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DE SU MADRE SANTÍSIMA
(La Primera Pascua de Jerusalem)
Según las visiones de la
Ven. Ana Catalina Emmerick
- Editado por Revista Cristiandad.org
y Editorial Surgite! -
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INDICE
Notas 91
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I
Jesús ayuna cuarenta días en el desierto
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trabajadores hasta la altura del monte donde estaba ese convento. He
visto que Santa Elena edificó muchas capillas en estos y otros santos
lugares. También levantó una capilla sobre la casa paterna de Ana, a
unas dos horas de Séforis, donde sus padres tenían otra casa. Me causa
mucha tristeza ver que estos santos lugares fueron devastados hasta
perderse el recuerdo de las iglesias y capillas allí existentes. Cuando
yo era niña e iba, antes del amanecer, por entre la nieve a la iglesia
de Koesfeld, veía todos estos lugares, muy claramente; y veía también
que a veces personas piadosas, para evitar que los soldados y guerreros
los devastaran, se interponían y se echaban al suelo delante de sus
espadas.
Las palabras de la Escritura: "Fue llevado por el Espíritu al
desierto", significan: "El Espíritu Santo, que había descendido sobre Él
en el bautismo (ya que Jesús como hombre dejaba que todo sucediese
en Él como tal), lo movió ahora a ir al desierto para prepararse a su
misión y a sufrir como hombre, delante de su Padre celestial".
Jesús oraba en esa cueva arrodillado, con los brazos extendidos a su
Padre celestial, para tener fuerza y consuelo en todos los sufrimientos
que le estaban reservados. Veía delante de Sí todos los futuros
sufrimientos y pedía fuerzas a su Padre para cada uno de ellos. Tuve en
esta ocasión cuadros de sus dolores y he visto que recibía fuerza,
constancia y mérito para cada uno de ellos. Una gran nube blanca,
del tamaño de una iglesia, se posó sobre Él y por cada una de sus
oraciones bajaban ángeles que tomaban forma humana; le honraban,
le daban ánimo, consuelo y promesa de ayuda. Conocí que Jesús pidió
aquí y consiguió para cada uno de nosotros toda ayuda, constancia,
victoria y consuelo en nuestras penas y tentaciones; que compró para
nosotros, con sus oraciones, el mérito y la victoria; que preparó allí
todo el mérito de las mortificaciones y ayunos; y que ofreció a Dios
Padre todos sus trabajos y padecimientos para dar mérito y valor a
todos los padecimientos y penas de espíritu de los que creerían en Él.
Conocí el tesoro que Jesús inst ituyó para la Iglesia y que se abrió en
los cuarenta días de su ayuno. Vi a Jesús sudar sangre en esta
oración.
Jesús bajó de nuevo de esta montaña hacia el Jordán, entre Gilgal y el
lugar del bautismo de Juan, que estaba más al Sur, como a una hora de
camino. Pasó "solo en una balsa el río, que era estrecho en este punto,
y caminó dejando a su derecha a Bethabara y varios caminos reales
que llevaban al Jordán. Seguía por senderos de montaña a través del
desierto, internándose entre el Este y el Mediodía. Llegó a un valle
que va hacia Kallirrohe, pasando un riachuelo, y se dirigió a una ladera
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de la montaña, más al Oeste, donde está Jachza, en un valle. En este
lugar habían los israelitas vencido al rey amonita Sichón. En esta
guerra había tres israelitas contra diez y seis enemigos; pero sucedió
un prodigio. Vino sobre los amonitas una tormenta y un ruido
espantoso, que los puso en fuga y los derrotó. Jesús estaba ahora sobre
una montaña muy agreste. Era todo aquí más salvaje que en la
montaña cercana a Jericó, que estaba como enfrente. Dista del
Jordán nueve horas de camino.
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II
Tentaciones interiores de Jesús
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si era su voluntad aún padecer por los hombres como hombre, como
había sido esta su voluntad cuando descendió de su Padre y tomó carne
en el seno de la Virgen. Como Jesús renovase de nuevo su
resolución, levantaron ante Él los ángeles una cruz muy grande cuyas
partes habían traído. Esta cruz tenía la forma que siempre veo y
constaba de cuatro partes, como veo también las prensas del vino. La
parte superior de la cruz, que se alzaba entre los dos trozos de madera
de los lados, estaba también aparte. Cinco ángeles llevaban la parte
inferior de la cruz, tres ángeles la parte superior, tres el brazo izquierdo
y tres el derecho; tres llevaban el pedazo de madera donde
descansaban los pies de Jesús; tres traían una escalera; otro un canasto
con sogas y utensilios; otro la lanza, la caña, los azotes, la vara, la
corona de espinas, los clavos, los vestidos de burla, y, en fin, todas
aquellas cosas que fueron causa de sus dolores en su pasión. La cruz-
era hueca, de modo que se podía abrir como un armario, y adentro se
veía toda clase de instrumentos de martirio. En medio de ella, donde
correspondía al corazón abierto de Jesús, se veía un entrelazamiento
de figuras de tormento con los más diversos objetos. El color de la
cruz era de sangre que conmovía. De este modo, todas las partes de la
cruz eran de diversos colores, con los cuales se podía conocer los
diversos dolores que debía padecer Jesús; y los rayos de estas partes
iban hacia la imagen del corazón, que estaba en el medio. En cada parte
había instrumentos diversos que indicaban futuros sufrimientos. Se veía
igualmente en esa cruz vasos con hiel y vinagre; otros con mirra y áloe,
que se usaron después de la muerte del Salvador. Había además
adentro una cantidad de bandas como cintas, del ancho de la mano, de
diversos colores, donde había grabadas varias formas de padecimientos
y dolores. Los diferentes colores denotaban distintos grados y maneras
de oscuridad y tinieblas que debían ser iluminadas y transparentadas
por los dolores de Jesús. De color negro aparecía lo que se daba por
perdido; pardo lo que era triste, duro, seco, mezclado y sucio; de color
rojo aparecía lo que era pesado, terrenal, sensual; y de color amarillo lo
muelle, demasiado delicado! y cómodo. Había algunas bandas, entre
amarillas y coloradas, que tenían que ser emblanquecidas e
iluminadas. Había también otras bandas blancas, de un blanco de
leche, con escrituras luminosas y transparentes. Esto significaba lo
ganado, lo vencido, lo completado y perfeccionado. Estas bandas eran
como señales y representaciones, la cuenta de todos los trabajos y
dolores que Jesús tenía que sobrellevar en su carrera mortal, con sus
discípulos y con los hombres. También se le presentaron al Señor
todas aquellas personas que más le debían hacer sufrir: la
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obstinación de los fariseos, la traición de Judas y la crueldad de los
judíos durante los dolores de su pasión y muerte. Todas estas cosas las
desarrollaban los ángeles delante de la vista de Jesús con mucha
reverencia y en cierto orden, como procedería un sacerdote en sus
ceremonias; y cuando todo este aparato de dolores le fue presentado,
he visto a Jesús, y a los ángeles con Él, derramando lágrimas.
Otro día vi que los ángeles representaban a Jesús la ingratitud de los
hombres, las dudas, las burlas, las traiciones y negaciones de amigos y
enemigos, hasta su amarga muerte y aún después; y todo lo que de sus
dolores y penas se perdería para los hombres. Le mostraron también lo
que se ganaba, para su consuelo. Todo esto se representaba en cuadros
y vi a los ángeles señalando esos cuadros y representaciones. En todas
estas representaciones yo veía la cruz de Jesús, como siempre, de
cinco clases de maderas, con los brazos encajados adentro, con las
cuñas debajo y un madero para descanso de los pies. El pedazo de
madera para poner el título lo vi añadido arriba, porque no había
espacio sobre la cabeza para ponerlo. Este trozo de madera estuvo
sobrepuesto, como una tapa sobre un costurero.
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III
Jesús tentado por Satanás
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