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Ser una sirena es una actividad a tiempo completo porque

siempre hay algo que hacer en el fondo del océano, ya sea


divertirse con los peces, nadar hacia las profundidades,
cantar hermosas canciones o limpiar toda la basura que los
humanos dejan caer.
Clara, una sirena muy joven, estaba cansada de limpiar toda
esa basura que caía al fondo.
Entonces el niño dirigió su mirada al agua y pudo ver a la
sirena con su cabello color rojizo y sus grandes ojos
oscuros, que se encontraba cerca de la playa y parecía
estar muy molesta:
—Ho… Hola… ¿Quién eres? —Preguntó el pequeño, que se
llamaba Patricio.
—Yo soy Clara, la sirena. ¡Y tú estás ensuciando mi hogar y
no me gusta nada!
El niño miró hacia los lados para ver bien el mar esperando
encontrarse con alguna casa de sirena, pero solo veía la
playa vacía y el agua que traían las pequeñas olas.
—Pero yo no estoy en tu casa, yo estoy en la playa… —
Respondió el niño.
—Pues la playa y el mar son mi hogar, de todas las sirenas
y de muchos animales también, y esas chocolatinas que
lanzas ensucian nuestra casa. Aunque creas que lo dejas
en el suelo de arena, la marea más tarde se lo traga y nos
lo trae a nosotros. A ti no te gustaría que alguien lanzara
envoltorios de chocolatinas a tu casa, ¿verdad? Pues
entonces… ¿por qué lo haces la mía?
—Es que no sabía que era tu hogar… —respondió Patricio
un poco entristecido.
Entonces Clara le explicó al pequeño que ser sirena era
muy divertido, pero que estaba cansada de limpiar y
limpiar y limpiar toda la basura que llegaba al mar. Que no
era justo y que los humanos debían cuidar más el agua,
porque es un lugar muy bonito lleno de peces y grandes
misterios que se puede echar a perder.
—Creo que sé cómo te sientes —dijo después el niño—,
porque también me molesta mucho cuando me toca fregar
a veces los platos para ayudar en casa y, cuando estoy a
punto de terminar, me ponen más y más y más… y nunca
se termina.
Entonces el muchacho recogió el envoltorio de la
chocolatina y le prometió a Clara que nunca, nunca más
dejaría las chocolatinas en el suelo. Y también prometió
visitar la playa siempre que pudiera para ayudar a
limpiarla:
—Y siempre que vea a alguien dejando basura le hablaré
de cómo está ensuciando la casa de las sirenas, y que deje
de ser tan malo. —Dijo Patricio antes de que Clara volviera
a las profundidades.
Desde entonces la joven sirena y el muchacho son buenos
amigos y, siempre que Patricio va a la playa a limpiarla se
encuentra con Clara y hablan entre los dos de cómo son de
diferentes los mundos en los que viven. Y se sienten muy
felices por haberse conocido el uno al otro y es que, a fin
de cuentas, un amigo puede encontrarse en cualquier
parte y una gran enseñanza puede llegar también cuando
menos te lo esperes.

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