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Un enemigo en común
1 Rubén, Darío, (1898), “El triunfo de Calibán”, Biblioteca Virtual Universal. pág. 1.
ambicionan, con la clara convicción de ser los elegidos divinos, después de pensar
un poco en los puntos que coinciden con los predicamentos nazis, no me sorprende
su facilidad para manipular la información, siendo estos mismos amantes de la
guerra y pioneros de la publicidad y propaganda como arma mediatica. Lo curioso
de todo lo anterior que acabo de declarar es que no me sorprendería si fuera un
rastro de las ideas que transmitieron estos 2 autores en su tiempo. Considero que
nos es necesario ir demasiado lejos para rastrear los restos de ello, aquellos
nombrados yankees, aún se encuentran en la cultura de Latinoamérica, tal vez ya
no con ese nombre pero sí con el adjetivo de “gringo”, siendo que a pesar de sus
esfuerzos como intelectuales para tratar de evitar una colonización cultural por parte
de los “vulgares” estadounidenses, fueran poco a poco derivados por la presente
actualidad; una era donde su dominio se divisa desde que nos es necesario
aprender su idioma para catapultarse en el ámbito laboral, como un idioma
universal, algo que no tiene caso comparar con la época de los escritos si tomamos
en cuenta que ellos ni siquiera imaginaban la existencia de una red digital de
conexiones globales como lo es el internet. Nuestros autores no imaginaron que
EE.UU. ya se había encaminado, en el momento que comenzó una carrera con
Rusia por ver quien avanzaba más rápido en cuestión de tecnología espacial y
armamentista; dichos escritores se posicionan con sus afirmaciones con la figura de
los sabios que advierten la llegada de los incultos, auto asignándose la tarea de
salvadores intelectuales elitistas aquellos que prefieren el yugo español pues de ahí
proviene los rastros de una cultura europea sofisticada, ¿quién es el Ariel entonces?
pues como acabo de describir; Prospero es el que enseña, Ariel es quién tiene la
vivacidad de la juventud, aquella semilla primigenia que puede florecer y
mantenerse en su pureza o corromperse y llevar a la humanidad a la ruina, son
precisamente ellos quienes serán el transporte de nuevas y reparadoras ideas.
Conclusión:
La educación es un arma o un instrumento, dependiendo desde el punto de
vista que se vea; dichos argumentos nos han forjado en la idea de un origen común
y privilegiado; en El Ariel apreciamos que a diferencia del momento que las colonias
pretendían independizarse de España, ahora lo que menos esperaban era negar
nuestra procedencia, el profesor expresa una cantidad de simbolismos considerable,
donde no solo hace alegoría a la capacidad de la juventud para transmutar el ideal
que introduce Rodó; tanto la juventud humana como una mirada hacia el joven
futuro; ve la forma en que cada vez los jóvenes iban inmiscuyéndose menos en la
política, sobre todo a una temprana edad, en vez de evitar que el poder sigue
concentrado en círculos sociales viejos para el ejercicio de la democracia; y ahí es
cuando entra en juego la importancia de generar una identidad como parte de esta
sociedad latinoamericana pues denota una conciencia sobre la sociedad a la cual
debe enfrentarse la juventud, sin dejar de lado su posición en el mundo; aquel que
que está siendo arrasado por el expansionismo estadounidense. Un aspecto que no
me parece tan loable pero que en su momento fue parte del mensaje de Rodó; el
arte que sigue siendo exclusivo de un sector privilegiado de la sociedad, que como
ya mencioné párrafos antes, dichos pensadores cual Apolo, son la vía por la cual el
conocimiento baja hacia el resto de la población, pues el arte no es algo que puede
ser manejado por todos ¡claro que no!, es cosa de unos cuantos eruditos, donde si
aplica el concepto de igualdad es en el ámbito jurídico, de ahí su vinculación con los
derechos, obligaciones, etc., expresa su malestar ante lo que se podrían convertir
las democracias vulgares, convertidas en tiranas en un futuro, por ello coloca a los
jóvenes en la posición del Ariel, son ellos quienes al tener educación y conciencia
de su posición podrían evitar que eso sucediese, es el profesor quien trata de
despertar a sus alumnos, y aunque tal vez no todos lo hayan hecho, al final de la
clase, el Ariel surge de entre la masa de borregos:
“Mientras la muchedumbre pasa, yo observo que, aunque ella no mira al cielo, el cielo
la mira. Sobre su masa indiferente y oscura, como tierra del surco, algo desciende de
lo alto. La vibración de las estrellas se parece al movimiento de unas manos de
sembrador.”2
Bibliografía:
Rubén, Darío, (1898), “El triunfo de Calibán”, Biblioteca Virtual Universal.
https://biblioteca.org.ar/libros/155.pdf
https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/ariel--0/html/fedf72f8-
82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html