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Catedrático Estudiante: Asignatura: Código de Estudiante Tema: Sede: Fecha
Catedrático Estudiante: Asignatura: Código de Estudiante Tema: Sede: Fecha
Asignatura: Administración I
El caso de la hija del jefe Relataré un caso real de una experiencia personal con un dilema ético. Yo era una directiva en una
organización importante de servicios. Un día el director general, que también era presidente del consejo, me preguntó por teléfono
si había recibido la solicitud de su hija para una vacante. Le dije que sí, pero fuera del plazo. Entonces él dijo: “No vas a permitir
que se excluya a una candidata en toda regla sólo por haberla recibido fuera de plazo.” Y añadió enseguida: “Pero no quiero influir
en tus decisiones.”
Al colgar el teléfono repetí mentalmente la conversación y sopesé las posibles consecuencias. Más tarde, ese mismo día, el
presidente del sindicato, que medraba con cualquier turbulencia, pidió verme. Pese a que le ofrecí una silla, prefirió permanecer de
pie junto a la puerta que había cerrado y dijo: “Acabo de enterarme de que la hija del jefe ha solicitado ocupar la vacante. No va
usted a considerarla, ¿verdad? Ella trabajó aquí hace años, y hubo problemas. Va a haber jaleo si se la vuelve a contratar.” Y
agregó sonriendo: “Sólo quería que lo supiese para ayudarle.” Y se marchó. ¿Qué haría usted en una situación como la descrita?
Yo sólo sabía que quería hablar con alguien, pero ¿con quién? Me dije: “Piensa bien todo lo que has oído de ambas partes para
determinar dónde está la verdad, para definir qué es lo justo.” Intenté separar todas las alternativas y decidir quién resultaría
afectado por lo que yo hiciera.
A su juicio, incluso sin conocer la organización a fondo, ¿qué grupos o personas podrían resultar afectados por mi decisión? En la
situación que se estaba desarrollando en torno a la solicitud de la hija del jefe, hubo que revisar las opciones y tratar
desesperadamente de decidir qué era lo justo y lo correcto. Por supuesto, yo también era parte implicada. ¿Qué precio había que
pagar por la decisión final? ¿Debía respetar la fecha del plazo? Después de todo, ¿era totalmente inamovible? ¿Era ella la mejor
candidata? ¿Era mejor que los demás candidatos? ¿Qué historial tenía en la organización? ¿Había registros? ¿Eran completos e
imparciales? ¿Se me estaba presionando? ¿Quién lo hacía? ¿Aparecería yo como un peón del sindicato? ¿Del jefe? ¿Qué nuevos
problemas acarrearía mi decisión? ¿Qué precedentes estaría sentando?
Mi mente daba vueltas mientras las preguntas se agolpaban una tras otra. Me dolía la cabeza y me invadía la preocupación.
Dedicaba tiempo y energías a tratar de decidir qué hacer. El problema era no saber en quién podía confiar para hablar sobre los
pros y los contras, o quién podía ver más consecuencias de largo alcance que yo. En un momento dado, estaba segura de lo que
debía hacer y un minuto después se me ocurría otra cosa. ¿Estaba sopesando qué era lo mejor para la organización o qué era lo
mejor para mí? ¿Estaba sopesando lo que era mejor para los candidatos? ¿Y si lo que era mejor para los candidatos era también
lo mejor para la organización? Me llevé el problema a casa; dormí mal y estaba irritable. De vuelta a la oficina, otras tareas
quedaron relegadas, no tenía paciencia con los otros asuntos de la empresa. En esencia, estaba enfadada y me sentía
amenazada; no obstante, sabía que tenía una responsabilidad ante la organización. De modo que, si ha eludido la pregunta acerca
de sus sentimientos durante el proceso de resolver el dilema que está afrontando, vuelva a ella ahora y recuerde lo que sintió
durante el proceso de decidir. Si se sintió estimulado ante el reto, le felicito, pero lo más probable es que se haya sentido vacío. Así
me sentía yo mientras barajaba las posibles opciones y consecuencias durante ese lapso de 36 horas.
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