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presidente
Ignacio González González
DIRECTOR
Enrique Baquedano
MAQUETACIÓN DE GRÁFICA
Agustina Fernández
MONTAJE
Intervento
ÍNDICE
259 Catálogo
La fotografía como objeto.
Una reflexión sobre la relación entre
representación visual y discurso arqueológico
La fotografía: una mirada hacia el autor. El Partenón visto por William J. Stillman, 1869. 1
Este trabajo se ha realizado dentro del proyecto HAR2012-35208. Departamento de Arqueología y procesos sociales, Instituto
© The J. Paul Getty Museum, Los Ángeles. de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales.
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adopción de la fotografía, la exaltación de sus posibilidades. La marcada convicción en un cado para ciencias entre las que desta-
progreso imparable conllevaba analizar estadios anteriores, definir las pautas de la supuesta caba la arqueología. Según el diputado
evolución, describir sobre representaciones que fueran fiables, clasificar como paso previo al francés, el daguerrotipo permitiría
análisis. La ciencia tipologista del s. XIX demandaba reproducciones realistas de especies copiar millones de jeroglíficos de forma
vegetales, de edificios, de artefactos de culturas desaparecidas, de razas y tipos humanos. fidedigna, “tal y como son en realidad”,
La relación entre ciencia y fotografía aparece así desde el principio. A esta relación dedi- reemplazando así los que “han sido in-
camos las páginas siguientes, ya que se trata de un proceso fascinante, mutuamente confor- ventados o dibujados por aproxima-
mador, dialéctico y complejo. Representación fotográfica y ciencia están tan imbricados que ción” (Dewachter, Oster, 1987, 16).
su separación no es más que una ficción. La reproducción fotográfica permitía volver sobre Sin embargo, es preciso tener en
lo estudiado, consultarlo y discutirlo en gabinetes y otros centros del saber decimonónicos. cuenta que técnicamente la generali-
Ya no era necesario acudir como única fuente a los potencialmente inexactos dibujos y gra- zación y las aplicaciones del nuevo in-
El daguerrotipo y el patrimonio en España. El patio de los Leones de La
bados, que provocaron algunos errores científicos con una repercusión científica muy nota- vento no eran, en estos primeros años, Alhambra en un daguerrotipo atribuido a Th. Gautier y E. Piot durante
su viaje a España en 1840. © The J. Paul Getty Museum, Los Ángeles,
ble a mediados del XIX. Abundan, en efecto, los casos en que es palpable una búsqueda de tan evidentes. El daguerrotipo inven- daguerrotipo 8.1 x 10.5 cm, nº inv. 84.XT.265.29
exactitud que se refiere especialmente a las representaciones gráficas. El mismo Jean-François tado por Joseph Nicéphore Niépce,
Champollion protagonizó uno que alcanzó gran repercusión y que contribuyó a desacreditar primera forma fotográfica que permi-
dibujos y grabados. Champollion criticó los numerosos errores de la Description de l’Égypte, tió que Francia anunciase al mundo un invento tan relevante, no se basaba en el binomio posi-
que había reproducido los jeroglíficos de Egipto mediante grabados. Las imprecisiones de tivo-negativo que fundamentaría la reproducibilidad de lo que hoy conocemos como fotografía
estos dibujos provocaron varios errores a los que se tuvo que enfrentar Champollion, retra- analógica. Habría que continuar otra vía, la descubierta por el británico William Henry Fox
sándole en el desciframiento de la escritura jeroglífica. Más que un episodio aislado, me inte- Talbot que es, para muchos, el verdadero descubridor de la fotografía. Su principio del negati-
resa subrayar que la abundancia de casos semejantes consiguieron crear un cierto clima de vo-positivo sería la senda definitivamente recorrida por la fotografía, primero con el calotipo
opinión sobre la inexactitud de dibujos y grabados, extendiéndose la sombra de la duda del británico y después, y sobre todo, con la generalización del colodión húmedo. Así se des-
sobre el conjunto de medios de representación prefotográficos. Así pues, la llegada de la foto- arrollaron las posibilidades del nuevo invento, basadas precisamente en la posibilidad de una
grafía no podía haberse producido en mejor momento. La ciencia saludó a la fotografía exacta reproducción.
como la garante de la exactitud de las reproducciones, fundamental para facilitar el estudio A partir de este momento se inician una serie de experimentaciones paralelas, que cons-
de las culturas antiguas. El dibujo aparecía como sospechoso y se llegó incluso a proclamar tituyen la historia de las diferentes técnicas y procedimientos por los que se intentó en el s.
su fin. XIX obtener y reproducir cada vez con mayor rapidez y exactitud las fotografías. Esta histo-
La adhesión del ámbito científico a la fotografía fue, por tanto, mayoritaria y sin fisuras. ria técnica es, quizás, la vertiente más conocida del tema que nos ocupa (Rosemblum, 1984;
La arqueología se encontró ante una técnica aparentemente idónea. Esto es muy claro en Frizot, 1994; Argerich, 1997). La existencia de una bibliografía muy amplia me permite
países como Francia, Gran Bretaña y Alemania donde, desde el principio, la arqueología es remitir a ella para una descripción pormenorizada, que acapararía las páginas siguientes y
señalada como una de las principales beneficiadas por el nuevo invento. Así, François Arago que nos alejaría de nuestro prioritario interés por la compleja e interesante relación entre
señaló, al presentar el daguerrotipo a la Cámara de Diputados francesa en 1839, su signifi- fotografía y patrimonio arqueológico.
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No obstante, las diferentes técnicas subyacen y aparecerán en nuestro recorrido, puesto que
es preciso destacar que la historia de la fotografía está plagada de una gran diversidad de
experimentos y logros, que condicionan y a la vez posibilitan diferentes aplicaciones a la
ciencia. Por ejemplo, los conocimientos químicos de quien realizaba las tomas y su habilidad
para manipular los soportes condicionarían las primeras aplicaciones de la fotografía. Igual-
mente, la progresiva adopción de instrumentos y materiales cada vez menos costosos posi-
bilitaron la verdadera generalización de la fotografía, que llegaría ya en el s. XX a grupos
sociales más amplios gracias a fenómenos como la “revolución” Kodak. Este abaratamiento,
junto con la creciente facilidad técnica, motivaron también su progresiva generalización en
la práctica arqueológica. De esta forma y más allá de las grandes Academias europeas, un
número creciente de arqueólogos pudo adquirir cámaras e incorporar una fotografía propia
a sus trabajos. Para valorar este gesto debemos insistir en las dificultades, presupuesto y
conocimientos que requería entonces la fotografía. Nunca una fotografía implicó tan poco
esfuerzo y tan pocos conocimientos como ahora, por lo que cuando admiramos vistas como
las realizadas mediante el colodión húmedo –como las que Rafael Castro y Ordóñez tomó didyme. Trabajos en el templo de Apolo. Antikensammlung, SMPK berlín
en los viajes de la Comisión Científica al Pacífico2– debe invadirnos una admiración cons-
ciente de su excepcionalidad y dificultad, de su carácter casi milagroso.
Estas dificultades técnicas y los diversos conocimientos necesarios son la base para ana-
lizar el esfuerzo que hicieron viajeros y arqueólogos por reproducir mediante la fotografía
diversos restos de las sociedades del pasado. Técnicas como el calotipo, el colodión o el gela-
tino bromuro demandaban no pocos conocimientos específicos, fundamentalmente quími-
cos, numerosos ensayos y una observación detallada. Era igualmente necesario aprender de
un buen conocedor, ya que la fotografía no se enseñaba en la enseñanza formalizada, como
de hecho ha seguido ocurriendo hasta hace pocos años en nuestro país. Esta forma de apren-
dizaje hizo frecuentemente que las oportunidades de incorporar la nueva técnica fueran esca-
sas, o que no siempre se contase con los medios o el maestro adecuados.
Los viajes por Ávila de M. Gómez-Moreno durante la realización del catálogo monu-
fotografía estereoscópica y divulgación de los monumentos: la acrópolis de Atenas. Hacia 1860. Papel albuminado coloreado.
Según yiakoumis (2000, p. 110)
mental de Ávila en 1900 me permiten ilustrar estos momentos de la fotografía arqueológica,
aunque sea ya en una época, a principios del s. XX, en que la técnica fotográfica había mejo-
2
Ver la amplia bibliografía generada por el proyecto coordinado por el CSIC en http://www.pacifico.csic.es/uym3/xml.htm rado notablemente. Gracias al testimonio de Mª Elena Gómez-Moreno sabemos que, en
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estos viajes, los aparatos fotográficos se disponían en las mulas, posiblemente el principal
medio de transporte de los arqueólogos de entonces. Era preciso ir revelando conforme
avanzaba el viaje. Por ello, Gómez-Moreno “montaba su laboratorio en el cuarto de la fonda
y va revelando lo hecho, con pocos fallos. Alguna vez le ha ocurrido dejar abierta la cámara
para una foto difícil por falta de luz y volver a cerrarla después de comer, con excelente resul-
tado” (Gómez-Moreno, 1983, 24). Cuando hacía mal tiempo debía retrasarse la obtención
de positivos, que era lo que le permitía a su vez ir evaluando lo fotografiado. Gómez-Moreno
utilizaba en estos viajes un método de positivado de ennegrecimiento directo basado en el
uso del papel al gelatino cloruro de plata. Por ello, y para positivar sus placas de cristal, nece-
sitaba un abundante sol. El resultado tenía menor estabilidad pero era más sencillo que el
positivado químico, por lo que los arqueólogos-viajeros debían utilizarlo para poder evaluar
sobre la marcha los resultados de su trabajo.
Estos tiempos de exposición empleados por M. Gómez-Moreno, que duraban horas y
se regulaban a mano, me permiten subrayar la distancia con la inmediatez y facilidad de
nuestra experiencia fotográfica actual. Nuestra experiencia actual con la fotografía digital
es instantánea, no requiere casi ningún pensamiento o esfuerzo, mientras que antes era
La divulgación de vistas en las tarjetas postales. La ciudad de Atenas. fotografía tomada desde el Partenón.
una actividad costosa y plena en tiempo, atención y pensamiento. Además, el hecho de Hacia 1874. Positivo a la albúmina. Según yiakoumis (2000, p. 95). © foto Pascal Sébah
incorporar la fotografía en una expedición arqueológica implicó hasta un momento avan-
zado del s. XX destinar una parte importante de recursos, infraestructura y gastos a obte- ras vistas de arqueología y relativizar las faltas con que se las juzga hoy, desde nuestra acos-
ner las preciadas vistas. La provisión de los diferentes productos necesarios podía ser poco tumbrada sobreabundancia.
menos que imposible en el lugar de destino, por lo que partir con una cantidad suficiente Si la historia de las técnicas nos permite evidenciar las notables dificultades que tuvie-
y su correcta administración durante la misión arqueológica era fundamental. Podemos ron que afrontar los primeros fotógrafos, nos lleva también a reflexionar sobre las causas de
imaginar la carga que supondría llevar las placas de cristal que eran, a principios del s. XX, fondo que explican la entusiasta acogida y la relativamente rápida adopción de la nueva téc-
los negativos al gelatino bromuro de plata para una expedición de varios meses. nica fotográfica. Como sabemos, los inventos no se generalizan más que cuando responden
Transportadas por caminos en carretas y mulas, calculando el gasto diario, impidiendo a una demanda social. Otros pueden permanecer en ámbitos minoritarios durante mucho
que las inclemencias y la lluvia las alcanzaran. Su fragilidad era otro condicionante, ya que tiempo, sin ser socialmente incorporados. Por tanto, el grado de adopción y progresiva ge-
los negativos de cristal podían romperse en los avatares del camino. Aunque incorporarlos neralización de la fotografía es directamente proporcional a la existencia, en cada contexto,
también tenía sus ventajas: los tiempos de exposición y el revelado se facilitaron notable- de una amplia concienciación sobre su necesidad. La existencia o no de una amplia deman-
mente a raíz de utilizar las placas secas al gelatino bromuro, haciendo que cada vez más da, así como sus características precisas, marcan las diferencias entre las diferentes tradicio-
arqueólogos pudieran acceder a la fotografía. En cualquier caso, es preciso tener bien pre- nales nacionales. En nuestro entorno europeo llaman la atención algunos ejemplos. Así, tan
sentes estas dificultades, que nos permiten valorar el carácter extraordinario de las prime- sólo dos meses después del discurso de Arago anunciando al mundo el invento fotográfico,
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de fotografías debe partir de una reflexión sobre la fotografía, que se muestra aparentemente pretensiones, lejanas ya, de la objetividad fotográfica, hoy sabemos que la fotografía conlleva
demasiado obvia como para ser cuestionada y, en parte por eso mismo, tan realmente pode- todo un código de significados que tienen sentido dentro de una época y cultura determinada.
rosa. Es decir, comenzar aprendiendo las características y cualidades propias de este docu- Mi acercamiento a la fotografía parte de considerarla como un objeto construido, reflejo de
mento, sus posibilidades de análisis y sus limitaciones. la ciencia de cada época. En este sentido, la fotografía nos informa de la historia pero es, a
Esta constatación del carácter específico de la fotografía me lleva a subrayar varias de sus su vez, un objeto histórico. Como intenta poner de relieve el título de este capítulo, la foto-
características, que considero fundamentales: grafía es un objeto nuevo, que debe conllevar un análisis propio (González Reyero, 2006;
La fotografía es inédita, en cuanto contiene información que no ha sido incorporada al 2008). Como ha señalado Trachtenberg, las fotografías nunca son evidencias históricas, ellas
conocimiento arqueológico y en cuanto existe un enorme conjunto de imágenes, frecuente- mismas son lo histórico (Trachtenberg, 1989). La fotografía tiene, además, una innegable
mente desconocido y que albergan archivos e instituciones de muy diverso tipo, que no han capacidad de acción: es un actor más a considerar en la construcción del discurso científico.
sido objeto de un análisis que las integre y analice históricamente. La imagen fotográfica muestra y a la vez influye, por tanto, en el estado de la ciencia
La fotografía es polisémica, ya una misma imagen puede reaprovecharse en sucesivos dis- y en el pensamiento arqueológico. Subrayaremos a continuación algunas de las formas en
cursos históricos, apoyando hipótesis que pueden ser contradictorias. Es decir, la fotografía que se muestra esta interrelación entre la representación fotográfica y la práctica arqueo-
tiene la poderosa capacidad de apoyar argumentos que pueden ser opuestos, dependiendo lógica.
del contexto en que se inserte o del pie de figura que le acompañe. Esto nos lleva también a
ser conscientes del potencial que tiene la perdurabilidad de los argumentos visuales, de los Fotografía y ciencia: una transformación mutua
diferentes significados que pueden conllevar estos sucesivos usos. En la actualidad, la fotografía en ciencias como la arqueología ha alcanzado una normaliza-
La fotografía es contextual, en tanto que su significado se construye dependiendo de la ción mayoritaria que podríamos resumir en la opinión de P. Witte, para quien la fotografía
cadena de imágenes en que se inserta. En este sentido, puede enfatizar determinados rasgos de arqueología debe “mostrar todos los detalles y prescindir de todos los efectos (…), com-
ilusoriamente, al desdibujar una situación general. Antes que una copia de lo real, la foto- binar la máxima objetividad posible con ciertos criterios fotográficos que se rigen según el
grafía representa una transformación sobre las cosas. Puede fragmentar o aislar un aspecto fin para el cual son obtenidas” (Witte, 1997, 50).
de un todo cultural o puede, también, omitir rasgos determinados. Pero el camino seguido hacia este relativo consenso ha sido desigual. Si consideramos la
La fotografía es objeto antes que imagen. La fotografía no es sinónimo de imagen, sino que historia de la ilustración arqueológica nos encontraremos con que estamos lejos de analizar
contiene también un soporte con una materialidad y capacidad de acción notable. Entre una evolución lineal. Objetos, monumentos y estratigrafías no se dispusieron igual en las
otras cosas, la materialidad del soporte ha condicionado a cada momento la posibilidad de tomas de arqueología. Además de existir una adecuación en función de los objetivos y nece-
una serie de actuaciones, como la aplicación de máscaras y tratamientos diversos que modi- sidades de cada estudio podemos diferenciar, también, ciertas tradiciones que resultan repre-
ficaban la fotografía. Por ello, la fotografía no sólo contiene la imagen reflejada, sino tam- sentativas y que reflejan los sustratos de los que cada ambiente de investigación era deudor.
bién rastros visibles de las manipulaciones y procedimientos que posibilitaron su fabricación Estudiar la disposición de los objetos, los esquemas de representación elegidos en cada
o sucesivos usos. momento nos parece sumamente interesante, sobre todo si tenemos en cuenta que el des-
La fotografía como construcción cultural. Antes que un reflejo o copia inmediata de la reali- arrollo de la fotografía de materiales arqueológicos no ha sido objeto de gran atención: se
dad, la fotografía es una traducción, una construcción que depende directamente de quien rea- han incorporado al discurso sin los esquemas estéticos o ideológicos de otras fotografías
liza la toma. Tras cada imagen late la voluntad de quien está detrás del objetivo. Lejos de las (Edwards, 2001, 51). Reconocer la existencia de estos esquemas subyacentes no puede sino
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llevarnos a subrayar la importancia de reflexionar sobre las formas que en cada momento se Las primeras fotografías de materiales adoptan pautas
consideraron apropiadas para la representación científica. de representación prefotográficas, propias de los estu-
Así, la forma concreta que adopta lo fotografiado no es casual. El análisis de estas dis- dios de composición enseñados en las academias de
posiciones delata las tradiciones y la intención de quien realiza la toma. Nos asomaremos a Bellas Artes. Es una tradición que converge con las
continuación a las formas en que podemos acercarnos al discurso científico a través de las composiciones artísticas basadas en naturalezas muertas
tomas fotográficas, en un breve recorrido por la representación fotográfica en arqueología. o variété, realizadas a base de vaciados, bajorrelieves y
No detallaremos el tema exhaustivamente, ya que me interesa subrayar sobre todo la poten- grabados, entre otros. Sabemos que el propio Daguerre
cialidad y como en las tomas subyacen siempre intencionalidades y tradiciones que podemos practicó este género de fotografía a partir de 1837 (Del-
valorar. Tan sólo en parte podemos hablar de una evolución temporal, ya que mayoritaria- pire, Frizot, 1989, 19). El esquema formal de estos “bo-
mente se trata de formas de representación que coexisten, tanto como las tradiciones cientí- degones” continuaría en la fotografía durante bastante
ficas de las que son expresión. tiempo, donde los objetos se dispondrían de forma
semejante a una composición pictórica. Esta disposi-
A) El discurso filológico y artístico ción era claramente deudora de una tradición visual
El “otro” como representación. integrante de la
Las primeras aplicaciones de la fotografía en heredada de la pintura, donde el objetivo principal era
tribu Waiwai (brasil). fotografiado por John oilvie
arqueología se dirigieron a los objetos y, muy retratar, por lo que no se incluían escalas que transmi- en 1910. Según Pezzati (2002, lám. 12)
especialmente, a epígrafes, inscripciones y mo- tiesen una idea exacta del tamaño de los objetos. El inte-
nedas. La imagen fotográfica parecía el proce- rés prioritario era el conjunto y muchos objetos podían estar parcialmente ocultos.
dimiento ideal de representación, especialmen- Esta disposición de lo fotografiado fue especialmente frecuente durante el s. XIX y el primer
te para ciertos estudios que requerían gran tercio del s. XX. En esto, la fotografía de arqueología tampoco se diferencia de las tomas que se
exactitud como, por ejemplo, los arquitectóni- realizaban en los estudios fotográficos del mundo occidental. En países como Francia, Alemania,
cos o la reproducción de epígrafes. Su inmovi- Gran Bretaña o España, quien acudía a retratarse mediante la fotografía tenía un interés claro
lidad se adecuaba, además, a la necesidad de por plasmar su condición social. A imagen de los retratos pictóricos, la persona fotografiada se
largas exposiciones de las cámaras de entonces. rodeaba de fondos decorados de muebles y telas: se recreaba, por ejemplo, el salón victoriano,
Ante el descubrimiento de lenguas u objetos ambiente usual y propio de la persona retratada, que se rodeaba además de los instrumentos u
desconocidos, la fotografía era idónea para rea- objetos que debían serle propios por su condición social acomodada. Así, la fotografía propor-
lizar consultas entre especialistas. Pero, además, cionó una nueva “representación” social a la burguesía habitual de estos estudios, en la que abun-
el interés por los epígrafes era consecuencia de dan los barrocos fondos de muebles, tapices y esculturas, objetos que se incluían para mostrar
la arqueología filológica propia de la época, que un determinado nivel social.
La representación de bienes muebles y las composiciones pre-
fotográficas. A) cerámicas aparecidas en Punta de vaca (cádiz). les concedía una gran importancia al conside- En la misma época comienzan a representarse también los grupos foráneos, ajenos al
Según quintero (1917, Lám v). b) disposición tipo bodegón rar las fuentes escritas como el testimonio fun- mundo occidental. Esta representación se sitúa fuera del estudio pero comparte algunas de
en unas cerámicas procedentes de Baelo Claudia (cadiz).
© Archivo General de la Administración, Sevilla, f-1344 damental para el análisis histórico. sus pautas. En ella se retrata tanto al “otro” como su hábitat de vida o su entorno familiar.
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señaló N. Pevsner, “el poder del fotógrafo para fortalecer o destruir el original es innegable”. En
efecto, podía “hacer que la nave de una iglesia aparezca alta y estrecha o ancha y baja, casi sin
tener en cuenta sus verdaderas proporciones. Aún más, puede hacer que un detalle aparezca
con tal fuerza que origine más atención en la fotografía que en el original“ (Pevsner, 1949, 12).
Con el tiempo, las fotografías parciales –complementarias o no de otras más generales– lla-
maron la atención sobre detalles que, en una toma global, podían quedar desdibujados, des-
cubriendo el potencial del siguiente tipo de fotografía sobre el que voy a llamar la atención
en nuestro breve recorrido: las vistas complementarias.
Hasta finales del s. XIX era usual publicar una única fotografía de cada objeto. Sin embar-
go, y a partir de principios del s. XX, se empezó a preferir editar varias fotografías de un sólo
objeto. Es preciso señalar que esta posibilidad se vio favorecida por el desarrollo del fotogra-
bado, que abarató la imagen impresa respecto a las litografías. Aunque incluir más fotograba-
dos pasaba por disminuir la calidad de la imagen. Por ello es importante subrayar esta deci-
sión de ofrecer diferentes puntos de vista. Se priorizó poder realizar un “paseo” alrededor de
la pieza y proporcionar una visión más completa de lo fotografiado. Con ello, se pensaba, el
lector dispondría de las mismas herramientas que la persona que contemplaba la pieza real.
Las relaciones de este tipo de vistas complementarias con la fotografía antropológica son
claras. En el desarrollo de esta forma de retratar, diseccionando en diferentes perspectivas el
tema de estudio, resulta fundamental la pretensión de establecer tipos, de reconocer y siste-
tante usual en la arqueología española y tiene semejanzas con las perspectivas de la pintura pai-
sajística del s. XVIII. Lo encontramos también en la fotografía de objetos, en unas tomas que
perseguían reproducir no tanto unas exactas proporciones, sino una idea global del objeto. Por
ello encontramos, junto al encuadre estrictamente frontal, otro encuadre con un punto de vista
elevado. Por ejemplo, al fotografiar una cerámica no se elegía la frontalidad, sino una vista algo
superior que permitía apreciar la boca del objeto. Esta perspectiva permitía, antes que unas
exactas proporciones, dar una idea del global del objeto, de su volumen.
Sin embargo, el uso de estos encuadres laterales para conocer aspectos como las proporciones
vistas complementarias en las diapositivas para las clases de la universidad de Madrid, años 30.
de un edificio llevaba a asunciones erróneas y podía tener considerables consecuencias. Como fondo instituto de Historia, cSic
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de vista que lograse la máxima visibilidad de los objetos. Se fotografiaban sin un contraste ele- adoptado en revistas como Anuari de l’Institut d
vado. La luz se utilizaba para dar uniformidad a la serie, enfatizando algunas características ’Estudis Catalans y Archivo Español de Arqueo-
como la forma, la textura, el material y la decoración. Extendidos sobre una superficie, se bus- logía, donde se compusieron tablas que yuxta-
caba su contemplación global. Se retrataban así diversos objetos, cuyo fondo podía o no ser ponían materiales incluyendo escalas y favore-
retirado tras la toma mediante las máscaras. ciendo la comparación.
Este tipo de representación se encuentra ya en las ilustraciones fotográficas del general La llegada de la fotografía contribuyó de
Pitt Rivers en Art from Benin (1900). El Corpus Vasorum Antiquorum, el gran proyecto cla- esta forma a instaurar el comparatismo, que se
sificatorio de las “especies” cerámicas, adoptó igualmente esta disposición para sus láminas. convirtió pronto en una metodología funda-
En España este tipo derivó frecuentemente en una labor de recorte y composición a partir mental. En un ambiente de creciente circula-
de originales fotográficos. Este collage de fotografías individuales sufría después otras mani- ción de imágenes, la posibilidad de comparar
pulaciones para evitar que los recortes se apreciaran. Algunas veces el fondo se retiraba visualmente restos procedentes de diversos luga-
manipulando el negativo. Para ello se pintaba el fondo del negativo, exceptuando tan sólo res fue rápidamente aceptada. He relacionado la
el objeto. Con esta máscara, el posible fondo y otros detalles como las sombras desaparecían vigencia de este método con el surgimiento de
en el positivado. Pero además se conseguía resaltar el contorno del objeto. Éste quedaba un determinado tipo de libro: el constituido por
silueteado y “suspendido” en el espacio. El objetivo de esta manipulación era poder con- láminas sueltas o Einzelaufnahmen, un formato
templar el objeto como un puro espécimen, abstrayéndolo –se creía– de cualquier influen- que hacía más fácil las comparaciones entre obje-
cia. Después de la toma, el autor debía elaborar su propia lámina: recortaba, pegaba y dibu- tos y que se adecuaba perfectamente al trabajo en
jaba sobre la fotografía. El autor diseñaba su propia lámina dependiendo del argumento gabinetes, a la docencia en seminarios y a las fre- La fotografía retrata el proceso de excavación en Azaila
(Teruel). © Archivo J. cabré. iPcE, Ministerio de cultura,
esgrimido. cuentes consultas entre investigadores. En Es- nº 232
Este tipo de lámina evidencia una voluntad de lograr datos comparables. Toma como paña este esquema de las láminas sueltas se siguió
referencia los dibujos de especímenes botánicos, tan influyentes en la ciencia del s. XIX. La en escasas ocasiones. El primer testimonio lo encontramos en el Corpus Vasorum Antiquorum,
relación con la ilustración científica y los grabados era clara, especialmente al asumir la con- por lo que este esquema pudo introducirse en España de la mano de este proyecto europeo.
centración de los datos en una lámina. Se lograba que la fotografía pudiese proporcionar En este recorrido no podemos olvidar mencionar un gran salto cualitativo, que las imá-
tablas tipológicas o por “especies”, semejantes a las del dibujo pero dotadas de una mayor genes fotográficas plasman claramente. Me refiero al paso que existe de la plasmación puntual
confianza. del objeto o el yacimiento a la secuencia, a la transmisión de imágenes sucesivas y comple-
La presencia en España de este tipo de representación fotográfica nunca fue mayoritaria, mentarias que se mostraron especialmente idóneas para plasmar uno de los cambios de interés
lo que puede leerse como una pervivencia de planteamientos procedentes de una tradición centrales en la disciplina arqueológica: el cambio del objeto al contexto. J. Cabré Aguiló fue,
anticuaria o, quizás, como una relativa desconexión respecto a las pautas adoptadas en otros como podemos ver en la figura que se reproduce en esta página, uno de los primeros en dar
ambientes científicos como las ciencias naturales. Sin embargo, parece haber sido especial- a la fotografía este uso (Blánquez Pérez, González Reyero, 2004; González Reyero, 2007;
mente significativo en las primeras décadas del s. XX, cuando el afán sistematizador llevó a 2008). La fotografía se muestra también aquí, una vez más, como un termómetro de la
la necesidad de elaborar tablas tipológicas. Por ejemplo, parece haber sido rápidamente arqueología.
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que España quería alcanzar. Todos estos factores habrían coadyuvado a que, durante mucho
tiempo, persistiese la idea de que la fotografía era un instrumento idóneo para la demostra-
ción de teorías.
Resulta muy interesante constatar la casi total ausencia de una reflexión o debate sobre los
peligros que la fotografía podía conllevar. Son puntuales las advertencias de los investigadores. Se
trata además de testimonios contradictorios, como veremos. Son dudas no tan claramente expre-
sadas como en otros países. Conjugando su práctica con estos comentarios, podemos inferir que
la fotografía siguió siendo un poderoso y casi incuestionable instrumento en sus trabajos.
Aunque de manera muy escasa, en algunos autores encontramos ciertas críticas o adver-
tencias de los sesgos que el medio fotográfico podía introducir. Especialmente relevante es
el caso de A. Fernández Avilés, que era un investigador familiarizado con el medio, habitua-
do a fotografiar sus temas de estudio. En su estudio sobre las esculturas ibéricas del Cerro de
los Santos de la Colección Velasco señaló: “nos hemos reducido a presentar con sencillez los
ejemplares intentando un “despiece” de elementos y consignando algunas de las elementales
observaciones que acerca de sus caracteres técnicos nos sugería su contemplación directa”. El
despiece al que hace ilusión no era sino su “desglose” fotográfico, que permitía una informa-
ción más completa. Pero el investigador añadía: “circunstancia ésta que debe tenerse en La estratigrafía como prueba. Excavaciones de Ampurias, señalándose el estrato atribuido al s. iv a.c.
cuenta, siempre que sea posible, al estudiar en el futuro el resto de la serie, ya que, pese al A la derecha, esquema del resto de los niveles. Según cazurro y Gandía (1913-14, fig. 29)
valor documental que una buena fotografía supone, con frecuencia “disfraza” los objetos,
mejorándolos en grado que puede engendrar confusión. Así, la cabeza de la supuesta peluca grafía en arqueología hasta fechas recientes en España, que no hacen sino demostrar las dife-
de trenzas parece, a juzgar por la reproducción de frente, de un arte más suelto del que en rentes concepciones que sobre la fotografía persistieron en nuestra ciencia. En segundo lugar,
realidad tiene” (Fernández de Avilés, 1943, 382). El investigador subrayaba cómo sus hipó- el retraso y la relativa ausencia de una reflexión sobre el documento fotográfico y sobre su
tesis se basaban en la contemplación directa de las piezas –y no las fotografías– que, advertía, lugar en la ciencia arqueológica. A pesar de la mayor abundancia de testimonios en Gran
modificaban la realidad. Bretaña o Francia, voy a referirme tan sólo a un caso paradigmático que ilustra este desfase
A pesar de críticas puntuales como esta, durante bastante tiempo continuó siendo respecto a la reflexión que sobre la fotografía se realizaba en Europa. John Ruskin fue, ade-
mayoritario en la arqueología española el recurso a la fotografía como evidencia y prueba. más de uno de los historiadores del arte más significativos del s. XX, uno de los primeros
Mencionaré tan sólo el caso de M. Gómez-Moreno, una de las figuras más influyentes utilizadores de la fotografía. El historiador de arte británico pasó de alentar el desarrollo de
durante gran parte del s. XX, quien argumentaba en 1949 que la fotografía era una copia la fotografía y de incorporarla él mismo pioneramente al estudio de la arquitectura, deno-
fiel de la realidad. minando a las fotografías “precious historical documents” (Ruskin, 1903-1912) a llamar la
La diversidad de estos dos casos, de estos testimonios enfrentados, me permite subrayar atención, al final de sus días, sobre la necesidad de someter su imagen a una contrastación
dos ideas. La primera es la heterogeneidad de opiniones respecto a la utilización de la foto- severa y sobre el perjuicio que suponía, en su opinión, que el discurso se apoyase continua-
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Susana González Reyero LA foToGrAfíA coMo obJETo. unA rEfLEXión SobrE LA rELAción EnTrE rEPrESEnTAción viSuAL y diScurSo ArquEoLóGico
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Susana González Reyero LA foToGrAfíA coMo obJETo. unA rEfLEXión SobrE LA rELAción EnTrE rEPrESEnTAción viSuAL y diScurSo ArquEoLóGico
A lo largo de las páginas precedentes hemos visto la duradera convicción en el valor de la foto-
grafía como prueba. Hoy somos conscientes de los equívocos que esta convicción puede pro-
vocar y hemos asistido a casos, divulgados ampliamente por los medios de comunicación, en
que se ha demostrado la manipulación o la falsedad de determinadas fotografías. Esto ha incre-
mentado el descrédito actual de la fotografía, un aspecto importante sobre el que volveremos.
En realidad, como señaló Roland Barthes, no es que la imagen fotográfica sea falsa o
manipuladora. Tan sólo es parte de su retórica, de las formas que ésta utiliza para lograr que
el espectador le confiera un significado y no otro (Barthes, 1980). La imagen fotográfica La fotografía y las nuevas formas de representación en arqueología. izquierda, vista del Macalón (nerpio, Albacete)
tiene, en este sentido, un notable poder, que incluye una vida independiente de su autor y desde el sureste. derecha, modelo 3d del Macalón. © Proyecto AltoSegura, iH-ccHS, cSic.
del texto donde inicia su “vida social”. Su significado varía en función de otras tomas que
pueden rodearla coyunturalmente. Conjuntamente, todas ellas componen una narración.
En esta intervienen tanto las imágenes como otro factores, como los pies de figura. Todo ello De la escasez y parquedad de las primeras fotografías, hemos pasado a una progresiva gene-
puede hacer cambiar el significado del conjunto. A lo largo de sus potenciales y múltiples ralización que ha llegado a una sobreabundancia, a la omnipresencia de la imagen en nuestro
utilizaciones, la fotografía es capaz de adaptarse a narraciones muy variadas, sigue interac- mundo actual. De la creencia de Walter Benjamin en el potencial emancipador de las repro-
tuando continuamente con lectores y épocas. Es lo que Gadamer llamo la “historia de los ducciones en los medios de comunicación de masa (Benjamin, 1935), hemos terminando
efectos” y, una vez más, me permite llamar la atención sobre la increíble maleabilidad y poli- devaluando su valor, crecientemente conscientes de su posible manipulación.
semia de la imagen. Mientras tanto, la imagen fotográfica sigue actuando y relacionándose determinante-
Entre la confianza y la sospecha, la fotografía sigue estando muy presente en ciencias como mente con la práctica de la arqueología. Ya sea bajo la bandera del “patrimonio” –noción a
la arqueología. En los fondos patrimoniales que tienen entre sus documentos fondos fotográ- menudo vinculada a diferentes narrativas del Estado– o en la actual comercialización pri-
ficos diversos se actúa para lograr su preservación y mejor acceso, su difusión y puesta en valor. vada neoliberal de los sitios arqueológicos y de los objetos antiguos como productos comer-
Esto es necesario, puesto que muchas veces se trata con negativos altamente inflamables, sus- cializables. También es omnipresente y en ocasiones un reclamo en la integración de la ar-
ceptibles de destruirse en cualquier momento. Como he señalado antes, los archivos constitu- queología en la cultura popular que alimentan los medios de comunicación. Aquí las
yen un fondo inédito de material, frecuentemente desconocido y susceptibles de actuaciones imágenes de los profesionales sirven eventualmente para nuevas narraciones presididas por
que incorporen su contenido a la discusión y al debate actual. Pero la estrategia de actuación nociones de éxito como son el misterio, el descubrimiento y la aventura. Nuevamente, la
no puede limitarse o tener como objetivo –si no último en teoría sí en la práctica– recuperar imagen es fundamental en cómo los consumidores perciben la arqueología, que se traduce
“datos crudos”, sino que deben ser objeto de un planteamiento crítico y de una estrategia que y revierte a su vez en forma de financiación para la investigación y los profesionales
parta de una valoración crítica de los propios documentos a analizar como forma de poder aña- (Dietler, 2010: 225).
dirlos al debate científico actual. Sin esto, encontramos que la digitalización masiva de archivos A la vez, la propia práctica de la arqueología impone otros tipos de representación grá-
no va siempre acompañada de un análisis histórico de los mismos, de una reflexión sobre su fica. Las representaciones de los sistemas de información geográfica, como las reconstruccio-
naturaleza como objetos o sobre su incidencia y acción en los discursos que nos permiten com- nes y modelos digitales, son otras formas de sustituir la realidad, de representar y visualizar
prender la historia de la ciencia y nuestra propia disciplina arqueológica. las teorías argumentadas. El propio desarrollo de la disciplina los demanda cada vez más. Se
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BIBLIOGRAFÍA
requiere además que toda parte grafica sea interoperable, algo que viene a marcar la inclusión
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su mensaje, ha sido siempre su mayor fortaleza. Y también su debilidad. como técnica documental, Ministerio GONZÁLEZ REYERO, S. (2006): La Historiografía de la Arqueología y de
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