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LA FE Y EL
Naturaleza y necesidad de la fe: Fe es la virtud por la que asentimos firmemente a las verdades que Dios
ha revelado. Esta fe es un conocimiento:
• necesario para alcanzar la salvación (Heb. 11 6.), ya que el fin que Dios ha designado al hombre para su
felicidad supera la agudeza de su inteligencia, y por eso le era necesario recibir de Dios este conocimiento;
• firme, de modo que ninguna duda pueden tener los fieles de las cosas reveladas por Dios.
Qué es el Credo: El Credo es la fórmula de fe cristiana compuesta por los Apóstoles para que todos los
cristianos piensen y confiesen la misma creencia. Lo primero, pues, que deben creer los cristianos, son
aquellas cosas que los Apóstoles, inspirados por el Espíritu Santo, pusieron distintamente en los doce
artículos del Credo. Los Apóstoles llamaron «Símbolo» a esta profesión de fe porque servía de señal y
contraseña con que se reconocían los verdaderos cristianos y se distinguían de los falsos hermanos
introducidos furtivamente y que adulteraban el Evangelio. El Credo nos enseña lo que como fundamento y
suma de la verdad debe creerse:
• sobre la unidad de la divina esencia;
• sobre la distinción de las tres Personas;
• sobre las operaciones que a cada una de ellas se atribuye por alguna razón particular, a saber: la obra de
la Creación a la persona de Dios Padre, la obra de la Redención humana a la persona de Dios Hijo, y la
obra de la Santificación a la persona de Dios Espíritu Santo. Todo ello nos lo enseña en doce sentencias o
«artículos».
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CAPÍTULO I:
DE LOS 12 ARTÍCULOS DEL SÍMBOLO
I. Qué contiene el Símbolo. La doctrina de tan alto misterio está brevemente comprendida en el Símbolo
de los Apóstoles.
II. Partes de que consta el Símbolo. Según observaron nuestros mayores que con toda piedad y
diligencia se ocuparon de este estudio, de tal manera está distribuido el Símbolo en tres partes, que en la
primera se trata de la primera Persona, de la naturaleza divina y la obra maravillosa de la creación; en la
segunda de la segunda Persona, y del misterio inefable de la redención humana; y en la tercera, de la
tercera Persona, origen y fuente de nuestra santidad.
Con estas palabras se expresa: • la fe en Dios Padre, primera Persona de la Trinidad; • su poder
omnipotente, con que creó el cielo y la tierra, y todo cuanto contienen; • su providencia, que conserva y
gobierna lo creado; • el sumo afecto y piedad por el que debemos tender hacia El cómo al bien sumo y
perfectísimo.
«Creo» Creer no significa «pensar», ni «juzgar», ni «opinar», sino dar un asentimiento certísimo por el que
el entendimiento adhiere firme y constantemente a Dios y a las verdades y misterios que Él le manifiesta.
Por lo tanto, la fe es un conocimiento certísimo, pues, aunque los objetos que la fe nos propone para creer
no se vean, no por eso nos deja dudar sobre ellos.
«En Dios»
1º La excelencia de la fe se manifiesta en que nos concede el conocimiento de la cosa más sublime y
más digna de ser deseada, a saber, Dios. Sin embargo, el conocimiento que la fe nos da sobre Dios difiere
mucho del que nos da la razón.
2º Es preciso confesar, ante todo, que Dios es uno solo, y que no hay muchos dioses. Pues Dios es
sumo y perfectísimo, y lo que es sumo y perfectísimo no puede hallarse en muchos a la vez.
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«Padre» La fe cristiana confiesa a Dios: uno en naturaleza, sustancia y esencia; pero a la vez trino, como
se deduce de la presente palabra, «Padre». Dios es llamado «Padre» por varias razones
«Omnipotente»
1º este atributo conviene muy especialmente a la esencia divina. Entendemos por esta omnipotencia que
nada hay de perfecto, ni nada se puede pensar ni imaginar, que no pueda Dios hacer. Sin embargo, Dios
no puede mentir, o engañar, o pecar, o morir, o ignorar algo, porque estas acciones son propias de la
naturaleza imperfecta y débil, mientras que Dios es infinitamente perfecto y tiene el sumo poder.
2º Este artículo sólo nos propone para creer el atributo divino de la omnipotencia, por varias razones:
• porque este atributo engloba en cierto modo todos los demás, así, al decir que Dios todo lo puede,
reconocemos también que tiene conocimiento de todas las cosas, y que todo está sujeto a su poder y
dominio; • para confirmar nuestra fe: sabiendo que Dios todo lo puede, creeremos todos los misterios que
nos revele • para confirmar nuestra esperanza: todo podemos esperarlo de Dios, ya que El todo lo puede;
y se ha de tener muy presente esta verdad de fe cuando le pedimos por la oración algún beneficio (Mt. 17
19; Sant. 1 6 y 7.)
3º Adviértase, sin embargo, que la creación es obra común de las tres divinas personas, pues la
Sagrada Escritura afirma que la creación es también obra del Hijo (Jn. 1 3.) y del Espíritu Santo (Gen. 1 2;
cf. Sal 32 6.). Sin embargo, se atribuye especialmente al Padre por ser la fuente de todo principio, como
atribuimos la sabiduría al Hijo y la bondad al Espíritu Santo, a pesar de que la sabiduría y la bondad sean
también comunes a las tres divinas personas.
1º Creador. Dios creó el mundo: • no de materia alguna, sino de la nada; • no obligado por necesidad
alguna, pues siendo feliz por Sí mismo, de nada necesita; sino por voluntad suya libre
2º Por cielo y tierra debe entenderse todo lo que en ellos se encierra (Sal. 88 12.), toda criatura, lo visible
y lo invisible, esto es, el mundo material y el mundo espiritual o angélico.
3º Las cosas creadas por Dios no pueden subsistir, después de creadas, sin su virtud infinita. Por eso
mismo, Dios está presente a todas las cosas creadas por su Providencia, conservándolas en el ser con el
mismo poder con que las creó al principio, sin lo cual volverían a la nada (Sab. 11 26.). [22] En esta
providencia, Dios no impide la acción de las causas segundas, sino que, previniendo su acción, se sirve de
ellas, ordenándolo todo con fuerza y con suavidad (Sab. 8 1.).
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CAPÍTULO II
DEL 1° ARTÍCULO DEL SÍMBOLO
Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra.
I. Significado de estas palabras. Creo ciertamente y sin ninguna duda confieso a Dios Padre, es a
saber, a la primera persona de la Trinidad, que con su infinito poder hizo de la nada el cielo, la tierra y todo
cuánto contienen, y que después de creado lo conserva y gobierna. Y no solamente creo en él de corazón
y le confieso de boca, mas también le deseo y anhelo con suma ansia y piedad, como a sumo y
perfectísimo bien.
Esta es una breve declaración de este primer Artículo. Mas, porque casi todas las palabras contienen
grandes misterios.
He aquí varias de las formas con que algunas Iglesias particulares expresaban su fe sobre los principales misterios
de nuestra santa religión:
Forma de la Iglesia Romana
Forma de la Iglesia de Aquileya
Forma de la Iglesia de Ravena
Forma de la Iglesia de África
Forma de la Iglesia de España
Forma de la Iglesia de las Galias
Otra forma entre la española y la francesa
Forma de la Iglesia de Antioquía
Símbolo Niceno
En todas ellas se hace mención explícita de las tres Personas de la Santísima Trinidad. En todas se atribuye la
omnipotencia al Padre; la obra de la redención al Hijo, y después de confesar la existencia del Espíritu Santo, casi
inmediatamente se pone la obra propia de la tercera Persona, esto es, la remisión de los pecados. En todas se
mencionan los doce artículos que forman el Símbolo Apostólico, excepto en la forma Romana, y; en la de Aquileya,
en las cuales nada se dice de ―La vida perdurable.
La Comunión de los Santos, que forma parte del artículo noveno, solamente la hallamos explícita en la profesión de
la fe de la Iglesia Gálica. Tan sólo en la forma de la Iglesia de África y en la Gálica se atribuye la creación al Padre;
en las otras no se menciona. Todas llaman a Jesucristo Señor Nuestro en el art. II, excepto la Iglesia Gálica. Las
formas Romana, Aquileya y Africana nada dicen del descenso de Jesucristo a los infiernos. Los artículos III, VI, VII,
VIII, X y XI expresan las mismas verdades y casi con las mismas palabras.
II. Qué significa la palabra Creo. Esta palabra creer no significa aquí lo mismo que pensar, sentir u
opinar, sino, como enseñan las santas Escrituras, tiene fuerza de un certísimo asentimiento, con que la
mente cree firme y constantemente a Dios que revela sus misterios.
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IX. Ha de confesarse que no hay más que un solo Dios.
Debemos confesar la existencia de un solo Dios, no de muchos, porque como atribuimos a Dios una
bondad y perfección suma, es imposible que lo que es sumo y perfectísimo se halle en más de uno, y todo
aquel a quien falta algo para ser sumo, desde luego es ya imperfecto, y, por consiguiente, no le conviene
la naturaleza y ser de Dios.
“Escucha, oh Israel: El Señor Dios nuestro, es el solo y único Dios y Señor”. “No tendrás otros dioses
delante de mí”. Además de esto, nos avisa por el Profeta muchas veces: “Yo soy el primero, y yo el
último, y fuera de mí no hay otro Dios”. “Uno es el Señor, una la fe, uno el bautismo”.
Ni nos debe extrañar que algunas veces las Santas Escrituras llamen con el nombre de Dios a las
criaturas; para dar a entender, con un modo acostumbrado de hablar, alguna virtud o ministerio excelente
que Dios les concedió graciosamente.
Y así cree y confiesa la fe cristiana que Dios es uno en naturaleza, sustancia y esencia. De tal modo
entiende ser Dios uno, que venera la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad.