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Introducción
del pasado histórico, Paul Ricoeur (2006) dice que este podría pensarse como
lo Mismo desde que identificamos al relato como su sustituto. Al cuestionar
este supuesto por considerarlo inviable, decide abordarlo desde lo Otro. Aquí
el historiador se distancia del pasado y el relato se diferencia del haber-sido.
Pero este tampoco le satisface porque niega toda relación de la narración con
el pasado real. Finalmente llega a la analogía como la figura que establece este
vínculo sin que sea idéntico o distinto. De este modo niega la representación,
pues esta supone la reduplicación del pasado, tarea imposible debido a que se
accede a él solo a través de huellas. La palabra que designa mejor esta relación es
representancia. Ella cancela la vieja pretensión historiográfica de narrar el pasado
tal como para presentarlo como si. Esto solo es posible a través del relato. Para lo
anterior echa mano de la ficción, de figuras tropológicas: metáfora, metonimia,
sinécdoque e ironía. Aunque se corre el riesgo de borrar las fronteras entre la
historia y la ficción, esto no sucede. El relato historiográfico pondera las huellas o
fuentes, garantes del pasado, y se explica bajo los regímenes de verdad científicos.
Este acercamiento se amplía con las propuestas de Michel Foucault (2008),
quien sostiene que a lo largo del tiempo el conocimiento se ha construido
a partir de continuidades y rupturas en las formas de representar las cosas.
Estas se rastrean desde las semejanzas y diferencias, es decir, lo Mismo y lo
Otro. Los límites de la representación entonces se conocen en relación a lo
representado en cualquiera de sus formas. Así pues, por ejemplo, la emulación
como una forma de similitud marca unos límites de representación, mientras que
la analogía ofrece un número infinito. De este modo, dice, conocer (representar)
será interpretar. Finalmente, estas consideraciones se complementan con la
hermenéutica analógica. Mauricio Beuchot (2008) busca hacer una síntesis de
las formas de interpretación que han predominado, a saber: la univocidad y la
equivocidad. Considera que la analogía es punto medio entre éstas dos. Ella
alberga la metonimia y la metáfora. Una interpretación analógica permitirá una
lectura que no pretende las interpretaciones literales y que limite la infinitud.
Estas consideraciones orientan los análisis de dos textos dramáticos sobre la
rebelión tzeltal de 1712 ocurrida en Chiapas, México. Se trata de Los agravios de
su ilustrísima, guion para teatro de Alfredo Espinosa; y Los embustes de San Tanás,
guion para cine de Antonio Coello. Como veremos, las dos representaciones de la
rebelión se ubican en los extremos, queriéndose y negándose como sucedáneos del
pasado. En términos generales, considero tres aspectos para identificar la relación
que existe entre estas ficciones y la realidad del pasado. Primero: que ambos se
refieren a un pasado reconocible; segundo: que ese pasado se ha prefigurado como
un modelo capaz de ser representado, y tercero: la representación, a pesar de sus
extremos, implican discursivamente a los lectores y a sus posibles espectadores.
Con este último aspecto asistimos a una pretensión: despojar al arte y la literatura
de la supuesta incapacidad de actuar en la realidad.
Relatos de la rebelión
José Pedro Martínez, 1869, de la serie Guerra de castas chiapaneca. Otra de las rebeliones indígenas de Chiapas que ha
inspirado la creación artística es la rebelión tzotzil de 1869. En el siglo XIX se escribió una novela, Florinda, de Flavio
Paniagua, y se produjo una serie de litografías de José Pedro Martínez. Fotografía: Cortesía de Mario Nandayapa.
publica varios documentos sobre la rebelión, testimonios orales recogidos por los
antropólogos siglos después, en los que María de la Candelaria es opacada por un
héroe mítico, Jwan Lopes, y varios fragmentos de obras de ficción.
Pero no solo la crónica y la historia se han ocupado de los sucesos de Cancuc.
Otros ejercicios narrativos cuyas pretensiones referenciales escapan a una idea de
verdad articulada a la demostración empírica, han abordado el acontecimiento.
Me refiero a los escritores de ficción. Con sus textos, el gran enunciado, la
rebelión, se complementa.Algunas novelas, obras de teatro y cine se han escrito
al respecto. En el siglo XIX vio la luz la novela histórica Don Juan Núñez García
del guatemalteco Agustín Mencos Franco. El nombre de la novela se debe a
quien ha sido considerado uno de los líderes, Juan García. En ese mismo siglo se
publicó el guion teatral María de la Candelaria: An historic drama om American
Aboriginal Life, de Daniel Brinton (1897). La pieza contiene unaintroducción
donde se aborda la historia del levantamiento.
Ya en el siglo XX Heberto Morales Constantino (2010) escribe Jovel, serenata
a la gente menuda. Es una novela que rastrea los orígenes españoles de San
Cristóbal de Las Casas. En ella permea la idea de mestizaje sobre la que se fundó
la ciudad. La historia es la errancia: el andar de españoles hasta asentarse en el
valle de Jovel, sus hibridaciones y propósitos. La novela concluye precisamente
con la rebelión tzeltal. Aquí el mestizaje aparece cuando algunos ladinos se niegan
a participar contra los sublevados.
Otro texto de Juan Pedro Viqueira (1996), pero este a medio caballo entre
la historia y la ficción, es María de la Candelaria, india natural de Cancuc. Es
un trabajo que plantea la tesis historiográfica, su tesis, de que la sublevación
fue planeada conscientemente por los indígenas. El genio novelesco y algunos
elementos ficticios la ubican como una pieza literaria y no historiográfica.
El escritor guatemalteco Ronald Flores publicó en 2008 la novela histórica La
rebelión de los zendales. La novela se basa en la crónica de fray Francisco Ximénez.
Con ella busca situar la rebelión en el contexto centroamericano de la Colonia.
Finalmente, dos guiones, uno para teatro y otro para cine. El primero se
llama Los agravios de su ilustrísima, de Alfredo Palacios Espinosa; elsegundo Los
embustes de San Tanás de Antonio Coello. En ellos me detendré a continuación.
Imagen 2. La obra de teatro Los agravios de su ilustrísima se estrenó en junio de 1992 en el Teatro
de la Ciudad en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Fotografía: Cortesía de Héctor Cortés Mandujano.
La tercera línea son las condiciones de pobreza que padecen los indígenas.
Estas se acrecientan por dos circunstancias. La primera, ya manida, se refiere a
la ambición mezquina del obispo Juan Bautista Álvarez de Toledo. El obispo
incrementa el cobro del tributo al Rey dejándolos en la pobreza, vendiéndoles
“a precio de carestía”; en esas fechas, además, se registró una plaga que terminó
con los sembradíos, habiendo también enfermedades. Ante estas circunstancias
de explotación los indios miraron en lo dicho por la virgen la oportunidad para
liberarse.
Una última línea, no propiamente de argumentación, identifica al relato
dramático con el historiográfico. Se trata de la guerra de las vírgenes. La Virgen
María, la misma que le ha hablado a María de la Candelaria, es la protectora de
los indios. Frente a ella los españoles, sus autoridades eclesiásticas y el ejército,
colocan a la Virgen de la Caridad. El obispo la nombra Generala y va en la
avanzada del ejército. Es su protectora.
Como se ve el relato literario es cercano al relato historiográfico. Volvamos
a Ricoeur. Al preguntarse por la realidad del pasado histórico, sostiene que una
de las maneras de abordarlo es como lo hizo cierta corriente historiográfica
identificada con Ranke y con el mismo Collingwood. La enuncia a partir de
pensar el pasado tal como ocurrió. Esta condición se da en el relato. Aquí se
impone la figura de lo Mismo. Es interesante hacer notar que en el caso que me
ocupa el referente de lo Mismo es el relato historiográfico y no el pasado como
haber-sido. Cuando Platón se hacía la pregunta por el arte, decía que este es
apariencia de la forma. Es decir, el artista que esculpía o pintaba, por ejemplo,
una mesa, imitaba algo que ya había sido creado, en este caso, por un carpintero
quien, a su vez, imitaba una creación divina. De este modo es posible pensar el
relato dramático como apariencia del relato historiográfico. El hecho de haber
seguido las líneas de argumentación, posibles comprensiones del hecho histórico
que han aventurado los cronistas e historiadores, encadena a la obra de teatro con
un pasado que ya ha sido creado.
La diferencia entre estos dos relatos son los criterios de verdad. El
historiográfico se circunscribe a la verdad científica, es decir, la comprobable
con evidencias empíricas. El documento se erige aquí como huella del pasado.
El literario o dramático carece de esta pretensión, no echa de menos a los
documentos y se ciñe a lo posible. Su verdad se efectúa en la experiencia estética.
Cosa difícil en el texto dramático pues su naturaleza es la representación.
Ahora bien, una duda. ¿Consultó Alfredo Palacios documentos primarios?
Su respuesta requiere un trabajo minucioso que escapa a la brevedad de este
texto. Pensemos en lo posible. La crónica de Ximénez, pero también algunos
documentos publicados en el libro de Orozco y Berra estaban disponibles. De
haberlo hecho entonces podríamos aventurar esto: lo Mismo no es en función al
relato historiográfico, sino al relato dramático como pasado.
Imagen 3. Inmediatamente después de la rebelión tzeltal, el presidente de la Audiencia de Guatemala, Toribio de Cosío,
mandó a pintar un lienzo de la Presentación de la Virgen en el Templo, con la finalidad de que los indios sublevados no
olvidaransu derrota. En Cancuc se conoce como el Lienzo de la Virgen. Fotografía: Cortesía de Juan Pedro Viqueira
Conclusión
través del relato. En este el pasado ya no se presenta tal como ocurrió sino como si.
Considera que la metáfora es la forma de la analogía. El señalamiento de Beuchot
(2013, p. 26) es que la metáfora es la más cercana a la equivocidad. Para él la
hermenéutica analógica es intermedia entre lo unívoco y lo equívoco porque evita
reducirse a la literalidad e impide dispersarse en la alegoría. En este sentido la
metonimia y la metáfora son aspectos de la analogía.
Desde esta perspectiva es posible pensar que Los agravios y Los embustes son
interpretaciones analógicas del pasado. Si el primero se identifica con lo Mismo,
no deja de contener diferencias; si el segundo se identifica con lo Otro, no
deja de contener semejanzas. Los agravios es una obra cercana a las líneas de
argumentación de los relatos historiográficos, pero no por eso es distinta a la
ficción, con diálogos y escenas fingidas. Los embustes, se diferencia de los relatos
historiográficos, pero no por eso olvida la estructura primigenia de la narración
histórica de la rebelión, lo que recuerda la historicidad de lo ahí narrado.
Además de esta visión en conjunto de los textos dramáticos, podemos pensar
en otra desdiferenciación. ¿Dónde dialogan estas obras de ficción entre sí y con
los relatos historiográficos? Lo hacen en el nivel del discurso. Uno de los aspectos
dela frontera como lugar común entre la historia y la literatura es su capacidad
para ampliar o complementar las formas de conocer el mundo. Sobre la rebelión
tzeltal de 1712 se han escrito estos y otros textos, con pretensiones distintas,
criterios diferentes, aspiraciones otras. Sin embargo, cada uno de ellos, como
géneros discursivos, construyen el enunciado de lo que han llamado la guerra de
las dos vírgenes.
Referencias