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Entonces, ¿Cuali y Cuanti son hermanos que enemistamos sin razón aparente? ¡Ups!

A alguien, alguna vez, en algún lugar de mundo, se le ocurrió una idea maravillosa.

Digamos que este sujeto en cuestión poseía un alto cargo en alguna empresa, así que ese día
llegó al trabajo y convocó una reunión para hacer saber su deseo a sus empleados: quiero
investigar para entender los hábitos de consumo de las personas.

Dicho de esa forma parece simple; visto en retrospectiva, es básicamente reducir el


esfuerzo de miles de compañías alrededor del mundo, mucho presupuesto, horas de trabajo,
sacrificio y demás, a once palabras, (resulta incluso cómico lo descuidado que puede ser
nuestro lenguaje cuando no se tiene un contexto de las cosas). Muy probablemente, antes de
comenzar a recopilar y organizar información, alguien sentado en esa mesa de trabajo con
sus colegas en algún lugar del mundo, tuvo que preguntar ¿y cómo se supone que hagamos
eso? Y si traemos esta escena al contexto que nos compete el día de hoy, probablemente la
mesa se dividió. Porque resulta que a eso precisamente llegamos: el lado derecho dice que
la investigación de carácter cuantitativo es perfecta para entender el mercado, mientras que
el izquierdo le contradice alegando que lo mejor es realizar un estudio cualitativo. ¿La
mejor parte? Que ambos se equivocan tanto como tienen la razón. Nos inventamos un
panorama muy extraño donde sí o sí se tiene que escoger un bando investigativo, porque
cuali y cuanti son hermanitos competitivos intentando probarse a si mismos y al otro que
son la mejor opción a escoger. Quizá si unieran fuerzas sería mucho mejor.

Aterricemos esta diatriba en palabras más simples: de nada me sirve saber que 45 personas
quisieron comprarse un pan de queso esta mañana en la panadería de la esquina si no sé por
qué quisieron comprarlo.

Tal y como exponen King, Keohane y Verba, creo que enemistamos dos campos que se
complementan maravillosamente porque uno llega a esquinas que quizá el otro no. Las
diferencias en la calidad investigativa son, citándoles nuevamente, algo meramente
estilístico, no relevante a la hora de la verdad y “La mayoría de las investigaciones no
encajan claramente en una u otra categoría. La mejor suele combinar características de cada
una de ellas”.
Porque resulta que los seres humanos no somos números exactos. Absolutamente nada en
nosotros es exacto en ningún momento, y tal y como discutíamos en clase hace unos días,
somos unos tibios por naturaleza y nos encontramos en constante cambio por exactamente
la misma razón, así que creer que una investigación únicamente cuantitativa puede arrojar
resultados 100% exactos alrededor de la materia humana es, en mi opinión, engañarse uno
mismo; se necesita recurrir a los métodos cualitativos para crear un panorama mucho más
amplio y detallado y “humanizar” o darle un rostro a las cifras que arroja la investigación
cuantitativa. Por su cuenta, María Consuelo Moreno explica este punto tan valioso mucho
mejor que yo, y es que esta naturaleza cambiante impacta de forma directa nuestros hábitos
de consumo, haciendo que en nuestras vidas se vea reflejada esta realidad, que muchas
veces puede no ser retratada de la forma mas precisa teniendo en cuenta este dilema
constante.

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