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El Trabajo Social como disciplina, al igual que todas, se ha ido reformulando según los
contextos sociales que ha ido viviendo y según las críticas de los mismos trabajadores
sociales sobre la formas de concederse éste, lo cual ha traído algunos debates dentro de la
disciplina, discusiones sobre cuáles son las limitaciones entre teoría y práctica o sobre cuál
es la manera más efectiva de intervención social para provocar cambios emancipadores, si
es lo local o lo regional/nacional, dicho de otro modo, si es lo micro o lo macroestructural a
lo que hay que apuntar para investigar e intervenir, quedando esas dimensiones como
conceptos opuestos que no pueden ser conjugados en paralelo, ni menos que puedan
significar un mismo proceso. La siguiente cita evidencia esa mirada: “La filantropía sustituye
el derecho social. Los pobres sustituyen a los ciudadanos. La ayuda individual sustituye la
solidaridad colectiva. La emergencia y la provisoriedad sustituyen lo permanente. Las
microsituaciones sustituyen las políticas públicas. Lo local sustituye lo regional y lo
nacional”. (Soárez, en Aquín, 2006, p.10).
En ese sentido, la crítica hecha por Soárez se entiende, en tanto que cuestiona las fórmulas
ocupadas por el Estado, desarrolladas principalmente desde el periodo de las dictaduras en
latinoamérica, para intervenir solo en el nivel de lo asistencialista, sin preocuparse
realmente de los cambios macroestructurales, es más funcionando como creador de
deficiencias sistémicas, lo que hasta el día de hoy pesa al momento de querer salir de esas
lógicas que siguen en el monopolio de la disciplina, en donde predominan programas de
intervención con enfoques, al alero del Estado, como el de Chile solidario, que funciona
como un dispositivo cuyo objetivo es gobernar a la población extremadamente pobre. Rojas
(2010).
Sin embargo, eso no significa que el trabajo microestructural deba ser dejado de lado, y es
importante darle relevancia a eso, pues tampoco significa que sean instancias opuestas, ya
que, si bien hay niveles distintos entre el trabajo institucional que se pueda hacer en las
políticas públicas, y el trabajo organizacional que se puede llevar a cabo en las
comunidades. Entonces la postura que se toma al respecto es importante, pues tiene
repercusiones en las formas de mirar los fenómenos sociales, y por tanto de investigar y de
intervenir. ¿Cómo se posiciona el enfoque postestructuralista ante este debate?, y ¿con qué
fundamentos se defiende?.
La base foucaultiana
Para esto es necesario entender antes algunos de los conceptos empleados en los
planteamientos de Michael Foucault, quien fue uno de los principales teóricos del
postestructuralismo (sin sentirse identificado con esta corriente de pensamiento). Uno de los
conceptos que sirve a modo de encaminar este artículo, es la microfísica del poder. Ésta
hace relación a que el poder no es una cosa, ni una posesión, sino que es algo que se
ejerce, pero no de manera unidireccional, ya que, crea una red múltiple, que atraviesa a los
sujetos en una constante relación de poder, por tanto éste no se estanca sino que
constantemente está en circulación. Foucault (1979). Esto lleva a la conclusión de que en
los actos más concretos de la cotidianidad existen redes de poder operando y circulando, y
que éstas no se encuentran solo en las macroestructuras personificada en la figuras del
Estado o en las empresas. Que hayan relaciones de poder en las microestructuras significa
a la vez que también hay espacios de resistencia en esos contextos, que pueden optar por
el cambio revolucionario que según Foucault, constaría de dos instancias; el cambio de las
instituciones y de la conciencia. “La acción revolucionaria se define por el contrario como
una conmoción simultánea de la conciencia y de la institución; lo que supone que se ataca a
las relaciones de poder allí donde son el instrumento, la armazón, la armadura”, (Foucault,
1979, p.40). y así entonces se entiende la forma de la realidad social constituida por la
influencia constante del sistema micro al sistema macro estructural y viceversa. Esto es
ejemplificado con la configuración de los tejidos musculares, en donde el tejido siendo una
macroestructura contiene el mismo código genético que tiene el ADN, que a la vez se
entiende como la microestructura. Matus, en clases (30.11.16).
Consecuencias de la desestabilización
Conclusión
Bibliografía
Aquín, N. (2006). ¿Una nueva cuestión social?. En “Revista Perspectivas”: Santiago, Chile.
Molina, B. (2010). Vidas juveniles y subjetividades nulas: elementos para una analítica de
los dispositivos de control estatal (Santiago de Chile, 2000-2008). En “Michael Foucault:
neoliberalismo y biopolítica.” de Vanessa Lemm. Ediciones Universidad Diego Portales:
Santiago, Chile.