría.” (COLOSENSES 3:5.)

1, 2. ¿Qué planes hizo Balaam para perjudicar al pueblo de Jehová?

EL PESCADOR acude a su lugar preferido en busca de cierta clase de pez. Selecciona


detenidamente la carnada, o cebo, y lanza el hilo al agua. Al rato, viendo que la línea se tensa y la
caña se dobla, enrolla el carrete y saca su captura. Todo sonriente, se felicita por haber elegido el
señuelo adecuado.

Pues bien, en el año 1473 antes de nuestra era, hubo un hombre que también eligió con cuidado
un cebo, pero no para peces. Se llamaba Balaam, y su objetivo era que mordiera el anzuelo el
pueblo de Dios, que tenía su campamento en las llanuras de Moab, justo en la frontera con la
Tierra Prometida. Aunque pretendía ser profeta de Jehová, no era más que un codicioso farsante
al que habían contratado para maldecir a los israelitas. Se sentía frustrado, pues Jehová no solo se
lo había impedido, sino que le había obligado a bendecirlos. Pero Balaam, pensando en la paga,
no se dio por vencido. Razonó que, si conseguía que cometieran un pecado grave, Dios mismo
terminaría maldiciéndolos. ¿Qué señuelo utilizaría? Las atractivas jóvenes de Moab (Números
22:1-7; 31:15, 16; Revelación 2:14).

3. ¿Hasta qué punto funcionó la trampa de Balaam?



¿Qué tal funcionó la trampa? Bastante bien, pues miles cedieron a la tentación y “[tuvieron]
relaciones inmorales  con las hijas de Moab”. Hasta llegaron a dar culto a los dioses moabitas,
entre ellos el Baal de Peor, repugnante dios de la fertilidad o, en resumidas cuentas, del sexo.
Como castigo, 24.000 hombres perdieron la vida a las puertas de la Tierra Prometida. ¡Qué
tragedia! (Números 25:1-9.)

4. ¿Por qué cayeron en la inmoralidad miles de israelitas?



¿Qué había contribuido a ese terrible desenlace? La condición de corazón de muchos israelitas.
Desarrollaron malas actitudes por haberse ido alejando de Jehová, sin recordar todo lo que él
había hecho por ellos: liberarlos de Egipto, alimentarlos en el desierto y conducirlos sanos y salvos
hasta la Tierra Prometida (Hebreos 3:12). El apóstol Pablo tuvo presente esa catástrofe cuando
escribió: “Ni practiquemos fornicación, como algunos de ellos cometieron fornicación, de modo
que cayeron, veintitrés mil de ellos en un [solo] día” (1 Corintios 10:8). *

5, 6. ¿Cómo nos ayuda el relato del pecado de Israel en las llanuras de Moab?

Los siervos de Dios de la actualidad nos encontramos en una situación muy semejante a la que se
describe en Números. Para empezar, nos hallamos a las puertas de una  Tierra Prometida, solo que
muchísimo mayor (1 Corintios 10:11). Nos enfrentamos a un mundo cuya obsesión por el sexo es
como la de los moabitas, pero a mayor escala. Además, el lazo principal en que cayeron los
israelitas, la inmoralidad, es el mismo que atrapa todos los años a miles de cristianos (2 Corintios
2:11). Y a imitación de Zimrí, quien tuvo la desfachatez de pasearse con una madianita por el
campamento de Israel e introducirla en su propia tienda, algunos han sido una influencia
corruptora en la congregación cristiana (Números 25:6, 14; Judas 4).

Preguntémonos: “¿Me veo yo en las ‘llanuras de Moab’ actuales? ¿Diviso en el horizonte el
premio tan esperado, el nuevo mundo?”. Si así es, hagamos todo lo posible por mantenernos en el
amor de Dios obedeciendo el mandato: “Huyan de la fornicación” (1 Corintios 6:18).

Vista de las llanuras de Moab

¿QUÉ ES LA FORNICACIÓN?

7, 8. ¿Qué abarca en la Biblia la fornicación, y de qué forma cosechan lo que han sembrado las
personas que la practican?

En la Biblia, el término fornicación (en griego pornéia) designa todas las clases de relaciones
sexuales ilícitas, es decir, las que tienen lugar fuera del marco de un matrimonio válido a los ojos
de Dios. Abarca tanto el adulterio como los actos sexuales entre un hombre y una mujer solteros,
o con una persona dedicada a la prostitución. Practicar el coito oral o anal con alguien con quien
no se está casado, o manipularle los genitales, también es fornicación. Y la situación no cambia si
en los actos antes indicados interviene alguien del mismo sexo o incluso un animal. *

Las Escrituras son muy claras: quienes practican la fornicación no recibirán la vida eterna
(1 Corintios 6:9; Revelación 22:15).  Aun hoy, van a cosechar muchos problemas. Para empezar,
no pueden permanecer en la congregación. En muchos casos no solo pierden la tranquilidad de
conciencia, la dignidad personal y la confianza de los demás, sino que se enfrentan a discusiones
matrimoniales, embarazos no deseados, enfermedades venéreas e incluso la muerte (Gálatas
6:7, 8). ¿Valdrá la pena emprender un camino de tanto sufrimiento? Lamentablemente, muchos
no piensan en las consecuencias al dar los primeros pasos, uno de los cuales suele ser la
pornografía.

LA PORNOGRAFÍA: PRIMER PASO A LA FORNICACIÓN

9. ¿Es la pornografía inofensiva, como dicen algunos? Explique su respuesta.



En muchos países, la pornografía aparece por todos lados: en los puestos de revistas, las
canciones, los programas de televisión y en millones de páginas de Internet. * ¿Se trata de picardía
inofensiva, como dicen algunos? De ningún modo. Quienes recurren a ella pueden hundirse en el
vicio de la masturbación y alimentar “apetitos sexuales vergonzosos”. En último término, pudieran
volverse adictos al sexo, abrigar deseos pervertidos, sufrir discordias maritales, e incluso llegar al
divorcio (Romanos 1:24-27; Efesios 4:19). * Según una autoridad en la materia, la adicción al sexo
es como el cáncer: “No deja de crecer y de extenderse, rara vez retrocede, y es muy difícil tratarla
y erradicarla”.

Es prudente limitar el uso de Internet a una zona pública del hogar

10. ¿Cómo podemos aplicar el principio de Santiago 1:14, 15? (Véase también el recuadro
“ Sacando fuerzas para mantenerse puro”.)
10 
Hay que tener muy presentes las palabras de Santiago 1:14, 15:  “Cada uno es probado al ser
provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a
luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte”. Para evitar que
esto suceda, ¿qué debemos hacer cuando nos vengan malos deseos? Tomar medidas inmediatas y
sacárnoslos de la mente. Por ejemplo, si nos encontramos con imágenes eróticas, ¿qué haremos?
Rápidamente, apartar la mirada, apagar la computadora, cambiar de canal de televisión... Lo que
sea, con tal de impedir que los deseos inmorales nos consuman y acaben dominándonos (Mateo
5:29, 30).

11. Cuando nos asalten malos deseos, ¿cómo demostraremos confianza en Jehová?
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Jehová nos conoce mucho mejor que nosotros mismos. Con buenas razones, nos pide:
“Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo [...] en cuanto a fornicación, inmundicia,
apetito sexual, deseo perjudicial  y codicia, que es idolatría” (Colosenses 3:5). Ciertamente, no es
fácil alcanzar ese grado de control. Pero contamos con la ayuda de nuestro paciente y amoroso
Padre celestial (Salmo 68:19). Por eso, cada vez que nos asalten malos deseos, acudamos sin
dilación a él, rogándole que nos dé “poder [...] más allá de lo normal”, y esforcémonos por desviar
nuestro pensamiento hacia otros asuntos (2 Corintios 4:7; 1 Corintios 9:27; véase el recuadro
“ ¿Cómo puedo librarme de un vicio?”).

12. ¿Qué es el “corazón”, y por qué tenemos que protegerlo?


12 
El sabio Salomón nos exhorta: “Más que todo [...], salvaguarda tu corazón, porque procedentes
de él son las fuentes de la vida” (Proverbios 4:23). ¿Qué es el “corazón” que debemos proteger?
La persona interior, lo que somos realmente a los ojos de Dios. Y es justo eso, lo que Jehová ve en
el “corazón” —y no la apariencia que proyectamos—, lo que va a determinar si recibiremos la vida
eterna. Así de sencillo, y así de serio. A fin de proteger el corazón, imitemos al fiel Job, quien hizo
con sus ojos el compromiso solemne de nunca mirar indecentemente a ninguna mujer (Job 31:1).
Como el salmista, oremos a Dios: “Haz que mis ojos pasen adelante para que no vean lo que es
inútil” (Salmo 119:37).

 SACANDO FUERZAS PARA MANTENERSE PURO

“En la adolescencia caí en un círculo vicioso: veía pornografía y me masturbaba —explica un


hombre joven—. Mis compañeros de estudios opinaban que eso era de lo más normal. Sin
embargo, a mí me manchó la conciencia y me arrastró a una vida inmoral. Con el tiempo
comprendí que era un esclavo de mis deseos. Pero logré superar esos vicios con la ayuda de
Jehová y la congregación. Ahora no me junto con cualquiera; ya sé muy bien cuánto influyen en
uno las compañías. Pienso que, para no volver a las andadas, es fundamental ser muy constante
en la oración y el estudio de la Biblia. Ya no vivo esclavo a los deseos de la carne y tengo el
privilegio de ser precursor regular.”

LA MALA DECISIÓN DE DINA

13. ¿Quién era Dina, y por qué fue imprudente su selección de amistades?
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Como vimos en el capítulo 3, las amistades ejercen una gran influencia, sea para bien o para mal
(Proverbios 13:20; 1 Corintios 15:33). Así lo muestra el ejemplo de Dina, hija del patriarca Jacob.
Aunque había recibido una buena crianza, cometió la imprudencia de buscar amigas entre las
jóvenes de Canaán, pueblo que, como Moab, era famoso por su inmoralidad (Levítico 18:6-
25).  Por eso, ¿qué pensaría cualquier hombre de la zona al ver a Dina? Que era una presa fácil
para ellos. Y Siquem, “el más honorable de toda la casa de su padre”, no fue la excepción (Génesis
34:18, 19).

14. ¿Qué trágicos resultados tuvo la mala decisión de Dina?


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Con el tiempo, Dina conoció a Siquem. Probablemente, ella no pretendía tener relaciones
sexuales. Pero Siquem sí. Un día, al sentirse excitado, actuó como lo hubieran hecho la mayoría de
los cananeos: sin importarle que la joven se resistiera, “la tomó” y “la violó”. Más tarde “se
enamoró” de ella, pero eso no cambió en nada el abuso cometido (Génesis 34:1-4). Y Dina no fue
la única perjudicada, pues su mala elección de compañías desencadenó una serie de sucesos que
sumió a toda su familia en el dolor y el descrédito (Génesis 34:7, 25-31; Gálatas 6:7, 8).

15, 16. ¿Cómo conseguimos la verdadera sabiduría? (Véase el recuadro “ Textos para meditar”.)
15 
Puede que Dina extrajera una importante lección,  pero a las malas. Ahora bien, nosotros
no tenemos que aprender así. Amamos a Jehová, y por eso hacemos caso de sus consejos, entre
ellos, el de “[andar] con personas sabias” (Proverbios 13:20a). Si obedecemos siempre a Dios,
llegaremos a comprender cuál es el buen camino, “el derrotero [...] de lo que es bueno”, y nos
ahorraremos muchos problemas (Proverbios 2:6-9; Salmo 1:1-3).

 16 En efecto, Dios ofrece sabiduría a todos los que la desean. Pero para conseguirla, hay que orar y
estudiar la Biblia y las publicaciones del esclavo fiel (Mateo 24:45; Santiago 1:5). Además, es
preciso ser humildes y aceptar los consejos de las Escrituras (2 Reyes 22:18, 19). Para ilustrar este
punto, pensemos en lo siguiente. Seguramente todos reconocemos que el corazón es traicionero y
desesperado (Jeremías 17:9). Pero a la hora de la verdad, cuando tenemos que recibir consejos
directos y ayuda amorosa, ¿somos humildes y los aceptamos, o dejamos que el corazón nos
engañe?

17. ¿A qué situación pueden enfrentarse un padre y su hija, y cómo podría él razonar con ella?
17 
Imaginemos la siguiente situación: un padre no permite que su hija salga con un joven cristiano,
a menos que vayan acompañados. Ella replica: “Pero, papá, ¿es que no confías en mí? ¡No vamos a
hacer nada malo!”. Sin duda, la joven ama a Jehová y tiene las mejores intenciones, pero
¿diríamos que “anda con [verdadera] sabiduría” y está “[huyendo] de la fornicación”? ¿O
pensaríamos que imprudentemente “confía en su propio corazón”? (Proverbios 28:26.) Y seguro
nos vienen a la mente otros principios que ayudarían al padre a razonar con su hija sobre este
asunto (véanse Proverbios 22:3; Mateo 6:13; 26:41).

Cuatro factores para tomar en cuenta

Después de evaluar los daños, los propietarios tienen que decidir si demolerán la casa
o la conservarán.

¿SE ENCUENTRA su matrimonio en una situación parecida? Puede que su pareja haya traicionado
su confianza o que los continuos choques entre ambos hayan empañado la felicidad conyugal.
En tal caso, quizás piense: “Ya no nos amamos” o “No somos el uno para el otro” o “No sabíamos
lo que estábamos haciendo cuando nos casamos” o, peor aún, “Creo que deberíamos
divorciarnos”.

Antes de optar precipitadamente por el divorcio, piense un poco. El divorcio no siempre lo


soluciona todo. Con frecuencia, lo único que logra es reemplazar unos problemas por otros.
El psicólogo Brad Sachs advirtió lo siguiente en uno de sus libros: “Durante la separación, las
parejas sueñan con el divorcio perfecto: dejar de una vez y para siempre su vida sombría y
tempestuosa para iniciar una existencia plácida y agradable en un acogedor ambiente de paz. Pero
el divorcio perfecto es tan imposible como el matrimonio perfecto” (The Good Enough Teen). Hace
falta, pues, conocer los pros y los contras del divorcio, y ser realistas.

El punto de vista bíblico

La Biblia no considera el divorcio como un asunto de poca importancia. Dice que para Jehová Dios,
repudiar al cónyuge sin suficiente base —tal vez con el motivo de casarse con otra persona— es
una traición infame (Malaquías 2:13-16). El matrimonio es una unión permanente (Mateo 19:6).
Muchas parejas que se separaron por razones triviales podrían haber salvado su relación si
hubieran sabido perdonar (Mateo 18:21, 22).

Ahora bien, la Biblia sí menciona una base para divorciarse con la posibilidad de volverse a casar:
las relaciones sexuales fuera del matrimonio (Mateo 19:9). Así pues, si su pareja le ha sido infiel,
usted tiene derecho a poner fin a la relación. Nadie debería imponerle su criterio, y este artículo
no pretende indicarle qué hacer. La decisión la debe tomar usted, pues al fin y al cabo se trata de
su vida (Gálatas 6:5).

No obstante, la Palabra de Dios señala que “el sagaz considera sus pasos” (Proverbios 14:15).
De modo que aunque usted tenga base bíblica para divorciarse, conviene que reflexione sobre lo
que conlleva  esa decisión (1 Corintios 6:12). “Hay quienes creen que tienen que decidirse
enseguida —comenta David, de Gran Bretaña—. Pero puedo decir por experiencia que uno
necesita tiempo para pensar bien las cosas.” *

Analicemos cuatro factores importantes que debe tener presentes. En los comentarios que se
citan a continuación, notará que ninguna de las personas dice que se equivocó al divorciarse. Pero
también observará algunas dificultades que suelen presentarse unos meses o hasta años después
de haberse divorciado.

1 Los problemas económicos

A los doce años de casada, Daniela, de Italia, descubrió que su esposo la había engañado con una
compañera de trabajo. “Cuando me enteré, la mujer ya estaba en su sexto mes de embarazo”,
cuenta ella.

Tras un tiempo de separación, Daniela decidió divorciarse. “Yo intenté salvar mi matrimonio, pero
él siguió siéndome infiel”, añade. Aunque está segura de que tomó una buena decisión, confiesa:
“Tan pronto como nos separamos, empecé a pasar penurias. A veces mi cena consistía en un
simple vaso de leche”.

María, que vive en España, también sufrió un revés económico. “Mi ex marido no nos da ni un
céntimo —explica—. Por si fuera poco, me mato trabajando para pagar las deudas que él contrajo.
Además, tuve que dejar una casa cómoda y marcharme a un apartamentito en un barrio muy
inseguro.”

De lo anterior puede verse que la ruptura matrimonial suele asestar un duro golpe económico a la
mujer. Un estudio que se efectuó en Europa durante siete años reveló que, tras el divorcio, los
ingresos del hombre aumentan en un 11%, y los de la mujer disminuyen en un 17%. Mieke Jansen,
el sociólogo que dirigió el estudio, comentó: “Para algunas mujeres es una situación muy difícil,
pues tienen que atender a los hijos, buscar empleo y lidiar al mismo tiempo con el trauma del
divorcio”. El periódico londinense Daily Telegraph informó que, según algunos abogados, dichos
factores “están haciendo que la gente se lo piense dos veces antes de divorciarse”.

En resumen: Si usted se divorcia, puede que sus ingresos se reduzcan. También existe la
posibilidad de que tenga que mudarse. Y si consigue la custodia de sus hijos, quizás le resulte difícil
ganarse la vida y cuidarlos debidamente (1 Timoteo 5:8).

“EL DERECHO NATURAL DE TODO NIÑO”

“Mi padre tuvo una aventura pasajera con su secretaria cuando yo apenas contaba con cinco años.
Papá y mamá acabaron divorciándose. Según el criterio de entonces, ambos cuidaron muy bien de
mí. Me tranquilizaban diciéndome que ellos ya no se amaban, pero que su amor por mí seguía
intacto. Y aunque mi padre se fue a vivir solo a un apartamento en el otro extremo de la ciudad,
ambos continuaron satisfaciendo mis necesidades materiales.
”Dos años después, mi madre volvió a casarse y nos fuimos a vivir en el extranjero. A partir de
entonces solo veía a mi padre muy de vez en cuando. En los últimos nueve años hemos estado
juntos apenas una vez. No lo tuve a mi lado mientras crecía, y a mis tres hijos —sus nietos— solo
los conoce por las cartas y las fotos que le he enviado. Ellos se han perdido la dicha de conocer a
su abuelo.

”Como hija de padres divorciados, crecí sin aparentes cicatrices. Pero en mi interior me sentía
furiosa, deprimida e insegura sin saber por qué. Desconfiaba de todos los hombres. No fue sino
hasta que pasé los treinta años que descubrí la raíz del problema con la ayuda de una amiga
madura. A partir de entonces empecé a corregir mi actitud hostil.

”El divorcio de mis padres me negó el derecho natural de todo niño: sentirse seguro y protegido.
El mundo es un lugar frío y espantoso, pero el núcleo familiar es como un lugar amurallado donde
el niño se siente cuidado y confortado. Si el núcleo familiar se hace pedazos, el muro protector
también se desmorona.” (Diane)

 2 El reto de criar a los hijos

“Para mí fue un verdadero trauma que mi esposo me hubiera sido infiel”, dice una mujer de Gran
Bretaña llamada Jane. “Pero lo que más me dolió fue que prefiriera abandonarnos.” Jane se
divorció de su marido. Actualmente sigue convencida de que tomó una buena decisión, aunque
reconoce: “Una de las dificultades que tuve que afrontar fue la de hacer de madre y padre a la vez.
Me costaba tomar todas las decisiones sola”.

Graciela, madre divorciada que vive en España, se vio ante una situación similar. “Me concedieron
la patria potestad de mi hijo de 16 años —explica—. Pero la adolescencia es una etapa difícil, y yo
no estaba preparada para criar sola a mi hijo. Estuve días enteros llorando. Sentía que no servía
como madre.”

Quienes comparten la custodia suelen toparse además con otro problema: el de negociar
cuestiones tan delicadas como los horarios de visita, la manutención y la disciplina. Christine, de
Estados Unidos, quien también es madre divorciada, dice: “No es fácil crear un ambiente de
colaboración con el ex. Hay muchas emociones envueltas, y si no se va con cuidado, uno podría
acabar valiéndose del hijo para conseguir lo que quiere”.

En resumen: Cuando es un juez quien determina los derechos de custodia, la decisión a veces


no es la que uno preferiría. Y en caso de custodia compartida, quizás su ex no sea lo
suficientemente razonable tocante a cuestiones como los horarios de visita y la manutención.

3 El efecto del divorcio en uno

A Mark, de Gran Bretaña, su mujer le fue infiel dos veces. “La segunda vez no fui capaz de vivir con
el temor de que lo volviera a hacer”, recuerda. Mark se divorció, pero se dio cuenta de que seguía
amándola. “Cuando alguien la critica pensando que así me ayuda,  en realidad me hiere —confiesa
él—. El amor no desaparece así como así.”
David, mencionado antes, también sufrió mucho cuando descubrió que su mujer mantenía una
relación con otro hombre. “Al principio no podía creerlo —dice—. Yo deseaba pasar mi vida entera
con ella y con nuestros hijos.” David optó por el divorcio, pero se ha quedado hundido en un mar
de dudas. “Me pregunto si habrá alguien que pueda amarme de verdad o si me sucederá lo mismo
en caso de que vuelva a casarme. Ya no me atrevo a confiar en nadie.”

Es normal que la persona que se divorcia experimente un torbellino de emociones. Por un lado,
puede que todavía ame a la otra persona, pues al fin y al cabo ambos fueron “una sola carne”
(Génesis 2:24). Pero por el otro, quizás esté resentida por lo que sucedió. Graciela, citada antes,
confiesa: “Incluso años después, una se siente confundida, humillada e inútil; recuerda momentos
felices de su matrimonio y piensa: ‘Él solía decirme que no podía vivir sin mí. ¿Me estaba
mintiendo? ¿Por qué dejó de amarme?’”.

En resumen: La ira y el resentimiento por lo que le hizo la otra persona a veces persisten durante
algún tiempo. Además, la soledad puede ser abrumadora (Proverbios 14:29; 18:1).

4 El efecto del divorcio en los hijos

“Fue horrible”, afirma José, padre divorciado que vive en España. “Y cuando me enteré de que el
otro hombre era nada menos que el marido de mi hermana, me quería morir.” José dice que a sus
dos hijos —de dos y cuatro años— también les afectó mucho lo que hizo su madre: “No podían
asimilar la situación. No entendían por qué su mamá y su tío estaban viviendo juntos, y por qué
nosotros tres habíamos ido a vivir con mi hermana y mi madre. Si tenía que salir para algo,
me  preguntaban: ‘¿Cuándo vas a regresar?’, o me decían: ‘¡Papi, no nos dejes!’”.

Como se ha visto, los hijos suelen ser las víctimas olvidadas del divorcio. Pero hay quienes dicen
que cuando los padres no se llevan bien, lo mejor para los hijos es que se divorcien. ¿Es cierto?
En los últimos años, ese criterio se ha cuestionado, especialmente cuando los problemas no son
demasiado graves. El libro The Unexpected Legacy of Divorce (Las inesperadas secuelas del
divorcio) declara: “A muchos padres que se ven atrapados en un matrimonio muy infeliz les
sorprendería saber que sus hijos aceptan la situación bastante bien. Con tal de que la familia esté
junta, a ellos no les importa si mamá y papá duermen separados”.

Los hijos sí se dan cuenta de los desacuerdos entre sus padres, y ese ambiente tenso puede
afectar su personalidad. Ahora bien, presuponer que el divorcio será automáticamente
beneficioso para ellos pudiera ser un error. “Parece que la cohesión que proporciona el
matrimonio, aunque este deje mucho que desear, ayuda a los padres a mantener las normas
consecuentes y equilibradas a las que los niños responden”, escriben Linda J. Waite y Maggie
Gallagher en su libro The Case for Marriage (Argumentos a favor del matrimonio).

En resumen: El divorcio puede perjudicar mucho a sus hijos, particularmente si usted


no contribuye a que mantengan una buena relación con su otro progenitor (véase el
recuadro  “Atrapada entre ambos”).
Aquí se han analizado cuatro factores que le convendría tomar en cuenta si está pensando en el
divorcio. Recuerde que la decisión de si se divorciará o no de su cónyuge infiel la debe tomar
usted. Pero prescindiendo de lo que opte por hacer, debe pensar en las consecuencias. Tenga
presentes los problemas que le sobrevendrán y prepárese para afrontarlos.

Tras examinar bien esta cuestión, puede que concluya que lo mejor es esforzarse por salvar su
matrimonio. Ahora bien, ¿es realista esa perspectiva?

^ Se han cambiado los nombres.

 “ATRAPADA ENTRE AMBOS”

“Mis padres se divorciaron cuando yo tenía 12 años. En cierto modo, para mí fue un alivio. Había
más paz y tranquilidad en la casa, pues ya no tenía que oír sus peleas. Aun así, experimenté
emociones encontradas.

”Después de su divorcio, yo quería llevarme bien con los dos, y me esforcé por permanecer lo más
neutral posible. Pero hiciera lo que hiciese, siempre me sentía atrapada entre ambos. Cuando
papá me decía que mamá me iba a poner en contra de él, yo tenía que asegurarle que no era así.
Mamá, por su parte, también se sentía muy insegura, pues temía que papá estuviera sembrando
cizaña entre nosotras. Llegó un momento en que, como no quería herirlos, ya no me sentía libre
de hablar con ninguno de los dos sobre cómo me afectaba toda aquella situación. Al poco tiempo
dejé de tocar el tema de su divorcio.” (Sandra)

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