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La profesionalidad periodística: una construcción institucionalizada

El periodismo no obtiene su forma definitiva en el momento en que surge. Disputándole


terreno a la literatura, confundiéndose con ella algunas veces, internándose en el mundo de la
política, sirviendo a ésta de instrumento, durante siglos ha buscado definir su especificidad,
hasta cristalizar en una competencia particular que es la que lo caracteriza hoy.
En este trabajo intentaremos desarrollar y fundamentar esta hipótesis: la profesionalidad
periodística es, tal como lo señala Alsina, una determinada competencia en la construcción de
imágenes de la realidad pública (Alsina, 1989: 149). Y es una competencia institucionalizada
(en un doble sentido: como rol social y por parte de la organización informativa) y, por lo
tanto, especializada, es decir, llevada a cabo por especialistas.
Así pues, las configuraciones históricas han derivado en una institucionalización del rol de
periodista, que en un principio carecía de ese estatuto, y al mismo tiempo lo han diferenciado
de los demás roles transformándolo en una profesión más, en algo que debe ser ejecutado por
expertos.
Y esa profesionalidad periodística consiste en la "capacidad de recategorizar
sociocognitivamente los acontecimientos en noticias" (Alsina, 1989: 164) y se verifica en la
construcción de un "mundo posible", de una "realidad pública". La manera en que se produce
hoy esa recategorización es también el tema de este trabajo.

1. Configuraciones

La historia del periodismo comienza en el siglo XVI con el auge de la noticia manuscrita, que
estaba al servicio del creciente mercantilismo comercial (Ford, 1987:220), y que luego pasaría
a difundirse en "hojas impresas". Estas hojas impresas "retomaban por un lado las formas
tradicionales de información sobre lo histórico o sobre lo extraordinario, cercanas a la de la
literatura medieval", pero por otro lado "respondían a una nueva necesidad cultural: la de
obtener información más precisa, más útil y más actual" (Ford, 1987:222).
Desde un principio, entonces, el periodismo establece una relación dialéctica con la literatura
y, simultáneamente, busca definir su propio perfil: la noticia. Asimismo, su inserción se
produce en el marco determinado por las condiciones económicas impuestas por el
capitalismo.
La literatura será entonces uno de los campos con los cuales debatirá esta nueva forma
cultural. El otro será la política.

a) Periodismo y literatura

Las interrelaciones y las mutuas determinaciones entre periodismo y literatura son lo bastante
conocidas como para ahondar en ellas en el plano histórico. Baste decir que la misma
aparición de una actividad periodística contribuye a definir el campo de lo literario y a
establecer delimitaciones, que después y en un movimiento pendular se irán modificando y
flexibilizando.
Ya en el siglo XVII, lo literario adquiere una fuerte importancia en el contenido de las
publicaciones de esa época, las gacetas, como una forma de sortear la censura existente. Con
el surgimiento de los diarios, las figuras más destacadas de la profesión son también las más
importantes de la literatura: Defoe y Swift, por ejemplo, cosa que también puede verse mucho
después, en las primeras décadas del siglo XX, con Ernest Hemingway y Jhon Dos Passos.
Algo parecido sucede en la Argentina por los años 30, cuando el diario Crítica, el de mayor
tirada en lengua española, albergaba a excelentes escritores, poetas y novelistas como Jorge
Luis Borges y Roberto Arlt (Entel).
Ambos campos se irán determinando simultáneamente: el periodismo se encargará de lo real,
de lo que ocurre efectivamente, para lo literario quedará el terreno de la ficción; pero a su vez
la literatura aportará formas y una dosis de creatividad al trabajo informativo y éste alimentará
nuevos estilos y géneros de ficción.
La profesionalidad para los periodistas, en este sentido, consistirá en el manejo de la lengua,
en ser "expertos" del lenguaje, y "expertos" en un determinado tipo de lenguaje que, a pesar
de sus relaciones conflictuales con el "arte verbal", irá delimitando su especificidad.

b) Periodismo y política

Desde las primeras publicaciones semanales del siglo XVII, los temas políticos y sociales
adquieren estatuto de "temas periodísticos". En la Francia de mediados del siglo XVII,
incluso, surge un periodismo clandestino de tipo panfletario; y en la Inglaterra del siglo XVII
"la relación entre el periodismo y las luchas políticas se hace más estrecha, ejercita nuevas
técnicas de discusión" (Ford, 1987: 224).
Pero es a principios de este siglo, y con Lenin, cuando la vinculación entre estos dos campos o
prácticas sociales se presenta más evidente. Son los bolcheviques quienes inauguran la
propaganda política moderna (Domenach, 1962: 31): la prensa es justamente un medio para
difundir las ideas revolucionarias y despertar la conciencia de clase.
El periódico de los comunistas tiene, entonces, una función propagandística; al denunciar las
injusticias de la sociedad burguesa intenta desenmascarar la opresión a que ésta somete a los
trabajadores.
Los medios de comunicación se convierten en instrumentos para la acción política. "Trotsky,
en una innovación sin precedentes, se dirigió por radio a las 'masas sufrientes', pasando por
sobre sus gobernantes" (Domenach, 1962: 31).
Con las diferencias del caso -no insignificantes, por cierto- ésa es la concepción de periodismo
que predomina en la primeros tiempos de la actividad en nuestro país. "Eran políticos que
escribían sus ideas y las intentaban divulgar", sostiene Alicia Entel. Y Juan Bautista Alberdi
dice en un periódico de 1838: "Es cierto que ("La moda") intentó seducir lectores, pero no
para sacarles su dinero, sino para hacerlos aceptar nuestras ideas" (Entel, 138).
La profesionalidad -si cabe llamarla así- no consiste en este caso en la especialización para el
ejercicio de un determinado oficio, sino en la eficacia de un discurso con fines políticos.
El modelo del "advocate" en los años '60 intenta retomar ciertos rasgos de esta perspectiva: el
periodista debe tomar partido ante la realidad social, debe comprometerse en favor de aquellos
que no tienen voz (Alsina, 1989: 153).

2. La profesionalidad hoy

Como ya lo hemos señalado, el periodista es en la actualidad un "experto". Los medios de


comunicación, nacidos como respuesta a ciertas necesidades del mercado pero en cuya
evolución se verificaron orientaciones contrarias al sistema capitalista, tienen hoy el estatuto
de instituciones sociales.
Y no sólo son instituciones a las que les compete un rol determinado, sino también empresas,
integradas a un circuito económico en busca de la mayor rentabilidad.
La prensa "obrera" o autodenominada "revolucionaria", que a principios de siglo supo
extenderse por América, ya no integra el sistema de los "mass media"; pertenece a la esfera
comunicativa de algunos partidos políticos.
La profesionalidad periodística es, entonces, la especialización en la construcción de la
realidad pública, a partir de los acontecimientos "reales" y en base a construcciones sociales
establecidas que Alsina denomina "mundos de referencia".
Es decir, el periodista es el encargado de producir imágenes de la realidad colectiva, para lo
cual debe valerse de "mundos de referencia" que le permitan descontextualizar el
acontecimiento y recontextualizarlo en noticia, y de cierto conjunto de reglas que le
posibiliten operar sobre el lenguaje para llevar a cabo lo anterior.

a) Mundos de referencia

El mundo de referencia es el que permite determinar la importancia social del acontecimiento.


"Como señala Marletti -dice Alsina-, debemos partir de la 'existencia de una estructura
referencial fija, o sea de un modelo social que establece la importancia mayor de unos hechos
con relación a otros'" (Alsina, 1989: 188). Como vemos, el mundo de referencia puede ser
asimilado de alguna manera a lo que conocemos como valores-noticia o criterios de
noticiabilidad. Pero es mucho más que eso; es también una ideología que se nutre del "sentido
común" (al ser una "construcción social establecida"), "sentido común" que muchas veces no
es más que la expresión de los valores dominantes.
Ese mundo de referencia, no obstante, es propio de la actividad periodística y también se
alimenta de ciertos patrones "críticos" que impone el poder corrosivo del acontecimiento,
materia prima de la noticia.
Asimismo, es la organización periodística, la empresa informativa, el medio de comunicación
-y a veces el sistema de medios de comunicación-, el que establece el mundo de referencia
válido para la recategorización pertinente.

b) Conjunto de reglas

El conjunto de reglas que definen la práctica periodística no es siempre estable ni mucho


menos, pero ha cristalizado una serie de técnicas -como la pirámide invertida- que hoy, ya sea
para renovarlas, recrearlas o obedecerlas, no pueden dejar de tenerse en cuenta.
Describiremos algunas reglas fundamentales. En primer lugar, el lenguaje utilizado debe ser
preferentemente el denotativo, el referencial. Se permite también el comentario y la opinión.
Pero ha quedado totalmente fuera de lugar la función apelativa: dar pautas explícitas de acción
no cabe dentro de lo periodístico.
En coincidencia con lo anterior, otra regla fundamental es la necesidad de mantener distancia
con lo que se cuenta. El periodista no puede entrar en el juego de las intenciones de los que
producen las noticias o tienen interés en difundirlas (las fuentes). Esta distancia implica, por
supuesto, una falta de compromiso, si no una objetividad -término puesto en cuestión-, al
menos una "imparcialidad", siquiera como horizonte de expectativas. El compromiso es, en
todo caso, con la verdad. (Recuérdese que estamos hablando de reglas para operar a nivel del
discurso, y no de las posturas subjetivas de cada emisor particular o de su condición objetiva).

c) Nuevas orientaciones en la construcción de la profesionalidad

Hemos dicho que la profesionalidad es una construcción y que su definición actual es el


resultado de determinadas configuraciones históricas. Eso significa que, de hecho, no puede
permanecer estable.
Pero la crisis que sufre hoy el concepto de profesionalidad está relacionada no con un cambio
de su rol institucional o con la sustitución total del mundo de referencia, sino con la
modificación de cierto conjunto de reglas que, sin embargo, no llega a afectar a las
fundamentales anteriormente descriptas.
Para decirlo de otro modo, el cambio al que asistimos desde hace algún tiempo se verifica en
el terreno de las relaciones entre literatura y periodismo, otra vez puestas sobre el tapete a
partir de la irrupción del llamado "nuevo periodismo". En esta ocasión, no se trata sólo de una
confusión de límites entre formas narrativas periodísticas y literarias, sino también entre
ficción y realidad (Página 12 puede ser un ejemplo).
Lo que no se pone en cuestión es el papel de la práctica productiva informativa con respecto a
la política. Esta, si bien es el referente más importante, no constituye ni la finalidad explícita -
como en el caso de los bolcheviques- ni el emisor manifiesto -como en el caso de Alberdi-.
La condición "contestataria" o "crítica" con respecto a los poderes políticos se define por dar a
conocer los hechos de corrupción o escándalos públicos y no por promover la acción o la
organización de determinados sectores.

Conclusiones:

* La competencia periodística se relaciona con la construcción de una realidad pública o,


como también dice Alsina, su efectividad consiste en "hacer saber" y no en "hacer hacer".

* Es por eso que el periodismo descarta la apelación y privilegia la denotación: sólo se trata de
"informar" lo que pasa y no de "prescribir" lo que hay que hacer.

* El "hacer saber" puede contener el germen de una determinada acción, pero sólo
eventualmente. El efecto más generalizado de esta práctica comunicativa es el de conformarse
con saber y no preocuparse por hacer.

* Si bien esta vocación por "informar" puede entenderse como una confirmación de la libertad
de acción del destinatario (concepto liberal del laissez-faire), también puede interpretarse que
el "hacer saber" es una de las formas del "hacer hacer", si bien lo es en sentido negativo.

Tania Piris Da Motta

Bibliografía
-DOMENACH, Jean-Marie, La propaganda política, Buenos Aires, Eudeba, 1968
-FORD, Aníbal, “Literatura, crónica y periodismo” en Ford, A., Rivera, J., Romano, E.,
Medios de comunicación y cultura popular, Buenos Aires, Legasa, 1987
RODRIGO ALSINA, Miquel. La construcción de la noticia, Paidós, Barcelona,1989

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