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Hay quienes han hablado ya de ´colombización´ del campo argentino por la modalidad de expulsión de
ciertas áreas campesinas, con métodos paramilitares, que caracterizan aquí la extensión de la ´frontera
agropecuaria´ y el creciente cultivo del ´yuyo´ de la soja.
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Resulta imposible aquí detenerse en detalles acerca de los ritmos y etapas de este proceso. Muy
esquemáticamente se puede observar: a) hubo un relativamente largo período que va desde los inicios de
los ´60 hasta mediados de los ´80 de constantes incrementos productivos, relativamente lentos y
progresivos, que tienen su eje en la introducción de nuevas especies de semillas (comenzando por los
llamados híbridos) y un creciente uso de fertilizantes y maquinaria agrícola; b) este proceso tuvo quiebres
dictados por caída de los precios internacionales y/o circunstancias macroeconómicas. El más importante
es el que va desde mediados de 1985 hasta 1991 que provoca un claro retroceso incluso; c) el período
Esta voracidad por la producción granaria (y en particular de soja – cultivo que
prácticamente no existía en el país 30 años atrás) está dictada por circunstancias que hacen
a un boom circunstancial de las materias primas agrícolas, cuyos productos son de los más
inestables en el mercado mundial3, y que ahora están en un ciclo alcista prácticamente sin
precedentes. En lo fundamental tiene una sola explicación: la rentabilidad de esa oleaginosa
–en relación a los costos de cualquier otro cultivo y/o actividad pampeana– no tiene
comparación en el mercado. Se trata de un fenómeno episódico, seguramente mucho más
efímero que la ´gloria´ conquistada por nuestra oligarquía en el pasado, ya que este nuevo
superbeneficio, infinitamente más que aquél, depende sobre todo del superbeneficio de los
monopolios imperialistas (de semillas, herbicidas y grandes comercializadores).
La ´agriculturización pampeana´ iniciada en los ´60 tiene desde el punto de vista
de las clases sociales de característico que en contraste con la gran explosión productiva
inicial de la pampa argentina a fines del siglo XIX, bajo la impronta de la oligárquica
´generación del 80’, esta explosión agrícola se asienta no en la producción del
arrendatario chacarero del pasado sino, a) en la de un productor propietario mediano, por
una parte; b) y en grandes capitalistas, que incluyen a una parte de la vieja oligarquía –
subdividida en muchos casos– que actúan ahora simultáneamente en el negocio ganadero
y como agricultores. Este grupo no ya sólo es hegemónico en la pampa húmeda sino en
todo el país. Es relativamente heterogéneo, pero en ellos destacan, desde poderosas familias
oligárquicas del interior (el caso más destacado es el de los Blaquier) al de ´nuevos ricos´
como los Werthein, Eurnekian, y/o Elstein (a quienes hasta por su origen les estaba vedado
el acceso a los núcleos rectores de la vieja oligarquía –recién comienzan a destacarse desde
los 60 y 70). Todos ellos mezclados, y en forma creciente también una parte de grandes
capitales extranjeros –Benetton, Soros, grandes capitales yankis, australianos, etc.– quienes
se integran a este sector desde los 60/70.
En contraste con esta ´oxigenación´, es absolutamente indiscutible sí el retroceso
de las viejas familias patricias al interior de la llamada oligarquía. El verso de los Aspiazu y
Verbitsky, repetido como disco rayado sobre la invariabilidad del dominio de la “oligarquia
vacuna” del país desde hace más de 100 años cumple la única función de esconder a la
nueva oligarquía (agraria, industrial y financiera) enquistada toda alrededor del gobierno
´nac&pop´ hasta la crisis con “el campo”, en marzo. Hace más de 4 años atrás el principal
historiador del campo argentino (O.Barsky) demolió la tesis de los autores primitivos de la
misma (Basualdo y Khavisse, sostenida en el libro “El nuevo poder terrateniente”, 1993).
Ver su introducción al Tomo I de la Historia del capitalismo agrario argentino.
Como fruto de este proceso aparece un segundo ´actor´ protagónico: el contratista
de servicios agrícolas (para la siembra, la cosecha, para fumigar) que por lo general –aún
en esta etapa, no hemos llegado aún a los ’90– es un chacarero propietario capitalizado,
que combina la explotación de su campo pequeño o mediano con la venta de servicios a
grandes o pequeños productores. El contratismo estuvo de algún modo siempre presente en
nuestro desarrollo agrario, pero nunca había alcanzado la presencia que arranca en los ´60 y
alcanzará su mayor esplendor en la actualidad4. El contratista reúne a un conjunto muy
iniciado con la introducción de las semillas transgénicas a mediados de los ´90 y la generalización de los
sistemas de ´siembra directa´, que aceleran vertiginosamente la productividad agraria.
3
Los motivos de esto son de lo más diverso: a) estructurales, con motivo de razones climáticas que
provocan la caída de las cosechas (y por lo general un alza de los precios) y/o lo inverso (por buenas
cosechas que sobrepasan la ´demanda´ -o sea la capacidad de compra bajo las presentes condiciones de
producción (capitalistas); especulativas, como ocurre en el presente con la creación de infinidad de
´instrumentos financieros´ que alimentan los mercados del capital ficticio financiero internacional;
políticas; etc.
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Se estima que en la actualidad entre el 60/70% de la producción agrícola pampeana es realizada bajo
esta modalidad. Esto significa que el productor propietario o arrendatario no actúa ya como agricultor
sino que terceriza estos trabajos.
amplio de figuras: puede ser un productor mediano que para capitalizarse compra
máquinas, que por lo general exceden su capacidad de utilizarlas exclusivamente en su
campo. En consecuencia, ´subalquila´ los servicios de esas máquinas a terceros. Los hay,
en consecuencia, quien las alquila limitadamente a productores vecinos (que no tienen
máquinas) y quien se ha transformado en un gran prestador de servicios (contratista de gran
porte), que por lo general trabaja para grandes terratenientes y/o pools.
Quiere decir que la realidad chacarera de la pampa húmeda ha tenido una
drástica transformación. Un especialista tituló su investigación “El desvanecimiento del
mundo chacarero”. Refiere así a la desaparición del mundo chacarero que pintó toda la
bibliografía dominante hasta los años ´80 y a la nueva realidad diversificada del presente,
cuyo denominador común es la conformación de una nueva burguesía agraria
relativamente extendida. Esta va, a) desde el pequeño propietario de un campo (que en el
presente casi ya no produce porque, o no tiene máquinas adecuadas, o por su escala le
resulta más conveniente alquilarlo que ponerlo en producción) y vive de la renta que le
produce5; b) pasa por toda una gama de contratistas (propietarios y no propietarios de
tierras); y c) incluye a toda una variedad de productores pequeños y medianos de 50/100
hectáreas a 1000/1500 hectáreas, dependiendo de la calidad y ubicación de la tierra.
¿Quién representa sectorialmente a estos sectores? A la luz del lock out patronal
reciente y de su actuación relevante en el mismo, parece indudable que la Federación
Agraria es un refrente de ellos6. El reconocido historiador Tulio Halperin Donghi, decía un
mes atrás, que las distancias entre la SRA y la FAA eran poco nítidas hace bastante tiempo
ya y recordó que en los años de Onganía un presidente de la Rural recomendó se designara
ministro (o secretario) del área a un hombre de la FAA (artículo de la sección Enfoques de
La Nación de los domingos). Ahora hemos leído una conferencia del principal responsable
del trabajo agrario del PCR, de mediados de 2007, caracterizando a la FAA7 –en la que los
maoistas actúan y dirigen regionales enteras–, poco tiempo antes del conflicto agrario, en el
que observa que la misma está partida entre dos sectores (propietarios ´rentistas´, por un
lado; y contratistas y propietarios arrendatarios por el otro).
i) La propiedad de la tierra
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Es el caso del típico pequeño propietario cuya tierra se disputan en el presente los pooles y otros
propietarios que quieren ampliar su escala de producción alquilando más tierra. Vamos a ver en el
próximo capítulo que este sujeto que hoy goza de una renta y le permite vivir bien o muy bien, esconde a
futuro, en lo fundamental, la situación de un capitalista descapitalizado, candidato a vender su campo
cuando el derrumbe de los precios agrícolas conduzca su renta en el mismo sentido y no tenga capital
para explotar el campo por sí mismo.
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Luego vamos a ver que no hay ninguna contradicción con el hecho que la misma FAA fue la
protagonista también de la rebelión agraria pampeana de mediados de los ´90 contra Menem –que nunca
alcanzó las dimensiones de la actual, ni fue apoyada como ésta por el gran capital más concentrado.
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Ver última edición de la revista teórica del PCR, Teoría y Política, julio 2008.
industrial. Pero insistimos que en lo que hace a la producción agraria (y aquí incluimos la
actividad ganadera también –y probablemente donde esa tendencia tuvo su manifestación
más marcada) esa tendencia a la afirmación de la producción en una escala mediana es lo
que destacan todos los censos agrarios nacionales desde el de 1914 hasta el de 1969, por
lo menos.
La gran propiedad latifundaria de la pampa húmeda –las propiedades de más de
5.000 hectáreas– que tenían el 33,8% del total de la superficie caen sistemáticamente desde
entonces: al 26,3% en 1937, al 20,1% en 1960 y al 18,6% en 1969 (siempre por referencia
al total de la superficie en la pampa húmeda). Los dos censos posteriores (1988 y 2002) no
advierten en este aspecto diferencias sustanciales respecto a 1969. Resumiendo el conjunto
de los datos de estos censos, la Historia del agro argentino señala: “nos hallamos en
presencia, por consiguiente, de un proceso de desconcrentración sin dispersión, o dicho de
otro modo, de un proceso en el cual la subdivisión de las unidades muy grandes no trae
como resultado la multiplicación de las unidades pequeñas sino el aumento de las que se
ubican en el medio de la escala” (los tramos que van de 501 a 1000 hectáreas y de 1001 a
5000 has. saltan de menos del 37% en 1914, siempre en superficie sobre el total pampeano
a casi el 52% en 1969 (el primero salta del 9,3% al doble exactamente, en superficie total
en la pampa húmeda, y el que sigue del 27,5% al 33,1%).
8
Hasta cierto punto ya indicados en explicaciones dadas en la clase anterior.
9
El honorario por su servicio.
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Potente herbicida asociado al paquete tecnológico, utilizado con los sistemas de siembra directa.
control de malezas importante” (Walter A. Pengue, Investigador del Grupo de Ecologia
del Paisaje y Medio Ambiente. GEPAMA. UBA, en La Tierra, periódico de la FAA,
3/2006)11.
A partir de los ’90 con la entrada de esas semillas y de los ´paquetes tecnológicos´
asociados a la llamada ´siembra directa´12 la productividad agraria alcanza su cenit. La
producción granaria total argentina se triplicó en los últimos 20 años, en forma incesante.
Las áreas sembradas se han extendido como mucho un 30/40%. Quiere decir que la
productividad asociada a la aplicación de nueva tecnología se ha multiplicado por lo menos
por 2. La pampa húmeda es responsable por casi el 85% de esta producción, aunque al
´festín´ se han sumado a otros beneficiarios capitalistas en Salta, Santiago del Estero y el
Chaco (o en gran medida son probablemente los mismos).
No vamos a negar que la ´siembra directa´ tiene virtudes nutritivas para el suelo –
gran caballito de batalla del gran capital que la difundió– pero ni remotamente compensa el
deterioro que trae aparejado para el suelo el uso masivo de glifosato y otros herbicidas muy
tóxicos, como el creciente monocultivo sojero –extiendido mucho más allá del 50% del
área agrícola total del país–; cultivo que extrae nutrientes de la tierra como ningún otro y la
degrada si ésta no es rotada y/o fertilizada adecuadamente (como está ocurriendo y más va
a ocurrir en el futuro). Pero no nos vamos a detener ahora ni en estos desequilibrios
ecológicos sobre los suelos y el clima, ni en la devastación de los bosques, ni el
despoblamiento agrario (y las expulsiones campesinas) asociado a esta llamada por el
capital “revolución verde”, ni en las tremendas enfermedades que se han expandido entre
las masas agrarias y los pueblos aledaños ligadas a este boom, todos fenómenos ´olvidados´
sobre los cuales ningún ´actor´ que ahora se disputa el fabuloso superbeneficio agrario dice
una sola palabra (maoístas incluidos).
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Luego de imponer su producto ´estrella´ por esa vía ´non sancta´ (la semilla RR, resistente al glifosato),
no es casual que el ministro que la introdujo, Solá (1995), votara ahora contra la famosa Resolución 125 y
a favor “del campo”. Monsanto, una vez que ´ganó´ a los productores al uso de estas semillas, pretende –y
ha llevado el caso a tribunales internacionales– el cobro de regalías extendidas por ello, es decir, cobrarse
su parte de la renta.
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Los campos bajo ´siembra directa´ no requieren del tradicional laboreo de preparación y arado previo
para sembrar: se implanta directamente la nueva semilla sobre el residuo de la cosecha anterior.
De esta brutal dominación y dependencia imperialista nadie habla13, sólo en el
mejor de los casos se ataca a los grandes grupos exportadores de cereales y oleaginosas
(para decir lo ya trillado de que las exportaciones granarias están concentradas … en pocas
manos desde principios del siglo XX). El problema es que ahora la principal empresa
exportadora del país, uno de estos pulpos, la yanki Cargill, por primera vez en mucho
tiempo, en 2007, desplazó del primer lugar del podio a una empresa industrial y/o petrolera
(de las 10 empresas exportadoras más importantes –que concentran más del 30% del total
exportado– 7 son pulpos agroexportadores14). Y Cargill además está entre los principales
actores del negocio de semillas, de prestación de servicios a nuestros agricultores y de la
nueva industria frigorífica15.
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En la medida que se ha mencionado anteriormente el desarrollo de una industria de maquinaria agraria,
abonada por la burguesía nacional, corresponde advertir que ésta no cuestiona de ningún modo el dominio
predominante en los equipos de mayor importancia de la maquinaria importada (absoluto en materia de
tractores, cosechadoras y otras máquinas inteligentes –con equipos de control satelital, etc.). En esos
rubros Argentina es completamente dependiente del exterior. En este aspecto el desarrollo agrario del país
sigue tan subordinado o más que en el pasado a la dominación tecnológica foránea. A su modo, de esto se
´quejan´ los ´campeones´ de la defensa del ´modelo agrario de la tecnología´, bajo el paradigma ahora de
los pooles de siembra y las empresas tipo Los Grobo, MSU, Del Tejar, etc., cuyos voceros como los
suplementos Rural de Clarín y La Nación e Infocampo de Ambito Financiero destacan la preferencia a
instalarse en Brasil de la gran industria imperialista de maquinaria agrícola. Esto revela a su vez que, 1)
de ´original´ el desarrollo agrario argentino tiene poco y nada; 2) que relativamente en muchos aspectos la
´burguesía nacional´ de nuestro ´vecino mayor´ le viene ganando por varios cuerpos a la Argentina, lo que
se destaca en forma muy especial en el conjunto de la cadena agroindustrial cárnica (la Argentina tiene un
rodeo bovino que es hoy la tercera parte del de Brasil y su industria frigorífica está ´colonizando´ buena
parte del negocio aquí, disputándoselo con los yankis. En este terreno no sólo la ´vieja oligarquía´ está
liquidada, ahora retrocede también la gran burguesía nacional que había comenzado a terciar en los años
´70 en esa actividad (recordemos lo visto en la clase 2).
El único terreno donde el abismo entre el desarrollo nacional y los países avanzados parece haberse
aliviado tiene que ver con la cuestión de los rindes en los cultivos. Milcíades Peña destacaba esto 45 años
atrás como rasgo destacado del subdesarrollo nacional. Observaba cómo se había ampliado esa brecha
especialmente en los 30 años previos. Pero si bien hoy esto parece relativamente superado –y hasta por
ahí no más (en algunos cultivos todavía sigue habiendo una gran diferencia entre la productividad
promedio por hectárea entre Argentina y ciertos países desarrollados)– hay ahora un hecho que esconde
lo anterior, y tiene mucha importancia para entender ciertas cuestiones del reciente conflicto “del campo”.
En el pasado la productividad promedio de las cosechas –dada la relativa baja inversión de capital, escaso
uso de fertilizantes, etc.– reflejaba de un modo general una realidad prácticamente común de todos los
productores (relativamente grandes, medianos o chicos). Hoy ocurre exactamente lo inverso: la varianza –
dispersión– en torno a la media es enorme. Aquel productor, por lo general pequeño o mediano, que no
tiene capital suficiente, maquinaria adecuada o escala, que produce por debajo de la productividad media
(en términos de Marx, que su producción excede el tiempo de trabajo socialmente necesario dictado por
el mercado), está condenado a desaparecer. Volveremos a este punto en el próximo capítulo
14
Cargill en 2007 exportó por más de 4.000 millones de dólares. Entre las agroexportadoras le siguen
Bunge, LCD, AGD, Molinos, Vicentín y Nidera –salvo dos, AGD del senador Urquía y Molinos, de
Pérez Companc, todas las demás son de capital extranjero. De conjunto esas 7 que figuran en el pelotón
de las primeras 10 son responsables por alrededor de 15.000 millones de dólares de exportaciones. Las
otras 3 son dos hidrocarburíferas y/o mineras (YPF en el lugar número 2 y La Alumbrera en el 6). Siderca
recién aparece en el 9. El complejo automotriz, que igual importa más que lo que exporta, desaparece de
entre los 10 primeros exportadores. ¿Qué queda del ´modelo productivista´ e ´industrial´ del que tanto
hablan no sólo los intelectuales K de Carta Abierta, la gente del Plan Fénix y hasta los llamados
Economistas de Izquierda?
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Desarrollada desde inicios de los ’70 bajo el impulso de capitales nacionales y como una industria
mediana, la nueva industria frigorífica (nos referimos fundamentalmente a la que tercia en los negocios de
exportación), en los últimos 3 años se ha superconcentrado entre grandes grupos extranjeros también.
Es decir, que a esta penetración imperialista sin precedentes sobre el campo
argentino, que no tiene precedentes16, le corresponde una ´reprimarización´ productiva, de
igual proporción. Señalemos, por ejemplo, que la llamada industria aceitera y de harinas y
pellets de soja –el llamado crushing de esa oleaginosa– agrega muy poco valor a la
producción agraria (se ha denunciado, además, que esta industria superconcentrada por
grandes operadores imperialistas ha recibido subsidios para ello, ¡que exceden con creces el
costo de las plantas instaladas!). Lo mismo vale para la proclamada industria ´del futuro´
(los biocombustibles)17. Sin ir más lejos, la industria frigorífica del pasado asociada a la
oligarquía se yergue para su época como ´revolucionaria´ al lado de estas industrias que de
´punta´ no tienen nada.
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Y no hablamos aún –el punto se tratará en el próximo capítulo– de la fenomenal entrada de capital
extranjero directamente a la producción agraria nacional, mediante la compra de grandes extensiones de
tierra en la pampa húmeda y en otras regiones, para la producción a enorme escala de cereales y
oleaginosas. Estamos así en presencia por primera vez en la historia nacional de un escenario en que el
capital extranjero toma bajo su propia responsabilidad en producción parte de la principal riqueza
histórica de Argentina, la que hasta aquí había sido monopolio absoluto de la burguesía nacional.
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Los gobernadores que ´están con la producción´ (Schiaretti, Binner y Scioli, en primer lugar) se esmeran,
uno más que otro, en sacar ´leyes de promoción´ que agregan a los subsidios de la Nación la eliminación de
casi toda tributación regional, con el fin de facilitar que los pulpos inicien su esquila de la provincia al que
mejor reduzca cada una a la condición de ´oveja´.
límite a esa crisis y, de un modo general, salvó del naufragio a una multitud de sectores
(nos referimos aquí a sectores capitalistas). No estamos considerando aquí el fenómeno de
la precarización laboral en el campo, que tiene características escalofriantes y empalidece
aún todo lo conocido en este período en el mundo industrial y/o de la ciudad (señalemos,
sólo a título de ejemplo, que el trabajador del campo, expuesto más que nadie a la acción de
accidentes laborales (¡con el uso intensivo de agroquímicos a una escala inusitada!) no
tiene siquiera un sistema de ARTs.
Pero ni la devaluación ni el salvataje inicial de esos sectores torció de ninguna
manera el fenómeno fundamental cuya era se inicia en los ´90: el de los
“megaproductores” –como lo denominan los investigadores que venimos citando. Esto es,
el de grandes capitales, que sobre la base de su asociación con proveedores de
agroquímicos y una gran capacidad financiera, disputan tierras, a) bajo una forma de
arrendamiento supercapitalista (por la intensidad con la que invierten en tecnología) y, b)
de explotación ´minera´ del recurso de la tierra (por el desinterés en la preservación de la
misma). Esto lleva, a su turno, a “una competencia sin límites por el alquiler de tierras y el
consiguiente aumento de su valor de compra y canon de arrendamiento” (ídem).
Como decimos, entonces, la era K lejos de combatir las tendencias del “proceso que
se inicia y consolida en los años ´90 … (lo) continúa (e incluso se afianza) con
posterioridad a la salida del régimen de convertibilidad” (ídem, textual con excepción del
´lo´ en cursivas –el texto de Lattuada y Neiman es de fines del año 2005).
Nos queda radiografiado de este modo “el campo” argentino de nuestros días. Esto
permite identificar la naturaleza del ´nacionalismo´ K y deschavar a quiénes sirven: la
verdadera oligarquía de carne y hueso hoy existente (metida hasta los tuétanos en el
gobierno, casi sin fisura, hasta marzo último18.
La última cuestión. Si el estrangulamiento del pequeño productor responde a las
leyes de la concentración y centralización del capital, ¿por qué el primero no se delimita
del gran capital (o a lo sumo, en el mejor de los casos, como lo expresó FAA, sólo insinuó
una denuncia a los grandes pulpos exportadores)19? El pequeño capital se defiende contra
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La crisis con el campo se remonta en verdad a marzo de 2006 cuando el gobierno K restringió las
exportaciones cárnicas. Comenzó allí el ´verso´ antioligárquico que decía defender el ´bolsillo de los
argentinos´. La restricción casi total de esas exportaciones –así como su reapertura parcial meses
después– poco tenía que ver con la lucha contra la inflación. Sobre todo respondía a una gran lucha de
intereses al interior de esa cadena agroindustrial, en la que el gobierno K actuó en general siempre a favor
de los grandes frigoríficos exportadores –el llamado consorcio ABC–: a) contra los reclamos de mejor
paga por la materia prima de los productores ganaderos (uno de los sectores donde hay mayor presencia
de pequeña y mediana producción) –representados en la provincia de Buenos Aires por Carbap, de ahí la
´combatividad´ de ésta en los últimos años; y b) contra la industria frigorífica de menor porte, consumera
y/o matarife que abastece el mercado interno y que desde hace mucho se busca golpear, con el argumento
de siempre, de la lucha por principios ´sanitarios´, del ´contra la evasión fiscal´, etc. En la cadena cárnica,
por otro lado, la gran transformación que se está produciendo es la siguiente: debido fundamentalmente al
proceso de agriculturización de la tierra disponible en el país (primero de las mejores tierras, luego en
forma creciente en las tierras de menor productividad agrícola de la pampa húmeda –como ocurre ahora
en la cuenca del Salado en la provincia de Buenos Aires) el capital desplazó la producción cárnica
tradicional en base de pasturas de la pampa. Ahora, por un lado, el gran boom es la producción a corral
(feedlots, se estima que ya casi el 50% de la carne que se consume en Argentina tiene este origen); y por
el otro, se tendió a desplazar a tierras marginales, extrapampeanas, y/u ociosas, a la ganadería. Los
famosos incendios de pastizales en el Delta del Paraná tienen que ver con esto: casi 2 millones de
animales pueblan actualmente sus islas. Hasta 15-20 años atrás ese territorio estaba casi totalmente
inexplorado e inexplotado. De este modo fueron liberadas millones de hectáreas de la ganadería a la
agricultura.
19
Y relativamente ni siquiera esto: es falsa la argumentación formulada por el PCR para delimitarse de la
SRA, ahora después del desenlace del reciente conflicto agrario, acerca de que el conflicto se inició con el
bloqueo de la FAA a las grandes cerealeras-oleaginosas en los puertos del Gran Rosario. Esa medida
incluso mezquina, oculta primero que nunca se ataca a las resucitadas comercializadoras de cereales
el grande con sus mismas armas y sólo acentúa en última instancia los términos de la
encrucijada capitalista. Buena parte de los pooles agrarios, especialmente entre los
llamados chicos y/o zonales, está integrado por pequeños productores y/o rentistas que
pelean la tajada del superbeneficio agrario (provisto sobre todo por el actual boom de los
precios internacionales) intentando imitar a los grandes. Ellos serán las primeras víctimas
del próximo derrumbe de los precios o de la competencia directa de los grandes. Como
toda gran burbuja capitalista el pequeño productor que hoy vive de la renta del alquiler de
su campo está condenado inevitablemente a futuro. Muchos de los productores fundidos
antes del 2001 fueron también ´rentistas´. Cuando los pooles de entonces se retiraron por
una caída de los precios internacionales, a fines de los ´90, se dieron cuenta que sólo les
quedaba irse a (literalmente) ´entre La Pampa y la vía´, tuvieron que (mal)vender o vieron
ejecutadas sus hipotecas. La historia en este aspecto se repetirá.
La disputa por la tierra alcanzó tal magnitud en Argentina en los últimos 15 años (el
mismo fenómeno se ha trasladado más recientemente a todo el Cono Sur continental) y ha
elevado artificial y brutalmente el precio de la tierra20. No importa que ésta tenga por
destino la ganadería o la lechería. En la medida que existe una demanda por ella, el
productor familiar asentado en la misma tiene formalmente un capital mayor. Pero si no
tiene esa capacidad característica dada sólo al capital financiero para trasladar su negocio a
otra actividad, la de este capitalista –sometido además a un régimen de ´control de precios´,
como sucede en Argentina con dichas actividades– sufre ahora una doble competencia. Por
un lado, la agricultura lo ´aprieta´ para volcar su tierra a ella –pero su capital está invertido
en un tambo o en ganado del cual si se desprende le dan dos mangos–; por el otro, el gran
capital precisamente está al acecho en esas actividades para quedarse con los ´desechos´.
Abundan las declaraciones de grandes capitales internacionales que dicen que Argentina es
la ´gran oportunidad´ precisamente en esos sectores, en el mismo momento que el capital
tradicional ´llora´ aquí. De un modo muy evidente los Moreno, y quienes los sucedan –
como acaba de ocurrir con la de la del secretario de Agricultura, Chepi, un hombre que en
el 2005 fue denunciado por el propio Buzzi como un agente de los grandes pooles– son los
agentes más concentrados del gran capital. El deber ya no de un revolucionario, sino de una
persona sensata es distinguir el ´cuento´ de la realidad. Lo mismo vale también para
quienes se prendieron del ´maullo´ del capital pequeño o mediano, que sirvió en especial
durante el último conflicto “del campo” como vocero del gran capital del sector (esto ha
transformado a los Castells, los Alderete y las Ripoll en sus agentes vergonzosos).
Podemos anticipar, por ejemplo, que la proyectada ´Ley de Arrendamientos´ con la
que el gobierno se proponía ´compensar´ a los pequeños productores va camino al fracaso.
A.C.A. y F.A.C.A. –como el silencio frente a la operatoria de Sancor en la industria láctea. Esas tres
organizaciones ´cooperativas´ apañadas por FAA participan del estrangulamiento del pequeño productor.
Las mismas sobreviven operando como cualquier gran empresa capitalista, bajo una burocracia
completamente subordinada a acuerdos con los otros grandes pulpos privados y el Estado. Lo que está
planteado es la nacionalización del comercio exterior argentino y de todas las terminales portuarias
´privadas´ (también las que tienen FACA-ACA), medidas que nadie en FAA reclama (ni siquiera la
corriente Chacareros Federados impulsada por los maoístas. Plantean (para la tribuna de quienes los
critican) sólo lo primero –nunca lo hicieron públicamente en un ´piquete´ o movilización durante el
último conflicto. El ´cooperativismo´ en las presentes condiciones de producción supercapitalistas no
puede quebrar el corcet del orden social dominante, cae bajo las redes de la dominación del capital más
rápido que lo que el gallo canta al despertar de la gallina. Esto vale para el campo, la ciudad y en
cualquier orden de la vida. Sirve en todo caso para demostrar cuán endebles son los acuerdos
´intercooperativos´, de la CTA con la FAA, etc., etc.. La ´banca solidaria´ (Credicoop, bajo control de la
vieja burocracia del PC, completamente enfeudada al gobierno) se colocó en las antípodas de toda su ´red
federada´. ¿Próxima víctima de la demolición staliniana?
20
El boom de los precios de la tierra en Argentina se parece mucho al de las viviendas en los EE.UU.
hasta julio del 2007.
El gran capital arrendador ya ha lanzado su ofensiva, pero sobre todo fracasará porque un
ala de los pequeños propietarios ´rentistas´ tampoco la quiere.
Historia del capitalismo agrario pampeano, Tomos I, II y III bajo la dirección de Osvaldo
Barsky, Siglo XXI.
Historia del agro argentino, O.Barsky y Jorge Gelman, Mondadori.
El desvanecimiento del mundo chacarero, Balsa, Ediciones UNQ.
El campo argentino, crecimiento con exclusión, M. Lattuada y G.Neiman, Capital
Intelectual.