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Luego de lo anterior, Isaías hace tres preguntas que nos enfrentan con la
majestad de Dios:
1. Vs.25. Esta pregunta nos priva de que pensemos en Dios como si fuera
igual que nosotros.
2. Vs.27. Esta pregunta nos priva de que pensemos que Dios nos ha
abandonado.
3. Vs.28. Esta pregunta nos priva de pensar que Dios está viejo, cansado y
pasado de moda.
Habacuc 1-3
INTRODUCCIÓN
Un hombre encontró un capullo de una mariposa y lo llevó a casa para
observar a la mariposa cuando saliera del capullo. Un día vio que
había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias
horas, apreciando que la mariposa luchaba en su interior por abrirlo
mas grande y poder salir.
El hombre espero a que el cuerpo se desinflamará y las alas se
desdoblarían y volará. Sin embargo no sucedió nada y la mariposa
solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y
sus alas dobladas. No podía a volar.
Lo que el hombre en su bondad no entendió era que la resistencia del
capullo por abrirse y la lucha de la mariposa para salir por ese
diminuto agujero, era una forma en se forzaba el cuerpo de la
mariposa a enviar fluidos hacia sus alas y así promover su crecimiento
y que estuviesen grandes y fuertes y luego pudiese volar.
Para las mariposas libertad y el volar solamente podrán llegar luego de
la lucha. Al privar a la mariposa de la lucha también le fue privada su
salud.
Algunas veces las luchas son lo que necesitamos en la vida. En
ocasiones como esta nos preguntamos el ¿Por qué Dios no busca
otras maneras de hacernos crecer en sus caminos y superar nuestros
problemas?
La respuesta es que si Dios nos permitiera progresar por nuestras
vidas sin obstáculos, nos convertiría en inválidos. No podríamos crecer
y ser tan fuertes como podríamos haberlo sido.
Habacuc sabía de estas cosas. De él no sabe absolutamente nada,
solo lo escrito en su libro; se cree que su profecía fue anunciada entre
el año 605 al 600 a.C., cuando Nabucodonosor, rey babilonio después
de destruir a la cruel Asiria, se volvía prepotente y saqueaba.
I. La soberanía de Dios es incomprensible a nuestros ojos (1:3)
La semana anterior, reflexionábamos acerca de la bondad de Dios,
decíamos que Asiria había conquistado Judá de forma violenta; sin
embargo Dios a través de Nahum se mostró bondadoso.
Habacuc, posible habitante del reino del Sur de Israel, pide cuentas a
Dios por sus actos, reclama en forma de preguntas ¿por qué? Por que
la injusticia triunfa, por que no en lugar de castigar al opresor, solo lo
reemplaza por otro pero cada vez.
Sentimientos de enojo, frustración e ilusiones rotas envuelven el
corazón de Habacuc al cuestionar las decisiones de Dios. Los que
conocemos a Dios nos gusta enfocar nuestros ojos más hacía el poder
de Dios, nos agrada la idea de pertenecer a un Dios todopoderoso,
todo, absolutamente todo lo puede.
Nos fijamos más es eso, sin pensar que dentro de los atributos del
Señor la soberanía es algo que el ejerce con mayor frecuencia en
nuestras vidas, y como Habacuc cuestionamos esa soberanía y
dudamos de su poder.
Nuestras mente limitadas no alcanzan a comprender las decisiones de
Dios, las cuestionamos, las reclamamos, las detestamos, pero pocas
veces las aceptamos como parte del plan de Dios para nuestra vida y
beneficio.
Israel desde su mismo origen había sido un pueblo dado a la
infidelidad espiritual, iba en pos de otros dioses; cuando Moisés en
manos de Dios los libera del yugo egipcio, los israelitas querían
regresar y ser como las demás naciones de su alrededor, copiando
sus costumbres, formas de gobierno y cultos religiosos; en lugar de
que Jehová fuera su Señor, vez tras vez, Israel busca parecerse más
a las naciones paganas de su tiempo. Dios como autoridad máxima
del universo toma la mejor decisión, escarmentar a Israel a través de
esas naciones que tanto admiraba, para que fuera burla y así sanar de
su idolatría.
El Señor sabe todas las cosas y sabe las que son mejores para
nuestra vida; nos pide vivir por fe; le pide a Habacuc que no se deje
llevar por los acontecimientos que vive, sino que vea con los ojos de la
fe, creyendo que Dios hará lo mejor a favor de los suyos y que no
desfallezca, que todo a su debido tiempo será manifestado (2:3).
Jesús anunciaba a sus discípulos que él vencería; pero las
circunstancias que rodeaban tales palabras eran diferentes, por esa
razón huyen y abandonan a Jesús cuando es tomado preso para ser
enjuiciado y crucificado.
Las circunstancias determinaron la fe de los discípulos; pero Jesús
actúo por encima de las circunstancias, al hacer que lo imposible fuera
posible, vencer a la muerte, al pecado y a Satanás en su resurrección.
Si queremos vivir bien debemos hacerlo depositando nuestra fe en
Dios de manera absoluta y sabiendo y confiando.
CONCLUSION
Si deseamos ser dichosos por la eternidad aceptemos la soberanía del
Señor nuestro Dios Todopoderoso en nuestras vidas.