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TAREA 2: EQUIPO DE TRABAJO

En mi experiencia personal, había tenido la oportunidad de conformar equipos, sino


desde cuando tenía 14 años para jugar fútbol con mis amigos en las horas de recreo de
mi colegio. Solo en los recreos tuve esa oportunidad. Era una decisión un poco difícil
porque tenía que elegir a solo cuatro amigos, debido a las dimensiones pequeñas del
tablazo de mi colegio. Pese a esto ser una limitación -porque el fútbol se juega 11 vs 11
normalmente-sí me benefició porque tenía que decidir bien a quién elegir para cada
posición en el “campo de batalla”. De hecho, comenzaba a elegir a las personas de
acuerdo a sus capacidades físicas, pero sobre todo mentales. Recuerdo que el que
tenía que ir sí o sí en el arco era el más gordito de todo mi grupo de amigos o, al
menos, el más ágil de todos (también llegué a ser arquero algunas otras veces, ya que
me considero un líder pero también considero necesario defender a mi equipo cueste
lo que cueste si es que no había nadie con estas dos características antes descritas).
Después en la defensa tenían que ir infaltablemente los más altos de mi grupo de
amigos, pero normalmente no encontraba a ninguno (en verdad, ninguno de mis
amigos era el más alto, ya que todos tenían una altura de alrededor de 1.67-1.69 al
igual que yo). Sin embargo, procedía a elegir entonces a los más “aguerridos” de todos,
los que “meten cuerpo y no lloran”. Entre ellos, siempre me gustaba defender y
apoyarlos desde “popa”, me gustaba ser el “Sergio Ramos” de la cancha, liderando y
aportando tácticamente (pero siempre gritando a los que no hacían bien su trabajo,
más nunca a agredirlos sino motivarlos). De nuevo, debido a las pocas dimensiones de
la cancha, tenía que elegir solo a 2 jugadores para la defensa, ya que con uno sería
imposible cubrir el arco.

Luego de eso, procedía a llamar al que tenía las cualidades de “xavi” o “Iniesta”, más o
menos necesitaba el “cerebro” del área para romper con uno o dos pases la defensa
rival. Mi mejor amigo siempre era el que quería tomar esa posición, ya que él nunca
quería ser delantero. “Mucha cosa”-me decía. Por eso es que siempre lo ponía en el
medio, además porque era el más inteligente de nuestro grupo… era el “Robert Maes”
de mi colegio! Más que por sus habilidades con el balón, siempre lo elegía a él por su
intelecto y su capacidad para pensar más rápido que los demás. En este juego, ya
llegamos a los 4 jugadores. Era la guerra. Las dos defensas y el mediocampista-y
muchas veces el arquero- tenían que aportar arriba del área, atacando y regresando
siempre para defender el arco.

Creo que de esta experiencia, aunque muy simple, me llevo dos cosas: 1) mi capacidad
para planificar pese a tener un terreno muy limitado y 2) mi capacidad para aportar
desde todo punto de vista a mi equipo, no dejando a nadie por detrás y siempre dando
todo de mí mismo, no por orgullo sino por el bien de todos en él. Eso es lo que creo
debería ser un líder y, en el camino de la vida, a veces debemos tomar las riendas del
asunto y ser líderes responsables que sepan, a partir de su intelecto y relación con los
demás, formar su propia táctica de juego para ir preparado a la guerra. Esta
experiencia siempre me abre los ojos sobre cómo, a partir de recursos limitados,
puedo utilizarlos para salir adelante. Eso es lo más importante de esta experiencia.

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