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GRADO 10º

AREA RELIGIÓN

TEMA: ACTITUD DE JESÚS FRENTE A LOS GRUPOS RELIGIOSOS POLÍTICOS DE SU TIEMPO

ACTIVIDADES:

Responde:

1. ¿Por qué Jesús no comulgo con los grupos políticos de su época?.


2. Lee el texto Contexto socio-político que vivió Jesús y responde

¿En qué contexto sociológico, político y cultural se presenta la figura de Jesús de


Nazaret?.
3. Lee el texto Jesús y la cuestión social y escribe un resumen de ese párrafo que lo explique
claramente.
4. Escribe en un párrafo porque Jesús no se interesó por las riquezas de su época
5. Escribe los nombres de los grupos políticos de los tiempos de Jesús y que se mencionan en los
textos y explica la función de cada uno (RESUMEN)
6. Resuelve la siguiente sopa de letras Sectas Judías (tiempos de Jesús

EVALUACIÓN DEL TEMA:


7. Observa el video Contexto socio político, cultural y religioso en el que nació, vivió y murió Jesús y
escribe como mínimo 10 conceptos claros y coherentes que se mencionan en el video
LINK
https://www.youtube.com/watch?v=Wh6uI05LF_4

Contexto socio-político que vivió Jesús.


¿En qué contexto sociológico, político y cultural se presenta la figura de
Jesús de Nazaret?
¿Cómo era Palestina en tiempos de Jesús?

Situación política.
Palestina estaba dominada por Roma. La cultura dominante del país era la judía, aunque también
se hablaba el

griego. Por tanto, era un país cruzado por varias culturas: hebrea, griega y romana. Roma respetaba
bastante las particulares e instituciones de los pueblos que dominaban. Había un representante
romano para gobernar, con una pequeña guardia. La vida de Jesús se desarrolla en el tiempo de los
emperadores Augusto y Tiberio. Herodes el Grande es el rey de toda Palestina cuando Jesús nace.
Herodes muere en seguida, dejando a sus hijos su territorio: Herodes Antipas hereda Galilea, y
Arquelao Judea. En tiempos de Jesús había también judíos rebeldes, que lucharon por la
independencia de Palestina, incluso con las armas. Entre ellos estaban Judas Galileo y los zelotas.

Situación social.
Palestina se componía de dos grupos sociales: los judíos habitantes en la misma Palestina y los
paganos romanos. Había bastantes judíos que vivían en la diáspora, es decir, fuera de Palestina.
Dentro del grupo judío había dos orientaciones desde el punto de vista religioso:
 
 Los fariseos: era un grupo religioso al que pertenecían algunos sacerdotes, pero la
mayoría eran laicos. Cumplían la ley de Moisés estrictamente. Respetaban las
tradiciones (sábado, ritos purificatorios, oraciones, limosnas, diezmos, etc.)
Estudiaban la ley de Moisés. Eran influyentes y respetados. Esperaban la futura
llegada de un Mesías liberador político. Creían en la resurrección final. Deseaban la
independencia de Palestina. No eran amigos de los romanos, aunque vivían con
ellos.
 
 Los saduceos: grupo religioso al que pertenecían las familias sacerdotales más
importantes. Querían también la independencia, pero vivían sin grandes problemas
bajo la dominación romana. Rechazaban las tradiciones orales judías. No creían en
la resurrección. Eran ricos.
 
 Otras clases sociales: Las grandes muchedumbres: sencillos, religiosos; los
sacerdotes: cuidaban el templo y ofrecían sacrificios; los levitas: ayudaban a los
sacerdotes; los guardias del templo: ponían orden dentro del recinto del templo;
los escribas: maestros y abogados; los Ancianos: Sus decisiones eran
determinantes; los esenios o monjes de Qumran: una especie de orden religiosa;
los discípulos de Juan Bautista; los publicanos: unidos con los romanos; cobraban
los impuestos; eran ricos y odiados; considerados como pecadores; no cumplían la
ley ni las purificaciones; los herodianos: deseaban que la familia de Herodes se
hiciera cargo del poder de Palestina; los zelotas: rebeldes y fanáticos contra la
dominación romana; nacionalistas, patriotas, creyentes y violentos; querían una
nación libre y gobernada en nombre de Dios.

MOVIMIENTOS POLÍTICOS EN LA EPOCA DE JESÚS

Los Fariseos
Su preocupación suprema era la fiel observancia de la Ley y de las tradiciones judías en cada detalle. Si
los juzgamos por estas normas, podríamos considerarlos como judíos modelo. Por ello se mantenían lo
más apartados posible de los demás ciudadanos: no podían comer con quien no fuera fariseo, puesto que
el alimento que consumían podría no haber sido diezmado; es decir, pudiera no habérsele ofrecido la
décima parte a Yahvé.

Quizás inevitablemente, esta política de separación les llevó a desdeñar a los demás mortales al
considerarles como de categoría inferior a la de ellos, y además les condujo a asumir
una actitud santurrona que ha hecho que el término fariseo se considere una palabra de reproche en la
actualidad. Esta arrogancia, combinada con un seco legalismo que ponía que ponía la exacta observancia
ritual por delante de la misericordia y del amor por los demás humanos, les hizo entrar en conflicto con
Jesús, quien no puso en duda la ortodoxia de ellos sino el orgullo y el modo falto de amor con que la
sustentaban. A causa de ello Jesús no dejó de catalogarlos como hipócritas delante del pueblo judío
(Mateo 23:13-31) por cuanto sus acciones estaban muy lejos de sus palabras.
 
Saduceos
Los saduceos eran los miembros de la clase alta de la sociedad judía de aquella época, por lo que todos
los conquistadores buscaron su apoyo para poder someter al pueblo. En otras palabras, los saduceos eran
los colaboracionistas que se sometían al poder extranjero, adoptando sus modas y cultura, por lo cual
eran odiados por el grupo más extremista, los zelotes. Esta sumisión al poder extranjero les permitía
ostentar los cargos públicos más importantes. El Sumo Sacerdote era miembro de este grupo, así como la
aristocracia y los principales terratenientes de aquel entonces. En la época en que vivió Jesús los
saduceos se encontraban muy reducidos en su poderío, ya que los romanos les habían quitado su poder
político y gran parte del religioso, perdiendo con ello su influencia ante el pueblo en manos de los
fariseos. Los dominadores romanos incluso se reservaron el poder de elegir a la persona que ocuparía el
puesto de Sumo Sacerdote.

Los escribas
Por lo general los escribas pertenecían a la secta religiosa de los fariseos, pues este grupo reconocía las
interpretaciones o tradiciones de los escribas que, con el transcurso del tiempo, habían llegado a ser un
laberinto desconcertante de reglas minuciosas y técnicas. La expresión escribas de los fariseos aparece
varias veces en las Escrituras (Marcos 2:16, Lucas 5:;30, Hechos 23:9). Sin embargo algunos escribas
pertenecían al grupo de los saduceos, los cuales creían sólo en la Ley escrita, mientras que los escribas
fariseos defendían con celo tanto la Ley como las tradiciones orales que se habían ido acumulando.

Jesús condenó a los escribas judíos, principalmente a los fariseos, porque habían hecho añadiduras a la
Ley de Moisés y también habían ideado subterfugios para burlarla convirtiéndola en una carga para la
gente al saturarla con sus añadiduras. Además, como clase, no le tenían ningún respeto a la gente ni
deseos de ayudarla. Amaban los aplausos de los hombres y los títulos altisonantes. Su religión era sólo
una fachada, un ritual que cubría su hipocresía. Jesús mostró lo difícil que sería para ellos el poder
obtener el favor de Dios debido a su actitud y a sus prácticas, al decirles: "Serpientes, raza de víboras,
¿cómo vais a escapar de la condenación de la Gehena?" (Mateo 23:1-33).

JESÚS Y LA POLÍTICA DE SU TIEMPO


Para comprender el momento histórico-político en el que actúa Jesús es preciso remontarse al
siglo II a. C., cuando estalla la rebelión de los Macabeos. Esto nos permitirá comprender mejor los
dos grandes fenómenos del tiempo de Jesús: las luchas de partidos y las rebeliones contra Roma.
Judá, que había perdido su independencia política el año 586, no volvió a recobrarla por mucho
tiempo: del dominio babilonio se pasó al persa, luego al griego (Tolomeos y Seléucidas).
El pueblo llegó a acostumbrarse a estar dominado, y no sabemos que se revelase contra estos
imperios. Pero la situación cambió casi a mediados del siglo II a. C., cuando las medidas de Antíoco
IV Epifanes resultaron insoportables. No nos detendremos ahora en ellas (despojo de los tesoros,
saqueo de Jerusalén, matanzas, prohibición de la religión oficial, erección de santuarios paganos,
introducción en el templo del culto a Zeus Olímpico). Lo importante es que el pueblo se divide en
tres grandes grupos: a) El primero está formado por los partidarios de la cultura helenística, que
ven con buenos ojos las reformas del rey. Pertenecen generalmente a la clase alta y a la
aristocracia sacerdotal. b) El segundo está formado por los enemigos de la helenización,
defensores acérrimos de las tradiciones patrias y de la observancia de la ley. Es el grupo de los
«piadosos» (jasidim), al que se unen los Macabeos. Representan el elemento popular. c) En tercer
lugar encontramos a la mayoría del pueblo, que no observa una postura homogénea. A veces se
somete por miedo a los dominadores y a la clase alta; pero sus preferencias se orientan sin duda
hacia los revolucionarios. El segundo grupo, que será el de más influjo en el futuro, no es tan
homogéneo como podría parecer. Al principio los une a todos la defensa de la libertad religiosa y
la esperanza de un pronto cambio de la situación. Pero incluso en este punto se dan diferencias
entre ellos. Mientras un sector defiende la postura militarista, revolucionaria, según la cual el
Reino de Dios hay que comenzar a implantarlo por las armas (Macabeos), otros piensan que la
solución no está en la fuerza armada, sino en una intervención maravillosa de Dios, que acabará
rápidamente con todos los imperios opresores, instaurando su reino sin intervención humana
(libro de Daniel). En la hora presente no se trata de luchar, sino de sufrir y aguantar con esperanza.

Jesús y la cuestión social


Los Evangelios muestran con meridiana claridad que Jesús estigmatiza sin
piedad a los ricos y predica con inusitada violencia contra la injusticia
social. Jesús anuncia por un lado, que a la luz del Reino que vendrá, la
diferencia entre ricos y pobres es contraria a la voluntad divina. Este juicio
sobre el orden social de su tiempo, es como tal, un juicio revolucionario.
Pero Jesús como ya dijimos, no apunta a voltear el orden social
directamente. Él exige otra cosa de sus discípulos: cada uno debe aplicar
individualmente desde ahora las normas del Reino futuro. Cada hombre,
como individuo, debe ser cambiado por la ley del amor. Jesús se preocupa
por hacer desaparecer en el individuo el egoísmo, el odio, la injusticia, la
falsedad.

GRUPOS RELIGIOSOS Y POLÍTICOS EN TIEMPOS DE  JESÚS


Los fariseos

Organización de los fariseos

Los fariseos, cuyo nombre significaba “los separados” (parûs) o “los santos” (qadôs), eran el

grupo religioso más sobresaliente en la época de Jesús. Se llamaban así porque propugnaban ser

el “resto escogido por Dios” para la salvación, la verdadera comunidad mesiánica que el día del

juicio sería la primera en ser salvada. No se componía precisamente de gentes del estrato

superior, sino que abarcaba toda categoría social, e incluso gentes sin formación en su mayoría.

Sin embargo, su relación con los escribas era muy estrecha. Todos los fariseos del sanedrín eran

escribas, y aunque podía haber escribas no fariseos, no era lo común. Por eso fariseo y escriba

eran en tiempos de Jesús palabras que casi venían a significar lo mismo.

Los fariseos se agrupaban en comunidades fariseas (habûrôt), de tendencia muy cerrada. No se

podía ser fariseo si no se pertenecía a alguna habûrôt. Sólo en Jerusalén, en tiempos de Jesús,

había varias de estas comunidades. Tenían en sí muchos fines de interés público y obras de

beneficencia. Eran una parte muy importante del pensar fariseo, cuyos pilares básicos eran: la

pureza, las prescripciones de la ley, y las buenas obras caritativas.

Las comunidades fariseas de Jerusalén tenían reglas concretas para la admisión de los

miembros, lo cual muestra su carácter de comunidades particulares. Antes de la admisión había

un período de prueba de un mes o un año de duración, durante el cual tenía que dar el

postulante pruebas de su capacidad para observar las prescripciones rituales. Una vez terminado

el período de prueba, el candidato se comprometía a observar los reglamentos de la comunidad

sobre la pureza y el diezmo; en la época antigua esta promesa tenía lugar delante de un escriba,

miembro de la comunidad. Desde entonces el fariseo era miembro (haber) de una asociación

(habûrah).

Estas asociaciones tenían sus jefes y sus asambleas; éstas, según parece, estaban ligadas a una

comida en común, especialmente el viernes por la tarde, al comienzo del sábado. Parece que las

asociaciones fariseas intervenían a veces en público, para dar pésames o con ocasión de

acontecimientos gozosos. Tenían su propia justicia interior; entre otras cosas, podían

pronunciarse sobre la expulsión de un miembro.

A pesar de ser el grupo religioso de mayor número, éste era más bien pequeño. Su número

oscilaría sobre los 6000 a 7000 en toda Palestina.

Debido a la confusión que muchas veces se tenía sobre los conceptos de escriba y fariseo se

asimilaba a uno con el otro, pero existen claras diferencias. No todos los escribas son fariseos.
Los jefes y los miembros influyentes de la comunidades fariseas eran escribas. (Nicodemo era un

escriba y era fariseo, también lo eran los famosos Hillel y Gamaliel). Había también escribas que

defendían posturas fariseas sin pertenecer a ninguna habûrah, pero eran muchos menos que los

que no pertenecían a los fariseos.

Esta enseñanza de Jesús sigue siendo hoy indispensable. Si todos los que
hoy en la Argentina nos decimos cristianos, realizáramos a fondo nuestra
revolución interior, pasáramos de la injusticia al amor, ciertamente que la
configuración de nuestra sociedad seria otra. Y no se daría, por ejemplo, el
hecho escandaloso de que solamente en Buenos Aires haya 120.000
departamentos vacíos y más de 2.000.000 de personas viviendo en villas
miseria y conventillos. Sin hablar de “cristianos” con dos o tres casas, que
viven lo más “panchos”, ignorando la situación de miseria de sus hermanos
en la fe. Es cierto, como ya antes quedo señalado, que el Magisterio de la
Iglesia enseña que la conversión del corazón, para no ser ilusoria, supone
hoy una acción política eficaz que busque eliminar las injusticias
estructurales. Y que sea natural que una profunda conversación del corazón
lleve al compromiso revolucionario, que busque acabar con la explotación
del hombre por el hombre como lógica consecuencia.

Ortega decía: “El hombre es él y su circunstancia”. Después de Marx, esto


no puede ser ignorado por los cristianos. Y toda la enseñanza actual de la
Iglesia exige atender ciertamente a la conversión personal, pero
simultáneamente a “la circunstancia”, que en ciertas situaciones puede ser
determinante de las actitudes interiores.

Pablo VI señala en su Carta al Cardenal Roy, refiriéndose a la insensibilidad


social de los grandes empresarios, fruto de su tren de vida: “Muchos
involucrados en las estructuras y condicionamientos modernos están
determinados por sus hábitos de pensamiento, sus funciones, cuando no lo
están, también,  por la salvaguarda de sus intereses materiales”.
Es cierto, sin duda que la cuestión se resolvería por sí misma si cada
individuo se convirtiera tan radicalmente como Jesús lo exige. Pero también
es cierto que el condicionamiento estructural puede penetrar hasta la
interioridad de la persona e imposibilitarla para el cambio profundo. De ahí
que hoy resulta inseparable en el cristiano la conversión del corazón y la
acción política que busca la conversión de la sociedad.

Los primeros cristianos se tomaron en serio las enseñanzas de Jesús. Por


eso vivían en comunidad de bienes (Actos de Apóstoles, 4,36 / 5,4). Y su
testimonio hizo explotar la institución madre de la opresión romana: la
esclavitud.

 Jesús y la cuestión política


Jesús fue condenado a muerte por Pilatos como rebelde político, como
zelota. Su mensaje trascendente resultó incomprensible, tanto para la
mentalidad teocrática y sectaria de los zelotas como para la mentalidad
pagana de los romanos, que se engañaron acerca de las verdaderas
intenciones de Jesús. Su esperanza escatológica, es decir, de la realización
plena del Reino fuera del tiempo, llevó a Jesús a una actitud agudamente
crítica frente al poder romano que lo hizo aparecer como zelota. Y los
movimientos populares que suscitó su acción, indudablemente aparecían,
ante los ojos de los romanos, como levantamientos contra el orden
establecido.

El Sanhedrín, como lo muestra el evangelista Juan (Juan 11-48), al advertir


que el movimiento popular a favor de Jesús se agranda día a día, toma la
decisión de denunciarlo como rebelde político a los romanos, para que la
acusación no recayera sobre él .

Cullmann demostró en su momento, en Dios y el César, que Pilatos no se


limita a ratificar una pena aplicada por los judíos, sino que es el que
eficazmente juzga a Jesús. En Getsemaní es la cohorte romana –y no los
judíos–  la que apresa a Jesús. Es cierto que la responsabilidad moral le
cabe al Sumo Sacerdote y al partido del Sanhedrín (y no al conjunto del
pueblo judío), pero la responsabilidad jurídica corresponde exclusivamente
a los romanos.

Es cierto que Jesús es condenado por zelota, por revolucionario, pero esta
acusación de ninguna manera significa que Cristo fuera realmente zelota,
sino que su actitud trascendente, profundamente religiosa, escapaba a toda
posibilidad  de comprensión por parte de los paganos.

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