Está en la página 1de 2

LAS BRUJAS DE ATLIXCO

(REUNIDAS EN EL ÁRBOL SECO, SENTADAS EN MEDIO DE UN CIRCULO DE


VELADORAS)

YOS Llegando la noche nos reuníamos en el árbol más seco y viejo, en lo más alto
del cerro de San Miguel de Atlixco, ahí comenzábamos a tener nuestros rituales de
la noche, hacer embrujos para averiguar dónde se encontraban los niños más
pequeños del rumbo.

LILI Una vez que toda gente estaba en su casa, de inmediato nos arreglábamos el
pelo para no vernos tan feas y salíamos como bolas de fuego a divagar sobre las
casas del cerro de San Miguel, así divagamos por más de tres horas, tratando de
oler o ver una buena carnada de niños.

YOS Desde una cabaña, donde hacíamos rituales malignos, embrujos y sacrificios
de niños, (DIRIGIMOS EL REFLECTOR HACIA LA CABAÑA POR UNOS SEGUNDOS Y
REGRESAMOS A LA ESCENA PRINCIPAL) vemos como las mujeres recuestan a sus
hijos en petates, asegurando bien las ventanas y puertas, colocaban sus veladoras y
frente a sus puertas, ponían tijeras cruzadas, para proteger a sus niños de
nosotras.
(DIRIGIOS EL REFLECTOR HACIA LA SOMBRA DE UNA MAMÁ DENTRO DE SU
CASA) LILI Las mujeres ponían cualquier tipo de protección para alejarnos día con
día, y nosotras esperando el día que se descuidaran para poder chupar la sangre de
sus hijos del pie o del cuello hasta dejarlos muertos.

YOS La gente nos tenía tanto miedo que después de las 9 de la noche ya nadie
salía de sus casas, los cual nos hace completamente dueñas de la noche. Pero lo
que nadie sabe es que de día rondamos entre ellos como mujeres normales,

llevándonoslos con engaños y usándolos para sacrificios, por obtener juventud.


LAS BRUJAS DE ATLIXCO:
Todas las madres rezaban cuando llegaba la noche; se santiguaban, oraban para
que las bolas de fuego que se observaban desde lejos en el cerrito de San
Miguel no volaran cerca de sus casas, se persignaban y persignaban a sus
criaturas, niños de cinco años hasta los recién nacidos que eran los favoritos de
las desagradables y feas brujas.
Todos se encerraban desde las ocho de la noche por miedo a toparse con una de
ellas, se decía que llegando la noche se quitaban las piernas, las acomodaban a
un lado de la hornaza del fogón y se ponían las patas de un guajolote, luego se
arreglaban el pelo para no estar tan feas y se subían en escobas hechas con
ramas secas y salían volando por las puertas o ventanas; al llegar al cerro de San
Miguel, se juntaban y esperaban que llegaran más para lanzarse al vacío desde la
plazuela que está al pie de la escalera de piedra, pues no se les permitía subir
más cerca de la capilla; y casi cuando llegaban al suelo, se prendían como bola de
fuego para comenzar a volar por dos o tres horas, tratando de oler o ver una
buena carnada de niños u hombres tomados, o enamoradizos.
Las mamás después de acostar a sus hijos en sus petates cerraban las ventanas
y puertas bien atrancadas, colocaban sus veladoras cerca de sus santos y
después de orar, sacaban cruces de ocote, de estacas y tijeras cruzadas para
ponerlas cerca de las puertas, bajo el petate y la almohada para proteger a los
niños de las brujas chupadoras, porque cuando no encontraban obstáculos,
llegaban y chupaban la sangre del niño en el cuello o en un pie hasta dejarlo casi
muerto. La gente del pueblo ya no subía al cerro después de las 9 de la noche,
aún después del paso de muchos años, todavía se llegó a ver el cansado vuelo de
una bola de lumbre por las laderas del  “cerrito”, como señal de que las brujas
todavía quieren seguir “chupándonos” la sangre.

También podría gustarte