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1 Este trabajo ha sido publicado en inglés en The Frontiers in Social Movement Theory, edi-
tado por Aldon Morris and Caro! Mueller, Yale University Press, New Haven, 1992.
Expresamos nuestro agradecimiento a la editorial por permitir su publicación en este libro.
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bólico de las relaciones sociales de defensores y críticos del sistema polí-
tico. El hecho de que los primeros cambien de actitud hacia los segundos
indica a todos los que están en contra del sistema que éste se está hacien-
do cada vez más vulnerable a sus ataques.
El impacto del discurso público en las identidades colectivas.
Gamson (1988 y 1989) ha sido el que más ha destacado la importancia
de los medios de comunicación de masas para la movilización colecti-
va en este campo. Debido al papel central de los medios de comunica-
ción en las sociedades modernas, los movimientos sociales se ven cada
vez más inmersos en una lucha simbólica por el·significado y las inter-
pretaciones (1989). Este autor afirma que, si no examinamos el discur-
so de los medios e investigamos cómo cambia ese discurso a lo largo
del tiempo, seremos incapaces de comprender la formación y activa-
ción del potencial de movilización de los movimientos sociales.
En cualquier momento de la evolución de una sociedad, un tema
político concreto puede ser representado por varios «paquetes ideológi-
cos» (Gamson, 1988; Gamson y Modigliani, 1989). Además, cada cues-
tión política genera un conjunto de paquetes y otros que los impugnan.
Los paquetes ideológicos específicos se difunden en una sociedad espe-
cialmente a través de los medios de comunicación de masas.
Las mismas organizaciones de los movimientos sociales también
prestan su contribución al discurso público. Como promotoras de paque-
tes ideológicos específicos y de formas de acción colectiva destinadas a
apoyar a los primeros, influyen en la controversia que se desarrolla en los
medios de comunicación. Ni que decir tiene que esas organizaciones no
pueden hacer un uso exclusivo de los medios, y se ven obligadas a com-
petir con otras que promueven la difusión de otros paquetes ideológicos,
desde las que representan la postura «oficial» hasta aquéllas que la ata-
1 can y también desean tener voz en el debate público.
Formación y movilización del consenso. Hace unos años introduje
la distinción entre movilización del consenso y movilización de la acción
(Klandermans, 1984). En una publicación más reciente (Klandermans,
1988) distinguía entre movilización del consenso y formación del consen-
so: la primera es definida como el intento deliberado de un actor social
para crear consenso en un sector de población; la segunda se refiere a la
convergencia imprevista de significado en las redes sociales y las subcul-
turas. A estas últimas se añade otra distinción entre movilización del con-
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ciones del mundo, metas y opiniones compartidas sobre el entorno social y
las posibilidades y límites de la acción colectiva. Los grupos pueden tener
más o menos éxito a la hora de desarrollar su identidad colectiva. Si un
grupo no lo logra, no podrá llevar a cabo ninguna acción colectiva.
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ten congruentes con las creencias colectivas del público; o bien el prime- i
ro logra transformar las creencias colectivas del público. Este razona-
.·. mierito es, por supuesto, similar al enfoque de la alineación de marcos de
· Snow y otros (1986), excepto en el argumento fundamental de que ni la
congruencia ni la transformación se dan entre individuos aislados. Las
creencias colectivas se desarrollan, expanden o transforman en la interac-
ción interpersonal, en la cual también se han formado con anterioridad.
Aunque las creencias colectivas tienden a la estabilidad, aquí no se
· afirma que no puedan cambiar. Dos aspectos fundamentales de la vida
social pueden producir cambios en las creencias colectivas. En primer lu-
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romperse y los que antes fueron aliados pueden llegar a formar parte del
sistema de conflicto.
Los sistemas de alianza sirven para apoyar a las organizaciones del
movimiento social proporcionándoles recursos y creando oportunidades
políticas; los sistemas de conflicto agotan los recursos y restringen las
oportunidades. Las distintas organizaciones de los movimientos sociales
tienen sistemas de conflicto y alianza diferentes pero coinCidentes entre
sí. La mayor coincidencia se dará entre organizaciones del mismo tipo
de movimiento social (del movimiento de las mujeres, del movimiento
ecologista, etc.). Pero las organizaciones de la misma clase de movimien-
tos también tendrán sistemas superpuestos de conflicto y alianza.
Muchos activistas del movimiento pacifista, por ejemplo, estuvieron
también comprometidos con el movimiento de las mujeres o el ecologis-
ta (Kriesi, 1987). La línea divisoria entre los sistemas de alianza y con-
flicto de un movimiento pueden coincidir con otras divisiones, como las
creadas por la clase social, las divisiones étnicas o la afiliación política.
La estructura específica de un campo multiorganizativo variará en
función del tiempo, la clase de movimiento y la situación. La parte del
campo comprometida con uno de los dos sistemas de alianza o conflicto
aumenta o disminuye. en función de los ciclos de protesta. En sus puntos
álgidos, casi todas las organizaciones se situarán en uno de ellos; en los
períodos de declive, no pertenecerán a ninguno de ellos.
Aunque otras organizaciones de movimiento constituyan la mayor
parte del sistema de alianz,as de la organización de un movimiento social,
cualquier clase de organización, casi sin excepción, puede llegar a formar
parte de un sistema de alianza: los partidos políticos, sindicatos, iglesias,
organizaciones recreativas, juveniles, de estudiantes, organizaciones tra-
dicionales y modernas de mujeres, conservacionistas de la naturaleza, de
consumidores, comunitarias, y a veces incluso instituciones gubernamen-
tales. Por ejemplo, junto con otras organizaciones el sistema de alianzas
del movimiento pacifista holandés estaba formado por partidos políticos,
sindicatos, iglesias, y una variedad de organizaciones locales de bienestar
social, de vecinos y especializadas (juventud, tercera edad, mujeres)
(Klandermans, 1990a; Kriesi, 1987). Por otro lado, la composición de los
sistemas de alianza cambia en el curso del ciclo, como lo muestra la in-
. vestigación de Tarrow (1989a) sobre el ciclo italiano de protesta de los
años sesenta y setenta. Aunque los actores tradicionales e institucionales
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estuvieron ausentes en las fases iniciales del ciclo, estos actore~ se unie-
ron a la protesta en la cresta del ciclo, ya fuera para encauzarla hacia di-
recciones más moderadas o para utilizar la presión política acumulada en
la promoción de sus propios intereses. En el declive de este ciclo, el siste-
ma de alianzas se desintegró rápidamente, las organizaciones radicales se
hicieron más dominantes, y al final el sistema de alianzas quedó reducido
a una red de políticos radicales (Delia Porta y Tarrow, 1986). De impor-
tancia capital para el sistema de conflicto son las organizaciones e institu-
ciones contra las que se dirige la protesta: las instituciones gubernamen-
tales, las organizaciones de empleadores, de negocios, élites, partidos po-
líticos, etc. Pero, igual que el sistema de alianzas de una organización de
movimiento social está abierto a toda clase de organización aliada, así
también el sistema de conflicto de una organización de movimiento pue-
de admitir cualquier tipo de organización adversaria. Ocasionalmente,
las acciones de la misma organización de movimiento empujan a otras or-
ganizaciones e instituciones hacia el conflicto. Las acciones de protesta
tienen inevitablemente efectos indirectos que perjudican a gente que no
es objetivo de la movilización. En consecuencia, esta gente se puede aliar
con los adversarios de la organización del movimiento social.
Mucho antes de que una controversia se convierta en un conflicto
abierto y de que los que contestan el orden instituido entren en el esce-
nario, el discurso público ha producido sectores dentro de la sociedad en
los cuales se han tomado determinadas posturas. Por ello, los individuos,
grupos y orgal).izaciones pueden ser clasificados por su actitud respeCto a
la cuestión en juego: a favor, en contra, o indiferente -motivado por in-
tereses particulares, por afinidades ideológicas, etc.-. Los líderes de opi-
nión, los medios de comunicación y los portavoces, así como las opinio-
nes tendenciosas desempeñan su papel a este respecto. Las opiniones so-
bre estas cuestiones se desarrollan dentro de las subculturas de grupos de
individuos que ya comparten ciertas ideas y acuerdos. De ellas procede el
diseño inicial del campo organizativo de todo grupo disidente. Las orga-
nizaciones, grupos, medios de comunicación e individuos se manifiestan
como contrarios, favorables o indiferentes hacia las cuestiones suscitadas.
Los nuevos acontecimientos e informaciones se difunden y procesan se-
gún los criterios ya trazados por los grupos que constituyen el campo or-
ganizativo de un movimiento.
En esta situación, la comunicación persuasiva de un grupo disiden-
te tiene eco en primer lugar entre sectores donde ya existe alguna simpa-
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tía o afinidad con las opiniones de ese grupo. Muchas campañas de per-
suasión nunca llegan más allá. En efecto, como Oliver y Marwell (1988)
afirmaban no existe razón alguna para que los organizadores vayan más
allá de estos límites si es que consiguen sus metas. Estos autores defien-
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den que el organizador habitual tratará primeramente de movilizar a la
gente que conoce y ya simpatiza con la causa. Si ello es suficiente para
cumplir los objetivos, no hay motivo para ir más lejos. En cierto modo,
los mensajes llegan a sus destinatarios dentro de las redes de una subcul-
tura sin la necesidad de la persuasión de un disidente. Así, Kriesi (1987)
sugirió que las redes contraculturales en algunas zonas de Holanda ~ran
tan densas y tan favorables al mensaje del movimiento por la paz, que
este mensaje se difundió en esas redes sin que la organización tuviera
que hacer un gran esfuerzo.
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Conclusión
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de forma que su mensaje conecte con las creencias ya existentes. ~sto ex-
plica por qué un actor específico moviliza el consenso con más facilidad
en algunos grupos o categorías sociales que en otros.
Dado que las creencias pueden ser y serán discutidas, la construc-
ción social de la protesta es una lucha por ver quién hace prevalecer su
definición de la situación. El significado se construye mediante el con-
traste con esquemas alternativos promovidos por actores en competencia
u oposición. Los campos multiorganizativos pueden ser divididos en sec-
tores que apoyan a la organización de un movimiento, los que se oponen
a ella y los que son indiferentes. Por tanto, los individuos no son única-
mente el objetivo de la persuasión desplegada por la organización A de
un movimiento, sino también de su organización competidora B, de la
oponente C, de la del contramovimiento D y así sucesivamente.
Si esta orientación prosigue su desarrollo actual, el área de los mo-
vimientos sociales entra en un territorio aún por explorar. Los psicólogos
sociales apenas han empezado a estudiar el complejo fenómeno de la for-
mación y transformaCión de las creencias colectivas y la construcción so-
cial de la realidad es un proceso que sólo acabamos de empezar a enten-
der. La construcción social de la protesta empuja a la investigación de los
movimientos sociales hacia nuevos. métodos y áreas de investigación. El
análisis del discurso, el estudio de las creencias colectivas y la interacción
interpersonal son áreas que traen de nuevo a la psicología social a primer
plano. Durante mucho tiempo, los analistas de los movimientos sociales
han equiparado a la psicología social con la teoría de la privación relativa;
creo que ya es hora de aca,bar con este estereotipo.
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