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Debajo de la cama

A mi abuela le aterraba qué se le subiera el muerto; por más que le decíamos que
solo era una parálisis del sueño, que era un efecto en el cerebro y que no había de
qué preocuparse, le aterraba, le daba un miedo sinceramente anormal.

Hasta que una vez me atreví a preguntarle porque era, porque tenía ese miedo.
Yo pensando que podía ser otra de las cosas en las que no íbamos a coincidir,
pues ella es muy religiosa y el resto de la familia es atea. Así que pensé que, a
final de cuentas, no íbamos a llegar a un acuerdo y ella seguiría creyendo que un
fantasma se acostaba sobre ella para no dejarla mover.
 
—Te voy a contar, pero no te burles, porque te conozco y porque sé que tú y tus
primos piensan que yo estoy loca o qué soy ignorante por las cosas en las que
creo. Te voy a contar solo si prometes que no le vas a decir a nadie más de la
familia.

—Yo sentí. Y es que, estas alturas ya estaba bastante intrigado por conocer esta
historia.

—¿Sabes porque tu primo Alberto ya no se burla como ustedes? ¿porque me


acompaña la iglesia según él? Es porque ahora él cree, pero no fue así de a
gratis; es por algo que le pasó.

Seguro te acuerdas de Hace 2 años, cuando se enfermó de salmonela y me lo


dejó tu tía Mari para que yo lo cuidara. Pues bueno, esos días ya casi al final, en
esos en los que no se podía ni levantar de la cama. Yo me acosté en la sala, en el
silloncito, y me pasó otra vez. Se me subió el muerto, pero no es así como tú dices
que alguien se despierta y no se puede mover, para nada, a mí me pasa cuando
estoy despierta, así de repente. Así estaba yo jugando con la tablet que me dieron,
cuando sentí como se me sentó en el pecho, y ahí ya no me pude mover. Y luego
sentí como se acomodó sobre mí, y yo despierta.

Entonces lo peor, algo que no me había pasado antes. Me volteó y me puso como
boca abajo contra la esquinita del sillón, luego escuché un ruido de chimenea,
como si algo estuviera metiendo por ahí. Escuché el ruido y todo, hasta las
puertecitas de rejas se abrieron, y luego empezó a caminar por toda la casa. Me
movió los platos y revolvió toda la cocina, yo en ese momento te juro que ya hasta
le agradecí a Dios, a estar ahí sin poder verlo.

Pero luego, se fue al fondo, al cuarto donde estaba tu primo. Y ahí sí; yo me trate
de mover, de liberarme; porque pobrecito Alberto estaba allí todo mal y débil, y yo
no sabía que le podía hacer así de vulnerable cómo estaba, no sabía las
intenciones de esa cosa que andaba por aquí, pero definitivamente no era buena.
Intentaba moverme y no podía y no podía, hasta que escuché que tu primo gritó,
se escucho como si fuera un niño, y tú sabes que él nunca fue miedoso, ni cree en
fantasmas ni nada. Hasta ese momento me pude mover y me caí al intentar
levantarme porque todo mi cuerpo estaba como dormido, pero así, así como pude
casi me arrastré para ir con Alberto, y cuando entré al cuarto estaba llorando de
miedo como si fuera un niño y corrió a abrazarme, nos vinimos a la sala y aquí
estuvimos lloré y lloré y rece y rece, y hasta después me pudo platicar que cuando
se despertó vio que ya estaba oscuro, ya era de noche aunque eran las 7:30
apenas.

Estaba muy débil y se quería levantar, pero no podía, Y entonces, sintió que le
tocaron los pies, que los tenía destapados. cuando volteó, dice que ahí estaba
asomado, desde los pies de la cama, algo con la cara muy muy negra, tan negro
que su silueta destacaba en la oscuridad de la habitación, tenía cuernos.

Y cuando él se quiso mover, este diablo le apretó los pies y no lo dejaba, y fue ahí
cuando gritó. Dice que luego escucho como me caí, como me iba acercando, y
que el diablo ese volteó para la puerta y luego se metió debajo de la cama.

Ya no puede hacer que tu primo se durmiera y al final se acostó pues mi cuarto en


el piso junto a mí y al día siguiente vino tu tía por él.

— Cuando mi abuela con todo esto yo tenía los ojos bien abiertos por la historia,
no sabía qué decirle. Ella se levantó para preparar café y mientras lo hacía, me
dijo algo más.

— Mira mijo, yo solo espero que en algún momento crean tú y tus primos, o por lo
menos que dejen de burlarse de los que si queremos creer. Y espero que no
tengan que ver algo como lo que vió tu primo Alberto para que se den cuenta de
todo lo que existe, de todo lo que está allá afuera y aquí a nuestro alrededor.

— Ese día le inventé un pretexto mi abuela para no quedarme con ella, y es que
me tenía que dormir en ese cuarto de la historia. y por alguna razón sentía que
algo me estaba esperando ahí, debajo de la cama.

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