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Consumo Responsable

El consumo responsable es una forma de producir y consumir bienes o servicios de acuerdo a nuestras
necesidades reales, optando por opciones que favorezcan la sostenibilidad, la conservación del  medio
ambiente y la equidad social. Trata de fomentar el uso eficiente de los recursos, evitar la contaminación y
mejorar la calidad de vida de las personas, gracias a un consumo consciente.

El Consumismo Sostenible es Responsabilidad de Todos

Para cumplir con la Agenda 2030, hay que avanzar en los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS).
Precisamente, el objetivo número 12, trata de mejorar y difundir los modelos de producción y consumo
responsables.
Desde los gobiernos y las instituciones se debe sensibilizar a los consumidores y a los consumidores. Es
necesario invertir en ciencia y tecnología, dar ejemplo con una compra pública sustentable y promover una
movilidad ecológica. Las empresas deben transformar su forma de producir, hacia un modelo
más ético, justo y sostenible.
Ya que somos una sociedad de consumo y no podemos dejar de consumir, hagámoslo de forma sostenible.
Todos debemos hacer un uso eficiente de los recursos naturales y gestionar de forma ecológica los
residuos.
Nuestras decisiones como consumidores tienen impactos positivos o negativos. Si conocemos la
importancia y beneficios de reducir el consumismo, es más fácil no caer en malas tentaciones. 
Sé consciente de lo que necesitas. El consumo compulsivo es perjudicial. No compres por inercia. Toma el
control y elige sólo productos o servicios con atributos sociales y ambientales. Escoge alternativas de
consumo con impactos positivos.

Consejos para ser un Consumidor Responsable y Respetuoso con el Medio


Ambiente
1. No compres productos o servicios de empresas que durante su producción, contaminen
excesivamente y tengan impactos nocivos con el entorno.

Consumo Sostenible del Agua


2. No malgastes agua innecesariamente. Mucha agua se desperdicia sin ser consumida ni
aprovechada.
3. Cierra el grifo durante el tiempo de cepillado dental.
4. Dúchate: La ducha consume menos agua que la bañera.
5. Reduce la capacidad de tu cisterna. Quizás con menos agua es suficiente.
6. Usa aireadores en tus grifos.
7. No contribuyas en empresas que malgasten o contaminen agua.

Hábitos para Disminuir los Residuos


8. Reutiliza, repara, recicla y separa tus residuos.
9. Evita usar bolsas de plástico. Lleva contigo una bolsa reutilizable siempre.
10. Compra a granel. No compres productos que generen residuos innecesarios. Aprende a ser cero
residuos.

Hábitos para Ahorrar Energía


11. Usa bombillas de bajo consumo. Apaga las luces si no son necesarias.
12. Cuando tengas que encender el horno para cocinar, organízate para aprovechar el horno con otras
elaboraciones.
13. Evita consumir combustibles fósiles. Pásate a la energía renovable.
14. Abre las persianas durante el día para que entre la luz solar.
15. Cierra la calefacción de habitaciones que no utilizas.
16. Regula la temperatura del agua de tu caldera. Baja la temperatura del agua sin pasar frío.
17. No compres productos que para ser producidos precisen de un derroche de recursos.

Sistemas de Transporte Amigables


18. Si puedes ir a pie, es la forma más saludable.
19. Desplázate en bicicleta cuándo no es posible ir a pie.
20. Utiliza el transporte público si no puedes ir en bicicleta. O busca más opciones de movilidad
sostenible.

Hábitos para Ahorrar Alimentos


21. Deja de improvisar y planifica tus compras.
22. Come de forma sana.
23. Escoge alimentos locales y de temporada. Generan empleo y reducen emisiones.
24. Compra comida ecológica.
25. Evita el desperdicio de comida. Compra solo lo que vas a comer. Más a menudo y menos cantidad.
26. No descartes los productos frescos por su aspecto.
27. Llévate los productos que no consumas, en caso de comer fuera de casa.

Consumo Ético: Compra Responsable y Solidaria


28. Elige empresas que trabajen de forma responsable.
29. Apoya el comercio justo que respeten los derechos de los niños y las mujeres.
30. Acude a las tiendas de barrio al hacer tus compras.
31. Prioriza los productos y servicios locales de km 0.
32. Apúntate a un grupo de consumo local.

Consumo Crítico del consumidor consciente


33. Compara y reflexiona antes de comprar. Sé crítico con tus hábitos de consumo.
34. Fíjate en las etiquetas y lee la composición, como está hecho y su origen.
35. Si no sabes qué es un ingrediente, no lo compres.
36. Conoce los productos sostenibles y sus características.
37. Evita el consumo irresponsable. Opta por el comercio responsable con la Naturaleza. Considera el
impacto ambiental de los productos que compras.
38. Desconfía de los productos que se anuncian con propiedades y efectos increíbles o como soluciones
milagro de tus problemas.

La Banca Ética y Sostenible


39. Si te haces cliente de un banco ético, ayudarás al crecimiento y financiamiento de proyectos
y empresas verdes con valores.
40. Ten un consumo responsable de ropa. La moda sostenible está de moda.
41. Compra y comparte libros usados. Conoce el consumo sostenible de libros.
42. Compra objetos de segunda mano.
43. Usa papel reciclado si debes imprimir.
44. Colabora con causas solidarias.
45. Usa cosmética ecológica y natural.
46. Vive en una casa ecológica.
47. Escoge tecnología sin obsolescencia programada.
¿Qué es el consumo responsable y solidario?
Todas las personas consumimos. No cabe duda de que para vivir es necesario consumir; necesitamos
alimentos, calzado, ropa, transporte, servicios... La publicidad nos intenta convencer de que cuanto más
consumamos más felices seremos. Lo que no refleja –más bien oculta– son las repercusiones sociales y
medioambientales que tiene la producción de esos bienes y servicios que se nos incita a comprar. Es importante
pensar en cuáles son realmente las cosas que necesitamos, para efectuar un consumo responsable y no caer en el
consumismo.

El modelo económico actual se basa en la obtención del máximo beneficio económico a corto plazo. Las
personas y los recursos naturales quedan reducidos a meros factores de producción, para ser usados y desechados
según convenga, sin reparar en las graves consecuencias que tienen las injustas condiciones de trabajo, la
degradación del medio ambiente y la sobreexplotación de los recursos.

Este modelo es insostenible e inaceptable. Cada vez saltan más alarmas acerca de los graves problemas
ocasionados por este modo de producción y consumo: la creciente pobreza mundial, la explotación laboral –sobre
todo de la infancia y las mujeres–, la marginación de grandes grupos de población, tanto en los países del Sur como
dentro de los países del Norte –el llamado Cuarto Mundo–, la contaminación del medio ambiente, la
sobreexplotación de los recursos naturales, el calentamiento global, etcétera. Además de que sean situaciones
moralmente inaceptables, el modelo simplemente no resulta sostenible.

Aunque a veces parezca que la solución a estos problemas no está en nuestras manos, afortunadamente sí
tenemos la oportunidad de actuar. El mismo sistema nos da la posibilidad de incidir en él de forma positiva para
cambiar la situación. No debemos olvidar que la obtención de beneficios por parte de las empresas depende, en
última instancia, de ti y de mí: de quienes consumimos. Esto significa que, al ejercer un consumo responsable,
podemos contribuir a cambiar el modelo económico actual por otro que esté al servicio de las personas y respete el
medio ambiente.

Cada vez que optamos por consumir un bien o un servicio producido “éticamente”, contribuimos a un
cambio en el sistema de dos formas:

1.- Apoyando a las empresas que actúan de manera responsable. Es importante que las empresas que ya están
comprometidas con el consumo responsable tengan suficiente volumen de negocio para seguir operando y
contribuyendo a un cambio positivo.

2.- Enviando, a las empresas que no siguen prácticas éticas, el mensaje de que no consumiremos sus productos a
menos que cambien su modo de actuar.

Además de fijarnos en los productos que vamos a comprar, también es importante tener en cuenta a las
compañías que los producen. Hay empresas que sacan a la venta productos “ecológicos” o de “comercio justo” para
hacerse un lavado de cara, pero su forma global de actuar y el modo en que elaboran la mayoría de sus productos,
nada tiene que ver con el respeto al medio ambiente y a los derechos laborales, ni con un pago justo a quienes
producen las materias primas. Existen organizaciones internacionales que se dedican a estudiar el comportamiento
laboral, social y medioambiental de multinacionales y empresas de todo el mundo. Encontrarás algunas de ellas en
las referencias incluidas al final de esta introducción.

El consumo responsable y solidario consiste en afrontar nuestras necesidades con una mirada crítica y ética,
intentando que nuestras elecciones contribuyan a fomentar la justicia social y la conservación de la naturaleza.
“Consumo” se entiende en un sentido amplio que abarca no sólo las acciones “en la tienda”, sino en todos los
aspectos de nuestra vida, desde el uso que hacemos de los recursos en casa –agua, electricidad–, hasta nuestra
elección de banca e inversión.
Se trata no sólo del derecho a expresar nuestras preferencias y disconformidad con la manera de actuar de
las empresas, sino del deber que tenemos de implicarnos en la forma de funcionar de la economía y exigir que las
empresas actúen dentro de unos parámetros socialmente aceptables y ecológicamente sostenibles.

Puede parecer una tarea difícil y, ciertamente, implica un esfuerzo por nuestra parte, pero si incorporamos a
nuestro estilo de vida esta filosofía, a la larga se convertirá en una forma natural de actuar. Para ello lo primero es
tomar conciencia de las implicaciones sociales y medioambientales que tiene nuestro consumo cotidiano; después,
darnos cuenta de que realmente podemos contribuir a cambiar lo que nos parece mal con nuestras acciones diarias
y, finalmente, actuar en consecuencia. Por ejemplo, hace unos años toda la basura de casa la metíamos a una misma
bolsa; ahora, cada vez nos parece más normal separar el papel, el vidrio, el plástico y llevarlos a sus respectivos
contenedores.

Consideramos que el consumo responsable y solidario tiene tres aspectos básicos que se interrelacionan.
Dadas las amplias y complejas relaciones económicas, sociales y ecológicas, los tres aspectos que referimos a
continuación están siempre presentes en el consumo responsable. No se trata de tipos de consumo que se ejerzan
independientemente, sino de los tres ejes que, juntos, conforman el consumo responsable: consumo ético y crítico,
consumo solidario y consumo ecológico.

El consumo responsable se trata de comenzar a pensar hoy, qué consumimos, y cómo ello afecta al
ambiente y a nuestra salud, puede significar un verdadero cambio en nuestro estilo de vida. Se trata de tener una
ética del consumo, que nos permita hacernos cuestionamientos sobre el origen de los productos que consumimos:
¿Necesito lo que voy a comprar? ¿Cómo fue fabricado? ¿De qué manera voy a disponer los residuos que genere en
su consumo? Etc.

El consumo masivo se nos inculca mediante medios publicitarios y de comunicación desde temprana edad,
una de las inevitables consecuencias de la cultura “comprar, tirar, comprar” es la producción excesiva de residuos
que en la mayoría de los casos no son tratados y volverán al ambiente en forma de contaminación dañando aún más
los ecosistemas y los bienes naturales, los cuales ya son sobreexigidos por el modelo de producción de un sistema de
estas características. Sin embargo, es posible mediante estrategias educativas revalorizar el rol que tenemos en su
cuidado, en la preservación y en la contribución al daño causado, criticando las conductas y hábitos que nos hacen
partícipes de un proceso autodestructivo.

El consumo desmedido pone en riesgo especies animales, vegetales, el suelo, el agua, el aire, generando
cambios en los sistemas de vidas locales y el agotamiento de los bienes naturales, etc.

Desde la educación ambiental trabajamos para impulsar hábitos que posibiliten a toda la ciudadanía ser
responsable con los productos que se adquieren, evitando el consumismo y la generación de residuos, así
contribuiremos al cuidado de los bienes naturales y a educar a las futuras generaciones a consumir lo
verdaderamente necesario.

Consumo ético y crítico

El consumo ético y crítico es la columna vertebral del consumo responsable. Es la filosofía de consumo que
adoptamos. Se trata de que nuestros principios éticos de justicia social, respeto por el medio ambiente, la naturaleza
y los animales se vean reflejados en nuestro modo de consumir. Quizá el primer paso consista en replantearnos
nuestro estilo de vida y nuestras prioridades; discernir entre necesidades reales y consumismo y adoptar una actitud
de austeridad. No considerar el consumo como una forma de entretenimiento –ir de compras como actividad
lúdica–, sino el medio para satisfacer nuestras necesidades diarias. Esto incluye ocio y entretenimiento. El consumo
responsable no significa disminuir nuestra calidad de vida –entendiendo por esto nuestro nivel de satisfacción–, sino
adoptar una escala de valores que nos permita alcanzar el nivel de bienestar que deseamos, respetando las cosas
que nos importan. Para que nuestro consumo se avenga con nuestros valores éticos tendremos que realizar un
consumo crítico; es decir, buscar y exigir información acerca de las condiciones de elaboración –ecológicas y
sociales– de los productos y servicios, así como de la forma de actuar de la empresa en cuestión, y basar nuestras
decisiones en estos aspectos, no sólo en el precio o la marca. Existen medios de comunicación que se dedican
precisamente a informar sobre temas sociales y medioambientales, que son un importante apoyo para fomentar una
actitud crítica y formar un criterio propio ante tales cuestiones. El acceso a dichos medios puede ser de gran ayuda
para llevar a cabo un consumo más responsable y solidario.

Consumo solidario

Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2005 de la ONU, cada hora –sí, cada hora– mueren en el mundo
1.200 niñ@s; la gran mayoría por causas relacionadas con la pobreza.

Mientras tanto, “el ingreso total de los 500 individuos más ricos del mundo es superior al ingreso de los 416
millones más pobres”. Hay 2.500 millones de personas –el 40% de la población mundial– que viven con menos de
dos dólares al día y obtienen tan sólo el 5% del ingreso mundial. La contrapartida a esto es que el 10% de la
población más rica acapara el 54% del ingreso mundial.

Estas grandes polarizaciones no parecen lógicas en un mundo en que los avances tecnológicos son tan
rápidos, que resulta difícil mantenerse al día. Internet nos permite tener comunicación instantánea con lugares
remotos, y la evolución de los transportes y el comercio nos posibilita consumir productos procedentes de muy
diversos rincones del mundo.

Para una pequeña parte de la población mundial las fronteras parecen haber desaparecido, pero para la
mayoría de los habitantes del planeta se han alzado otras, tal vez invisibles, pero que suponen unas barreras mucho
más difíciles de vencer: pobreza, explotación laboral, condiciones de trabajo infrahumanas –sobre todo para la mujer
y la infancia–, marginación y exclusión social para quienes no se ajustan a los modelos establecidos.

Según la doctrina neoliberal imperante, el MERCADO es el encargado de lograr una óptima asignación de los
recursos, así que cualquier intervención estatal sólo provocará distorsiones en el orden “natural”. Ésta es una
manera muy cómoda de desentenderse de las injusticias que genera el sistema. El mercado rige todos los aspectos
de nuestra vida y todo queda supeditado a su dictadura. Bajo el neoliberalismo, la economía no es una disciplina al
servicio de la sociedad: es la sociedad la que está al servicio de la economía. El consumo solidario se preocupa por las
implicaciones sociales que hay detrás de un producto, servicio o empresa.

Gracias al actual orden económico internacional, en manos de los países ricos, las grandes empresas tienen a
su disposición todo el planeta para encontrar los factores de producción más baratos posibles. El que la mano de
obra sea más barata a costa de los derechos, la salud y la dignidad de quienes trabajan no importa. El hecho de que
el precio pagado por productos agrícolas –café, té, cacao, arroz...– a miles de familias campesinas no les permita
siquiera cubrir sus costes es simplemente consecuencia de la interacción de las fuerzas del mercado.

Sin embargo, los mismos países que defienden el libre comercio no practican lo que predican y mantienen la
protección de sus mercados en determinadas áreas que consideran estratégicas –principalmente la agrícola–. El
sistema de comercio internacional actual es a todas luces injusto: atiende sólo a los intereses de los países ricos, que
son los que imponen sus condiciones a los países pobres y actúan de la manera que mejor les conviene en cada
momento.

Las consecuencias negativas de este modelo económico no sólo se sufren en los países del Sur, sino que
también aparecen en los del Norte. Por una parte, nos encontramos condiciones laborales cada vez más difíciles y
derechos cada vez más frágiles: contratos temporales, facilidades para el despido, etcétera. Una vez más, la fuerza
laboral es simplemente un factor de producción que hay que aprovechar al máximo. El objetivo de la empresa es
obtener beneficios, no dar empleo ni mejorar las condiciones de vida de quienes trabajan en ella.

Por otra parte, hay colectivos excluidos y marginados que ni siquiera llegan a integrarse en la sociedad ni en
el mercado laboral, lo que les dificulta llevar una vida digna.

Frente a esta situación existen iniciativas que ofrecen alternativas e intentan implementar modelos de
trabajo en los que lo principal sean las personas, y en los que tengan cabida especialmente aquellas personas con
dificultades para integrarse en las empresas “tradicionales”.
Consumo ecológico

El consumo ecológico es, probablemente, el aspecto más conocido del consumo responsable. Se refiere a
tener en cuenta el impacto medioambiental del consumo en todas sus vertientes, desde “reducir, reutilizar y
reciclar” hasta la agricultura ecológica y las energías limpias.

La forma en que se halla estructurada la cadena de producción-consumo hace que las personas que
consumen el producto final se preocupen poco o nada por la forma en que éste llega a sus manos y menos por lo
que sucede con él una vez que lo han terminado de usar y lo desechan –aunque cada vez es mayor el reciclaje que se
hace de algunos materiales, todavía queda mucho camino por recorrer.

Los productos “están” en las tiendas y aparentemente nuestro consumo comienza cuando los compramos y
termina cuando tiramos a la basura los desperdicios. Sin embargo, la elaboración de todos esos productos exige
gastos de materiales, recursos naturales y energía que generalmente no vemos pero que, por su magnitud,
constituyen una gran amenaza para el planeta. Son los “residuos ocultos” detrás de nuestro consumo.

“Globalmente se estima que el 93% de los materiales utilizados para la producción de los bienes que
consumimos no se transforman en bienes de consumo sino en residuos”.1 Para “medir” esos residuos ocultos
generados en la producción se han creado diversos indicadores, que son realmente muy ilustrativos de lo que
implica nuestro consumo para el planeta y por qué es importante “reducir, reutilizar y reciclar” y buscar fuentes
alternativas de energía que no degraden el medio ambiente, así como formas de producción agrícola que sean
también respetuosas con el entorno.

Entre estos indicadores que mencionamos se encuentra la “huella ecológica”, que representa la superficie de
tierra y de agua que necesita una población para producir los recursos –energía y materias primas– que consume y
para absorber, o eliminar, los residuos que genera con la tecnología actualmente disponible. Se mide en hectáreas y
es una herramienta muy útil para contabilizar el consumo de recursos naturales que hace realmente cada país,
eliminando las ambigüedades ocasionadas por la deslocalización de la producción; es decir, se conocen los efectos
del consumo de cada país, sin importar que físicamente el deterioro de recursos naturales se haga en otra parte del
planeta.

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