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El Parlamento inglés es una de las obras más conocidas de la arquitectura neogótica inglesa
Todo el siglo XIX asistirá a una serie de crisis estéticas que se traducen en los movimientos llamados
historicistas: bien por el hecho de que las innovaciones tecnológicas no encuentren en aquella
contemporaneidad una manifestación formal adecuada, bien por diversas razones culturales y contextos
específicos, los arquitectos del periodo veían en la copia de la arquitectura del pasado y en el estudio de
sus cánones y tratados un lenguaje estético legítimo.
El primero de estos movimientos fue el ya citado Neoclásico, pero también va a manifestarse en la
arquitectura neogótica inglesa, profundamente asociada a los ideales románticos nacionalistas. Los
esfuerzos historicistas que tuvieron lugar principalmente en Alemania, Francia e Inglaterra por razones
ideológicas, vendrían más tarde a transformarse en un mero conjunto de repertorios formales y
tipológicos diversos, que evolucionarían hacia el Eclecticismo, considerado por muchos como el más
decadente y formalista de entre todos los estilos historicistas.
La primera tentativa de respuesta a la cuestión tradición x industrialización (o entre las artes y los oficios)
se dio con el pensamiento de los románticos John Ruskin y William Morris, proponentes de un movimiento
estético que fue conocido justamente con el nombre de Arts & Crafts (cuya traducción literal es "artes y
oficios"). El movimiento propuso la investigación formal aplicada a las nuevas posibilidades industriales,
viendo en el artesano una figura a destacar: para ellos, el artesano no debería extinguirse a causa de la
industria, sino hacerse su agente transformador, su principal elemento de producción. Con la disolución
de sus ideales y la dispersión de sus defensores, las ideas del movimiento evolucionaron, en el contexto
francés, hacia la estética del Art nouveau, considerado el último estilo del siglo XIX y el primero del siglo
XX.
Arquitectura historicista
Las casas del parlamento británico y el reloj que contiene el famoso Big Ben representantes de ese
neogótico británico vistos desde el río Támesis
El historicismo desarrollado en el siglo XIX concentraba todos sus esfuerzos en recuperar la arquitectura
de tiempos pasados. Se trataba de imitar estilos arquitectónicos de otras épocas incorporándole algunas
características culturales de ese siglo mientras que la arquitectura ecléctica se dedicaba a mezclar estilos
para dar forma a algo nuevo. Podemos destacar diversas corrientes como las neobizantinas, neoárabes,
neobarrocas... aunque la que más auge tuvo fue la neogótica practicada en la Islas Británicas que se
basaba, como bien indica su nombre, en un nuevo gótico resucitado. Entre las edificaciones realizadas
según este estilo destaca el Parlamento Británico, proyectado por A.W. Pugin (1812-1852) y Charles
Barry (1795-1860). También tuvieron mucha importancia algunas variantes orientales, como el neogótico-
indio, dentro del cual podemos destacar como ejemplo el Pabellón Real de Brighton, obra de John Nash
(1752-1835). En España, destacó la corriente neomudéjar, como expresión de un estilo propio y nacional.
Arquitectura historicista en Iberoamérica
Debido a ese nacionalismo que sacó a escena el Romanticismo observamos en las artes
iberoamericanas de finales del XIX el afán por encontrar la "identidad nacional". En cuanto a la
arquitectura esto tuvo su reflejo gracias al historicismo. La arquitectura historicista en Iberoamérica intentó
imitar la arquitectura prehispánica y reinterpretarla siguiendo los cánones contemporáneos de la época.
Arquitectura ecléctica
La arquitectura ecléctica, toma sus raíces en la arquitectura historicista. Si la arquitectura historicista se
dedicaba más a imitar las corrientes de la antigüedad (como la grecorromana) y a incorporarles
características de otras culturas, la arquitectura ecléctica se dedica principalmente a la combinación de
corrientes arquitectónicas. Así, su característica principal es la de combinar dos o más estilos
arquitectónicos en una nueva estructura, que a su vez, resulte algo nuevo , con características de las
corrientes que toma, pero con otras nuevas.
Introducción: La arquitectura del siglo XIX es una arquitectura urbana. En este siglo las ciudades crecen
vertiginosamente. Londres, por ejemplo, pasa de un millón de habitantes a finales del XVIII a casi dos
millones y medio en 1841. Además, nacen nuevos núcleos urbanos en lugares situados cerca de las
fuentes de energía o de materias primas para la industria. La revolución industrial iniciada en el siglo XVIII
en Inglaterra se difunde a Europa y a los Estados Unidos de América. La industrialización crea la
necesidad de construir edificios de un nuevo tipo (fábricas, estaciones de ferrocarril, viviendas, etc.) y
demanda que éstos sean baratos y de rápida construcción; al mismo tiempo aporta soluciones técnicas a
las nuevas necesidades. Por esta razón, desde el siglo XIX, la arquitectura y el urbanismo van
indisolublemente ligados a la industrialización.
Sin embargo, no se puede hablar de uniformidad en los estilos y las soluciones arquitectónicas y
urbanísticas, sólo de algunas constantes: tecnificación de las soluciones, empleo de nuevos materiales
como el hierro colado, vidrio, cemento -éste a finales de siglo- y tendencia al funcionalismo. Al lado de
estos datos que reflejan el empuje de la “modernidad”, hay que recordar que la nueva realidad no es del
gusto de todos y, frente al triunfo del maquinismo y de la técnica, se elevan las voces que reclaman un
retorno al orden anterior. En arquitectura estas reivindicaciones se concretarán en los estilos revival.
La ciudad decimonónica
La nueva ciudad se caracteriza por la separación entre barrios burgueses (céntricos, con grandes
avenidas y núcleos comerciales elegantes) y barrios obreros (con viviendas miserables, a menudo no
urbanizadas, insalubres), por la importancia creciente de las vías de comunicación interna y por la
aparición de nuevos edificios -las fábricas- con sus sórdidos alrededores. La ciudad decimonónica, en
definitiva, es un fiel reflejo de la nueva estructura social.
Aunque las ciudades se planifican -o se planifican sus ampliaciones y remodelaciones, cuando son
antiguas- respetando estrictamente los privilegios de la burguesía, que es la clase dominante, las
aspiraciones y demandas obreras también se reflejan en el urbanismo decimonónico; en este sentido,
ejerció una especial incidencia el llamado pensamiento utópico.
París se remodela siguiendo los proyectos de George-Eugène Haussmann. Se abren grandes avenidas
que desmiembran los barrios populares del centro y lo comunican con el exterior con estaciones
ferroviarias, carreteras… El tráfico y la circulación son los elementos organizativos de la ciudad.
También se remodelan Bruselas, Viena y Londres. Madrid conserva el centro histórico, al que se añade
un ensanche diseñado por Carlos María de Castro. A finales del XIX, Arturo Soria y Mata urbaniza un
barrio de Madrid con su proyecto de la Ciudad lineal.
En 1860, Barcelona aprueba el proyecto del ingeniero Ildefonso Cerdá. Se conserva el casco antiguo, que
se articula con la ciudad nueva o Ensanche mediante anchos ejes viarios. El Ensanche de Cerdà recoge
algunas de las ideas de los utópicos. Se organiza en manzanas uniformes en cuanto a tamaño, pero con
formas y tipologías distintas; grandes avenidas, que siguen funcionando en la actualidad, conectan
rápidamente todas las zonas de la ciudad. Los servicios públicos (hospitales, cuarteles, plazas, iglesias,
mataderos, etc.) se integran en la retícula del Ensanche y son de cómodo acceso para los habitantes de
la ciudad. Ildefonso Cerdá es considerado uno de los urbanistas más importantes del mundo.
Los estilos históricos
Existe en el XIX un retorno a la estética del pasado; de hecho, el neoclasicismo del XVIII ya fue una
primera manifestación de esta tendencia.
Se habla de revival porque se construye a imitación de las antiguas arquitecturas egipcia, india, china,
romántica o gótica. Pero no siempre de manera unitaria, sino que se toman elementos de una y otra
añadiéndolos a edificios que poco tienen que ver con los modelos antiguos.
Mientras que muchas de estas obras son deplorables, otras tienen un notable interés, como la decoración
exterior neogótica del Parlamento de Londres. John Ruskin, teórico inglés, defiende una síntesis entre la
belleza antigua, para él encarnada en el gótico, y al tecnología del momento: las estructuras deben ser
modernas; la decoración, gótica.
En Francia Eugène Viollet-le-Duc restaura importantes monumentos góticos como Notre-Dame de París,
las catedrales de Reims y Chartres o reconstruye ciudades enteras -Carcasona-. Como fruto de su
riguroso estudio de las estructuras góticas, propugna la aplicación de las soluciones que este arte aportó,
pero a partir de los materiales y las técnicas que ofrece el siglo XIX.
La arquitectura del hierro y los nuevos materiales
A finales del siglo XVIII se utiliza en algunas construcciones el hierro colado, que se obtiene por fusión: el
puente Coalbrookdale, construido en 1777 por T,. F. Pritchard) o el Teatro Francés de París, de 1789,
obra de V. Louis. El hierro sustenta grandes cargas. Al mismo tiempo, se desarrolla la producción de
vidrio en cantidad y variedad.
El hierro y el cristal se complementan puesto que permiten construir edificios que sean a la vez grandes y
ligeros, transparentes. Son respuestas a las nuevas necesidades: puentes de amplio tendido, edificios de
varias plantas que necesiten estar despejadas, como las naves de las fábricas, mercados, estaciones de
ferrocarril, etc.
La máxima expresión de la arquitectura del hierro son las construcciones para las exposiciones
universales. El Palacio de Cristal de Londres (obra de Joseph Paxton, de 1851) es una construcción-
esqueleto a partir de elementos prefabricados en serie. Este tipo de construcciones “por piezas” se
pueden montar y desmontar, trasladar e instalar en otra ubicación. El Palacio de Cristal se construyó en
menos de seis meses con 70.000 m2 de superficie; lo sustentan 3.300 columnas de hierro, con 2.224
travesaños y 300.000 láminas de cristal. Esta construcción es un antecedente de lo que será la
arquitectura del siglo XX.
Se inicia la colaboración entre arquitectos e ingenieros, como en el Halle aux Blés, aunque la formación
que se da a ambos tipos de profesionales es muy distinta; los primeros deben pensar en términos
estéticos; los segundos, en términos técnicos. Con Henri Labrouste, que construye la Biblioteca de Sainte
Geneviève de París, se concilian las dos orientaciones,. Se trata del primer edificio público construido con
hierro fundido y hierro forjado desde los cimientos hasta la cubierta. Sin embargo, aún se “enmascara” el
edificio con fachadas de estilos clásico; lo mismo sucede en su Biblioteca Nacional de París.
El Palacio de la Industria, de París (1855), construido también para una exposición universal, supera con
creces la obra de Paxton, pues tiene un cuerpo central de 48 metros de luz. En 1889 sorprende la Galería
de las Máquinas, edificado así mismo para una construcción.
La obra más conocida de la construcción mecánica fue la Torre Eiffel. Al contrario que otras torres, no fue
desmontada y se ha convertido en un símbolo con sus trescientos metros de altura, toda ella hecha con
piezas prefabricadas y con cálculos precisos relativos a la dilatación térmica y a la fuerza del viento.
La escuela de Chicago
En los Estados Unidos se opta por una arquitectura utilitaria y racionalista. La ciudad de Chicago es
destruida por un incendio en 1871, lo que obliga a levantarla de nuevo. Se produce una gran
especulación sobre los solares, ya que Chicago es una ciudad floreciente y ello suscita una gran
demanda de construcciones. La solución que se adopta es la construcción en vertical: muchos pisos
elevados sobre una planta reducida. Nace así el rascacielos, cuya estructura será metálica y permitirá la
ubicación de ascensores. El primer rascacielos es de 1864.
La escuela de Chicago está integrada por un conjunto de arquitectos que proponen soluciones similares:
estructuras metálicas revestidas según la función del edificio; las ventanas pueden ser tan grandes como
se quiera y el muro de carga deja de tener sentido. El representante más importante de la escuela de
Chicago es Louis Sullivan (Auditorio de Chicago).
El modernismo
Es un movimiento estético internacional que se manifiesta en todos los campos creativos. En arquitectura
representa el paso de la arquitectura decimonónica a la arquitectura del XX.
Se le conoce con diversos nombres como Art Nouveauen Francia, Modern Style en Inglaterra, Jugendstil
en Alemania y Sezessionstil en Austria.
El modernismo parte de un doble rechazo, del academicismo y de la fealdad del mundo industrial. Por
esta razón, es un estilo muy decorativo, y a veces es sólo eso, aunque los grandes arquitectos
modernistas aportan soluciones innovadoras a los problemas constructivos, por ejemplo el concepto
global de edificio o el uso de los elementos estructurales como decorativos.
Los motivos decorativos del modernismo, que son los que a primera vista llaman la atención, se inspiran
en la naturaleza: líneas curvas, ondulantes, arabescos, flores, árboles, hojas, ramas, olas, algas, libélulas,
mariposas, pavos, cisnes y, siguiendo la tónica decimonónica dominante que identifica la mujer con la
naturaleza, el cuerpo femenino.
Bruselas fue uno de los grandes centros del modernismo. Victor Horta y Henry Clemens van de Velde son
los abanderados de la ruptura con el historicismo; éste último fue además uno de sus mejores teóricos y
fundó la primera gran escuela de diseño moderno.
En Escocia Charles Rennie Mackintosh conjuga también arquitectura y diseño (el modernismo se
pretende globalizador).
Otto Wagner es el líder del movimiento “secesionista” en Viena; Joseph Maria Olbrich fue su discípulo
más aventajado.
En España la arquitectura modernista triunfa sobre todo en Cataluña, con arquitectos como Domènech i
Montaner o Puig i Cadafalch.
Antoni Gaudí, siendo modernista y el arquitecto más importante del momento, no se ciñe por entero a los
rasgos generales del modernismo, y ello es debido a su originalidad. Se inicia en la arquitectura de revival
con obras neomudéjares o neogóticas. Su estudio de las estructuras góticas le hace avanzar en la
búsqueda de nuevas soluciones constructivas globalizadoras. La Casa Batlló, la Casa Milà (conocida
como La Pedrera), el Parque Güell y la inacabada Sagrada Familia, todas ellas en Barcelona, son sus
obras más destacadas. Gaudí rompe con la concepción ortogonal de los espacios; incluso las
habitaciones de las viviendas que construye son curvilíneas, usa el arco parabólico, construye fachadas y
cubiertas ondulantes y las columnas se inclinan en lugar de mantener la verticalidad.
Formalmente el siglo XIX comprende los años situados entre 1801 y 1900, ambos inclusive. No obstante,
el uso popular le ha dado el significado de los años 1800-1899. Es llamado "siglo de la emancipación de
los pueblos".
El adjetivo para referirse a las cosas de este siglo o relacionadas con él es decimonónico.
Acontecimientos
Ciencia y tecnología
Revolución industrial que hizo un cambio profundo en la economía.
La Revolución Industrial es definida como un conjunto de transformaciones económicas y sociales,
características del desarrollo de Inglaterra en el período comprendido entre 1750 y 1820 y su
correspondiente influencia en todo el continente europeo y si se quiere con sus repercusiones mundiales;
es considerada como el mayor cambio socioeconómico y cultural de la historia, ocurrido entre fines del
siglo XVIII y principios del XIX, que comenzó en el Reino Unido.
En aquel tiempo la economía basada en el trabajo manual fue remplazada por otra dominada por la
industria y manufactura de maquinaria. La revolución comenzó con la mecanización de las industrias
textiles y el desarrollo de los procesos del hierro. La expansión del comercio fue favorecida por la mejora
de las rutas de transportes y posteriormente por el nacimiento del ferrocarril. Las innovaciones
tecnológicas más importantes fueron la máquina de vapor y la denominada Spinning Jenny, una potente
máquina relacionada con la industria textil. Estas nuevas máquinas favorecieron enormes incrementos en
la capacidad de producción. La producción y desarrollo de nuevos modelos de maquinaria en las dos
primeras décadas del siglo XIX facilitó la manufactura en otras industrias e incrementó también su
producción.
Primera locomotora a vapor.
Se inventa el sensor de temperatura de resistencia de platino.
Se patenta el fonógrafo.
Se exhibe un teléfono eléctrico en Boston.
Guerras y política
Guerras Napoleónicas
Procesos de independencia de diversos países de América.
Guerra México-Estados Unidos
Guerra del Pacífico
Disolución del Shogunato Tokugawa
Guerra Hispano-Americana
Guerra de Crimea
La europa dominante
Guerras del opio
Cultura
Realismo
Impresionismo
Economía
Fiebre del caucho en la región amazónica
El neoclásico: Preámbulo
El neoclasicismo es el último movimiento artístico de dimensiones universales. Afecta a todas las artes
y en todo el mundo. Es un movimiento filosófico, moralizante, social e intelectual muy ligado a los ideales
ilustrados y a los de la Revolución francesa de la burguesía liberal. Aunque afecta a todo el mundo, su
centro es Francia, concretamente París, que se convierte en la capital del mundo artístico reemplazando
a Roma.
Este movimiento se fragua en el último cuarto del siglo XVIII. El descubrimiento de Pompeya y
Herculano despierta el gusto por la antigüedad clásica. Pero no es una vuelta imitativa a los modelos
antiguos sino una reinterpretación de sus formas. En Francia Diderot y D’Alembert han publicado la
Enciclopedia, como resultado de la compilación del saber humano sobre todos los temas. Se trata de un
arte didáctico que pretende recuperar los valores de la antigüedad clásica y el Renacimiento. Francia es
la primera potencia artística del momento.
El romanticismo: Arquitectura, el eclecticismo
Durante la época del segundo Imperio aparecen en Francia nuevas tendencias arquitectónicas, que
intentan recuperar las formas clásicas y la estética medieval. Nacen, así, los historicismos, que
rememoran lo antiguo, un poco, imitándolo. Esta es la época de las grandes reformas urbanísticas de
París, con Georges Eugène Haussmann como principal arquitecto. Los edificios se debaten entre el
neoclasicismo imperante y el gusto por lo medieval que llega de Inglaterra, formando el eclecticismo.
Francia
En Francia está la arquitectura de la nueva burguesía enriquecida durante la revolución. Es la Francia
de la industria y los transportes, con el tren como principal símbolo de modernidad.
Charles Garnier (1825-1868) es el principal arquitecto de la época. Construye la Ópera de París,
máximo exponente de la burguesía francesa. Garnier conjuga elementos arquitectónicos heterogéneos en
los que mezcla lo fantasioso y lo opulento del gusto burgués y un medievalismo comparable al inglés en
su variedad, como en la iglesia gótica de París.
Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc (1814-1879) es uno de los arquitectos más importantes del siglo
XX, sobre todo gracias a sus estudios de la arquitectura medieval. Es un gran divulgador, que escribe
varios libros como el Diccionario razonado de la arquitectura francesa en la Edad Media, el Diccionario del
mobiliario y otros aspectos de la arquitectura medieval o La arquitectura. Más que un constructor es un
restaurador de monumentos. Restaura la catedral de Notre-Dame de París y la catedral de Reims.
Otros arquitectos franceses son Franz Chrístian Gau , más medievalista: iglesia de Santa Clotilde, y
Paul Abadie : Ayuntamiento de Angulema, Santa María de la Bastida en Burdeos.
Inglaterra
En Inglaterra el clasicismo romántico se centra en la exaltación de la Edad Media. Los críticos John
Ruskin (1819-1900), William Morris (1834-1896) y Edward Pugin (1834-1875) tienen una
repercusión universal. Ellos son los tres grandes historicistas del momento, pero cada uno tiene diferentes
concepciones del hombre, que se reflejan en diferentes estilos arquitectónicos. El historicismo inglés
gusta de los ambientes exóticos y salvajes de espíritu romántico. Son típicos los palacetes y los kioscos
en los parques ingleses. De los tres sólo Pugin construye: iglesias de San Oswald en Liverpool y
San Wifredo .
Otro gran arquitecto es Charles Barry (1795-1860), que construye el Parlamento de Londres con un
estilo totalmente gótico, neogótico. La arquitectura hace continuas referencias a los monumentos
autóctonos en busca de una arquitectura nacional.
También son de destacar George Edmond Street : Palacio de Justicia, George Gilgert Scott , y
Alfred Waterhouse .
España
En España la búsqueda de una arquitectura nacional lleva a la tesis, en las teorías del momento, de
que hay que estudiar los monumentos autóctonos diferenciadores; y encuentran en el mudéjar y el
isabelino el estilo nacional, con lo que se recupera en los edificios de nueva planta; plazas de toros
principalmente. Este es un estilo neomudéjar que utiliza motivos islámicos en la arquitectura, usa con
profusión el ladrillo visto y los combina con la mampostería. Utiliza, también, el arco de herradura, el de
medio punto, el lobulado y el apuntado, todo ello con una cierta sobriedad decorativa.
Arquitectos españoles importantes son Matías Laviña: restauración de la catedral de León, Aníbal
Álvarez Bouquel, Narciso Pascual y Colomer (1808-1870): Congreso de los Diputados, palacio del
marqués de Salamanca, hoy Banco Hipotecario, que tienden a lo isabelino. Más cerca del mudéjar están
Emilio Rodríguez Ayuso, (1845-1891) que construye múltiples plazas de toros; Lorenzo Álvarez Capra,
que hace la Virgen de la Paloma en Madrid; Juan Bautista Lázaro, que es un gran restaurador: Santa
Cristina de Lena, San Miguel de la Escalada y la catedral de León; Francisco de Cubas, que construye la
Almudena en Madrid y la parroquia de Santa Cruz; Joan Martorell, que hace el palacio del marqués de
Comillas; y Federico Aparici: la basílica de Covadonga.
Con la Restauración, y el triunfo del absolutismo monárquico, aparece en España una arquitectura
triunfalista y monumental de carácter ecléctico, que utiliza el hierro, cuyos máximos representantes son
Agustín Ortiz de Villajos (1829-1902): hospital del Buen Suceso, teatros de La Comedia y María Guerrero,
Eduardo Adaro: Banco de España, Banco Hispano Americano, Enrique María de Repullés: fachada
cóncava de la Bolsa de Madrid, Fernando Arbós y Termanti: basílica de la Virgen de Atocha, Luis de
Aladrén: fachada de la Diputación de Vizcaya, y Joaquín Rucoba: Ayuntamiento de Bilbao.
1. Generalidades
Los aspectos esenciales que definirán la arquitectura del XIX serán la tradición clásica impulsada
desde la institución académica, el interés por el mundo medieval, las construcciones de talante
ecléctico y la utilización del hierro. Éstas dos últimas vertientes serán protagonistas sobre todo del
último tercio de siglo.
Estos aspectos pueden enfocarse a través de una ubicación cronológica propiciada por las
circunstancias políticas de nuestro país a lo largo de esta centuria. La arquitectura fernandina
corresponde a la elaborada durante el reinado absolutista de Fernando VII, en un periodo en el que
la Academia ejerce una tiranía estilística cercana a la política del monarca. El talante abierto del
liberalismo, por el contrario, se instala en el reinado de Isabel II. La arquitectura del reinado isabelino
se caracterizará por mirar a frentes diferentes a la Academia. La Escuela de Arquitectura, cuya
génesis se remonta al segundo tercio de siglo, es el reflejo del pluralismo político y la convivencia de
distintos estilos recuperadores de nuestro pasado nacional. Por último, el reinado de Alfonso XII
coincide con una etapa fértil de nuestra arquitectura, con lo que, gracias a mejoras políticas, sociales
y económicas, al final del siglo las construcciones habrán recuperado el pulso arquitectónico en el
que pareció desfallecer años atrás. Así el panorama constructivo comenzará a cambiar. Aparecerán
grandes maestros, como Gaudí, que harán que nos integremos en el curso general de la arquitectura
europea.
Este siglo XIX suscita discusiones en el entorno de la arquitectura. Sus instituciones sufrirán cambios
sustanciales. La crisis de la Academia cederá el protagonismo a la Escuela de Arquitectura, de
talante mucho más liberal. La creación de las Escuelas Técnicas Superiores de Arquitectura en
Madrid y Barcelona son fundamentales para comprender la evolución estilística del siglo. De la
Academia de San Fernando en Madrid y la de San Carlos en Valencia (la Lonja de Barcelona sólo
daba títulos de Maestros de Obras) se pasará al abandono del academicismo y al estudio de la
arquitectura histórica. De las discusiones sobre los órdenes se evolucionará a la teorización basada
en los estilos. El arquitecto deberá encontrar la frontera de su ejercicio con otras profesiones
cercanas, enfrentándose a ingenieros de caminos y a maestros de obras para la defensa de sus
competencias profesionales. A este respecto, es significativa la creación de una Sociedad Central de
Arquitectos en 1849, germen de los futuros colegios de arquitectos. De este modo, si la Academia se
había creado para acabar con la situación gremial anterior, de nuevo cierto corporativismo se
incorpora a la defensa de competencias de los arquitectos.
Otro aspecto importante en este panorama del siglo XIX afecta al modo en que estaban
reglamentadas las labores de los arquitectos. Aparece un nuevo tipo de profesional, el arquitecto que
es a la vez funcionario. Dependiendo de la institución de acogida, habrá arquitectos municipales,
provinciales y de distrito. A estas figuras hay que añadir las de los arquitectos diocesanos y aquellos
profesionales destinados en distintos ministerios y otras instituciones. El panorama laboral del
arquitecto, como vemos, cambia radicalmente.
Preside todo el XIX la intención casi obsesiva de encontrar el estilo del siglo, sobre todo una vez que
la labor de la Academia se pone en duda. Las incursiones historicistas parten del enfrentamiento a la
institución académica y son los defensores del medievalismo los que más se destacan en esta
ansiedad estilística. Pero este anhelo puede considerarse propiamente romántico. La creencia en
que la arquitectura es un reflejo social lleva a la búsqueda de una arquitectura nacional. A los
intentos desde el historicismo medieval se unen incursiones en el plateresco. Durante un tiempo, por
ejemplo, se asociará el sentimiento español al estilo Monterrey, un revival castizo que parte de las
soluciones que luce el palacio salmantino, y se volverá al barroco español que deriva de los
Churriguera. Esta revisión de nuestro pasado nacional llega a tomar incluso como referencia las
construcciones más humildes; se considera nacional la arquitectura popular que era reflejo de los
condicionantes climáticos y las costumbres y que no tenía muchas influencias del exterior. No
faltarán ejemplos de estas arquitecturas montañesas o del estilo sevillano. En las Calles de las
Naciones de las Exposiciones Universales España construirá edificios platerescos, moriscos, etc.
Incluso en la Sevilla de 1929 se darían cita unos regionalismos que se remontan al siglo anterior.
Pero hace falta revisar los condicionantes de estos cambios estilísticos.
El telón de fondo de este compromiso con los fines de la arquitectura era un proceso teórico que
había estado generándose con anterioridad y simultaneidad a este periodo. Pero el medievalismo, al
combatir la tradición clásica anterior, llevó al establecimiento de dos campos que nunca se
mezclarían. Eso sí, la convivencia de tendencias podrían llevar a que un mismo arquitecto hiciera al
mismo tiempo una obra clásica y otra neomedieval.
La penuria económica que sufrió nuestro país se revela en numerosos aspectos, como el de que
haya que tener en cuenta en su estudio no sólo la arquitectura construida, sino también la
proyectada. Numerosos proyectos minuciosamente estudiados quedaron abandonados en los
anaqueles de la Academia o se archivaron en las instancias oficiales que habían provocado su traza.
Junto a los proyectos abortados se encuentran los que, aun siendo total o parcialmente construidos,
fueron derribados enseguida. Con frecuencia las realizaciones más notables quedaron interrumpidas
por falta de recursos o se dilataron excesivamente en el tiempo. El Teatro Real de Madrid,
comenzado por López Aguado en 1818, no se terminaría hasta la tardía fecha de 1850.
Pero la mala gestión provocaría que, a pesar de la endémica falta de recursos económicos, algunos
proyectos terminaran siendo objeto de despilfarros arquitectónicos. La Puerta del Mar en Barcelona,
por ejemplo, construida durante el reinado fernandino y parte del isabelino (se acabó en 1846), fue
derribada en 1859, perdiéndose un magnífico trabajo de José Massanés.
Los ambiciosos proyectos urbanísticos revelan, por otra parte, una tendencia generalizada en el siglo
XIX, la de entender la ciudad como un todo integrado. A la Puerta del Mar de Massanés podrán
unirse las trazas, nunca llevadas a la práctica, para el Puerto de la Paz, de Silvestre Pérez. Más
tarde llegarán las grandes ampliaciones urbanísticas. A estas actividades hay que añadir las
actuaciones restauradoras en edificios anteriores. El arquitecto del XIX se encontrará corrigiendo la
historia, a menudo adaptando viejas arquitecturas a su tiempo.
Pese al numeroso grupo de arquitectos que actúan en este siglo, la arquitectura del XIX siempre será
un capítulo no tan importante como la de otros países europeos contemporáneos, como Francia e
Inglaterra. Sin embargo, dio frutos muy especiales y a veces muy propios, como el mismo
neomudéjar.
Los arquitectos, afectados por los profundos cambios políticos, sociales y artísticos de España, verán
que interesantes proyectos no se realizan, que los promotores no se arriesgan, y a menudo
prácticamente sólo habrá aires nuevos en Madrid (a mediados del siglo) o en Barcelona (a finales).
Ocasionalmente, algunos sucesos en provincias serán reflejo de una apertura ideológica, como
sucedió en las Cortes de Cádiz, pero los defectos estructurales pesarán como una losa en cada una
de las nuevas actividades que se propongan. Y los movimientos políticos afectarán profundamente
en el encumbramiento o en el olvido de determinados arquitectos.
2. ARQUITECTURA DEL PRIMER TERCIO DE SIGLO
2.1 El régimen académico.
Aunque el neoclasicismo del siglo XIX abarca tanto el reinado de Fernando VII (1814-1833) como el
de Isabel II (1833-1868), e incluso se crearán obras más tardías, existen diferencias sustantivas en
cuanto a las circunstancias en las que se desarrolla la labor arquitectónica. Con Fernando VII el
neoclasicismo viene dirigido desde la Academia, mientras que con Isabel II se producen múltiples
expresiones que dan signo de un talante más liberal propiciado desde la Escuela de Arquitectura,
donde activamente tres estilos empezarán a competir por convertirse en vanguardia arquitectónica
hasta final de siglo: medievalismo, eclecticismo y las construcciones en hierro.
Pero antes de la llegada de Fernando VII al poder, el siglo empezaría crudamente. La arquitectura y
toda la existencia de los españoles se vio profundamente afectada por la guerra contra los ejércitos
de Napoleón. Cuando finalmente hubo un gobierno impuesto por los franceses, su preocupación se
centró en acciones urbanísticas, especialmente en Madrid. Una docena de edificios religiosos fueron
derribados (como la iglesia de los Mostenses), pero apenas hubo contrapartidas en las
construcciones: se aprovecharon las circunstancias para abrir plazas, calles, o proyectar nuevos
cementerios.
Las circunstancias adversas que planearon sobre Madrid han hecho que tal vez sea más interesante
la arquitectura neoclásica en sus proyectos y en la actividad de la Academia que en la
materialización en construcciones. Unas obras como la Plaza Circular de Oriente, junto al Palacio
Real, se derribarían tras haberse realizado la mitad del proyecto. El Teatro Real, se vería
paulatinamente transformado hasta apenas ser reconocible hoy en día como obra neoclásica. Algo
parecido ocurriría con el edificio del Senado, que al menos conserva el orden jónico del Salón de
Sesiones que Velázquez proyectó en 1820.
De este modo, el neoclasicismo, que fue en principio una expresión erudita al margen de la historia y
de las circunstancias, este estilo internacional de las naciones cultas de la Europa Ilustrada, sí que
se vio afectado por las limitantes circunstancias que vivía España. El neoclasicismo, que en unos
sitios se había asociado a Revolución y Democracia, pudo caer en el dirigismo académico que lo
asociaba los conceptos Imperio y la Tiranía. Y en el ámbito de la arquitectura, mientras pervivieran la
Academia de San Fernando y las que siguieron a ésta, es decir, mientras esta institución siguiera
siendo guía de la vanguardia arquitectónica, viviría también el neoclasicismo.
En el tiempo de Fernando VII, por otra parte, no parece que haya un lenguaje específico neoclásico
apartado del anterior. Todo indica que no hubo rupturas, sino un acoplamiento de contenidos
ideológicos a construcciones que antes no lo tenían, lo que es, en suma, un efecto de la propaganda
política en los edificios conmemorativos.
Exceptuando algunas trayectorias como las que repasaremos a continuación, no se observan en el
primer tercio de siglo conceptos arquitectónicos diferenciados, sino un alineamiento en la rutina
académica, un seguimiento de normas e incluso el desprecio a cualquier aspiración ilustrada que
implicara afrancesamiento. Y aunque nos hallemos en un periodo cuyo final coincide con la
terminación del reinado de Fernando VII, el estilo oficial se reduce a unas intenciones políticas que
no modifican las gramáticas clasicistas históricas.
En resumen, los proyectos que podrían modificar socialmente o proponer alternativas no son
aceptados. Esta normalización del academicismo se verifica cuando comprobamos que las pautas
clasicistas son mimetizadas en otros centros fuera de la capital, como ocurre en Zaragoza, Valencia
o Cádiz.
Con estas circunstancias, buena parte de las carreras de los arquitectos que se formaron en la
Academia en los primeros años del XIX resultaron frustradas. La guerra y la reacción lleva a pensar
en que la arquitectura de proyecto, dedicada a nuevos temas como bibliotecas, arsenales, hospitales,
cárceles, etc. son las que reflejan verdaderamente los cambios sociales y las nuevas propuestas
que daría esta generación truncada.
2.2 Arquitectos en el periodo fernandino
A comienzos de siglo, los autores más notables fueron los sucesores de Villanueva. Entre éstos se
encontraban Ignacio Haan, muerto prematuramente en 1810, Silvestre Pérez, cuya colaboración con
el gobierno francés hizo que luego su obra se viera relegada al País Vasco, Antonio López Aguado,
arquitecto de la villa de Madrid en época fernandina e Isidro González Velázquez, quien se
convertiría en el arquitecto del rey.
Aparte de la figura muy limítrofe de Ignacio Haan, fueron los proyectos de Silvestre Pérez los que
sirvieron de puente entre la generación neoclásica de arquitectos nacidos alrededor de 1760 y la
siguiente y última, la de los nacidos alrededor de 1800. Esta tercera generación, el último sueño de la
utopía ilustrada, se vio influida por esas ideas francesas que Pérez, teniente director de arquitectura
en la Academia, no había tomado de primera mano, sino a través de contactos personales durante
su pensionado en Roma. Otra vía para la llegada de ideas ilustradas fue el proyecto del nuevo Teatro
del Principe (1805), de Juan Gómez, que ya revelaba su formación con J.L. Durand.
Durante la ocupación francesa Silvestre Pérez (1767-1825) se hizo cargo de un ambicioso proyecto
que suponía la reforma mejor concebida de Madrid. Con ella estaba planeado que se uniría, a través
de un viaducto, el Palacio Real con la iglesia de San Francisco el Grande, convertida en sede de las
Cortes. Con dicho viaducto, se salvaba la pendiente de la calle Segovia; paralelamente, se
conseguía concatenar tres plazas monumentales y realizar una especie de “Foro Napoleónico”.
Debido a limitaciones económicas que reflejaban la penuria económica del periodo, esta obra no se
llegó a materializar.
También en el proyecto del Puerto de la Paz o Nuevo Bilbao, Pérez debía utilizar elementos del
urbanismo clasicista, pero esta vez reflejando unos nuevos significados adaptados a su nueva
función. Esta fórmula responde a una voluntad institucional de establecer un nuevo modelo de
sociedad, pero tal vez las clases rectoras del país no llegaban a entender siquiera estas cuestiones.
Pérez parte como referencia del plano de Wren para la reconstrucción londinense, aunque aporta un
sentido diferente por la diferente focalización de la trama. Con ambos trabajos, el del País Vasco y el
de la capital, muestra un hábil manejo de las reformas urbanas, y así se reflejará en otras obras de
Madrid en que planifica plazas, como las de Santa Ana, donde plantea el espacio urbano ajardinado,
o la de San Miguel.
Tras su exilio francés, Pérez centró su obra en el País Vasco, con obras como el teatro de Vitoria, el
Ayuntamiento de San Sebastián, o con proyectos como el de Plaza Nueva y el Ayuntamiento de
Bilbao.
Mientras tanto, el panorama artístico iba resurgiendo poco a poco, ya que también estaban volviendo
a España otros arquitectos que no quisieron, a diferencia de Pérez, seguir trabajando a las órdenes
del gobierno intruso. Temáticamente, este hecho se hizo notar, pues enseguida se realizaron
proyectos que glorificarían hechos políticos del anterior periodo, como los fusilamientos del Dos de
Mayo.
Tras un concurso público, Isidro González Velázquez (1765-1840) consiguió la oportunidad de
construir un obelisco que conmemoraría esta fecha. Unas figuras alegóricas (el valor, la virtud, el
patriotismo y la constancia) adornaban el bello pedestal de este Obelisco a los Héroes del Dos de
Mayo, inaugurado en 1840. A pesar de su factura neoclásica, su volumen, simbolismo y los cipreses
que rodeaban el obelisco funerario configuraban un conjunto de cierto carácter romántico. El
obelisco, una forma que obsesionaba a González Velázquez, ya había sido utilizado en una obra
anterior suya, el catafalco a la reina Isabel.
Su formación también era similar a otros. Gracias a su pensionado en Roma, donde coincidió con
Pérez y Haan, conoció las ruinas de Paestum, con su orden griego dórico. El descubrimiento en la
década de 1760 de estas ruinas había provocado una fuerte polémica en torno al vitruvianismo, y
González Velázquez aprovechó estos conocimientos para aplicarlos en proyectos posteriores.
Otro de los aspectos comunes a muchos de sus coetáneos fue que su vida y trayectoria profesional
se vieron profundamente afectadas por los avatares políticos de su época. Al contrario que Silvestre
Pérez, huyó cuando se impuso el gobierno francés. En 1810 se refugió en Palma de Mallorca, donde
siguió proyectando edificios y creando planteamientos urbanos, entre los que sobresalen la
parroquia de Llucmajor, en la que contrasta fuertemente planos desnudos con otras partes muy
recargadas, su precisión en el cerramiento del jardín de la Lonja, o la elegante escalera de planta
elíptica que realizó en un proyecto mayor para el Consulado del Mar.
Una vez vuelto a España, ya con el premio del cargo de Arquitecto Real por su fidelidad política, sin
embargo no recibió encargos ambiciosos que realizar. Por el contrario, se vio envuelto en la
mediocre y escasa perspectiva de las clases rectoras, lo que ocasionó que los magnos proyectos en
los que González Velázquez podría mostrar sus profundos estudios, quedaran abandonados en
beneficio de pequeñas obras: los jardines reservados y sus pabellones en el Retiro, fuentes como la
de Hércules y de Narciso en Aranjuez, remodelaciones en El Pardo... Con otros proyectos más
complejos y ricos, le volvería a ocurrir como a otros arquitectos de la época: no pasarían de su
plasmación en papel. Así pasó con su traza circular de la Plaza de Oriente, que nunca llegó a
configurarse en la forma propuesta por Velázquez, el Colegio de Medicina y Cirugía, o la Galería de
Bellas Artes, obra encargada por el Duque de Alba para albergar su extensa colección. Todo esto
hizo que a fines de su vida, y algo decepcionado, reconociera que la única obra que le hubiera
podido dar celebridad fuera su diseño de la Plaza de Oriente, cuya construcción se derribó cuando
aún no había sido terminada.
La labor más importante de Antonio López Aguado (1764-1831) está íntimamente ligada a las
labores propagandísticas del régimen de Fernando VII. No en vano en 1814 fue nombrado Maestro
Mayor de Madrid, lo que equivale al título de arquitecto municipal. Para la gloria del monarca, realizó
un importante monumento conmemorativo: la Puerta de Toledo, que muestra el sobrio talante
neoclásico que la inspiró. Esta obra, entendida como un arco de triunfo fernandino, necesitó diez
años para que fuera acabada en 1827. Otra construcción, que esta vez no se llegó a realizar, tendría
la función de alojar las colecciones de Fernando VII y la Academia: el Museo Fernandino.
Los tempranos años tras el advenimiento del monarca proporcionaron algunos proyectos singulares,
como el conjunto de arquitectura y jardines en la alameda de Osuna denominado “El capricho”, que
había sido ya iniciado en el siglo XVIII y en el que colaborarían otros arquitectos (como su hijo
Martín). En 1817 proyectaría una ciudad-balneario en el Real Sitio de la Isabela, que actualmente
yace bajo las aguas del pantano de Buendía, y un pequeño pabellón, el Casino de la Reina, cuyas
puertas sirven hoy de acceso principal a los jardines del Retiro.
A menudo ha ocurrido que muchos edificios en origen neoclásicos hayan llegado a la actualidad sin
el sello original que podríamos observar en proyecto. Algunas circunstancias favorecen estas
transformaciones, como la lentitud en la construcción (lo que hace que haya mucho tiempo para
revisar el proyecto) o las sucesivas restauraciones de las que puede ser objeto un edificio. Esto es lo
que le sucedió a la principal obra emprendida por López Aguado: el Teatro Real de Madrid. El
proyecto data de 1818 pero su construcción no se acabó hasta 1850, y las restauraciones a las que
se vio sometido en el siglo XX hicieron que apenas se conserve nada del proyecto inicial,
exceptuando las fachadas laterales, su planta en forma de pentágono irregular alargado, su
localización frente al Palacio Real en la plaza de Oriente, o su inmensa escena rectangular.
A la muerte de López Aguado, las obras del Teatro Real fueron seguidas fielmente por Custodio
Teodoro Moreno (1780-1854), formado en la preguerra. Se trata de un arquitecto eternamente
secundario, aunque alcanzó gran fama con la traza de la fachada del Oratorio del Caballero de
Gracia. En ella, sin embargo, no trasladó el espíritu que Juan de Villanueva había aportado al interior
del edificio. Realizó también otras transformaciones, como la antigua iglesia del colegio de Doña
María de Aragón en Palacio de las Cortes, hoy sede del Senado, pero ejecutó, sobre todo, obras
diseñadas por otros, reparaciones y algunos remedos de las obras de Villanueva.
2.3 Arquitectura en las regiones
Como se dijo con anterioridad, la labor en provincias muestra el eco de la normativa académica, ya
que se procuraba la obediencia a sus postulados y se dependía de ella en cuanto a formación y
titulación. Además, existía el compromiso de romper forzosamente con la tradición arquitectónica
autóctona. Los lenguajes neoclásicos se traían de fuera. Las características son muy desiguales
dependiendo de cada región.
El ascenso económico de Cataluña en el siglo XVIII producirá notables frutos en el primer tercio del
siglo XIX. Comparada con otras regiones, Cataluña no se vio afectada por tanta penuria. Los
ingresos del estado eran suficientes como para que los ediles pudieran ordenar la construcción de
diferentes edificios. El gusto clasicista, por su parte, provenía de la influencia de Madrid, de la
francesa, de la actividad de ingenieros militares y de la Escuela de Dibujo de la Lonja, creada en
1775 por la Junta de Comercio de Barcelona. El gusto clasicista sería puesto en práctica de un modo
brillante en construcciones efímeras para las fiestas de la boda del Príncipe, en 1802.
Desde su creación en 1817, la Escuela de Dibujo de la Lonja, aunque no fuera estrictamente una
organización académica, sí sirvió como institución que apoyara los postulados neoclásicos. Una
figura primordial en ella fue Antonio Celles (1755-1835). Celles se había formado en la Academia de
San Fernando y en Italia, y regresaría de allí en 1814. Sus conocimientos serían los que
fundamentarían el método de enseñanza de la Lonja, en la que, partiendo de los preceptos de
Vitruvio, se escogía lo más positivo de lo que se hacía en Florencia, Roma, París y Madrid. Aunque
la orientación de Celles fue preferentemente académica, su erudición arqueológica, su conocimiento
del racionalismo de Durand y su respeto por la conveniencia del diseño arquitectónico pasaron a
formar parte sedimentada del conocimiento de sus alumnos. Muchos de ellos, después de pasar por
la Lonja, se presentaban en Madrid para estudiar en la Academia de San Fernando, y fueron más
tarde los protagonistas del neoclásico del XIX en Cataluña.
Desde la Lonja, la lectura de los preceptos de Durand fue particularmente antiinnovadora, y resultaba
fundamental que la función del edificio se manifestara en su aspecto. Esta dimensión autoritaria y
disciplinada de la labor arquitectónica explica el enfrentamiento estético y profesional de Celles con
un arquitecto italiano afincado en Cataluña, Antonio Ginessi (1789-1824). El Cementerio Viejo de
Barcelona (1818), de Ginessi, es uno de los más antiguos neoclásicos que subsisten, sobre todo si
se tiene en cuenta que ya no existe el que Villanueva levantó en Madrid en 1804. La incorporación de
elementos procedentes del mundo antiguo, egipcio, griego y romano le dio argumentos a Celles para
detractar la obra de Ginessi. No obstante, otros cementerios municipales, como los de Gerona y
Mataró, harían más tarde una clara referencia al del italiano.
Un alumno destacado de la Lonja fue Joseph Mas i Vila (1779-1855), que mostró su adherencia a los
preceptos de Celles con una obra de gran fuerza dentro de los cánones neoclásicos, la fachada del
ayuntamiento de Barcelona (1830), y diseñó con sobria uniformidad las distintas fachadas de la calle
barcelonesa dedicada a Fernando VII, alineando las alturas de las casas.
El País Vasco, por su parte, sugiere uno de los más interesantes itinerarios del neoclasicismo del
siglo XIX. Allí han subsistido numerosos edificios, aunque hayamos de lamentar algunas pérdidas
irreparables, como el Teatro de Vitoria del propio Silvestre Pérez.
Resulta sorprendente la riqueza neoclásica de la región si se tiene en cuenta que los núcleos
urbanos de entonces eran verdaderamente reducidos, y de que, a pesar de eso, se acometieron
obras urbanísticas y se construyeron edificios desde los mismos poderes públicos.
La sobriedad académica se plasma de un modo contundente en obras como la plaza de la
Constitución de San Sebastián (1816) o la plaza Nueva de Bilbao (1821-1851), porticada, con
balconaje uniforme excepto en el lado de la Casa del Señorío de Vizcaya y con reminiscencias de las
plazas mayores de Madrid y Vitoria.
La estancia de Silvestre Pérez en el País Vasco hace que esta región sea un foco interesantísimo en
la arquitectura ochocentista. Sus seguidores allí mantuvieron el talante robusto desornamentado que
mostraban los diseños de Pérez. En 1798, proyectó la iglesia de Motrico, cuyas obras no se
acabarían hasta 1843, ya a cargo de Lascurain, autor del cementerio neoclásico de Marquina (1849-
1851). En 1817 proyectó el Teatro de Vitoria anteriormente citado e intervino en la reconstrucción
urbanística de San Sebastián, bajo la dirección de Pedro Manuel de Ugartemendía. San Sebastián,
que había sido devastada por un incendio en 1813, fue trazada de nuevo con un plan muy
geométrico de verticales y horizontales; su centro de confluencia sería una plaza porticada, cuyo
edificio consistorial fue proyectado por el mismo Pérez en 1823. El diseño ortogonal de
Ugartemendía, con su concepto estandarizado de las edificaciones y la agrupación de solares
iguales en torno a un gran eje dodecagonal, finalmente no se llevó a la práctica debido a las
presiones de los propietarios de los terrenos, de modo que finalmente se respetó el trazado antiguo,
pero sí que se modificó el carácter y aspecto de los edificios.
Aparte de Pérez y de Ugartemendía, Antonio de Echevarría fue fundamental en Vizcaya en el
periodo fernandino. A él se deben el Templo de los Patriarcas y la Casa de Juntas de Guernica, un
conjunto arquitectónico emblemático en el País Vasco adaptado a sus funciones de juntas al aire
libre y que, a pesar de su dificultad y al reto de la articulación de sus elementos, continúa con la
sobriedad característica del movimiento.
En la zona levantina, la Academia de San Carlos fue la que impulsó el espíritu neoclásico, si bien
escasean las construcciones que efectivamente se realizaron durante el reinado de Fernando VII.
Entre ellas, destacan el altar de Nuestra Señora de los Desamparados, de Vicente Marzo (1760-
1826), el retablo de la iglesia de San Esteban, de Manuel Blasco (fallecido en 1821), o la renovación
del Teatro Principal de Valencia, a partir del proyecto de Felipe Fontana, en el que intervinieron
Cristóbal Sales (1763-1833) y Salvador Escrig (1765-1833).
Era habitual que el sistema seguido para aprobar los proyectos públicos, a través de la Comisión de
Arquitectura, llevara a favorecer a ciertos autores, haciendo que en cada región dominara el
arquitecto mejor mirado por la Academía. En estos elegidos solían recaer los encargos más
importantes. Pongamos el ejemplo de lo que ocurría en Murcia.
El entorno formativo de los arquitectos que trabajaban en Murcia correspondía al de la Academia de
San Carlos. Tal vez fue Lorenzo Alonso (1768-1822) el más favorecido por la Academia. En su
actividad entre 1790 y 1810, por ejemplo en las obras para San Juan Bautista, se muestra seguidor
de Ventura Rodríguez. Se realiza en Murcia una copia de la iglesia de San Marcos de Madrid, pero a
mayor escala y simplificada, lo que revela los confusos conceptos que se podían manejar en
provincias, tanto en referencia al concepto de clasicismo, como al de la personalidad artística de
maestros anteriores.
Lorenzo Alonso también ejecutó la iglesia de Santiago en Jumilla, obra que terminaría su
discípuloRamón Berenguer (1768-1822).
Otro nombre importante en aquel entorno fue el de Francisco Bolarín (1768-1822), que intervino
especialmente en el urbanismo murciano, y que realizó la Casa de la Inquisición y el monumento a
Fernando VII.
En el ámbito aragonés, fue la Academia de San Luis, en Zaragoza, la que llevó adelante el estilo
neoclásico, y el favorecido por la institución fue el arquitecto municipal José Yarza y Lafuente (1759-
1833), que desde 1813 controló la actividad constructiva de la ciudad en la época fernandina. La
saga continuó, y su hijo José Yarza Miñana (1801-1868) también tendría importantes actuaciones en
la ciudad.
Más al sur, el florecimiento gaditano tendría como frutos algunas construcciones bastante elegantes
para este periodo histórico, como es el Ayuntamiento de Cádiz, construido por Torcuato Benjumeda
(1757-1836) a partir de 1816. El proyecto de Benjumeda fue luego alterado por importantes reformas
que se llevaron a cabo en 1861.
La ciudad decimonónica
La nueva ciudad se caracteriza por la separación entre barrios burgueses (céntricos, con grandes
avenidas y núcleos comerciales elegantes) y barrios obreros (con viviendas miserables, a menudo no
urbanizadas, insalubres), por la importancia creciente de las vías de comunicación interna y por la
aparición de nuevos edificios -las fábricas- con sus sórdidos alrededores. La ciudad decimonónica, en
definitiva, es un fiel reflejo de la nueva estructura social.
Aunque las ciudades se planifican -o se planifican sus ampliaciones y remodelaciones, cuando son
antiguas- respetando estrictamente los privilegios de la burguesía, que es la clase dominante, las
aspiraciones y demandas obreras también se reflejan en el urbanismo decimonónico; en este sentido,
ejerció una especial incidencia el llamado pensamiento utópico.
París se remodela siguiendo los proyectos de George-Eugène Haussmann. Se abren grandes avenidas
que desmiembran los barrios populares del centro y lo comunican con el exterior con estaciones
ferroviarias, carreteras... El tráfico y la circulación son los elementos organizativos de la ciudad.
También se remodelan Bruselas, Viena y Londres. Madrid conserva el centro histórico, al que se añade
un ensanche diseñado por Carlos María de Castro. A finales del XIX, Arturo Soria y Mata urbaniza un
barrio de Madrid con su proyecto de la Ciudad lineal.
Arquitéctura del siglo XIX
En 1860, Barcelona aprueba el proyecto del ingeniero Ildefonso Cerdá. Se conserva el casco antiguo, que
se articula con la ciudad nueva o Ensanche mediante anchos ejes viarios. El Ensanche de Cerdà recoge
algunas de las ideas de los utópicos. Se organiza en manzanas uniformes en cuanto a tamaño, pero con
formas y tipologías distintas; grandes avenidas, que siguen funcionando en la actualidad, conectan
rápidamente todas las zonas de la ciudad. Los servicios públicos (hospitales, cuarteles, plazas, iglesias,
mataderos, etc.) se integran en la retícula del Ensanche y son de cómodo acceso para los habitantes de
la ciudad. Ildefonso Cerdá es considerado uno de los urbanistas más importantes del mundo.
La escuela de Chicago
En los Estados Unidos se opta por una arquitectura utilitaria y racionalista. La ciudad de Chicago es
destruida por un incendio en 1871, lo que obliga a levantarla de nuevo. Se produce una gran
especulación sobre los solares, ya que Chicago es una ciudad floreciente y ello suscita una gran
demanda de construcciones. La solución que se adopta es la construcción en vertical: muchos pisos
elevados sobre una planta reducida. Nace así el rascacielos, cuya estructura será metálica y permitirá la
ubicación de ascensores. El primer rascacielos es de 1864.
La escuela de Chicago está integrada por un conjunto de arquitectos que proponen soluciones similares:
estructuras metálicas revestidas según la función del edificio; las
Arquitéctura del siglo XIX
ventanas pueden ser tan grandes como se quiera y el muro de carga deja de tener sentido. El
representante más importante de la escuela de Chicago es Louis Sullivan (Auditorio de Chicago).
El modernismo
Es un movimiento estético internacional que se manifiesta en todos los campos creativos. En arquitectura
representa el paso de la arquitectura decimonónica a la arquitectura del XX.
Se le conoce con diversos nombres como Art Nouveauen Francia, Modern Style en Inglaterra, Jugendstil
en Alemania y Sezessionstil en Austria.
El modernismo parte de un doble rechazo, del academicismo y de la fealdad del mundo industrial. Por
esta razón, es un estilo muy decorativo, y a veces es sólo eso, aunque los grandes arquitectos
modernistas aportan soluciones innovadoras a los problemas constructivos, por ejemplo el concepto
global de edificio o el uso de los elementos estructurales como decorativos.
Los motivos decorativos del modernismo, que son los que a primera vista llaman la atención, se inspiran
en la naturaleza: líneas curvas, ondulantes, arabescos, flores, árboles, hojas, ramas, olas, algas, libélulas,
mariposas, pavos, cisnes y, siguiendo la tónica decimonónica dominante que identifica la mujer con la
naturaleza, el cuerpo femenino.
Bruselas fue uno de los grandes centros del modernismo. Victor Horta y Henry Clemens van de Velde son
los abanderados de la ruptura con el historicismo; éste último fue además uno de sus mejores teóricos y
fundó la primera gran escuela de diseño moderno.
En Escocia Charles Rennie Mackintosh conjuga también arquitectura y diseño (el modernismo se
pretende globalizador).
Otto Wagner es el líder del movimiento "secesionista" en Viena; Joseph Maria Olbrich fue su discípulo
más aventajado.
En España la arquitectura modernista triunfa sobre todo en Cataluña, con arquitectos como Domènech i
Montaner o Puig i Cadafalch.
Antoni Gaudí, siendo modernista y el arquitecto más importante del momento, no se ciñe por entero a los
rasgos generales del modernismo, y ello es debido a su originalidad. Se inicia en la arquitectura de revival
con obras neomudéjares o neogóticas. Su estudio de las estructuras góticas le hace avanzar en la
búsqueda de nuevas soluciones constructivas globalizadoras. La Casa Batlló, la Casa Milà (conocida
como La Pedrera), el Parque Güell y la inacabada Sagrada Familia, todas ellas en Barcelona, son sus
obras más destacadas. Gaudí rompe con la concepción ortogonal
Arquitéctura del siglo XIX
de los espacios; incluso las habitaciones de las viviendas que construye son curvilíneas, usa el arco
parabólico, construye fachadas y cubiertas ondulantes y las columnas se inclinan en lugar de mantener la
verticalidad.
Esto se pudo lograr gracias a la disponibilidad de perfiles de acero en grandes cantidades y a la invención
del ascensor eléctrico. La Escuela de Chicago está integrada por un conjunto de arquitectos que
proponen soluciones similares: estructuras metálicas revestidas según la función del edificio; las ventanas
pueden tener el tamaño que se desee y se eliminan los muros de carga. El representante más importante
es Louis Sullivan con obras como el Wainwrigh Building, el Guaranty Building y el Carson Pirie Scott
Department Store. Su mayor aportación a la Escuela de Chicago fue el desarrollo de varios tipos de
rascacielos, con una fascinante combinación entre la mampostería de piedra de la fachada y la estructura
interior de hierro.
Eclecticismo: estilos históricos: A comienzos del siglo XIX hay una tendencia a construir según la estética
de épocas anteriores pero no siempre de manera unitaria, sino que toman elementos de unas y otras
añadiéndolos a edificios que nada tienen que ver con los modelos antiguos.En Francia, se desarrolló un
estilo llamado imperio, dedicado a la época de Napoleón Bonaparte, cuya obra más importante y
esplendorosa es la iglesia de La Madelaine. Este templo es una copia del templo romano de la Maison
Carré de Nimes, instalada en el centro de París. Durante el reinado de Napoleón III se levantó el edificio
neobarroco de la Ópera de París y se reconstruyó el centro de París.En Inglaterra la obra más
significativa es una obra neogótico: Las Casas del Parlamento de Londres.
Aparece el urbanismo, trazar nuevas ciudades. Hay dos estilos fundamentalmente; por un
lado tenemos el modernismo y por otro lado esta el ingenierismo, que se caracteriza este
ultimo por el empleo del hierro, el cristal y el hormigón.
Siglo 19 wikipedia
La característica fundamental del siglo XIX (1801–1900) son sus fuertes cambios. Cambios anunciados y
gestados en el pasado pero que se efectuarían. Cambios en todos los ámbitos de la vida y el
conocimiento.Revoluciones de todas las índoles tendrían su lugar. La ciencia y la economía se
retroalimentarían, el término "científico", acuñado en 1833 por William Whewell,1 2 sería parte fundamental
del lenguaje de la época; laeconomía sufriría dos fuertes revoluciones industriales, la primera acaecida
entre 1750 y 1840, y la segunda entre1880 y 1914. En política, las nuevas ideas del anterior siglo
sentarían las bases para las revoluciones burguesas, revoluciones que se explayarían por el mundo
mediante el imperialismo y buscaría alianza con el movimiento obrero al que, para evitar su triunfo, le
cederían el sufragio universal; enfilosofía, surgirían los principios de la mayor parte de las corrientes de
pensamiento contemporáneas, corrientes como el idealismo absoluto, el materialismo dialéctico,
el nihilismo y elnacionalismo; el arte demoraría en iniciar el proceso de vanguardización pero quedaría
cimentado en movimientos como el impresionismo A fines del Siglo XIX, el 98% de la población europea
sabía leer, escribir, nadar y andar en bicicleta.
Historia
Las ciencias
El desarrollo de la medicina se relaciona directamente con los fenómenos migratorios, los hacinamientos
en las ciudades y las precarias condiciones de vida de la clase trabajadora propios de la Revolución
Industrial. Su consecuencia fue la proliferación de enfermedades infecciosas (sífilis, tuberculosis) o
relacionadas con la mala alimentación (pelagra, raquitismo,escorbuto). Dichas problemáticas son
cruciales para entender el origen de la medicina social de Rudolf Virchow y el sistema de salud
pública de Edwin Chadwick que darían lugar a la actual medicina preventiva. La misma Revolución
Industrial, con el agregado de las numerosas guerras y revoluciones, generarían un desarrollo científico
generalizado que contribuiría en la instauración de condiciones técnicas para el triunfo de la asepsia, de
la anestesia y la cirugía.
Las Revoluciones burguesas, promotoras de ciudadanos librepensadores, construyen una nueva
medicina científica y empírica, desligada de lo místico y artesanal. Se culmina con la opresión de los
viejos cánones éticos del absolutismo y el catolicismo instaurando nuevos cánones, nuevos calendarios.
El siglo XIX verá nacer la medicina experimental de Claude Bernard, la teoría de "Omnia cellula a cellula"
de Rudolf Virchow, la teoría microbiana, la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin, y
la genética de Gregor Mendel.
El siglo se caracteriza por romper definitivamente con la fusión que la Historia había tenido con la
literatura. Leopold von Ranke se compromete con una historia crítica y escéptica. Se deja influir por las
corrientes filosóficas predominantes del momento, tales como el liberalismo y el nacionalismo llegando a
caer incluso en el etnocentrismo, racismo y particularmente en el eurocentrismo. Las reflexiones sobre la
sociedad de Saint-Simon producen dos tendencias que modificarían las tendencias historiográficas:
El Positivismo y el Materialismo histórico, también influido por la dialéctica hegeliana. Ambas entienden
que el comportamiento de la historia se encuentra sometido a leyes. La primera concibe el desarrollo de
la historia como procesos ordenados, la segunda lo concibe como resultado de los conflictos entre
los estratos sociales.
Entre revolución e imperialismo: Política
Siglo XX
La prosperidad se incrementó al crearse el "Área Material Córdoba", emprendimiento del estado nacional
que significó la instalación de la Fábrica Militar de aviones (desde los años treinta del s XX),
automotores, tractores, material ferroviario, materialaeroespacial etc. Entre las empresas estatales y
mixtas del AMC se destacaron: Dinfia, IME, Materfer, IKA.
El 29 de mayo de 1969 tuvo lugar en la ciudad de Córdoba una gran protesta social conocida
como Cordobazo. La misma ocurrió durante el gobierno de la Revolución Argentina, la cual se vio
debilitada por el alzamiento popular. El Cordobazo comenzó con un conjunto de huelgas y asambleas
más o menos organizadas, a las cuales se sumó una importante cantidad de personas autoconvocadas.
Las multitudes se enfrentaron a la policía, lo cual llevó a la muerte del manifestante Máximo Mena, lo cual
empeoró aún más la situación. Finalmente el gobierno de Onganía envió al ejército a reprimir las
protestas. Sin embargo, esto debilitó a su gobierno y llevó a su destitución por parte de la Junta de
Comandantes en Jefe de las fuerzas armadas, además de fortalecer a la dirigencia obrera.